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Memoria y Sociedad

Print version ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.17 no.35 Bogotá June/Dec. 2013

 

Traducir la imagen, el arte colombiano en la esfera transcultural.
Pini, Ivonne y Maria Clara Bernai.
Bogotá: Universidad de los Andes, 2012. 261 pp.

Ana María Rodríguez Sierra1

1Historiadora, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Magíster en Historia, Universidad de Concepción, Chile. Estudiante del doctorado en Humanidades de la Universidad Eafit. anamasierra@gmail.com


Traducir la imagen es un libro de 261 páginas, publicado por el Departamento de Arte de la Universidad de los Andes en marzo de 2012. Sus autoras, las profesoras Maria Clara Bernal e Ivonne Pini, son en la actualidad dos de las más acuciosas investigadoras del arte colombiano. El libro se divide en dos partes en las cuales se estudian obras de siete artistas, teniendo como punto principal de análisis el concepto transculturación.

Retoman el concepto del cubano Fernando Ortiz y su libro Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar2. Allí la transculturación se define como la forma en que una cultura recompone, adapta rasgos de otras culturas y los incorpora, sin que ello implique un sometimiento o la pérdida de la cultura originaria. La transculturación es un rasgo de América Latina, donde se hibridan elementos de las culturas europea, africana e indígena que están en diálogo constante. Ese rasgo transcultural también se manifiesta en el arte colombiano. De modo que el objetivo de Traducir la imagen es precisamente analizar a través de las obras de algunos artistas cómo desde los años ochenta en Colombia la interacción cultural se cuela en el arte y demanda a los historiadores nuevas formas de análisis de la creación artística contemporánea.

La primera parte se titula Transculturación en el arte colombiano. En esta Ivonne Pini, partiendo de un gran acervo de fuentes como entrevistas realizadas a los artistas, reseñas, catálogos y críticas, estudia las obras de Beatriz González, Nadín Ospina y José Alejandro Restrepo, identificando en algunas de ellas los elementos que ponen de manifiesto la transculturación.

Sin embargo, el texto no solo se ocupa del análisis de dicho concepto en las obras, sino que además estudia el papel que asumen los artistas; con ese propósito Maria Clara Bernal, en la segunda parte del libro, retoma las ideas recogidas en El artista como etnógrafo de Hal Foster3. Allí el autor argumenta, partiendo de la noción acuñada por Walter Benjamin del artista como productor, que desde el arte de izquierda y movimientos refleXIVos como el Proletkult surgió un nuevo paradigma. Este paradigma nació cuando los límites de las definiciones tradicionales del arte y el artista se rompieron, y comenzó el arte a ser entendido como una red discursiva de prácticas e instituciones, subjetividades y comunidades; así apareció el artista que actúa como cartógrafo de fenómenos culturales y que piensa la alteridad pero desde un punto de vista inclusivo y respetuoso. Entonces se hizo posible concebir como arte la observación de un fenómeno y la producción artística colectiva, en la cual el artista interactúa con la comunidad y el público.

Son estas ideas entonces las que guían el estudio de Bernal en Prácticas de participación y colectividad en el arte colombiano. En esta última parte se examina la manera en que los artistas actúan como observadores de la transculturación y crean obras participativas y colectivas. También se introduce para esta reflexión la noción de estética relacional establecida por Nicholas Bourriaud, que formula que algunas prácticas artísticas se basan en el contexto de las interacciones humanas y en su contexto social. Así la construcción de una obra de arte crea comunidades.

No obstante, la autora es muy enfática en aclarar que si bien los proyectos estudiados se hacen en comunidades y para las comunidades en las que se desarrollan, están muy lejos de ser trabajos comunitarios en un sentido de aporte social. Se trata de creaciones artísticas contemporáneas que involucran la participación de muchas personas, pero con el fin de crear y cuestionar relatos de memoria y de identidad, mas no de mejorar la calidad de vida de las comunidades como pretenden los proyectos sociales. Teniendo todo eso presente, se escrutan obras de Fernando Escobar, Raúl Cristancho, Raimond Chaves y François Bucher.

Sin lugar a dudas, las fuentes primarias de la investigación que nutre el libro son las obras; aunque ellas están acompañadas por entrevistas y otros documentos que actúan como fuentes secundarias, es notable que las preguntas cruciales se le plantean a la obra como sustrato cultural. En ese sentido, este libro es un aporte positivo a la escritura de la historia del arte en nuestro país, y una contribución metodológica al uso de la imagen como fuente para la historia, pues interroga a las obras como fenómenos culturales de una época determinada, y son sus significados culturales los protagonistas en vez del artista.

Aparte de esto, el texto, escrito con un lenguaje fluido, coherente y claro, cumple notablemente su objetivo, pues la transculturación se hace visible en todos los trabajos analizados. Lamentablemente, no puede decirse lo mismo respecto al concepto de estética relacional añadido por la profesora Bernal en la segunda parte del libro, que si bien queda muy claro en la introducción, a la hora del análisis de las obras no queda completamente visibilizado o ejemplificado lo suficiente como para ser entendido en relación con las obras examinadas4, dejando así la teoría, un poco desacompasada de la investigación. Aun así, se debe destacar que se abordan temas complejos de un modo entendible para el lector y que el concepto fundamental desde el cual se interrogan las obras no solo queda manifiesto, sino que, además, ofrece respuestas que constituyen un real aporte a las reflexiones sobre el arte colombiano.

Pese a que en el ámbito académico de las humanidades se considere que la transculturación llegó un poco tarde al arte, en vista de que ya había sido muy trabajada en otros campos, lo importante es que el concepto llegó, y lo hizo a través de un libro cuidadosamente redactado, bellamente ilustrado con un cuadernillo final que enseña las obras trabajadas a color y en alta calidad; un libro que en definitiva e indiscutiblemente es una invitación fascinante para todos los historiadores a Traducir la imagen.


Pie de página

2Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (Madrid: Música Mundana Maqueda, 1999).
3Hal Foster, "El artista como etnógrafo", en El retorno de lo real. La vanguardia a finales de siglo (Madrid: Akal, 2001), 175-207.
4Especialmente en el estudio de la obra de François Bucher