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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras

Print version ISSN 0122-2066

Anu.hist.reg.front. vol.24 no.2 Bucaramanga July/Dec. 2019  Epub July 31, 2019

https://doi.org/10.18273/revanu.v24n2-2019003 

Artículos de investigación

“En una ciudad gris y silenciosa”: la migración francesa en Bogotá (1900-1920)*

“In a Grey and Silent City”: French Immigration in Bogotá (1900-1920)

Em uma cidade cinza e silenciosa”: imigração francesa em Bogotá (1900-1920)

Helwar Figueroa Salamanca1 
http://orcid.org/0000-0002-4310-9124

Julián David Corredor Espitia2 
http://orcid.org/0000-0002-7353-0091

1Doctor en Estudios Latinoamericanos y Magíster en Historia de América Latina de la Universidad de Toulouse, con pregrado en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor titular de la Universidad Industrial de Santander. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4310-9124. Correo electrónico: helwarff@uis.edu.co.

2Historiador y Archivista de la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander y miembro del Taller sobre el Estudio del Conflicto y los Movimientos Sociales en Colombia. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-7353-0091. Correo electrónico: julian.corredor@correo.uis.edu.co.


Resumen

A pesar de la pequeña cantidad de franceses llegados a Colombia, es posible analizar cómo en Bogotá lograron tener una presencia destacada por medio de sus actividades comerciales e influencia cultural. Para dar cuenta de este proceso se ubicó a los franceses llegados a Bogotá, a comienzos del siglo XX, identificando sus oficios y aportes materiales, e influencia en la vida cotidiana de la ciudad. Un análisis basado en los censos poblacionales, pasaportes y correspondencia existente en el Archivo General de la Nacional; información contrastada con la prensa de la época y la historiografía sobre la inmigración en Colombia. En conclusión, se evidencia que la colonia francesa en Bogotá fue la más numerosa y que sus labores estuvieron asociadas al comercio, las profesiones liberales y artesanales.

Palabras clave: inmigración; modernización; extranjero,Colombia; Bogotá; Francia; siglo XX; cultura extranjera; inmigrante.

Summary

In spite of the small amount of French people that arrived to Colombia, it is possible to analyze the remarkable impact in Bogotá of these immigrant communities through their commercial activities and cultural influence. In order to understand that impact, we tracked down the French people that arrived to Bogotá during the early twentieth century and identify their occupations, material contributions and cultural influences on Bogotá´s daily life. Our analysis is based on census, passports, and letters from Colombia’s National Archive (AGN), as well as newspapers from the períod of study and the historíography about immigration in Colombia. The research demonstrates that the French community in Bogotá was the biggest immigrant community in Bogotá and that their activities focused on commerce, liberal professions and crafts.

Keywords: Immigration; Modernization; Foreing,Colombia; Bogotá; Francia; Twentieht century; foreing culture; inmigrant.

Resumo

Apesar do pequeno número de francês que chegou à Colômbia, é possível analisar como em Bogotá conseguirão ter uma forte presença através das suas atividades comerciais e influência cultural. Para explicar este processo, se localizaram os franceses que chegaram na cidade no início do século XX, assim mesmo, seus escritóríos, contribuições materiais e influências na vida diária da cidade. Uma análise baseada em censos populacionais, passaportes e correspondências no Arquivo Geral Nacional; a informação foi contrastava com a imprensa do tempo e com a historíografia sobre a imigração na Colômbia. Em conclusão, é evidente que a colônia francesa em Bogotá foi o grupo de imigrantes mais numeroso e seu trabalho foi associado ao comércio, profissões liberais e artesanato.

Palavras-chave: imigração; modernização; estrangeiro; Colômbia; Bogotá; Francia; século XX; cultura estrangeira; inmigrante.

Introducción

Durante los siglos XIX y XX, el mundo experimentó transformaciones económicas, demográficas y sociales por la migración de millones de europeos decididos a probar suerte en el continente americano. Estas migraciones no solo afectaron demográficamente al viejo mundo sino a los países receptores que veían las ventajas de las inmigraciones en todos los campos sociales, por ello sus dirigentes no dudaron en incentivarlas. Por la cantidad de inmigrantes, su origen, las oportunidades brindadas por los gobiernos y las propias de los territorios este movimiento migratorio no fue homogéneo. En cierta forma, la intensidad de las migraciones en América Latina estimuló sus estudios, particularmente, los casos de Brasil y Argentina son notorios. A modo de ejemplo, se destacan algunas obras recientes como la de José Luis Moreno (2016), cuyo interés es describir y analizar las migraciones que poblaron el interíor de la Argentina; y el libro de Nadia De Cristóforis (2016), dirigido a explicar la integración de los inmigrantes y la formación de colonias en la provincia de Buenos Aires, entre los siglos XIX y XX; para el caso de Brasil se puede mencionar el texto de Marília Dalva y Klaumann Cánovas (2017), sobre la migración europea en la ciudad costera de Santos, en el Estado de Sao Paulo, durante la belle époque; y la clásica obra de Dietrich Von Guenther, (1976), sobre el aporte a la composición étnica de los inmigrantes en la región de Río Grande do Sul, entre muchos otros.

Para el caso de Colombia los intereses investigativos tienen otras prioridades, aunque como se verá más adelante ello ocurre porque la migración no fue tan masiva. En la literatura sobre el tema se observa un mayor peso de los estudios sobre algunas regiones en particular, y, en un segundo nivel, sobresalen las investigaciones de carácter nacional o de síntesis. Por ejemplo, del primer grupo de publicaciones se destacan los artículos de Rodrigo de Jesús Estrada, enfocados principalmente en estudiar el aporte de los extranjeros en Antioquia, aunque este mismo autor publicó un libro de carácter nacional titulado Los extranjeros en Colombia: su aporte a la construcción de la Nación” (2006), único de este tipo, en donde el autor hace un recuento de las migraciones que llegaron a nivel nacional desde la independencia hasta 1920. Ahora bien, continuando con los estudios regionales sobresalen los artículos de Ana Milena Rhenals sobre el aporte de los sirios y libaneses en la Costa Caribe. De esta autora se destaca sobre todo el texto publicado en coautoría con Francisco Flórez (2013) “Escogiendo entre los extranjeros “indeseables”: afroantillanos, sirio-libaneses, raza e inmigración en Colombia, 1880-1937”; también los artículos y libros de Adelaida Sourdies, en los que comenta sobre la presencia de judíos en la costa norte del país. Tal vez el texto más conocido es el artículo “Los Judíos Sefardíes en Barranquilla: el caso de Jacob y Ernesto Cortissoz” (1998); por último, está el libro del abogado e historiador Horacio Rodriguez Plata (1968) titulado “La inmigración al estado soberano de Santander en el siglo XIX: repercusiones socioeconómicas de un proceso de transculturación” (1968), que trata sobre la migración alemana que llegó a esta región a lo largo del XIX.

Como se puede deducir de esta muestra historiográfica sobre la migración en Colombia, la mayoría de las publicaciones existentes se enfocan en Antioquia y la Costa Caribe. Una situación derivada de las evidentes contribuciones de los sirios, alemanes, judíos y franceses a la economía, a la cultura y al paisaje urbanístico de estas regiones. En otras partes del país, en donde no hay claridad sobre el alcance real de estas migraciones, como Bogotá, son pocos los estudios y estos se han centrado en unas cuantas biografías de personajes destacados, por lo que hay un desconocimiento general sobre los aportes que franceses, alemanes, españoles e ingleses dejaron a su paso. Ante este vacío en las siguientes páginas se intentará explicar cuál fue el aporte de los franceses que decidieron dejarlo todo atrás y apostarle a la “ciudad gris y silenciosa”, Bogotá.

El texto se divide en tres partes: en la primera se describe a grandes rasgos las condiciones económicas y sociales de Colombia a principios de siglo XX en contraste con las de Francia. En la segunda se describen brevemente las migraciones a Colombia, haciendo hincapié en la migración francesa que llegó al país. Y en la tercera y última se desarrolla el cuerpo del texto, en relación con la llegada de los franceses a Bogotá, contextualizando la vida cotidiana en la ciudad y como los inmigrantes franceses se amoldaron a su estilo de vida.

Colombia y Francia a comienzos del siglo XX

A comienzos del siglo XX Colombia termina su ciclo de guerras civiles bipartidistas con la más larga y sanguinaria de todas: la Guerra de los Mil Días y esto en consecuencia agravó la situación financiera del país y contribuyó en parte a la perdida de Panamá. Aparte de la desigualdad social, la población diezmada, la marginalización de los sectores rurales y la devastación de la infraestructura vial y marítima, el Estado tuvo que enfrentar la hiperinflación que crecía a pasos agigantados por cuenta de la quiebra de la industria cafetera y de los pequeños intentos de crear industria en otros sectores económicos. Este delicado escenario terminó repercutiendo en las precarias exportaciones, vistas como la opción más clara para incentivar el desarrollo del país, al igual que con las importaciones, lo que terminó por afectar el recaudo de las aduanas, uno de los pocos renglones de la economía que le permitía al Estado recaudar los impuestos necesarios para su funcionamiento. (1)

Esta situación económica, social y política creó las condiciones para reafirmar un matizado continuismo del movimiento regeneracionista, establecido por Rafael Núñez, a su llegada al palacio de San Carlos en 1882. (2) Los retos que se afrontaban en el país estaban encaminados a resolver los desastres relacionados con la guerra. El primero en hacerlo fue Rafael Reyes (1904-1909), quien probó con una serie de reformas proteccionistas en las que subió los aranceles de ciertos productos de importación, centralizó el poder, modernizó algunas vías de comunicación y creó una banca central que permitiera pagar la deuda externa.(3) Paralelo a ello también estimuló la recuperación económica incentivando el cultivo y exportación del tabaco, el algodón y el café;(4) y propiciando la creación de pequeñas industrias, las cuales se desarrollaron precariamente por medio de capitales privados.(5)

Este modelo económico fue continuado en parte (luego de la renuncia y exilio de Reyes) por los gobiernos de Jorge Holguín (1909), Ramón González Valencia (1909-1910), Carlos E. Restrepo (1910-1914), José Vicente Concha (1914-918) y Marco Fidel Suarez (1918-1921), (6) quienes encararon a su vez otras crisis económicas, como la que vivió el gobierno de Vicente Concha durante la Primera Guerra Mundial. Pero a pesar de estas adversidades, en todos los gobiernos se buscó alcanzar el mismo objetivo: mantener a flote el país estabilizando el sistema monetario, restaurando el crédito exterior, mejorando la infraestructura e incentivando la inversión extranjera. (7)

Al otro lado del Atlántico las cosas eran bastante diferentes. La nación francesa atravesaba por una nueva fase republicana a raíz de la caída del régimen de Napoleón III. Un dictador que se granjeó las simpatías del campesinado y en general de los sectores más vulnerables por sus favorables políticas sobre la tierra y el trabajo. (8) Con la Tercera República en marcha y comandada por el partido republicano el país logró alejar la polarización que se instaló en la sociedad después de la derrota sufrida contra los prusianos en 1870. Obreros, campesinos, burgueses e ilustrados se identificaron con las decisiones políticas y el modelo económico de corte democrático-liberal que imperaba en la nación. Con esta nueva forma de gobernar se esperaba avanzar en algunos campos que no habían sido atendidos, como el de la infraestructura y transporte. El objetivo a largo plazo era blindar todo el territorio con una completa red de líneas férreas y carreteras secundarias. El resto de los esfuerzos se destinaron a cultivar un ferviente nacionalismo que en algunas ocasiones llegó a los extremismos y la xenofobia, expresada sobre todo hacia los pueblos germanos. (9)

Podría decirse que uno de los grandes retos que enfrentó la nueva República se dio con la Primera Guerra Mundial. El conflicto fue manejado por políticos, diplomáticos y militares, quienes creyeron erróneamente que sería un enfrentamiento corto, en parte por la naturaleza misma del origen de la guerra y porque contaban con el apoyo del imbatible ejército ruso. El pueblo, los gremios y corporaciones de todo tipo entusiasmados se entregaron a las pasiones del patriotismo que era alentado desde distintos sectores políticos y económicos del país. Uno de los más fervientes fue la Iglesia Católica como corporación clerical abusaba de personalidades históricas como Juana de Arco y del supuesto catolicismo francés, para crear un sentimiento nacionalista, patriotero y triunfalista. Incluso importantes figuras de la vida artística e intelectual de la talla de George Braque, que junto a Picasso fue uno de los iniciadores del movimiento cubista, sucumbió ante estas ideas y terminó enlistándose en el ejército. Ninguno de estos patriotas tenía idea del costo que esta lucha traería años más tarde. (10) En este sentido, Eric Hobsbawm nos recuerda que el nacionalismo puso a pelear a los pobres de Europa basado en una idea equivocada sobre el significado del patriotismo. Esto con el objeto de ocultar intereses económicos dirigidos a controlar el mercado mundial y a reafirmar la idea de un supuesto progreso europeo. La conclusión no fue otra que la muerte de millares de europeos y en donde los más pobres se vieran obligados a emigrar masivamente hacia América. (11)

El objetivo de las naciones imperialistas era implantar mecanismos de apropiación de los mercados, garantizando con ello el sostenimiento del creciente consumo de comestibles y artículos tecnológicos de punta. Esta competencia, en el que las materias primas de sus nuevas colonias jugaron un papel fundamental, confrontó a los imperios europeos, poniéndolos en estado de alerta, lo que despertó el germen nacionalista. Vientos de guerra se plantearon como una alternativa razonable, desencadenando un conflicto que duró alrededor de cinco años. En efecto, La Gran Guerra (como posteriormente también se identificaría a la Primera Guerra Mundial) fue una consecuencia directa del modelo económico conocido como “economía global”, un viejo término que hacía referencia a la primera fase del capitalismo del siglo XIX, y que vio revalidado gran parte de sus planteamientos con la entrada del imperialismo europeo en África y el Pacifico entre 1875 a 1914. Esta etapa significó un convulsionado proceso de cambios geopolíticos en el que las potencias occidentales pasaron de aliadas a enemigas. Los desplazamientos de poblaciones enteras, que huían de los horrores del gas mostaza y la metralla, se volvieron un cuadro que se repetía sin cesar, lo que terminó fortaleciendo las migraciones masivas que venían dándose desde el siglo XIX. (12)

Este era el panorama con que ambas naciones iniciaron del nuevo siglo. Mientras Francia estaba en la búsqueda de consolidar un proceso de transición a la democracia en medio de la zozobra de la guerra, Colombia intentaba no ceder ante sus problemas económicos, a la par que descubría un nuevo mundo, por cuenta de cierta modernidad que estaba entrando gradualmente por sus puertos, de la mano del conocimiento y capitales de unos cuantos extranjeros.

La migración a Colombia: una historia con muchos tropiezos

La discusión sobre la migración a Colombia fue dada por las élites políticas desde finales del siglo XIX cuando algunos sectores del gobierno contemplaron la posibilidad de incentivar la migración de familias campesinas de origen europeo, con conocimientos artesanales y de agricultura. Se pensó en la posibilidad de ofrecerles tierras. Una idea que nunca alcanzó el consenso necesario, en parte porque emprender un proyecto de esta magnitud implicaba invertir grandes cantidades de dinero, que el gobierno nunca estuvo dispuesto a asumir. Aunque también era evidente que este tema no era prioritario, sumado al hecho de que los emigrantes europeos preferían otras tierras, con climas más acordes a sus tradiciones y habitada por sociedades en apariencia más modernizadas y seculares. (13)

Un caso que ilustra mejor esta posición se puede encontrar en el gobierno de Rafael Núñez, quien una vez posesionado en 1882, comenzó a expresar su posición anti-migracionista a través de discursos y publicaciones en la prensa. Retrataba a las migraciones como un asunto problemático, pues según él, estas traerían graves consecuencias para el país. Recalcaba lo perjudicial que sería la llegada de extranjeros procedentes de países protestantes y del continente asiático.(14) Un discurso que con el cambio de siglo no se modificó demasiado y que, por el contrario, las élites conservadoras alimentaban por medio de su marcado hispanismo y catolicismo intransigente.(15) A los tintes xenófobos también había que agregarle elementos políticos y culturales, como el miedo al liberalismo, al socialismo y al comunismo, puestos en un mismo saco por las élites políticas de ambos partidos políticos, identificadas mayoritariamente con el anti-modernismo liderado por los sectores más intransigentes del clero.(16)

Pero esta opinión tan desfavorable hacia la migración y los inmigrantes no fue una idea generalizada. Discursos como los de Manuel Ancízar y Rafael Uribe Uribe se encontraban en la otra orilla. Para ellos la llegada de extranjeros (sobre todo si estos eran de países europeos), ayudaría a enderezar la economía, a incentivar la construcción de vías de comunicación y a la introducción de nociones tan elementales como la del esfuerzo y el amor por el trabajo y el progreso. (17) Otros sectores dentro de esta corriente liberal también veían con buenos ojos y apoyaban a los extranjeros que profesaban creencias religiosas diferentes a las católicas. (18)

Igualmente había grupos de académicos que apoyaban la migración desde una visión extremista, en donde al inmigrante europeo se le consideraba como un puente hacia la perfección racial del pueblo colombiano, necesario para alcanzar el progreso, en su versión etnocéntrica. El médico Luis López de Mesa sostuvo en algunos de sus ensayos cómo la entrada de inmigrantes de esta parte del mundo ayudaría a civilizar y blanquear a los sectores subalternos, a quienes definía como seres perezosos, de poca moral, atrasados y muy perjudiciales para el desarrollo del país. (19)

Aun así, con o sin apoyo estatal, a Colombia llegaron de forma desorganizada por los puertos de Barranquilla y Cartagena(20) 29.177 extranjeros, según se puede recoger de los censos nacionales de 1912 y 1918.(21) Por su puesto, un número muy inferior a los que se registraron en Brasil o la Argentina, que hasta 1930 tenían en sus territorios 4.240.000 y 2.410.000 millones de inmigrantes respectivamente.(22) La razón de esta baja tasa de migración, a parte de la mencionada falta de apoyo por parte del gobierno, recae en el desconocimiento general del país para el europeo promedio, a la intolerancia religiosa y a los problemas económicos y sociales del país ya enunciados. Situaciones que eran una constante en la vida cotidiana de Colombia. (23)

A pesar de todo, este reducido número de foráneos que apostaron por el país aprovecharon las bondades existentes en las diversas regiones de la geografía nacional. Era común encontrarlos involucrados en negocios relacionados con la banca, la minería, la agricultura y el comercio. (24) Espacios en donde su sueño de progreso se pudo materializar por medio de su inventiva y liderazgo para los negocios y algunos oficios especializados.

Entre los inmigrantes más destacados estaban los sirio-libaneses. Este grupo de extranjeros estuvo inmerso en todo tipo de negocios en varios sectores de la Costa Caribe. En el Sinú se dedicaron a la agricultura y la ganadería, y en Cartagena y el Atrato al transporte fluvial, implantando técnicas que mejoraron la comunicación entre ambas ciudades. Con el pasar de los años se volvieron parte de la multifacética sociedad costeña. Se vincularon en renglones de la economía que parecían insospechados, formando parte incluso de las primeras juntas directivas de las cámaras de comercio que se fundaron por toda la región en el siglo XX.(25) Pero no solo hubo libaneses en esta parte del país, también llegaron otros extranjeros de origen europeo como los franceses Víctor Dujardin y Luis Striffler, que se establecieron en al Alto Sinú, a mediados del siglo XIX, e intentaron extraer oro sin mucho éxito en los causes del río Sinú. Una idea que fue cobrando fuerza paulatinamente luego de que Dujardi mandara muestras de la arena de las playas del río a Francia para su análisis. Los resultados arrojaron que además de arena, había pequeños granos de oro junto con otros minerales. (26)

En el departamento de Santander ocurrió lo propio por cuenta de un grupo de franceses que se adentraron en los municipios de Suratá, California y Vetas desde 1870, y que luego de negociar con el Estado lograron adjudicarse varias minas de oro y plata. Una de las primeras compañías que se fundaron fue la Compañía Minera Hidráulica de Suratá y Río de Oro, manejada por los franceses Philip Hakspiel, Víctor Paille y Paul Polko, en asocio con ciertos empresarios locales. También aparecieron otras empresas como la Compañía Minera de Santander, fundada por el ingeniero Francisco Grettel y Jacinto Bouyel Dien, que desempañaban sus actividades casi exclusivamente en la región de Vetas. (27)

En otras regiones más periféricas de la nación como el Chocó y Arauca hubo una migración más selectiva que centró sus intereses en el comercio y la minería. Alemanes, franceses, sirios, italianos, ingleses y norteamericanos buscaron suerte adentrándose en estos inhóspitos parajes. Para el caso chocoano, hubo un particular interés por la explotación e importación de platino. El primero en encontrar minas repletas con este mineral fue el genovés Juan Bautista Mainero y Trucco, un explorador y comerciante que logró posicionarlas como unas de las minas más productivas en el mundo a mediados del siglo XIX. (28) En cuanto a Arauca, se puede destacar el fluido comercio que sostenía con algunas poblaciones venezolanas, a través del río que lleva su mismo nombre. Un espacio en el que se negociaba, de lado y lado, con todo tipo de mercancías de origen europeo, como vinos del mediterráneo, paños ingleses, perfumes franceses, encurtidos alemanes y zapatos italianos. (29)

Por último, vale la pena recordar que muchas de las compañías que lograron posesionarse en el país a comienzos del siglo XX, contaron con capitales extranjeros, como la empresa de galletas Noel S.A., que nació de la unión de las empresas “el Papagayo”, fundada por los suizos Ernesto Vogt y Marcelo Vullerrnier, con la empresa “Chocolates Dux;(30) la cervecera Bavaria, del Alemán Leo Kopp;(31) y la empresa Cine Colombia, que logró consolidarse y dar el gran salto al mercado nacional tras adquirir en 1928, la empresa fundada por los hermanos italianos, Francisco y Vicente Di Domenico, S.I.C.L.A. (Sociedad Industrial Cinematográfica Latinoamericana).(32)

La migración europea en Bogotá a comienzos del siglo XX

Los inmigrantes que llegaron a comienzos de siglo XX a Bogotá se encontraron con una ciudad fría y silenciosa que parecía detenida en el tiempo. En sus calles, aún se respiraba un ambiente monástico que recordaba los tiempos coloniales. Un lugar que no había sufrido mayores cambios e incluso conservaba los mismos limites espaciales del siglo pasado: por el oriente se encontraban los barrios Egipto y las Aguas; hacia el sur estaba la llamada “Puerta grande”; por el occidente la Avenida Colón; y hacia el norte la plazuela de Bavaria. (33)

La capital era habitada por una sociedad fuertemente jerarquizada y clasista, que se movía en círculos sociales en apariencia bien definidos.(34) Las élites pobres, pero de abolengo, buscaban separarse y distinguirse de los demás habitantes de la ciudad, los de ruana, refinando sus actividades con bailes, comidas y prácticas ociosas, tratando de asemejarlas a las realizadas en Paris y Londres.(35) A su vez, esta misma rutina era replicada por la que podría definirse como las precarias clases medias (todo aquel individuo que ejerciera algún oficio artesanal o liberal) interesadas en diferenciarse de los sectores más humildes por medio de costumbres burguesas: consumiendo algunos productos importados y teniendo encuentros sociales en teatros, cafés y tabernas. Mientras tanto, en la parte más baja de la pirámide social, se encontraba el pueblo raso, que por sus limitaciones monetarias y culturales no podía darse grandes lujos ni realizar muchas actividades sociales. Sus hábitos de esparcimiento y ocio consistían en ir a escuchar a la banda nacional, que tocaba todos los domingos en alguna de las principales plazas de la ciudad o ir a las numerosas chicherías de los barrios Egipto, Las Cruces, Belén y el paseo de Bolívar.(36)

Pero esta situación poco a poco comenzaba a cambiar. Para 1913 el país se insertó al mercado internacional, por cuenta de las crecientes exportaciones del café, que nuevamente volvía a ser rentable. Este primer contacto real con el capitalismo alteró no solo el volumen de la población bogotana -que pasó de tener 78.000 personas en 1898, a 121.257 para el año de 1912(37)-, sino también otros frentes como el de la infraestructura y el transporte. Aparecieron los primeros ferrocarriles como el del Norte, una línea férrea de cuarenta kilómetros de largo, que partía desde Facatativá y llegaba a Bogotá. (38) Se fundaron fábricas de cervezas, fósforos, cemento, vidrio, ladrillo y casas comerciales de toda clase. Y claro, en todo este proceso los extranjeros estuvieron presentes.

A parte de los mencionados censos, el periódico El Tiempo, el de mayor circulación durante estos años en el país, publicó un censo con fecha de junio de 1913, en el que se hace un recuento del número extranjeros residentes en Bogotá (Gráfica N°1).

Fuente: Censo general de la República de Colombia levantado el 5 de marzo de 1912, censo general de la República de Colombia levantado el 14 de octubre de 1918 y la nota de El Tiempo del 4 de junio de 1913.

Gráfica N°1 Cuadro de elaboración propia basado en la nota de El Tiempo del 4 de junio de 1913 y los censos de 1912 y 1918, que puede dar un aproximado de los extranjeros registrado en Bogotá. 

En la capital para 1912, había un total de 499 inmigrantes. Una cifra que aumentó en 1913, con la llegada de 243 nuevos individuos, que al parecer venían huyendo de la guerra, lo que dio un total de 742 extranjeros, según cifras del diario El Tiempo. Una cifra que se dobló de acuerdo con el censo de 1918, alcanzando los 1413 inmigrantes. Siguiendo la tendencia de estas cifras, se puede calcular que en promedio por año llegaron a la ciudad (en el período de 1912 a 1918) entre 150 a 200 extranjeros. Si el ritmo continuó con esta tasa de crecimiento es probable que para 1920 la cifra de inmigrantes que residían en Bogotá llegara a un poco más de 1800. Los datos de los censos no permiten identificar el lugar de origen de los extranjeros, por lo que no se puede saber con exactitud cuántos de ellos eran europeos y cuantos no. Para superar esta barrera, a modo de hipótesis, se puede argumentar lo expuesto en otras publicaciones académicas, en donde se afirma que la mayoría de inmigrantes fueron europeos. Pero, aun así, esto no resuelve el problema en relación con el origen de los inmigrantes. Para darle más validez a esta suposición, en esta investigación se hizo una proyección de los datos -basada en información de prensa y otros documentos oficiales de archivo (correspondencia y censos que reposan en la Biblioteca Nacional de Colombia y el Archivo General de la Nación) - con los que se pudo identificar a 314 europeos dentro de estos posibles 1800 inmigrantes que vivían en Bogotá para las fechas señaladas (Gráfica N°2). Junto a esta información también se establecieron sus trabajos y lugares de origen.

Fuente: Elaborada para este articulo con noticias de la prensa de El Tiempo (1911 - 1918), correspondencia peninsular que reposa en el Archivo General de la Nación (fondo ministerio de relaciones exteriores, de las secciones primera, segunda y republicana) y fuentes secundarias.

Gráfica N°2 Elaborada para este artículo con noticias de la prensa, correspondencia peninsular que reposa en el Archivo General de la Nación y fuentes secundarias. 

Teniendo en cuenta la gráfica anterior, en Bogotá se identificaron 81 franceses, 80 italianos, 52 alemanes, 39 ingleses, 34 españoles, 7 belgas, 7 austriacos, 5 suizos, 4 polacos, 2 daneses, 1 portugués, 1 griego y 1 ruso. Por cierto, llama la atención que la mayoría de los extranjeros de los que se tiene noticias sean hombres, valdría la pena continuar investigando cómo se presentó la migración femenina. Estos extranjeros aprovecharon el lento desarrollo y la relativa estabilidad que ofreció el país durante las primeras décadas del siglo XX para encontrar su lugar en la ciudad. Cada uno de ellos realizó diferentes oficios relacionados con labores artesanales, las artes liberales, el comercio y la pequeña industria.

Para una mejor comprensión de sus profesiones, se escogieron ocho categorías que aparecen en el censo de 1912, y se adaptó la de “empresario capitalista”, las cuales están distribuidas de la siguiente manera: 1) las profesiones liberales, agrupan a abogados, agrónomos, arquitectos, diplomáticos, médicos, dentistas, etc.; 2) las bellas artes, relacionadas con ocupaciones afines a la música, la literatura, el teatro y las artes plásticas; 3) los oficios industriales, manufactureros y fabriles, enfocados en la producción de manufacturas y a los trabajos que requerían una preparación artesanal; 4) policías y empleos relacionados con la fuerza pública; 5) ministros del culto religioso, curas, monjas y misioneros; 6) la industria comercial, que era ejercida por los dueños de las casas comerciales y por otras profesiones afines a las transacciones mercantiles; 7) la industria ganadera, una categoría en la que aparecían hacendados y poseedores de ganado; 8) los jornaleros, trabajadores encargados de la domesticación y cría de animales de granjas y haciendas, así como todas las labores relacionadas con el campo;(39) 9) y, finalmente, los “empresarios capitalistas”, una categoría concebida aparte, ante la falta de una que agrupara a los extranjeros que invirtieron capitales a gran escala. En ella se encuentran los inmigrantes que fundaron fábricas o compañías comerciales en la ciudad. En ocho de estas nueve agrupaciones los franceses se destacaron y desde ellas le aportaron al desarrollo de la capital.

Los “galos” en Bogotá: una vida dedicada al trabajo

Tengo ya la presunción de preguntarme cuál pueda ser el estado de alma de gentes tan desgraciadas o tan afortunadas, como se quiera, para vivir a dos mil seiscientos metros sobre el nivel del mar y a mil ochocientas leguas del bulevar. La sensación primera, de orden material, se refiere a la animación especialísima que ofrecen las calles bogotanas, a este ir y venir constante y silencioso que es el resultado de la falta casi absoluta de vehículos, a cierta reserva general de la multitud voluntariamente callada, vestida de negro, silenciosa y sombría.

Pierre D´espagnat, Recuerdos de la Nueva Granada, 1900.

Bogotanos y franceses han tenido una historia en común, construida por el aprecio y las simpatías que despierta en los capitalinos el idioma y la cultura francesa. Un gusto que data de los tiempos coloniales cuando destacadas figuras de la sociedad neogranadina, vieron en esta nación un ejemplo de progreso y vanguardismo. Los que más se nutrieron de ella fueron figuras de la élite como Antonio Nariño, quien tradujo en 1793 la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y en general sectores de esta clase que no solo se identificaban con la Ilustración sino con el refinamiento francés emanado de sus cortes. (40) Esta estimación continuó muy viva en la sociedad bogotana, como lo expone el relato del viajero y aventurero Pierre D´espagnat, Recuerdos de la Nueva Granada. En varios pasajes de su libro describe lo común que era oír expresiones en francés por parte de la élite capitalina para manifestar grandilocuentemente una opinión o responder a algún cuestionamiento. (41) Una apropiación del lenguaje que muy seguramente respondía a la necesidad de estos individuos por crear mecanismos efectivos de distinción entre las distintas clases sociales de la ciudad.

Otra razón podría radicar al elevado número de franceses que había en la ciudad, en comparación con el resto de inmigrantes europeos, haciéndolos más visibles a los ojos de los bogotanos. Tendencia que inicio en 1843, cuando en la ciudad había apenas 65 de ellos. Este número, en 1851, se reduce a más de la mitad, registrando únicamente a 27 individuos.(42) Tuvieron que pasar sesenta años para que esta cifra aumentara significativamente, como lo registró El Tiempo, en 1913, cuando reportó que en Bogotá vivían alrededor de 241 franceses.(43) Un aumento relacionado directamente con las dinámicas laborales que siempre habían ejercido en la capital -como lo explica el cronista Alemán Alfred Hettner, en su libro sobre la ciudad publicado en 1882-, enmarcadas en el comercio,(44) oficio con una gran acogida. A estas se sumaron en los primeros años del siglo XX las profesiones liberales, que habían aumentado su demanda y mejorado las condiciones para ejercerlas. En la siguiente gráfica (Gráfica N° 3) se hace una distinción y agrupación de las profesiones que los inmigrantes franceses realizaron en la ciudad:

Fuente: Gráfica elaborada para este texto con base en las noticias del periódico El Tiempo(1911 - 1918), la revista El Grafico (1911 - 1913), correspondencia peninsular que reposa en el Archivo General de la Nación (fondo ministerio de relaciones exteriores, de las secciones primera, segunda y republicana) y algunos trabajos de fuente secundaria.

Gráfica N° 3 Gráfica elaborada para este texto con base en las noticias del periódico El Tiempo, la revista El Grafico, correspondencia peninsular que reposa en el Archivo General de la Nación y algunos trabajos de fuente secundaria. 

Siguiendo el orden de la gráfica, de menor a mayor omitiendo la línea de los “no se sabe”, en donde se ubican los franceses a los que no se les pudo relacionar con alguna ocupación (cinco) - el grupo más pequeño lo ocupan los franceses que trabajan en las bellas artes. En esta agrupación se identificaron tan solo dos franceses. El primero de ellos era Julio Sicard,(45) un fotógrafo que promocionaba su oficio en la revista El Gráfico, de gran circulación en la ciudad. El otro fue Enrique Roger, quien hacía todo tipo de trabajos de creación y decoración sobre objetos con pintura (Imagen N° 1).

Fuente: “Anónimo”, El Tiempo, 13 de enero de 1914, Bogotá.

Imagen N° 1 El Tiempo, 13 de enero de 1914, Bogotá. 

En la categoría de oficios industriales, manufactureros y fabriles, se pudieron localizar a dos franceses: Vicent Auget, empleado del establecimiento conocido como la Samaritana, quien se hizo famoso en la ciudad por su intento de suicidio al ingerir dos pastillas corrosivas por problemas amorosos;(46) y Sostliene Raisin, un peluquero que llevaba varios años en la ciudad, muerto cuando departía con unos amigos en el restaurante del italiano Adolfo Venturoli. (47)

En la categoría de “empresarios capitalistas” sobresale el industrial Francisco Gallissot, un afamado zapatero que poseía una fábrica de calzado de gran reconocimiento. Su vida y obra inspiraron incluso poemas como el que escribió Clímaco Soto Borda, llamado tarjeta postal ( 48 ) como parte de un concurso impulsado por el grupo de intelectuales conocidos como la gruta simbólica. ( 49 ) Este hombre se gestó grandes simpatías entre los bogotanos al punto que muchos de ellos expresaron sus condolencias públicas tras su muerte en 1911.(50)

En cuanto a la industria ganadera aparecieron cinco individuos que tuvieron en común la posesión de diferentes extensiones de tierra en diversas partes del país y que sufrieron algún episodio de expropiación por parte del gobierno durante la Guerra de los Mil Días. Posiblemente, estos extranjeros no solo vivían de las rentas que las haciendas les dejaban, sino que también tenían otras actividades económicas, como casas comerciales o inversiones en las regiones mineras. No era muy común ver a un extranjero que contara con un gran capital y que solo invirtiera en un único negocio. La mayoría de las propiedades de estos franceses se ubicaron en el departamento de Cundinamarca. Allí tenían haciendas Amelia Girard y Raoul Zuetineau,(51) junto con Alberto Plot(52) -que también poseía una en el Huila-. Más alejada estaba la hacienda de Juan B. Tourin,(53) en Vélez, Santander. Por último, se encuentra la de Edmundo Champeau, quien además de ser conocido por su hacienda, la “Terré”,(54) en Cundinamarca, también lo fue por su destacado aporte en el campo de la enseñanza y la investigación, ya que este abogado, graduado de la Universidad de Paris, ejerció por muchos años en la Universidad Nacional labores de docencia. Su legado fue reconocido poco después de su muerte, con el decreto 485 de 1918 que destacaba sus “eminentes servicios prestados a la República”. (55)

En lo que se refiere a los ministros del culto religioso, se han contabilizado seis: el reverendo padre eudista, José María Fouyard;(56) el Padre Antonio Aime,(57) líder superior de las casas salesianas de Colombia y Venezuela y encargado de los centros de acopio de los lazaretos; Vicente Leza,(58) líder de la compañía de Jesús; el hermano Genefot,(59) que trabajaba como profesor de francés en la Escuela Central de institutrices; el padre Gaston Balangue, que había hecho parte del ejército francés y vivió en carne propia la masacre de Verdún, durante la Primera Guerra Mundial;(60) y André Bua,(61) otro padre eudista de quien no se tiene mayor información, solo se pudo establecer que fue enterrado en la iglesia de San Agustín.

Con respecto a los dos grupos restantes -profesiones liberales y la industria comercial- y en vista de que son los que tiene un mayor número de franceses reunidos, solo se mencionará los casos más significativos y sobresalientes, que expongan la importancia de estos oficios para la sociedad capitalina. En las denominadas profesiones liberales se encuentran veintitrés franceses ejerciéndolas en Bogotá. Para la ciudad sus aportes fueron significativos, pues sus conocimientos ayudaron a que la “parroquiana sociedad capitalina” conociera de primera mano varios aspectos culturales de la modernidad, que para los franceses eran asuntos de vanguardia. De estas profesiones, la más ejercida fue la docencia. De ella hicieron parte pedagogos como Gabriel Didyme-Dome, (62) que enseñó el idioma francés a varias generaciones de estudiantes del colegio militar. Impartió clases a los grados 1, 2 y 3, con una carga horaria de 10 horas a la semana. Otro catedrático distinguido fue Lucien Tamet, (63) quien aparte de enseñar francés en la escuela superior de guerra, dirigió el semanario Echos de la guerre . Posteriormente, participó en la gran guerra defendiendo a su patria en las trincheras. Al partir al frente fue remplazado por el también francés, Alphonse Borrot.

Otro francés que con su oficio dejo un invaluable aporte a la ciudad fue el polifacético Gaston Lelarge (Imagen N° 2). Este arquitecto e ingeniero llegó a la ciudad en 1890, contratado por el gobierno para que dictara la catedra de “táctica y manejo de armas”, en el regimiento de caballería. Alternó estas clases dictando cursos particulares de esgrima a miembros de la élite bogotana. En sus ratos libres se dedicó a la escritura, tocar el violín, la caricatura y la pintura. (64)

En el campo profesional se le conoció principalmente por su trabajo en la arquitectura donde logró cosechar sus mayores éxitos. Construyó representativos edificios como el Palacio Echeverri, la nueva escuela de medicina y el edificio de la Gobernación de Cundinamarca. Estuvo al frente de la ejecución de obras con un carácter más simbólico, como la adecuación del costado oriental de la Plaza de Bolívar (65) y la erección del monumento a Ricaurte. (66) También estuvo a cargo de obras privadas como la construcción del Castillo Marroquín, en inmediaciones de Bogotá, las galerías de la Plaza de Bolívar, el asilo de ancianos y el pasaje y edificio Hernández. (67)

Luego del fallecimiento de su suegro en 1919, sumado a algunos quebrantos de salud y desacuerdos con el Ministerio de Obras Públicas, se trasladó con su familia a Cartagena, en donde se encargó de una serie de arreglos para el Palacio Municipal y la Gobernación de Bolívar. Intervino en la remodelación de sitios tan emblemáticos de la ciudad amurallada como la iglesia de San Pedro Claver y la Catedral de Cartagena. En sus últimos años de vida, se mantuvo alejado del público, encerrado en su casa. Falleció en medio de dificultades económicas el 9 de febrero de 1934. (68) Tristemente de su legado queda muy poco, puesto que en algún punto todas sus obras fueron demolidas o parcialmente modificadas. De sus creaciones posiblemente la única que aún conserva sus características originales es el Palacio Echeverri. (69)

Fuente: http://blogs.virtual.unal.edu.co/hacolombia/author/historia/page/18/.

Imagen N°2 Gastón Charles Raphael Julián Lelarge en 1910. 

A parte de su herencia arquitectónica, aún perceptible en el centro capitalino, el verdadero y más apreciable aporte fue que gracias a su ingenio y creatividad, contribuyó a que la ciudad saliera de un ciclo urbanístico en el que primaba la arquitectura hispánica. En efecto, sus técnicas de construcción, cercanas a la escuela neoclásica europea, se alejaban del clásico modelo colonial peninsular, lo que impulsó a las nuevas generaciones de arquitectos e ingenieros civiles colombianos a proponer ideas innovadoras. Los nuevos modelos que instauró, aunque estaban lejos de considerarse vanguardista, si entraban en la honda del academicismo neoclásico europeo, que cubrió gran parte de los centros de las capitales latinoamericanas durante el siglo XIX y parte del XX. (70) De cierta manera, Lelarge, junto con otros arquitectos extranjeros, colocaron los cimientos para que se consolidara un nuevo movimiento arquitectónico y urbanístico, que acercó al país a una época más vanguardista.

Finalmente, está la industria comercial, en donde aparecen los inmigrantes más importantes que se han localizado hasta el momento. Entre ellos el más destacado fue el comerciante, D. Víctor Huard (Imagen N° 3). Se le ha descrito como un hombre agradable que supo ganarse las simpatías y el respeto de la sociedad bogotana, gracias a su entrega y devoción por el trabajo. Llegó a la ciudad desde muy joven con su padre. Cuando el patriarca de la familia falleció en Apulo, Cundinamarca en 1911, (71) este queda encargado de la casa comercial A la Ville de Paris, fundada por ambos en 1889. Este establecimiento vendía artículos de lujo importados, especialmente perfumería y artículos de tocador. También fue dueño de una peluquería, reconocida por entonces como una de las mejores en toda la ciudad. (72) Paralelo a sus negocios principales, diversifico sus inversiones asociándose con empresarios locales, como lo hizo en 1913, cuando creó la sociedad Víctor Huard & C., (73) con Jorge Lagos Mendoza.

Fuente: El Gráfico, Bogotá, 5 de mayo de 1917.

Imagen N° 3 El Grafico, Bogotá, 5 de mayo de 1917. 

En 1916 se embarcó en el puerto de Barranquilla rumbo a Francia, reclutado por el ejército de su país para luchar en la Primera Guerra Mundial. En el frente estuvo en el cuerpo de artillería, involucrado en distintas batallas. (74) Al final de la guerra, volvió a la ciudad a retomar el control de sus negocios. En definitiva, fue un hombre entregado al trabajo y al amor por su patria, como parece indicarlo su participación en la guerra y en la defensa de la cultura francesa.

Otro destacable francés en este campo fue Felix Gouffray, (75) quien llegó al país luego de una propuesta laboral ofrecida por Alfonso Touchet, cuando ambos se encontraban en Paris. Touchet, que llevaba bastantes años en Colombia y se había creado una reputación de buen comerciante, poseía una casa comercial que adquirió luego de comprársela a Yulian Yerles en 1869. (76) El nuevo oficio de Gouffay, entre otras cosas fue el de sombrerero. Su trabajo no solo se limitó a vender esta prenda de vestir desde un local comercial; se convirtió en un agente viajero que recorrió varias regiones del país ofreciendo este producto al mejor postor.

También estaban los franceses que se involucraron en otro tipo de comercio, desmarcándose de los tradicionales negocios estándar de importación de artículos, como fue el caso de Clement Lion (Imagen N° 4). (77) A comienzos de siglo XX fundó su “escuela de equitación de Bogotá”, en donde vendió y alquiló caballos ingleses, monturas y dio clases de equitación a hombres y mujeres. El prestigio que alcanzó con su negocio lo llevó incluso a organizar en 1915 una especie de juegos olímpicos locales que tuvieron una destacable acogida por parte del público. (78)

Fuente: El libro azul de Colombia, 1918.

Imagen N° 4.  Clement Lion. El libro azul de Colombia, 1918. 

Hubo otros casos en el que estos franceses no solo le aportaron al país su conocimiento en torno a la industria y el comercio, también lo hicieron de otras formas, como paso con Louis Fetty, quien a parte de sus negocios comerciales y agrícolas en sus haciendas la Aguadita y la Usatama, ( 79 ) en Fusagasugá,(80) dejó una brillante y destacada descendencia.

En plena guerra mundial y mientras se encontraba gravemente enfermo, sus hijos Enrique y Jorge Fetty estaban en el frente defendiendo la bandera de su patria. En su convalecencia, recibe la noticia de que su hijo Enrique, fallecía víctima de una neumonía. (81) Un año después de esta muerte, en 1916, la familia Fetty sufre la perdida de Louis. Sus exequias se llevaron a cabo en la capilla del sagrario. Entre los asistentes estuvieron los miembros de la sociedad de beneficencia francesa y de la Sociedad de Agricultores de Colombia. (82) De sus descendientes a parte de su hijo Jorge, que sobrevivió a la guerra, se destacó su nieta, Magdalena Fetty de Holguín, quien además de ser una de las primeras psicólogas mujeres en el país, hizo parte del grupo de mujeres que luchó por la obtención del derecho al sufragio femenino en 1954. (83)

Fuente: El Gráfico, Bogotá. 20 de enero de 1917.

Imagen N° 5.  El Grafico, Bogotá. 20 de enero de 1917. 

Más allá de los legados individuales dejados por estos comerciantes franceses a la ciudad -presentes en espacios bautizados con nombres asociados con su patria de origen- o sus descendientes, el aporte más evidente fue el lazo comercial que construyeron con Europa y que permitió que toda clase de mercancías procedentes de este continente llegaran al mercado local, alterando las formas de consumo de los capitalinos que al tener más variedad y en muchos casos productos de mejor calidad, optaron por consumirlos, relegando otros que habían hecho parte de sus rutinas diarias desde hacía mucho tiempo. En estas casas comerciales encontraban una gran variedad de mercancías foráneas como alimentos, prendas de vestir, artículos de tocador (Imagen N° 5) y decorativos. Este consumo sofisticado le permitió a la precaria élite capitalina diferenciarse socialmente, refinando sus gustos y comportamientos, para asemejarse a las sociedades europeas.

Conclusiones

Mientras que los extranjeros que llegaron a Santander, Antioquia y la Costa Caribe tuvieron más opciones de enrolarse en oficios relacionados con la agricultura, la minería y el comercio; los que fueron a Bogotá se encontraron con otro panorama, pues las oportunidades de conseguir algún empleo en estas áreas eran más limitadas. Al ser una ciudad que no poseía grandes extensiones de tierras cultivables, ni minas repletas de metales preciosos, los únicos empleos viables que le quedaban a los franceses por ejercer se encontraban en el comercio y las profesiones liberales y artesanales. Varios de ellos al ver el potencial laboral en estos campos fundaron negocios. El más común fue el de las casas comerciales que se especializaban en la venta y distribución de mercancías nacionales e internacionales. Fueron constituidas en su mayoría en asocio con algún empresario nacional. Si no se contaba con los recursos necesarios, la otra opción era vincularse en alguno de estos negocios como empleado, siendo el trabajo de agente comercial el más solicitado.

Si bien la migración que llegó al país no fue de carácter masivo, de los pocos extranjeros que pisaron suelo colombiano se puede rescatar sus amplios aportes materializados en inversión de capitales o en sus vastos conocimientos en algún área en particular. Esta migración más escasa, pero selecta, trajo consigo nuevos oficios que ayudaron a poner en sintonía a la nación con el resto del mundo. Una labor que, de haber sido realizada únicamente por nacionales, muy posiblemente hubiera tomado más años en concretar algún tipo de avance.

El balance demográfico realizado arrojó que los inmigrantes que tenían una mayor presencia en la ciudad fueron los franceses. Esta amplia cantidad puede ser una respuesta al crecimiento y fortalecimiento de una economía de consumo, lo que permitió que oficios como el del comercio florecieran. Lo que se vendía en estas casas comerciales o los servicios que estos franceses ofrecieron, fueron muy apreciados por la sociedad capitalina. Sobre todo, por la élite que los usaba para crear distinción y nutrir su recurrente necesidad de separación entre clases. Los franceses por medio de sus casas comerciales ayudaron indirectamente a reforzar esta idea imperante de jerarquización social, que funcionaba mediante la apropiación y el consumo de toda clase de mercancías foráneas.

Otra tendencia que se pudo evidenciar en el análisis demográfico es que la migración francesa fue de carácter masculina. Las fuentes utilizadas solo hacen mención de una mujer, Amelia Girard, propietaria de una hacienda en Cundinamarca. De resto, todo lo encontrado hace referencia a los nombres y profesiones de hombres que venían a la ciudad a establecerse en las diversas labores descritas.

Por último, es importante resaltar que algunos miembros de esta comunidad francesa crearon diferentes tipos de vínculos con las élites. Entre más cercanos fuera estos, mejores eran las oportunidades de progreso para ambas partes. Esto se ve reflejado en el caso de la familia Fetty-Holguín, una unión entre la descendencia del francés Louis Fetty y algún miembro de la familia Holguín, la cual ha estado conectada a varios sucesos relevantes del acontecer nacional. De esta unión aparecieron importantes personajes de la vida capitalina que aportaron al progreso de la ciudad, como fue el caso de Magdalen Fetty de Holguín.

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1Charles Bergquist, Café y conflicto en Colombia, 1886-1910 (Medellín: FAES, 1981) 118-119.

2Edwin Rodríguez Cruz, “Dos republicanismos sin pueblo: la republica bajo el radicalismo y la regeneración”, La regeneración revisitada: pluriverso y hegemonía en la construcción del Estado-nación en Colombia, Ed. Leopoldo Munera Ruiz y Edwin Rodríguez Cruz, (Medellín: La Carrera editores, 2011) 97.

3César Miguel Torres del Río, Colombia siglo XX: desde la guerra de los Mil Días hasta la elección de Álvaro Uribe Vélez (Bogotá: Editorial Universidad Javeriana, 2015) 29-31.

4Antonio José Bejarano Ávila, “El despegue cafetero (1900 - 1920)”, Historia económica de Colombia, comp. José Antonio Ocampo Gaviria (Bogotá: Editorial Planeta, 2007), 198.

5Luis Gabriel Duquino Rojas, “Tránsito de la sociedad rural agrícola a la sociedad urbana industrial en Bogotá durante las primeras décadas del siglo XX”, Perspectiva geográfica, 15 (2010): 63.

6Jorge Orlando Melo, Nueva Historia de Colombia Vol. III (Bogotá, Editorial Planeta, 1989) 7-13.

7Bejarano Ávila 197.

8Roger Price, Historia de Francia, (Gales: Cambridge University press, 1998), 164-173.

9Price 174-189.

10Price 190-191.

11Eric Hobsbawm, La Era del Imperio, 1875-1914, (Buenos Aires: Crítica, 2009), 65-93.

12Hobsbawn 64-72.

13Frédéric Martínez, “Apogeo y decadencia del ideal de la inmigración europea en Colombia, siglo XIX”, Boletín Cultural y Bibliográfico, 34. 44, (1997): 6.

14María Angélica Gómez, «La política internacional migratoria colombiana a principios de siglo XX», Memoria y sociedad, 3. 26, (2009): 10.

15Juliana Andrea Jara, “La inmigración japonesa al valle del cauca”, Traspasando fronteras, 1, (2011): 42.

16Helwar Figueroa Salamanca y Carlos Tuta Alarcón, “El estado corporativo colombiano: una propuesta de derechas. 1930 - 1953”, Anuario colombiano de historia social y de la cultura, 23 (2003):117.

17Martínez 5-6.

18Helwar Figueroa Salamanca, “Historiografía sobre el protestantismo en Colombia. Un estado del arte, 1940 - 2009”, Anuario colombiano de historia social y de la cultura, 37. 1 (2010): 198.

19Jaime Carrizosa Moog, “Eugenesia y discriminación en Colombia: el papel de la medicina y la psiquiatría en la política inmigratoria a principios del siglo xx”, Revista Colombiana de Psiquiatría, 43.1 (2014): 61.

20Jaime Jaramillo Uribe, “La visión de los otros. Colombia vista por observadores extranjeros en el siglo XIX”, Historia critica, 24 (2003): 8.

21Ana Milena Rhenals Doria, “Del ideal europeo a la realidad árabe: inmigrantes sirio-libaneses en el circuito comercial entre Cartagena, el Sinú y el Atrato (Colombia) 1880-1930” (Tesis, Doctorado en Historia Universidad Pablo de Olavide, 2013) 43.

22Rhenals Doria, “Del ideal europeo a la realidad árabe” 45.

23Rodrigo de Jesús García Estrada, Los extranjeros en Colombia: su aporte a la construcción de la Nación (1810 - 1920) (Bogotá: editorial Planeta, 2006) 17.

24Frank Safford, “Empresarios nacionales y extranjeros en Colombia durante el siglo XIX” Anuario colombiano de Historia social y de la cultura, 4, (1969): 92-93.

25Ana Milena Rhenals Doria y Francisco Javier Flórez, “Escogiendo entre los extranjeros “indeseables”:

26Ana Milena Rhenals Doria y Francisco Javier Flórez, “Escogiendo entre los extranjeros “indeseables”:

27Ana Milena Rhenals Doria y Francisco Javier Flórez, “Escogiendo entre los extranjeros “indeseables”:

28Ana Milena Rhenals Doria y Francisco Javier Flórez, “Escogiendo entre los extranjeros “indeseables”:

29Ana Milena Rhenals Doria y Francisco Javier Flórez, “Escogiendo entre los extranjeros “indeseables”:

30Rodrigo de Jesús García Estrada, “Extranjeros en Medellín “, Boletín Cultural y Bibliográfico, 34. 44 (1997): 113-115.

31Duquino Rojas 68.

32Museo Nacional de Colombia, ¡Acción! Cine en Colombia (Bogotá: Biblioteca nacional de Colombia, 2008) 29.

33Ricardo Esquivel Triana, “Sociedad y transporte urbano en Bogotá 1865 - 1950”, Memoria y sociedad, 2.14 (1997): 25.

34Fernando Uricoechea, “Resabios tribales y cosmopolitismo periférico: Bogotá y Cartagena en 1900”, Revista colombiana de sociología, 1.1 (1990): 92.

35Thomas Fischer, “La “gente decente” de Bogotá estilo de vida y distinción en el siglo XIX -visto por viajeros extranjeros-”, Revista colombiana de Antropología, 35 (1999): 48.

36Julio Aldemar Gómez Castañeda, “Prácticas musicales durante el proceso de urbanización en Bogotá (Colombia)”, Historelo, 7. 14 (2015): 226-229.

37Pilar Adriana Rey, “Bogotá 1890-1910: población y transformaciones urbanas”, Territoríos, 23 (2010): 16.

38German Mejía Pavony, Los años del cambio: Historia urbana de Bogotá 1820-1910 (Bogotá: CEJA, 2000) 115.

39Pedro Carreño, Censo general de la República de Colombia levantado el 5 de marzo de 1912 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1912) 23-24.

40Nhora Patricia Palacios Trujillo, La utopía de un paraíso, los franceses en Colombia (Bogotá: Planeta, 2009) 97.

41Pierre D´espagnat, Recuerdos de la nueva Granada (Bogotá: Editorial ABC, 1942) 75.

42García Estrada, Los extranjeros en Colombia 29.

43Anónimo, “Extranjeros”, El Tiempo, (Bogotá), 20 de junio de 1913: 3.

44Alfred Hettner, Viajes por los andes colombianos (Bogotá: Publicaciones Banco de la Republica, 1976)

45Anónimo, “Julio Sicard”, El Grafico, (Bogotá), 28 de enero de 1911: 206.

46Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 15 de febrero de 1917: 3.

47Anónimo, “Muerte repentina”, El Tiempo, (Bogotá), 29 de abril de 1912: 3.

48Luis María Mora, Los contertulios de la gruta simbólica (Bogotá: Minerva S.A., 1936) 62.

49La gruta simbólica fue un grupo de poetas bohemios, surgido durante la guerra de los Mil Días en Bogotá. Se daban cita para tertuliar sobre la realidad política y social de la época, para reírse de ella por medio de la composición de sonetos y epigramas. Tomado de Brigitte Koning, “ El café literario en Colombia: símbolo de la vanguardia en el siglo XX», Procesos históricos, 1. 2 (2002): 4-5.

50Anónimo, “El conocido”, El Tiempo, (Bogotá), 15 de mayo de 1911: 2.

51Archivo General de la Nación, Colombia, Fondo ministerio de relaciones exteriores, Sección Republica, ingresos documentales, rollo 69, caja 57, carpeta 121, caja 58, Leg. 5.

52Archivo General de la Nación, Colombia, Fondo ministerio de relaciones exteriores, Sección Republica, ingresos documentales, rollo 69, Caja 57, carpeta 121, Leg. 2.

53Archivo General de la Nación, Colombia, Fondo ministerio de relaciones exteriores, Sección Republica, ingresos documentales, rollo 70, caja 58, carpeta 126-128, Leg. 2.

54Archivo General de la Nación, Colombia, Fondo ministerio de relaciones exteriores, Sección segunda, libro de registros reclamaciones 1904 - 1907, Caja 97, Carpeta 406, Leg. 69.

55Ferrero Emilio, “En honor de M. Edmond Champeau. Un justísimo decreto”, El Tiempo, (Bogotá), 4 de abril de 1918, p. 2.

56Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 13 de agosto de 1913: 3.

57Anónimo, “Ecos”, El Tiempo, (Bogotá), 24 de diciembre de 1913: 3.

58Anónimo, “Han llegado”, El Tiempo, (Bogotá), 23 de mayo de 1913: 2.

59Archivo General de la Nación, Colombia, Fondo ministerio de relaciones exteriores, Sección primera, Correspondencia inspección municipal 1896 - 1918, Caja 70, Carpeta 530, Leg. 99.

60Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 4 de abril de 1918: 3.

61Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 15 de octubre de 1918: 3.

62Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 25 de agosto de 1913: 3.

63Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 6 de agosto de 1915: 3.

64Marcela Cuellar y otros, Gastón Lelarge, un itinerario de su obra en Colombia (Bogotá: Editorial Planeta, 2006) 10-14.

65Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 23 de marzo de 1916: 3.

66Anónimo, “Notas graficas”, El Grafico, (Bogotá), 4 de abril de 1914: 220.

67Silvia Jaramillo Arango, “Gastón Lelarge Arquitecto”, Revista Escala, 1.1 (1986): 6.

68Cuellar y otros 18-20.

69Jaramillo Arango 10.

70Jaramillo Arango 1.

71Anónimo, “Víctor Huard”, El Tiempo, (Bogotá), 22 de diciembre de 1913: 1.

72Jorge Callejas Posada, Libro azul de Colombia (New York: The J. J little & Ives company, 1918) 359.

73Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 28 de agosto de 1913: 3.

74Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 4 de mayo de 1917: 3.

75Rafael Francisco Barreto Callamand, Franceses en Bogotá 1865-193: el relato de vida de Víctor Félix Gouffray, (Tesis, pregrado en Historia, Pontificia Universidad Javeriana, 2009) 40-47.

76Callejas Posada 368.

77Callejas Posada 448.

78Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 3 de septiembre de 1913: 1.

79Archivo General de la Nación, Colombia, Fondo ministerio de Relaciones Exteriores, Sección segunda, libro de registros reclamaciones 1904 - 1907, Caja 97, Carpeta 406, Leg. 65.

80Archivo General de la Nación, Colombia, Fondo ministerio de relaciones exteriores, Sección primera, Correspondencia con el ministerio de obras públicas 1908 - 1909, Caja 123, Carpeta 962, Leg. 128.

81Anónimo, “Ecos”, El Tiempo, (Bogotá), 6 de abril de 1915: 3.

82Anónimo, “Ecos bogotanos”, El Tiempo, (Bogotá), 18 de octubre de 1916: 3.

83José Perilla, “En la HJCK, un juicio a la mujer moderna”, 3 de agosto de 2018. https://www.senalmemoria.co/articulos/en-la-hjck-un-juicio-la-mujer-moderna. (11/03/2015).

*Artículo de investigación derivado del proyecto “Vamos a hacer la América”: los inmigrantes europeos en Bogotá 1900-1920”, que fue presentado como ponencia en una primera versión en el VI Encontro do grupo de trabalho da Associacao de historiadores latinoamericanistas europeos (AHILA). Sao Paulo, Brasil, 16-18 de mayo de 2018. Y fue escrito en el marco del Taller Sobre el Estudio del Conflicto y los Movimientos Sociales en Colombia, adscrito al grupo de investigación Sagrado y Profano, avalado por la Universidad Industrial de Santander

Referencia bibliográfica para citar este artículo: Figueroa Salamanca, Helwar y Corredor Espitia, Julián David. “En una ciudad gris y silenciosa”: la migración francesa en Bogotá (1900-1920)”. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 24.2 (2019): 75-100.

Recibido: 17 de Abril de 2018; Aprobado: 18 de Septiembre de 2018

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