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Anuario de Historia Regional y de las Fronteras

Print version ISSN 0122-2066

Anu.hist.reg.front. vol.28 no.1 Bucaramanga Jan./June 2023  Epub Dec 16, 2022

https://doi.org/10.18273/revanu.v28n1-2023005 

Artículos

Organización y condiciones de vida obrera en Ibagué, década de 1930

Organization and conditions of the working class in Ibagué, 1930s

Organização e condições de vida da classe trabalhadora em Ibagué, 1930

Jency Katerine Díaz-Martínez* 
http://orcid.org/0000-0001-5013-1007

* Estudiante de Doctorado en Historia, de la Universidad Industrial de Santander. Magíster en Territorio, Conflicto y Cultura. Código ORCID: 0000-0001-5013-1007. Correo electrónico: jkaterinediaz@ut.edu.co


Resumen

Tras la crisis de 1929 y su impacto a nivel global, la evolución de los sectores económicos trajo consigo cambios originados en las relaciones sociales de producción que no fueron ajenos a lo que ocurría a nivel local, por lo que dichos cambios, entre otros tantos del contexto económico social, se pueden identificar en la clase obrera en Ibagué (Colombia) en la década de 1930. El objetivo de esta investigación es visibilizar la experiencia de clase y su relación con el proceso de industrialización, los cambios en los medios de producción y la intervención del Estado. Para ello, se indica de manera general el decurso de la clase obrera, a través de la comprensión histórica del obrerismo como sector social desde el análisis de una cantidad considerable de fuentes primarias, que visibilizan la regulación laboral, las condiciones en los procesos de trabajo, la consolidación sindical, algunas formas de control que atañen al mundo laboral y social de los trabajadores, así como algunos procesos de producción.

Palabras clave: clase obrera; historia social; relaciones laborales; Ibagué (Colombia); Historia siglo XX

Abstract

After the 1929 crisis and its global impact, the evolution of the economic sectors brought about changes in the social relations of production that were not unrelated to what was happening at the local level. The above-mentioned changes were experienced by the working class in Ibagué (Colombia) during the 1930s in the social-economic context. This research aims to make visible the experience of this class and its relationship with the industrialization process, the changes in the means of production, and state intervention. For this purpose, it presents an overview of the path of the working class through the historical understanding of the labor movement as a social sector. This analysis is based on a considerable number of primary sources, which make visible labor regulations, the conditions in the work processes, union consolidation, some forms of control that concern the labor and social world of the workers, as well as some production processes.

Keywords: Working Class; Social History; Labour Relations; Ibagué (Colombia); 20th Century History

Resumo

Após a crise de 1929 e seu impacto global, a evolução dos setores econômicos trouxe consigo mudanças nas relações sociais de produção que não eram alheias ao que estava acontecendo ao nível local. Durante os anos 30, estas mudanças e muitas outras do contexto econômico-social podem ser identificadas na classe trabalhadora em Ibagué, na Colômbia. Esta pesquisa visa tornar visível a experiência desta classe e sua relação com o processo de industrialização, mudanças nos meios de produção e intervenção estatal. Por esta razão, é dada uma visão geral da classe trabalhadora por meio de uma compreensão histórica do movimento trabalhista como setor social. Esta análise é baseada em uma considerável quantidade de fontes primárias, que tornam visível a regulamentação do trabalho, as condições nos processos de trabalho, a consolidação sindical, algumas formas de controle que dizem respeito ao mundo laboral e social dos trabalhadores, assim como alguns processos de produção.

Palavras chave: Classe Trabalhadora; História Social; Relações Laborais; Ibagué (Colômbia); história do século XX

1. Introducción

La historia económica y social de la clase obrera en Colombia ha sido estudiada desde diferentes ámbitos disciplinares. Sin embargo, existen importantes vacíos, como el de las historias regionales y locales. A partir de este preámbulo, se establece el interés en el estudio de la clase obrera en la ciudad de Ibagué, ciudad intermedia de Colombia, en la que hacían presencia obreros y peones diferenciados por sus características de clase. Además de esclarecer cómo se transformaron las relaciones sociales de producción en la clase obrera en Ibagué durante la década de 1930, bajo el insumo teórico de Carlos Marx, Mauricio Archila, Edward Palmer Thompson y Michael Foucault, se elabora el análisis, buscando dar cuenta de los mecanismos de cambio en las relaciones sociales de producción. Por ello, se buscó responder a las preguntas: ¿Qué caracterizó la regulación laboral en Ibagué en la década de 1930?, ¿hubo alguna relación entre las condiciones en los procesos de trabajo, los procesos de organización y el contexto social obrero?, ¿cuáles fueron los mecanismos de intervención o dominación de la vida obrera?

2. Economía y contexto obrero

Al finalizar la década de 1920 el lugar que ocupaba Ibagué en la economía del país se delimitó en la producción agrícola y en el surgimiento de sectores productivos urbanos.1 A medida que se desarrolla el proceso de industrialización que sobrevino en la década de 1930,2 la economía colombiana se vio afectada por la crisis económica de 1929, cuyos efectos se prologarían por lo menos por el decenio siguiente. A esto se añade, que en la década de 1930, económicamente hubo una fuerte dependencia de los mercados internacionales, junto al impacto por las alzas en algunos precios y la poca evolución salarial; además, se hace notoria, la necesidad del Estado por intervenir en algunos sectores económicos.3

Al mismo tiempo, el impacto de esta intervención en la economía regional necesariamente se refleja en el sector cafetero, en evidencia a los intentos por regular la oferta del grano y sus precios, apoyado en el establecimiento de acuerdos internacionales y al manejo de impuestos.4 Acerca de esto, el Grupo de Estudios del Crecimiento Económico Colombiano, apoyados en los estudios de Miguel Urrutia enuncia, “los años treinta fueron de auge de la inversión extranjera en minería aurífera y de un consecuente cambio técnico”.5 A consecuencia de esto, se fortalece la competitividad minera con soporte en la tecnología, favoreciendo una mayor producción. Algo parecido ocurre en el renglón de los alimentos también favorecido con el proteccionismo, como lo demuestra Ocampo y Montenegro a través del análisis de las reformas arancelarias y el aumento en alimentos sustitutivos de importaciones;6 el cual demostró para el caso del Tolima, que la apuesta agropecuaria coincidía con los cambios que en este renglón se presentaron como se evidencia en el impulso a la construcción de ingenios para la producción de la industria azucarera.

Desde el inicio de los años veinte, el gobierno invirtió grandes sumas de dinero para desarrollar el sistema de transportes y la industria nacional,7 mitigar el impacto de las crisis económicas8 y hacerle frente al problema de la cuestión social mediante la generación de empleo. Al reanudar ahora el ámbito departamental, queda comprobada la apuesta en el Tolima por impulsar el sector agropecuario desde el sector de inversión,9 el cual se fortalecía en el marco de un proceso de expansión capitalista que recién se originaba. Al margen de esto, se hace imperativa la necesidad de dilucidar la experiencia de clase en el cuerpo obrero, dados los cambios económicos, políticos y sociales por los que atravesaba el departamento.

Para empezar, en Ibagué la primera crisis no coartó la existencia de algunas industrias, por el contrario surgieron pequeñas fábricas, un ejemplo de esto es la empresa de tintas para el acabado del calzado, que funcionó en una granja a corta distancia del perímetro urbano, establecida en 1932 por los industriales españoles Juan Serra Cuadros y Juan Rovira. Con la creación de estas fábricas, se observa la necesidad de contar con adecuadas y suficientes redes de transportes, pues las materias primas se obtenían de la misma ciudad de Ibagué, pero otras de ciudades como Cali y Bogotá. Así, el artículo ya elaborado, lo vendían en las plazas de la misma ciudad y en las de Armenia, Pereira, Manizales y Popayán.10 Igualmente en el caso del laboratorio con maquinaria moderna del señor Julio Delgado que inició producción en 1935, cuyas materias primas fueron nacionales e importadas desde Alemania y Francia.11 Al respecto, el análisis del sector del transporte sirve de indicativo para conocer el estado de la economía de un país, además cumple un papel importante en los procesos de globalización y competitividad. En efecto, el sector del transporte en Colombia, pese a denotar numerosas dificultades tras la consolidación como república y a lo largo del siglo XX, es clave para que la economía nacional logre insertarse en diferentes mercados mundiales y logre funcionalidad en el sistema de comercio internacional.

Alrededor del año 1933 la orientación del Estado era seguir fortaleciendo la agricultura, la industria y el comercio, desde su función administrativa sorteando nuevas necesidades en el contexto del trabajo; es decir, maniobrar la gestión de dirección junto a la economía y la inversión de capital, asimismo, controlar y proveer la fuerza de trabajo.12 Elementos que confluyen en la dirección de las limitaciones de la clase obrera como se verá más adelante. Por otra parte, cabe resaltar que, la producción agropecuaria marcó la ruta económica del departamento, en la que sobresalen los municipios de Espinal, Líbano, Armero, Ambalema e Ibagué.13

Según Ocampo y Montenegro “el desarrollo económico en los años treinta fue relativamente exitoso, no solo en términos de crecimiento, uno de los más altos de América latina en la época, sino, ante todo, por las importantes transformaciones institucionales y estructurales del Estado y de la economía”;14 igualmente en la década, las condiciones fueron favorables para la expansión de algunos sectores que antes se habían quedado rezagados en especial el sector primario y posteriormente, a partir de 1934 la expansión económica se centró en el sector secundario.15 Después de esto, el panorama económico del departamento del Tolima, con las condiciones de la economía ya mencionadas, estuvo supeditado en parte al mercado internacional pero también al mercado interno. En este sentido, en 1940 la Cámara de Comercio de Ibagué destacaba la recuperación de los precios del café, la normalidad en los municipios mineros del Tolima, el impulso en la construcción de carreteras, además, revelaba que no se había tenido ningún problema de orden social, mientras que los obreros se ocupaban en oportunidades laborales como trabajos de carreteras, recolección de café, minería y agricultura.16

En esta línea, se agrega que el pago por los jornales en la década osciló entre $0,60 centavos y $3,00 pesos; sin embargo, en la mayoría de los casos quienes menos pago recibieron fueron los que trabajaron en el sector primario y los obreros rasos de las obras públicas, que no presentaron evolución salarial.17 Mientras que los obreros que laboraron en la imprenta departamental hicieron parte del grupo que mayores ingresos salariales presentaron y contaban con los beneficios contractuales de las nóminas del gobierno departamental.18

En este contexto, una mayor remuneración implicaba que el obrero era más especializado y lograría una mayor escala en el oficio.19 En este sentido, en su condición de obreros los distinguía la especialidad de su oficio, así como la demanda de mano de obra, es decir, cuantos menos obreros hubiese capaces de desempeñar una labor, más remuneración recibían porque el mercado de trabajo demandaba de su especialidad. Este fue el caso de los herreros que escaseaban en la ciudad, pero que al finalizar la década dicha necesidad se suplió con los Talleres Hermanos Enciso y su escuela de fundidores.

Con relación a los salarios, Archila afirma que “aunque el panorama salarial no fue del todo positivo, tampoco permite hablar una relación con un deterioro permanente del poder adquisitivo. Aún en momentos críticos (1926,1934 y los años de la Segunda Guerra Mundial), la tendencia general fue al aumento del salario real”;20 sin embargo, sin desmentir esta afirmación, lo que se percibe en la ciudad de Ibagué durante la década de 1930 es una constante salarial que se mantiene en el tiempo, junto a leves alzas de precios.21 Pese al crecimiento económico en la década en mención, también se desarrolló un fenómeno que afectó a la clase obrera, la explotación laboral a los trabajadores.22 Al respecto, Bergquist manifiesta que en el caso de los trabajadores del café fueron sometidos a un grado de condiciones laborales deficientes, cada vez mayor, favoreciendo únicamente al incremento en la producción cafetera, pero trabajando en condiciones materiales abyectas.23

A primera vista, fue vital la importancia del sector exportador en la economía, tanto así que Bergquist, retomando los argumentos de Jesús Antonio Bejarano, plantea que el cambio económico provocado por la economía exportadora socavó las relaciones sociales de producción precapitalistas y “provocó la primera gran movilización de los trabajadores rurales, comprometió la unidad de la clase dominante y desató la lucha social y política que convulsionó la sociedad colombiana en los años treinta y culminó en la Violencia de los cuarentas”;24 no obstante, arguye que “el modelo de desarrollo colombiano tuvo éxito gracias a la debilidad organizativa del movimiento obrero y de la impotencia de la izquierda política”.25 En forma similar reflexiona Daniel Pecaut, para quien la movilización popular fue, hasta cierto punto, absorbida por el sistema político sin cuestionar el esquema liberal, en otras palabras, logró ser canalizada por uno de los partidos tradicionales, el partido liberal.26

3. En el contexto de otras clases sociales

Vale la pena recordar, como plantea Luz Ángela Núñez, que, a mediados del siglo XIX, asalariados, campesinos, artesanos, pequeños industriales y dueños de talleres se sentían unidos por sus condiciones de vida. En general las primeras organizaciones obreras no gozaron de un nivel de vida que les permitiera diferenciarse en términos económicos del resto del pueblo y la prensa obrera manifestaba que su existencia estaba marcada por la pobreza, explotación y el abandono por parte del Estado. Posteriormente, la diferenciación social se agudizó dentro del artesanado y algunos dueños de talleres ascendieron económicamente, lo que modificó la división del trabajo y muchos dueños de grandes talleres empezaron a ser llamados industriales, aunque, a veces se les continuaba llamando obreros, su denominación fue sustituida por la de capitalistas, explotadores y burguesía. Al hacer parte de la clase patronal, empezaron a ser confrontados y paulatinamente dejaron las filas del obrerismo, con algunas excepciones, como los que mantuvieron el compromiso y servicio con las causas populares.27

En aras de dilucidar la experiencia de clase, se hizo necesario, ver de manera general otras clases sociales como la clase media e incluso la élite.28 Al llegar a este punto, es clara la divergencia que establecía la prensa local, señalando en repetidas ocasiones la condición de los obreros y la condición de los empleados; sin embargo, indicaba puntos similares para ambos. Así mismo, identificaban otra clase, la poseedora de capital que muchas veces se entroncaba en la política, en la industria o simplemente poseía bastante renta; así, reconocían una clase patronal que controlaba los medios de producción y la distribución. De manera que se trataba de una élite, en la que subsistía aún el terrateniente ganadero -que desde mediados del siglo XIX venía haciéndose a enormes extensiones de tierras-,29 hacendados dedicados a la agricultura comercial, el rentista y emergían en la economía nuevos individuos como el industrial.

Simultáneamente, había otro grupo de sectores populares compuesto por empleados, obreros y campesinos, que entre sus características tenían en común la puesta en práctica de movimientos de reivindicación de los trabajadores en general, con necesidades imprescindibles e inaplazables del ciclo económico y social.30 En dichas circunstancias los empleados se identificaban como clase media, a pesar de ello, seguían de cerca los pasos dados por la clase obrera y buscaban obtener los mismos derechos adquiridos por los obreros y algunos trabajadores públicos.31 En consecuencia, a partir de 1936, surgieron instituciones de empleados, que buscaban y obligaban a los pertenecientes al gremio a inscribirse en sus filas, con la idea de que, así como los obreros buscaban su defensa en los sindicatos y en ellos se volvieron fuertes, así podría el movimiento obrero servirles de ejemplo,32 a manera de transferibilidad.

A propósito de la clase media y la clase obrera, en la presa se hacía alusión a la inexistencia de antagonismos fuertes; por ende, consideraban que trabajadores y empleados fueron víctimas por igual de extorsiones y fatigas. También, señalan una de las diferencias discursivas entre las dos clases, la educación, por cuanto se creía que el empleado tenía una educación social que le impedía despreocuparse de sí mismo y de los suyos y lo rozaba más directamente con las obligaciones que imponía la civilización;33 ahora bien, otra de las diferenciaciones de clase era que una estaba directamente operando en los medios de producción y la otra entre una muchedumbre de intermediarios, dedicados a distintas actividades comerciales y mercantiles, de la que dependían los empleados.

Al inicio de los años treinta, en la ciudad de Ibagué había una división de clases en la que claramente se podía identificar una élite, así como, una clase media que compartía algunos elementos comunes con la clase obrera, pero más desdibujadas se hacían las diferencias al tratar a los campesinos, obreros y peones. De tal forma, en la existencia de dichas clases sociales mediaron una serie de mecanismos diseñados para controlar y modelar a los individuos, cuyos fines estaban direccionados a hacer más dinámica la sociedad, pero en especial la producción, como se muestra a continuación.

4. La vida obrera y las formas de control

Al reanudar ahora, la idea que desde la élite se tenía de la clase obrera marca claramente la urgente prioridad de los sectores productivos, tanto privados como públicos, por modelar la manera como debían comportarse tanto en el trabajo como en la vida cotidiana los hombres emprendedores, arriesgados y con capital, además de los hombres que laboran para ellos con su fuerza de trabajo, en concreto, los obreros. A propósito, las instituciones y redes de poder hacen parte de la maquinaria utilizada para encaminar a los hombres (obreros) hacia un aparato de normalización, de tal manera, que, el tiempo vital se transforma en tiempo de trabajo.34

En todo caso, existieron varios frentes sobre los cuales se intervino para modelar la conducta, así como, el pensamiento obrero, ejemplo de ello, fue la educación, el control de la moral, la vigilancia de la alimentación y el tiempo libre, escenarios donde mediaron los patrones, el Estado y la Iglesia; en cuyo resultado no se observa una complacencia directa de la clase obrera, sino que por el contrario hay resistencias que no necesariamente se dieron por medios violentos. Al respecto, vale la pena recordar, con la visión de Michael Foucault, el importante papel de las instituciones que aplican mecanismos de control, los cuales responden a la necesidad de vigilancia, seguridad y control como producto de los cambios en la sociedad moderna para encaminarla por lo que el mismo denominó sociedad disciplinaria. En el mismo sentido, Edwar Thompson, aseveró, en su estudio sobre la sociedad inglesa del siglo XVIII, que en las relaciones que se dan de arriba-abajo (gentry-multitud) implementaron mecanismos de control -ley de motines, ejército, patronazgo local, leyes relativas a los trabajadores agrícolas, exclusión del voto, multas, prohibición de símbolos- para equilibrar las fuerzas, por lo tanto, la relación arriba-abajo es una relación de poder en el marco de unas fisuras de clase.35

Es casi seguro que hubo prácticas distintivas de los obreros, pero también del grueso de las clases trabajadoras o clases populares. A saber, las celebraciones como las fiestas de cosecha y siembra -para el caso de los peones o trabajadores agrícolas- junto a las fiestas religiosas y populares; otras celebraciones como la fiesta del trabajo36 o incluso las veladas campesinas.37 Por otra parte, un elemento de gran importancia en la tradición obrera en la ciudad de Ibagué fue su activa participación política, que demostraba con frecuencia su inconformismo o adhesiones con determinados candidatos, en especial con los representantes del partido liberal.38

Todo esto parece confirmar la existencia características distintivas pertenecientes a la clase obrera, empero, esta compartió elementos comunes con las demás clases populares, por lo cual muchas de sus tradiciones, fiestas, valores, creencias y conductas fueron objeto de crítica, no cabe duda que empezaron a ser moldeadas a través de diferentes frentes, como los tratados a continuación, cuyo fin era generar mayor productividad laboral, sin el reconocimiento o la identificación de necesidades de la clase obrera.

5. La educación para la tecnificación

Desde la posición de María Teresa Ramírez y Patricia Téllez, la educación primaria, a raíz de las leyes sobre educación suscritas en 1903, se orientó a preparar a los alumnos para la agricultura, la industria fabril e incluso el comercio, siendo los departamentos además de los municipios los encargados de suministrar los recursos tanto financieros como físicos, mientras que la educación secundaria estaba a cargo de la Nación. Naturalmente, en la que los jóvenes recibían formación técnica y eran impulsados por el camino de la industria. Más tarde, en la educación secundaria clásica, se promovió la creación de las escuelas normales. Lo que significó, el establecimiento de “las bases del sistema educativo del país para los primeros treinta años del siglo XX”, sus rasgos más importantes fueron la distribución de responsabilidades financieras, asimismo, las administrativas, la división rural-urbana de la educación primaria y la gran influencia de la Iglesia católica en la enseñanza.39

Lo que importa observar es que, para llevar a cabo el mejoramiento de la moral y la educación de las masas populares se instrumentaron una serie de medidas, desde el control social (higiene) pasando por la creación de escuelas, donde se direccionó a los aspirantes hacia la realización en expreso de ciertos oficios, lo que incluía aprender una técnica.40 Lo que resalta desde luego es que, en la década de 1930 el fortalecimiento de la educación es llevado a cabo en las escuelas salesianas, donde se instruía en talleres de artes y oficios, en las normales, en las granjas educativas y experimentales, con los problemas de acceso a la educación que este proceso implicó.41 Incluso, algunos obreros -como los de los ferrocarriles y los de las carreteras-, contaron con escuelas para la enseñanza de sus hijos, en los sitios alejados de las zonas urbanas donde se encontraban laborando, a las que podían asistir los niños de las zonas rurales cercanas.42

La anterior simplificación puede parecer excesiva, pero en los trabajos del historiador Mauricio Archila se plantea que la urgencia de una educación técnica apoyada por el Estado creció desde los años cuarenta,43 que, si bien es cierto y la prensa local lo corrobora, es de aclarar que la puesta en marcha, por parte de la administración departamental, de planes técnicos educativos ya se venía dando en el Tolima y por consiguiente en Ibagué desde los años treinta. La verdad es que, la orientación técnica educativa no estaba puesta en las grandes industrias, sino en el mejoramiento agropecuario; llegados a este punto, la educación como elemento transformador de la clase, sirvió de motor a una serie de reformas así como, cambios institucionales a nivel educativo. Desde la primera década del siglo XX y con la creación del Ministerio de Agricultura y Comercio, el Estado apoyó diversos proyectos de fomento para la agricultura, además de la ganadería, de los que surgieron instituciones de investigación, enseñanza y mejoramiento de las técnicas en estos reglones. Lo que concluyó, en Colombia, con el origen de planteles como la Estación Experimental La Picota, la Estación Agrícola de Palmira, los Campos de Experimentación del Instituto Nacional de Agricultura de Medellín, la Estación San José y la Estación Agrícola Experimental de Armero.44

Para ilustrar el resultado de estas políticas, en el departamento del Tolima funcionó la Estación Agrícola Experimental de Armero como uno de las principales instituciones agrícolas del departamento; también, la Granja Cafetera del Líbano, que buscaba educar a un buen número de cultivadores de café;45 la Colonia Penal y Agrícola del Sur de Atá (centro de reclusión); la Granja San Jorge, antes situada al noreste de Ibagué y administrada por los padres salesianos; finalmente, la Granja de las Brisas que funcionó en Ibagué y buscaba mejoras en la ganadería de las zonas templadas, extensión en lo relacionado al cultivo de almacigas, semilleros y viveros de citrus y demás árboles frutales; también arboles de ornato para calles, plazas y avenidas públicas,46 en conjunto con la necesidad apoyar el proceso de urbanización de la ciudad. No está por demás estribar que a finales de los años veinte las actividades agrícolas en estos institutos iniciaron con poco personal especializado y pocos elementos indispensables para las labores, sin embargo, con el paso del tiempo se logró la adquisición de nueva maquinaria.

La investigación revela que en una de las instalaciones funcionaba la escuela, Anexa a la Granja de Experimentación, rodeada de cultivos de distintas variedades, por lo cual en toda la Granja convivían los obreros con un jornal diario de un peso sin alimentación, además de los estudiantes. De la misma manera, este modelo se intentó replicar en las granjas del departamento, lo único que cambiaba era el tipo de producción agraria dependiendo del clima y la zona; un carácter particular tenía la colonia penal del Sur de Atá, sirviendo de correccional o lugar transitorio para pagar condenas menores.

Es importante indicar que en la Escuela Anexa los estudiantes duraban dos años adquiriendo la práctica y desenvolviéndose en las haciendas de la región, por lo cual tras la salida de las primeras generaciones se fue perfilando el ingreso sólo para jóvenes procedentes de las zonas calientes del departamento y en su mayoría hijos de pequeños propietarios para que no tuvieran problemas de empleo.47 Por lo tanto, la manera en que operaron estas instituciones permite mostrar un proceso de tecnificación, que implicó un grado de escolarización orientado hacia la preparación para el oficio y la manera como se fueron insertando nuevos obreros al campo laboral.

En síntesis, la educación sirvió como elemento transformador de clase y a la vez como estrategia para mejorar la producción, impulsando nuevos oficios, nuevas técnicas y métodos, pero en mayor medida como mecanismo para modelar el comportamiento de los trabajadores. Un proceso diferente, es el que sostiene Núñez, en el que la prensa obrera sirvió como mecanismo de propagación de la información con intereses para el obrerismo y como medio de sociabilidad política popular. En consecuencia, se puede considerar a la prensa obrera como un modo de resistencia a los mecanismos de dominación, pues los directores y redactores justificaron su existencia en la educación (ilustración) y la organización política del pueblo.48

6. El ahorro en la economía obrera

Habrá que enunciar también, otro de los mecanismos para modelar la vida económica y moral de los obreros, como fueron el ahorro y la aplicación de campañas para la medición del gasto, simultáneamente junto a las que impulsaban el trabajo. Un efecto de esto fue llamar la atención en la moderación del gasto, en los diferentes medios de comunicación.49 Otra etapa en la que el gobierno dispuso poner en funcionamiento, desde el año 1936, una ley sobre el ahorro obligatorio para la clase media y obrera; dicha ley regiría a partir de 1937 y sectores como el comercio daban su beneplácito a las medidas.50

Es aquí donde surge, un caso de resistencia de clase, el cual se hace evidente cuando en 1937 el Congreso se vio en la tarea de derogar la ley 66 de 1936 sobre el ahorro obligatorio, puesto que esta pretendía que los empleados públicos y obreros se sometieran a un descuento de sus sueldos y jornales de un tres por ciento, más dos por ciento de los patrones, y que estas sumas fueran depositadas en un banco a orden del gobierno para la construcción de casas de habitación, estas posteriormente, serían vendidas a los ahorradores a precio de costo. Es importante resaltar que la derogación se dio en el sentido de que muchas personas que ganaban entre setenta y ochenta centavos diarios para alimentación, arriendo, vestuario y para la educación de los hijos, les era difícil someterse a dicho descuento, en consecuencia tampoco verían el ahorro reflejado en el costo de la casa; ahora bien, existía la idea de que al pueblo había que enseñarlo a ahorrar y educarlo, en este sentido, el gobierno debía buscar la fórmula e insistir para que el ahorro en las masas trabajadoras se convirtiera en un hábito.51

Las fuentes, en este caso la prensa y los informes de los secretarios, permiten comprender que otro inconveniente sobre el ahorro provenía de quienes poseían fábricas y empresas, puesto que no se hacía ahorrar a los trabajadores por el temor de que esos ahorros los gastaran en huelgas o el obrero y/o empleado montara una nueva competencia a su patrón, que lo llevaría a la ruina, en el caso que alcanzara a ahorrar lo suficiente, de esta manera el ahorro se presume como mecanismo de control del Estado sobre los obreros o sobre lo que Foucault consolida como economías del obrero, de lo cual su fin era drenar las economías de estos y controlar la manera en que eran utilizadas.52 En pocas palabras, se considera que con este mecanismo el gobierno no logró lo que esperaba, al encontrarse con el rechazo a las medidas establecidas para el ahorro por parte de los obreros, a diferencia de la clase media, en referencia a que esta última no fue tan reticente a la normatividad sobre el tema.

6.1 “Obrero, apártate del infame vicio”

Complementando esta línea argumentativa, es preciso advertir que la alimentación fue otro frente desde el cual se intentó modelar los hábitos; por lo cual el interés por ajustar el estilo de vida de la clase obrera trajo consigo una serie de estudios y propuestas, en particular la del médico Miguel de la Zerda. Desde esta posición, Pablo García recoge sus apuntes y en un trabajo a cargo del Consejo Superior de Sanidad de Colombia aborda el tema de la alimentación de la clase obrera, haciendo énfasis en el alcoholismo como característica del consumo de dicha clase, llevó a consideraciones morales sus críticas sobre la misma, asoció el consumo de chicha -bebida artesanal- a la mala alimentación y reprochable conducta, así auspició el consumo de la cerveza -bebida industrial para aquel entonces-;53 para el caso de la ciudad de Ibagué, la embriaguez no era un tema aislado, más aún, cuando en la prensa local de la época se mencionaron diversos casos de riñas y escándalos públicos asociados al consumo de bebidas alcohólicas; en simultáneo, continuamente se llamaba la atención sobre las consecuencias, pero el mensaje era claramente direccionado hacia el obrero.54

Aunque no es el caso de Ibagué, en un marco comparativo son varios los alimentos de frecuente consumo en dos municipios del Tolima: Honda, Mariquita. Así, la nutrición de la clase obrera en Mariquita y Honda puede dar algunas claras muestras sobre la preferencia de alimentos. En Honda, el estudio publicado en 1946 señala que en las familias obreras hubo un consumo preferente de arepas, arroz, bollos de maíz, pan, papa, plátano, yuca, huevos, leche, manteca de cerdo, carne de res, carne con hueso, frutas, panela y café;55 mientras que, el estudio de Mariquita, publicado en 1947, muestra que el régimen nutricional se basaba principalmente en el consumo de panela, carne de res con hueso, carne de res pulpa, yuca, plátano, papa, legumbres, frutas, frijoles, pan, arroz y arepas.56

En concreto, existió la preocupación por establecer parámetros que guiarán la alimentación de las familias obreras y alejarán a los obreros de las bebidas alcohólicas; ahora, resta preguntarse por el acceso o las restricciones a mejores alimentos con tan poca capacidad de compra, en condiciones implícitas en las que debían afrontar otras carencias como las inadecuadas condiciones de vivienda.

6.2 Otros dispositivos de control de la vida obrera

En este punto no es posible dejar pasar, otra de las inquietudes, en especial de los patrones hacia los obreros, el tiempo libre como posible elemento que podría afectar la producción, sobre el cual intervinieron para modelar el comportamiento, debido a que estas medidas implicaban, a su razón, el aumento de la producción y en general del capital. Por ello, es importante subrayar que actividades de gran recurrencia obrera fueron estrictamente vigiladas por la policía e incluso se aplicaron medidas de coerción. En tal sentido, algunas de las actividades que Mauricio Archila identifica como recurrentes en la clase obrera son el consumo de alcohol; el refugio en bares, tabernas o tiendas; la socialización de los sucesos del día acompañados de tragos y de música popular regional; apuestas en los juegos de azar y de naipes; así como, acudir a sitios de prostitución. Donde entre otros aspectos, desde allí resistían la imposición de los ritmos capitalistas de trabajo.57

En representación del poder, lo que se quería era regular fuertemente los denominados vicios, en todo caso, en Ibagué, para dicha tarea sirvió el código de policía junto a los controles en los distintos lugares de trabajo y medidas que buscaron fomentar el ocio regulado; en efecto, el código de policía fue estricto en vigilar la moralidad pública y los juegos, con la prohibición a los juegos de suerte y azar.58 En rigor, se declaró como vagos -entre otros- a los menores, domésticos, sirvientes y jornaleros que encontrara la policía en casas de juego permitidos, tres o más veces en el curso de un trimestre. En resolución, a los oficiales, jornaleros, aprendices y sirvientes que perdieran en la ociosidad parte del tiempo y cuyos ingresos no fueran suficientes para su decente mantenimiento.59

En efecto, incurrir en una de las faltas por reincidencia les conducía a un proceso en el que podría ser condenado a una reclusión de seis meses a un año en la colonia penal o agrícola del departamento,60 esta situación, a su vez, implicaba servir como fuerza de trabajo en dichas instituciones. En esta línea se podría decir que en documentos en los que reposa la relación de los presos del Tolima se revela un aumento exagerado de sentencias por vagancia en el año de 1933, en comparación con el período anual de 1932 y 1931, en los cuales se registran menos de diez sentencias, añadiendo a esto que, en 1933, la ciudad de Ibagué a nivel departamental tuvo mayor número de casos por ociosidad.61

En cuanto al control del tiempo libre del obrero, hay una orientación fuerte sobre el hogar, en especial en las publicaciones seriadas. Es el caso de la revista Sucesos, que publicó secciones sobre el hogar obrero, siendo una revista que se catalogaba sin ninguna orientación política, más si en pro de la defensa del empleado del comercio. Retomando algunos textos de la escritora chilena Esmeralda Zenteno Urízar, más conocida como Vera Zouroff, la revista describía cómo debía ser el hogar obrero, con marcados estereotipos de los roles de género en el hogar.62 Estrictas ideas, que en el plano de la cotidianidad no reflejaban ni las habitaciones compartidas de las fábricas, ni las viviendas de los obreros del agro. En cuanto al tiempo dentro y fuera del trabajo debía ser gastado de acuerdo con el dispositivo en el discurso de una moral que distinguiera al trabajador honrado; por ello, el tiempo, según Alberto Mayor, sirve como el reloj mecánico del ingeniero o el empresario, que marcha coordinadamente con el cronómetro moral interior del obrero.63

Por otra parte, la Iglesia católica sirvió como aliado de los patrones para adecuar la conducta obrera. Por añadidura, la Iglesia se acercaba a los obreros con mensajes en los que reconocían sus condiciones de existencia, a la vez que le permitía estrechar más los lazos de estos con la moral cristiana.64 De modo que, uno de los temores de la Iglesia, en los casos en los que no se logrará obtener buenas relaciones laborales entre el patrón y el obrero, dadas las condiciones salariales injustas, era que el obrero “no pudiendo atender a las necesidades de su casa, cae en un gravísimo crimen contra la naturaleza y de este modo, evita la procreación de los hijos, la natalidad de la nación disminuye, las empresas decaen por falta de brazos para el trabajo, y al fin son los mismos empresarios y patronos los más perjudicados”.65

Otro de los temores era, que en el caso de tener un salario justo, el obrero no cayera en los vicios “innobles” como la embriaguez y de la deshonestidad;66 por supuesto, la Iglesia y en general las tradiciones cristianas influyeron en la vida cotidiana de los obreros y de las clases populares; a saber, Archila apela a la afirmación sobre el culto a los santos y la religiosidad popular que reconoce, como una de las primeras tradiciones que los obreros recibieron, aunque con diferencias regionales y donde el lenguaje religioso invadió los primeros discursos obreros, que marcó los inicios de la consolidación de un nuevo dispositivo.67

En contraste con lo anterior, cabe destacar que funcionaron otros lugares para el uso del tiempo libre, como los teatros en los que la prensa anunciaba, principalmente, las funciones del día sábado en la tarde o noche y los domingos en los tres horarios.68 En el fondo, la misma prensa sirvió para reafirmar el dispositivo e informar al público en general sobre diferentes deportes, aparte de seguir paso a paso algunos de los deportes o entretenciones frecuentes de las clases populares, tal caso fue el del boxeo, en el que se mostraba el acontecer de las peleas ocurridas y venideras, haciendo mención al interés del público trabajador como principal receptor de la información.69 Se debe agregar que para la época irrumpe en el país la radio comercial y con frecuencia en la prensa local se encontraba publicidad de los cafés locales.70

En general, no solo el tiempo libre era dedicado al ocio; el lograr ocho horas de trabajo no implicaba que el obrero contara con mucho tiempo libre, pues como lo menciona Archila, “bien fuera por presión económica, o por la introyección de la ética del trabajo, o simplemente por la división de labores en la familia obrera, muchos trabajadores y trabajadoras empleaban su tiempo ‘libre’ no precisamente en lo que se puede considerar como diversión”,71 presentándose la necesidad de realizar otros quehaceres en dicho tiempo. Corroborando esta afirmación, el estudio llevado a cabo sobre la clase obrera de Honda en 1940 refería que en los intervalos libres estos “se dedicaban a la pesca y recolección de leña para procurarse un ingreso extraordinario que solvente la exigüidad de los presupuestos domésticos”;72 en el caso de Mariquita, “se ven obligadas a recurrir a otras fuentes de ingresos que en orden de frecuencia son: préstamos, pequeños negocios, etc.”;73 en cualquier caso, al igual que los diferentes estudios levantados por el Departamento de Estadística, el salario de los obreros alcanzaba solo para la subsistencia, viéndose obligados a ocupar el tiempo libre en otras actividades que representaron otra carga laboral, y que le permitieran suplir un déficit en los gastos.

Para resumir, existieron varios frentes con los que se intentó controlar y moldear la vida obrera, para lo cual se crearon varios dispositivos institucionales, morales, materiales e incluso legales que no funcionaron tal como se tenía previsto, en los que las tradiciones heredadas y la resistencia de clase emergen como rasgos distintivos de la fortaleza de la clase obrera, a la cual se intenta disciplinar para obtener mejores índices de ganancia o un mejor comportamiento social acorde a las instituciones como la Iglesia, la escuela, la fábrica e incluso a los interés del Estado y de los empresarios.

7. Entre lo formal y lo práctico

Entre tanto, en la década de 1930, a nivel nacional, transcurrieron años en los que se vivieron fuertes cambios en materia laboral, social y en relación con el ámbito legal, puesto que una de las mayores preocupaciones era la cuestión social debido a los cambios políticos y económicos; en este punto importante, hay que aclarar que un aspecto fue la ley formal y otro la práctica, dado que pasaron varios años para la aplicabilidad de las normas establecidas por el Estado, como lo reconocía el jefe de la sección industrial del departamento, Alberto Rocha Umaña en 1936.74

Eventualmente, desde el inicio de los años treinta se venían propiciando leyes y decretos para la regulación de los aspectos laborales, en el marco de políticas internacionales laborales, a las cuales el país se acogió. Por consiguiente, se destaca que en el plano nacional en el año de 1931 se reglamenta la ley 72 sobre el descanso dominical para empleados y obreros, en la cual se promulgó que, en caso de excepción se debía dar el día compensatorio o su equivalente de no menos del doble del salario ordinario. Aún así, la legalización de la norma muchas veces no se reflejó en el plano material. Evidencia de esto es que, en 1936 se constatan reclamaciones sobre el incumplimiento del pacto de cierre general los domingos en la ciudad de Ibagué, de manera que se inició una campaña relacionada con el descanso dominical, que de no ser atendido suponía denuncias en respuesta, por la infracción cometida.75

Un hito político demuestra que, desde la llegada del liberalismo al poder nacional, se dispuso de una serie de reformas que beneficiaban al obrerismo colombiano y a otras clases, como la clase media, con la implementación de las vacaciones remuneradas, el auxilio de enfermedad y las cesantías. La ley actuó bajo el amparo de los derechos históricos obtenidos por los trabajadores y aplicó inicialmente medidas para obreros y empleados públicos, y luego para los empleados particulares.76 Así entonces, la aplicabilidad de las leyes necesitó de más de un par de años. Un claro ejemplo, en el caso del Tolima, es la ley 72 de 1931, la cual se reflejó en un decreto hasta 1938, el decreto 1054 sobre vacaciones remuneradas de los trabajadores del servicio oficial.

Continuando con el tema normativo, la regulación de la actividad sindical se formaliza bajo la ley 83 de 1931, en apoyo a las medidas de control sobre las clases trabajadoras. Hacia 1934, la clase obrera hace sentir la inconformidad por estas medidas, cuando se espera que “las leyes propuestas para ello debían ser para amparar y no para ahogar las aspiraciones de todos los que querían trabajar unidos”, por tanto, consideran que una compañía, sociedad o sindicato, lo pueden formar un grupo de hombres de cualquier negocio, arte profesión u oficio, en pro de buscar la unión y no para destruir sino para construir crear y consolidar.77 Lo anterior, en reticencia a la burocratización para conformar una cooperativa y/o sindicato.

Continuando el curso de la década, en el análisis es reiterativo el año de 1936 en los cambios sociales de diferente índole, como también en el aumento de los reclamos sociales. En la prensa local, se vislumbra la suma varios reclamos sobre la aplicabilidad de las normas respecto a los contratos de trabajo;78 en ese año la prensa denuncia: que a los empleados y obreros en muchas industrias se les hacía firmar compromisos para que estos no se ocuparan en actividades relacionadas con el mismo fin industrial de la empresa, coartándoles el derecho a trabajar en la industria. Es claro que los patronos pasaban por alto La ley 10 de 1934 y el Decreto 652 de 1935, que reglamentaron las medidas sobre los contratos de trabajo, en cuya magnitud no cabían disposiciones sobre los conocimientos adquiridos en los procesos de trabajo del obrero.79 Es fácil comprender por qué esta modalidad de control de la mano de obra fue considerada en la época, según nota editorial del periódico liberal El Tolima, como la extorsión patronal, aplicada para “conseguir la reserva de los secretos profesionales de los industriales”; de esta manera, aunque un individuo hubiera dedicado los mejores días de su vida a un oficio, y en el caso que llegara a superar las condiciones de producción de su patrón, no podía ejercer en la misma actividad industrial.

Es en este punto donde, antes de existir la Ley 10 de 1934 y el Decreto 652 de 1935, el patrón podía despedir al obrero y la ley lo facultaba para amarrarle los brazos, por lo cual lo que se reivindicaba en 1936 era “el derecho de libre concurrencia en la industria, en el comercio y en todas las actividades ciudadanas”, en favor de la libertad individual, en que el individuo podía comprometerse a trabajar, de acuerdo con las leyes, pero en ningún caso a dejar de hacer lo que le demandaba sus necesidades de subsistencia. Pues esto, entrañaba una injusticia social y la contravención a los derechos individuales consagrados por la ley colombiana. Por eso, el llamado de atención, era que en caso de hallarse en dicha situación de extorsión patronal se acudiese ante las autoridades judiciales para que estas declararan la nulidad de los contratos.80

No solamente desde el ámbito social se constató esta falta patronal, sino que el mismo inspector de trabajo en Ibagué manifestó que “encontró una resistencia pasiva en algunos patronos que no acatan la ley 10 de 1934 sobre el contrato de trabajo, aplicando pólizas a los mismos”.81 No hay que olvidar que otro tanto de normas, en este caso de ordenanzas, provenían de los códigos de policía, por ejemplo, el de 1932 que contemplaba sanciones como los arrestos, el confinamiento, el trabajo en obras públicas, multas, etc. Sanciones que especialmente proveía de obreros a las obras públicas con remuneraciones menores, puesto que un día de sanción valía por dos días de trabajo;82 lo que afectó la postura obrera. Esto condujo, a limitar la huelga, que se veía como una infracción en el caso de que terminara en tumultos o en peligro para la tranquilidad pública o de la policía;83 sin descuidar la atención a la moralidad, a los juegos y la vagancia, junto a medidas de higiene para las fábricas y talleres.

El recorrido nos trae de nuevo a la institucionalidad, en 1938 se creó el Ministerio de Trabajo y se reglamentaron los congresos obreros. En su relato, Mauricio Archila señala bastantes cambios en materia legal para la clase obrera y menciona que “en comparación con el resto de América Latina, resalta el caso colombiano en los años treinta por tratarse de la recuperación pacífica de la legitimidad del Estado, previamente amenazada por la irrupción obrera y de sectores campesinos, dejando intacto el bipartidismo”,84 donde el liberalismo logró, hasta cierto punto, “imponer una institucionalidad en el conflicto laboral, conteniendo los ímpetus revolucionarios mostrados por la clase obrera en los años veinte”;85 por ello, en la década del treinta los derechos sociales cobran fuerza y hacen parte del programa liberal, produciendo efectos claves en la constitución de las clases y en la manera como las nuevas relaciones sociales eran percibidas y vividas.86

Esto explica, como queda constatado, que se implementaron una serie de normas en favor del beneficio de los trabajadores; sin embargo, la aplicabilidad de dichas medidas laborales y sociales no correspondió en su mayoría con los tiempos mediatos y muchas veces se quedaban en el papel. Esto parece claro, pero sirvieron en algunos casos como mecanismo para controlar a las masas trabajadoras y en otros casos aplicaron, solo para el sector oficial o algunos renglones económicos, por ello la importancia de observar la experiencia vital cambiante por sectores obreros específicos, que, aunque este artículo no los desarrolla en su totalidad, si merece la ampliación en futuras investigaciones.

8. Distinciones en los sectores obreros

La clase obrera colombiana entre 1930 y 1945 se encontró en articulación con los movimientos agrarios y urbanos, y seguía sus luchas de resistencia.87 Asimismo, para la época se confirma la tensión entre arrendatarios y hacendados. Lo cual fue una suma de indicios que llevaron al Estado a prestar atención de igual manera a los problemas sociales, en particular mediante la regulación e institucionalización, reflejadas en la creciente presencia de la Inspección Nacional de Trabajo y las leyes relacionadas con el contexto laboral -vacaciones, horas de trabajo, descanso dominical-. La infraestructura de esta institucionalización advierte una fuerte preocupación, por el control que supone debería tener el Estado sobre la población, pero esto no obedece a un proceso de condescendencia pasiva, más bien denota el flujo de la resistencia, reflejado en la crítica sobre la mediación de dichas instituciones sobre los problemas obreros.88 De igual modo, una serie de leyes empezaron a regular las relaciones laborales e incluso los sindicatos, como forma estratégica de la República liberal para enfrentar el descontento o las reivindicaciones sociales.

Esto permite determinar, que para el estudio de la clase obrera en Ibagué es importante tener en cuenta el proceso de migración campo-ciudad, un fenómeno social que fue en aumento desde finales de los años veinte. Evidencia de esto es que en los años treinta fueron agudos los conflictos entre arrendatarios, terrazgueros y hacendados; esto motivó el desplazamiento hacia las urbes y convirtió a este tipo de trabajadores en potenciales obreros sometidos a las condiciones que imponían las ciudades. De tal modo que, los conflictos en diferentes municipios del departamento y en la Hacienda Tolima, ubicada en la capital del departamento, traen consigo un aumento de la fuerza de trabajo disponible, para las nacientes pequeñas fábricas y talleres. Por otro lado, la migración no fue la fuente particular de mano de obra barata, a los procesos productivos fue incorporada fuerza de trabajo femenina e infantil con menor remuneración, que ya se hallaba dispuesta en las ciudades o regiones cernas.89 De este modo, se está ante un proceso de proletarización, el cual no se dio como un proceso ni extendido ni lineal, impulsado por diferentes motivos “tanto económicos (hambre y miseria en los campos) y sociales90 (opresión en las haciendas), como políticos (guerras civiles y violencia) y culturales (expectativas ante la vida en las ciudades), muchos trabajadores rurales se desplazaron a las obras públicas o a las ciudades, especialmente a partir de los años 20”.91

Es aquí cuando el auge de este tipo desplazamientos y choques se suman a la agitación agraria que se venía presentando desde los últimos años de la década de 1920, en que “esa lucha seguía concentrada en zonas de reciente colonización, como en el Valle del Magdalena, en la región cafetera de Cundinamarca y Tolima y en algunas comunidades indígenas”,92 dio pie y exacerbó el futuro proceso de violencia. A este efecto, según José A. Ocampo y Camilo Tovar se adhiere una de las características de la evolución del campo colombiano en la década del treinta, que es la persistencia de la violencia rural, marcados por crecientes luchas campesinas, donde prevalecía el régimen de haciendas y “progresivamente fueron desplazados por los enfrentamientos entre conservadores y liberales”.93 Para Bergquist las transformaciones en las luchas de los trabajadores cafeteros “significó que, inevitablemente, los trabajadores se enfrentaran entre sí, y dejó en libertad a sus opresores de clase para forjar un nuevo consenso ideológico y político y consolidar exitosamente el orden capitalista industrial de la posguerra”.94 En consecuencia, la solución a los problemas laborales de las grandes propiedades “guardó los intereses de clase de los grandes terratenientes”.95

Entre tanto, el desempleo agobiaba no solo a la clase obrera, sino al conjunto de la clase trabajadora y con frecuencia se solicitaba a través de la prensa una intervención para facilitar la obtención de empleo, servicio que para entonces no estaba establecido oficialmente y no se tenía una información precisa sobre el mercado de trabajo en la ciudad para implementarlo.96 En consecuencia, tras la expulsión en el campo y el alto desempleo se presentó un problema de graves envergaduras, en el que la pobreza emerge como síntoma de una sociedad convulsionada, donde las noticias por delincuencia, carestías, prostitución, mendicidad, etc., eran frecuentes en los diferentes periódicos de la época.

Hasta ahora se afirma que la experiencia de clase alberga múltiples procesos, que pueden ser explicados de manera más precisa tratando los sectores obreros específicos, hay que advertir que, posteriores investigaciones podrían ampliar estas experiencias sobre el trabajo en cada uno de los sectores hallados, e incluso ampliar los marcos comparativos a otras regiones e incluso al marco nacional de las experiencias de trabajo; considerando lo anterior, para la década de 1930 en la ciudad de Ibagué los sectores obreros que alcanzaron mayores grados de organización o de visibilidad fueron los obreros de las obras públicas, la industria de transformación, los transportes y el agro.

8.1 Fluctuaciones en las condiciones laborales, los obreros de las labores públicas

La importancia del trabajo de los obreros en las labores de operación públicas, en especial en las vías de comunicación, se reflejó en el marco del fomento de proyectos agroindustriales en el departamento, siendo estas necesarias para lograr competir en los mercados nacionales, regionales y locales; reconociendo cómo el trabajo en estas áreas fue necesario para el proceso de urbanización de la ciudad. Sin desconocer que lo que atañe a los obreros, estos no tuvieron grandes evoluciones salariales, pero contaron con ciertos beneficios que obreros de otras ramas no tenían, como los del sector agropecuario.

8.2 “Peón o trabajador rural: semidesnudo y con el pie al suelo”

Importa dejar constancia que pese a los esfuerzos por reorientar la producción agrícola, con los avances técnicos y educativos -que incluso eran jalonados por la industria cafetera, que era la menos afectada por este tipo de preocupaciones- era de esperarse que los cambios no fueran inmediatos. Además, las condiciones de existencia del trabajador rural o el peón era de miseria, contaba únicamente con su fuerza de trabajo para sobrevivir;97 otro reglón de la producción lo ocupaba la mano de obra que operaba por su cuenta, a la que le era más difícil organizarse, aunque participaban del mismo proceso de elaboración no contaban con garantías laborales, como los elaboradores de tabaco.98

El obrero del sector agropecuario era el que albergaba mayor cantidad de obreros en Ibagué, quienes estuvieron sujetos a condiciones de existencia precarias. No fueron ajenos al desplazamiento, fue sujeto a la explotación patronal, y más que otros grupos de obreros, tuvo que condicionarse a relaciones de producción serviles. En otros casos laboró como mano de obra estacional, que no permitía la consolidación de organizaciones obreras de mayor envergadura, como si lo pudieron hacer los choferes del Tolima.

8.3 El gremio de choferes

Las condiciones de existencia de los choferes99 en Ibagué, a través, del estudio de las fuentes consultadas, reflejan que estos más que otros grupos de obreros hicieron sentir su presencia de clase a través de la figura de la sindicalización, por lo cual, todas sus necesidades y reivindicaciones fueron canalizadas a través de los medios de comunicación como herramienta divulgativa junto a la protesta. Refirmaron, así, su capacidad organizativa tanto laboral como política y sirvieron como modelo de articulación obrera con valores distintivos como la solidaridad, la organización y el orgullo.

8.4 Del taller a la fábrica, la industria de la transformación

Hay que señalar que en la década en referencia fueron varias las fábricas, empresas y sociedades que funcionaron en la capital del Tolima. Sobre la industria manufacturera se encontró que en el departamento del Tolima esta industria tenía un capital de alrededor de seis millones, en el cual Honda tenía el 40 %, Ibagué el 25 %, Armero el 12 % y el Líbano el 8 %. Como lo determina, el Anuario Estadístico del Tolima en el año 1940 dentro de la capital del Tolima fueron el café, las orquídeas y el barbasco, los tres productos sobresalientes en las exportaciones como lo refleja el reglón de materias primas y productos naturales.100

No debería extrañar que en la experiencia de los obreros dentro de la industria de transformación se constate el cambio en los ritmos de trabajo, así como el aumento del control laboral en la producción industrial, pero también la pervivencia de lazos de camaradería, donde las nuevas generaciones de obreros se abrían camino en el principio de la producción industrial en la ciudad, la cual también propiciaba la formación de organizaciones ya fueran sindicales o gremiales en un periodo, en el que este tipo de cambios cobraron gran relevancia.

9. Organización y estructura sindical

No está por demás señalar la importancia que durante la década de 1930 retomó el panorama político nacional, marcado por la ruptura de la hegemonía del Partido Conservador, la gran preocupación y relevancia de las formas de represión con el antecedente de la Masacre de las Bananeras, entre otros aspectos, donde estuvieron en la cabeza de gobierno los liberales Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo y Enrique Santos Montejo. Dichos periodos se caracterizaron por la fractura al interior del Partido Liberal, demostrando facciones radicales y moderadas; de tal manera que, dentro de la facción radical, son las reformas de López las que tocan directamente el modelo económico y social, en especial lo que concierne a los trabajadores con la legislación social.101

Es en este contexto que la sindicalización en la década del treinta se presenta como uno de los procesos más importantes en las causas sociales y labores en Colombia. Al respecto, Kalmanovitz y otros refieren que esta “se hizo posible bajo las políticas de la República Liberal que buscaron canalizar los conflictos mediante la negociación colectiva e hicieron concesiones en materia de jornada de trabajo, prestaciones sociales y cesantías, y condicionaron los despidos a causas justas”.102 Aunque, en lugares de alta concentración obrera, como la zona bananera, a raíz de las contradicciones en las condiciones ofrecidas, la baja efectividad y todo el conflicto laboral que se venía dando, surgió una red de sindicatos;103 Ibagué, que no tenía igual o mayor cantidad de población obrera que las ciudades industrializadas o en gran proceso de industrialización del país, experimentó el surgimiento de sindicatos y agremiaciones.

A principios de la década de 1930, los sindicatos en la ciudad de Ibagué aún no estaban fuertemente organizados, sin embargo, a partir del año 1936 en los distintos sectores de la sociedad empezaron a evidenciar las tensiones y las reivindicaciones de los derechos de los trabajadores, a través de las organizaciones sindicales. Tal vez no se dieron con el mismo ritmo como en el resto del país, donde incluso los diferentes movimientos de las causas sociales tuvieron gran eco hacia comienzos del siglo, pero esto no significó el desconocimiento de las diferentes formas de lucha. A lo cual, hay que rescatar el aumento de los movimientos sociales en la medida que avanzaba la agricultura capitalista.

Desde otro punto de vista, la organización de los trabajadores no fue un proceso espontáneo ni abrupto, tras la década hubo bastante desorganización entre los gremios y sindicatos, como lo menciona el Procurador de Indígenas, Campesinos y Obreros: “Es de lamentar, desde luego, que no exista todavía formado un espíritu de asociación entre las clases obrera y campesina del Tolima”;104 lo cual no fue del todo impedimento para su consolidación, de ello se destaca el proceso de organización y reorganización de la misma al transcurrir de los años treinta.

Entre muchos aspectos, el Procurador de Indígenas, Campesinos y Obreros acarreaba el poco desarrollo del movimiento sindical a la circunstancia de ser el Tolima, un departamento dedicado casi exclusivamente a la agricultura, agravado por la circunstancia de los campesinos ser en su mayoría jornaleros eventuales, donde unos “viven del cultivo de sus parcelas, unos como pequeños propietarios y otros como arrendatarios o aparceros, vendiendo su fuerza de trabajo solo en el momento de la cosecha”, de allí que detecte la dificultad para su organización; empero, destaca que desde el año 1932 en lugares como Icononzo e Ibagué hay “una ligera tendencia hacia la organización sindical campesina, movida por la fuerte presión que sobre los arrendatarios y colonos han pretendido ejercer algunos latifundistas”.105

Posteriormente, los trabajadores recurrieron a su forma gremial o sindical para reclamar sus derechos y mejoras en las condiciones laborales y sociales.106 De lo cual se rescata que no solo fueron los aspectos laborales y económicos lo que los gremios y sindicatos destacaban, sino que, en pro de reflejar los valores obreros a la sociedad, hicieron participes de las fiestas que competen a los obreros como la fiesta del trabajo,107 además, de hacer presencia en actos solemnes del obrerismo ibaguereño evocando símbolos de lucha, de libertad y de espíritu revolucionario.108 Lo anterior es evidencia de la acción organizativa y su crecimiento. Por ello, para 1936, ya contaba la ciudad con una casa sindical, que reconocía como organizaciones a los Sindicatos de Constructores, Sindicatos de Zapateros, Sindicatos de Vendedores Ambulantes, Sindicatos de Transportadores Urbanos, Sindicatos de Voceadores de Prensa y Lotería, Centro Deportivo Combeima, Federación de Empleados, Comité Seccional del Ferrocarril del Pacífico, Sindicato de Albañiles, Sindicatos de Sastres, Sindicatos de Choferes, entre otros.109

Evidencia de esto, fue la situación en la que algunos de ellos indicaban que la organización no tenía fines políticos, más cuando buscaban velar por la manera de mejorar las condiciones de trabajo y de su vida;110 Así, muchos de ellos fueron adeptos políticamente del partido liberal, algunos por tradición, otros por el estado político del momento. Uno de los líderes más destacados en el proceso de sindicalización fue Antonio Hernández, el presidente del Sindicato Central de Choferes del Tolima, quien veía como su propósito y el del sindicato el de fomentar la sindicalización de todos los gremios de trabajadores de la ciudad. Esta sinopsis demuestra que en la década de 1930 en el departamento del Tolima se inició un proceso de organización sindical, con gran acometida en 1936, favorecido y posiblemente, no solo por un marco legal creado por el Gobierno y el interés del Partido Liberal, sino que los mismos obreros tomaron iniciativa para consolidar este tipo de organizaciones.

10. Conclusiones

Los cambios acontecidos en la década del treinta vislumbran la marcha en el proceso de irrupción capitalista, donde las relaciones sociales de producción no están totalmente desarrolladas, sino que desde los años veinte se inició todo un proceso que socavó las relaciones que amarraban la fuerza de trabajo, por ejemplo, las de las haciendas; por ello, los posteriores conflictos y desplazamientos contribuyeron a generar mano de obra asalariada disponible, y como planteó Marx, quedó doblemente libre: por un lado libre de los medios de producción porque no los posee y/o fueron despojados de la tierra. Por el otro, libres de elegir el patrón con el cual trabajar, porque se rompieron gran parte de las antiguas relaciones que los ataban.

Sin embargo, el proceso de recepción de esa mano de obra disponible en la urbe no fue del todo exitoso, reflejado en el aumento de las sanciones por vagancia, en la necesidad de jalonarlos hacia las obras públicas -puesto que los otros sectores económicos no demandaron la misma cantidad de puestos de trabajo- y el desarrollo urbano e industrial de la ciudad no se transformó con el mismo ritmo, que el crecimiento poblacional. Por otra parte, fueron utilizados dispositivos de control de la vida obrera en la ciudad, en los que sobresale la influencia de las diferencias entre clases y los dispositivos institucionales como el influjo de la Iglesia, las instituciones administrativas y legales que formularon discursos normativos de control, que al final resultaron en un pulso que logra condicionar parcialmente la clase obrera. En consecuencia, esta investigación asume que desde el Estado se crean mecanismos legales para condicionar y moldear la vida obrera, al igual que desde la sociedad con sus instituciones, redes de poder y prácticas; elementos que se vieron reflejados en la vida obrera en la ciudad de Ibagué por los años treinta del siglo XX y que traspasaron los espacios habituales de trabajo, a espacios de la vida cotidiana e incluso a los espacios de la vida privada.

Sumado a ello, al observar el cambio en las relaciones que se dan en los procesos de trabajo, se halla que en la ciudad ya estaba funcionando una división técnica del trabajo, es decir, que ya había ciertos obreros especializados en unas actividades de la producción. A pesar de que había carencia en algunos oficios y a diferencia de los trabajos artesanales, los obreros no controlaban todo el proceso de trabajo, aunque en esta dimensión hay que aclarar que en Ibagué existieron pequeños talleres artesanales de ropa, calzado, cueros, etc.; por otro lado, se requirió de la dirección en el trabajo, en otras palabras, la administración de fábricas, talleres y la oferta de servicios utilizó formas de control al interior y fuera del trabajo, para intervenir y moldear la vida obrera a través de dispositivos institucionales, morales y legales en un intento por disciplinar y lograr mayor producción.

Por lo tanto, en el proceso de producción, hay que señalar que las condiciones materiales para que este se diera también estaban en un continuo cambio que requirió de la construcción y remodelación de las instalaciones físicas necesarias, traer y elaborar maquinaria moderna y usar más transporte automotor; sin embargo, en las condiciones materiales aún persistía la precariedad con herramientas e instrumentos rudimentarios que requerían de más tiempo y trabajo en la producción. De ahí que, un factor importante dentro de los cambios en las relaciones sociales de producción es jalonado por el Estado, que actuó como mediador en las relaciones entre obreros y patrones mediante la regulación laboral, estipulando normatividad sobre el empleo,111 las relaciones colectivas112 y la seguridad social.113

Como resultado, la clase obrera en Ibagué en la década del treinta logró emprender proyectos importantes de cooperación y asociación, estuvo atenta a la participación política, contó de manera desigual con los beneficios que le brindó la ley y obtuvo mejoras en el marco de condiciones laborales. Sin embargo, las condiciones materiales de existencia no mejoraron considerablemente durante la década. Aquí se plantea que en Ibagué en las primeras décadas del siglo XX las relaciones sociales de producción venían funcionando en un sistema caduco que ataba la fuerza de trabajo a condiciones precapitalistas. No obstante, con la inserción de capital, nuevas técnicas de producción y cambios en la política económica y social, dichas relaciones empezaron una transformación paulatina que tomó más de la década tratada e implicó mecanismos legales que le dieran legitimidad al proceso. De tal modo, los cambios que se dieron tanto en los medios de producción, en la relación patrónobrero y en las condiciones de existencia de los obreros, estuvieron mediados por la dicotomía entre lo obsoleto y lo moderno.

11. Bibliografía

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1 Según Oscar Ramos, durante la década de 1920 se desenvolvió la carretera Armenia-Ibagué, se creó la Escuela Agronómica San Jorge, surgieron los talleres Enciso Hermanos y funcionaban ocho fábricas de licores, dos factorías de jabón, una fábrica de gaseosas y un molino de trigo; lo que da señales de un aumento de la producción industrial local. Oscar Gerardo Ramos Gómez, Pajonales en la historia de la cultura empresarial del Tolima (Santiago de Cali: Organización Pajonales, 2000) 209.

2Según Gabriel Misas a partir de 1931 se inaugura una segunda fase en el proceso de industrialización colombiano, donde en el gobierno de Olaya Herrera se gestó las bases para impulsar el crecimiento de la industria manufacturera, estimulando cierto grado de desarrollo industrial. Gabriel Misas Arango, “De la sustitución de importaciones a la apertura económica. La difícil consolidación industrial,” en Desarrollo económico y social en Colombia: siglo XX (Universidad Nacional de Colombia, 2001) 112.

3Respecto a la intervención estatal véase Ocampo y Tovar, “Colombia en la era clásica del ‘desarrollo hacia adentro’ 328; Archila, Cultura e identidad obrera 54; E. López S. Kalmanovitz, “La agricultura,” en Nueva historia económica de Colombia, ed. Salomón Kalmanovitz (Bogotá: Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, 2010) 222; José Antonio Ocampo and Santiago Montenegro, Crisis mundial, protección e industrialización (Bogotá: Editorial Norma, 2007) 29.

4 Grupo de Estudios del Crecimiento Económico, El crecimiento económico colombiano en el siglo XX (Bogotá: Banco de la República, 2002) 228.

5El crecimiento económico colombiano, 246.

6José Antonio Ocampo y Santiago Montenegro 49-50.

7 Archila, Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945.

8Por ejemplo, véase las medidas señaladas por Emilio Quevedo, “El obrero y el deudor”, El Pueblo: Bisemanario Matinal [Ibagué] 08 de agosto de 1931: 3C.

9Gabriel González, “El Departamento del Tolima en 1930”, El Pueblo: Bisemanario Matinal [Ibagué] 13 de agosto de 1930: 2C.

10“Industrias”, Revista Cámara de Comercio de Ibagué 1.4 (1932).

11La Crítica Bisemanario [Ibagué] noviembre de 1935.

12 El Faro: Periódico de Propaganda Comercial [Ibagué] septiembre de 1933; El Faro: Periódico de Propaganda Comercial [Ibagué] agosto de 1934; El Faro: Periódico de Propaganda Comercial [Ibagué], agosto de 1934.

13 Contraloría General, Anuario Estadístico del Tolima 1935 (Ibagué: Imprenta Departamental, 1935) 63; Contraloría General, Anuario Estadístico del Tolima 1935 (Ibagué: Imprenta Departamental, 1935). Sobre la importancia de otros municipios del departamento hay que aclarar que el despegué agroindustrial y su articulación con la economía capitalista primó en lugares como Ambalema, Honda y el Líbano, debido a su temprana relación económica y productiva con el resto de la economía nacional o por sus fuertes ciclos productivos. Además, a su par se puede observar una temprana presencia y consolidación de clase obrera en comparación con Ibagué antes de los años treinta.

14José Antonio Ocampo y Santiago Montenegro 54.

15José Antonio Ocampo y Santiago Montenegro 56.

16“Informe de la Cámara de Comercio al Sr. ministro de la economía nacional”. Revista Cámara de Comercio de Ibagué 2 (1940) 4-6. En cuanto al orden social, estudios como el de Mauricio Archila indican que en los años 1930-1945 hubo cerca de treinta huelgas en diferentes municipios del Tolima. En Ibagué fueron visibles las huelgas de los sastres en 1934, 1936 y 1944, las escogedoras de café y choferes en 1937, los zapateros en 1943. Mauricio Archila, Cultura e Identidad Obrera: Colombia 1910-1945 (Santafé de Bogotá: CINEP, 1991), 425-38.

17Los jornales diarios oscilaron entre $0,60 y $1,00 pesos, en agricultura y construcción.

18Sus jornales diarios oscilaron entre $1,60 el de menos jerarquía y $3,80 para los linotipistas.

19Véase Contraloría General de la República, Anuario Estadístico del Tolima 1935 (Ibagué: Imprenta Departamental, 1935).

20Archila, Cultura e identidad obrera 141.

21No obstante, según Ocampo y Tovar, entre los años treinta y los sesenta hubo un deterioro notorio de la distribución del ingreso “Colombia en la era clásica del ‘desarrollo hacia adentro’ (1930-1974),” en Industrialización y Estado en la América Latina: la leyenda negra de la posguerra (Fondo de Cultura Económica, El Trimestre Económico, 2003) 366.

22Por ejemplo, en 1935 una mujer en una trilladora de café ganaba cuarenta centavos menos que un hombre, siendo este alrededor de catorce veces más en número; no obstante, el producto era tan significativo que se exportaron en 1934 cerca de cuatro millones de kilos de café y en 1935 cerca de cinco millones y medio de kilos de café. Anuario Estadístico del Tolima (Ibagué, Imprenta Departamental. 1935) 201; por otro lado, las escogedoras reflejaron otro cambio en lo social y que toca a las familias, “el abandono del ámbito estricto del trabajo en familia, el acceso a un salario, el conocimiento de la idea de derechos sociales y toda la experiencia humana que de la nueva vinculación laboral se sigue”. Renán Silva, Sociedades campesinas, transición social y cambio cultural en Colombia: la Encuesta Folclórica Nacional de 1942: aproximaciones analíticas y empíricas (Carreta Editores, 2006) 206; “Exportaciones de café por la plaza de Ibagué, año 1935”, Revista Cámara de Comercio de Ibagué (1935) 486.

23 Bergquist, Los trabajadores en la historia latinoamericana 331; según Marx “Donde quiera que una parte de la sociedad posee el monopolio de los medios de producción nos encontramos con el fenómeno de que el “trabajador, libre o esclavizado, tiene que añadir el tiempo de trabajo necesario para poder vivir una cantidad de tiempo suplementario, durante el cual trabaja para producir los medios de vida destinados al propietario de los medios de producción”. Marx, El Capital. Crítica de La Economía Política.

24 Bergquist, Los trabajadores en la historia latinoamericana 363.

25 Bergquist, Los trabajadores en la historia latinoamericana 367.

26 Pecaut, Política y sindicalismo en Colombia, 69.

27 Núñez, El obrero ilustrado, 34-35. Ejemplo de ello, el discurso del presidente del Sindicato de Obreros de los talleres en Ibagué, en el que identificaba al señor Rufino Enciso como un obrero emprendedor, capaz de montar empresa y suplir las necesidades de la industria mecánica, que nunca olvidó su origen y buscó mejorar las condiciones de los aprendices. Luis A. Ferreira, “El obrerismo ibaguereño exalta la memoria de Don Rufino Enciso”, La opinión, [Ibagué] 7 de febrero de 1935. Por otro lado, por el carácter del discurso y las ideas sobre la personalidad de Rufino Enciso, podría plantearse la permanencia de un cierto paternalismo, término con el Edwar Palmer Thompson, asociaba la influencia sobre la vida de los trabajadores con el objetivo de inhibir las confrontaciones de clase. Lo que se tenía era una élite que concentraba la autoridad económica y cultural, mientras que desde abajo existía un estado filial (para la producción) y una relación de responsabilidades y respeto, como la de un hijo y un padre.

28Reconociendo la fuerte presencia en el departamento de campesinos que muchas veces desdibujaban los límites o diferencias con la clase obrera, así como en su momento lo llegó a plasmar Mauricio Archila con el concepto de cultura popular en la que “los obreros contribuyen con su experiencia sin dejar de pertenecer al conjunto de las clases que conforman el pueblo en las distintas coyunturas”. Archila, Cultura e identidad obrera 27. Véase Thompson, Tradición, revuelta y consciencia de clase: estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, 15-18. Al respecto, Martínez señala que estas relaciones paternalistas se evidenciaron en los trabajadores de Bavaria entre 1889-1930. Estas se inscriben en la lógica de las relaciones entre trabajadores y patronos, en un espacio de contacto personal del que se desprendía odio y afecto con valores religiosos enraizados. Martínez, Paternalismo y resistencia: los trabajadores de Bavaria, 1889-1930.

29 Hernán Ocampo Clavijo, Formación historica de las élites locales en el Tolima (Bogotá: Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular, 1993) 120.

30 Alberto Umaña Rocha, “Jornada máxima de trabajo”, Sucesos: Órgano al servicio de la Asociación de Empleados de Comercio 1.6 [Ibagué] 28 de marzo de 1936.

31Véase Luis E. Tello, “Por la defensa del empleado”, El Crisol, [Ibagué] octubre 15 de 1932.

32Edilberto Pinzón, “Organización o fracaso”, El Tolima [Ibagué] 23 de septiembre de 1936.

33“El deber de la clase media”, El Tolima [Ibagué] 23 de enero de 1937: 2C. No obstante, Renán Silva en su análisis sobre la encuesta Folclórica Nacional puesta en marcha por los maestros en 1942, revela que dicha encuesta convence de que “por lo menos el principio de división clasista de la sociedad había sido incorporado por un grupo social como el de los maestros de escuela, quienes hacen funcionar ese principio como la matriz organizadora de todas las descripciones” Silva, Sociedades campesinas 258.

34Foucault, La Verdad y Las Formas Jurídicas, 42-63.

35 Thompson, Tradición, revuelta y consciencia de clase: estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, 32-33. Thompson asume el término clase como una categoría histórica demostrada en el comportamiento social. Es un fenómeno histórico que se halla en la experiencia, en la conciencia y que tiene lugar en las relaciones humanas; la experiencia determinada por las relaciones de producción en las que los hombres nacen o entran de manera involuntaria y la conciencia encarnada en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra, XIII.

36La prensa fue el medio de comunicación masivo en el que la clase obrera daba a conocer a los habitantes de la ciudad tan importante fecha, por ejemplo, véase El crisol: órgano de la Dirección Liberal del Departamento. [Ibagué] abril de 1932: 3C; también, Renan Vega Cantor argumenta que esta celebración en Colombia inició desde 1914 como una fiesta de carácter artesanal y en la segunda década del siglo XX se caracterizó por ser clasista; asimismo, fue una celebración del pueblo surgida espontáneamente, “hasta constituirse, como en el resto del mundo, en la fiesta de los trabajadores, a pesar de los esfuerzos del clero, del Estado y de la burguesía, por canalizarla a su favor o por destruirla” Vega, Gente Muy Rebelde: Socialismo, Cultura y Protesta Popular, 41.

37Sobre las veladas campesinas véase Renan Silva, 214.

38 El Tábano[Ibagué] 16 de junio de 1938.

39 Ramírez Giraldo and Téllez, “La educación primaria y secundaria en Colombia en el siglo XX,” 7-9.

40Gabriel González, “El departamento del Tolima en 1930”, El Pueblo: Bisemanario Matinal [Ibagué] 18 de octubre de 1930; El Pueblo: Bisemanario Matinal [Ibagué] 20 de diciembre de 1930: 5C; Respecto a ello Archila arguye que “la polarización ideológica era explicable en los años veinte, dada la vigorosa irrupción del socialismo”, pero que en los años treinta “la retórica ideológica cedió un poco en la prensa obrera. La educación que se ofrecía, y que se exigía, tenía un acento menos político y más técnico, aunque la preocupación central seguía siendo la alfabetización de los trabajadores” Archila, Cultura e identidad obrera 192

41 Alberto Umaña Rocha, “Informe que rinde el jefe de la Sección Industrial al secretario de Agricultura e Industrias Departamental”. En Informe del secretario de Gobierno al señor Gobernador, 1936. (Ibagué: Imprenta Departamental, 1936) 170-193; Roberto Julio González, “Justicia Social”, Chispas del Yunque (1934); El Faro: Periódico de Propaganda Comercial [Ibagué] febrero de 1936: 3C; El Faro: Periódico de Propaganda Comercial [Ibagué] febrero de 1936: 3C.

42 La opinión, [Ibagué] marzo 16 de 1933.

43 Archila, Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945.

44Mendoza Varón Emeterio Informe del secretario de agricultura e industrias al señor Gobernador del departamento (Ibagué, Imprenta Departamental, 1937) 21.

48 Núñez, El Obrero Ilustrado, 46.

49 El Faro: Periódico de Propaganda Comercial [Ibagué] agosto de 1934.

50 El Faro: Periódico de Propaganda Comercial [Ibagué] junio de 1936.

51 El Faro: Periódico de Propaganda Comercial [Ibagué] 12 de agosto de 1937.

52Foucault 69.

53 Pablo García Medina, “La alimentación” Revista de Higiene y Sanidad (1930).

54“Obrero no te embriagues”, La opinión [Ibagué] 26 de enero de 1933.

55 Contraloría General de la República, “Las condiciones y el costo de vida de la clase obrera en Honda,” 43.

56 Contraloría General de la República, “Las condiciones económico-sociales y el costo de vida de la Clase obrera en la ciudad de Mariquita,” 39.

57 Archila, Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945, 167-73.

58 Departamento del Tolima, Código de Policía del Tolima: Ordenanza 30 de 1932 (Ibagué: Imprenta Departamental, 1935) 27.

59 Departamento del Tolima, Código de policía, 112.

60 Departamento del Tolima, Código de policía, 87.

61Aproximadamente sesenta sentencias por vagancia en 1933. “Presos Tolima”, 1933, Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá, Archivo Anexo II, Fondo Ministerio de Gobierno, sección segunda prisiones, 254 folios; “Presos Tolima”, 1932, Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá, Archivo Anexo II, Fondo Ministerio de Gobierno, sección segunda prisiones, carpeta 3, 49 folios.

62 Sucesos: Órgano al servicio de la Asociación de Empleados de Comercio [Ibagué] febrero 1 de 1936.

63 Mayor, Ética 17.

64 El Tomillo Social[Ibagué] septiembre 3 de 1933.

65 Tomas Villarraga, “El obrero tiene derecho a un salario justo”, Tomillo Social [Ibagué] septiembre de 1933.

66Villarraga, 45.

67Archila, 89.

68 El Tábano[Ibagué] 27 de mayo de 1939. “Hoy sábado en su Colombia en vespertina y noche El hijo de Frankenstein. Mañana Domingo Las Dos Niñas de Paris”. El Tábano [Ibagué] 16 de julio de 1938 “El domingo se presentará en matiné 3ª función del Jinete Alado con Tom Max. Vespertina: El Despertar del Payaso. Nocturna: Fuego Otoñal”.

69 El Tábano[Ibagué] 16 de julio de 1938.

70A propósito de los cafés, Jorge Luis González menciona que, en la ciudad de Ibagué los cafés actúan también como claros diferenciadores sociales; los cafés del centro aparecen como los permisibles, mientras que a los que se asientan en las periferias generalmente se les confunde con tiendas y locales, y son estigmatizados como lugares de mala reputación. González Calle, De la ciudad al territorio: La configuración del espacio urbano en Ibagué, 1886-1986, 216.

71 Archila, Cultura e identidad obrera 186.

72 Contraloría General de la República, “Las condiciones y el costo de vida de la clase obrera en Honda,” 22.

73 Contraloría General de la República, “Las condiciones económico-sociales y el costo de vida de la clase obrera en la ciudad de Mariquita,” 28.

74 Mendoza 174.

75 Sucesos: Órgano al servicio de la Asociación de Empleados de Comercio [Ibagué] 18 de enero de 1936.

76Véase ley 10 de 1934 que enuncia una clara distinción de obreros y empleados. República de Colombia. “Ley 10 de 1934 por la cual se establecen algunos derechos de los empleados particulares”. En: Revista Cámara de Comercio de Ibagué (1936).

77 El Faro: Periódico de Propaganda Comercial [Ibagué] 18 de septiembre de 1934.

78 El Tolima[Ibagué] 10 de octubre de 1936.

79 El Tolima[Ibagué] octubre 21 de 1936.

80 El Tolima[Ibagué] octubre 21 de 1936.

81 El Tolima[Ibagué] 17 de octubre de 1936; Otra de las leyes que encontró gran resistencia en la clase obrera y más acogida en la clase media fue la ley 66 de 1936 que establecía el ahorro obligatorio.

82 Departamento del Tolima, Código de policía, 143.

83 Departamento del Tolima, Código de policía, 2.

84 Archila, Cultura e identidad obrera 316.

85 Archila, Cultura e identidad obrera 371.

86 Silva 258.

87 Archila, Mauricio. “La clase obrera colombiana (1930-1945)” Nueva Historia de Colombia, Vol. 3, ed. Álvaro Tirado et al. (Bogotá: Planeta, 1989) 248.

88 El Tolima[Ibagué] 31 de octubre de 1936.

89 Núñez, El obrero ilustrado, 12.

90Al respecto, Kalmanovitz y López señalan que en Cundinamarca y Tolima se implantaron relaciones sociales serviles y fue allí donde estallaron los primeros conflictos agrarios de los años treinta; por otra parte, con la expansión del sector exportador se conmocionaron las relaciones sociales y políticas de muchas regiones del país, lo que “relajaba las relaciones serviles que caracterizaban a las haciendas y a los latifundios con sus trabajadores”. Kalmanovitz y López, “La Agricultura,” 217-18.

91En cuanto a la migración campo-ciudad Gabriel Misas, observando un periodo de 1920 a 1990, infiere que la introducción paulatina de capital al campo significó un proceso de migración campo-ciudad en que buena parte de los migrantes no fueron acogidos por el sector manufacturero para formar una masa de proletarios. Por lo cual, indica que a partir de los años 50 la mitad de la población económicamente activa ha entrado a la denominación de sector informal. Misas Arango, “De la sustitución de importaciones a la apertura económica. La difícil consolidación industrial,” 118.

92 Archila, Cultura e identidad obrera 281.

93Ocampo y Tovar, “Colombia en la era clásica del ‘desarrollo hacia adentro’ (1930-1974),” 361.

94Bergquist, Los trabajadores en la historia latinoamericana: estudios comparativos de Chile, Argentina, Venezuela y Colombia.

95Bergquist, Los trabajadores en la historia latinoamericana 400.

96 Alberto Rocha Umaña, “Informe que rinde el Jefe de la Sección Industrial al Secretario de Agricultura e Industrias Departamental,” in Informe del Secretario de Gobierno al señor Gobernador (Ibagué: Imprenta Departamental, 1936), 170-193. A propósito del desempleo es uno de los temas recurrentes en la prensa de la ciudad: “Qué hay camarada? establecido? Me contestó, voy a principiar por herrar caballos, después vendrá lo demás” conversación entre Luis A. Ferreira (futuro líder sindical) a Rufino Enciso (futuro empresario) en los años veinte cuando hacían labores de artesanos y obreros, pero les preocupaba las condiciones sociales por las que atravesaba la ciudad. La opinión, Ibagué, 7 de febrero de 1935. “El obrerismo ibaguereño exalta la memoria de Don Rufino Enciso”. Fragmento del discurso de Luis A. Ferreira.

97“Los tres hombres más útiles en toda nación”, Correo del Tolima [Ibagué] jueves 10 de febrero de 1937.

98La capital del departamento del Tolima no era gran productora de tabaco; sin embargo, las estadísticas señalan pequeñas producciones. Así en el año 1935 se denunciaron 25.250 matas, mientras que el municipio de Ambalema denunciaba 289.240, San Luis 644.100, Espinal 1.200.950 y Chicoral 1.177.400. Anuario Estadístico del Tolima. Ibagué, Imprenta Departamental, 1935; “sobre la industria del tabaco”, La opinión [Ibagué] sábado 20 de agosto de 1931.

99En la actualidad estos se encuentran clasificados como trabajadores del sector terciario, pues prestan servicios. Sin embargo, hacen parte de la clase trabajadora, que según la clasificación del censo de 1938 fueron ubicados en la industria de la transformación.

100 Anuario Estadístico del Tolima (Ibagué, Imprenta Departamental. 1940) 224-228.

101 Herrera Martínez, “Colombia, el paradigma de la transformación política de 1930 a 1946,” 344.

102 Salomón Kalmanovitz, ed., Nueva Historia Económica de Colombia (Bogotá: Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, 2010) 233; sobre el caso, con una mirada de largo aliento Bergquist apunta que “la historia del movimiento obrero colombiano -su tardía gestación, su explosiva y efímera fuerza a fines de los años veinte y comienzos de los treinta, su institucionalización y domesticación por parte de los gobiernos liberales entre 1930 y 1945- obedece a una dinámica profundamente enraizada en la estructura de la economía cafetera”. Bergquist, Los trabajadores en la historia latinoamericana 366; al respecto, Foucault en el contexto europeo menciona que “la condición de miembro de un grupo no hace a su titular pasible de vigilancia”, por lo cual, “son la estructura de vigilancia que, al convocar a los individuos, al integrarlos, los constituirá secundariamente como grupo”. Foucault 57.

103 Archila, Mauricio. “La clase obrera colombiana (1930-1945)” Nueva Historia de Colombia, Vol. 3, ed. Álvaro Tirado et al. (Bogotá: Planeta, 1989) 245.

104 Guillermo Sarmiento, “Informe que rinde el Procurador de Indígenas, Campesinos y Obreros al Secretario de Gobierno y Agricultura e Industria Departamental,” en Informe del Secretario de Gobierno al señor Gobernador, (Ibagué: Imprenta Departamental, 1936), 157-169.

105 Sarmiento 160.

106 Umaña Rocha, “Informe que rinde el Jefe de la sección industrial al Secretario de Agricultura e Industrias Departamental,” 180.

107 El Pueblo[Ibagué] 2 de mayo de 1931

108 El Pueblo[Ibagué] 20 de diciembre de 1930

109 El Faro[Ibagué] agosto de 1937.

110 El Crisol[Ibagué] 23 de abril de 1932

111Vacaciones, primas, indemnizaciones, horas extras, etc.

112Organización y control sindical, agremiaciones.

113Invalidez, muerte, etc.

Referencia bibliográfica para citar este artículo: Díaz-Martínez, Jency Katerine. “Organización y condiciones de vida obrera en Ibagué, década de 1930”. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 28.1 (2023): pp: 107-138. DOI: https://doi.org/10.18273/revanu.v28n1-2023005

Los resultados del artículo hacen parte del proyecto titulado “Clase obrera, trabajo y sociedad ibaguereña en la década de 1930”, financiado por la Universidad del Tolima e identificado con el código 530214 del año 2015.

Recibido: 11 de Agosto de 2021; Aprobado: 06 de Agosto de 2022

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