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Papel Politico

Print version ISSN 0122-4409

Pap.polit. vol.20 no.2 Bogotá July/Dec. 2015

https://doi.org/10.11144/Javeriana.papo20-2.bpcc 

Brasil es parte del Caribe cultural. La literatura del Nordeste y la tropicología de Gilberto Freyre*

Alessandro Warley Candeas*

*Este ensayo subraya puentes entre los temas, personajes, perfiles psicológicos, paisajes naturales, imágenes y narrativas entre las literaturas del Caribe y el Nordeste brasileño. Se presenta la tesis, basada en una observación de Gabriel García Márquez, de la continuidad cultural entre el Caribe y aquella región del Brasil, como lo demuestran ilustraciones comparativas de clásicos del Premio Nobel colombiano y títulos de la literatura regionalista "nordestina" del Brasil.
**Diplomático de carrera en Brasil, doctor en socioeconomía del desarrollo por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris, con tesis sobre "Cultura y Desarrollo en Brasil: la tropicología de Gilberto Freyre. Ex Ministro Plenipotenciario de la Embajada de Brasil en Bogotá. Actualmente ejerce la función de director de Instituto de Investigaciones en Relaciones Internacionales (IPRI) del Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil. Correo electrónico: alessandro.candeas@itamaraty.gov.br


Cómo citar este ensayo

Warley Candeas, A. (2015). Brasil es parte del Caribe cultural. La literatura del Nordeste y la tropicología de Gilberto Freyre. Papel Político, 20(2), 607-612. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.papo20-2.bpcc


En una ponencia en Panamá en 1995, Gabriel García Márquez comenta que "A propósito del Caribe, creo que su área está mal determinada, porque en realidad no debería ser geográfica sino cultural. Debería empezar en el sur de los Estados Unidos y extenderse hasta el norte de Brasil". García Márquez propone así un Caribe cultural más allá de las fronteras geográficas y políticas. Lo llama congregación del realismo mágico. ¿Qué sería un Caribe cultural? ¿Brasil sería parte de ese Caribe? En un intento por contestar esas preguntas, caben algunas asociaciones entre las literaturas de Brasil y Colombia. Cien Años de Soledad puede ser más fácilmente comprendido por un lector de una pequeña ciudad costeña del Nordeste de Brasil que por un lector cachaco. Macondo podría ubicarse en Bahía. Asimismo un barranquillero podrá identificarse más fácilmente con personajes y temas de Jorge Amado que un gaucho brasileño. Florentino Ariza (El amor en los tiempos del cólera) podría haber tenido romances tórridos con Doña Flor o con Gabriela "Cravo e Canela" de Jorge Amado, mientras esperaba por cincuenta años a Fermina Daza. Las pandillas de los Capitães de Areia de Jorge Amado podrían haberse formado en la periferia de Cartagena.

El cacao, tan presente en la literatura de Bahía, es originario de la Amazonía colombiana. Los romances épicos de Jorge Amado, Terras do Sem Fim y São Jorge dos Ilhéus, tratan de la expansión del cacao en un ambiente socioeconómico muy semejante al de otros monocultivos caribeños. El Menino de Engenho de José Lins do Rêgo se sentiría en su casa en los cañaduzales del Valle del Cauca. Lo mismo podría ocurrir con los personajes de Usina, que retrata las transformaciones socioeconómicas del ciclo del azúcar. Iracema de José de Alencar es prima distante de los indios caraíbas. El paisaje del litoral de Ceará es muy parecido a la Guajira. La descripción de ese paisaje en las primeras líneas de Iracema podría muy bien aplicarse al Caribe:

Verdes mares agitados de mi tierra natal, donde canta el pájaro en las frondas de la carnauba; verdes mares que brillas como la esmeralda líquida a lo largo de las playas sombreadas de coqueros.

Esas ilustraciones apuntan a la hipótesis que Brasil sí hace parte del Caribe cultural. La llamada literatura regionalista del Nordeste del romanticismo-indigenista de José de Alencar y del modernismo de José Lins do Rêgo y Jorge Amado permiten sostener esa tesis, puesto que registran elementos caribeños bien presentes en Brasil: playas paradisíacas, calor, monocultivos de azúcar y cacao, diáspora africana. El humor costeño, la alegría y la sensualidad caribeñas no son extranjeros.

Esa dimensión caribeña de Brasil, presente en la literatura, se fundamenta en elementos étnicos, culturales, históricos y geográficos. En la esfera étnica compartimos la riqueza y la complejidad de la diversidad de aportes: blancos europeos, indígenas, semitas y una fuerte presencia negra, con importante mezcla entre razas. Colonos y comerciantes ibéricos, casi todos portugueses, pero también con presencia histórica de holandeses y en menor grado, franceses e ingleses; indios que vinieron del Norte de Sudamérica y se expandieron en el litoral del Norte de Brasil y millones de africanos traídos como esclavos.

En el campo cultural Brasil comparte una rica mezcla de aportes de todos esos grupos. Más adelante voy a referirme sobre eso, pero quisiera por el momento mencionar elementos de la lengua portuguesa en el Caribe. El caso del papiamento es bien conocido. Papear o bater um papo significa charlar, en portugués coloquial. Bon dia! Bon tardi! Kon bai? Kon ta ku vida? Mi ta bon. Pasa un bon dia. Kuanto esaki ta kosta? Ban kome! Claro que no es el portugués de la Academia Brasileña de Letras, pero se acerca mucho al portugués hablado por ancianos negros del interior del Brasil. Ahora descubrimos que comunidades afrocolombianas también guardan elementos de la lengua portuguesa.

En el campo de la geografía, Brasil tiene centenas de kilómetros de litoral al Norte del Ecuador -la costa del Amapá y la desembocadura del Amazonas-, que son continuidad ecológica de las costas de Colombia hasta la Guyana Francesa. La costa del Norte-Nordeste -desde Maranhão hasta Bahia- contiene muchos de los mismos elementos ambientales y paisajes humanos.

Otro elemento clave es la historia. La colonización económica y la migración forzada africana hacia el Caribe están marcadas por el proceso de expansión y crisis del ciclo mundial del azúcar, del cual Brasil es protagonista. A mediados del siglo XVII los holandeses fueron expulsados del Nordeste de Brasil, sobre todo de Recife y la Compañía de Indias Occidentales empezó a ocupar e invertir en la producción de azúcar en el Caribe, llevando expertos y técnicas desarrolladas en Brasil. En la Sinagoga de Curaçao (que quiere decir curação, sanidad1), hasta el siglo XIX la lengua portuguesa de los judíos brasileño-holandeses era corriente en los oficios religiosos.

La expansión hacia el Caribe del ciclo del azúcar representa la diversificación de la economía de la región. No se trata solamente de la extracción y piratería del oro y esmeraldas de Colombia para el enriquecimiento de la Metrópoli ibérica y de los reinos europeos que financiaban los corsarios -que eran piratas con badges oficiales-, sino también creación de riqueza a partir de la agricultura tropical de exportación.

El Caribe es ante todo, trópico, en el sentido sociocultural, histórico y ambiental amplio que le atribuye Gilberto Freyre, el gran sociólogo y antropólogo brasileño. Los elementos de continuidad sociocultural del trópico caribeño son evidentes en los campos de las mentalidades y de la cultura material en el sentido de Fernand Braudel, así como de su formación étnica.

En el plano de las mentalidades, compartimos la valoración de un clima cálido, la alegría, las representaciones del paraíso (nuestro Edén es una playa, no un jardín), los placeres de los sentidos, códigos, valores y visiones sobre familia y sociedad, el tiempo lento, calmado, sin prisa, en fin, la vida feliz en su sencillez. En el campo de la cultura material compartimos las playas y bosques, el monocultivo, los alimentos y grandes semejanzas en la música, las vestimentas, las habitaciones, la sencillez de los muebles, incluyendo la hamaca y lamentablemente, niveles más bajos de desarrollo.

Gilberto Freyre hizo una contribución estructurante en la reflexión sobre el trópico, aplicando sus aportes teóricos al tema Caribe. Si se acepta la pertenencia de Brasil al Caribe cultural, en el Caribe convergen lo que Freyre llamaba civilizaciones lusotropical e hispa-notropical, sin perder de vista, naturalmente, la presencia británica, francesa y holandesa.

Freyre dedicó su carrera intelectual a un objetivo: la rehabilitación del trópico. La identidad nacional de Brasil tiene la huella de su contribución académica. Gracias a él Brasil se dio cuenta de los componentes basilares de su formación: en un momento histórico en el cual la intelligentzia europeizada cuestionaba la existencia misma de la nación y apuntaba a un futuro catastrófico por la existencia de lo que consideraba razas inferiores, Freyre, apoyado en el culturalismo de Franz Boas, pone la cultura y la ecología en el centro del debate y anuncia que Brasil significa interpenetración de razas y culturas en el trópico.

Freyre fortaleció nuestra autoconfianza, rechazando nuestro complejo de inferioridad y valorando los aportes de comunidades consideradas inferiores (negros, indígenas, mestizos). El negro africano, sobre todo, es alzado al nivel de co-colonizador, al mismo grado de importancia que el blanco portugués.

De esa forma, Freyre se aleja de la tendencia tan común en Latinoamérica -la copia de ideas importadas, listas para consumo como superiores, sin lectura crítica- y defiende un pensamiento genuinamente nacional. Critica así los procesos de desarrollo miméticos traídos de Europa y Estados Unidos, afirma que el desarrollo sostenible de Brasil exige la combinación de aportes europeos, africanos y amerindios. Su sueño: Brasil como civilización tropical moderna.

Freyre también rechaza la homogeneización de la cultura material -patrones de consumo, vestimenta, ocio y alimentación- en detrimento de las singularidades tropicales. Él defiende que los países tropicales sean creadores y difusores de cultura y no imitadores. Eso exige por ejemplo, valorar el saber y las prácticas tradicionales, principalmente en las áreas de agronomía, medicina y farmacología, capaces de producir progresos científicos.

Volviendo a la literatura, las escuelas del realismo y del naturalismo en Brasil absorbieron la visión científica pesimista en relación al trópico, lo que también se manifestó en el modernismo. Esas corrientes subrayaron la agresividad del medio ambiente tropical, en particular el fenómeno de la sequía al interior del Nordeste, que definitivamente no es Caribe.

Por otro lado, las escuelas del romanticismo y del modernismo contribuyeron para formar una visión muy positiva del trópico brasileño. En el romanticismo, que es fundamental para la afirmación de nuestra identidad nacional, la primacía de los sentidos y de las emociones lleva a la exaltación de la belleza de una naturaleza idealizada. Ya el modernismo de Jorge Amado es muy caribeño en su énfasis en los aspectos pintorescos, coloridos, alegres, dramáticos y sensuales de Bahía.

Gilberto Freyre pertenece al modernismo en una fase importantísima de la reflexión sobre nuestra historia política y social, la década de 1930. Sus obras maestras, clásicos de la formación de nuestro pensamiento nacional, son Casa-Grande y Senzala, Sobrados e Mucambos y Nordeste. Elemento interesante del aporte teórico de Freyre sobre el trópico brasileño es el equilibrio de antagonismos, es decir la búsqueda permanente de conciliación de las diferencias. Del equilibrio de antagonismos resultan la miscegenación genética y cultural, la movilidad social, la tolerancia moral y religiosa.

Otra contribución muy importante de Freyre es analizar el trópico brasileño a partir de la cultura material: producción, consumo, vestimenta, arquitectura. Brasil y los países caribeños se especializaron en la producción de géneros superfluos, que Fernand Braudel llama nuevos lujos de Europa -café, azúcar, cacao, tabaco, alcohol. Para Freyre, el arte culinaria es una pieza de resistencia de toda civilización, hace parte de las bellas artes, uno de los elementos que más extrañamos (saudade) cuando estamos fuera de nuestro país. El sociólogo comenta que cuando pasea en las mañanas de domingo por los barrios de Recife y huele los platos típicos y después almuerza un cocido o un pescado en salsa de coco, su alma siente más confianza en el futuro de Brasil que cuando escucha el himno nacional.

García Márquez cuando estaba en Europa, sentía saudade del olor a guayabas. Basta ir a un Surtifruver para darse cuenta de la riqueza de frutas y verduras tropicales que tenemos en Colombia, Brasil y otras naciones caribeñas. Con pocas variaciones, la mayoría de nuestros alimentos son idénticos: porotos, arroz, papas, ñames, yucas, maíz, piña, papaya, guayaba, coco, bananos y plátanos, mandarinas, cacao, guanábana, etc.

En el campo de la arquitectura, las casas rústicas hechas de madera, paja y arcilla revelan la mezcla de culturas: la forma europea, los materiales indígenas. Las llamamos casas de taipa y mocambos y las vemos a lo largo de todo el Caribe. Gilberto Freyre elogia los mocambos que considera 'habitaciones vegetales' en continuidad con el medio ambiente y propone que los arquitectos construyan mocambos modernos y confortables.

Freyre propone el lanzamiento de una tropicología: una síntesis de las ciencias volcadas para el trópico, un conjunto sistematizado de conocimientos prácticos que podrían expresarse en un lenguaje artístico y literario. Estudios transdisciplinarios de historia, ecología, antropología, sociología, medicina, arquitectura, urbanización, etc.. Algunos de los elementos de la tropicología serían la necesidad de un modelo original de desarrollo, la simbiosis e integración de culturas y el regionalismo como modelo de organización transnacional2.

Cabe plantear tres conclusiones de los comentarios anteriores:

  1. Los elementos comunes hacen posible hablar de un Caribe sociocultural que puede abrir nuevas relaciones y diálogos incluyendo a Brasil en una 'congregación del realismo mágico', como propone García Márquez.
  2. El sueño de Gilberto Freyre -Brasil como civilización tropical moderna- también se aplica al Caribe, que tiene enorme potencial de desarrollo humano ecológicamente sostenible.
  3. La elección del realismo mágico para la nueva imagen de Colombia en el exterior implica el fortalecimiento de la contribución del Caribe a su propia identidad nacional: una Colombia quizás un poco menos hegemónicamente andina, fría y más calurosa, más alegre, más abierta y más confiada ante su futuro.

Pie de página

1La isla heredó ese nombre portugués: 'Ilha da curagao', o 'isla de la sanidad' (curar= sanar), puesto que navegadores portugueses dejaban tripulantes que sufrían de escorbuto y meses después, probablemente después de haber comido frutos cítricos que hacían parte de la dieta indígena, se curaban y volvían a navegar. 'Curagao' se tradujo como 'Curagao' o 'Curazao'.
2Así se forma el Seminario de Tropicología que se reúne todos los años en Recife desde 1966.


Referencias        [ Links ]

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