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Memoria y Sociedad

Print version ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.20 no.41 Bogotá July/Dec. 2016

 

Entre la mutua dependencia y la mutua independencia. El Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana. 1942-1990.
Mejía de Mesa, Marietta.
Bogotá: Universidad Javeriana, 2013. 344 pp.
 

Eduardo Díaz Amado1

1Médico, Universidad Nacional de Colombia. M.A. y Ph.D en Historia y Filosofía de la Ciencia y la Medicina, Universidad de Durham (Reino Unido). Profesor Asociado, Instituto de Bioética, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, Colombia). Correo electrónico: eduardo.diaz@javeriana.edu.co


Cómo citar esta reseña

Díaz Amado, Eduardo. Reseña de Entre la mutua dependencia y la mutua independencia. El Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana. 1942-1990, de Marietta Mejía de Mesa. Memoria y Sociedad 20, no 41 (2016): 153-156.


Durante el primer semestre de 2015 fui invitado a dar una clase sobre historia de la Medicina a estudiantes ad portas de iniciar su internado rotatorio, es decir, en el último año de su carrera. Se trataba por lo tanto no de simples estudiantes de Medicina, sino de cuasi-médicos, diríamos, que comenzaban ya a ejercer su profesión, solo que aún bajo supervisión permanente. Como el tema para mi clase era libre, opté por hablar de historia de la anatomía; un tema que consideré atractivo para cualquier médico. Durante la sesión mostré algunas imágenes de De humani corporis fabrica, libri septem, de Andreas Vesalio. Al preguntarles sobre lo que estaban viendo, el salón permaneció mudo. Les di entonces una pista con la que casi les estaba «soplando» la respuesta: «Son imágenes de un libro considerado por muchos como el más bello de la historia, y el autor es el anatomista más famoso e importante del Renacimiento», dije. Pero en vez del «aaahhh» que se escucha cuando caemos en cuenta de lo obvio, lo que obtuve fue rostros de extrañeza y el movimiento típico de las cabezas indicando un «¡ni idea!».

¿Cómo era posible que estudiantes de Medicina a punto de graduarse no tuvieran «ni idea» de quién había sido Vesalio y la importancia de su obra? Pensé entonces en el tipo de médicos que estamos produciendo: expertos en diligenciar formatos, en discutir sobre la «evidencia» que soporta los tratamientos y en apelar a la tecnología para hacer diagnósticos, pero ignorantes de su propia identidad e incapaces de «leer» el mundo de manera crítica. La culpa toda no es de ellos. Las facultades de Medicina hoy ofrecen pocas oportunidades para pensar «lo que se es» y «lo que se hace». En los tiempos que corren, en los que se habla mucho de la crisis del sistema y las profesiones de la salud, se espera que dichos profesionales no sean apáticos, sino más bien los garantes de la salud de los ciudadanos; y que los hospitales sean de verdad instituciones de salud, comprometidos con la excelencia y el respeto a la dignidad humana, no simples empresas para producir dinero.

Pero el presente no cambiará mientras sigamos desvinculados de la historia, es decir, sin un conocimiento adecuado de cómo surgen y se mantienen los conflictos sociales, y en el caso de la Medicina, del rol que diversos actores y fuerzas juegan en producir uno u otro tipo de profesional o institución. Sin un ancla de identidad no se puede entender quiénes somos, qué estamos llamados a hacer y qué a rechazar. Y esto no es solo un problema de médicos, sino de los ciudadanos, pues la manera como se entiende la atención en salud y el ejercicio de la Medicina en un momento particular de la historia es un termómetro de la sociedad en que se vive. Aquí los historiadores tienen también mucho qué investigar para ayudarnos a comprender las diversas dinámicas que en la sociedad colombiana nos han traído hasta el hoy y convertido en lo que somos.

Entre la mutua dependencia y la mutua independencia. El Hospital San Ignacio y la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana. 1942-1990, publicado por la Editorial Javeriana en 2013, no es solo la historia de un hospital; es el gran aporte que hace la profesora Marietta Mejía de Mesa a la tarea de mirar al pasado para reconstruir identidades y entender el presente. En este trabajo la profesora Marietta saca a relucir sus dotes de historiadora, en particular por la gran meticulosidad con la que recoge la evidencia y construye los argumentos. Igualmente, nos da pruebas de que su formación médica le dejó impronta -no hay que olvidar que Marietta fue estudiante de Medicina, justamente de la Javeriana-: su libro es una historia completa y ordenada, tal como las historias clínicas que hacen los médicos, pues en él se describen y analizan algunos de los «síntomas» que han aquejado históricamente a la Medicina colombiana; y lo hace a través de un «estudio de caso» concreto: el caso San Ignacio.

El rol de la historia va más allá de contar qué pasó, por mero capricho o deseo de establecer genealogías. Se trata de entender, siguiendo a M. Foucault2, cómo es que hemos llegado a ser lo que somos y dónde estamos, bajo la premisa fundamental de que la historia es contingente, es decir, que las cosas, y nosotros mismos, podrían haber sido de otro modo. Adoptando una perspectiva histórica podemos ver las corrientes que se mueven, chocan, se fortalecen o desaparecen bajo esa superficie que llamamos presente. Lo que logra muy bien la profesora Marietta al tratar de responder preguntas como: ¿cuál es la historia del Hospital San Ignacio (HSI)3?, ¿qué fuerzas, luchas, acuerdos, circunstancias, instituciones y personas llevaron a su creación y han ayudado en su desarrollo?, ¿cómo han sido las relaciones entre la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana (FMUJ) y el HSI?, en suma, ¿qué podemos saber, no solo de la historia de la Medicina, sino de la historia de nuestro país cuando nos acercamos a la historia del HSI?

Sus casi 350 páginas, divididas en tres partes, «Contextos», «Las Fundaciones» y «La Facultad y el Hospital» se leen sin dificultad y le permiten al lector ver que el HSI ha sido punto de convergencia de diferentes vectores sociopolíticos, culturales, religiosos, económicos y médicos; que ha sido un escenario que encarna muchos de los conflictos experimentados por la sociedad colombiana desde finales del siglo XIX, todo el XX y hasta nuestros días. Para la Universidad Javeriana el HSI no es meramente un hospital o un edificio ubicado en el centro de su campus. Es sobre todo una institución plantada en su «corazón», al cual ella le debe mucho. No se entiende la Javeriana sin el San Ignacio. Luego de la restauración de la Universidad en los años treinta del siglo XX, la construcción del Hospital en los años cincuenta significó la concreción de ideales centrales en la tradición católica y jesuítica: caridad, servicio, enseñanza e investigación (14).

En «Contextos» el lector se ubica temporal, política e ideológicamente. La Medicina colombiana entró al siglo XX con los problemas típicos de un país tropical que luchaba por desarrollarse. La influencia francesa era fuerte en las facultades de Medicina existentes -Nacional, Antioquia y Cartagena, todas ellas de carácter público-, pero los tiempos nuevos demandaban nuevas aproximaciones. Aunque el punto desencadenante que llevó a la creación de la primera Facultad de Medicina privada del país fue el conflicto creado por la no admisión en la Universidad Nacional de casi 100 bachilleres que habían aprobado su examen de admisión (115), la profesora Marietta nos ilustra sobre las diversas fuerzas y circunstancias que desembocaron en la fundación de la FMUJ y el HSI casi simultáneamente.

Por un lado, estaba la capacidad de los jesuitas, cuya provincia en Colombia acababa de ser restaurada, para «...adaptarse a los vientos modernos pero sustentados en principios tradicionales sólidos» (37), así como el mandato de practicar la caridad, típico del mundo católico. En el decreto arzobispal de 1942, con el cual se creaba el HSI, se decía que el Hospital tendría como fin «practicar la caridad cristiana dando a los pobres que de toda la república acuden a la capital asistencia médica gratuita, y servir de campo de estudio, práctica e investigación a los profesores y estudiantes de la PUCJ4» (167). Como lo argumenta la profesora Marietta, la caridad ha sido una estrategia para solucionar conflictos sociales en nuestro país (23). Por el otro lado, estaba la necesidad de solucionar el déficit en la atención médica y en el número de camas hospitalarias de la época. Sin embargo, es claro que también el interés de las clases sociales altas -incluyendo médicos pudientes y prestigiosos- por encontrar alternativas para la educación superior de sus hijos, lejos de los vaivenes de la universidad pública, fue un motivo que contribuyó a la creación de la nueva Facultad. El surgimiento de entidades privadas para responder a los conflictos de la educación pública es entonces un fenómeno viejo en Colombia, aunque, claro, los conflictos siguen sin resolverse: inequidad, dificultades para el acceso a la educación superior y a la atención en salud con calidad, entre otros.

Pero el HSI ha sido sobre todo y desde sus orígenes sinónimo de cambio. Su nacimiento encarna el momento en el cual la Medicina colombiana dejaba atrás la influencia francesa y se volcaba a la Medicina norteamericana como paradigma de la Medicina moderna. Las dos misiones médicas norteamericanas de mediados del siglo XX fueron excepcionalmente influyentes (Humphreys, 1948; y Lapham, 1953). El Informe Flexner y el hospital tipo monoblock, con servicio 24 horas y casado completamente con la tecnología, han sido, sin duda, modelos para los hospitales colombianos desde la segunda mitad del siglo XX. Desde sus inicios, el HSI y la FMUJ se comprometieron con una Medicina «de avanzada», lo que se ha refrendado a lo largo de su historia con la fundación de los diversos departamentos y servicios; en los ochenta del siglo XX con el primer trasplante de hueso en Latinoamérica; y luego, en los noventa, con las reformas tendientes a poner al Hospital a tono con las necesidades del nuevo sistema de salud.

En «Las Fundaciones» se analizan las circunstancias y problemáticas que rodearon el nacimiento, tanto de la FMUJ como del HSI. En aquellos tiempos la Universidad Nacional era un paradigma educativo y centro de debate político obligado en el país. Por esto la retórica de las fundaciones es la de la «colaboración» más que la de la «competencia». Sin embargo, la nueva Facultad tendría su propio carácter: «quedarían desterrados huelgas y carnavales que disiparan a los estudiantes [...] no sería un refugio para fracasados» y se admitirían estudiantes con solo presentar el diploma de bachiller, pero con el compromiso de aprobar el primer año para poder continuar (117).

En «La Facultad y el Hospital» quedan claras dos cosas. La primera, que el «nuevo Hospital grandioso» (200), imaginado por el rector de la Javeriana, llegó efectivamente a ser realidad. La segunda, que el HSI ha sido desde sus inicios un proyecto que congrega a gran diversidad de actores. Así se ve en los inicios, cuando muchos debieron «hacer valer su influjo» para lograr la modificación de la ley que solo reconocía títulos de universidades oficiales (117), y luego, a través de toda su historia, en la que una miríada de donantes y colaboradores ha permitido su sobrevivencia en tiempos difíciles y el alcanzar la solidez en nuestros días. En palabras de la profesora Marietta, ... el Hospital San Ignacio dejó de ser un elemento de pertenencia de los jesuitas y su Universidad Javeriana, para convertirse cada vez más en un propósito nacional que reunía en torno suyo a todos «los católicos caritativos» dispuestos a hacer parte de esa meritoria obra, a la cual también se sumaron personas que incluían en su testamento determinadas sumas para contribuir a la construcción del hospital (209).

En fin, quienes quieran ahondar en cómo se han tejido las relaciones entre Iglesia, Estado y Medicina en Colombia no pueden dejar de leer este libro. Sin embargo, el lector deberá también asumir una mirada crítica y comprometida. Esta obra podría ser fácilmente tomada como una apología de la FMUJ y el HSI. Aunque esto no es así, lo mejor que podemos hacer es seguir caminando por los senderos que ha abierto la profesora Marietta con su libro, buscando incluso llegar más lejos. Por ejemplo, en el texto se menciona que el «mantenimiento» de la moralidad del HSI estuvo en manos de monjas que llegaron allí como enfermeras (204), ¿qué significó esto?; más aun, ¿cuál ha sido el rol de las diversas profesiones de la salud en la construcción del ethos hospitalario en Colombia?, y viceversa, ¿cómo los hospitales han influido en las éticas de dichas profesiones? Así mismo, queda por analizar mejor la influencia que han tenido la FMUJ y el HSI en la educación y la atención médicas en el país.

Finalmente, cuando se decidió casi en la década de 1980 que se trataría ahora de «"ejercitar la caridad cristiana", pero ya no con la atención gratuita a los pobres, sino dando, de acuerdo con sus recursos y posibilidades, "una atención médica completa"» (282), habría que preguntarse, ¿ha sido esto posible?, ¿cómo han hecho la FMUJ y el HSI para responder a los retos de una sociedad distinta de aquella que los vio nacer hace casi ya un siglo? -pensemos en los retos del actual sistema de salud, en los debates en torno a la investigación biomédica, la eutanasia o el aborto, por citar algunos-.

Mirando hacia el futuro, vale la pena insistir en que este será más prometedor si entendemos mejor de dónde venimos, en qué hemos errado y qué potenciales no hemos usado. Si seguimos produciendo médicos que desconocen el aporte y el significado de autores tan icónicos como Vesalio, y que menos aun sabrán de las raíces de su propia escuela de Medicina, de los altos ideales que han caracterizado a la profesión que escogieron y los sagrados valores que están llamados a preservar, seguiremos en deuda con la sociedad y con nosotros mismos. En el caso de la FMUJ y el HSI la cuestión es todavía más seria: se trata de honrar los profundos compromisos éticos que se adquirieron, con este mundo y con el de más allá, cuando la Compañía de Jesús tuvo a bien fundarlos.


Pie de página

2Citado en Mark Haugaard, Power: A reader (Manchester: Manchester University Press, 2002), 182.
3Su nombre actual es Hospital Universitario San Ignacio (HUSI).
4PUCJ : Pontificia Universidad Católica Javeriana


Bibliografía

Haugaard, Mark. Power: A reader. Manchester: Manchester University Press, 2002.         [ Links ]

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