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Palabra Clave

versión impresa ISSN 0122-8285versión On-line ISSN 2027-534X

Palabra Clave v.12 n.2 Chia jul./dic. 2009

 


Espacio interpersonal y sistemas de conducta colectivos

Interpersonal Space and Collective Behavior Systems

Eva Aladro-Vico1

1 Doctora en Comunicación de la Información. Profesora Titular, Universidad Complutense de Madrid, España, ealadro@ucm.es

Recibido: 17/04/09 Aceptado: 21/10/09



Resumen

Este artículo explora los nuevos avances en la investigación de la comunicación interpersonal en diversos campos psicológicos y sociales, mostrando la poderosa influencia de esta dimensión de la comunicación sobre la conciencia humana, y la gran cantidad de fenómenos que indican que la dimensión interpersonal de la comunicación es fundamental para el control y el desarrollo de las relaciones humanas.

Palabras Clave: comunicación interpersonal, proxemística, sistemas de conducta, homeostasis, contagio, mentalidad grupal.



Abstract

The article explores the new advances in research on interpersonal communication in various physiological and social fields, showing the powerful influence of this aspect of communication on the human conscience and the many phenomena that indicate the interpersonal dimension of communication is fundamental to the control and development of human relations.

Key word: Interpersonal communication, proxemics, behavior systems, homeostasis, contagion, group mentality.


En la comunicación interpersonal se crean sistemas de información que a modo de organismos superiores al individuo o de supraconciencias interfieren con la mente individual y actúan en el tiempo y el espacio con fuerza vinculante muy intensa.

La existencia de estos fenómenos está demostrada desde que, a comienzos de siglo, comenzó a comprobarse el comportamiento supraorgánico de los grupos humanos (Tarde, 1988; Jannis, 1972). Los fenómenos de contagio y estesia (Landowsky 2005) son ejemplos de la capacidad vinculante y automática de los fenómenos de comunicación interpersonal y grupal.

Del carácter cibernético de la comunicación grupal se ocuparon dos grandes escuelas teóricas a comienzos del siglo pasado. Una la constituyeron los estudios de la mentalidad grupal y del comportamiento sectario. Janis (1972), Fromm (1941) y Merton (1949) analizaron cómo se producían transferencias psicológicas de conciencia individual al organismo grupal que producían el pensamiento sectario.

En los fenómenos estudiados por Janis (1972) los individuos intercambiaban su conciencia y su sensibilidad individual por la mente del líder grupal y por la fuerza del grupo. Convertidos en miembros de un supraorganismo, los seres humanos ven invadida su conciencia individual por la mente grupal y por las leyes que imperan para esa dimensión de acción humana. Ya en estos estudios podíamos comprobar las interacciones y leyes homeostáticas del mundo de la comunicación entre personas.

En dichos fenómenos se manifestaba la existencia de fenómenos compensatorios muy característicos del ámbito interpersonal grupal. La sublimación de complejos de inferioridad, inseguridades y miedos mediante la absorción de la conciencia en la mentalidad grupal, al servicio del líder, que actúa como una mente de un cuerpo armado formado por individuos sin conciencia propia, mostraba un tipo particular de homeostasis supraorgánica. Janis (1972) y Fromm (1941) mostraron cómo la solidaridad del grupo era mayor cuanto más sólida era la homeostasis establecida de sustituciones entre la mente individual y la mente supraindividual, o entidad parecida a la misma. Recientes investigaciones han confirmado estos fenómenos (Baron, 2005), y la influencia de la cohesión grupal y la uniformidad de los individuos a la hora de generar pensamiento grupal.

Jannis (1972) estudió todo el fenómeno desde la óptica de la mente racional individual. El fenómeno del pensamiento grupal, con su obnubilación del juicio propio, la falta de capacidad crítica, el sesgo en la recepción de la información contraria al grupo, y la incapacidad crónica de procesar la información en esas situaciones, estaban indicando claramente la incidencia de otro sistema de control, por encima del pensamiento deliberado del individuo sobre el comportamiento humano.


Avances en el conocimiento de leyes de acción interpersonales

La escuela que más profundizó en el carácter supraorgánico o extrahumano en estos fenómenos fue la de Palo Alto, a través de la obra de Watzlawick, Beavin y Jackson (1967). Estos autores establecieron las primeras leyes en los intercambios interpersonales comunicativos básicos. Por ejemplo, la confirmación de que los intercambios comunicativos son de dos tipos: complementarios o simétricos.

Don Deavila Jackson (1953, 1968, 2009), en su breve vida, desarrolló profundas reflexiones sobre la complementariedad y sistematicidad de la comunicación interpersonal. Como el autor afirmaba, las relaciones humanas tienden a constituir unidades equilibradas que siguen leyes de homeostasis. Cuando las relaciones alcanzan un cierto desarrollo y estabilidad, en ellas se definen los roles y se constituyen sistemas conductuales en los que cada rol y posición refuerza y retroalimenta los roles y las posiciones de los demás integrantes en el sistema (para una recuperación en profundidad de este fenómeno, véase McKay, Fanning y Paleg, 1994).

La complementariedad rige los sistemas de interacción en homeostasis, en los que se cumple la ley del equilibrio y el refuerzo, y en los que el principio del orden se hace fundamental. En el estudio del pensamiento grupal ya se había demonstrado cómo el orden puede dominar la conducta humana más allá de la racionalidad, sobre todo cuando ese orden interfiere en la conciencia y en la adquisición de información del entorno. Fromm (1941) había indicado que los individuos particularmente inseguros pueden encontrar en el estricto orden del grupo totalitario un principio fuerte al que aferrarse, y un orden que seguir en su confusa estima individual.

Paul Watzlawick continuó el hilo conceptual de la distinción entre dos dinámicas de interacción diversas, la dinámica de complementariedad y la de simetría, y abordó los fenómenos denominados de escaladas, de los que señaló la dirección de estudio de los intercambios comunicativos simétricos en las denominadas escaladas conductuales. Cuando en una interacción los dos individuos pugnan por intensificar el dominio en su posición y por responder a los intentos de dominio del otro, surgen las escaladas comunicacionales de simetría (véase Watzlawick et ál., 1967, p. 69).

Todavía sabemos relativamente poco de las escaladas. Se trata de fenómenos en los que la simetría —y no la complementariedad— rige el comportamiento. Si utilizamos la terminología de Hellinger (2006, p. 53), autor mucho más reciente, según la cual existen tres leyes básicas en la interacción interpersonal, que son las del equilibrio, el orden y el vínculo, podemos distinguir claramente entre interacciones complementarias y simétricas, y obtener interesantes observaciones de estos fenómenos.

En las escaladas predomina el vínculo sobre el equilibrio, es decir, los participantes en la interacción trabajan para reforzar el vínculo, ya sea positivo o negativo, y no tanto el equilibrio, que aparece en un papel más secundario, y mediante el cual se procura la igualdad en las actuaciones de ambos participantes.

La intensidad siempre creciente de estas formas de relación indica que el refuerzo del vínculo es la ley imperante en estas relaciones interpersonales. Y como venimos diciendo, al tratarse de un principio o mecanismo de actuación que supera el ámbito personal, el individuo que participa en una escalada no es consciente de que está constantemente reforzando un vínculo, sea positivo, sea negativo. En las escaladas cada individuo responde intensamente redoblando en simetría las actuaciones del otro. Se trabaja fundamentalmente para definir la situación y remacharla, como si ésta estuviera insuficientemente organizada.

En las interacciones complementarias predomina fundamentalmente el equilibrio sobre el vínculo ya creado y establecido. El equilibrio ya está formado, se trata de un equilibrio imperfecto, que amenaza el vínculo sólo en cierto grado. McKay, Fanning y Paleg (1994) han estudiado a fondo el carácter sistemático de las homeostasis conductuales de equilibrio en la pareja. Es muy interesante comprobar que las actuaciones de los individuos en un sistema homeostático son un juego de suma cero, en el que la intensidad de las respuestas y actitudes está medida con respecto a las de los demás, y constituyen siempre una cadena de causas y efectos mutuos. El equilibrio domina situaciones muy imperfectas e incorrectas en las interacciones grupales, por ejemplo, creando situaciones de dominio y sumisión, de hiperfunción y extrafunción, de hiperactividad y pasividad, de sadismo y masoquismo, entre muchas otras. Esta ley supraorgánica también interfiere gravemente en la conciencia humana, y solamente cuando las personas son capaces de reconocerla en acción pueden liberarse de la misma.

Respecto al orden, que obliga a los individuos a respetar las posiciones y los privilegios en cada papel de un sistema interactivo, en las escaladas existe una auténtica lucha por el poder en el mismo, mientras que en los sistemas homeostáticos de conducta el orden es el telón de fondo sobre el que todo está establecido, y que no se debe perturbar, pues una variación en el mismo introduce el desequilibrio en el sistema que rechazan y rehuyen los integrantes en el sistema conductual.

En las escaladas simétricas existe una pugna por un nuevo equilibrio de poder en la relación que, además, se sirve del vínculo y su necesidad creada para intensificarse de una manera creciente. Podríamos decir que las escaladas de agresividad no podrían llegar hasta donde llegan si no se basaran en el fuerte vínculo, el cual crean y convierten en negativo. En estas interacciones, el refuerzo es la ley fundamental y los individuos duplican y redoblan sus acciones y reacciones con la finalidad de intensificar la relación, sea positiva, como ocurre en los procesos de enamoramiento, sea negativa, como ocurre en los procesos de crisis relacional y de agresividad.


Existen interferencias de la mente interpersonal en la mente individual

El avance en el conocimiento de estos procesos se debe a las últimas teorías sobre relaciones interpersonales del final del siglo XX. No fue sino hasta el final de dicho siglo cuando los conocimientos en comunicación interpersonal volvieron a despegar y a ofrecer muy importantes hallazgos. Una de las teorías fundamentales es la de las constelaciones familiares, de Bert Hellinger (2006, 2007.) Hellinger ha profundizado en aspectos de la interacción entre la conciencia individual y la conciencia colectiva que debemos recordar aquí por su importancia.

En los mecanismos y resortes de la conciencia grupal o interpersonal hay leyes y reflejos que controlan y determinan la conciencia individual. La evidencia de este hecho no surgió hasta la obra de Hellinger, pues aunque la psicología viene trabajando intensamente en la elucidación de la conciencia individual y sus elementos reprimidos u ocultos en formas inconscientes, este aspecto de la dinámica interpersonal es completamente novedoso.

Hellinger se ha orientado hacia las leyes que gobiernan los sistemas conductuales familiares. Entre estas leyes son importantísimas las del vínculo grupal y su mantenimiento, la del orden y jerarquía del grupo, los sistemas de prelación temporal y evolución en el tiempo, y la ley del equilibrio afectivo. Vamos a considerar en detalle estas leyes por cuanto afectan directamente a la conciencia individual, subsumiéndola en un servomecanismo director de la conducta que tiene poco o nada que ver con la inteligencia humana.

La ley del orden en el grupo familiar, extrapolable a otras formas de relación interpersonal, como la pareja o el grupo de amistad, establece una serie de derechos de pertenencia y de preeminencia en los grupos humanos. Una vulneración del orden produce una perturbación en el sistema a la que se responde supraorgánicamente, en grupo, paliando sus efectos mediante la interposición de medidas que usan a los individuos como instrumentos de compensación y de reparación del daño o expiación de la culpa (Hellinger, 2006, pp. 89 y ss.).

Los grupos que tienen y establecen órdenes relacionales y de afectividad tienen además leyes de prevalencia relacionadas con la supervivencia del grupo en el tiempo. Así, Hellinger ha detectado cómo los individuos más viejos del grupo deben tener el respeto y reconocimiento de los nuevos incorporados al sistema, si no es así el orden se ve alterado y la conciencia individual se ve afectada por ese desorden, por ejemplo, desarrollando una incapacidad de abandonar el conflicto creado, y de progresar hacia el futuro. A su vez, los individuos más nuevos de un grupo tienen que tener libertad para progresar en el mismo, y esa libertad la obtienen mediante el respeto y reconocimiento de su origen, de sus padres y predecesores, a los que deben todo, pero de los que obtienen libertad para actuar y crear.

Este sistema de orden no es moral, sino que constituye una dinámica interpersonal con leyes de equilibrio propias, supraorgánicas y no relacionadas con la conciencia más que de un modo instrumental. El reconocimiento del orden del grupo sirve fundamentalmente para su continuidad en el tiempo y el espacio. El grupo tensa su fuerza de orden para evitar disgregarse y desaparecer como tal, mediante los problemas que crea en las personas individuales cuando su orden no se desarrolla correctamente.

Algo similar ocurre con las otras leyes grupales interpersonales. La ley del vínculo establece un fuerte sentido de pertenencia que debe respetarse, y cuando un individuo o más se ven despojados de su derecho de pertenencia, se introduce una grave avería en el sistema que intentará paliarse supraorgánicamente, con sustitutos y con simulaciones, en una clara tendencia homeostática. Así, los miembros excluidos del grupo son sustituidos en su lugar y funciones por los nuevos miembros, que no pueden progresar en tanto sigan cumpliendo funciones ancladas en exclusiones y fallos de los sistemas ocurridos en un momento dado.

Cuando el desarrollo vital de una persona está detenido sin motivo aparente, puede que esa persona esté siguiendo una ley o tensión del sistema grupal interpersonal. Estudiando la vida del grupo, o tal como la denomina Hellinger con terminología jungiana, la "constelación familiar", es posible reconocer la historia del sistema interpersonal, hallar sus características y sus leyes de conducta, y detectar las anomalías que, una vez pasan a la conciencia, son dominadas por los individuos. La conciencia familiar es extremadamente poderosa en la inconsciencia, pero fácilmente domeñable por la conciencia reflexiva individual.

En esas situaciones vemos trabajar el principio de homeostasis diacrónicamente en el espacio temporal. Si los sistemas conductuales analizados por Jackson mostraban cómo una familia desarrolla una resistencia al cambio y una reticencia a mejorar los roles y la situación de sus miembros con tal de conservar el sistema creado, en las constelaciones familiares afectadas por exclusiones y posposiciones vemos el orden homeostático trabajando literalmente con las vidas de generaciones enteras, que se resisten a cambiar una vez encontrado un equilibrio imperfecto de sustituciones y parches.

En la ley del vínculo podemos ver hasta qué punto este tipo de conciencia supraorgánica o interpersonal nada tiene que ver con la conciencia humana individual. El vínculo considera miembros de un grupo familiar a vivos y muertos, a nacidos o no nacidos, a primeros y segundos esposos, a amantes y hermanastros. Los individuos no son tales, son piezas de un sistema en el que los fallos y huecos producen maniobras sustitutivas. La conciencia de cada persona no tiene ninguna función en estos sistemas. De hecho, y precisamente por ello, para que estos sistemas existan en la conciencia individual, es preciso escenificarlos en el espacio, como veremos más adelante, y de este modo emergen como fenómenos humanos.

Las leyes relacionadas con el equilibrio en los sistemas familiares funcionan fundamentalmente para coordinar unos principios con otros en un servomecanismo interpersonal de importante función en todo el fenómeno.


La mente interpersonal y sus leyes constitutivas

Hay que mencionar, como un hecho significativo, que las distintas leyes que dominan la conciencia supraorgánica del grupo familiar están a su vez dominadas por sistemas de equilibrio y homeostasis. Así, en las escaladas comportamentales existe un uso dinámico del principio del equilibrio en el toma y daca de la relación, aunque al servicio del vínculo, sea éste positivo o sea negativo.

En la relación entre equilibrio y vínculo en las escaladas el principio homeostático está sometido al principio del refuerzo del lazo de relación. Sin embargo, el impulso para que la escalada progrese proviene del sentido del equilibrio de poder en el sistema sobre el que se desea actuar en las escaladas simétricas.

Así, en una escalada de agresividad entre dos individuos se responde al otro en virtud del principio del equilibrio, pero se intensifica la respuesta para potenciar el vínculo existente de tipo negativo. Al igual que en las escaladas simétricas positivas, como las que tienen lugar en el enamoramiento de pareja, la ley dominante es el vínculo y su refuerzo constante de dicho vínculo, para lo que se invierte en todo tipo de manifestaciones y emisiones de afecto hacia el otro. No obstante, en el refuerzo mutuo del vínculo está ya sistematizado el equilibrio que, una vez estabilizada la relación, toma el mando, y así las relaciones van tomando formas más complementarias, en las que la homeostasis se impone y el equilibrio desigual ancla más férreamente la definición de la situación, más allá de la conciencia individual.

El principio del orden es siempre temporal en su dominio de los sistemas interpersonales. El orden familiar es efímero: la familia es un sistema que debe evolucionar e innovar para mantenerse. De manera que el orden pasa a ser una ley secundaria cuando los nuevos miembros de una familia se establecen por su cuenta, invocando el principio de un nuevo vínculo creado con personas externas al sistema.

El principio del equilibrio, en este caso, es la pieza que sirve para hacer la transición de un orden familiar a otro, puesto que es en un intento de reciprocidad simbólico en el que se fundamenta el surgimiento de un nuevo orden familiar: la gratitud hacia los mayores se equipara y transforma en la generosidad hacia los nuevos miembros del sistema interpersonal. Este es el modo como se consigue superar la tendencia a la homeostasis y el estatismo de un grupo como la familia.

El principio de orden es particularmente importante para autentificar el surgimiento de nuevos sistemas de relaciones de pertenencia. El orden en la familia es siempre progresivo: el origen es esencial, pero el futuro lo es más. Así, los miembros más jóvenes, los pospuestos, en un sistema relacional, son más vitales y reciben de los antepuestos toda la fuerza y energía necesarias para progresar. Solamente las relaciones enfermas, según Hellinger, se mantienen iguales sin seguir hacia delante, abandonando las homeostasis creadas (2006, p. 115). Las relaciones humanas deben cambiar y renovarse para sostenerse con vida.

Sin duda, similares factores se dan en el grupo de amistad o en la relación interpersonal de pareja. Las leyes de equilibrio, orden y vínculo tienen que ir cambiando para permanecer, alterando el orden cuando sea preciso, desequilibrando la relación cuando lo importante es la adaptación, y permitiendo la evolución en las relaciones como algo que las refuerza más allá de la conservación de un orden o sistema de conducta imperante.

Los individuos no son en absoluto conscientes de que cuando interactúan en órdenes de pareja, familiares o grupales, existen leyes que dominan e incluso anulan la conciencia individual. Estas leyes, como hemos dicho, actúan como un servomecanismo director del sistema interpersonal. Así, la ley del vínculo vela por el mantenimiento del organismo solidario interpersonal creado, más allá de la conciencia individual: en muchos casos, cuando el vínculo está en peligro o es dañado, los mecanismos sustitutivos propician que haya tendencias posesivas y regresivas, o ultraconservadoras, en la unidad familiar. Ante determinados fallos del sistema grupal la ley del vínculo, ayudada por los principios de orden y de equilibrio, propicia medidas desesperadas e inconscientes, por ejemplo, favoreciendo que un individuo del sistema sea simplemente un personaje al servicio del vínculo familiar y sin desarrollo vital personal, o que otro individuo más joven tome el lugar de alguien excluido y su vida sea simplemente un indicio de un olvido anterior, es decir, una vida anclada en un trauma del pasado.

La interferencia de la conciencia interpersonal —si entendemos por tal este mecanismo servodirector de la conducta humana desde los principios de conservación y supervivencia grupales— sobre la conciencia individual es absoluta, y la prueba de ello la tenemos en la dificultad que las distintas formas de terapia tienen para hacer emerger de la mente inconsciente principios de funcionamiento, orden y equilibrio que son muy activos en la vida humana pero permanecen ocultos en la dimensión interpersonal de la conciencia y la experiencia.


La mente grupal se visualiza en el espacio interpersonal

Las teorías de comunicación interpersonal y de terapia, trabajaron durante todo el siglo XX en sistemas proyectivos que permitían sacar de la dimensión interpersonal contenidos e información muy útil sobre el comportamiento de las personas, y que difícilmente podían revelarse a la conciencia racional individual.

Así, la terapia Gestalt de Perls (1969, 1974) trabajó con la capacidad proyectiva de la mente sobre representaciones simbólicas para permitir que las personas se hicieran conscientes de sus propios sentimientos. La teoría freudiana trabaja, por el contrario, utilizando la dimensión dialógica interpersonal como puente hacia la conciencia individual.

Las terapias de grupo comenzaron a mostrar el poder que la cognición en grupo tenía sobre la fuerza de voluntad y la autoestima individual. Y la psicología cognitiva (Beck 1989) ha mostrado, en resultados que continúan progresando en la actualidad, cómo la dimensión de la comunicación interpersonal aloja información vital sobre la conducta humana, a la que podemos acceder a través de una serie de técnicas de representación simbólica.

En la terapia cognitiva (Beck, 1989, p. 91), la comunicación interpersonal establece las definiciones de la situación que la mente individual absorbe como representaciones automáticas de la realidad, la denominada "estática de la comunicación". Una de las cosas que descubre este autor es cómo actuando sobre la dimensión interpersonal podemos cambiar actitudes, emociones y autoconceptos que a su vez influirán decisivamente en las relaciones con los otros. Las representaciones establecidas en la interacción con los demás a menudo permanecen ocultas actuando sin que seamos conscientes de ellas, y todo el trabajo sobre las distorsiones cognitivas creadas por el sistema interpersonal tiene repercusiones en las relaciones primarias.

La teoría transaccional y la teoría de las constelaciones muestran el carácter sistémico de la influencia entre conciencia individual y comunicación interpersonal y grupal. Fue Berne (2007) quien primero mostró hasta qué punto se intersectan y funden las necesidades básicas de alimentación y supervivencia con las necesidades simbólicas de estructuración del tiempo y programación de la conducta, así como con las necesidades de pertenencia y seguridad o reconocimiento. El individuo, en el concepto transaccional, identifica y sustituye las necesidades deficitarias de alimentación con las necesidades sociales, de reconocimiento, y con las de programación del tiempo o de orden. En el conglomerado de programaciones de la conducta y el comportamiento estas fusiones no son en absoluto reconocidas por el individuo.

La teoría de las constelaciones familiares ha supuesto un paso muy importante en la elucidación de los principios de la mente interpersonal o grupal y los modos de llegar hasta ella. Hellinger trabaja fundamentalmente las representaciones cognitivas de la mente interpersonal, pero con la gran novedad de permitir que esas representaciones adquieran forma en el espacio y tiempo presentes mediante la representación dramatúrgica estática.

En esta teoría de las constelaciones, el espacio mana sentido. El espacio está dotado de un simbolismo asociado o anclado a la representación de las figuras familiares y grupales. Por la capacidad de las representaciones y cogniciones para revelar los fenómenos asociados a su creación, cuando se representa o constela un grupo humano, las posiciones, distancias y actitudes de las figuras conservan y dejan ver las leyes y principios que los gobiernan y las relaciones de orden, equilibrio y vínculo asociadas a las mismas.


La memoria visual implicada en los espacios de relación

Éste es un descubrimiento de vital importancia en comunicación interpersonal. Los espacios y las configuraciones espaciales personales conservan una memoria visual relacionada con la mente interpersonal y los servomecanismos que la dominan. En los espacios, aún cuando sean estáticos, está larvada la historia familiar, las posiciones y formas relacionales de complementariedad y de simetría, las jerarquías y las anteposiciones y posposiciones, así como pueden verse, literalmente, en acción los mecanismos de sustitución y de homeostasis característicos de esa dimensión oculta, como la llamó Hall (1959), de comunicación humana.

La teoría de la comunicación interpersonal siempre ha registrado la influencia del mundo espacial posicional, de la proxemia, de la situación territorial y otras variables físicas espaciales en las definiciones de la situación y las actitudes, emociones y comportamientos personales.

La que Hall (1959) llamó "dimensión oculta" de la comunicación tiene además un sentido profundo relacionado con su capacidad de condicionar la mente individual y de interferir o crear una "mente supraorgánica" que condicione a la primera mente citada.

Cuando vemos en acción los principios interpersonales y grupales que hemos descrito, comprobamos que por encima de la conciencia intrapersonal actúan otras formas de procesamiento y reacción a la información. Estas formas son las que pueden desencadenar una escalada, establecer una rígida homeostasis o imponer un orden jerárquico en un grupo de individuos que interactúan.

Cuando analizamos la teoría de las constelaciones familiares comprobamos cómo las leyes de orden, equilibrio, vínculo y homeostasis sistémica constituyen una mecánica espacial interpersonal con autonomía respecto a la conciencia individual. Se trata de leyes y de mecanismos directivos de la conducta humana, que son inconscientes y automáticos, y que inciden poderosamente en la historia vital de los seres humanos. Todas las formas de servomecanismos interpersonales actúan, decíamos, como una "mente interpersonal", autónoma de la conciencia, que puede obligar al individuo a seguir su tendencia de manera autónoma respecto a su individualidad.

Si nos fijamos detenidamente, estos principios interpersonales tienen siempre un trasunto o analogía espacial, posicional, mecánica. Muchas de estas leyes pueden representarse espacialmente: la prelación en el orden familiar, la subordinación en el orden grupal, la interdependencia psicológica en las homeostasis, la rígida simetría en espejo de las escaladas.

Existe una física de la relación interpersonal que puede representarse simbólicamente o, aún más, que puede emanar directamente de las relaciones espaciales establecidas en la interacción. Así, para la conducta interpersonal del juego, conocemos desde hace años de investigaciones que animales y personas nos ubicamos espacialmente a unas distancias y equilibramos la fuerza, el tamaño y las capacidades de los integrantes en una interacción lúdica, para posibilitar esa relación. El espacio del juego tiene posiciones, equilibrios de tamaño y capacidad, y distancias de sentido que marcan la relación y son marcadas por la misma. (Bateson, Goffman y muchos interaccionistas simbólicos trabajaron en la elucidación de esa microsimbología social e interactiva). Hall (1959) estudió las distancias de sentido de la proxemística y ha venido mostrando, en su larguísima carrera, cómo las posiciones y el manejo del espacio están unidos al significado y al simbolismo.

Las imágenes espaciales posicionales están relacionadas con esa física y mecánica interpersonal, porque se construyen a partir del mismo fenómeno, la relación con el entorno y los otros. Esas imágenes son la base para la constitución de la personalidad dialógica del individuo, como sabemos desde que Cooley, en 1908, habló del "yo espejo", y desde que Mead o Park mostraron la sociabilidad fundamental de la constitución de persona (para una recensión completa véase Gómez, López y Velásquez, 2006, pp. 143-167). Esas imágenes de las relaciones humanas en el espacio, de las configuraciones físicas de experiencias imaginadas y vividas, conservan y almacenan información en la mente individual. Esa información interpersonal, que es clave para la constitución de la persona, está almacenada en la memoria espacial, de orientación, posicional, que es el espejo sobre el que constituimos nuestra relación con el entorno.

Sabemos por la neuropsicología reciente que la mente emocional y la mente motora y dinámica básica trabajan con sistemas miméticos del entorno, por ejemplo, a través de neuronas espejo. La información de posición y de postura corporal, espacial, es básica en la psicomotricidad del individuo, pero "se cuela" también en la percepción del mundo emocional, en la interacción interpersonal, y a menudo sirve de anclaje para unir esas dimensiones de la mente humana.

Las imágenes de las relaciones interpersonales que almacenamos, construimos y con las que nos orientamos tanto física como psicológicamente, son vitales en la cognición humana, son automáticas pero, en muchos casos, no las consideramos parte de nuestra conciencia. Como información que proviene del entorno, y que es usada para interactuar, a veces queda ligada al espacio externo, al mundo exterior, y por tanto no existe en la conciencia como algo propio, intrapersonal y, de esta manera, digno de conciencia reflexiva.

Esta explicación posible, que lanzamos como hipótesis, aclara muy bien por qué las relaciones humanas están unidas a posiciones, distancias y actitudes físicas y espaciales o de orientación y mecánicas. Hellinger ha demostrado que, incluso cuando individuos que no tienen relación con ninguna familia son ubicados y representan una constelación o sistema familiar, adquieren información sobre ese sistema e incluso se identifican empáticamente con su rol o papel en el mismo, permitiendo acceder a información sorprendente en torno a éste.

Existe una posición y un espacio de relación interpersonal que cambia cuando las relaciones interpersonales cambian, y que conserva, porque en su formación así se construyó, información interpersonal clave. Esta posición, ubicación, manejo del espacio o distancia física mana información clave de las relaciones interpersonales, no solamente de las actuales y presentes, sino que, como muestra la práctica de Hellinger, conserva información de estados y situaciones precedentes hasta una tercera y cuarta generación humanas.

Así, cuando manipulamos la comunicación proxémica o representamos en el espacio presente relaciones humanas, emergen formas de percepción de la realidad que estaban atrapadas en esa "memoria visual interpersonal" ajena a la conciencia, y se producen cambios en actitudes y experiencias que son fundamentales.

Esta información que surge está "plasmada" en el espacio interpersonal, y no es narrativa en su forma, aunque dé lugar a información que luego se manifiesta en una forma episódica y narrativa. Proviene literalmente de una memoria estática, no dinámica, de las situaciones, y precisamente por este raro carácter, merece una investigación en profundidad por nuestra parte.

Las imágenes de la memoria interpersonal constituyen una parte fundamental de la mente interpersonal. Esta mente convive con la mente intrapersonal consciente, e interfiere probablemente en ésta. La "mente y memoria interpersonal" es una "mente ausente", de la que es difícil extraer nociones si no es traída a la conciencia a través de una percepción externa como la que conformó sus contenidos.

Otras muchas teorías interpersonales, como la terapia de Alexander (1967), la psicología de Gestalt, o la terapia cognitiva, trabajan con la idea de que la simple percepción por la conciencia de los fenómenos espaciales asociados a la memoria interpersonal arroja muchísima luz sobre esa memoria y sus leyes en acción. Las conexiones entre posición corporal y posición psicológica son complejas, y todas estas escuelas están estudiando a fondo su control y dominio por el individuo.

Gracias a la representación espacial podemos ver esas imágenes que no consideramos personales, que son "automáticas", y que constituyen parte muy básica de la personalidad. Una vez que pasan a la conciencia se convierten en principios moldeables, en leyes y dinamismos sometidos a la voluntad individual. Si siguen funcionando sin la mediación deliberada individual, sus leyes y principios pueden atenazar dramáticamente a la persona impidiendo su desarrollo y crecimiento personal.

Debe quedar bien claro que no se trata de estructuras narrativas: son estructuras estáticas espaciales. Sin embargo, conservan suficiente capacidad para envolver el desarrollo completo de la vida individual.

El uso de la representación espacial interactiva, de la representación hierática simbólica, la dramatización, la simulación de conversación, la escritura o el diálogo son sistemas de comunicación que efectúan un interesantísimo trasvase de información, de la aquí denominada memoria interpersonal inconsciente o automática, a la mente reflexiva individual. Con la simple representación y conversión en espacio hacemos un cambio de perspectiva que permite la visión de nuestra conducta en otro ángulo, y revela a la conciencia la existencia de esas leyes y fenómenos del mundo interpersonal y grupal.

La comunicación sirve aquí para desarrollar un cambio esencial, que en algunos casos es aún desconocido en muchos aspectos, pero sin duda muy eficaz: en el tratamiento de la depresión, el trabajo con la escritura de pensamientos y el análisis reflexivo de los mismos permite al individuo dominarlos y controlar su acción emocional. En las relaciones familiares deterioradas, el trabajo con las formas de comunicación interpersonal permite detectar la existencia de sistemas homeostáticos e interponer herramientas para pararlos. La terapia cognitiva está desarrollando la capacidad de la mera conciencia de las distorsiones cognitivas elementales para desbloquear la energía y el ánimo de un individuo. Los grupos humanos en los que Hellinger actúa mediante la posición espacial y la escenificación hierática desvelan tramas familiares que simplemente por pasar ante la percepción visual deliberada pierden todo su poder castrante y trágico. Una simple representación simbólica puede introducir en la "mente interpersonal", mediante la memoria visual, un sistema de freno y de cambio en el servomecanismo de conducta grupal. Las posibilidades son aquí infinitas una vez que se hayan reconocido y explorado.



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