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Memoria y Sociedad

versão impressa ISSN 0122-5197

Mem. Soc. v.15 n.30 Bogotá jan./jun. 2011

 

RESEÑAS

Muchembled, Robert.

Une histoire de la violence. De la fin du Moyen-Age à nos jours.
Paris: Éditions du seuil,
2008, 499 pp.
Abel López
Pontificia Universidad Javeriana
abel.lopez@javeriana.edu.co


Este libro muestra que en Europa Occidental, desde el siglo XIII en adelante, ha habido un progresivo declive de la violencia física, en especial de los homicidios. Así se concluye de análisis de registros judiciales, de informes de policía y de cartas de perdón que los reyes otorgaban a condenados. En la Edad Media, los violentos eran en su mayoría jóvenes y célibes, movidos por lo que el autor denomina una "ética viril". Una conducta motivada por la defensa y venganza del honor familiar y de grupo, y una ocasión para hacer alarde de las virtudes varoniles de jóvenes en espera de una oportunidad que los pusiera al frente de una familia. Las sociedades medievales no solían condenar esas agresiones; más bien las estimulaban. Desde el siglo XVI, el fortalecimiento del estado, la extensión de la justicia criminal y las nuevas normas de comportamiento contribuyeron a controlar los homicidios, y finalmente a que triunfara el tabú de la muerte. Muchembled reconoce a Norbert Elias y a Michel Foucault el haber identificado los modos de control colectivo. Los critica, sin embargo, por sus desfases cronológicos y por insuficientes. En la Francia del siglo XVII los nobles recurrían al duelo, por lo que la civilización de las costumbres descrita por el sociólogo alemán no fue más que apariencia. Entonces la violencia se hizo más intensa y radical entre los especialistas de la muerte. La suavización de las penas fue más temprana de lo que piensa el filósofo francés. El estado habría que considerarlo con un carácter menos frío y monstruoso de lo que le pareció a Foucault, con autoridad capaz de asegurar justicia. Las normas y las prácticas judiciales fueron aceptadas por las comunidades rurales y urbanas como garantía de seguridad. El interés por mostrar esta aceptación lleva a Muchembled a justificar la tortura con el débil argumento de que a los ojos de los contemporáneos era algo normal e incluso indispensable. Un novedoso capítulo estudia historias, héroes y protagonistas de la literatura de crímenes, cuyo propósito general era mostrar que "el crimen no paga" (418) y atenuar las angustias colectivas. Los bandidos de la literatura exorcizan la violencia. A comienzos del siglo XXI, la violencia tiene aún rasgos medievales manifiestos, en especial, en las bandas de jóvenes de los barrios de las grandes ciudades. No deja de llamar la atención que en el balance sobre violencia en el siglo XXI figure Colombia como ejemplo del país con mayor número de homicidios por cada cien mil habitantes.

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