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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras

versión impresa ISSN 0122-2066

Anu.hist.reg.front. vol.24 no.2 Bucaramanga jul./dic. 2019  Epub 31-Jul-2019

https://doi.org/10.18273/revanu.v24n2-2019006 

Artículos de investigación

Manuel Serrano Blanco y el cambio político en Colombia. Periodismo, literatura y raza (1897-1953)*

Manuel Serrano Blanco and the Political Change in Colombia. Journalism, Literature and Race (1897-1953)

Manuel Serrano Blanco e a mudança política na Colômbia. Jornalismo, literatura e raça (1897-1953)

Álvaro Acevedo Tarazona1 
http://orcid.org/0000-0002-3563-9213

Juliana Villabona Ardila2 
http://orcid.org/0000-0002-5829-9063

1Doctor en Historia, Universidad de Huelva, España. Profesor titular, Universidad Industrial de Santander. Consejero Nacional de Acreditación del Ministerio de Educación Nacional. Miembro de la Junta Directiva del ICETEX. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3563-9213. Correo electrónico: tarazona20@gmail.com.

2Maestrante en Historia de la Universidad Industrial de Santander. Historiadora de la universidad antes mencionada. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5829-9063. Correo electrónico: villabonardila@hotmail.com.


Resumen

El propósito de este artículo es analizar la trayectoria de una nueva generación de políticos e intelectuales que surgieron en las primeras décadas del siglo XX, a partir del itinerario política y periodístico de Manuel Serrano Blanco, líder del Partido Conservador en el departamento de Santander. A través del texto se podrá reconocer aún más a esta generación, denominada Los Nuevos, jóvenes conservadores y liberales con un marcado partidismo quienes se consolidaron en la vida pública hacía la década de 1920 y desarrollaron, en algunos casos, discursos y posiciones raciales que marcaron el devenir del país. Se analiza la obra periodística y literaria de este autor poco trabajada, teniendo en cuenta un contexto local y nacional de creciente polarización marcada en parte por discursos agresivos y beligerantes relacionados con la violencia y la raza.

Palabras clave: Periodismo; política; raza; violencia; Colombia.

Abstract

The purpose of this article is to analyze the trajectory of a new generation of politicians and intellectuals that emerged in the first decades of the 20th century from the political and journalistic itinerary of Manuel Serrano Blanco, leader of the Conservative Party in the department of Santander. Through the text will be able to recognize even more to this generation, called Los Nuevos, young conservatives and liberals with a marked partisanship who became consolidated in public life in the 1920s and developed, in some cases, discourses and racial positions that marked the future of the country. It analyzes the journalistic and literary work of this author little worked, taking into account a local and national context of increasing polarization marked in part by aggressive and belligerent speeches related to violence and race.

Keywords: Journalism; Politics; Race; Violence; Colombia.

Resumo

O objetivo deste artigo é analisar a trajetória de uma nova geração de políticos e intelectuais surgida nas primeiras décadas do século XX a partir do itinerário político e jornalístico de Manuel Serrano Blanco, líder do Partido Conservador no departamento de Santander. Através do texto poderá reconhecer ainda mais a esta geração, denominada Los Nuevos, jovens conservadores e liberais com um partidarismo marcante que se consolidou na vida pública na década de 1920 e desenvolveu, em alguns casos, discursos e posições raciais que marcaram o futuro do país. Analisa o trabalho jornalístico e literário deste autor pouco trabalhado, levando em conta um contexto local e nacional de crescente polarização, marcado em parte por discursos agressivos e beligerantes relacionados à violência e à raça.

Palavras-chave: Jornalismo; política; raça; violencia; Colombia.

Introducción

El inicio del corto siglo XX, como lo denomina Eric Hobsbawm, (1) trajo consigo una revolución en la tecnología y las comunicaciones como no se había visto jamás: el cine, la radio, el telégrafo, el avión, el linotipo en la prensa, el teléfono…, uno a uno fueron destruyendo las distancias de un mundo que se hacía en apariencia más cercano. El escenario mundial podía ser visto por primera vez desde casi cualquier rincón del planeta. (2) Sin embargo, las décadas de 1920 a 1950 significaron también para el mundo el inicio de una nueva coyuntura marcada por la inestabilidad política permanente. No hay que olvidar que el largo siglo XIX arrastró hacia el corto siglo XX el fracaso de varios proyectos nacionales, de manera que la democracia fue cuestionada con la aparición de los presidencialismos, las dictaduras, el populismo, el nacionalismo, el comunismo, el fascismo y los discursos raciales. Estas formas de gobierno e ideologías eran efecto de la crisis del parlamentarismo, de los partidos y de la propia democracia tanto en Europa como en América Latina. Además, se asistió a dos grandes guerras mundiales de dimensiones devastadoras nunca vistas. (3) En América Latina, países como Argentina, Chile y Brasil estuvieron bajo regímenes de excepción y dictaduras con la excusa de perfeccionar la democracia y controlar la cuestión social. Tanto la derecha como la izquierda atacaron la democracia liberal por ser incapaz de crear homogeneidad social y de unir intereses por intermedio de los partidos, en definitiva, de representar la voluntad popular. (4)

En este contexto político y periodístico, en Colombia jóvenes conservadores y liberales con un marcado partidismo se iniciaron en la vida pública hacía la década de 1920. En la vida política se asistió a una confrontación generacional entre Los Nuevos -jóvenes universitarios de derecha e izquierda-, Los Centenaristas -quienes gobernarían el país desde 1930 y 1966- y la generación del republicanismo. (5) Los Nuevos rondando los veinte años se vincularon a la disputa pública en periódicos y órganos de representación local. (6) Esta generación, sin embargo, estaba compuesta por tendencias heterogéneas y divergencias que dieron lugar a confrontaciones. En este sentido, ha sido estudiado el caso de Los Leopardos, jóvenes pertenecientes a la nueva derecha con una política agresiva, ultracatólica y antidemocrática ubicados en la zona cafetera del viejo Caldas, pero con proyección en Bogotá.

Cabe señalar que Los Leopardos no fueron el único caso. Queda por explorar la “pequeña política” de las regiones en la que se desenvolvió esta nueva generación con incidencia nacional, reconocida como Los Nuevos y a la cual es posible adscribir a Manuel Serrano Blanco y otros personajes de la política local y nacional. Precisamente, para Juan Cristóbal Martínez, (7) político y periodista santandereano cofundador de El Deber, señalaba que su fuerza se encontraba en derrotar un candidato a diputado, protestar contra el nombramiento de un alcalde, firmar un telegrama, encabezar una protesta, etc. Eran incansables. Los líderes de la nueva generación se hacían oír todos los días. Una de las características importantes de aquella generación es la del desempeño de la palabra, tanto escrita como oral. La cultura académica en la política colombiana siguió desempeñando un papel muy importante, por lo menos hasta mediados del siglo XX. El dominio de la palabra era signo de reputación: escribir bien significaba que se gobernaría bien. (8) Juan Cristóbal Martínez y Manuel Serrano Blanco combinaron una tríada de actividades que ha hecho carrera en Colombia: abogacía, periodismo y política. Combinaron estos oficios con la oratoria en recintos públicos, conferencias y discursos, en los que materializaron el proyecto conservador.

Sin embargo, para la generación de Los Nuevos, la concordia y la moderación fueron sinónimos de cobardía y mediocridad. Rescataron la altivez, la virilidad, la fuerza y la beligerancia como valores supremos de la política. Esta nueva generación vivió en un contexto de politización y violencia causado, en parte, por su propia retórica. Las consecuencias de su discurso incendiario fueron desastrosas para el país. Hicieron invivible la república. A diferencia de generaciones anteriores, cansadas de las guerras civiles, no lograron encontrar un clima de concordia entre partidos. La violencia generada por la exclusión y los gobiernos de partido justificó que en 1935 los conservadores y luego en 1949 los liberales, rompieran todas las relaciones con los gobiernos de turno. Cada colectividad hizo una defensa de la democracia en la medida en que su partido representase el gobierno. El triunfo del partido opuesto era representado como el posible final de la colectividad. (9)

La trayectoria de Manuel Serrano Blanco no dista mucho de otros influyentes personajes de la política nacional en la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Zapatoca el 24 de agosto de 1897, se graduó a los 23 años del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y a los 26 ya estaba abiertamente vinculado a la política en Santander, donde fundaría junto a Juan Cristóbal Martínez el influyente periódico conservador El Deber. Fue unas de las figuras más sobresalientes del Partido Conservador en Santander durante más de treinta años, desde 1922 cuando fue elegido por primera vez como diputado a la Asamblea Departamental, hasta la década de los años cincuenta. Quienes le recuerdan aseguran que su oratoria era fina y afilada: sabía herir suavemente con el estilo punzante de su palabra. Es lo que también se puede percibir a través de sus columnas y editoriales. Al diario El Deber le dedicó gran parte de su vida y parte de la importancia de este periódico y su combatividad se debe a él. Pero su labor no termina allí. Queda por explorar su obra escrita. Todas sus obras son un material inexplorado muy diciente sobre este personaje, pero también sobre su época.

Con base en lo anterior, el propósito de este texto es entrar en la obra de Manuel Serrano Blanco, siguiendo su carrera política y su labor como periodista, en un periodo de luchas partidistas, transformaciones vertiginosas y la aparición de nuevos discursos e ideologías. El texto se divide en tres partes: en primer lugar, el itinerario político de Serrano Blanco; en segundo, sus avatares como periodista; y en tercer lugar, y por último, su labor como escritor. Ninguna de estas facetas está deslindada de la otra. Este itinerario no pretende quedarse con el personaje, pues también se interesa por el acontecer de la política local y su relación con la nacional, las actuaciones del Partido Conservador en Santander, las nuevas ideologías que circulaban a la par de la renovación de los partidos, la violencia política, los debates que se libraron y que definieron el rumbo del país.

Un político conservador entre la provincia y la capital

En 1922 Manuel Serrano Blanco entra en la escena política santandereana. Un año más tarde fundaría El Deber, periódico de raigambre conservadora. Recién graduado de Derecho llegó a ocupar el cargo de diputado de la Asamblea en el departamento. De las aulas del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, donde cursaban las carreras los futuros dirigentes del país, llegó a una ciudad que tenía mucho de aldea, aun cuando desde la mañana algunos representantes de los grupos sociales acomodados y políticos de oficio se dedicaran a la tertulia, a las librerías, al club y al café. Este era el ambiente político de una ciudad intermedia como Bucaramanga, pero todavía con un marcado ambiente aldeano que iría cambiando rápidamente en esta década. La actividad política en la ciudad, sin embargo, era intensa y alcanzaba a ocupar la agenda de un joven con proyección política. La Asamblea del departamento de Santander instalada el 1 de marzo de 1922 con un marcado dominio del partido de gobierno conservador, terminó aquel año como muchas, sin brillo, pero se llevaron a cabo varias iniciativas como la creación del municipio de Barrancabermeja, con el liderazgo de Serrano Blanco.

Cabe destacar que esta generación entró a la política en el gobierno de Pedro Nel Ospina y lucharon para que parte del dinero recibido por la separación de Panamá llegara a sus departamentos. Serrano Blanco junto con Alejandro Galvis Galvis realizaron varias iniciativas ciudadanas para presionar al gobierno central y lograr así en 1923, la construcción definitiva del ferrocarril al puerto de Wilches.

Incluso varias veces se tuvo en cuenta el nombre de Manuel Serrano Blanco para ser designado como gobernador del departamento de Santander. Sin embargo, varias circunstancias lo alejarían de dicho cargo. El 16 de noviembre de 1922 fue designado Emilio Pradilla González como gobernador, el cual nombró a Serrano Blanco en la Dirección de Instrucción Pública. La publicación en una revista, empero, terminaría con el cargo público. La revista Motivos reunió alrededor de la actividad intelectual y letrada a jóvenes como José Camacho Carreño, Gabriel Turbay, Carlos Valencia Estrada, Alejandro Galvis Galvis, Juan Cristóbal Martínez y, por supuesto, Manuel Serrano Blanco. En ella Serrano escribió un artículo, Purismo literario, en el que señalaba que quien quisiera alcanzar el dominio de las letras debía y necesitaba conocerlo todo, leer todos los libros, aun los que condenaban las autoridades vaticanas en el Índex. El artículo generó todo un conflicto político y religioso y una crisis en la gobernación de Santander, pues desde el púlpito se criticó el ímpetu de los jóvenes escritores, especialmente de Manuel Serrano Blanco. Cabe señalar que el episodio salió de la vida política comarcana de la ciudad de Bucaramanga y llegó hasta el mundillo político de la capital del país. Serrano Blanco partiría de Santander a Bogotá donde conocería personalmente al presidente de la República, el general Pedro Nel Ospina. Este encuentro marcaría el inicio definitivo de Serrano Blanco en la política nacional. (10)

Instalado Serrano Blanco en Bogotá, fue elegido presidente de Colombia Miguel Abadía Méndez, el cual “alcanzó el cargo sin lucha ni tropiezo, porque su partido se congregó, entre escéptico y confiado, en el viejo profesor y porque el liberalismo se retiró a su desierto político y se abstuvo de toda intervención electoral”. (11) A diferencia de Ospina, Abadía Méndez no era del total agrado de Serrano Blanco, quien había sido su profesor de Derecho en el Colegio del Rosario. Serrano Blanco recuerda que él y sus compañeros lo veían como una figura desvaída y desdibujada. (12)

El nombre de Manuel Serrano Blanco se tuvo de nuevo en cuenta para gobernador del departamento de Santander y una vez más fue rechazado. Sería nombrado Juan de la Cruz Duarte, hombre de edad que vivía en la capital y sin relaciones ni vinculaciones con el departamento de Santander. Cruz Duarte representaba la vieja guardia de la política a la que estos jóvenes conservadores se oponían. Este tuvo una recia oposición cargada de una pugnacidad y perseverancia expuesta en el diario conservador. Serrano visitaría en varias ocasiones al presidente Abadía Méndez para reclamarle por la situación creada en el departamento. No solo combatió con la pluma, también organizó movilizaciones en contra de la administración. La Asamblea de Santander había aprobado una ordenanza que imponía gravamen al cultivo del tabaco. Serrano Blanco, junto a Juan Cristóbal Martínez, del lado conservador, y Alejandro Galvis Galvis y Lázaro F. Soto, del lado liberal, conformaron un comité de defensa del tabaco y organizaron una campaña que congregó a miles de cultivadores en la ciudad de Bucaramanga. Finalmente, el gobernador fue destituido.

Manuel Serrano Blanco recuerda en sus memorias que antes de la coyuntura política de 1930, el departamento de Santander se levantaba sin los estrépitos de la guerra ni los destellos de la fusilería, pero también sin los deslumbramientos del progreso: “había en el ambiente de la nación cierto sopor, cierta quietud y fatiga”. En la presidencia se encontraba Abadía Méndez y en el departamento de Santander había sido nombrado Narciso Torres Meléndez. El grupo político al que pertenecía Serrano Blanco lo acogió solícitamente. Era para estos una reacción a la parsimonia que invadía al Partido Conservador y un alivio luego del mandato de Juan de la Cruz Duarte. En Bogotá, el gobierno era sacudido por una serie de manifestaciones que terminaron con las jornadas del 8 de junio de 1929 y la muerte de un estudiante, que, según opinión de Serrano Blanco, llegaría a ahogar el mandato del presidente:

En vísperas de fenecer el periodo constitucional del presidente, reorganizó su ministerio, a gusto y exigencia del adversario y entró a contemplar, entre indiferente y asustadizo, un nuevo panorama: el que anunciaba la división del partido gobernante y la caída de ese gobierno y de ese partido. (13)

Narciso Torres Meléndez sería destituido como gobernador de Santander en los últimos meses del gobierno de Abadía Méndez, según Serrano Blanco porque no “interpretaba el pensamiento que el conservatismo anhelaba”. En su reemplazo fue designado Alfredo García Cadena. Este llamaría a Manuel Serrano Blanco a la Secretaría de Gobierno y desde allí se enfrentaría nuevamente al clero. Volver a la arena pública significó para Serrano Blanco enfrentarse con un escenario desesperanzador: un partido conservador dividido y lleno de odios y disidencias en un régimen que agonizaba y que no tenía el favor del pueblo, además de un partido opositor que adquiría empuje bajo la visión de Alfonso López Pumarejo. La contienda electoral por la presidencia de la República inició con el Partido Conservador dividido entre dos candidatos: Alfredo Vásquez Cobo y el poeta Guillermo Valencia. En el departamento de Santander Manuel Serrano fue atacado por los vazquistas ante su apoyo al candidato Valencia. El secretario de Gobierno se defendió de las acusaciones que le hacían en una columna titulada “Maquiavelo, el Clero y yo”:

Maquiavelo en literatura y en política me dicen. El cargo es muy solemne, pero también monótono y ridículo. Pobre al filósofo florentino a quien se cita, se denigra y se anatematiza de oídas, sin leerlo y son comprenderlo [...] Pero no está mal traída para nuestro ambiente la cita del autor de “El Príncipe” que contra mí se hace. Nuestra ciudad, como la Florencia en que vivió el filósofo bajo el poder de los Duces, está habitada por dos clases de hombres: los hombres gordos y los hombres flacos. Los gordos quieren seguir siéndolo y los flacos pretenden engordar. Es natural que se indignen los que defienden su robusta humanidad, que ven desinflarse momento a momento como balón perforado [...] Que yo pedí que se regaran las democracias con sangre. Si la frase fuera verdadera, que no lo es, la explicaría diciendo: sí, que se bañen con sangre, pero no con la sangre de los buenos, de los que luchan caballerescamente y de los que honradamente trabajan para sí y para sus ideas, sino con la sangre de los malnacidos y de los descastados. (14)

Desde ese momento, la relación de Manuel Serrano Blanco con el Partido Liberal y con la Iglesia sería muy cuestionada, aun cuando él mismo declarara abiertamente su adhesión a los miembros de la Iglesia y al Sumo Pontífice. La división conservadora por la presidencia de Colombia se hizo profunda en todas las regiones. Manuel Serrano Blanco, por su parte, desde las páginas de El Deber continuaría un férreo defensor de la candidatura del poeta Guillermo Valencia, a quien retrató en uno de sus libros titulado precisamente Valencia. Entre tanto, por el lado del liberalismo, la ciudad se sacudiría por la visita del candidato presidencial Enrique Olaya Herrera. Ante esta situación, los conservadores santandereanos divididos entre Guillermo Valencia y Alfredo Vásquez Cobo se lanzaron en una campaña desesperada al ver el empuje ganado por el liberalismo. El país y el departamento no habían visto tal agitación política. Noticias contra el candidato Enrique Olaya Herrera circularon en El Deber buscando ante todo la unión de los conservadores. Sin embargo, Olaya Herrera se impuso en las elecciones del 9 de febrero de 1930.

Inmediatamente después de la derrota y ante un partido local dividido, Juan Cristóbal Martínez y Manuel Serrano Blanco propusieron desde El Deber una revisión del programa del partido conservador, según ellos, estancado en 1910, y la convocatoria a una asamblea nacional conformada por nuevos líderes que lograran aglutinar todas las fuerzas conservadoras con el propósito de crear nuevas normas que proyectaran vitalidad al partido.(15) Durante este tiempo, Manuel Serrano Blanco hará parte del Directorio Departamental Conservador, el cual quedaría conformado por una nómina de periodistas: Manuel Serrano Blanco y Juan Crisóstomo Martínez (“Juancé”); también por Pedro Elías Novoa, Carlos Julio Ardila y Luis Prada Reyes, entre otros. Como director, Manuel Serrano Blanco llamaría a los jóvenes conservadores a renovar el partido: “a ellos les correspondía la dura faena de recibir huestes desconcertadas por la derrota y enfrentarlas a las falanges enemigas, que de un momento a otro todo lo alcanzaban, gobierno, poder, influencias.” (16)

A la unión del Partido Conservador se dedicaría Serrano Blanco durante las décadas de 1930 y 1940. Su trabajo partidista y periodístico lo llevaría a convertirse en el jefe del Partido Conservador santandereano. Había nacido “el adversario”, palabra que se repetiría constantemente en aquellos años para referirse al Partido Liberal y que daría empuje a la carrera de Manuel Serrano Blanco y copartidarios conservadores. Palabra, además, usada para convocar elecciones, unir partidos y facciones, y llamar a la acción.

La dura y violenta contienda política bipartidista en el departamento de Santander

Luego del cambio de gobierno en 1930, el departamento de Santander no vería paz. Los liberales ansiaban volver al poder y los conservadores no estaban preparados para dejarlo. (17) La ofensiva del Partido Conservador había iniciado. El 1º. de enero de 1931 Manuel Serrano Blanco y Juan Cristóbal Martínez dictaron una conferencia en contra del gobernador Alejandro Galvis y el liberalismo por la exclusión de los conservadores de los cargos públicos. Días más tarde, Serrano Blanco viajaría a Bogotá, y luego de varias reuniones entre la directiva conservadora y el gobierno nacional, el 9 de enero se firmó un pacto junto con el ministro de Gobierno, Carlos E. Restrepo, para solucionar los inconvenientes políticos. Sería el principio del caos administrativo que viviría el departamento de Santander en un solo año. En medio de esto, la violencia azotaba al departamento de Santander y esta era utilizada por todos los bandos para generar presión y enfrentamiento. El gobierno de Concentración Nacional promovido por Olaya Herrera poco a poco se desmoronaba y el blanco de los ataques terminaría siendo el mismo presidente. (18)

Ante la gravedad de la situación y buscando apaciguar los ánimos, Eduardo Santos, futuro presidente de la República, sería designado como gobernador de Santander. Estaría solo un mes, tras el cual será nombrado el general Alejandro Uribe, quien en unos días daría paso a Alfredo Cadena D´Costa.

Las elecciones a la Asamblea realizadas el 1º. de febrero de 1931 y a la Cámara de Representantes (10 de mayo de 1931) debilitarían aún más al conservatismo santandereano. En adelante su oposición al gobierno sería más agresiva buscando acrecentar la crisis administrativa del departamento. (19) A pesar de la derrota, Manuel Serrano Blanco sería escogido como Senador de la República. Esta sería su llegada a la política nacional en medio de un año de desconcierto para los conservadores. Durante este periodo y junto a una nueva generación de políticos y periodistas, según sus propias palabras, hicieron resurgir, en medio de la combatividad, la vida política colombiana adormecida. Quienes acometieron esta tarea dieron nuevo contenido y nuevas formas a viejas doctrinas, y nunca dejaron de combatir por ellas. En sus jornadas de congresista, siendo el único senador conservador por el departamento de Santander, se debatieron importantes temas legislativos, uno de ellos, el problema educativo. Como lo señala Marco Palacios, (20) el debate y la polarización de los partidos volvió a girar en torno al ya tan amargo tema de la educación y la Iglesia. La inacabada disputa del siglo XIX volvía con intensidad. Serrano Blanco, aun cuando reconocía la necesidad de la reforma, salió en repetidas ocasiones en defensa de la obra del conservatismo en el gobierno referente al tema educativo, lo cual terminaría siendo una defensa del partido antes que un debate sobre la educación. Sin ser contradictorio, Serrano Blanco presentó varios proyectos de ley relacionados con educación:

No todo en el Partido Conservador fue oscuro e insano [...] Nosotros queremos la reforma educacionista. El parlamentario que habla es el que la ha propuesto al senado. Y la ha presentado, aquí sí, a nombre de su partido, que busca con afán, que desea con sinceridad el avance cultural de esta tierra, que también es la suya y la de sus ideas [...] No imitemos a España de estos tiempos enloquecidos, que se separa artificialmente de toda una tradición milenaria y rompe con el pasado, como si fuera su enemigo [...] Sé que ninguno de vosotros autorizará con su voto ni con su palabra la reforma que aquí se insinúa, con elocuencia, pero con injusticia, en el sentido de reaccionar contra los preceptos consagrados del concordato, que es objeto de tantas críticas y tan duros reproches. Y no votarías esa enmienda alejada del pensamiento católico, porque los senadores no solamente representan en este parlamento su conciencia y su idearium, sino la conciencia, las ideas, las creencias de una gran masa de colombianos. (21)

El congresista santandereano en compañía de otros parlamentarios planteó durante la sesión del 30 de septiembre de 1931 la creación de la Facultad de Ciencias Económicas en la Universidad Nacional. La justificación era la falta de personal para afrontar las crisis financieras del país, de ahí la necesidad de “capacitar a las nuevas generaciones para que los comprendan, los solucionen y los eviten en el porvenir”.(22) Debido a que la Comisión de Instrucción Pública decidió aplazar indefinidamente el proyecto, Serrano Blanco lo presentó nuevamente con algunas modificaciones: la intención del gobierno nacional de contratar expertos extranjeros o nacionales para diagnosticar el país y el otorgamiento de catorce becas, una para cada departamento.(23) Ya al final de su legislatura, el 3 de agosto de 1933, Serrano Blanco presentó un proyecto que buscaba la construcción de escuelas en carreteras nacionales, departamentales y municipales, una por cada diez kilómetros, para fomentar el progreso y la cultura en general.(24)

Con respecto a la ley de tierras que se debatía en ese momento, Serrano Blanco interpretó en 1931 la reforma agraria no como una posición ideológica sino como un elemento fundamental en el programa de gobierno. En este sentido señaló: “no es una doctrina socialista sino una doctrina de justicia la cual tenemos que inclinar nuestra inteligencia todos los hombres de buena voluntad que tenga la república.”(25) Los conservadores eran conscientes de la necesidad de ciertas reformas y de los tiempos que se estaban viviendo, y apoyaron hasta cierto punto las reformas realizadas por el gobierno liberal. Sin embargo, existía un problema que impedía tratar cualquier otro tema y que sería esencial para los conservadores: la violencia.

La situación política del departamento de Santander captó la atención de Serrano Blanco desde las primeras sesiones en el Congreso. Este presentó una ley sobre estatuto especial para determinadas regiones, especialmente para la provincia de García Rovira, una de las más afectadas. La propuesta del senador para remediar el problema llamaba a establecer “guardias nacionales que sean imparciales en el fondo, en la forma y en la apariencia; a dotar la región de una judicatura que garantice la condena del culpado y la absolución del exculpado; a crear una colonia agrícola que sea cátedra de reeducación y mejoramiento moral y espiritual.”(26) El debate inició el 24 de agosto de 1931 y con algunas modificaciones sería aprobado por el Congreso. Empero, en el Senado sería tema de debate y controversia, especialmente entre Alberto Lleras Camargo y Manuel Serrano Blanco. Los liberales señalaron que la causa de la violencia en Santander se debía a tres factores: el espíritu revolucionario del conservatismo, la Concentración Nacional y la obra de los eclesiásticos. Manuel Serrano Blanco salió en defensa de su colectividad y de la labor de la Iglesia señalando que el Partido Conservador había entregado el poder de forma pacífica y que en Santander no había existido Concentración Nacional porque su partido había sido excluido de la administración pública.

Pese a la oposición, la ley se aprobó. Sin embargo, el presidente Olaya pidió a la Cámara reconsiderar el proyecto en estudio debido a la incapacidad del fisco nacional para atender una solicitud de esta clase. En Santander, por su parte, la violencia aumentaba, sobre todo en las coyunturas electorales de 1931, 1934, 1935 y 1937. (27) En el Congreso el debate se zanjó con una comisión para estudiar el caso, dirigida por Manuel Serrano Blanco, Gabriel Turbay, Alejandro Galvis Galvis, Carlos V. Rey y Roberto Serpa. El propósito era impulsar varios proyectos tendientes a la pacificación de García Rovira. Lo cierto es que las buenas intenciones para llevar la paz a García Rovira quedarían solo en un apretón de manos entre los máximos líderes del conservatismo y del liberalismo, Laureano Gómez y Alfonso López Pumarejo. El primero había vuelto al país y asumido una curul en la Cámara Alta y en 1934 era el presidente del Senado. Cabe anotar que en ese momento Serrano Blanco acompañó a Laureano Gómez como vicepresidente del Senado.

Los conservadores recibieron con buen agrado el cambio en la presidencia, particularmente por los hechos de violencia ocurridos en el gobierno de Olaya Herrera. (28) Sin embargo, el divorcio entre Alfonso López Pumarejo y Laureano Gómez había iniciado para convertirse en adversarios -como lo recuerda Serrano Blanco-, ubicados desde ese momento en lugares distantes. La “buena labor” que estaba realizando López Pumarejo al inicio de su mandato, apunta Serrano Blanco, se enturbió por la intervención de algunos liberales y la concordia desapareció: “el rompimiento vino, el Congreso se clausuró, los días siguientes fueron de exacerbación social y de persecución para los que no compartían el pensamiento y la obra oficial.” (29) En García Rovira y otros lugares de Colombia la violencia continuó sin dar tregua.

Uno de los temas más debatidos y que estaba relacionado con los episodios de violencia fue el tema de la cedulación y el voto universal. Esta ley fue respaldada por el Partido Conservador, pero rápidamente se convirtió en un motivo de confrontación. Los conservadores se quejaron constantemente de la negación de la cédula a sus copartidarios, ya que era imposible en muchas regiones obtenerla. El presidente López Pumarejo promovió una ley, sancionada el 18 de diciembre de 1942, que designaba a ciertos ciudadanos como delegados presidenciales a fin de que lograran imponer la cedulación sin discriminación. Se designó igual número de liberales y conservadores. Manuel Serrano Blanco fue encargado de visitar el municipio de Guavio, Cundinamarca, tierra conservadora, y de donde se habían recibido quejas constantes de parte de sus habitantes. Serrano Blanco señaló que en estos casos fueron más fuertes los poderes locales y la consigna de no otorgar cédulas electorales a los que no simpatizaran con el gobierno. Así se lo comunicó al presidente López Pumarejo, quien respondió que, si era necesario, se removerían de sus puestos a los jurados electorales y/o alcaldes que estuvieran obstaculizando la labor de cedulación. Manuel Serrano Blanco recuerda en sus memorias que aun cuando la intención fue buena, la cédula electoral no se otorgó de la manera como el presidente esperaba y el conservatismo terminó decretando el abstencionismo electoral alejándose de toda función cívica. Lo mismo hizo Manuel Serrano Blanco.

El abstencionismo y la negativa a la colaboración entre partidos impidieron que los jóvenes conservadores siguieran escalando en la política nacional. Según palabras de Serrano Blanco, fue imposible para el partido conservador y su dirigencia aceptar la colaboración con el gobierno liberal por “doctrinas que nuestra causa no compartía y condenaba como heréticas y heterodoxas.” (30) En Santander, en abril de 1944, nuevamente fue nombrado gobernador del departamento Alejandro Galvis Galvis. Para Manuel Serrano Blanco, el mando de Alejandro Galvis “causó ruina, dolor y arbitrariedad, porque bajo su gobierno fueron destruidas imprentas, saqueados los periódicos, arrasados sus edificios, asolados hogares, destrozada una cultura de muchos lustros, violadas muchas propiedades.” (31)

En Santander las elecciones llevaron a duros enfrentamientos, ya que uno de los candidatos presidenciales, Gabriel Turbay, era de la capital del departamento. El 6 de mayo de 1946 fueron destruidas las oficinas de Serrano Blanco y del periódico El Deber en Bucaramanga, junto con otros periódicos y negocios de conservadores, lo cual creó un ambiente tenso en la ciudad. Finalizada la contienda electoral, el triunfo presidencial fue conservador y le correspondió a Serrano Blanco dirigir el Partido Conservador en Santander.

Manuel Serrano Blanco retomaría sus funciones en El Deber al mismo tiempo que se dedicaría a rescatar al Partido Conservador santandereano del divisionismo y la desidia. Escribiría libros y con esta combinación de actividades políticas y periodísticas, terminó siendo reconocido a finales de la década del cincuenta como el líder indiscutible del Partido Conservador en Santander.

Periodismo y política

La primera experiencia periodística de Serrano Blanco fue en las páginas del diario El Heraldo, periódico conservador del departamento de Santander. En la ciudad de Bucaramanga existían ya periódicos de ciertas pretensiones, entre ellos: Vanguardia Liberal fundado por Alejandro Galvis en 1919; El Heraldo el cual era dirigido por José Antonio Escandón y contaba con la colaboración de Juan Cristóbal Martínez, Carlos Valencia Estrada, Luis Martínez Mutis y Manuel Serrano Blanco, dedicado este último a las cuestiones literarias y políticas. Este diario había impulsado la candidatura del general Pedro Nel Ospina, pero desaparecería en poco tiempo. Fue entonces cuando se decidió fundar un nuevo diario conservador ya que el partido carecía de una voz dirigente. Los liberales ya aventajaban a los conservadores a nivel local pero también nacional con una estrategia publicitaria encabezada por El Tiempo y El Espectador. Esto tuvo como consecuencia la ampliación de la influencia ideológica y el caudal electoral. La fuerza del conservatismo no podía seguir dependiendo del púlpito. El 1º. de agosto de 1923 iniciarían esta labor Juan Cristóbal Martínez y Manuel Serrano Blanco. La estrategia ya había iniciado en 1912 con El Colombiano y en 1919 con La Defensa en Medellín. Le seguiría La Patria (1921) en Manizales y cerraría El Siglo en 1936.

Las campañas de El Deber se enfocarían en la defensa de la patria, el departamento, la religión y el partido, (32) principios fundamentales en los lineamientos del conservatismo consagrados en la plataforma ideológica desde el siglo XIX. El diario conservador tenía como misión recoger el vacío y la falta de orientación del conservatismo en la ciudad de Bucaramanga y realizar una tarea de unión y difusión política. Pero el diario fue mucho más allá. Lamentablemente no se conservan las primeras ediciones del periódico y lo que se conoce es a partir de la década de 1930. En este decenio, El Deber asumió la labor de oposición y se destacan las fuertes críticas a los gobiernos de turno. La prensa era la principal arma en la lucha partidista para estos jefes políticos. No podemos ignorar que el año de 1930 marcó una acelerada politización ejemplificada en las intensas rivalidades políticas que aumentaron la producción editorial y el número de empresas periodísticas. En todo el país los periódicos se convirtieron nuevamente en un instrumento de propaganda debido a la renovaba polarización en la que caería el país luego de la coyuntura electoral de 1930. (33) En Santander, Manuel Serrano Blanco y Juan Cristóbal Martínez no dejaron pasan oportunidad para oponerse a las políticas del gobierno argumentando la exclusión de los miembros de su partido a nivel local y nacional. (34)

Inicialmente, Manuel Serrano Blanco estaría cinco años al servicio del diario. Luego se apartaría para dedicarse a la labor pública como secretario de Gobierno. Juan Cristóbal Martínez seguiría al mando dejando de un lado su profesión como abogado para dedicarse por entero al periodismo. Esta historia se vería truncada en 1932, cuando fueron destruidas las instalaciones del diario conservador, en un ambiente de confrontación partidista y violencia que atravesaba al departamento de Santander. Es difícil ignorar la responsabilidad de la prensa misma en todos estos sucesos. Sus columnas hicieron más que caldear el ambiente. El Deber emprendería la difícil tarea de defender las actuaciones de Laureano Gómez y fortalecer sus bases partidistas aun justificando el abstencionismo. En estos años la prensa conservadora había pasado de defender al régimen a librar las batallas de la oposición. La pérdida del poder había sorprendido al diario conservador que en un último momento utilizó todas las herramientas posibles por defender la candidatura oficialista y atacar a los adversarios que se multiplicaban. A pesar del fuerte golpe que significó al conservatismo la derrota en las urnas, El Deber logró defender al partido de quienes predicaban que el conservatismo había muerto en 1930.

En 1931 y 1933, las elecciones a la Asamblea Departamental mostrarían la crisis interna del Partido Conservador en Santander. Serrano Blanco llamó a eliminar “resentimientos, antipatías y aspiraciones personales”, a reorganizar las líneas de acción y los cuadros directivos.(35) El año de 1933 fue definitorio, como lo eran todos los años electorales a órganos representativos, pues eran la antesala a la campaña presidencial. En este escenario de faccionalismo, el Partido Conservador declararía la abstención. (36) No era una noticia soltada al aire, pues diario los periódicos santandereanos publicaban noticias sobre el estado de violencia que padecía el departamento. Vanguardia Liberal y El Deber se acusaron mutuamente de alarmismo, pero al mismo tiempo no dejaron de publicar contenidos relacionados con la violencia. Periodistas, políticos y el clero mismo se involucró en la discusión. Las noticias que publicó El Deber sobre la violencia en Santander desde 1930 se expandieron por todo el país. Esta información filtrada era retransmitida con una retórica que empeoraba la ya de por sí trágica situación. Es claro que El Deber, pero también los demás diarios de diferentes orientaciones políticas no solo informaron, sino que construyeron un discurso en el cual culpabilizaban al bando rival de la violencia que iba en aumento, y justificaron las acciones de su propia colectividad llamando incluso a las acciones armadas. Nadie quería hacerse responsable de la violencia. La guerra que antes se hacía en los campos de batalla ahora se desplazaba a la plaza pública, al Congreso, al púlpito, a las salas de redacción. El enemigo se creó en la prensa. Desde allí se hizo el llamado a la guerra. Se creó un discurso elaborado en el que el rival era el victimario. El juego contestatario en que cayeron los diarios partidistas de la ciudad, la réplica y contrarréplica, terminaron por agudizar el conflicto. (37)

Los conservadores unirían fuerzas mientras la unión del partido de gobierno se debilitaba. En la convención del Partido Conservador en 1937 se dejó abierta la posibilidad de la candidatura de Mariano Ospina Pérez para el periodo 1938-1942. Por su parte, los liberales empezaban a ceder ante las dos candidaturas de Eduardo Santos y Darío Echandía. El primero sería elegido no sin antes haber sido ampliamente cuestionados los resultados de la Convención Nacional de 1938. Sin embargo, la elección de Santos fue en general bien recibida por los conservadores. Para entonces, Serrano Blanco hizo una invitación al gobierno electo a promover la convivencia entre partidos:

Lo dice y lo aspira un partido que en los años de su hegemonía logró hacer patria para todos, sin distinción de montescos y capuletos. Lo anhela un partido que en la hora de ahora solo piensa, desea, pide y quiere la grandeza de la república, más acá de los odios y más allá de las envidias. (38)

Pese a los llamados de convivencia, la confrontación volvió a su curso en los editoriales de Vanguardia Liberal y El Deber, una vez conocidas por la opinión las pretensiones del expresidente López Pumarejo de volver a elegirse. Los conservadores, al decretar una vez más la abstención, dedicaron sus energías a agrandar las grietas del partido de gobierno. Sin embargo, se comenzaba a contemplar la posibilidad de una candidatura para 1946, lo cual requería que los jefes políticos de las regiones, los directorios y los comités se movilizaran y organizaran en busca de mejores estrategias para llegar al poder. Serrano Blanco volvería a usar su afilada pluma desde 1943 cuando regresó definitivamente a la dirección del diario conservador, con una columna titulada “La política pintoresca”.

El liberalismo santandereano encabezado por Alejandro Galvis y ante el recibimiento que tuvo López en 1941, se opuso a la colaboración entre partidos. La colaboración liberal, tan criticada en la Hegemonía Conservadora, no era una opción. En un comunicado titulado “El peligro conservador”, se señalaba que el liberalismo debía ir solo a las urnas y unido; de lo contrario, los partidos políticos no tendrían razón de ser. (39) Las coaliciones no eran válidas. Para Alejandro Galvis era inaceptable dar acogida a miembros del conservatismo dentro de la administración, lo cual podía afectar la estabilidad de los círculos liberales en el poder. Las divisiones mismas del partido liberal, además, eran inadmisibles, lo que podría suceder con la candidatura de Carlos Arango Vélez y Gabriel Turbay.

Juan Cristóbal Martínez y Manuel Serrano Blanco rechazaron igualmente toda posibilidad de coalición partidista a través de El Deber afirmando que “no seremos el invitado de piedra, que ni habla, ni opina, ni vota, ni interviene (...) Seremos beligerantes, firmemente beligerantes”. (40) Con la victoria de Alfonso López Pumarejo, el 6 de mayo de 1942, Vanguardia Liberal agradecía a los jefes políticos por haber señalado “el peligro del adversario con los signos distintivos de su perversidad”.(41)

El nombramiento de Alejando Galvis Galvis nuevamente como gobernador del departamento de Santander en 1944 fue duramente criticado por el diario conservador. El clima de tensión estalló con el golpe militar iniciado en Pasto el 10 de julio, el cual tuvo también lugar en Bucaramanga e Ibagué. Aun cuando la normalidad se restableció en cuestión de días, se decretó el estado de sitio dándole amplios poderes al ejecutivo y censurando la prensa. Los liberales, como en el resto del sur del continente, terminaron justificando el estado de sitio y el incremento del poder presidencial sobre la base de proteger la libertad y la seguridad, de la misma forma que los conservadores justificarían estas medidas buscando el orden y la paz. (42)

Manuel Serrano Blanco criticó la censura de prensa que estaba realizando el gobierno luego del intento de golpe, la cual era llevada a cabo en Santander por el gobernador Galvis y quién había invitado a Serrano Blanco a unirse a la Junta de Revisión de Prensa. Un llamado que rechazó. Precisamente, Juancé escribió en el espacio dedicado a su columna las siguientes palabras: “yo no escribo ni escribiré jamás bajo la censura.” (43) Por su parte, Laureano Gómez usaría este suceso en el manifiesto del Directorio Nacional Conservador, una vez regresó de su exilio en Ecuador el 15 de diciembre de 1944, haciendo una defensa de los principios esenciales de la constitución que, según él, habían sido violados. Gaitán también utilizaría estos sucesos como trampolín político para su candidatura. Por su parte, Alejandro Galvis volvería a la dirección de Vanguardia Liberal tras renunciar a su puesto como gobernador de Santander por los ministerios que el presidente Alberto Lleras Camargo había ofrecido a los conservadores. Para estos había llegado la hora de la reconquista del poder. Opina Pérez en sus discursos rechazó la persecución política y la exclusión por motivos partidistas. (44) Con esto apuntaló la caída de la “República Liberal”.

Entre 1930 y 1946, tiempo en el cual el Partido Liberal estuvo en el poder, transcurrieron dieciséis años de ausencia de un discurso de conciliación, tanto de liberales como conservadores En Bucaramanga algunos dirigentes del liberalismo reaccionaron violentamente frente a la derrota, siendo destruidas nuevamente las instalaciones de El Deber. La inexistencia de un archivo privado de Manuel Serrano Blanco se debe a que sus oficinas también fueron destruidas. No era raro que se atacaran las oficinas de los diarios. Estas representaban los órganos de difusión del pensamiento político, la voz pública de un partido o grupo político. Allí se agrupaban a los seguidores y copartidarios, se orientaba y educaba, se divulgaban ideas, símbolos, creencias, “la vida política discurría en sus páginas, palmo a palmo, evento tras evento.”(45)

En 1947 y atendiendo a un comunicado del gobierno nacional, se nombraron alcaldes militares en varios municipios del departamento de Santander. La medida se tomó porque se iban a realizar las elecciones de octubre para consejeros municipales y el ambiente ya estaba caldeado. El gobernador nombró además una comisión para resguardar el orden público nombrando un tribunal de garantías para las elecciones en el departamento conformada solo por conservadores, entre ellos Manuel Serrano Blanco. Este hecho generó una ola de críticas por parte de Vanguardia Liberal. El diario acusó al gobernador de infringir la ley y de convertirse en un agente de la máquina electoral conservadora organizada por el gobierno. Nada de esto daría resultado pues los liberales ganaron las elecciones.

Literatura y raza

Serrano Blanco iniciaría la escritura de su obra en sus últimos años de vida. Lo hizo para huir de la velocidad de la prensa diaria: “el periódico va consumiendo todo lo que produce literariamente el obrerismo intelectual del país, sin que de esa labor quede ni la sombra de una sombra.” (46) No le quedaba otra que llevar al libro sus ideas, sus emociones, sus orientaciones, o caer en el olvido. Así inició hacia 1940 escribiendo El libro de la raza, surgido como un homenaje a su ciudad: “como Bucaramanga es la síntesis de Santander, y Santander es la fuente de la raza, sus páginas llevan esta portada orgullosa.” (47) No era el único preocupado por la nación, la patria y la raza, palabras clave de la política a nivel mundial entre las décadas de 1920 y 1950.

La Generación del Centenario y Los Nuevos estuvieron todos influidos por la teoría social determinista que surgió del positivismo del siglo XIX. (48) Este era un libro dedicado a “enaltecer los valores de la estirpe” rastreando en viejos folios la historia de Bucaramanga desde la Colonia, pasando por la familia Mutis, Eloy Valenzuela, la influencia alemana y algunos otros episodios sobresalientes de su tierra natal. Aun cuando es una historia local, esta no se desliga de un propósito más grande: “Santander, como realidad nacional, como pasión, emoción y valor racial, es una de las cosas más bellas de la patria”. Este es un libro totalmente ignorado, no se le menciona cuando se reúnen las historias de Bucaramanga. Serrano Blanco tuvo en cuenta las dos únicas historias que existían a la fecha: Crónicas de Bucaramanga de José Joaquín García, escrito en 1894, y Cronicón solariego de su contemporáneo Enrique Otero D´Costa, escrito en 1922 y el primer ensayo que se preocupó por recoger información de archivo que contrastara las afirmaciones sobre los orígenes de Bucaramanga. Serrano Blanco inicia el relato en el mismo punto en que lo inició Otero D´Costa, con un repaso por los primeros pobladores de la que sería luego la ciudad de Bucaramanga. Su descripción tiene dos hilos conductores: señalar el primitivismo que caracterizaba a los pobladores originarios o indígenas, con énfasis en la poca influencia biológica y cultural con el santandereano contemporáneo: “pueblo con fangosidad y sin historia, gentes de laboreo rudimentario, de artesanía elemental, apenas queda de ellas el palmo de tierra que cubrió su sepultura, y trozos perdidos de utensilios fabricados (…) con torpe mano y tardía imaginación.” (49)

No era una narrativa nueva pues ya Otero D’Costa había hecho énfasis en este punto. El discurso racial se hace más fuerte cuando en el relato entran nuevos componentes: “las razas hispanas” de origen vasco y navarro y la “negrería africana”, la cual “era desconocida casi en absoluto por estas comarcas”. Su narración reseña los episodios y personajes más sobresalientes de la ciudad de Bucaramanga como Eloy Valenzuela, las visitas de Simón Bolívar a Bucaramanga, el inicio de la siembra de café por Francisco Puyana, los gobernadores y presidentes, Palonegro y los últimos caudillos de la guerra de los Mil Días, entre otras historias. La cuestión racial está presente y Serrano mismo la define:

Los españoles aislados en su mayor parte de todo contacto genérico con razas inferiores prosperaban estas montañas, donde la suave tibieza del clima y la bravura de la vida crearon el tipo clásico de santandereano, que luego de años, la lucha y los sucesos políticos lo decantaron en toda su áspera bizarría. Fue así como de esta manera y desde remotos orígenes, los santandereanos adquirieron concepto histórico de raza, concepto que aún perdura con orgullosa ostentación, porque consideran que de ella emanan virtudes legendarias de laboriosidad, varonía, belicismo, estoica inconformidad y romántico sentido de la vida, que se desposa alegremente con la muerte. (50)

Los prejuicios raciales y civilizatorios fueron una característica compartida por las élites en toda América Latina que definieron a la mayoría de la población como inferior, bárbara, maligna e incapaz de pensar por sí misma.(51) Pero no solo Los Nuevos asumieron posiciones racistas, Los Centenaristas en su búsqueda de progreso y civilización para Colombia también imaginaron un estado nacional sobre concepciones racistas y valores victorianos.(52) Esta postura fue compartida en los años veinte y treinta por un amplio sector de intelectuales y políticos que temían el desborde de la cuestión social. Los medios impresos jugaron un papel importante en la propagación de este discurso, no solo en Colombia sino también en países como México y Argentina en donde el conflicto de las razas se constituyó en un discurso legitimador de las identidades nacionales. (53)

En este mismo hilo conductor, Serrano Blanco escribiría cuatro años después una biografía sobre el poeta y candidato presidencial, Guillermo Valencia. El propio Serrano Blanco había seguido de cerca y apoyado la candidatura presidencial del poeta en 1918 y 1930. Es un personaje al que Serrano Blanco admira por hacer parte de un mundo que ya no existía: de una ciudad de “casta de gentes superiores”, de una familia “de aquella vieja nobleza” que “no solamente fundaban su gentilicio encumbrado en simples y vanas cuestiones sociales sino también en lo espiritual, en cierta cultura universal, que los destaca más allá del nivel común de las gentes”. Valencia representaba un anhelo por tiempos pasados, por su humanismo, su “perfección intelectual”, porque su primera obra poética son unos versos a San Juan Bautista, pero también porque leía en latín a Ovidio, Virgilio y a los clásicos franceses en su original. Todo esto “fuera de todo lo previsible en estas razas y en estos trópicos.” (54)

A este libro le seguiría Las viñas del odio, una de las más interesantes obras de Manuel Serrano Blanco, en la cual realiza algunas reflexiones sobre la política de su época y la ola de violencia que azotaba al país. Haciendo alusión al libro de Steinbeck Las uvas de la ira, no desconoce varios factores que ya desde ese momento se habían identificado como causas de la violencia y que él mismo enumera: miseria económica, ignorancia, retaliación, afán burocrático, ambición política, fraude electoral, etc. Pero como si no fuera suficiente, Serrano Blanco desarrolla su ensayo haciendo énfasis en otros factores de violencia en Santander, como el espíritu indomable de sus habitantes, el coraje excesivo y el paisaje asolador. De esta manera, une la violencia santandereana a una cuestión racial. En su exposición, lo primero que identificaba es algo que se puede resumir como la composición racial: gentes de “limpio origen castellano” con una “pequeña mancha indígena”, (55) sumado a un terreno hostil que desarrolló la voluntad brava de los santandereanos. La geografía cobra gran importancia de Manuel Serrano Blanco, pues es esto lo que define las características raciales del santandereano: agrestes porque el terreno es agreste y hostil. Como ya lo había hecho la prensa conservadora, Serrano Blanco señala en este libro que de repente a partir de 1930 algunos lugares del departamento de Santander se habían convertido en un campo de guerra. De ahí en adelante la interpretación de Serrano Blanco es partidista: la violencia fue de los liberales y los conservadores tuvieron que defenderse. Por ello, 1946 significó para “los miembros de las familias vencidas un claro de luz” con la presidencia de “uno de los grandes patricios de Colombia.” (56)

La dos últimas obras de Manuel Serrano Blanco tendrían un carácter más político. La vida es así son las memorias de un político de provincia con dimensión nacional. El autor relata su intervención directa en muchos hechos de la historia política colombiana. El libro inicia veinte años atrás, al comienzo de su carrera política y termina en su punto más alto, en su actividad política en la ciudad de Bogotá como senador. La riqueza del relato va más allá de las hazañas políticas del político conservador, mostrando un panorama político y social local -en relación con uno nacional-, rico en detalles, una imagen viva de las dificultades, las distancias y las diferencias. Por medio de sus actuaciones, recrea dos décadas de la política nacional colombiana (los años treinta y cuarenta), marcadas por la coyuntura electoral de 1930 con el regreso del Partido Liberal al poder, que marcaría el regreso de la agitación política y olas de violencia más prolongadas. Al final de su vida, le quedaría un libro a medias, una obra poco convencional y muy diciente: Los presidentes que yo conocí. Esta obra sería recogida posteriormente por la Academia de Historia de Santander. Allí reúne a personajes como Marco Fidel Suárez, Pedro Nel Ospina, Miguel Abadía Méndez, Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo, Roberto Urdaneta Arbeláez y Gustavo Rojas Pinilla. Biografías cortas, personajes en los que Serrano Blanco tenía un conocimiento profundo; en este libro también deja ver un ensayo sobre su visión de la política colombiana. Solo le quedaron faltando Ramón González Valencia y Laureano Gómez, pero la muerte lo sorprendería en 1953, a los 56 años.

Conclusiones

Después de los años treinta del siglo XX en Colombia se puede ver tanto a nivel nacional y cómo local se vive un cambio en la forma de hacer política, y cómo toman importancia nuevos lugares como la plaza pública, la prensa, los comités y las convenciones departamentales y nacionales. De igual forma, llegaban nuevas ideas, diferentes orientaciones, nombres distintos a la política. Todos estos cambios están en sintonía con las transformaciones que venían ocurriendo desde la década de 1920 a nivel mundial, especialmente en la política por el desborde de la cuestión social.

Los líderes políticos en América Latina buscan ante todo neutralizar la lucha de clases, la cual veían como una peligrosa consecuencia de la cuestión social. (57) Esta preocupación no estuvo exenta de discursos y posiciones raciales, como se pudo ver en el itinerario político y literario de Manuel Serrano Blanco y de una generación que se vio influenciada por estas concepciones. En el periodo estudiado, de igual manera hay una nueva relación entre el político y la ciudadanía convertida en multitud. (58) Por ello, esta nueva generación hace uso de la plaza pública, de la palabra, cada vez más agresiva porque hay que llegar, hay que convencer, hay que atraer. Dos generaciones se pelean el predominio en este espacio, una con una tradición republicana y civilista y otra presta para la acción. El itinerario político y periodístico de Manuel Serrano Blanco se inscribe en esta última.

En este escenario entendemos la participación política de Manuel Serrano Blanco, figura de la juventud conservadora, orador, parlamentario y periodista. Alberto Lleras, Darío Echandía, Rocha, Juan Lozano y Lozano, Zuleta se educaron en las aulas del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario bajo la tutela de monseñor Rafael María Carrasquilla, al igual que Serrano Blanco. De 1920 a 1940 ganaron poder político dentro del partido y en la política local y nacional, pero, así como entraron a remover las antiguas jerarquías del partido, ya en 1940 nuevas facciones de jóvenes pretendían reorientar los partidos y hacerse al control. En dos décadas Serrano Blanco logró ganar jerarquía y llegar a ser reconocido como el líder indiscutible del conservatismo en Santander. Durante la administración de Olaya Herrera, Serrano Blanco estuvo en contacto con los problemas de toda índole que afrontaba el país y que confrontaba al conservatismo con el gobierno y el liberalismo. La oposición fue su trampolín político. Sin embargo, a partir de 1935 no habría representación conservadora en el Congreso, lo cual hizo difícil que se expandiera su carrera a otras esferas. Debido a esto se aprovecharían otros espacios: la plaza, la movilización, la prensa, los libros, elementos usados por estas generaciones para alcanzar sus fines.

En Santander no hubo que esperar a la década del cincuenta para ver el rearme militar y la violencia. Del papel se pasó rápidamente a la acción. La prensa tuvo un importante papel en la gestación de las identidades partidistas, pero también como actor de primera línea en las luchas políticas. La prensa, sin embargo, no fue la única responsable. Hay que tener en cuenta otras variables como los partidos políticos tradicionales, la Iglesia católica, los gobernantes, el Congreso, etc., pero de alguna forma u otra todos estos hacían uso de la prensa para influir al público, a los copartidarios y fieles. Los discursos de la prensa, los discursos parlamentarios, lo que decían los directorios y los jefes, todo esto no quedaba en el aire, no eran palabras al vacío. Se repetían, se reintentaban, hacían parte de un universo que les daba sentido y en donde se materializaban: cafés, plazas de mercado, calles, galleras, campos de tejo, caminos, etc. Las disputas no harían sino aumentar a niveles no vistos. ‘El enemigo’ fue el vocablo más usado. Lo importante en política era ser la mayoría absoluta, la fuerza absoluta, como declararon varias veces estos jefes políticos luego de certámenes electorales. (59) Tal vez lo único importante era el aniquilamiento del otro, la imposición de un programa, la no participación, la no colaboración. Hay una obsesión por esta característica: la pureza del partido. Que no hubiese gusanos podridos, ni vendidos, donde la coloración es un anatema. No se sabe exactamente qué se defiende, pero se defiende. Lo importante era defender el partido.

La retórica de la violencia alcanzó niveles nunca vistos. La prensa presentó a sus lectores un discurso claro y contundente: el partido contrario es el asesino de los copartidarios. Para ello se valió de todo un arsenal retórico, de columnas, de caricaturas y, sobre todo, de las noticias, titulares y editoriales. En los discursos se repitió el mismo mensaje. Estas nuevas generaciones concibieron la política de esta manera, privilegiando la confrontación sobre la concordia, el partido sobre el Estado, la abstención por encima de la colaboración. La acelerada politización que había iniciado en la década del veinte terminó siendo llevada a la polarización extrema en la década del cincuenta. Y la violencia. Una violencia, que en los relatos de Serrano Blanco quedó unida a una cuestión racial y ajena a los discursos incendiarios que la habían originado. Los resultados de estos discursos eran, sin embargo, innegables: un país dividido por el odio, un Estado partido en dos que llegaría a un punto de no retorno luego de la victoria en solitario de Laureano Gómez el 27 de noviembre de 1949, cuando los liberales rompen todas las relaciones con el conservatismo y el gobierno. El punto final de esta historia estaría marcado por el golpe militar de Gustavo Rojas Pinilla el 13 de junio de 1953. Ese año también muere Manuel Serrano Blanco.

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1Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX (Buenos Aires: Crítica, 1999), 33.

2Álvaro Acevedo Tarazona y Jhon Jaime Correa Ramírez, Tinta roja: prensa, política y educación en la República Liberal (1930-1946) (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2016), 14.

3Javier Guerrero Barón, El proceso político de las derechas en Colombia y los imaginarios sobre las guerras internacionales 1930-1945 (Tunja: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2014) 14.

4Jorge González Jácome, Estados de excepción y democracia liberal en América del sur: Argentina, Chile y Colombia (1930-1990) (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2015) 35.

5James Henderson, La modernización en Colombia: los años de Laureano Gómez 1889-1965 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2006) XVIII.

6Ricardo Arias Trujillo, Los leopardos: una historia intelectual de los años 20 (Bogotá: Universidad de los Andes, 2007), XIII.

7Juan Cristóbal Martínez, Todo al vuelo (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2011) 71.

8Malcolm Deas, Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, políticos y literatura colombianas (Bogotá: Tercer Mundo, 1993) 30.

9“Liberales de Santander a las urnas con Turbay. La hegemonía conservadora no puede retornar”, Vanguardia Liberal, (Bucaramanga) 5 de mayo de 1946: 1.

10Manuel Serrano Blanco, Serrano Blanco: Obras completas (Bogotá: Cámara de Representantes, 1987), 646.

11Serrano 550. 12 Serrano 552.

12Serrano 565.

13Serrano 565.

14Serrano 569.

15“La nueva política”, El Deber, (Bucaramanga) 20 de febrero de 1930: 2.

16Serrano 583.

17David Bushnell, Colombia: una nación a pesar de sí misma (Bogotá: Planeta, 2007) 263.

18“Un gran consejo”, El Deber, (Bucaramanga) 22 de julio de 1930: 2.

19“De frente al enemigo”, Vanguardia Liberal, (Bucaramanga) 9 de abril de 1931: 3.

20Marco Palacios, Entre la legitimidad y la violencia: Colombia 1875-1994 (Bogotá: Norma, 1995) 152.

21Serrano 597.

22Anales del Senado No. 63, 3 de octubre de 1931: 356-357.

23Mario Lozano García, “Acciones políticas de los jefes liberales y conservadores en Bucaramanga: Alejandro Galvis Galvis, Mario Galán Gómez (liberales) y Juan Cristóbal Martínez Uribe, Manuel Serrano Blanco (conservadores), 1930-1946” (Tesis Maestría en Historia, UIS, 2010) 93.

24Anales del senado No. 11, 3 de agosto de 1933: 62.

25“La parcelación de las tierras”, El Deber, (Bucaramanga) 22 de septiembre de 1931: 3.

26Anales del Senado No. 23, 20 de agosto de 1931: 161-163.

27Juliana Villabona Ardila, “Frente al enemigo: prensa, accionar político y violencia en El Deber de Bucaramanga. 1930-1946” (Tesis pregrado en Historia, UIS, 2016) 257.

28Serrano 677.

29Serrano 618-619.

30Serrano 680.

31Serrano 690.

32Serrano 525.

33Darío Acevedo Carmona, “Prensa y confrontación política en Colombia 1930-1950”, en Medios y nación. Historia de los medios de Comunicación en Colombia, eds. Museo Nacional de Colombia (Bogotá: Aguilar, 2003), 230.

34Eduardo Guevara Cobos y Esther Parra Ramírez, Política y administración pública en Santander 19301946 (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2013) 38.

35“Manifiesto del Directorio Nacional Conservador”, El Deber, (Bucaramanga) 6 de mayo de 1933: 1.

36“De Manuel Serrano Blanco para Juan Cristóbal Martínez”, El Deber, (Bucaramanga) 26 de enero de1933: 1.

37Lozano 85.

38“De Manuel Serrano Blanco. Cortesanía política”, El Deber, (Bucaramanga) 22 de junio de 1938: 3.

39“El peligro conservador”, Vanguardia Liberal, (Bucaramanga) 14 de agosto de 1941: 3.

40“Seremos beligerantes”, El Deber, (Bucaramanga) 1 de agosto de 1941: 3.

41“Un partido organizado”, Vanguardia Liberal, (Bucaramanga) 6 de mayo de 1942: 3.

42González 128.

43“Yo no escribo ni escribiré jamás bajo la censura”, El Deber, (Bucaramanga) 15 de julio de 1944: 3.

44Mariano Ospina Pérez, Obras Selectas (Bogotá: Cámara de Representantes, 1982) 225-233.

45Carlos Mario Perea Restrepo, Porque la sangre es espíritu. Imaginario y discurso político en las élites capitalinas (1942-1949) (Bogotá: Aguilar-IEPRI, 1996) 26.

46Serrano 17.

47Serrano 19.

48Henderson XIX.

49Serrano 24. 50 Serrano 30.

50Serrano 565.

51François Chevalier, América Latina: De la independencia a nuestros días (México: Fondo de Cultura Económica, 2005) 583-587.

52Álvaro Acevedo Tarazona, “Pereira. Las representaciones de la raza, prohombre y civismo en la génesis y transformaciones materiales de una ciudad”, Historelo Vol. 2 no. 4 (2010) 138.

53Rafael Rojas, “Retóricas de la raza: Intelectuales mexicanos entre la guerra del 98”, Historia mexicana Vol. XLIX no. 4 (2000) 606.

54Serrano 215.

55Serrano 360.

56Serrano 440.

57González 35.

58Darío Acevedo Carmona, Ciudadanía, pueblo y plaza pública: campañas presidenciales en Colombia 1910-1949 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2017) 9.

59“Fue estruendosa la victoria del liberalismo en todo el departamento”, Vanguardia Liberal, (Bucaramanga) 11de mayo de 1931: 6.

*Este artículo hace parte del proyecto titulado “Prensa y política en Santander: ideología, violencia y accionar partidista 1930-1946”, Cód. 2334 financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la Universidad Industrial de Santander.

Referencia bibliográfica para citar este artículo: Acevedo Tarazona, Álvaro y Villabona Ardila, Juliana. “Manuel Serrano Blanco y el cambio político en Colombia. Periodismo, literatura y raza (1897-1953)”. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 24.2 (2019): 151-173.

Recibido: 30 de Noviembre de 2018; Aprobado: 24 de Mayo de 2019

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