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Palabra Clave

Print version ISSN 0122-8285

Palabra Clave vol.16 no.2 Chia May/Aug. 2013

 

Elementos para una geopolítica de la diferencia en tiempos de globalización

Edgar Novoa1

1 Profesor asociado, Departamento de Ciencia Política, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
novoaedgar@yahoo.com

Recibido: 2013-04-10 - Envío a pares: 2013-04-24 - Aprobado por pares: 2013-05-10 - Aceptado: 2013-05-30



Resumen

El actual proceso de globalización resalta la importancia de la dimensión espacio-temporal de las trayectorias socio-históricas, aunque no haya recibido todo la atención que requiere para enriquecer los análisis e interpretaciones. El presente documento propone una cartografía de las fuerzas y procesos que configuran el proceso de globalización, enfatizando las características y tendencias espaciales que lo definen, como globalizaciones en curso. Se enfatizan los desafíos para el análisis de una geopolítica de la acción social.

Palabras clave

Globalización, espacio, geopolítica, acción social. (Fuente: Tesauro de la Unesco).



Elements for a Geopolitics of Difference in Times of Globalization

Abstract

The current process of globalization highlights the importance of the space-time dimension of socio-historical trajectories, even though it has yet to receive the full attention it requires to enrich analysis and interpretation. This paper proposes mapping the forces and processes that shape the globalization process, calling attention to the spatial features and tendencies that define it, such as ongoing globalizations. The challenges to analyzing a geopolitics of social action are emphasized.

Key words

Globalization, space, geopolitics, social action (Source: UNESCO Thesaurus).



Elementos para uma geopolítica da diferença em tempos de globalização

Resumo

O atual processo de globalização ressalta a importância da dimensão espaço-temporal das trajetórias sócio-históricas, ainda que não tenha recebido toda a atenção que requer para enriquecer as análises e interpretações. O presente documento propõe uma cartografia das forças e processos que configuram o processo de globalização, enfatizando as características e tendências espaciais que o definem, como globalização em curso. Enfatizamse os desafios para a análise de uma geopolítica da ação social.

Palavras-chave

Globalização, espaço, geopolítica, ação social. (Fonte: Tesauro da Unesco).



Introducción

La globalización se convirtió en un password que abre todas las puertas a la discusión y el debate contemporáneo sobre la reestructuración económica, la reforma estatal, la recomposición de las subjetividades, la transformación de los valores, los referentes culturales y simbólicos y la reconstrucción de las ideologías. Paradójicamente, a uno de sus aspectos más importantes y constitutivos, la dimensión espacial, no se le ha prestado la importancia que posee. Se habla constantemente de los impactos territoriales producto del uso y aplicación intensiva de las nuevas tecnologías, la sociedad transparente de la comunicación, el rol que juegan las corporaciones transnacionales y sus redes de interrelación en proceso de desconcentración o descentralización territorial, la desregulación de los mercados y la inversión extranjera, la conformación de bloques económicos, las transformaciones territoriales del Estado-Nación y el decaimiento de su soberanía, las nuevas diásporas étnicas o religiosas, los nuevos espacios de la protesta social y política, pero todo parece suceder en un espacio inmóvil, neutral, y eterno.

El concepto globalización tiene relación directa con la espacialidad de los procesos y las relaciones sociales, lo que condujo a la utilización de una gran cantidad de metáforas espaciales para intentar describirlo: desterritorialización, flujos espaciales, 'glocalizacion, compresión espacio-temporal, diáspora, redes territoriales, tiempos reales. A dichas metáforas se suman otra cantidad de prefijos que buscan denotar las localizaciones de los procesos: sub, supra, inter, infra, trans. Sin embargo, en la gran mayoría de interpretaciones, las transformaciones socio-históricas suceden en una espacialidad dada, en donde las relaciones y los procesos socio-históricos se inscriben o ubican, o simplemente se reflejan, impactan en un espacio social; lo espacial aparece como un residuo al final de la cadena de interpretación de los cambios sociales en el devenir histórico.2

Sin embargo, cada vez más se está reconociendo la importancia de lo espacial en relación con los profundos cambios que se han vivido en las últimas décadas, pero dicho reconocimiento no se ha traducido en un desarrollo y tratamiento efectivo de las categorías espaciales que permitan enriquecer el análisis y la discusión sobre la globalización. De hecho, en algunos casos se viene hablando de la 'muerte de la geografía', en la medida en que una de las principales características de la globalización es reducir las distancias, acelerar los intercambios, lo que genera una simultaneidad cercana a la ubicuidad divina, que se expresa en la idea de la 'aldea global', la 'sociedad de la información o informática', 'la ciudad global', el 'mundo sin fronteras', la 'sociedad civil global', un mundo sin distancias ni límites que deviene en un presente continuo de tiempos reales. Se presenta un desconocimiento implícito o explícito de la variable espacial, que empobrece la interpretación y el análisis sobre la globalización, y de paso legitima las nuevas tendencias como naturales e irresistibles.

En medio de la crisis/reestructuración de las formas de producción y los mecanismos de dominación y disciplina social,3 el discurso neoliberal se ha posicionado como hegemónico; primero en el centro, luego en el sur después de la crisis de la deuda externa y hacia el oeste con el colapso de los países socialistas. Poco a poco las recetas sobre la estabilización monetaria, el ajuste estructural y el estímulo de estrategias de crecimiento económico basadas en la apertura de los mercados, el apoyo a las exportaciones y la búsqueda de la inversión extranjera, se consolidan como el nuevo evangelio del desarrollo económico. Frente a esta situación, el derrumbe del muro de Berlín y la despolarización política internacional han llevado a considerar el mercado y la democracia liberal como la solución mágica para todos los problemas. Sin haber nacido como discurso de la globalización, hoy el neoliberalismo se ha convertido en su expresión hegemónica; aparece como sinónimo de integración mundial, eficiencia económica, equidad social, progreso material y defensa del medio ambiente. No se tienen en cuenta las funestas consecuencias que la aplicación de las políticas agenciadas al amparo de dichos principios, puestas en marcha para la reestructurasen económica y la reforma política, están generando en los países que siguen las recetas propuestas por ciertos organismos internacionales o impuestas por la banca multilateral mundial y regional.

El neoliberalismo no puede ser considerado como un bloque homogéneo y monolítico de presupuestos ideológico-políticos, que se traducen en un conjunto de políticas, programas y estrategias de desarrollo económico que se despliegan y aplican de manera homogénea e indiferenciada en todos los países. Existen diversos 'neoliberalismos' (ortodoxos y heterodoxos), con variadas estrategias en busca de un fin común: reestructurar las formas de organización de la producción y gestión del trabajo y reformar las estrategias de dominio y disciplina social, lo que necesariamente ocurre en diversos escenarios en constante disputa y confrontación, donde las trayectorias y actores localizados a través de sus prácticas desafían sistemáticamente cualquier coherencia de mando y dominio que se les quiera imponer, reinvierten los sentidos, se reafirman y despliegan una subjetividad subversiva en constante recomposición.

Es importante tratar de entender las pretensiones del discurso y la estrategia global de reestructuración neoliberal impulsada e impuesta por organismos internacionales y multilaterales, defendida por el capitalismo transnacional y aplicada por la gran mayoría de gobiernos en sus políticas internas, sin embargo, debería ser mucho más relevante entender y valorizar las prácticas y estrategias de resistencia, rebelión y autovalorización que localizadamente son potencialidad y alternativa a una globalidad de explotación y dominio. Como lo plantearon los autonomistas italianos, aún vigentes:

La tesis de que la cadena tiene que romperse hoy, no donde el capital es más débil, sino donde la clase obrera es más fuerte nos parece esencial y, aunque sus argumentaciones todavía son insuficientes, se recomienda prestarle una particular atención. Muchas cosas pueden derivar de aquí. La 'teoría del punto intermedio' es una de ellas: la posibilidad de captar desde un punto, él mismo en movimiento, lo que se halla más allá como tendencia de las cosas y lo que queda ya más atrás como herencia pasiva de las mismas (Tronti, 2001, p. 28).

La reestructuración neoliberal vive su propio drama. En medio de la contestación generalizada debe buscar la identidad entre la forma y el contenido, su ideología y su materialización (políticas, instituciones, proyectos). En este sentido, hay que establecer algunas de las inconsistencias de su discurso, pero simultáneamente valorizar las potencialidades que se desprenden de las diversas alternativas, agenciadas por una diversidad de fuerzas subjetivas que se encuentran en juego en el mismo espacio-tiempo de la reestructuración.

Adentrarnos en la dimensión espacial del proceso de globalización nos permitirá enriquecer el análisis de un proceso en curso, su interpretación, su crítica y la determinación de alternativas, reafirmando de paso la espacialidad en la interpretación del devenir de la materialidad socio-histórica. El presente texto propone algunos elementos para una interpretación de las tendencias espaciales de la globalización para adelantar un análisis y algunas propuestas de interpretación espacial de la globalización desde una geopolítica de la acción social.


Tomando la espacialidad en serio

En los últimos veinte años la geografía, y en especial sus corrientes críticas, han evolucionado profundamente en su propuesta teórica y metodológica para el análisis de la dinámica espacial. Tras la constatación de los años setenta de que todo espacio era socialmente construido, en los últimos años, debido al vertiginoso proceso de transformaciones económicas, políticas y sociales en todas las sociedades, se desarrollaron las herramientas metodológicas y conceptuales para afirmar que toda materialidad socio-histórica es espacialmente producida, lo que constituye una diferencia de cómo esa materialidad se desenvuelve y organiza. Lo espacial no es una dimensión refleja, inmóvil, neutral o eterna; las relaciones sociales son al mismo tiempo relaciones espaciales, en donde las diferentes configuraciones espaciales son constituyentes y constitutivas de la dinámica y cambio de las distintas sociedades (Massey, 1994). Como lo afirmara Lefebvre (1976):

El espacio no es un objeto científico descarriado por la ideología o por la política; siempre ha sido político y estratégico. Si bien dicho espacio tiene un aspecto neutro, indiferente con respecto al contenido, por tanto 'puramente' formal, abstraído de una abstracción racional, es precisamente porque ya está ocupado, acondicionado, porque ya es objeto de estrategias antiguas, de las que no siempre se consigue encontrar las huellas. El espacio ha sido formado, pero siempre políticamente. El espacio es político e ideológico. Es una representación literalmente plagada de ideología. ¿Existe una ideología del espacio por qué motivo? Porque este espacio que parece homogéneo, hecho de una sola pieza dentro de la objetividad, en su forma pura, tal como lo constatamos, es un producto social (p. 46).

Las prácticas espaciales y los discursos que las agencian se encuentran inmersos en medio de unas relaciones de poder, que hoy más que nunca permean todas las escalas o fronteras geográficas.4 En este panorama, las metamorfosis de la cuestión espacial en los actuales momentos transitan por la desterritorialización de las fuerzas del capital que busca superar las barreras que limitan su despliegue y movimiento incesante en busca de beneficio, renta o interés (permanente compresión espacio-temporal), que implica un despliegue simultáneo de una novedosa forma reterritorializada dominada y disciplinada desde el Estado y otras formas de regulación (el miedo del colapso nuclear final, la moneda, los medios masivos de comunicación, la amenaza terrorista), para imponer una nueva lógica y racionalidad de la producción y reproducción social, en medio de un contexto de desenvolvimiento social en donde se intenta contener el incesante proceso de desterritorialización/reterritorialización social, que frente a esa doble tenaza impuesta por el capital y todas las formas de reterritorialización del mando busca en su diversidad esencial un espacio 'heterotopo', un 'tercer espacio', un 'espacio empoderado', un nuevo lugar en el no lugar del despliegue capitalista.

Las interpretaciones que nos proporciona la economía geográfica simplifican en sus modelos la rica dinámica socio-geo-histórica a la que actualmente estamos asistiendo; aunque se reconozca que la espacialidad es producida socialmente, se tiende a mirar el espacio como un mero reflejo de las transformaciones socio-históricas. Es importante y necesario plantearse un análisis crítico sobre la espacialidad y su producción para enriquecer el debate sobre el proceso de globalización, más allá de las concepciones implícitas o explicitas emanadas del discurso neoliberal. La tendencia general ha sido separar, substancializar y oponer el tiempo y el espacio como dimensiones, como condiciones generales de todo lo existente o como intuiciones de la percepción humana anteriores, autónomas e independientes entre sí. Por esta vía, se hace posible mirar al espacio como una dimensión preexistente continente neutral, estática, eterna, inmóvil, dotada de sus propias leyes, u objeto de representación, separado de la naturaleza y la sociedad, lo que conduce también a reducir los lugares a una geometría simplificada o a reificarlos en su inmovilidad y representación ideal. Así mismo, esta visión ha permitido la 'naturalización' de las diferentes escalas geográficas como ahistóricas, dadas, inmóviles, contenedoras y delimitadoras de procesos, expresables cartográficamente como datos dados.

El análisis espacial tradicional, que el discurso neoliberal reproduce, ha contribuido a la deshistorización del espacio, a la reducción del análisis espacial a un lógica temporal-causal simple entre organizaciones o formas espaciales encerradas en sí mismas, inmóviles, eternas, o a la consideración del espacio como un continente preexistente, neutro, vaciado completamente de todo contenido socio-histórico político e ideológico.

En ese marco de referencia, independientemente del reconocimiento de la importancia que adquiere hoy la espacialidad en la economía geográfica, los procesos de subjetivación sólo ocurren en la temporalidad, se impone la temporalidad como la dimensión definitiva y definitoria de la producción y reproducción social. Sin embargo, lo que han mostrado treinta años de intensas discusiones en la geografía crítica y lo que la misma dinámica socio-histórica nos propone hoy es que la espacialidad posee un poder estructurante, es constitutiva y constituyente de las transformaciones socio-históricas, y que debe ser considerada para su análisis.

Es necesario aclarar que no se trata de espacializar la realidad socio-histórica como la única y verdadera fórmula que nos va a resolver todos los problemas del análisis y comprensión de la dinámica social o como la clave para resolver los problemas del proyecto que la acción social debe transitar para su emancipación. Se trata de reconocer la importancia que dicha variable posee en los actuales procesos de transformación, teniendo en cuenta que la espacialidad es una de las principales dimensiones de la dinámica de la globalización en la que nos encontramos en las últimas décadas.5


Una cartografía mínima de la globalización, tendencias espaciales

Lo que se ha dado en llamar la globalización corresponde al despliegue de un proceso creciente de transformaciones espacio-temporales, que han dislocado los límites y las fronteras materiales y físicas existentes desde la vida cotidiana hasta las escalas transnacionales, que por su magnitud involucran un reordenamiento de las diversas dimensiones socio-históricas de la vida, interconectando de manera creciente y acelerada (mas no integrando) todos los rincones del planeta, planteando serias preguntas a las divisiones disciplinarias del análisis social.

Concebida así la globalización, es un proceso continuo, conflictivo y dialectico, en lugar de una situación estática o un estado terminal. Más aun, la globalización es simultáneamente espacial (basada en una continua extensión, configuración y reestructuración de la organización territorial del capitalismo) y temporal (basada en una aceleración continua del circuito medio del capital). Finalmente, la globlalización se desarrolla simultáneamente en escalas múltiples y entrelazadas -no solamente en el espacio global. A través de la producción, diferenciación, reconfiguración y transformación de los espacios sub-globales, como los territorios estatales, regiones, ciudades y localidades (Brenner, 1999, p. 44).

Hay una heterogénesis espacio-temporal de líneas de fuerza, trayectorias socio-geo-históricas, líneas de fuga en la globalización.6 La dialéctica capitalista crisis/reestructuración ha retomado el viejo camino de la introducción de innovaciones tecnológicas en el proceso de producción en un momento histórico en donde el desarrollo tecnocientífico es amplio (la robótica, tecnologías de la información y la comunicación, y las biotecnologías) y se desarrolla a una gran velocidad; igualmente, una de las características más importantes de la presente reestructuración es el papel que juega el capital financiero o la financiarización de la economía en el reordenamiento y despliegue del capitalismo, otorgándole una particularidad importante al proceso. Dado el grado intensivo y extensivo de las transformaciones en curso, la reestructuración apoyada en los desarrollos tecno-científicos y la financiarización de la economía, estamos asistiendo a una mercantilización de todas las relaciones materiales (entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza), lo que ha llevado a considerar que hoy no existe ninguna relación social que no esté subsumida en las relaciones intercambio capitalista. En este mismo escenario también se hace posible acercarse al carácter cada vez más constitutivo de la acción social organizada en el proceso de rupturas y continuidades socio-geo-históricas.

Desde un punto de vista espacial, la principal característica del actual proceso de globalización es el proceso de compresión espacio-temporal. Siendo una característica que se puede encontrar en otros momentos del desenvolvimiento histórico en la longue durée del devenir socio-geo-histórico de las diversas etapas del desarrollo de las sociedades, el actual, por sus características e intensidad, se diferencia radicalmente de anteriores procesos. El ejemplo recurrente está ligado al desarrollo de las tecnologías de la informática y las comunicaciones, en donde asistimos a un achicamiento y aceleración del despliegue de símbolos e imágenes que impactan directamente sobre las representaciones, los símbolos y la producción de sentido de individuos, grupos o comunidades. En la economía también se expresa y manifiesta esta reducción/aceleración espacio-temporal, con los flujos financieros y de mercancías, una creciente homogeneización en la forma de producción, los modos de distribución y los hábitos de consumo. No es casualidad que en los estudios socioculturales y económicos se empezó a hablar de 'glocalización', o que hoy se le dé una importancia central a la idea de los tiempos reales para acercarse al proceso de compresión espacio-temporal en el que nos encontramos. Se viene presentando un acelerado proceso de interconexión a través de redes, imágenes, discursos, intercambios entre localidades, ciudades, regiones, países y continentes, de manera transversal u horizontal. Esa extensiva e intensiva tendencia a la aniquilación del espacio por el tiempo, aunque exacerbada, no liquida la espacialidad; por el contrario, la resalta y nos obliga a avanzar en su compresión.

Dos trayectorias o dinámicas del actual proceso de reestructuración económica, política y social se entrecruzan en la aceleración espacio-temporal: la introducción de innovaciones tecnocientíficas en el proceso productivo en general y la financiarización de la economía. El desarrollo técnico y científico, la tecnociencia actual, alcanzó un alto grado de refinamiento que contribuyó al desarrollo de nuevas formas de disciplina productiva y social y, de manera directa, hacia la hegemonía del valor de cambio en la sociedad, la constitución de la fábrica difusa. La introducción de innovaciones tecnológicas y de gestión del trabajo en el proceso productivo siempre ha sido una de las principales fuentes de la reestructuración capitalista; las innovaciones tecnológicas sirven simultáneamente para la producción/valorización, para la dominación y el mando del trabajo vivo, el aumento de la productividad del trabajo y el ejercicio de la disciplina y el mando sobre el mismo trabajo. El antagónico desarrollo capitalista condujo al avance y la transformación de las tecnologías, revoluciones que son producto de las mismas condiciones materiales del desenvolvimiento de las contradicciones y antagonismos sociales y que además deben ser entendidas como revoluciones en las tecnologías. Esto no quiere decir que el conjunto de las innovaciones tecnocientíficas actuales estén totalmente funcionalizadas en su acceso, producción y uso a la lógica capitalista, aunque hoy sea una de las principales fuerzas productivas para el capital, al lado del conocimiento.

En las actuales circunstancias, el desarrollo de nuevos materiales y los avances en las informática, la robótica y las biotecnologías, así como sus usos y aplicaciones en la producción, distribución y consumo, han llevado a que las máquinas se conviertan en productoras de valor. De esta manera, la tecnociencia se ha convertido en una fuerza productiva del capital que acelera la socialización del trabajo. La tecnociencia contribuyó de manera determinante en la reorganización del proceso productivo centrado en la gran fábrica y a una difusión mucho más amplia y veloz -intensiva y extensivamente- de la socialización de la producción. La relación y distancia entre producción y realización se transformó radicalmente y se redujo el espacio-tiempo, haciendo entrar el mercado en la producción y masificando y acelerando el consumo por la baja en los costos de producción sobre la base de infraestructuras mejoradas y ampliadas. La descentralización y deslocalización de la producción, y el aumento de la velocidad en el proceso de valorización entre la producción y la realización en el mercado han encontrado en el creciente y rápido cambio tecnocientífico introducido en el proceso productivo un apoyo fundamental. Igualmente, en el consumo se puede apreciar el impacto que han tenido los cambios tecnocientíficos: de un lado, el uso y la introducción de las nuevas tecnologías en la realización de mercancías permite una mayor velocidad en el retorno de las ganancias (disminuyendo el nivel de stocks de mercancías en bodegas, conociendo el pulso e interés de los consumidores); de otro, se acelera el nivel obsolescencia programada de los objetos en su alto consumo y rotación, particularmente en aquellos objetos tecnológicos de uso cotidiano (celulares, computadores, electrodomésticos), extendiendo la lógica de mercado a mayores espacios y lugares y exacerbando el individualismo cultural en la producción de referentes de identidad y representación desde el consumo. No se trata de caer en un determinismo tecnológico, sino de reafirmar la importancia que el acelerado y creciente desarrollo tecnocientífico tiene para el proceso de globalización, teniendo en cuenta que ese desarrollo y los objetos mismos son materia de disputa.

La financiarización de la economía implica que el capital financiero se convirtió en el capital hegemónico y se impuso sobre el capital productivo. El papel que cumplía la moneda como medida y como medio de cambio, en últimas como representante de la riqueza, se ha desplazado hacia un rol productivo. La tendencia del dinero a constituirse en el representante material de la riqueza se ha consolidado y avanzado mucho más, puesto que el dinero adquiere un papel directamente productivo y expresa la relación de dominio capitalista hoy.7 En medio de la crisis, el desplazamiento del capital productivo al capital financiero en sus múltiples manifestaciones ya no es como ocurría anteriormente, la manifestación de un desajuste entre capital productivo e improductivo, entre la industria y los bancos, lo que durante la crisis se expresaba en la transferencia de capital productivo hacia capital financiero, para después de la recuperación de los niveles de ganancia retornar al capital productivo, el lugar más seguro, estable y rentable para la valorización. La centralidad del mercado ha impuesto una relación directa entre dinero y productividad en el crecimiento económico, una relación directa entre la liberalización financiera y crecimiento económico, acumulación de capital físico, aumento de la productividad y uso eficiente de los factores. De esta manera, la financiarización contribuye de manera determinante a acelerar la tendencia hacia la creciente abstracción del trabajo, hacia la centralidad del trabajo social, la imposición del carácter social de la producción.

El capital financiero contribuyó directamente a cerrar la brecha entre trabajo abstracto y trabajo social, aceleró la socialización de la producción de manera intensiva y extensiva socio-geo-históricamente. El dinero se deshace paulatinamente de su función de mediación para adquirir un papel productivo, lo que deja una marca profunda sobre el desarrollo capitalista. La fluidez y la velocidad impuestas por la moneda en los intercambios, el manejo de la política monetaria y la especulación financiera implican una transformación de la soberanía de los estados nacionales; la inversión se convirtió en un motor importante para la productividad, dinamizadora del crecimiento económico. De otro lado, la hegemonía de la moneda es un elemento esencial para reorganizar la forma y las funciones de los estados; las políticas monetarias utilizan diversos medios (financieros, crediticios, tributarios, fiscales) para buscar luchar contra el enemigo que socaba la creciente apropiación privada de las ganancias, la inflación, e imponer la lógica del mercado total.8 La política monetaria define el trazado de las políticas estatales, no como ocurrió en la época keynesiana, cuando era la política fiscal la que establecía el marco de las políticas económicas del estado.

El desarrollo tecnocientífico y la financiarización de la economía, como trayectorias que se entrecruzan desde la reestructuración, contribuyen de manera directa a la aceleración de la compresión espacio-temporal intensiva y extensiva de las relaciones sociales capitalistas. Compresión espacio-temporal, reestructuración del espacio-fijo y mayor alcance y posibilidades de valorización de las relaciones capitalistas a nivel espacial inciden en las diversas vías en que las relaciones productivas encerradas en los muros de la fábrica, la oficina o los grandes proyectos de extracción mineros y petroleros o de producción agropecuaria han venido tomando, después de la derrota histórica sufrida por los obreros fabriles a través de la imposición del proceso de reestructuración capitalista en los años setenta y ochenta en todas las regiones del mundo. El desarrollo tecnocientífico, más el mejoramiento o construcción de infraestructuras, proporcionan un medio, al igual que una amplia posibilidad de acceso a la obtención de recursos para emprender cualquier proyecto, en cualquier parte del planeta.9

Asistimos a una reorganización, una nueva geometría del desarrollo y la desigualdad territorial y social en toda la extensión planetaria, una reconfiguración del desarrollo desigual del capital y una diferenciación espacial de las resistencias. Fluidez, flexibilidad, competitividad, apertura, inversión, tasas de interés, decaimiento-cansancio del leviatán son algunas de las más importantes palabras clave de las actuales transformaciones. El orden internacional se reordena, con el fin de la Guerra Fría asistimos a una despolarización, la tendencia hacia la constitución de orden políticamente multipolar, mientras que la reorganización económica altamente descentralizada/deslocalizada/desconcentrada se consolida a partir de áreas y regiones económicas (las principales son Europa, Asia y Norteamérica). Se presenta una dinámica de superposición y determinación contradictoria de niveles (global, regional, nacional, subnacional). A la desterritorialización económica de toda la extensión espacial mundial se suma una reterritorialización política global, regional y subnacional (en donde los organismos internacionales, los regionales y el Estado juegan un papel determinante), dejando una serie de intersticios ocupados por una amplia gama de actores (mafias, grupos insurgentes armados), y donde la recomposición política y social del trabajo y de los grupos o sectores populares busca la producción/ consolidación de un nuevo lugar, un espacio diferenciado.

La creciente socialización de la producción implica que la sociedad en su conjunto está sujeta a las relaciones capitalistas; el creciente proceso de abstracción del trabajo se ha convertido en una realidad, ya no es posible pensar en la suma de una serie de trabajos aislados, sino que el trabajo social es el presupuesto básico de toda producción.10 No hay una equivalencia claramente cuantificable entre fuerza de trabajo y la plusvalía extraída; esta relación no está basada en una proporción medible, en una proporción fija, lo que hace que se convierta en una relación basada en la violencia del dominio y el mando propio de la empresa o el uso de la crisis permanente. Nos encontramos en la 'fabrica difusa', es la extensión del dominio fabril sobre toda la sociedad de manera intensiva y extensiva, la reducción de todas la relaciones sociales a puro valor de cambio, lo que en la vida cotidiana se vive como la mercantilización total. Se deshicieron las diferencias existentes entre producción y reproducción, de hecho, la reproducción es motivo y parte de la producción; más aún, "la explotación hoy tiende a no ser ya una función productiva sino más bien un mero instrumento de dominación" (Negri y Hardt, 2009, p. 35).11

El comportamiento social del capital se manifiesta en una incesante búsqueda del trabajo social, el cual es producto de todos los esfuerzos, acciones, actividades, desplazamientos (afectos, sensibilidades, semiotizaciones de la subjetividad humana) de toda la comunidad. No se trata solamente del trabajo de los que poseen un empleo sino de todos los miembros de la sociedad que se ven sometidos de diversas maneras a formas parasitarias de extracción de valor por parte del capital. Se deshacen las diferencias entre producción/reproducción, trabajo productivo/trabajo improductivo, pues estas relaciones binarias ya no reflejan la multiplicidad de relaciones de trabajo, ni mucho menos la forma en que los individuos se ligan al trabajo, esencial para comprender la valorización que hace el capital de su experiencia. Las relaciones entre el espacio de vida y el espacio de producción se hacen difíciles de establecer; la relación entre lo íntimo, lo privado, lo público y lo común manifiestan múltiples transformaciones. Los muros de las fábricas se han transparentado, el mercado ha entrado en la fábrica con la ayuda de las nuevas tecnologías y la velocidad y fluidez del dinero, transformando las formas de producción, la gestión del trabajo, la distribución y el consumo.

Si es cierto que los términos de la explotación están reubicados en el terreno social, y si, sobre este terreno ya no es posible reducir la cantidad y cualidad de la explotación, la plusvalía absoluta y la plusvalía relativa al tiempo-medida de la jornada laboral 'normal', entonces el sujeto proletario renace en términos antagónicos en torno a una alternativa radical, una alternativa del tiempo de la vida contra el tiempo-medida del capital (Negri, 2002, p. 169).

Esa subsunción real del capital, cuya principal manifestación la vivimos cotidianamente como mercantilización de todas las relaciones, conduce a una reconsideración del discurso de la biopolítica, planteado en términos críticos por Foucault (2000). Ese antagonismo entre tiempo de producción y tiempo de vida tiene múltiples manifestaciones como producción biopolítica. Hacia el despliegue intensivo y extensivo del capitalismo, el despliegue del biopoder, nos encontramos en la situación en la que las inversiones apoyadas en los desarrollos tecnocientíficos y las posibilidades del capital financiero pueden desplazarse extensivamente, vincular más territorios a la lógica del valor o reordenar los que actualmente están sujetos a su dinámica. Igualmente, en términos intensivos la valorización se apoya en los desarrollos biotecnológicos, en donde el cuerpo y la naturaleza se convierten en alternativas de valorización importante. De esta manera, en tiempos de producción biopolítica, el biopoder del capital y el Estado desterritorializan/reterritorializan su interés y mando espacialmente (no solamente en la espacialidad, también en la naturaleza), pero también corporalmente (cuerpos de seres humanos, animales y plantas).

En ese espacio liso de despliegue capitalista y reconfiguración del mando, el capital debe enfrentar ahora toda la extensión de la sociedad, en busca del tan ansiado beneficio, renta o interés en donde la cooperación y la comunicación social y el trabajo inmaterial son los verdaderos productores de valor. Ya no se trata de la utilización inelástica del factor trabajo, sino de la producción intensiva, flexible, móvil, con una alta composición orgánica de capital, apoyada por la fluidez del capital financiero, una recomposición extensiva e intensiva del capital. A pesar del despliegue intensivo del capital, la inversión sigue sujeta a ciertos principios básicos de rentabilidad y seguridad impuestos para su sobrevivencia, proceso complejo de reorganización de las condiciones materiales objetivas y subjetivas (reterritorialización) necesarias para el redespliegue de la extracción de valor. Así mismo, las estrategias de marketing tienen que apelar cada vez más a las especificidades locales para captar una demanda cada vez más difusa. La recomposición técnica y tecnológica, la inversión y la devaluación o desvalorización del capital son procesos que suceden siempre localizadamente (place-specific) en espacios sociales concretos.

Las nuevas tecnologías desmaterializan los territorios (produciendo la compresión espacio-temporal) y la financiarización facilita y amplía las posibilidades de inversiones, contribuyendo a la reestructuración productiva. Por su parte, la producción de saber y la cooperación social, fuentes primordiales de valor hoy, se encuentran diseminadas, localizadas en toda la extensión territorial y ya no al interior de la fábrica, y el capital debe ir a buscarlas en donde se encuentren. Las resistencias aparecen como líneas de fuga territoriales, micropoderes que se rebelan o autovalorizan en las nuevas condiciones biopolíticas de producción, son place specific. Por esta vía, la relación entre territorialidad y subjetividad se hace cada vez más evidente y urgente de entender en el actual proceso de reestructuración capitalista, una nueva geopolítica de la acción social que es necesario cartografiar, microfísica de poderes que se oponen a la valorización del capital y que poseen un carácter multiescalar y multidimensional simultáneo.

Esta relación entre capital y vida social productiva, sin embargo, ya no es más orgánica en el sentido que Marx entendía ese término porque el capital es cada vez más externo y tiene un rol incluso menos funcional en el proceso productivo. Más que un órgano funcionando dentro del cuerpo capitalista, la fuerza de trabajo biopolítica se está volviendo más y más autónoma, con el capital simplemente asomando sobre ella como un parásito con sus regímenes disciplinarios, aparatos de captura, mecanismos de expropiación, redes financieras y similares. La ruptura de la relación orgánica y la creciente autonomía del trabajo están en el corazón de las nuevas formas de crisis de la producción y control capitalista (Negri y Hardt, 2009, p. 142).

Las luchas sociales y políticas retoman nuevas vías de recomposición política y social; el grito zapatista contra la entrada en vigor del tratado de libre comercio ente los Estados Unidos, Canadá y México se va a convertir en un referente esencial para las confrontaciones en el capitalismo posfordista. Las grandes concentraciones en las cumbres mundiales de los grupos de países selectos -Davos-, así como de los organismos transnacionales reguladores del mercado mundial -OMC-, implican el despliegue de novedosas estrategias de resistencia. Así mismo, la globalización de las luchas se manifiesta en las diferentes reuniones internacionales de los Foros Sociales Mundiales, que hoy buscan descentralizarse a partir de continentes y países. En este último periodo el paso del nomadismo al sedentarismo es muy importante, particularmente en las protestas de los indignados y la primavera árabe. Mientras tanto, las luchas vuelven a hacer sentir su fuerza, y abarcan toda la extensión territorial, en el norte y en el sur, en el este y el oeste: contra la privatización de los servicios públicos y la seguridad social, ampliando los sentidos de lo público o desplazándolo hacia la defensa de lo común; contra las políticas agrarias con diferentes énfasis y actores, por la soberanía y seguridad alimentaria; contra las tratados de libre comercio, la lógica de las grandes transnacionales de insumos y alimentos; por la reorganización de los movimientos de trabajadores. La indignación es creciente en Europa y en Estados Unidos, así como las luchas contra todo tipo de exclusión social, política, económica, étnica o racial. Hoy, es toda la extensión territorial la que potencialmente está sujeta a los antagonismos sociales.


Globalizaciones

En la trayectoria crítica de la producción de categorías espaciales para el entendimiento de la globalización, la idea desarrollada en los estudios socioculturales (Robertson, 1997) y de economía espacial (Swyngedouw, 1992) sobre el concepto 'glocalización' permitió avanzar en la comprensión del proceso. Se lograba entender que la lógica de globalización no sólo era desde lo global hacia lo local, la existencia de unas tendencias, fuerzas, procesos, proyectos o actores globales que se imponían sobre otros ubicados localizadamente. Ese tipo de interpretaciones unilaterales conducían a sobrevalorar lo global y simplificar, desconocer o minimizar las transformaciones locales o las dinámicas que desde lo local incidían en las trayectorias globales, aquellas situaciones en que algunos lugares, por sus características, actores o políticas, son la base estratégica para la forma actual de globalización. La 'glocalización' permitió entender la complejidad de la relación global/local; no se trataba de asumir que existían dos entidades, dos espacios o lugares concretos y distintos, que por sus propiedades intrínsecas (especialmente las de lo global) entraban en interrelación, interdependencia o integración. Lo cierto es que se construyó y aún persiste la idea de un 'globalismo' como la única trayectoria posible (there is no alternative), un discurso universalista, unas políticas preferentemente neoliberales, un 'nosotros' homogéneo, un espacio abstracto, neutral, eterno, que se construye por la competencia entre espacios.

El trabajo de Boaventura de Souza Santos (2003) avanzó de manera importante en mostrarnos la posibilidad de entender localismos globalizados y globalismos localizados, en la forma en que se entrecruzan de manera dinámica y abierta unos discursos, prácticas, actores y relaciones de poder espacialmente. Los globalismos tienen un asiento local, parten de él y logran extenderse, hacerse globales; sin embargo, se van a encontrar con múltiples obstáculos, limitaciones para localizarse (globalismos localizados). De esta manera, es posible, necesario y urgente entender diversos procesos de globalización en curso, globalizaciones; se trata de recuperar una heterogénesis político-espacial de las relaciones sociales, como lo vienen planteando aquellos autores que consideran la espacialidad como relación social, la espacialidad como una necesidad de existencia de la multiplicidad que nunca está terminada, siempre abierta, como producto de múltiples trayectorias, historias en devenir y antagonismo.

existe una cosmología política enmarcada de manera que se relega a otros actores de un pasado histórico (ellos se están desarrollando, nosotros somos desarrollados). Aquí, la multiplicidad del espacio se niega, y la historia se reduce a una singularidad lineal donde 'no hay alternativa'. Bajo esta imaginación geográfica los 'otros' son menospreciados y sus diferencias reales son realineadas para ser colocadas 'atrás' en la cola de la historia. Este es un entendimiento del espacio que niega la coetaneidad (en verdad, se convierte el espacio en tiempo, la geografía de la historia) (Massey, 2008, p. 31).

Dentro de esta geografía, geopolítica de la diferencia, es también necesario reconocer en los procesos de globalización en curso trayectorias socioespaciales abiertas, diversas, en donde lo transversal y lo horizontal sean sólo un referente mínimo de las diversas posibilidades de la nueva geometría de ensamble del biopoder y la biopolítica, un reescalamiento diverso de las relaciones y procesos.


Reescalamiento

Saskia Sassen nos ha mostrado ampliamente desde y entre las ciudades cómo se presenta este reescalamiento en tiempos de globalización (2002). Hasta hace poco tiempo, lo nacional se consideraba como el ámbito territorial privilegiado para el proceso de acumulación de capital, se buscaba el desarrollo de una industria nacional y la integración de los mercados nacionales gracias a la activa intervención del Estado en la economía con el desarrollo de una planificación centralizada y mediante la protección y el apoyo a los sectores y ramas de la economía más dinámicas a nivel interno. Así mismo, el dominio y la legitimación estaban a cargo de los mecanismos de regulación institucional con el desarrollo de todas las prerrogativas que se desprenden de los sistemas de seguridad social (educación, salud, vivienda), buscando dirimir el conflicto entre el capital y el trabajo a través de los pactos o convenios colectivos con la activa intervención del Estado, ampliando el sistema de endeudamiento y financiación nacional debidamente regulados. Los mismos imaginarios de organización y resistencia social y política estaban centrados en la toma del poder del Estado para la transformación de la sociedad, en donde el partido político y el sindicato aparecían como los medios más eficaces para lograr dicho objetivo. Evidentemente, durante este momento de desarrollo capitalista, a pesar de que el referente nacional fuera determinante, es necesario reconocer los múltiples intercambios y relaciones que se presentaban en la producción espacial con las demás escalas geográficas en sus múltiples dimensiones.

Las profundas transformaciones en las relaciones sociales que se han venido presentando en las últimas décadas vienen redefiniendo todas las dimensiones de la materialidad sociohistórica y las escalas geográficas de espacialidad. El reescalamiento que se presenta de las relaciones sociales es múltiple:

El actual proceso de globalización, no conlleva a una absoluta territorialización de las sociedades o culturas a escala global, tampoco a una completa desterritorialización en el flujo de un espacio supraterritorial, sin distancias ni fronteras, sino más bien conduce a una reestructuración multi-escalar de la organización territorial del capitalismo (Brenner, 1999, p. 68).

No se trata solamente de una lógica 'glocal', sino de múltiples 'glocalizaciones', en donde se superponen las escalas geográficas y las dimensiones sociohistóricas. Desde una geopolítica de la acción social, es mucho más claro que en esa geopolítica de la simultaneidad, se juega en diversas escalas, no solamente desde la contigüidad espacial de las luchas. ¿Cómo interrelacionar o integrar luchas geográficamente distantes? ¿Cuál es el nivel estratégico subnacional de una determinada disputa, agenda o proceso? ¿Cómo interconectar o integrar diversas luchas con objetivos múltiples en geografías compartidas o distantes?


Justicia espacial

Por último, desde una geopolítica de la acción social en tiempos de globalización, es muy importante reconocer las responsabilidades que se desprenden de ese proceso de trayectorias o flujos que se concretan en interconexiones o integraciones múltiples. Es necesario mirar cómo se constituyen los lugares, como dinámicas internas en permanente relacionamiento externo, dinámicas antagónicas internas que se interrelacionan o son sobredeterminadas por las trayectorias externas. Y dentro de ese entendimiento, cuáles son las responsabilidades que se desprenden de dichos procesos de interrelación o integración en sus dinámicas de reescalamiento local, regional, interregional y global, para los lugares y entre los lugares, cómo se producen, construyen, constituyen los lugares, y cuáles son las responsabilidades que debe asumir en una lógica de interconexión o integración de lugares, en las diversas escalas. En la constitución de redes transnacionales de ciudades, es necesario preguntarse sobre la responsabilidad que se desprende de vincularse con una integración financiera, empezando por las consecuencias para la misma ciudad, no solamente para los territorios contiguos nacionales (otras ciudades o regiones nacionales), sino también en relación con las demás ciudades y territorios en su órbita transnacional. Los capitales tecnocientíficos apoyados financieramente se desplazan a cualquier lugar, generando impactos (sociales, culturales, ambientales) regresivos sobre amplios territorios o lugares. No es difícil pensar en la dinámica de las grandes transnacionales de la extracción minera y los consorcios transnacionales farmacéuticos o de insumos agrícolas y alimentarios, que nos acechan constantemente en el sur.

En esta vía, el trabajo de Doreen Massey es un camino inicial importante, cuando plantea que, dentro de un mundo en un proceso acelerado y creciente de flujos e interconexiones, es necesario "desarrollar una política igualmente de flujos, una política que reconozca también el poder que se encuentra siempre dentro de estos flujos, estas relaciones. A lo mejor, en cada lugar debería haber un debate no solamente sobre los efectos de la globalización neoliberal sino también sobre las responsabilidades de su producción" (2004, p. 83).

Se trata de abrir el tema de la justicia territorial o espacial en tiempos de globalización. Lo importante es no perder de vista que esa justicia no sólo se debe aplicar a las relaciones transnacionales sino también a los intercambios intranacionales. En términos transnacionales, la misma profesora Massey desarrolla su trabajo en relación con las redes de ciudades, trabajo muy importante que es necesario profundizar. Sin embargo, también es urgente avanzar en el análisis de los impactos del proceso de globalización y las dinámicas intranacionales que se producen, los impactos directos e indirectos de la interconexión o integración global: a través de la puesta en marcha de políticas institucionales; los procesos de desregulación nacional o desnacionalización de los territorios, que implican diversas formas de regulación económica, política y social; los impactos sociales, culturales y ambientales de las tendencias de los globalismos localizados, y las posibilidades y alternativas sociales y políticas para los grupos, movimientos o partidos en tiempos de globalización. Son diversas trayectorias nacionales que ha asumido este proceso, y múltiples las posibilidades de avanzar hacia una justicia espacial, que considera al menos tres elementos importantes planteados en la discusión sobre los feminismos respecto de la justicia: reconocimiento, redistribución y participación.

Si bien es cierto que estos elementos son producto de las diversas posiciones feministas respecto de la identidad y las demandas políticas, pueden ser un buen referente para avanzar en la justicia espacial. La propuesta implica tener en cuenta un elemento importante de reconocimiento de la dinámica de los lugares, sus características (huellas sociales, culturales, ambientales), sus aportes y los impactos que están asumiendo en medio del proceso de transformaciones socio-geo-históricas contemporáneas, reconocer y valorizar los aportes que hacen en la producción territorial (en sus diversas escalas), otorgarles el estatus que les corresponde, reconocerlos como sujetos diversos y contradictorios pero aportantes a la producción espacial. La valorización de los lugares se debe realizar dentro del reconocimiento de un principio de justicia o equidad territorial, la posibilidad para que al interior de las dinámicas intranacionales se establezca una distribución territorial equitativa de los recursos materiales redistribuibles (de finanzas públicas, infraestructura, fortalecimiento de capacidades sociales, culturales y ambientales), para que dichos lugares tengan una capacidad endógena de vincularse de diversas maneras a la producción espacial en igualdad de condiciones. Por último, estos elementos de reconocimiento y redistribución deben estar acompañados de una participación política territorial activa y transparente en la toma de decisiones del futuro de los diversos lugares y de las decisiones que los afectan.12 La descentralización, política, administrativa y fiscal que se ha venido implementando en los últimos tiempos en las reformas del Estado es un marco importante pero no suficiente para discutir la justicia espacial en tiempos de globalización, pues los actores de esa justicia se encuentran de manera compleja en los intereses, proyectos o propuestas localizadas de Estados, grupos económicos transnacionales y nacionales, y las comunidades, grupos y movimientos políticos y sociales populares.


2 Como se ha venido proponiendo en las últimas décadas desde la geografía crítica: "Los últimos dos siglos, la discusión ontológica se centró principalmente en las características temporales y sociales de la existencia humana, en lo que puede ser descrito como la relación existencial entre la historicidad y la sociabilidad del ser o, más concretamente del ser-en-el-mundo. Hubo intentos anteriores, por filósofos críticos como Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre, para dar a este ser existencial y su dinámica de expansión de la noción de 'llegar a ser' una espacialidad pertinente, pero hasta hace muy poco ésta espacialidad permaneció fundamentalmente subordinada a la dialéctica dominante de la historicidad-sociabilidad, la interacción entre lo que podría llamarse más colectivamente la realización de las historias y la constitución de las sociedades. Hoy, sin embargo, la espacialidad inherente y abarcadora del ser y el devenir está empezando a ser reconocida con más fuerza que nunca, introduciendo notoriamente un tercer término en la ontología de la existencia humana. Este hecho trascendental es la creación de lo que he descrito y refleja este notorio 'thirding', como trialéctica ontológica de espacialidad-socialidad-historicidad, o más simplemente, una forma trilateral más que bilateral de conceptualizar y entender el mundo. Dicho de manera diferente, la producción social de la espacialidad humana o el 'hacer las geografías' se está convirtiendo en fundamental para la comprensión de nuestras vidas y nuestros mundos de vida, como la producción social de nuestra historias y sociedades" (Soja, 1999, pp. 261-62).

3 "El capital se enfrenta continuamente con la necesidad de reestructurar su proceso de producción, no sólo para reducir los costes y evitar recesiones, sino también, y mucho más obligatoriamente, para conservar su hegemonía en la lucha de clases. Así, la tendencia actual a sustituir la rígida estructura lineal del trabajo en cadena por el trabajo de grupo puede parecer una concesión a los trabajadores, pero de hecho está encaminada a terminar con el poder que la clase trabajadora ha adquirido desde que se impuso el trabajo en cadena. Otra respuesta del capital a la lucha industrial es la continua 'racionalización' de la producción por medio de la disminución del número de trabajadores y el aumento de la automatización, sin tener en cuenta los peligros a largo plazo que lleva consigo esta tendencia" (Sohn-Rethel, 1979, p. 159).

4 "Así como hay una dimensión territorial de la política, hay una dimensión política del espacio social, puesto que todo espacio ya está cargado de poder, es simultáneamente objeto, instrumento y objeto de una dominación que busca inscribirse sobre el espacio para asegurar su perennidad en el tiempo. Así mismo, en su evolución, la organización del espacio parece obedecer a una dinámica de centralidad, homóloga a la dinámica del poder y de su crecimiento" (Loschak, 1978, p. 161).

5 Es necesario avanzar hacia un marco de referencia que tome la espacialidad o el espacio social en serio. Como lo planteamos en el primer apartado, los desarrollos sobre la geografía crítica proporcionan un marco elaborado para el análisis espacial en tiempos de globalización. En una apretada síntesis, Massey (2005, pp. 104-105) define las características que posee la espacialidad:
"1. el espacio es producto de interrelaciones. Se constituye a través de interacciones, desde lo inmenso de lo global hasta lo ínfimo de la intimidad (...).
2. el espacio es la esfera de la posibilidad de la existencia de la multiplicidad, es la esfera en la que coexisten distintas trayectorias, la que hace posible la existencia de más de una voz. Sin espacio, no hay multiplicidad; sin multiplicidad, no hay espacio. Si el espacio es en efecto producto de interrelaciones, entonces deber ser una cualidad de la existencia de la pluralidad. La multiplicidad y el espacio son co-constitutivos.
3. por último, y precisamente porque el espacio es producto de las 'relaciones, relaciones que están necesariamente implícitas en las practicas materiales que deben realizarse, siempre está en proceso de formación, en devenir, nunca acabado, nunca cerrado".

6 La idea de heterogénesis está de diversa manera en varios autores. "Lo que necesitábamos no era establecer puntos sino recorrer y desenmarañar líneas: una cartografía que comporta un micro-análisis (lo que Foucault llamaba microfísica del poder y Guattari micropolítica del deseo). Sólo en estas composiciones pueden encontrarse focos de unificación, nudos de totalización, procesos de subjetivación siempre relativos, siempre susceptibles de desanudarse para continuar aún más una línea móvil. No se trata de buscar los orígenes, perdidos o borrados, sino de tomar las cosas allí donde nacen, en el medio, hender las cosas, hender las palabras. No buscar lo eterno, aunque se trate de la eternidad del tiempo, sino la formación de lo nuevo, la emergencia, lo que Foucault llamaba 'la actualidad'. Lo actual o lo nuevo es acaso la energeia, algo próximo a Aristóteles pero aún más a Nietzsche (aunque Nietzsche lo haya llamado 'lo inactual')." (Deleuze, 1995, p. 121).

7 "La inversión internacional domina la internacionalización más de lo que lo hacen los intercambios, y por tanto da forma a las estructuras que predominan en la producción y el intercambio de bienes y de servicios. Los flujos de intercambios intra-firma han adquirido cada vez más importancia.
La inversión internacional está respaldada evidentemente por la globalización de las instituciones bancarias y financieras cuyo efecto consiste en facilitar las fusiones y las adquisiciones transnacionales.
Al lado de los medios anteriores de transferencia internacional de tecnología, tales como el otorgamiento de licencias y el comercio de patentes; nuevas formas de acuerdos interempresariales relativos a la tecnología, se han vuelto con frecuencia el medio más importante para las empresas y el país, para tener acceso a nuevos conocimientos y a las tecnologías clave.
Finalmente, vemos aparecer nuevos tipos de empresas multinacionales que poseen formas de organización 'en redes'" (Chesnais, 1996, p. 238).

8 "(...) el tiempo de transformación del dinero en capital se ha convertido en el tiempo de transformación del dinero de la clase obrera en ingresos. Así como el tiempo de transformación del dinero en capital es cada vez más largo e incierto, la clase obrera es cada vez más capaz de imponer sus propias necesidades y reducir el tiempo en que el dinero es sacado fuera de la circulación. Cuando el dinero se bloquea para convertirse en capital, solo puede permanecer en el nivel de la simple circulación, en lugar de convertirse en capital, se convierte en 'dinero gracioso. Es en este sentido, que la inflación no puede ser controlada, una solución para el capital no es más una solución, puesto que ella se convirtió en una 'inflación desbocada', impuesta por las luchas por el ingreso de la clase obrera" (Marazzi, 1996, p. 80).

9 Este proceso de crisis/reestructuración espacial capitalista es visto por Harvey (2004, a la luz de las crisis de sobreacumulación del capital: "La tesis de los reajustes espaciales sólo tiene sentido si atribuimos al capitalismo una tendencia expansiva, entendida teóricamente mediante alguna versión de la teoría de Marx según la cual la tasa descendente de ganancia produce crisis de sobreacumulación. Dichas crisis se manifiestan en excedentes simultáneos de capital y mano de obra sin que aparentemente exista ninguna manera de coordinarlos para realizar alguna tarea socialmente productiva. Por tanto, si se quiere evitar que haya devaluaciones (e incluso destrucción) de capital que afecten a todo el sistema, deben encontrarse formas de absorber tales excedentes. La expansión geográfica y la reorganización espacial son dos opciones posibles. Pero esto tampoco puede disociarse de los reajustes temporales, puesto que la expansión geográfica solía ir acompañada de inversiones en infraestructuras físicas y sociales a largo plazo (en redes de transporte y comunicaciones, educación e investigación, por ejemplo) que demorarían muchos años en reintegrar su valor a la circulación a través de la actividad productiva que apoyaban" (p. 1).

10 "La nivelación del trabajo a trabajo abstracto, genérico, tiene como corolario la continuada existencia de la forma valor, del dominio capitalista, de la extensión de la fábrica a la sociedad entera. Desde este punto de vista, la empresa -vista como una fábrica global- es hoy el concepto clave para el capital, producido por los patrones como un concepto que se adecue a sus necesidades en la fase especifica de las relaciones de clase que vivimos en el presente. La combinación de fluidificación del trabajo todo a lo largo del ciclo productivo y la selectividad en las funciones de control y dirección dentro del ciclo -y de allí la importancia de la automatización- ha alcanzado el nivel de un punto de ruptura histórico en el desarrollo capitalista, comparable a aquel del Taylorismo y del Fordismo" (Negri, 2002, p. 96).

11 Para Harvey (2005, la lectura actual del proceso de reordenamiento espacial debería ser considerada como capitalismo por desposesión: "Una lectura minuciosa de la descripción de la acumulación primitiva de Marx revela una amplia gama de procesos. Estos incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión por la fuerza de las poblaciones campesinas, la conversión de varias formas de derechos de propiedad (común, colectiva, estatal) exclusivamente en propiedad privada, la supresión del derecho a usar los bienes comunes, la mercantilización de la fuerza de trabajo y la eliminación de formas alternativas (indígenas) de producción y consumo, formas coloniales, neo-coloniales e imperialistas de apropiación de activos (incluyendo recursos naturales), la monetarización de los intercambios y de la fiscalización (especialmente de la tierra), el comercio de esclavos, la usura, la deuda nacional y, por último, el sistema crediticio, como formas radicales de acumulación primitiva. El Estado, con el monopolio de la violencia y las definiciones de legalidad, juega un papel crucial en apoyar y promover este proceso y existen evidencias considerables (como sugiere Marx y confirma Braudel) de que la transición al capitalismo estuvo ampliamente supeditada al apoyo del Estado, que lo sostuvo decididamente en Inglaterra, débilmente en Francia y negativamente, hasta hace poco tiempo, en China. El reciente viraje en el caso chino indica que se trata de un proceso continuo y existen evidencias de que, especialmente en el sur y este de Asia, las políticas estatales (consideremos el caso de Singapur) han jugado un importante papel a la hora de definir tanto las vías como la intensidad de las nuevas formas de acumulación de capital. El papel del 'Estado desarrollista' en las fases recientes de la acumulación de capital ha estado, por tanto, sujeto a un intensivo escrutinio. Basta volver la vista a la Alemania de Bismarck o el Japón de los Meiji para comprobar que ese viene siendo el caso desde hace tiempo.
Todas las características mencionadas por Marx se mantuvieron muy presentes en la geografía histórica del capitalismo. Y, como ya ocurriera antes, estos procesos de desposesión están provocando vastas oleadas de resistencia que, en buena medida, constituyen el corazón del movimiento anti-globalización. Algunos de estos procesos fueron modificados para jugar un papel aún más importante en el día de hoy que en el pasado. El sistema crediticio y el capital financiero fueron, como ya señalaron Lenin, Hilferding y Luxemburgo, importantes herramientas de depredación, fraude y robo. Las promociones bursátiles, los 'esquemas Ponzi', la destrucción premeditada de bienes mediante la inflación, el vaciamiento de activos mediante fusiones y adquisiciones, la promoción de niveles de endeudamiento que incluso en los países capitalistas avanzados reducen a poblaciones enteras, a un peonaje por endeudamiento, sin mencionar el fraude corporativo, la desposesión de bienes (el pillaje de los fondos de pensiones y el diezmado de los mismos por los colapsos corporativos) por la manipulación de créditos y acciones, constituyen pilares fundamentales del capitalismo contemporáneo. El colapso de Enron privó (desposeyó) a muchos de su medio de vida y de sus pensiones. Pero sobre todo debemos considerar el pillaje especulativo llevado a cabo por los hedge funds y las restantes grandes instituciones del capital especulativo como la punta de lanza de la acumulación mediante desposesión en los últimos tiempos" (p. 1).

12 Tal y como lo explica Fraser, una propuesta teórico-práctica de intervención, desde este marco de justicia, "requiere acuerdos sociales que permitan la interacción de todos los miembros (adultos) de una sociedad en calidad de iguales. Sin embargo, para que la equidad participativa sea posible, se deben cumplir por lo menos dos condiciones: la primera, una distribución de los recursos materiales que garantice la independencia y la voz de los participantes. Esta condición excluye los acuerdos que institucionalicen la privación, la explotación y la flagrante disparidad en riqueza, ingresos, trabajo y tiempo libre, que le impidan a los individuos interactuar como socios de pleno derecho. La segunda condición es que el modelo institucionalizado de valores culturales refleje igual respeto por todos los participantes y garantice iguales oportunidades para que todos gocen de estima social. Se excluyen los modelos de valores institucionalizados que, en forma sistemática, menosprecien algunas categorías de personas y las cualidades relacionadas con ellas, negándoles así el estatus de socios de pleno derecho en la interacción social" (Fraser, 2003, p. 57). A estas dos dimensiones la profesora Fraser suma la dimensión política: "Decir que la política es una dimensión conceptualmente distinta de la justicia, no reducible a lo económico y lo cultural, es también entender que puede dar lugar al surgimiento conceptual de nuevas especies de injusticia. Dada la mirada de la justicia como participación paritaria, esto significa que puede haber distintos obstáculos a la paridad, no reducibles a la mala distribución o la falta de reconocimiento, sin embargo (otra vez) entretejido con ellas. Tales obstáculos surgen desde la constitución política de la sociedad en comparación con la estructura de clases o el orden del estatus. Arraigadas en un modo político específico del orden social, ellas pueden ser adecuadamente comprendidas únicamente a través de una teoría que conceptualice la representación, junto con la distribución y el reconocimiento, como una de las tres dimensiones fundamentales de la justicia" (Fraser, 2005, pp. 75-76).



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Novoa, E. Agosto de 2013. Elementos para una geopolítica de la diferencia en tiempos de globalización. Palabra Clave 16 (2), 313-340.

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