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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras

versión impresa ISSN 0122-2066

Anu.hist.reg.front. vol.27 no.1 Bucaramanga ene./jun. 2022  Epub 23-Dic-2021

https://doi.org/10.18273/revanu.v27n1-202200 

ARTÍCULO

La traducción de literatura de viajeros en la correspondencia intelectual de José Luis Busaniche (1934 - 1951)*

The Translation of Travelers’ Literature in the Intellectual Correspondence of José Luis Busaniche (1934 - 1951)

A tradução da literatura de viagem na correspondência intelectual de José Luis Busaniche (1934 - 1951)

* Doctorando en el Doctorado de Historia de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Profesor en Historia por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Miembro del GEREP (IH-IDEHESI CONICET) y adscripto a la cátedra de “Corrientes historiográficas argentinas y latinoamericanas” a cargo del Dr. Alejandro Eujanian (FHyA, UNR). Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0577-4131. Correo electrónico: renzosanfilippo@gmail.com


Resumen

Entre las décadas de 1930 y 1950 el historiador argentino José Luis Busaniche tradujo al español relatos de viajeros europeos del siglo XIX. En este trabajo analizamos sus cartas con M. Leguizamón, E. Ravignani y A. Paulin a fin de rastrear las condiciones históricas que hicieron viable la producción y publicación de sus traducciones. El artículo contiene una nota biográfica, un apartado sobre el contexto editorial de la primera mitad del siglo XX, un examen de sus discursos públicos y privados referidos a las obras de W. Yates (1941) y de J.A. Graaner (1949), y un cierre sobre el impacto de sus traducciones en su trayectoria y en el campo historiográfico. Concluimos que la historia profesional fue limitada en cuanto a la difusión de literatura de viajes, pero advertimos que la práctica de traducción le permitió a Busaniche elaborar fuentes históricas que hoy son recuperadas en el ámbito académico.

Palabras clave: historiografía; traducción; correspondencia; historia cultural

Abstract

Between the 1930s and 1950s, the Argentinian historian José Luis Busaniche translated the stories of European travelers of the Nineteenth-century to Spanish. In this opportunity, his letters with M. Leguizamón, E. Ravigani, and A. Paulin are analyzed to trace the historical conditions that made possible the production and publication of his translations. The article contains a biographical review, a chapter about the editorial context of the first half of the Twentieth-century, an examination of his public and privates discourses referring to the works of W. Yates (1941) and of J.A, Graaner (1949), and a closing on the impact of his translations in his career and the historiographic field. It is concluded that professional history was limited in terms of travel literature diffusion but it is understood that the practice of translation allowed Busaniche to elaborate historical sources which are recovered nowadays by the academic sphere.

Keywords: Historiography; Translation; Correspondence; Cultural History

Resumo

Entre as décadas de 1930 e 1950, o historiador argentino José Luis Busaniche traduziu histórias de viajantes europeus do século XIX para o espanhol. Neste trabalho analisamos suas cartas com M. Leguizamón, E. Ravignani e A. Paulin a fim de traçar as condições históricas que permitiram a produção e a publicação de suas traduções. O artigo contém uma nota biográfica, uma seção sobre o contexto editorial da primeira metade do século XX, um exame de seus discursos públicos e privados sobre as obras de W. Yates (1941) e J.A. Graaner (1949), e uma conclusão do impacto de suas traduções em sua trajetória e campo historiográfico. Inferimos que a história profissional era limitada em termos de disseminação da literatura de viagem, mas destacamos que a prática da tradução permitiu que Busaniche desenvolvesse fontes históricas que agora são recuperadas na academia.

Palavra-chave: Tesauro; Historiografia; Tradução; Correspondência; História cultural

1. Introducción

Entre las décadas de 1930 y 1950, el historiador argentino José Luis Busaniche (1892-1959) llevó adelante la traducción y publicación de diversos escritos de viajeros extranjeros que arribaron a América durante el siglo XIX. Las piezas que tradujo fueron consideradas en revistas culturales y semanarios de la época como fuentes que permitían una mejor comprensión del pasado de los “pueblos del Plata”.1 Su labor como historiador-traductor fue juzgada como un servicio a la cultura2 que facilitaba con sus intervenciones la “inteligencia” del texto y rectificaba o evitaba la difusión de “errores históricos”.3

La práctica de traducción de relatos de viajeros que llevó adelante Busaniche, objeto de estudio de nuestro trabajo, involucró a historiadores, diplomáticos, políticos y casas editoriales. Su caso, como veremos, trascendió la esfera nacional. A partir de un abordaje poco frecuente en el campo de la historiografía, evaluaremos la correspondencia intelectual de José Luis Busaniche a fin de rastrear las condiciones intelectuales, historiográficas, editoriales y sociales que hicieron viable la producción y publicación de sus traducciones.

El enfoque propuesto se nutre de la historia intelectual y la historia cultural. La práctica de traducción y su materialización en obras traducidas, así como la producción de epistolarios y su circulación, pueden inscribirse en una Historia de la Cultura Escrita que, siguiendo a Antonio Castillo Gómez, podemos definir como aquella que historiza “la escritura en cualquiera de sus manifestaciones”.4 Como señala Armando Petrucci, se trata de una disciplina que debe ocuparse “de la historia de la producción, de las características formales y de los usos sociales de la escritura”5 y que, en nuestro caso, nos permite examinar los textos elaborados por Busaniche en su contexto social. De este modo, buscamos contribuir a la comprensión de las dinámicas historiográficas y traductológicas de la primera mitad del siglo XX.

El uso de cartas como fuente de investigación histórica para la historia intelectual reconoce, desde luego, ciertas obras que funcionan como referencia. Jorge Myers, al ocuparse de la serie epistolar entre los pensadores mexicanos Alfonso Reyes y Genaro Estrada, demostró que el estudio de una correspondencia ofrece la posibilidad de reconstruir un mapa de relaciones intelectuales y de recuperar lo valioso de su propio contenido.6 Desde el campo de la historia de la historiografía americana, el estudio de las cartas privadas del historiador argentino David Peña le ha permitido a María Gabriela Micheletti matizar sus discursos públicos, recoger indicios sobre cuestiones diversas de su trayectoria y descubrir intencionalidades,7 mientras que Liliana Brezzo identificó la función de ante texto que desempeñaron las “cartas prodigiosas” que el historiador paraguayo Juan O´Leary intercambió con diversos intelectuales americanos y europeos.8

Respecto a la relación entre literatura de viajes y traducción existen estudios que se detienen en los elementos paratextuales de los productos editados. Considerando que “la historia de la traducción de los textos escritos por viajeros extranjeros a la Argentina durante el siglo XIX está aún por hacerse”, Patricio Fontana y Claudia Román realizaron su aporte concentrándose en cuatro traductores emblemáticos de la primera mitad del siglo XX: Carlos Aldao, Juan Heller, Carlos Muzzio Sáenz Peña y el propio José Luis Busaniche. Las traducciones fueron estudiadas como “un espacio de ejercicio” sobre la lengua propia, la cultura y la historia nacional y los traductores fueron caracterizados según la función que ejercieron sobre el texto original, visible en prólogos y notas a pie de página. Las intervenciones de Busaniche, por ejemplo, fueron consideradas como representativas de “una función de policía lingüística y cultural” que buscaba “presentar estos libros como un complemento de la historia nacional” y, a la vez, “poner en guardia a los lectores ante aquellos aspectos que deberán leer en perspectiva, con cautela o distancia crítica”.9 Olivia Correa Larios y Verónica del Carmen Murillo Gallegos, por su parte, indagaron en un estudio reciente la acción que ejercieron diversos “agentes paratraductores” sobre Life in México (1843) de Frances Calderón de la Barca, revelando “prácticas editoriales que van de la censura, a la polémica y al elogio” en las traducciones mexicanas de 1843-1844, 1920 y 1959, y en la edición española de 2007.10

Ahora bien, si recuperamos la propuesta de Antonio Castillo Gómez, podemos ubicarnos en una perspectiva más ambiciosa que la que identifica a la Historia de la Cultura Escrita con la historia de la cultura impresa.11 Incorporar al estudio de las obras traducidas el análisis de epistolarios intercambiados antes y después de su publicación permite acercarnos a una dinámica más amplia, tanto desde el punto de vista de los actores involucrados como de la periodización del problema en cuestión. En nuestro caso, estudiaremos la correspondencia intelectual de José Luis Busaniche y nos detendremos en las cartas cuyo objeto principal fue la traducción de literatura de viajeros, particularmente las que intercambió con Martiniano Leguizamón y Emilio Ravignani, historiadores de su país, y con el diplomático sueco Axel Paulin. Ellas giraron en torno a la preparación de las obras José Miguel Carrera (1941) de William Yates y Las provincias del Río de la Plata en 1816 (1949) de Jean Adam Graaner. La periodización propuesta (1934-1951) permite advertir las diversas funciones que adquirió la correspondencia y explorar la potencialidad de analizar a la escritura epistolar privada de Busaniche en interacción con su discurso público.

¿Qué tipo de motivaciones individuales y colectivas impulsaron la práctica de traducción? ¿Qué rol desempeñaron las traducciones en la propia trayectoria intelectual de Busaniche? ¿Cómo concibió su función de historiador-traductor? ¿Cuál fue el grado de recepción de sus traducciones en diferentes ámbitos? ¿Qué condiciones contextuales garantizaron la circulación de sus producciones? En las páginas que siguen se intentará dar respuesta a los interrogantes que articulan la investigación. En un primer momento presentaremos al autor a través de una nota biográfica; luego nos referiremos al contexto editorial de la primera mitad del siglo XX en Argentina y a la circulación de los relatos de viajes; en tercer lugar, haremos un análisis de la correspondencia intelectual de Busaniche y evaluaremos su función en la preparación de las traducciones de Yates y Graaner; en cuarto lugar, señalaremos el impacto que tuvo la práctica de traducción en su propia trayectoria intelectual y en el campo historiográfico. A modo de conclusión, resumiremos los alcances de la investigación.

2. Nota biográfica

José Luis Busaniche nació en Santa Fe, ciudad del interior de la Argentina, capital de su provincia homónima. Pertenecía a una importante familia vinculada a los asuntos políticos y culturales locales, interesada en la historia provincial.12 Durante su trayectoria intelectual escribió una considerable cantidad de artículos y libros históricos, compiló documentos, tradujo a diversos viajeros extranjeros que arribaron a América en el siglo XIX, dio clases en distintos niveles y participó de variadas instituciones culturales.

Para definirlo sus contemporáneos utilizaban expresiones como “erudito y de muy vastos conocimientos”, “historiador veracísimo”, “serio investigador”, “colector” con “conocimiento detallado de nuestra historia”, “investigador y diligente escritor”, entre otras.13 Pocos años después de su muerte en 1959, el historiador revisionista Fermín Chávez le dedicó una pequeña obra (1964) con considerables aportes desde el punto de vista de los datos biográficos, pero de menor riqueza a nivel interpretativo. En las décadas siguientes el atractivo por su figura se iría diluyendo hasta que en 2005 se produjo una reedición de su monumental Historia Argentina, la cual contó con un interesante estudio preliminar de Fernando Devoto. En los últimos años, han aparecido algunos artículos preocupados por aspectos particulares de su abundante obra.14

Aunque la producción específica sobre Busaniche sea escasa, debemos destacar que desde fines del siglo pasado se han fortalecido en Argentina los trabajos dedicados a las historiografías provinciales. Como apunta María Gabriela Quiñonez, estos estudios se refieren a “las nociones epistemológicas y metodológicas de quienes estudiaban el pasado, a los procesos de profesionalización, las relaciones de las elites provinciales con las representaciones del pasado nacional, […] los vínculos entre la política y la producción historiográfica”, así como también “las redes de sociabilidad intelectual y la circulación de textos y documentos, entre otros aspectos”.15 Al explorar el papel que desempeñó Busaniche en el campo historiográfico de la primera mitad del siglo XX buscamos contribuir a la bibliografía que considera a las provincias y las regiones argentinas como ámbitos ineludibles del proceso de profesionalización de la disciplina.

Alejandro Eujanian señala que, al menos hasta fines de la década de 1910, las cátedras universitarias de historia estaban a cargo de profesores que “independientemente de sus méritos intelectuales, no reflejaban la imagen del historiador científico y profesional que sostenía la nueva generación que comenzaría a reemplazarlos recién a partir de 1919”.16 Hombres formados en Derecho como Rómulo Carbia, Ricardo Levene y Emilio Ravignani, nacidos entre 1880 y 1900, se autoconcibieron como representantes de una Nueva Escuela Histórica (NEH) destinada a la construcción de un relato nacional científico, cuya objetividad estaría garantizada por el manejo crítico de documentos. Impulsaron la creación de centros de estudio como el Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) (1921) y también ocuparon espacios previos, como la tradicional Junta de Historia y Numismática Americana (JHNA) originada en 1893. Respecto al aporte de la generación de la NEH en la profesionalización de la disciplina, Alejandro Cattaruzza ha destacado que a través de “la creación de revistas especializadas, de la publicación de colecciones documentales, de la fundación, la dirección y la participación en institutos de investigaciones específicos, ampliaron la base material de la historia profesional”.17

Como indican María Silvia Leoni y María Gabriela Quiñonez, “la actitud de revisar el pasado local y la ‘tradición nacional’ que impuso la NEH desde Buenos Aires, se manifestó, en mayor o menor grado, en todas las provincias argentinas, a través de las obras de sus historiadores e intelectuales, situación que favoreció la formación de vínculos entre esos espacios”.18 Respecto a Santa Fe, María Gabriela Micheletti ubica en 1929 el inicio de una “Fase de institucionalización” de la historia en la provincia, con el establecimiento de una Filial de la JHNA en Rosario, que se extiende hasta 1947, momento de una “Fase de profesionalización” que tendría su origen en la creación de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Litoral, con la carrera de Historia en Rosario.19 Mariela Coudannes Aguirre, por su parte, examinó las condiciones de existencia de la historiografía santafesina entre 1935 y 1955 y concluyó que la discontinuidad en el funcionamiento de las instituciones y la escasez de apoyo económico estatal generaron un “retraso de la profesionalización historiográfica”.20

El caso de José Luis Busaniche se asemeja al de otros historiadores provincianos que tuvieron una importante vinculación institucional con los hombres de la NEH.21 El autor santafesino nació en 1892, cursó estudios en Derecho en la universidad de su provincia y obtuvo en 1919 su título como abogado.22 Desde la publicación de su primera obra histórica de importancia se dedicó a elogiar a representantes del grupo como Rómulo Carbia, a quien definía como “maestro de la nueva generación, autorizado por su saber y el rigor de sus disciplinas eruditas”.23 En 1929 se incorporó como miembro correspondiente por Santa Fe a la JHNA y fue designado profesor suplente de Historia Argentina en la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales (FCEyE) de Paraná -perteneciente entonces a la Universidad Nacional del Litoral (UNL)-, luego del dictamen favorable de un jurado que contó a Ravignani y a Levene entre sus miembros.24

Ya en la década de 1930 comenzó a compartir más espacios con los representantes de la NEH: publicó artículos en el Boletín del IIH25 dirigido por Emilio Ravignani y fue nombrado secretario de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos (CNMMLH)26 presidida por Ricardo Levene, hecho que motivó, en 1939, su establecimiento definitivo en Buenos Aires. También participó en la Sociedad de Historia Argentina27 y en la década de 1940 se incorporó como adjunto al cuerpo docente de la FFyL de la UBA.

Un aspecto clave de su trayectoria intelectual fue el manejo de idiomas extranjeros. Su dominio le permitió desempeñarse como docente en distintos niveles: entre 1924 y 1926 dictó Francés en el Colegio Nacional “Simón de Iriondo”, de la ciudad de Santa Fe, y en 1930 hizo lo propio en Paraná tras su designación interina en la FCEyE de la UNL. El interés de Busaniche por la literatura de viajeros se subsumió en su formación y admiración por la cultura europea occidental: él mismo visitó, durante la década de 1920, países como Italia, Francia, Bélgica, Portugal, España e Inglaterra. En uno de esos viajes conoció a la intelectual francesa Suzanne Barrier, con quien se casaría en 1935. Considerando el desempeño de su esposa como profesora de Historia y Literatura Francesa,28 no se puede descartar su posible colaboración en las traducciones llevadas adelante por Busaniche.

3. La literatura de viajeros y su contexto editorial en la Argentina de la primera mitad del siglo XX

Las ediciones en español de literatura de viajeros arribados a Sudamérica en los siglos anteriores tuvieron amplia difusión en Argentina durante la primera mitad del siglo XX. Este hecho, relativo al campo cultural se vinculó con un proceso social más amplio: el de alfabetización y, por lo tanto, de ampliación del público lector. En términos comparativos, el censo de población de 1914 mostraría un incremento del 250 % en la población alfabetizada, respecto al de 1895.29

Aquí conviene reponer dos experiencias tempranas e interesantes en cuanto a su extensión en el tiempo, la cantidad de títulos editados y su recepción. En 1901 el diario La Nación inició un ambicioso proyecto editorial: la colección “Biblioteca de la Nación”. Con una notable continuidad hasta 1920 editaría 875 títulos a “precios accesibles”, comercializados en kioscos y compuestos en su mayoría por libros traducidos, que incluían entre ellos la literatura de viajeros. La colección “marcó un hecho central en la historia de la traducción en Argentina y, por lo tanto, en la democratización del acceso a la cultura (hasta entonces solo la elite podía leer en los idiomas originales)”.30 Contemporánea a la “Biblioteca de la Nación” fue la concreción, en 1915, de un proyecto concebido en 1903 por el reconocido intelectual José Ingenieros: la creación de la colección “La Cultura Argentina”, conformada por obras baratas que comenzaron a venderse en “quioscos y cigarrerías o almacenes en los que se vendía la prensa diaria”.31 Hasta 1925, año en que se truncó la experiencia por la muerte de Ingenieros, editó al menos 132 títulos, entre ellos traducciones de ocho relatos de viajeros a la Argentina.

Si estas colecciones revelan la existencia, en el primer cuarto del siglo XX, de un mercado dirigido a un público más amplio, hacia la década de 1930 se viviría un salto cualitativo en la industria editorial del país. Había en Argentina una importante actividad cultural de españoles que tempranamente iniciaron sus editoriales, como Tor-fundada en 1916 por Juan Torrendel- y Claridad (1922) -obra de Antonio Zamorac-. Sin embargo, fue la coyuntura de la guerra civil española la que favoreció la expansión, ya que muchos exiliados elegirían a Argentina como destino y crearían editoriales hoy clásicas como Losada (1938), Sudamericana (1938) y Emecé (1939). La “época de oro de la industria editorial” se extendió hasta 1955 y “permitió no solo que el libro argentino dominara el mercado interno sino también la expansión de las editoriales argentinas hacia el mercado externo”.32

Las traducciones de relatos de viajeros encontrarían su lugar en el nuevo contexto: desde la década de 1940 pueden nombrarse los casos de las colecciones “Buen Aire”, de Emecé, que incluía este tipo de literatura entre su amplia variedad de títulos, y las más específicas “Colección de viajes, memorias y aventuras”, de Claridad, “Viajeros de las Américas”, de editorial Nova, y “Viajeros por América”, de Huarpes. A partir de la década de 1950, la colección “El Pasado Argentino”, dirigida por Gregorio Weinberg, se encargaría de la difusión de una gran cantidad de traducciones de viajeros, a través del sello Hachette.

El campo historiográfico no fue ajeno a este proceso relativo al mundo cultural y los historiadores y las instituciones historiográficas, en su medida, participaron de la traducción y edición de la literatura de viajes. Recordemos que los hombres de la NEH se encontraban realizando un notable “esfuerzo heurístico” que, en perspectiva, ha sido considerado como su mayor legado.33 La publicación de colecciones documentales requería de un gran esfuerzo previo de exhumación y selección y con los relatos de viajeros extranjeros se sumaba la dificultad adicional de la correcta traducción del original. Las editoriales podían encontrar en la literatura de viajes una serie de títulos destinados a su venta en un público general, pero las instituciones historiográficas las concebían como la provisión de insumos para una historia nacional de base objetiva. Apuntaban, de este modo, a un público específico, aquel que habitaba las universidades y sus centros de investigación. En 1923 el IIH publicó el primer tomo de lo que se proyectaba como una Colección de viajeros y memorias geográficas (1923), que incluyó la traducción de memorias de John Pullen y Lewis Pane por parte de Carlos Muzzio Sáenz-Peña. En la Advertencia, Ravignani indicó que el objetivo era “ofrecer la mayor suma de elementos necesarios a los estudiosos, para que cada uno pueda cultivar mejor su especialidad”.34 Sin embargo, la experiencia no sería continuada.

¿Cómo evaluar el involucramiento de Busaniche en la práctica de traducción de los relatos de viajes? Para Fontana y Román recién en la década de 1950, cuando fue convocado a ser parte de la colección “El Pasado Argentino” de Hachette, su tarea de traducción “halló un marco que la contenía y la convertía en un proyecto editorial; marco que otorgaba además una dimensión más amplia a las intervenciones previas, dispersas e individuales”.35 Desde nuestro punto de vista, es la etapa previa la que requiere mayor atención, ya que la correspondencia intelectual que intercambió Busaniche entre 1934 y 1951 revela el despliegue de una serie de acciones que, antes que “dispersas” e “individuales”, fueron persistentes e involucraron a distintos actores del campo cultural tanto nacional como transnacional. Nuestra hipótesis es que en el cruce de su discurso público con el privado se revela su mirada respecto al rol que debía desempeñar la historia profesional -las instituciones y los historiadores- en la práctica de traducción de los relatos de viajes. A partir de la experiencia de Busaniche buscamos exponer el leve impacto de las instituciones historiográficas en el proceso de traducción y edición de los relatos de viajes durante la primera mitad del siglo XX.

4. Un largo camino hacia la edición del José Miguel Carrera (1941) de William Yates. Las cartas de Busaniche a Leguizamón y Ravignani

Martiniano Leguizamón (1858-1935) fue un destacado historiador entrerriano que participó activamente de la JHNA. En su carácter de miembro de la institución presentó en 1915 un proyecto para sumar a ella a una mayor cantidad de historiadores provinciales, dominada entonces por miembros de la elite intelectual de Buenos Aires. Su propuesta fue aprobada y una “ola de incorporaciones” fue aún más notoria cuando desarrolló su gestión como presidente, entre los años 1923 y 1927.36 El origen provinciano y la pertenencia institucional parecen haber sido los motores que favorecieron el vínculo intelectual entre Leguizamón y Busaniche. Revisando el epistolario entre ambos, encontramos que en mayo de 1934 el historiador santafesino le envió una carta a su par entrerriano detallando los pormenores de una traducción que, según calculaba, sería publicada a fin de año:

Yo estoy traduciendo el relato de este irlandés del que publicaron “extractos” que no sé hasta donde merecen el nombre de tales -en la Revista Histórica de Montevideo, año 1913. La traducción es de don Luis L. Domínguez y suprime todo lo que se le antoja, no comprendiendo por otra parte sino algunos episodios del año 20 y casi nada del año 21, que es lo que reviste mayor interés. Los tales “extractos” ya habían sido publicados en la Revista Nacional y sin embargo se dieron por inéditos, por afirmación de Groussac y del Director de la Biblioteca de Santiago de Chile. Yo traduzco la última campaña de Carrera hasta su muerte, es decir, desde el momento que se separa de López y se interna en el desierto. Hago una traducción fiel en lo posible, sin omitir ni callar nada… ¡Y hay tantas cosas interesantes, empezando por la vida y costumbre de los indios! Para fin de año podrá estar impreso y creo que lo dará el Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas.37

Distintos elementos pueden extraerse de la epístola citada. En primer lugar, la jerarquización del material sobre el que trabajaba. Como historiador, juzgaba al original de William Yates -oficial irlandés que había combatido en las filas de los ejércitos comandados por el revolucionario chileno José Miguel Carrera- como un documento cualitativamente más importante que los meros “extractos” que de él habían sido traducidos y publicados por Domínguez. En segundo lugar, su auto figuración como traductor que operaba sobre un doble movimiento, un tanto ambiguo: juzgar aquello que revestía interés y tenía que distinguirse de lo superficial -la preferencia por las observaciones de Yates sobre el año 1821-, a la vez que evitar el silenciamiento del autor que traducía. Esa parte de la memoria de viaje era la que para Busaniche aportaba conocimiento, por ejemplo, sobre aspectos sociales y culturales de un grupo particular, al que definía genéricamente como “los indios”. Por último, la esperanza de publicación a través del IIH, una de las instituciones historiográficas más importantes del país. La idea de “traducción fiel”, esbozada en la carta anterior, vuelve a aparecer en otra que le envía Busaniche a Leguizamón unos meses después. Desde su perspectiva, la traducción de documentos históricos escritos en lengua extranjera debía ser en extremo cuidadosa, por lo cual solicitaba ayuda a su corresponsal, considerado un referente en el conocimiento de las tradiciones y costumbres del país.38

¿Qué acepción tiene entre nosotros la palabra potrero, antes de que se introdujera el alambrado? ¿Se llamó así a las ensenadas de palo a pique? Yo solo he conocido los potreros alambrados, pero al traducir a Yates, -de cuyo trabajo ya le hablé- me encontré con que el señor Domínguez traducía la palabra inglesa yards por potreros. Yo traduje corrales […] Después he pensado, ¿no llamarían potrero a las ensenadas o a los corrales antiguamente? Desconfío de los diccionarios argentinos o de argentinismos y prefiero estar a su autorizada opinión.39

No contamos con las respuestas de Leguizamón y su voz la recogemos indirectamente, a través de Busaniche. Las palabras del entrerriano, según parece, habrían confirmado el “correcto” procedimiento en la traducción de su colega: “Sus informes sobre las cuestiones que le sometía, me confirman en mi opinión: fue un yerro de Domínguez el traducir yard por potrero. La traducción de Yates se la mandé a [Emilio] Ravignani y debe salir en el Boletín del Instituto”.40 En la misma epístola Busaniche se preocupaba por comprobar la veracidad de los hechos narrados por el testigo extranjero, razón por la cual volvía a apelar a la autoridad de Leguizamón: “Me parece que el irlandés fantasea en algunas cosas relativas a los indios, entre los cuales pasaron un mes con Carrera y es una lástima porque el relato tiene animación e interés. Asegura, por ejemplo, que los araucanos adoraban al sol […] Si usted supiera algo al respecto, le agradecería”.41 Vemos, entonces, que para Busaniche la práctica de traducir significaba más que la conversión de un documento escrito originalmente en inglés a uno en español: su formación de historiador académico lo impulsaba a intentar, a la vez, la comprobación de los hechos narrados por el viajero extranjero.

Las cartas con Martiniano Leguizamón incluyen referencias que nos introducen al epistolario que intercambió Busaniche con Emilio Ravignani, de quien conviene hacer algunas observaciones que lo presenten. Nacido en Buenos Aires, en 1886, se trata de una referencia ineludible en la historia institucional de la NEH: entre 1921 y 1946 estuvo a cargo de la dirección del IIH y en 1931 fue designado miembro de número de la JHNA. No solo fue historiador, también se destacó como político y autoridad universitaria, por lo que los vínculos que tuvieron estas tres funciones durante la primera mitad del siglo XX pueden comprenderse a través del estudio de su trayectoria.42 Además de compartir la cercanía generacional, la formación como abogados y ciertas pertenencias institucionales, Busaniche y Ravignani concordaban en un discurso histórico de valoración de los caudillos provinciales de la primera mitad del siglo XIX y eran afines a la Unión Cívica Radical,43 partido político mayoritario hasta la irrupción del peronismo.

Volviendo a la traducción del relato de Yates, el epistolario con Ravignani muestra que las probabilidades de que Busaniche viera publicado su trabajo a fin de 1934 -según le había confiado a Leguizamón- comenzaban a estancarse: “Recibí oportunamente el tomo de Viageros y memorias geográficas y he visto como se hace la distribución del texto español e inglés en esas ediciones. Desearía saber si para antes de enero yo podría dejar listas las pruebas del trabajo porque pienso ausentarme durante las vacaciones, y el trabajo de corrección será un poco largo”.44 Los plazos parecían alargarse porque Busaniche proyectaba una edición erudita, con apoyo del IIH, que -probablemente por sugerencia de Ravignani- debía ajustarse al modelo de la Colección de viajeros publicada en 1923. El final de la carta concluía con el pedido de un favor a Ravignani, lo que demostraba la existencia de una motivación extra para Busaniche, en su desempeño como traductor:

Me permito solicitarle un pequeño servicio de otro orden: la institución Mitre ha establecido un premio para un concurso sobre las memorias de Viageros posteriores a la revolución como fuente histórica. Son dos mil pesos… y vale la pena de intentar el esfuerzo, pero me han confundido si es hasta marzo de 1935 o 1936. Yo no quisiera dirigirme a la misma Institución. ¿Quiere usted hacerme el obsequio de averiguarlo desde el Instituto, de la manera que le sea más cómoda y comunicármelo después? Le estimaré mucho este favor.

El aliciente económico se presenta como un elemento más que Busaniche consideraba a la hora de emprender un proceso de traducción y refleja a la vez la visión que las instituciones relacionadas con el ámbito historiográfico le asignaban a la traducción de la literatura de viajes: se trataba de producir fuentes históricas, documentos que debían contribuir al conocimiento del pasado americano. El “pequeño servicio” solicitado puede mostrar tanto la confianza de Busaniche con Ravignani, así como la confirmación de un tipo de correspondencia equivalente a la que se intercambiaba por entonces entre intelectuales de otros países: contiene “testimonios de una relación desigual, es decir, de dependencia de un correspondiente respecto del otro”.45 Aunque participaran en instituciones comunes, Busaniche no ocupaba en ellas las posiciones más importantes. De hecho, fue Ravignani quien facilitó a través de su influencia la inserción institucional de Busaniche en dos episodios claves de su trayectoria. Junto a Ricardo Levene, Enrique Udaondo y otros miembros de la CNMMLH apoyó la designación del santafesino como secretario de ésta. Además, Ravignani impulsó desde su cargo de decano de la FFyL de la UBA la elección directa de Busaniche como adjunto a cargo de la cátedra de Historia Argentina en 1942, justificada por una ordenanza de 1933 que habilitaba a nombramientos sin pruebas de competencia cuando al candidato propuesto lo avalase la experiencia en la docencia y el ámbito público.46

Durante 1935 el camino de traducción a William Yates continúa para Busaniche. Su correspondencia nos permite advertir que aquellas palabras del año anterior en las que le había manifestado a Leguizamón su intención de no “omitir ni callar nada”, no se correspondían con la operación que estaba llevando adelante sobre el original. Así lo notamos en la siguiente carta a Ravignani:

Antes de empezar a traducir la primera parte, le mando esas muestras de algunos pasajes para que los lea con detención y me diga si cree que pueden publicarse. Yo creo que su inclusión sería motivo de críticas, no solo por las imputaciones que se hacen a San Martín, sino por las falsedades históricas que contienen […] Tal vez fuera conveniente suprimir esos pasajes, empezar con la intervención de Carrera en las guerras civiles y pasar por alto el relato de la sublevación de San Luis.47

Busaniche no estaba dispuesto a traducir aquellos fragmentos que, según entendía, incluían “falsedades históricas” acerca de San Martín. Existía sobre esta figura particular un amplio consenso en Argentina: era considerado como un prócer nacional, héroe y libertador de América. Para el historiador santafesino, se agregaba el valor de su negativa, en 1819, a la orden dada por el Directorio para reprimir a los caudillos federales. Esto ya lo había expresado en Estanislao López y el federalismo del litoral y la veneración sanmartiniana se haría más evidente en sus obras posteriores San Martín visto por sus contemporáneos (1942) y San Martín vivo (1950). Los fragmentos de Yates sobre la política represiva que San Martín había aplicado contra los hermanos Carrera se le presentaron a Busaniche como una molestia, por lo que consultaba a Ravignani sobre la pertinencia de “pasarlos por alto”.

La tarea de traducir requería la inversión de una importante cantidad de tiempo. Cierto alivio parece traslucirse cuando Busaniche, en septiembre de 1935, le comunica a Ravignani: “He terminado de traducir el libro de la señora Beck Bernard Cinco años en la Confederación Argentina 1857-1862 y ya están los originales en la imprenta. Con esto quedo más descansado para terminar a Yates”.48 La obra en cuestión sería editada ese mismo año, por lo que no viene mal traer a colación un fragmento de una reseña escrita por el bibliófilo Domingo Buonocore en la revista Universidad de la UNL, para acercarnos a la recepción que tuvieron, en el ámbito público, sus traducciones:

Por definición no puede ser buen traductor el que no interpreta y para interpretar con acierto se necesita poseer sentido literario, dominio del idioma ajeno y propio y conocimiento de la materia objeto de la traducción. José Luis Busaniche une armoniosamente a su firme y disciplinada vocación de historiógrafo las condiciones ideales del traductor auténtico [...] La obra está ilustrada con diversas fotografías de la época pertenecientes a una colección del doctor Clementino Paredes y el texto de esta adicionado con oportunas notas del traductor que contribuyen a facilitar su inteligencia y a rectificar algunos errores de la autora.49

Ahora bien, la ansiada edición de su traducción de William Yates, por parte del IIH, no se concretaría. La próxima carta de la que disponemos, en relación al asunto, es del año 1940 y expresa un tono más bien frío por parte de Busaniche, quien reclama los originales enviados con anterioridad a Ravignani: “Como ha pasado tanto tiempo desde que entregué mi traducción de Yates y tengo ahora interés en publicarla y la oportunidad de hacerlo por mi cuenta, me permito solicitarle la devolución de los originales”.50

Lo cierto es que, luego de idas y vueltas, la traducción fue publicada en 1941 con el sello editorial de Ferrari Hnos (Buenos Aires), el mismo que había editado su traducción de Lina Beck-Bernard. En las primeras páginas de la introducción se explayó sobre la versión existente de las memorias de Yates -la Memoria sobre la guerra civil en las Provincias Argentinas en tiempo de las montoneras de Ramírez y Carrera, 1820-1821 (1888) traducida por Luis L. Domínguez y difundida en 1913 por la Revista Histórica de Montevideo- y luego dio paso a la justificación de su mediación como historiador-traductor, en los siguientes términos:

A mí me ha tocado como anotador de Yates rectificar numerosos pasajes de la Memoria que escribió cegado por el fanatismo partidista e ignorando la conexión verdadera de los sucesos políticos y militares de la época. Pero me ha guiado, sobre todo, el propósito de acercarme a la verdad histórica por la verificación exacta de los hechos; y también, debo decirlo, el deseo de que este documento sea conocido dentro de un marco de crítica severa y no echado a rodar de un día para otro por editores inescrupulosos que, a favor del elemento humano y pintoresco del relato, puedan difundir graves errores que afectan a la historia de dos países hermanos.51

En la cita se condensan diversos elementos que refieren al contexto de producción. Busaniche expresa que el rol que debía desempeñar el historiador- traductor era el de la búsqueda de la verdad histórica a partir de la rectificación y verificación de los hechos presentados en el documento original y alude a la participación de “editores inescrupulosos” en la difusión de los relatos de viajes de un modo que confirma una característica central de la historia profesional en Argentina: su “debilidad del monopolio interpretativo del pasado”, “o directamente su ausencia”.52 Tengamos en cuenta que, a la hora de preparar sus títulos de viajeros, las editoriales podían valerse -y lo hacían- no solo de historiadores profesionales sino también de juristas, periodistas y escritores que dominaran los idiomas extranjeros. Busaniche intentaba con su “crítica severa” distinguir a su trabajo intelectual de aquellas traducciones que circulaban en ámbitos más amplios por intervención de actores ajenos a la comunidad historiográfica.

Por otro lado, su decisión de omitir las imputaciones de Yates a San Martín, expresada en las cartas con Ravignani, era presentada indirectamente en la introducción: “cuando al error de hecho ha ido mezclada la diatriba soez, hemos preferido suprimir el párrafo, tratándose siempre de cosas que nada enseñan ni a nadie pueden interesar, antes bien chocan el sentimiento argentino y americano”.53 Esta práctica por parte de un historiador profesional no era una particularidad del autor santafesino, ya que en aquel contexto la “actitud patriótica o nacional” no era juzgada como “un obstáculo para alcanzar la objetividad”.54

En definitiva, podemos preguntarnos por aquello que nos aporta el análisis de la correspondencia que Busaniche intercambió con Leguizamón y Ravignani respecto a la traducción y edición de la obra José Miguel Carrera, de William Yates. El aspecto más sobresaliente es el intervalo temporal entre la preparación del original y su edición: desde 1934 Busaniche aparece esperanzado en publicar el trabajo a través del IIH, aunque finalmente salió siete años después y bajo otro sello editorial. El disgusto por la distancia entre los objetivos originales y el resultado final no sería manifestado por Busaniche, quien más allá de cierto reproche en la carta enviada a Ravignani en 1940 seguía cuidándose por mantener una relación que le aportaba beneficios en su trayectoria profesional. También vimos que las cartas le permitieron resolver dudas puntuales sobre el significado de ciertos términos y sobre el grado de veracidad de las observaciones del propio Yates -esto, especialmente, en su intercambio con Leguizamón-, y que esbozó en ellas cuestiones que serían recuperadas, luego, en el prólogo de la obra (las críticas a la traducción de Domínguez y las alusiones a la búsqueda de la verdad histórica). Siguiendo a Lucila Pagliai y su síntesis de los aportes de la crítica genética al análisis de la escritura epistolar como proceso y como producto, podemos sostener que la correspondencia cumplió la función de “borrador y ensayo del discurso público” y también desplegó la posibilidad del “comentario y actualización de discursos ajenos”.55

5. Traducción transnacional en la edición de Las provincias del Río de la Plata en 1816 (1949) de Jean Adam Graaner. Las cartas entre Busaniche y Paulin

Axel Paulin nació en Estocolmo en 1877 y se dedicó durante su trayectoria política e intelectual a la diplomacia. Participó en las embajadas suecas de distintos países latinoamericanos, incluyendo un rol como Encargado de Negocios de Buenos Aires en cuatro períodos: 1911, 1925-1926, 1928-1931 y 1932-1933. Se preocupó por las intervenciones históricas de Suecia en América y con su conocimiento de distintos idiomas manejó documentos con la heurística “propia de un crítico erudito”, otorgándole a su producción intelectual sobre las relaciones diplomáticas un enfoque institucional.56 Tres parecen haber sido, entonces, los elementos que lo conectaban al historiador argentino: el poliglotismo, el interés por la historia y la valoración de la traducción como una forma de vinculación entre países.

El epistolario entre Busaniche y Paulin permite saber que, al menos desde mediados de 1947, se encontraban involucrados en un intercambio intelectual dedicado a la traducción de los papeles del agente sueco Jean Adam Graaner. Se trataba de un personaje histórico misterioso, testigo de la independencia argentina y autor en 1817 de un informe de su viaje por América dirigido al príncipe heredero Bernadotte. Así comienza la primera carta hallada de Busaniche a Paulin:

He traducido ya las dos terceras partes del informe de Graaner y en veinte días más estará terminado el trabajo. El Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras lo publicará en un volumen muy bien impreso. Así lo he arreglado con el Director Señor Sierra. Tengo a disposición de Ud. copia de la carta que dirigí al Instituto con ese motivo, y de la contestación.57

Observemos que vuelve a aparecer la referencia al IIH, ahora dirigido por Vicente Sierra -historiador que a causa de su nacionalismo militante había comenzado a ocupar cargos más relevantes luego del golpe de Estado de 1943.58 Busaniche señalaba a Paulin la existencia de una carta59 que probaría el acuerdo de publicación, anhelando una vez más que el sello de la institución pudiera darle mayor visibilidad, en el mundo académico, a su trabajo de traducción. Vicente Sierra ocuparía la dirección unos pocos meses y luego tomaría su cargo Diego Luis Molinari -por entonces senador nacional-. Durante su gestión el IIH entraría en crisis: como constatan Fernando Devoto y Nora Pagano, dejaría de aparecer el Boletín, habría una menor cantidad de actividades y una paralización de las tareas de relevamiento y edición.60 En el epistolario con Axel Paulin veremos cómo Busaniche fue testigo y, a la vez, se autopercibió como víctima de esa crisis. En una carta de junio de 1947, producido ya el cambio de dirección, transformaba la seguridad respecto a la edición en cautela:

El Dr. Molinari se encuentra ahora al frente del Instituto de Investigaciones Históricas, pero como es Senador y anda en misiones diplomáticas (mañana sale en gira por Sud-América) no he podido verlo para mostrarle la traducción y el prólogo suyo. Pero espero que ratificará lo resuelto ya por la Dirección anterior para la impresión del informe de Graaner en folleto como otras publicaciones del Instituto.61

Además de lo apuntado respecto a los acuerdos con el IIH, se manifiesta en la carta otro aspecto: Paulin le ha enviado el prólogo de la obra, lo que indica una producción cultural desarrollada en conjunto. Ambas cuestiones aparecen conectadas en la epístola siguiente:

A propósito: Ud. no me nombra en el prólogo como traductor […] Sería quizás prudente que Ud. dijera que yo me ofrecí a traducir espontáneamente el documento atribuyéndole todo el valor que tiene. También así no aparecemos ignorándonos el uno al otro.

Veo que Ud. conoce al Dr. Molinari desde hace ya tiempo; sería conveniente que le escribiera unas líneas al Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, para decirle a él lo que me dijo Ud. a mí sobre Graaner en la carta anterior y hacerle presente que espera la publicación del informe por el Instituto y que yo así se lo he comunicado. Yo no he podido ver todavía a Molinari que anda muy ocupado con la política.62

La cuestión del prestigio se conecta, en este caso, a su propio nombre: la omisión en el prólogo le restaría valor a su trabajo de traducción y a su autoridad en la materia. Además, es evidente la desconfianza de Busaniche hacia Molinari: las reiteradas referencias a su ocupación en la política aparecen como una incomodidad para quien había decidido poner al quehacer historiográfico por encima de cualquier otra actividad pública.

A diferencia de la correspondencia analizada en el apartado anterior, en este caso sí contamos con algunas cartas de su interlocutor. La primera es de julio de aquel año 1947 y reproducimos una parte importante de ella porque da cuenta de los acuerdos que necesitaban establecer en la preparación del original:

Por lo que refiere a su observación bien acertada sobre la omisión de mencionar la colaboración suya en mi prólogo debo explicar esta falta a mi suposición bien justificada que -modestia aparte- iba a aparecer como promotor e iniciador de la publicación de [la] obra, al mismo tiempo que me presenta al círculo de los leedores [lectores] eventuales, siendo mi contribución de hecho limitada al haber puesto a su disposición “la materia prima”.

Me había imaginado que la introducción suya podría haber sido redactada por ejemplo de la siguiente forma:

Una casualidad me hizo, hace unos meses, entrar en relaciones con el ministro Paulin, entonces de visita en Buenos Aires de Suecia, en donde reside actualmente, gozando de su otium después de una larga carrera diplomática con muchos años de residencia en la Argentina y otros países sudamericanos, dedicándose actualmente al [a los] estudios concernientes [a] las relaciones entre su país y las ex colonias españolas durante el siglo próximo pasado. Conversando sobre esta materia me hizo conocer un manuscrito, encontrado recientemente por él en el archivo privado de la familia real en Estocolmo y hasta ahora completamente desconocido por los historiadores. Este manuscrito, que tiene como autor un oficial sueco, un tal mayor Juan Adan Graaner, datado en 1819, y contiene un informe a Bernadotte, a la sazón príncipe heredero de Suecia, sobre los acontecimientos en el Plata durante los primeros años de la emancipación del ex virreinato. La obra llamó mi atención por su interés, además que tenía su origen en un extranjero, inteligente, excelente observador, muy instruido y con vastas relaciones en los círculos políticos, sociales y militares en nuestro país.

Sugerí al Señor Paulin la idea de hacer conocer su contenido al público argentino a la cual proposición accedió gustosamente, dejando a mi entera libertad la forma de eligir [elegir] la forma más conveniente para su publicación, etc.63

Paulin también jugaba su prestigio en el ámbito público argentino, ya que luego de varios años de trabajo diplomático en el país quería dejar en claro su legado: el material histórico original fue puesto a disponibilidad por su gestión, a partir del vínculo que tenía con la familia real. El diplomático sueco buscaba convenir con Busaniche una introducción que valorase tanto su propia actuación como la de Graaner, es decir, concebía este aporte como un servicio de Suecia hacia la Argentina y entendía que el rol de Busaniche era facilitarlo a través de una erudita traducción al español. Al cotejar la introducción que aparecería en la edición final, vemos que hay cierta depuración por parte del historiador, pero la estructura narrativa se conserva:

Una feliz coincidencia, me puso en relación -hace ahora dos años- con el señor Axel Paulin, diplomático sueco, hombre informado y culto, aficionado a cosas americanas. Se empeñaba por entonces el señor Paulin en descubrir, escondido en algún museo del Estado o en colecciones particulares, un cuadro antiguo del Congreso de Tucumán, donde se hallaría la vera effigies del capitán sueco Jean Adam Graaner, huésped de la referida ciudad en 1816 y agente secreto u oficioso de Bernadotte. Invocaba para ello datos que creía fidedignos. Hube de convencer al diplomático de que sus referencias no podían ser exactas porque la escasa iconografía del Congreso era toda ella casi reciente y de poco valor.

Pero con ese motivo, el señor Paulin me dio muy sugestivas referencias sobre el capitán Graaner, e hizo alusión a un documento de que tenía copia, existente en los archivos de Estocolmo. Era un informe de Graaner a Bernadotte, escrito en 1817, después de una permanencia de un año en el Río de la Plata. No oculté mi interés, y el señor Paulin tuvo la gentileza, de ofrecerme personalmente, un día más tarde, el despacho de su compatriota.64

Volviendo a 1947 podemos reconstruir, con bastante detalle, la frustrada negociación con el IIH. El historiador argentino experimentaba la sensación de un año que corría mientras la ilusión de publicación comenzaba a truncarse y, en el mes de agosto, insistía en la necesidad de que fuera el propio Paulin quien destrabase la situación con Molinari:

Nada me dice usted de la sugerencia que le hice de escribir a Molinari interesándose por la publicación del trabajo. Yo tenía la promesa escrita del Director anterior, Señor Sierra, que leyó el trabajo y se mostró interesado por su publicación. Pero el Señor Sierra salió, ahora está Molinari en el Instituto y yo no sé si estará de acuerdo con lo dispuesto por su antecesor. Ver a Molinari ahora se hace difícil porque anda en grandes actividades políticas y va poco por el Instituto. Por eso yo había pensado que unas líneas suyas serían muy oportunas y asegurarían la publicación. Escrita la carta de Ud. yo entregaría el texto de mi traducción con el prólogo suyo y todo marcharía sur de roulettes. De lo contrario temo que este hombre -de carácter un poco raro- ponga inconvenientes.65

La edición de la traducción a través del IIH, anhelo de Busaniche, respondía también a cuestiones de otro orden: era vista por el historiador como amparo frente a posibles competidores. Según se desprende de la siguiente carta, Paulin había dialogado con otros diplomáticos latinoamericanos acerca de la existencia y disponibilidad de los papeles de Graaner:

Lo que ha ocurrido con el Ministro del Uruguay no me satisface, por cierto, y puede traernos un disgusto, porque si el gobierno uruguayo hace traducir el informe y lo publica, habré trabajado en vano. Por eso creo prudente que usted haga saber por escrito al señor Ministro del Uruguay que el informe ha sido traducido en B. Aires y que lo publicará una institución oficial. Estimo que con esto nos pondríamos a cubierto de una sorpresa.66

Busaniche entregó a mediados de 1947 los originales de la traducción. Sin embargo, su aspiración de legitimar sus esfuerzos a través del IIH no prosperó. Al igual que en el caso de la traducción de Yates, la resolución sería por el mecanismo del financiamiento individual. Transcurrido un año, en septiembre de 1948 le escribe a Paulin:

La Dirección del Instituto de Investigaciones Históricas no me acusó recibo siquiera y hace pocos días he retirado los originales que ahora están en mi poder. En mis conversaciones con algunos libreros amigos, especialistas en publicaciones americanas, he llegado a la conclusión de que podrían venderse mil ejemplares de la traducción impresa, con lo que se rescataría el costo de la edición, a pesar de que los trabajos de imprenta se pagan ahora a precios exorbitantes. En estas condiciones yo arriesgaría una cantidad de dinero, haciendo de editor, y un librero amigo quedaría encargado de la distribución en el país. La edición sería de mil ejemplares. Hágame saber su opinión y autoríceme si está conforme, para dar a la imprenta los originales.67

Paulin excusaría a Molinari, felicitaría la iniciativa de Busaniche y agradecería su gesto: “Probablemente Molinari por causa de sus ausencias prolongadas y ocupaciones políticas no ha sido ni siquiera informado de la situación […] Estimo sumamente que Vd. se animaría a tomar a su cargo la publicación de la obra sobre Graaner”.68 El historiador, decidido a concretar la publicación, le pediría una colaboración final antes de llevar los originales a la imprenta:

Dice usted en su prólogo que Graaner presenció la declaración de la independencia argentina y que ha dejado en su diario una entusiasta descripción. Esta descripción interesaría mucho de manera que me permito pedirle a usted que la traduzca del sueco al castellano y me la mande para ponerla en un apéndice […] estas otras páginas que le pido, si usted me las mandara, irían, como le digo, en un Apéndice y con la advertencia de que han sido traducidas por usted del sueco.69

Paulin remitiría esos últimos papeles traducidos a Busaniche y la publicación de Las provincias del Río de la Plata en 1816. Informe dirigido al príncipe Bernadotte tendría lugar en 1949. Aun cuando lo hiciera de modo indirecto, Busaniche dejaba en claro su desencanto con el IIH, que nuevamente le había dado la espalda. Así lo expresaba en la introducción de la obra:

Creímos con mi nuevo amigo que alguna institución oficial acogería esos papeles para ofrecerlos, revestidos de seria indumentaria, al público lector. Pero no pudo ser así. De ahí que aparezcan ahora en ropaje común, transformados en pequeño volumen, para correr el albur de otras publicaciones impresas, en los estantes de las librerías.70

El uso del plural “creímos”, si nos guiamos por la correspondencia intercambiada, escondía una posición personal y que reconocía antecedentes en el proceso de traducción de Yates. La frustración del autor santafesino parecía responder a su visión más amplia del problema: las instituciones historiográficas no se ocupaban del lugar que, según entendía, les correspondía en la difusión de la literatura de viajeros. Si recordamos que en la introducción a José Miguel Carrera había expresado la necesidad de una “crítica severa” que contrastara la acción de “editores inescrupulosos” que “echaban a rodar” los relatos de viajeros “de un día para otro”, no es difícil encontrar un eco en la “seria indumentaria” que debía distinguirse del “ropaje común”.

Al igual que en el caso de Yates, la publicación del escrito de Graaner consistía en una traducción mediada por el discurso histórico del traductor. Busaniche buscaba “disipar el posible escrúpulo de algunos lectores de buena fe, ante apreciaciones críticas, un tanto acerbas, del militar sueco”, exculpándolo por haberlas tomado “del mismo ambiente rioplatense”,71 a la vez que las discutía y corregía en las diversas y abundantes notas a pie de página. De estas últimas destacaban aquellas en las que el historiador argentino defendía la memoria del caudillo oriental José Gervasio Artigas, caracterizado negativamente por el militar sueco: “Todas estas afirmaciones vulgares sobre Artigas son denuestos vulgares de sus enemigos, que Graaner recogió en Buenos Aires y consigna en su informe sin someterlos a ningún examen. Artigas nunca fue desterrado de Montevideo ni anduvo entre los charrúas”.72

Nuestras fuentes de análisis para este apartado -la correspondencia entre Busaniche y Paulin- nos ofrecen detalles del proceso de circulación transnacional de la obra édita. Luego de comunicarle la novedad de publicación a su interlocutor, el historiador se mostraría entusiasmado frente a la posibilidad de que Las provincias del Río de la Plata en 1816 llegara a manos de figuras importantes de la política y la cultura sueca:

No soy en este caso más que un simple traductor, pero si Ud. lo cree pertinente, tendría mucho gusto en dedicar los ejemplares que Ud. me indicara, a personalidades suecas que pudieran interesarse por la obra y a los diarios de Estocolmo. Aunque hay escasez de papel, imprimirán diez ejemplares en papel algo mejor que el ordinario de la edición. Excusaría decirle que uno será para Ud. y otro para el Príncipe.73

Paulin recibió agradecido la noticia y facilitó a su interlocutor un listado de nombres e instituciones a las que debía llegar el producto: el Príncipe Guillermo (según el diplomático muy interesado por “el asunto Graaner” e “intermedio para conseguir el original de la Biblioteca de su Padre, el Rey”), el Doctor R. Svanström (“la principal casa editora en Suecia”), la Biblioteca del Rey, la Biblioteca Real de la Biblioteca Nacional, el Instituto Ibero-Americano en Gotemburgo, el Archivo Real de Suecia (Kungl. Riksrkivet) y la Asociación Sueco-Argentina en Estocolmo; en Buenos Aires debía llegar a la Legación Sueca, al Instituto Cultural Sueco- Argentino, la Asociación Sueca en la Argentina y a un particular, el “Señor Fritz Brander, Cónsul General de Suecia en Baires y al mismo tiempo el más importante hombre de comercio (además millonario) de mi nacionalidad en Baires”; por último, correspondía enviar un ejemplar a otros diplomáticos del continente como el ministro en Uruguay Eduardo de Arteaga -recordemos que se había interesado por gestionar él mismo una traducción en su país- y el diplomático chileno Alberto Cruchaga Ossa, “por haberse ocupado de Graaner en un artículo”.74

Busaniche se encargaría de preparar el envío siguiendo la recomendación de Paulin. En una de las cartas relativas al asunto escribiría unas interesantes líneas en relación a su identidad provincial: “Está hecha la dedicatoria para el Ministro del Uruguay y espero que me tendrá muy en cuenta las notitas en que defiendo a don José Artigas de las hablillas que recogió Graaner en Buenos Aires… Yo soy de Santa Fe y nunca he tenido prejuicios contra Artigas”.75 A los pocos meses, se ocupaba de informar al diplomático sueco sobre la recepción que estaba teniendo la obra en Argentina y le adjuntaba una carta de Mariano de Vedia y Mitre, miembro de número de la Academia Nacional de la Historia (denominación que a partir de 1938 había adquirido la anterior JHNA). Las palabras de este “historiador argentino muy autorizado y hombre de letras” -según la terminología usada por el propio Busaniche- eran elogiosas de la traducción de Graaner y expresaban la posibilidad de una circulación en el ámbito más amplio de la enseñanza:

Créame que su obra no quedará relegada a los estantes de las librerías. Tal vez Ud. no haya tenido ni remotamente en mira al hacer la traducción que ella podría ser útil para el estudio de los nuevos programas de historia argentina en la enseñanza secundaria en cuanto versan sobre la evolución de la cultura y por lo tanto de la evolución de la sociedad argentina en su formación histórica.76

No es difícil advertir la buena relación que habían entablado Busaniche y Paulin. En 1950 -un año después de la publicación del trabajo que emprendieron en conjunto- el interés por la literatura de viajeros siguió motorizando el intercambio epistolar entre ambos intelectuales. Para Busaniche, la experiencia con el manuscrito de Jean Adam Graaner era una prueba de lo que aún faltaba por conocer y traducir:

Casualmente en estos días estuve releyendo uno de los libros del venezolano Villanueva sobre historia diplomática sudamericana, muy anti argentinos, muy mal elaborados y muy mal escritos, pero que contienen documentos de interés, extraídos de archivos europeos. Uno de esos libros que se llama “La Santa Alianza”, como podría llamarse cualquier otra cosa, dice así en la página 96: “En marzo de 1824 llegó a Bogotá Mr. Severino Lorich, cónsul general de Suecia en Nueva York, quien, de orden de su gobierno, iba a negociar el establecimiento de relaciones comerciales entre su país y Colombia, ofreciendo tratar a este como nación independiente. ¿Llevó, acaso, el encargo secreto de su rey Bernadotte, de ofrecer el establecimiento de una monarquía en Colombia, al igual de lo que intentara en Buenos Aires y Chile en 1818? No lo sabemos. La cuestión no podrá determinarse sino cuando se estudien los archivos diplomáticos de Estocolmo en lo concerniente a los asuntos hispanoamericanos, estudio que está implorando una mano caritativa que nos revele más de un secreto de la Historia de América allí depositado. Yo no pude menos de recordarlo a usted.77 Busaniche consideraba que aún quedaba trabajo por hacer y en una epístola del año siguiente manifestaba que “el asunto Graaner” podía orientar futuras investigaciones:

En el libro “Visto, oído y recordado. Recuerdos de mi vida diplomática” del Dr. Daniel García Mansilla, Embajador argentino jubilado, a quien ha de conocer V. sin duda, se hace una referencia al libro de Graaner que he copiado y que adjunto a esta carta. El libro de García Mansilla, que me ha obsequiado el autor, contiene muchas cosas que pueden interesarle a V. como diplomático. La mención que se hace de Graaner vendría a confirmar lo que V. me dice en su carta de 26 de enero: “El asunto de Graaner no ha terminado todavía…etc.”.78

Más allá de estas palabras, no surgiría una nueva iniciativa de publicación en conjunto. Quizás la distancia, el desgaste de la experiencia anterior y los momentos disímiles de sus trayectorias puedan considerarse como factores explicativos. Las alusiones al proceso de circulación de Las provincias del Río de la Plata en 1816 concluirían en 1951, fecha en que finaliza nuestro período de estudio.

Es momento de sintetizar, entonces, cuáles fueron las funciones que desempeñó la correspondencia entre Busaniche y Paulin. La extensión y el contenido de las diversas cartas que analizamos pueden considerarse como ante texto de la obra ya que gran parte del contenido intercambiado de forma privada se expresará, luego, en el trabajo édito -sobre todo en la “Advertencia del traductor” incluida como presentación-. Retomando las aproximaciones metodológicas de Lucila Pagliai, también aquí notamos la función de “borrador y ensayo del discurso público” y de “comentario y actualización de discursos ajenos” -visibles en las menciones a distintos historiadores e intelectuales-, elementos ya vislumbrados en las cartas que en los años anteriores le había enviado Busaniche a Leguizamón y Ravignani. Lo novedoso en las epístolas intercambiadas con el diplomático sueco sería la identificación de la escritura epistolar “como paideia: qué tiene que hacer el destinatario, a quién tiene que ver, cómo tiene que hablarle y para qué, qué conviene decir y callar, etc.”.79 Esto último fue evidente en las constantes indicaciones del historiador santafesino hacia su destinatario cuando intentaba conseguir el aval de Diego Luis Molinari para publicar la traducción con el auspicio del IIH y viceversa cuando el diplomático sueco le sugería a Busaniche cómo debía escribir la presentación del trabajo.

6. El impacto historiográfico de las traducciones de José Luis Busaniche

Evaluar el impacto de las traducciones al español de relatos de viajes realizadas por José Luis Busaniche es posible a través de dos vías. Por un lado, considerar la importancia que tuvo la práctica de traducción en su propia trayectoria intelectual. Por otro lado, examinar su efecto en el campo historiográfico.

Entre 1935 y 1957 se publicaron las siguientes traducciones de Busaniche: Cinco años en la Confederación Argentina. 1857-1862 de Lina Beck Bernard (1935), Viaje a caballo por las provincias argentinas, 1847 de William Mac Cann (1939), José Miguel Carrera de William Yates (1941), Viajes por América del Sur. Río de la Plata, 1821 de Alexander Caldcleugh (1943), Cartas de Sudamérica. Andanzas por el litoral argentino, 1815-1816 de los hermanos J.P y G.P. Robertson (1946), Buenos Aires y Montevideo en 1850 de Xavier Marmier (1948), Las provincias del Río de la Plata en 1816 de Jean Adam Graaner (1949), Viaje al Plata en 1861 de Thomas Woodbine Hinchliff (1955), Viajes por Buenos Aires, Entre Ríos y la Banda Oriental, 1826-1827 de J.A.B. Beaumont (1957) y La escuadra anglofrancesa en el Paraná, 1846 de Lauchlan Bellingham Mackinnon (1957). A nivel cuantitativo, la mitad de los libros publicados por Busaniche corresponde a sus traducciones de literatura de viajeros y, aunque sus esfuerzos orientados a vehicular su trabajo intelectual a través de instituciones historiográficas no alcanzaron a concretarse, sí encontró muchas casas editoriales que favorecieron su circulación: entre ellas El Ateneo, Ferrari Hermanos, Nova, Emecé y Hachette.

A nivel cualitativo, el autor santafesino utilizó traducciones propias y ajenas como fuentes históricas de conocimiento. En su obra más importante y voluminosa, la póstuma Historia Argentina80 (1965), se valió para la descripción de sucesos políticos, diplomáticos, sociales y culturales de los relatos de Beck-Bernard, Yates, Graaner, Beaumont y Hinchliff, entre otros, así como de los aportes traductológicos del oriental Samuel A. Lafone Quevedo, quien dio a conocer en español las obras Viaje al río de la Plata (1903) de Ulrich Schmidel y la Descripción de la Patagonia (1911) de Thomas Falkner.

Respecto a la recepción de las traducciones de Busaniche en el campo historiográfico, hemos visto que sus obras fueron reseñadas en revistas culturales y periódicos; además, el estudio de su correspondencia intelectual nos mostró que sus producciones llegaron a manos de historiadores académicos, diplomáticos, políticos e instituciones más amplias del campo cultural, no solo de Argentina, sino también de Suecia. Pero, por otro lado, podemos comprobar que Busaniche trascendió al período en que le tocó actuar: aquellas traducciones no quedaron en el olvido y, actualmente, constituyen un insumo para la producción historiográfica en el país. Autores como Beatriz Bragoni, Dora Barrancos, Jaime Peire e Ignacio Zubizarreta, entre otros, han citado diversas traducciones de Busaniche como fuentes que contribuyeron a sustentar sus trabajos.81 Al advertir que las mismas se recuperan, generalmente, para describir algún hecho particular visto desde la perspectiva de un viajero extranjero, creemos que el legado de Busaniche fue acorde al de su generación: a través de sus traducciones, aumentó el corpus documental disponible para la investigación histórica.

7. Conclusiones

En el presente trabajo, centrado en la práctica de traducción de José Luis Busaniche y en la información que nos aporta su correspondencia intelectual (1934 - 1951), intentamos reponer las condiciones que hicieron posible la producción de ediciones en español de relatos de viajeros extranjeros. Para responder a los interrogantes que estructuraron la investigación abordamos el contexto de la primera mitad del siglo XX, atendiendo a factores sociales, editoriales, intelectuales e historiográficos.

La viabilidad de la empresa de traducción fue posible por una serie de circunstancias que confluyeron en aquel período: la ampliación del público lector ligada a una mayor alfabetización; el inicio de colecciones editoriales de bajo costo destinadas a satisfacer las necesidades de un mercado más amplio; el auge de la industria editorial argentina favorecido, en parte, por la coyuntura conflictiva de la guerra civil española. También las instituciones historiográficas, dedicadas entonces a la ampliación de la base material de la historia profesional, buscaron intervenir sobre el proceso de difusión de los relatos de viajeros, pero sus alcances fueron modestos.

Junto a estos elementos constitutivos de un marco más amplio, intervinieron aquellos de orden personal: es decir, las propias destrezas y motivaciones de Busaniche. Su dominio del inglés y el francés, que ya le había permitido tomar cátedras de idiomas en diferentes instituciones de enseñanza, le permitió auto figurarse como historiador-traductor. El cruce de su discurso público -los prólogos y notas a pie de página de sus traducciones editadas- con el privado -el que prevalece en las cartas que intercambió con los historiadores argentinos Martiniano Leguizamón y Emilio Ravignani y con el diplomático sueco Axel Paulin- revela su constante preocupación por realizar traducciones eruditas, buscando distinguir su práctica de la de aquellos editores dedicados a vender la literatura de viajes como un género más, sin detenerse en el análisis del discurso histórico de sus autores.

De allí sus constantes gestiones destinadas a obtener el aval del IIH de la FFyL, reconocido en el mundo de los historiadores argentinos. Esto lo advertimos tanto en el proceso de traducción del José Miguel Carrera de William Yates, iniciado al menos en 1934 pero publicado siete años después, como en Las provincias del Río de la Plata en 1816 de Jean Adam Graaner, que entre preparación y edición (1949) llevó como mínimo dos años. La motivación de Busaniche se anclaba en un antecedente concreto: la institución había dado inicio, en 1923, a una Colección de viajeros y memorias geográficas. Sin embargo, el proyecto no prosperó más allá de la edición de ese primer volumen y Busaniche no logró obtener el apoyo para que sus traducciones se vistieran -según sus palabras- de “seria indumentaria” y debió agenciar por su cuenta la edición de ambos trabajos.

Las frustraciones que Busaniche manifestó en sus cartas exponen cuestiones relativas a un proceso más amplio: desde nuestro punto de vista, el de la debilidad de las instituciones historiográficas en la producción de traducciones de literatura de viajeros extranjeros durante la primera mitad del siglo XX. La historia profesional debió competir con un abanico de editoriales que podían convocar para la concreción de sus colecciones a juristas, diplomáticos y escritores, en general, que dominaran idiomas extranjeros. Ellas se interesaban por difundir los relatos de viajeros entre un público amplio, mientras las instituciones historiográficas se dedicaban a evaluar la veracidad del contenido histórico para otorgar un insumo a los especialistas de la disciplina.

Ahora bien, ya marcados los límites contextuales de la práctica de traducción de Busaniche, no podemos dejar de exponer, a la vez, sus alcances. El autor santafesino pudo vincularse con personalidades e instituciones distinguidas y logró que sus obras circularan a través de redes transnacionales. Su trabajo fue reconocido en el ámbito público, como lo demuestran las reseñas en revistas culturales, y luego de constantes años de producción e intercambio intelectual fue convocado por la editorial Hachette para formar parte de la colección “El Pasado Argentino”. Más importante aún es que Busaniche dejó con sus traducciones un legado documental que hoy nutre, en tanto fuentes históricas, a diversas investigaciones producidas en el ámbito académico.

En definitiva, las dinámicas traductológicas e historiográficas de la primera mitad del siglo XX se presentan como un fértil campo disciplinar que aún resta explotar. La escritura como práctica social y sus diversas expresiones -públicas y privadas- como objeto de investigación, pueden nutrir a la historia de la historiografía, la historia intelectual y la historia cultural. Nuestro trabajo sobre la práctica de traducción de literatura de viajeros, a partir del abordaje de documentos epistolares, se fortalecerá con el diálogo que propicien las futuras investigaciones.

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* El artículo es producto de la investigación realizada para su tesis doctoral titulada “El historiador José Luis Busaniche y su obra. Su aporte a la producción, discusión y circulación del saber histórico en Argentina (1925-1959)”, la cual es financiada a través de una beca interna doctoral por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina. La dirección y codirección de la beca CONICET están a cargo de las doctoras María Gabriela Micheletti y Liliana Brezzo, respectivamente.

1 Domingo Buonocore, “Viaje a caballo por las provincias argentinas, por William Mc Cann. Traducción de José Luis Busaniche. Buenos Aires, 1939”, en Universidad, 5 (1939): 269-271.

2“Cinco años en la Confederación Argentina”, Caras y caretas, 7 de marzo de 1936.

3Estas valoraciones pueden advertirse en las siguientes reseñas de Domingo Buonocore. “Cinco años en la Confederación Argentina, por Lina Beck-Bernard. Traducción, prólogo y notas por José Luis Busaniche. Buenos Aires, El Ateneo, 1935”, en Universidad, 3 (1937): 226-228; “José Miguel Carrera, por William Yates. 1820-1821. Traducción, prólogo y notas de José Luis Busaniche, 1 vol. de 160. Buenos Aires, 1941”, en Universidad, 11 (1942): 218-219.

4Antonio Castillo Gómez, “¿Qué escritura para qué historia?”, en Castillo Gómez, Antonio (Ed.), Culturas del escrito en el mundo occidental. Del Renacimiento a la Contemporaneidad (Madrid: Casa de Velázquez, 2015) 9.

5Armando Petrucci, La ciencia de la escritura. Primera lección de paleografía (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina, 2002) 8.

6Jorge Myers, “El epistolario como conversación humanista: la correspondencia intelectual entre Alfonso Reyes y Genaro Estrada (1916-1939)”, en Políticas de la memoria, 15 (2014-2015): 53-69.

7María Gabriela Micheletti, “Entre la tradición liberal y la revisión histórica. La construcción del pasado argentino a partir de la correspondencia privada del historiador David Peña (1862-1930)”, en Historiografías, 16 (2018): 57-75.

8Liliana M Brezzo, “Cartas prodigiosas. Juan E. O´Leary y los entresijos de la edición de sus relatos históricos sobre la Guerra del Paraguay (1919-1929)”, en Páginas, 11, 25 (2019): 1-18.

9Patricio Fontana, y Claudia Román, “Libros en movimiento. Ediciones, traducciones y colecciones de viajeros ingleses a la Argentina”, en Orbis Tertius, 16, 17 (2011): 8-10.

10Correa Larios, Olivia y Murillo Gallegos, Verónica del Carmen. “Paratextos de la traducción al español de Life in México de Frances Calderón de la Barca: (para) traducir la propia identidad”, en Trabalhos em Lingüística Aplicada, 59, 2 (2020): 928-929.

11Castillo 16.

12Era sobrino de Ramón Lassaga, considerado uno de los primeros historiadores santafesinos -publicó en 1881 una reconocida biografía sobre el caudillo Estanislao López- y hermano del también historiador Julio Antonio Busaniche, quien se distinguiría como rector de la Universidad Provincial y luego como diputado nacional. José Carmelo Busaniche, sobrino de José Luis, sería otro de los miembros de la familia que continuaría el interés por cultivar estudios y discursos sobre el pasado de su país.

13Los adjetivos que utilizaron sus contemporáneos para calificarlo los encontramos en notas periodísticas, reseñas y prólogos de la época escritos por José Torralvo, Eduardo del Saz y Rafael Alberto Arrieta, entre otros.

14Sobre las obras referidas, véanse Fermín Chávez, José Luis Busaniche (Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1964) y Fernando Devoto, “Estudio Preliminar”, en Busaniche, José Luis, Historia Argentina (Buenos Aires: Taurus, 2005). Respecto a los artículos que exploran alguna obra puntual de su extensa bibliografía pueden verse: María Gabriela Micheletti, “Santa Fe en la representación de sus historiadores: el ‘eje histórico’ de la nación argentina”, en Brezzo, Liliana, Micheletti, María Gabriela, Molina, Eugenia (eds.). Escribir la nación en las provincias (Buenos Aires: IDEHESI, 2013); Renzo Sanfilippo, “Historiadores santafesinos, liberales y vindicadores: dos miradas sobre Estanislao López. Una perspectiva comparada”, en Historia Regional, vol. 31, núm. 38, ISP N°3 Villa Constitución, 2018.

15María Gabriela Quiñonez, “Prólogo. Hacia una historia de la historiografía regional en la Argentina”, en Teresa Suarez, y Sonia Tedeschi, (comp.), Historiografía y sociedad. Discursos, instituciones, identidades (Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 2009) 15-16.

16Alejandro Eujanian, “Método, objetividad y estilo en el proceso de institucionalización, 1910-1920”, en Cattaruzza, Alejandro y Eujanian, Alejandro, Políticas de la historia. Argentina 1860-1960 (Buenos Aires: Alianza, 2003) 73.

17Alejandro Cattaruzza, Los usos del pasado. La historia y la política argentinas en discusión, 1910-1945 (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2007) 147.

18María Silvia Leoni, y María Gabriela Quiñonez, “Articulaciones y tensiones en torno a la conformación del campo historiográfico argentino en la primera mitad del siglo XX”, en Revista Expedicoes: Teoria da Historia e Historiografia, 8, 1 (2017): 2.

19María Gabriela Micheletti, Historiadores e historias escritas en entresiglos. Sociabilidades y representaciones del pasado santafesino, 1881-1907 (Buenos Aires: Lumiere, 2013) 34.

20Mariela Coudannes Aguirre, “¿Profesionales o políticos de la historia? La historiografía santafesina entre 1935 y 1955”, en Suarez, Teresa y Tedeschi, Sonia (comp.), Historiografía y sociedad. Discursos, instituciones, identidades (Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 2009) 59.

21A modo de ejemplo puede señalarse el caso del historiador correntino Hernán Félix Gómez. Véase María Silvia Leoni, “Corrientes en el contexto regional: una perspectiva desde la historiografía correntina”, en Primeras Jornadas de Historia Regional Comparada, Porto Alegre, 2000, 4.

22En el marco de la “Reforma Universitaria” se nacionalizó en 1919 la Universidad Provincial de Santa Fe, dando origen a la Universidad Nacional del Litoral.

23José Luis Busaniche, Estanislao López y el federalismo del litoral (Santa Fe: Cattaneo, 1926) 24.

24Véase Ricardo Ibarlucía, “Luis Juan Guerrero en la Facultad de Paraná: renovación filosófica y pedagogía moderna (1929-1930)”, en Tópicos, 35 (2018).

25José Luis Busaniche, “El bloqueo francés de 1838 y la misión Cullen”, en Boletín del IIH, vol. 12, núm. 58-60, tomo 17, FFyL de la UBA, 1933-1934 y Busaniche, José Luis. “La misión de Manuel Leiva en Corrientes (septiembre, 1938). Un informe interceptado”, en Boletín del IIH, 16, 73-76, tomo 22, FFyL de la UBA, 1937-1938.

26Fue creada por un decreto del presidente Roberto Ortiz el 28 de abril de 1938, con el objeto de custodiar el “patrimonio moral de la nación” y de custodiar las “reliquias” del pasado argentino. Ver: Blasco, María Élida. “De objetos a ‘patrimonio moral de la nación’. Prácticas asociadas al funcionamiento de los museos históricos en la Argentina de las décadas de 1920 y 1930”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2012.

27Esta institución fue fundada en 1931. Organizó su estructura de forma similar a la JHNA y fue integrada por personas de diferentes generaciones y universos intelectuales. Ver: Devoto, Fernando y Pagano, Nora. Historia de la historiografía argentina (Buenos Aires: Sudamericana, 2009) 174 - 175.

28Chávez 128.

29Leandro De Sagastizábal, María Olives, y Luciana Rabinovich, Historia de la lectura en Argentina (Buenos Aires: CONABIP, 2016) 8.

30Sagastizábal, Olives y Rabinovich 8.

31Alcaide, Elisa Luque. “Estudio e índice de la colección ‘La Cultura Argentina’ (1915-1925)”, por Auza, Néstor Tomás y Trenti Rocamora, José Luis, en Anuario de Historia de la Iglesia, vol. 7, Navarra, 1998, 528.

32Gerhardt, Federico. “Exiliados en la ‘edad de oro’. Redes y políticas culturales del exilio gallego en el campo editorial argentino de la década del cuarenta: publicaciones periódicas, colecciones y editoriales”, en Revista Eletronica, 19 (2015): 73-74.

33Devoto y Pagano 196.

34Ravignani, Emilio. “Advertencia”, en Muzio Sáenz Peña, Carlos (versión castellana), Colección de viajeros y memorias geográficas (Buenos Aires: IIH, 1923) 17.

35Fontana y Román 10.

36María Gabriela Micheletti, “Blasones intelectuales, lecturas regionales, derivas nacionales. Aportes santafesinos a la historiografía académica argentina (1893-1938)”, en Anuario de Estudios Americanos, 70, 1 (2013): 235-237.

37Miguel Ángel Andreetto, “La correspondencia de Martiniano Leguizamón: segunda parte”, en Investigaciones y Ensayos 40, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1990. Carta de José Luis Busaniche, Santa Fe, a Martiniano Leguizamón, Buenos Aires, 10/05/1934, 484-485.

38La referencia al gaucho y las tradiciones del país es una constante en la obra de Martiniano Leguizamón, conformada por poesías, obras de teatro, novelas, ensayos y contribuciones históricas y literarias diversas.

39Miguel Ángel Andreetto, La correspondencia …, Carta de José Luis Busaniche, Santa Fe, a Martiniano Leguizamón, Buenos Aires, 22/09/1934, 486-487.

40Miguel Ángel Andreetto, La correspondencia …, Carta de José Luis Busaniche, Santa Fe, a Martiniano Leguizamón, Buenos Aires, 25/09/1934, 487.

41Andreetto 487.

42Pablo Buchbinder, “Entre la historia, la política y las aulas: reflexiones sobre la trayectoria de Emilio Ravignani”, en PolHis, 13, 25 (2020): 49.

43Dentro de las diversas expresiones que confluían en el radicalismo de la época, Busaniche y Ravignani coincidieron en el “antipersonalismo” opositor a Hipólito Yrigoyen. Para una reconstrucción del clima político que permita pensar sus trayectorias, se recomienda: Mauro, Diego. Reformismo liberal y política de masas. Demócratas progresistas y radicales en Santa Fe (1921-1937) (Rosario: Prohistoria, 2013) y Buchbinder 44-72.

44Archivo Documental del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (AD Inst. Dr. E. Ravignani), Correspondencia (Carta de José Luis Busaniche, Santa Fe, a Emilio Ravignani, Buenos Aires, 16/10/1934).

45Armando Petrucci, Escribir cartas. Una historia milenaria (Buenos Aires: Ampersand, 2018) 179.

46Los datos relativos a la CNMMLH han sido obtenidos de una memoria institucional, escrita por el ex Vocal Secretario de la institución Oscar Di Masi -quien se desempeñó en ella entre 2002 y 2013-, compartida a mi persona en 2019 por la Licenciada Marcela Asprella, parte del equipo técnico de la Comisión. Respecto a la designación de Busaniche como adjunto, se ha trabajado con la siguiente fuente: Archivo Histórico de la Universidad de Buenos Aires (AHUBA), Fondo Rectorado, Copia duplicada Acta sesión Consejo Directivo de octubre 7/942, N° 4719, Año 1942.

47AD Inst. Dr. E. Ravignani, Correspondencia (Carta de José Luis Busaniche, Paraná, a Emilio Ravignani, Buenos Aires, 30/05/1935).

48AD Inst. Dr. E. Ravignani, Correspondencia (Carta de José Luis Busaniche, Paraná, a Emilio Ravignani, Buenos Aires, 18/09/1935).

49Buonocore 226-228.

50AD Inst. Dr. E. Ravignani, Correspondencia (Carta de José Luis Busaniche, Olivos, a Emilio Ravignani, Buenos Aires, 10/10/1940).

51José Luis Busaniche, “Introducción”, en Yates, William. José Miguel Carrera (1820-1821). Traducción, prólogo y notas por José Luis Busaniche (Buenos Aires: Ferrari Hnos, 1941) 11.

52Alejandro Cattaruzza, “El pasado como problema político” en Anuario IHES, 32, 2 (2017): 64.

53Busaniche, Introducción…, 10-11.

54Cattaruzza, El pasado…, 63.

55Pagliai, Lucila. “Reflexiones teórico-metodológicas. Génesis textual y pragmática del discurso epistolar”, en Políticas de la memoria, núm. 14, Buenos Aires, Anuario de Investigación del CEDINCI, verano 2013- 2014, 15-16.

56María Clara Medina, “Imaginando a Chile desde Suecia. Comentarios a la heurística e historiografía sueca sobre un viajero en el Chile de la independencia”, en Castro, A. et al, (eds). Desde Chile a Suecia. Caminos culturales por Latinoamérica y Europa (Suecia: Universidad de Gotemburgo, 2018), pp. 35-36.

57Archivo Nacional Sueco (ANS), Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 04/06/1947).

58Devoto y Pagano 260-261.

59No hemos encontrado dicha carta. Al no existir una institución que haya conservado el archivo personal de José Luis Busaniche -que debe haber existido porque Chávez lo cita en su biografía-, su correspondencia se encuentra dispersa en distintos archivos institucionales y familiares.

60Devoto y Pagano 190.

61ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, Buenos Aires, 26/06/1947).

62ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 16/07/1947).

63ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de Axel Paulin, Estocolmo, a José Luis Busaniche, Buenos Aires, 24/07/1947).

64José Luis Busaniche, “Advertencia del traductor”, en Graaner, Jean Adam, Las provincias del Río de la Plata en 1816. Informe dirigido al príncipe Bernadotte. Prólogo de Axel Paulin. Traducción y notas de José Luis Busaniche (Buenos Aires: El Ateneo, 1949). Disponible en: http://www.argentinahistorica.com.ar/intro_libros.php?tema=58&doc=81

65ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 6/08/1947).

66ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 2/10/1947).

67ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 21/09/1948).

68ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de Axel Paulin, Estocolmo, a José Luis Busaniche, Buenos Aires, 4/10/1948).

69ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 23/10/1948).

70Busaniche, Advertencia del traductor…

71Busaniche, Advertencia del traductor…

72Graaner, Jean Adam, Op. Cit., notas a pie de página 2 y 3 del traductor en el apartado “Guerra de los portugueses contra Montevideo y el general Artigas”.

73ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 09/04/1949).

74ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de Axel Paulin, Estocolmo, a José Luis Busaniche, Buenos Aires, 17/04/1949).

75ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de Axel Paulin, Estocolmo, a José Luis Busaniche, Buenos Aires, 05/05/1949).

76ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de Mariano de Vedia y Mitre a José Luis Busaniche, Buenos Aires, 04/06/1949, adjuntada en carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 14 de julio de 1949).

77ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 07/02/1950).

78ANS, Ministro Axel Paulin 1810-1957, Serie 4ta, vol. 5, Caja 2 (Carta de José Luis Busaniche, Buenos Aires, a Axel Paulin, Estocolmo, 24/05/1951).

79Pagliai 16.

80José Luis Busaniche, Historia Argentina (Buenos Aires: Solar Hachette, 1965). Fue reimpresa en 1969, 1973, 1975, 1976, 1979, 1982, 1984 y reeditada en 2005, por Taurus, con estudio preliminar de Fernando Devoto.

81Las traducciones de Busaniche aparecen citadas en los siguientes trabajos de los autores nombrados: Barrancos, Dora. Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos (Buenos Aires: Penguin Random House Grupo Editorial Argentina, 2012); Bragoni, Beatriz. San Martín. Una biografía política del libertador (Buenos Aires: Edhasa, 2019); Peire, Jaime. Actores, representaciones e imaginarios: homenaje a Francois-Xavier Guerra (Buenos Aires: Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2007); Zubizarreta, Ignacio. Unitarios: historia de la facción política que diseñó la Argentina moderna (Buenos Aires: Penguin Random House Grupo Editorial Argentina, 2014).

Referencia bibliográfica para citar este artículo: Sanfilippo, Renzo. “La traducción de literatura de viajeros en la correspondencia intelectual de José Luis Busaniche (1934 - 1951)”. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras 27.1 (2022): 93-124.

Recibido: 28 de Noviembre de 2020; Aprobado: 28 de Febrero de 2021

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