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Papel Politico

Print version ISSN 0122-4409

Pap.polit. vol.13 no.2 Bogotá July/Dec. 2008

 

Guerras de hoy y de ayer: las guerras de Vietnam e Irak*

Wars of Yesterday and Today: the Vietnam and Iraq Wars

Emersson Forigua Rojas**

Recibido: 20/08/08 Aprobado evaluador interno: 09/09/08 Aprobado evaluador externo: 15/09/08

*Artículo de reflexión que busca exponer los hechos que rodearon la guerra de Vietnam, con el fin de facilitar las reflexiones sobre los paralelismos que se pueden identificar en la guerra de Irak.

**Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia; especialista en Integración al Sistema Internacional y magíster en Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana. Correo electrónico: emersson45@yahoo.com.


Resumen

Debido a la guerra en Irak han surgido agitados debates en torno a la estrategia, objetivos, resultados y sostenibilidad de las operaciones que se realizan desde marzo de 2003. La complejidad del escenario, los resultados y la forma en la que ha evolucionado la guerra en Irak han llevado a muchos políticos, analistas, académicos y gente del común a establecer paralelos entre la actual situación vivida en Irak y la guerra de Vietnam, (1965 y 1973). Los paralelismos entre los dos conflictos se han visto reflejados, principalmente, a través de las voces que argumentan que la guerra está perdida, que exigen una fecha para la retirada de las tropas y que ponen de manifiesto el creciente número de bajas sufridas por Estados Unidos.

En ese contexto, este artículo busca exponer los hechos que rodearon la guerra de Vietnam con el fin de facilitar las reflexiones sobre los paralelismos que se pueden identificar entre estos dos conflictos. Asimismo, conocer exactamente lo que pasó en Vietnam sirve de base para entender las razones por las cuales para los Estados Unidos le es tan difícil comprender, responder y adaptarse a las guerras de guerrillas así como a los desafíos de enemigos asimétricos.

Palabras clave autor
Vietnam, Irak, amenazas asimétricas, guerra convencional, guerra de guerrillas, guerra fría, terrorismo.

Palabras clave o descriptores
Guerra asimétrica, Guerra de Irak, 2003, Guerra fría.


Abstract

The war in Iraq has aroused heated debates concerning the strategy, objectives, results, and sustainability of the operations carried out since March, 2003. The complexity of the scenario, the results, and the way in which the war has evolved have led many politicians, analysts, academics, and ordinary people to draw a parallel between the current situation in Iraq and the Vietnam War (1965-1973). The parallel between these two conflicts has been mainly reflected in the voices that argue that the war is lost, demand a date for the withdrawal of the troops, and evince the increasing number of U.S. casualties.

In this context, the essay pretends to discuss the facts that surrounded the Vietnam War in order to pave the way for reflections on the parallels that can be drawn between these two conflicts. Likewise, knowing exactly what occurred in Vietnam serves as a basis for understanding the reasons why it is so difficult for the United States to understand, respond and adapt to guerrilla warfare and to the challenges posed by asymmetric enemies.

Key words author
Vietnam, Iraq, asymmetric threats, conventional war, guerrilla warfare, cold war, terrorism.

Key words plus
Asymmetric warfare, War of Iraq, 2003, Cold war.


Introducción

Cuando Estados Unidos invadió Irak en 2003 los planificadores esperaban una cálida bienvenida para las fuerzas norteamericanas, así como encontrar y destruir las armas de destrucción masiva del régimen de Hussein y aniquilar a un posible aliado de Al Qaeda. Posteriormente, el discurso evolucionó hacia la necesidad de implantar la democracia en el Medio Oriente y remover del poder a un sanguinario dictador que había masacrado a su pueblo y declarado la guerra a sus vecinos.

Los planificadores civiles y militares de Estados Unidos creían que “la población iraquí les agradecería su liberación, Irak se movería rápidamente hacía un sistema político democrático y una economía abierta” (Metz, 2007, p. 1); asimismo, creían que “los expatriados proveerían un nuevo liderazgo, las Fuerzas Militares y la policía brindarían seguridad al país y al haber utilizado ataques de precisión en su camino a Bagdad, los daños se limitarían y la recuperación sería rápida, el petróleo financiaría la reconstrucción, las ONG y la comunidad internacional brindarían dinero, experiencia y fuerzas de pacificación” (Metz, 2007, p. 1).

En el ámbito regional los planificadores estadounidenses creían que “los vecinos de Irak se sentirían aliviados porque un cáncer había sido removido de en medio y brindarían su ayuda” (Metz, 2007, p. 1). Para Estados Unidos reconstruir Irak sería tan fácil como haber sacado a Hussein. Claramente, las cosas no han salido como Washington lo tenía previsto y la situación se movió hacia un escenario de violencia que ha dificultado la estabilización del país.

Las dificultades enfrentadas por Estados Unidos permitieron el surgimiento y la consolidación de voces que afirman que la guerra está pérdida y que Estados Unidos debe retirase, reviviendo con esto los fantasmas de la guerra de Vietnam. Aunque la situación que encontramos en Irak no es nueva para Estados Unidos, ni para ninguna gran potencia, ya que “la historia nos ofrece muchos ejemplos de fracasos de las grandes potencias en el contexto del conflicto asimétrico: los romanos en el bosque de Toteburgo, los británicos en la revolución norteamericana, los franceses en Indochina y Argelia, los estadounidenses en Vietnam, los rusos en Afganistán y Chechenia y los estadounidenses en Somalia” (Cassidy 2003, p. 30); los paralelismos que se empezaron a construir con la guerra de Vietnam han dejado su impronta en los debates en torno a la guerra de Irak.

Aunque las guerras irregulares no son un fenómeno desconocido para Estados Unidos1, la situación que vemos en Irak y su comparación con la experiencia de Vietnam ha puesto de manifiesto que en la sociedad y las estructuras político-militares de Estados Unidos existen dificultades para comprender, responder y adaptarse a las guerras de guerrillas y los desafíos de enemigos asimétricos. En este sentido, este ensayo busca mostrar los hechos que rodearon la guerra de Vietnam con el fin de dar solidez a las reflexiones sobre los paralelismos que se pueden identificar entre estos dos conflictos.

Conocer en detalle lo acontecido en la guerra de Vietnam permite comprender por qué a Estados Unidos le cuesta tanto identificar a tiempo las complejas variables políticas, culturales, económicas, religiosas y militares que dan forma a una sociedad, así como la forma en la que estas pueden evolucionar e interactuar en un conflicto. Actualmente, comprender por qué para Estados Unidos es tan difícil imponerse en estos escenarios asimétricos, como lo fue Vietnam y como lo es hoy Irak, es de gran importancia debido al peso específico que tiene Estados Unidos en el sistema internacional. Asimismo, y aún más importante, es el hecho de que los desafíos y conflictos asimétricos, junto con los nuevos elementos que están dando forma a las insurgencias y contrainsurgencias, se están consolidando como la tendencia a seguir en la mayoría de conflictos del mundo.

En el corto plazo son pocas las posibilidades de encontrar una guerra comparable con las guerras totales (1ª y 2ª guerras mundiales) que se vieron durante la primera mitad del siglo XX. El panorama actual de la guerra tiende a estar dominado por confrontaciones donde es posible encontrar elementos del pensamiento de Mao Tse Tung, las contrainsurgencias de la Guerra Fría y nuevos elementos, los cuales hacen que estas guerras sean particularmente complejas y dinámicas. Vietnam permite comprender el porqué de las dificultades que está afrontado Estados Unidos, y que puede seguir afrontando en el futuro a causa de su carácter de potencia hegemónica con intereses en todo el mundo.

Para desarrollar el tema, el ensayo consta de tres partes. La primera hace referencia al marco conceptual del trabajo, en donde se expondrá la forma en la que ha evolucionado la guerra desde el punto de vista occidental, bajo los conceptos de guerra, guerras totales, guerra de guerrillas, simetría y asimetría; todo con el fin de crear un referente que sirva de orientación en medio del actual debate en torno al concepto de guerra, el cual se caracteriza por el desdibujamiento del Estado como monopolizador de la violencia y responsable de la misma.

En la segunda parte se analizará la guerra de Vietnam, con el fin de presentar la forma en la que Estados Unidos terminó involucrado en esta confrontación, y se señalará la estrategia concebida por el gobierno estadounidense y el de Vietnam. Finalmente, se hará mención de las consecuencias de la guerra para Estados Unidos, Vietnam y la región de Indochina. En la tercera parte, a su vez, se reflexionara sobre los escenarios asimétricos.

La guerra de Vietnam fue para Estados Unidos una de las experiencias más complejas del siglo XX. Su impacto en la sociedad estadounidense y las lecciones que dejó fijaron algunas de las pautas que se han seguido en guerras donde un gran poder se enfrenta a un enemigo que, en principio, está en inferioridad de condiciones. En ese marco, este ensayo tiene como objetivo general mostrar los problemas enfrentados en Vietnam por Estados Unidos, a diferentes niveles, producto de la dificultad de este último para identificar y comprender las variables que dan forma a las guerras de guerrillas y los desafíos asimétricos. Asimismo, también se busca presentar los principales hechos de la guerra de Vietnam para lograr identificar los factores que llevaron a la victoria del ejército de Vietnam del Norte (NVA) y del Viet Cong (VC), así como a la derrota de las fuerzas de Estados Unidos y el ejército de la República de Vietnam del Sur (ARVN).

Marco conceptual

Actualmente, la guerra debe analizarse en el marco del creciente debilitamiento del Estado como actor responsable y monopolizador de la violencia, en un contexto globalizado que ha generado una ruptura de las relaciones simétricas sobre las cuales se construyó la estatalización de la guerra. Este hecho ha generado nuevos escenarios, caracterizados por la privatización de la violencia y la consolidación de relaciones asimétricas en todos los niveles de la guerra, como los vistos en Irak o Afganistán.

En este sentido, el marco teórico del presente ensayo gira en torno al concepto de guerra surgido en Europa como resultado del proceso de consolidación del Estado a partir del siglo XV, las dinámicas simétricas que se desarrollaron como producto del mismo y de las dinámicas que han ido debilitando el orden simétrico - estatocéntrico de la guerra. Estos elementos permitirán comprender los fenómenos que se han presentado en años recientes como consecuencia de la creciente pérdida de poder del Estado, y que están generando una tendencia en la que predominan las formas asimétricas de la guerra.

Estatalización de la guerra y simetría

La guerra es una actividad constante en la historia de la humanidad y una de las que genera mayores consecuencias en la vida de las personas, los Estados y el funcionamiento del sistema internacional. En general, lo que actualmente llamamos guerra “es un fenómeno específico que se formó en Europa entre los siglos XV y XVIII, aunque desde entonces ha atravesado distintas fases, estando íntimamente ligado a la evolución del Estado moderno” (Kaldor, 2001, p. 29). La guerra ha sido definida de diferentes formas. En este trabajo se hará referencia principalmente a dos definiciones: en primer lugar, está la definición de Karl Von Clausewitz, que la definió como “una actividad social, que incluye la movilización y organización de hombres con el propósito de infligir violencia física y que entraña la regulación de ciertos tipos de relaciones sociales y posee su lógica particular” (Kaldor, 2001, p. 29) y que no puede ser reducida ni a una ciencia ni a un arte.

Del mismo modo, Clausewitz plantea que la guerra es “un acto de violencia para obligar al contrario a hacer nuestra voluntad” (2005, p. 17), siendo implícito que tanto nosotros como nuestro enemigo son Estados y que la voluntad del Estado es definible con claridad, pues la guerra tenía lugar por un objetivo político definible; es decir, por el interés del Estado. Finalmente, señala que “la guerra no es sólo un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación del tráfico político por otros medios” (p. 31) en donde la política asumirá un papel en la acción total de la guerra y ejercerá una influencia continua. En este sentido, para este autor la guerra tiene un carácter instrumental pues es una herramienta de la que dispone el Estado para alcanzar los objetivos que se ha trazado, con lo cual la guerra no existe por su sola inercia, sino por la política y los objetivos que se trazan.

En segundo lugar, la guerra también ha sido definida en años más recientes por “el grupo de científicos hamburgueses que se constituyó en torno a Klaus Jürgen Gantzel para registrar y analizar todas las guerras tras la Segunda Guerra Mundial, quienes plantearon que las guerras muestran cuatro características principales” (Waldman y Reinares, 1999, pp. 27-29):

• Son conflictos violentos de masa.
• Implican a dos o más fuerzas contendientes, de las cuales al menos una, sea un ejército regular u otra clase de tropas, tiene que estar al servicio del gobierno.
• En ambos bandos tiene que haber una mínima organización centralizada de la lucha y los combatientes, aunque esto no signifique más que una defensa organizada o ataques calculados.
• Las operaciones armadas se llevan a cabo planificadamente, por lo que no consisten solo en encontronazos ocasionales, más o menos espontáneos, sino que siguen una estrategia global.

Esta segunda definición permite “deslindar netamente en el plano internacional las guerras de las meras escaramuzas fronterizas o de encontronazos armados ocasionales entre las tropas de dos Estados” (Waldman y Reinares, 1999, p. 28). Así, al plantear que uno de los bandos tiene un vínculo con el gobierno “subraya abiertamente el carácter político, tocante al bien común, de la guerra genuina y se evita colocar las querellas privadas o los meros intereses privados bajo la rúbrica de la guerra” (Waldman y Reinares, 1999, p. 29).

Ahora bien, estas dos definiciones mantienen como marco de referencia la responsabilidad del Estado en el desarrollo de la guerra y sirven de base para resaltar cómo el modelo de guerra clásico, referido al Estado, está siendo cuestionado en sus fundamentos, en especial por la fortaleza de las dinámicas globalizadoras. En términos generales, el cuestionamiento a este modelo se evidenció con las guerras de baja intensidad (low intensity wars) de la Guerra Fría, que sentaron las bases a partir de las cuales se libran muchos de las guerras en la actualidad y que cuestionan el modelo clásico en los siguientes aspectos (Waldman y Reinares, 1999, p. 35):

• Ya no están subordinadas a la política o la razón de Estado, sino a cualesquiera fines posibles (materiales, religiosos, étnicos) e incluso pueden ser un fin sí mismas.
• La clásica relación entre liderazgo político y plana mayor militar se invierte parcialmente; los militares dictan la lógica por la que tiene que regirse la gramática de los políticos.
• La línea que divide a combatientes y civiles se borra; estos se convierten sin tránsito alguno en combatientes y viceversa, por lo que la población civil ya no puede confiar en ningún tipo de indulgencia.
• Puesto que los roles y fines implicados en ella han cambiado, las normas sobre el modo en que debe hacerse la guerra, desarrolladas a partir del fin de la Guerra de los Treinta Años conforme al derecho internacional, ya no bastan.

La principal consecuencia de este cuestionamiento del modelo clásico de la guerra, y que ha llevado al actual debate en torno a las nuevas guerras2*, es que ha debilitado y en algunos casos ha echado por el suelo las relaciones simétricas sobre las cuales se desarrolló la guerra a partir de su estatalización. En este sentido, es fundamental recordar que en Europa “las guerras de la Baja Edad Media y en parte también de comienzos de de la Edad Moderna adoptaban la forma de incursiones en las tierras y posesiones del enemigo puesto que raras veces existía la posibilidad de tomar su plazas fuertes, castillos o ciudades amuralladas” (Münkler, 2005, p. 46).

Solo hasta la aparición de las armas de fuego, y en especial de la artillería, se logró cambiar la forma de hacer la guerra, ya que fue posible batir las plazas fuertes, “se buscó la decisión de la guerra en la batalla y se entrenó y armó a las tropas para que fueran capaces de resistir una lucha prolongada” (Münkler, 2005, p. 47). La producción de armas de fuego, en particular de piezas de artillería, era una pesada carga económica que requería tecnología y unos conocimientos técnicos que solo algunos Estados podían costear, siendo esta la razón por la que ellos lograron convertirse en monopolizadores de la guerra.

Con la estatalización de la guerra “la lucha directa entre las fuerzas de ambos bandos, la batalla decisiva3, adquirió una importancia mucho mayor, mientras que la guerra de aprovisionamiento y de desgaste4 seguía siendo una opción estratégica a la que siempre volvía a recurrirse” (Münkler, 2005, p. 48), pero ahora subordinada a la estrategia inherente a las guerras enfocadas en las batallas decisivas. La importancia de la batalla decisiva fue la que llevo a que a partir de ese momento “dominara en la estrategia la concentración de fuerzas en el espacio y en el tiempo que se convertirían en la clave del éxito, siendo la batalla la que decidía la guerra” (Münkler, 2005, p. 86) tal y como magistralmente lo mostraron Napoleón Bonaparte o Helmuth Von Moltke (El viejo).

Sin embargo, y como señala Münkler, para que la batalla decisiva fuera el punto culminante de decisión, aceptado como tal, era necesario un sistema de distinciones y delimitaciones que solo los Estados podían desarrollar e imponer. En este sentido, son seis las distinciones y delimitaciones que el Estado debe establecer, imponer y garantizar, a saber (Münkler, 2005, pp. 50-55):

Establecimiento de fronteras territoriales reconocidas, que permiten distinguir con precisión entre el interior y el exterior: en ellas se basa la organización del aparato del Estado, desde la línea de separación entre la política interior y la exterior hasta la definición de los ámbitos de competencia de la policía y el ejército. Asimismo, marca el ámbito en el que tienen validez las órdenes y las expectativas de obediencia o como mínimo donde pueden imponerse.

Diferencia entre guerra y paz: en función del punto anterior, unas fronteras precisas son la premisa para que no exista una tercera situación entre guerra y paz. Traspasar una frontera, con independencia de cómo se traspase, sin el consentimiento de quien debe guardarla, supone una violación a la paz que puede convertirse en motivo de guerra.

El Estado es el único que puede establecer quién es amigo y quién es enemigo, en sentido político: de esta forma, la relación de lealtad vertical del derecho feudal se transformó en la pretensión de lealtad horizontal del Estado territorial y quienquiera que no respetase esa transformación era perseguido por alta traición y castigado.

Distinción entre combatiente y no combatientes: el Estado establece quiénes son reconocibles por la indumentaria (uniforme) y por el hecho de portar abiertamente las armas, como miembros de las fuerzas armadas, y a los que en consecuencia puede atacarse y matarse en caso de guerra; y todos los demás a quienes dado que no participan en la lucha, ni tienen influencia alguna en las decisiones militares, no se les puede despojar de sus bienes ni dar muerte deliberadamente. Es necesario destacar que esto también fue posible gracias a que se pasó de una estrategia que buscaba el daño económico a otra en la que la batalla5 definía el resultado de la guerra.

El Estado está en situación de trazar una clara línea divisoria entre la violencia permitida dentro del marco de acciones bélicas y la violencia criminal: esta distinción se basa, en última instancia, en la capacidad del Estado para distinguir entre combatientes y no combatientes; hecho al que también contribuyó el acuartelamiento de las tropas, que fueron sometidas a un control y una disciplina más estricta en los campamentos militares, donde los tribunales de camaradas fueron sustituidos por una jurisdicción militar del Estado.

La delimitación entre el uso de la violencia y la actividad económica: con esta delimitación se cerraron los mercados abiertos a la violencia, ya que se pasó de gente armada reclutada ocasionalmente, a ejércitos permanentes que el Estado armaba y mantenía también en tiempos de paz. Así, la fuerza armada de los Estados paso a estar financiada con el presupuesto estatal, que estaba cubierto con los impuestos, por gravosos o caprichosos que resultaran. De esta forma, se abolió en gran parte la violencia como forma de apropiación de bienes y servicios.

Estas delimitaciones que se han enunciado fueron llevadas a cabo por los Estados europeos (especialmente por los que identificaríamos hoy como Europa Occidental) en la edad moderna, mediante procesos que abarcaron un largo periodo de tiempo, pues el proceso empezó en el siglo XV y se consolidó solo hasta el siglo XVIII.

Como señala Münkler, en el centro de Europa se desarrolló paralelamente al proceso de formación del Estado un principio de simetría mediado por el desarrollo de potencias, que obligaba a los Estados a desarrollar una política de ponerse al día en la modernización. Así:

    el progreso de las separaciones y del establecimiento de fronteras en un país obligaba a su vez a sus vecinos a emprender esfuerzos semejantes para no quedarse atrás en los aumentos de eficiencia que con ello se conseguía. Con esto la constitución de un sistema de guerras simétricas y el surgimiento de un Estado con un territorio estable se reforzaron mutuamente (Münkler, 2005, p. 55).

La construcción de relaciones simétricas en la guerra por los Estados fue reforzada por la imposición de disciplina, instrucción, adiestramiento, innovaciones en la técnica del armamento y revoluciones tácticas, así como por el desarrollo del derecho internacional6. En este sentido, fue de la mayor importancia el hecho de que la imposición de la disciplina “proseguía con la instrucción y el adiestramiento, un sistema de movimientos uniformes, mecanizados, con el que unificaron las maniobras de grandes cuerpos y se aumentó la rapidez de disparo de las formaciones en línea” (Münkler, 2005, p. 75). Asimismo, se impuso el uso el uniforme (la casaca del rey), y los soldados se convirtieron en elementos importantes para el Estado debido al tiempo y los recursos que se invertía en su adiestramiento.

Las innovaciones en la técnica y las evoluciones tácticas se vieron principalmente en la “introducción de la artillería pesada, el perfeccionamiento de las técnicas de fundición y en la transformación de la infantería (fuerzas de a pie) en una fuerza táctica flexible” (Münkler, 2005, p. 78) que desde el siglo XVII se transformó en un cuerpo de combate que formaba en cuatro o cinco filas capaces de disparar en rápida sucesión, guiado por un lenguaje de órdenes que fueron tomadas de la antigüedad.

Principalmente estos elementos llevaron a que “en el plano estratégico la ofensiva cobrara mayor peso que la defensiva haciendo posibles grandes conquistas que trajeron como consecuencia que la guerra de devastación perdiera importancia frente a la guerra de conquista” (Münkler, 2005, p. 76); es decir, para llevar a cabo una guerra de conquista se volvía preciso estar en capacidad de librar batallas decisivas y no se podía solamente recorrer el territorio enemigo saqueándolo y destruyéndolo todo.

“La concentración de la violencia militar en el campo de batalla que se produjo en Europa desde mediados del siglo XVI solo tuvo éxito porque era parte integrante de una evolución política más amplia que privilegiaba a los Estados que aceptaban la simetría militar” (Münkler, 2005, p. 88). La simetría política entre los Estados europeos se desarrolló principalmente en tres planos complementarios, en los cuales, de darse asimetrías en uno de ellos, los otros dos estaban en capacidad de amortiguarlas y equilibrarlas7.

Debilitamiento de las relaciones simétricas

Pese a que aún no hay consenso y se sigue debatiendo el momento en que se quebró este sistema simétrico, es válido afirmar que el sistema empezó a agrietarse de forma irreversible con las dos guerras mundiales. Estas grietas se fueron profundizando con la Guerra Fría y se han ensanchado significativamente con la caída de la Unión Soviética, el posicionamiento de Estados Unidos como potencia con un poder militar incontrastable y la globalización.

Durante la Primera Guerra Mundial “con la incorporación de grandes sectores de la población civil a la producción de armamento se le dio a los trabajadores de la industria armamentística la categoría de semicombatientes con lo cual se debilitó la diferenciación entre participantes y no participantes en la guerra” (Münkler, 2005, p. 92). El agrietamiento del sistema continuó durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente “con la guerra de pillaje y exterminio llevada a cabo por Alemania en el este contra Rusia, la guerra partisana rusa y de los Balcanes, así como por la guerra de bombardeos de los aliados occidentales contra las ciudades almenas con lo que desapareció cualquier línea divisoria entre combatientes y no combatientes” (Münkler, 2005, pp. 92-93). Después de la Segunda Guerra Mundial no fue posible restablecer el sistema de forma fiable principalmente por dos razones:

• En primer lugar, la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética descansó en el hecho de que “el empate nuclear entre las superpotencias EEUU y la URSS, se basaba en última instancia en la toma como rehenes de las poblaciones civiles de ambos bloques militares, con la ayuda de flotas de bombarderos estratégicos y proyectiles intercontinentales” (Münkler, 2005, p. 93). En caso de confrontación, desaparecía cualquiera de los planos del sistema, que sería inmediatamente aniquilado.

• En segundo lugar, paralelo a la confrontación entre las dos superpotencias, surgió lo que ha sido calificado como guerras de baja intensidad, guerras partisanas, guerras de guerrillas o guerras revolucionarias, las cuales van a “tomar forma dentro del pensamiento militar occidental a partir de 1949 con la victoria de los comunistas chinos liderados por Mao Tse Tung en ese año” (Escuela Superior de Guerra, 2003, p. 21) y que surge en respuesta a la necesidad de tener que confrontar los grandes contingentes de fuerzas de las potencias coloniales.

Las ideas sobre la guerra revolucionaria se encuentran en los escritos militares de Mao Tse Tung8, que sirvieron de base para las victorias obtenidas por los comunistas sobre el gobierno nacionalista y los japoneses:

    Mao desarrolló una nueva doctrina de revolución basada en las técnicas y tácticas de una guerra de guerrillas de campesinos en donde las guerrillas, más débiles que su enemigo, para sobrevivir debían: 1. Conseguir un apoyo popular bien organizado (variable política). 2. Desarrollar una lucha duradera para cansar al enemigo política y militarmente (variable tiempo). 3. Operar en terrenos difíciles conocidos mejor por la guerrilla que por el enemigo para engañarlo, fatigarlo y crear oportunidades para realizar ataques sorpresa (variable espacio) (Escuela Superior de Guerra, 2003, p. 21).

Como resultado de la guerra revolucionaria se desarrolló lo que se ha conocido como la guerra contrarrevolucionaria, que hace alusión a las estrategias y planteamientos que desarrolla un Estado para hacer frente a la guerra revolucionaria. La guerra contrarrevolucionaria se va a desarrollar sobre una serie de modelos concebidos principalmente por “los franceses tras la derrota en Indochina, los ingleses para responder a la insurrección malaya y los estadounidenses [que se vieron enfrentados a una guerra revolucionaria en Vietnam]” (Escuela Superior de Guerra, 2003, p. 33).

La guerra de guerrillas profundizó las grietas y cuestionó profundamente el sistema de relaciones simétricas debido a que en ellas, por su propia naturaleza, no es posible garantizar o imponer la mayoría de sus elementos, como por ejemplo la batalla decisiva. Sin embargo, es importante mencionar que en la gran mayoría de guerras de guerrillas que triunfaron durante la Guerra Fría encontramos que estas combinaron tanto elementos simétricos como asimétricos que permitieron a los guerrilleros derrotar a sus adversarios9. Lo anterior, producto de haber llevado la guerra a condiciones simétricas, que les permitieron una victoria convencional en una batalla decisiva o bien producto de haber podido crear un escenario en que, pese a que las capacidades de los adversarios de hacer la guerra no habían sido totalmente destruidas, no les era políticamente posible continuar con la misma y, por tanto, se veían obligados a retirase o firmar la paz.

Tras el fin de la Guerra Fría10 las asimetrías en la guerra se han hecho muchos más profundas y complejas. De acuerdo con Steven Metz, la asimetría emplea algún tipo de diferencia para obtener ventajas sobre el adversario, y aunque fuera un aspecto importante en el pensamiento estratégico de Estados Unidos durante la Guerra Fría no estaba definido como tal. Solo a comienzos de la década de los 90, y tras la victoria en la guerra del Golfo, de 1991, el Departamento de Defensa comenzó a reconocer el potencial de los desafíos asimétricos para Estados Unidos.

Pese a que a lo largo de los 90 se van hacer varios intentos por definir la asimetría11 es hasta la Revisión conjunta estratégica de 1999 que se ofrece una definición amplia de asimetría, donde se establece:

    Las aproximaciones asimétricas son intentos para eludir o socavar las fuerzas estadounidenses mientras se explota su vulnerabilidad empleando métodos que difieren significativamente de aquellos métodos operacionales empleados por EEUU, generalmente buscan un gran impacto psicológico, tal como el choque o la confusión, que afecte la iniciativa del adversario. Los métodos asimétricos exigen una apreciación y el entendimiento de las vulnerabilidades del oponente. Las aproximaciones asimétricas muchas veces emplean tácticas, armas o tecnologías innovadoras y no tradicionales las cuales pueden ser aplicadas a todos los niveles de la guerra y a través de todo el espectro de las operaciones militares.

Un ejemplo de esto es la actual guerra contra el terrorismo. Es importante recordar que “en la lucha de liberación del Tercer Mundo el terrorismo se había acreditado como parte táctica integrante de la guerra partisana” (Münkler, 2005, p. 136). Sin embargo, en años recientes fenómenos como la “internacionalización del terrorismo que tuvo sus comienzos en los años sesenta pero no desplegó todos sus efectos hasta los noventa y la irrupción de motivos religiosos fundamentalistas en las estructuras impulsoras y de justificación de los grupos terroristas” (Münkler, 2005, p. 137) han creado nuevos escenarios en lo relacionado con la maximización del uso de la violencia12.

La guerra de guerrillas es “por principio una estrategia defensiva en la que se convierte a la población civil en un recurso militar del que solo pueden aprovecharse los guerrilleros, pero no las fuerzas regulares. El guerrillero compensa la superioridad técnica de su adversario redefiniendo el tipo y el lugar de lucha” (Münkler, 2005, pp. 142-143). Así, las guerras de guerrillas se desarrollan en primer lugar como una lucha por el apoyo de la población civil o por conseguir que se niegue este apoyo a la otra parte, a fin de no perder el apoyo logístico y la cobertura que allí se obtiene. En contraste, y como reflejo de las nuevas asimetrías:

    el terrorismo actual en el aspecto operativo tiene un carácter esencialmente ofensivo que se refleja en el hecho de que el terrorismo no depende del apoyo de una población bien dispuesta hacia él, que puede incluso prescindir totalmente de ese apoyo, siempre que consiga utilizar la infraestructura del adversario agredido como base logística y como arsenal (Münkler, 2005, p. 143).

Adicionalmente, el terrorismo “es una estrategia con la que grupos minúsculos, militarmente débiles tienen la posibilidad de utilizar la violencia contra grandes potencias o superpotencias” (Münkler, 2005, p. 144). La construcción de una “logística operativa, la adquisición de armas y la formación de combatientes requiere de unos medios mínimos si se le compara con los requerimientos necesarios para preparar y dar comienzo a una guerra de guerrillas, por no hablar de una guerra convencional” (Münkler, 2005, p. 144).

Finalmente, una de las asimetrías más profundas y complejas del actual terrorismo es aquella en la que los terroristas explotan el hecho de que “en sus ataques a sociedades muy desarrolladas predomina una mentalidad posheroica, contra la cual los terroristas dirigen con precisión el gesto de su decisión heroica” (Münkler, 2005, pp. 144-145). Quien está dispuesto a sacrificar la vida propia no tiene que preocuparse por asegurar la retirada o la huida, concentrándose solo en el ataque. En este contexto, cobra gran importancia el desprecio que los atacantes suicidas ponen de manifiesto hacia las formas de vida nada heroicas de los atacados, ya que los efectos psíquicos se intensifican de forma dramática13.

Ahora bien, es en este contexto de ruptura de las relaciones simétricas de la guerra, producto de la confrontación entre países desarrollados y no desarrollados, de debilitamiento del Estado como monopolizador de la violencia militar y del surgimiento/ consolidación de nuevas asimetrías militares producto de las dinámicas desarrolladas en la Guerra Fría, la post Guerra Fría, y de las actuales dinámicas del terrorismo y la globalización, que se puede entrar a analizar la experiencia vivida por Estados Unidos en Vietnam.

La guerra popular prolongada y los límites del sufrimiento

Lineamientos estratégicos de la entrada en Vietnam
El involucramiento de Estados Unidos en Vietnam se da en el marco general de la Guerra Fría y en el de la política de contención esbozada en marzo de 1947 por el presidente Truman para los problemas específicos que se presentaban con la Unión Soviética en Europa, pero redactada con un espíritu universal. Las administraciones de Eisenhower, Kennedy y Johnson mantuvieron los parámetros generales de la doctrina de contención, mismos que llevaron a una política exterior guiada por “un enfoque wilsoniano, universalista, en el que la libertad de cada nación independiente se había convertido en el objetivo nacional, cualquiera fuese la importancia estratégica de esa nación para Estados Unidos” (Kissinger, 1994, p. 613).

En este sentido, Eisenhower declaró “que la política exterior de los Estados Unidos era distinta de la de cualquier otra nación; era la exención de las responsabilidades morales de los Estados Unidos y no procedía de un cálculo de riesgos y recompensas” Kissinger, 1994, p. 613). Con Kennedy, estas ideas fueron llevadas aún más lejos cuando este afirmó, en su discurso de posesión, que “pagaremos cualquier precio, soportaremos cualquier carga, haremos frente a cualquier dificultad, apoyaremos a cualquier amigo nos opondremos a cualquier enemigo por asegurar la vida y el triunfo de la libertad”. Así, cuando Lindon B. Johnson llega a la Presidencia tras el asesinato de Kennedy se encontró con que “los compromisos exteriores de EEUU, que brotaban de su sistema democrático, habían borrado la distinción entre responsabilidades internas e internacionales” (Kissinger, 1994, p. 614).

Es en ese contexto en que son comprensibles las palabras de Johnson cuando afirmó en su discurso de posesión, de enero de 1963 que “si se van a perder vidas americanas y se va a gastar la hacienda de la nación en países que apenas conocemos, entonces éste es el precio que ha exigido el cambio, a nuestra convicción y nuestro pacto duradero”. Ahora bien, estas declaraciones presidenciales, y las que le precedieron, también reflejan el profundo impacto que tuvo en la mente de una generación de gobernantes estadounidenses la tragedia de Munich, de la que quedó una lección: “no oponerse a la agresión da como resultado que habrá que oponérsele más tarde en circunstancias mucho peores” (Kissinger, 1994, p. 614).

Además de los discursos de los presidentes estadounidenses, que también han sido interpretados como la más descarada muestra de cinismo para encubrir el afán norteamericano de dominación, encontramos que otros actores de la política exterior estadounidense empezaron, desde el nivel estratégico, a cambiar el eje de la política de contención desplazándolo de Europa al sudeste asiático, especialmente tras el triunfo de la China comunista en 1949. En este sentido se puede empezar por mencionar el documento NSC14 - 64 de febrero de 1950, que concluía: “Indochina era una zona clave del sudeste de Asia que se encuentra bajo amenaza directa, siendo este documento el principio de la teoría del domino que predecía que si caía Indochina, seguirían Birmania y Tailandia con lo que el equilibrio de Asia se encontraría en peligro” (Kissinger, 1994, p. 615).

Asimismo, y como señala Kissinger, en abril del mismo año el documento NSC-68 estableció que el equilibrio global se encontraba en juego en Indochina, donde toda una nueva extensión considerable del área que estaba dominada por el Kremlin haría surgir la posibilidad de que ya no pudiese reunirse ninguna coalición capaz de ponerle una fuerza mayor. De esta forma, se fue equiparando la amenaza de la Unión Soviética en Europa a Asia, y Estados Unidos fue llegando a la conclusión, equivocada, de que “el equilibrio global era atacado por Vietnam del Norte que estaba controlado por Beijín, que a su vez estaba controlado desde Moscú” (Kissinger, 1994, p. 615). Era una conspiración global controlada desde un centro: la Unión Soviética.

Para 1952 el documento del NSC “Estados Unidos, Objetivos y Cursos de Acción con respecto al Sudeste Asiático” formalizó la teoría del dominó, al establecer que un ataque militar a Indochina sería un peligro inherente a la existencia de una China comunista hostil y agresiva, al tiempo que afirmaba que la pérdida de un solo país del sudeste de Asia conduciría a una sumisión relativamente rápida o a una alineación con el comunismo de todos los demás. Esto llevaría incluso a que Europa y Japón se adaptasen a esta marea comunista, que parecía irreversible.

Pese a que estos documentos no explicaban por qué el derrumbe de las fichas del dominó sería tan sistemático, esa fue la línea que siguieron los presidentes de Estados Unidos, así como la mayoría de los órganos del Ejecutivo. Es claro que los tomadores de decisiones continuaban preocupados por el hecho de que el comunismo ya había devorado Europa Centro Oriental y China, proyectándose hacía las débiles naciones del sudeste Asiático que ahora se veían amenazadas por este avance del comunismo.

En la construcción de estos lineamientos lo que más preocupaba a Washington era la nueva China comunista. La política estadounidense en Vietnam va a estar profundamente influenciada por el constante temor a una intervención de China como la realizada por ese país durante la Guerra de Corea, a lo largo del río Yalu (noviembre de 1950). Estados Unidos va a desconocer, ignorar y desconfiar de las manifestaciones chinas en el sentido de que no intervendría en Vietnam. Lo anterior, debido a los altos costos humanos y económicos que le había significado su intervención en Corea, su profunda desconfianza hacia la Unión Soviética y su histórica enemistad con Vietnam.

Durante cuatro administraciones (1945-1969), desde Truman hasta Johnson, Estados Unidos siguió un enfoque universalista en su política exterior, el cual lo llevó a concluir que Vietnam era el punto estratégico para la contención del comunismo; esto sobre las siguientes premisas: 1. Los problemas en Vietnam eran una acción impulsada desde Moscú, que controlaba a Beijing, quien a su vez controlaba Hanoi 2. De tener éxito el avance comunista en Indochina países como Birmania y Tailandia estarían en peligro, incluso Japón, con lo cual se alteraría el equilibrio estratégico de la Guerra Fría. Finalmente, Estados Unidos se preparaba para intervenir en una región siguiendo el modelo militar simétrico que había desarrollado para una confrontación en Europa, cuando en Vietnam sus aliados franceses ya estaban haciendo frente a un tipo de guerra asimétrico para el que Estados Unidos no estaba preparado.

Primeros pasos de Estados Unidos en Vietnam

En 1940 Francia había sufrido una rápida y humillante derrota a manos de los alemanes, con lo que sus colonias en Asia quedaron abiertas al avance del imperialismo japonés, el cual tomó Indochina en 1941. En Vietnam una organización nacionalista conocida como el Viet Minh empezó a luchar contra la ocupación japonesa bajo el liderazgo de Ho Chi Minh (presidente del Partido Comunista de Indochina) y Vo Nguyen Giap, su comandante militar.

Ho Chi Minh y Giap luchaban por la independencia de Vietnam tanto de los japoneses como de los franceses, así como por la instauración del comunismo en el país. La derrota de los japoneses en 1945 le dio al Viet Minh la oportunidad de “proclamar la República Democrática de Vietnam que fue acompañada por una declaración de independencia según el modelo americano, esperando conseguir el apoyo estadounidense” (Wiest, 2002, p. 12). Sin embargo, Francia tenía ideas muy diferentes sobre Vietnam, y consideraba que tras su derrota en la II Guerra Mundial “necesitaba recuperar su estatus como potencia mundial y decidió hacerlo recuperando sus colonias en Indochina” (Wiest, 2002, p. 12).

Con estos objetivos opuestos e irreconciliables la guerra estalla entre Francia y el Viet Minh en noviembre de 1946. Los planificadores franceses esperaban, como luego lo harían los norteamericanos, “obtener una victoria rápida contra el Viet Minh pero no contaron con que tendrían que hacer frente a un enemigo determinado, que tenía la voluntad de absorber un tremendo numero de pérdidas humanas” (Wiest, 2002, p. 13). Esta situación creó un problema para Estados Unidos ya que se oponía al colonialismo europeo, pero necesitaba de sus aliados europeos, incluida Francia, para apuntalar la contención en Europa. Por eso Estados Unidos “deseando no ser tildado de colonialista apoyó a Francia instándola al mismo tiempo a prometer la independencia” (Kissinger, 1994, p. 617) y dando a los franceses un programa de ayuda militar anual de 200 millones de dólares anuales para la guerra en Indochina.

Entre tanto, Francia continuó con su política de reimplantación del colonialismo estableciendo en 1949 a Bao Dai como emperador en Vietnam del Sur, con lo cual “ese país fue presentado como una nación independiente que lucha por su libertad contra una agresión comunista” (Wiest, 2002, p. 13). Asimismo, y tras la victoria comunista en China el mismo año, Ho Chi Minh empezó a acercare a ese país en busca de apoyo para enfrentar a los franceses.

El inicio de la Guerra de Corea, el 25 de junio de 1950, puso a prueba la política de contención estadounidense y no fue ajena la situación que se vivía en Vietnam pues en 1952 el presidente Eisenhower señaló que “la guerra que están librando los franceses en Vietnam es la misma que nosotros estamos librando en Corea” (Wiest, 2002, p. 14), dando a entender con esto que se trataba de una sola guerra en el marco de la contención del comunismo. Sin embargo, las cosas no iban bien para los franceses pues en 1953 “después de haber sufrido más de 100.000 bajas la gente empezó a cuestionarse sobre la larga guerra en Vietnam y sobre si su continuación valía todo el esfuerzo y el sacrificio” (Wiest, 2002, p. 14).

Frente a esa situación los militares franceses, en cabeza del general Henri Navarrete, consideraron que “se necesitaba una victoria decisiva frente al escurridizo Viet Minh para así restablecer el apoyo del pueblo francés al esfuerzo en Vietnam” (Wiest, 2002, p. 14). Por ello en 1953 planificaron la “Operación Castor”, en un lejano lugar del noroeste del país llamado Dien Bien Phu, con el objetivo de atraer al Viet Minh a una batalla decisiva en la que la superioridad de los franceses en artillería y potencia de fuego los destruiría. Sin embargo, los vietnamitas hicieron posible la imposible tarea de desplazar piezas de artillería en la selva, alrededor de Dien Bien Phu, logrando concentrar una mayor potencia de fuego que los franceses.

La batalla15 empezó el 13 de marzo de 1954 y se prolongó hasta el 7 de mayo del mismo año, cuando los franceses se rindieron. A pesar de algunos esfuerzos de Eisenhower por lograr una acción unida para salvar a los franceses y con ello a Indochina del comunismo, los aliados de Estados Unidos, en especial el Reino Unido en cabeza de Churchill, consideraban que el mejor lugar para defender el sudeste de Asia del comunismo eran las fronteras de Malasia, no pudiéndose realizar ninguna acción colectiva.

La derrota francesa llevó a la Conferencia de Ginebra que en julio de 1954 estableció la división de Vietnam a lo largo del paralelo 17, con un norte comunista y un sur no comunista, así como una zona desmilitarizada (DMZ) a lo largo de la línea. De igual manera, estableció la posibilidad de unificar al país en unas elecciones que se realizarían en un plazo de dos años, con vigilancia internacional, y el retiro de todas las fuerzas extranjeras de los tres Estados de Indochina, quedando proscritas las bases extranjeras y las alianzas con otros países.

Los acuerdos de la Conferencia de Ginebra no solucionaron mucho y pueden ser resumidos como más adelante lo haría Richard Nixon: “Nueve países se reunieron en la Conferencia e hicieron seis declaraciones unilaterales, tres acuerdos bilaterales de cese al fuego y una declaración sin firmar” (Kissinger, 1994, p. 626). Lo alcanzado en Ginebra no dejó satisfecho ni a los vietnamitas, que consideraban que habían obtenido una victoria total, ni a los estadounidenses que veían en Vietnam un punto estratégico de su política de contención. Estados Unidos ya había perdido la mitad de Vietnam y no estaba dispuesto a perder la otra mitad, así eso implicara “apoyar un régimen independiente en el Vietnam del Sur en el marco de su política de contención, aunque esto significara violar los Acuerdos de Ginebra” (Wiest, 2002, p. 16).

Estados Unidos va a escoger a Ngo Dinh Diem como dirigente para el sur de Vietnam, quien con apoyo de la CIA tratará de consolidar su poder en el país mediante la toma del control sobre el ejército de la República de Vietnam - ARVN (una fuerza nativa que tenía su origen en la fuerza colonial francesa) y un grupo de consejeros y asesores militares de Estados Unidos que prepararían al ARVN para la defensa del país.

Pese a las buenas intenciones Diem fue un mal gobernante y se reveló pronto como una pésima elección por parte de Estados Unidos. Aunque Diem redactó una constitución para Vietnam del Sur “solo la utilizó para encubrir una forma de gobierno dictatorial, aquejado por una corrupción endémica que no logró ningún tipo de mejoras económicas o sociales para la masiva población campesina de Vietnam” (Wiest, 2002, p. 16). En general Diem aplicó la forma de gobierno autocrática que conocía y no la forma de gobierno democrática que Estados Unidos esperaba, con lo cual terminó siendo un gobernante que hizo poco por ganarse el apoyo de su pueblo.

En el norte Ho Chi Minh solo pudo protestar por la cancelación de las elecciones previstas en los acuerdos de Ginebra y pese a que entre 1956 y 1958 las fuerzas de Diem destruyeron las fuerzas remanentes del Viet Minh que habían permanecido en el sur, Ho Chi Minh permaneció firme en su deseo de unificar Vietnam. En 1959 el Politburó de Vietnam del Norte apoyó los planes de empezar un levantamiento en el sur. Esto implicaba llevar la guerra a Laos y Camboya, ya que por lo estrecho de la frontera entre Vietnam del Norte y del Sur la infiltración hacía el sur debía realizarse a través de Laos y Camboya16, por medio de lo que se llegaría a conocer como la Ruta Ho Chi Minh17.

En este punto a Estados Unidos, y en especial a la nueva administración de Kennedy, se le empezaban a acabar las opciones. Para empezar, el nuevo presidente continuó con la política de sus predecesores de considerar a Vietnam una zona estratégica para la contención global; sin embargo, agregó nuevos elementos. Eisenhower había visto la situación en Vietnam como la vería un soldado, es decir “como una guerra entre dos entidades distintas Vietnam del Norte y Vietnam del Sur” (Kissinger, 1994, p. 636). Kennedy y su equipo llegaron a la conclusión de que “los ataques del Viet Cong18 a Vietnam del Sur no representaban tanto una guerra tradicional, sino un conflicto casi civil caracterizado por un fenómeno relativamente nuevo: la guerra de guerrillas” (Kissinger, 1994, p. 636).

En este sentido, tal y como lo señala Kissinger (1994, p. 636), la administración Kennedy llegó a considerar, dada la imposibilidad de una confrontación entre las superpotencias, que la guerra de guerrillas sería la ola del futuro y el oponerse a ellas como la prueba última para la capacidad norteamericana de contener el comunismo. Así, Vietnam no solo era uno de los campos de batalla de la Guerra Fría, sino que era el campo de batalla decisivo en el que se decidiría si se podría poner fin a la guerra de guerrillas y ganar la Guerra Fría.

A pesar de esta situación Kennedy creía que la guerra en Vietnam, aun con el compromiso estadounidense, seguía siendo un problema de los vietnamitas. La estrategia a seguir sería la de “crear un país viable y cada vez más democrático por medio de acciones militares, políticas, económicas, psicológicas y encubiertas, con lo que la contención se transformó en la formación de naciones” (Kissinger, 1994, p. 642). Para Kennedy, la forma de lograr los objetivos en Vietnam era mediante el aumento de asesores civiles y militares de Estados Unidos en Vietnam, los cuales durante la administración Kennedy pasaron de “3.164 a principios de su administración a 16.263 al momento de su muerte” (Kissinger, 1994, p. 645).

En 1963 las cosas bajo el gobierno de Diem no mejoraban. El Viet Cong había intensificado los niveles de violencia y parecía estar ganando en el sur, donde además el gobierno empezó una campaña de represión contra los budistas de Vietnam del Sur, que representaban cerca del 80% de la población. Esta situación llevó a que Estados Unidos considerara y expresara la posibilidad de remover del poder a Diem y de dar apoyo directo en caso de un desplome de la autoridad central. Los generales survietnamitas interpretaron el mensaje y dieron un golpe militar que terminó con la muerte de Diem el 2 noviembre de 1963. Veinte días más tarde el presidente Kennedy era asesinado.

Lyndon Baines Johnson, en su calidad de vicepresidente, asume el cargo tras la muerte de Kennedy y es elegido presidente en 1964. Johnson va a heredar y continuar con la línea política que establecía que Vietnam era pieza fundamental de la estrategia de contención y su pérdida a manos del comunismo daría lugar a la caída de los países no comunistas del sudeste de Asía, así como al acomodo de Japón a esta situación. A estos lineamientos se sumó la gran inestabilidad interna de Vietnam del Sur, que tras el derrocamiento de Diem se vio afectado por las continuas pugnas entre los generales en el poder, quienes terminaron dejando todo en manos de Estados Unidos.

Entre tanto, en Hanoi vieron como la crisis en el sur les ofrecía una oportunidad. En diciembre de 1963 el Comité Central del Partido Comunista definió una nueva estrategia que se centraba en el fortalecimiento de las unidades guerrilleras y la aceleración de la infiltración en el sur con unidades regulares del ejército de Vietnam del Norte. Johnson interpretó la participación de unidades regulares del NVA como “un caso clásico de agresión abierta” (Kissinger, 1994, p. 649). Sin embargo, lo verdaderamente importante en este punto era que “Hanoi estaba aplicando una estrategia mientras que Washington simplemente sopesaba diversas teorías, ninguna de las cuales fue seguida hasta su conclusión” (Kissinger, 1994, p. 649).

Con Johnson, se hizo mucho más claro el callejón sin salida en el que se habían metido Estados Unidos. Por un lado, continuaba con un lineamiento estratégico que le decía que Vietnam era importante para la contención, y en función del cual había invertido una gran cantidad de tiempo, esfuerzo y dinero que, en principio, restringía una rápida retirada. Asimismo, seguía tratando de cumplir una doble tarea, que se mostraba imposible: derrotar a un determinado ejército guerrillero en Vietnam del Sur, que contaba con bases seguras en Camboya, Laos y Vietnam del Norte, al tiempo que trataba de democratizar una sociedad totalmente ajena a cualquier concepto de democracia.

Estados Unidos no quería aceptar las consecuencias de una retirada y del abandono del gobierno de Vietnam del Sur así no fuera democrático. Pero, claramente en el contexto de Guerra Fría, tampoco le gustaba el escenario de una toma del poder en el sur por los comunistas. Al final, en el proceso de toma de decisiones peso más el temor de abandonar Vietnam del Sur visto como lo veía Estados Unidos en ese momento, que el temor de entrar en una confrontación en la que no había claridad sobre el tipo de guerra que se emprendería, sobre sus motivaciones entre los vietnamitas y en la que no había suficiente conocimiento sobre el tipo de enemigo que se enfrentaría.

En agosto de 1964 dos incidentes en el golfo de Tonkin precipitaron el involucramiento directo de Estados Unidos en la guerra. El primero ocurrió el 2 de agosto e involucró a cinco botes de patrulla norvietnamitas que atacaron al destructor estadounidense Maddox, el cual realizaba labores de vigilancia e inteligencia técnica en la zona19. El incidente terminó con un intercambio de disparos entre ambos bandos y el hundimiento de dos patrulleras norvietnamitas. Johnson inicialmente actuó con cautela y se negó a autorizar una acción de represalia, ordenó que el Maddox continuara con su misión y que se le uniera un segundo destructor, el Turney Joy.

El 4 de agosto se produjo un segundo incidente, que permanece poco claro y lleno de controversia. Las tripulaciones de los dos buques informaron que estaban siendo atacados, que habían sido objeto de disparos de torpedos y que habían alcanzado cuando menos tres barcos enemigos en un encuentro que duró casi cuatro horas. Sin embargo, al evaluar la situación no se encontró ninguna prueba concreta de este segundo ataque, no hubo ni naufragios, ni cadáveres, ni daños a los buques de Estado Unidos.

Pese a la poca claridad de este incidente el Ejecutivo lo interpretó como prueba de la decisión deliberada por parte de Vietnam del Norte de escalar el conflicto. Aun si en el incidente del 4 de agosto los marineros estadounidenses e inexpertos operadores de sonar reaccionaron de forma exagerada, los hechos del 2 de agosto no dejaban dudas, con lo cual ya era suficiente para provocar una respuesta por parte de Estados Unidos.

La respuesta se dio en dos ámbitos, el militar y el político. En lo militar, Johnson autorizó incursiones aéreas (pierce arrow) sobre las bases de patrulleras vietnamitas en Quang Khe y Hong Gai. En el plano político, la respuesta fue una petición de Johnson al Congreso para permitirle actuar, petición que se concretó el 7 de agosto con la aprobación de la “Resolución del Golfo de Tonkin” por parte del Senado y el 8 por parte de la Cámara de Representantes. Esta resolución le permitió al presidente, como comandante de las Fuerzas Militares, “tomar todas las medidas necesarias para repeler cualquier ataque armado contra las Fuerzas de los Estados Unidos e impedir nuevos ataques”.

En general, la Resolución del Golfo de Tonkin fue un cheque en blanco del Legislativo al Ejecutivo en la que le autorizó involucrarse en Vietnam tanto como quisiera. Inicialmente, la resolución fue objeto de pocas críticas; como lo señala Andrew Weist, en la Cámara de Representantes y el Senado solo hubo dos votos en contra. En este sentido, se puede destacar la declaración del senador Ernest Gruening quien acertadamente describió la resolución como “una declaración anticipada de guerra”.

Johnson era consciente de que la resolución no era una declaración de guerra y había prometido que no sería usada para librar una guerra no declarada en Vietnam del Sur. El veía la resolución como un instrumento para mostrar a Vietnam del Norte la determinación de defender Vietnam del Sur, estabilizar la situación y responder a las voces que pedían represalias contra el norte. Sin embargo, la combinación de un lineamiento estratégico que señalaba a Vietnam como el punto neurálgico de la contención, la debilidad de Vietnam del Sur y la incomprensión de los problemas subyacentes a la guerra, llevaron a que la resolución se convirtiera en un instrumento para librar una guerra no declarada en el sudeste de Asia.

Esta resolución, que violaba el mandato constitucional dado al Congreso para ser el único que declara la guerra, generó una brecha de credibilidad que enfrentaría al Ejecutivo, al Legislativo y a la opinión pública que luego se manifestaría abiertamente contra la guerra. Asimismo, Ho y Giap también le dieron su lectura a la Resolución del Golfo de Tonkin y para ellos no había duda, esta era el equivalente a una declaración de guerra por parte de Estados Unidos y actuaron en consecuencia.

Guerra de Vietnam: intervención estadounidense

Aunque Johnson y sus seguidores vieron la resolución como la herramienta que necesitaban para hacer frente a la difícil situación en Vietnam, pronto quedó claro que no sería así. Para 1965 Vietnam del Norte empezó a concentrar su atención en blancos norteamericanos, en zonas como Pleiku que fue atacada el 6 de febrero y Quin Nhon atacada el 10.

Ante esta situación Johnson autorizó ejecutar un programa de acciones aéreas limitadas (bombardeos20) sobre Vietnam del Norte conocido como Rolling Thunder que era parte de una escalada gradual con la que se buscaba disuadir a Vietnam del Norte de seguir apoyando la insurgencia en el sur. Johnson creía que con el margen de acción que le había dado la Resolución del Golfo de Tonkin y los bombardeos se demostraría la determinación de Estados Unidos de respaldar al sur, y se lograría que Ho Chi Minh entrase en razón. No obstante, más que otra cosa estas acciones ponían de manifiesto un profundo desconocimiento de los vietnamitas, sus objetivos y su férrea voluntad de lucha.

Pese a los bombardeos los vietnamitas siguieron presionando en el sur y debido a esa presión el Mando de Ayuda Militar en Vietnam (MACV), al mando del general William Westmoreland solicitó unidades de la Infantería de Marina estadounidense para proteger la base aérea de Danag. Johnson consideró la solicitud razonable dada la amplia presencia de asesores militares de Estados Unidos y las dificultades que enfrentaba el Ejército de Vietnam del Sur. Así, el 8 de mayo de 1965 fueron desplegadas las primeras unidades de combate de Estados Unidos, 34 infantes de marina que días después fueron seguidos por un batallón que luego, en 1969, llegarían a ser 543.000 hombres21.

Esta situación nos muestra el momento exacto en el que se da el involucramiento directo de Estado Unidos en la guerra. Sin embargo, es más importante la dimensión política que hay detrás del hecho militar, pues evidencia el punto en el que 11 años de esfuerzos por estabilizar Vietnam del Sur y evitar involucrarse en una guerra en la que pocas cosas eran claras, fracasan. A partir de este momento Estados Unidos se va a ver envuelto en una compleja guerra en la que morirán miles de norteamericanos, millones de vietnamitas y donde las sociedades de los dos países se van a romper, unos bajo el peso de las bombas y otros producto del descontento con una guerra incomprensible.

A partir de este momento se pueden identificar dos fases en la guerra de Vietnam. La primera, entre 1965 y enero de 1968, cuando la ofensiva del Tet crea un punto de inflexión, y la segunda, entre 1968 y 1973, cuando son retiradas las tropas norteamericanas.

Primera fase de la Guerra de Vietnam
La primera fase de la guerra va a estar orientada por la misma línea estratégica que había definido con anterioridad el gobierno estadounidense para Vietnam del Sur. Sin embargo, en términos generales, este periodo se va caracterizar por la carencia de “planes o eventualmente de una idea concreta de la administración o de los militares sobre cómo alcanzar esos objetivos” (Wiest, 2002, p. 29) y que habían sostenido durante tanto tiempo. La administración Johnson, con todo, continuó tomando decisiones para tratar de hacer frente a la difícil situación en Vietnam.

Una de las decisiones estratégicas de mayor importancia tomadas por la administración fue la de “limitar y confinar las fuerza de tierra de los Estados Unidos a Vietnam del Sur” (Wiest, 2002, p. 29). Esta decisión causó un profundo impacto sobre el desarrollo de la guerra debido a que, como ya se ha mencionado aquí, Vietnam del Norte había decidido desde 1959 involucrar en la guerra a Laos y Camboya a través de la Ruta Ho Chi Minh. Al limitar las operaciones terrestres a Vietnam del Sur, Estados Unidos creó un escenario en el cual el tremendo desgaste que le generaba a las unidades del Viet Cong o del Ejército de Vietnam del Norte podía ser contrarrestado por el continuo flujo de hombres y equipos desde Laos, Camboya y Vietnam del Norte. Este escenario solo es explicable en el contexto de la Guerra Fría y fue producto del convencimiento estadounidense de que una acción directa contra Vietnam del Norte podría desencadenar una reacción de la China comunista o incluso de la Unión Soviética, último responsable de los problemas en Vietnam.

Una vez se determinó limitar las operaciones terrestres al sur, los militares se pusieron a trabajar en la forma en que derrotarían a los escurridizos comunistas; así, concibieron una estrategia simple que consideraban los llevaría a ganar la guerra. Planearon acabar con el Viet Cong mediante “la destrucción de sus cuadros militares utilizando las tácticas de encontrar, fijar y destruir” (Wiest, 2002, p. 29).

Como lo describe Andrew Weist, los estadounidenses sabían que enfrentaban un enemigo elusivo y escurridizo, así que para contrarrestar esto planeaban utilizar inteligencia superior para localizarlo. En ese momento, utilizando una mayor movilidad (helicópteros), las fuerzas de Estados Unidos podrían sorprender a los confiados comunistas y hacerlos entrar en combate. Una vez los comunistas entraran en combate con los estadounidenses las fuerzas de Estados Unidos podrían hacer caer sobre ellos masivas cantidades de artillería y destruirlos con su superioridad aérea. Al definir este marco operacional, el general Westmoreland creía que “la aniquilación de unas cuantas unidades enemigas le mostraría a Vietnam del Norte el error de continuar la guerra y llevaría a que el sur alcanzara la paz” (Wiest, 2002, p. 29). Asimismo, el general Westmoreland confiaba que la victoria sería alcanzable y que las fuerzas de Estados Unidos podrían retirarse en tan solo tres años.

Finalmente, quedaba un aspecto por definir: ¿Quienes librarían esta guerra no declarada en Vietnam? Johnson sabía que la Resolución del Golfo de Tonkin no era una declaración de guerra formal, por lo cual no podía movilizar libremente las fuerzas militares de Estados Unidos; tampoco quería dañar el consenso interno en torno a su principal programa de gobierno “La Gran Sociedad”22 ni deseaba una movilización masiva que pudiera ser interpretada como una provocación, en el contexto de la Guerra Fría. Para hacer frente a esta situación Johnson decidió “no llamar a la Guardia Nacional o las reservas entrenadas y optó, junto con los militares, por un sistema en el cual los militares estadounidenses cumplirían con un año de servicio en Vietnam para tratar de limitar los efectos de la exposición de los soldados al combate” (Wiest, 2002, p. 29) y contar con tropas suficientes para librar la guerra23.

Este sistema de rotación anual era conocido como “DEROS (Fecha Prevista para Regresar a Casa), siendo la motivación principal de la mayoría de los soldados sobrevivir hasta dicha fecha” (Arnold, 1994, p. 24). Esta forma de servicio en Vietnam difería de las formas de servicio que había implementado Estados Unidos en guerras anteriores, pues durante las dos guerras mundiales y la guerra de Corea los soldados servían desde el principio y hasta el final de las mismas. De igual forma, este sistema creó una dinámica perversa en la que los soldados:

    durante las primeras semanas se hallaban excitados e incluso deseosos de entrar en combate. Después de la primera acción de combate el entusiasmo disminuía y entre el segundo y el octavo mes el soldado realizaba cumplidamente su labor de combatiente. A partir de entonces se consideraba soldado viejo y como todos los de su clase, rehuía asumir riesgos (Arnold, 1994, p. 24).

En Vietnam el principal efecto que generó el DEROS se puede resumir usando los mismos términos que utilizó un oficial norvietnamita comentando las razones por las que Estados Unidos perdió la guerra: “Un punto débil era su sistema de rotación de soldados. En cualquier caso siempre eran extranjeros aquí ya que cuando alguien comenzaba a conocer el país, le enviaban a casa” (Arnold, 1994, p. 27). En este contexto se perdía la memoria institucional y los soldados quedaban ante un dilema pues “eran conscientes de que no iban a ganar la guerra durante su periodo de servicio así que se preguntaban ¿Para qué intentarlo?, sus tendencias patrióticas y de auto sacrificio competían con su instinto de conservación. Para ellos el fin la de guerra estaba marcado por su fecha individual de rotación y no por el final de la misma, ya fuera que obtuvieran una victoria o una derrota” (Arnold, 1994, p. 27).

Así, es posible ver que durante esta primera fase de la guerra Estados Unidos optó por librar una guerra concebida en términos simétricos, buscando desgastar al norte en Vietnam del Sur en la creencia de que “la aplicación de una fuerza superior podrían hacerles alcanzar la victoria” (Arnold, 1994, p. 30). Sin embargo, es claro que Johnson y sus generales subestimaron y no comprendieron la tenacidad y determinación del pueblo vietnamita, que estaba dispuesto a asumir un desgaste y unos costos prohibitivos e incomprensibles para la mayoría de países del mundo, empezando por Estados Unidos.

Vietnam del Norte sabía que en una confrontación generalizada con Estados Unidos debía continuar aplicando los métodos asimétricos de guerra que combinaban subversión política, guerra de guerrillas y batallas cámpales de características simétricas. Esta forma de actuar generaría una “lenta pero continua pérdida de vidas americanas que con el tiempo y una amplia cobertura de medios24*, generarían un efecto acumulativo que llevaría a Estados Unidos a preguntarse sobre el valor de la guerra en Vietnam” (Arnold, 1994, p. 30) tal y como en su momento lo hicieron los franceses.

Así las cosas, la de Vietnam se convirtió para Estados Unidos en una guerra que era difícil de presentar y entender para el público norteamericano siendo juzgada, en su mayoría, mediante el conteo de cuerpos en el que por cada norteamericano que perdía la vida, diez vietnamitas lo hacían. La opinión pública estadounidense no comprendía por qué sus soldados luchaban una y otra vez en los mismos lugares sin llegar a conquistar el territorio, obtener una victoria decisiva o lograr avances definitivos en la guerra. Esta situación, sumada a los problemas derivados del sistema de reclutamiento, el fenómeno de la contracultura25, la forma de lucha de los vietnamitas26 y el hecho de haber terminado librando una guerra no declarada; llevaron a que el apoyo a las acciones del gobierno se vinieran abajo irremediablemente.

Esto se debió principalmente a que Estados Unidos, al igual que Francia en su momento, no entendió que los problemas que afectaban a Vietnam eran de naturaleza económica y social, ligados principalmente a la propiedad de la tierra en un país eminentemente campesino. Estados Unidos se concentró en las soluciones militares, prestando poca atención o malinterpretando los problemas socioeconómicos del país.

A pesar de todos estos problemas, durante esta primera fase de la guerra, caracterizada por la realización de operaciones y batallas de desgaste, los estadounidenses “habían logrado causar a Ho y Giap un tremendo número de bajas que los había puesto a ellos y a su gente al límite” (Arnold, 1994, p. 40). No obstante, Ho y Giap tomaron la decisión de realizar un gran esfuerzo por enfrentar a Estados Unidos en una batalla decisiva, batalla que se conocería como la ofensiva del Tet, el momento decisivo de Vietnam y el punto de inflexión de la guerra.

Ofensiva del Tet
La ofensiva del Tet fue un ataque a gran escala realizado por las unidades del Ejército de Vietnam del Norte y el Viet Cong contra las principales ciudades y unidades militares en todo Vietnam del Sur el 30 de enero de 1968, día del año nuevo lunar o Tet.

En julio de 1967 el alto mando comunista se reunió en Hanoi y aunque la inteligencia estadounidense concluyó que la finalidad de la reunión era considerar una tentativa de paz, en dicha reunión los líderes comunistas planificaron la ofensiva del Tet. Los líderes comunistas reconocieron que hasta ese momento “su estrategia se había basado en golpes quirúrgicos bien planificados y periódicos, de pequeño y mediano alcance contra objetivos seleccionados así como acciones a pequeña escala programadas para elevar el nivel de ansiedad del enemigo y destruir su autoconfianza” (Arnold, 1994, p. 9).

Asimismo, los líderes comunistas reconocían que las cosas no iban bien para ellos pues, tal y como lo explica un general del Viet Cong:

En la primavera de 1967 Westmoreland comenzó su segunda campaña. Fue verdaderamente feroz. Parte de nuestro pueblo se desanimó. Hubo muchos debates a lo largo de la guerra; ¿Deberíamos continuar nuestros esfuerzos directos o sería mejor basarnos en una estrategia a nivel más local? Pero decidimos que ustedes (los estadounidenses) no nos habían superado en fuerzas en el campo de batalla. Por lo tanto acordamos entablar una batalla decisiva para forzar a Lindon B. Johnson a una desescalada bélica (Arnold, 1994, p. 9).

Aunque resulta dudoso que los estrategas vietnamitas considerasen posible forzar a una desescalada bélica tan fácilmente, es interesante ver cómo pese a todos los problemas que rodeaban la intervención de Estados Unidos en Vietnam, su estrategia estaban funcionando y estaba creando un escenario que obligaría a Vietnam del Norte y al Viet Cong a tomar un curso de acción muy arriesgado, como lo era la ofensiva del Tet.

Estados Unidos se encontraba en vísperas de la primera vuelta de las elecciones primarias para la Presidencia, en el curso de las cuales Johnson manifestó que el final de la guerra estaba cerca debido a los buenos resultados que se estaban obteniendo, y Westmoreland seguía la misma línea, asegurando que el final de la guerra estaba ya que “el enemigo estaba muy debilitado y no tenía la capacidad de realizar acciones ofensivas mayores” (Weist, 2002, p. 40).

Sin embargo, Westmoreland estaba en un error porque si bien los oficiales de inteligencia estadounidenses tenían todas las piezas del rompecabezas de la ofensiva del Tet, no pudieron construir una imagen clara de las intenciones del enemigo a tiempo, y no lograron empezar a tener claridad de los hechos sino solo unas semanas antes del inicio de la ofensiva. La razón de esto se debía a que en caso de una ofensiva a gran escala los comunistas tendrían que concentrarse, ante lo cual la movilidad y poder de fuego superiores de los estadounidenses los despedazarían, lo cual hacía de este escenario uno poco probable.

El general Giap, en su calidad de ministro de Defensa, y el general Pham Hung concibieron la del Tet como una ofensiva de tres fases: resistencia, ofensiva general y levantamiento general. El objetivo del Tet era el de lograr, mediante ataques a las principales ciudades del país, un levantamiento militar en el sur al que se unirían los civiles para derrocar al gobierno. Esta estrategia suponía una evolución desde la guerra de guerrillas, de golpear y salir corriendo, hacía la formación de unidades de combate regulares que entablarían una batalla convencional para tomar y mantener objetivos, especialmente urbanos.

Aunque es difícil saber con exactitud las expectativas del alto mando norvietnamita, al parecer Giap creía que “una ofensiva semejante desencadenaría un levantamiento militar en el sur y que los civiles del sur se unirían a su causa” (Arnold, 1994, pp. 12-13). Al elegir las festividades del Tet como momento para lanzar la ofensiva tendrían una cobertura perfecta, ya que se había pactado una tregua de 36 horas y además existía un precedente histórico pues “en 1789 los patriotas vietnamitas habían atacado a los invasores chinos en Hanoi durante el festival del año nuevo lunar” (Arnold, 1994, p. 12). Asimismo, la preparación de la ofensiva estuvo acompañada de una fuerte exhortación propagandística dirigida a aquellos que lucharían en el sur27.

Definidas las líneas de acción, el Viet Cong procedió a transportar durante seis meses hombres, municiones y armamento desde la frontera de Camboya a los túneles de Cu Chi y del Triángulo de Hierro. Allí, los hombres recibieron instrucciones detalladas y fueron trasladados a los suburbios de Saigón y otros lugares preparándose para el asalto. Sin embargo, no todos los líderes comunistas estaban de acuerdo con las acciones definidas y ejemplo de esto fue el hecho de que “el segundo jefe político de Saigon, quien estaba en contacto más directo con la realidad que su jefe inmediato, sabía que las guerrillas urbanas estaban pobremente organizadas y eran relativamente escasas en número, pero cuando manifestó sus dudas a sus superiores recibió un regaño” (Arnold, 1994, p. 13).

Para el 30 de enero de 1968 el Viet Cong y el Ejército de Vietnam del Norte habían movilizado 85.000 hombres que tomarían parte en la ofensiva, durante la cual “fueron atacadas las ciudades más importantes de Vietnam del Sur y unas 35 capitales de provincia fueron tomadas” (Davis, 2006, p. 439). Pese a abarcar todo el país, el Tet se concentraría en las ciudades de Saigón y Hue, así como en el ataque a la base fronteriza de la Infantería de Marina de Estados Unidos en Khe Sanh que empezó el 21 de enero, diez días antes del comienzo de la ofensiva, y que se extendería hasta el 6 de abril.

En Saigón más que una toma formal de la capital el Viet Cong y el NVA “escogieron blancos de importancia política y militar en un esfuerzo por paralizar el control gubernamental de la ciudad y facilitar el esperado levantamiento general” (Weist, 2002, p. 41). Las acciones se concentraron en el Palacio Presidencial, la estación de radio, los cuarteles del MACV y el ARVN, así como en la Embajada de Estados Unidos. Este último sito fue objeto de una intensa cobertura de prensa y “aunque el ataque falló la imagen de fuerzas comunistas entrando en el corazón del poder estadounidense en Vietnam del Sur indicaba que la guerra era mucho más seria de lo esperado y que los mensajes de victoria inminente eran en el mejor de los casos, equivocados y en el peor, mentiras calculadas” (Arnold, 1994, p. 41).

Después de la sorpresa inicial, el Viet Cong no logró alcanzar sus objetivos a causa de la respuesta de las fuerzas de Estados Unidos y el ARVN así como producto del hecho de que el esperado levantamiento general de la población nunca se produjo, lo que llevó al colapso de la ofensiva en la ciudad, recuperándose el control de la misma en pocos días. El ataque a Saigon, pese a ser un fracaso para el Viet Cong y el NVA, presentó una imagen muy distinta de la guerra. Lo acontecido allí mostró a sesenta millones de estadounidenses “imágenes de compatriotas muertos en el jardín de la Embajada y la perturbadora imagen del General Hguyen Ngoc Loan disparando en la cabeza a un infiltrado del Viet Cong. Estas imágenes resumían el embrollo del Tet: Los norteamericanos muertos e incapaces de proteger el centro neurálgico de su enorme fuerza expedicionaria mientras sus corruptos aliados survietnamitas disparaban sobre hombres desarmados y todo esto en el momento en el que al pueblo estadounidense se le aseguraba que se vislumbraba la luz al final del túnel” (Davis, 2006, p. 433), es decir, la victoria en la guerra.

Hue era la antigua capital imperial del Vietnam unificado y fue tomada por cerca de 12.000 norvietnamitas28 que ocuparon la ciudadela y la enorme fortaleza. El contraataque de los marines norteamericanos fue contundente y la lucha por la ciudad fue feroz, “tras veintitrés días de combates ininterrumpidos con ataques de tanques, la llegada de refuerzos y bombardeos aéreos; la ciudadela fue recuperada aunque había quedado en ruinas” (Davis, 2006, p. 435).

Finalmente, en el sitio a la base de Khe Sanh el general Giap envío a cerca de veinte mil29 norvietnamitas contra seis mil marines que la defendían, esperando tomarla luego de haberla rodeado y aislado, contando además con la artillería30 para doblegar a los estadounidenses. Al principio “Westmoreland pensó que la ofensiva del Tet no eran más que maniobras de distracción destinadas a distraer tropas estadounidenses del asedio a Khe Sanh” (Davis, 2006, p. 439), con el objetivo de crear otro Dien Bien Phu. Cuando fue claro que el Tet era una ofensiva general, y tomando en cuenta que se estaba en año electoral y que arreciaban las protestas contra la guerra, se decidió “usar Khe Sanh como cebo para fijar al terreno las divisiones norvietnamitas y hacer una devastadora demostración del poder militar estadounidense” (Davis, 2006, p. 440).

La base fue sometida a un bombardeo casi ininterrumpido por parte de los norvietnamitas con el fin de acabar con la resistencia de los marines y destruir su aeródromo. Pese al asedio, los estadounidenses lograron mantener suministros ininterrumpidos, lo que les permitió recibir ayuda31. Tras 77 días de asedio los norvietnamitas perdieron doce mil hombres, los estadounidenses sufrieron menos de doscientos muertes y tuvieron mil seiscientos heridos. Khe Sanh fue otro fracaso en la ofensiva del Tet “ya que por cada norteamericano muerto, cincuenta norvietnamitas perdieron la vida” (Davis, 2006, p. 441), lo que quintuplicaba el promedio de la guerra y a lo que se le sumaba el no haber logrado tomar la base y no haber logrado desequilibrar la respuesta de las fuerzas de Estados Unidos y Vietnam del Sur.

La ofensiva del Tet fue un enorme éxito táctico, en términos militares convencionales y simétricos para los Estados Unidos. Johnson y Westmoreland sentían verdaderamente que el final de la guerra estaba cerca. A costa de unos “cuatro mil norteamericanos, entre muertos y heridos, los comunistas perdieron entre cincuenta y cincuenta y ocho mil hombres en el campo de batalla” (Arnold, 1994, p. 85). Los mayores costos los acarrearon los cuadros del Viet Cong que “tras la ofensiva del Tet dejaron de ser una fuerza efectiva de combate, teniendo que retirarse a las tierras del interior para reagruparse, en un proceso que les obligó a abandonar las tierras que habían controlado por años y pasando a depender de forma más directa de Hanoi” (Weist, 2002, p. 45). Visto de una forma muy simple, durante el Tet el Viet Cong y las fuerzas de Vietnam del Norte se concentraron y sus masas fueron exterminadas por la potencia de fuego norteamericana.

En este sentido el coronel general Tran Van Tra32 confesó, usando un doble lenguaje, que desafiar a los norteamericanos durante el Tet había sido un gran error33; asimismo, el general Tran Do comentó después de la guerra: “No alcanzamos nuestro objetivo principal que era forzar un levantamiento en todo el sur. Con todo infligimos cuantiosas bajas, en cuanto a causar impacto en los Estados Unidos, no era esa nuestra intención, pero se transformó en un resultado afortunado” (Arnold, 1994, p. 86). Es aquí cuando surge la mayor paradoja de la guerra pues luego de haber obtenido una clara victoria en el campo de batalla para Estados Unidos la guerra estaba perdida34.

La reacción estadounidense a la ofensiva del Tet pone de manifiesto los problemas de identificar, comprender, articular y proyectar las variables políticas, socio-económicas, militares e internacionales, en escenarios asimétricos. La combinación de aspectos internos y externos tales como: 1. La equivocada valoración de los problemas que afectaban Vietnam en el marco de la Guerra Fría; 2. La agitación interna de Estados Unidos producto de la contracultura, el movimiento antiguerra, el movimiento por los derechos civiles y la prensa; 3. La percepción entre la opinión pública de estar siendo engañados por su gobierno sobre el desarrollo y resultados de la guerra. 4. La dificultad de construir un gobierno viable en Vietnam del Sur que pudiera hacerle frente a los problemas socioeconómicos del país; 5. La incapacidad de tener empatía con los vietnamitas del norte a fin de entender sus intenciones y su determinación de unificar el país, y 6. El constante flujo de hombres y equipos desde Rusia, China y Vietnam del Norte hacia Vietnam del Sur a través de Laos y Camboya, así como la imposibilidad de frenarlo, generaron un escenario en que los éxitos de la variable militar fueron anulados por los resultados de las interacciones de las otras variables.

Segunda fase de la Guerra de Vietnam

Inmediatamente después del Tet, Westmoreland solicitó doscientos mil soldados más para obtener la victoria final en Vietnam. La solicitud fue negada por Johnson ya que eso implicaría una movilización nacional que amenazaría la economía, su programa de la Gran Sociedad y claramente implicaría un mayor sacrificio de vidas que el pueblo estadounidense ya no estaba dispuesto a hacer. Como lo mencionara Kissinger, para muchos estadounidenses la guerra era imposible de ganar, los costos excedían los beneficios y los Estados Unidos estaban extendiéndose demasiado. Asimismo, para los críticos más acérrimos había muy poca diferencia entre Hanoi y Saigón, con lo cual desaparecía la razón ideológica de la guerra y la persistencia norteamericana en el conflicto no reflejaba un juicio práctico fallido, sino la corrupción moral del núcleo mismo del sistema político norteamericano.

Johnson no se presentaría a las elecciones presidenciales de 1968, siendo remplazado por Richard Nixon en 1969. La política en Vietnam fue sometida a revisión, en medio de fuertes protestas contra la guerra en las calles y la apertura de diálogos de paz en París. Westmoreland fue remplazado el 3 de julio de 1968 por el general Creighton Abrams, quien introdujo una nueva estrategia para, aunque ya era muy tarde para recuperar el apoyo político para la guerra.

Nixon llegó con el compromiso de retirar las tropas estadounidenses de Vietnam, lo que significaba poner fin a un compromiso de cuatro presidentes y veinte años con la libertad de los pueblos libres. El clima de polarización interna en Estados Unidos era extremo, hasta el punto de que para algunos pensar en una salida honorable para Estados Unidos de Vietnam, como la propuesta por Nixon, era imposible. En este contexto interno, el general Abrams tendría que desarrollar una nueva estrategia para Vietnam, la cual consistía en (Arnold, 1994, p. 50):

• El abandono de las políticas de búsqueda, destrucción y desgaste, para pasar a concentrase en destruir la infraestructura de la guerrilla y no sus cuerpos principales.
• El establecimiento de lo que llamó One War Strategy, destinada a combinar los esfuerzos militares tradicionales con el incremento de los esfuerzos de pacificación en la zona rural.
• La limitación de las misiones de búsqueda y destrucción, empleando pequeñas unidades de patrulla y realizando emboscadas destinadas brindar seguridad a las aldeas.
• Que las misiones de combate ahora tendrían como objetivo separar al enemigo de sus bases de apoyo civil en Vietnam del Sur.
• Un mayor énfasis en las operaciones civiles destinadas a fortalecer el desarrollo económico de las aldeas, al tiempo que ellas desarrollaban fuerzas de autodefensa.
• Centrar sus esfuerzos en los funcionarios del Viet Cong que se encargaban de recaudar impuestos, recolectar suministros y reclutar en las aldeas del sur; esto para romper su estructura de apoyo.

El otro componente de esta estrategia fue la vietnamización, que consistía en un plan que “permitiría la retirada de las tropas de estadounidenses de la guerra mientras los Estados Unidos a través de ayuda y entrenamiento, transformaban al ARVN en una fuera capaz de defender Vietnam del Sur” (Arnold, 1994, p. 50). Con esto los norteamericanos ayudarían a Vietnam del Sur a desarrollar las capacidades necesarias para que este se hiciera cargo de su guerra y asumieran el papel que estaban desarrollando las fuerzas de Estados Unidos. Asimismo, la vietnamización estuvo acompañada de una ofensiva diplomática dirigida a China y la Unión Soviética para que suspendieran su apoyo a Vietnam del Norte.

Las medidas emprendidas por la administración Nixon pronto enfrentaron serios problemas producto de la ampliación de la guerra a Camboya y Laos, lo que para muchos en Estados Unidos contradecía la idea de retirar las tropas de Vietnam. Aunque en 1969 Nixon había iniciado una pesada campaña de bombardeos secretos (Operación Menú) contra las bases comunistas en Camboya, en marzo de 1970 el general pro americano Lon Nol dio un golpe de Estado al príncipe Noradoom Sihanouk que regía en Camboya, que si bien se había proclamando neutral en la guerra, había permitido la instalación de bases norvietmanitas en su país y la construcción de la ruta Ho Chi Minh.

Al ver amenazadas sus zonas seguras y líneas logísticas en Camboya, Vietnam del Norte hizo causa común con los comunistas del Khmer Rouge para destruir el gobierno de Lon Nol. Ante esta situación Nixon decidió apoyar una invasión limitada a Camboya con el objetivo de salvar al régimen de Lon Nol. Esta operación “permitiría destruir las fuerzas comunistas en la zona y si se lograba interrumpir el sistema de soporte logístico de los comunistas se ganaría tiempo valioso para el avance del programa de vietnamización” (Arnold, 1994, p. 52).

Pese a que las fuerzas de Estados Unidos que participaron en la operación lo hicieron bajo importantes limitaciones, y que se logró destruir parte de la red logística de los comunistas, las presiones políticas en Estados Unidos hicieron imposible consolidar los resultados. Las noticias de la incursión en Camboya desencadenaron fuertes protestas, las cuales culminaron en actos de violencia que cobraron la vida de seis estudiantes de las universidades de Kent State y Jackson State.

Los éxitos alcanzados con la incursión en Camboya forzaron a los norvietnamitas a dar un mayor uso a de la ruta Ho Chi Minh que cruzaba por Laos. Esta situación y la clara disminución del apoyo estadounidense llevaron al presidente de Vietnam del Sur, Thieu, a presionar para realizar un ataque preventivo contra las fuerzas comunistas en Laos. La idea recibió la aprobación del general Abrams y el 8 de febrero de 1971 las fuerzas de Vietnam del Sur lanzaron la operación Lam Son 719, que fue principalmente una operación del sur35.

Sin embargo, Giap y los norvietnamitas habían previsto el ataque y estaban preparados para defender una zona de gran importancia. Tras un avance inicial exitoso del sur, el contraataque del norte obligó a la retirada del las fuerzas del sur y solo el apoyo aéreo brindado por Estados Unidos evitó un completo desastre. Pese a que esta operación golpeó las líneas logísticas de los comunistas en Laos, y que fue presentada por Nixon como un éxito, puso de manifiesto que la vietnamización no iba bien. Aunque “los soldados de Vietnam del Sur lucharon con coraje permanecían pobremente comandados y servían a un gobierno que había hecho poco por ganarse el apoyo de su propia gente” (Arnold, 1994, p. 55).

En enero de 1971 y bajo una fuerte presión por parte del Congreso fue revocada la Resolución del Golfo de Tonkin, con lo cual se ponía fin a la libertad dada por el Legislativo al Ejecutivo para dirigir las acciones militares en Vietnam. El resto de 1971 no vio mayores acciones militares y Estados Unidos continuó con la retirada de tropas, lo que disminuyó las tensiones en las calles con respecto a la guerra. Al mismo tiempo, se dieron avances importantes en los diálogos de paz sostenidos en París entre Kissinger y el representante de Vietnam del Norte Le Duc Tho, quienes se encontraban cerca de un cese al fuego. Asimismo, Nixon continuó acercándose a China y la Unión Soviética (distensión) con acciones que incluyeron visitas presidenciales a Beijing (1972) y Moscú.

Giap, que había sucedido a Ho Chi Minh tras su muerte en 1969, pensó que los soviéticos y los chinos, “podrían abandonar a Vietnam como lo habían hecho en 1954 causando un derrota política cuando la victoria militar sobre los Estados Unidos se veía cercana” (Arnold, 1994, p. 55). Por esto, el pleno del Partido Comunista de Vietnam del Norte decidió lanzar un ataque masivo36 convencional contra Vietnam del Sur, con el fin de alcanzar una victoria militar decisiva que pusiera fin a la guerra, habida cuenta de que las tropas estadounidenses que permanecían en Vietnam eran escasas; era año electoral en Estados Unidos y el ARVN se veía debilitado e incompetente.

El 30 de marzo de 1972 Vietnam del Norte lanzó una ofensiva a lo largo de la frontera desmilitarizada con Vietnam del Sur, Laos y Camboya, conocida como “La ofensiva de Pascua”. Pese a los éxitos iniciales del NVA la intervención del poder aéreo estadounidense salvó una vez más la situación, causándole a las fuerzas de Vietnam del Norte más de cien mil bajas. Este número de bajas mostró ser demasiado, incluso para los determinados norvietnamitas, quienes “decidieron buscar el fin del involucramiento estadounidense en la guerra de Vietnam a través de negociaciones” (Arnold, 1994, p. 57).

Mientras Vietnam del Norte llevaba a cabo su ofensiva, Nixon decidió llevar a cabo una serie de pesados bombardeos sobre Vietnam del Norte conocidos como “Operación Linebacker”, en un esfuerzo por obligar a Vietnam del Norte a aceptar la definición americana de paz con honor. La operación Linebacker golpeó duramente la industria norvietnamita y afectó el flujo de suministros provenientes de China y la Unión Soviética. Tras seis meses de bombardeos y temiendo el abandono de sus aliados, Vietnam del Norte regresó a la mesa de negociaciones de París, la misma que había abandonado.

Dado que Vietnam del Norte quería la retirada de Estados Unidos de la guerra y que Estados Unidos necesitaba salir de Vietnam, el 8 de octubre de 1972 Estados Unidos y Vietnam del Norte alcanzaron un acuerdo que no incluía Vietnam del Sur, ya que para el presidente Thieu este acuerdo representaba una sentencia de muerte para su país. Los diálogos se estancaron nuevamente y tras las elecciones de 1972, en las que se impuso Nixon, fue posible presionar a Vietnam del Norte para lograr un acuerdo que fuera aceptable para Vietnam del Sur.

En este sentido, Nixon lanzó en diciembre de 1972 la operación Linebacker II, otra costosa y controversial campaña de bombardeos sobre Vietnam del Norte, que finalmente llevó a que el 8 de enero de 1973 todas las partes firmaran el Acuerdo de Paz de París, mismo que puso fin al involucramiento de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. En sesenta días las tropas de Estados Unidos que permanecían en Vietnam del Sur abandonaron el país.

Resultados de la victoria y la derrota

La retirada de Estados Unidos en 1973 puso fin al involucramiento de ese país en una guerra que lo había resquebrajado internamente y le permitió empezar a trabajar en el difícil proceso de cerrar las heridas que se habían abierto. Estados Unidos entró a la guerra como una nación poderosa, unida, convencida de su misión en el mundo y sus valores; la derrota echó por el suelo todo esto y el país debía empezar la lenta y difícil tarea de reconstruirse a sí mismo. Para Vietnam la situación fue muy distinta pues la retirada de Estados Unidos no significó la paz, sino la continuación de la guerra por casi siete años más. Vietnam del Sur, pese a todo el apoyo recibido por Estados Unidos y a contar con un ejército de casi un millón de hombres, además de moderno armamento estadounidense, seguía siendo un régimen débil y corrupto que había hecho poco por ganarse el apoyo de su pueblo.

El presidente Thieu creía equivocadamente que Estados Unidos nunca abandonaría a Vietnam del Sur después de haber invertido tanto en vidas y recursos. Sin embargo, esta creencia chocaba con las acciones del legislativo estadounidense que a través de la War Power Act (1973) estableció la indispensable aprobación del Congreso para cualquier despliegue de tropas en el extranjero, con lo cual el Ejecutivo estadounidense quedó imposibilitado para brindar cualquier tipo de ayuda, por mínima que fuera, a Vietnam del Sur. El escándalo del Watergate, que llevó a la renuncia de Nixon en 1974, debilitó aún más al Ejecutivo norteamericano y Gerald Ford, quien reemplazó a Nixon, no estaba en posición de brindar ayuda a Vietnam del Sur. Bajo estas circunstancias el gobierno de este país37 estaba completamente solo frente a Vietnam del Norte.

A diferencia de Vietnam del Sur, Vietnam del Norte estaba listo para lograr su objetivo de unificar Vietnam. A finales de 1974 ya se había recuperado de las pérdidas sufridas en 1972; Estados Unidos estaba fuera del escenario y con ayuda de la Unión Soviética contaba con armamento moderno, equipos y pertrechos para el ataque final. El 1º de marzo de 1975 Vietnam del Norte empezó su ataque sobre Vietnam del Sur, que en las condiciones en las que se encontraba no pudo resistir la embestida del norte. En la tarde del 30 de abril un grupo de tanques aplastaron las puertas del palacio presidencial en Saigon, donde el general Minh, último presidente de Vietnam del Sur, se rindió a los vencedores.

Como lo menciona Adrew Weis (2002, p. 85) la forma más cruda de ver las consecuencias de la victoria y la derrota son las cifras. Durante la guerra de Vietnam los franceses tuvieron 76.000 muertos y 65.000 heridos; sus aliados tuvieron 19.000 muertos y 13.000 heridos. Se estima que el Viet Minh tuvo 250.000 muertos y 180.000 heridos. Asimismo, se calcula que las bajas civiles fueron de aproximadamente 250.000 personas.

Tras el involucramiento de Estados Unidos, los estadounidenses tuvieron 58.000 muertos y más de 300.000 heridos, de los cuales 74.000 quedaron cuadrapléjicos o sufrieron amputaciones múltiples. Las fuerzas de Vietnam del Sur tuvieron cuando menos 130.000 muertos y 500.000 heridos. Las fuerzas aliadas de Estados Unidos, como Corea, tuvieron 4.500 muertos; Australia tuvo 500 muertos y 2.500 heridos; Tailandia tuvo 350 muertos y Nueva Zelanda tuvo 83 muertos. Las fuerzas Vietnam del Norte y del Viet Cong tuvieron 1.1 millones de muertos y 600.000 heridos, adicionalmente más de 300.000 comunistas permanecen desparecidos. Las bajas civiles durante la participación estadounidense en Vietnam son difíciles de establecer pero se calculan que están por encima del millón. Adicionalmente, las luchas revolucionarias en Laos y Camboya dejaron aproximadamente dos millones de muertos más. Así, durante la guerra de Vietnam que terminó en 1975 con la unificación del país perecieron algo más de cinco millones de personas.

Los costos de la victoria para Vietnam tras treinta años de guerra también fueron significativos en otros sectores. La infraestructura de la nación quedó en ruinas y millones de refugiados abandonaron el campo. Adicionalmente, las purgas realizadas por el gobierno comunista en Vietnam del Sur contra colaboradores llevaron a la ejecución de cerca de 600.00 personas, mientras que otros miles fueron enviados a campos de reeducación, donde permanecieron presos hasta mediados de los años 90. Económicamente, Vietnam sufrió por la colectivización de la tierra y una alta inflación que llevo a que 1.5 millones de vietnamitas abandonaran Vietnam en botes, hacia occidente.

En el ámbito regional el asenso al poder del Khmer Ruge en Camboya (1975), en cabeza de Saloth Sar (alias Pol Pot), y la imposición de su visión de la revolución marxista llevó a la aniquilación del 30% de la población camboyana. Por problemas fronterizos, en diciembre de 1978, las tensiones entre Vietnam y Camboya explotaron en una guerra abierta que llevó a la invasión de Camboya por Vietnam quien tomó la capital el 7 de enero, obligando al Khmer Ruge a replegarse a las zonas rurales. China vio la invasión de su aliado, Camboya, con alarma y procedió en febrero de 1979 a invadir el norte de Vietnam para darle una “lección” al régimen de Vietnam. La invasión de China no persuadió a los vietnamitas, quienes mantuvieron ocupada Camboya hasta 1988. Solo tras el fin de la Guerra Fría y la implementación de nuevas políticas en 1994 se normalizaron las relaciones con Estados Unidos.

Para Estados Unidos el precio de la derrota fue muy distinto. Ningún invasor destruyó su capital o su territorio y logró seguir siendo una nación fuerte que finalmente ganó la Guerra Fría. Asimismo, Vietnam puso de manifiesto las fallas en los lineamientos políticos que guiaron la guerra. La derrota allí sufrida causo una catarsis en la sociedad estadounidense que la llevo a cuestionarse profundamente a sí misma y a los valores fundacionales de la nación, como su excepcionalismo. En Vietnam, Estados Unidos fue derrotado, sus líderes mintieron, sus soldados cometieron atrocidades y la sociedad estuvo al borde de la implosión, lo que llevó a un complejo cuestionamiento social. Con Vietnam, Estados Unidos perdió la confianza en su gobierno y quedó claro que este es capaz de cometer gravísimos errores.

Después de 1973 el poder político y militar de Estados Unidos fue cuestionado y generó lo que se ha llamado el “Síndrome de Vietnam”, que básicamente consiste en el temor o la prudencia por la que optaron los líderes estadounidense a la hora de utilizar el poder militar en el extranjero para no verse inmersos en otra experiencia semejante. De igual forma, la de Vietnam se convirtió rápidamente en una guerra olvidada en muchos sentidos: en primer lugar, los veteranos regresaron rápidamente a casa y para ellos no hubo ceremonias; estos volvieron a una sociedad que no los acogió, siendo objetos del ridículo, la apatía o la ignorancia de la sociedad, cuando para ellos como soldados solo habían hecho lo que su país les había pedido.

En segundo lugar, y como lo menciona el teniente coronel John Nagl en el libro Contrainsurgencia en la guerra moderna, lo más importante de la guerra de Vietnam fue que “Estados Unidos falló en adaptarse a las demandas de la contrainsurgencia porque la cultura organizacional de sus militares, especialmente del Ejército, se concentró en las guerras convencionales simétricas como primer objetivo” (Marston y Carter, 2008, p. 146). Tras Vietnam, Estados Unidos ignoró la contrainsurgencia, prestándole, en el mejor de los casos, poca atención, visión que en su momento fue reforzada por la Guerra del Golfo de 1991 que es el tipo de guerra que Estados Unidos sabe y prefiere luchar. Pese a que después de 1991 conflictos como los de Somalia, Bosnia, Kosovo y las insurgencias que surgían en otros lugares del mundo, como las insurgencias islámicas, indicaban el tipo de confrontación que tendía a primar, Estados Unidos siguió haciendo primar en sus centros de entrenamiento el combate simétrico convencional.

El éxito inicial en campañas como las de Afganistán (2001) e Irak (2003) abrió paso a un escenario donde el triunfo no se convirtió en victoria y donde la victoria no llevó a la paz, lo que muestra claramente cómo las lecciones de Vietnam fueron dejadas de lado, al haber sido esa una guerra tan traumática para la sociedad y las instituciones norteamericanas. En este sentido, el general Jack Keane, reflexionando sobre la Operación Libertad Duradera en Irak, manifestó:

    Nosotros pusimos en el campo de batalla un ejército del que he sido parte durante 37 años. No tenemos ninguna doctrina, no hemos sido educados y entrenados para lidiar con una insurgencia (...) Después de la guerra de Vietnam nos purgamos a nosotros mismos de todo lo que se había hecho en guerra irregular o insurgencia, porque eso está relacionado con el cómo nosotros perdimos una guerra. Visto en retrospectiva, eso fue una mala decisión.

La forma en la que Estados Unidos, sus militares e instituciones políticas ignoraron las lecciones de Vietnam ha llevado a que el país “esté mal preparado en términos de doctrina, organización, entrenamiento y equipos para las guerras que está teniendo que librar en los primeros años del siglo XXI” (Marston y Carter, 2008, pp. 147-148). La dificultad para asimilar las difíciles lecciones de Vietnam ha llevado a que Estados Unidos tenga que aprender y volver a aprender bajo fuego las lecciones inherentes a las confrontaciones asimétricas, donde el peso de su propia experiencia y la resistencia institucional lo lleva a olvidar lo aprendido en situaciones como la de Vietnam, para tener que volver a aprender lecciones similares en lugares como Irak o Afganistán.

Conclusiones: Vietnam, Irak y la comprensión de escenarios asimétricos

Visto lo acontecido en Vietnam es posible plantear algunas conclusiones que ayuden a la comprensión de guerras asimétricas como las que vemos en Irak o Afganistán, y como las que seguramente veremos en otros lugares en el futuro.

En primer lugar, se puede empezar por plantear que una de las principales características de los escenarios asimétricos es la dificultad para identificar las variables que intervienen o dan forma a los mismos. En este sentido, es válido apoyarse en lo dicho por John Baylis en su ensayo sobre guerra revolucionaria (1975) cuando plantea que las guerras convencionales centran su atención en las consideraciones militares, en términos de operaciones terrestres, aéreas o navales; es decir, que el peso del análisis recae sobre una sola dimensión, la militar y la estructura de fuerza del adversario. Este punto de vista es el que caracteriza a los escenarios simétricos, mismos que están ligados a una visión estatocéntrica - convencional de la guerra, en donde el referente estatal permite en muchos casos reducir el número de dimensiones a tener en cuenta, al ser estas inherentes a los elementos constitutivos del Estado. En muchos sentidos fue este punto de vista el que prevaleció durante la primera parte de la guerra de Vietnam, y claramente fue el que se impuso durante la invasión a Irak.

De acuerdo con Baylis, la guerra revolucionaria se mueve a lo largo de seis dimensiones que son la dimensión política, la socio-económica, la cultural, la militar, la internacional y la sicológica, las cuales interactúan constantemente entre sí dándole mayor complejidad y dinamismo a este tipo de escenarios38. Además, es preciso tener en cuenta que actualmente la globalización se constituye en un multiplicador de las complejidades de las dimensiones identificadas para las guerras revolucionarias, debido a que con este proceso muchas de estas variables pasan a estar localizadas, apoyadas o vinculadas con redes trasnacionales, sobre las que el Estado, como actor individual, tiene una reducida capacidad de acción.

Este primer aspecto es fundamental, porque ignorar o no comprender estas dimensiones impide construir un mapa completo del escenario que se enfrenta, con lo cual los lineamientos estratégicos que se definen para el mismo terminan siendo errados. En Vietnam esta situación pudo verse en la decisión del Ejecutivo estadounidense de ver a Vietnam del Norte como un títere de China y la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría, desconociendo las profundas tensiones existentes entre esos tres actores, que se hicieron manifiestas tras la retirada estadounidense. Asimismo, se vio en los esfuerzos realizados por Estados Unidos para destruir los cuadros militares del Viet Cong y el NVA, prestando poca atención a los problemas socio-económicos que afectaban a la masiva población campesina de Vietnam del Sur.

Situación similar, en cuanto a la incomprensión de las dimensiones involucradas, la encontramos en Irak cuando se trata de entender por qué la rápida victoria convencional sobre el ejército iraquí no se tradujo en paz. En este sentido, la explicación se encuentra en el hecho de que los planificadores estadounidenses ignoraron, o en el mejor de los casos malinterpretaron, el contexto iraquí en el que confluyen: aspectos étnicos (árabes y kurdos), culturales (país musulmán compuesto por tribus), religiosos (sunnitas y chiítas), regionales (influencia de Irán en sur de Irak y las tensiones con Turquía por el problema kurdo) y militares (red Al Qaeda e insurgencias construidas sobre criterios étnicos y religiosos) que impedirían estabilizar el país una vez fuese removido el poder central y frente a los cuales no hubo mayor planeamiento.

De las seis dimensiones identificadas para la guerra revolucionaria se pueden examinar tres de ellas, que se caracterizan por su complejidad; son estas: la dimensión política, la militar y la cultural. En cuanto a la dimensión política se puede destacar, en primer lugar, las dificultades que debe afrontarse para lograr la concordancia de los tiempos estratégico-militares y los tiempos políticos. Aunque el involucramiento militar directo de Estados Unidos correspondió al de una sola administración (Johnson), la situación socio-económica creada al interior de Estados Unidos por la intervención hizo imposible continuar con la guerra. Este aspecto es de la mayor relevancia debido a que frente a un enemigo determinado, que redefina el tiempo de la confrontación llevándola a periodos muy largos, como lo hicieron los vietnamitas, es posible que el apoyo político a la acción militar se desvanezca. Esta situación es la misma que estamos viendo en Irak y Afganistán donde, por razones distintas, el apoyo a las acciones militares se debilitó en un periodo de tiempo muy corto.

Una intervención militar exitosa necesitaría de un compromiso de muy largo plazo ya que se está hablando, en muchos aspectos, de construir un Estado donde no ha existido (Afganistán) o donde fue destruido (Irak), objetivos que claramente necesitan mucho más tiempo que el que brindan uno o dos periodos presidenciales. Valga recordar que la Operación Banner, realizada por las fuerzas militares británicas para estabilizar la situación en Irlanda del Norte tomó 38 años (1969-2007) de trabajo riguroso, para lograr restablecer la situación de seguridad y solucionar los problemas económicos que aquejaban esa parte del país.

En segundo lugar, y como lo menciona Robert McNamara (2003), Vietnam pone de manifiesto las dificultades de Estados Unidos, en particular para realizar lo que podría llamarse “Ejercicios de empatía política”, que básicamente implica ponerse en los zapatos del enemigo para comprender sus intenciones, ver las cosas desde su punto de vista y poder vislumbrar sus cursos de acción. A Estados Unidos le es difícil comprender, a los más altos niveles políticos, escenarios y actores que difieran de los valores y principios que los estadounidenses han identificado como característicos de su sociedad.

En la dimensión militar Vietnam deja varias lecciones. En primer lugar, pone de manifiesto los inconvenientes que se deben afrontar cuando en escenarios asimétricos se piensa y se actúa de forma simétrica, privilegiando solamente una de las dimensiones (la militar) frente a las otras, lo que genera un desequilibrio que hace que las victorias militares se transformen en derrotas. En segundo lugar, Vietnam también muestra los límites de las visiones simétricas, que pese a ofrecer cierto tipo de certidumbres pueden ser fácilmente cuestionadas en la guerra. En este sentido, hasta 1972 Vietnam del Norte no contó con mayores capacidades militares tales como tanques, aviones o buques que pudieran amenazar seriamente las propias capacidades de Estados Unidos.

El gran mérito de los norvietnamitas residió en su capacidad para, pese a no destruir la capacidad estadounidense de hacer la guerra, crear un escenario en el que la guerra era una gravosa carga social, económica y moral que resquebrajó la voluntad de lucha estadounidense. Esto es importante porque en la actualidad persisten tendencias muy fuertes en las cuales las visiones simétricas39 se imponen en muchos lugares del mundo, aun en sitios donde la construcción y el mantenimiento de estas capacidades es difícil de lograr. En este sentido, Vietnam, especialmente por parte de los vietnamitas, es una invitación para pensar la guerra de forma distinta, ya que para lograr una ventaja sobre un enemigo no se debe trabajar necesariamente en función de la estructura de fuerza del mismo, sino en función de los escenarios en los cuales nuestro adversario se considera derrotado.

En tercer lugar, los escenarios simétricos tienden a desdibujar las condiciones psicológicas bajo las cuales la derrota es aceptada por una de las partes en una guerra. En este sentido, derrotar a un enemigo puede tener dos componentes: uno es material, es decir, las capacidades que se tienen para librar la guerra, y el segundo es psicológico, que haría referencia a los escenarios bajo los cuales mi enemigo se considera derrotado, y que involucra variables que van mucho más allá de los aspectos militares. Aquí, Vietnam deja una importante lección ya que Estados Unidos pensó que mediante la destrucción de las capacidades simétricas, así como de los cuadros norvietnamitas y del Viet Cong, llevaría al norte a desistir de sus acciones en el sur. Sin embargo, el pensamiento vietnamita, construido sobre una larga historia de resistencia contra los chinos, los mongoles, los japoneses, los franceses y ahora los estadounidenses, no era susceptible de cambiar producto de este tipo de acciones, como Estados Unidos esperaba.

Finalmente, la última variable es la cultural, la cual ha cobrado una gran relevancia tras el fin de la Guerra Fría. Esta dimensión posee una complejidad que va mucho más allá de lo que se puede expresar en este escrito; sin embargo, se puede decir que su falta de compresión hace que sea muy difícil establecer unos lineamientos estratégicos correctos para la guerra, así como conocer al enemigo o determinar las condiciones de victoria y derrota del mismo. En la época de Vietnam se vio al presidente Johnson referirse a ese país, en su discurso de enero de 1963, como “un país que apenas conocemos”, lo cual era un claro indicador de las dificultades que habría que afrontar en una confrontación directa con los norvietnamitas.

Actualmente, las guerras libradas en Irak y Afganistán han vuelto a poner de manifiesto la importancia de esta dimensión. En Irak, Estados Unidos trató de implementar un modelo de reconstrucción basado en el desarrollado para Alemania tras la Segunda Guerra Mundial40. Sin embargo, el desconocimiento cultural llevó a que en Irak no se dieran los resultados esperados, pues pese a los problemas que generó Alemania en la primera mitad del siglo XX, no era un país ajeno al pensamiento occidental y no era un país desconocido para Estados Unidos. En este sentido se puede mencionar que muchos alemanes migraron a Estados Unidos en el siglo XVIII ubicándose en el centro y sur del país donde, por ejemplo, crearon al occidente de Filadelfia lo que se conoció como el Dutch de Pensilvania.

Asimismo, fue un alemán, el barón Friedrich Wilhelm Ludolf Gerhard Augustin von Steuben41, a quien Washington designó para organizar, disciplinar y entrenar todas las unidades del ejército estadounidense que combatió y venció en la guerra de independencia. Elementos como estos no se encuentran en Irak o Afganistán con lo cual esos países, para Estados Unidos, vuelven a caer en la categoría de “países que apenas conocemos” y frente a los cuales se desdibujan los lineamientos estratégicos diseñados para hacer frente a las difíciles situaciones que se presentan en cada uno de ellos.

Finalmente, Vietnam, así como Irak y Afganistán, ponen de manifiesto la complejidad de las situaciones vividas en escenarios asimétricos donde la multiplicidad de variables involucradas, la complejidad de las mismas y los escenarios que se pueden generar de sus interacciones, obligan a estudiar con detenimiento y rigor cada escenario dada la creciente dificultad para las generalizaciones.


Notas

1 Aunque la doctrina de guerra de guerrillas va tomar forma a partir de 1949 con la victoria de los comunistas en China, es posible identificar elementos comunes desde la guerra de independencia de Estados Unidos (1776-1783), pasando por las guerras contra los indios en el siglo XIX, las Filipinas (1899-1916), Nicaragua (1925-1932), Vietnam (1958-1975), El Salvador (1979-1991), Somalia (1992-1994), Afganistán (2001) e Irak (2003).

2 Para profundizar en el tema de las nuevas guerra se puede consultar el artículo “Las nuevas guerras, un enfoque desde las estructuras organizacionales”, publicado por la revista Papel Político, 2006, 11 (1).

3 La importancia que cobró la batalla decisiva, junto con los avances técnicos, tropas profesionales y el derecho internacional crearon nuevas posibilidades estratégicas, ya que facilitaron la persecución enérgica del enemigo derrotado para dar, en palabras de Clausewitz, solidez a la victoria y destruir completamente los medios militares del antagonista y acelerar la consecución de la paz.

4 Como señala Münkler, se hace referencia al término “estrategia de desgaste”, que implica una estrategia político-militar con la que se trata de infligir al enemigo un daño perdurable para, de ese modo, obligarle a aceptar el cumplimiento de exigencias o el consentimiento de tratados. No se pretende quebrantar la voluntad del enemigo mediante una batalla, sino irla minando mediante daños continuados.

5 Como señala Münkler, a la batalla se le atribuye un alto valor simbólico: la destrucción de los símbolos de poder, que casi siempre se produce también en ella, se superpone a la lucha física y la complementa, con lo que la victoria o la derrota cobran fuerza definitiva testimonial. Sin este simbolismo el resultado de muchas batallas no habría tenido forzosamente como consecuencia la terminación de la guerra y la conclusión de un tratado de paz. Así, la guerra ente Estados es sensible al simbolismo de las derrotas, simbolismo que no encontramos, por ejemplo, en las guerras de baja intensidad, guerras de guerrillas o en las nuevas guerras.

6 Münkler argumenta que el desarrollo de un derecho internacional para la guerra puede encontrarse en la teoría de la guerra justa que, en términos generales, establecía la autoimposición y autocontención de civilizaciones superiores o que se tenían por tales, frente a los desiguales por principio. Sin embargo, la construcción de relaciones simétricas empieza cuando el jurista italiano Alberico Gentili acuño la formula del bellum iustum ex utraque parte, que expresaba la igualdad de las partes que se hacen la guerra como el hecho de que estas ya no aceptaban ninguna instancia superior que pudiera decidir, con un fallo justo, las cuestiones en litigio, tal y como lo hacían los firmantes de la Paz de Westfalia. El mutuo reconocimiento de la igualdad, implícito en la soberanía, paso a ser el fundamento del derecho internacional de guerra clásico europeo que establece que solo a los Estados soberanos les asiste el derecho de hacer la guerra, lo que se vio reforzado porque nadie salvo el Estado tenía la capacidad de hacerla.

7 Siguiendo a Münkler, estos planos eran: 1. Legitimidad de acuerdo con el derecho internacional: este plano hace referencia a las relaciones simétricas de mutuo reconocimiento de la soberanía y la aceptación de igualdad que esta implicaba. Este reconocimiento como iguales ante el derecho internacional, aun cuando pudieran existir considerables diferencias como consecuencia del territorio y del número de habitantes, era un medio importante para impedir que los Estados inferiores recayeran en formas asimétricas de hacer la guerra. Si un Estado incurría en tal comportamiento se jugaba el premio de la igualdad y su pérdida era tan gravosa que era preferible perder una guerra y asumir reducciones territoriales. Solo hasta bien entrado el siglo XX se difundió la práctica de formas asimétricas de guerra, pues con anterioridad en Europa “únicamente recurrieron a este medio los españoles en la guerrilla contra Napoleón en 1813, los rusos en el invierno de 1812 y los tiroleses meridionales durante el levantamiento de 1809 contra la fuerza ocupante bávara” (Münkler, 2005). Aunque se pueden encontrar otros ejemplos anteriores y posteriores, estos no alcanzaron a eclipsar la construcción de relaciones simétricas. 2. La racionalidad política: este es el plano más importante del sistema, ya que aquí la simetría hacía posible la evolución de las relaciones de fuerza entre los diferentes Estados (tamaño de sus fuerzas armadas, tipo de armamento, presupuesto), permitiendo establecer una comparación con las propias fuerzas y capacidades, así como procurar mediante la formación de coaliciones que ningún posible adversario tuviera la superioridad militar. Dado que en Europa las fuerzas armadas eran básicamente parecidas resultaba fácil su comparación haciendo algunos sencillos cálculos. Esto conducía en diversas ocasiones a carreras armamentísticas, pero también era frecuente que llevase a escenarios estables desde el punto de vista del armamento. Cada bando hallaba en los esfuerzos del antagonista la medida para sus propios preparativos militares; no se armaban frente a un adversario imaginario o indefinido pues podían comprobar una situación de superioridad o inferioridad y corregirla, situación que no es posible de determinar cuando el adversario es asimétrico. 3. La estrategia militar: el hecho de que los militares tuvieran el control de las distintas posibilidades del uso de la violencia y pudieran integrarlas como posibilidades tácticas dentro de un plan general estratégico da robustez a las simetrías, claro está, siempre y cuando los Estados tuvieran la capacidad de afirmarse como monopolizadores de la guerra. Esta capacidad de control y de subordinación a una estrategia militar era una premisa necesaria para la simetrización del acontecer bélico.

8 En este sentido podemos mencionar los siguientes escritos: Problemas estratégicos de la guerra
revolucionaria en China (diciembre de 1936), Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas contra el Japón (mayo de 1938), Sobre la guerra prolongada (mayo de 1938) y Problemas de la guerra y de la estrategia (6 de noviembre de 1938).

9 En este sentido es importante recordar que, por ejemplo, Mao Tse Tung alcanzó la victoria en China al derrotar a los nacionalistas de Chiang Kai Shek en la batalla de Huai Hai (Suchow), librada entre el 7 de noviembre de 1948 y el 10 de enero de 1949. Durante esta batalla 500.000 soldados comunistas liderados por el general Chen Yi derrotaron a 500.000 soldados nacionalistas liderados por el general Pai Cheng-hsi. Hasta el verano de 1948 los comunistas de Mao habían dependido de las tácticas de guerrilla, acosando las líneas férreas y de suministro, atacando en puntos aislados y en sitios donde contaban con superioridad numérica. Al final de 1948 los comunistas se consideraron lo suficientemente fuertes como para llevar a cabo una confrontación simétrica, en la que destruyeron al ejército nacionalista.

10 De acuerdo con Steven Metz en su artículo “Asimetría estratégicas” (2002), una definición más completa de asimetría estratégica sería: en asuntos militares y de seguridad nacional, asimetría significa actuar, organizar y pensar en forma diferente al adversario para maximizar los esfuerzos relativos, tomar ventaja de sus debilidades y adquirir mayor libertad de acción. Puede ser políticaestratégica, militar-estratégica, operacional o una combinación que implica diferentes métodos, tecnologías, valores, organizaciones o perspectivas de tiempo. Puede ser de corto o largo plazo. Puede ser también discreta o complementada en conjunto o con aproximaciones simétricas y tener una dimensión tanto sicológica como física.

11 Como lo plantea Steven Metz, las asimetrías y su complejidad se deben a que se pueden dar en diferentes niveles (político-estratégico, militar-estratégico y operacional), dimensiones (positivas, negativas, corto plazo, largo plazo, accidentales, planificadas, bajo riesgo, alto riesgo, directa, indirecta) y formas (tecnológica, fuerza de voluntad, moral, organizacional o de perspectiva de tiempo).

12 Como resalta Münkler, ha sido en Oriente Próximo y el Norte de África donde recientemente se han dado las innovaciones en la guerra de guerrillas y donde diferentes organizaciones han impulsado procesos que han permitido que el terrorismo desarrolle estrategias propias, las cuales ya no lo vinculan forzosamente a la guerra de guerrillas, creando con ello nuevas asimetrías.

13 Este tipo de asimetría desconcierta a la mentalidad occidental actual, ya que el simbolismo de un atentado choca contra la mentalidad de compromiso y negociación a la que suele estar dispuesto Es en ese contexto en que son comprensibles las palabras de Johnson cuando afirmó en su discurso de posesión, de enero de 1963 que “si se van a perder vidas americanas y se va a gastar la hacienda de la nación en países que apenas conocemos, entonces éste Occidente para comprar con dinero o con concesiones políticas la vida de sus miembros. Esta demostración de resolución ante sociedades posheroicas nos lleva a asimetrías en los planos operativo, instrumental y simbólico, siendo este último un elemento fundamental en el terrorismo y algunas de las guerras actuales.

14 National Security Council, creado en 1947 como órgano asesor del presidente, donde se tratan los temas de seguridad nacional y política exterior. Está conformado por el presidente, los secretarios de Estado, Tesoro y Defensa, el asistente del presidente para Asuntos de Seguridad Nacional, el jefe del Estado Mayor Conjunto, el director de la CIA y varios asesores económicos y legales.

15 Para la batalla de Dien Bien Phu los franceses disponían de una fuerza de 12.000 hombres y una serie de posiciones fortificadas con las que esperaban derrotar al Viet Minh. Sin embargo, los vietnamitas, encabezados por el general Giap, movilizaron 200.000 trabajadores que realizaron la imposible tarea de emplazar las piezas de artillería en torno a Dien Bien Phu, y contaron con 50.000 hombres para el ataque principal y 50.000 más como apoyo. Los franceses fallaron al no lograr detectar un despliegue de estas magnitudes, lo cual los dejo atónitos en el momento de la batalla. Sin embargo, los vietnamitas perdieron 25.000 hombres durante la batalla, la mitad de la fuerza atacante.

16 En 1959 seis mil soldados vietnamitas entraron en Laos con la misión de apoyar al movimiento comunista Pathet Lao. Pese a que Estados Unidos estaba dispuesto a utilizar la fuerza para salvaguardar la neutralidad de Laos, queriendo evitar así un escalonamiento en Vietnam del Sur, los problemas de la administración Kennedy por el fiasco de Bahía de Cochinos en Cuba lo inclinaron a realizar negociaciones. Al final, Vietnam retiró 40 miembros de su personal militar y luego negó siquiera estar en Laos. En Camboya el príncipe Sihanouk accedió al establecimiento de bases comunistas a lo largo de toda la frontera con Vietnam del Sur.

17 Esta ruta serviría para el aprovisionamiento de soldados, equipos y demás material que necesitaban el Viet Cong y el Ejército de Vietnam del Norte (NVA) para la guerra en el sur de Vietnam. Salía de Vietnam del Norte, cruzaba Laos y Camboya para llegar a las fronteras de Vietnam del Sur.

18 El Viet Cong era una guerrilla que estaba conformada por hombres y mujeres de Vietnam del Sur. Unos luchaban movidos por un sincero deseo de libertad e independencia de su país, otros fueron forzados a luchar bajo las brutales técnicas de reclutamiento utilizadas por los comunistas del norte. Para 1968 se estimaba que el Viet Cong contaba con cerca 400.000 hombres, algunos de los cuales eran soldados de tiempo completo y otros eran civiles en el día y soldados en la noche. Equipados con armas ligeras, se encargaban principalmente de recolectar inteligencia, realizar emboscadas y poner trampas. Para 1965 controlaban el 60% del área rural de Vietnam.

19 En 1964 la CIA ayudaba a los survietnamitas a ejecutar ataques secretos a blancos costeros al norte de la zona desmilitarizada, bajo el nombre clave de Plan de Operaciones (OPLAN 34A). Al mismo tiempo, unidades navales americanas hacían patrullas de vigilancia regulares conocidas como “De Soto” en aguas internacionales, frente a la costa de Vietnam del Norte, en el Golfo de Tonkin. Oficialmente no había ninguna conexión entre las dos operaciones, pero a los ojos de Vietnam del Norte estaban íntimamente unidas. El 30 de julio de 1964 las islas norvietnamitas de Hon Me y Hon Ngu fueron alcanzadas por las incursiones del OPLAN 34A y aunque los daños fueron mínimos Vietnam del Norte reaccionó con fuerza. Al momento de llegar el Maddox se había dado orden a patrulleras norvietnamitas de rodear las islas en caso de nuevos ataques. En este contexto se da el ataque al buque Maddox y al Turney Joy.

20 En esta campaña Estados Unidos soltó sobre Vietnam del Norte 643.000 toneladas de bombas; sin embargo, no logro los efectos que se esperaban pues la infraestructura en el norte no era muy significativa y al ser un país pre industrial los bombardeos estratégicos no tenían mayor efecto. Asimismo, los costos de la operación fueron muy altos (Estados Unidos tenía que invertir US$ 9.60 para infligir US$ 1 de daño a Vietnam del Norte). Además, los bombardeos le permitieron al norte movilizar por completo a la población para responder a la agresión estadounidense.

21 En 1964 el presidente Johnson hizo un llamado al mundo libre para ayudar al gobierno de Vietnam del Sur, una alianza a la que llamó “Muchas Banderas”. Aunque 39 naciones respondieron al llamado, la gran mayoría, incluidos importantes aliados como el Reino Unido y Japón, restringieron su participación a ayuda económica y humanitaria. Solo 4 naciones (Australia, Nueva Zelanda, Tailandia y Corea del Sur) enviaron unidades de combate a Vietnam. El mayor apoyo vino de Corea que envío 47.000 soldados a luchar en Vietnam del Sur.

22 Este fue el programa bandera de la administración Johnson. Buscaba acabar con la pobreza, renovar las ciudades, ampliar la cobertura universitaria, elevar el nivel cultural del país y mejorar las condiciones generales. Terminó generando serios problemas para la administración ya que esta se comprometió con una costosa guerra no declarada en el extranjero y con un costoso programa interno; era difícil alcanzar ambos objetivos.

23 La decisión de someter a los soldados a un año de servicio generó problemas dentro del ejército, siendo de destacar, además de la poca cohesión de las unidades, el que muchos hombres se rehusaran a prestar servicio; asimismo, se extendió el uso del fragging, que era una acción mediante la cual los soldados mataban a los oficiales con el uso de granadas (en 1969 se presentaron 96 casos y en 1970 209); de igual manera, el 60% de los soldados enlistados usó marihuana y 35.000 soldados se volvieron adictos a la heroína, fácil y barata de conseguir. El signo más claro de la descomposición del aparto militar fue la masacre My Lai, en la provincia de Luang Ngai, donde el 18 de marzo de 1968 hombres de la compañía C del Primer Batallón de la 11 Brigada de Infantería asesinaron a 300 civiles desarmados. El teniente William Calley, líder del pelotón, fue encarcelado por asesinato en masa.

24 El papel de los medios de comunicación en Vietnam permanece rodeado de controversia, no siendo pocos los que sostuvieron que las imágenes negativas presentadas por estos fueron la causa de la derrota estadounidense en Vietnam. Pese a que muchos periodistas y reporteros de televisión inicialmente apoyaron la guerra, a medida que cada noche las imágenes de la violencia que se vivía en el país eran trasmitidas a los hogares estadounidenses el apoyo se empezó a desvanecer. La situación se intensifico tras la ofensiva del Tet, cuando las imágenes de las violentas batallas libradas durante la ofensiva, especialmente en Saigón, la Embajada de Estados Unidos y la famosa fotografía de Eddie Adams que mostraba al general de Vietnam del Sur Nguyen Ngoc Loan disparándole en la cabeza a un infiltrado del Viet Cong. Los periodistas, especialmente Walter Cronkite, entre muchos otros, sintieron que habían sido engañados por el gobierno, el cual les estaba asegurando que la victoria en la guerra estaba cerca.

25 La contracultura fue un fenómeno social masivo que se dio en Estados Unidos durante la década de los 60. Los protagonistas de este fenómeno social fueron los llamados baby boomers, nombre con el que se señaló a aquellos que nacieron después de la Segunda Guerra Mundial y que para la década de los 60 ya tenían edad para manifestarse. Los millones de baby boomers gozaron de unos niveles de bienestar y prosperidad incomparables a los de cualquier generación previa de Estados Unidos, lo que les permitió promover el cambio social. La contracultura fue el fenómeno en el que los baby boomers se revelaron y cuestionaron el control social, el Estado, sus padres, la música, la economía, la moral, sus creencias y, por supuesto, la guerra. Era el periodo en que había que cuestionar todo y no creer en nada. Algunas de las expresiones más claras de la contracultura fueron el rock and roll, los experimentos con drogas para expandir la conciencia, el amor libre, el movimiento hippie, las comunas y la nueva izquierda. La contracultura no era un movimiento unificado pues se componía de muchos movimientos que apuntaban en diferentes direcciones; sin embargo, terminó mezclándose con el movimiento anti guerra (que también surgió y se fue fortaleciendo en los 60) y con el movimiento por los derechos civiles, que luchaba por abolir el sistema de segregación de que era objeto la población negra. La combinación de estos tres movimientos hizo tambalear toda la estructura social estadounidense, lo cual llevó a muchos a pensar en una segunda revolución estadounidense.

26 En este sentido se puede mencionar la masiva utilización de túneles por parte del Viet Cong, siendo el más importante el complejo de túneles de Cu Chi. A 32 kilómetros al noroeste de Saigón se encontraba el llamado “Triángulo de Hierro” y el distrito de Cu Chi, donde desde 1945 los vietnamitas habían trabajado para construir una vasta red de túneles de distintos niveles, que abarcaba unas 100 millas. Los túneles servían como almacenes, hospitales, puntos de reunión, centros de planeamiento e incluso fábricas de armamento. Las guerrillas infiltradas, los equipos y las municiones eran desplazados desde Camboya hasta puntos de reunión en los túneles. Los estadounidenses entendieron la relevancia de los túneles pero no alcanzaron a comprender su importancia táctica, en el entendido de que eran mucho más que simples escondites. Para los vietnamitas los túneles eran la forma de transformar aldeas en fortalezas sólidas, al tiempo que les permitía contrarrestar la superioridad estadounidense en potencia y armamento moderno, ya que desde estos sitios se podían lanzar ataques sorpresa. Estados Unidos trató de contrarrestar los túneles mediante la “ratas de túneles” (soldados destinados a luchar en los túneles), bombardeos y uso de bulldozers.

27 En la preparación de la ofensiva se destacaron frases como: “La ofensiva general o Tet tiene lugar solo una vez cada 1.000 años, decidirá el destino del país y terminará la guerra”, se convoco al “Segundo Congreso de héroes, emulación de combatientes y hombres valientes de las Fuerzas Armadas de Liberación del Pueblo de Vietnam del Sur” y se difundieron mensajes de Ho Chi Minh en donde se llamaba a los combatientes “Flores de la Nación”. Todo esto para reavivar el vacilante espíritu del Viet Cong.

28 Como lo señala Víctor Davis Hanson, los norvietnamitas “arrestaron entre cuatro y seis mil personas de las cuales la mayor parte murió fusilada o apaleada, más tarde se encontrarían tres mil cadáveres en una fosa común y a los demás se los dio por desaparecidos”.

29Autores como Andrew Wiest hablan de 40.000 hombres y otros como Davis Hanson hablan de 20.000. Al parecer, 20.000 fueron los que participaron directamente en el ataque y el resto correspondería al personal de apoyo necesario para mantener el asedio.

30 Durante el asedio a Khe Sanh los norvietnamitas contaron con moderno armamento facilitado por los soviéticos y los chinos consistente en morteros de 122mm, misiles tierra aire, lanzallamas, algunos tanques y artillería pesada de 130mm.

31 Una unidad de bombarderos trazó una retícula de bombardeo alrededor de la base, de manera que cada 90 minutos, las 24 horas del día, tres bombarderos B-52 machacaban un cuadrado de uno por dos kilómetros de lado con explosivos y Napalm, con lo que se comenzó a destruir metódicamente a casi todo ser vivo situado a un kilómetro de las defensa de la base.

32 Durante la ofensiva del Tet estuvo al mando en la zona de Saigón, siendo teniente general participó en la ofensiva final sobre Vietnam del Sur y escribió un libro con sus memorias, el cual aunque no fue oficialmente proscrito, fue confiscado y prohibido por el régimen inmediatamente después de su publicación, debido a las severas críticas de Tra a los oficiales superiores norvietnamitas.

33 Como lo cita Davis Hanson (2006, p. 445), el general Tran manifestó: “No nos basamos en un calco científico ni en una escrupulosa valoración de todos los factores, sino, en parte, en una ilusión basada en nuestros deseos subjetivos. Por este motivo, aunque la decisión fue sabia, inteligente y oportuna, y aunque la pusimos en marcha con organización y audacia y con gran coordinación en todos los frentes, y aunque todos actuaron con gran valentía, sacrificaron sus vidas y al final conseguimos invertir la situación estratégica en Vietnam e Indochina, hubimos de hacer frente a grandes sacrificios y a unas perdidas en recursos humanas y materiales, especialmente entre los grupos —en todos los niveles de la jerarquía— que nos debilitaron claramente”.

34 Para la mayoría del pueblo estadounidense la percepción de la ofensiva del Tet coincidía con lo expresado por Walter Cronkite el 27 de febrero de 1968: “Nos hemos visto decepcionados con demasiada frecuencia por el optimismo de los líderes norteamericanos (…) Decir que hoy estamos cerca de la victoria es creer, a pesar de la evidencia, a los optimistas que ya se han equivocado en el pasado (…) Decir que hemos llegado a un punto muerto parece la única conclusión realista, aunque resulte insatisfactoria (…) cada vez es más evidente para este periodista que el único camino de salida razonable será la negociación, no como vencedores sino un pueblo honorable que cumplió su promesa de defender la democracia e hizo todo lo que estuvo en su mano”.

35 A partir de la ofensiva del Tet la administración Nixon empezó a reducir el número de soldados estadounidense en Vietnam, pasando de más de 530.000 en 1968, a 484.326 en 1969, 335.794 en 1970, 158.119 en 1971 y 24.200 en 1972.

36 En 1971 Le Duan, primer secretario del partido gobernante de Vietnam del Norte, visito Moscú para solicitar ayuda. Moscú reconoció que si el sur era derrotado no solo el presidente Nixon quedaría en desventaja ante las inminentes conversaciones entre las superpotencias, sino que crear un Vietnam unido en deuda con la Unión Soviética le ayudaría a contrarrestar la influencia de China en el sudeste asiático. Así, Le Duan recibió promesas de ayuda substancial, principalmente armas modernas que permitieron para 1972 transformar las fuerzas del NVA de un ejército esencialmente guerrillero en una fuerza moderna convencional equipada con tanques, artillería, sistemas de defensa aérea y camiones.

37 En 1973 Estados Unidos entregada a Vietnam del Sur ayuda por 2,3 billones de dólares; para 1974 la ayuda fue reducida a 1,1 billones, lo que causó el desplome de la economía sur vietnamita que se vio afectada por una inflación del 200% y una expansión de la pobreza. Asimismo, el gobierno siguió sufriendo de una corrupción extrema y para finales de 1974 el ejército de Vietnam del Sur había perdido su potencia de fuego y movilidad debido a la escasez de combustible para los helicópteros y aviones que habían heredado de Estados Unidos. Estos hechos mostraron con toda claridad que la política de vietnamización de Nixon había sido un fracaso, debido a que Vietnam del Sur no había llegado a ser un Estado viable por lo cual le era imposible desarrollar las capacidades para asumir y dar sostenibilidad por sí mismo a la ayuda que había brindado Estados Unidos. Vietnam seguía siendo un país campesino que no podía asumir la responsabilidad de sostener la estructura de fuerza propia de un país industrializado como Estados Unidos.

38 Aunque Steven Metz en su ensayo “Asimetría estratégica” establece que las asimetrías se presentan en diferentes niveles, dimensiones y formas, para estas conclusiones se utilizan las dimensiones propuestas por John Baylis para el análisis de la guerra revolucionaria, debido a que son categorías de análisis más concretas que facilitarían la elaboración de un mapa del escenario antes de que las asimetrías hagan su aparición, facilitando prever donde se pueden llegar a presentar estas.

39 Este tipo de visiones plantea que si mi adversario tiene un determinado número de tanques, aviones, buques o submarinos yo debo tener una fuerza más o menos comparable para constituirme en una fuerza disuasiva.

40 (The lost year in Iraq [Documental], 2006). Entrevista con L. Paul “Jerry” Bremer, quien prestó servicio como jefe de la Coalition Provisional Authority (CPA) en Irak, de mayo 2003 a junio de 2004.

41 El barón Von Steuben vivió entre 1730 y 1794. Sirvió en el Estado Mayor de Federico el Grande de Prusia durante la Guerra de los Siete Años.

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