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Revista Historia de la Educación Latinoamericana

Print version ISSN 0122-7238

Rev.hist.educ.latinoam. vol.18 no.27 Tunja July/Dec. 2016

https://doi.org/10.19053/01227238.5532 

DOI: 10.19053/01227238.5532

Género y construcción científica del conocimiento

Gender and construction ofscientific knowledge

Gênero e construção do conhecimento científico

 

Ana Guil Bozal1
Universidad de Sevilla (España)
Grupo de investigación HISULA

Recepción: 15/12/2015
Evaluación: 22/05/2016
Aceptación: 02/06/2016
Artículo de Revisión


RESUMEN

El propósito de este trabajo es realizar una introducción sobre las principales aportaciones del feminismo a la construcción científica del conocimiento, observando cómo son necesarios no tanto métodos, como fuertes posicionamientos epistemológicos capaces de de-construir planteamientos positivistas, para coconstruir una ciencia que supere los falsos objetivismos androcéntricos en aras de conocimientos contextualizados, inclusivos y consensuados intersubjetivamente, que sirvan de motor de cambio y transformación de las relaciones patriarcales de poder. La llegada de las mujeres a la Universidad supuso una revolución científica al incorporar su nuevo punto de vista, capaz de detectar los sesgos misóginos que las mantuvieron al margen de la historia categorizándolas como inferiores. A partir de ahí se ha producido una verdadera rebelión en las epistemologías académicas -las feministas del punto de vista, los feminismos negros, las feministas postmodernas y las empíricas contextuales- no tanto por el uso de determinadas metodologías, como por la fuerza de sus valores democráticos e igualitarios compartidos.

Palabras clave: Género, feminismo, construcción científica del conocimiento, mujeres, universidad, rebelión.


ABSTRACT

The purpose of this paper is to provide an introduction on the main contributions of feminism to the construction of scientific knowledge. It is evident that not methods, but strong epistemological stances are necessary to deconstruct positivist approaches, in order to co-construct a science that exceeds false androcentric objectivism in favor of contextualized, inclusive and intersubjectively consensual knowledge serving as an engine for change and transformation of patriarchal power relations. The arrival of women to the University led to a scientific revolution by incorporating their new point of view, able to detect misogynistic bias that kept them out the history by labeling them as inferior. From there, it has emerged a real rebellion in academic epistemologies -feminist perspectives, black feminism, postmodern feminists, and the empirical-contextual ones- not specifically for the use of certain methods, but because of the strength of their shared democratic and egalitarian values.

Keywords: Gender, feminism, construction of scientific knowledge, women, University, rebellion.


RESUMO

O objetivo deste trabalho é fornecer uma introdução aos principais contribuições do feminismo para a construção do conhecimento científico, assistindo como são necessários tanto métodos, como fortes posições epistemológicas, capazes de desconstruir abordagens positivistas para co-construir uma ciência que excede uma androcêntrico causa objectivisms dos falsa de conhecimentos intersubjetivamente contextualizada, inclusiva e consensual, para servir como motor de mudança e transformação das relações de poder patriarcal. A chegada das mulheres para a Universidade levou a uma revolução científica, incorporando o seu novo ponto de vista, capaz de detectar viés misógino que permaneceu fora da história categorização como inferiores. A partir daí foi uma verdadeira rebelião na epistemologia feminista acadêmica -a ponto de vista, o feminismo negro, feministas pós-modernas e empírica contextuales- não tanto para o uso de certos métodos, tais como a força dos seus valores compartilhado democrática e igualitária.

Palavras-chave: Gênero, feminismo, construção de conhecimento científico, mulheres, universitários, rebelião.


INTRODUCCIÓN

1. ¿Qué significa investigar desde la perspectiva de género?

El género es una construcción social, cultural, política e histórica, relativa al conjunto de características que se asignan a las personas a partir de su sexo biológico, categorización que tradicionalmente ha situado a los varones en los lugares privilegiados.

Como reacción a esta realidad amparada en el tradicional conocimiento "científico", la epistemología feminista surge como una manera particular de construir conocimientos, especializada en contribuir a erradicar las desigualdades que marcan las relaciones de poder de los varones y las posiciones subordinadas de las mujeres. En este sentido, las investigaciones de género abordan científicamente el estudio y solución de situaciones, problemas y necesidades sociales de las mujeres, analizando el impacto sobre sus vidas de forma que los resultados puedan transferirse a la sociedad, contribuyendo con ello a paliar sus problemáticas y a aumentar su bienestar en cualquier ámbito social.

"Lo que caracteriza a la investigación feminista frente a otras no feministas es su compromiso político y su activismo con el fin de mejorar la situación de las mujeres y otros grupos marginalizados. Es contextual, socialmente relevante, incluyente y toma en cuenta el papel de la experiencia y la subjetividad en la investigación. Esta investigación es guiada por diferentes enfoques metodológicos y paradigmas teóricos que se ajustan a los principios feministas de emancipación y cambio social"2.

Es por eso que la investigación feminista otorga el protagonismo a la experiencia y a la vida de las mujeres, difundiendo y descentralizando el poder en las relaciones de investigación, desafiando los principios tradicionales del conocimiento que asumen qué sujeto y objeto son entes separados, adaptando métodos a las exigencias de reflexividad e intersubjetividad y promoviendo el activismo social y las implicaciones éticas de la investigación (Flores, 2014).

Las investigadoras que adoptan la perspectiva de género, reflexionan igualmente sobre los sesgos androcéntricos en la forma de hacer ciencia, siendo críticas con la epistemología tradicional, construida excluyendo el punto de vista de las mujeres. Con ello las mujeres pasan a ser no solo objetos, sino también sujetos o agentes del conocimiento.

Replantean los métodos tradicionales que cosifican e invisivilizan a las mujeres, readaptando creativamente las metodologías tradicionales, optando tanto por métodos cuantitativos que las visibilicen, como especialmente por métodos cualitativos que permitan hacer oír su voz.

Un aspecto básico para trabajar el género es partir de datos desagregados por sexo siempre que se investigue con y sobre recursos humanos, algo que no consiste simplemente en mostrar los porcentajes de mujeres y hombres, sino sobre todo en utilizar interpretaciones, comparaciones y representaciones gráficas, que muestren claramente las desigualdades entre personas de distinto sexo.

La utilización de un lenguaje inclusivo no excluyente, es imprescindible para visibilizar a las mujeres, de ahí la importancia de rechazar el masculino genérico que enmascara desigualdades, nombrando en femenino y referenciando con los nombres propios de autoras y autores.

El trabajo en equipos igualitarios horizontal y verticalmente, corresponsables con la atención a la familia y a las personas dependientes, es también un aspecto que se procura cuidar en ámbitos feministas y en grupos de trabajo con perspectiva de género, de tal manera que se predique no solo con los resultado, sino también durante el proceso de investigación. Así, el llamado mainstreaming de género, aplica transversalmente esta perspectiva en todas las fases de cualquier proceso en que estén implicados recursos humanos de uno y otro sexo.

Nuestro propósito en este trabajo será analizar los principales posicionamientos utilizados al investigar desde la perspectiva de género, concluyendo que la necesidad no es tanto de métodos, sino especialmente de una potente epistemología, capaz de de-construir los infundios vertidos por la ciencia tradicional contra las mujeres, para co-construir conocimientos científicos que superen los falsos objetivismos androcéntricos positivistas, en aras de conocimientos contextualizados, inclusivos, dialógicos y consensuados intersubjetivamente entre toda la comunidad científica. Conocimientos capaces de constituirse en motor de cambio y transformación de las tradicionales y patriarcales relaciones de poder, para transitar hacia modelos más democráticos e igualitarios.

2. Antecedentes históricos

Las mujeres han estado presentes en la construcción científica del conocimiento desde los orígenes mismos de la Ciencia3, aunque la Historia -escrita secularmente por varones y sobre varones- las haya mantenido invisibilizadas y al margen de los libros oficiales. En paralelo, la visión que la mayoría de los grandes maestros han dado sobre las mujeres ha sido ciertamente misógina4, atribuyéndoles cualidades no solo diferentes, sino también negativas, descalificadoras y ridículas. Aunque evidentemente, como muy bien argumentó ya en 1405 la escritora y humanista Christine de Pisan (Italia 1364 - Francia 1430) en su obra "La ciudad de las damas": "si las mujeres hubieran escrito los libros, estoy segura de que los hubieran hecho de otra forma, porque ellas saben que se las acusa en falso"5-

La realidad es que durante siglos, las Mujeres han sido el secreto mejor guardado de la Ciencia, secreto que solo los Estudios de las Mujeres y de Género, han empezado hace décadas a desvelar. Gracias a ellos hoy día estamos empezando a conocer a pioneras de todas y cada una de las áreas del saber, por ejemplo a Merit Ptah, médica egipcia de alrededor del 2.700 aC, o a Tapputi-Belatikallim, tecnóloga del perfume que vivió en Babilonia hacia el 1.200 aC. También en la Grecia clásica, en el 500 aC hubo mujeres que enseñaron en las escuelas pitagóricas, su propia mujer, Theano y más tarde Aspasia de Mileto, compañera de Pericles, y también la mujer de Aristóteles -Pythias- eminente biológa y embrióloga, cuyas cualidades al parecer no valoró su marido ya que dejó escritas para la posteridad afirmaciones tales como que el varón es por naturaleza superior y la mujer inferior, uno domina y el otro es dominado, siendo esto naturalmente así porque la hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades.

En Alejandría, la conocida como María o Miriam la profetisa o la judía, fue una famosa alquimista que -en torno al año 100- inventó diversos aparatos para la destilación y sublimación, entre ellos el famoso "baño María" para calentar a temperatura constante sobre agua hirviendo. A ella se debe igualmente el popular pigmento oscuro intenso conocido como "negro maría". También Hipatia (370-415) -la más célebre científica de la antigüedad, que se ha empezado a conocer en España a nivel popular gracias a la reciente película sobre su vida, Ágora-, después de completar sus estudios en Italia y Atenas, enseñó Filosofía en la academia neoplatónica, donde acudían a oírla discípulos de toda la cuenca del mediterráneo. Fue así mismo una experta astrónoma, que se codeaba con los principales sabios de la época, lo que unido a su vida independiente, despertó envidias y recelos que le costaron la vida, muriendo apedreada y después quemada por el pueblo, exaltado por unos monjes cristianos celosos de su pagano saber.

Durante la Edad Media en Europa, muchas mujeres se refugiaron en los conventos huyendo de la vida de servidumbre a la que el sistema patriarcal las obligaba, doblegadas a la voluntad de su padre primero y después a la de su marido, o de cualquier otro varón de la familia, en caso de permanecer solteras. Y en ellos encontraron un espacio de libertad no solo para la oración, sino también para el estudio. Tal es el caso por ej. de Hildegarda de Bingen (1098-1179), que vivió en un convento desde los 8 años, convirtiéndolo en un importante centro de culto y estudio de todas las artes y las ciencias.

Con la creación de las primeras Universidades a partir del siglo XIII, se asimiló sin crítica alguna la tradicional aversión a las mujeres y la estela misógina de los pioneros, impidiendo expresamente la entrada a las mujeres que, en consecuencia, quedaron formalmente excluidas del sistema educativo de más alto nivel hasta las postrimerías del XIX y principios del XX.

Las vindicaciones feministas consiguieron el reconocimiento formal del derecho a la educación de las mujeres de tal manera que, a lo largo del siglo XX, se fue produciendo su incorporación progresiva -primero como alumnas y poco después como sujetos del conocimiento, profesoras e investigadoras universitarias- hasta llegar a ser, ya en el siglo XXI, la mayoría tanto cuantitativa como cualitativa, al menos a nivel de alumnado6.

La llegada masiva de las mujeres a la Universidad ha supuesto una verdadera revolución científica, al incorporar un nuevo punto de vista capaz de detectar los ancestrales sesgos que las marginaron y las categorizaron como seres oscuros e inferiores.

3. Desvelando sesgos androcéntricos en las Ciencias del Comportamiento y la Salud

Una de las tareas de la perspectiva de género es desvelar los múltiples sesgos sexistas de la visión exclusivamente masculina de la ciencia. Así, al repasar no ya sus antecedentes en la antigüedad, sino los inicios de las ciencias modernas desde un punto de vista no androcéntrico, encontramos en todas ellas patrones comunes de categorización de las mujeres. Se trata de creencias arquetípicas sobre las características femeninas, que las sitúan siempre en el polo negativo al compararlas con la visión masculina. Dada la limitada extensión del presente trabajo, me limitaré a un pequeño repaso por dos de las ciencias que más han influido en la identidad tradicional y en la salud de las mujeres, la Psicología y la Medicina.

Las mitologías de mayor calado en nuestra sociedad occidental, la griega y romana, fueron las principales promulgadoras de la visión patriarcal deponiendo definitivamente prehistóricos e hipotéticos matriarcados. De cuidadoras y juveniles -siguiendo el modelo de las Normas de la mitología germánica-, pasaron a ociosas, seductoras, frívolas, celosas, malignas y temibles, como las viejas Parcas que cosían y cortaban las redes de la vida a su antojo. Observándose también esta transmutación patriarcal de valores en las diversas religiones que mostraron una imagen no ya negativa -como Eva culpable del destierro del paraíso simplemente por su sed de saber, por comer del árbol de la ciencia, razón además por la que sus descendientes femeninas tuvieron que ser excluidas del acceso a la educación-, sino ni siquiera viable, por ej. en la religión católica, el modelo de madre virgen7.

Estas creencias, fueron transmitidas de generación en generación a través de mitos, leyendas y cuentos plagados de estereotipos8, con los que los pioneros comulgaron sin pararse a poner siquiera en duda su verosimilitud pues, la visión negativa de las mujeres, estuvo durante siglos tan arraigada en el saber popular, que ni siquiera la ciencia fue capaz de sustraerse a ella.

Por el contrario, se construyó a imagen y semejanza del hombre estrictamente hablando, no de la humanidad en sentido genérico. Ello en el mejor de los casos pues, cuando hablaron de las mujeres, los "maestros" dijeron cosas que a día de hoy nos harían cuanto menos reír. Por ejemplo, Juan Huarte de San Juan (15291588), médico y patrón laico de la Psicología en España, escribió en 1575 en su famosa y única obra "El examen de los ingenios para la ciencia":

[...] con haberla hecho Dios con sus propias manos y tan acertada y perfecta en su sexo, es conclusión averiguada que sabía mucho menos que Adán. Lo cual, entendido por el demonio, la fue a tentar, y no oso ponerse a razones con el varón temiendo su mucho ingenio y sabiduría. [...] la razón de tener la primera mujer no tanto ingenio, le nació de haberla hecho Dios fría y húmeda que es el temperamento necesario para ser fecunda y paridera y el que contradice el saber, y si la sacara templada como Adán, fuera sapientísima, pero no pudiera parir [...]

El problema fundamental es que esta obra se tradujo a varios idiomas y sirvió de referente, pese a haber sido escrita por un médico, no solo para la Medicina y la Neurología, sino también para el desarrollo de la mayoría de las ciencias socioeducativas, especialmente la Psicología diferencial, la Pedagogía y la Sociología. Y sobre todo que, al constituirse la Psicología en la ciencia especializada en el análisis de la conducta humana, proporcionó el respaldo formal a las múltiples creencias irracionales y estereotipadas sobre la naturaleza femenina, que tan negativas consecuencias tendrían sobre las mujeres.

Un par de siglos después, uno de sus continuadores, Franz Joseph Gall (17581825) padre de la frenología y de los estudios sobre localizaciones cerebrales de las distintas funciones humanas, defendió junto con sus sucesores la relación entre el cerebro y el cráneo femenino, y su menor capacidad intelectual y moral, algo que igualmente atribuyó a personas de otras etnias y clases sociales y también a los criminales.

Concepción Arenal (1820-1893) pionera del feminismo español, dedicó en 1869 todo un capítulo de "La mujer del porvenir"9 a argumentar y desmontar punto por punto las tesis de Gall. Entre otras cosas escribiría que, en la mayor parte de las facultades, las mujeres son iguales a los hombres, empezando la diferencia intelectual solo donde empieza la de la educación, constatando que los maestros de primeras letras no hallan diferencia en las facultades de los niños y las niñas, y si las hay es a favor de estas, más dóciles por lo común y más precoces.

También Herbert Spencer (1820-1903) filósofo, psicólogo y sociólogo británico, fundador de la filosofía evolucionista y uno de los más ilustres positivistas de su país, siguiendo la estela misógina de Huarte de San Juan, no dudaba en aquellos mismos años al afirmar que las mujeres muestran una perceptible deficiencia en dos facultades, la intelectual y la emocional, que son el resultado final de la evolución humana, la capacidad de razonamiento abstracto y la que es la más abstracta de las emociones, el sentimiento de la justicia. Y ello porque procreación e intelecto eran incompatibles para él, razón por la que las mujeres no debían estudiar, pues además al parir su mente se degradaba progresivamente.

En este ambiente, las primeras universitarias de todo el mundo lo tuvieran bien difícil, como la propia Concepción Arenal que cuentan las crónicas que, para poder entrar en la Facultad de Derecho sin que le pusieran inconvenientes, se cubría con una capa de hombre. Tuvieron problemas sobre todo para que reconocieran su valía y en consecuencia la de sus trabajos de investigación. Inicialmente no les permitían el acceso a la formación superior, teniendo que estudiar en los primeros colleges, liceos o institutos femeninos, considerados de segunda categoría, para después poder acceder a las aulas universitarias como simples oyentes, o en condiciones especiales. Muchas hubieron de permanecer solteras, porque a las casadas les resultaba complicado compaginar el matrimonio con la vida académica o profesional, al carecer de apoyo social; a algunas no les reconocieron jamás el doctorado, o lo hicieron al cabo de los años, cercana ya su jubilación y la gran mayoría, solo han podido ser conocidas a la luz de sus maestros, sus padres o sus maridos. Pero todas defendieron la igualdad de las mujeres y su derecho a la educación, demostrando que las diferencias no eran por tener minusvalía alguna, sino por el modelo paradójico -frágil e infantil pero resistente y responsable a la vez- perpetuado durante siglos como único ideal femenino.

Algunas psicólogas pioneras se rebelaron contra la imagen que la ciencia oficial mostraba acerca de la naturaleza y las capacidades de las mujeres. Tal es el caso de Helen Bradford Thompson Wooley (USA 1874-1947), que en 1900 defendió una brillante tesis doctoral -calificada cum laude- en la que mostraba experimentalmente que las diferencias psicológicas entre hombres y mujeres son socioeducativas. También Julia Jessie Taft (USA 1882-1960) consideró que el carácter femenino era una respuesta a las expectativas sociales que recaían sobre las mujeres desde su infancia, entendiendo que lo que movía a las feministas de la época no era solo reivindicar el derecho al voto, sino fundamentalmente el conflicto que sufrían, obligadas a vivir en un sistema medieval que dificultaba sus deseos de emancipación.

Leta Stetter Hollingworth (USA 1886-1939), presentó en 1916 enla Universidad de Columbia su doctorado titulado Funcional Periodicity, en el que contrastaba las habilidades mentales y motoras de mujeres durante el periodo menstrual y fuera de él, con las de hombres, no encontrando evidencia alguna de un ciclo de debilitamiento femenino, tal y como se mantenía en la época.

Desde la perspectiva psicodinámica Helene Deutsch (Polonia 1884-USA 1982), pese a analizarse con Freud y serle siempre discípula fiel, superó sus tesis falocéntricas señalando que la famosa "envidia del pene" tiene realmente su origen en la distinta valoración cultural de hombres y mujeres, en la que los varones resultan siempre favorecidos. Igualmente Karen Horney (Hamburgo 1885-Nueva York 1952), en su "Psicología Femenina" afirma que la envidia a la maternidad es la clave para entender el temor de los hombres hacia las mujeres, que se disfraza y proyecta inventando en ellas la envidia del pene. En 1941 fue expulsada de la Sociedad Psicoanalítica de Nueva York.

Más recientemente, Carol Gilligan, en su obra de 1982 In a different voice: psychological theory and women's development,10 difiere de la interpretación de Lawrence Kohlberg (1927-1987) sobre el desarrollo moral, explicando que él -desde una perspectiva masculina- no entendió a las adolescentes que, lejos de flaqueza moral, tenían unos principios más elaborados, aunque distintos a los de los chicos: la ética femenina del cuidado frente a la masculina del cumplimiento de normas abstractas. Las chicas piensan de forma diferente pero, no por tener menor capacidad de razonamiento moral, sino porque se preocupan más por los demás, porque tienen mayor capacidad emocional y porque son más sensibles y por ello privilegian las responsabilidades hacia las personas, por encima de abstractos deberes.

Carol Gilligan es la impulsora de la llamada ética del cuidado, femenina, contextual y responsable frente al ser humano desde una visión global y no solo normativa de la moral, frente a la ética masculina de la justicia mucho más individual, formal, reglada y abstracta. En 1997 fue nombrada profesora de Estudios de Género en Harvard en donde, hasta 1963, no habían reconocido el doctorado a ninguna mujer.

Las cuidadoras y sanadoras de la antigüedad lo tuvieron todavía peor que las psicólogas puesto que, no solo les arrebataron sus saberes tradicionales produciéndose una apropiación masculina del conocimiento con la creación de las primeras universidades, sino que para más inri, mientras ellos eran considerados sabios, aproximadamente 200.000 mujeres que habitualmente poseían algunos conocimientos médicos básicos, fueron acusadas de brujería, terminando la mitad de ellas asesinadas en la hoguera.

El Malleus Maleficarum, un exhaustivo libro sobre la caza de brujas, escrito originalmente en 1486 pero decenas de veces reeditado, se usó como manual indispensable para facilitar la labor:

La mujer es un enemigo adulador y secreto. Y si decimos que es más peligrosa que una trampa, no queremos decir una trampa de cazador, sino diabólica. Pues los hombres no son atrapados sólo por sus deseos carnales, cuando ven y escuchan a las mujeres [...] cuando se dice que su corazón es una red, se está hablando de la malicia insondable que impera en sus corazones. Y sus manos son como cuerdas para atar, pues cuando la ponen sobre cualquier criatura para embrujarla siempre logran sus propósitos con la ayuda del demonio.

Durante siglos, la medicina consideró el cuerpo de las mujeres por extensión del masculino, realizando sus ensayos clínicos solo con hombres. Y en la actualidad siguen existiendo conflictos de género, por ej. entre médicos y enfermeras, que tienen en las atribuciones estereotipadas a unos y otras su principal salvaguarda. Así a una doctora en enfermería se la valora menos que a un enfermero de su mismo nivel y menos que a un varón licenciado en medicina, y siempre cuesta más pagar por sus servicios a una enfermera porque -pese a la profesionalización de los cuidados-, estos siguen siendo considerados atenciones femeninas que las "buenas mujeres" siempre regalaron.

4. Críticas feministas al positivismo

El feminismo -como algunos otros planteamientos críticos, por ej. el paradigma de la complejidad- rechaza muchas de las ideas del positivismo, especialmente la idea de que es posible alcanzar un conocimiento objetivo de los fenómenos estudiados, que el modelo experimental lineal causa-efecto es la panacea del conocimiento, que la ciencia es neutra y libre de valores, o que la predicción y el control de los fenómenos naturales sea el objetivo científico fundamental.

En gran medida, el planteamiento metodológico feminista coincide con las críticas post-positivistas al método científico tradicional relativas a que el conocimiento incluye irrevocablemente a la persona que investiga, a que los métodos han de ser contextuales, inclusivos, experimentales y comprometidos -incluyendo no solo los sucesos, sino también la experiencia que suponen y las emociones que suscitan-, a que el objetivo de la investigación debe ser socialmente relevante y a que la realidad -y el conocimiento que tenemos de ella- se construye en una relación mutua entre sujeto y objeto en la que el entorno juega un papel primordial.

Pero además, la perspectiva feminista va más allá en su empeño por desentrañar sesgos -que escapan a veces incluso a muchos de los trabajos que se consideran realizados desde la perspectiva de género y que se limitan a desagregar los datos por sexo, sin buscar explicación ni solución alguna a las desigualdades-, pues su disconformidad fundamental con los planteamientos positivistas y post-positivistas, es que estos han sido ciegos al sexo.

No obstante, para comenzar a acotar la perspectiva feminista, seguiremos a Marta González11, que haciéndose eco de otras muchas investigadoras, resume en tres las críticas esenciales a las epistemologías tradicionales:

1. Crítica al sujeto incondicionado

2. Crítica a la objetividad del conocimiento

3. Crítica a la neutralidad valorativa de la ciencia

Críticas que conducen a las epistemólogas feministas a proponer sus correspondientes alternativas: por un lado reconocen la relevancia del sujeto que construye la ciencia, por otro el carácter situado y contextual del saber y finalmente, el papel de las relaciones de poder sobre la construcción y utilización del conocimiento.

El reconocimiento de la relevancia del sujeto de la investigación hace que al feminismo, en aras de la corrección de este sesgo se plantee, bien sustituirlo, bien multiplicarlo (Longino, 1993)12.

1. Entre las estrategias que abogan por el cambio de sujeto, encontramos el empirismo feminista de los años 70 y 80 del siglo XX que en alguna medida comparte la idea tradicional de un sujeto incondicionado, creyendo ingenuamente resolver el problema denunciando su carácter ideológico frente a la "buena ciencia", la teoría del punto de vista que aboga por un cambio en la posición social preponderante del sujeto epistémico masculino tradicional, o el enfoque psicodinámico de Evelyn Fox Keller, que interpreta los sesgos como resultado del proceso psicológico de individuación que es distinto para varones y mujeres, facilitando en ellos -al no poder identificarse con la madre- la separación entre sujeto/objeto, mientras que ellas no necesitan este distanciamiento.

2. Entre quienes abogan por ampliar los sujetos de investigación se encuentran algunas propuesta postmodernistas ya de los 90, pero sobre todo las que podemos llamar epistemologías sociales, que parten de la idea de que la construcción del conocimiento no puede ser -si pretende no caer en sesgos- una tarea individual, siendo mas bien una empresa social entre sujetos que en continua interacción, modifican sus observaciones, sus teoría, sus hipótesis, sus interpretaciones... Tal es el caso del empirismo feminista contextual de Helen Longino, que responde también al situarlo, a la crítica a la objetividad y a la neutralidad del conocimiento, abandonando el individualismo por un enfoque social intersubjetivo, con lo que el conocimiento científico pasa a ser una empresa colectiva en la que sus agentes operan desde comunidades o en redes. Defiende con ello una especie de democracia cognitiva para conseguir la objetividad mediante la inclusión, la consideración y el diálogo crítico entre agentes del conocimiento, buscando al máximo la pluralidad de puntos de vista.

También hay otras propuestas que responden a las tres críticas y que podemos considerar a caballo entre la pluralidad de agentes del conocimiento y la sustitución del sujeto masculino. Así la objetividad fuerte de Sandra Harding, que comparte que la objetividad se encuentra determinada por la mayor inclusión de puntos de vista y que el conocimiento es siempre situado, pero que defiende a la vez el privilegio epistémico para las mujeres y los grupos marginados, frente al de quienes tradicionalmente y aún en la actualidad, siguen ostentando el poder.

Llegados a este punto hay quien habla de la "paradoja del sesgo" para referirse a la hipotética contradicción de quien afirma que el conocimiento es situado y que existe a la vez un grupo que detenta el privilegio epistémico. Desde mi personal manera de entenderlo, no existe contradicción alguna entre ambos planteamientos especialmente cuando el objeto de conocimiento son las propias mujeres y se investiga dándoles voz, pues realmente las mujeres tienen un punto de vista privilegiado al conocer su situación bien en primera persona, bien de manera analógica por sus propias experiencias de exclusión.

5. Epistemologías del punto de vista

La epistemología feminista del punto de vista surge con Nancy Hartsock13 que reutiliza el término -que ya empleara Marx refiriéndose al punto de vista del proletariado-, para denominar la visión diferente que tienen las mujeres para comprender algunos aspectos de la realidad, por el hecho de estar situadas en una posición marginal respecto a la "visión perversa" de quienes ostentan posiciones de poder; punto de vista feminista que no es dado, sino alcanzado, pues entiende que la experiencia reproductiva y de crianza de las mujeres constituye una unión cuerpo-mente y con la naturaleza, que las posiciona privilegiadamente -incluso respecto al proletariado, que sólo tiene una actividad instrumental con el trabajo- para abogar por el cambio social, desde el análisis de la división sexual del trabajo. Análisis que se encuentra a su vez influido por la teoría de las relaciones objetales de Nancy Chodorow14, Dorothy Dinnerstein15 y Jane Flax16, que explican el desarrollo diferencial de niñas y niños, al tenerse que distanciar estos últimos de la madre para adquirir su identidad oposición a lo femenino.

Según Susan Hekman17 el declive del marxismo, la emergencia del feminismo de las diferencias y la influencia de corrientes posmodernas y posestructuralistas, hacen perder preponderancia a estos planteamientos a partir de la década de los 90 a finales del siglo XX. Pero Hartsock18 sigue defendiendo la analogía con el proletario fundamentada en la división sexual del trabajo institucional, e igualmente la necesidad de conocer y comprender las relaciones de poder para cambiarlas y crear sociedades más justas. Por eso los sujetos relevantes no pueden ser individuales, sino grupos y colectivos en constante construcción y transformación, pues la noción de punto de vista feminista tiene carácter político, de ahí su privilegio epistémico sobre la base de criterios éticos, que ella considera tan potentes como los reclamos epistémicos.

También Dorothy Smith19 y Hilary Rose20 se enmarcan en los inicios de las teorías del punto de vista, proponiendo concederles el protagonismo no tanto a las feministas, como a las mujeres en general.

Dorothy Smith, había de hecho retomado con anterioridad el término marxista del punto de vista para referirse a la perspectiva de las mujeres como sujetos subyugados que son, proponiendo además la disolución de la jerarquía sujeto/objeto de conocimiento, para conferirle tanta autoridad a quien investiga como a quienes participan en la investigación. Igualmente, observó la división sexual del trabajo: lo doméstico y el cuidado femenino y considerado por los varones como algo natural e instintivo, lo que les proporciona a ellos tiempo para dedicarse a la abstracción y la conceptualización, dejando a las mujeres alienadas de su propia experiencia encarnada y al margen de la sociedad. La "conciencia bifurcada" de las sociólogas como ella -que están en la posición dominante de los varones pero que son a la vez dominadas, no viendo reflejada por tanto su experiencia en el punto de vista masculino-, es la clave del cambio al situarlas en una posición privilegiada para crear un nuevo conocimiento, muy distinto al de la ciencia masculina en la que ellas no pueden verse representadas21.

Realmente la idea de "conciencia bifurcada" como motor del cambio no es nueva, pues ya la encontramos en algunas psicólogas pioneras. Tal es el caso de Julia Jessie Taft (USA 1882-1960).

Efectivamente, ya en el siglo XIX Taft -que trabajó la identidad con uno de los padres de la psicosociología, George Herbart Mead- planteó que lo que movía a las feministas no era solo reivindicar su derecho al voto, sino especialmente el conflicto que sentían al estar obligadas a vivir en el ámbito doméstico en un sistema medieval, que dificultaba sus deseos de emancipación. Y llegó a estas conclusiones trabajando con dos grupos de mujeres bien distintos, intelectuales y prostitutas, encontrando un potencial de progreso en la "conciencia bifucarda" que ambas tenían -a caballo entre su educación femenina en la ética del cuidado, y el mundo racionalista e individualista masculino en que se desenvolvían-, lo que las situaba en una posición privilegiada para buscar la integración y el ajuste en sus vidas, algo igual a lo que podrían hacer también los varones.22

Volviendo a Smith, ella entiende que los grupos de autoconciencia del movimiento feminista de los 70 -que bajo el slogan "lo personal es político" comenzaron a sacar a la esfera pública y a la agenda política problemas como por ej., la violencia doméstica-, en gran medida continúan siendo magníficos pilares de la reivindicación de la experiencia como fuente de conocimiento.

Hilary Rose23 desarrolla también una epistemología feminista postmarxista, pero en su caso partiendo de las ciencias naturales, de la división sexual del trabajo y de la consideración del trabajo asistencial de las mujeres, todo ello como elementos claves para la creación de un nuevo conocimiento científico y tecnológico -al margen de la ciencia aniquiladora, contaminante, capitalista, patriarcal, de hombres blancos burgueses, heterosexuales y con poder en las sociedades industrializadas-, que al unir mano, mente y corazón, permitiría a la humanidad vivir en armonía con la naturaleza, incluida la propia naturaleza humana.

Según Rose las críticas al positivismo fueron ciegas al sexo al no explicar que la ciencia tradicional, además de burguesa era también masculina, obviando la división generizada del trabajo científico, o la explicación al porqué trabaja tan frecuentemente beneficiando a los varones. Considera así mismo que la exclusión de las mujeres de la ciencia no es tanto producto de la ideología, como del hecho de que los hombres tienen interés en subordinarlas también dentro del sistema de producción científica. De ahí la importancia de resaltar el pensamiento y la práctica de las científicas, que difiere en su forma de vincular actividad manual y emoción, ya que procede de la unión de la mano, el cerebro y el corazón.

Carol Gilligan, promulgadora de la ética del cuidado y a quien ya hemos mencionado, mostró igualmente la moral diferencial de las mujeres. También el llamado feminismo de la diferencia, propone modos de proceder o estilos cognitivos distintivos de las mujeres, que se asemejan a las teorías del punto de vista. Sara Ruddick24 por ej., habla de un pensamiento materno relacionado con las labores asistenciales, que no pretende que sea verdadero ni absoluto, ni justificarlo científicamente, ni encuadrarlo en la teoría de las relaciones objetales -por considerarlas portadoras de los valores de la sociedad occidental-, pero que sí ve como un punto de vista feminista que, pese a haber sido silenciado, distorsionado y tachado de sentimental, merece respeto.

La perspectiva psicodinámica de Evelyn Fox Keller25 analiza -volviendo a la teoría de las relaciones objetales- cómo el vínculo entre objetividad y dominación que las feministas han percibido, no es intrínseco a los propósitos de la ciencia, ni siquiera a la ecuación entre conocimiento y poder, sino mas bien a los significados particulares que se asignan tanto al poder como a la objetividad.

En sus estudios sobre identidad se centra en cómo niños y niñas se distancian de la madre de manera diferente, siendo para ellos un proceso doble: primero de autonomía de la madre en la que biológicamente no pueden convertirse, luchando por tanto en no convertirse tampoco socialmente en ella y después, identificándose con la autoridad paterna para superar la ansiedad que les genera su soledad. Las niñas también tienen que separarse de la madre para evitar fundirse con ella, pero se identifican con ella para convertirse en seres similares, poseedoras de un poder socialmente deslegitimado y desmentido. Los niños se convierten por tanto en hombres con dificultades para amar y las niñas en mujeres con dificultades para ser autónomas y dedicarse a actividades masculinizadas como la ciencia. Se trata de asimetrías en la crianza que desembocan en la edad adulta en que los varones diferencien sujeto y objeto, reproduciendo el modelo predominante en la ciencia.

Como consecuencia de estas limitaciones, sugiere una concepción dinámica de la autonomía que permita la suspensión temporal de los límites entre el "mí" y el "no mí" -requisito básico para cualquier experiencia empática-, reconociendo el vaivén entre sujeto y objeto como un prerrequisito tanto para el amor como para el conocimiento. Se trataría de transformar las mismas categorías de femenino y masculino y en correspondencia, las de mente y naturaleza. Con ello la ciencia se convertiría en una actividad más humana que no emanaría solo de los varones, sino de un proyecto que incluya a ambos géneros.

Como estamos viendo, realmente las teorías del punto de vista -pese a sus antecedentes marxistas comunes- no son homogéneas pues, si bien la mayoría reclama el privilegio epistémico, unas lo sitúan en el punto de vista de las mujeres o las madres, otras en el de las feministas, mientras que otras -como veremos a continuación- lo complementan con la visión de quienes viven otras situaciones de opresión además del sexo, como la raza o cualquier otra situación social desventajada.

En este ambiente, la publicación del libro de Sandra Harding, Ciencia y Feminismo26, supuso todo un hito en su intento de unión de todas ellas, contribuyendo además a su mayor difusión; siendo un planteamiento que, sin llegar a ser postmoderno -ya que Harding como buena feminista no admite el relativismo- supuso toda una crítica a la modernidad. Su propuesta de "objetividad fuerte" -para poder aprehender la diversidad de situaciones y experiencias de las mujeres- es precisamente una respuesta a las críticas postmodernas y postcoloniales, al situarse a mitad de camino entre quienes optan por sustituir al sujeto masculino de investigación y quienes abogan por multiplicar los puntos de vista.

Harding analiza cómo los posicionamientos feministas frente a la ciencia han evolucionado desde el reformismo a la revolución, de buscar construir una mejor ciencia a reivindicar la transformación de sus fundamentos mismos y de las culturas que los engendran, proponiendo una revisión de los trabajos feministas especialmente de los que abordan los procesos de discriminación de las mujeres en la ciencia, por ej. las barreras que impiden su acceso a las ingenierías, o su mayor productividad científica; explicaciones que tendrían que ir más allá del demostrado "techo de cristal", profundizando en la división generizada del trabajo y en lugar de la ciencia en la elaboración de los símbolos de nuestra cultura.

Considera que las teorías no reflejan de igual forma a las mujeres que a los hombres, al no haber servido sus experiencias de base ni de referente para la emergencia de problemas de investigación, siendo por el contrario reflejo particular de los varones occidentales, burgueses, blancos y heterosexuales. Para conseguir una ciencia sucesora, subraya la importancia de los diferentes planteamientos alternativos feministas que -en el seno de su inestabilidad y sus tensiones-, provocan la reflexión y el debate, que son precisamente el gran recurso de la filosofía de la ciencia para aumentar las posibilidades de encontrar una mejor propuesta epistemológica.27

Más adelante28 observará que, si bien las teorías feministas del punto de vista pueden llegar a producir un conocimiento menos distorsionado de las mujeres, ello no es suficiente, siendo necesario un conocimiento con bases o fundamentos más firmes, lo que ella llama una "objetividad fuerte". Tampoco las propuestas de objetividad libre de valores, o el abandono de toda objetividad dando paso al relativismo absoluto, son posiciones aceptables pues ofrecen una noción convencional de objetividad excesivamente débil, razón por la que habría que incrementar o fortalecer los estándares de objetividad. Por eso, -asumiendo que la ciencia es socialmente situada y que el problema es determinar qué posiciones generan conocimientos más objetivos, contando con recursos conceptuales para admitir una completa exposición de las formas en que las ciencias participan de dichas relaciones sociales-, tendríamos que aprehender más sobre el orden natural y social, comenzando por las situaciones de las mujeres en culturas, clases y razas oprimidas o devaluadas, pues los proyectos feministas tienen un claro compromiso con la democracia.

6. Feminismos negros

Patricia Hill Collins, la propia Sandra Harding y en general también el feminismo postmoderno, echaron en falta en las teorías del punto de vista feminista la visión de las mujeres pertenecientes a grupos marginados por su raza, su religión o su cultura, haciendo ver el olvido que -en sus planteamientos epistemológicos universalistas- representan la gran diversidad de experiencias de estas otras mujeres.

En esta línea se enmarca el feminismo negro cuyos antecedentes se remontan al sufragismo norteamericano del siglo XIX que -frente al sufragismo blanco europeo, heredero de la Ilustración-, está marcado por la colonialidad.

Sin lugar a dudas, los antecedentes del feminismo negro, los encontramos en la Convención de Derechos de la Mujer de Ohio en 1851, a partir de las palabras pronunciadas por Isabella Baumfree (que más tarde se cambiaría el nombre por el que más conocemos, Sojourner Truth), que desde entonces quedaron grabadas en la memoria de las primeras feministas negras: ¿Acaso no soy yo una mujer? Muletilla que tiene la fuerza de quien, habiendo sido esclava y ya siendo libre, tendría que ser naturalmente igual y que retomaron las feministas afrodescendientes posteriores.

Ese hombre de allí dice que las mujeres necesitamos ser ayudadas con carruajes, ser levantadas al pasar las zanjas, y que, en cualquier parte, debemos tener el mejor lugar. Pero a mí nadie me ayuda nunca con los carruajes, ni me levantan al pasar las zanjas, o los charcos de barro, ¡ni me ceden el mejor lugar!, ¿Acaso no soy yo una mujer? ¡Miradme! ¡Mirar mi brazo! He arado, plantado y recogido en los graneros, ¡y ningún hombre encabezó mí tarea! ¿Acaso no soy yo una mujer? Podía trabajarcomer tanto como un hombre (si es que tenía), ¡y llevar el látigo también! ¿Acaso no soy yo una mujer? He parido hijos y he visto cómo la mayoría de ellos eran vendidos como esclavos; y cuando lloré con la pena profunda propia de una madre, ¡nadie excepto Jesús me escuchó! ¿Acaso no soy yo una mujer?

En 1997, un robot espacial de la NASA recibió el nombre de "Sojourner" en su honor.

Patricia Collins29 observa cómo los actos de resistencia de las mujeres negras, no concuerdan con algunas aproximaciones teóricas sobre los grupos oprimidos, que consideran que no asumen responsabilidades políticas por no tener conciencia clara de su propia dominación. Piensa por el contrario, que las mujeres afro-americanas tienen un punto de vista autodefinido en su propia opresión, ya que su posición social les hace tener experiencias distintas y consecuentemente, desarrollar una visión de la realidad material diferente a la de quienes pertenecen a otros grupos. Así el trabajo remunerado/no remunerado que realizan, las comunidades en que viven y las relaciones que mantienen, hacen que tengan -como grupo- una diferente visión del mundo y una conciencia feminista negra distinta de la conciencia feminista blanca, pese a tener una historia común de opresión patriarcal.

La singularidad de su enfoque está en la influencia durable de la historia de la esclavitud en la formación racial del género y en las relaciones sociales sexuadas. La iglesia y la familia negras inculcan en las mujeres la ética de cuidado y las instituciones afro-céntricas facilitan la solidaridad entre mujeres afroamericanas, pero igualmente entre hombres afroamericanos. Se trata -como también plantea Hartsock- de un tipo de pensamiento feminista negro no dado, sino alcanzado, por lo que ellas son las que han de producir teorías basadas en su experiencia, que les permitan clarificar el punto de vista de las mujeres negras por las propias mujeres negras.

Las académicas feministas negras son testigos de su propio proceso de exclusión y por ello promueven la inclusión de un mayor número de mujeres negras en la academia que puedan aportar su punto de vista epistemológico afroamericano y, en la medida en que el pensamiento feminista negro sea validado por un mayor número de grupos, producirá verdades más objetivas capaces de cambiar los sistemas de poder injustos.

En su respuesta a Susan Hekman, Collins30 señala tres rasgos característicos de las epistemologías del punto de vista: hacen referencia a experiencias de grupo históricamente compartidas lo que implica menos experiencias individuales y más condiciones sociales en las que tales grupos se constituyen; el que las experiencias y perspectivas puedan ser compartidas por los grupos que ocupan un mismo rango en las relaciones de poder, no significa que esos grupos vivan las mismas experiencias ni que las interpreten de la misma manera; finalmente las teorías del punto de vista no otorgan suficiente importancia a las relaciones de poder ya que la conciencia de grupo, su autodefinición y su 'voz' desaparecen.

Las feministas negras construyen en consecuencia conocimientos dialógicos desde la experiencia y la ética, no bajo la "objetividad", lo que se refleja en textos donde la historia es narrada, pero no desde una posición analítica clásica.

En el plano teórico, Collins redefine el concepto de opresión en términos de interseccionalidad, incorporando lo que denomina "matriz de dominación" referida a la organización total del poder social. Cada matriz tiene su propio sistema de dominios de poder que interactúan estructural, disciplinaria, hegemónica e interpersonalmente, variando tanto en la forma como en la intensidad en que la opresión afecta, porque los vectores de opresión y privilegio -en función de la raza, el género, la clase social, la edad, el lugar geográfico y la preferencia sexual-, son ciertamente muy heterogéneos, pero actúan en la vida de todo el mundo.

Otras feministas negras como bell hooks (Gloria Jean Watkins, en la imagen de la izquierda) o Audre Lorde (1934-1992, en la imagen de la derecha), en alianza con pensadores como Franz Fanon y Paulo Freire, también denuncian la opresión. Esta última llega a autodefinirse no solo como feminista, sino también como guerrera y poeta lesbiana negra, postura rompedora con la que se aproxima a los posicionamientos postmodernos que veremos más adelante.

Hazel Carby también criticó los supuestos universales del feminismo, sentando las bases para el feminismo negro en contextos americanos, asiáticos y africanos. Así por ej., no cuestiona que la familia sea una fuente de opresión, pero plantea examinar cómo ha funcionado como resistencia a la opresión.

Realmente, la articulación de las múltiples identidades con una conciencia colectiva entre mujeres marginales ha sido bastante problemática en la práctica. De hecho, el feminismo negro tuvo su auge en los años 80, pero las políticas identitarias lo diluyeron al plantear una nefasta jerarquía de opresiones, divisora e inmovilizadora, que desvió la mirada de más altas metas que contribuyeran al cambio social.

Por ello la diáspora postcolonial denuncia el vacío de la no-representación demandando reconocimiento, al margen de categorías impuestas, creando su propio no-espacio de (des)localización.

7. Epistemologías sociales feministas

Feminismos postmodernos (Donna Haraway)

Las feministas postmodernas, plantean multiplicar los sujetos de investigación, pero hablan de sujetos situados, en proceso, que miran desde aquí y ahora, considerando la identidad como algo fragmentado. Así, niegan que haya un nosotras común entre las mujeres, dadas sus múltiples diferencias raciales, sociales, religiosas, sexuales... Plantean posturas radicales como por ejemplo, reclamar la muerte del racionalismo, pero no como cualidad humana, sino como estructura del pensamiento científico totalizador. Igualmente luchan contra el absolutismo del pensamiento ilustrado y contra los universales sobre la naturaleza y la existencia, buscando la construcción de un conocimiento no unitario, ni dualista, ya que los dualismos estuvieron siempre al servicio de la dominación de las mujeres, de la naturaleza, de las personas afroamericanas, de los trabajadores, de los animales y de todo lo que representa el no yo masculino.

Por otra parte, tampoco privilegian una única perspectiva, porque el conocimiento es producto de las estructuras del poder social y por eso es situado y solo una visión parcial puede ser objetiva, pues defender sujetos desencamados, neutrales, sin prejuicios, ni valores, ni contexto específico, sería irresponsable.

Su propósito es avanzar hacia una objetividad encarnada que aúne proyectos científicos feministas paradójicos, críticos y auto-reflexivos, partiendo de varias posiciones e interpretaciones, pero sin caer en relativismos, rechazando cualquier pretensión de omnipotencia o universalidad que borre la multiplicidad. Y dado que los sujetos se conectan entre sí, cambian la idea de reflexividad por la de difracción articulada para relacionarse con otros seres, humanos o no, al considerar que el conocimiento crítico debería difractar más que reflejar la realidad, para no quedar atrapado en una única perspectiva, una única raza, etc., y poder así construir redes centradas, no en las diferencias, sino en los efectos de esas diferencias.

Empirismos feministas contextuales (Helen Longino)

La redefinición del empirismo feminista se inicia con autoras como Lynn Hankinson Nelson, o Helen Longino y con importantes críticas a los sesgos en las Ciencias biológicas y sociales. Pero siguiendo siempre con la idea fija en la necesidad de justificar empíricamente la veracidad de las afirmaciones feministas.

No renuncian ni tan siquiera parcialmente a la objetividad y la normatividad como las postmodernas, pero sí proponen multiplicar los sujetos, aunque desde una visión epistémica socializada, en la que el sujeto pasa a ser la comunidad con sus correspondientes y múltiples intereses sociales.

Longino (en la imagen de la izquierda), asume que la práctica científica no puede ser independiente de los valores, ya que estos son compatibles con la objetividad que no depende de las teorías, sino que es una función de las prácticas comunitarias. Nelson (en la imagen de la derecha) reclama por ello la unión entre ciencia y política, ya que no se podrá lograr una sociedad feminista sin una ciencia feminista.

Como las postmodernas, no creen en el carácter permanente del conocimiento, ni en la idea de certeza única, considerando que el conocimiento se valida en la comunidad científica diversa, que será tanto más valiosa, cuanto más permita la representación y expresión de diversos puntos de vista hasta llegar a una visión consensuada, a una especie de democracia cognitiva capaz de corregir los sesgos.

La crítica efectiva será el elemento normativo y garante de la comunidad científica que se tendrá que someter a interacciones discursivas, en foros públicos con canales para el disenso constructivo, con criterios estandarizados y revisables de evaluación y con igualdad atemperada a la hora de conceder autoridad intelectual a los diversos grupos de modo que, no dominen solo las personas especialistas, sino también el resto de miembros de la comunidad, valorando en consecuencia, tanto la pluralidad como la disidencia, en la medida en que ofrece puntos de vistas críticos útiles para revisar y validar el conocimiento.

8. Valores epistémicos feministas

Como estamos viendo, existe unariquezaypluralidad de enfoques epistémicos y metodológicos feministas para producir conocimiento que, sin sacrificar cierta objetividad consensuada, favorecen la creación de una ciencia consciente y responsable de sus obligaciones para con la igualdad y la democracia, que trabaja al servicio de la justicia social y no de intereses particulares. Así, el feminismo hace avanzar la ciencia transformando las prácticas científicas, pero no tanto por planteamientos intrínsecamente feministas, como por sus valores compartidos.

Helen Longino31 considera que es la adhesión a ciertos principios lo que unifica los planteamientos feministas haciéndoles trabajar en la línea de conseguir una ciencia ética y moralmente responsable. Así, propone una lista de valores o virtudes epistémicas feministas (alternativos a los valores constitutivos que identificara Kuhn en 1977, a saber, precisión, simplicidad, consistencia, amplitud y fecundidad), conformada por la adecuación empírica, la novedad, la heterogeneidad ontológica, la interacción mutua, la aplicabilidad a las necesidades humanas y la difusión del poder. Virtudes que, como veremos a continuación, no adquieren su valor aisladamente, sino al ser asumidas de manera conjunta. Se trataría de principios y preocupaciones del feminismo a aplicar en todo el proceso de la investigación, desde la elección del tema, la conformación del equipo de trabajo, el proceso, la consideración del contexto y la presentación de los resultados y las estrategias de intervención.

El primero de ello, la adecuación empírica -utilizada por ej. en estudios historiográficos, o frente al determinismo biológico-, busca la coherencia entre las teorías y los datos observacionales experimentales que las corroboran. En consecuencia es un aspecto necesario para construir "buena ciencia" pero no suficiente en sí mismo, ya que sirve para desvelar sesgos sexistas, sin que necesariamente se haga desde un paradigma diferente.

La novedad es un rasgo esencial cuando se trata de diferir de modelos tradicionales. Así por ej., el sustituir el punto de vista masculino por el femenino, el sacar a la luz a las mujeres ocultas secularmente por la ciencia tradicional, o las nuevas reinterpretaciones de la prehistoria que les otorgan un papel central, no subordinado al varón. Pero igual que sucedía con el anterior valor, la novedad no es tampoco suficiente en sí misma para el feminismo.

La heterogeneidad ontológica concede voz y voto a otros puntos de vista a fin de llegar a posiciones democráticas, a verdades consensuadas capaces de superar puntos de vista parciales y sesgados de la realidad objeto de estudio.

La interacción mutua entre quienes observan y los procesos y el contexto de la observación -lejos de ser algo negativo que contamina el conocimiento tal y como planteaba la ciencia tradicional-, se debe favorecer para acercarnos al máximo e intentar captar la relación dinámica y plural entre los diversos entes, organismos y factores implicados en la construcción científica del conocimiento.

La generación de conocimiento aplicado es la finalidad de la máxima feminista de aplicabilidad a las necesidades humanas. Se trata de programas de investigación práctica, capaces de resolver problemas sociales acuciantes, estando en consecuencia al servicio de las personas desfavorecidas, de la naturaleza, de las mujeres..sin ejercer el control sobre ellas.

Por último, la difusión del poder es la sexta virtud que propone Longino. La idea es que las mujeres puedan abandonar posiciones pasivas para pasar a ser agentes activos del conocimiento, capaces de negociar su situación y sus intereses. No se trataría de ocupar el lugar privilegiado de los varones, sino de nivelar la situación buscando el equilibrio y la democracia para todas y todos.

Como vemos, se trataría de valores de carácter epistémico y sociopolítico que, sin aludir a esencias femeninas, ni en relación a los tonos de piel o a cualquier otra diferencia, contribuyen a lograr objetivos deseables de alcance universal.

CONCLUSIÓN

En la actualidad el análisis feminista no es homogéneo, existiendo diversos planteamientos en relación con distintos modelos teóricos y movimientos sociales, el ecofeminismo, el feminismo de la diferencia, el socialista, el liberal, el radical... Si la primera ola del feminismo surgió a raíz de las trascendentales críticas a la parcialidad del concepto de igualdad del pensamiento ilustrado, consiguiendo las sufragistas un siglo después el derecho a la educación y al voto de las mujeres; la segunda -que se inicia en la década de los 60 y 70, junto con planteamientos pacifistas y ecologistas-, coincide con la entrada masiva de mujeres en la Universidad, con el desarrollo de la teoría del género y con una preocupación profunda por la construcción del conocimiento. Las mujeres al mirar hacia sí mismas, detectan sesgos en la ciencia "normal" y comienzan a desarrollar modelos alternativos, a combatir a la ciencia con más ciencia, lo que ha supuesto una verdadera revolución en las epistemologías académicas, no tanto por el uso de determinadas metodologías como por la fuerza de unos valores igualitarios compartidos, que han llegado a hacer del feminismo el movimiento social por excelencia del siglo XX y una importante esperanza de transformación para el siglo XXI.


1 Dra. en Psicología Social, Universidad de Sevilla, España, Grupo de Investigación PAIDI HUM-219 "Género y Sociedad del Conocimiento", integrante del grupo de investigación HISULA de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Email: anaguil@us.es

2 Artemisa Flores Espínola, Metodología feminista: ¿una transformación de prácticas científicas? Tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense, 2014. 476 http://eprints.ucm.es/24645/1/T35177.pdf

3 Ma Angustias et al Bertomeu, Mujeres a Ciencia cierta. Material audiovisual CD-ROM interactivo. (Sevilla: Instituto Andaluz de la Mujer, 2005).

4 Esperanza Bosch, Victoria A. Ferrer y Margarita Gili, Historia de la Misoginia. (Unversitat de les Illes Balears /Anthropos, 1999).

5 Christine de Pisan. La ciudad de las damas. https://seminariolecturasfeministas.files.wordpress.com/2012/01/la-ciudad-de-las-damas-texto.pdf

6 Que el fracaso escolar tiene en la actualidad género masculino, es un hecho que ha sido puesto de manifiesto en las estadísticas de los últimos años y en todos los niveles del sistema educativo (ver por ej. para datos de la unión europea, Eurydice 2011, o Eurostat 2014); sin embargo entre el profesorado, los "techos de cristal" impuestos a las mujeres siguen limitando su acceso igualitario a los más altos niveles (Guil, 2014).

7 Ana Guil, "De la mitología al ciberfeminismo: tejedoras de redes". En: Ricardo Pérez-Amat, Sonia Núñez y Antonio García Jiménez, eds. Comunicación, identidad y género. (Madrid: Fragua. vol. I, 2008), 21-33.

8 Ana Guil. "El papel de los arquetipos en los actuales estereotipos sobre las mujeres". Comunicar Revista de Comunicación y Educación. No. 12: "Estereotipos en los medios, educar para el sentido crítico, (1999), 95-100.

9 Concepción Arenal, La mujer del porvenir. (Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003).

10 Carol Gilligan, In a Different Voice, traduccción: La moral y la teoría: Psicología del desarrollo femenino. (México: Fondo de Cultura Económica, 1985).

11 Marta I. González García, "Género y Conocimiento". En: López Cerezo, José Antonio y Sánchez Ron, José M. eds: Ciencia, tecnología, sociedad y cultura en el cambio de siglo. (Madrid: Biblioteca Nueva, OEI, 2001), 347-358.

12 Helen E. Longino, "Subjects, power, and knowledge: description and prescription in feminist philosophies of Sciences" En Alcoff, Linda y Potter, Elizabeth, ed. Feminist epistemologies. (New York: Routledge, 1993).

13 Nancy C. M. Hartsock, "The feminist standpoint: developing the ground for a specifically feminist historical materialism". En Harding, Sandra y Hintikka, Merrill, ed. Discovering reality: Feminist perspectives on Epistemology, Metaphysics, Methodology and Philosophy of Science, (Holanda: Reidel Publishing Company. 1983), 283-310.
Nancy C M Hartsock, Money, Sex, and Power: Toward a Feminist Historical Materialism. (Northeastern: University Press, 1986).

14 Nancy Chodorow, The Reproduction of Mothering. (Berkeley: University of California Press, 1978).

15 Dorothy Dinnerstein, The mermaid and the minotaur: Sexual arrangements and human malaise. (New York: Harper and Row, 1976).

16 Flax, Jane Thinking fragments: Psychoanalysis, feminism and post-modernism in the contemporary west. (Berkeley: University of California Press, 1990).

17 Susan Hekman, "Truth and Method: Feminist Standpoint Theory Revisited", Signs, 22. No. 2, (1997), 341-365.

18 Nancy C. M. Hartsock, Comment on Hekman's "Truth and Method: Feminist Standpoint Theory. Revisited": Truth or Justice? Signs. vol. 22. No. 2, (1997), 367.

19 Dorothy Smith, Women's Perspective as a Radical Critique of Sociology», En: Evelyn Fox Keller y Helen Longino: Feminism & Science. (Nueva York: Oxford University Press, 1997), 17-27. (original en Sociological Inquiry, 1974, vol. 44. No. 1).

20 Hilary Rose, Brain Hand and Heart: A Feminist Epistemology for the Natural Sciences, Signs, vol. 9. No. 1, (1983), 73-90.

21 Dorothy Smith, The Conceptual Practices of Power: A Feminist Sociology of Knowledge, (Boston: Northeastern University Press, 1990).
Dorothy Smith, Comment on Hekman's "Truth and Method: Feminist Standpoint Theory Revisited". Signs, vol. 22. No. 2 (1997), 392.

22 Ana Guil, "The Voice of Women Psychologist". En Ana Guil, Ana L. Comunian y Ann O. Roark, ed. Celebrating 70 years of working towards Health, Peace and Social Justice. (Sevilla: Arcibel editores 2015), 399-407.

23 Hilary Rose, (1983), op. cit.

24 Sara Ruddick, Maternal Thinking: Toward a Politics of Peace. (Boston: Beacon, 1989).

25 Evelyn Fox Keller, Reflexiones sobre Género y Ciencia, (Valencia: Alfons el Magnanim, 1991). Evelyn Fox Keller, "Feminism and Science". Signs 7. No. 3, (1982), 589-602.

26 Sandra Harding, Cienciay Feminismo. (Madrid: Ediciones Morata, 1996).

27 Sandra Harding, The instability of the Analytical Categories of Feminist Theory, (1986). Sandra Harding, A Socially Relevant Philosophy of Science? Resources from Standpoint Theory's Controversially", 19. No. 1, (Hypatia 2004), 25-47.

28 Sandra Harding, Whose Science, Who Knowledge Thinking from Women's Live, (1991).

29 Patricia H. Collins, The Social Construction of Black Feminist Thought. Signs, vol. 14. No. 4, (1989): 745-773.
Patricia H. Collins, Learning from the Outsider Within: The Sociological Significance of Black Feminist Thought», Social Problems, vol. 33. No. 6, (1986). Patricia Hill Collins, Comment on Hekman's "Truth and Method: Feminist Standpoint Theory Revisited": Where's the Power? signs, vol. 22. No. 2, (1997): 375-81.

30 Patricia Hill Collins, Comment on Hekman's "Truth and Method: Feminist Standpoint Theory Revisited": Where's the Power? Signs, Vol. 22. No. 2, (1997): 375-81.

31 Helen E Longino, Science as Social Knowledge: Values and Objectivity in Scientific Inquiry. (Princeton: University Press, 1990). Helen E Longino, Politics and Theorical Virtues, vol. 104. No. 3 (1995): 383-397. Helen E Longino, "How Values Can Be Good for Science". En Peter Machamer, ed. Science, Values, and Objectivity. (Pittsburgh: University Press, 2004).


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Audre Geraldine Lorde

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