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Memoria y Sociedad

Print version ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.20 no.41 Bogotá July/Dec. 2016

 

Nosotros y los otros. Las representaciones de la nación y sus habitantes, Colombia, 1880-1910.
Pérez Benavides, Amada Carolina.
Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2015. 328 pp.

Julio Arias Vanegas1*

1Antropólogo y magíster en Antropología, Universidad de los Andes (Colombia). Candidato al doctorado en Antropología Social, The Graduate Center, The City University of New York (cuny) (Estados Unidos). Investigador invitado, Instituto Pensar, Universidad Javeriana (Bogotá, Colombia). Correo electrónico: julioariasvanegas@gmail.com


Cómo citar esta reseña

Arias Vanegas, Julio. Reseña de Las representaciones de la nación y sus habitantes, Colombia, 1880-1910, de Amada Carolina Pérez Benavides. Memoria y Sociedad 20, no 41 (2016): 148-152.


Nosotros y los otros, el tan esperado libro de la historiadora y profesora Amada Pérez, nos ofrece un riguroso análisis sobre las formas en que fueron representados, visual y textualmente, la nación colombiana y sus habitantes, en tres contextos: un periódico de élite, el Museo Nacional y las misiones católicas, entre las décadas de 1880 y 1910. Desde allí, Pérez discute algunas de las estrategias de marginación y exclusión que han moldeado la construcción de la nación, y que, como señala desde el principio, es necesario desentrañar para entender el presente político y cultural colombiano. Pero abordar este tipo de temas no es fácil en Colombia. La construcción de la nación y de identidades nacionales ha sido uno de los temas más comunes en las ciencias sociales en Colombia, al menos desde la década de 1990, lo que ha llevado a un corpus considerable de estudios al respecto. Incluso, uno podría afirmar que hay una cierta obsesión con el tema, en parte porque distintos académicos e intelectuales consideran que este explicaría problemas fundamentales del país. Además, el periodo analizado por Pérez -parte de la llamada Regeneración- ha sido bastante discutido por ser visto tradicionalmente como un momento fundacional del Estado-nación colombiano. Frente a este panorama, Pérez logra de diversas formas presentarnos un libro novedoso y pertinente, no solo para la historiografía sino para diversos campos de investigación e intervención.

Justamente, Pérez parte por preguntarse cómo los letrados, los misioneros y los autodenominados notables de la época se representaron a sí mismos como un nosotros muy particular dentro de la historia nacional, en oposición a unos otros con quienes compartían el territorio -especialmente los que la autora agrupa como «indígenas» y «afrodescendientes»-. Es decir, Nosotros y los otros hace de las mismas representaciones de la nación y de sus productores -aquellos que se consideraban con el poder de la escritura y de la imagen- sus objetos de estudio y crítica, y desde allí encuentra un primer camino frente a los retos de estudiar la construcción de la nación. Así, el libro llama la atención sobre el acto mismo de representar la nación: sobre quiénes y de qué formas específicas la han representado2.

De esta manera, el libro de Pérez, fruto de su tesis doctoral en el Colegio de México, sigue un creciente campo de estudios que ha enfatizado en el análisis de estas representaciones para entender cómo ellas producen y reproducen diferencias, jerarquías y marginaciones, y no simplemente la construcción de un nosotros homogéneo. Pero, a diferencia de algunos de estos estudios, Nosotros y los otros sitúa estas representaciones visuales y escritas en contextos y lugares específicos y en relación con sujetos y procesos concretos, además de insistir en su materialidad y en las formas en que circularon.

Con estas consideraciones en mente, en cada parte del libro, Pérez examina los tres «lugares institucionales» mencionados y su desarrollo en medio de la Regeneración: Papel Periódico Ilustrado, el Museo Nacional y las misiones católicas. La selección de estos tres lugares le permite a Pérez combinar y contrastar una serie de fuentes no tan convencionales en la historiografía colombiana; sin duda, otro de sus grandes aportes. En la primera parte, la autora analiza las imágenes y los escritos de Papel Periódico Ilustrado, una publicación bogotana que circuló entre los sectores letrados del país de 1881 a 1888. Con estas fuentes discute la representación moral y racial de las llamadas notabilidades, en las que resaltan las figuras de los próceres y su lugar en la historia, en oposición al pueblo, varios tipos sociales, los indios y algunos sujetos racializados como negros. En los dos capítulos de la segunda parte, Pérez nos lleva a recorrer la historia y el diseño institucional del Museo, sus catálogos, guías y correspondencia, en especial las cartas que acompañaban las donaciones enviadas desde distintas regiones del país entre 1880 y 1912. Aunque con los trabajos previos supondríamos que ya sabemos bastante sobre el Museo, el uso y análisis cualitativo y cuantitativo de este tipo de fuentes le permite a Pérez explorar de manera más compleja la representación del pasado y de las riquezas naturales, en términos de lo que ella llama «la territorialización de la memoria histórica» y, agregaría yo, de la diferencia poblacional.

En la tercera y más larga parte, con cuatro capítulos, nos adentramos en otro de los objetos privilegiados de la historiografía de la Regeneración: las misiones católicas. Allí seguimos el diseño y legislación sobre las misiones, así como los relatos de viaje y varios tipos de informes de los misioneros, algunos con imágenes, sobre sus distintas labores en regiones marginalizadas como Caquetá, Chocó, los Llanos, La Guajira, Putumayo y la Sierra Nevada. Además de la idea de que la religión católica es un elemento fundamental para la patria, con estas fuentes Pérez nos muestra que las labores de los misioneros hacían parte de un engranaje entre civilización, comercio y comunicación, en el que los indígenas debían ser transformados en mano de obra. También, aunque fundadas en la oposición civilización/salvajismo, podemos ver representaciones diferenciadas de los indígenas y la naturaleza según cada región, lo cual moldeó las estrategias de evangelización. Así, el uso y selección de estas fuentes en las tres partes posibilita comprender las representaciones desde las mismas prácticas que las constituyen, como las labores de los misioneros, o la donación, catalogación y exhibición de objetos en el Museo. Este entrelazamiento de las categorías de representaciones y prácticas hace de cada una de las partes del libro un gran ejemplo de la historia cultural, distinta de una historia intelectual o de las ideas, como lo ha propuesto la misma autora3.

Aunque cada una de estas tres partes ameritaría un libro en sí mismo, otra de las grandes virtudes de Nosotros y los otros es que claramente sigue una unidad temática y metodológica, en la que los distintos capítulos dialogan y se complementan entre sí. Por eso, la totalidad de la obra nos permite ver similitudes, matices y divergencias en la representación de los notables, los indígenas y los «afrodescendientes», así como la relación entre diferencia poblacional y territorial en estas representaciones. Al respecto, yo resaltaría, entre otros, dos grandes ejes del libro. Por un lado, toda la obra examina las distintas maneras de exaltar la herencia española y de crear un continuo histórico desde la conquista. Por otro lado, y a mi juicio más significativo, el conjunto del libro ofrece un amplio panorama sobre las representaciones y estrategias de marginación, incorporación y reducción de distintos grupos indígenas; un aporte clave para lo que podríamos llamar una genealogía de lo indígena en Colombia. Por ello, podemos contrastar las representaciones sobre lo indígena como objeto del pasado exclusivamente, en Papel Periódico y en el Museo, con las de «las tribus de indios salvajes y errantes» en las regiones de frontera. Así, por ejemplo, mientras los indígenas del pasado servían para resaltar el conocimiento de los notables y su particular «linaje», las tribus errantes operaban como un otro ejemplarizante de lo que no debía ser el gran nosotros nacional compuesto por diversos pobladores. Pérez también usa las tres partes del libro para mostrar cómo las representaciones sobre los indígenas -producidas desde la prensa, el mismo Museo o la legislación- se iban transformando y adecuando en las prácticas concretas de las misiones.

Este tipo de análisis es posible porque Pérez entiende la especificidad de cada uno de estos espacios en la construcción de la nación: Papel Periódico para la autoproducción de las élites; el Museo como un lugar para «despertar amor a la patria» dirigido incluso a «los de ruana»; y las misiones y sus publicaciones como lugares para incorporar a los indígenas y sus territorios y producirlos como otros, con el fin de enseñar al resto de la población. Así mismo, Pérez concibe cada una de las tres partes como expresión de niveles y actores distintos que se entrelazan: el centro nacional en Papel Periódico, el centro y las élites regionales y locales en el Museo y las donaciones, y los márgenes en las misiones. Además, es desde los márgenes que Pérez puede dar cuenta de las tácticas de los indígenas frente a las estrategias de los notables o misioneros -siguiendo las categorías de Certeau-. Así, a lo largo del libro nos vamos moviendo, por ejemplo, desde las imágenes y objetos dedicados a los próceres, notables o antigüedades prehispánicas en Bogotá, a la manera como los indígenas del Sibundo y experimentaban y se apropiaban de los cuadros de los santos. Así, aun cuando se podría aprovechar cada una de sus partes por separado, sin duda son varias las razones para leer la totalidad de Nosotros y los otros.

Justamente, al concluir la obra completa, me surgieron preguntas que creo útiles para el debate y para los caminos y estudios que posibilita un libro como este. Primero, es significativo el desbalance entre las tres partes del texto: solo en la tercera, mucho más larga, vemos con claridad algunas tácticas de «los débiles», y en esta y en la segunda parte observamos un mayor énfasis en las prácticas y en los actores -y, por lo tanto, un mayor diálogo con la historia social y política-. Esto genera la impresión de que, en el centro de la nación, mayoritariamente Bogotá, solo se pueden analizar representaciones que son luego cuestionadas en las regiones y en los márgenes. ¿Por qué no es posible examinar con más detenimiento las relaciones sociales y prácticas que constituyeron Papel Periódico? ¿Es esto solo un problema de fuentes, por el tipo de publicación o por no haber ampliado el archivo, como con las misiones? ¿Acaso no es posible ver las tácticas de otros sectores o reconstruir historias «divergentes» y «libertarias» en lo que consideramos el centro? ¿Cómo hacemos para estudiar los centros y las márgenes en unos mismos lugares? ¿O no es posible cuestionar y mostrar los límites y contradicciones del centro y las élites analizando sus propias representaciones y «estrategias»? ¿No podríamos complementar las categorías de Certeau con una mirada sobre las élites poscoloniales como sujetos subalternos en sí mismos?

Segundo, me llamó la atención que discusiones sobre el concepto de raza y un diálogo con la historiografía de raza y nación no tuvieran un lugar importante en el libro. Esto es interesante porque las representaciones sobre nación y diferencia poblacional son leídas cada vez más desde ese concepto. Uno podría suponer que esta ausencia es fruto de una apuesta por no plegarse a la historiografía estadounidense y su creciente influencia en países como Colombia, lo cual le da más libertad al libro para no repetir ciertas fórmulas establecidas y fáciles. Además, algunos creerían que no es necesaria la discusión sobre raza, porque no estamos enfrentados a otros temas estudiados sobre la regeneración como la alimentación, la medicalización de la sociedad y, más adelante, el debate eugenésico. Sin embargo, encontramos la palabra raza y conceptualizaciones raciales en muchas fuentes citadas a lo largo de todo el libro, y, por ejemplo, Pérez muestra una constante preocupación por el concepto de «raza latina» para entender este periodo. Más importante aun, en todas las referencias raza no remite solo a lo biológico o al fenotipo, como la autora a veces parece usarlo. Al igual que pueblo, linaje o tipo, aunque usadas de distinta manera, con raza se entremezclan lo físico, lo moral, la historia y las condiciones sociales en sus fuentes. Por ello, creo que el libro hubiera aportado mucho a las discusiones alrededor de este concepto, del entrelazamiento de lo corporal y lo moral, además de complejizar nuestra comprensión sobre este periodo desde otras fuentes y saberes4.

Por esta vía, el trabajo de Pérez me hizo pensar también en la importancia de conjugar una historia de diferencias poblacionales con una historia de las emociones. El libro, en especial la primera y segunda parte, tiene muchas referencias a la relación entre configuraciones emocionales -la producción y el modelamiento de emociones-, «educación moral» y corporal, y las diferencias entre pueblos y razas; por ejemplo, desde lo que se espera de un notable y un misionero hasta lo que se hace ver de un indio errante. No creo que esto sea ajeno a los intereses del libro: esta producción de diferencias raciales-emocionales y cuerpos sustentó formas particulares de marginación, y, por supuesto, de gobierno y de soberanía, así como la construcción/educación de un nosotros nacional, donde objetos, imágenes y escritos fueron fundamentales.

Estas preguntas y discusiones no hacen sino reiterar la importancia de Nosotros y los otros. En especial, como he querido resaltar, este libro es un gran ejemplo de cómo estudiar la nación no solo desde la homogenización y la construcción de identidades colectivas y de sentidos de pertenencia, sino como un proyecto civilizatorio y de producción de diferencias y márgenes. Este énfasis ayuda a cuestionar visiones simplistas sobre la inclusión de la diferencia, para precisamente preguntarse cómo han sido incorporadas, incluso de forma violenta, distintas poblaciones y territorios. De ahí que el libro insista en explorar las luchas, las divergencias y las tácticas que también constituyen las naciones. Por estas razones, no hay duda de la pertinencia de un libro como este para este presente político de redefinición, ampliación e incorporación de márgenes y fronteras económicas.

En este sentido, también creo que la obra hace parte de un momento en el que es posible pensar la nación más allá de los «fracasos», las «fallas», las «ausencias» o -por el contrario- de lo «soñado», es decir, de los deseos nacionalistas. Así, Nosotros y los otros también debería ser una invitación a reflexionar sobre el lugar de intelectuales, académicos y trabajadores de las ciencias sociales en la producción de representaciones sobre la nación y sus historias, sobre cómo desde sus apuestas, deseos y temores, han representado y han enseñado a narrar y representar el pasado y el presente del país -como la misma portada del libro nos lo recuerda-. Por esta vía, también estoy seguro de que Nosotros y los otros será clave para aquellos que, desde los museos, la gestión cultural, el inventario patrimonial y el arte, por ejemplo, se enfrentan a retos similares a los analizados en el libro; personas cuyas labores transforman y a la vez son fruto de trabajos como el de Pérez, quien no solo como investigadora, sino como profesora y ex funcionaria del mismo Museo Nacional, nos ha enseñado a repensar la nación y nuestros lugares en ella.


Pie de página

2Esto es claro desde la acertada cubierta del libro: la imagen de una clase de acuarela en el Colegio de San Bartolomé, donde los alumnos, bien visibles, pintan a un campesino enruanado, a quien no se le ve el rostro y que más bien parece un maniquí. Véase la página 83.
3Respecto a esta distinción, véase la obra: Max-Sebastián Hering Torres y Amada Carolina Pérez Benavides, Historia cultural desde Colombia: categorías y debates (Bogotá, D.C.: Universidad Nacional de Colombia - Pontificia Universidad Javeriana - Universidad de los Andes, 2012).
4Claro, también sería posible decir lo mismo de clase, que podría ser un concepto clave para entender mucho de lo que se dice en la primera parte, y que no ha merecido mayor atención, a diferencia de raza, en la historiografía reciente.


Bibliografía

Hering Torres, Max-Sebastián y Amada Carolina Pérez Benavides. Historia cultural desde Colombia: categorías y debates. Bogotá, D.C.: Universidad Nacional de Colombia - Pontificia Universidad Javeriana - Universidad de los Andes, 2012.         [ Links ]

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