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Papel Politico

Print version ISSN 0122-4409

Pap.polit. vol.18 no.1 Bogotá Jan./June 2013

 

Tres momentos de la institucionalización de la enseñanza de la Ciencia Política en Colombia 1968-2012*

Three Moments in the Institutionalization of Political Science in Colombia 1968-2012

Javier Duque Daza**

* Este artículo hace parte del proyecto de investigación "La construcción de una comunidad académica. La institucionalización de la ciencia política en Colombia", financiado por el Ministerio Nacional de Educación de Colombia, Convocatoria Proyectos de Investigación en Educación Superior 2012 y la Universidad del Valle, Convocatoria 2012.
** Profesor de la Universidad del Valle, Colombia. Politólogo. PhD en Ciencia Política, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, México. Miembro del grupo de investigación UN Partidos Políticos de la Universidad Nacional y de la Red Latinoamericana de Investigadores de la Calidad de la Democracia. Correo eletrónico: jduqued86@hotmail.com.

Recibido: 11/10/2012, Aprobado evaluador interno: 03/12/2012, Aprobado evaluador externo: 10/01/2013


Resumen

El artículo da cuenta del proceso de la institucionalización de la enseñanza de la Ciencia Política en Colombia y abarca el periodo 1968-2012. Parte de un enfoque de la institucionalización de las disciplinas que incluye a la docencia, la investigación y la comunidad académica, pero solo desarrolla la primera dimensión. El argumento central es que podemos diferenciar tres momentos o periodos a partir de eventos significativos y que cada uno de estos corresponde a grados diferentes de institucionalización. El primero (1968-1989) corresponde a los inicios y a una débil institucionalización, además de su concentración exclusiva en Bogotá y en universidades privadas. El segundo (1989-2000) corresponde a una expansión gradual, pero con alta concentración y debilidades estructurales de la disciplina. El tercero (2001-2012) es el de la expansión y un avance en su institucionalización con situaciones diversas y grados diferentes de desarrollo según el tipo de universidades y los soportes organizativos con que cuenten.

Palabras clave: Institucionalización, Ciencia Política, docencia, disciplinas sociales.

Palabras clave descriptor: Ciencia política-enseñanza, personal docente, Colombia


Abstract

The article discusses the process of institutionalization of teaching political science in Colombia between 1968 and 2012. It is based on an approach to institutionalization of disciplines that includes teaching, research and the academic community, but it only develops the first dimension. The central argument is that on the basis of significant events we can identify three periods, and that each of these corresponds to different degrees of institutionalization. The first (1968-1989) corresponds to the beginnings and is characterized by a weak institutionalization, in addition to an exclusive focus on Bogota and private universities. The second period (19892000) corresponds to a gradual expansion, but with high concentration and disciplinary structural weaknesses. The third (2001-2012) is the expansion and progress of this institutionalization, with different situations and different degrees of consolidation, depending on the type of university and their organizational structures and support.

Key Words: Institutionalization, Political Science, Education, Social Sciences.

Keywords plus: Political science- teaching, teachers, Colombia

SICI: 0122-4409(201301)18:1<15:TMIECP>2.0.TX;2-M


Introducción

La institucionalización de las disciplinas constituye un proceso con un doble componente: la autonomización y la diferenciación. Esta se presenta en tiempos y espacios distintos, con ritmos y contenidos variados, lo cual genera modalidades con diferentes grados de desarrollo. Las disciplinas se institucionalizan de formas diferentes. En el caso de las ciencias sociales en Europa, Estados Unidos y América Latina, la desagregación de las disciplinas se fue dando desde finales del siglo XIX, construyendo sus propios caminos, delimitando sus objetos, desarrollando teorías, conceptos y metodología, siempre en comunicación entre ellas y con una mutua interpenetración1.

Ambos componentes confluyen en un proceso heterogéneo según los diferentes países. No obstante, en ellos podemos distinguir cuatro elementos comunes centrales: uno epistémico, otro organizativo, un tercero referido a la existencia de programas que conducen a títulos profesionales y un cuarto relacionado con la constitución de la comunidad académica (Clark, 1972; Wallernstein, 1996; Barrientos, 2009; Pérez, 2000).

En el primer caso, se trata de una dimensión epistémica que implica que una disciplina se ocupa de una parcela de la realidad, de un objeto cualificante respecto del cual asume una posición diferenciada y que otras disciplinas no lo hacen, al menos no desde mismas las perspectivas teóricas, conceptos y metodologías. La disciplina se diferencia del saber del sentido común y de otros saberes o disciplinas y construye su propio objeto, hace de él un tema propio, de tal forma que todos los que participan del campo le reconocen su especificidad y su naturaleza de conocimiento válido. La institucionalización de una disciplina implica, en términos académicos, que esta ha delineado y definido su propio objeto de estudio, lo que la diferencia de otras de forma legítima. Es decir, no se trata de una nueva o alterna definición o etiqueta para un saber ya existente, que cuenta con buenos argumentos dado que aborda un segmento de la realidad social, aunque pueden haber dominios compartidos con otras disciplinas, especialmente en perspectivas interdisciplinarias.

La sociedad le da cabida a la disciplina, le abre espacios y la acoge en sus organizaciones, por lo cual se requiere que, al menos parte de ella, considere que la actividad en cuestión desempeña una función social relevante y valiosa y se creen normas que determinen las condiciones de cooperación y competencia entre sus miembros, los cuales permiten que la disciplina se desarrolle aún ante discrepancias internas fuertes. En términos del conocimiento y su validación, los miembros de la comunidad académica consideran que esas normas incluyen la búsqueda desinteresada de la verdad; la aceptación de la objetividad del valor de los enunciados (no dependen de los intereses, deseos, ideología); el carácter público de los logros de modo que los resultados puedan ser criticados, evaluados y utilizados y citados; la crítica pública de los resultados de los demás y la aceptación de la responsabilidad por la utilización de los resultados de los otros miembros de la institución (Eisendstadt, 1968; Pérez, 2000).

El segundo elemento corresponde con un componente organizativo. La disciplina encuentra nichos organizativos autónomos y diferenciados que le proporcionan infraestructura y recursos para su desarrollo. El surgimiento de departamentos, facultades, institutos u otro tipo de instancias administrativas y académicas implican que la sociedad, o una parte de ella, considera que la disciplina desempeña una función social, valora y legitima su existencia y le asigna recursos e infraestructura para que cumpla sus labores de investigación, docencia e intervención social.

En el tercer caso, los dos aspectos anteriores permiten la instauración de cátedras, planes y programas conducentes a títulos en la disciplina que cuenta con la legitimidad intelectual y formal, pues las credenciales otorgadas autorizan también para el ejercicio profesional y están mediados por un marco legal que le dan sustento. La docencia viene acompañada, también, de la investigación como acción de apropiación, producción y socialización de conocimiento, la conformación de acervos documentales, bases de datos, así como la constitución de grupos de investigación. La socialización científica incluye el aprendizaje de repertorios, conocimientos, metodologías, técnicas, autores, enfoques y conceptos propios o incorporados de otras disciplinas; la internacionalización de valores y formas de comportamiento que identifica a los académicos y que cada vez son más estandarizados debido al proceso de internacionalización cultural y formas y modelos de acreditación de las carreras, indexación y escalafón de las publicaciones y la identidad que surge de compartir lecturas, temas, autores, enfoques, lugares de encuentro y redes de vínculos (Pérez, 2000).

Finalmente, el cuarto elemento común se da a partir de la constitución de una comunidad académica. Esta supone que quienes son socializados en ella, a través de procesos formales e informales de educación, dominan el conocimiento y las herramientas que circulan entre los integrantes que constituyen sus pares e interlocutores, los cuales se mueven bajo pautas de interacción que incluyen los títulos y los requisitos para acceder a ellos, así como las barreras de entrada y de validación de la producción que circula en sus publicaciones. Dos elementos centrales de la institucionalización son el surgimiento de publicaciones especializadas de la disciplina, en donde se socializan los productos del quehacer de sus integrantes, y la existencia de agremiaciones profesionales que convoca a eventos regulares de la disciplina (congresos nacionales e internacionales), que se convierten en escenarios de socialización y encuentro.

Tras el proceso de diferenciación y autonomización, las otras dimensiones se desarrollan a ritmos variados según los contextos y las condiciones que las favorezcan u obstaculicen. A comienzos de la década de 1970, Terry Clark sugirió que podíamos distinguir en términos generales cinco etapas del proceso de institucionalización, las cuales pueden ser de utilidad a la hora de analizar casos específicos de disciplinas o para comparar el estado en que se encuentran en contextos diferentes. La primera etapa corresponde a los inicios, en los cuales impera el científico solitario -el o los pioneros de la disciplina que mantienen pocas relaciones sociales con otros investigadores-, que se encuentra más bien aislado y desarrolla su quehacer académico en centros universitarios. Sus obras suelen ser consideradas como fundacionales. El soporte institucional es mínimo y la disciplina no está muy definida dentro de las ciencias sociales y el apoyo económico a la investigación es escaso o inexistente. Los precursores suelen ser quienes impulsan la disciplina e inician los procesos de organización y son considerados los primeros especialistas, aunque pueden provenir de otras en su formación inicial (Dogan y Phare, 1991).

En las otras etapas, la disciplina se desarrolla. En la segunda, la ciencia amateur, la gran mayoría de los fundadores ejerce de forma parcial en el campo, compartiendo su tiempo con otras profesiones. No obstante, ya se dan los contactos y vínculos entre quienes se ocupan de temas y problemas similares demarcados bajo la etiqueta disciplinar. También, surgen las primeras agremiaciones, sociedades científicas o asociaciones de profesionales, en las cuales se generan debates, se presentan trabajos y se comparten o debaten teorías.

La tercera etapa corresponde al surgimiento de cátedras universitarias, centros de investigación, grupos de ideas o paradigmas y títulos profesionales. La disciplina se ha establecido y ha ganado reconocimiento.

La cuarta etapa es el establecimiento de la ciencia, es decir, la profundización de la etapa anterior en cuanto a los congresos y seminarios especializados. Así mismo, los programas avanzados de investigación que definen los roles profesionales y permiten un entrenamiento específico de los estudiantes. En las categorías de académicos propuesta por Dogan y Phare (1993), predominan aquí los fundadores, cuyo papel central es hacer fructificar el terreno iniciado por los precursores, que son innovadores importantes en sus disciplinas, elaboran teorías, abren campos de investigación empírica y muchos de ellos son recordados después como autores clásicos. Esta etapa corresponde al florecimiento e institucionalización consolidada de la disciplina, donde confluyen ya la comunidad académica, la docencia, la investigación, las publicaciones periódicas, las agremiaciones estables y los eventos que convocan a los académicos de forma regular en los niveles nacional e internacional. Estos eventos se define mayormente por lo relacionado a su comunidad académica, tanto nacional como internacional, más que por el tamaño y la complejidad.

Esta propuesta, aunque muy esquemática, es útil a la hora de analizar la forma como una disciplina se ha institucionalizado. Habría que agregar que, en la actualidad, las disciplinas se piensan cada vez más como redes de relaciones entre especialidades y subespecialidades con una creciente fragmentación y conformación de subcomunidades académicas con intereses más demarcados y específicos. Al tiempo que se especializan, también se comunican para poder abordar una realidad cada vez más compleja. De la misma manera, se han impuesto procesos de acreditación de los programas en niveles nacionales e internacionales y la inclusión de las publicaciones especializadas en bases de datos y en índices, a través de los cuales se mide el impacto y la repercusión en la comunidad académica.

Los cuatro componentes y las etapas nos permiten analizar las disciplinas y explorar su nivel de institucionalización en un periodo determinado, así como reconstruir la evolución de una disciplina y diferenciar sus momentos y características. Analizando el caso de la Ciencia Política, Anibal Pérez-Liñan nos presenta lo que sería el contraste de los grados de institucionalización extremos: débil y fuerte (cuadro 1).

Estas características de dos tipos polares de institucionalización disciplinar las podemos agrupar en tres dimensiones respecto a lo planteado anteriormente, lo que resulta una propuesta metodológica de análisis de las disciplinas:

  • Docencia: esta dimensión permite analizar la forma y el grado en que una disciplina ha logrado desarrollarse en estructuras organizativas autónomas, lo cual le confiere legitimidad en las instituciones e identidad a sus miembros si genera espacios para programas de formación que conduzcan a títulos profesionales en grado y posgrado (maestrías y doctorados) y si el profesorado es o no mayoritariamente formado en la profesión, lo cual también le confiere un mayor o menor desarrollo a la disciplina. Estos cuatro indicadores pueden estar presentes en su totalidad (un alto grado de institucionalización), estar ausentes (bajo grado) o solo dos o tres de ellos, lo cual indica grados intermedios.
  • Investigación: aquí se incorporan cuatro indicadores que refieren a grados diversos de institucionalización de una disciplina, correspondiendo un alto grado a una mayor dedicación a actividades de investigación, de lo cual depende la apropiación y producción de conocimiento; la existencia de grupos de investigación sostenibles en el tiempo con proyectos activos, continuos y que correspondan con estándares internacionales de la disciplina; la existencia de recursos de financiación de la actividad investigativa y las publicaciones de los resultados de las reflexiones e investigaciones en medios nacionales e internacionales.
  • Comunidad académica: en lo fundamental, se trata de ver la profesionalización, si los académicos pueden vivir de la profesión y dedicarse exclusivamente a ella sin compartir el tiempo entre instituciones diferentes, si el acceso a los cargos académicos se hace a través de procesos de méritos y evaluaciones de pares y si existen publicaciones especializadas en la disciplina, estables, periódicas y basadas en sistemas de dictamen o referato. Igualmente, incluye el análisis de la existencia de agremiaciones que integran a los miembros de la comunidad y sirven de espacio de socialización de los resultados de la labor académica de sus miembros, de espacio de comunicación y de interacción entre investigadores y grupos de trabajo y que convoca a congresos, seminarios y otros eventos.

En la tabla 1, figuran las tres dimensiones con sus respectivos indicadores y el contraste entre los grados extremos de institucionalización. Una disciplina puede estar débil o fuertemente institucionalizada en las tres dimensiones; presentar grados intermedios; ser fuerte en el proceso de docencia, pero débil en las otras dos dimensiones o presentar solo algunos de los componentes y otros no. Se trata de una matriz que sirve de guía en el análisis, pero, en los casos que se estudien, aparecerán observaciones y matices. Sirve también para comparar periodos y la evolución de la disciplina en uno o varios casos concretos.

A partir de este enfoque, el presente artículo analiza la primera dimensión de la institucionalización (la docencia) en el caso de la Ciencia Política en Colombia. Planteamos una descripción diferenciando tres momentos de su desarrollo a partir de ciertos hechos significativos. El primero comprende 1968-1989, desde la creación del primer pregrado en la Universidad de los Andes, periodo en el cual únicamente existía una oferta de instituciones de Ciencia Política o estudios políticos en universidades privadas y ubicadas en Bogotá. El segundo comprende los años 1990-1999, desde la creación de la primera estructura organizativa en una ciudad diferente a Bogotá que da cabida a la disciplina, hasta el año en que solo se gradúan politólogos en el país en universidades privadas de Bogotá, aunque se empieza a dar la expansión gradual de la oferta concentrada en cuatro ciudades (Bogotá, Cali, Medellín y Popayán). En el tercer momento, 2000-2012, empiezan a graduarse politólogos en universidades públicas y en ciudades diferentes a Bogotá, se da una expansión y proliferación de la oferta de programas y surgen los primeros doctorados.

El argumento central es que, en su componente de docencia, la institucionalización de la disciplina ha pasado de ser muy débil en el primer momento a un fortalecimiento gradual, pero con desarrollos muy desiguales, disparidades en las denominaciones de los programas y predominio de la oferta en universidades privadas. Hay universidades en las cuales la docencia se ha consolidado, han desarrollado el ciclo completo desde grado a doctorado y predomina un cuerpo de profesores formados en la disciplina en su mayoría con doctorado, pero también está el extremo opuesto en donde solo hay pregrado (en algunas no han graduado su primera generación), escasa tradición y pocos profesores con título de doctorado. Hay también situaciones intermedias, que corresponden especialmente a las principales capitales de departamento (Medellín y Cali, especialmente), en las que se ha estabilizado la oferta de pregrado.

Primer momento: 1968-1989. Los inicios

El primer periodo corresponde a los inicios de la disciplina desde 1968, año de creación del programa de Ciencia Política en la Universidad de los Andes. La oferta está concentrada en Bogotá y en universidades privadas. Corresponde también a un periodo en el que predominan más los estudios políticos que la Ciencia Política y en el que la comunidad académica era muy reducida y más interdisciplinaria que disciplinaria. En el país, otras disciplinas sociales se habían empezado a autonomizar y a consolidar, ampliándo un panorama que, en las décadas anteriores, estuvo especialmente copado por el Derecho.

Como lo ha subrayado Jorge Orlando Melo (1988), desde la segunda mitad del siglo XIX, la profesión de abogado fue aumentando en importancia y prestigio, de tal forma que gran parte de los políticos eran abogados. Además de hacer política, otros litigaban, ejercían la docencia en colegios y universidades, eran escritores y se ocupaban de terrenos como la Economía, la Historia, la Filosofía y la Política. En el siglo XX, el papel de los abogados siguió creciendo, al añadirse a su función tradicional dentro del sistema judicial y político la de asesoría a las empresas y corporaciones. Las facultades de Derecho y Ciencias Políticas, muchas de las cuales conservan aún su denominación2, solían incluir a la Ciencia Política, subsumida en el campo de lo jurídico. Los abogados eran los académicos y humanistas.

El Derecho hizo parte de los programas de todas las universidades desde sus orígenes. De las diez universidades que existían en 1940, todas tenían facultades de Derecho. En las décadas siguientes, se multiplicaron las universidades y, en 1967, ya habían 42 instituciones de educación superior. Como lo subraya Francisco Leal, "el legendario título de 'doctor en derecho, ciencias políticas y sociales' encerraba, hasta hace poco tiempo, la autoridad de opinión en materias que hoy en día se identifican como de filosofía, sociología, economía y ciencia política" (1988, p. 64). Va a ser de las escuelas o facultades de derecho de donde provendrá la profesionalización de las ciencias sociales. Dentro de estas, la Economía, la Historia y la Sociología se irán autonomizando, ganado sus propios espacios organizativos y reconociendo su estatus social. El caso del primer programa de Ciencia Política fue sui generis, si bien en décadas posteriores el proceso siguió una ruta similar y de las facultades de Derecho se desagregaron muchos de los programas de la disciplina.

En cuanto a la Economía, los orígenes de la enseñanza y formación conducente a un título se remontan a la década de 1940. La Universidad de los Andes inauguró su programa de Economía en 1949 en una facultad independiente, aunque con un fuerte componente de administración. En 1945, comenzó a operar el Instituto de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional y, en 1944, la Escuela de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquia, ambas ofreciendo programas conducentes a títulos en economía, aunque adscritos a facultades de Derecho. En 1943, se fundó la Escuela de Administración Industrial y Comercial del Gimnasio Moderno que, una década más tarde, sería absorbida por la Universidad de los Andes. En 1937, el Instituto de Economía y Comercio de la Universidad Pontificia Bolivariana ofreció estudios universitarios de Economía, aunque no estaba adscrito a facultad alguna. En 1931, abrió sus puertas la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana, iniciando su programa universitario con una duración de cinco años, en el cual, dependiendo del programa escogido, el alumno podía recibir el título de doctor en Ciencias Económicas, doctor en Derecho o doctor en Ciencias Económicas y Jurídicas. Se podría concluir, en consecuencia, que la Pontificia Universidad Javeriana ofreció la primera carrera universitaria de Economía en Colombia (Villamil, 2001).

Desde finales de la década de 1950, surgieron los primeros programas de Sociología, aunque ya existían algunas cátedras dentro de los programas de Derecho. Se empezó a autonomizar y, en 1959, fueron creados los programas en la Universidad Nacional en Bogotá, en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y en la Pontificia Universidad Javeriana. Unos años después, fueron creados otros programas de Sociología en la Universidad Autónoma Latinoamericana y San Buenaventura en Medellín (1967), así como la Licenciatura en Sociología en la Universidad de Antioquia (1968). También, habían surgido pregrados en las universidades Santo Tomás y La Salle. En 1970, ya habían en el país ocho facultades de sociología (Cataño, 1986).

En el caso de Historia, Jorge Orlando Melo (1999) cuenta la forma como empezó a institucionalizarse como disciplina autónoma de la Filosofía en la Universidad Nacional. Ante la crisis de la Normal Superior, que había sido cerrada por el gobierno de Laureano Gómez, considerada por él "un foco de corrupción, marxismo", la Universidad Nacional se convirtió en el centro de formación en Ciencia Social. En la Escuela de Filosofía y Letras, convertida luego en facultad, la enseñanza de Historia estuvo, desde finales de los cincuentas, a cargo de historiadores de formación profesional, algunos de ellos extranjeros. Anteriormente, había sido adelantada de forma espontánea por intelectuales integrados a las academias de historia regionales y, luego, vino un periodo en la década de 1940-1950 de obras pioneras. En la Universidad Nacional, fue creada la primera carrera profesional en 1964, bajo la dirección de Jaime Jaramillo Uribe. Antes era solo un énfasis de la carrera de Filosofía y Letras. Compartió con Sociología y Derecho un contexto altamente influenciado por la revolución cubana, la difusión del marxismo y el aporte de algunos profesores e intelectuales europeos. El sistema universitario en el país se estaba expandiendo, a la vez que muchos académicos se fueron a estudiar a Europa o a Estados Unidos y luego contribuyeron a la expansión y cualificación de la disciplina. Desde 1977, se empezaron a realizar los congresos nacionales de la disciplina y surgieron publicaciones periódicas, así como un gran boom de las publicaciones que contaron en la década de 1989 con adecuada financiación y difusión. El segundo programa había sido creado en la Pontificia Universidad Javeriana en 1969. Luego, fue creado en la Universidad de Antioquia en 1978 y, en 1984, se creó el Departamento de Historia en la Universidad de los Andes (solo contando con un pregrado en la disciplina en 1996).

En el caso del primer programa de Ciencia Política en la Universidad de los Andes, precedió al programa de Derecho. Como lo relata Fernando Cepeda (1999), uno de sus fundadores, el nacimiento de esta disciplina contó con una doble ventaja en esta Universidad. Por una parte, el hecho de que fuera una institución privada de prestigio le brindó oportunidades para su desarrollo y la conformación de un equipo de profesores que no tenían compromisos políticos ni se fueron a trabajar con el gobierno, pudiendo dedicarle tiempo a la construcción del nuevo programa establecido en 1968. Por otra parte, el hecho de que hubiera nacido antes que la Facultad de Derecho fue significativo. No fue un producto de esta facultad, como lo fue en otras universidades. La Facultad de Derecho fue más bien su hija, de igual forma que algunos centros de investigación, como el Centro de Estudios Internacionales -CEI (creado en 1982)- y el Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales, CIDER (fundado en 1977).

Inicialmente, se estableció un curso general de introducción a la Ciencia Política. Luego, fue creada una Sección de Ciencia Política en la Facultad de Artes y Ciencias y, después de la buena recepción que tuvieron las asignaturas de servicio establecidos en 1963, fue creado el programa de pregrado en 1968 (Murillo y Ungar, 2000). Como ocurrió en otros países y en el programa de sociología de la Universidad Nacional, en el que Orlando Fals Borda y otros académicos jugaron un rol central como fundadores e iniciadores de la disciplina, en la Universidad de los Andes, Fernando Cepeda jugó este mismo papel de líder académico impulsor, cuya formación en la disciplina en el exterior le permitió visualizar su necesidad en el país. Las Ciencias Sociales recién empezaban su camino y, frente a la Sociología, que llevaba una década en varias universidades públicas y privadas, se mostraba como una alternativa de formación en donde había un vacío, pues los temas y problemas políticos eran abordados por disciplinas sociales o abogados.

Como lo recuerda Gonzalo Cataño (1986), los programas de Sociología, especialmente el de la Universidad Nacional, y de Antropología, Economía e Historia estaban fuertemente influenciados del marxismo y contaban con numerosas asignaturas asociadas al pensamiento de Marx con mayor énfasis que en otras tradiciones teóricas e intelectuales. Además, se asumía una relación directa entre ciencia y política con una clara militancia y activismo de izquierda y había una posición antinorteamericana. Entre tanto, en el naciente programa de Ciencia Política, se le apostaba a una formación diferente. Se le asignaba a lo político un papel central, no como epifenómeno o "elemento súper estructural", tesis que sostenía el marxismo imperante en las Ciencias Sociales en el país. Se reivindicaba la importancia del estudio de las ideas políticas, de la democracia en contraposición a los regímenes autoritarios (en términos pluralismo y no pluralismo), de las asociaciones y del comportamiento político. En ello, se manifestaba la influencia de la Ciencia Política de Estados Unidos que, después de la segunda guerra, había impulsado los proyectos comparados, en términos de estudios de área y se veía la necesidad de estudiar la estructura del Estado, del gobierno y de la administración pública, desdeñado por gran parte de las Ciencias Sociales en ese momento (ver tabla 2). Se formaban politólogos deslindados del campo del Derecho y de las humanidades genéricas. Además, el programa tenía una clara influencia de la Ciencia Política de Estados Unidos, en lo cual influyó no solo la formación de su primer director y profesor Fernando Cepeda, sino también de los profesores visitantes procedentes de universidades de ese país que, desde los inicios, se vincularon al programa. Algunos de ellos mantuvieron los nexos en décadas posteriores3.

Los inicios de la Ciencia Política en una universidad privada coincidieron con un periodo en el cual la pública se caracterizó por su beligerancia y el radicalismo de izquierda con un estudiantado y un amplio sector de profesores contestatarios. El Estado, que antes recurría a ella, se distanció y la dejó a su propia dinámica, recurriendo a otras universidades y centros privados de investigación (Cataño, 1986). La nueva carrera se enfrentaba a varios retos en un contexto de democracia restringida por el acuerdo del Frente Nacional, que había visto surgir los movimientos guerrilleros, y en un ambiente académico fuertemente influenciado por el marxismo. Por una parte, representaba una alternativa dentro de las Ciencias Sociales frente a la Sociología, que se había ido consolidando y tenía en Bogotá el primer programa con una fuerte presencia y un equipo de profesores con tradición académica. Por otra parte, por su asociación tradicional con el Derecho, implicaba tomar distancia de esta tradición y lograr consolidarse de forma autónoma. El propio Fernando Cepeda señalaría varias décadas después que este había sido el principal problema que tuvo el Departamento de Ciencia Política: demostrar que la Ciencia Política no era Derecho donde había una tradición de más de un siglo. Así mismo, ante la ambigüedad del estudio de lo político y la ausencia de tradición en el país en este tipo de investigación, debía demostrarse que contaba con el rigor requerido por una disciplina que pretendía su validez científica y, ante la gran influencia del marxismo en las Ciencias Sociales de la época, se trataba también de ser una alternativa (Cepeda,1999).

El contraste era claro. Mientras avanzaba la formación de politólogos con una fuerte influencia de enfoques funcionalistas y sistémicos norteamericanos, los principios del liberalismo y la democracia, en los programas de sociología se discutía la necesidad de una ciencia social militante que no "estuviera al servicio de las clases dominantes", que fuera científica, nacional y política (Restrepo, 2002). La sociología científica era de inspiración marxista. Lo otro era descalificado4. Tanto en las universidades públicas como en las privadas, primaba la orientación marxista de los profesores, que terminaron hegemonizando los programas. Imperaba una dinámica diferente, en la cual eran dejados de lado otros enfoques y autores clásicos de la teoría y el pensamiento social. De hecho, los enfoques diferentes al marxismo y autores clásicos de la Sociología quedaron incluidos en las propuestas de reformas, pero como opcionales o electivas5 (Ruíz, 1999; Robledo y Beltrán, 2008). Mientras se empezaban a graduar los primeros politólogos en la Universidad de los Andes, los programas de Sociología estaban en ebullición. Había una crisis institucional en un momento de auge del movimiento estudiantil universitario y en secundaria6. Se reivindicaban posiciones críticas y de cambio social y se adoptaban esquemas teóricos de forma mecánica, lo que actuó en desmedro de la investigación. Como lo planteó Alvaro Camacho, "las orientaciones políticas tendían a sustituir la investigación empírica" (2009, p. 77), lo cual condujo también a su estigmatización como extremista y subversiva.

En este candente escenario de múltiples militancias y radicalización de los estudiantes y profesores, el movimiento estudiantil alcanzó su cenit y ello se expresó especialmente en los programas de Sociología. No todos sobrevivieron. En algunas universidades privadas, desaparecieron, como en la Javeriana, en donde fue cerrado. A la par, ganaba espacio la Ciencia Política que, en 1975, abrió la Maestría en Estudios Políticos7. Si bien fueron introducidas reformas desde comienzos de la década de 1980, las cuales trajeron nuevos enfoques, autores y un mayor pluralismo, se mantuvo la fuerte influencia del marxismo (Robledo y Beltrán, 2008).

Se trató de unos comienzos con dificultades y de precaria aceptación de la Ciencia Política. Fernando Cepeda (2000) recuerda que hubo intentos de cerrar la maestría en dos ocasiones y el presupuesto para investigación era muy escaso, así como el número de profesores. Además, constituía una alternativa a la sociología caracterizada por la militancia de izquierda y un fuerte activismo, incluso en las universidades privadas, donde la mayoría de estas carreras serían cerradas en la década siguiente.

Así, en la segunda mitad de la década de 1960, además de las tradicionales facultades de Derecho y Ciencias Políticas, existían programas de Filosofía, Economía (surgidos desde la década de 1940), Sociología y uno de Ciencia Política, así como otras disciplinas sociales que empezaban su proceso de institucionalización. El panorama de las Ciencias Sociales era más amplio que una década atrás, si bien se trataba de saberes que recién iniciaban su proceso de disciplinas autónomas. La Ciencia Política fue vista en la Universidad de los Andes como una alternativa a las Ciencias Sociales, especialmente la Sociología, que se identificaba como antisistema y estaba atravesada por la militancia de izquierda. Frente a ello, se optó por una iniciativa más científica que militante, más técnica y pretendidamente científica (Murillo y Ungar, 2000).

Junto al único pregrado en la disciplina, surgió, a comienzos de la década de 1970, la primera maestría, aunque no adoptó la denominación disciplinar sino la de estudios políticos. En 1975, fue creada la Maestría en Estudios Políticos en la Pontificia Universidad Javeriana, la cual surgió vinculada a la Facultad de Derecho y, luego, pasó a ser parte de la nueva Facultad de Estudios Interdisciplinarios, FEI. Se caracterizó por la inclusión de catedráticos que, en buena parte, eran políticos de oficio y no cientistas sociales como tales, lo que hizo que su plan de estudios estuviera enfocado más hacia el ejercicio político que hacia la práctica investigativa (Murillo y Ungar, 1999). En 1975, se implementó también la maestría en la Universidad de Los Andes, que funcionaba con una modalidad de concentración, pues sus estudiantes eran en su mayoría profesores universitarios de otras ciudades. Funcionó hasta 1980. Luego de una interrupción, se reabrió a finales de esa década con una modalidad semiescolarizada y orientada hacia las políticas públicas y la teoría política. Durante este periodo, graduó a tres promociones (Murillo y Ungar, 1999; Leal, 2011).

Por su parte, El Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo -IAED-, dependencia de la Academia Diplomática de San Carlos, fundado en 1980 por acuerdo entre los gobiernos de Colombia y Francia, creó una maestría en Ciencias Sociales que tenía un componente político. Se trataba de un programa con el apoyo y la infraestructura de la Universidad Externado de Colombia, la cual otorgaba el título de Magíster en Problemas Políticos y Económicos Contemporáneo con el apoyo del Instituto de Altos Estudios para América Latina de la Universidad de París III - Sorbona Nueva (IHEAL). Esta fórmula permitía que algunos de sus egresados continuaran con su ciclo doctoral en Francia mediante becas. Esta maestría no se identifica como de Ciencia Política. Es interdisciplinaria con un componente político central.

Así, la Ciencia Política logró durante estas dos décadas encontrar espacios institucionalizados. Se empezaron a expedir títulos de politólogo en pregrado y maestría en la Universidad de los Andes y de maestría en la Javeriana y el Externado. La investigación encontró espacios organizativos que empezaron a impulsarla, si bien tendía a predominar aún la etiqueta de estudios y análisis político sobre la de Ciencia Política y primaba la docencia de forma amplia sobre la investigación.

En la década siguiente, surgieron en el país otras maestrías en Ciencias Sociales. En 1984, fue creada la Maestría en Historia en la Universidad Nacional, cuando la ola de protestas y de radicalización de la universidad pública en el país estaba en su descenso. También fue creada en la Universidad de Antioquia en 1989. Después de la ola de convulsiones, de cierres, desaparición de algunos pregrados y de reformas en otros y tras la reactivación de los congresos nacionales (el segundo se realizó en 1976 y el siguiente más de una década después en 1980), en la Universidad Nacional, se aprobó en 1986 e inició en 1988 la Maestría en Sociología, con un perfil de investigación que incluía los énfasis en sociología política, del trabajo y de la ciencia y la cultura (Restrepo, 2002)8. De forma paralela, la Escuela Superior de Administración Pública -ESAP- desarrolló estudios y formación profesional en administración pública en pregrado y en diversos posgrados. Creada en 1958, empezó a funcionar en 1962 como una institución universitaria orientada a la enseñanza, investigación y difusión de las ciencias y técnicas concernientes a la Administración Pública. Aunque inicialmente se orientó a la preparación técnica de los funcionarios y a contribuir a la racionalización de la acción del Estado, también empezó a formar administradores públicos. En su estructura formal, los estudios duraban cuatro años, dos de estudios formativos en Ciencia Política y otros dos en las que consideraba como ciencias auxiliares (Historia, Sociología, Derecho y Economía, entre otras), aunque estaba orientado a formar a los funcionarios en aspectos técnicos del trabajo administrativo. Concedía inicialmente el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas. Desde 1971, el título empezó a ser de administrador público (ESAP, 2010). Se trataba esencialmente de formación de administradores públicos, en lo cual era el único programa existente en el país.

Como una novedad organizativa en la disciplina, en 1986, fue creado en Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) en la Universidad Nacional como una iniciativa interdisciplinaria para abordar problemas políticos desde diversas disciplinas como la Sociología, la Hhistoria y la Ciencia Política, que inicialmente contó con la oposición de algunos sociólogos y abogados que veían con recelo a la nueva disciplina (Misas, 2011). Este instituto tuvo desde sus orígenes un claro perfil investigativo e interdisciplinario y ha sido renuente a usar la denominación de Ciencia Política. En su presentación oficial, no se utiliza tal denominación y se enfatiza en que se trata de un programa de formación interdisciplinaria, más que de Ciencia Política y de politólogos. Habla de análisis político y de analistas9. Con un carácter similar, fue creado, en 1988, el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia (ver tabla 3).

En suma, en su componente de docencia, la institucionalización de la Ciencia Política se inició durante este periodo, con solo un pregrado y tres maestrías, dos de las cuales se orientaban más hacia el campo genérico de los estudios políticos como convergencia interdisciplinaria de saberes para el estudio de los fenómenos políticos. La disciplina tenía una débil institucionalización y estaba muy poco extendida. Predominaban los profesores de dedicación parcial, lo cual era más acentuado aún en las maestrías y las revistas especializadas recién estaban surgiendo. Además de Controversia, revista del CINEP creada en 1975 y que publicaba artículos de diversas Ciencias Sociales y Foro, de la Fundación Foro Nacional por Colombia, creada en 1986, solo existían la revista Ciencia Política, creada en 1985 y que cumplía un papel de divulgación y traducción de algunos artículos; Colombia Internacional de la Universidad de los Andes, creada en 1988 y que estaba publicando sus primeros números, y Análisis Político del IEPRI, creada en 1987 y que también recién iniciaba. La Ciencia Política en el país recién despuntaba.

Segundo momento: 1990-1999. La expansión gradual

El segundo periodo comprende desde 1990 hasta 1999, desde la creación del primer programa de maestría por fuera de Bogotá, aunque los politólogos de grado solo tenían procedencia de universidades privadas bogotanas. La Ciencia Política seguía teniendo el sello de universidades privadas con una alta concentración en Bogotá, si bien empezaron a abrirse los primeros programas en otras ciudades. Así mismo, los programas se han movido entre el campo disciplinar de la Ciencia Política y la formación de politólogos y el campo interdisciplinar de los estudios políticos, más orientado a formar analistas e investigadores con una formación más genérica de Ciencias Sociales, con énfasis en lo político.

Eran otros tiempos. Los años del radicalismo en las universidades había quedado en el pasado y los profesores de universidades públicas y privadas asumieron también posiciones de acercamiento al Estado. De hecho, muchos altos cargos fueron ocupados por ellos y, de nuevo, el Estado había recurrido desde la segunda mitad de la década de 1980 a la universidad pública (especialmente a la Nacional) en consultorías y asesorías en estudios y misiones especiales, especialmente sobre la violencia10. Durante este periodo, se pasó del predominio de los académicos contestatarios y militantes de izquierda a la moderación. Muchos fueron cooptados por el Estado y pasaron a ocupar cargos o a asumir el rol de asesores y consultores (Urrego, 2002). El abanico de las Ciencias Sociales se había abierto. Había no solo pregrados en todas las disciplinas, sino que también las maestrías empezaron a consolidarse.

Durante este periodo, se presentaron varios cambios institucionales referidos a la ciencia y la tecnología, que coadyuvaron a un mayor desarrollo de las Ciencias Sociales y, dentro de estas, la Ciencia Política. En 1990, se aprobó la Ley de Ciencia y Tecnología (Ley 29 de 1990) y, un año después, la nueva Constitución Política estableció que el Estado tenía la obligación de apoyar la investigación y, en desarrollo de la Ley 29, se creó en el país el Sistema Nacional de Educación Superior y la Ley 30 de 1992, que contribuyó a crear un marco legal para la investigación. Fueron aprobados dos préstamos con el Banco Interamericano de Desarrollo y, en las universidades públicas, el Decreto 1444 estableció un sistema de incentivos para las publicaciones nacionales e internacionales.

En este contexto, Colciencias hizo la primera convocatoria en 1991 para contar los grupos de investigación existentes en el país. El resultado fue que existían cerca de 100 grupos en las universidades del total de 134. Una década después, en 2000, los grupos llegaban a 700 y en Ciencias Sociales habían 189. De ellos, 157 escalafonados y uno en la máxima categoría A (Villaveces, 2001).

No obstante, los avances en el marco regulador y la asignación formal de responsabilidades al Estado en cuanto a ciencia y tecnología y un rápido crecimiento de las coberturas del sistema universitario, la oferta en pregrado y maestrías seguía siendo escasa y existían serias limitaciones para la formación doctoral. El Icetex seguía teniendo una muy baja cobertura, estimada solo en 5,8% en 1998 (López, 2001) y la formación doctoral y en maestrías en el exterior se hacía a través de becas externas y con muy poco apoyo nacional.

La Ciencia Política continuó su gradual expansión, especialmente en universidades privadas, y surgieron los primeros programas en universidades públicas, aunque estas solo empezaron a graduar estudiantes desde 2000. También, se crearon otras maestrías en Medellín y Cali. Durante este periodo, ya el país contaba con ocho pregrados, nueve maestrías y una especialización. Además del pregrado en Administración Pública de la ESAP11 (ver tabla 4).

En el país, la disciplina estuvo durante muchos años limitada a Bogotá y no existía mucho conocimiento acerca de que era un politólogo, ni había surgido un campo profesional que demandara profesionales. Se consideraba como subespecialidad de la sociología política o era asumida fundamentalmente como una formación posgradual complementaria a otras Ciencias Sociales. El segundo pregrado en la disciplina fue creado en 1994 en la Universidad Nacional, más de un cuarto de siglo después del primer programa de la Universidad de los Andes. Luego, vinieron otros y se descentralizó la Ciencia Política y aumentó la oferta en maestrías.

La oferta académica oscilaba entre la Ciencia Política disciplinar y los estudios políticos interdisciplinarios. Los pregrados eran, en su mayoría, disciplinares: seis incluían esta denominación en su nombre y concedían título de politólogo: las universidades Javeriana, de los Andes, Nacional de Bogotá y Medellín (primeros pregrados del país en Ciencia Política en universidades públicas), Universidad del Cauca y del Rosario (en esta última, se denomina Ciencia Política y Gobierno) y dos se diferenciaban como de estudios políticos, uno en la Universidad del Valle en Estudios Políticos y Resolución de Conflictos y otro en el Externado en Gobierno y Relaciones Internacionales. El programa de la Universidad del Valle se inició como un pregrado desescolarizado vinculado al proceso de formación de reinsertados y con una modalidad de escolaridad flexible y por módulos conducente al título de Profesional en Estudios Políticos12. El segundo ha estado orientado fundamentalmente a la formación profesional en asuntos públicos13.

En cuanto a las maestrías, solo las de la Universidad de los Andes y del Instituto de estudios Políticos de la Universidad de Antioquia adoptaron la denominación de Ciencia Política y una orientación disciplinar. La mayoría de los programas fueron reproduciendo el esquema de la Universidad Javeriana con una maestría en estudios políticos, en la cual confluían diversas disciplinas que abordaban problemas políticos. Ello permitía atraer a estudiantes de todas disciplinas sociales (incluso también de otras disciplinas), dada la poca tradición en pregrado que entonces había en el país y pocos politólogos graduados. Por otra parte, este perfil les permitía congregar a profesores sociólogos, economistas, historiadores y abogados, tanto en la formación como en la investigación, contando así con la posibilidad del trabajo interdisciplinario. Esta doble ventaja provenía de las características de la comunidad disciplinar muy incipiente y generaba una formación más genérica y menos especializada. Con frecuencia, se cruzaba entonces un perfil de egresados con pregrados en alguna de las otras Ciencias Sociales y maestría en estudios políticos, profesionales que no siempre definían su orientación ni lograban especializarse en alguno de los subcampos propios de la Ciencia Política. Esta característica se vio más claramente expresada en la Universidad Nacional, en la cual fue creada la Maestría en Estudios Políticos en el IEPRI en 1994, mientras que el pregrado creado el mismo año fue adscrito a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Este último ha tenido una plena identificación disciplinar y forma politólogos con una orientación hacia la investigación y hacia la asesoría14. La maestría se orientó, desde sus comienzos, con un carácter interdisciplinario. En el caso de la Universidad de Antioquia, se adoptó también esta misma tendencia. Aunque pregrado y maestría se denominan en Ciencia Política, el primero está adscrito a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y la segunda al Instituto de Estudios Políticos y tiene un carácter interdisciplinario15.

En la Universidad Javeriana, pionera en maestrías en el campo, se amplió la oferta con la extensión de la Maestría en Estudios Políticos a la sede de Cali y la creación de otras dos, una en Relaciones Internacionales, creada en 1991, y otra en Estudios Latinoamericanos, creada en 1999. Todos los programas se agruparon en la Facultad de Ciencia Políticas y Relaciones Internacionales en 1994, la cual está dividida en dos departamentos: Ciencia Política y Relaciones Internacionales. En 1995, había empezado actividades el pregrado en Ciencia Política, más de dos décadas después de haberse iniciado la primera maestría. También, la maestría de la Universidad Bolivariana de Medellín ha tenido un carácter interdisciplinario desde su creación en 1996. Se trata de un programa con un fuerte componente en relaciones internacionales y un segmento básico de formación en religión y política que ocupa un espacio importante en el plan de estudios. No refiere en sus objetivos su orientación a la formación de politólogos propiamente, sino a una formación interdisciplinaria16.

Por fuera de Bogotá, empezaron a surgir programas de formación en pregrado, aunque sus primeros egresados se graduaron después de 2000. En 1994, fue creado el primer programa de pregrado en Ciencia Política en una universidad pública por fuera de Bogotá: la Universidad Nacional de Medellín. Dos años después, fue creada la especialización con el mismo nombre. El segundo programa con estas dos características fue el de la Universidad del Cauca, en Popayán, creado en 1996. El programa de la Universidad Nacional tiene una clara orientación disciplinar politológica17, mientras que, en la Universidad del Cauca, se trata de un programa que se identifica en su etiqueta con la Ciencia Política, pero tiene una orientación interdisciplinaria enunciada en sus objetivos18, que se refleja en el plan de estudios y en la nómina de los profesores, de procedencia de diversas disciplinas sociales, entre ellas la Ciencia Política. Además de los programas descritos, la ESAP ofreció hasta 1992 un programa de formación profesional en ciencias políticas y administrativas, pero que conducía al título profesional de Administrador Público. Posteriormente, en conformidad con el proceso de descentralización política y administrativa iniciado en los años ochenta, abrió 15 sedes territoriales repartidas en las distintas regiones de Colombia, creando una red de instituciones y programas oficiales de formación no en Ciencia Política, sino en Administración Pública, en gestión pública territorial y diversas especialidades (Roth et al., 2010).

En síntesis, este periodo fue de una lenta expansión de la enseñanza de la Ciencia Política en el país, continuó su alta concentración en universidades privadas en pregrado y más alta aún en maestrías (solo habían dos en universidades públicas) y la formación de politólogos estaba concentrada exclusivamente en Bogotá, pues solo después de 2000 empezaron a graduarse politólogos en Popayán, mientras en los otros programas estaban desarrollándose los primeros semestres. Se estaba formando un campo profesional y en las maestrías de Bogotá se formaron muchos profesores universitarios que luego se vincularon a otras instituciones, en las cuales impulsaron la disciplina. En las maestrías, el cuerpo de profesores fue más heterogéneo en su procedencia disciplinar, dadas sus orientaciones y el hecho de que aún los politólogos con maestría eran pocos. No obstante, profesionales formados en el exterior empezaron a ingresar en mayor cantidad a las universidades.

Con la expansión gradual de programas y la creación de nuevas estructuras administrativas que los acogieron surgieron también publicaciones especializadas. Durante el primer periodo, solo existían tres revistas: Controversia del Cinep, creada en 1975, de carácter interdisciplinario aunque publicaba también artículos de subcampos de la Ciencia Política, algunos de ellos escritos por politólogos; la revista Ciencia Política del Instituto de Ciencia Política que recién empezaba a publicarse, y Análisis Político, del IEPRI. En los años siguientes, surgieron ocho revistas más, aunque su contenido seguía teniendo una variedad temática que incluía también artículos de otras disciplinas, con desarrollos muy desiguales en los subcampos de la disciplina. La Ciencia Política avanzaba de forma lenta y se estaba conformando un campo disciplinar (ver tabla 5).

Tercer momento: 2001-2012. Proliferación y multiplicación de la oferta y fortalecimiento de la comunidad académica

El tercer periodo comienza en 2001, cuando empiezan a graduarse politólogos en universidades diferentes a Bogotá, hasta el momento actual. Comprende la expansión de programas de pregrado y posgrado en un nuevo contexto que reconfiguró el sistema universitario, estimuló la competencia en la educación superior y creó nuevos espacios de ejercicio profesional para los politólogos. Surgieron los primeros doctorados y se completa el ciclo de formación superior y posgradual. Se ofrecen actualmente pregrados en 30 instituciones. Hay 19 maestrías, 9 especializaciones y 3 doctorados.

La proliferación de pregrados en Ciencia Política o similares en la última década obedece a varios factores. Por una parte, hay una alta flexibilidad en las normas que permiten la creación de instituciones de educación superior (IES) y la apertura de programas, pues los requerimientos formales pueden cumplirse si se cuenta con inversionistas dispuestos a ello, de ahí el gran número de instituciones privadas que hay en el país. No se requiere de tradición académica, ni de experiencia previa en el campo de conocimiento para crear un nuevo pregrado19. Por otra parte, las limitaciones en cupos en las universidades públicas y la creciente demanda de educación superior incentiva la creación de instituciones y de oferta de nuevas carreras, lo cual se expresa en el alto predominio de instituciones privadas respecto a las estatales. En tercer lugar, en la medida en que el campo disciplinar de la Ciencia Política se iba conformando surgieron nuevos ámbitos de ejercicio profesional para el politólogo en la administración pública, ONG, agencias internacionales, asesorías a administraciones territoriales en planes de desarrollo y diversas políticas sectoriales como la convivencia ciudadana, participación, rendición de cuentas, que las normas obligan a las entidades municipales y departamentales. En cuarto lugar, los avances en el marketing, la centralidad de la propaganda y los medios en las campañas políticas y la apertura del sistema político que lo hizo más competitivo generó también una esfera del ejercicio profesional.

Las instituciones que ofrecen programas de Ciencia Política y similares pueden ser agrupadas en tres categorías: las que poseen todo el ciclo de grado, maestría y doctorado; las instituciones que ofrecen formación en pregrado y maestría y las que ofrecen solo pregrado o posgrado, ya sean especialización o maestría. La oferta de formación presenta cuatro características adicionales: solo en Bogotá se ofrece la posibilidad de formación en todo el ciclo de pregrado-maestría-doctorado; la oferta de formación está muy concentrada en universidades privadas; en general, se concentra especialmente en Bogotá y, tendencialmente, la denominación de Ciencia Política es la más generalizada, aunque perviven otras denominaciones y se mantiene la dualidad Ciencia Política/estudios políticos, lo cual establece diferencias apreciables entre universidades.

Dentro del primer grupo, se encuentran las universidades con mayor desarrollo académico que ofrecen el ciclo completo: Universidad de los Andes, Universidad Nacional y Universidad Externado de Colombia. En la primera, se mantiene el pregrado, que arriba a casi medio siglo de existencia (1968), se estabiliza la maestría (creada en 1975) y surge el doctorado (2007). Los tres tienen una identificación clara en Ciencia Política y en la estructura organizativa están adscrito al Departamento de Ciencia, perteneciente a la Facultad de Ciencias Sociales, que incluye otros departamentos (Historia, Filosofía, Lenguajes y Estudios Socioculturales, Antropología y Psicología) y un centro de investigaciones: Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales (CESO), del cual hacen parte profesores de todos los departamentos de la Facultad. A su vez, el Centro de Estudios Internacionales (CEI) está adscrito al Departamento de Ciencia Política y a la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo. Este mantiene como propósito central el análisis, reflexión e investigación en temas internacionales, es un centro que da cuenta de un subcampo de la Ciencia Política que ha contado con tradición en esta universidad desde la década de 1980 y que, luego de un periodo de paro, se reactivó en 2010 con cinco temáticas centrales: la política exterior colombiana, los derechos humanos, la política de drogas, regiones y las organizaciones multilaterales. Del Departamento de Ciencia Política hacen parte cinco grupos de investigación registrados en Colciencias20. Además, el Observatorio de la Democracia que anualmente publica el estudio de opinión de la cultura de la democracia, maneja el programa Congreso Visible, que hace un seguimiento al Legislativo.

En la Universidad Externado de Colombia también existen los tres niveles del ciclo de grado y posgrado, con la especificidad de ser de estudios políticos interdisciplinarios. Hay pregrado, especialización, tres maestrías y un doctorado. Todos hacen parte de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones internacionales, creada en 1986, y que se define institucionalmente como interdisciplinaria en torno a cinco áreas del conocimiento: Finanzas, Gobierno, Relaciones Internacionales, Economía y Derecho. Cuenta con los pregrados de Finanzas y Relaciones Internacionales, creado en 1986, y Gobierno y Relaciones Internacionales, creado en 1995. Este mismo año, inició la especialización en Gobierno, Gerencia y Asuntos Públicos y se creó el primer programa de Doctorado en Estudios Políticos del país. Se define como un programa interdisciplinario en donde confluyen la Ciencia Política, la Economía Política y las Relaciones Internacionales. Cuenta con el CIPE (Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales), creado en 1993, que tiene varios observatorios: OPERA (Observatorio en Políticas, Ejecución y Resultados de la Administración Pública) y OASIS (Observatorio de Análisis de los Sistemas Internacionales). Los tres están constituidos como grupos de investigación consolidados interdisciplinarios.

La tercera institución que ofrece todo el ciclo de formación es la Universidad Nacional de Colombia, con tres particularidades: el programa de Maestría en Estudios Políticos es ofrecido por el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales y el pregrado en Ciencia Política lo oferta la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Ambas entidades ofrecen formación posgradual: en la Facultad, existe la Especialización en Políticas Públicas y las maestrías en Políticas Públicas y en Estudios Políticos Latinoamericanos, creadas ambas en 2009. En el IEPRI, está la Maestría en Estudios Políticos. Existe una división interna del trabajo muy particular: cada unidad, con su propio cuerpo de profesores y estructuras administrativas, grupos de investigación y revistas (la del IEPRI en Análisis Político y la de la Facultad en Ciencia Política). Entre ambas unidades, ofrecen el programa de Doctorado en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, creado en 2008, que también se define como interdisciplinario. Entre el IEPRI y la Facultad suman catorce grupos de investigación activos (ver tabla 6).

El segundo grupo está conformado por seis universidades que cuentan con pregrados y maestría: tres ubicadas en Bogotá (la Universidad Javeriana, la Universidad Santo Tomás y la Universidad del Rosario), dos en Medellín (la Universidad de Antioquia y la Pontificia Universidad Bolivariana) y la Universidad del Norte en Barranquilla.

En la Universidad Javeriana, la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, creada en 1994, cuenta con los departamentos de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, de los cuales dependen los pregrados del mismo nombre. Existen siete posgrados: tres especializaciones (Gobierno y Gestión Pública Territorial, que reemplazó a la de Gobierno Municipal que funcionó durante doce años; en Opinión Pública y Resolución de Conflictos) y cuatro maestrías (en Estudios Políticos, Estudios Latinoamericanos, Relaciones Internacionales y Política Social). La Facultad se identifica, en términos disciplinares, con la Ciencia Política y considera a las Relaciones Internacionales no como un subcampo de esta sino como una disciplina autónoma. No obstante esta identificación, las especializaciones y maestrías tienen un perfil interdisciplinario del campo de las Ciencias Sociales y presentan un doble perfil de investigación y análisis de la realidad, pero también de intervención social. La Maestría en Relaciones Internacionales lleva más de dos décadas y es acorde con uno de los departamentos de la facultad y la tradición de esta universidad en el campo de conocimientos. La Maestría en Estudios Latinoamericanos fue la primera con este énfasis en el país y tienen una orientación en los dos ejes de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, la de Política Social en políticas públicas, pero interdisciplinaria también. La universidad tiene también un Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas, uno de cuyos ejes es Relaciones Internacionales, procesos y conflictos sociopolíticos, pero no ha diseñado un programa que permita cerrar el ciclo de formación en Ciencia Política. En la Universidad del Rosario, los programas son más recientes y la oferta en docencia es menor. También, se conjugan pregrado y maestría, el primero Ciencia Política y Gobierno y la segunda en Estudios Políticos e Internacionales, que empezó en 2007. Ambos hacen parte de la Facultad de Ciencia Política y Gobierno, creada en 2000, que, además, cuenta con el pregrado en Gestión y Desarrollo Humano, único en el país con esta denominación. Esta Facultad también define su perfil en torno a la Ciencia Política para formar politólogos, pero con un énfasis en la formación de dirigentes políticos21. Igualmente, sucede en la Universidad Santo Tomás, donde existe el pregrado en Gobierno y Relaciones Internacionales y la Maestría en Gobernabilidad y Democracia, ambas adscritas a la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales (ver tabla 7).

En el tercer grupo, están las universidades que ofrecen solamente un nivel, la mayoría de ellas pregrado y algunas pocas especializaciones o maestrías profesionalizantes. Ya venían existiendo desde el periodo anterior los programas de Ciencia Política de la Universidad del Cauca; el programa desescolarizado en Estudios Políticos y Resolución de Conflictos de la Universidad del Valle, que empezó a funcionar de forma presencia desde 2002, adscrito ahora al Instituto de Educación y Pedagogía en su área de Ciencias Sociales; el pregrado en Ciencia Política en la seccional de la Universidad Nacional de Medellín, establecido en 2000, y en la cual funcionaba también una especialización con el mismo nombre; el pregrado en la Universidad Militar Nueva Granada en Relaciones Internacionales y Estudios Políticos, fundado en 2000 y adscrito a la Facultad de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, única por su denominación y su orientación en el país.

En la última década, surgieron diez nuevos programas: tres de ellos en Cali, uno en Ciencia Política en la sede de la Universidad Javeriana, el segundo en la Universidad Icesi y el tercero en la Universidad de San Buenaventura, extensión del mismo programa que había iniciado en la sede de Bogotá en 2011. En Medellín, también existen tres programas, los ya mencionados de las universidades Bolivariana y Nacional, y el programa de pregrado en Ciencia Política de la Universidad Eafit, creado en 2003, precedido de una Especialización en Estudios Políticos. En Ibagué, fueron creados dos pregrados en Ciencia Política: en la Universidad del Tolima en 2008, en la Facultad de Ciencias Humanas y Artes, y en la Universidad de Ibagué, adscrito a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, en 2011. Los otros programas en sedes diferentes a Bogotá son los de la Universidad Mariana en Pasto, creado en 2009; el de Universidad Tecnológica de Bolívar y uno más en la Universidad Autónoma de Manizales. También, en Neiva, fue creado el pregrado en Ciencia Política en la Universidad Surcolombiana, programa que estuvo precedió por una Licenciatura en Democracia, orientada a formar maestros de educación básica y media.

Los demás programas han sido creados en Bogotá: el pregrado en Ciencia Política en la Universidad de la Sabana; en la Universidad de San Buenaventura, el de Gobierno y Relaciones Internacionales y, en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en 2011, el programa de Ciencia Política y Gobierno. Aunque desde comienzos de la década de 1970 existe el programa de Relaciones Internacionales, primer programa en Colombia y América Latina con este nombre, siempre ha sido definido como una disciplina autónoma sin vinculación a la Ciencia Política. En la Universidad Sergio Arboleda, fue creado en 2000 el programa de Política y Relaciones Internacionales en la Escuela de Política y Relaciones Internacionales con dos áreas de desarrollo: en instituciones políticas y en Relaciones Internacionales. Entre los más recientes, están los del Politécnico Gran-colombiano; la Fundación Universitaria Cervantina, que empezó también el programa de Ciencia Política en 2012, y la Fundación Universitaria del Área Andina en Pereira, que se inició en el segundo semestre de 2012.

Finalmente, hay cuatro universidades que solo cuentan con programas de formación posgradual: en la Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla, hay una especialización en Estudios Políticos; en la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Especialización y Maestría en Ciencias Política en la Facultad de Derecho, en convenio con la Universidad de Salamanca, España; en la Universidad Católica de Colombia de Bogotá, funciona una maestría en Ciencia Política en Convenio con la Universidad de Salerno (Italia) y, en la Universidad de Caldas, se dio apertura en 2012 a la Maestría en Ciencia Política (ver tabla 8).

Además de esta diferenciación de estos tres subgrupos de universidades, cuatro aspectos resaltan en el proceso de expansión de la formación en Ciencia Política en el país. Por una parte, como lo mencionamos en el primer grupo de universidades, la posibilidad de formación en la disciplina en el ciclo completo solo se ha dado en Bogotá en las universidades de los Andes, Externado y Nacional. La formación doctoral ha sido muy tardía en el país, aunque estuvo precedida de programas de maestría, de la conformación de grupos de investigación y de vinculación de un alto número de profesores con formación doctoral en universidades de prestigio en el exterior.

En maestrías, únicamente existen en Bogotá, Medellín y Manizales, lo cual representa un segundo nivel de restricciones para la formación en la disciplina. La maestría que funcionó durante varias promociones en la sede de Cali de la Pontificia Universidad Javeriana fue cerrada en la segunda mitad de la década de 1990 y, en ella, se formaron muchos de los actuales profesores de universidades de los departamentos del Quindío, Valle del Cauca, Cauca y Nariño.

Por otra parte, la expansión de la oferta en Ciencia Política en el país ha tenido como rasgo sobresaliente el ser predominantemente de universidades privadas: el 72% de los programas de pregrado se ofrecen en universidades privadas y el 28% en públicas. En maestría, la proporción es aún mayor correspondiendo el 78% a universidades privadas y solo dos universidades públicas ofrecen programas de estudios políticos. Esto es concordante con lo que ocurre con el sistema universitario a nivel nacional, pero en mayores proporciones, pues el 60% de las universidades son privadas22. Un dato importante es que apenas tres décadas después de iniciarse el primer programa de Ciencia Política del país en la Universidad de los Andes, empezaron a graduarse politólogos en universidades públicas.

En tercer lugar, existe una alta concentración de los programas en Bogotá, que cuentan con el 44,8% de los pregrados y entre Bogotá, Medellín y Cali concentran cerca del 70% de la oferta, en maestrías el 78% y el 100% de doctorados. Constituye un campo con una doble concentración y serias limitaciones de acceso.

En cuarto lugar, el proceso de expansión de la oferta ha conservado la dualidad entre Ciencia Política y estudios políticos. No obstante, empieza a ser claramente mayoritaria la identificación disciplinar: del total de 30 programas de pregrado 22 de ellos incluyen la denominación de Ciencia Política (73,3%). En segundo lugar, están los que se identifican principalmente con la denominación de Gobierno (13,4%), tres programas combinan Ciencia Política y Relaciones Internacionales (10%) y un programa es sui géneris en su denominación: Estudios Políticos y Resolución de Conflictos (3,3%) (ver gráfica 1). Considerados respecto al total, cerca de la cuarta parte incluyen en la denominación la categoría Relaciones Internacionales (24%) (ver gráfica 1).

Este predominio de la denominación de Ciencia Política en los programas de pregrado es diferente en la formación en maestría y doctorado. De los tres doctorados, solo el de la Universidad de los Andes se denomina en Ciencia Política. De igual forma que el pregrado y la maestría, se mantiene la identidad disciplinar y su orientación claramente politológica. Los otros doctorados son afines también con los nombres y orientaciones de las maestrías. En las otras universidades en donde existe también maestrías es clara la orientación hacia los estudios políticos, más que hacia la Ciencia Política.

Por otra parte, las publicaciones logran estabilizase. Incluso, surgen otras. De las once revistas que reseñamos en la tabla 5, apenas desapareció una (Políticas, de la Universidad del Valle) y fue creada la revista Perspectivas Internacionales del programa de Ciencia Política de la Universidad Javeriana de Cali. No contamos con espacio para analizar sus tendencias y contenidos, pero resalta el hecho de que todas se encuentran indexadas en el sistema de Colciencias a nivel nacional y algunas de ellas están incorporadas a indexaciones internacionales. Además, son de alta circulación. Como hecho relevante del desarrollo de la comunidad académica, se registra el surgimiento de la Asociación Colombiana de Ciencia Política, que agrupa a politólogos y algunos profesionales muy afines. Ha convocado a dos congresos nacionales y, en 2012, realizó también el Primer Congreso de Facultades y Programas de Ciencia Política en el país. Este es otro indicador de avances en el proceso de institucionalización de la disciplina.

A manera de cierre

El artículo se ha propuesto presentar tres momentos del proceso de institucionalización de la Ciencia Política en Colombia a lo largo de casi medio siglo de desarrollo. Aunque propone un enfoque de análisis que comprende tres dimensiones con sus respectivos indicadores, está centrado en la dimensión de la docencia y solo de manera muy tangencial tocó aspectos referidos a la investigación y al desarrollo de la comunidad académica, lo cual trasciende los alcances propuestos y requiere de un espacio mucho mayor al de un artículo. De lo planteado, podemos extraer algunas conclusiones:

  1. Durante cerca de dos décadas (1968-1987) la Ciencia política en Colombia estuvo concentrada en Bogotá y en universidades privadas en un pregrado y tres maestrías, de las cuales dos correspondían más al campo interdisciplinario de los estudios políticos que al disciplinar de la Ciencia Política. Correspondió a un proceso lento y tardío de institucionalización en comparación con otros países de América Latina en los cuales la disciplina logró de forma temprana una mayor consolidación. A las restricciones en la enseñanza, se agregaba la ausencia de publicaciones periódicas especializadas, una reducida comunidad de politólogos y la presencia de pocos grupos de investigación.
  2. En el contexto de autonomización de otras disciplinas sociales y en contraste con los avatares de la Sociología, la Ciencia Política inició su proceso de institucionalización y se presentó como una alternativa de conocimiento de los fenómenos políticos anteriormente terreno de diversas disciplinas sociales. No obstante, sus inicios fueron muy graduales y predominó una alta concentración de la oferta en Bogotá y únicamente en universidades privadas.
  3. El segundo periodo de institucionalización de la disciplina corresponde a la expansión gradual de los programas de formación, aunque solo las universidades ubicadas en Bogotá graduaban politólogos, pues los nacientes programas ubicados en Popayán, Cali y Medellín empezaron a tener egresados a partir de 2001. La oferta de maestrías se circunscribía a las tres principales ciudades del país y surgieron los institutos de investigación, figura organizativa con poca tradición en el país y que no ha logrado mucho arraigo en las universidades que tienden a mantener la estructura de facultades. El IEPRI y el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia lograron estabilizarse.
  4. El tercer periodo es el de la expansión de la oferta formativa, llegando a 30 en 2012, además de cinco universidades que tienen formación posgradual sin pregrado en la disciplina. En general, es más numerosa la oferta en instituciones privadas y apenas tres universidades cuentan con el ciclo completo de pregrado, maestría y doctorado. Este último nivel es de muy reciente creación y solo en 2012 empezaron a graduarse los primeros doctores en el país.
  5. Una mirada de conjunto permite apreciar los avances en la disciplina no solo con la expansión de la formación, sino también en la ampliación y cualificación de la comunidad académica y en las publicaciones especializadas que se han estabilizado e ingresado a sistemas de indexación nacional e internacional. Así mismo, surgió la asociación nacional de politólogos y se han realizado los primeros congresos de la disciplina. En el marco de la política de impulso a las publicaciones y a la conformación de grupos de investigación estables, actualmente, existen setenta grupos de investigación que declaran ser de Ciencia Política y cuentan entre sus investigadores al menos con un politólogo.

Los trazos generales presentados sobre la Ciencia Política en el país permiten tener un panorama general de la forma como la disciplina ha avanzado en su proceso de institucionalización en cuanto a la dimensión de docencia, aunque hay diversos niveles de desarrollo y se presentan problemas de acceso por la concentración territorial y el alto predominio de programas en universidades privadas. En los análisis de la disciplina en América Latina, Colombia suele ubicarse entre los países que presentan un nivel intermedio de desarrollo (junto con Chile, Costa Rica, Uruguay y Venezuela), respecto a los tres en los cuales la disciplina se ha consolidado (México, Brasil y Argentina) y el resto del subcontinente, en donde la disciplina está más rezagada (Altman, 2005). Esta mirada requiere incluir las otras dos dimensiones que planteamos en nuestro enfoque (la investigación y la comunidad académica). Esta es una tarea pendiente.


Pie de página

1Una visión de conjunto de este proceso lo presenta la Comisión Gulbelkian para la reestructuración de las ciencias sociales que coordinó Inmanuel Wallerstein y que condujo a la publicación del libro Abrir las ciencias sociales (1991). Sostiene que el siglo XIX fue considerado el siglo del inicio de la disciplinarización del conocimiento. Este proceso es visto desde la perspectiva de la innovación y los procesos de hibridación en Matei Dogan y Robert Pahre (1993). Plantean que la ciencia política empieza a ganar autonomía y a institucionalizarse como disciplina desde finales del siglo XIX, especialmente en Francia, Inglaterra y Estados Unidos y, en lo sucesivo, vendrán diferentes momentos o hitos que jalonarán su desarrollo teórico, metodológico y conceptual en el siglo XX. Descripciones de casos específicos pueden verse en: Vallés y Newton (1991), Almond (2001), Nohlen (2007), Somit y Tanenhaus (1986), Reyna (2004) y Valenzuela (1988).
2En las universidades de mayor tradición en el país, impera aún la denominación de Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. En algunas, incluye también Ciencias Sociales: Universidad del Cauca, Universidad de Antioquia, Universidad Nacional. Incluso, en algunos de los nuevos programas, se le asigna la denominación de humanidades, especialmente en universidades de pequeñas ciudades: en la Fundación Universitaria del Área Andina se denomina Facultad de Ciencias Jurídicas, Sociales y Humanísticas; en la Corporación Universitaria Rafael Núñez y en la Universidad Tecnológica de Bolívar, ambas en Cartagena, se llama Facultad de Ciencias Sociales y Humanas; en la Unidad Central del Valle del Cauca, se denomina Facultad de Ciencias Jurídicas y Humanísticas; en la Universidad de Pamplona, se llama Facultad de Artes y Humanidades; en la Universidad del Tolima, Facultad de Ciencias Humanas y Artes. Aún, incluso en universidades de Bogotá, como la Universidad Central, en la cual se denomina Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Arte y, en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. En ella, está tanto Derecho como Ciencia Política (Colombia. Ministerio de Educación, 2012).
3Fernando Cepeda se había formado en Derecho y Filosofía en la Universidad Nacional de Colombia y había hecho su maestría en Ciencia Política en New School For Social Research. Entre los profesores visitantes de este periodo, estuvieron James Payne, Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de California y profesor de Yale University, Wesleyan University, Johns Hopkins University y Texas University; Mauricio Solaun, con estudios en las universidades de Yale y California; Gary Hoskin, Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de Illinois, maestría en Johns Hopkins University y profesor de la Universidad de Nueva York y de los Andes durante varias décadas; Harvey Kline, Ph.D. en Gobierno de la Universidad de Texas, profesor de la Universidad de los Andes entre 1968 y 1970 (después regresó en diversas ocasiones). También fueron profesores Bruce Bagley, Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de California; Jonathan Hartlyn, Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de Yale. Véase Rubén Sánchez (1994).
4Esto se plasmó en los debates adelantados en los programas de Sociología. Como lo cita Beltrán, de los documentos de los debates del Grupo de base de Sociología sobre la investigación, la teoría y la práctica, el sustento de este programa debía estar fundamentado por los principios del marxismo-leninismo: "[...] creemos -señalan en un documento- que es necesario hacerlo para adelantar en la construcción de una universidad científica. Así, podremos enfrentar el verdadero debate de las ideologías en el seno de la universidad, sin tener que imponerle a nadie una forma de pensar, sino que desde ahora sometemos a la discusión los grandes principios materialistas. El programa debe servir a los intereses nacionales, es decir, ser anti-imperialista [...] debe servir a los intereses del pueblo colombiano, es decir, a las clases explotadas del país [...] debe ser crítico, partiendo de un estudio de la sociedad capitalista hay que confrontar la posición de la sociología burguesa representada por los sicólogos y economistas burgueses como Comte, Durkheim, Weber, Merton, Parsons, Ricardo, Smith, Keynes [...] debe estar orientado a la superación del academicismo, del intelectualismo y de la tendencia a la autocultivación" (2004, p. 146).
5En el caso de la Universidad de Antioquia, autores como Durkheim, Max Weber, Augusto Comte y Parsons y enfoques como la sociología comprensiva, el positivismo y el funcionalismo quedaron como electivos, lo cual produjo, de hecho, su marginación, dado el alto predominio del marxismo. Esta situación se mantuvo hasta la década de 1980. La reforma del currículo de 1991 introdujo cambios sustanciales que incluyeron nuevos debates y enfoques e hizo más equilibrada la formación en distintos enfoques que habían pasado a ser marginales (Robledo y Beltrán, 2008). La radicalización llevó a estigmatizar a determinados profesores, como el caso de Orlando Fals Borda, fundador del programa de Sociología de la Universidad Nacional, quien dejó la universidad y se fue un tiempo del país. Había sido calificado de "agente del imperialismo" (Camacho, 2009).
6No obstante, como lo señalan María Emma Wills y Ana María Bejarano (2005), la Universidad de los Andes no fue ajena a esta dinámica académica y política: "No quiere decir, sin embargo, que la Universidad de los Andes haya sido totalmente inmune a la polarización política que caracterizó las décadas de los 60 y 70. Con efecto retardado, a principios de los 70, el campus de Los Andes también se convirtió en un 'campo de batalla político'. En 1973, las directivas expulsaron a un puñado de líderes estudiantiles, terminaron el contrato de varios profesores y clausuraron la carrera de Bellas Artes; paradójicamente, optaron por conservar la de Ciencia Política. Pese a que se mantuvieron al margen de las protestas estudiantiles, los profesores del departamento también protagonizaron polarizaciones intelectuales durante estas épocas. Aun cuando ningún docente usó su cátedra para hacer proselitismo político, el cuerpo profesoral, por momentos, sí profesó adhesiones incondicionales a los paradigmas intelectuales (marxismo versus estructuro-funcionalismo) que entonces se confrontaban como campos teóricos irreconciliables. Este clima solo comenzaría a cambiar hacia mediados de los 80".
7En la Universidad de Antioquia, estuvo en 1974 y se produjo la desvinculación de profesores. Se reabrió en 1975. En Robledo y Beltrán (2008), puede verse en detalle el proceso de esta institución. En la Universidad Nacional estuvo cerrado el programa dos años, entre 1972 y 1973, y también hubo desvinculación de profesores. Ya, antes, los docentes extranjeros se habían retirado, así como otros que no lograron estabilizarse, como el caso de Álvaro Camacho Guizado. Véase Restrepo (2002).
8Además de las tres universidades, durante este periodo, hubo otra institución en la cual se realizaron investigaciones, análisis políticos y la publicación de diversos trabajos propios de algunos subcampos de la Ciencia Política. Se trata del Centro de Investigación y Educación Popular, CINEP. Sus antecedentes se ubican a comienzos de la década de 1960, cuando la comunidad de jesuitas crearon el Centro de Investigación y Acción Social -CIAS- que integró profesionales de las Ciencias Sociales para abordar problemas de la realidad social y política colombiana. En 1972, cambio su nombre al de CINEP, con un énfasis en el trabajo con sectores populares y subordinados socialmente, con lo cual el análisis ha estado acompañado de procesos de intervención social.
9Establece cuatro subcampos de formación: los estudios internacionales, la teoría política y análisis político, la cultura política y el conflicto. Propone como objetivos de formación: formar analistas, investigadores y docentes en técnicas, métodos y teorías del análisis político, con independencia crítica y perspectiva multidisciplinaria; contribuir a la formación de una cultura democrática; participar y aportar elementos con base en la investigación al debate público sobre temas de política interna e internacional que sean pertinentes para la toma de decisiones o el diseño de directrices en el sector público (Universidad Nacional de Colombia, 12 de marzo 2012).
10La primera fue la "Comisión de estudios sobre la violencia" por parte del gobierno de Virgilio Barco y del cual fue publicado un libro con los aportes y análisis. A través de su ministro de Gobierno, Fernando Cepeda, la Comisión se conformó en 1987 con el propósito de producir un informe acerca de las diversas violencias que existían en el país y formular una serie de recomendaciones y medidas que pudiera contribuir a enfrentarlas. La comisión fue contratada con el IEPRI de la Universidad Nacional y presidida por Gonzalo Sánchez. Producto de sus actividades se publicó el libro Colombia: violencia y democracia (1987). En 1991, las Consejerías de Paz y de Derechos Humanos de la Presidencia de la República organizaron y financiaron la Comisión de Superación de la Violencia, integrada por investigadores del IEPRI de la Universidad Nacional. Se abordó el problema desde el punto de vista de la dinámica que la violencia presentaba en siete regiones del país. El informe fue publicado bajo el título "Pacificar la paz".
11En 1987, había sido creado el Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga, institución privada que lleva el nombre de uno de los principales industriales del país y es financiado por empresarios. No ofrece programas de formación profesional y sus actividades durante este periodo fueron la difusión de textos de pensadores y de politólogos extranjeros, así como análisis periodísticos y difusión de noticias a través de su revista institucional. En sus postulados, se identifica favorable a principios liberales económicos e ideológicos. Su propósito es constituirse como un centro de pensamiento influyente en la política nacional, pero más bien al margen de la comunidad académica de Ciencia Política.
12El programa de la Universidad del Valle fue creado en 1998. La propuesta inicial fue dirigida exclusivamente a ex combatientes y era totalmente desescolarizado, contenía 42 módulos y retomaba y validaba parte del conocimiento comunitario, popular y político de los estudiantes. En la primera fase del programa, el estudiante obtenía el módulo y se le brindaba atención y apoyo vía telefónica o por Internet. Después de dos años, el programa se reformó por la necesidad de realizar un mayor acercamiento, proponiendo cursos semipresenciales (jornadas intensas los fines de semana a manera de seminarios), concertándolos en Bogotá y Santiago de Cali. El programa se mantuvo hasta mediados de 2006, cuando se transformó en presencial conservando el nombre y con algunas reformas curriculares. Concede título de Profesional en Estudios Políticos.
13Este contempla dentro de sus objetivos: formar funcionarios del Estado, responsables en unidades o instituciones de carácter político, público, social o diplomático para adelantar procesos de institucionalización, ordenamiento social y político, de cambio político y de inserción internacional; formar politólogos y docentes orientados a la exploración y la indagación profesional de los campos relacionados con la Ciencia Política; formar consultores para el análisis de riesgo de inversión, clima político, establecimiento de relaciones públicas y ejecución de proyectos (http://humanas.medellin.unal.edu.co/fche/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=17&Itemid=12).
14El contraste con la maestría del IEPRI es clara. Los objetivos propuestos para la formación así lo expresan: Proveer a la región y al país de un politólogo capaz de adaptarse a las complejas y cambiantes situaciones del mundo político actual; así como de responder a las exigencias que en su campo plantean nuestras organizaciones, contribuyendo con ello a su crecimiento, desarrollo y proyección de la sociedad en la cual están insertas; formar politólogos con capacidad para formular consciente y racionalmente propuestas académicas y prácticas en los diversos ámbitos políticos y para diseñar creativamente propuestas que conduzcan al desarrollo político y socioeconómico del país, la región y la comunidad; formar politólogos con capacidad de discernir, analizar y evaluar las repercusiones que tiene, en el comportamiento de los individuos y la comunidad, la aplicación de las distintas filosofías, fundamentos, conceptos, teorías, técnicas y procedimientos que son objeto de estudio de la Ciencia Política; contribuir a la formación de una actitud científica y crítica del futuro profesional que le permita conceptuar acertadamente sobre la validez o no de las teorías, sistemas y modelos aplicados o que han de aplicarse al medio colombiano; impulsar la realización y desarrollo de investigación en el campo de la Ciencia Política (Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Universidad Nacional, 2011).
15Esta orientación interdisciplinaria se evidencia en los objetivos del Instituto: promover, orientar y llevar a cabo la investigación en el campo de los estudios políticos; contribuir a la consolidación de un pensamiento político que permita el análisis y el esclarecimiento de los problemas que en este campo enfrenta el país; prestar servicios docentes en el ámbito de formación básica en cultura política, en educación continuada y en programas de posgrado; cumplir tareas de extensión orientadas a difundir los resultados de las investigaciones realizadas; colaborar con las unidades académicas de la universidad en la elaboración y ejecución de proyectos de investigación Véase documento oficial del Instituto: http://quimbaya.udea.edu.co/iep/.
16Véase:http://derechoypolitica.medellin.upb.edu.co/index.php/ciencias-politicas/maestria-en-estudios-politicos.
17Este contempla dentro de sus objetivos: formar funcionarios del Estado, responsables en unidades o instituciones de carácter político, público, social o diplomático para adelantar procesos de institucionalización, ordenamiento social y político, de cambio político y de inserción internacional; formar politólogos y docentes orientados a la exploración y la indagación profesional de los campos relacionados con la Ciencia Política; formar consultores para el análisis de riesgo de inversión, clima político, establecimiento de relaciones públicas y ejecución de proyectos. http://humanas.medellin.unal.edu.co/fche/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=17&Itemid=12.
18Oficialmente, se contemplan los siguientes: preparar profesionales de formación interdisciplinaria, cualificados para realizar análisis e investigaciones sobre temas de política pública, teoría política, comunicación y cultura; desarrollar en los profesionales competencias comunicativas, argumentativas y propositivas que les aseguren un desempeño profesional idóneo y competitivo; fomentar y apoyar los procesos de transformación política y administrativa que requieren la región y el país; desarrollar discusiones teóricas y metodológicas de los principales temas y conceptos que conforman la Ciencia Política con el fin de conocer mejor los problemas que afectan nuestra realidad social y política, tratando de facilitar la búsqueda de soluciones; concientizar a los detentores de poder político y administrativo sobre la responsabilidad y las consecuencias de sus decisiones.
19Los requisitos son los siguientes: contar con plan educativo que incluya el propósito de producción, desarrollo y transmisión del conocimiento y de la cultura nacional y universal; los programas académicos y los procesos administrativos deben ser coherentes con la misión y vocación que identifique la naturaleza, el quehacer y las metas institucionales; una estructura orgánica que garantice el desarrollo académico y administrativo y que incluya procedimientos de autoevaluación permanente; un plan continuo de investigación científica y tecnológica que incluya proyectos concretos, recursos humanos calificados e infraestructura académica y física; contar con un número suficiente de profesores con dedicación de 40 horas por semana y con formación de posgrado de acuerdo con las experiencias para cada programa académico y que reúnan adicionalmente los requisitos señalados por cada institución para para desempañarse en los campos de la técnica, el arte o las humanidades; ofrecer al menos tres programas en diferentes campos de acción de la educación superior y un programa de Ciencias Básicas que les sirva de apoyo y acreditar experiencia en investigación (Decreto 1212 de 1993).
20La información sobre grupos de investigación es tomada de la base de datos Scien TI de Colciencias, disponible en línea en: http://www.colciencias.gov.co/scienti.
21En la presentación del pregrado, se señala que la facultad "representa una respuesta de la Universidad del Rosario a la necesidad de formar una clase política competente y responsable, apta para conducirlo y gobernarlo con probidad".
22En la actualidad, existen en Colombia 286 instituciones de educación superior (IES). 80 son públicas y 206 son privadas. El sistema colombiano cuenta con 32 universidades públicas y 48 privadas. De ese total nacional de 286 IES, solamente 22 han obtenido hasta la fecha el reconocimiento de la acreditación de alta calidad (Corral, 2011).


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