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Revista Historia de la Educación Latinoamericana

versión impresa ISSN 0122-7238

Rev.hist.educ.latinoam. vol.15 no.21 Tunja jul./dic. 2013

 

DOCUMENTOS

 

La mujer mexicana y su evolución1 2

Tiempos aquellos en que las mujeres eran diosas, musas y ninfas del bosque. El hombre se inclinaba con reverencia delante de ellas, cantaba al compás de la lira sus hechizos y ponía ramilletes de flores a sus pies. Para ellas inventó quemar incienso, tejer guirnaldas y arrancar del sistro o la flauta de cañas sonidos armoniosos que expresaran los deseos de los sentidos o los anhelos del corazón. Más tarde, en la época brutal en que la mitología desapareció con sus mitos y leyendas, y en el Olimpo y el Himeteo ya no quedaban dioses ni abejas ni dulces panales sino rebaños humildes, pastoreados por groseros zagales, la mujer fue la ruda compañera del gañán, la que a golpe de piedra trituraba el grano para hacer el pan para la familia, ya despojada de la aureola de idealismo y poesía que le concebido la edad de los sueños.

La época patriarcal tuvo por causa la evidencia de la reproducción de la especie no sojuzgada aún por el criterio del hombre, todavía envuelto en la ignorancia como impenetrable capullo, de donde solo el gran maestro, el tiempo, había de sacarle de una vez. Entonces la mujer, la que perpetuaba la vida dando a luz hijos que, aumentando la población, centuplicaban las energías y la fuerza de la tribu, fue tenida por algún tiempo como jefe y árbitro de la suerte de la familia, agrupada a su alrededor donde los pequeñuelos recibían de ella calor y alimento. La mujer representaba el poder, el hombre, la fuerza. En tanto que ella se multiplicaba y se daba a su prole, creando el hogar y los lazos de familia, su compañero luchaba con la naturaleza y con las fieras de la selva o del desierto, batallaba por recoger el fruto de los árboles para añadir una ración más al alimento de los suyos, o bien una piel para cubrirlos del frío, o una rama seca de que servirse como combustible.

Pero al rodar de los siglos, el hombre aprendió, observando los fenómenos de la naturaleza, el génesis de la vida; y lisonjeados de ser muy principal factor en la reproducción de la especie humana, arrebató el mando de su consorte, convirtiéndola en esclava, entonces surgió en el mundo la tiranía doméstica que dio al hombre autoridad sobre la familia y el derecho de vida sobre cada uno de sus vástagos. El vocablo padre, en su origen, no significa otra cosa que tirano. Con todo, la mujer, en quien parece innato el sufrimiento y congénita la abnegación, supo elaborar, lentamente en el corazón del tirano del hogar, la tendencia a nobles ideales de admiración y amor. Y así, un día aparecieron en el aran religiones de igualdad y de virtud; de caridad hacia el enfermo, y desgraciado y el débil ¿quién más débil y desgraciada que la mujer gimiendo en esclavitud?

Tras de lenta y azarosa la lucha, se alzó la Edad Media como una redentora transformación social que aparejaba aspiraciones a costumbres más puras, y nociones más amplias de progreso y de justicia. Sin embargo, la mujer, que en la era del paganismo había llegado a adquirir conocimientos vastos en letras, artes y ciencias, vio cerrar ante sí el horizonte del saber, perdiéndose entre los obscuros vericuetos del claustro o detrás de los espesos muros de señorial castillo, sin otra compañía que la de siervas ignorantes y el fiel mastín que la guardaba en ausencia de su señor. Este fue el paso a otra esclavitud todavía más cruel,la esclavitud del ser consciente de sus cadenas.

Cuando la hembra del tirano era sacrificada por su verdugo-consorte, todavía su inteligencia se hallaba envuelta en las gasas de la total ignorancia de la humanidad infantil, en que no se discernían bien los linderos que separan la muerte de la vida; el dolor puramente físico no afectaba al espíritu, y mientras que la idea de existencia significaba solamente un fardo de leña o de piedras a la espalda y heridas de abrojos en los pies, la tumba representaba el mismo lecho de tierra húmedo y frío, pero quieto y tranquilo, alegrado por un manto de flores que nadie necesitaba cultivar. Más en la Edad Media, la vida del hogar, antes que sobria, era rica, se escanciaba el vino en copa de oro, se descansaba en almohadones de terciopelo, se cabalgaba en potros ricamente enjaezados. Los peregrinos relataban historias de héroes que hacían proezas, los trovadores exaltaban la imaginación femenil y enternecían el corazón con sus cántigas de amor. Así pues, la mujer, ya despierta al concierto de la existencia, anhelaba tomar parte de sus dulzuras y alegrías, siendo en cambio tratada a coces por su brutal señor. De pretendiente, la idolizaba y elevaba al idealismo, tomando como empresa un mote indicado por ella, vistiendo los colores por ella designados y evocando su memoria para renovar el valor en el combate. De esposo, la relegaba al sombrío recinto de la mansión señorial, haciéndola vivir en ociosidad y aislamiento. Si le era infiel o se lo parecía, la mataba sin piedad. Diez siglos de Edad Media quieren decir diez siglos de víctimas inmoladas al egoísmo y la injusticia de la mitad más fuerte y más cruel de la especie humana.

En las postrimerías de esa edad, surgió México a la historia del mundo. Bregó entre los velos de todos los pueblos que nacen a la luz y tomando puesto más tarde entre el número de las naciones que tienen significación propia, ha empezado ya a vivir por sí y para sí, al rayar el presente siglo, en armonía con sus tendencias exclusivas y con su idiosincrasia.

Lo avanzado en edad, del mundo, no quiere decir que los países nuevos hayan de brotar florecientes y de salir a competencia con los pueblos que peinan canas, por eso en los mismos días que Alemania se enseñorea con su pléyade de apóstoles de la ciencia, y son las artes bellas el patrimonio de muchos pueblos ya probados en la lucha por la civilización, en los dominios europeos, en África, Asia y América existen tribus que aún se hallan en la época del baile, de la poligamia y de la desnudez; muchas de las cuales, si no todas, llegarán a ser naciones poderosas o desaparecerán por ineptitud, absorbidas por razas superiores. Vivirá quien luche por vivir. México lucha y sacrifica gran parte de sus ideales en este conflicto de selección y asimilación que le imponen los pueblos con que está en íntimo contacto. Pasado los años de irresponsabilidad y sujeción a una corona corroída por el orín del tiempo, ha tenido que acomodarse a las exigencias que demanda la evolución humana: la transformación del conjunto supone la de las partes, de donde se infiere que el adelanto del país, su avance y movimiento no es sino el indeclinable resultado de la propaganda de instrucción recién emprendida en México, que, llegando a la mujer, verificó en ella la germinación de la solidaridad humana y de la responsabilidad individual.

Todo conocimiento despierta en el alma la idea de un derecho adquirido y de un deber por cumplir. Por donde se deduce que la mujer mexicana, desde que fue ensañada a trabajar, sintió vergüenza de depender de sus deudos para alimentarse y vivir. Con el deber de ganarse la subsistencia creyó adquirir el derecho de ser respetada en sociedad, puesto que ya no es gravamen sino contribuyente de la comunidad de que forma parte.

Su transformación social se verifica a paso rápido y seguro, porque estriba en fundamentos legales de estricta justicia. Relegada en el hogar al desempeño de labores domésticas, apenas si el trabajo de sus manos podía representar otra cosa que la economía de dos a tres pesos que constituían el salario de una criada. Quedó obligada a matarse en el desempeño de toda una casa que necesitase para su orden y arreglo de media docena de servidores, para significar veinte duros de ahorro en la alcancía del jefe de la familia.

Esto era desalentador. La mujer vivía humillada en la esfera servil que se le tenía como jaula, donde sus alas se estropeaban al menor impulso de vuelo. Y allí la inteligencia degeneraba en imaginación mórbida: la energía tornábase en contorsiones de histerismo y la ternura y la bondad acababan por torcer la senda del bien, ya encaminándose a la inutilidad de la vida monástica, ya a las torpezas sáficas, ya a ambas cosas.

Entre nuestras clases bajas y de medio pelo, había las criadas que solían ser fieles porque pesaba sobre ellas el desamparo social, y asustábales lo precario de la vida de la gente que quería depender de sus propias fuerzas. Hubo la legendaria china poblana, muchacha de buen parecer siempre, lo que prueba que más a su palmito que a sus horchatas ha de haber debido la subsistencia. La maromera que paseaba gentilmente por una cuerda erizada de espadas puestas de filo, en tanto que el payaso cantaba coplas picantes mientras bailaba alrededor de una luminaria, la bailarina y la figuranta cuyas vidas se deslizaban quietamente por el cieno del foro ¿qué eran sino seres abyectos o temidos por tales, con razón o sin ella? Las estanqueras o torcedoras de cigarros, generalmente recibían tabaco y papel para elaborar el producto a domicilio, de modo que a la mezquina de la industria del país solo prestaban servicio las goloneras y bordadoras de sombrero, las batiojeras que hacían libritos de oro volador de que se adornan aún los altares en Semana Santa, y las ribeteadoras de zapatos. Pero todos estos oficios mal retribuidos y peor estimados, en vez de glorificar a los infelices que en ellos sacrificaban su dignidad y consumían la juventud, poníanles un estigma en la frente. Mucho más noble e importantes eran las ocupaciones de curandera y matrona, aunque la única de verdadera respetabilidad era la de bruja, pues ni las monjas mismas rehusaban hacer exorcismos, ni averiguar el paradero de las cosas robadas. A este gremio de trabajadores perteneció la reverenda Madre Matiana, a quien se deben montones de profecías, afortunadamente no cumplidas, por cuanto tenían de aciagas y tremendas.

Con las guerras civiles y extranjeras tuvimos la guerra a quien inspiraron los ideales de libertad: Florencia Villagrán, disparando su rifle por entre las rejas de su ventana, sobre las columnas reaccionarias, y la Barragana, a caballo, de sombrero ancho y blusa roja, entrando al frente de una brigada de chicanos, la Noche Buena del año 1860, con espalda al hombro y jurando como un granadero, no son sino dos ejemplares de este grupo anónimo de mujeres que soñaban con tener patria. Con la paz de estos últimos treinta años, sucumbió la incipiente guerrera, verificóse muy radical transformación en la industrial, y surgieron millares de medios de subsistencia, no solo para la mujer del pueblo, sino aun para aquellas niñas de la clase media a quienes la clorosis había dado rostros de marfil. Ya no envidiarían al pájaro que iba a posarse en el barandal del balcón, solo porque tiene alas.

La escuela obligatoria para la niña ensanchó de una vez para siempre el campo visual de la mujer, quién vio en los confines del mundo una misión que cumplir, de amor y de justicia. El primer cambio se realizó en la vida monjil: la religiosa que para expiar sus culpas verdaderas o imaginarias se propinaba azotes y se martirizaba con ayunos que condena la higiene, encaminando su abnegación a obras más meritorias, se marchitó como una flor en búcaro para renacer convertida en hermana de la caridad. De allí, en presencia de la lucha entre la vida y la muerte, mil veces advertida a la cabecera del enfermo, volvió a experimentar nueva transformación: del ser pasivo y secundario salió la intrépida doctora que disputa a las Parcas su presa, empuñando el escalpelo y el fórceps. Otra, apasionada locamente de la justicia, buscó en la ciencia del derecho la fuente dónde beber sus aguas no ensuciadas por el soborno y la codicia. Una y otra han de seguir por sendas pedregosas y erizadas de espinas antes de que el mundo reconozca, en la tímida y dulce compañera del hombre, la grandeza de miras que la impulsa a la aridez del foro y los microbios del hospital.

En la azarosa transacción mercantil, la mujer es hoy día personaje esencial: en el mostrador sonríe al marchante, ocultando con abnegación que puede servir de ejemplo al hombre pusilánime, el cansancio que la rinde. Con sus libros de contabilidad enfrente, asume grave actitud y teclea en la máquina de escribir, y no da paz al contador automático, y chafarinea en su cuaderno de estenógrafa, y se empapa y satura en la ola comercial que pone en comunicación entre sí unos países con otros para empujarse mutuamente a la prosperidad.

Su aptitud podría ser más o menos discutida por los antagonistas del llamado feminismo, pero su honradez, la dignidad con que sabe responder a la obligación contraída, su puntualidad en el servicio y su firmeza y constancia la elevan a muy alta estimación. Solicitan sus buenos servicios lo mismo que por trabajadora y útil la denigran y la desprecian en sociedad.

El amanecer la encuentra atareada, poniendo presentable la propia persona para marcharse a la oficina, el taller, la fábrica o la tienda, a la hora en que los miembros masculinos de su familia, trasijados y trasnochados por la juerga de la víspera, todavía se asfixian entre las mantas del lecho. Al medio día le dan una colación engullida de prisa, y al atardecer se la ve por esas calles de Dios, taconeando con paso menudito, sola, con su juventud y su responsabilidad acuestas, rumbo al hogar, sintiéndose feliz porque a nadie le debe su pan, porque se vasta a sí misma y no será menester dejarse atrapar en la red del matrimonio por temor del desamparo, la orfandad y la miseria. Se casará como quiera, con quien quiera y cuando quiera, y si no le conviene, permanecerá soltera sin vestir santos ni criar sobrinos, pues ocupaciones que la enriquezcan no han de faltarle, mientras tenga en el cuerpo y en la mente energía vital.

Sus seres sin remedio, que cuando un miembro del organismo humano se ejercita, con perjuicio del resto, aquellos se atrofian; lo propio acontece con el organismo social: la mujer, arrojándose a la vida activa del trabajo, pone fuera de la lucha al hombre, quien se abandona a la malicia y a la ociosidad a medida que siente la carga más ligera ¿Adónde irá a parar esta obra mixta de evolución y degeneración respectivamente de las dos mitades del género humano? Averígüelo Vargas que es el gran averiguador de todas las soluciones intrincadas. Mientras llega a descubrirse la incógnita, la mujer continuará invadiendo todos los dominios que por incuria y egoísmo su compañero le abonará, ya existe la empresaria y la editora, la boticaria y hasta la evangelista. Como taquígrafa y escribiente, la mujer se entera de los negocios de la banca, lo mismo que de las peripecias de la política, llámanla a cooperar en la obra trascendentalísima de educación popular, y comparte con el hombre las tareas nobles y dignas a que este la invita. Ella ayuda y aun sustituye al hombre a la vida pública, pero nadie la reemplaza en el hogar, de donde sigue siendo reina y diosa.

Por su inteligencia bien cultivada y amplitud de conocimientos que adquiere con el trato del mundo y la educación de la escuela, el hogar ha de transformarse también, la esposa ha de convertirse en consejera desinteresada del marido y una institutriz de los hijos, en guía y consuelo de ambos.

Entre la mujer de otros días, juguete de tocador, chuchería o mariposa de frágiles alas y colores sin firmeza, y la personalidad consciente de hoy, existe la diferencia biológica que distingue las manos del niño alzando en vilo un juguete de las del hombre que se elevan para imprecar al cielo.

La evolución feminista en México se está realizando cabal, en su porte la mujer es más firme; en su conducta, menos débil; en sus resoluciones se gobierna por el buen sentido y las dicta y las sostiene con energía. No tiene el menester, como el hombre, de un afecto o una simpatía muy individual e íntima, como punto de mira en su estandarte, para llevar a cabo una obra de bien y de justicia: puede ser Pericles sin Aspasia, Dante sin Beatriz, Rafael sin Fornarina. Su tendencia va por el bien mismo, su ideal está en la dicha de la humanidad. Solo la mujer sabe amar sin esperanza de compensación, y sufrir sin aguardar premio ninguno.

La evolución del propósito de la vida de la mujer mexicana, y la de los medios en que se verifica, ha debido aparejarla de la expresión de sus sentimientos y aun la de sus preces y plegarias. Ya no pide a Dios diciendo "el pan nuestro de cada día dánosle hoy..." sino así: "el trabajo que dignifica y da pan, dánosle todos los días de nuestra vida, y danos también la fuerza y la energía para desempeñarlo bien."

Qs World University, Latinoamérica 2013, ¿ranking o marketing?

Luis Enrique Arango Jiménez3
Universidad Tecnológica de Pereira

No había querido referirme a este último baremo de clasificación de las Universidades latinoamericanas, producido por una firma Británica, supuestamente en torno a la calidad, para que no se me acusara de estar respirando por la herida. Sin embargo, un reciente artículo de La Tarde, el periódico local donde aparece esta columna, me sacó de la hibernación. Dice el titular: "UTP, la que menos sobresale en calidad". El despliegue de la noticia se basa en que el listado confeccionado por QS nos ubica en los últimos lugares dentro de las 30 Instituciones Colombianas que hacen parte de las 250 latinoamericanas del listado. Extrañé que no se usaran los múltiples rankings donde siempre la Universidad aparece en lugar privilegiado.

Cuando se examinan los factores del susodicho ranking, que el mismo informe explica, se descubre que un 50 % de la calificación reside en encuestas de percepción o de reputación como los editores del informe apellidan, así un 30 % a partir de una encuesta global de reputación con los académicos y un 20 % a partir de una encuesta global de reputación con los empleadores. Se supone que las encuestas están circunscritas al espacio latinoamericano, ya que el ranking es para él.

Aunque las encuestas de percepción arrojan señales, no pueden ser consideradas como la última palabra para clasificar las Universidades en términos de calidad. Con todo el respeto por la metodología de la empresa inglesa que realiza la medición, aquí se les fueron las luces. Cómo explicar que la Universidad Antonio Nariño supere en calidad a la Universidad Distrital, a la Universidad de Medellín, a la Universidad de Nariño, a la Universidad Autónoma de Bucaramanga y a la Universidad Tecnológica de Pereira, ¿cómo lo hace sin siquiera turbarse el pretendido ranking? Solo este resultado me hace dudar de la validez de la metodología y me releva de mayores argumentaciones.

Naturalmente que sin menospreciar el trabajo Académico de la Universidad Antonio Nariño, pero sí haciéndole honor a todas las mediciones, que tratan de medir indicadores objetivos, y donde este resultado por lo menos aparece contradictorio.

Volviendo al ranking, vale la pena mencionar que del total de las Universidades que actualmente cuentan con Acreditación de Alta Calidad, cinco instituciones ni siquiera aparecen en él, ellas son Escuela de Ingeniería de Antioquia, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Universidad Tecnológica de Bolívar, Universidad Santo Tomás y la Universidad Autónoma de Occidente.

Para completar mi hipótesis, recibí a mi cuenta de correo electrónico una invitación de la autodenominada unidad de inteligencia de QS para participar como académico en una encuesta, donde me pedían listar las diez universidades que considerara más importantes en mi campo. Excúsenme, pero yo no he podido saber siquiera cual es mi campo para semejante pregunta. Puede ser un hecho aislado, fortuito y equivocado, pero me hace pensar que si así practican las encuestas, hay poco rigor.

Muy sensata ha sido la academia Colombiana en no hacer demasiada fiesta con estos resultados. No así, los medios de comunicación, que de manera precipitada, sin contrastar opiniones, dictan sentencias fulminantes.

Ya las universidades de América Latina, el año pasado en la UNAM, se reunieron para examinar el tema de los rankings, y observar o no que pueden inducir a falsas valoraciones y sobre todo que desconocen nuestras realidades. Una declaración al respecto fue emitida y difundida por ASCUN. Al paso que vamos, nos van a ir moviendo hacia el ranking de los que más aparezcan en los medios de comunicación y ustedes saben eso como se logra. Y además, saben que los imaginarios que alimentan las percepciones son sensibles a la publicidad. Aquí reputación es sinónimo de mercadeo.

Yo pediría que las conclusiones que se hagan sobre estos instrumentos de medición fueran realizadas y valoradas por expertos, antes de producir semejantes veredictos. Claro está que lo que hizo el periodista de La Tarde no es nada diferente de lo que hacen todos los medios.


1 El Mundo Ilustrado, año XIII, tomo I, no. 1, México 1° de Enero de 1906.

2 Documento de Laura Méndez de Cuenca, Facilitado por la investigadora, Mílada Bazant.

3 Miembro del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología como representante de la Universidad Publica en Colciencias.