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Memoria y Sociedad

Print version ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.14 no.28 Bogotá Jan./June 2010

 

La república de los sueños1 o la conformación de una nación de exiliados

The Dream Republic or the Formation of a Nation of Exiles

A república dos sonhos ou a conformação de uma nação de exilados

Juan David González Betancur


Magíster en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana y Maestro en Arte Dramático de la Universidad de Antioquia. Profesor de cátedra de los departamentos de Literatura y Comunicación Social de la Pontificia Universidad Javeriana.
Correo electrónico: j.gonzalezb@javeriana.edu.co

El presente artículo se desprende de la tesis para optar al grado de Magíster en Literatura titulada "Una identidad para los apátridas", en la que se relacionan los conceptos de identidad y exilio en la novela histórica latinoamericana contemporánea.

Fecha de recepción: 7 de febrero de 2010 Fecha de evaluación: 28 de febrero de 2010 Fecha de aprobación: 19 de marzo de 2010


Cómo citar este artículo

González Betancur, Juan David. "La república de los sueños o la conformación de una nación de exiliados". Memoria y Sociedad 14, no. 28 (2010): 137-156.


Resumen

Este artículo hace parte de la tesis "Una identidad para los apátridas", con la que su autor obtuvo el título de Magister en Literatura. El texto explora el tema de la identidad nacional brasilera en relación con el exilio, a partir de la novela histórica de Nélida Piñon, La república de los sueños. Esa pregunta por la identidad, que en la literatura latinoamericana ha hallado respuestas en el concepto de nación, sigue estas pistas, pero da un giro hacia una manera contemporánea de entender dicha cuestión. La ficción literaria se mezcla con el discurso histórico para dar respuesta a una idea de nación que rompe con los cánones tradicionales.

Palabras clave: Identidad, exilio, nacionalidad, novela histórica latinoamericana, Nélida Piñon.

Palabras clave descriptor: Nélida Piñon, 1937, La república de los sueños, novela brasileña, historia y crítica, novela histórica latinoamericana, apátridas.


Abstract

This article is part of the thesis "Una identidad para los apátridas", which the author presented to get his Master's Degree in Literature. It explores the topic of the Brazilian national identity in relationship with exile in Nélida Piñon's historical novel La república de los sueños. This identity question issue, for which answers have been found in the concept of nation in Latin American literature, follows this clue but focuses on a contemporary way of understanding it. Literature fiction with historical speech answers for an idea of nation that breaks traditional categories.

Key words: Identity, exile, nationality, novel about exile, Nélida Piñon.

Key Words Plus: Nélida Piñon, 1937, La república de los sueños, Brazilian Fiction, History and Criticism, Latin American Historical Fiction, Statelessness.


Resumo

Este artigo é parte da tese "uma identidade para os apátridas", com a que seu autor obteve o título de Mestria em Literatura. O texto explora o tema da identidade nacional brasileira em relação com o exilo, a partir da novela histórica de Nélida Piñon, A república dos sonhos. Aquela pergunta pela identidade, que na literatura latino-americana tem achado respostas no conceito de nação, segue estas pistas, mais da um giro para uma maneira contemporânea de entender dita questão. A ficção literária se mistura com o discurso histórico para dar resposta a uma idéia de nação que rompe com os cânones tradicionais.

Palavras chave: Identidade, exilo, nacionalidade, novela histórica latino-americana, Nélida Piñon.

Palavras chave descritor: Nélida Piñon, 1937, La república de los sueños, omance brasileiro, história e crítica, da América Latina romance histórico, apátridas.


En la perspectiva de repensar el concepto de nación para las identidades que conforman el territorio latinoamericano, cuestión que se halla en consonancia con la desmitificación de ideas preconcebidas por las instituciones del poder, este artículo plantea la identidad nacional brasilera desde una concepción histórica que se apoya en el discurso ficcional dado por el ejercicio literario de una novela que, como La república de los sueños, permite un sinnúmero de variables que darían cuenta de un enorme panorama de temas que merecen ser estudiados, centrados todos ellos alrededor de la revisión del discurso histórico oficialista. En el caso del que se ocupa este trabajo, se pretenden establecer algunas relaciones entre los conceptos de identidad y exilio, en cuanto estos dos elementos se constituyen como piezas fundamentales que cohesionan a la novela con sus intensiones estéticas e históricas.

A partir de este ejercicio de acompañar la obra literaria en la revisión de la historia, este artículo de investigación se plantea demostrar que la identidad nacional brasilera se puede hallar en una circunstancia como el exilio, retomada por la novelista en la construcción de nuevas ficciones.

La pregunta por la identidad en La república de los sueños

Siguiendo la tradición literaria latinoamericana y coincidiendo con lo que al respecto del tema de la identidad nacional señala Jitrik2 para el caso de la novela histórica de nuestro continente, La república de los sueños aparece ante nuestros ojos como una de las obras que más se ha preocupado por escudriñar en esa pregunta por nuestra identidad.

En la presentación del libro La seducción de la memoria, que reúne varias de las conferencias dictadas por Nélida Piñon alrededor de su propia obra, Adolfo Castañón asegura que uno de los temas centrales de esta narradora es "la invención de una identidad cultural a través de la fantasía narrativa, el desafío que significa articular la solidaridad secreta que mantiene unidas las sustancias culturales heterogéneas que configuran el mundo americano"3. Esta "invención" de una identidad cultural se va a dar en La república de los sueños a través de diversos puntos de vista, en los que Nélida Piñon nos ofrece algunas respuestas a la cuestión de la identidad nacional de ese Brasil en el que indaga y su directa relación con América. En cada uno de los capítulos que la componen y a través de las inquietudes de cada personaje, la novela ofrece diversos matices de la pregunta por la identidad del ser brasilero y latinoamericano. Algunas de esas respuestas se hallan en sus referentes literarios, en los imaginarios que han definido a nuestro continente, en el reconocimiento de nuestro mestizaje y en el ejercicio de la recusación de la Historia4, entre otros aspectos.

Imaginarios de la conquista

La historia de Madruga comienza con su profunda inquietud por América y por ese Brasil que ha sido destino de múltiples europeos. La novela relata cómo el niño Madruga ha imaginado el nuevo continente y cómo esta inquietud se convierte en el sentido de su vida, gracias a las historias que ha recogido de las experiencias de otros emigrados y de algunos que han vuelto con el terrible peso del fracaso de su empresa.

En este orden de ideas, la América que sueña Madruga es una tierra que ha sido motivo de la experiencia de los primeros exploradores europeos y que se nutre a partir de los relatos que definieron la realidad de nuestro continente.

¿Cómo es América? Esta es tal vez la primera pregunta que intenta plantear la novela de Piñon, a partir de la perspectiva externa de la mirada europea. Sabemos que al respecto de esta idea, las primeras noticias que recibieron los habitantes europeos fueron las de los exploradores del período de conquista. La idea de América como una tierra de superabundancia, de seres y recursos de hiperbólicas proporciones y de características que coinciden perfectamente con los imaginarios legendarios del paraíso terrenal, da cuenta de unos primeros rasgos que nos definirían para el resto del mundo.

Sin embargo, cabe anotar que Madruga emigra hacia Brasil en las primeras décadas del siglo XX, razón por la cual podría resultar extraño que imaginarios tan antiguos cobren un peso tan decisivo en un relato que no corresponde a los siglos XV o XVI. Para aclarar dicha idea, vale la pena citar a Ruedas de la Serna, quien señala: "la historia de América abunda en testimonios que prueban que, independientemente de que se le reconociese como nuevo continente, los mitos siguieron actuando durante toda la época colonial y, quizá, después. Pareciera que la visión paradisíaca que se tenía en la Edad Media del remoto oriente, lejos de extinguirse, cobró en América nueva vitalidad"5. Ese "quizá, después" de Ruedas se convierte en certidumbre cuando afirma que "la fábula de la riqueza americana, presente ya en las crónicas de los primeros navegantes españoles y portugueses, ha incidido siempre en la representación mental de nuestro continente y ha operado como ideología política hasta la actualidad"6.

En estos dos fragmentos del artículo de Ruedas de la Serna empezamos a distinguir una condición de la identidad latinoamericana que se convierte en punto de partida de la novela de Piñon. Esos imaginarios de la conquista siguen definiendo, en muchos casos, la mirada externa que existe de América. No resulta extraño, desde este punto de vista, la visión exotista que sigue primando en el extranjero respecto de nuestro continente. Esos imaginarios son los que aprovecha La república de los sueños. El joven Madruga sueña con un Brasil y una América descomunales en los que todo abunda, desde el oro hasta el horror:

    Una visión pesimista de América, que no pudo disuadirlo, sin embargo, de lanzar su ancla en el litoral brasileño, gracias a su intenso deseo de contemplar de cerca una fauna y flora propicias, por el exceso, al paludismo y a las picaduras de las cascabeles.
    [...]
    Sabía que atrancaría en Río de Janeiro en cualquier momento. Y se aprestaba a conocer una ciudad poblada de lujuria y seres extraños, de la cual se decían cosas espantosas. En aquel continente habría de vérselas con una cultura esencialmente plumífera, en donde los blancos eran minoría7.

Esta panorámica pesimista que rodea al niño Madruga, soñador de una América que le calmará el hambre y donde podrá construir su imperio, contrasta particularmente con otras visiones más estimulantes:

    Su voz ronca casi se negaba a salir de su garganta. Pero aun así Aquilina insistía en afirmar que el universo no servía a excepción del nuevo continente. Libre de las pestes negras, de las cruzadas y de las raíces del cristianismo. Allí sólo había paganos, con todo a la vista. Mientras más se sumergía Aquilina en el delirio, más afirmativas sonaban sus palabras. Juraba que de algunas fuentes en América manaba pus en vez de agua, para poder así esconder los diamantes entre los cascajos. De este modo premiaba la fortuna a los valientes, que no sentían aversión por la vida8.

Es este personaje, Aquilina, quien representa la visión de América que Europa heredó de las Crónicas de Indias. En ella, se materializan todos esos imaginarios que, por un lado, promueven la idea de una riqueza sin igual y, por otro, asemejan al continente a uno de esos lugares míticos que parecieran no pertenecer al mundo real e inmediato del individuo europeo.

Aquilina, quien según el abuelo Xan "confundía de modo grosero América con las vísceras de los puercos"9, es una mujer en la que se corporizan todos los imaginarios de los cronistas de la Conquista. Tiene el conocimiento de América heredado de los viajeros, los exploradores y explotadores de nuestro continente. Por ello, su tendencia a la exageración cuando describe las tierras al otro lado del Atlántico:

    No sabes lo que dices, muchacho. América está llena de indios y de negros. Para no hablar de los portugueses, con su manía de invadir tierras ajenas. Bien hubieran querido ellos atravesar el Miño, o tomarse a Galicia. Como no les fue posible, se fueron a saquear Brasil. Y allá están, con los indios y los negros, queriendo comerse a nuestros hombres, cocinarlos a placer. La vida en América es como las ortigas, maltrata, rasguña, y no deja dormir. Y todavía más: es gente que no conoce la primavera. El calor les calcina la cabeza, les derrite la voluntad de trabajar. Es el mismísimo infierno durante todo el año10.

Esta manera de ver a nuestro continente presenta los primeros rasgos identitarios destacados en la novela de Nélida Piñon. La leyenda y las historias orales, piezas fundamentales en la construcción de la obra, no sólo dan cuenta de la escritura propia de la novela, sino que sirven de punto de partida para una pregunta por la identidad brasilera que se explicará a partir del aporte que a esa identidad han dado los inmigrantes.

Las historias de Aquilina hacen pensar en una América mítica que, como el mismo infierno, se parece a las tierras que describen las mitologías antiguas. Este punto de vista corresponde, sin duda alguna, a la manera en que el nuevo continente fue descrito por algunos de los primeros cronistas. Pigafetta, por ejemplo, describió en 1519 a los indígenas brasileros de la siguiente manera: "Al verlos tan negros, desnudos completamente, sucios y calvos, se les hubiera tomado por marineros de la laguna de Estigia"11 (Citado por Castillo 140).

Brasil, entonces, será visto desde la conquista como una tierra infernal, en la que se dan toda clase de excesos. Nélida Piñon presenta esos imaginarios que hacen parte de la Historia siguiendo los mismos presupuestos de las crónicas porque, finalmente, lo hace privilegiando el punto de vista de las ideas preconcebidas de los inmigrantes gallegos, descendientes, a su vez, de inmigrantes. Esas tierras donde no existe la primavera, presas de un calor infernal, con fuentes de donde mana pus, rica en diamantes, oro, enfermedades y seres de distintas etnias, son, pues, el Brasil y la América a los que parte Madruga. Estas tierras narradas por antiguos exploradores que fueron obnubilados por sus cualidades y bellezas, así como por su agreste geografía y su agresiva defensa, corresponden sin duda a las de los presupuestos de las Crónicas de Indias, las cuales

    [...] trascienden el angosto marco de lo histórico, van más allá, rompen con la minuciosidad del discurso y gracias al ingrediente de la experiencia, entreabren los caminos de la historiografía para adentrarse, a partir de modelos caballerescos de las novelas al uso, en una trama muy próxima a la ficción a través del oscuro sendero de lo verosímil, pero que tiene mucho de legendario y de increíble12.

Así, pues, una primera respuesta a la pregunta por la identidad latinoamericana y brasilera en La república de los sueños se va a hallar a partir de los imaginarios de la conquista, los cuales parecen seguir vivos en la forma en que se entiende a nuestro continente.

El mestizaje

La América mestiza que muchos autores han señalado encuentra en La república de los sueños un nuevo estrado. La pregunta por nuestra identidad racial13 es una constante de nuestras letras. El país y el continente que se encuentran en la novela de Piñon tienen, a este respecto, preguntas muy diferentes a las que existirían si estuviéramos al frente de una novela histórica que se localizara en los límites de una nación europea porque, dados nuestros procesos históricos desde el descubrimiento y la conquista, el individuo que se hace llamar latinoamericano es resultado de la mezcla de las razas y no puede hallar respuestas a los orígenes de su cultura únicamente en su procedencia territorial (si pensamos sólo en la cuestión indígena), de sus herencias lingüísticas (en gran porcentaje, resultado de la imposición europea) o en las costumbres y rituales de una África milenaria. Por esta razón, en la novela en cuestión se encuentra un sinnúmero de referencias a la cuestión del mestizaje:

    Aquella rudeza hablaba de un Brasil que Madruga desconocía. A pesar de sus andanzas por la Lapa, de su trato con rameras, de su conocimiento de jergas y palabrotas, no podía aspirar a hablar del Brasil con la propiedad de Zico. ¿Qué sabía el de los desafueros históricos iniciados en el momento mismo del Descubrimiento? ¿Existía acaso una constancia escrita que le permitiese descifrar la esencia de una tierra donde tal vez moriría?

    Sus hijos nacidos en el país, poca ayuda podía prestarle. ¿A quién, entonces, acudir? ¿Al negro, quizá? ¿El indio, que siempre estuvo aquí, conocía tal vez la trama de aquel inexplicable bordado? Al final de cuentas, en algún lugar debía afincarse ese país que correspondía al nombre de Brasil14.

El reconocimiento de esta identidad interracial es una constante en la novela, aparece notoriamente resaltada en muchas de las cuestiones que los personajes o las voces narrativas señalan a cada instante y determina una manera de entender la pluralidad de nuestras formas. Un ejemplo claro de ello se encuentra en un pregunta cargada de ironía que se plantea Eulalia en su juventud, a propósito del desprecio de su padre por aquello que no guardaba directa relación con su pasado aristócrata, en el cuarto capítulo: "¿Acaso de su desdén por cualquier sueño distinto al europeo, provenía la afirmación del padre, en el sentido de que las mezclas de las razas negra, blanca e indígena, perpetrada en Brasil con inconmensurable furor, producía inevitablemente idiotas y fanáticos?"15.

Esta triada racial encuentra, sin embargo, en La república de los sueños un matiz particular. Si bien la cultura precolombina y el componente indígena de Brasil son motivo de constantes referencias, existe un interés particular de su autora por hacer énfasis en la participación del continente africano en la afirmación de una identidad brasilera. Esto se debe, también, al gran porcentaje de personas afrodescendientes que componen la población total de Brasil16.

Odete, la fiel criada y compañera de Eulalia, representa el punto más determinante de la cultura afrodescendiente en la novela. A partir de este personaje se indaga en varias ocasiones de la cuota de africanidad que compone la sangre y la cultura de Brasil y, por extensión, de Latinoamérica. En una de sus alusiones a Odete, Breta resalta la deuda que el continente y su cultura tiene con África:

    Sentía la vibración de sus sollozos, mientras ella recibía el aliento de mi respiración desacompasada. Muy despacio, toqué su cabello motudo, tan suave y delicado, que me sentí conmovida. Como si estuviese viajando por África en su compañía. Allí estaba África, afincada en el centro de mi vientre, El África que nos había criado y arrullado, y de la cual sentíamos vergüenza. ¿Pero quiénes éramos, al cabo, pueblo mestizo y arrogante, para creernos con el derecho de seleccionar la tierra, determinar áreas de dominio y destierro, y en ellas instalar señores y esclavos?17

Pero en ningún otro momento de la novela se expresa con tanta pericia esta deuda con el continente africano, como en el siguiente fragmento:

    En algunas noches del verano carioca, Madruga soñó con el África, una de las ardientes matrices del país llamado Brasil. Años más tarde, Breta vino a su encuentro alentándole a creer que, de no haber existido entre nosotros la presencia africana, seríamos hoy irremediablemente déspotas y sanguinarios. Y no contaríamos ahora con el uso de palabras que realzaban sentimientos nuevos. Si a los portugueses debíamos el idioma robusto, siempre presente en todo el territorio nacional, a los africanos debíamos la dulzura que impregnó las camadas de la lengua, hasta el punto de enseñarnos entonaciones verbales originadas directamente en el alma18. (Subrayado mío).

De esta manera, la novela de Piñon plantea una condición mestiza que definiría parte de nuestra identidad latinoamericana y de la identidad de los brasileros. A partir de los aportes de diferentes culturas y procedencias, en el último caso se refiere a lo africano, somos una cultura que se define como mezcla. La lengua, por ejemplo, aunque de origen europeo, no puede definirse como un producto "puro" que se adquirió de manera inmutable, sino que se transformó a partir de la participación de lo indígena, lo nativo y lo africano.

También nuestro carácter es producto del intercambio cultural. Breta señala que de no ser por los africanos seríamos una raza sanguinaria. Aunque esta reflexión no se detiene en precisar una calidad de carácter que podría definir al individuo de nuestro continente, sí sugiere una reflexión al respecto. ¿Qué sería de nosotros sin nuestra mezcla? ¿No es el carácter mestizo de los hombres y mujeres latinoamericanos una de nuestras mayores fortalezas? En esta perspectiva, nuestro mestizaje no es únicamente racial, somos culturalmente mestizos. Esta es una reflexión que aparece constantemente en las páginas de La república de los sueños. Los hijos de Madruga y Eulalia, ambos gallegos, aunque lejos de ser considerados racialmente mestizos, por lo menos en el sentido de lo latinoamericano, reconocen su mestizaje cultural.

La cuestión de lo mestizo, de esta forma, define a todos los personajes de la novela, ya que su inscripción en la sociedad brasilera no les permite excluirse de dicha condición. De hecho, lo mestizo se convierte en orgullo y condición fundamental de los personajes. De hecho, Eulalia es descrita en cierto momento como una gallega con procedencia celta, cuya etnia, sin embargo, parecía "traicionada" por unos ojos salientes y rasgados, que hacen pensar que por su sangre corren genes del lejano oriente19. Así, pues, la condición mestiza se expone como marca identitaria fundamental. De una u otra manera, todos nosotros, hijos de Brasil o de Latinoamérica, pertenecemos a una cultura que encuentra en las diferentes razas puntos de encuentro de variada riqueza.

¿Qué es Brasil? ¿Qué es América?

El noveno capítulo de La república de los sueños comienza así: "No perdía el hábito. A las cinco de la mañana, ya Venancio estaba de pie. Siempre igual desde su llegada a América, como aún seguía nombrando al Brasil"20. Esta última frase resulta reveladora para determinar las particularidades de la pregunta por la identidad nacional que se encuentra en esta novela. Tanto para Madruga, como para su amigo y compañero de vida Venancio y para Eulalia, Brasil se constituye como la América misma. Cuando el primero de ellos decide abandonar Sobreira, va a Brasil con la intención de conquistarlo y, al hacerlo, conquistar todo el continente. Para ninguno de estos tres personajes cabe una diferencia entre uno y otro.

La pregunta por la identidad nacional, y se puede agregar continental, en La república de los sueños aparece en cada una de sus páginas, en las que las condiciones de los personajes y cada acontecimiento histórico que ellos padecen definen la calidad de lo que representa ser brasilero o ser latinoamericano. Es por ello que, en la novela, se encuentran constantes alusiones a la cultura popular (el fervor que despertó la música del cantante Francisco Alves, más conocido como Chico Alves) y las aficiones políticas de los habitantes de ese Brasil que pinta Nélida Piñon (es notoria, por ejemplo, la popularidad del dictador Getulio Vargas, contrastada por el desprecio que este despertaba en otros sectores sociales), entre otros aspectos. A partir de estas referencias de la vida cotidiana y la historia de Brasil, la autora está proponiendo una inquietud tácita por lo que representa ser brasilero. Sin embargo, esta pregunta alcanza momentos de evidente subrayado. El diario de Venancio da cuenta de ello. Este personaje escribe un diario de su vida que, de manera paradójica, aparece fechado en años que corresponden al siglo XIX, anterior al que le correspondió vivir, lo que sustenta el carácter ficcional de la historia, premisa de los novelistas históricos latinoamericanos. En uno de sus apartes, con fecha 6 de agosto de 18... (los suspensivos han sido deliberadamente puestos por Piñon) escribe:

    Este país me pone triste y no llego a entenderlo. ¿Quiénes son estos seres, que se nombran brasileros y que hablan portugués?

    Nada me dice este siglo en el que ahora vivo. Sólo logra comunicarme dramáticas carencias. Y una cronología que vegeta en el monótono transcurrir de días y semanas sin grandeza. Todo me llega contaminado por la sensación de vivir en el destierro. ¿En verdad, dónde estoy?21

La incertidumbre que se registra en estas líneas hace de la pregunta por la identidad del brasilero un enigma que sólo puede hallar respuesta en la subjetividad. La república de los sueños, aunque plantea esta inquietud de manera constante, no ofrece una respuesta única que pueda satisfacernos. La identidad sólo se puede hallar a través del encuentro personal con la patria. Brasil no es uno, Brasil es lo que significa para cada uno de sus habitantes. Por esta razón, las respuestas al interrogante por la identidad de Brasil, así como la de América, sólo se pueden encontrar a través de cada personaje. De esta manera, cabe preguntarse qué es Brasil para Madruga, qué es para Breta, para Venancio y para todos los demás. En la novela, se repiten constantemente expresiones como "el país de Breta", "el Brasil de Odete", "la América de Tobías". Ello da cuenta de que existen tantas respuestas a las preguntas que titulan este aparte como personajes.

Para Madruga, por ejemplo, Brasil es una oportunidad y América es el sueño. Esto se corrobora desde las primeras páginas de la novela, cuando el tío Justo le pregunta al niño Madruga: "¿Acaso no sabes que la América es un sueño funesto y colosal?"22. Aunque para Madruga ese sueño haya sido siempre más colosal que funesto, Nélida Piñon sí encuentra en la idea del sueño uno de nuestros rasgos identitarios más definitivos. América es el sueño de Europa, un sueño, sin embargo, que la Historia se ha empeñado en destruir. A este respecto, dice don Miguel a Eulalia:

    ¿Dónde está América, después de cuatro siglos? ¿Quiénes son ustedes, finalmente? ¿No es hora de admitir que han acumulado fracaso tras fracaso? ¡Y pensar que alguna vez fueron la esperanza del mundo! Ahora, se ven tan perdidos como nosotros, los gallegos. ¡Pobre América! No hay quien no quiera explotarla. Desde los europeos hasta los propios americanos. Esos nativos que venden el alma por el más mínimo precio. Todos empeñados en consolidar una cultura basada en una imaginación convencional y en rígidas fórmulas políticas. Ni siquiera parece importarles este universo anquilosado. Actúan como viejos, incapaces de crear nuevas formas de vida. ¡Ah, Eulalia! ¿Qué ilusión les queda, entonces? ¿Acaso la ilusión precaria de superar la miseria y el tedio?23

Esta recusación de la Historia, tan propia de la novela histórica latinoamericana de las últimas décadas, responde por la identidad a la manera en que lo señalan preguntas como ¿quiénes somos ahora? y ¿en qué lugar de la historia nos encontramos en la actualidad?

La América que somos como realidad actual no es ya la de un siglo atrás. Ya América no se constituye como el sueño del paraíso perdido, sino que se nos ofrece como un sueño oscuro:

    Venancio rechazaba la idea de que sólo el mito del oro, o mejor las pepitas de la desgracia y la corrupción, servían de impulso inicial para que portugueses y españoles se lanzaran en pos de los grandes descubrimientos. Al contrario, detrás de la ambición había latente un sueño negro y lleno de sífilis, que les invadía la sangre y del que sólo podrían librarse mediante la muerte en América. La insuperable ventura de sentir aquel continente latiendo en sus manos. El propio Dante había soñado con esta América, sin nombre aún, gracias a la rara intuición que lo llevó a proclamar la existencia de otras tierras más allá de Gibraltar24.

En estas líneas, y en contraste con la posición ideológica de Venancio, se vuelve a la idea de que América se define como el sueño de Europa. El caso de Dante da cuenta de ello. Es por eso fundamental analizar los imaginarios de la conquista que primaron en la idea que el viejo continente ha construido para el nuestro. No era de extrañar que realmente esos exploradores creyeran haber encontrado el paraíso terrenal anunciado por tantas leyendas y autores como el propio Alighieri. No obstante, el interés de Nélida Piñon no es corroborar esos imaginarios, sino delatar las profundas secuelas que ellos produjeron. América en esta novela pasa de ser el sueño del oro a ser una pesadilla mortecina, deja de constituirse como paraíso terrenal, para pasar a ser un continente canibalesco. ¿Qué es, entonces, América? Valdría la pena preguntárselo una vez más desde la perspectiva del sueño.

Pero si para Madruga América es el sueño, para Venancio es la utopía: "Bien diferente su situación a la de Venancio, que sólo tenía que mirar por sí mismo. Y para quien Brasil era una utopía que usaba como pretexto cada vez que quería evadir compromisos"25 (152). El Brasil y la América a la que llega Venancio no es la de la idea de la riqueza, sino que se constituye en refugio para aquellos que no encuentran en el mundo un lugar que les permita la expresión libre de sus pulsiones. Para un exiliado esencial como Venancio (más adelante se volverá sobre esto), América es el lugar más cercano a una tierra ideal que le permita "ejercer" su condición de vencido. La América de Venancio no es, pues, la de la búsqueda del éxito, sino precisamente una tierra apta para quienes eligen el fracaso como forma de vida. América es, desde este panorama, un refugio que alberga tanto las esperanzas como los fracasos, un continente "duro y seductor, vencido y vencedor al mismo tiempo"26. La misma Piñon asegura que Venancio refuta el concepto de triunfo para América: "es como si esa América suya simbolizara además del fracaso del sueño, el genocidio, la tragedia, la sífilis como metáfora"27.

Una de las perspectivas más dolorosas a la hora de responder sobre la identidad de Brasil se encuentra en el país que le corresponde vivir a Tobías, hijo menor de Madruga y personaje cuya conciencia histórica se torna más oscura y penosa. Tobías, siempre en aguerrida oposición a su padre, va a padecer otra América:

    Con todo, la América de Tobías fluctuaba entre una soberanía envilecida, la práctica de sueños fraudulentos y la existencia de templos sagrados. Con sus campiñas, cordilleras y densas florestas, la figura solitaria de América pendía de la cuerda como un ahorcado. Semejante gesto pendular, de suprema desenvoltura en el espacio, había impedido, hasta ahora, que agarrasen a América entre los puños, y perpetrasen contra ella un definitivo estupro histórico28.

La metáfora del ahorcado como imagen que podría dibujar la identidad del continente que le corresponde vivir a Tobías no puede ser más consecuente con una América y un Brasil de asesinos, dictaduras, torturados, corrupción e injusticia. Tobías sufre de cerca la situación de las dictaduras brasileñas. Como abogado defensor de causas perdidas, el hijo menor de Madruga "padece"29 la historia de su país en sus facetas más violentas y terribles. He ahí otra marca de lo que somos, un continente que insiste en destruir a los individuos que más luchan por defenderlo.

Así mismo, se encuentran otras identidades nacionales y continentales a través de los demás personajes de la novela: el Brasil de Odete será el de los pobres y tendrá un rostro miserable, desconsolado y obediente; mientras que el de Bento será un país de prosperidad económica, propicio para los negocios, la explotación y el lucro. Otros personajes, ya en el nivel de lo secundario, también señalarán alguna de las demás posibilidades. Un ejemplo de ello lo hallaremos a través del senador Silveira: "El Brasil, para él, era apenas un escenario político, por donde se movía con admirable desenvoltura"30.

Estas distintas definiciones de lo que es Brasil o América, se contrastan en la novela, por otro lado, con algunas anotaciones que, por su carácter más general, resultan reveladoras para pensar cuál es el país o el continente que celebra en ella. Una de las anotaciones que aparecen con más frecuencia es aquella que pone en evidencia todas las bondades de lo latinoamericano y que alcanza para describir tanto a Brasil como al continente. América es, efectivamente, un lugar cuyas bellezas no se comparan con las europeas.

    Madruga sentía por Amancio un viejo afecto. Con él había aprendido a cazar y a pescar, con él había pasado largos días en el monte. Por eso sintió el deseo de explicarle con paciencia aquel país, de perfecta configuración física, y dueño de un alma expansiva y lujuriante. Y que difícilmente se dejaba conquistar. Pero ¿qué otra tierra podía mostrar el sol tan espléndido?

    –Ni el sol del Mediterráneo se le puede comparar. Y, por lo que por ahí se dice, ni siquiera el sol del mar Egeo le hace sombra, En cuanto a la tierra, es tan exuberante, que lo que allí se siembra florece tres veces por año31.

    Y por ello había elegido las aguas del Atlántico. Las mismas, por cierto, que irrigan también el litoral del Brasil. Un litoral éste cuya inmensidad desafía cualquier mirada. Un país que, por su condición americana, sólo puede contemplarse con la imaginación, esa especie de perfume que tan fácilmente se evapora32.

Esas bellezas, como concluye la última cita, sólo pueden pensarse para aquellos que no las viven en su cotidianidad, a través de la imaginación, lo que da nueva cuenta de una identidad nacional y continental desbordada. No hay límites para lo latinoamericano, la belleza es tal que se desborda, las dimensiones alcanzan magnitudes difíciles de abarcar en un pensamiento cartesiano y rígido, los horrores y las virtudes son tan grandes como el mismo Brasil, como la misma América.

Otras de esas anotaciones que dan cuenta de la inquietud por la identidad nacional y que no corresponden a las particularidades de ninguno de los personajes hallan su expresión a través de una pluma poética, menos apegada al lenguaje de lo cotidiano. Así, pues, existen numerosas metáforas para definir a Brasil: el país puede ser "un pez de escamas doradas, que rastreaba el fondo del mar"33, "un sexo por donde se penetra sin medir la profundidad del placer"34, "una tribu que sobrevive a todas las tragedias"35. En estas consideraciones, Nélida Piñon presenta otra forma de asumir esa pregunta por la identidad a través del ejercicio propio de la escritura. Esa respuesta poética a la pregunta por quiénes somos subraya de manera tajante la intención estética que se encuentra en el ejercicio de la literatura. Decir que Brasil es un sexo es poner en evidencia mucho más de lo que podría señalar la oficialidad a través de sus símbolos y representa una apertura hacia las cualidades de una nación que es negada por los mecanismos de poder.

A este respecto, se puede decir que la novela histórica latinoamericana rompe sus vínculos con los conceptos impuestos por la Historia oficial para señalarnos que no somos aquello que se nos ha impuesto durante siglos. La república de los sueños, consecuente con este propósito advierte al lector sobre la falsedad y la inconsistencia de esos mecanismos de control. Una nación no podrá definirse realmente a través de los mecanismos tradicionales, la idea de patria promovida por los argumentos de los nacionalismos dictatoriales no resultan suficientes para abarcar la totalidad de nuestra identidad. El personaje de Tobías pone en evidencia esta cuestión:

    El padre siempre fue impaciente conmigo –dijo Tobías con vehemencia– Ejercía su autoridad a nombre de un falso patriotismo. Quería verme reverenciar el nombre del Brasil, la bandera y el himno nacional. Nunca pude entonar con propiedad este himno. Me olvidaba de las estrofas. ¿Habrá un solo brasileño que logre cantar ese dichoso himno del comienzo al fin? Al principio aplaudí las razones del padre, a pesar del temor que me inspiraba. Al fin de cuentas esos motivos patrios me ayudaban a localizar en el mapa del colegio el territorio del Brasil. Y, por consiguiente, también a mí mismo, dentro de las fronteras de mi país. Sólo que las imposiciones escolares, unidas a las del padre, me llevaron a tropezar con una patria cruel, que descuartizaba los cuerpos y cercenaba cabezas. Y que imbecilizaba a su pueblo, gracias a la miseria y a la ignorancia. Es por eso que hay por aquí tantos idiotas. La mayoría, por cierto, en el trono. Era ése el Brasil que me topaba en las esquinas. Un país desdentado y feo que me abrasaba la piel36. (Subrayado mío).

Esta fuerte recusación de los símbolos patrios que nos han impuesto desde la escuela señala con ahínco la intención de la novelista de suscitar en el lector una nueva manera de entender los procesos de adoctrinamiento a los que hemos sido sometidos, los cuales promueven ideales identitarios unívocos y no tienen otra intención que el ocultamiento de lo que realmente somos. Es por ello que la novela de Piñon propone otros símbolos para buscar la identidad del brasileño. Ya no será la flor nacional de Brasil, el ipê amarillo, la que distinga un rasgo nacional, sino que será el árbol del pan37. Así mismo, habrá otras referencias que definirían al país, como la pintura El jardín de las delicias, del Bosco (que según Breta describe perfectamente a Brasil)38, o las historias infantiles del escritor brasilero Monteiro Lobato39.

Para cerrar este aparte, habrá que decir, pues, que la diversidad de enfoques desde los cuales se aborda el problema de la identidad en La república de los sueños no hace más que señalar la complejidad de la cuestión. Más que ofrecer una respuesta totalizante, como lo pretende el discurso del nacionalismo autoritario, lo que señala Piñon es que la identidad nacional se construye a través de todos esos puntos de vista y desde la suma de todas las particularidades que podrían dar respuesta a dicho interrogante. Brasil, y Latinoamérica por extensión, resultan tan complejos como la misma pregunta.

Así como existe un Brasil para Tobías, Breta o cualquier otro personaje, también hay un Brasil para Nélida Piñon. Ese país está definido en las palabras de Madruga que cierran el capítulo 31 de la novela:

    ¿Seremos los españoles un pueblo que sólo logra ser feliz ante los espasmos de la agonía? ¿Por ese motivo, tal vez, elegí al Brasil para vivir? Una tierra que acumuló en dosis injustas porciones de miseria, de confetis y serpentinas, de espermas carnavalescos, de vulvas intensas, de fe indolente, de abrazos interminables, de triunfalismo incesantes. En tanto que los sentimientos se cercaban de palmeras, dunas y brisas. La vida atravesada por ríos sin fin y sin principio. Ríos invencibles, imposibles de cruzar a nado. ¿Estará en su otra margen la tienda de los sueños? ¿Es ése el país que me acogió por tantos años, esperando el momento de expulsarme de sus entrañas a puntapiés, en medio de una carcajada colectiva? [...]40.

La multiplicidad de sentidos y elementos que se hallan en esta "definición" de Brasil sigue de la mano de la complejidad antes señalada. Miseria y serpentinas en un mismo lugar representa el territorio de las contradicciones. Ese es el Brasil de Nélida, un país descrito, paradójicamente, desde la perspectiva de un hombre que no nació en su territorio. He aquí una particularidad de la identidad nacional que promueve la novela, clave para entender lo que este trabajo se propone demostrar. Como lo señala Inés Sáenz en el prólogo de La seducción de la memoria, Nélida Piñon presenta en su obra una alteridad que evidencia que "la identidad se construye con base en exclusiones"41.

El exilio como tema capital de La república de los sueños

Dice Nélida Piñon, refiriéndose a La república de los sueños, que "ese libro, además de ser sobre Brasil, es también sobre la inmigración"42. Esto hace que el tema del exilio sea recurrente en la construcción de la fábula, ya que es la condición básica que define la vida de Madruga y su familia.

Un mundo que promueve el exilio

Todos los personajes de la novela sufren de una u otra manera las penurias del exilio. Ya sea huyendo de una Europa hostil o de un Brasil dictatorial que persigue a los disidentes, los individuos que componen la república de Piñon parecieran pertenecer a una raza de desterrados esenciales.

Nacido en una Europa y en una Galicia que codiciaban las riquezas de América, el joven Madruga parte a escondidas de sus padres hacia el nuevo continente. Son constantes las referencias que la novela hace alrededor de un viejo continente empeñado en desterrar a sus hombres. En uno de los primeros capítulos, Amancio dice:

    Siempre supe que no lo tendríamos por aquí mucho tiempo. Pasa siempre con el que nace aventurero, y no se resigna a quedarse en su tierra. Como si despreciase el amparo de las paredes familiares. Infelizmente, esta tierra gallega tiene el terrible don de expulsar a sus hombres. En compensación, son esos expatriados los que mejor definen su país. Tal vez sea forzoso sufrir alguna clase de exilio para sentir la morriña43. (Subrayado mío)

Resulta paradójico que aquellos seres que han sido despojados de la patria, sean los que mejor la definen. Aunque aplica, en este caso, a los gallegos, esta afirmación va ser primordial para entender el interés de la novelista por pensar en una identidad nacional que se explica a partir de estos individuos que viven la dura circunstancia del exilio.

Esta tendencia de Europa de expulsar a sus jóvenes es una de las circunstancias a las que más se hace referencia en la novela. En muchos apartes, se anota que muchas familias enviaban a América a sus hijos como castigo44 o que muchas mujeres expulsaban a sus hijos hacia el nuevo continente, ante las fuertes condiciones de pobreza que los oprimían45.

Brasil, a su vez, también parece ser un territorio empeñado en desterrar a sus habitantes. Breta es una de las víctimas de esta situación. La experiencia de su exilio la va a marcar profundamente y será uno de los lazos que más la vincularán con su abuelo.

    Ansioso, leía sus cartas esperando al fin una llamada. Breta, por su parte, no indagaba más la posibilidad de regresar sin peligro. Se dijera que el exilio había dejado de ser para ella una angustia cotidiana. Parecía sentirse, a imagen del abuelo, una inmigrante. Al contario de sus compañeros, que no habían tenido en sus propias familias la presencia de aquel ejemplo. Y que no estaban preparados para la pérdida súbita del Brasil, para el despojo de la lengua, los sentimientos, el paisaje, los bienes intangibles. Eran brasileños de una pieza, oriundos de un país libre de la dolorosa tradición de expulsar a sus hijos. Un país cuya naturaleza abundante y extensa les evitaba el sabor de la humillación y la necesidad de procurarse el alimento más allá de las fronteras. Sin que se vieran obligados, gracias a esto, a llevar en su frente la señal del emigrado46. (Subrayado mío).

El exilio marca a Breta de tal manera que le lleva a otra reflexión sobre su país. Resulta evidente que sus compañeros universitarios, que no enfrentaron la realidad de la persecución no pueden ver otro país que el que han vivido. Existe, sin embargo, ese otro Brasil que se empeña en condenar a sus mejores ciudadanos al abandono de la patria. Así lo señala Breta en otro momento de la narración, cuando presenta al Brasil que expulsa a sus mejores poetas y los reemplaza por otros falsos, que sólo obedecen a los intereses del poder:

    En concordancia con el espíritu brasileño, que, arma en ristre, siempre aniquiló profetas con rara prodigalidad. Alegando que son ellos miembros de una raza maldita, destituida de pudor, que exhibe en público los genitales en celo mientras arranca a la lengua portuguesa palabras gozosas y ruidos afilados. Haciendo así aflorar expresiones que hasta entonces reposaban en el limbo. Por todo esto merecedores del olvido, la peor forma de destierro. Bien se lo merecían. ¿Quién había pedido a esos artistas desatinados que describieran un país de dudosa existencia?47

Así como Brasil y Europa, la misma Latinoamérica ha sido una tierra propicia para el destierro, lo que corrobora que cualquier lugar del mundo es terreno fértil para esta terrible actitud de abandono. La siguiente cita lo confirma:

    La verdad es que nuestras Américas, tanto la española como la portuguesa, han sido siempre expertas en perseguir y condenar a sus mejores hijos. ¿No es acaso cierto que los sensibles y los amantes de la libertad son los primeros en ser exterminados? O, en el mejor de los casos, se les condena, o se les destierra. Para escarmiento de las generaciones venideras48.

Exiliados, refugiados, desterrados, expatriados y emigrados

Citando a María Zambrano, José Luis Abellán, uno de los estudiosos más prolíficos del exilio español, señala tres figuras del "desgarro", que podrían resultar muy aclaratorias al identificar diferentes matices que se pueden encontrar en las circunstancias de los personajes de La república de los sueños. Esas tres figuras serían las del refugiado, el desterrado y el exiliado.

El refugiado sería aquel individuo que abandona su patria y se ve acogido más o menos amorosamente por una tierra que no es la suya. El desterrado, en cambio, vive el abandono de su patria como una circunstancia irreparable y no halla el lugar acogedor del refugiado. Por su parte, el exiliado sería la figura más extrema de esta triada, ya que representa a los individuos que han perdido toda posibilidad de pertenecer a un lugar, no hay una posible patria para ellos49.

De otro lado, Edward Said50 presenta otras categorías que siguen una línea muy similar. Este autor señalará las figuras del expatriado, el refugiado, el emigrado y el exiliado, como posibilidades de experimentar la ausencia de la tierra natal. Mientras que el expatriado se define como aquel que voluntariamente ha abandonado su país, el emigrado puede haber tomado la decisión por sí mismo o por circunstancias que le son ajenas, lo que hace su condición un tanto ambigua. En contraposición, aparecen los refugiados y los exiliados, que se diferencian de los otros dos por la particularidad de que ellos han sido desterrados, obligados a abandonar su tierra.

Said nos señala que el exilio nace de la práctica antigua del destierro, mientras que el término refugiado es una creación del estado del siglo XX. El primero lleva consigo un sentimiento de soledad, el segundo hace pensar en ciertas masas de inocentes que son acogidos políticamente por otra nación.

Cabe aclarar que el término "refugiado" se diferencia en Zambrano y Said desde la perspectiva del asilado político que revela la definición del último, mientras que para la primera la referencia se señala a partir de la patria-destino que se constituye como verdadero refugio.

Señaladas estas categorías, ¿cómo podríamos pensar la condición de los personajes de La república de los sueños? A continuación, algunos rasgos que podrían ofrecer luces al respecto, a partir de algunos de los personajes.

De los personajes principales de la novela se puede definir que hay cuatro que experimentan explícitamente la circunstancia del abandono de la patria (algunos, como lo veremos más adelante, sentirán la circunstancia del exilio de una manera más interior que explícita). Ellos serían: Madruga, Venancio, Eulalia y Breta.

Madruga, por ejemplo, parece haber decidido voluntariamente el abandono de su patria y logra afincar su proyecto de vida en la nueva nación, Brasil. Esa condición lo ubicaría dentro de las figuras del refugiado de Zambrano o del expatriado de Said.

Venancio, en cambio, estaría del lado de los desterrados, que según Abellán "no se desvincula nunca de la patria de la que ha sido arrojado; y por eso no deja de sentir nunca el hueco, la ausencia amarga"51. Esto se comprueba a partir de la costumbre de Venancio de estar pendiente de las noticias que publican los periódicos españoles y su padecimiento, desde la lejanía de América, de sucesos tan dolorosos como la guerra civil española. No obstante, en vista de que la novela nunca nos aclara las razones específicas del exilio de Venancio, no podríamos ubicar a este personaje en alguna de las categorías de Said.

Eulalia, por su parte, sería una refugiada para Zambrano y una emigrada para Said, ya que existe cierta ambigüedad en su decisión de abandonar el pueblo que la vio nacer.

Breta constituye un caso distinto al de los demás personajes, debido a que su exilio, a diferencia de los anteriores, es claramente político. Como desterrada de la dictadura brasileña de 1968 y al no ser acogida formalmente por ningún otro Estado, Said la definiría como exiliada. Zambrano, en cambio, la señalaría como desterrada por la condición básica de la expulsión: "El desterrado siente el 'desgarro' de la patria propia como una expulsión de una tierra que le pertenece tanto como él pertenece a ella"52.

Este breve cotejo entre las propuestas de estos autores del exilio y los personajes de la novela sólo representan un esbozo que definiría las diversas posibilidades de una forma de desterritorialización que aqueja a todos ellos. De una u otra manera, todos los personajes han sido despojados de la patria, ya sea de manera definitiva (como el caso de Venancio) o como medida transitoria (en cuanto se refiere a Breta).

Estos grados de "desgarro", ya sea a partir de Abellán, Zambrano o Said, tienden a señalar la circunstancia del exilio como una entidad que podría ser dolorosa a varios niveles, siendo unos más o menos intensos que otros. La propuesta de Piñon, por su parte, contradice todos estos discursos. En muchos sentidos, para afirmarnos que el exilio es uno solo y que particularidades como la decisión voluntaria o la persecución política no son suficientes para determinar lo dolorosa y traumática que puede llegar a ser esta experiencia. Incluso, las causas del abandono de la patria se relativizan a tal punto que no puede haber una intención personal verdadera en la decisión de emigrar a otras patrias. Esta posición de la autora coincide con lo planteado por Abenoza, en su libro Identidad e inmigración: orientaciones psicopedagógicas, para quien "desde la perspectiva de los derechos humanos todo inmigrante es un emigrado forzado"53.

Únicamente existe un exilio para Nélida Piñon, nunca menguado por una u otras razones. El exilio de Piñon podría expresarse explícitamente en las palabras que componen el diálogo de Madruga y Venancio del capítulo 11:

    -¿Y por qué nos excluyes a nosotros, inmigrantes, de tu dramática peregrinación? ¿Acaso no merecemos ser considerados peregrinos, sólo porque nos alejamos de España sin alardes, sin rebeliones, impulsados únicamente por la miseria?

    A juicio de Madruga, aquella retórica de Venancio tenía un fondo elitista. Aun sin darse cuenta, eliminaba del cuadro a los inmigrantes, por el simple hecho de que su aparición en escena era modesta, confinada casi siempre a los mostradores y a las fábricas. Desprovistos de hechos y nombres pomposos.

    -Valemos tanto como ellos, Venancio. Mírese como se mire, somos también peregrinos. Hago parte de esa España insatisfecha y perseguida que tú ahora quieres engalanar. ¿No es cierto que fuimos expulsados, que fuimos deportados, que se nos prohibieron la tierra, los bienes? La única diferencia es que fuimos combatientes de una guerra no declarada.

    Venancio se mostró en desacuerdo. Los inmigrantes, de los que hacían parte, pertenecían sin duda a una categoría distinta. Obraban individualmente, disociados de cualquier vínculo político. Ahí radicaba la diferencia.

    -Lo que nos falta, Venancio, es el partido, la ideología. En una palabra, el pensamiento político. Somos peregrinos sin causa y sin líderes carismáticos –dijo Madruga en tono elocuente.

    -No olvides, Madruga, que fue la riqueza la que nos tentó el alma. El oro nos arrastró hasta América. ¿A qué, entonces, querer ser lo que no somos?

    -Te engañas. Fue el hambre la que nos trajo. Y el hambre, en cualquier lugar donde se manifieste, será siempre un acto político. Lamentablemente, tú, gracias a tu amor a los libros, eres tan sólo un servidor de los intelectuales. Tu admiración por los libros va hasta el punto de llevarte a absolver una clase que no es la tuya y a la que ni siquiera tienes acceso. En cambio, resultas condenando indirectamente al pueblo. Y ese pueblo somos nosotros. Nosotros, que tenemos desde hace siglos una guerra declarada en los solares y en los aleros de nuestras casas. Sólo que ningún historiador ha querido narrar nuestras desventuras. ¿Por qué habrían de interesarse ellos en las batallas libradas bajo nuestros techos, y en nuestros corazones humildes?54

El exilio según nuestra novelista no es, entonces, una circunstancia que sea más dolorosa o que sólo le competa a aquellos que han sido expulsados por su deliberada y evidente oposición a los regímenes políticos. El exilio en La república de los sueños es una condición de la existencia de estos personajes que no hacen parte de los nombres ilustres de las historias nacionales. He aquí una nueva evidencia de la conciencia histórica que plantea esta novela. ¿A quién le corresponde, en este panorama, narrar la historia de estos exiliados ignorados por los historiadores? La respuesta se encuentra en el ejercicio de la literatura. Son los escritores los encargados de escribir estas historias ignoradas por la oficialidad, de ser los verdaderos "cronistas de Indias" que quería Carpentier55.

Así, pues, Madruga, se convierte en el paradigma del exiliado, con todas sus consecuencias a cuestas. Aun con el éxito de la realización de su empresa, el patriarca de esta novela nunca abandona la condición que adquirió al abandonar su país natal.

José Luis Abellán asegura que "el exilio es irrenunciable para quien lo ha padecido"56, mientras que María Zambrano señala que "el exilio es una dimensión esencial de la vida humana"57. Estas anotaciones de los teóricos coinciden perfectamente con el exilio que padece Madruga. Él mismo le confiesa a su nieta: "El exilio del que hablo está en el alma del hombre, Breta. No lo abandona, ni aun cuando sueña"58.

El tema del exilio está tratado desde diferentes puntos de vista. Muchos de los personajes ofrecen diferentes definiciones que, sin embargo, desembocan en el mismo sentimiento de desgarro. El personaje de Venancio, por ejemplo, constituye uno de los paradigmas más interesantes a este nivel. Es el exiliado esencial. Su condición es el del apátrida por antonomasia. Vive en una época que no es la suya (el diario de su vida se fecha con meses y años de un siglo anterior al que le correspondió nacer), no encuentra ninguna empresa que lo vincule a una tierra en particular y se desconoce por completo su origen geográfico.

No resulta casual, en este panorama, que se asocie a Venancio con la raza gitana, quienes como los judíos, son un pueblo condenado históricamente al destierro. Aunque la novela nunca nos confirma que Venancio sea gitano, su interés por la problemática de este pueblo lo asocian directamente con su condición de peregrinaje y exclusión.

Pero hay otra exiliada esencial en la novela que, sin embargo, nunca abandona en vida su país. Se trata de Esperanza. En muchos momentos de la obra la condición de mujer transgresora y de hija excluida la ponen en el nivel de los exiliados en su propia patria. Desde la niñez y la adolescencia parece estar sentenciada a esta condición. Su constante competencia con Miguel, su más querido hermano, ya anunciaba su fracaso frente a una sociedad que excluye a las mujeres de los privilegios que otorga a los hombres. Por esta razón, en varios apartes de la novela se refieren a Esperanza como una exiliada o una desterrada. Para la muestra, he aquí uno de los reclamos que Miguel le hace a Madruga: "No disimule, padre. ¿Dónde está Esperanza? ¿Sigue en el exilio al que usted la sentenció? ¿No es hora ya de que regrese?"59.

Otro exiliado en su propia patria es el tío Justo. Como uno de los fracasos de la conquista de América, este hombre regresa a una Galicia que le echa en cara no haber logrado la empresa. Él, como muchos otros, debe sufrir el exilio en su propia tierra como castigo por la osadía de creer que podría sobrevivir sin el amparo de ella. Así lo señala la novela: "para estos repatriados sólo resta el consuelo de vivir el destierro en su propia tierra"60.

Así mismo, se puede encontrar gran variedad de metáforas del exilio. Una que resulta crucial es aquella que da cuenta de la condición de Claudio, un joven que asiste a las filas del ejército brasilero en la Segunda Guerra Mundial: "Las caídas eran, sin embargo, muy diferentes. Mientras Getulio se encaminó a su exilio de San Borja, quizá a empezar a planear su retorno político, Claudio se vio condenado irrevocablemente a la demencia"61. La locura, como forma de exclusión de la realidad del país, se convierte en una forma de destierro.

Inmigración y exilio

La república de los sueños presta especial atención a las diferentes adversidades y particularidades de la condición del inmigrante. El exiliado es objeto de desconfianza general para aquellos que sí han nacido en la tierra que estos ocupan; debe simular una familiaridad con la nueva lengua; tiene la obligación de procrear, de traer hijos a la nueva patria, para alcanzar un verdadero enraizamiento que le permita hacer suyo el nuevo suelo; necesita encontrar vínculos entre las historias de su patria de origen y las de su nuevo país; carece de recursos legales para hacer valer sus derechos en igualdad de condiciones que los nativos; son presas de constantes ataques y víctimas de estigmatizaciones y discriminaciones; son asediados por constantes ataques de nostalgia y melancolía por la patria perdida; están obligados al éxito para conseguir el reconocimiento de su existencia; sufren el terror constante y la paranoia latente de una posible expulsión o la deportación. Todas estas situaciones son vividas por los personajes de la novela y en cada capítulo que la componen se señala la manera como ellos deben soportarlas, afrontarlas y superarlas.

De todas estas situaciones, algunas de las que mayor énfasis merecen son las que obligan al inmigrante a hallar vínculos con la patria-destino a partir de la procreación y el éxito económico. Esto define el proyecto de vida de Madruga y determina las características de la familia que forma con Eulalia:

    Hasta el momento, ningún sector responsable del país se había pronunciado en defensa de los inmigrantes, o les había reconocido, siquiera, la existencia legal. Para merecerla, debía parir antes hijos brasileros. Por medio de la patria potestad, se hacían acreedores a ciertos derechos. Sólo un hijo garantizaba la conquista de la lengua nacional y el acceso a la realidad. La definitiva apropiación del país62.

    -Quiero ver vencedores a mis hijos –decía– Reaccionen siempre ante las ofensas. Sobre todo cuando nos tilden de gringos o de gallegos, diciendo que no somos de aquí, y que esta tierra no es nuestra. Es una vil mentira. No somos menos brasileros que los que llegaron con Cabral. No lo olviden nunca, y hagan valer siempre sus derechos63.

Este enraizamiento que se constituye como prioridad para Madruga se contrasta, por otra parte, con la experiencia de Eulalia, cuyo proceso se mueve por otros rumbos. La matriarca debe encontrar su lugar en el nuevo país a partir de la apropiación de nuevas costumbres, lo que la convierte en arquetipo del inmigrante que se enfrenta a un paradigma que nada tiene que ver con su tierra natal:

    Además, no pasaba de ser ella una extraña en aquel país, a pesar de ser ya madre de hijos brasileros. Muchos de los hábitos y costumbres de ese pueblo se le escurrían por los dedos, no conseguía retenerlos. El grado de pasión de aquella gente casi le dificultaba la respiración. Cuerpos que exhalaban una voluptuosidad silvestre, presentida incluso cuando yacían inmóviles a la sombra de algún árbol64.

La explotación de los inmigrantes es otro ítem constante en la novela. Madruga y Venancio son víctimas de esta situación en su juventud, pero el éxito económico del primero los libra de esta pena. No obstante, la novela nunca abandona la denuncia de estos excesos. En el capítulo 9, por ejemplo, se hace referencia a la circunstancia histórica que acompañó a muchos inmigrantes italianos que no pudieron librarse de este exabrupto.

    No olvidaba las infamias perpetradas por los hacendados paulistas contra los inmigrantes italianos. Llegados a Brasil con la ilusión de hacer fortuna, los infelices italianos se habían convertido en las víctimas de un sistema implacable, que buscaba reducirlos a la condición de semiesclavos para sustituir con ellos la mano de obra negra65.

La conformación de una nación de exiliados

En una de las alusiones a Esperanza de los últimos capítulos, se recuerda estas palabras: "Ustedes son el comienzo de mi país"66. Esta frase la refiere la joven Esperanza a sus padres, Madruga y Eulalia. Además de señalar los sentimientos que tiene por sus padres, la intervención de Esperanza señala una constante de la novela: el Brasil de La república de los sueños empieza con la llegada de un inmigrante.

Al asentar su vida y formar una familia en Brasil, Madruga no sólo contribuye a la formación de un nuevo grupo humano, sino que participa activamente en la conformación de una nación. De hecho, varios autores han señalado que esto último es uno de los temas más importantes de esta novela. A propósito de ello, Cristina Sáenz de Tejada dice, refiriéndose a la narrativa histórica de escritoras brasileras: "La obra considerada modelo ejemplificador de la formación de nación es A República dos Sonhos (1984) de Nélida Piñon"67. Más adelante, en el mismo párrafo señala que esta novela marcó un cambio en la narrativa posterior de Brasil.

El Brasil de La república de los sueños es un territorio poblado por inmigrantes. En todas las esferas y estratos sociales de ese país existe una abundante cuota de extranjeros. Ya sabemos que los patriarcas de la familia provienen de Galicia y que Venancio tendría que provenir de alguna otra región española. Pero no sólo ellos conforman el panorama de la nación que nos plantea la novela. De hecho, son pocos los personajes, como Luis Filho, yerno de Madruga y esposo de Antonia, que pertenecen a una prole de antiquísimos habitantes del territorio brasilero. La mayoría de los individuos que nos presenta Piñon provienen de otras tierras lejanas a América. Amalia, nuera de Madruga, casada con Tobías, por ejemplo, pertenece a una familia de inmigrantes italianos. De su padre se dice que desembarcó en América con la miseria en el alma68. Así mismo, se encuentran diferentes nacionalidades: las prostitutas más apreciadas de Río de Janeiro son de procedencia polaca69; María, la lavandera que trabaja en la casa de Madruga, y su esposo son de origen portugués; el senador Silveira pertenece a una familia de ancestro italianos; González, patrón de Madruga en su juventud, a su vez, proviene de las tierras castellanas. Así, pues, tanto la clase política, como la poseedora de grandes fortunas, los obreros y, aun la de la prostitución, están conformadas por exiliados de la miseria europea. ¿No es posible pensar, desde esta perspectiva, que la república que presenta Piñon está formada por una inmensa cuota de extranjeros?

Para corroborar esta hipótesis se debe acudir a datos registrados por la historiografía. En la colección Historia de América Latina, Leslie Bethell presenta un importante estudio sobre los procesos de inmigración en Latinoamérica y, en uno de sus apartes, dedica especial atención a este proceso en Brasil.

Como se ve en la novela de Piñon, la mayoría de los extranjeros que integrarían su república provienen de España, Portugal e Italia. ¿Cuánto debe Brasil, con respecto a la formación de su nación actual, a la cuota de estos exiliados europeos? Bethell da la respuesta, al referirse al período comprendido entre 1881 y 1930:

    De los 4 millones de extranjeros que entraron en Brasil entre 1881 y 1930, los italianos ocuparon el primer lugar, con el 36 por 100 del total. El apogeo de la emigración de italianos a Brasil fue el período comprendido entre 1896 y 1900. A partir de entonces, la proporción de italianos descendió hasta situarse en un modesto 9 por 100 durante los años del fascismo [...] En orden de importancia numérica, el segundo grupo de inmigrantes procedía de la antigua madre patria. Los portugueses, que siempre habían constituido la mayoría antes del comienzo de la inmigración en masa, cedieron la primacía a los italianos. La crisis agrícola llegó con retraso a Portugal, y los portugueses se hicieron a la mar cuando la avalancha de italianos empezaba a menguar. A partir de 1906, recuperaron su posición y pasaron a representar el 29 por 100 de los inmigrantes. España ocupó el tercer lugar después de Italia y Portugal: un total de medio millón de españoles, que representaba una séptima parte del conjunto. Los años de mayor afluencia fueron los comprendidos entre 1906 y 1920, en que los españoles superaron numéricamente a los italianos, aunque durante los años veinte descendió la inmigración española. Portugueses y españoles constituían dos tercios del número total de inmigrantes que entraron en Brasil entre 1906 y 192070. (114-116).

La investigación de Bethell sigue señalando los porcentajes más bajos de alemanes y japoneses, entre otros, como lo veremos en la tabla que citaremos a continuación.

En este cuadro, se puede observar la cantidad de inmigrantes que llegó a Brasil en el período de mayor inmigración que se haya registrado en su historia. Cuatro millones de extranjeros constituyen un número tan importante que vale la pena preguntarse si realmente se puede afirmar una identidad brasilera que desconozca la mella que este enorme proceso de inmigración causó en la población.

Hay que tener en cuenta, además, que esta tabla sólo contempla las llegadas de inmigrantes, ya que no hay forma de restar las salidas, debido a que Brasil sólo tomaba nota de los que llegaban por primera vez y excluía de los registros, incluso, las readmisiones, que podrían haber llegado al 10% de todas las llegadas71.

Se sabe que los jóvenes Madruga y Venancio arribaron a Brasil en 1913. Si se observa la tabla, se corroborará que efectivamente el año en que llega el protagonista de la novela coincide con uno de los períodos de mayor afluencia española. Entre 1911 y 1915, la llegada de inmigrantes provenientes de España corresponde al 21% de la tasa de inmigrantes, para un total de 128.400 exiliados españoles, lo que nos señala el número absoluto más grande de llegadas de España en el período contemplado por la tabla.

Nélida Piñon reconoce a cada instante el aporte de la cuota de inmigrantes en la conformación de la república brasilera. Madruga, por ejemplo, reflexiona alrededor de esta idea constantemente:

    Todos los que allí nos congregábamos alrededor de aquella mujer [Odete, imaginada como una princesa africana hecha esclava en el diario de Venancio] hacíamos parte de un contingente que había vencido las tormentas y los abismos del Atlántico, con el único propósito de llegar a Brasil y deformarlo con el aporte de nuestras sangres, nuestra cultura y nuestras flaquezas72.

¿Deformarlo o enriquecerlo? La respuesta de Piñon estará del lado del segundo término. Las culturas gallegas, españolas, portuguesas, italianas, extranjeras en general, logran hacernos soñar una nación a la manera como Don Miguel la piensa en otro momento de la novela:

    A la hora del café, Don Miguel encendió un cigarro, como demostración de aprecio. Y parecía absorber a cada aspiración una imagen renovada del Brasil. Interesado en saber algo de aquel país, de tan variado contingente humano. Pues circulaba por él sangre de indios, ibéricos, moros, negros, ingleses piratas y franceses explotadores. ¿Lograría ese país constituirse en nación, a pesar de ese fenómeno humano, cuyos orígenes y pasiones se perdían en la noche del tiempo?73

Resulta claro que la inmigración masiva hacia América Latina ocurrida en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX va a modificar la idea que de las naciones se tenía hasta el momento. Muchas instituciones se vieron transformadas a partir de la llegada de los europeos. El movimiento sindical y los partidos políticos son unas de esas instituciones. En varios momentos así lo señala la novela:

    -Hablas, Tobías, como si la historia siguiese un molde único, y fuese por lo tanto inamovible y monolítica. Te daré un ejemplo en contrario. Apenas llegados los inmigrantes, a comienzos de siglo, jugaron de inmediato un papel fundamental en la formación del sindicalismo brasileño. E incluso en la creación del partido comunista. Y, sin embargo, eran simples inmigrantes, como yo. Sólo que más politizados. Por eso fueron vencidos y expulsados del país74.

    [...] Pero Madruga y yo llegamos a Brasil en un momento de gran importancia histórica. Con nosotros venían inmigrantes anarquistas, que se radicaron luego en Sao Paulo. De algún modo, esos hombres dieron origen a los movimientos sindicales. No olvides que Italia, además del aceite de oliva y del queso parmesano, exportó a tierras americanas un buen número de rebeldes. Ahí tienes, por ejemplo, el caso de Argentina75.

Pensar el proceso de las ideologías políticas y de los movimientos de izquierda latinoamericanos como una herencia de la inmigración de principios de siglo es uno de los aspectos que señalan los aportes de la cuota inmigratoria en la formación de nuestras naciones. Nélida Piñon reconoce este aspecto no sólo para su país, sino para la condición latinoamericana. No es casual, desde este punto de vista, que haga referencia a Argentina, país que según Bethell ocupa el primer puesto en la llegada masiva de exiliados europeos76. Seguido por Brasil, en el segundo lugar. Tampoco es producto de la casualidad, conocido este dato, que otra novela histórica como Santo oficio de la memoria77, para el caso de Argentina, indague, a su vez, por la formación de su país desde la perspectiva de los inmigrantes78.

La patria que se ve en La república de los sueños es el lugar refugio de los exiliados europeos. Nélida Piñon enfatiza en esta idea, incluso, desde sus reflexiones sobre los procesos de descubrimiento y conquista. Los africanos, por ejemplo, obligados a servir como esclavos de los conquistadores llegaron a formar una nación que se sentó sobre las bases de su propio exilio. Así lo piensa Madruga: "llegaron ellos al Brasil primero que yo, así fuera contra su voluntad. Y fueron príncipes en sus florestas, hasta que les robaron el cetro para convertirlos en esclavos"79.

Desde los comienzos de la colonización portuguesa del actual territorio brasilero, la llegada de los esclavos negros y las posteriores masas de emigrados europeos se empezó a conformar una nación de exiliados. La pregunta que cabría hacerse es: ¿puede hablarse de una identidad brasilera a partir de las márgenes de los exiliados europeos que se afincaron en Brasil durante siglos? La respuesta de Piñon parece ser positiva. El mismo Madruga reconocerá su identidad brasilera, no por haber nacido en territorio americano, sino porque es Brasil su destino y el lugar que ha decido para salvarse de la miseria ibérica. Al fin y al cabo, en La república de los sueños parece primar la máxima de "no se es de donde se nace, sino de donde se vive".

    -Dime, Venancio: ¿qué somos aquí, al fin de cuentas? ¿Españoles? ¿O acaso representamos a los árabes, que nos dominaron durante ocho siglos?

    -Ni árabes ni españoles, Madruga. De tanto comer ese maldito carnero inglés durante la travesía, perdimos nuestras raíces. Y aún no hemos tenido tiempo de conquistar otra patria, que sustituya la que se nos fue. Quizá en el futuro lleguemos a tener una identidad que por ahora no logramos definir.

    Se hallaban ya ante la puerta de la pensión. Antes de transponerla, y enfrentar a su desconocido dueño, Madruga se volvió hacia Venancio:

    -¡Pues yo digo que seremos brasileros!80

En este aparte, se pone en evidencia una circunstancia que identifica latentemente esta relación entre identidad y exilio en la novela de Piñon. Es evidente que la pregunta que los personajes se hacen por su identidad se responde a partir de la inquietud por una nacionalidad. Pero, ¿qué se es, entonces, si la circunstancia del exilio los despoja de su condición de españoles? La decisión es clarísima. Madruga decide ser brasilero y al tomar esta determinación contribuye a la formación de la nación que es Brasil, aunándose, con su empresa, a los otros cuatro millones de inmigrantes, casi todos europeos, que se registran en un período de cinco décadas.


Pie de página

1La república de los sueños de Nélida Piñon, publicada en 1984, es una voluminosa novela de 37 capítulos no numerados, que relata la vida de Madruga, un inmigrante gallego que llega a Brasil a principios del siglo XX con el sueño de "hacer la América". Se trata de una novela a dos voces: la de su protagonista, Madruga, y la de Breta, su nieta, quien recibe la misión de guardar la memoria de su familia y la de su país, y quien debe escribir la historia de Madruga para que la posteridad no acabe con los relatos orales, único mecanismo que ha guardado las historias de sus antepasados. La narración parte de un presente narrativo que coincide con la agonía de Eulalia, esposa de Madruga y también gallega. Este presente, sin embargo, aunque se convierte en el referente que sostiene la novela es, a su vez, un recurso que permite revisitar el pasado a partir del juego de la memoria, y que guía al lector por los diferentes acontecimientos de la vida de la familia formada por esta pareja y los hechos de la historia brasilera y mundial que ésta padece. Dada esta última circunstancia, La república de los sueños se constituye en una de las novelas históricas más importantes de la producción brasilera y una de las más apreciadas por la crítica y el público lector. Fue galardonada con el Premio de la Asociación de Críticos de Arte de São Paulo a la mejor obra de ficción en Brasil, en 1985, y con el Premio Internacional pen Club. Además, se trata de una novela que ha recibido una atención destacable por parte de la crítica. Ortolano la reseñó como una de las diez novelas más importantes de las últimas décadas en Brasil, ubicándola en el segundo puesto de su lista. Ésta fue presentada en: Glauco Ortolano, "Top ten Brazilians novels of the last twenty years". http://proquest.umi.com/pqdweb?did=104135608&sid=10&Fmt=4&clientId=23922&RQT=309&VName=PQD (consultado el 8 de noviembre de 2007). Así mismo, Menton la incluye en su inventario de las novelas históricaslatinoamericanas más importantes escritas entre 1979 y 1992. Seymour Menton, La nueva novela histórica de la América Latina, 1979-1992 (México: Fondo de Cultura Económica, 1993).
2Ver Noé Jitrik, Historia e imaginación literaria. Las posibilidades de un género (Argentina: Biblos, 1995); Noé Jitrik, El balcón barroco (México: UNAM, 1998) y Noé Jitrik, "El difícil proceso de consolidación de la palabra literaria en América Latina", en El problema de la identidad latinoamericana, 77-87 (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1985).
3Nélida Piñon, La seducción de la memoria (México: Fondo de Cultura Económica, 2006), 12.
4Se habla de la Historia con mayúscula cuando se hace referencia a la Historia oficial, esto es, la escrita desde las instituciones oficiales, la de los manuales de la educación básica; en últimas, la escrita por los poderosos. La novela histórica latinoamericana de los últimos años se rebela contra ese discurso y se opone a él de manera deliberada.
5Jorge Ruedas de la Serna, "La representación americana como problema de identidad", en El problema de la identidad latinoamericana, ed. Leopoldo Zea (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1985), 49-50.
6Ruedas, "La representación americana", 54-55.
7Nélida Piñon, La república de los sueños (Madrid: Alfaguara, 2005), 10-11.
8Piñon, La república, 30-31.
9Piñon, La república, 30.
10Piñon, La república, 29.
11Esta cita se halla en Fernando del Castillo Durán, Las Crónicas de Indias (España: Montesinos, 2004), 140. Vale la pena recordar que en la mitología griega, el Estigia es el río que separa a la tierra del inframundo, el Hades, y que tenía varias cualidades extraordinarias, como la de volver invulnerable cualquier parte del cuerpo que se sumergiera en sus aguas. Aquiles, por ejemplo, fue bendecido con este poder del Estigia. Sólo su talón fue vulnerable, dado que su madre lo sostuvo de él para sumergirlo en dicho río.
12Castillo, Las Crónicas de Indias, 12.
13La manera más abiertamente aceptada de responder esta cuestión ha sido a través del concepto de mestizaje. Habitualmente, este se entiende como un hecho dado, resultado de la mezcla biológica de razas. No obstante, valdría la pena hacer énfasis en qué más que un concepto inmóvil, el mestizaje debe ser entendido más como una construcción problemática que como una realidad fáctica. Guillermo Zermeño-Padilla, por ejemplo, hace referencia al mestizaje como concepto transdisciplinario y como invención que opera como signo distintivo asociado a la idea de nación. Además de ello, hace una pesquisa documental del término para el caso mexicano, que puede ilustrar de manera muy amplia su utilización y su carga ideológica. Guillermo Zermeño-Padilla, "Del mestizo al mestizaje: arqueología de un concepto", Memoria y Sociedad 12, no. 24 (enero-junio de 2008): 79-95.
14Piñon, La república, 502.
15Piñon, La república, 74.
16Es importante recordar que en la novela, en menor medida, aunque no por ello menor importancia, la autora también reconoce la participación de inmigrantes de otras etnias y nacionalidades en la afirmación de esa identidad brasilera, como judíos, polacos, turcos, japoneses e italianos, entre otros.
17Piñon, La república, 144.
18Piñon, La república, 65.
19Piñon, La república, 64.
20Piñon, La república, 147.
21Piñon, La república, 423.
22Piñon, La república, 35.
23Piñon, La república, 522.
24Piñon, La república, 49.
25Piñon, La república, 152.
26Piñon, La república, 156.
27Piñon, La seducción, 137.
28Piñon, La república, 57-58.
29El término padecimiento para referirse a la vivencia de la historia, que resulta condición del personaje de la novela histórica, ya había sido utilizado por Lukács en su propuesta teórica y se afianza, para nuestros días, en las reflexiones de Paul Ricoeur. Este último promueve una nueva manera de entender la conciencia histórica. En su escrito "Hacia una hermenéutica de la conciencia histórica", Ricoeur señala que "no somos agentes de la historia sino en cuanto que la padecemos". Su punto de encuentro con los postulados de la novela histórica de los últimos años está dado por una expresión que define las intencionalidades de nuestros novelistas: SER-AFECTADO-POR-EL-PASADO. Así expuesta, esta expresión se presenta como una única palabra, a la manera en que se construyen los conceptos en la lengua alemana, y evidencia una condición de la nueva manera de entender el acontecer y el tiempo históricos. Ver George Lukács, La novela histórica (Barcelona: Grimaldo, 1976); y Paul Ricoeur, "Hacia una hermenéutica de la conciencia histórica", en Historia y literatura, ed. F. Peras (México: Instituto Mora, 1994), 85.
30Piñon, La república, 664.
31Piñon, La república, 78.
32Piñon, La república, 126.
33Piñon, La república, 40.
34Piñon, La república, 225.
35Piñon, La república, 707.
3636 Piñon, La república, 632.
37Piñon, La república, 599.
38Piñon, La república, 286.
39Piñon, La república, 596.
40Piñon, La república, 654.
41Piñon, La seducción, 25.
42Piñon, La seducción, 114.
43En gallego en el original. Término que alude a un sentimiento de nostalgia y melancolía, similar a la saudade portuguesa. (N. del T.). Piñon, La república, 79.
44Piñon, La república, 86.
45Piñon, La república, 299.
46Piñon, La república, 344-345.
47Piñon, La república, 126-127.
48Piñon, La república, 486.
49José Luis Abellán, El exilio como constante y como categoría (Madrid: Biblioteca Nueva, 2001).
50Edward Said, Reflexiones sobre el exilio. Ensayos literarios y culturales (Barcelona: Debate, 2005).
51Abellán, El exilio como constante, 51.
52Zambrano, citada por Abellán, El exilio como constante, 51.
53Rosa Abenoza Guardiola, Identidad e inmigración: orientaciones psicopedagógicas (Madrid: Catarata, 2004), 53.
54Piñon, La república, 193-194.
55Alejo Carpentier, La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos (México: Siglo Veintiuno, 1981).
56Abellán, El exilio como constante, 55.
57Citada por Abellán, El exilio como constante, 52.
58Piñon, La república, 692.
59Piñon, La república, 581.
60Piñon, La república, 36.
61Piñon, La república, 253.
62Piñon, La república, 159.
63Piñon, La república, 496.
64Piñon, La república, 64.
65Piñon, La república, 151.
66Piñon, La república, 735.
67Cristina Sáenz de Tejada, "Brasil", en La narrativa histórica de escritoras latinoamericanas, ed. G. Cunha (Buenos Aires: Corregidor, 2004), 79.
68Piñon, La república, 53.
69Piñon, La república, 154.
70Leslie Bethell, Historia de América Latina, vol. 7 (Barcelona: Crítica, 2000), 114-116.
71Bethell, Historia de América, 112.
72Piñon, La república, 427-428.
73Piñon, La república, 314.
74Piñon, La república, 562.
75Piñon, La república, 628.
76Bethell, Historia de América, 113.
76Mempo Giardinelli, Santo oficio de la memoria (Barcelona: Ediciones B, 2004).
78Es evidente que en muchas narraciones de nuestra tradición literaria se hace referencia a que hay países que se formaron a partir de largos procesos de inmigración. Un buen ejemplo de ello es Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato. En esta novela hay varios fragmentos dedicados a este debate. También Ricardo Piglia tiene algunas reflexiones a este respecto. Para el caso de la construcción de identidad nacional argentina, valdría la pena revisar la propuesta de Mónica Quijada en su artículo "¿Hijos de los barcos o diversidad invisibilizada? La articulación de la población indígena en la construcción nacional argentina", donde señala la ausencia de sangre indígena en la conformación de la identidad nacional argentina en los manuales de educación básica de historia y en los textos canónicos de su historiografía. En contraste, Quijada sí señala que la afluencia masiva de inmigrantes provenientes de Europa a partir del último cuarto del siglo XIX, facilitó el proceso de invisibilización de dicha diversidad. Mónica Quijada, "¿Hijos de los barcos o diversidad invisibilizada? La articulación de la población indígena en la construcción nacional argentina", Historia Mexicana LIII, no. 2. http://revistas.colmex.mx/revistas/13/art_13_1109_8341.pdf (consultado el 23 de marzo de 2010).
79Piñon, La república, 65.
80Piñon, La república, 591.

Obras citadas

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