SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.13 issue27Communicating and Comparing: the Role of History of Science to Localism, Fragmentation and Cultural HegemonyQuevedo, Emilio et al. Historia de la Medicina en Colombia. Tomo I. Prácticas Médicas en Conflicto (1492-1782) author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Memoria y Sociedad

Print version ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.13 no.27 Bogotá July/Dec. 2009

 

RESEÑAS

Kertzer, David.

Amalias' Tale. A Poor Peasant, an Ambitious Attorney, and Fight for Justice.
New York: Houghton Mifflin Company, 2008, 237 pp.
Abel I. López
Pontificia Universidad Javeriana
abel.lopez@javeriana.edu.co


En este libro se cuenta una historia de injusticia, tenacidad y engaño. Su protagonista, Amalia Bagnacavelli, es una mujer campesina de la aldea de Vergato. A mediados de 1890, viaja a Bolonia para alquilar sus servicios como nodriza. Debe someterse a riguroso examen médico con el fin de descartar la sífilis. Con el compromiso de no dar pecho a nadie más, ni siquiera a su propia hija, La Casa de Expósitos le entrega a una niña de nombre Adela. Días después, descubre que esta tiene sífilis, por lo cual la devuelve. Peor aún, Amalia misma está contagiada. Descubrirlo es doloroso y vergonzoso. Para no ser objeto de rumores y burlas, debe detectar los signos a escondidas. Entonces, aconsejada por el médico del lugar, decide demandar a la casa de expósitos, para lo cual contrata un abogado: Augusto Barbieri. Entretanto, su hija y Adela mueren a consecuencia de la sífilis y su esposo Luigi también se contagia.

Después de una batalla jurídica de más de diez años, el Tribunal Supremo de Roma falla a favor de Amalia. La lucha resulta bastante dura porque el presidente de la Junta de la Casa de Expósitos, el conde Francisco Isolani, es representante de Bolonia ante el parlamento italiano y porque, al final, la campesina se enfrenta a la ambición de su propio abogado. En efecto, este logra que sus poderdantes firmen un acuerdo por medio del cual desisten de cualquier reclamación posterior y le otorgan poder para recibir la suma de la indemnización y distribuirla como mejor le parezca. Amalia y su esposo son citados a la oficina de Barbieri para darles a conocer una triste noticia: no había quedado dinero. Todo se había gastado en deudas, algunas de las cuales aún estaban por pagar. Así que Amalia no obtuvo nada.

Este libro es también una historia de contrastes. En primer lugar, entre ciudad y campo, o como prefiere denominarlo el autor entre "campo y civilización", lo cual se ilustra con la llegada de Amalia a la ciudad de Bolonia: acostumbrarse al uso de la moneda, a una nueva forma de vestir y de transporte. También, entre dos saberes: el rural popular y el de la ciencia: con el fin de detectar los síntomas de la sífilis, el jefe de la Junta de la Casa de Expósitos acepta el informe de las parteras; en cambio, según el prefecto de la ciudad, un reporte de mujer analfabeta no es fiable, razón por la cual exige el informe de un médico. Los directivos insisten en que el prefecto no conoce la vida rural. Kertzer mismo habla de dos mundos: el nuevo de la Ilustración, representado por Barbieri, y el viejo y tradicional, representado por el conde, su equipo de médicos y abogados.

Los contrastes de saberes también se presentan, entre el del médico general y el del especialista, entre una especialidad y otra; entre directores de la clínica de sifilíticos: el antiguo director Pietro Gamberini y el nuevo Domingo Majocchi. El primero, de setenta y cinco años, estudió en Bolonia y conoce de la sífilis por su práctica médica. El segundo, joven y con estudios de especialización en sífilis.

En el juicio, se observa el contraste. Según Majocchi, los expertos de la clínica no tenían los conocimientos científicos más recientes y habían confundido los síntomas de la gonorrea con los de la sífilis. Además de no disponer de microscopios adecuados para detectar la enfermedad. Barbieri descalifica el peritazgo de Francisco Roncati precisamente porque este es psiquiatra, mientras Majocchi es especialista en sífilis.

En el desarrollo de este relato, su autor contrasta, además, la incidencia de la situación política de Italia de fines del siglo XIX. Los hechos tienen lugar treinta años después del proceso de unidad italiana. Dos corrientes se disputan el poder: la derecha y la izquierda. Ambas consideradas anatemas por la Iglesia, la cual se niega a aceptar el nuevo Estado laico. Kertzer incluye en la derecha a la vieja aristocracia y a los terratenientes. En la izquierda a dos sectores: uno radical, que se opone a la monarquía de Saboya y exige el establecimiento de una república y, otro moderado, que transa con la monarquía y critica a la Iglesia, a la cual opone el dios-ciencia. Augusto Barbieri pertenece a este último grupo. Se trata de un hombre de ciudad y autor de un libro sobre lo que debe ser un buen gobierno: aquel que mejora la salud pública y que se fundamenta en los principios de la ciencia, con el fin de proteger a los trabajadores. Como quedó dicho, es a él a quien acude Amalia y a quien cuenta su historia. Después de ganar el caso, quiso seguir la carrera política, en nombre del partido conservador, lejos de sus afectos izquierdistas de juventud.

A diferencia de otros estudios de microhistoria, género al que según su autor pertenece este libro, la reducción de la escala de observación no parte de un hecho singular, excepcional. Lo que se deduce es que Amalia es una campesina típica. Su caso no es único. Sí lo fue su impacto. Además, se trata del caso que se conoce con mayor detalle y el que tuvo resonancia nacional en el mundo jurídico y médico. Como queda establecido en el texto, las cortes menores comenzaron a mencionarlo, lo usaron a favor de procesos de mujeres contagiadas. A raíz del juicio instaurado por Amalia, se adoptaron medidas de salud pública, como lo fue la de experimentar el alimento de niños con leche de vaca o de cabra, en oposición a creencias según las cuales un recién nacido adquiría rasgos del animal con cuya leche era alimentado. El conde Isolani propuso la construcción de establos. A las nodrizas se les obligó a llevar protectores de caucho en los pezones, por lo cual hubo protestas. Varias de ellas no aceptaron la medida porque temían que se les secara la leche y, entonces, ya no podían amamantar niños que era de lo que vivían.

Kertzer presenta la historia de Amalia como la última crisis de una época cercana a su fin. Desde entonces, será cada vez menos el número de niños entregados a nodrizas. Lo cual, por otra parte, se relaciona con el fin del gobierno papal y, con ello, la erosión de las normas que obligaban a las madres solteras a abandonar a sus hijos. Así que, sin duda, se puede decir que este libro, centrado en una historia fascinante de búsqueda de justicia y engaño, da a conocer prácticas, conductas sociales y discursos de la Italia del siglo XIX.

De estos últimos discursos, vale la pena destacar dos. En primer lugar, el correspondiente al médico Francisco Roncati, el psiquiatra perito. Se pregunta por qué en el asilo hay tantos campesinos. Responde que son las condiciones económicas difíciles las que los hacen susceptibles a la melancolía. Pero, a la vez, agrega que no todos los hombres nacen iguales: unos desde el nacimiento son inteligentes y otros torpes. Por tal motivo, no justifica el sufragio universal. En segundo lugar, el de la comisión encargada de examinar el funcionamiento del Hospital de Expósitos porque sugiere que Italia debe seguir la práctica protestante del Norte de Europa de permitir que las madres solteras se hagan cargo de sus hijos, asuman las consecuencias de su conducta caprichosa y salgan del anonimato.

En cuanto relato microhistórico, este libro prefiere la narración como forma de exposición. Es decir, dispone los resultados cronológicamente, dice qué pasó y por qué, según lo certifican las fuentes. El autor, sin embargo, se pregunta si el historiador debe someterse estrictamente a la evidencia, como lo exigen los cánones del oficio, o hay algún margen para la invención. A Kertzer, le hubiera gustado contar más detalles, por ejemplo, sobre los rasgos físicos de los protagonistas, pero no encontró evidencias. En este caso, no pudo ir más allá. Con todo, a veces se aventura a imaginar situaciones, con base en inferencias o hipótesis. Como lo hace Natalie Davis, se trata de dar cabida a los "quizás", a "los habría podido suceder", de sugerir reacciones propias de los protagonistas, de inventar, "pero una invención canalizada por una escucha atenta del pasado"1. Así, por ejemplo, Kertzer infiere lo que habría podido ser la conversación entre Amalia y su abogado en el primer encuentro y de lo cual no hay prueba de las palabras exactas, si bien lo que ella dijo y su reacción se pueden inferir de otros materiales de archivo. Supone que Amalia, al no tener propiedad, destinaría la indemnización a la compra de un terreno. Cree que Barbieri sintió culpa al reconocer cuánto había servido a su cliente y que había pocos abogados dispuestos a aceptar el caso. Plantea preguntas, en vez de afirmaciones, cuando la invención le parece menos creíble, como lo es la reacción de Amalia y su esposo a la noticia de que no había dinero porque todo se fue en deudas, o la reconstrucción de los recuerdos de la campesina durante sus últimos días. Esto último, en mi opinión, es una estrategia narrativa que tiene el propósito de destacar cuánto cambió la vida de la protagonista.

Todas estas especulaciones –legítimas, desde mi punto de vista–, aunque no centrales en el desarrollo de la obra,recuerdan observaciones de Carlo Ginzburg a propósito de diferencias entre novela e historia. Refiriéndose a La guerra y la paz, dice que Tolstoi supera de un salto la distancia entre indicios distorsionados de un acontecimiento y el acontecimiento mismo. Simplemente, inventa. Pero el historiador, agrega Ginzburg, que dispone de indicios, de documentos, "eso le está por definición prohibido". Lo que puede hacer es convertir esos vacíos, esas lagunas, obstáculos e hipótesis en parte del relato2.

Las fuentes documentales son variadas. El autor no se limita al proceso judicial. Hizo, además, una minuciosa pesquisa de archivos parroquiales, notariales, personales, de hospitales y de la ciudad de Bolonia. Siguió en la pista de nombres de los personajes. Una búsqueda documental tan juiciosa que le permite seguir el rastro de los protagonistas más allá de la sentencia de la Corte Suprema e, incluso, de los descendientes. Años después de haber ganado el juicio y perdido el dinero, Amalia y su esposo se trasladaron a otra aldea. Vivieron de incógnito. La misma Amalia adoptó el apellido de su esposo y cuando se le dijo que no podía hacerlo, prefirió un apellido distinto al de Bagnacavalli. En 1936, a la edad de 75 años muere Luigi. Su esposa le sobrevive unos meses. A Amalia le sobrevivió un nieto, quien no tuvo hijos y murió pocos años después de casarse. Su viuda vive aún y, tal vez, no sabe de la historia de la abuela de su esposo.

Era de esperar, sin embargo, una evaluación de las fuentes, que tuviera en cuenta el lugar de escritura, sus condiciones de producción, lo cual hubiera contribuido a una mayor claridad acerca de las relaciones de poder entre abogados, jueces, médicos y campesinos. El libro parte del supuesto según el cual los documentos legales son simples canteras de información, esto es, proporcionan una representación exacta de lo que ocurrió y que representan un lenguaje unívoco, asunto que puede ser puesto en duda.

Dice el autor que los académicos podrían molestarse porque incluye pocas notas bibliográficas y porque no trae para cada afirmación proveniente de las fuentes una cita de pie de página. Y responde que si lo hubiera hecho habría resultado un texto con cientos de citas, además de que estas sólo serían de utilidad para unos cuantos lectores, los que van a los archivos. Además, agrega, que apenas sirven como especie de agua bendita, para dar autoridad. Y el propósito era escribir un libro que llegara a un público general. Sin embargo, queda la duda sobre el criterio que permite incluir unas notas y excluir otras. Por otra parte, además de servir de fuente de autoridad, las referencias de pie de página son un gesto de cortesía con los lectores, que es preferible tener en cuenta.

"Qué tanto éxito haya tenido en tratar de escribir una historia seria destinada a una audiencia general, es algo que deben juzgar los lectores" (p. 193). Sin duda, lo ha logrado. Amalia's Tale combina exigencias propias del oficio de historiador con una narración ágil y sencilla. Lo que no es fácil de alcanzar. Es el resultado de una trayectoria reconocida, de la cual se supo por su obra Kidnapping of Edgardo Mortora. Sus lectores disfrutarán, una vez más, de una pieza de historia social que da cuenta de conflictos de valores, luchas y ambiciones y descubre los enredos de las prácticas judiciales de la Italia del siglo XIX.


Pie de página

1Natalie Davis, El regreso de Martin Guerre (Barcelona: Antoni Bosc editor, 1984), XII y 5.
2Carlo Ginzburg, "Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella", Manuscrits. Revista d'historia moderna 12 (1994): 13-42, 30 y 33.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License