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Memoria y Sociedad

Print version ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.17 no.35 Bogotá June/Dec. 2013

 

Espacios, sujetos y objetos del habitar cotidiano en el México de entre siglos. Mérida la de Yucatán, 1886-1916

Spaces, Subjects and Objects of the Everyday Living in Mexico between Centuries. Mérida in Yucatán, 1886-1916

Espacos, sujeitos e objetos do habitar cotidiano no México de entre séculos. Mérida a de Yucatán, 1886-1916

Gladys N. Arana López

Universidad Autónoma de Yucatán (Mérida, México) gladys.arana@uady.mx

El presente artículo es producto del proyecto de investigación "La vivienda de la burguesía al cambio de siglo (1886-1916). La vida cotidiana en el ámbito privado", realizada entre el 2008 y el 2011, financiado por CONACYT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología-México)

Fecha de recepción: 1 de febrero de 2013 Fecha de evaluación: 24 de abril de 2013 Fecha de aprobación: 17 de mayo de 2013


Cómo citar este artículo

Arana López, Gladys N. "Espacios, sujetos y objetos del habitar cotidiano en el México de entre siglos. Mérida la de Yucatán, 1886-1916". Memoria y sociedad 17, no. 35 (2013): 236-261.


Resumen

El objetivo principal de este documento fue el conocimiento y reconocimiento de los espacios de las viviendas habitadas por la sociedad elítico-burguesa yucateca, a partir de las principales actividades en ellos efectuadas. Después de la identificación de aquellos ámbitos considerados como arquetípicos, se realizaron dos aproximaciones: la primera espacio por espacio, explicitando dinámicas funcionales, elementos formales, caracterización simbólica y enunciando los objetos contenidos, y luego analizando cada espacio como parte de un todo. El universo de estudio se conformó por residencias construidas entre 1886-1916. El análisis se efectuó con las herramientas empleadas para el estudio de la vida cotidiana y para la comprensión del espacio arquitectónico. Las fuentes de información fueron variadas y muy abundantes, encontrándose entre estas planos, imágenes, diarios y publicaciones periódicas. Esta aproximación permite comprender el fenómeno de la compartimentación espacial, de la especialización funcional y de la relación entre la materia y su concepción simbólica.

Palabras clave: Arquitectura mexicana, Siglo XIX, Vida cotidiana, Mérida

Palabras clave descriptor: Arquitectura Mexicana-Siglo XIX, Vida cotidiana-Historia-México, Arquitectura domestica, Estilo de vida


Abstract

The main objective of this paper was the knowledge and recognition of the spaces of the dwellings occupied by the elite-bourgeois society in Yucatan taking into account the main activities carried out inside them. After identifying archetypical areas, two approaches were undertaken: the first one explored each space and specified its functional dynamics, formal elements and symbolic characterization as well as stated the objects found inside. On the the other hand, the other approach analyzed each space as part of a whole. The study universe was formed by houses built between 1886-1916. The analysis was done with the tools used for the study of everyday life and the understanding of architectural space. The sources of information were varied and abundant, including plans, pictures, newspapers and periodicals. This approach allows understanding the phenomena of spatial compartmentalization, the functional specialization and the relationship between matter and its symbolic conception.

Keywords: Mexican Architecture, Nineteenth century, everyday life, Mérida

Keywords plus: Architecture Mexico-Nineteenth century, Daily life-History-Mexico, Domestic architecture, Lifestyle


Resumo

O objetivo principal deste documento foi o conhecimento e reconhecimento dos espaços das moradias habitadas pela sociedade elitico-burguesa yucateca, a partir das principais atividades efetuadas nelas. Depois da identificação de aqueles âmbitos considerados como arquetípicos, realizaram-se duas aproximações: a primeira espaço para espaço, explicitando dinâmicas funcionais, elementos formais, caracterização simbólica e enunciando os objetos contidos, e analisando depois cada espaço como parte de um todo. O universo de estudo conformou-se por casonas construídas entre 18861916. A análise realizou-se as ferramentas empregadas para o estudo da vida cotidiana e a compreensão do espaço arquitetônico. As fontes de informação foram variegadas e muito abundantes, encontrando-se entre elas planos, imagens, jornais e publicações periódicas. Esta aproximação permite compreender o fenôme-no da compartimentalização espacial, da especialização funcional e da relação entre a matéria e sua concepção simbólica.

Palavras chave: Arquitetura mexicana, Século XIX, Vida cotidiana, Mérida

Palavras descriptivas: Arquitectura Mexicana-Século XIX, Cotidia-no-História-México, A arquitectura doméstica, Estilo de vida


Introducción

El principal interés de este trabajo reside en el análisis del espacio cotidiano, vinculando su materialidad con los sujetos que lo usan y el tiempo en el cual es comúnmente utilizado. Estos espacios cotidianos son entendidos de tres maneras esencialmente:

  1. Ámbitos derivados de influencias extranjeras, mismas que impactaron en la concepción espacial particular de la región y consecuentemente en algunas de las prácticas cotidianas.
  2. Sitios que fueron fácilmente adaptables tanto a las costumbres, tradiciones, avances tecnológicos y nuevas necesidades de la época en cuestión, como a la región en particular, al grado tal de ser parte esencial en la definición de la arquitectura regional que se desarrollaría algunos años después.
  3. Lugares para la representación social y simbólica, sobre todo en los que se involucra el género, edad, posición socioeconómica o raza.

Por ello, en este documento se realizan aproximaciones a fenómenos tan diversos como lo son las representaciones sociales, las dinámicas de uso, la disposición de los objetos, las dinámicas funcionales, la caracterización espacial y simbólica, y la identificación de los sujetos partícipes de esa singularización espacial. Deriva de un documento mucho más amplio, cuyo objetivo principal fue el estudio de la relación entre el espacio interior de la vivienda burguesa yucateca -en particular la de Mérida- y sus usuarios, trabajo realizado a partir del análisis de un universo de estudio de 142 viviendas edificadas entre los años 1886 y 1916 en Mérida, México1.

Metodológicamente, se trabajó en dos escalas: en primer lugar cada uno de los espacios, caracterizándolo y analizándolo como unidad funcional, formal y simbólica y posteriormente en relación con otros ámbitos, identificando los vínculos entre ellos. Para la realización del ejercicio, fue pertinente trabajar con el mayor tipo de fuentes disponibles, por lo que fue preciso conformar diversas series documentales -desde planos hasta revistas de moda- previa verificación2, catalogación y reprografía, sin perder de vista que estos deberían de ser tratados como vestigios de vida. Complementariamente se reconoció físicamente el espacio y muchos de sus objetos, aunque no siempre fue posible realizar esta actividad3.

Este trabajo se justifica en gran medida debido a que en la historiografía nacional siempre se ha privilegiado a los grandes monumentos y sobre todo a aquellos que se encuentran en el centro de la república mexicana, dejando a un lado aquellas construcciones no tan representativas o bien que se encuentran lejanas de la capital. Por otra parte, en la historiografía regional también se pueden observar grandes carencias en relación con el período de estudio y sobre todo en lo referente al espacio interior de la vivienda y la vida cotidiana llevada a cabo en su seno.

Particularmente, los aportes de la vivienda porfirista yucateca a la historiografía están dados tanto por historiadores de la arquitectura como por cronistas de la ciudad. Entre los documentos más valiosos al respecto se encuentran Monografía del Paseo de Montejo de Eduardo Tello4, Cronología histórica y arquitectónica del Paseo de Montejo de Carlos Cámara Gutiérrez5 publicado en 2001, y, del mismo autor, el reportaje gráfico complemento del anterior Las casonas del Paseo de Montejo de 20096. En los tres casos se hace referencia a las viviendas del mencionado paseo, proporcionando datos en relación con sus propietarios, año de construcción y someras vicisitudes históricas7. Es en la obra dirigida por Pilar Gonzalbo, Historia de la vida cotidiana en México8 en el tomo correspondiente al siglo XIX, en la que se encuentra quizás el documento más logrado en relación con una aproximación al espacio interior de una vivienda de la élite porfirista, mismo que fue realizado por Raquel Barceló y titulado La búsqueda del confort y la higiene en Mérida, 1860-19119.

En revistas de divulgación científica y de distribución regional, también se ha abordado el tema de la arquitectura porfirista, como es el caso del documento realizado por Roberto Ancona y Ramón Riancho, Arquitectura y urbanismo en Mérida durante el Porfiriato10,

en el que se trata el caso de la construcción de obras de diversos géneros arquitectónicos, incluyendo a las viviendas; allí mismo el arquitecto Enrique Manero Peón plasmó la experiencia que tuvo al realizar la restauración de la casa conocida como "de las Sritas. Alonzo", residencia localizada en el rumbo de Itzimná11. Tiempo después se publicaron números exclusivos sobre la arquitectura y el urbanismo del porfirismo -sin tratar a la vivienda en lo absoluto- privilegiando las temáticas relacionadas con el desarrollo tecnológico y las lecturas del territorio12.

De esta manera, la producción historiográfica en Yucatán relacionada con la arquitectura de la vivienda porfirista presenta un gran vacío, y, si bien existe una producción historiográfica relacionada con la temporalidad, se privilegian otros géneros edilicios -como las haciendas y el equipamiento -o temáticas tales como los procesos constructivos y los aspectos formales. Se deja así totalmente a un lado el análisis de la espacialidad, de la función y más aún de los objetos o sujetos que definieron estos espacios proporcionándoles el carácter de habitable13.

Siendo reiterativos y entendiendo que el estudio de la vivienda implica su comprensión integral desde el espacio arquitectónico en el que se desarrolla la vida, el habitante que le otorga sentido, hasta los objetos que definieron las condiciones que posibilitaron la creación del espacio como reflejo o expresión de un gusto o necesidad de sus habitantes, se sabe que pocos o ningún trabajo se ha desarrollado en esta región peninsular de México con este enfoque; sin embargo, vale la pena recalcar que esta no es una situación que prevalezca en otras regiones del país. Como ejemplo se encuentran los trabajos de Enrique Ayala en los que se realiza un análisis de la vivienda patrimonial -desde la del virreinato hasta la porfiriana- de la ciudad de México mediante una interpretación espacial basada en las relaciones económicas, sociales y culturales14. También se encuentran trabajos como el de la mencionada colección dirigida por Pilar Gonzalbo15 en los que las unidades de estudio se encuentran en toda la república y temporalidades -aunque solo hay un trabajo relacionado con la península yucateca-, y múltiples trabajos particulares, como es el caso del desarrollado por Sara Bak Geller en relación con el espacio culinario16.

El problema se abordó a finales del siglo XIX y principios del XX17, tiempos en los cuales gobernaba Porfirio Díaz con una administración caracterizada por una aparente paz social, estabilidad económica y, en general, por el deseo de equiparar al Estado mexicano con las naciones representativas de la modernidad mundial. Se podría considerar que este fue un gran punto de coincidencia circunstancial entre Yucatán y el resto de la república y si bien no se podría considerar que el caso de Mérida es ejemplificativo de las circunstancias y deseos nacionales, si se puede considerar que es un buen representante del ideal positivista porfiriano, esencialmente por:

  1. La economía. La región de la península yucateca se vio privilegiada económicamente debido al aumento de precio y a la demanda de la fibra de henequén18, los hacendados o grandes terratenientes dedicados a su cultivo se enriquecieron rápidamente y el Estado de Yucatán, que en otro tiempo ocupaba uno de los puestos más bajos en ingreso per cápita nacionalmente, ostentaba para entonces el primer lugar.
  2. La modernización urbano-arquitectónica. En gran medida gracias al enriquecimiento regional, la ciudad de Mérida, capital del Estado, inició un proceso de modernización y consolidación urbano-arquitectónica que la definiría para siempre19 y que seguiría los cánones propuestos tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Buscaba una figura urbano-arquitectónica equiparable con la de las ciudades europeas y norteamericanas consideradas como modernas. Las acciones emprendidas fueron muchas, pero pueden ser sintetizadas en tres: el mejoramiento de las comunicaciones, la higienización de la ciudad y el fortalecimiento de la cultura20.
  3. La conformación social. La élite se consolidó, con un perfil capitalista y de alto consumo de productos importados, caracterizándose además por su alta racionalidad empresarial, la tecnología aplicada a los procesos productivos y por sus constantes intentos de intervenir en el mercado21.
  4. La sinergia y empatía política, con las propuestas realizadas por el presidente Díaz.

El contexto urbano

Muchos intentos, una ciudad. Acciones previas a la modernización porfirista

Los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX se caracterizaron por estar plagados de hechos sociopolíticos, económicos y culturales que en su conjunto propiciaron, de una u otra manera, que muchas ciudades mexicanas se renovaran. Sin embargo, y a pesar de que la modernización porfirista puede ser considerada en muchos aspectos como la más exitosa, esta no fue ni por mucho el primer influjo de transformación urbana nacional y mucho menos regional.

De hecho, en el siglo XVIII, con la implantación de las reformas borbónicas, aquella ciudad cuyo territorio se encontraba distribuido por parroquias -mismas que fungían como elementos de control civil- fue administrativamente dividida en cuarteles y con ello se modificó su organización y administración territorial. Derivado de este ímpetu modernizador se creó el registro civil, el cementerio general, los hospitales pasaron a manos laicas, se consolidó la nomenclatura urbana22 y se establecieron nuevas reglas para la edificación en general.

La llamada primera modernización de la ciudad en los últimos años del siglo XVIII23 incluyó la construcción de paseos que contribuyeron a la ruptura de su característica traza ortogonal -delineada a partir de los ejes de la ciudad maya de T'Hóy el desarrollo de ejes de comunicación lineales. Destacaron el Paseo de la Alameda o de Santa Ana, que consistió en la ampliación del camino que dividía el asentamiento en dos partes al correr de sur a norte24, y el Paseo de las Bonitas,25 siendo este último el que definiría el desarrollo de la ciudad hacia el oriente26 (Fig. 1).

Las viviendas habitadas por la clase alta -conformada por españoles y criollos- tenían sus habitaciones organizadas generalmente alrededor de un patio central con arcadas y corredores, al cual se accedía por medio de un zaguán. Cuando estas casas eran de dos pisos, en la planta baja se encontraban las accesorias y espacios para el servicio, mientras que el espacio habitacional del propietario estaba en la planta alta. Sus aplanados eran de cal bruñida, con eventuales rajuelas de piedra y estaban enteramente pintadas de blanco, color que contrastaba con el labrado de sus portadas27 (Fig. 2).

Durante el segundo imperio -encabezado por Maximiliano de Habsburgo en 1864-1867- se trató de paliar parte del rezago acumulado por décadas y acentuado por la guerra de castas28 que asolaba a la región. En estas circunstancias, llegó a la región el comisario Imperial José Salazar Ilarregui, una comisión científica y un ejército organizado; con dinero del gobierno imperial se iniciaron proyectos y acciones encaminadas a mejorar las condiciones de vida en general en la península de Yucatán y en particular en Mérida. Así, el segundo imperio buscaba lograr la estabilidad que en más de cuarenta años como nación independiente no se había podido alcanzar. Otra oleada de modernidad entró a Mérida y en muy pocos años se construyó equipamiento y se mejoró la infraestructura29, aunque estas intenciones fueron efímeras al caer el Segundo Imperio Mexicano. Todo esto cambiaría de nuevo al ocaso del siglo XIX, ya que con la política positivista implantada por el presidente de la república Porfirio Díaz, y las nuevas condiciones económicas y de mercado generales se iniciaría con una nueva etapa de modernización, mucho más prolongada, profunda y con mayor número de acciones que definirían a la ciudad y que marcarían su futuro (Fig. 3).

Una etapa de construcción social, de búsqueda de identidad y revolución cultural. El porfirismo 1877-1911

La modernidad porfirista derivó de una sutil inercia de tiempos pasados, pero sin lugar a dudas lo que se consideraba como un hecho era que en el albor del siglo XX la modernidad se hizo presente en muchas partes de la ciudad, ya no como un espejismo, sino como una realidad tangible y cuantificable. En gran medida, debido al auge económico derivado de la producción y comercialización de la fibra del henequén -desde los primeros años de 1870-1880- se marcó un parteaguas en el desarrollo de la región ya que en poco más de un cuarto de siglo ingresaron a la economía yucateca más de 872 millones de pesos30.

Todo en la ciudad era estimulante, los anuncios y lugares que propiciaban el consumo, los alimentos y productos europeos que satisfacían al paladar, la desaparición del miasma urbano que permitía deambular, los vehículos que invitaban al paseo, los restaurantes y los clubes para ver y ser vistos, los espacios para la reclusión y la salud que mejoraban el ambiente y la sensación de seguridad, los teatros y los recreos, así como las plazas, parques y múltiples jardines, receptáculos de una sociedad que lo mismo disfrutaba de las celebraciones paganas y del carnaval, como participaba en las procesiones de semana santa.

Así, ante la promesa de una urbe cada vez más moderna y consecuentemente más atractiva para vivir, en solo cincuenta años Mérida registró un crecimiento poblacional exponencial, ya que pasaron de las 26.068 personas que la habitaban en 1850, a 57.162 en 1900 -equivalente a un aumento del 110%- mientras que para 1910 en la ciudad vivían un total de 62.447 personas31. La ciudad creció y para ello tuvo que reinventarse. Por un lado, los barrios se densificaron, aumentó el valor de las propiedades en el centro de la ciudad, pueblos y quintas cercanas se conurbaron, mientras que grandes extensiones de terreno se recortaban, conformando microentornos vírgenes reservados para unos cuantos (Fig. 4).

En aquel entonces, el ritmo constructivo de las casas aumentó vertiginosamente y continuó durante los primeros del XX32. Las habitaciones populares y los cuartos para renta se erigieron principalmente en los barrios densificándolos, mientras que las viviendas de la incipiente élite se edificaron mayoritariamente en los cuarteles centrales de la ciudad, a la vereda de alguna vialidad recién modernizada -o en vías de serlo- o bien en la periferia inmediata de algún centro de barrio; otros ciudadanos prefirieron invertir en terrenos y construir fuera de la mancha urbana consolidada de la ciudad.

Las casas construidas en los barrios eran de un solo piso, alineadas a la banqueta y estaban constituidas por una crujía de mampostería, de frentes angostos y fondos largos y una segunda crujía en la que regularmente se encontraba el comedor con cubierta de madera y teja o lámina, junto al fogón y la rústica cocina, y los servicios se encontraban al fondo del patio (Fig. 5).

Algunas viviendas nuevas presentaban características formales propias de aquellas edificadas en la época virreinal, ya que tenían marcos de acceso rectos, con jambas simples, mientras que las ventanas o ventanas-balcón eran de base recta o curva con capelo. Otras tenían rodapiés, basamentos, entablamentos y pretiles de argamasa, empleando pilastras o medias/muestras en sus extremos laterales para marcar el límite preciso entre una vivienda y otra o enfatizando la simetría para jerarquizar con ello el acceso principal33.

Sin embargo, si algo impactó en la ciudad fue el desarrollo de nuevos entornos exclusivos en los que las viviendas presentaban características únicas. La sociedad elitico-burguesa, conformada esencialmente por hacendados y sus familias -quienes habían acaparado gran parte de la riqueza regional- consideraban a la casa como un asunto de familia y su lugar de existencia, era su punto de reunión, encarnaba la ambición de la pareja y representaba su éxito. Por ello, tener una vivienda, de preferencia una nueva, era algo prácticamente obligado, por lo que se debería de elegir cuidadosamente el sitio en donde se llevaría a cabo la edificación y el lenguaje arquitectónico a emplear (Fig. 6).

La construcción de viviendas de la élite y de la alta burguesía se intensificó en el período comprendido entre 1905 y 1911. Nuevos materiales, arquitectos extranjeros, viajes a todas partes del mundo y la capacidad de importar nueva tecnología era el común denominador. Los arquitectos, amenazados en su práctica profesional ante el advenimiento de los ingenieros y de otros constructores, "se aferraron a la belleza"34, y se cuestionaron los planteamientos teóricos del momento, resurgiendo estilos como el románico, el griego y el nacionalismo. Estos se adaptaron eclécticamente35, empleando estos lenguajes a manera de un "halago estético para la nueva

aristocracia" y como herramienta de difusión de la ideología del estado porfirista36. Desde la calle, las nuevas casas que se estaban construyendo por toda Mérida presentaban una fisonomía novedosa. Las fachadas tenían elementos formales aún poco conocidos aunque vinculados cotidianamente con las inquietudes proyectuales. Las mansardas, copones, racimos irregulares, balaustradas, acodos, dentículos, remates, cartelas y medallones, entre muchos otros, eran objetos que si bien eran del gusto de la población, no necesariamente se adquirían fácilmente. Tanto formal como espacialmente la arquitectura se veía diferente, pero también se hacía y, consecuentemente, se vivía de otra manera; el espacio doméstico se constituyó como el lugar en el que se establecieron ámbitos de acción derivados de la reasignación de roles, actividades y deberes para cada uno de los sujetos constituyentes de la familia (Fig. 7).

Vivir. Una casa hora por hora y espacio por espacio

Poco antes de despuntar el alba

Es buena costumbre madrugar ya que nunca debe de esperarse á que el sol vaya á abochornar en la cama: se debe uno levantar con la Aurora que es compañera y amiga del hombre. Debe además aprovecharse el aire de la mañana que es el más puro y saludable37.

Las actividades en las casas iniciaban cuando aún no despuntaba el sol, sobre todo si las actividades a realizar eran aquellas ejecutadas por la servidumbre. Entre los ámbitos que cobraban vida durante las primeras horas de la mañana estaban la cocina, el lavadero y el jardín.

La cocinera era una de las primeras que iniciaba su faena y las actividades eran esencialmente continuas para satisfacer la demanda de cinco comidas al día, cada una de ellas marcada por los ritmos de vida de la ciudad: los repiques de las campanas de las iglesias, el pregón del carbonero, del aguador y del panadero. Ella era la encargada de recibir los encargos hechos al mercado38, de interceptar rutinariamente al carbonero, de comprar la leche, de llamar al afilador o bien de requerir los servicios del aguador, sin dejar a un lado la posibilidad de "echar novio" o de enterarse de los últimos chismes del rumbo, transmitidos de boca en boca entre las sirvientas y los mozos.

El carbonero39 llevaba su mercancía en una carreta tirada por mulas, con la cual recorría las calles y las plazas de la ciudad ofreciendo su mercancía. Ricos y pobres consumían de su producto, ya que aún habiendo estufas modernas en la cocina, habían alimentos que requerían del carbón para ser adecuadamente guisados. El afilador40 caminaba a la par de un carro con una sola rueda y se le podía identificar por la melodía de su caramillo. Su presencia, casi calendarizada, era vital, ya que afilaba tanto las tijeras empleadas en las labores de costura y bordado diarias, como los imprescindibles cuchillos empleados para "beneficiar" o sacrificar al animal que sería degustado ese día o bien para hacer provecho de él en la mesa. La leche era otro producto que no podía faltar en la mesa todos los días, por lo que cotidianamente el lechero transitaba por las calles de Mérida y, cual conocedor de las costumbres de sus marchantes "fijos", procuraba su producto con sus medidas de lata41.

La cocina siempre fue un espacio especializado -asignado culturalmente a la mujer y dominado por la cocinera42- pero regularmente se localizaba en la parte más alejada de la casa43. El espacio estaba regularmente aireado por una sola ventana, y tenía dos accesos, uno por el cual se vinculaba con la casa y otro que permitía la salida al patio.

Al entrar a la casa, el olor al frijol permea todo el ambiente, el frijol, que solo se cuece bien en olla de barro, y sobre carbón [...] la cocinera se acerca a la olla, y, con una cuchara menea el frijol. Lo prueba, y le echa, para darle sabor, una migaja de sal y alguna ramita de epazote o de culantro44.

Su mobiliario era mixto en todos los sentidos. Por un lado, el fijo estaba compuesto por la bomba de agua, la hornilla de carbón, la alacena, el horno exterior de leña, la campana para la extracción de los humos y olores, y, en caso de estar en planta baja, el elevador de servicio. Todos los pisos estaban enlozados, al igual que las hornillas y las paredes en la parte que correspondía a esta. Algunas casas verdaderamente modernas ya tenían tarjas metálicas traídas o compradas en los viajes al extranjero. Por su parte, el mobiliario movible estaba compuesto básicamente por una mesa para ganar espacio, una tinaja con agua dentro del tinajero o en su caso un filtro, y una canasta suspendida en el aire en la que se colocaban comestibles para mantenerlos alejados de cualquier animal45 (Fig. 8).

Los enseres eran múltiples. En la cocina convivían los artefactos modernos -caja fría y poco después el refrigerador- y tradicionales, como la piedra de moler46 y el batidor de chocolate47. También se utilizaban el coco para moler el chile y las mestizas que trabajaban en la casa utilizaban el lec48 para guardar las tortillas y la jicara49 para tomar el agua fresca.

Las actividades de la cocina se podían entender como bidireccionales, ya que se realizaban tanto en el piso como en la hornilla y el techo o las vigas desde las que se colgaban los jamones, los racimos de dátiles importados o los chorizos; también se trabajaba horizontalmente, recorriendo el espacio de la hornilla a la mesa y de la mesa a la tarja.

Otra actividad que se realizaba temprano era el lavado de la ropa, para poder tenderla con los primeros rayos de sol, optimizando el secado y procurando su blancura. El lavadero, que se situaba junto a la cocina y con acceso directo al patio, era un espacio cerrado con una batea larga y repisas para los implementos de lavado como la lejía50, el azul marino y el sosquil; también estaban dispuestos dos fogones para poner el salcocho tan usado en la ropa blanca del sureste (Fig. 9).

¿Cómo se quitan las distintas manchas comunes que suelen caer en los vestidos?
Las de la ropa blanca se quitan pasándola por la lejía. Las camisas, los calcetines y otras prendas de vestir, si no son muy finas deben pasarse siempre por la colada: no basta enjabonarlas.
Las manchas de aceite, grasa y sudor en la ropa de paño ó seda se quitan por medio de la Creta, de las tierras jabonosas, con la hiel del buey, la esencia de trementina etc.
Las manchas de tabaco, de cerveza, de vino y de plantas ó frutas ácidas se quitan con agua y jabón, en las telas blancas; y con agua y algunas gotas de aceite de vitriolo en las telas de color [...]51.

La ropa sucia se recogía diariamente de las habitaciones y se bajaba al área de lavado para que al menos cada tercer día procediera su lavado -si la ropa tenía una mancha difícil se procedía al lavado inmediatamente, la mayoría de las veces con éxito.

Otro trabajador que se desmadrugaba era el jardinero52, un campesino maya o un inmigrante asiático traído de la hacienda, ya que iniciaba su labor aprovechando las temperaturas no tan calurosas de la mañana. Bajaba los frutos de la temporada y los llevaba a la cocina para integrarlos al desayuno o bien para hacer las aguas naturales, compotas, helados u otros alimentos a despacharse en el almuerzo o en el refrigerio de media tarde. Era muy común ver a estos personajes durante toda la mañana con sus ropas de manta cruda53 con alpargatas de cuero, calzones de estribilla trabajando en la limpieza de los jardines, levantando grandes cantidades de hojas y de frutos caídos de los árboles, labor que se realizaba cotidianamente ya que se trataba de evitar a los insectos y otros animales como los murciélagos. Por la tarde regaba aprovechando que la temperatura bajaba y que la veleta ya había llenado de agua el aljibe54 (Fig. 10).

Lindos palacetes y aristocráticas casas-quintas se levantan a ambos lados del paseo y en sus recintos se cultivan aromosos naranjos y toda clase de frutales. Enredaderas de todos colores suben por muros y tapiales. Lirios, rosas, azucenas y otras mil bellas y perfumadas flores, en eterna primavera, engalanan los jardines, pues los molinos de viento giran sin cesar vertiendo chorros de agua para el regadío de huertos y jardines que embalsaman las mañanas, las tardes y las serenas noches meridanas55.

Más que elaborados con diseños rebuscados, los jardines estaban compuestos por considerables extensiones de césped y profusión de árboles frutales o de sombra en grupos variados y algunos elementos ornamentales o muebles para el reposo y el juego. Para entonces no se comerciaban las plantas y muchas de ellas eran trasladadas de las haciendas, o se sembraban las semillas importadas de algún viaje realizado al extranjero. Para realizar el diseño de un jardín se tenía en consideración la escala y la extensión del terreno, el costo de la hechura y el mantenimiento, así como la edad e intereses de los miembros de la familia56. Siempre se trataba de impresionar al espectador y de procurar una permanente invitación a ser descubierto, siendo el mismo jardín un premio a la experiencia57.

Entre los muebles y demás elementos ornamentales que se colocaban en los jardines, estaban las balaustradas -regularmente para delimitar terrazas o dos ambientes distintos- los pedestales con jarrones, y las bancas y columpios58. Muchos de estos ornamentos se traían por barco desde Europa o Estados Unidos, pero también algunos se manufacturaban en talleres locales, que contaban con una mano de obra reconocida y de alta calidad en sus materiales, aunque los modelos eran copiados de los catálogos extranjeros (Fig. 11).

Sin embargo, la vida en los jardines estaba determinada por dos factores: el primero y más importante por las condiciones climáticas y en segundo lugar por los ritmos marcados por las costumbres religiosas. Así, los habitantes de las casas modernas consideraban que sus jardines eran espacios para la distracción de las actividades cotidianas, aunque a la larga se volvieron parte de la cotidianeidad.

Amanece. Toda la casa cobra vida

Una vez que la familia se había incorporado a sus actividades cotidianas, las sirvientas abrían de par en par cada una de las ventanas para hacer circular el aire y permitir el paso del sol franco para sanear la habitación. Esta acción era reconocida como el mejor método para purificar el aire, sin embargo, al mediodía con el bochorno, las ventanas y postigos se cerraban59: "El mejor medio de purificar el aire de un cuarto ó aposento es renovarlo, lo cual se consigue abriendo de par en par las puertas, balcones ó ventanas para establecer las corrientes"60.

Las ventanas presentaban nuevos tratamientos formales y funcionales. Por una parte la herrería que las protegía se había transformado, los barrotes simples de hierro se volvieron propuestas formales mucho más complejas inspiradas en la naturaleza (Fig. 12).

Predominando el vano sobre el macizo, las perforaciones se disponían rítmicamente. Las ventanas se abrían en dos hojas y tenían postigos superiores; no siempre llegaban hasta el piso de la habitación a menos que estuvieran en planta alta y si este era el caso desembocaban en un balcón. Si bien en apariencia se perdió el vínculo preexistente entre el adentro y el afuera, este se fortaleció con el empleo del cristal, el cual poco a poco empezó a hacer su aparición en el ámbito regional.

Los cristales que se colocaban en las ventanas eran importados61 -encargados a la casa Pellandini- y podían ser biselados, esmerilados o simples. Las ventanas tenían cortinas, regularmente de color claro según las recomendaciones hechas en los manuales de higiene de la época; sus postigos superiores, regularmente con marco de madera y cristal, ostentaban el monograma de la familia, y eran accionados con una palanca larga metálica para procurar que el aire corriera de afuera hacia adentro y entre las mismas habitaciones, sin tener que abrir las ventanas (Fig. 13).

Por otra parte, a lo largo del siglo XIX surgieron nuevas exigencias que renovaron los parámetros de la urbanidad, entre ellos se encontraban la necesidad de alejarse de los desechos orgánicos y las experiencias de las sociedades europeas sobre el control de enfermedades. En este contexto la sensibilidad de la clase elítico-burguesa se centró en la concepción científica de la higiene.

Por tanto, el cuarto de baño fue el objetivo primario de la ciencia, por lo que antiguos aparatos debían de ser sustituidos por nuevos como es el caso de la tina, el bidet, el inodoro y la ducha, consolidándose el espacio íntimo en el que se preparaba al cuerpo para la aparición en el ámbito público.

En algunas partes de México, donde el calor no era tan intenso como en Mérida, el baño era poco frecuente, ya que se realizaba una vez por semana o por mes; para esto, la gente asistía a manantiales o ríos a bañarse, como una actividad recreativa y de esparcimiento62. Sin embargo, en Mérida las cosas fueron radicalmente distintas: los manuales de higiene y de urbanidad recomendaban el aseo cotidiano incluso vinculándolo con las virtudes, a tal grado que con la modernización de los sitios para el aseo, algunas recámaras de las casas localizadas en el centro de la ciudad y que cuyo partido arquitectónico no consideraba el espacio para el baño, transformaron las recámaras de las casas en estos63; en otros casos, en las viviendas en las que se construían baños modernos se tuvieron que hacer reformas mayores, tales como sistemas de tuberías, tanques, bombas y drenajes, con albañales y sumideros. Muchos de los implementos para estas intervenciones se encontraban a la venta en las ferreterías El Candado y El siglo XIX.

Tomar un baño implicaba ser prudente, ya que se podía perder el equilibrio natural de las temperaturas del cuerpo, las cuales debían de ser vigiladas en época de invierno. Así, el aseo se recomendaba ejecutarlo en un orden irrestricto:

1° Debe limpiarse diariamente la cabeza con el peine que desenreda y ordena el pelo, quita la caspa y evita que se críen asquerosos insectos.
2° Los ojos deben lavarse todas las mañanas con agua fresca y pura, limpiando sus cantos y ángulos de las concreciones legañosas que se hayan formado durante el sueño.
3° Deben limpiarse también todas las mañanas las orejas, sus repliegues y sus contornos.
4° Deben desembarazarse los caños de la nariz de toda concreción mucosa.
5° Lavarse la cara, las manos y los brazos con agua limpia y jabón64.

El aseo personal cobró importancia al grado tal que las recomendaciones hechas de manera específica a niños, niñas y adultos abundaban en los manuales de urbanidad, no solo por cuestiones de salud, sino realmente por estatus social.

La hora del almuerzo

Aunque en los menús de fiesta predominaba la influencia francesa, en el de diario se consumía ávidamente la comida tradicional mexicana. Entre los guisados más preparados estaban los mestizos, como el pipián, el ajiaco, las papas en pebre, el puchero, los chayotes rellenos, las berenjenas rellenas, la cochinita pibil, los tamalitos de especie y de espelón, el queso relleno, el mole, la morcilla, el pan de cazón, el papad suul, el salpimentado, la sopa juliana a la mexicana, y el escabeche de Valladolid, entre muchos otros guisos65.

Las bebidas del diario eran las emulsivas, como la horchata de almendras, la de pepitas de melón, de sandía y de arroz66, pero se prefería para beber el agua de lluvia que se había recogido durante el mes de julio en adelante ya que se consideraba que para esas fechas la atmósfera y las azoteas ya estaban limpias67.

Entre los dulces populares se encontraban el caballero pobre, las tortillas de cacahuate, las rosquitas de olor y las frutas en almíbar como el ciricote, la papaya y la ciruela68, dependiendo de la época y a la afición existente por las frutas.

El mobiliario del comedor estaba comprendido por la mesa de comer -la mesa regularmente era de extensión, y funcionaba abriendo los dos paños laterales de la misma, sacando tablas de un cajón oculto e insertándolas en el centro de la mesa, esto permitía que la mesa, en un principio para seis u ocho comensales, se volviera con capacidad de doce o dieciséis- con sus correspondientes sillas. La disposición de estas en relación con la mesa, no podía ser ni muy cerca ni muy lejos; los convidados a la comida debían de estar derechos, sin apoyar los codos en la mesa, y también se consideraba como descortés enderezar o cruzar los pies o bien apoyarse en la gente (Fig. 14).

El complemento de la decoración consistía en el tratamiento dado a las ventanas, ya que muchas de ellas contaban con caprichosos diseños realizados en cristal emplomado o con motivos trabajados al esmeril. También estaban los tapices, exquisitos plafones con trabajos en yesería y óleos en muros o pinturas, así como las lámparas de cristal con bombillas talladas, otras rodeadas de prismas, o bien arañas de cristal de Bohemia, así como candelabros de bronce o plata con sus velas de cera blanca69.

La tarde

Después del bochorno del medio día -cuando toda la familia se levantaba de dormir la siesta y si no se tenía pendiente realizar alguna visita- la familia en pleno se volcaba al exterior. Las mujeres se cobijaban en las sombras de las terrazas, acompañadas de sus pájaros y de su bordado, realizaban alguna caminata, o reposaban durante la lectura en una banca-columpio mientras que los niños salían al jardín, buscando la penumbra de los árboles y huyendo del resistero70 de la tarde.

Las mejores ocupaciones de los niños deben ser cultivar flores, criar pájaros ó aves domésticas y otras operaciones que además de ser útiles son ajenas de todo peligro71.

Algunas de las actividades que por esparcimiento realizaban los menores en el jardín, estaban plenamente relacionadas con la instrucción cientificista que estos recibían en su formación inicial, por ello todo lo relacionado con los insectos y los fenómenos físico-metereológicos era de especial interés.

Estaba la Pájara Pinta sentada en un verde limón; / con el pico recoge las flores; con las flores recoge el amor / ¡Ay, sí ¿cuándo veré a mi amor? / ¡Ay, sí ¿cuándo veré a mi amor?72

Sin embargo, no todo era ciencia ni obligaciones, ya que apoyados por el jardinero o algún otro sirviente de confianza, los niños armaban trampas para capturar pájaros de carrizos con tres divisiones73, aprendían a utilizar el tirahule74 o cuando eventualmente se conocía al hijo de un sirviente que coincidía con la edad, los juegos se compartían al hacer animalitos de la flor seca del cedro o al reventar Xkanlol75 (Fig. 15).

Muchas veces esta rutina había que modificarla, ya sea por la canícula76, por los vientos de semana santa77, por el chiquinic78 o por una que otra plaga79 que azotaba a la ciudad. Sin embargo, al igual que los fenómenos naturales no permitían el disfrute del exterior, muchas veces la naturaleza acompañaba a lo cotidiano, la lluvia del pochote80, el olor de la flor de mayo o el canto de las tortolitas o de las palomas.

En otras ocasiones, las mujeres de la casa salían fugazmente a ver la calle; se asomaban por las ventanas y veían lo que ocurría más allá de los límites de sus jardines, buscando sentir la brisa fresca y comentando sobre los transeúntes cotidianos.

En la sala de lectura se reunía toda la familia, sobre todo las mujeres -ya que los señores leían y trabajaban en la biblioteca- y se leía y comentaban las revistas dedicadas al bello sexo o a los niños en las que conjuntaba lo hermoso con lo instructivo, aparecían poemas de escritores de moda, se aprendía sobre hombre ilustres y de hechos de actualidad en México y en otros países. Se leían revistas extranjeras, entre las que estaban The Scientific American Magazine, New York, Sunday Herald, Lectures per tous, Courrier des Etats Unis, Revue des Revues81 y La Ilustración Española, entre otras (Fig. 16).

Los niños aprendían otros idiomas -preferiblemente el francés- tomaban clases de dibujo y música, y eran ávidos lectores. Entre los títulos que preferían estaban Diamante Negro, El soldadito de Plomo, las Fábulas de Esopo, Las doce princesas, Simbad el Marino y Don Quijote de la Mancha. Esta última era una lectura obligatoria del 5° y 6° grado de primaria, además de Palmas y Laureles82 y algunos cuentos de autores mexicanos como La Navidad en las Montañas de Manuel Altamirano, Botón de Rosa de Florencio del Castillo y Un drama de familia de Heriberto Farías.

La pintura era una instrucción muy selecta y solo quienes gozaban de una posición desahogada podían contratar los servicios de un maestro que acudiera al domicilio a enseñar sus rudimentos, ya que no era bien visto que una señorita de familia asistiera a una academia a tomar clases83. Regularmente el salón de dibujo tenía en sus paredes dibujos al fresco, los cuales, tiempo antes, se realizaban sobre una tela de algodón estirada y cubierta con una gruesa capa de sellador para evitar que la humedad la dañara.

La vida de las mujeres yucatecas estaba también definida por los ritos religiosos, diarios o de calendario, por lo que la capilla -si se contaba con ella- era un sitio muy utilizado en la vivienda. La hora del Angelus, el toque de campanas de catedral a las tres de la tarde, la semana santa, el jueves santo y la visita a las siete casas, el sábado de gloria, la misa de alba y el rosario -diario- eran ritos y rutinas que había que cumplimentar a cabalidad (Fig. 17).

El rosario en particular podía ser rezado en casa, en el salón de lectura o en la capilla, pero lo que no podía faltar era una buena colección de estatuas religiosas que se vendían en el Tazón de China, directamente de las casas Froc-Robert de París84.

"El juego del billar es saludable y tiene la ventaja de reunir á la diversión el ejercicio corporal: acaso sea el único juego que debiera permitirse en la sociedad"85. En estas casas no podía faltar el billar, considerado como bueno para la salud y testigo mudo de la vida mundana que muchas veces se llevaba. Este divertimento por supuesto era exclusivo de los caballeros, cuyas largas partidas estaban regularmente acompañadas de unos buenos puros cubanos y un cognacs. El equipo completo comprendía de una mesa de juego con bolas, tacos, taquero, violín, rayador, apuntador y pizarra.

También había una mesa para el juego de barajas, de los cuales la española era la preferida entre las mujeres e incluso los niños, los cuales jugaban "tucha", "bruja", "brisca" y demás, todos ellos claro con nombres españoles; las opciones de los juegos de mesa eran el juego de la oca, serpientes y escaleras y la lotería.

las visitas. la lluvia y las personalidades

San Isidro Labrador, pon el agua y quita el sol.
San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol86.

Cuando las lluvias llegaban, no se podía jugar afuera, por lo que muchas de las actividades que se realizaban en el jardín ahora eran sustituidas por otras de interior, siendo una de ellas el conocimiento y estudio de los fenómenos atmosféricos. También la intensidad de las labores domésticas se incrementaba cuando alguna muchacha observadora se percataba de una de las múltiples señales de lluvia, desde el olor y el viento hasta los zopilotes.

Una sirvienta cerraba todas las puertas y ventanas de la casa, otra escondía las tijeras87 para evitar alguna desgracia -si se podía antes de caer el primer relámpago, mucho mejor, por supuesto-, y la familia se reunía en la sala informal para evitar los malos vientos o la lluvia fría. Antes de eso, los aljibes tenían que lavarse, los caños que conducían el agua tenían que haber sido limpiados, las azoteas barridas y encaladas en espera de la lluvia que se llevaba los residuos de esta, para que con la segunda lluvia se pudiera colectar el agua que se consumiría durante todo el año.

Sin embargo, la media tarde -si no llovía- era la hora idónea para las visitas. Para cualquier emeritense, cumplir con este deber social implicaba las más de las veces pasar momentos difíciles que ponían a prueba toda su prudencia y conocimientos sobre el comportamiento adecuado en sociedad.

El impacto era fuerte desde la llegada en la calesa hasta la percepción de la reja que delimitaba la propiedad. Los nuevos modelos de las rejas parecían encajes y daban tanto carácter como distinción a los entornos en los que eran colocadas. Con sus detalles, bordeaban, marcaban y enfatizaban los límites de lo propio, embelleciendo y revelando sutilmente la belleza del jardín inmediato. Ni que decir de los grandes pilares que enmarcaban el acceso principal y cuyo objetivo formal y simbólico era demostrar fortaleza al hacer que la mirada se concentrase en el acceso principal, un poco más arriba, dominando así al visitante (Fig. 18).

"Al llegar a la casa [...] si está cerrada la puerta debemos de abrirla con modo y no con violencia, dejándola cerrada de la misma manera luego que estemos dentro [...]"88. Cuando no se tenía confianza, se procedía a tocar el metal de reja, insistentemente hasta ser escuchados por algún miembro de la servidumbre. Muchas veces no se esperaba, procediendo a correr el pasador o aldaba de la reja principal para recorrer el camino que separaba a la calle de la escalera.

Al llegar a la puerta -ya no maciza como las de antaño- el llamador también era diferente y hacía juego con los esmeriles de los cristales -los llamadores con fuerte influencia nouveau estaban hechos de bronce y sus formas eran orgánicas, siendo hojas, manos, garras y flores los más empleados. En contados casos, las puertas eran metálicas con cristal, con diseños tan caprichosos y abigarrados que era difícil percibir lo que pasaba transponiéndola (Fig. 19).

La puerta nunca era abierta por un miembro de la familia, para ello estaba la servidumbre y regularmente la de mayor confianza, cual guardiana de los intereses de la casa. A partir de este momento es cuando se da el primer contacto entre el visitador y el visitado: "Si la persona que viene a visitarnos es de mucha autoridad, debemos salir á recibirla á la antesala, ó la puerta de la calle, según la clase de su grado ó dignidad"89.

La sirvienta, mujer discreta y analfabeta, recibía los telegramas, notas, anunciaba a los visitantes e inmediatamente corría a la cocina a órdenes del patrón para solicitar la hechura de algún bocadillo para brindar al recién llegado u ofrecer algún refresco de fruta de la época.

El momento de la despedida regularmente implicaba un protocolo en el que no se podía poner de manifiesto apremio o urgencia alguna. De hecho los saludos nunca se ofrecían estando en el mismo nivel de piso, sino que el dueño de la casa tenía que estar al menos un escalón por encima de su visitante, indicando su estatus y más que nada el dominio de su entorno privado.

Una fiesta y un banquete...
Ayer día 4 fue el onomástico de la distinguida dama Da. Rosalía Canto de Echánove. Con tal motivo, hubo en su casa habitación una reunión familiar en la que se hizo música.
Unimos nuestra felicitación sincera a las muchas que recibió90.

Las fiestas y las tertulias se llevaban a cabo en la sala cuando no existía algún otro espacio destinado para este fin. También ahí se recibían las clases de piano y de canto, y mientras se practicaban las lecciones la familia en pleno se reunía alrededor para disfrutar de los adelantos de la estudiante, mientras unos leían, otros bordaban o descansaban, y en allí invariablemente se organizaban las tertulias91.

Su ubicación en el partido de la casa es privilegiada, ya que por sus ventanas entra la luz en las mejores horas del día y regularmente la vista hacia el exterior es estupenda. En ella se colocan los mejores objetos que la familia posee tanto para enseñar el poder adquisitivo, como para demostrar el buen gusto y los roles sociales que le han correspondido desempeñar a los miembros de la familia (Fig. 20).

Dentro de los ajuares de sala, predominan aquellos en estilo neoclásico e imperio francés, aunque bajo el ojo entrenado, se distingue un romántico eclecticismo en la decoración, observándose muebles heredados, colecciones sui géneris y alguno que otro recuerdo de viajes.

A sabiendas que el mobiliario más liviano y fresco realizado en la región con mimbre y petatillo era mejor dadas las condiciones climáticas, el mobiliario era esencialmente de estilo europeo, y estaba compuesto por el confidente, sofás, mecedoras, sillas con brazos, mesa de centro, alfombras y escupideras, en el plafón una araña de cristal de Bohemia y una consola. También estaban muchas obras pictóricas originales -o muy buenas copias, colgadas de la pared con un clavo y un alambre en un ángulo aproximado de 15° buscando el encuentro con la mirada del observador- grandes espejos, relojes de pared, retratos familiares, rinconeras, columnas con macetones, biombos, floreros y percheros.

Con la llegada de las pianolas, algunos pianos fueron adaptados con ellas para automatizarlos. La música más común eran los valses, polcas, gavotas, marzucas y oberturas.

Esta música era pretexto para las tertulias, las cuales eran diversiones de carácter familiar que se hacían en el interior de las casas, a las que asistían vecinos, amigos y familiares, pudiéndose comentar los acontecimientos de la época. Las jóvenes de la casa tocaban algunas melodías o bien acompañaban la interpretación de un aria, mientras los caballeros escuchaban atentamente y esperaban la oportunidad de empezar un baile92:

Yo no sé si fue Nerón / el que inició el zarandeo, / pero afirmo y con razón, / que inventaron el danzón / para burlarse de Morfeo... Hoy la juventud progresa / y en su ansiedad por bailar, / el Vals lo trota á la inglesa / y resbala á la francesa / el Shottischs, por patinar93.

Las mujeres casaderas eran aquellas que participaban de las tertulias y de los bailes, mientras que las casadas tenían que estar permanentemente sentadas platicando y observando, esperando que el esposo concluyera la plática sobre el nuevo negocio que estaba por cerrar.

¡A dormir!

Entrada la noche, con el cantar de los grillos todos entraban a la casa, ya que el sereno era considerado malo para la salud:

Es excesivamente dañoso á la salud tomar el sereno ó recibir la humedad que cae de noche frecuentando los bosques, jardines, alamedas ó paseos muy poblados de plantas olorosas, pues debe saberse que estas plantas purifican el aire durante el día; pero luego que el sol se pone despiden el gas ácido carbónico que lo hace impuro produciendo dolores de cabeza y á veces hasta desmayos á quien lo respira en lugares confinados94.

En los antiguos esquemas de distribución de las viviendas yucatecas, las habitaciones estaban dispuestas en hileras a los lados del patio central, y se comunicaban tanto por un pasillo lateral, como por puertas internas. Esto no permitía concebir el espacio del descanso como un ámbito privado ya que se estaba permanentemente bajo la mirada vigilante de todos (Fig. 21).

Las habitaciones en primer lugar tenían que ser sanas. Las recomendaciones al respecto iban en relación con su altura, ventilación, temporalidad, color, disposición de los muebles, aseo y compañía.

Se recomendaba por salud que la cama no se compartiera, incluso la conyugal -considerada como la más íntima por el velo de la manifestación sexual-, por lo que regularmente las habitaciones de los esposos eran contiguas y comunicadas por una puerta interna, lo que facilitaba el tránsito entre una y otra habitación cuando se consideraba necesario.

En dimensiones, la habitación de la señora de la casa era la más generosa, pero la del señor era mejor en disposición en el partido general de la vivienda. Esta última incluso podía tener salida directa a las áreas verdes, cosa que no ocurría con las habitaciones de las mujeres.

Impactados por los descubrimientos de Lavosier y por la comprensión del mecanismo de la respiración, la mayoría de la población estaba convencida de los beneficios de las reservas de oxígeno, hecho que los médicos enarbolan en su lucha contra el lecho colectivo95; la recomendación tajante era: "Es más limpio ó cómodo dormir a solas. Dormir dos ó más personas en una misma cama es tan impropio como comer dos ó más en un mismo plato"96.

Cuando la alcoba se convirtió en un espacio personal, cada quien decidió cómo decorarla, con espejos y cortinas, muebles para la soledad y el descanso. Particularmente el juego de recámara de una joven estaba conformado por:

  • Una cama "levantada del suelo tres o cuatro palmos lo menos; más bien dura que blanda y no hallarse sofocada con cortinas ni colgaduras de tal naturaleza que pongan obstáculos al curso del aire"97.
  • Un oratorio
  • Un escritorio con "el álbum y colección de cartas íntimas [...]"98.
  • Mesa para colocar libros, revistas, cesto de la costura, portarretratos.
  • Tocador para vestirse enfrente de él, ropero, cómoda con cajones para la ropa íntima, baúles para los recuerdos, silla o asiento cómodo, cuadros.
  • Jarra y palangana para el primer aseo corporal.

El concepto moderno de privacidad recién se estaba consolidando. Cada sujeto, hombre, mujer, adultos y niños, adquirió una personalidad definida socialmente y consecuentemente se definieron sus ámbitos (Fig. 22).

El tiempo natural de dormir es la noche. Debe evitarse dormir durante el día, así como también el trasnocharse. Cuando menos se ejerciten los ojos con luz artificial más se gana en finura de vista. La duración del sueño debe ser proporcionada al trabajo y al cansancio. Los niños tienen bastante con siete ú ocho horas de cama y los adultos con seis. No deben dormirse con exceso porque esto quita el apetito y embota la inteligencia99.
Es más limpio ó cómodo dormir a solas.
Dormir dos ó más personas en una misma cama es tan impropio como comer dos ó más en un mismo plato100.
El lecho individual favorece la autonomía de la persona, favorece la plegaria, las formas de ensoñación, las condiciones del sueño y el despertar, el desenvolvimiento del soñar, o de las pesadilla101.

Conclusiones

Particularmente la arquitectura habitacional de la élite porfiriana yucateca se puede considerar como una de las máximas expresiones del ideal positivista. Sin embargo, también se puede suponer que fue mucho más allá, al encontrarse que tanto sus múltiples manifestaciones formales como sus novedosas configuraciones espaciales fueron la representación de muchos presupuestos eurocentristas pero también la expresión de un modelo de sociedad local y regional.

Así, y aunque los modelos arquitectónicos importados de Europa o diseñados por profesionales extranjeros condicionaron las actividades desarrolladas en el interior de las viviendas y a sus habitantes, también permitieron que el espacio y su significación se replantearan ante una vida cotidiana con un fuerte arraigo regional.

La modernidad en las viviendas se reflejó en las propuestas formales, en las reconfiguraciones funcionales y, más que nada, en la definición integral de cada uno de los espacios. De forma sintética y exclusivamente desde las condiciones espaciales, se pueden considerar como elementos de identidad y definitorios de estas viviendas los siguientes:

  1. Los planteamientos y organizaciones funcionales en el interior de estas, en cuya expresión positivista se determinaron iniciando con la demarcación tanto de zonas propias para cada actividad como de los límites simbólicos específicos para cada uno de los sujetos que interactuaban en estos espacios, y señalando recorridos funcionales y nodos de actividades.
  2. La posible división de estos espacios en ámbitos segregados y de segregación. La representación social también se encontraba en la decoración de las habitaciones y en sus dimensiones; los espacios de representación eran más grandes y más ornamentados que los de descanso, mientras que los de protección eran más adustos y los del servicio carentes de todo tipo de objeto decorativo o de trabajo ornamental.
  3. La especialización espacial y la reducción de dimensiones. Se observa que estos ámbitos se compartimentaron o subdividieron en aras de la satisfacción de nuevas necesidades y de la practicidad en las actividades cotidianas, buscando dinámicas y rutinas más eficientes.

Muy probablemente ante la encrucijada social, económica y tecnológica que se dio a fines del siglo XIX y los primeros años del XX, la arquitectura habitacional porfirista fue una propuesta de experimentación y transición, misma que se conformó como base de la arquitectura moderna yucateca102.

Producto de una ruptura y a sabiendas de una posible continuidad, es prácticamente indefinible, por lo que para caracterizarla es menester conjuntar conceptos como orden, protección, representación, equilibrio, autonomía, identidad, decantación, hibridación, segregación y funcionalización. En pocas palabras estas casas son hoy relatos del dominio total del sujeto, del espacio, de la naturaleza, del vivir en el perpetuo anhelo, de las ansias ajenas, del debilitamiento de muchos esquemas culturales y de la construcción de nuevos modelos de identidad, y son vistas como espacios de la memoria, detenidas en el tiempo y rodeadas de un romanticismo atemporal.


Pie de página

1En el mencionado trabajo, las viviendas se caracterizaron a partir de sus relaciones territoriales a diferentes escalas, desde el entorno urbano, hasta la ocupación en el terreno. Posteriormente la investigación se abordó privilegiando lo cuantitativo al analizar los espacios recurrentes, las dimensiones y los desplazamientos funcionales, información que se complementó con una aproximación cualitativa abordando aspectos de la vida cotidiana. Con ello se realizó una aproximación a la comprensión de las relaciones tanto entre contenedores y contenidos, como entre objetos y sujetos. N. del A. Gladys Arana López, "La vivienda de la burguesía en Mérida al cambio de siglo (1886-1916). La vida cotidiana en el ámbito privado" (Tesis doctoral, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011).
2Las fuentes empleadas en este trabajo tienen un tratamiento a partir del concepto y de la taxonomía propuesta en Julio Aróstegui, La investigación histórica: teoría y método (Barcelona: Crítica, 2001).
3Peter Burke, Visto o no visto. El uso de la imagen como documento histórico (Barcelona: Crítica, 2001), 10.
4Eduardo Tello Solís, Monografía del Paseo de Montejo, una avenida metida en la entraña del pueblo yucateco (Mérida: Ayuntamiento de Mérida, 1980).
5Carlos Cámara, Cronología histórica y arquitectónica del Paseo de Montejo (Mérida: Ayuntamiento de Mérida, 2001).
6Carlos Cámara, Las casonas del Paseo de Montejo (Mérida: Megamedia, 2009).
7También se encuentran diversos trabajos en los que se hace referencia a algunas viviendas, pero únicamente en relación con su localización en la ciudad o con algún acontecimiento histórico acontecido en ellas, entre estas se encuentran: Gonzalo Cámara, Catálogo histórico de Mérida (Mérida: José Díaz Bolio, 1977) y el de Francisco De Montejo y Baqueiro, Mérida en los años veinte (Mérida: Maldonado, 1981).
8Pilar Gonzalbo dir. y Anna Staples coord., Historia de la vida cotidiana en México, iv Bienes y vivencias, el siglo XIX (México: FCE-COLMEX, 2005).
9Raquel Barceló, "La búsqueda del confort y la higiene en Mérida, 1860-1911", en Historia de la vida cotidiana en México, Bienes y vivencias. El siglo XIX, dir. Pilar Gonzalbo y coord. Anne Staples (México: FCE-COLMEX, 2005).
10Roberto Ancona y Ramón Riancho, "Arquitectura y urbanismo en Mérida durante el Porfiriato", en Cuadernos de Arquitectura de Yucatán no 1 (Mérida: FAUADY, 1987).
11Enrique Manero, "Restauración de la Casa de las Sritas. Alonzo", en Cuadernos de Arquitectura de Yucatán no. 8 (Mérida: FAUADY, 1995).
12Entre la producción de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Yucatán también se encuentran los trabajos Procesos territoriales de Yucatán y el capítulo Panorama del patrimonio arquitectónico ecléctico-académico de Yucatán (1880-1915) escrito por Enrique Urzaiz, autor del libro Arquitectura en tránsito de 1997, y en el que en ambos casos realiza una caracterización formal y constructiva de las edificaciones porfiristas. Por otra parte, en diversas tesis de maestría desarrolladas en la unidad de posgrado e investigación de la misma facultad (UPI), se ha realizado algún tipo de aproximación a la arquitectura porfiriana de manera general y a la vivienda en particular. Pocos son los trabajos que consideran a la vivienda como unidad de análisis, como es Fundamentos teóricos para la catalogación del patrimonio urbano arquitectónico del siglo XX. La arquitectura habitacional del Paseo de Montejo de la ciudad de Mérida, Yucatán, de Fredy Ovando, mientras que aquellos realizados por Rubén Vega, Susana Bravo, Jacinto Iturriaga y Ana Laura Sáenz únicamente hacen referencias a la arquitectura habitacional, al tener como unidades de análisis a las haciendas henequeneras. Un estudio más profundo sobre la situación historiográfica de la arquitectura de entre siglos (XIX-XX) y sobre la vivienda yucateca se encuentra en Arana López, "La vivienda de la burguesía".
13Para vincular estos tres aspectos, es menester hacer una aproximación que en un principio pudiera entenderse como heteróclita, en la que se tome teoría y método al menos de cuatro grandes campos del conocimiento y procurando que se traslapen entre sí: la antropología, el consumo, la vida cotidiana y la historia social. Entre los principales exponentes y de donde se partió teóricamente para hacer la presente propuesta se encuentran Agnes Heller, Sociología de la vida cotidiana (Barcelona: Península, 2002) y Una revisión de la teoría de las necesidades (Barcelona: Paidós, 1996), Norman Pounds, La vida cotidiana. Historia de la cultura material (Barcelona: Crítica, 1999), Pilar Gonzalbo e historiadores como Michelle Perrot y George Duby, por mencionar algunos.
14La obra referida en el documento es: Enrique Ayala, La idea de habitar, la ciudad de México y sus casas 1750-1900 (México: UAM-XOCH, 2009), sin embargo tiene otra obra previa y complementaria a esta cuyo título es La casa de la ciudad de México (México: CONACULTA, 1996).
15Gonzalbo y Staples, Historia de la vida cotidiana.
16Sara Bak-Geller, Habitar una cocina (Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2006).
17Si bien el periodo de gobierno del General Porfirio Díaz inició en 1876 y concluyó en 1911 y consecuentemente se podría hacer referencia exclusivamene al período objeto de estudio como "porfirista", para el caso particular de esta investigación la temporalidad no se definió a partir del inicio o fin de un período político, sino en relación con un fenómeno arquitectónico observado cuya temporalidad está definida por una condición social, económica y cultural, desde su preexistencia hasta sus resabios. Por otra parte, se realizó un análisis de alrededor de 267 planos de viviendas yucatecas construidas entre 1868 y 1938, conformándose tres grandes grupos teniendo como criterio de selección el programa arquitectónico, la propuesta de organización espacial general y la definición funcional de los espacios interiores. Los grupos, los cuales pueden ser considerados como representativos tipológicamente de cada época, se delimitaron de la siguiente manera: 1868-1885, 75 unidades, 1886-1916, 142 unidades y 1917-1938, 50 unidades. N. del A.
18También conocido como fibra de sisal. N. del A.
19Debido al proceso de crecimiento de la ciudad y a la consolidación de la mancha urbana preexistente, se definieron algunos aspectos que prevalecen y dotan de identidad a Mérida. Cuatro son los aspectos más relevantes al respecto: las calles, los nuevos emplazamientos urbanos, la consolidación de los preexistentes y la dotación de equipamiento. Entre las calles más importantes se podrían considerar el Paseo de Montejo, la avenida Reforma y la calle 59 o avenida Melchor Ocampo. En relación con los entornos urbanos que surgieron entonces o bien que derivaron de un proceso de conurbación y que hoy por hoy son emplazamientos con gran tradicion, se encuentran la colonia García Ginerés, Chuminópolis e Itzimná. Por su parte, los barrios como Santiago, Mejorada o San Cristóbal se consolidaron y cambiaron su imagen urbana ya fuera debido al gran número de obras en ellos edificadas o bien por la transformación de la imagen de muchas casas. Por último, se encuentra la construcción de un sin número de obras para paliar el retraso en el equipamiento e infraestructura de la ciudad, acción que impactó positivamente y creó atmósferas arquitectónicas que prevalecen hasta el día de hoy. N. del A.
20Arana López, "La vivienda de la burguesía", 73.
21Luis Ramírez Carrillo, Secretos de familia. Libaneses y élites empresariales en Yucatán (México: CONACULTA, 1994), 27.
22Aercel Espadas Medina, "Mérida; la traza borbónica última virreinal, primera modernización", en El Azar y la Memoria, ed. Marco Peraza (Mérida: apauady, 1993), 18.
23Espadas Medina, "Mérida; la traza borbónica", 19.
24Hoy corresponde a la calle 60. N. del A.
25Lucia Tello Peón, "Aproximación al tema integral histórico del crecimiento y evolución de la ciudad de Mérida durante el virreinato" (Tesis doctoral, Universidad Nacional Autónoma de México, 2001), 35.
26Aercel Espadas Medina, El modernista bazar-mercado de Mérida: de la modernización yucatanense-porfirista: 1880 (Mérida: UADY-INAH, 2010), 25.
27Raúl Ancona, "Arquitectura civil en Mérida Colonial", en Cuadernos de Arquitectura de Yucatán no. 1. (Mérida: FAUADY, 1987), 39.
28Guerra librada entre españoles y mayas mayormente en el sur y este de la península. Algunos autores mencionan el término de esta después de 8 años de luchas, aunque oficialmente se declara su conclusión en 1901, con la toma del poblado de Chan Santa Cruz. Nelson Reed, La guerra de castas de Yucatán (México: Era, 1971), 5.
29Como ejemplo de esto, en 1865 se inauguró el telégrafo en Yucatán, con un cable Sisal-Mérida, hecho coincidente con la vista de la emperatriz Carlota Amalia a la ciudad y se cambió de nuevo su nomenclatura de, la cual se utilizó hasta 1890. En 1866 se fundó el Museo de Arqueología y Artes mejor conocido como el Museo Yucateco, en 1867 se creó el Instituto Literario del Estado, se instaló la primera noria y además se procuró la inmigración europea a territorio yucateco, sobre todo para la explotación del campo. Alma Durán-Merck, Villa carlota, colonias alemanas en Yucatán (Mérida: ICY, 2009), 10.
30Luis Ramírez Carrillo, Secretos de familia, 27, 28.
31Para 1900 había un sinnúmero de proveedores de servicios, entre ellos: carretoneros (177), cigarreros (122), cocheros (140), costureras (470), curtidores (141), dulceros (14), escultores (29), filarmónicos (88), fotógrafos (12), panaderos (493), pasteleros (4), peluqueros (220), pintores (52), plateros (193), sastres (350), tablajeros o carniceros (229), tintoreros (11), tipógrafos (111), zapateros (467). Dirección de los trabajos del censo de 1910 (Mérida: Junta Central, gaihy, 1910).
32Según el censo realizado en 1900, en Mérida existían 8.373 viviendas de un piso, 191 de dos, 5 de tres pisos y 2.725 chozas, con un total de 11.294 habitaciones en total, estando en construcción 164 casas. N. del A.
33Gladys Arana López y Lucía Tello, Tipología formal y espacial de la vivienda en el porfirismo. Vivienda popular y de élite, trabajo presentado en el quinto seminario de investigación "Arquitectura y Urbanismo del Porfirismo en Yucatán", 30 septiembre 2009.
34Fernando González Gortázar, La arquitectura mexicana del siglo XX (México: CONACULTA, 2004), 31.
35Así lo manifiesta Nicolás Mariscal en el discurso leído en la 5a sesión del concurso científico nacional de 1890, la noche del 15 de noviembre, citado en Louise Noelle ed., Fuentes para el estudio de la arquitectura en México, siglo XIX y XX (México: UNAM-IIE, 2007), 145.
36Enrique De Anda, Historia de la arquitectura mexicana (Barcelona: Gustavo Gili, 2006), 149.
37Feliciano Manzanilla, Elementos de fisiología e higiene privada (Mérida: Tipografía de Echánove López, 1884), 100.
38Se encargaban ciertos productos al mercado cuando lo suministrado por la hacienda ya se había agotado o en caso de alguna situación especial, no siempre la cocinera. N. del A.
39Ermilo Abreu Gómez, Cosas de mi tierra (Mérida: icy, 2009), 60.
40Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 62.
41La ley de Pesas y Medidas se propuso por primera vez en 1857 pero estas tuvieron efecto fundamentalmente hasta recién entrado el siglo XX. Incluso en un edicto de Benito Juárez de 1861, el presidente rescata la ley e intenta imponerla por la fuerza. Es hasta 1890 cuando la Legión Mexicana en París adquiere los modelos del metro y del kilogramo, auque en ningún momento se habla de las unidades de capacidad. Bak-Geller, Habitar una cocina, 41, 43.
42Esto no quiere decir que la señora de la casa no supiera cocinar, de hecho las clases de cocina eran de rigor para todas aquellas señoritas consideradas de bien. N. del A.
43En el porfirismo las podemos encontrar tanto en el área trasera, como en el sótano, o bien en la parte delantera junto al salón con vista a la calle. N. del A.
44Abreu, Cosas de mi tierra.
45Las tinajas que se utilizaban en Mérida eran las hechas en Campeche en los hornos del barrio de San Román; de barro podían ser negras o rojizas, regularmente estaban húmedas ya que trasudaban con el calor del medio día. N. del A.
46La piedra de moler es cuadrada de tres patas y en ella se molían casi exclusivamente maíz y cacao con una piedra redonda que se le conoce como brazo. N. del A.
47Es un vaso de madera, grande y delgado, en el que se bate el chocolate con un molinillo también de madera. Antes de usarlo, el batidor se "cura", se le unta manteca de cerdo y se envuelve en papel para que absorba la grasa y cuando reciba lo caliente de la leche o del agua no se cuartee. N. del A.
48Es un calabazo hueco y pulido donde se guardan las tortillas de maíz. N. del A.
49Son de distintos tamaños y en las casas eran muy empleadas no solo para tomar agua, el chocolate o el atole por la servidumbre, sino también como auxiliar en las labores de casa, como en el lavado o el aseo de la casa, deriva del fruto seco del la jícara. N. del A.
50La lejía se hace del siguiente modo: se echan dos o tres jícaras de ceniza en una tina de agua y se deja que el polvo se vaya al fondo; luego con la mano se quita el carbón que queda en la superficie. N. del A.
51Manzanilla, Elementos de fisiología, 70-71
52Una de las historias alrededor de estos personajes es la de Estanislao -que ni indio ni coreano, sino español- recorre la ciudad en busca de trabajo hasta llegar a las puertas de la residencia Regil, donde es contratado como jardinero. Al paso del tiempo empezó a pasar muchas horas en meditación y hablándole a las flores, hasta que cerca a sus últimos días pronunciaba homilías en las puertas de las casas del Paseo de Montejo. Roldán Peniche Barrera, Yucatán insólito (Mérida: ICY-Maldonado, 2003), 52.
53Tela de algodón con la cual los pobres hacían su ropa. La estribilla se vende por varas y por cuartas en los mercados y en las tiendas de lencería camisas y calzones de los maridos. Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 7, 8.
54Depósito de agua. N. del A.
55Narcisa Trujillo, "El paseo de Montejo", en Mérida, Monografía, Fausto Hijuelos. (México: sep, 1942), 153.
56Maude Mason, En Yucatán (México: CONACULTA, 2005), 30.
57Mason, En Yucatán, 30.
58Sharonware Workshop, Sharonware Concrete Garden Furniture (Nueva York: Sharonware Workshop, 1917).
59Ermilo Abreu, Cosas de mi tierra, 16.
60Manzanilla, Elementos de fisiología, 61.
61Vale la pena comentar que la primera fábrica de vidrio plano establecida se hace en los primeros años de México como independiente por franceses en Puebla, conocida después como 3. Haro en Ciudad de México. La casa Pellandini se dedicaba desde 1868 a la importación de los cristales franceses de Saint Gobain. Berta Tello, "Intención decorativa en los objetos de uso cotidiano de los interiores domésticos del porfiriato", en El arte y la vida cotidiana, coord. Estela Estrada de Gerlero (México: IIE-UNAM, 1995).
62Luis Soto, "Costumbres y muebles de baño en el Porfiriato", en El Porfiriato, comp. Luisa Martínez (México: UAM-AZG, 2006), 10.
63Michel Antochiw Kolpa, Mérida y su gente antes de la fotografía (Mérida: gultur, 1992), 125.
64Manzanilla, Elementos de fisiología, 75.
65Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 35-38.
66Manzanilla, Elementos de fisiología, 87.
67Manzanilla, Elementos de fisiología, 88.
68Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 35-38.
69Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 32.
70Resolana y resistero "[...] son palabras que se usan mucho [...] según el diccionario, significan lo mismo, pero aquí [...] tienen diferente valor. Resolana es recibir directamente los rayos del sol; en tanto que resistero es estar expuesto solo a su reflejo". Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 33.
71Manzanilla, Elementos de fisiología, 94.
72Muchos de los cantares, de los dichos, de las adivinanzas y de las ocurrencias que corren de boca en boca en la región se dicen en otras partes, en San Juan de Puerto Rico, en Santo Domingo, en La Habana, en Caracas, en Bogotá, en Lima. Siempre se trata de la misma letra con tal o cual cambio. Este mundo lírico nos vino de España y nuestros pueblos lo mantienen vivo. La pájara pinta, canción popular. N. del A.
73En la de en medio revolotea el pájaro "engañador" y en las de los lados, más pequeñas, están las trampas abiertas. Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 19.
74"El tirahule es lo que en otras partes se llama flecha u honda y sirve para dispara piedras o municiones [...] se venden en el mercado pero no son los mejores. Los mejores, los más recios, son los que hacen los propios chicos, desgajando horquetitas de los árboles y amarrándoles un trozo de hule negro y resistente". Abreu Gómez, Cosas de mi tierra (Mérida: icy, 2009), 11.
75Flor amarilla, cuyos capullos al ser aplastados violentamente producen un estallido curioso. Llanez Marín, Los niños mayas de Yucatán (Mérida: Maldonado, 1983), 18, 23.
76Calor que parte la tierra. N. del A.
77Vientos del sur que soplan por los meses de febrero y marzo. Son vientos calientes y desapacibles y a veces arrecian y traen el olor y la ceniza de los montes recién quemados. La gente sabe que estos vientos anuncian los días de semana santa. Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 51.
78"[...] es el nombre del viento que sopla del poniente. Cuando sopla, las madres guardan a sus hijos y los campesinos recogen sus animales. Junto con el chiquinic llegan las mariposas negras que son de mal agüero". Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 17.
79"[...] durante la sequía solían caer [...] ennegrecían el cielo y desaparecía el sol. Se posaban los árboles y cubrían, voraces, los patios y las sementeras. La gente las perseguía con palos y bejucos y hogueras [...] sin reposo ni cansancio roían y roían la vegetación hasta los más pequeños tallos". Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 54.
80"[...] huele a incienso [...] florece en mayo en racimos. Los niños las juntan en canastillas y las ofrecen a la virgen". Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 17.
81Antochiw Kolpa, Mérida y su gente, 130.
82Lecturas instructivas y morales sobre historia, artes y ciencias, 1890.
83María Pérez Salas, "El trajín de una casa", en Historia de la vida cotidiana en México, IV Bienes y vivencias, el siglo XIX, ed. Pilar Gonzalbo (México: FCE-COLMEX, 2005), 183, 184.
84El tazón de China, Folletería, publicidad (Mérida: SF. Acervo del gaihy).
85Manzanilla, Elementos de fisiología, 92.
86Canción popular. N. del A.
87Abreu Gómez, Cosas de mi tierra, 9.
88Tratado de los deberes del hombre, para el uso de los niños de las escuelas de primeras letras: corregido y aumentado (Mérida: Imprenta de Espinosa e Hijos, 1869), 53.
89Tratado de los deberes del hombre, 55.
90La Época, no. 1 (sábado 5 de septiembre de 1914).
91Pérez Salas, "El trajín de una casa", 185.
92Pérez Salas, "El trajín de una casa", 185.
93Pimienta y Mostaza (16 de abril de 1893), 5.
94Manzanilla, Elementos de fisiología, 55.
95Georges Duby y Michelle Perrot coords., Historia de las mujeres en occidente, Tomo 4, El siglo XIX (México: Taurus, 2005), 415.
96Manzanilla, Elementos de fisiología, 99.
97Manzanilla, Elementos de fisiología, 99.
98Duby y Perrot, Historia de las mujeres, 416.
99Manzanilla, Elementos de fisiología, 88.
100Manzanilla, Elementos de fisiología, 99.
101Duby y Perrot, Historia de las mujeres, 415.
102Se han identificado cuatro aspectos relevantes en la arquitectura que la definen abstractamente: a) la relación entre el adentro y el afuera, b) la definición de diversos ámbitos de actividad y c) la funcionalización y racionalización espacial. A partir de estos aspectos se pueden realizar ejercicios comparativos entre las viviendas de la élite de diversas épocas, como lo son la posrevolucionaria, del movimiento moderno y la de la actualidad, en las que se identificaron los mismos elementos espaciales abstractos, aunque con una expresión formal diferente. El desarrollo de los mencionados ejercicios comparativos se realizaron en: Gladys Arana, Intermediate Spaces and the Definition of a Regional Architecture, ponencia presentada en la Universidad de Florida en Gainesville en el marco de 9th Annual iasesp (International Association for the Study of Environment, Space and Place), en Gladys Arana y Catherine Ettinger, Los espacios de transición en la Arquitectura Habitacional Porfirista. La vivienda burguesa en Mérida aceptado para publicación en Academia XXIi (México: unam, 2013). Gladys Arana, "Espacios y objetos en la vivienda. Historias del habitar en Mérida, 1900-1940", en Cambios Sociales y Construcción de Imaginarios en el Siglo XX, coords. Estrellita García y Laura Alarcón (Guadalajara: El Colegio de Jalisco, 2013) y Gladys Arana, "La fuerza de la memoria y la búsqueda de la modernidad. De la vivienda porfirista a la vida cotidiana en la posrevolución, 1925-1940", en Enfoque para una crítica del modelo de expansión urbana de la ciudad de Mérida, Yucatán. Las áreas habitacionales del primer medio siglo XX, María Elena Torres (Mérida: FAUADY, 2013).


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