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Memoria y Sociedad

Print version ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.17 no.35 Bogotá June/Dec. 2013

 

Europa. Temas, debates y libros.
López Forero, Abel Ignacio.
Bogotá: Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A., 2013. 438 pp.

Medófilo Medina1

1Profesor Emérito, Universidad Nacional de Colombia. Licenciado en Historia, Universidad Nacional de Colombia. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea, Universidad M. V. Lomonozov de Moscú. Postdoctorado, Universidad M. V. Lomonozov de Moscú. mememedinap@gmail.com


El libro está integrado por una introducción y 21 textos distribuidos en tres capítulos: temas, debates y libros. El autor despliega una diferenciada escala analítica: ensayo historiográfico de conjunto, comentario crítico, reseña. La anterior enumeración remitiría a la idea de una obra retaceada. Nada parecido. De entrada cabe afirmar que el lector se encuentra con una libro orgánico: una visión integrada desde la historiografía de toda una época histórica: la Edad Media.

En la Introducción el autor ofrece perfiles básicos de las controversias historiográficas recientes en Occidente. Apoyado inicialmente en el libro The logics of History. Social Theory and Social Transformation, de William Sewell publicado en 2005, López emprende un rastreo de las vicisitudes experimentadas por la historia social marxista con su compromiso con una visión estructural que guarda relación privilegiada con el análisis económico y social. A la hegemonía conquistada por esta historiografía corresponden logros importantes del conocimiento histórico. También se harán ostensibles sus limitaciones. Al compás de los desencantos académicos y políticos de Sewell el autor del libro identifica los momentos en los que parecen configurarse prometedores modelos de superación cuando el materialismo parece haber perdido su solvencia. La historia cuantitativa es uno de esos momentos que muy pronto dejará ver sus inconsistencias.

Entonces en el horizonte aparecen promesas nuevas: la antropología interpretativa particularmente en la versión de Clifford Geertz que como toda escuela nueva avanza a la escena con un abanico de temas: los rituales, las convenciones, las fiestas, los marginados etc., desarrollados por un elenco de autores destacados: Renato Rosaldo, Robert Darnton, entre otros.

Iluminados por destellos de seducción, emergen los estudios literarios aplicados a la historia en la modalidad en que proponen Jacques Derrida y Michel Foucault en el análisis del discurso. Sus seguidores han avanzado mucho en la deconstrucción pero no han podido cancelar las apuestas cognitivas por la elaboración de explicaciones constructivistas sobre el proceso del desarrollo humano.

Haciendo una pausa en la presentación de corrientes, Abel López introduce con pertinencia los cambios experimentados en el sistema capitalista a nivel planetario y las abruptas mutaciones sufridas por los regímenes capitalistas, cuyos hitos iniciales fueron la victoria política del neoliberalismo registrada inicialmente por los triunfos electorales de M. Tatcher (1979) y R. Reagan (1980). El desmantelamiento del Estado Bienestar en el que había florecido y la universal expansión del monoteísmo del mercado han significado el empobrecimiento, y la precipitación a la marginalidad y a la anomia de millones y millones de personas.

En medio de ese panorama trágico los historiadores se hacen atormentadas preguntas y creen encontrar respuestas que asumen con dosis significativas de escepticismo. Es posible entonces que el relativismo posmoderno pueda suministrar tales respuestas. Tratando de resumir esa ilusión, Abel López señala que cuando las estructuras sociales se hacen menos sólidas y predecibles es posible "...que nuestro mundo sea comprendido como una construcción cultural". Con arreglo entonces al desencanto de Sewell: el cambio de la historia social a la cultural podría traer la respuesta.

El segundo caso de evolución historiográfica lo aborda Abel López alrededor de la obra de Geoff Eley: Una línea torcida. De la historia cultural a la historia de la sociedad que con diferencias refleja un derrotero intelectual y emocional similar al recorrido por Sewell. En apretada síntesis, López ofrece su visión de las tres grandes estaciones que identifica Eley en la historiografía contemporánea: "La historia social de notable inspiración marxista, durante los años de 1960 y 1970; el giro cultural, propio de los años ochenta y noventa; y, un renovado interés por la historia social, en la primera década del siglo XXI" (24). A cada uno de esos momentos el autor asocia obras y autores que no se limita a presentar en la medida en la que son incorporados por Eley sino que ensancha su número e introduce nuevos elementos de juicio en su análisis gracias a su propia y vasta erudición historiográfica.

En cuatro decenios la historiografía de Occidente ha experimentado profundos sobresaltos en medio de los cuales se han enunciado fórmulas que en un primer momento se presentaron como inapelables: "La realidad no existe había sentenciado Foucault ya en 1964 (...) lo único que hay es la lengua y de lo que hablamos es lengua, hablamos dentro de la lengua". En los años setenta volvió a sonar la trompeta normativa: la disciplina de la historia es cuantitativa o no es (Leroy-Ladurie), el retorno de la narrativa marca el fin de los intentos de producir explicaciones científicas sobre el pasado (Lawrence Stone, 1979). Victoriosamente muchos intelectuales invitaron al sepelio de los metarrelatos. Pero siempre hubo quienes en una u otra de esas coyunturas se permitieron plantar un: " Y sin embargo...". Es este el sentido que tiene la expresión de un discreto optimismo cognitivo: "Los ladridos y la ironía de la deconstrucción resuenan en la noche, pero la caravana del 'buen sentido' prosigue su camino" (George Steiner, Pasión Intacta, 1997).

Por su parte Abel López registra las transformaciones de la historia social y la reconciliación ciertamente condicionada con ella de algunos de los que habían manifestado su desencanto. Optan por un compromiso que parte de obviar una disyuntiva historia social o historia cultural. Quizá sea temprano para admitir que esta conciliación en términos metodológicos resulte fecunda y sea garantía para que la historia contribuya efectivamente a la comprensión de en dónde está la humanidad y cómo ha llegado hasta aquí.

Venturosamente hoy se están perfilando confluencias prometedoras que incluso van más allá de la coalición que propuso Hobsbawm en el último trecho de su admirable existencia. Se trata del avance, por ahora en vías paralelas, de la historia global, y la Big History por un lado y de la Historia psicogenética, por el otro. Ese nuevo trazado de vías está avanzando sobre un entrelazamiento multidisciplinar al que concurren la teoría de la evolución, la biología, la sociología procesual, la psicología del desarrollo, una renovada antropología.

Aquí solo se han bosquejado las líneas salientes del análisis, el más novedoso del libro, que ofrece Abel López y que invita a la inversión de esfuerzos teóricos y que estimula los debates que pueden desenvolverse en paisajes ligeramente diferentes a aquellos en los que tan a gusto se mueve el autor.

Para algunos lectores y lectoras de Europa. Temas debates y libros el paso de las páginas será el retorno a un tiempo ya inasible cuando tuvieron el privilegio de tomar las clases de un maestro capaz de presentar con mano maestra grandes momentos históricos en una composición compleja pero reconstruida con claridad y sencillez. Para los lectores que se acercan por primera vez a estos textos resultará provechoso sumergirse con economía de tiempo, en grandes transiciones: el paso de la Edad Media a la Moderna tema siempre favorecido por los importantes historiadores y en aquellos períodos de despegue en los que el tiempo histórico parece acelerarse. Son los ensayos que van de la página 95 a la 155 y que abordan dos segmentos temporales: 1470 a 1530 y 1450 a 1550. Se trata de aspectos diversos, desde los políticos como el representado entre intereses y fines de la Iglesia y los del poder temporal de la monarquía, hasta aquellos que están planteados con sensibilidad sociológica como el tipo de religiosidad que España impuso en América y que se había galvanizado en la larguísima guerra de la reconquista de España contra la dominación de los moros.

Abel López ha consagrado su actividad docente e investigativa a la historia medieval. Si bien se mira esa elección entraña una ejemplar y meritoria decisión en un medio disciplinar que tiende a operar sobre una ecuación de historiador igual a historiador de historia de Colombia. Por momentos debió la experiencia resultarle agobiante por la dificultad de abrirle paso a proyectos financieramente asistidos y también por los obstáculos para la publicación en formato de libro. La historia de la Edad Media así como la historia antigua tienden a asimilarse a la condición de campos alejados de las preocupaciones y deberes de la historia nacional. Quien lea el libro que aquí se reseña advertirá lo equivocado de tal previsión.

Los ensayos que ahora se comentan tienen por escenario factual a Europa pero reflejan los intereses objetivos en la historia colombiana y latinoamericana. Muy tempranamente Abel López estuvo planteando la necesidad que tenían los historiadores colombianos de conocer bien la historia de España. Tomó a veces esa insistencia la forma de crítica no siempre bien asimilada por quienes resultaron de manera inmediata objeto de ella.

Puede afirmarse que todo el libro refleja la anterior preocupación, pero se hace más explícita en los ensayos pertenecientes: "España hace quinientos años" y "Castilla en la Edad Media: ¿una sociedad feudal?". El primero, de factura predominantemente narrativa, muestra la complejidad de la conformación del Estado nación español a partir de la unión de la Corona de Castilla, el Reino de Navarra y la Corona de Aragón, cuerpos a su vez integrados por reinos y territorios. Al advertir las negociaciones, concesiones y acuerdos que condujeron a esa unión aparece lo artificioso del punto de vista sostenido por aquellos que hablan de los Reinos de la Indias como de unidades de la Monarquía Española equiparables a la condición de los reinos peninsulares.

El segundo ensayo tiene carácter más teórico y constituye un texto paradigmático por la manera impecable de dar cuenta de un debate y por la forma de participación independiente del autor en el mismo. Abel López de manera sintética pero comprehensiva presenta los argumentos de los historiadores Sánchez Albornoz y García de Valdeavellanos, quienes se inclinan a asumir que en Castilla se desarrolló un régimen señorial que habría evadido el feudalismo que se había impuesto en el resto de Europa occidental.

Por su parte, el historiador Salvador de Moxó y la historiadora argentina Reina Pastor de Togneri objetan la anterior posición desde corpus teóricos distintos. Moxó en registro blochiano reconoce la lógica de la argumentación de los dos historiadores mencionados pero la encuentra unilateral por refugiarse en las fórmulas jurídicas e institucionales frente a las cuales ofrece la alternativa de un "horizonte social" que remite a un concepto más amplio de feudalismo.

A su turno Reina Pastor y otros investigadores marxistas insisten en incorporar en su conjunto las condiciones materiales de reproducción de la sociedad y las relaciones sociales y con base en tales factores insisten en que es el carácter feudal la clave para entender el desarrollo histórico de la península en la Edad Media.

Hubiera sido deseable que debates como los anteriores hubieran entrado en el complejo controversial de la discusión sobre feudalismo o capitalismo que fue característico de las discusiones político-académicas que acaloraron a los auditorios estudiantiles en América Latina en el decenio de 1960.

Al tiempo que el lector asistido por Abel López accede a estos debates teóricos adquiere una versación técnica en el conocimiento de dispositivos jurídicos y terminología especializada que la investigación y los debates ponen en juego.

El ensayo sobre los cátaros se lee con mucho interés en la medida en que el autor remueve capas de prejuicios con las que la historia suele cubrir el análisis de las disidencias y las herejías al dar cuenta de investigaciones rigurosas recientes. Las deformaciones se originan en el caso de los albigenses tanto en visiones liberales a las que no les hace falta pruebas para mostrar la intransigencia de la Iglesia Católica como en las visiones favorecidas por la Iglesia que señalan las persecuciones como el resultado de la preocupación maternal por la armonía colectiva y la convivencia pacífica. Estas no son discusiones ajenas a la historia latinoamericana dado que entre las órdenes religiosas que tomaron en sus manos la evangelización en América se habían distinguido, por su tenacidad implacable contra los albigenses, Pedro de Verona o Vicente Ferrer.

Reviste también interés el análisis de la correlación entre el contenido de ciertos postulados doctrinales y las condiciones materiales de la sociedad. Por ejemplo las densidades demográficas en el mediodía francés y las orientaciones cátaras sobre la procreación y en general las relaciones sexuales.

También la investigación histórica sobre las mujeres ocupa un lugar en el libro de Abel López en la forma de un estudio bibliográfico. En el ensayo se identifican algunos cambios que se produjeron en relación con el estatus de la mujer en la sociedad en Europa y que atenuaron las pautas de la cultura patriarcal. Tal es la promoción que percibe Duby en el siglo XIII. Desde luego no se modifican sensiblemente las consideraciones sobre la inferioridad de la mujer ni desaparece de los sermones la advertencia sobre el cuerpo de la mujer como receptáculo del pecado y de la lujuria.

Dos libros sirven de vértebra del análisis: el primero del famoso historiador francés: Gorges Duby, Dames du XIIéme siécle, III Eve et les prêtres , el segundo de David Herlihy, Women, family and society in Medieval Europe. Historical Essays. Abel López destaca críticamente la diferencia en el tipo de fuentes que usan los dos historiadores. Mientras Duby acude a fuentes de orden más prescriptivo, Herlihy extrae su información de material factual que refleja más las prácticas que los discursos. Este último puede ofrecer entonces aproximaciones al rol jugado por las mujeres en la economía. Establece por ejemplo cómo en el siglo XIII y comienzos del XIV era notable la participación de las mujeres en los empleos urbanos y cómo desde la segunda mitad del siglo XIV los gremios y gobiernos urbanos impusieron restricción al acceso de las mujeres a empleos bien remunerados.

El campo de la historia de género induce al estudio de modelos de familias al tratamiento y alcance de las valoraciones del incesto, la percepción de la infancia. Toda la argumentación recuerda algo que olvida con frecuencia la naturaleza histórica y por ende cambiante de los valores. Lo anterior convendría tenerlo en cuenta cuando en los procesos educativos se busca enseñar ética y valores que son aprehendidos y presentados como fórmulas eternas.

El libro de Abel López Europa. Temas, debates y libros, cuyo contenido no se agotó en el registro de la presente reseña, debe también estudiarse como el reflejo de una parábola intelectual tanto en el plano docente como investigativo. No solo los que han sido alumnos del profesor López sino no pocos de los historiadores e historiadoras colombianos tenemos una deuda intelectual con él por haber puesto a nuestra disposición una erudición histórica a la que sin su concurso no hubiéramos accedido.