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Memoria y Sociedad

versión impresa ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.22 no.44 Bogotá ene./jun. 2018

https://doi.org/10.11144/javeriana.mys22-44.ermc 

Artículos

Los exiliados del Risorgimento. El mazzinianesismo en el Cono Sur*

The exiles of the Risorgimento. Mazzinianism in the Southern Cone

Os exiliados do Risorgimento. O mazzinianesismo no Cone Sul

Alessandro Bonvini** 

**Universidad de Salerno (Italia) alex.bonvini@gmail.com


Resumen

Entre 1835 y 1848, decenas de exiliados del movimiento mazziniano salieron de la penín sula italiana para instalarse en Uruguay. Desde Montevideo continuaron su lucha política fun dando nuevos periódicos, estableciendo alianzas con otros grupos de la diáspora republicana y formando fuerzas militares que tomaron parte en los conflictos locales. El exilio en tierra rioplatense fue una experiencia fundamental para la reactivación de la Joven Italia y el desarrollo del republicanismo en el mundo atlántico, pues creó nuevas conexiones políticas entre el Viejo Continente y el Nuevo Mundo.

Palabras clave: Giuseppe Mazzini; historia atlántica; republi canismo; Generación del 37; Legión Italiana

Abstract

Between 1835 and 1848, tens of exiles from the Mazzinian movement left the Italian Peninsula to settle in Uruguay. From Montevideo, they continued their political struggle by founding new newspapers, establishing alliances with other diaspora communities and building military forces, which took part in local conflicts. In this way, exile was a funda mental experience for the revival of a Young Italy in the Rio de la Plata area, the develop ment of republicanism in the Atlantic world and the creation of new connections between the Old Continent and America.

Keywords : Giuseppe Mazzini; Atlantic History; Republicanism; Generation of 37; Italian Legion

Resumo

Entre 1835 e 1848, dezenas de exiliados do movimento mazziniano saíram da península italiana para se instalar em Uruguai. Desde Montevideo continuaram a sua luta política fundando novos periódicos, estabelecendo parcerias com outros grupos da diáspora republicana e formando forças militares que tomaram parte nos conflitos locais. O exilio em terra rio-platense foi uma experiência fundamental para a reativação da jovem Itália e o desenvolvimento do republicanismo no mundo atlântico, criando novas conexões políticas entre o Velho Continente e América.

Palavras-chave: Giuseppe Mazzini; história atlântica; republicanismo; Geração do 37; Legião Italiana

El exilio de la Joven Italia: un caso de estudio

Mientras tanto me complace ver que nuestros italianos de allá abajo, genoveses la mayor parte, se mantienen firmes y buenos como estuvieron en 1833. Mientras muchos de ellos han cuidado sus trabajos de modo que han hecho una fortuna, no han olvidado ni al país ni a sus creencias de un tiempo. Escriben por Italia y esparcen, en los países donde están, los gérmenes de una simpatía por nosotros que un día pagará. ¡Si fueran todos así!; pero parece que los italianos cuando más están cercan de Italia, se estropean; la emigración italiana en Francia y en Inglaterra, comparada con la americana, da vergüenza.1

En una carta enviada a su madre el 17 de febrero de 1842, Giuseppe Mazzini resumía -en un tono muy optimista- la experiencia de los exiliados de la Joven Italia que operaban en América Latina. Después de haber pasado la etapa de la así llamada «tormenta de la duda», en los últimos meses de 1839, Mazzini trató de revivir la estrategia del propio proyecto político, engrosando las relaciones epistolares con los exiliados dispersos por todo el mundo y expresando interés, directamente, en los procesos políticos que se estaban llevando a cabo. El exiliado genovés tuvo, en particular, una cierta confianza en los afiliados a la Joven Italia en el Cono Sur de América y los miró como una fuerza importante para el futuro levantamiento nacional contra Austria. Durane los años treinta y cuarenta del siglo XIX, gracias a la labor de proselitismo, la difusión y la propaganda de los conspiradores fugitivos de los estados italianos, establecidos entre los principales centros de Europa y América, el movimiento mazziniano se convirtió en uno de los principales movimientos de la diáspora que tuvo lugar en el mundo atlántico.2

El exilio es un tema clásico de la historiografía del Risorgimento.3 Durante las últimas décadas, después de una larga temporada que se caracterizó por el predominio de los estudios sobre la sociedad y las instituciones antes de la unificación del estado, la investigación historiográfica ha comenzado a enfrentar el tema de emigración política. Los estudios más recientes, centrándose en la dimensión internacional que marcó el movimiento liberal y republicano, han utilizado el exilio como categoría interpretativa para entender los procesos de transformación política y cultural que se registraron dentro y fuera de los lugares del exilio italiano. En este sentido las obras de Grégoire Bron,4 Gilles Pécout,5 Chia ra Pulvirenti,6 Bistarelli Agostino7 y Maurizio Isabella,8 a pesar de que analizan casos diferentes de destierro político durante la época del Risorgimento, han puesto de relieve la importancia del patriotismo en relación con la formación de la identidad nacional italiana, el papel de las interconexiones ideológicas que se crearon entre los diferentes movimientos en los lugares de la expatriación y la función de la misma emigración en el proceso de construcción del estado-nación.

El exilio -forzoso o voluntario de la tierra natal- fue una experiencia crucial durante el siglo XIX. Emigración y nacionalismo forman una díada que marcó el carácter biográfico, caracterizó afiliaciones políticas y afectó la formación ideológica de los patriotas italianos. Entre los diversos casos del exilio, el de la Joven Italia -cual movimiento nacionalista de la diáspora- constituyó una experiencia paradigmática por el impacto que tuvo en la definición del movimiento patriótico, por la movilización de nuevas capacidades y por la capacidad de influenciar la opinión pública atlántica. Tras el fracaso de los intentos de insurrección de Génova y Saboya, varias docenas de conspiradores dejaron los estados de la península italiana, solo para volver en 1848, a raíz del brote revolucionario. El exilio constituyó un laboratorio excepcional para el movi miento republicano que tuvo que reorganizar sus estructuras, plantear otros métodos de lucha política y remodelar alianzas y estrategias a la luz del nuevo contexto geopolítico. A partir del estudio de correspondencias epistolares, memorias, diarios y periódicos escritos y publicados por exiliados afiliados a la Joven Italia y despachos militares, así como de doumentos gubernamentales y de relaciones diplomáticas producidos por los funcionarios de los ministerios de los estados italianos y lati noamericanos, el artículo analiza el caso del movimiento mazziniano en Uruguay.

En Montevideo se formó la secta principal de la Joven Italia que operó en las Américas, integrada por grupos de veteranos expatriados después de la derrota del 21 y el fracaso de los disturbios del 33-34 en Saboya y Génova -llegados después de la aventura revolucionaria en la provincia brasileña de Rio Grande do Sul-, y una red de comerciantes de Liguria y Piamonte ya instalada en la ciudad. Gran parte de este grupo permaneció en América Latina hasta el estallido revolucionario del 48 cuando, a raíz de la iniciativa de las armas, Giuseppe Garibaldi zarpó de la costa del Río de la Plata para participar en la I guerra de independencia. En esos años la capital uruguaya se convir tió en la sede de una intensa actividad política, que se alimentó por un trabajo asociativo constante entre las redes de emigración y una fértil producción periodística que unía la Joven Italia con otros grupos republicanos locales, como los argentinos de la Generación del 37. Los líderes de la comunidad montevideana, fieles a la misión de apostolado militante indicada por Giuseppe Mazzini, alcanzaron a crear inusuales lazos de colaboración entre el mundo de la emigración política y el de la de origen eco nómico, que los llevó a constituir una forma de nacionalismo de la diáspora. Los principales asuntos internacionales se entrelazaron con cuestiones políticas locales, ofreciendo una cla ra dirección política al movimiento. Posteriormente, el brote de la Gran Guerra y la entrada en escena, casi simultánea, de Giuseppe Garibaldi, venido después de recibir el bautismo de las armas en la vecina provincia de Rio Grande do Sul, aceleraron la dinámica de movilización entre las diferentes clases sociales. La formación de la Legión Italiana -primer cuerpo italiano en armas en el extranjero- desencadenó, de hecho, la contratación de cientos de inmigrantes que vivían en la ciudad y promovió la llegada de nuevos voluntarios de la Península. La organización que operó en Uruguay, a través del impulso de la asociación política, los esfuerzos de la propaganda y la organización de grupos de expatriados en el extranjero, definió la fisonomía de un modelo alternativo de legitimidad por la causa unitaria. Entre 1835 y 1848, Montevideo se convirtió en el lugar donde la Joven Italia reorganizó sus fuerzas, levan tando su acción revolucionaria, y en el lugar de encuentro de una intensa circulación de personas e ideas que cruzó todo el espacio Atlántico. El estudio del exilio en el Cono Sur de América, en el contexto general de la emigración del siglo XIX, ofrece una contribución a la comprensión de las dinámicas que caracterizaron el movimiento nacional durante las dos décadas anteriores a la unificación de la península y dibuja, lazando al mismo tiempo eventos políticos, intelectuales y militares, una visión ge neral para comprender la compleja evolución del movimiento democrático del Risorgimento italiano.

La actividad mazziniana en América Latina: desde Brasil a Montevideo. Propaganda, prensa y asociación

Río de Janeiro, 19 de septiembre de 1833. El cónsul del Reino de las Dos Sicilias, Gennaro Merolla, en una hoja de noticias dirigida a Nápoles, escribió: «Estoy seguro de que una circular fue enviada por Italia, por la sociedad Joven Italia, destinada a los italianos que se encuentran en Brasil y en toda América del Sur, exhortándolos a estar listos para pasar a la defensa de la independencia en caso de necesidad».9 Con esta denuncia, el agente consular napolitano alertaba a la corte napolitana de la presencia de conspiradores republicanos en Brasil, así como de la de su correspondencia con los otros revolucionarios que operaban en la península italiana. La formación de la comunidad mazziniana en América Latina fue el producto de una migración política que, entre 1821 y 1835, de manera desorganizada se dirigió en un principio a Río de Janeiro, para luego estructurarse orgánicamente en Uruguay. Aprovechando el tráfico marítimo más intenso y la distancia geográfica reducida, en comparación con las áreas costeras del Río de la Plata, varios patriotas embarcados clandestinamente en los puertos de Le Havre y Marsella, se habían instalado en los últimos años en la capital brasileña, donde comenzaron pe queñas empresas o se dedicaron al comercio. A ellos se unieron pronto otros inmigrantes que estaban operando de forma individual en las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, en estrecho contacto con algunas redes masónicas y círculos revolucionarios continentales. A nivel biográfico, los refugiados que llegaron a América Latina eran principalmente conspiradores, marineros y voluntarios en armas de Liguria, Piamonte y Lombardía, nacidos en los comienzos de 1800 y protagonistas de los disturbios liberales del 21 y del bienio 33-34. A diferencia de la generación anterior, que no había tenido contacto directo con la experiencia napoleónica, esta otra pertenecía a la burguesía urbana del Reino de Cerdeña y del Lombardo-Véneto que se estaba formando en las principales universidades y colegios públicos, penetrada en primer lugar por la in fluencia de los grupos carbonarios y a continuación por la propaganda del programa liberal. América Latina representaba un área de recepción para el patriotismo italiano. Al gunos años antes, muchos exoficiales napoleónicos fueron trasladados para participar en la lucha revolucionaria de Simón Bolívar por la independencia de las colonias de la Nueva Granada. En Río de Janeiro se unieron inmediatamente a actividades de asociación, prensa y propaganda con el fin de educar a los migrantes que vivían en la ciudad y para agrandar el grupo de afiliados. No es de extrañar que el 14 de diciembre de 1835, el agente de Cerdeña, Palma Borgofranco, informara a Turín sobre la existencia de un «considerable depósito de papeles incendiarios destinados a los puertos italianos», creado por una «sociedad de liberales italianos»10 organizada en Río de Janeiro. Epígono del movimiento en América Latina fue el comerciante ligure de formación jacobina, ya conocido por la policía genovesa, Giuseppe Stefano Grondona, quien llegó a Brasil alrededor de 1815, pero fue expulsa do por el gobierno en 1823. Obligado a exiliarse por más de diez años, se movió entre los principales centros del Río de la Plata, desde donde continuó conspirando contra la corona brasileña. Readmitido por el régimen más liberal de Pedro II, el 30 de septiembre de 1834, Grondona en una carta directa a Mazzini caída en las manos de la policía, anunció su intención de organizar una logia secreta «bajo el predicado de la sociedad filantrópica», para desarrollar en América del Sur una «Acción italiana» y donde se prevé la inminencia del viaje del compañero Pietro Gaggini a Mon tevideo, con el objetivo de implantar una congregación similar en la capital uruguaya.11 Fue el mismo Grondona quien, en enero de 1836, introdujo a Garibaldi -recién llegado a Brasil para una misión confiada por el agente republicano Luigi Canessa- en los círculos masónicos de la ciudad. Elegido jefe interno de la sociedad secreta, luego de unas divergencias con el grupo, fue pronto marginado por la asociación naciente. Entretanto, la empresa de Garibaldi, que estrechó inmediatamente contactos con la Congregación Central, y el crecimiento de la comunidad, reforzada por las nuevas llegadas, impusieron un nuevo organigrama y la reactivación de la acción de propaganda. En esta vía, desde abril de 1836, la asociación creó un periódico de 32 páginas titulado Joven Italia, dirigido por Giovanni Battista Cuneo e impreso en la tipografía Patriota de Lafuente, cuyas ventas se llevaron a cabo en los estudios de los asociados Giacomo Picasso y Luigi Vaccani.

A pesar de la censura y la condición de clandestinidad, los primeros exiliados lograron establecer una congregación provisional. De acuerdo con la información recogida por Gennaro Merolla, en un informe emitido en mayo de 1838 y enviado al emisario de la Santa Sede Domenico Scipione Fabbrini, el grupo de Río de Janeiro se componía de 18 individuos.12 A estos se añadió una red inorgánica de simpatizantes y partidarios, compuesta por trabajadores que ofrecían apoyo logístico y político a las iniciativas de los exiliados. Entre ellos se destacó el cónsul honorario del Reino de las Dos Sicilias, Luigi Zignago, comprometido con la difusión de copias del periódico Joven Italia, la emisión de pasaportes a varios exiliados y con los tratos con el mismo Garibaldi en las primeras operaciones como corsario.13 Siguiendo las rutas de la emigración individual, en el sur del país se había establecido Livio Zambeccari. El excarbonaro boloñés, ya voluntario en España, había llegado a Uruguay en 1826 y gracias a los contactos con las redes masónicas de Montevideo, se trasladó a Rio Grande do Sul, donde se dedicó a la propaganda periodística en favor del movimiento de Farrapos.14 De acuerdo con las memorias de Cuneo, fue el mismo Zambeccari, en una reunión celebrada en el fuerte de Santa Cruz donde estaba encarcelado, quien salió al encuentro de Garibaldi para convencer a los otros italianos de tomar las armas junto a los rebeldes riograndenses.15 La fisonomía de estos perfiles biográficos demuestra la heterogeneidad del exilio en América Latina y, al mismo tiempo, la capacidad de la Joven Italia de atraer fuerzas diferentes, reunidas por el intercambio de un proyecto común.

Pronto, el estallido de la Revolución Farroupilha, y en particular la proclamación de la independencia de la República Riograndense, llevó a muchos revolucionarios a tomar las armas en el sur de Brasil y los mismos círculos republicanos de la ciudad de Río de Janeiro fueron utilizados como lugares para la inscripción de voluntarios directos hacia la provincia rebelde. Los mazzinianos involucrados en la Revolución Farroupilha desempeñaron puestos de nivel al lado de los líderes del movimiento republicano, distinguiéndose tanto política como militarmente. Algunos, bajo la dirección de Garibaldi, participaron como corsarios golpeando las costas y organizando emboscadas, represalias e incautaciones de bienes; otros, por su parte, se ocupaban de la actividad política. Su participación generó un intenso como difícil intercambio de ideas entre las dos corrientes. En particular, esto puede verse -en las páginas de O Povo- publicado en dos ediciones: la primera, entre septiembre del 38 y febrero del 39; la segunda, entre marzo del 39 y mayo del 40; Luigi Rossetti y Giovanni Battista Cuneo, quienes asumieron el liderazgo del periódico, trataron de difundir su concepción republicana a través de escritos teóricos, artículos políticos y editoriales. De cara a la rebeldía de los Farrapos, sostenida por una construcción teórica vaga y menos refinada, los demócratas italianos tuvieron que trabajar en una modulación de la doctrina original, mostrando flexibilidad en la adaptación de la teoría original a los problemas locales, como el federalismo y el autonomismo del gobierno. La participación de los exiliados en la guerra comenzó un intenso tráfico transregional entre la costa de Brasil, las provincias del sur y el Río de la Plata, que los obligó a trabajar en dos frentes para mantener vivo el proyecto de la Joven Italia.16

Entre el final de 1839 y la mitad de 1840, la crisis del movimiento de los Farrapos empujó a los mazzinianos a mover permanentemente su sede operativa dentro de la capital uruguaya. Montevideo en este periodo era una ciudad cosmopolita. Por un lado, la política favorable a la inmigración del Gobierno había atraído a muchos trabajadores de Europa, que pudieron utilizar los acuerdos especiales firmados con los intermediarios gubernamentales y explotar así las posibilidades que les ofrecía el desarrollo económico del país. Por otra parte, el aislamiento argentino impuesto por la dictadura de Juan Manuel de Rosas y el bloqueo del puerto de Buenos Aires declarado por Francia e Inglaterra, había trasladado al otro lado del Río de la Plata el volumen del comercio ma rítimo. De acuerdo con un estudio estadístico llevado a cabo en 1843, durante el primer año de la Gran Guerra, Montevideo tenía 3067 habitantes, de los cuales 4205 eran procedentes de varios estados y reinos italianos. La presencia de hombres de la Península -ya datada en los siglos XVII y XVIII, cuando llegaron los primeros comerciantes, algunos sacerdotes jesuitas y los oficiales estacionados en el ejército borbónico- se componía principalmen te de ligures y lombardos: marineros junto a grandes exploradores, militares al servicio de las tropas españolas y migrantes activos en el comercio trasatlántico. El movimiento mazziniano por lo tanto se encontró en un entorno suficientemente abierto para la integración de las comunidades extranjeras, económicamente funcionales al arranque de las pequeñas empresas e impregnado por una intensa circulación de la cultura.17 Durante el mismo periodo, de hecho, estaban llegando a la ciudad los intelectuales argentinos de la Generación del 37, quienes por su oposición al régimen de Rosas habían sido obligados a dejar Bue nos Aires.

El núcleo central de la organización republicana surgió en torno a las figuras que ya estaban activas en el mundo conspirativo italiano e implicadas, en varios niveles, en los intentos de insurrección orquestados por Mazzini, en Saboya y en Génova. Un líder de la comunidad de Montevideo fue Giovanni Battista Cuneo. Originario de Oneglia, en Liguria, donde nació el 9 de noviembre de 1809, Cuneo se acercó a la Joven Italia en Niza, la ciudad donde su padre había comenzado una pequeña empresa. En 1833, acusado de distribuir documentos revolucionarios para hacer proselitismo, fue encarcelado y, luego de un escape milagroso, obligado a abandonar Italia. Después de varios años en Brasil, en 1837 se estableció en Montevideo donde había encontrado empleo en la compañía de los hermanos Antonini, con quienes mantuvo contacto a través de uno de ellos: Paolo, quien fuera um exconspirador republicano condenado mientras estaba en exilio.18 Entre tanto, en la ciudad habían hecho fortuna algunos afiliados como Napoleón Castellini y Domenico Terrizzano, propietarios de pequeñas empresas privadas, y profesionales como Gaetano Gallino, mientras estaban llegando también otros exiliados, como el voluntario internacional Francesco Anzani, todavía ocupado en los campos de batalla del Rio-Grande do Sul. Dentro de la congregación montevideana convergieron los perfiles del voluntarismo en armas y los de la migración pre-económica, que marcaron el exilio rioplatense como una experiencia poliédrica y multifacética.

La formación de la Joven Italia en la capital uruguaya, más que una estrategia ordenada por el propio Mazzini, fue el resultado del activismo individual de los exiliados, quienes fueron capaces de sentar las bases políticas de la asociación, estructurándola como una congregación de la Joven Italia en América Latina. Desde los primeros años de la década del treinta, de hecho, Mazzini cultivó una posición esencial mente eurocéntrica. Luigi Salvatorelli ha señalado acertadamente que en su «horizonte visual» Europa y la humanidad eran lo mismo, solo que «la primera contenía prácticamente la segunda».19 No resulta sorprendente que, en una carta escrita a su madre en 1837, haya estigmatizado el desertar de «Europa para ir a América» ni que con un poco de molestia haya escrito que «escuchar de Montevideo» le provocaba «dolor de estómago».20

Convencido de la validez del periodismo, Giovanni Battista Cuneo forzó la temprana publicación de una nueva revista, en italiano, que contribuyera a la política de educación de los distintos inmigrantes de la Península y los acercase a la doctrina democrática. Una vez superadas las dificultades económicas iniciales, en abril de 1841 Cuneo anunció la publicación de L'Italiano. La revista fue impresa en Montevideo, para un total de 23 números, en dos ediciones: la primera, de mayo a julio del 41, que se componía de ocho números gratis; la segunda, de junio hasta septiembre del 42, que implicaba el pago de una tarifa. A diferencia de los anteriores experimentos periodísticos en Brasil, en los que el esfuerzo principal de los exiliados era reajustar sus ideas para adaptarse al contexto político local, con L'italiano Cuneo ejerció un modelo de periodismo dirigido orgánicamente a la divulgación original del pensamiento republicano. Publicando en el idioma original para una comunidad de expatriados italianos, sintió la necesidad de seguir fielmente los cánones del periodismo democrático italiano y moduló sus actividades de escritura con el fin de educar ideológicamente la opinión de sus lectores. En el periódico concurrieron los grandes temas de la actualidad política con ensayos sobre la literatura clásica, así como cuestiones geopolíticas y reflexiones históricas sobre la Italia antigua y moderna. Contrariamente a lo esperado, L'Italiano no llegó a alcanzar sus objetivos. Se observó que la iniciativa periodística realizada por el exiliado ligure no se había encontrado con una gran «aceptación entre los italianos residentes en [aquella] capital», y que el mismo círculo de la Joven Italia, compuesto por «media docena de vagos desesperados» tenía poco control sobre el resto de la comunidad; que, por el contrario, estaba esencialmente desinteresada en los «escritos del Sr. Cuneo».21 «Desprecio» y «críticas»22 fueron acusados después de la publicación de los primeros cuatro números, también por Francesco Anzani quien, en una carta, sin embargo, invitó a Cuneo a continuar su aventura edito rial, pronto implementada con una tirada de 400 copias.

Hasta los años de «la defensa de Montevideo», el grupo de la Joven Italia actuó como un club de élite en relación a la mayoría de la comunidad italiana que, poco «interesada en la política», se acercó, sobre todo, para «mejorar [su] condición» y se mantuvo sustancialmente en los márgenes de la acción política.23 Durante los primeros años, entonces, los afiliados tuvieron que adaptarse, navegando entre las dificultades económicas, los límites geográficos y las dificultades contextuales. Sin embargo, Giuseppe Mazzini, una vez asimiladas las preocupaciones iniciales, percibió el enorme potencial de la comunidad montevideana y decidió alentar su trabajo, explotando la opinión pública. Después de los fracasos de los primeros años treinta, de hecho, la nueva estrategia se centró en transformar las comunidades del exilio en lugares para la incubación del movimiento democrático, reforzando la estructura de la organización. Anunciada por un cartel publicado el 30 de abril de 1840, Mazzini refundó otra vez la Joven Italia, dándole una forma más amplia y una mayor capacidad de difusión, que se extendía hasta América, creando así una congregación central en Francia que, a través de Giuseppe Lamberti, mantenía contactos con el resto de las redes de exiliados. Esta nueva asociación formó una experiencia muy diferente de la anterior.24 En este sentido, el 1° de marzo de 1841 envió una circular a Montevideo, en la que daba instrucciones para la formación de una congregación.25 La nueva asociación montevideana, de la que se convirtió en secretario Cuneo, era un importante puesto de avanzada del movimiento en el extranjero, además de los ya instalados en Estados Unidos -en Boston, Filadélfia, Nueva York-, Cuba y México. Feliz Floresti, jefe del grupo de Nueva York, activó inmediatamen te contactos con la Secretaría de Uruguay para establecer una correspondencia larga y un in tercambio de propaganda entre las dos secciones.26 En los años treinta, el universo reticular de la Joven Italia fue capaz de establecer bases, ubicaciones y conexiones en muchas ciudades del circuito euro-americano. Esta expansión fue el producto no solo del incansable trabajo de redes de Giuseppe Mazzini, sino sobre todo del esfuerzo individual de una micro-counidad de expatriados, quienes adaptaron la organización a los lugares de la emigración. La apertura del frente uruguayo amplió el espacio operativo de la Joven Italia y estableció el nacimiento de una nueva red transnacional de exiliados, convirtiendo el movimiento mazziniano en el principal organismo de nacio nalización de la causa italiana.

Exiliados: una mirada comparada. El encuentro con la Generación del 37

Buenos Aires, 25 de noviembre de 1837. Un artículo anónimo, publicado en las páginas de la revista La Moda, presentaba a sus lectores la figura de Giuseppe Mazzini del siguiente modo:

Massini: coloso de 30 años, jefe de la joven Europa, hombre odiado por los Reyes, cuyas páginas son llamas sagradas, y cuyo espíritu es un soplo de vida, se ha hecho el objeto del anatema de los déspotas del viejo mundo, [...] Apóstol de la República Europea, debe contar con las simpatías de la República Americana. Su cuna es de la Italia, su genio es del mundo [...].27

La Moda -gaceta semanal de música, poesía, literatura y costumbres, publicada en Buenos Aires entre noviembre del 37 y abril del 38- constituyó el primer experimento de periodismo moderno en Argentina. Era dirigida por algunos jóvenes, como Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez y Esteban Echeverría, miembros de la llamada Generación del 37: un movimiento de escritores, intelectuales y políticos, fuertemente influenciado por el romanticismo, que trató de adaptar al contexto argentino el pro grama del republicanismo europeo con el fin de superar la dicotomía entre unitarios federales, así como de derrocar el régimen despótico del caudillo Juan Manuel de Rosas para construir una nueva identidad nacional.28

Tanto en la teoría como en la práctica política, esta corriente fue influenciada por Mazzini, tomando la Joven Italia como modelo organizativo de referencia. A través del contacto con los refugiados italianos en Montevideo hubo un intenso intercambio de ideas que caracterizaron el desarrollo en torno a la cuestión nacional en el área rioplatense. La Generación del 37 nació en Buenos Aires en torno al Salón Literario de Marcos Sastre, donde se animó el debate nacional con lecturas y discusiones de documentos y folletos de los principales teóricos europeos de la época. El círculo representó un caso extraordinario de sociabilidad urbana que abrió a la ciudad de Buenos Aires a un flujo sin precedentes de ideas, teorías y conocimientos, y bautizó muchos proyectos editoriales que compartían la misma ambición de progreso intelectual. Obligado a cesar todas las actividades, debido a la dura represión ejerci da por la policía de Rosas, el Salón cerró después de solo unos pocos meses de operación. Echeverría, Gutiérrez, Alberdi y otros decidieron entonces optar por la clandestinidad, creando la Joven Argentina. La intersección del romanticismo con el cambio generacional redefinió el carácter del grupo que se convirtió, de movimiento literario, en movimiento político tout-court, comprometido con la regeneración social, política y cultural de la nación argentina. La nueva organización, empezando por el nombre, formó una nueva versión de la Joven Italia de la que tomó en préstamo prácticas asociativas, cánones culturales y modelos teóricos. El argentino fue el primer grupo nacido fuera de Europa para referirse directamente a la asociación de Giuseppe Mazzini.

Una vez formalizado su nacimiento, el 8 de julio de 1837, la Joven Argentina se dotó de una estructura operativa ilegal, de acuerdo con el arquetipo de los grupos carbonarios y de un rígido estatuto de la asociación (Código de la Joven Argentina), que fijó las líneas guías. Dentro del programa, del que hacían parte quince «palabras simbólicas»29 y referencias directas y explícitas, Esteban Echeverría, quien lo elaboró, menciona el estatuto de la Joven Italia como columna vertebral de la asociación naciente. La entonación profética y la carga espiritual, características de los primeros escritos de Mazzini, impregnaron el idio ma de Echeverría, quien, siguiendo el modelo general de educación para una hermandad de la Joven Italia, señaló herramientas y métodos pragmáticos para la construcción del apostolado argentino. Al igual que en el caso de la Joven Italia, «Asociación, Progreso, Fraternidad, Igualdad y Libertad» representaron los cimientos sobre los cuales construir la nueva institución nacional. Estos principios modulaban sin ninguna interposición la terminología de la primera producción de Mazzini y se basaban en la díada conceptual del progreso y el deber teleológico de la asociación. Evidente fue también la influencia del sansimonismo, que vino a identificarse en el binomio igualdad y libertad como «principio engendrador» de la democracia moderna. Al modelo caudillista se opusieron creencias e ideas políticas sustancialmente similares a las que caracterian al lenguaje de los movimientos revolucionarios europeos de los años treinta y cuarenta. La misma centralidad fue asignada al tema de la religión. El marco mazziniano de tipo éti co-espiritualista, donde cristianismo y humanidad terminaban coincidiendo dentro de una visión unitaria, se mudó específicamente en la traducción del código echeverríano, de acuerdo con la metáfora de Dios como «centro y periferia» de la conciencia humana. En las páginas del código, el cristianismo se presentaba como un dogma positivo esencialmente «civilizador y progresivo»: base espiritual de la unidad de todo el pueblo de Argentina. Igualmente, al centralismo republicano de la Joven Italia, en el estatuto de la Joven Argentina, se unió también la producción teórica posterior de varios miembros alrededor de la arquitectura institucional del país, que se expresó en una adaptación a la solución federal capaz de armonizar las facciones en guerra.

En general, el proyecto de la Joven Italia, tanto para la estrategia política, como para la propaganda de ideas, ayudó a formalizar la definición de un nacionalismo argentino alternativo y de oposición al rosismo. Su influencia en el movimiento fue profunda y duradera: marcó la formación de jóvenes argentinos, provocó hibridación transatlántica con el republicanismo rio- platense y repercutió directamente en la misma Constitución argentina de 1853. Los intelectuales del 37 adaptaron el ideario mazziniano al contexto argentino para llevar adelante la revolución democrática, revitalizar su oposición política y allanar el camino para el establecimiento de un gobierno republicano y representativo, alimentando la corriente antirrosista de símbolos y cánones propios del imaginario italiano.30 El exilio, el enfoque generacional sobre los jóvenes y el internacionalismo formaron una triangulación a través de la cual la Joven Argentina desarrolló la acción política, elaboró su propia representación y reconstruyó la trama de la oposición al régimen.

Inmediatamente después de su nacimiento, la Joven Argentina no continuó con sus actividades. Frente a la intensificación de la represión, casi todos los miembros dejaron Buenos Aires y eligieron el exilio como estrategia necesaria para articular una oposición política efectiva al régimen de Rosas. Vicente Fidel López estableció una sucursal en Córdoba, algunos siguieron a Domingo Faustino Sarmiento en Chile, mientras la mayor parte del grupo se trasladó junto a Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi y Esteban Echeverría a Montevideo. En la ciudad, la llegada de proscritos de Argentina alimentó el desarrollo de una red de sociabilidad compuesta por salones y círculos culturales, directamente relacionados con el mundo del exilio republicano, dentro del cual se fue articulando el frente antirrosista. El comienzo de la diáspora desde Buenos Aires inauguró el inicio de una nueva etapa de la política de la Asociación y sancio nó la reunión con la emigración italiana que, por su parte, se estaba organizando en la capi tal uruguaya. Elemento de convergencia entre el movimiento mazziniano y los intelectuales de la Joven Argentina fue la figura de Juan el Bautista Cuneo. El exiliado de Oneglia dio instrucciones para promover la hermandad de la Joven Argentina con la Joven Europa, proporcionando «los reglamentos y el acuerdo de asociación»31 y -según la hipótesis de Mercedes Betria- nombró como iniciador al mismo Cané, quien fue integrado a la asociación de Montevideo.32 Entre los dos grupos se estableció una firme y larga cooperación, con el apoyo de una correspondencia constante, que continuó incluso después del exilio y de la caí da de Rosas. Intelectuales y políticos, entonces, colaboraron ofreciendo apoyo financiero y logístico mutuo para las diversas actividades.

El exilio supuso una remodelación de las trayectorias personales de los miembros individuales de la Joven Argentina, rebautizada como Asoiación de Mayo, que los llevó a realizar nuevas ocupaciones profesionales y los absorbió en la batalla política de la ciudad. Desde su llegada, los exiliados italianos habían planeado la organización de asociaciones o grupos políticos para conectarse con la Joven Italia. Su tensión cosmopolita se midió con una temporada de profunda renovación política en América Latina. Nuevas élites, de formación republicana, jugaron un papel clave en los conflictos civiles y en las insurrecciones regionales que caracterizaron la fase postindependentista. La participación de los exiliados en los distintos movimientos forjó nuevas alian zas políticas y amplió el plan de la lucha revolucionaria, estableciendo vínculos entre las fuerzas que operaban en la zona. A través de la mediación de Miguel Cané, Giovanni Battista Cuneo y Luigi Rossetti, los gobiernos de Fructuoso Rivera, jefe de la facción colorada de Uruguay, y de Bento Goncalves, líder de la revolución farraoupilha, trataron de mantener una política de sinergia estrecha durante los últimos meses de la insurrección. Los mismos Rossetti y Cané fueron elegidos para llevar a cabo misiones diplomáticas en las que participaban también los líderes del gobierno riograndense, los uruguayos del partido de Rivera y los combatientes argentinos antirrosis- tas. Entre las fronteras de Brasil, Uruguay y Argentina, entonces, los exiliados fueron promotores de un proceso sin precedentes de socialización de la lucha antiabsolutista, que fue el experimento más avanzado de construcción de nación en el Cono Sur de América.

Montevideo, gracias a su posición geográfica y a una mayor libertad garantizada por su gobier no, se convirtió en el cruce para el encuentro de estas corrientes culturales. El ambiente cosmopolita de la capital ofrecía un amplio espacio para el lanzamiento de empresas pe riodísticas y editoriales, a menudo financiadas por pequeños empresarios vinculados a los movimientos revolucionarios. La lucha contra el despotismo se jugó principalmente en términos de una disputa de ideas. Antirrosistas y mazzinianos desarrollaron una larga acción de propaganda, a través de la publicación de novelas, panfletos y ensayos literarios, que estableció las bases conceptuales del patriotis mo democrático rioplatense. En particular, la prensa periódica desempeñó una función de interconexión ideológica entre las diversas corrientes culturales, transformando el triángu lo del Cono Sur americano en un espacio de circulación para el pensamiento democrático y republicano. En abril de 1838, después de la censura a la gaceta La Moda, Miguel Cané dio a luz la aventura periodística de El iniciador: publicado desde el 1° de enero de 1839, cuya circulación era cada dos semanas y que contó con la colaboración del mismo Giovanni Battista Cuneo. Unos meses más tarde llegó El Nacional, órgano de propaganda republicana, apoyado económicamente por el Grupo de Rivera y distribuido por los exiliados italianos entre las diversas congregaciones de la Joven Italia que operaban en América. Estos diarios, publicados libremente en Montevideo y llevados de contrabando a Buenos Aires y a otras ciudades argentinas, fueron capaces de circular fuera de los círculos de la diáspora de intelectuales. Marineros, pequeños propietarios de embarcaciones y comerciantes que navegaban en la zona del Río de la Plata transportaron el material entre los distintos centros de las provincias del interior, multiplicando la difusión del mensaje político democrático. Gra cias al trabajo constante de distribución, se formó un espacio público más grande, en torno al cual se consolidó la construcción de la identidad argentina moderna. Al mismo tiempo, los mazzinianos promovieron la publicación de artículos de los mismos intelectuales argentinos en las páginas de O Povo, impreso en Rio Grande do Sul, para difundir sus ideas entre el público brasileño.

Esta intensa producción periodística proporcionó la sistematización conceptual de algunos paradigmas centrales en el pensamiento republicano, que sirvió para conectar ideológicamente las causas revolucionarias de los diversos movimientos y formalizar así una elaboración coherente del proyecto nacional rioplatense. Inspirado por las necesidades de propaganda, estas hojas ocuparon un amplio espacio periodístico para el debate político, tejiendo los problemas políticos internacionales con las cuestiones nacionales individuales relativas a las comunidades de la diáspora. La reunión trans cultural, por medio de una plataforma común, finalmente, puso de manifiesto la existencia de una profunda continuidad de propósitos y una cercanía intelectual entre los dos grupos. Los editores de la Joven Italia, como los de la Generación del 37, compartieron la instalación de estas iniciativas para educar en el debate públi co y en la necesidad de promover, más allá de los círculos de asociaciones culturales y políticas, la enseñanza republicana.

Los temas tratados fueron los de la propaganda republicana europea, que fue reformulada de acuerdo al punto de vista del Atlántico, donde se denunciaba una fuerte interpenetración cultural de la que los exiliados habían sido corredores. A pesar de las diferencias históricas y políticas obvias entre la península italiana y Argentina (y Rio Grande do Sul), Cuneo, Alberdi y Cané encontraban causas comunes del atraso en sus respectivos países. A la opresión de los gobernantes despóticos y de los caudi llos, opusieron una visión teleológica que, a nivel mundial y con el tiempo, vería a las per sonas libres marchar juntas «a la cabeza del Progreso».33 Proscritos, emigrantes y exiliados habían logrado en Montevideo la posibilidad de una nueva hermandad, unidos por la «misma causa» y la «misma bandera»34 de la lucha contra la tiranía. Aquel combate ya no era una guerra individual, sino una guerra «de Toda América», con el apoyo de los principios republicanos, y necesaria para dar «el último golpe al Imperio».35 A partir de este encuentro, republicanos italianos y argentinos se movieron hacia una convergencia cada vez más próxima a sus estrategias políticas. En la prensa, la oposición a Rosas, la rebelión del régimen de Pedro II y la lucha contra la Santa Alianza estaban representadas como experiencias paralelas y conjuntas de un movimiento progresivo e internacional de lucha contra el absolutismo. Pronto, con la declaración de guerra de Rivera a Rosas, el conflicto argentino se convirtió en una guerra transregional real que amplió el frente de la batalla a todo el Uruguay, entretejiendo el choque en curso entre blancos y colorados. El nuevo escenario produjo una ra- dicalización de la lucha, marcando claramente el marco de alianzas y coaliciones: exiliados italianos y argentinos se encontraron luchando por la misma causa. Montevideo, una vez más, fue el escenario de un intenso proceso de politización: la llegada de cientos de voluntarios extranjeros, la organización de las fuerzas militares y la apertura del conflicto a los nuevos protagonistas redefinieron el contexto de la guerra, involucrando directamente a los líderes del exilio que ocuparon cargos políticos y diplomáticos en las filas del gobierno de Fructuoso Rivera.

El encuentro entre la Joven Argentina y la Joven Italia ofrece una perspectiva para comprender las orientaciones ideológicas y los tipos de discusiones políticas que alimentaron la construcción de nuevas identidades en el espacio rioplatense. El exilio argentino dio a luz un nacionalismo de la diáspora que generó un intenso trabajo teórico, profundamente marcado por la hibridación con otras variantes del repu blicanismo atlántico. Dentro de la Joven Argentina se entrecruzaron tanto las aspiraciones nacionalistas, como las tendencias cosmopolitas y juveniles características de las organizaciones europeas correspondientes. En este contexto, los exiliados italianos actuaron como cultural transfers entre los grupos de inmigrantes de diferentes nacionalidades; de modo que, en poco tiempo, asumieron el liderazgo intelectual y político de los grupos de la diáspora dispersos en Montevideo. El diálogo que tuvo lugar entre los proscritos de la Joven Italia y los de la Generación del 37 constituyó una ex periencia importante de transnacionalismo cultural que tuvo un impacto en todo el mo vimiento republicano rioplatense, creando la zos de larga duración entre Italia y Argentina.

Voluntarios en armas. La Legión Italiana en la defensa de Montevideo

Londres, 26 de octubre de 1843. Giuseppe Mazzini, en una circular dirigida a todos los miembros del movimiento democrático, escribió: «Las Américas, donde la Joven Italia ya es tan poderosa, dará a la insurrección italiana, a través de nosotros, la fuerza material de las armas y el dinero, si es necesario, para la guerra».36 Desde Inglaterra, donde estuvo más de seis años, el exiliado genovés alaba ba la iniciativa política y militar de los italianos en América Latina, con la esperanza de su movilización, junto a los otros fugitivos distribuidos entre Europa y el Mediterráneo, para la revuelta nacional contra Austria y la respectiva unificación de la península. En Uruguay, durante el curso de la Guerra Grande (1839-1851), a raíz de la iniciativa de tomar las armas de Giuseppe Garibaldi, cientos de voluntarios de Liguria, Piamonte y Lombardía participaron en la defensa de Montevideo. La Guerra Grande fue, al mismo tiempo, un conflicto civil, tanto regional como internacional: estalla inicialmente como una guerra civil entre las facciones portadoras de proyectos políticos de oposición, entre los federales de Fructuoso Rivera y los blancos de Manuel Oribe, aliado del dictador argentino Juan Manuel de Rosas, y se transforma después en guerra transnacional con la intervención de Francia, Inglaterra y el Imperio del Brasil, además de la participación de cientos de voluntarios españoles, franceses, argentinos (de tendencia unitaria) e italianos.37

La movilización italiana se realizó en el periodo del llamado sitio de Montevideo y se organizó sobre la base de las fuerzas que ya estaban operando en el país. Bajo la dirección de Giuseppe Garibaldi, ya alistada en la Marina de Uruguay, se formó la Legión Italiana compuesta de seiscientos hombres, teniendo en primer lugar el cuerpo de voluntarios italianos en el extranjero, organizados sobre una base nacional. Al finalizar el mes de febrero de 1843, las tropas de Manuel Oribe bajaron hacia el río Uruguay y rodearon Montevideo que, por ocho años y medio, se encontró di vidido por el choque entre las facciones rivales, convirtiéndose pronto en una «nouvelle Troye».38 Ante la amenaza de una posible es trangulación de la ciudad, el mayor general del Partido Colorado autorizó la contratación de legiones extranjeras para trabajar junto con el ejército dirigido por Fructuoso Rivera. El temor por la expropiación de los bienes adquiridos, por una parte, y la afinidad política con el movimiento colorado, por otra, estimuló el reclutamiento de grupos extranjeros. Desde este punto de vista, un papel importante fue desempeñado por periódicos como el Patriota Francés -fundado en Montevideo por algunos jóvenes republicanos que habían tomado parte en las barricadas de julio de 1830-, que desde el principio se involucró en una campaña de sensibilización dentro de la comunidad de origen francés. Al formalizar la contratación de soldados extranjeros, fue el mismo gobierno de la defensa el que, a través de un decreto legislativo, estableció un premio para la inscripción, que implicaba la concesión de 25 000 cabezas de ganado y la adquisición de lotes de 72 000 metros cuadrados para cada uno de los voluntarios.39

Siguiendo el ejemplo de la Legión Francesa creada por el exfuncionario napoleónico Jean- Chrysostome Thiébaut, el 1° de abril se presentó una solicitud formal al gobierno que ordenaba la creación de la Legión Italiana, enmarcada bajo la dirección del ministro de guerra.40 La Legión quedaba, así, al mando de tres comandantes, Giuseppe Garibaldi, Napoleón Castellini y Pasquale Frugoni, e inicialmente dividida en tres divisiones: una dirigida por Serafino Mamella, otra por Angelo Mancini y una más por Giacomo Danuzio. Su dirección fue confiada a Louis Missaglia, y el 9 de julio, en una ceremonia solemne, recibió a manos del canciller Santiago Vázquez la bandera oficial: un paño negro con el centro de la efigie del Vesubio en erupción.41 Solo años después, en marzo de 1845, se dotó de un uniforme: la famosa camisa roja, adoptada tras comprar un fondo que había sido enviado para saladeros montevideanos.

En el contexto atlántico del siglo XIX, la formación de cuerpos y/o legiones extranjeras fue un fenómeno complejo que respondió, al mismo tiempo, tanto a lógicas políticas y militares en torno a las cuales se trasladaron equipos de logística, como a fuerzas interestatales, redes secretas y redes diplomáticas. El nacimiento de la Legión Italiana fue el producto de una intensa movilización in loco, dentro de la cual confluyeron aspiraciones individuales con fuertes proyectos ideológicos. Voluntarismo patriótico y mercenarismo tradicional, por lo tanto, se cruzaban redefiniendo formas, modelos y significados de la participación en armas durante el exilio. Por un lado, la intensa labor de propaganda orquestada por el movimiento republicano había desarrollado representaciones de la lucha de corte universal; en este sentido, los procesos de legitimación de las luchas nacionales no podían ser aislados del plan de batalla internacional contra el absolutismo. No resultó casual que Mazzini, para justificar el papel de la Joven Europa, en ciertos momentos alabara a los italianos que, en años anteriores, habían luchado en Grecia, España y Portugal. El mismo Cuneo escribió que los voluntarios en Uruguay tenían que prepararse para luchar una guerra por la «humanidad», para rematar el «pacto de hermandad»42 entre todas las naciones libres. Por otro lado, la profesión de las armas continuó siendo un importante sector de socialización y para hacer carrera personal de contribución a fines personales: la misma Legión fue una escuela de aprendizaje importante para muchos oficiales que, después de 1848, ocuparon posiciones de prestigio entre las filas políticas y militares del Reino de Cerdeña.

En la primera fase (junio del 43 - agosto del 45) la Legión fue utilizada para operaciones de guerrilla contraurbanas, situadas en zonas del interior de Montevideo.43 Con el objetivo de derribar uno de los principales puestos de avanzada del enemigo, el general Pacheco y Obes planearon una contraofensiva intensa cerca de la colina del Cerro, ocupada por una fuerte resistencia de las tropas de Oribe. La expedición fue el bautismo de fuego de la Legión y terminó con una clara victoria de los colorados, liderada por cuatro escuadrones italianos que ocuparon la fortaleza estratégicamente, marcando con decisión una adelantada del ejército de Rivera. El plan de guerra del Estado Mayor General colorado apuntó a la utilización de varias columnas móviles, desplegadas simultáneamente en operaciones de asalto para atacar las posiciones enemigas de las tropas de Oribe y llevarlas fuera del perímetro de la capital. Las necesidades de la guerra irregular imponen una acción continua de desgaste de las líneas enemigas. Dada la geo grafía del ambiente en el que operaban, tiroteos, emboscadas y escaramuzas, seguidas de maniobras rápidas, fueron funcionales para demoler las unidades militares de los blancos, romper las filas del sitio y recuperar terreno. Para algunos líderes de la Legión se trata ba de un conflicto muy diferente a la guerra a gran escala, por mar como por tierra, que fue combatida unos años atrás en la vecina Rio Grande do Sul y más similar, en cambio, a los combates guerrilleros regionales experimentados en los años 20 y más tarde en España y Portugal. Para muchos otros, sin embargo, fue la primera experiencia militar que constituyó una verdadera iniciación en las armas. No fal taron, como es natural, en las primeras etapas, insubordinaciones y traiciones.

Con el fin de adaptar el comando de operación al contexto de la guerra, Garibaldi decidió intervenir rápidamente con la promoción de una reforma general de la Legión. Esa se reorganizó en julio del 43 en tres divisiones y fue montada en un batallón de ocho compañías, mediante la supresión de los diferentes comandos internos: coroneles, Garibaldi y Mancini; teniente coronel, Anzani, y Vaccarezza como mayor. La selección promovió militares de carrera capaces de conducir núcleos guerrilleros irregulares y coordinar los cuerpos de voluntarios. Entre todos, el Estado Mayor se les dio a los oficiales que poseían una cierta experiencia profesional y habían adquirido un importante know-how de habilidades en diversos escenarios de guerra. La nueva organización operó sin mayores cambios hasta 1848. La Legión reorganizada obtuvo dos victorias importantes: la primera, en la batalla de Tres Cruces (17 de noviembre), donde los distintos combatientes italianos intervinieron con el apoyo del cuerpo armado colorado, obligan do a los blancos a la retirada; la segunda, un mes más tarde, de nuevo en las proximidades del Cerro (23 de abril), con la derrota en serie de dos cuerpos de tropas de Oribe. Durante más de un año, la Legión continuó siendo empleada para la cobertura de las acciones defensivas. Los voluntarios italianos fueron co locados en algunas partes de la ciudad con la tarea de vigilar y hacer contrainsurgencia; la guerra, cada vez más territorializada, realizó asaltos con bayonetas cortas y treguas militares informales que se movían continuamente entre las líneas enemigas.

A pesar de los éxitos iniciales, el personal de la Legión Italiana se enfrentó de for ma temprana con incidentes de indisciplina e insubordinación, como se mencionó ante riormente. Bartolomeo Odicini y Giovanni Battista Cuneo denunciaron en sus diarios que, a partir de la última semana de junio de 1843, «murmuraciones, intrigas y reunio nes particulares»44 se propagaron entre las di visiones y que algunos legionarios italianos fueron invitados a abandonar al «depravado y corrupto»45 General Garibaldi. En el mes de mayo siguiente, Angelo Mancini y Giacomo Danuzio, corrompidos por Manuel Oribe, se amotinaron con una veintena de hombres. La Legión fue formada en un contexto social muy heterogéneo, donde las fuerzas ideológicas se cruzaron con formas de mercenarismo y de aventurerismo. Los hombres que la componían, caracterizados por diferentes perfiles profesionales y mal entrenados para manejar las armas, adquirieron durante el curso de la guerra modelos de obediencia y prácticas de combate. Solo el carisma de Garibaldi, fuente de un gran liderazgo personal, logró darle la forma de un cuerpo nacional tout-court, creando nuevas afiliaciones políticas y fortaleciendo las viejas identidades. Fue él mismo -a través un trabajo eficaz de propaganda hecha con escritos, proclamas, boletines de noticias- quien contribuyó a transformar la militancia en armas de los legionarios en una representación del nacionalismo heroico y patriótico.

La dirección de la Joven Italia de Montevideo siguió atentamente los acontecimientos de la Legión. Desde Londres, Mazzini habló de un «noviciado a la guerra italiana»,46 mientras en la capital sitiada fueron varios los intentos por convertir el escenario uruguayo en un laboratorio para la futura insurrección en la península. Por encima de todo, Cuneo era consciente de su potencial simbólico-político y se convirtió en un promotor de una campaña de mo vilización intensa dentro de la comunidad italiana, haciendo un uso hábil de las redes diplomáticas, contactos políticos y publicaciones periódicas. En Montevideo, gracias a una serie de suscripciones recibidas, se preparó un hospital militar, apoyado para el primer año en la ya existente estructura francesa, que fue dirigido por el cirujano italiano Bartolomé Odicini, el antiguo médico personal de Giuseppe Garibaldi, al tiempo que se creó una orquesta compuesta por unos cuarenta músicos. Posteriormente, se estableció un comité de asistencia económica:47 la Comisión Encargada de la Legión Italiana, confiada a Giovanni Battista Cuneo como presidente. En esta, tomaron también parte los hermanos Antonini y otros pequeños propietarios italianos que podrían apoyar de forma autónoma al equipo, con el respaldo financiero de los legionarios que participaban en la guerra. Cuneo trató al mismo tiempo de darle vida a una nueva iniciativa periodística, El legionario italiano, que sirvió como un verdadero órgano de propaganda del cuerpo italiano. El contenido de estas iniciativas marcó una salida clara de las precedentes experiencias del exilio: a dife rencia del elitismo de las redes del destierro liberal, la iniciativa de la Joven Italia de Montevideo inauguró un modelo pionero de colaboración entre las clases educadas y las clases más bajas de la emigración. Al experimentar con estas actividades complementarias (periódicos, escuelas, hogares de cuidado), Mazzini trató de dominar el mundo de la comunidad italiana, lo que contribuyó positivamente al proceso de nacionalización fuera de la península italiana.

A principios de 1845, Francia e Inglaterra, resentidas todavía por la continuidad de las hostilidades en el Río de la Plata, decidieron intervenir militarmente para apoyar a Rivera, desplazando el eje del conflicto al interior de la región. Para hacer frente al nuevo entorno, la Legión se divide en dos unidades formadas por cuatro compañías cada una: la primera, para defender la capital; mientras que la segunda, compuesta de 240 hombres, se integró a la Escuadrilla Nacional de Garibaldi, y se ocupaba en el frente norte de la contraofensiva del ejército de Oribe. En esta segunda fase (agosto del 45 - abril del 48), el papel de la Legión fue objeto de una nueva estrategia, hecha de ataques violentos y campañas de mediano plazo dirigidas a recuperar las provin cias del interior. Fue en esta donde Garibaldi, el 8 de febrero de 1846, al mando de 186 le gionarios y cien británicos, logró repeler el ataque de las tropas de Urquiza en la famo sa batalla de San Antonio. Más que una victoria militar tout-court, fue un éxito simbólico: la resistencia de los voluntarios extranjeros aliados con los colorados ante la abrumadora superioridad del contingente de blancos.

El eco producido por los hechos de Salto fue enorme, tanto en Uruguay como en Europa. Desde Montevideo, Giovanni Battista Cuneo hizo estallar el papel impreso alabando las obras de combatientes italianos: en primer lugar, con un largo artículo publicado en El legionario italiano; y a continuación, algunos meses más tarde, al escribir una carta al editor de prensa del Eco de' Giornali, en la cual lo invitó a «decir la verdad sobre los hechos de la Legión»48 a los lectores de la península. La capacidad performativa del heroísmo de la diáspora de la Legión Italiana se prestaba muy bien a la propaganda de Mazzini. Como recuerda recientemente Lucy Riall, esto contribuyó a crear el mito de Garibaldi como el resultado de una «estrategia deliberada diseñada por Mazzini y apoyada con entusiasmo por sus seguidores».49 Entre las distintas ciudades de la Península y los centros europeos de exilio, exiliados y demócratas se dedicaron a la publicación de artículos y a la organización de manifestaciones de apoyo a los voluntarios de la Legión Ita liana. Desde Londres, el exilio genovés escribió una larga carta en las páginas de Times;50 desde Suiza, Filippo De Boni publicó un extenso informe sobre las hazañas de la Legión;51 desde Florencia Carlo Faenzi y Cesare della Ripa lanzaron una campaña de suscripción para donar una espada de honor a Garibaldi, una meda lla de oro a Anzani y medallas de plata para los otros legionarios.52 El entusiasmo entre el público fue tan enorme que Anita Garibaldi, llegada a Génova desde finales de marzo, escribió en Uruguay movida por una euforia generalizada entre la población de Liguria acerca de la empresa de su marido y la Legión.53

Entretanto, la noticia de las reformas en curso en algunos estados italianos, se conoció a través de los periódicos que llegaron a la ciudad y a través de las cartas que los italianos intercambiaron con otros exiliados europeos en la zona del Plata, así que muchos exiliados comenzaron a planear un posible regreso. La sorpresa de los «eventos políticos» del otoño del 47 fue recibida como «manifestación pública de la alegría» por los italianos que vivían en Montevideo.54 En las semanas siguientes se estableció una comisión con la tarea de promover entre los diversos emigrantes voluntarios una inscripción para procurar los «medios necesarios para el transporte de estos legionarios», mientras que el mismo Garibaldi activó la correspondencia con el nuncio apostólico en Río de Janeiro para organizar la repa triación. La rápida transformación del contexto político había modificado el equilibrio en la Península: el estallido general de la revolución, por un lado, y las aperturas constitucionales hechas por los soberanos italianos, por el otro, renovaron la esperanza de la lucha nacional. La mañana de la partida desde Montevideo, Giovanni Battista Cuneo habló de Italia como una «patria resucitada» y «de lucha contra el enemigo extranjero», en la que vio «la quema» de los «días juveniles».55 La organización de la repatriación fue coordinada directamente por el liderazgo de la congregación local, y gestionada a través de diversos canales diplomáticos, mientras que la financiación provino de una oferta de donación doble del exiliado Paolo Antonini y del Comisa- riado General de la Marina, que fue usada para pagar los gastos generales y de alquiler del ber gantín Esperanza. Giacomo Medici ya estaba en Italia, para recibir algunas instrucciones, con el fin de programar directamente con Mazzini la llegada de los hombres. Tras el cierre de las prácticas oficiales, el 15 de abril de 1848, sesenta y tres legionarios zarparon de Montevideo rumbo a Niza. La Legión Italiana, bajo el mando de Antonio Susini, se mantuvo en funcionamien to hasta el 5 de junio de 1852 y se integró con la inscripción de otros 173 hombres que llegaron a Uruguay entre enero y marzo de 1851.56

Los itinerarios de ida y vuelta -de acuerdo con la fórmula Ansgar Reiss- completaron la proyección de «longing glance»57 sobre la patria abandonada. La repatriación de los voluntarios italianos se preparó mediante una estrategia planeada con anterioridad por la Joven Italia. La orientación de la opinión pública en sentido nacional, fue el campo donde Mazzini contribuyó a centrar el voluntarismo como fuerza patriótica capaz de ponerse a la cabeza del movimiento de independencia. Desde la primera declaración de guerra a Austria (1848) hasta el sitio de Roma (1870), muchos exiliados en Europa o América tomaron parte de la lucha unitaria. Buena parte de los voluntarios de Garibaldi en Uruguay que participaron en la defensa de la República romana, fueron reclutados entre los cazadores de los Alpes, y se unieron al Ejército del Sur; otros, por su parte, emprendieron la carrera parlamentaria o diplomática. Después de la ruptura del 48, el «garibaldinismo», como modelo de referencia para la organización de los combatientes, exiliados y voluntarios, fue la única fuerza de inspiración republicana que se pudo adaptar a la iniciativa política de Cavour y reabsorber la diáspora democrática. Esta capacidad de adaptación al contexto político italiano, apoyada por una fuerza de atracción increíble ejercida por los camisas rojas, reformuló el papel de los exiliados y los exlegionarios, conectando las premisas políticas del exilio con las nuevas perspectivas de rentabilidad para ellos.

Conclusiones

El exilio es una categoría fundamental para la comprensión de los procesos de Estado y de construcción nacional que se realizaron en el mundo Atlántico durante el siglo XIX. Gracias a la acción de revolucionarios, voluntarios e intelectuales, el nacionalismo se difundió -o logró un «long-distance nationalism», según la definición de Benedict Anderson-,58 de modo que contribuyó al desarrollo de las identidades colectivas, alimentadas con la formulación de discursos patrióticos, y llevó a la creación de opciones políticas que, en retrospectiva, caracterizaron el nacimiento de los estados-nación modernos. Entre 1799 y 1861, varios grupos de patriotas dejaron sus países de origen y se organizaron en comunidades del destierro. Estas asociaciones, estructuradas sobre una base nacional y en contacto recíproco con los países de origen y la sociedad de acogida, forman la trama de una red internacional compleja de activos evadidos entre los principales centros europeos y americanos. En el extranjero, los grupos de desertores lograron conciliar las tensiones cosmopolitas de su estado con las aspiraciones nacionales del proyecto de independencia. Los lugares de expatriación sirvieron como laboratorio para el lanzamiento de empresas de propaganda, la composición del valor de los recursos, la organización de las formas de voluntariado y la conformación de las clases políticas.

Como han demostrado las más recientes tendencias historiográficas, el exilio fue una agencia hu mana vital para el crecimiento, la movilización y la evolución del renacimiento liberal y del movimiento democrático. Durante los años treinta, el de Mazzini se convirtió en el punto focal de las comunidades que se estaban formando fue ra de Italia y catalizó las principales fuerzas que se trasladaron a América. La diáspora de la Joven Italia difirió de los casos anteriores del exilio del siglo XIX, adquiriendo poco a poco un estatus de paradigma. El nuevo contexto geopolítico cambió desde el momento en que Giuseppe Mazzini optó por una diversificación de las estrategias políticas, para establecer lazos dentro de la vasta constelación de la emigración italiana y gozar, así mismo, de la movilización de la opinión pública con el fin de crear un nuevo frente de insurgen- cia nacional contra el dominio austriaco. Los exiliados de la Joven Italia, repartidos entre los dos lados del Atlántico, fueron los principales partidarios de la causa independentista. Su dimensión individual se incorporó a un proyecto colectivo que -como argumenta Maurizio Isabella-59 su ponía la proyección teleológica de la misión para el progreso democrático de la historia italiana.

El destierro en Uruguay fue un excepcional laboratorio de prácticas, aprendizaje y desarrollo del movimiento democrático. La necesidad de radicar a la Joven Italia en un ambiente sin contacto directo con el republicanismo europeo, dio lugar a una acción de propaganda intensa, que ocu pa constantemente el trabajo de los exiliados. El surgimiento de nuevas comunidades políticas convirtió el exilio en una oportunidad positiva para relanzar de nuevo la lucha republicana. Las coyunturas temporales, los espacios geográficos y los factores de contextos culturales dieron forma a la manera de vivir fuera de Italia: patriotismo, nacionalismo y cosmopolitismo fluían paralelos y formaban una triangulación muy simbólica y potente a través de la cual se puede entender la identidad italiana. Para muchos exiliados, de hecho, el Río de la Plata se convirtió en un país de adaptación y reflexión artificial de la tierra original. Estos lugares, por el contrario, configuraron un nuevo espacio en el que nacieron posibili dades de colaboración entre las diferentes corrientes de origen nacional. Se ha demostrado, a través de reuniones con algunos miembros de la Generación del 37, que el destierro de la Joven Italia había creado dinámicas de ósmosis cultural entre los movimientos, reconfigurando en perspectiva atlántica la construcción teórica del pensamiento republicano y dejando una larga herencia en la cultura argentina. Esta dimensión transnacional distingue al movimiento mazziniano como referencia para las organizaciones democráticas contemporáneas, y como antecedente de los movimientos nacionalistas del si glo XX, como recordaron recientemente Stefano Recchia y Nadia Urbinati.60

El exilio, por último, fue una experiencia importante de politización y construcción de legitimidad para el movimiento republicano. La diáspora uruguaya transformó a los exiliados políticos en líderes de la comunidad emigrante, donde los mismos exilia dos se consideraban importantes para la lucha antiabsolutista. En muchos casos, como durante la Gran Guerra, los jefes políticos y los trabajadores migrantes fueron capaces de trabajar juntos, anticipando formas de participación popular que solo más tarde se evidenciaron en el curso de las guerras de independencia. La iniciativa de Garibaldi, así como el hecho de proporcionar un imaginario coherente con la nueva narrativa del nacionalismo italiano, forman un verdadero cuerpo militar que, en las décadas que siguieron, sirvió como parte de la fuerza total de la cuota italiana. Entre las filas del aparato gobernante de la Joven Italia, con todo, se mantuvo la afirmación de una nueva clase política que se integró a las filas de la creación del Reino de Italia, ocupó puestos en la diplomacia o el parlamento. Especialmente para esta generación, la aventura de Garibaldi, en contraste con el radicalismo mazziniano, tuvo un liderazgo im portante después de 1849, que le permitió actuar como mediador entre las fuerzas más radicales e influir, al mismo tiempo, sobre los grupos moderados. La reflexión general sobre el exilio arroja luz sobre la complejidad de los factores que determinaron el proceso unitario. Los aportes más recientes en la era de las revoluciones, las guerras civiles y la construcción de los Estados-nación en el mundo del Atlántico destacan el papel de las interconexiones que caracterizaron a los grandes procesos políticos del siglo XIX. El estudio sobre el exilio republicano en el Cono Sur de América muestra la incidencia de la diáspora en el proceso de construcción del estado-nación italiano, reconsiderando el Uruguay como el punto de partida de fuerzas políticas, intelectuales y militares que en el exilio reorganizaron estructuras y aparatos con el fin de conseguir nuevas posibilidades de acción para la patria, durante el decenio de unificación, o en el área rioplatense, durante la fase de consolidación de las nuevas repúblicas.

Bibliografía

Fuentes primarias

Archivos

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1Giuseppe Mazzini, «Alla madre», en Scritti editi ed inediti di Giu seppe Mazzini. Epistolario, vol. XI (Imola: Cooperativa tipográfica P. Galeati, 1915), 42.

2Sabine Freitag, ed., Exiles from European Revolutions: Refugees in Mid-Victorian England (New York: Berghahn Books 2003); Susanne Lachenicht y Kirsten Heinsohn, ed., Diaspora Identities: Exile, Nationalism and Cosmopolitanism in Past and Present (New York: Campus, 2009); Catherine Brice y Sylvie Aprile, ed., Exile et Fraternité en Europe au XIXème siècle (Bordeaux: Edition Bière, 2013).

3Eugenio Casanova, «L'emigrazione siciliana dal 1849 al 1851», Rassegna Storica del Risorgimento IX, n.° 1-4 (1924): 780-873; Ersilio Michel, Esuli e cospiratori italiani in Corsica: 1850-1861 (Milano: Tyrrhenia, 1929); Ersilio Michel, Esuli italiani in Algeria (1815-1861) (Bologna: Cappelli, 1935); Ersilio Michel, Esuli italia- ni in Tunisia: (1815-1861) (Milano: Istituto per gli studi di politica internazionale, 1941); Giovanni Ferretti, Esuli del Risorgimento in Svizzera (Bologna: Zanichelli, 1948); Ersilio Michel, Esuli italiani in Egitto, 1815-1861 (Torino: Stabilimento Tipografico Impronta, 1958); Ignazio Weiss, «Voci d'esuli dal Rio de La Plata», Rassegna Storica del Risorgimento XLI, n.° 2-3 (1954): 633-642; Alessandro Galante Garrone, «L'emigrazione politica italiana del Risorgimen- to», Rassegna storica del Risorgimento XLI, n.° 2-3 (1954): 223-242; Luciano Rusich, «Esuli dai moti carbonari del 1820-1821 nel Messico», Rassegna storica del Risorgimento LXXI, n.° 4 (1984): 419-437; Piero Del Negro, «L'Europa degli esuli», en Europa. Storie di viaggiatori (Milano: Electa, 1988).

4Grégoire Bron, «The exiles of the Risorgimento: Italian volunteers in the Portuguese Civil War (1832-34)», Journal of Modern Italian Studies 14, n.° 4 (2009): 427-444.

5Gilles Pécout, «The international armed volunteers: pilgrims of a transnational Risorgimento», Journal of Modern Italian Studies 14, n.° 4 (2009): 413-426.

6Chiara Pulvirenti, «La rivoluzione immaginata. Gli esuli a Malta e l'iniziativa meridionale per il Risorgimento italiano», Meridiana. Rivista di storia e scienze sociali 15, n.° 81 (2014): 169-188.

7Agostino Bistarelli, Gli esuli del Risorgimento (Bologna: Il Muli no, 2011).

8Maurizio Isabella, Risorgimento in esilio. L'internazionale liberale e l'età delle rivoluzioni (Roma - Bari: Editori Laterza, 2011).

9Archivio di Stato di Napoli (ASN), Fondo Ministero Affari esteri. Consolati napoletani all'estero (AE. CE), Foglio di notizie del 19 settembre 1833, f. 2472.

10Alessandro Luzio, Garibaldi, Cavour, Verdi: nuova serie di studi e ricerche sulla storia del Risorgimento (Torino: Bocca, 1924), 19-22.

11Archivio Segreto Vaticano (ASV), Archivio Nunziatura del Brasile (ANB), Lettera a Mazzini, b. 4, f. 17.

12Gustavo Sacerdote, La vita di Giuseppe Garibaldi secondo i risultati delle piu recenti indagini storiche con numerosi document inediti (Milano: Rizzoli, 1933), 325.

13ASN, AE. CE, Foglio di notizie del 20 giugno 1838, f. 2472.

14Enrico Spartaco, Livio Zambeccari (Napoli: Stabilimento tipografi- co Strada S. Sebastiano, 1861), 16-19.

15Giovanni Battista Cuneo, Biografia di Giuseppe Garibaldi (Torino: Tipografia Fory e Dalmazzo, 1850), 7-8.

16Moacyr Flores, «Influencia do Risorgimento na revolução fa rroupilha», en O modelo político dos Farrapos, ed. Moacyr Flores (Porto Alegre: Mercado Aberto, 1978), 47-66; Spencer Leitman, Revolucionários Italianos no Império do Brasil, in A Revolução Farroupilha: Historiografia e Interpretação, ed. José Hildebrando Dacanal (Porto Alegre: Mercado Aberto, 1985), 98-109; Eduardo Scheidt, Carbonários no Rio da Prata. Jornalistas italianos e a circulação de idéias na Região Platina, 1727-1860 (Rio de Janeiro: Apicuri, 2008); Laura de Leão Dornelles, Risorgimento e revolução: Luigi Rossetti e os ideais de Giuseppe Mazzini no movimento fa rroupilha (Porto Alegre: PUCRS, 2010); Maria Medianeira Padoin, «Construcción de la identidad regional del gaúcho y la inmigración italiana en el sur del Brasil», en Las migraciones ítalo-rioplatenses Memoria cultural, literatura y territorialidades, ed. Adriana Cristina Crolla (Santa Fe: Ediciones UNL, 2013), 155-168.

17Salvatore Candido, Presenza d'Italia in Uruguay nel secolo XIX. Contributo alla storia delle relazioni fra gli stati italiani e l'Uruguay dal 1835 al 1860 (Montevideo: Istituto Italiano di Cultura, 1966); Fernando Devoto, «Un caso di emigrazione precoce. Gli italiani in Uruguay nel secolo XIX», en L'emigrazione italiana e la formazione dell'Uruguay moderno, ed. Fernando Devoto et al. (Torino: Fondazione Giovanni Agnelli, 1993), 1-36; Domenico Ruocco, L'Uruguay e gli italiani (Roma: Società geografica italiana, 1991); Emilio Franzina, Gli italiani al nuovo mondo. L'emigrazione italiana in America 1492-1942 (Milano: Mondadori, 1995), 118-127; Gianni Marocco, Sull'altra sponda del Plata. Gli Italiani in Uruguay (Mila no: Franco Angeli, 1986); Ferdinando Fasce, «Genova, La Liguria e i processi migratori. Un bilancio della ricerca», Archivio storico dell'emigrazione italiana 2, n.° 1 (2006): 19-24.

18Accademia Nazionale dei Lincei (ANdL), Biblioteca Corsiniana (BC), Fondo Giovanni Battista Cuneo (FC), Estratto degli interro- gatori del 3 maggio '33, c. 2, f. 2, n. 17.

19Luigi Salvatorelli, «Mazzini e gli Stati Uniti d'Europa», en Miti e Storia (Torino: Einaudi, 1964), 30.

20Giuseppe Mazzini, «Alla madre», in Scritti editi ed inediti di Giuseppe Mazzini..., vol. XIV (Imola: Cooperativa Tipográfica - Editrice Paolo Galeati, 1912), 109.

21Archivio di Stato di Torino (AST), Materie politiche per rapporto all'estero. Consolati nazionali. Montevideo (MAEM), Circolare di Gaetano Gavazzo del 4 dicembre 1841, m. I.

22ANdL, BC, FC, Lettera di F. Anzani a Cuneo, c. 2, f. 5, n. 53.

23Giovanni Battista Cuneo, «Sull'opportunità di pubblicare L'Italiano», L'Italiano [Montevideo], 3 de julio de 1841.

24Salvo Mastellone, Mazzini e la Giovine Italia: 1831-1834, vol. 1 (Pisa: Domus Mazziniana, 1960); Franco Della Peruta, Mazzini e i rivoluzionari italiani. Il partito d'azione, 1830-1845 (Milano: Fel- trinelli, 1974), 347-355; Denis Mack Smith, Mazzini (Milano: Rizzoli, 1993); Roland Sarti, Mazzini: a life for the religion of politics (Lon don: Praeger, 1997), 95-126; Giovanni Belardelli, Mazzini (Bologna: Il Mulino, 2010), 93-134.

25ANdL, BC, FC, Circolare di Giuseppe Mazzini, 1 de marzo de 1841, c. 2, f. 3, n. 29.

26ANdL, BC, FC, Lettera di Felice Floresti, 26 de julio de 1843, c. 2, f. 3, n. 31.

27Anónimo, «Novedad Inteligente», La Moda, 25 de noviembre de 1837.

28Fabio Wasserman, «La Generación de 1837 y el proceso de cons trucción de la identidad nacional argentina», Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana «Dr. Emilio Ravignani» 15, n.° 1 (1997): 7-34; Félix Weinberg, El Salón Literario de 1837 (Buenos Aires: Hachette, 1977); William Katra, The Argentine Generation of 1837: Echeverría, Alberdi, Sarmiento, Mitre (London: Associated Universisty Press, 1996); Olsen Ghirardi, La Generación del '37 en el Río de la Plata (Córdoba: Academia Nacional de Derecho y Cien cias Sociales de Córdoba, 2004); Jorge Myers, «La revolución en las ideas: la generación romántica de 1837 en la cultura y en la política argentinas», en Nueva historia argentina. Tomo III. Revo lución, República, Confederación, 1806-1852, ed. Noemi Goldman (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2005), 381-445; Horacio Tarcus, El socialismo romántico en el Río de la Plata. 1837-1852 (Buenos Aires: FCE, 2016).

29Domingo Faustino Sarmiento, «Juramento de la Joven Genera ción Argentina», en Facundo (La Plata: Universidad Nacional, 1938), 283-284.

30Alma Novella Marani, El ideario mazziniano en el Río de la Plata (La Plata: Universidad Nacional de La Plata, 1985), 7-53.

31Jorge Mayer, Jorge Alberdi y su tiempo (Buenos Aires: Eudeba, 1963), 156.

32Mercedes Betria, «Para una nueva lectura sobre la Generación del '37. Mazzininismo y sociabilidades compartidas en la construcción de la identidad nacional argentina», en Construcciones identitarias en el Río de la Plata, siglos XVIII-XIX, ed. Arrigo Amadori y Mariano Di Pascuale (Rosario: Prohistoria, 2013), 149.

33Giovanni Battista Cuneo, «He leído El Iniciador», El Iniciador, 15 de mayo de 1838, 60.

34Bartolomé Mitre, «A la Joven Italia», El Nacional, 30 de noviembre de 1838.

35Juan Bautista Alberdi, «A los republicanos de Río Grande», La Re vista del Plata, 18 de marzo de 1839.

36Giuseppe Mazzini, «Circolare per fusione», in Scritti editi ed inediti di Giuseppe Mazzini, vol. XXV (Imola: Cooperativa Tipográfico - Editrice Paolo Galeati, 1916), 283-284.

37José Salgado, Historia de la República Oriental del Uruguay, t. VI (Montevideo: Tallares A. Barreiro y Ramos, 1943); Carlos Machado, Historia de los Orientales (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1973); Juan Ernesto Pivel Devoto y Alcira Ranieri de Pivel Devoto, Historia de la República Oriental del Uruguay, 1830-1930 (Montevideo: Editorial Medina, 1976); Juan Ernesto Pivel Devoto, Rivera, Oribe y los orígines de la Guerra Grande (Montevideo: Editorial Medina, 1985); Lincoln R. Maiztegui Casas, Orientales. Una Historia Política del Uruguay (Montevideo: Planeta, 2005); Mercedes Terra, Montevideo durante la Guerra Grande: formas de vida, convivencia y relacionamientos (Montevideo: Byblos, 2007); José Pedro Barrán, Apogeo y crisis del Uruguay pastoril y caudillesco: 1839-1875 (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2011).

38Alexandre Dumas, Montevideo ou une nouvelle Troie (Paris: Napoleón Chaix & Cie, 1850), 179.

39Archivo General de la Nación de Montevideo (AGNM), Archivo General Administrativo de Montevideo (AGMM), Fundo Guerra y Marina (GM), Proyecto de ley del 9 mayo de 1843, c. 1339.

40AGNM, AGMM, GM, Autorización del Ministerio de la Guerra, c. 1339.

41AGNM, Misceláneas, Gasto por la bandera de la Legión Italiana, 26 junio 1843, m. 6, c. 243.

42ANdL, BC, FC, Italiani, c. 1, f. 12, n. 21.

43Leonardo Miguel Torterolo, La legión italiana en el Uruguay: sín tesis histórica (Montevideo: Imprenta de la Escuela Naval, 1923); Setembrino E. Pereda, Los italianos en la Nueva Troya (Montevideo: Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos «División Historia», 1976), 65-310; Mario Etchechury Barrera, «La “causa de Montevideo”. Inmigración, legionarismo y voluntariado militar en el Río de la Plata, 1848-1852», Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Débats, mis en ligne le 13 décembre 2012 (consultado el 5 de mayo de 2016).

44ANdL, BC, FC, Diario della Legione Italiana, c. 1, f. 4, n. 38.

45Bartolomeo Odinici, «Diario della Legione Italiana di Montevideo», Quaderno n. 1, en Garibaldi in America, ed. Gaio Gradenigo (Mon tevideo: Imprenta «Don Orione», 1969), 121.

46Giuseppe Mazzini, Apostolato popolare, 25 de noviembre de 1842.

47AGNM, AGMM, GM, Comisión encargada de la Legión Italiana, Do cumentos de la Comisión, c. 1379.

48ANdL, BC, FC, Lettera al direttore de «l'Eco de' Giornali», c. 2, f. 4, n. 7.

49Lucy Riall, Garibaldi. L'invenzione di un eroe (Roma - Bari: Laterza, 2007), 51.

50Giuseppe Mazzini, «The Italian legion in the service of Montevi deo», Times, 30 de enero de 1846.

51Filippo De Boni, Cosí la penso. Cronaca, vol. I (Losanna: S. Bona- mici, 1846), 369-370.

52Elsa Feraboli, «Il primo esilio di Garibaldi in America (1836-1848)», Rassegna storica del Risorgimento XIX, n.° 2 (1932): 270.

53ANdL, BC, FC, Lettera di Anna Garibaldi a G.B. Cuneo, c. 1, f. 1, n. 11.

54AST, MAEM, Rapporto di Gaetano Gavazzo al Signor Conte della Margarita del 24 dicembre 1847, m. I, n. 83.

55ANdL, BC, FC, Addio a Montevideo, c. 2, f. 7, n. 1.

56AGNM, Ministerio de Relaciones Exteriores, Relación nominal de la Compañía destinada a formar parte de la Legión Italiana en Armas en Montevideo, c. 1750, c. 3.

57Ansgar Reiss, «Home Alone? Reflections on Political Exiles Re turning to their Native Countries», en Exiles from European Re volutions. Refugees in Mid-Victorian England, ed. Ansgar Reiss (Oxford: Bergahn Books, 2003), 297.

58Benedict Anderson, Long-distance Nationalism: World Capitalism and the Rise of Identity Politics (Amsterdam: Centre for Asian Studies, 1992).

59Maurizio Isabella, «“Apostoli e pellegrini della libertà”: rappresen- tazioni dell'esilio tra cultura europea e Risorgimento», en Fuori d'Italia, Manin e l'esilio, ed. Michele Gottardi (Venezia: Ateneo Ve neto, 2009), 61-83.

60Stefano Recchia y Nadia Urbinati, ed., A Cosmopolitanism of Nations: Giuseppe Mazzini's Writings on Democracy, Nation Buil ding and International Relations (Princeton: Princeton University Press, 2009), 1-30.

Cómo citar este artículo

62Bonvini, Alessandro. «Los exiliados del Risorgimento. El mazzinianesismo en el Cono Sur». Memoria y Sociedad 22, n.° 44 (2018): 42-65. https://doi.org/10.11144/Javeriana.mys22-44.ermc

Recibido: 25 de Marzo de 2017; Aprobado: 13 de Junio de 2017

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