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Memoria y Sociedad

Print version ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.16 no.33 Bogotá July/Dec. 2012

 

Fiestas, memoria y libros. Las ediciones conmemorativas del primer centenario de la Independencia en Bogotá y Cali

Celebrations, memory and books. Commemorative editions of the first Century of the Independence in Bogota and Cali

Festas, memória e livros. Edições comemorativas do primeiro centenário da Independência em Bogotá e Cali

Juan David Murillo Sandoval

Historiador, Universidad del Valle, Cali (Colombia) Magíster en Historia del Mundo Hispánico: Las Independencias en el Mundo Iberoamericano, Universitat Jaume I, Castellón, España. Investigador y docente cátedra Universidad Icesi-Cali. Correo electrónico: juan.david.murillo.s@gmail.com

Miembro del Grupo de Investigación Nación-Cultura-Memoria de la Universidad del Valle, Cali (Colombia) en el que se adscribe el proyecto Editoriales, agentes y libreros en la distribución del libro español y francés en Colombia del que se desprende el presente artículo.

Fecha de recepción: 4 de abril de 2012, Fecha de evaluación: 28 de abril de 2012, Fecha de aprobación: 16 de julio de 2012


Cómo citar este artículo

Murillo Sandoval, Juan David. "Las ediciones conmemorativas del primer centenario de la Independencia en Bogotá y Cali". Memoria y sociedad 16, no. 33 (2012): 191-207.


Resumen

Este artículo compara las ediciones conmemorativas del primer centenario de la Independencia en 1910, impresas en las ciudades de Bogotá y Cali después de la celebración. Se contrastan, específicamente, aquellos libros publicados con una intención institucional y urbana, con el fin de estudiar las maneras en que cada constelación local pretendió representarse a sí misma y a su ciudad durante el fasto centenario. Para ello, se caracterizan y examinan las ediciones como escrituras políticas y monumentos-documentos cargados de una memoria histórica particular. Esto con el fin de, primero, analizar el papel que en sus contenidos tuvieron aquellos elementos culturales propios al régimen conservador del los siglos XIX y XX, y, segundo, examinar algunas variables que, articuladas en torno al impulso de tradiciones locales y la construcción de lugares de la memoria, distanciaron el carácter del feliz centenario entre las dos ciudades.

Palabras clave: Centenario, libros, religión, hispanismo, memoria

Palabras clave descriptor: Memoria colectiva, colombia, historia, guerra de independencia, 1810-1819, centenarios


Abstract

This article contrast the commemorative editions of the first century independence in 1910, both printed in Bogota and Cali after the celebration. In a specific manner those books that were published with an Institutional and urban intention would be compared, with means to study the ways that each local constellation wanted to represent itself and its City during the sumptuous Centennial. In order to do so, the editions were examined and characterize like political scriptures and monument — like documents full with a particular historic memoire. This was developed in order to analyze the role of the content in proper cultural elements of a conservative regime during the XIX and the XX Century, and to examine some variables that grew apart the joyous character of both cities centennial when articulated around the urge of showing local traditions, and memory molding.

Keywords: Centennial, books, religion, hispanism, memory

Keywords plus: Collective memory, colombia, history, war of independence, 1810-1819, centenarians


Resumo

Este artigo compara as edições comemorativas do primeiro centenário da Independência em 1910, impressa nas cidades de Bogotá e Cali após a celebração. Contrastam-se, especificamente, aqueles livros publicados com intenção institucional e urbana, com o alvo de estudar as maneiras como cada constelação local pretendeu se representar a si própria e a sua cidade durante o esplendor do centenário. Para isso caracteriza e discute questões como escritos políticos e monumentos-documentos carregados de uma determinada memória histórica. Isto com a finalidade de, em primeiro lugar, analisar o papel que nos seus conteúdos tiveram esses elementos culturais caracteristicos do regime conservador dos séculos XIX e XX, e, segundo, analisar algumas variáveis que, articuladas em torno ao impulso das tradições locais e construção de locais de memória, distanciaram o caracter feliz don centenário entre as duas cidades.

Palavras chave: Centenário, livros, religião, hispanismo, memória.

Palavras descriptivas:Memória coletiva, colômbia, história guerra, da independência, 1810-1819, centenários


[...] y la simpatía por España fue nota dominante en todas las fiestas centenarias1.

Introducción

Los libros conmemorativos constituyen un buen ejemplo de documentos que, al ser atravesados en su génesis por una intencionalidad política, le permiten al historiador distinguir y analizar el carácter selectivo y exclusivo de la memoria histórica de aquellos grupos que los idean y materializan. Las conmemoraciones encabezadas por los Estados dan cuenta de un interés por exaltar y promover continuidades, hechos y personajes específicos del pasado, asimismo, de crear tradiciones que sirvan para dar coherencia a una constelación dominante, usuaria y defensora de una memoria histórica particular y de un modelo ejemplar nacional. La celebración del primer centenario de la Independencia en Colombia, así como los productos derivados de este fasto, entre los que se hallan obras públicas, bibliotecas, trabajos artísticos, y libros, pueden entenderse, siguiendo las reflexiones de Le Goff, como documentos-monumentos cargados de una intencionalidad singular. Estos son instrumentos de poder que legan una memoria coherente con el régimen político que les produce2 e, incluso, como se mostrará, con los pequeños regímenes locales o regionales que también les conciben.

En el caso colombiano, el periodo de las grandes conmemoraciones coincidió con los Gobiernos conservadores del periodo entre siglos XIX y XX: el régimen de la Regeneración, primero, y la hegemonía conservadora posterior a la Guerra de los Mil Días. Si bien existía la tradición de rememorar fechas como la del 20 de julio, episodios militares como las batallas de Boyacá o Palacé, así como el natalicio de ciertos próceres, se puede plantear que la tradición conmemorativa nacional se cimienta con mayor fuerza durante este periodo. Esto puedo haber sido posible gracias, ante todo, a la programación en el tiempo de dos fastos de transcendencia transatlántica: la celebración de los cuatrocientos años del descubrimiento de América en 1892 y el primer centenario de la Independencia en 19103. Este especial contexto brindó una oportunidad inédita a los regímenes de los países involucrados en tal calendario, para exhibirse y publicitarse, para dar cuenta de su historia y patrimonio cultural e, incluso, en el caso colombiano, para mirarse autocríticamente respecto al siglo "perdido" que habían dejado atrás. En síntesis, el centenario brindó la oportunidad de crear representaciones de sí mismos, autoimágenes que ilustrasen sus virtudes, ideales y logros, con el claro objetivo de ganar respeto y recordación en el escenario internacional4.

Durante las dos últimas décadas del siglo XIX, la elite política conservadora, integrada por notables pensadores como Miguel Antonio Caro, definió los criterios culturales que debían cimentar su proyecto de nación; los cuales, básicamente, eran la protección de la herencia hispánica, de la lengua, la raza y la religión católica5. Ambas conmemoraciones, 1892 y 1910, reflejaron esta dinámica y bien pueden entenderse como momentos transcendentales en la construcción de un ideal de nación autoritaria, católica e hispanófila.

Con la incorporación de estos afectos tanto a las celebraciones, como a sus memorias, las ediciones conmemorativas se convierten en sendas manifestaciones de aquello que Barthes califica como escrituraspolíticas; es decir, constructos en lo que se expone el ser y parecer del poder, lo que es y quisiera que se crea de él6. La edición conmemorativa es, entonces, la muestra de una escritura dominante, que publicita su acervo intelectual e ideológico. En otras palabras, la edición centenaria puede entenderse como una especie de herramienta mnemotécnica del ideal "nacional" pretendido, sin embargo, no es este el único elemento que le configura. La conmemoración no produjo un único libro ni una memoria singular, aunque existió, como veremos, una edición oficial. Las autoridades urbanas, personalidades letradas y políticos, e, incluso, destacados libreros, promovieron la impresión de textos conmemorativos; los primeros inscribieron los sucesos festivos, subrayando las transformaciones urbanas; los segundos rindieron homenajes exponiendo su dignidad como hombres de letras, y los últimos editaron notables catálogos sobre la producción intelectual del país.

Analizar las ediciones conmemorativas, tanto en su materialidad como en sus contenidos, permite no solo reconstruir cómo se percibían a sí mismos quienes detentaban el poder, o saber qué tan coherente fueron las autoimágenes edificadas respecto a sus credos fundamentales, sino también explicar cómo, pese a que solo había un eje conmemorativo, la naturaleza de las representaciones construidas, de las maneras de publicitarse y exhibirse, fueron distintas. Es posible que estas se ajustaran a intereses y reivindicaciones que, aunque podían no discutir con las pautas privilegiadas desde el centro, fueron propias de los círculos políticos, sociales e intelectuales que les concibieron. En otras palabras, el fasto centenario permitió la producción y reproducción de testimonios documentales y monumentales que develan la existencia y estimulación de sistemas de oposición simbólica, de rivalidades no soslayadas en el intento por construir la nación durante el siglo XIX.

Ahora bien, este juego de las disputas simbólicas, analizado ya por algunos historiadores7, se percibe menos en la monumentalidad construida durante el programa festivo, que en los discursos pronunciados y transcritos en los libros conmemorativos. Esto se debe a que las variables que se encuentran en estas escrituras articulan tanto lo testimonial como lo documental, por medio de esto se crea un sistema de representación mucho más complejo, que, si bien les distancia de los emplazamientos, no deja de convertirles en lugares de la memoria. Estos lugares se entenderán, siguiendo a Pierre Nora, como aquellas unidades significativas de orden material o ideal, que, con la voluntad del tiempo y el trabajo de los hombres, se convierten en elementos simbólicos de cualquier comunidad8. Así, estos objetos expresan una intención deliberada por establecer un puente con el pasado, justificándose en el sentimiento de que no hay memoria espontánea. Para Nora, entre los libros de historia, solo son lugares de la memoria aquellos que se basan sobre una rectificación misma de la memoria o los que se constituyen como sus breviarios pedagógicos9. La edición conmemorativa colombiana tiene de ambos; son tanto objetos que manipulan y legitiman una memoria concreta, como documentos persuasivos, cargados de convenciones sobre lo que es lo nacional, lo regional o lo local, según sea el caso.

Con base en lo anterior, nos esforzaremos en comparar dos libros que tuvieron origen en una intención institucional, urbana y cívica, con el fin de estudiar las maneras en que cada constelación social, política o intelectual pretendió representarse a sí misma durante el primer centenario10. De esta forma, se inicia, entonces, con un acercamiento descriptivo a los libros del primer centenario de Bogotá y Cali, para evidenciar, luego, en segunda instancia, el papel que en sus contenidos, y, por tanto en las mismas celebraciones el papel que tuvieron aquellos elementos culturales propios del régimen conservador: catolicismo e hispanismo, criterios presentes tanto en los autores y actores del fasto. Por último, es fundamental detenerse sobre algunos lugares de la memoria que, al igual que los emplazamientos de naturaleza iconográfica, protagonizan también los contenidos de las ediciones, con lo cual se permite situar, en estas memorias escritas, aquellos elementos que pasan a ser representativos de cada ciudad, y, asimismo, vestigios de un interés por fundar y legar acervos históricos coherentes con sus respectivas elites. A partir de Ledezma Meneses, se pretende mostrar cómo las fiestas cívicas y sus legados impresos no son únicamente reafirmaciones del poder constituido frente a los grupos no privilegiados, sino también demostraciones del poder simbólico de las elites urbanas frente a otras que les antagonizan, y, en esta medida, también se pueden entender como representaciones que distanciaron el carácter del fasto entre el centro y la periferia del país11.

1. Las memorias editadas. Espacios, actos y actores del fasto centenario

El libro Centenario en Cali, compilado por Ernesto Ayala y Ramón Bonilla, e ideado para dar cuenta del sentir y obrar de la ciudad a propósito de la gran fecha, es un recuento de ideales de modernidad e imaginarios de progreso, provenientes de una elite menuda pero activa en lo literario, lo político y lo económico. Como comunidad letrada, esta elite pretendió dar cuenta de los eventos más importantes sucedidos entre julio y agosto de 1910, resaltando sobre todo su protagonismo en los mismos.

El Centenario en Cali, presentado como una oferta al altar patrio, contiene un total de 179 páginas, en las que se incluyen retratos de próceres y personalidades locales. La edición está divida de acuerdo a los eventos programados durante el calendario festivo, de esta forma, inicia el 10 de julio con la distribución de premios en el colegio de Santa Librada y finaliza el 7 de agosto, fecha de cierre de la Exposición Industrial y Agrícola, lo que hace de este libro, grosso modo, un compilado de discursos. Los editores se encargaron de recopilar la mayor parte de los textos leídos en los actos, asimismo, reseñaron las funciones del orador y decribieron los lugares, inauguraciones y demás presentaciones realizadas. Así, se encuentran sesiones realizadas en el colegio Santa Librada, el teatro Borrero, la iglesia de San Pedro, el Concejo, la Casa de Gobierno, en el parque de Caycedo y la Biblioteca del Centenario12.

Por fuera del contexto de ceremonias y rituales que tuvieron lugar durante la celebración en Cali, existe un elemento notable en la organización festiva, y es que, aparte de la indudable presencia política que rodeó la programación, un buen número de las sesiones estuvieron dirigidas por asociaciones. El papel de los letrados en la dirección de los eventos fue ciertamente notable; de los recopilados en el texto, solo las actividades encabezadas por el Concejo se encuentran íntegramente dirigidas por funcionarios públicos. En las demás, son letrados y científicos quienes encabezan las reuniones, bien como miembros de la Junta Departamental del Centenario o bien como representantes de sus propias sociedades.

Entre las asociaciones presentes en la celebración estaba la Sociedad Vallecaucana de Jurisprudencia, grupo de abogados constituido a inicios de 1910 para intercambiar saberes, consultar asuntos dudosos, y conciliar intereses y pretensiones opuestas, fines primordiales, según su presidente Francisco Magaña, "de toda agrupación de hombres de corazón y de luces que quieran corresponder lealmente a las necesidades de la sociabilidad, a cuya ley inflexible está sometido el ser que piensa y ama"13. Por otro lado, la Sociedad de Medicina del Cauca, agrupación pionera en el campo científico de Cali, y que, hacia 1910, había publicado más de doscientos números de su Boletín de Medicina, encabezó un acto en el cual dio cuenta de las investigaciones desarrolladas por sus miembros14. Pablo García, presidente de esta sociedad, clausuró el acto con un recuento histórico sobre la trayectoria del conocimiento médico en la región, ahí manifestó que, en medio de las dificultades del sistema educativo nacional, la asociación proporcionaba "un comercio de ideas a la voz y suple lo que cada uno no alcanza a leer por sí mismo". En efecto, las formas de sociabilidad resultaban, en palabras del mismo García, "indispensables para suplir la carencia de centros de instrucción"15.

Por último, en la organización de un homenaje a los héroes, aparece integrada al festejo la novísima Sociedad de Artes y Oficios. De características obreras, esta sociedad representaba el menor escalafón social de los distintos cuerpos partícipes del evento conmemorativo. No obstante, con un total de ocho discursos publicados en el texto, el mayor número respecto a las demás asociaciones, esta sociedad logró aprovechar los espacios que presidió para darse a conocer, alentar por la unidad y fortalecimiento obrero, y legar en la memoria del centenario local un conjunto discursivo bastante rico sobre sus ideales como asociación.

La fuerte presencia de las sociedades demuestra la importancia que, desde la segunda mitad del siglo XIX, había alcanzado el asociacionismo en la vida pública de los países latinoamericanos, de manera que, más allá de su composición y fines concretos, las asociaciones aspiraban a intervenir cada vez más en aquellos debates que referían al conjunto social16. También debe considerarse que la integración de asociaciones académicas e intelectuales en la celebración centenaria partió de un interés oficial, que les concebía como piezas fundamentales de la modernización de la ciudad, características que las convertían en elementos vitales de cualquier régimen republicano17. De igual manera, la aún delgada rama institucional de Cali, ciudad que se estrenaba como capital departamental, ciertamente le impedía desarrollar eventos sin la colaboración de sus sociedades intelectuales; entes que si bien se reconocían como privados, lograban integrarse regularmente en las actividades oficiales18. El hecho de que la edición de El Centenario en Cali -libro impreso en la imprenta comercial de la familia Carvajal19- fuera una iniciativa privada, ajena a la oficialidad, pero no por ello inconexa, da cuenta de la importancia del rol asumido por la elite letrada caleña durante la conmemoración, elite que no estuvo alejada de procesos económicos o políticos coyunturales como el republicanismo20.

En cuanto al ejemplar conmemorativo publicado en Bogotá en 1911, su revisión permite encontrar algunas diferencias notorias en cuanto a la concepción, edición, formato y contenidos respecto a la publicación caleña. Para iniciar, el Primer centenario de la Independencia de Colombia 1810-1910 es un documento oficial y, por consiguiente, de alcance y pretensión nacional. En otras palabras, es el texto insigne de la celebración colombiana, una representación impresa de lo que el régimen político percibía como la fisonomía de la nación21.

Este libro, impreso por la Escuela Tipografía Salesiana y que consta de 425 páginas, incluyendo portadas, índices y un plano de Bogotá, tuvo su origen en la Ley 39 de 1907. Esta ley dispuso que se celebrase el centenario de la Independencia y se presentase, posteriormente, una relación a la Cámara de Representantes que mostrara la forma cómo fue realizado. Su carácter documental salta a la vista con el abordaje de sus primeras páginas, en ellas se señala la serie de intenciones estatales por constituir una comisión encargada del planeamiento y proyección de las actividades a realizarse en Bogotá y el resto del país. A manera de informe, los autores presentaron un recuento del proceso de conformación de la comisión, a saber: la escogencia de sus miembros, la creación de subcomisiones especializadas -como la organización de exposiciones o bibliotecas-, así como las problemáticas presupuestales, la contratación o el manejo de los fondos, entre otros asuntos. Este libro finaliza con la creación de un programa oficial de festejos a desarrollarse durante el mes de julio.

Luego de la amplia antesala oficial, los distintos programas y actos llevados a cabo durante el fasto centenario son expuestos. Divididos por días y horarios, los autores describen los homenajes, los actores sociales involucrados (nuevamente asociaciones académicas e intelectuales), los espacios públicos utilizados y, también, al igual que en Cali, recogen y publican los discursos más importantes. No obstante, son los lugares de la memoria los verdaderos protagonistas del libro. Las inauguraciones y colocaciones, junto a sus formas de exaltación pública: oraciones, salvas, procesiones, entre otras, constituyen el grueso del volumen. Es precisamente en estos relatos, asociados a la construcción de lugares de la memoria, donde se evidencian las huellas del proyecto conservador, del enaltecimiento de la lengua y la religión como elementos constitutivos del ser nacional. Al igual que la edición conmemorativa de Cali, el Primer centenario de la Independencia en Colombia asume una doble condición: primero, la de contenedor de una memoria histórica explícita, que testimonia una serie de acontecimientos festivos motivados por el centenario de la Independencia, y, en segundo lugar, la de una representación simbólica dotada de una naturaleza indiciaria, que devela intencionalidades y propósitos específicos22.

Ahora bien, hubo un libro conmemorativo ajeno a estas pautas, y que por su connotación vale la pena referenciar, pues da cuenta de una intencionalidad peculiar, discrepante con las tendencias que editan discursos, actividades o lugares monumentales: se trata de la edición de Medellín. Encargada por la Sociedad de Mejoras Públicas, Medellín el 20 de julio de 1910 es tanto un álbum fotográfico como un almanaque comercial23. Este libro fue ideado en la fiesta patria, pero con el claro objetivo de "dejar constancia del estado de adelanto en que se halla medellín en la época del centenario, y dar a conocer esta ciudad en el Exterior"24. Asimismo, este impreso puede asumirse como un descriptor de la vocación capitalista de la ciudad; señala el número de fábricas existentes, enumera los proyectos arquitectónicos iniciados y destaca la presencia de una fuerte colonia extranjera, articulada principalmente a casas bancarias. Esta descripción, además, es repetida en francés e inglés, y se nutre de varias fotografías.

No existen discursos en este libro ni recuentos sobre la fiesta, como tampoco homenajes a los héroes o la historia. Es una obra cuya iniciativa, excusada en la celebración, construye una autoimagen estrictamente comercial de la ciudad, no dirigida ni siquiera a un público nacional, sino a uno europeo. La intención de sus editores, la Sociedad de Mejoras, es informar del carácter boyante y cosmopolita de Medellín. La inclusión de un directorio comercial cerca del final del libro reafirma este ideal. Rasgos muy similares observa Álvaro Fernández Bravo en los libros insignes del centenario de Buenos Aires y de Río de Janeiro, donde también son construidas imágenes que pretenden reflejar la existencia de una sociedad ordenada, civilizada e integrada al mercado mundial25. De este modo, la edición conmemorativa de Medellín se aleja de los supuestos simbólicos primordiales de los demás libros, del espectro nacionalista de una identidad basada en un pasado glorioso26.

2. Ser hispanos, ser católicos. Criterios regeneradores en la edición conmemorativa

El hispanismo y la religión fueron, como es conocido, ejes culturales del régimen conservador desde finales del siglo XIX. Si bien Colombia fue uno de los últimos países suramericanos en establecer relaciones diplomáticas con España luego de la Independencia, una vez estas fueron recompuestas en 1881, se vieron rápidamente afianzadas. Los puntos de encuentro entre el pensamiento conservador colombiano y representantes de la intelectualidad hispanista, como Menéndez y Pelayo, permitieron una mayor apertura de los espacios públicos y privados a la cultura española. La defensa del castellano, institucionalizada en la Academia Colombiana de la Lengua, posibilitó tanto un cierre de fronteras frente a los extranjerismos, como la reafirmación de una conexión cultural -"espiritual"- entre los países americanos con España27. De igual manera, la exposición del bagaje intelectual de personalidades, como Miguel Antonio Caro o Rufino Cuervo, dio buena cuenta de la valoración que el régimen otorgó al lenguaje como dimensión cristianizada, como agente civilizador fundamental para el mantenimiento del orden social28. A su vez, acontecimientos como la celebración de los cuatrocientos años del arribo de Colón a América (1892); el desastre español (1898) y el desarrollo del Congreso Económico y Social Hispanoamericano (1900) sirvieron para llamar la atención sobre la producción intelectual española y sus lazos con la ciudad letrada americana29.

La Iglesia, por su parte, tuvo bajo la Regeneración un impulso notable. Ella pudo ver restaurada su posición privilegiada en el país con la Constitución de 1886, así como pudo retomar la batuta del sistema educativo público. La nueva carta política permitió la firma del Concordato en 1888, el acuerdo más favorable a la Santa Sede firmado en Iberoamérica30; acuerdo que rechazó y eliminó las reformas alcanzadas bajo el liberalismo radical de las décadas precedentes31. Como respuesta a esta dinámica, la lengua y la religión, elementos de la cultura política conservadora, pasaron a integrar las representaciones y autoimágenes construidas durante el centenario. Las ediciones conmemorativas dan cuenta de ello y permiten situar su lugar, dimensión y protagonismo, como parte funcional del proyecto nacional regenerador. Para iniciar, el programa publicado en el libro bogotano inaugura las festividades con un homenaje de la colonia española al adelantado Jiménez de Quezada y con la apertura al público del Museo de Ciencias Naturales por parte de los Hermanos Cristianos. El papel de España y el catolicismo, aquí representado por la congregación salesiana, es depositario de los honores inaugurales de la fiesta patria. El homenaje al fundador de Santafé estuvo a cargo precisamente de una personalidad religiosa, el agustino Mateo Colón, quien así se refirió a los lazos de hermandad entre España y Colombia:

Así nos quiere Dios; así nos espera la Historia; arriba nos aguarda la diosa de los triunfos para coronarnos con las aureolas de todas las grandezas: ¡ay de la madre si no se apoya en sus hijas! ¡Hay de las hijas si no quieren estar todas dentro del corazón de la madre!32.

La participación de figuras y compañías religiosas fue constante durante el periodo festivo. Sendos banquetes en los colegios del Rosario y San Bartolomé reunieron a las elites eclesiásticas y políticas del país. Homenajes a la Compañía de Jesús se entremezclaron con manifestaciones de afectos hacia España, alimentando la idea de la comunión familiar hispanoamericana, reforzada luego con la puesta de placas que enaltecieron el heroísmo de conquistadores, gobernantes y demás hombres ilustres venidos de la península. De esta forma, no poco irónica, se apeló a la memoria del adelantado y del virrey como protagonistas de un pasado colonial glorioso e imperial.

Ahora bien, la participación de la clerecía y la exaltación hispánica no se limitó a la capital. El Centenario en Cali atestiguó también la búsqueda de una conexión con el pasado español, de la mano de lo lingüístico y lo religioso. Luego de celebrar una misa en la iglesia de San Pedro, el presbítero Uladislao González intervino con un discurso en el que explicó las nociones de patria y libertad desde una perspectiva devota. La patria, por ejemplo, se avizora como un conjunto de familias y hogares, donde existen:

Los mismos encantos, y en sus moradores el sello indeleble de una misma raza, y se entienden y comunican con un mismo idioma, y viven al amor de unos mismos recuerdos y de unas mismas tradiciones, se amparan bajo el mismo templo y bajo el mismo capitolio; tenéis allí, radiante de belleza, la figura de la patria, desplegando a los vientos de la bandera33.

Asimismo, la noción de libertad tomó, en la oratoria del presbítero González, un aura sagrada, pues fue presentada como obra del mismo Jesucristo y fin último de toda comunidad cristiana. Según él, la acción del cristianismo producía la libertad por tres motivos: porque hace a los pueblos virtuosos y gobernables, porque forma mejores príncipes, más paternales y consagrados a los pueblos, y porque forma las constituciones más amplias y generosas, las más enemigas del despotismo34.

No obstante, se debe advertir que este conjunto de elementos simbólicos y figuras retóricas no fueron exclusivas de las fiestas patrias durante los Gobiernos conservadores. La influencia del catolicismo y sus formas de sociabilidad asociativas en la esfera pública ya era manifiesta desde antes de la Regeneración; las cuales, incluso, se fortalecieron durante el régimen radical35. La posición central de la Iglesia en los festejos simplemente reafirmó el poder alcanzado bajo el auspicio conservador; el poder de regular conductas e incentivar una determinada narrativa histórica afín a sus principios. Una muestra de esto se encuentra en el discurso del canónigo rector del Colegio del Rosario, Rafael María Carrasquilla, para quien la historia de la Colombia independiente era inseparable de la labor "civilizadora" de la Iglesia, que:

Abrió los caminos por donde transitamos todavía, fundó nuestras ciudades y villas, levantó las iglesias donde oramos, los colegios donde aprendimos, los hospicios, los hospitales y asilos que dan á los infieles el pan del alma y el del cuerpo. [...] Mirar a la Iglesia católica con indiferencia o desvío es en un patriota una ingratitud abominable; odiarla, perseguirla, es el crimen del hijo de Agripina, que hizo dar de puñaladas a su madre36.

El 20 de julio, fecha en la que se dijeron estas palabras, también se pronunció el entonces presidente de la República gral. Ramón González Valencia, quien junto al delegado apostólico mons. Ragonesi, afirmó que la Iglesia católica sería siempre un elemento vital del orden social, y que "Natural es que nuestra madre Iglesia acompañe, como lo está haciendo, a sus fieles hijos en el júbilo de este día, ella que tan grande y gloriosa parte tuvo [...] en los memorables acontecimientos de 1810 [...]"37. La articulación Iglesia-Estado fue pues notoria, sintomática del esfuerzo conservador por regular y ordenar la población bajo unas mismas pautas. Los libros conmemorativos ilustran este esfuerzo. Mientras en la iglesia de Veracruz se instalaban placas en honor a los próceres ajusticiados en 1816 y se inauguraban casas para familias pobres bajo el patrocinio de la Sociedad de San Vicente de Paúl; en Cali, se colocaba una escultura de fray Damián González y el gobernador Pablo Borrero describía a Bolívar como un moisés libertador, recurso idealizador de frecuente uso en los sermones decimonónicos38.

No obstante, y pese a las claras similitudes, pueden percibirse en las ediciones conmemorativas dos aspectos claves que contrastan las fiestas de cada urbe. En primer lugar, la edición bogotana enfatiza el carácter excluyente y centralista que tuvo la conmemoración, al relatar cómo el mayor porcentaje de realizaciones y actos se concentró en la capital. Además de las dificultades económicas del Estado, que impidieron el diseño de un programa festivo mayor, equitativo en cuanto a la distribución de recursos entre ciudades y provincias, un elemento ideológico pudo contribuir también a que la concentración festiva fuera desigual: la promoción del cachaco como arquetipo nacional. Como advierte Miguel Ángel Urrego, todo arquetipo nacional es una forma regional que se hace dominante, y el pensamiento regenerador concebía justamente la nación para la región cundiboyacense, mayoritariamente católica y conservadora39. Esta particular concepción alimentaba la idea de que la periferia provinciana se constituía como un terruño salvaje, ajeno a las luces del centro; esto claramente jugó un papel en el carácter excluyente y centralista que tomó el fasto40.

Esta centralización festiva alentó el segundo de los aspectos que diferenciaron la celebración entre las ciudades: la exaltación de una memoria regional tendiente a construir tradiciones y resguardos memoriales propios. Para Cali, el centenario representó una oportunidad para enaltecer su historia, para construir heroísmos y exaltar acontecimientos que permitiesen estructurar sistemas de identificación y oposición, necesarios para una ciudad que solo recientemente adquiría una preeminencia regional41. De esta manera, la edición conmemorativa permite documentar las contradicciones propias de un proyecto nacional no consolidado. Por un lado, la construcción y exaltación de las memorias locales, y, por el otro, el propósito por construir un relato nacional arquetípico, que identificaba a Bogotá como núcleo del proceso independentista, y le asumía como meca de las artes, la cultura y el progreso del país42.

3. El primer centenario: entre la construcción nacional y la memoria regional

Si algo caracteriza los contenidos de las ediciones conmemorativas del primer centenario de la Independencia resultantes de Bogotá y Cali, entre 1910 y 1911, es un conjunto de actores, acciones y espacios de articulación intelectual. Como se mencionó en líneas anteriores, la participación de asociaciones y círculos académicos e intelectuales en las manifestaciones centenarias fue cuando menos constante para el caso de la capital, como vital y trascendente lo fue para los actos realizados en Cali.

Las elites letradas de ambas urbes coincidieron en aspectos evidentes. Además de reunir representantes de vocaciones disímiles (poetas, médicos, abogados, etcétera), contribuyeron a crear lugares temporales de sociabilidad y a dirigir emprendimientos cívicos e editoriales, como una forma de publicitarse y distinguirse. La coincidencia de algunas generaciones letradas con la celebración centenaria les representó una ocasión para revalidar su importancia en la esfera pública nacional y regional, debido a su capacidad de articulación con la oficialidad o al dominio mismo que tuvieron sobre ella. Las ediciones conmemorativas examinadas, son un producto de esta articulación y sus imágenes legadas, los lugares de la memoria construidos, permiten evidenciar algunos puntos divergentes entre los ideales refrendados por la fiesta del centro y aquellas de la periferia43.

Para iniciar, el programa expuesto en la edición bogotana da cuenta de la exaltación de ciertas figuras ya consideradas "patrias", como José Acevedo Gómez, Camilo Torres, La Pola, Ricaurte y Nariño, de quienes se levantaron estatuas, bustos o se presentaron óleos. A estos actos se sumarían algunos más obvios, como la coronación de los ya establecidos monumentos de Bolívar y Santander. El homenaje a Nariño, sin embargo, realizado el 20 julio, entregó uno de los ejemplos más notables de construcción de memoria oficial en el marco de la celebración centenaria. En el libro, este homenaje abarca 17 páginas, entre discursos e imágenes de las personalidades participantes, y se consideró el hecho más destacado del día.

Como una iniciativa de Soledad Acosta de Samper, este evento reunió a los "Cuerpos del Estado, a las Academias y Sociedades científicas, literarias, artísticas y de beneficencia de la capital de la República"44. En efecto, el poder ejecutivo, así como la Comisión del Centenario, la Asamblea, la Corte, los representantes del clero secular y regular, el gobernador, entre otros funcionarios, acompañados por la Academia Colombiana de la Lengua, las sociedades, facultades y colegios, se dieron cita para exaltar la memoria de Nariño en un monumento de bronce.

La coronación de la escultura fue el momento culmen del acto y, a diferencia de otros rituales semejantes, la colocación de este objeto simbólico expuso la intención de los organizadores por establecer un vínculo con la tradición de la coronación heroica. Esta tradición tiene su origen en la antigüedad clásica y desde la época de la Independencia se utilizó como estrategia de reconocimiento de valores civiles, políticos o militares45. El papel de las elites letradas fue ciertamente

vigoroso en este acto, pues la coronación del monumento a Nariño le igualó en calidad simbólica al de Bolívar, quien fue coronado cuatro días después.

La representación del llamado Precursor adquirió así una significancia nacional, por cuanto se sacralizó desde y para el mismo Estado colombiano, sus instituciones y fuerzas, así como para los representantes de las sociedades intelectuales más destacadas de Bogotá. Carlos Arturo Torres y Hernando Holguín y Caro esbozaron en sus discursos la importancia de Nariño para la historia nacional. Según el primero:

No iguala Nariño a Bolívar en la llamarada del genio, ni a Santander en el superior sentido administrativo, ni a Sucre en las dotes ni en la fortuna del soldado; pero nadie le supera en cuanto es la egregia grandeza del carácter, la generosidad y nobleza del espíritu, la formidable intuición revolucionaria y la intensidad del patriotismo46.

Holguín colabora con el homenaje al catalogar a Nariño como el tipo por excelencia del bogotano y exclama:

¡Hoy vuestros hijos, y lo somos todos los colombianos, nos agrupamos en torno a vuestra memoria [...]; y ella, la patria, ella, la madre Colombia, abre su seno para recibir vuestras reliquias, y levanta aquí vuestra imagen, y proclama, como eco de vuestras últimas palabras, que ninguno la amó como vos la amasteis!47.

El fasto centenario entregó así, a través, una vez más, del libro conmemorativo oficial, una muestra muy interesante de la construcción de una memoria histórica articulada a un ideario nacionalista. La cual, por supuesto, era de tipo centralista centralista, pues supuso la elevación de la figura de Nariño no solo como arquetipo del buen colombiano, como se ha mencionado, sino también del buen bogotano, figuras que parecían asimilarse muy bien. En este sentido, Bushnell ha mostrado cómo el ideario centralista de la Regeneración, desde Núñez particularmente, pudo articularse con las frustraciones de Nariño. Este prócer que, por su lucha contra los federalistas, fue entendido como antecesor de la causa conservadora y homenajeado en 1886 y 1910 con la representación de su rostro en los motivos filatélicos nacionales48.

Ahora bien, estas imágenes nacionales, construidas o retocadas durante 1910, y concentradas en la capital colombiana, no se reflejaron con la misma pompa y anhelo reparador en ciudades como Cali. En esa población, la representación política local y regional, junto con los grupos letrados a ella articulados, enaltecieron su propia memoria local, inaugurando monumentos representativos de la ciudad y de su historia política, militar, y religiosa49. Se debe recordar, como se dijo anteriormente, que Cali llevaba pocos meses como capital departamental; la separación del arbitraje de Popayán había liberado muchos proyectos de las elites regionales, para quienes la autonomía administrativa suponía libertad de inversión y de proyección50. El debate de la modernidad y la modernización parecía depender mucho de la nueva condición administrativa de la ciudad, y la celebración del primer centenario ciertamente sirvió de excusa para publicitar a Cali como un centro progresista y civilizado.

La memoria se concibió, entonces, como un elemento a ser enaltecido, por cuanto podía legitimar las razones políticas y económicas de la separación del otrora Gran Cauca desde una mirada histórica. Esto cargaba en Cali y las ciudades confederadas del Valle un papel destacado desde la eclosión juntera de 1808, donde Cali antagonizó con Popayán, y se acercó a Nariño a través de Caycedo y Cuero. De este modo, el diálogo con la "nación" promovida desde el centro se articuló, quizá sin proponérselo, a través de la dimensión heroica. Así, el Centenario en Cali permite observar las iniciativas oficiales y privadas encaminadas a la recuperación y exaltación de la memoria histórica de la urbe, de sus próceres y su cultura, siempre con el afán de presentarla como digna de su nueva posición.

En primer lugar, y a diferencia de la edición bogotana que reboza en imágenes de políticos y letrados, así como de los múltiples actos realizados, la modesta edición caleña ilustra sus páginas con tan solo ocho retratos fotograbados: los de Simón Bolívar, Joaquín de Caycedo y Cuero, Eusebio Borrero, Vicente Bustamente, José María Caicedo y Zorrilla, fray Damián González y Vicente Borrero, quien se retrata dos veces. Aunque pocas, estas imágenes constituyen un ejemplo notable de la importancia de enaltecer aquellos personajes ilustres de origen local o regional, con el fin de dar cuenta de un pasado ejemplar y heroico. Aquí, el papel de las elites resultó determinante, ya que aquellos apellidos rememorados son mantenidos por quienes rememoran. Mario Caicedo, por ejemplo, encabezó fundaciones como la de la Biblioteca del Centenario, mientras que Guillermo y Pablo Borrero, este último primer gobernador del Valle del Cauca, fueron comunes oradores de los actos festivos.

Los homenajes a los héroes y personajes ilustres se complementaron con la elaboración de esculturas, como la del parque de la Constitución, rebautizado luego como parque Caycedo, en honor a la construcción de una estatua representativa del "prócer" caleño, que pese a ser proyectada para 1910, no se estableció sino hasta 1913. En torno a este proyecto dijo Andrés Lenis:

Nada hay tan justo como el rendir homenaje de gratitud a los que vertieron en el sacrificio del cadalso su sangre por alcanzarnos patria y dejarnos la lección del deber para enseñarnos a ser libres [...] Mañana, cuando se alce aquí austera e imponente la figura del prócer, vendrá a acariciarla la voz del reconocimiento, hijo de la gratitud de las generaciones venideras, a quienes el desprendimiento del caudillo hizo conocer el orgullo santo de las democracias [...]51.

Como parte fundamental de la celebración también aparecieron las inauguraciones de obras públicas, las cuales parecían demostrar la llegada de la civilización. Eventos como la apertura del tranvía propiciaron la presentación de nuevos y rutilantes discursos, como el de Belisario Zamorano, quien pronosticó un futuro económicamente fenomenal para Cali, según él:

[...] no habrán sido muchas las vueltas que haya dado el cuadrante del tiempo, antes de que aparezca Cali, como una de las ciudades más prósperas y adelantadas en este Continente, desde el Golfo de México al Cabo de Hornos. Si; la llamada hoy [...] Sultana del Valle, se denominará pronto, por su proximidad al mar de Balboa, con su casi realizado Ferrocarril, La Perla del Pacífico en Colombia, como lo es hoy la gallarda Valparaíso en nuestra hermana querida, la República de Chile, de quien será Cali, muy pronto, su digna rival en gentileza y prosperidad52.

Si bien parece que cien años después de este discurso, Cali aún no logra ser rival en "gentileza" y "prosperidad" del puerto chileno. Las palabras de Zamorano permiten imaginar esa ilusión de progreso que envolvía a los representantes de Cali y del departamento. Los anhelos de los letrados, sus ideales de ciudad y de región son pues palpables en el compilado de discursos pronunciados con motivo del centenario. La visión de una modernidad cercana, al alcance de la mano parecía no ser discutible. EXIstía también una crítica severa hacia el tiempo perdido, hacia un siglo XIX que solo había traído estancamientos, temores y muerte, mientras se abrazaban los primeros años del siglo XX como un periodo en el que se podrían dar grandes pasos en la cultura y en las ciencias, que convertirían a la ciudad y el departamento en espacios modernos y civilizados.

Comentarios finales

Distintas conclusiones surgen luego de analizar la edición conmemorativa colombiana de 1910. Si bien es necesario un análisis más sistemático, que abarque el total de los libros existentes53, es posible resaltar algunos hallazgos encontrados con esta aproximación, todos ellos percibidos desde páginas atrás. Desde el primer enfoque aquí aplicado, los libros del centenario constituyen un producto intelectual, creado mancomunadamente entre distintos actores del espacio público urbano. Instituciones oficiales y sociedades académicas y culturales de interés privado se articularon en pos de la celebración como ejes primordiales, constitutivos y representativos de sus ciudades. Factores como el reconocimiento público y el estatus jugaron un papel notable.

En segundo lugar, los libros pueden ser asumidos como parte e imagen del proyecto cultural regenerador. Elementos asociados al hispanismo, como la raza, la lengua y la religión, ejes del modelo de orden conservador, se ilustran en los contenidos. Esto se da bien a través de la activa y recurrente participación clerical o bien con los homenajes desde y hacia España54. Este carácter, sin duda, propició que las ediciones aquí analizadas, sobre todo la oficial, den cuenta de un ejercicio de manipulación memorística. Las guerras civiles de las últimas décadas del siglo XIX, tan cercanas cronológicamente, no son recapituladas55. Se leen homenajes a los conquistadores, a los mártires o héroes anónimos de la Independencia, pero menciones a las víctimas del conflicto partidista parecieran ser actos censurables, que no deben inscribirse en la conmemoración ni en su memoria impresa. Más que una capacidad de resiliencia, la edición conmemorativa colombiana expone una fuerte capacidad de olvido, que obvia las huellas que pueden fatigar la memoria colectiva56, o bien representar, ante otros, una imagen institucional que no es la pretendida.

Esta capacidad de olvidar -y asimismo manipular- se percibe también, aunque distintamente, en aquellos elementos sociales no visibilizados por las ediciones. El pueblo llano, por ejemplo, no es protagonista ni antagonista. En la edición oficial resalta en el lugar del público y solo en la colocación de la estatua de Policarpa Salavarrieta parece tomar otro rol57. En cuanto a la edición caleña, solo se vislumbra cierta participación popular en los discursos de la Sociedad de Artes y Oficios, asociación autocalificada como obrera. Pese a estos dos casos, es claro que, al ser su objetivo exponer una serie de representaciones de la sociedad colombiana, que apelan a la construcción de un orden, los libros se convierten en expresión del carácter homogeneizador del proyecto nacional cursante, un proyecto excluyente de aquellos no asumidos dentro del imaginario nacional: indígenas, afrodescendientes o demás grupos populares ajenos a los caracteres "nacionales".

Como expone Carlos Sanhueza, acogiendo la crítica de Anthony D. Smith al concepto de comunidades imaginadas de Benedict Anderson y al de tradiciones inventadas de Eric Hobsbawm, el ritual y la propaganda expresan y multiplican sentimientos, convenciones o juicios preexistentes, así como aspectos étnicos, religiosos y familiares58. Así, los países decimonónicos no surgen del vacío, sino que se crean sobre bases culturales previas, como la de la comunidad religiosa o étnica dominante, que posee mayores resonancias en la población. De este modo, la labor intelectual en la inscripción de las memorias nacionales, es tanto imaginativa, como reconstructiva y reinterpretativa59. En este caso, el análisis de la edición conmemorativa da cuenta de un ideal de blanqueamiento racial, que invisibiliza aquella parte de la población no ajustada al arquetipo blanco y católico, que se sacraliza como único depositante de la inteligencia y el poder60.

Por último, y en correspondencia con lo anterior, la creación-recuperación de la memoria histórica a través de la construcción de lugares de la memoria durante 1910 y la detallada descripción de estos actos contenida en los libros, configura a estos últimos como documentos-monumentos cargados de una intencionalidad política, que los hace complementarios de las placas y estatuas colocadas durante la fiesta. Son, en otras palabras, complejos sistemas de representaciones, tanto verbales como visuales, que dinamizan las relaciones entre una cultura del espectador (y el espectáculo), y una cultura del lector (y la lectura). La complejidad de características, propias a cada texto, permite, a su vez, encontrar las diferencias entre las celebraciones urbanas. Si el fasto permitió a Bogotá resaltar su condición capitalina y, por tanto, afianzar su lugar como cuna de las tradiciones y narrativas nacionales, en Cali, la celebración sirvió de excusa para exponer la importancia histórica de la ciudad durante la Independencia y, también, para alentar imaginarios de modernidad al calor de la realización de actos cívicos y obras públicas.

En síntesis, se puede proponer que la edición conmemorativa colombiana constituye un material muy rico para la labor historiográfica. Su ideación y fabricación, así como la variedad de actores, ritos, discursos y espacios que convergieron en las tareas de 1910, y que las ediciones reúnen, las convierten en grafías políticas y mnésicas muy singulares. Efectivamente, ellas hacen parte de un complejo juego de representaciones y de un lenguaje de poder que expone, según Balandier, formas de diferenciación, pero también, se debe agregar, de asimilación y homogeneización social61. Examinar la edición conmemorativa, es pues, examinar la puesta en escena de una herencia selectiva, de un pasado idealizado según las necesidades del poder62. Plantearse pues preguntas alrededor de la recepción y circulación de estos libros puede arrojar nuevas conclusiones sobre su incidencia, así como ayudar, finalmente, al rescate historiográfico de estos trabajos intelectuales, que como partes de un set de herramientas mayor, impulsaron y sostuvieron, sino un muy largo régimen, sí un conjunto de imaginarios aún palpables dentro de la sociedad colombiana.


Pie de página

1"Homenaje de España a Colombia en el Centenario", 15 de julio de 191G, en Emiliano Isaza y Lorenzo Marroquín, Primer Centenarie de la Independencia en Colombia 1810-1910 (Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana, 1911), 30.
2Véase: Jacques Le Goff, "Documento/Monumento", en El orden de la memoria. El tiempo como imaginario (Barcelona: Ediciones Paidós, 1991), 227-239.
3Una mirada al contexto y los imaginarios del progreso que envolvieron el surgimiento de una tradición conmemorativa en Occidente, a través de la celebración de centenarios, tradición instituida a finales del siglo XIX, puede verse en: Eric Hobsbawm, "La revolución centenaria", en La era del Imperio (Barcelona: Crítica, 1998), 21-41.
4Para un análisis comparativo de alcance continental, véase la tesis doctoral inédita de Gerson Ledezma Meneses, "Festa e forças profundas na comemoracao do primeiro centenario na independencia na America Latina (estudos comparativos entre Colombia, Brasil, Chile e Argentina)" (Tesis doctoral, Universidad de Brasilia, 2000).
5Miguel Ángel Urrego, Intelectuales, Estado y nación en Colombia, de la Guerra de los Mil Días a 1991, (Bogotá: Siglo del Hombre Editores 2002), 43. Véase también Rubén Sierra Mejía, "Miguel Antonio Caro: Religión, moral y autoridad", en Miguel Antonio Caro y la cultura de su época, coord. Rubén Sierra Mejía (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004), 9-31.
6Roland Barthes, El grado cero de la escritura seguido de nuevos ensayos críticos (México: Siglo XXI editores, 2006), 32.
7Remito especialmente a los trabajos de Frédéric Martínez, "¿Cómo representar a Colombia? De las exposiciones universales a la Exposición del Centenario, 1851-1910", en Museo, memoria y nación, ed. María Emma Wills Obregón y Gonzalo Sánchez (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 1999), 323-331; Carolina Vanegas Carrasco, "Disputas simbólicas en la celebración del Centenario de la Independencia de Colombia en 1910", en Memorias del XV Congreso Colombiano de Historia (Bogotá: Asociación Colombiana de Historiadores, 2010).
8Pierre Nora, "Entre mémoire et histoire", en Les lieux de mémoire, 1, La République, dir. Pierre Nora (Paris: Gallimard, 1984), 35. Para una traducción al español de este capítulo véase Pierre Nora, Pierre Nora en Les lieux de mémoire, trad. de Laura Masello (Santiago de Chile: Lom Ediciones, 2009).
9Nora, Pierre Nora en, 35-36.
10Entre los libros que pueden ser analizados como parte de la edición conmemorativa nacional, se encuentran, por los lados del deseo intelectual: José María Quijano Wallis, Tres discursos en los festejos del centenario (Bogotá: Imprenta del "Nuevo Tiempo", 1910); Adolfo León Gómez, Ofrenda a la patria en el centenario de su Independencia: discursos, artículos y conferencias (Bogotá: Ed. Sur América, 1910); Vicente Olarte Camacho, Centenario de la Independencia. Homenaje a los hombres civiles (Bogotá: Imprenta del Diario colombiano, 1910), y Soledad Acosta de Samper, Biografía del general Antonio Nariño (Pasto: Imprenta Departamental, 1910). Desde la perspectiva bibliográfica, puede incluirse el Catálogo 383 de Karl W. Hiersemann, Venezuela, Colombia, Ecuador. En el centenario de su Independencia 1810-1810 (Leipzig: Verlag von Karl W. Hiersemann, 1910), y Soledad Acosta de Samper, Biblioteca histórica: época de la Independencia y presidentes de la Nueva Granada, 2 vol. (Bogotá: Imprenta Moderna, 1910). Por último, en lo religioso, la Circular del Excmo. Señor Delegado Apostólico [Mgr. Ragonesi] a los reverendísimos señores arzobispos y obispos de Colombia: con ocasión del primer centenario del natalicio de la República (Bogotá: Escuela tipográfica Salesiana, 1910).
11Gerson Ledezma Meneses, "El pasado como forma de identidad: Popayán en la conmemoración del Primer Centenario de la independencia 1910-1919", Memoria & Sociedad 11, no. 22 (2007): 70.
12Sobre los esfuerzos de la elite letrada de Cali por formar una biblioteca pública en la ciudad, véase: Juan David Murillo Sandoval, "Creando una biblioteca durante la Regeneración: la iniciativa del Instituto Literario de Cali en 1892", Historia Crítica, no. 45 (2011): 184-205.
13Ernesto Ayala y Ramón Bonilla, Centenario en Cali. Compilación de los discursos pronunciados con motivo de la gran fecha (Cali: Imprenta Comercial. 1910), 89.
14Evaristo García, por ejemplo, presentó su investigación "Los Gusanos Urticantes del Valle", proyecto que se publicó el mismo año.
15Ayala y Bonilla, Centenario en Cali, 137.
16Hilda Sabato, "Nuevos espacios de formación y actuación intelectual: prensa, asociaciones, esfera pública (1850-1900)", en Historia de los intelectuales en América Latina, vol. 1, ed. Carlos Altamirano (Buenos Aires: Katz Editores, 2008), 392.
17Un análisis del interés político y nacionalista por las cuestiones relativas a la sociabilidad, en sus múltiples acepciones durante mediados del siglo XIX, puede verse en Juan Poblete, "Lectura de la sociabilidad y sociabilidad de la lectura: La novela y las costumbres nacionales en el siglo XIX", Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, no. 52 (2000): 11-34.
18La trascendencia del asociacionismo caleño en el desempeño de actividades cívicas puede analizarse de forma particular desde la década de 1880, con la creación del Instituto Literario, véase: Juan David Murillo Sandoval, "Creando una biblioteca durante la Regeneración", 189-194. Si bien fueron varias las sociedades surgidas durante el periodo finisecular, la comunidad letrada de Cali fue característicamente pequeña y sus miembros pudieron entrecruzarse entre ellas o entre sus órganos de difusión. La actividad periodística fue un elemento que identificaría al letrado urbano, como también lo sería la militancia política en torno a la tendencia republicana, tan en boga durante el periodo posterior al quinquenio de Reyes. Sobre la relación entre letrados, el periodismo y la política local y regional, véase: Aura Hurtado, "Opinión pública y formación del departamento del Valle, 1903-1910", Revista CS, no. 7 (2011): 161-192.
19La trayectoria de la familia Carvajal, aún por ser estudiada desde la historia social y empresarial, es diciente de la articulación, en distintos niveles de las habilidades empresariales, intelectuales y políticas de sus miembros, con la emergencia de un nuevo contexto económico y administrativo favorable para el departamento. Este nuevo panorama integró al Valle del Cauca a los mercados regionales gracias a su salida al Pacífico por Buenaventura; asimismo, el Canal de Panamá, abierto en 1914, y la construcción de una infraestructura vial regional surgieron como elementos fundamentales para entender la ascensión y crecimiento de una iniciativa empresarial de índole editorial, como fue la de los Carvajal. Una mirada histórica a estas transformaciones puede verse en Óscar Almario García, La invención del Suroccidente colombiano. Tomo II (Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana, 2005), 185-233.
20Véase el ya clásico trabajo de Lenin Flórez, Modernidad política en Colombia, republicanismo en el Valle del Cauca. 1880-1920 (Cali: Universidad del Valle, 1997), 67-1G3. Cabe anotar que esta tendencia política, denominada republicanismo, aglutinó algunos intelectuales que alcanzarían vigencia y reputación en la esfera pública posterior a 191G, hablamos de miembros de la llamada Generación del Centenario, como Enrique Olaya Herrera y Agustín Nieto Caballero.
21Según Lorenzo Marroquín, Emiliano Isaza y Silvestre Samper Uribe encargados en último término de la obra, este era un texto "esencialmente nacional", ya que no se articulaba, supuestamente, a ninguna parcialidad intelectual o política, o mucho menos regional, véase: Isaza y Marroquín, Primer centenario de, II.
22Sobre la densa y periódicamente renovada discusión acerca de las relaciones entre memoria e historia, siempre pertinente, véanse: Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido (México: Fondo de Cultura Económica, 2004) y Roger Chartier, El presente del pasado. Escritura de la historia, historia de lo escrito (México: Universidad Iberoamericana, 2005).
23Este libro fue editado en Leipzig por Víctor Sperling, quien también tuvo a su cargo la impresión de otros textos conmemorativos, como la reimpresión de los Cuadros de costumbres neogra-nadinas de Ramón Torres Méndez y el Acta de la revolución del 20 de julio de 1810. Al respecto véase: Carolina Vanegas Carrasco, "Representaciones de la Independencia y la construcción de una 'imagen nacional' en la celebración del Centenario en 1910", en Las historias de un grito. doscientos años de ser colombianos. Exposición conmemorativa del bicentenario 2010, eds. María Victoria de Robayo, Olga Isabel Acosta Luna y Ángela Santamaría Delgado (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2010), 106. Sobre la importancia de la casa Sperling en la vida empresarial de Me-dellín, véanse Rodrigo de J. García Estrada, Los extranjeros en Colombia: su aporte a la construcción de la nación (1810-1920) (Bogotá: Planeta, 2006) y Ricardo Olano, Memorias. Tomo I (Medellín: Fondo Editorial Universidad Eafit, 2004).
24Sociedad de Mejoras Públicas, Medellín, el 20 de julio de 1910 (Leipzig: Ed. V. Sperling, 1910), 3.
25Álvaro Fernández Bravo, "Celebraciones centenarias: nacionalismo y cosmopolitismo en las conmemoraciones de la Independencia (Buenos Aires, 1910-Río de Janeiro, 1922)", en Galerías del Progreso. Museos, exposiciones y cultura visual en América Latina, eds. Beatriz González Stephan y Jens Andermann (Argentina: Beatriz Viterbo Editora, 2006), 331-372.
26Un caso especial del apego a los vestigios y glorias pasadas lo entregó la ciudad de Popayán, donde el rescate de la memoria decimonónica fue una política direccionada por sus élites, véase: Ledezma Meneses, "El pasado como forma de identidad", 72-73.
27Malcolm Deas, "Miguel Antonio Caro y amigos: Gramática y poder en Colombia", en Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, política y literatura colombianas (Bogotá: Taurus, 2006), 47-52.
28Erna von der Walde Uribe, "Limpia, fija y da esplendor: el letrado y la letra en Colombia a fines del siglo XIX", Revista Iberoamericana 53, no. 178-179 (2007): 77.
29Aimer Granados, Debates sobre España. El hispanoamericanismo en México a fines del siglo XIX (México: El Colegio de México/Universidad Autónoma Metropolitana, 2005), 101-150.
30Brian Hamnett, "La Regeneración 1875-19GG", en Historia de Iberoamérica, Tomo III, Historia Contemporánea, coord. Manuel Lucena Salmoral (Madrid: Ediciones Cátedra, 1998), 365-366.
31Si bien la mayor parte de elementos simbólicos asociados con la fiesta cívica liberal también fueron sustituidos o transformados bajo el régimen conservador, hubo otros que se reivindicaron durante 191G. Los cuales perdieron su vigencia solo con el transcurrir del siglo XX, como fue el caso de Santa Librada: Isaza y Marroquín, Primer centenario de, 132. Para Jaime de Almeida, este elemento puede analizarse más que como un lugar de la memoria, como un lugar de olvido emblemático, atendiendo las reclamaciones de una sociedad americana cuya angustia pesa menos sobre una nostalgia del pasado, que sobre el futuro de nuestro tiempo presente. Véanse: Jaime de Almeida, "Santa Librada en nuestra agenda para el Bicentenario", en Memoria, historia y nación. A propósito del bicentenario de la Independencia latinoamericana, comp. Javier Guerrero Barón y Luis Wiesner (Medellín: La Carreta, 2010), 129-135 y "Santa Librada, patrona del día 2G de julio, en el primer centenario de la Independencia de Colombia", en 200 años de Iberoamérica (1810-1910). Actas del XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, ed. Eduardo Rey Tristán y Patricia Calvo González (Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, 2G1G), 382-395.
32Isaza y Marroquín, Primer Centenario de, 32.
33Ayala y Bonilla, Centenario en Cali, 43.
34Ayala y Bonilla, Centenario en Cali, 51.
35Véase: Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación (Colombia, 1820-1886) (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2G11).
36Isaza y Marroquín, Primer Centenario de, 143-145.
37Isaza y Marroquín, Primer Centenario de, 147.
38Otra edición conmemorativa, la de Ibagué, también da cuenta de esta tendencia, al reproducir fragmentos de prensa y constituciones en los cuales se apeló a figuras como la Inmaculada Concepción para refrendar los gestos independentistas, particularmente, aquellos del estado de Cundinamarca durante 1813. Véase: David Orjuela Pérez, Tributo al centenario. Ibagué (Ibagué: Imprenta de la Diócesis, 1910), 11. Sobre los usos de los personajes bíblicos en la retórica independentista véanse: Margarita Garrido, "Nueva Granada entre el orden colonial y el republicano: lenguajes e imaginarios sociales y políticos", en Las independencias hispanoamericanas. Interpretaciones 200 años después, ed. Marco Palacios (Bogotá: Norma, 2009), 93-125 y la reciente monografía de Viviana Arce Escobar, "El púlpito como campo de batalla. Debate sobre la soberanía en los sermones neogranadinos, 1808-1821" (Tesis de maestría, Universidad de los Andes, 2011) 55-65.
39Urrego, Intelectuales, Estado y nación, 43-56.
40Una mirada más detallada al papel de las élites bogotanas durante el fasto de 1910 puede encontrarse en los múltiples y complementarios trabajos de Carolina Vanegas Carrasco ya citados.
41Véase: Hurtado, "Opinión pública y formación", 161-192.
42Sobre las querellas de la memoria propiciadas por Bogotá frente a ciudades como Cartagena y Popayán, véase: Vanegas Carrasco, "Representaciones de la Independencia", 105.
43Sobre el lugar de Cartagena de Indias en estas disputas memoriales durante el primer centenario, véase: Raúl Román Romero, "Memorias enfrentadas: Centenario, nación y Estado 1910-1921", Memorias. Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe 2, no. 2 (2005): sp.
44Isaza y Marroquín, Primer centenario de, 156.
45Carolina Vanegas Carrasco, "Coronación simbólica de un héroe: la estatua de Nariño en el primer Centenario de la Independencia", Cuadernos de Curaduría, Quinta edición (2007): 10. Sobre la especial relación de la fiesta revolucionaria francesa con la simbólica griega y romana, véase de Mona Ozouf, La fête révolutionnaire 1789-1799 (Paris: Gallimard, 1976), 441-474.
46Isaza y Marroquín, Primer centenario de, 160.
47Isaza y Marroquín, Primer centenario de, 166.
48David Bushnell, "La Regeneración Filatélica", en Ensayos de historia política de Colombia. Siglos XIXy XX, ed. David Bushnell (Medellín: La Carreta Editores, 2005), 139-146.
49El caso de San Juan de Pasto fue diciente de una celebración acorde con ciertos criterios centralistas. Bajo el régimen conservador, Pasto ascendió como capital del nuevo departamento de Nariño, figura heroica que se recreó en efigies y lugares de la memoria urbana durante 1910. Una mirada al papel de las elites pastusas en el periodo entre siglos en: María Teresa Álvarez Hoyos, Élites intelectuales en el sur de Colombia, Pasto 1904-1930 (Pasto: Rudecolombia/Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia/Universidad de Nariño/Ascun, 2007).
50Véase Ledezma Meneses, "El pasado como", 74.
51Ayala y Bonilla, Centenario en Cali, 80-81.
52Ayala y Bonilla, Centenario en Cali, 69.
53Libros del centenario, además de los aquí mencionados, se imprimieron en Manizales, Ipiales, Tunja, y Riohacha.
54Incluso sus autores, entre los que sobresale Emiliano Isaza, fueron representantes de una tendencia letrada muy afecta a la gramática castellana, que tuvo en Rufino Cuervo y el mismo Miguel A. Caro a sus más prominentes cabecillas. Isaza editó, por ejemplo, junto a Elías Zerolo, Miguel Toro y otros letrados, el Diccionario Enciclopédico de la Lengua Castellana, impreso por Garnier en 1900.
55Un accionar similar, para el paradigmático caso conmemorativo de la Francia posrevolucionaria, es observado por Le Goff, El orden de, 168-169.
56Resulta inevitable remitir aquí a Paul Ricceur, La memoria, la historia, 531-581.
57Sobre la imagen de La Pola y su proyección en el imaginario nacional, véanse los trabajos de Sarah González de Mojica, "Poli-carpa Salavarrieta, versiones de las imágenes de una heroína de la Independencia", en Memorias del XV Congreso Colombiano de Historia (Bogotá: Asociación Colombiana de Historiadores, 2010) y "La leyenda de Policarpa Salavarrieta", en Entre el olvido y el recuerdo. Iconos, lugares de memoria y cánones de la historia y la literatura en Colombia, eds. Carlos Rincón, Sarah de Mojica y Liliana Gómez (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2010), 139-179.
58Sobre la crítica de Anthony D. Smith, la cual más que invalidar, problematiza y complementa los postulados de Hobsbawm y Anderson, véase: Nationalism and Modernism. A Critical Survey or Recent Theories of Nations an Nationalism (Londres: Rout-ledge, 1998), 117-142. Existe traducción al castellano: Anthony D. Smith, Nacionalismo y modernidad (Madrid: Ediciones Istmo, 2000), 215-258.
59Carlos Sanhueza Cerda, Chilenos en Alemania y alemanes en Chile. Viaje y nación en el siglo XIX (Santiago: Lom Ediciones/Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2006), 29-34.
60Respecto al debate de la raza entre los letrados del periodo entre los siglos XIX y XX véanse: Fernando Cubides, "Representaciones del territorio, de la nación y de la sociedad en el pensamiento colombiano del siglo XIX: cartografía y geografía", en Miguel Antonio Caro y la cultura de su época, ed. Rubén Sierra Mejía (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004), 336-337; Alfonso Múnera, Fronteras imaginadas. La construcción de las razas y de la geografía en el siglo XIX colombiano (Bogotá: Editorial Planeta, 2005) y Peter Wade, Raza y etnicidad en Latinoamérica (Quito: Ediciones Abya-Yala, 2000).
61Georges Balandier, El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación (Barcelona: Ediciones Paidós, 1994): 29.
62Balandier, El poder en escenas, 18-19.


Bibliografía

Fuentes primarias

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