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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras

Print version ISSN 0122-2066

Anu.hist.reg.front. vol.20 no.1 Bucaramanga Jan./June 2015

 

Editorial


La historia comparada en Colombia

La historia comparada en América Latina comienza a tener más presencia en la academia nacional como consecuencia del número creciente de historiadores colombianos que desde la década de 1990 hacen sus estudios de posgrado en México, Argentina y Brasil. Estas academias que acogen a nuestros connacionales son las que en efecto más han aportado en los estudios comparativos de la historia latinoamericana. Una consecuencia de sus sólidos sistemas de educación pública, de sus academias consolidadas y de los estímulos a los estudiantes extranjeros. Los resultados de esta política educativa en el campo de los estudios históricos son evidentes en las múltiples tesis e investigaciones que empiezan a ser conocidas en Colombia por medio de artículos y obras colectivas de todo tipo.

Identificar las similitudes culturales, políticas, sociales y económicas del continente americano, pero también sus diferencias, pasa, por ejemplo, por comprender que el proceso de independencia de las nacientes repúblicas estuvo interconectado de tal manera que impidió a los imperios colonialistas concentrar sus recursos bélicos en un solo punto para poder derrotar a los sublevados criollos; o, comprender, cómo los pioneros procesos de independencia que marcaron la ruta y estimularon la independencia americana -los ejemplos de los Estados Unidos y Haití- ayudaron a tener una visión del territorio a las futuras naciones. Los próceres independentistas George Washington, Francisco Miranda y Jean Jacques Dessalines, con sus acciones militares e ideas republicanas, le abrieron el camino o le demostraron al resto del continente que sí era posible la libertad. Así lo creyeron personajes de la talla de Miguel Hidalgo, Antonio José de Sucre, Bernardo O'Higgins, José de San Martín y Simón Bolívar, dentro de los más conocidos y representativos de la idea americana.

El pionero republicanismo criollo del que habla Benedict Anderson en sus Comunidades imaginadas (1983) reafirma el origen libertario -común y cosmopolita- del americanismo, que a pesar de ello no hemos logrado apropiar o dimensionar en toda su magnitud; tal vez, como el mismo Anderson lo sugiere: esa falta de identidad latinoamericana puede ser consecuencia de su vastedad territorial, diversidad humana y geográfica, y a una división administrativa de origen imperial que logró limitar y territorializar las identidades, o dividirlo para poder gobernarlo. En este sentido, resulta oportuno citar en extenso una de las conclusiones enunciadas en la Historia Comparada de las Américas. Sus procesos independentistas (2010), a propósito del Bicentenario:

Desde el inicio de la lucha por su libertad los pueblos de América hablaron del continente como una unidad. Después de doscientos años de encuentros y desencuentros entre las naciones americanas, unidas primero por su geografía y hoy por la globalización, tienen en su historia común un punto de afinidad.

Al hacer un recorrido por los procesos independentistas de América podemos constatar sus convergencias y divergencias. Las primeras corresponden a sus distintas colonizaciones y a los procesos históricos de sus metrópolis, pero en todos los casos se identificó a la Independencia con la libertad y sus movimientos se fincaron en el principio de soberanía popular. Sin embargo, unos incorporaron a la independencia política y económica, la social, mientras que otros mantuvieron la esclavitud. Unos rompieron las estructuras coloniales y desligaron al Estado de la Iglesia y otros no1.

Pero para qué sirven las comparaciones históricas y cómo se pueden hacer sin cometer anacronismos de espacio, tiempo y género. Los textos que a continuación se presentan dan cuenta de cómo es posible aprovechar de manera eficiente, coherente e imaginativa las comparaciones históricas para explicar los fenómenos sociales de carácter local, regional y nacional, en el contexto latinoamericano; y, hoy, en el global, como desde la década de 1980 lo hacen los investigadores de otros campos de los estudios sociales. Además, dichas comparaciones permiten comprender hasta dónde es posible utilizar metodológicamente un concepto o teoría sin que su uso transforme, distorsione u oculte un fenómeno social, a la hora de ser descrito e interpretado históricamente. En este sentido, el texto de Rita Cassia de Marchi e Ivanssan Zambrano, titulado La "limpieza social" en la construcción de la infancia moderna: aproximación teórica e histórica sobre los niños en situación de calle en Brasil y Colombia, logra evidenciar cómo en dos países diferentes, durante un periodo similar, el Estado es incapaz de proteger la vida de sus niños y jóvenes ante unos organismos semi-clandestinos que parecieran tener una idea de nación moderna que pretende civilizar, ocultando o asesinando a los niños de la calle que pululan en las ciudades tercermundistas y que "afean" la estética burguesa; o, mejor aún, demuestra la falta de interés por parte de sus elites para llevar a cabo políticas públicas incluyentes, con justicia social y verdaderamente democráticas.

En ambos países resultan evidentes los grandes desequilibrios económicos y el empobrecimiento de su población, a pesar de las riquezas de sus territorios. Riquezas que permitieron el desarrollo de unas clases privilegiadas que lograron cooptar al Estado por medio del clientelismo y la corrupción para legislar a su favor. En este escenario se dieron procesos modernizantes que permitieron el desarrollo económico y cierta apertura democrática en el discurso social; no obstante, esto también derivó en la década de 1980 en la higiene social, la seguridad privada y los para-poderes.

Luz Mary Castellón con su sugerente trabajo sobre el discurso de la guerra en México y Venezuela durante la Independencia nos recuerda que la guerra como hecho social, violento y trágico, requiere de una justificación en el mundo de las ideas que permita identificar quiénes son los enemigos y en ese proceso autodefinirse como actor social y político. Para evidenciar cómo se consolida -perfila y demoniza-, en el lenguaje de la guerra, al enemigo, Castellón investiga los testimonios de los acusados por sublevación en contra del imperio español. Estos aparecen en los expedientes de "Las causas de la infidencia", que reposan en los archivos nacionales de México y Venezuela.

Al comparar los discursos subversivos, de venezolanos y mexicanos, son evidentes las similitudes de la "guerra a muerte" declarada por Bolívar y su eco en las palabras de Morelos y en las acciones beligerantes del cura Hidalgo. No obstante, como lo resalta Castellón al parecer la beligerancia venezolana durante estos primeros años de la guerra independentista fue más radical que en México; aunque unos y otros no lograban todavía identificar claramente al enemigo español, pues ambos defendían la libertad de la madre patria ante el invasor francés y sus ideas ilustradas. Una incertidumbre que para el caso colombiano es más que evidente y que bien vale invitar a incluir en comparaciones posteriores.

El problema de la tierra, asociado al robo y expropiación de que fueron objeto sus legítimos dueños -los indígenas americanos, a manos de los imperios europeos y, posteriormente, por parte de las elites blanqueadas e ilustradas- es abordado por Murgueitio comparando este proceso en los casos de México y Colombia durante las reformas liberales de mediados del siglo XX. En su estudio Murgeitio resalta cómo se opone el derecho liberal de defensa de la propiedad privada, individual e igualitaria, ante las tierras colectivas de los indígenas y las tierras corporativas de la Iglesia Católica. Para el derecho liberal republicano no podían existir fueros especiales o exenciones tributarias, que para esa época se basaban en diferencias étnicas, políticas, y religiosas.

En las nacientes repúblicas, los liberales para poner en práctica su filosofía económica insistían en identificar dichas propiedades colectivas como una forma de organización corporativa de origen colonial atrasado que había que erradicar en su intento por modernizar el sistema económico y acabar con el antiguo régimen y el poder regio. Por cierto, en la Colonia, gracias a los resguardos (nombre dado en Colombia a las tierras comunales de los indígenas) y a la incapacidad de la Corona española para llegar a las tierras apartadas, los pocos indígenas que sobrevivieron lograron subsistir gracias a sus cultivos colectivos y aguante frente al naciente capitalismo. Después, durante la república, resistieron a la imposición de una idea de nación homogénea y en ocasiones más violenta que la que había existido en el mundo colonial; para llegar hasta nuestros días -con sus identidades, tradiciones y resistencia- a ser reconocidos tardíamente como culturas autónomas. Todo ello a pesar de la idea homogeneizante de imponer una nación capitalista y globalizada. Comparar el proceso de desamortización de las tierras eclesiásticas e indígenas, a mediados del siglo XIX en los países latinoamericanos, puede develar también que detrás de este proceso de modernizar el mundo rural, con el argumento de volverlo más productivo, se ocultaba el interés de las elites liberales por apropiarse de territorios que a la postre contribuyeron a la creación de las grandes haciendas y a la explotación de los campesinos sin tierra. Un problema todavía no resuelto en países como Colombia.

Los siguientes artículos que aparecen en este número del Anuario de Historia Regional y las Fronteras, son una invitación al estudio de la historia de las mentalidades y del discurso, de la historia política, de la historia económica, de la historia desde las fronteras; y de las relativamente nuevas perspectivas críticas del higienismo modernizante de los estados nacionales. Sobresalen cuatro estudios de caso de diferentes regiones y períodos de la historia, con problemáticas asociadas a la justicia colonial, a las prácticas de escritura y a la constitución del poder político regional. Unos estudios que por medio de la microhistoria describen un fenómeno social determinado, el cual logran diseccionar o descomponer en sus partes para luego ponerlo en comunicación con el contexto cultural de la época. Por último, el artículo de Tomás Caballero, sobre las actividades financieras de Barranquilla a finales del siglo XIX, nos recuerda que la historia económica requiere más atención por parte de los historiadores colombianos, pues como lo demuestra Caballero, nuestra historia económica tiene muchos vacíos y vetas no estudiadas; por ejemplo, aún falta escudriñar muchas fuentes, en este caso las notariales.

Con el ánimo de continuar fortaleciendo nuestro Anuario, los lectores encontraran algunos cambios en la composición de los comités editorial y científico, en la organización de las secciones y en la presentación y composición de los artículos. Para ampliar nuestros lectores a todo el continente desde el número anterior estamos publicando el resumen en portugués. En igual sentido, somos conscientes de la necesidad de actualizar las normas editoriales y la forma de citar en nuestros artículos, dado que cada vez más nuestro público es internacional, por ello en los siguientes números adaptaremos dichas normas a las propuestas en el Chicago Manual of Style, de acuerdo a la edición número 15 relativa a Humanities Style. Por cierto, actualmente estamos mejorando el diseño de la organización y caratula de la página virtual que nos da acceso al Open Journal System. Asimismo, en consonancia con las políticas de las bases de datos en las que estamos reconocidos, hemos actualizado nuestra política ética, la cual puede ser consultada en la página de OJS. A nuestros lectores y autores les queremos informar que gracias al esfuerzo del equipo editorial hemos sido aceptados en el repositorio de SciElo, un reconocimiento que a pesar de los cuestionamientos que podamos tener ante la forma como hoy se mide la calidad de las revistas (indexación), consideramos que estos vínculos nos permitirán llegar a más lectores. Esperamos continuar con el empeño de fortalecer aún más nuestra publicación, por ello permanentemente estamos pensando cómo lograrlo; por ejemplo, esperamos tener nuevas secciones y números dossier con editores invitados; además, seguir ampliando nuestra base de datos y suscriptores, lo cual nos permite cada día contar con más árbitros y colaboradores idóneos.

Por último, en sus veinte años de existencia ininterrumpida para los miembros del Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, resulta una oportunidad única y feliz poder agradecer a todos quienes de una u otra manera han contribuido a sacar adelante esta publicación. Un proyecto editorial de suma importancia para la región nororiental del país y para el campo de historia en Colombia. Particularmente, a los miembros de los comités, a los editores y al personal administrativo de la Universidad Industrial de Santander, que con sus esfuerzos y compromiso desinteresado permiten cumplir estos primeros veinte años.


1 1 GALEANA, Patricia (coord.), Historia comparada de las Américas. Sus procesos independentistas, Siglo XXI, México, 2010. p. 22.


Helwar Hernando Figueroa Salamanca, Prof.
Editor
Escuela de Historia, UIS
Bucaramanga, 1 de diciembre de 2014