INTRODUCCIÓN
Tened fe, y sed vosotras mismas. Templad vuestro espíritu en la ciencia, en el arte y la filosofía, para que sea consciente de vuestra fe en el triunfo del espíritu sobre todas y toda la clase de fuerzas materiales. En esa fe, unios en grandes bandadas y, batiendo las alas de vuestros ensueños mejores, guiad este mundo por senderos más claros. Y sed vosotras mismas. No imitéis a nadie, y menos, al hombre. No somos iguales: somos dos seres que se complementan; dejadle a él su lote; descubrid vosotras el vuestro. (Amanda Labarca, 1927)3.
Amanda Pinto Sepúlveda nació en Santiago de Chile el 5 de diciembre de 1886, nueve años después de la promulgación del Decreto Amunátegui que autorizaba el ingreso de las mujeres a los liceos y a la educación superior4.
Hija de Onofre Pinto y Sabina Sepúlveda, Amanda era la mayor de la familia. Amanda Labarca es considerada como una de las grandes educadoras de Chile e Hispanoamérica, durante la primera mitad del siglo xx. Uno de los aspectos más relevantes de los diversos aspectos de su vida y obra fue su capacidad de insertarse en un mundo abiertamente "machista"5 y hostil a las actividades femeninas6.
Desde el punto de vista profesional, alcanzó el grado de bachiller a los quince años. Entre los años 1902 y 1904 estudió en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile7, donde recibió la enseñanza de eminentes profesores germanos que llegaron al país desde el año 18898. A los 18 años obtuvo con distinción su diploma de nobleza intelectual: el título de Profesor de Estado en Castellano9. En esa fecha, 1905, se recibieron trece profesores, de los cuales solo tres fueron mujeres10. De inmediato se integró a la Asociación de Educación Nacional, la segunda organización del profesorado creada en este siglo, encontrándose con grandes pensadores y pensadoras de la educación de aquel tiempo, tales como Gabriela Mistral, Pedro Aguirre Cerda y Darío Salas11. Prosiguió sus estudios en Nueva York, en el Teachers College de la Universidad de Columbia en Estados Unidos12 y en 1912, en La Sorbonne, en París13. Fueron estos viajes los que la enfrentaron a la discusión internacional en torno a la problemática de la mujer, en un momento histórico de gran efervescencia en relación con ese tema14.
En 1915 Amanda Labarca instituyó el Club de Lectura en Santiago15, seguido de los sindicatos, asociaciones y el club social de señoras, precursoras en el discurso de los derechos femeninos y el avance del sufragio en los países del primer mundo16. Su trabajo pedagógico se inició como directora del Liceo n.° 5 de Niña "Rosario Orrego" de Santiago, designación que rechazó el Partido Conservador por considerar que tenía un carácter liberal e independiente. Pese a ello, fue ratificada por el presidente Juan Luis Sanfuentes.
En 1919 fundó el Consejo Nacional de Mujeres, cuya preocupación central era la obtención de una mayor justicia social para el mundo femenino. En su calidad de presidenta, Labarca solicitó formalmente los derechos civiles y políticos.
En 1922 continuó en el campo universitario17, asumiendo como profesora extraordinaria de Psicología en el Instituto Pedagógico, de donde había egresado18. Amanda Labarca tenía 36 años19. En 1923 ocupó el cargo de profesora de Filosofía, sin perjuicio de los cursos de educación en los que sirvió posteriormente. Fue nombrada profesora titular de la Universidad de Chile en 1923, cargo que ejerció por más de treinta años de forma interrumpida durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo. Fue el lugar donde surgieron sus textos más importantes sobre educación. Creó las Escuelas de Temporada de la Universidad de Chile.
En su extensa trayectoria académica integró el Consejo Universitario de la Universidad de Chile durante veinte años, desarrollando una labor que sobrepasó los límites nacionales al extenderse por América Latina y repercutir en el Secretariado de la Mujer en las Naciones Unidas, desde donde favoreció el progreso y la visibilidad de las mujeres puesto que la vida de las vencedoras parecía "más trágica que épica" y sus triunfos más emparentados con lágrimas y renuncias que con un futuro cargado de esperanzas y realizaciones. La educación de los sectores más pobres de la población, fue en el discurso y en la práctica, uno de los elementos más importantes del proyecto de Universidad se iba configurando en América Latina20.
En 1931 asumió como directora general de Educación Secundaria e impulsó la fundación, el 28 de marzo de 1932, del Liceo Experimental Manuel de Salas, el cual estuvo presidido por un consejo integrado, además de ella misma, por Irma Salas, Guillermo Mann, Darío Salas y Arturo Piga. Este Liceo -el primero en la enseñanza secundaria chilena en admitir a hombres y mujeres- pasó a depender de la Universidad de Chile en 1942.
1. Propuesta pedagógica y feminista
La literatura sobre Amanda Labarca la ubica como una de las primeras intelectuales en generar evidencia respecto a la historia de la enseñanza en Chile. Dos libros son clave en los inicios de su carrera: Nuevas orientaciones de la enseñanza (1927), en el cual Labarca sostiene que los profesores chilenos habían empezado la adaptación de su propio sistema de educación, porque, si bien la práctica por mucho tiempo fue la de imitar teorías educacionales europeas (principalmente francesas y alemanas) y estadounidenses21, en ese momento, el movimiento de profesores -aunque muy heterogéneo- agitaba las banderas de una reforma integral de la enseñanza:
Fué [sic] al principio, un sentimiento nacionalista. Entreveíamos que nuestros problemas sociales -entre los cuales el de la educación ocupa el primer sitio- no podrán resolverse jamás con recetas copiadas de pueblos cuya evolución histórica es distinta en absoluto de la nuestra. En realidad, comenzábamos ese periodo de independencia intelectual hacia lo europeo, que aún persiste, porque todavía no se ha realizado sino en mínima proporción22.
En este contexto publica un segundo libro titulado Mejoramiento de la vida campesina (1936). El texto responde a su colaboración con la redacción de un programa de enseñanza campesina (rural) presentado al Ministerio de Educación en 1934, el cual no se concretó23. No obstante, las obras donde profundiza su episteme educativa son Evolución de la Segunda Enseñanza (1938), Historia de la Enseñanza en Chile (1939) y Bases para una política educacional (1943). Se trata de tres partes de una misma serie que tienen como objetivo establecer los progresos, analizar las fallas y presentar un plan de mejoramiento de la segunda enseñanza en Chile24.
Amanda Labarca fue militante del Partido Radical y vicepresidenta de la Asociación de las Mujeres Universitarias, en 1932, y en 1933 se convirtió en una de las fundadoras del Comité Nacional pro Derechos de la Mujer25, creado junto a Elena Caffarena y otras mujeres. Desde instancias como estas promovía la lucha por la obtención del voto femenino, cuyo primer logro fue el derecho a voto en las elecciones municipales, otorgado en 1934. En 1944 fue electa presidenta de la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (FECHIF), organización que aglutinaba a todos los movimientos y agrupaciones femeninas del país, con miras a la obtención del voto amplio para las chilenas26. La conquista del sufragio femenino tuvo lugar en 1949, año en el que se les concedió el derecho a voto para las elecciones presidenciales y parlamentarias. Participaron por primera vez en una elección presidencial en 1952, oportunidad en la que fue electo Carlos Ibáñez del Campo27.
En la línea de Historia de la Enseñanza en Chile publica Realidades y problemas de nuestra enseñanza (1953). Asimismo, la educación de la mujer propiamente como tal tiene un espacio en sus obras ¿A dónde va la mujer? (1934) y Feminismo contemporáneo (1947). En este orden de cosas, Amanda Labarca consideraba que la sociedad chilena era fruto de un mestizaje inconcluso. Pensaba que la integración racial no había logrado constituir un mestizaje social. Los sectores populares vivían en un ambiente de ausentismo material y espiritual por esta segregación social de la que fueron víctimas. Solo una educación común a todos los ciudadanos, con los mismos programas y con la base de una cultura común, podía salvar esta brecha de desintegración28.
En materia educacional, las opciones pedagógicas de la autora estuvieron influidas por la filosofía pragmática de John Dewey y los distintos autores que constituyeron el movimiento de las Escuelas Nuevas29. Por otra parte, su experiencia como profesional de la educación y protagonista del acontecer público de la primera mitad del siglo XX, le permitió realizar un agudo análisis de la realidad nacional. Amanda Labarca contribuyó al campo de la investigación pedagógica a través de los estudios y diagnósticos profundos de la realidad educacional chilena30.
Amanda Labarca señala que no es necesario educar a los niños y niñas en internados; en todo caso, lo ideal sería que la familia y la escuela se complementaran, aunque ella cree que, en muchos casos, no ocurre así. El problema es que los hijos e hijas de los trabajadores de fábricas, o que trabajaban lejos de casa, son en gran medida desatendidos como consecuencia de las difíciles condiciones de vida. Incluso las sociedades civilizadas y bien acomodadas desatienden a sus hijos e hijas cuando los dejan a cargo de trabajadores domésticos. Los niños y niñas no se educan para la independencia. El internado prevé, según los estudios de la Nueva Escuela, diez horas diarias de trabajo entre las que no todo serían clases teóricas, sino que también integrarían distintas actividades, tales como viajes y proyectos31.
Amanda Labarca tuvo una notable presencia en todo el mundo. En 1925 asumió la representación chilena en el Consejo Interamericano de Mujeres. En 1946, el presidente de la República de Chile, Gabriel González Videla, la acreditó como delegada plenipotenciaria a la Primera Asamblea de las Naciones Unidas, y en 1948 y 1949 fue jefa de la Comisión Estatus de la Mujer, en el mismo organismo internacional. Siempre estuvo ligada estrechamente a la Universidad de Chile hasta que alcanzó la edad de jubilación, en diciembre de 195532. En 1963 fue designada Profesora Emérita de la Facultad de Filosofía y Educación, un importante grado académico solo concedido de manera excepcional. No obstante, continuó con sus actividades políticas: en 1961 creó la Liga Cívica Femenina y, en 1967, la Confederación de Organizaciones Femeninas, que presidió hasta 197033.
En 1969 fue designada miembro de la Academia de Ciencias Políticas, Sociales y Morales del Instituto de Chile, y en 1971 fue designada directora honoraria de la Comisión Nacional Chilena de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cultura y la Ciencia (Unesco).
A la edad de 88 años y tras largas e incansables jornadas de trabajo, Amanda Labarca falleció en Santiago el 2 de enero de 1975, dejando una huella indeleble en diversos aspectos del desarrollo educativo y social de Chile34. La Universidad de Chile en 1976 -un año después de su muerte- fundó en su memoria el premio "Amanda Labarca", destinado a reconocer los méritos de una mujer universitaria una vez por año35.
CONCLUSIÓN
Es posible relevar tres grandes ideas en el transcurso de su ideario y magisterio pedagógico. La primera corresponde a la instalación en las escuelas de una nueva educación basada en el método científico. En segundo lugar, pensó la escuela como espacio social, democrático y de progreso económico para todos los estudiantes de Chile. Por último, planteó no imitar modelos de EE.UU. y Europa, sino adaptarlos a la realidad y las necesidades de una determinada población y territorio, lo que tiene relación con la idea anterior, puesto que la estructuración de la escuela debía estar condicionada según aquello36.
Otra de las críticas de Amanda Labarca se dirigió hacia la influencia del denominado "embrujo pedagógico alemán" en la pedagogía chilena, lo que implicó un desacuerdo ético político con Valentín Letelier y José Abelardo Núñez, dos próceres de la pedagogía chilena de aquel tiempo. Planteaba que el sistema jerárquico alemán profundizaba las diferencias sociales, rigidizaba las relaciones pedagógicas e inculcaba contenidos extranjerizantes, sin asidero en la realidad cultural de alumnos y alumnas. La idea de no copiar para Chile los conceptos educativos europeos será una noción maestra en toda su obra37.
Amanda Labarca debe ser considerada como una de las mujeres más sobresalientes del siglo XX en Chile y América Latina. Mujer de ideales progresistas, democráticos y laicos, de tendencia radical, aspiró y ayudó al progreso de una educación para todos, así como por una sociedad igualitaria. Fue hija de la educación pública. Trabajó en la escuela, pensó en la escuela.