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Papel Politico

Print version ISSN 0122-4409

Pap.polit. vol.18 no.1 Bogotá Jan./June 2013

 

Guillermo Hoyos Vásquez (1935-2013) In Memoriam*

Ángela Calvo

Al maestro, al amigo, al defensor incansable de la razón pública,
esta semblanza autorizada y movedora de quién, como nosotros,
lo acompañó en su viaje. Sit tibi terra levis, Guillermo.

* Este ensayo fue publicado en la revista digital www.razonpublica.com el 20 de Enero de 2013, y se publicará simultáneamente en Universitas Philosophica número 60 (primer semestre de 2013).


Pensar en público

El 5 de enero de 2013 se apagó la voz de Guillermo Hoyos Vásquez, ya aquilatado como el pensador colombiano más importante de los últimos cincuenta años. Testimonio de la relevancia de esa voz ha sido el polifónico y sentido homenaje que, a escasos quince días de su muerte, se le ha rendido tanto en los principales medios públicos del país y del mundo de habla española, como en innumerables mensajes privados que expresan la profundidad y amplitud de la huella que su pensamiento deja en las dos últimas generaciones de filósofos, científicos sociales y educadores nacionales.

Doctor en Filosofía y Teólogo, el hilo que articula su trayectoria intelectual y personal es el del humanista que, con la consigna de "pensar en público", recorrió las instituciones educativas colombianas y latinoamericanas para dar aliento al proyecto de universidad que retome -a contrapelo de la tendencia dominante de la educación como productividad y competitividad- el ethos moral ínsito en la tradición filosófica y pedagógica, la cooperación y la solidaridad.

Consciente de la importancia de instituciones ancladas en principios de justicia, destacó siempre cómo estas, para garantizar una sociedad estable y plural, requieren de actores formados para la ciudadanía democrática. Expresión de esa confianza en la formación es la máxima que atraviesa sus múltiples presentaciones públicas y escritos: "la educación es comunicación y esta última se constituye en la clave para la formación humanista de ciudadanos y ciudadanas".

Periplo intelectual

Su excelsa experiencia formativa, que comenzó con su pregrado en Filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana y culminó con su doctorado en Colonia, la vivió como jesuita en el contexto privilegiado del movimiento estudiantil de mayo del 68 y de los ecos de la transformación suscitada por el Vaticano II. Sin duda, ese entorno, en el que tuvo la oportunidad de estudiar la tradición filosófica con grandes pensadores contemporáneos, avivó su insaciable curiosidad intelectual y generó su convicción en el poder de la palabra como artífice de la mente y del corazón.

A su temprano estudio de los clásicos, se sumó su encuentro con Kant, Husserl y la teoría crítica de la sociedad, en especial con el epígono de su segunda generación, Jürgen Habermas. Ellos serían los pilares sobre los cuales edificaría su discurso filosófico.

Lejos de la esencia de sistema de sus maestros, la originalidad de su espíritu filosófico proviene de su concepción del quehacer filosófico mismo, entendido como diálogo orientado, más que a la exégesis minuciosa y solitaria de textos, a plantear preguntas a los autores que los conviertan en caja de herramientas para pensar las cosas mismas, el presente, el abigarrado mundo de la vida, génesis y horizonte del acontecer de las ideas y de su puesta en escena en el ámbito educativo.

Tres improntas

  • De Kant hizo suyos dos planteamientos cruciales: primero, la distinción entre el conocer y el pensar, entre el uso teórico y el práctico de la razón, entre la ciencia y la moral, la política y el derecho, entre el conocimiento de lo que es y el proyecto de lo que debe ser, de tal manera que en su complementariedad se abra la doble imagen de mundo, escenario para la forja y el despliegue del segundo planteamiento kantiano, el ideal de la Ilustración, la autonomía, el uso público de la razón: la vocalidad, figura por excelencia de la intersubjetividad.
  • De Husserl, sobre cuyo pensamiento versa su tesis doctoral, adoptó el ethos del filósofo como "funcionario de la humanidad", en tanto esta y la cultura toda, como camino de libertad, es "congénita con el nacimiento de la filosofía". Así mismo, descubre en la categoría "mundo de la vida" el escenario en el que se articula la polimorfa sociedad civil, el diálogo abierto de la multiplicidad de perspectivas. La vuelta de la filosofía al mundo de la vida significa tanto la conciencia de la contingencia y de la finitud como la rehabilitación de la Doxa, de la opinión precientífica, desde la cual cobra sentido toda pretensión de objetividad.
  • De manera más radical, como lo interpreta Habermas, en uno de sus escritos más recientes, ese mundo de la vida es la cosa en sí kantiana, la asíntota de aquello que no podemos conocer pero sí pensar y construir en perspectiva comunicacional.

La palabra

Desde el cambio de paradigma instaurado por Habermas, de la filosofía de la conciencia a la teoría del actuar comunicacional, Guillermo Hoyos exprime las simientes kantianas y fenomenológicas de la intersubjetividad -a mi juicio, fortaleciendo aquellos pensamientos más allá de los límites de sus creadores- para potenciar la fuerza de la palabra como artífice de la ética y la política razonable, capaz de beber con entusiasmo de la diferencia y apostar, más allá de la tolerancia, por la inclusión plena, la hospitalidad y el perdón de lo imperdonable.

Anclado en estos sólidos pilares, el tono original que Guillermo Hoyos imprimió a su filosofía fue convertirla en una casa de puertas abiertas: lector tan infatigable como riguroso, desarrolló a la perfección el método reconstructivo habermasiano para propiciar diálogos inéditos entre puntos de vista filosóficos divergentes e, incluso, habitualmente considerados inconmensurables.

Como se puede apreciar en todos sus escritos, su interés nunca fue la disputa erudita que termina por ser dogmática sino, por el contrario, la introducción de nuevos interlocutores en la tarea infinita de pensar las cosas mismas, de encontrar en conversaciones cada vez más inclusivas claves para contribuir a la construcción de una sociedad razonable.

Su agilidad inigualable en pescarse vecindades en la diferencia hacía de sus conferencias y seminarios sorprendentes experiencias de interlocución. Además de hacer sugerente y facilitar el abordaje de filósofos bien complejos, nos enseñó a leer de manera creativa, con el espíritu del detective cuidadoso e imaginativo, capaz de hacer hablar a los datos y a los hechos a la luz de problemas bien planteados.

Muchas veces sus estudiantes, fascinados por sus clases, iban a los textos en búsqueda de ampliar y profundizar lo que habían escuchado y, con cierta desilusión, en la sesión siguiente, manifestaban su desconcierto al no haber encontrado nada semejante a lo que el maestro había extraído de ellos. Su humilde respuesta era autodefinirse como "lector juicioso" pero, en virtud de la experiencia maravillosa de los seminarios que dictamos juntos desde su retorno a la Pontificia Universidad Javeriana en 2000 hasta el semestre pasado en la Maestría en Filosofía, me atrevo a afirmar sin asomo de duda lo que muchas veces expresé en ese contexto: él tenía el dominio y la destreza suficientes para "mejorar" el pensamiento de los autores que trabajaba.

Quienes conocimos a Guillermo de cerca sabemos que la perspectiva comunicacional del filosofar no fue para él prioritariamente un recurso teórico, fue su forma de vida. La pasión con la que se dirigía a los más diversos públicos, su elocuencia sin par, corresponde al valor que le otorgaran los humanistas latinos a la forja de la virtud cívica, importancia controvertida en la modernidad a partir del surgimiento de la ciencia y su afán de encontrar el lenguaje preciso, analítico, para denotar el mundo.

De cívica y de ciencia

Este debate entre lógica y retórica encontró en David Hume una salida brillante al ilustrar, mediante la metáfora del anatomista y el pintor, dos maneras de hacer filosofía moral: una orientada a formar el entendimiento; otra a motivar, desde la sensibilidad, el actuar.

Lo original de Hume fue pensar en su complementariedad como recurso idóneo para la verdadera filosofía, como lo destaca en la investigación sobre el conocimiento humano:

¡Felices de nosotros si podemos unir los límites de las distintas clases de filosofía al reconciliar la investigación profunda con la claridad, la verdad con la novedad! ¡Y aún más felices si, razonando de esta manera sencilla, podemos socavar los cimientos de una filosofía abstrusa, que hasta ahora parece haber servido nada más que de cobijo para la superstición, el absurdo y el error!

Me permito traer esta metáfora humeana no solo porque Hoyos la usó como introducción para su libro La teoría de la acción comunicativa como nuevo paradigma de la investigación en ciencias sociales: las ciencias de la discusión (Hoyos Vásquez y Vargas Guillén) y yo retomé el tópico en mi contribución al libro homenaje a su vida filosófica al cumplir sus setenta años, obra escrita por sus amigos cercanos europeos y latinoamericanos, sino, sobre todo, porque después del largo trasegar con Hume para mi tesis doctoral bajo la dirección de Guillermo, cada vez encuentro mayores vecindades entre sus proyectos filosóficos: hacer filosofía pública en el horizonte de la forja de una ciudadanía justa y solidaria.

Ambos pensadores se comprometieron como pocos en buscar en la escritura la mejor correspondencia autor-lector, no en perspectiva de expertos sino de hombres de mundo alentados por el programa de ilustración de la humanidad, de salida de la barbarie hacia la civilización. La preocupación que los dos llevaron hasta su lecho de muerte fue tener que callar cuando aún los hombres y mujeres comunes no habían acabado de asumir el reto de pensar por sí mismos, de convertirse en interlocutores válidos.

De ética y nostalgia

Más que intelectual, el riesgo del uso público de la palabra es ético, en tanto compromete la acción y exige fortaleza de espíritu, un carácter generoso, consciente de su valía mas no arrogante, tolerante, sensible a las demandas y posibilidades de todo otro, amigo de sus amigos, leal sin condiciones, respetuoso de la diferencia, capaz de mirar con humor y sencillez la propia perspectiva, al saberla contingente y revisable.

Si Guillermo Hoyos merece recordarse como el filósofo más importante y el "maestro" colombiano de nuestro tiempo, como ya ha propuesto Óscar Mejía Quintana, es preciso acentuar que lo fue porque en él se aunaron de manera singular las virtudes intelectuales y morales de alguien que orientó la vida a la búsqueda de la sabiduría.

El sentimiento que en su despedida acompaña la inmensa gratitud por su vida es la nostalgia, esa que Kierkegaard caracteriza de manera tan bella como "el dolor que causa la proximidad de lo lejano".


Referencias bibliográficas

Hoyos Vásquez, G. y G. Vargas Guillén (1997). La teoría de la acción comunicativa como nuevo paradigma de la investigación en ciencias sociales: las ciencias de la discusión Bogotá: Corcas.         [ Links ]

Rocha, A. (ed.) (2008). La responsabilidad del pensar. Barranquilla: Uninorte.         [ Links ]