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Palabra Clave

Print version ISSN 0122-8285

Palabra Clave vol.17 no.2 Chia May/Aug. 2014

 


Las conmemoraciones noticiosas en la prensa colombiana:
rememorando la toma a Mitú
1

Jairo Enrique Martin2, Jefferson Jaramillo-Marín3

1 Artículo de reflexión derivado de la investigación titulada "Las memorias en disputa por el secuestro de Policías en Colombia. Estudio de caso desde los marcos interpretativos de la prensa y el testimonio familiar" Esta investigación se desarrolló entre febrero de 2012 y enero de 2013 en la Pontificia Universidad Javeriana en el marco del grupo de Investigación Identidades y Prácticas de Poder, reconocido por Colciencias en Categoría A. Tuvo como fin la obtención del título en Magíster en Comunicación de Jairo Martín, bajo la dirección de Jefferson Jaramillo.

2 Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.
j.martin@javeriana.edu.co.

3 Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.
jefferson.jaramillo@javeriana.edu.co.

Recibido: 2013-08-24 - Envío a pares: 2013-08-30 - Aprobado por pares: 2014-01-16 - Aceptado: 2014-02-20



Resumen

El secuestro en Colombia es un acontecimiento disruptivo que además de irrumpir de forma trágica en la escena pública y profundizar el conflicto armado, de por sí prolongado y degradado, fractura la agenda noticiosa normal de los medios de comunicación. Un ejemplo de ello fue la emblemática toma guerrillera de Mitú, acontecida el 1 de noviembre de 1998, en vísperas del proceso de paz en la región de San Vicente del Caguán. Esta toma fue realizada por las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), con un saldo de 61 miembros de la Policía Nacional secuestrados. A partir de un análisis de estudio de caso, este artículo de reflexión, resultado de un proceso de investigación académica, analiza cómo la prensa nacional colombiana recordó y conmemoró este acontecimiento disruptivo diez años después de sucedido, así como el sentido que cobraron estas prácticas y marcos conmemorativos en el espacio público.

Palabras clave

Conmemoraciones, prensa, nudos de la memoria, acontecimientos disruptivos, secuestro en Colombia. (Fuente: tesauro de la UNESCO).



Commemorative News in the Colombian Press:
Recalling the Takeover of Mitú

Abstract

Kidnapping in Colombia is a disturbing event that not only bursts tragically onto the public stage and deepens the already prolonged and degraded armed conflict, but also fractures the media's normal news agenda. An example of this was the emblematic guerrilla takeover of Mitú on November 1, 1998 on the eve of the peace process in Colombia's San Vicente de Caguán region. The attack was perpetrated by the FARC (Revolutionary Armed Forces of Colombia) and resulted in the kidnapping of 61 members of the National Police. Based on a case study analysis, this article, which is the product of academic research, examines how the Colombian press remembered and commemorated this troubling event ten years after it occurred, as well as the meaning these commemorative practices and frameworks acquire in public space.

Keywords

Press, history, kidnapping, Colombia (Source: UNESCO Thesaurus).



As comemorações noticiosas na imprensa colombiana:
relembrando a tomada de Mitú

Resumo

O sequestro na Colômbia é um acontecimento perturbador que, além de irromper de forma trágica na cena pública e aprofundar o conflito armado, por si só prolongado e degradado, fratura a agenda de notícia normal dos meios de comunicação. Um exemplo disso foi a emblemática tomada guerrilheira de Mitú, no dia 1° de novembro de 1998, na véspera do processo de paz na região de San Vicente del Caguán. Essa tomada foi realizada pelas Forças Armadas Revolucionárias da Colômbia (Farc), com um saldo de 61 membros da Polícia Nacional sequestrados. A partir de uma análise de estudo de caso, este artigo de reflexão, resultado de um processo de pesquisa acadêmica, analisa como a imprensa nacional colombiana lembrou e comemorou esse acontecimento perturbador dez anos depois de ocorrido, bem como o sentido que essas práticas e marcos comemorativos ganharam no espaço público.

Palavras-chave

Imprensa, história, sequestro, Colômbia. (Fonte: Tesauro da Unesco).



Introducción

La prensa no es sólo un medio informativo, sino también un archivo de la memoria. En contextos de conflicto armado como el colombiano, las noticias de prensa, además de informar o desinformar sobre lo sucedido (según sea el caso), contribuyen a archivar y rememorar ciertos acontecimientos disruptivos tanto del presente como del pasado. Además, producen representaciones con pretensiones de verdad sobre lo sucedido en el país, especialmente por los énfasis que logran posicionar a través de ciertas noticias. En ese sentido, las noticias de prensa no sólo son reservorios de contenido informativo, sino también escenarios de disputa memorial, donde lo que está en juego son formas particulares de interpretación o representación del pasado reciente o el pasado-pasado o, en general de lo que ocurre en una sociedad dada.

En este artículo, nos interesa mostrar esas particulares formas de interpretar o representar el pasado reciente colombiano desde la prensa escrita. Como pretexto analítico nos valemos de las prácticas conmemorativas de una toma guerrillera como la de Mitú, ocurrida el 1 de noviembre de 1998. Esta toma, como se podrá observar en las noticias diez años después de ocurrido el evento, revela un duelo de interpretaciones en torno a un acontecimiento de ruptura, como ha sido para el país el secuestro de policías. Es decir, de una parte, será la ocasión oportuna para que el gobierno construya su memoria de este acontecimiento y reitere ante la opinión pública la identidad de 'héroes' que tienen los uniformados en cautiverio y la imagen de 'bárbaros' de las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). En dicho marco interpretativo, estos apelativos funcionan como dispositivo para legitimar la bondad de unos actores y conminar la maldad de otros. Así mismo, servirán para reafirmar el carácter legítimo de la confrontación institucional de cara a la 'amenaza terrorista', especialmente durante el primer periodo del gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

De otra parte, la toma de Mitú revela la forma como son silenciadas estratégicamente en la prensa ciertas voces, especialmente las de los secuestrados, sus familias y los ciudadanos en general, a fin de evitar cualquier compromiso con una política de acuerdo humanitario y favorecer así un operativo militar de rescate. En este orden de ideas, este artículo se interroga a propósito de la conmemoración de este acontecimiento por lo siguiente: ¿qué motiva en Colombia la conmemoración de hechos violentos? ¿cuál es la repercusión social de los énfasis y de las lecciones morales que la prensa construye frente a esos hechos, especialmente los que involucran a miembros de la policía? Finalmente, si el ejercicio de la memoria, en tanto campo político, es un territorio de disputas por representaciones legítimas sobre el pasado, ¿qué sucede cuando un medio informativo vehiculiza primordialmente la memoria oficial del Gobierno y de las fuerzas militares y no toma en cuenta las de las familias y ciudadanos?

Para realizar el análisis, en este artículo trabajamos a partir de dieciséis (16) unidades informativas de 252 que conformaron el corpus total de la investigación, incluyendo fotografías correspondientes al 1 de noviembre de 2008, momento de la conmemoración de la toma. Estas noticias corresponden a los diarios El Tiempo y El Espectador, de circulación nacional; al igual que La Patria de Manizales, El Colombiano de Medellín, El País de Cali y El Nuevo Siglo de Bogotá, estos últimos de circulación local. Además se revisaron los periódicos El Heraldo de Barranquilla y Vanguardia Liberal de Bucaramanga, los cuales omitieron esta conmemoración, lo que resulta indicativo para nuestros análisis.

Con el fin de analizar estas piezas informativas se acudió a algunos elementos provenientes de la 'teoría del framing' para explicar cómo funciona en la realidad social el proceso de selección y encuadre de los recuerdos a través de las noticias como archivos de la memoria. La teoría del framing asume que existe una operación de selección y énfasis de algunos aspectos de la realidad a través de las noticias, de manera que ellas permiten revelar cómo es definido o enunciado un problema, cómo es interpretado causalmente y cómo es evaluado moralmente. Esta teoría ha sido utilizada en el análisis de los acentos de los discursos periodísticos o en los procesos interpretativos de los encuadres comunicativos entre periodistas y receptores (Tankard 2001; Igartua y Muñiz, 2004; Sádaba, 2007; Castells, 2010; Reese, 2001). Ha sido desarrollada ampliamente por varios autores, entre ellos Entman (1993), Noguera (2006), D'angelo y Kuypers (2010), Castro y Rodríguez (2012), Montoya (2011), Portilla (2012) y Fernández (2013).

En nuestro horizonte de trabajo específico, la opción metodológica y analítica por esta aproximación permite concebir la memoria producida por los archivos de prensa como 'encuadres', como principios organizativos compartidos o aglutinadores de significados que se tienen acerca de cómo se estructura el mundo social (Stern, 2004). En nuestro caso, a través de esta teoría y acudiendo al análisis de contenido, se estudiaron los 'encuadres informativos' alrededor de la conmemoración de la toma de Mitú, lo que permitió identificar la selección y los énfasis de las noticias relacionadas con ella, diez años después de ocurrida. A partir de esta perspectiva, las conmemoraciones noticiosas son concebidas como "esquemas compartidos entre el productor del mensaje, el receptor y la cultura donde se construyen" (Portilla, 2012). Los frames, tal y como los concebimos en este artículo, permiten relevar, dentro de la narrativa periodística, asuntos, personas y acontecimientos, y al mismo tiempo promover una representación del pasado.


I. Las tomas guerrilleras en contexto histórico y el acontecimiento disruptivo de la toma de Mitú

A partir de los años noventa, el secuestro en Colombia se convirtió en una política militar de las Farc con el fin de obtener 'estatus de beligerancia' ante la comunidad internacional. Esta práctica, si bien tiene cierto antecedente histórico en Colombia, adquirió forma a partir de la VIII conferencia de esta organización guerrillera, que tuvo lugar en La Uribe, Meta, entre los días 11 y 18 de abril de 1993. En esa ocasión, el Secretariado Mayor del grupo insurgente decretó la ejecución de su 'plan estratégico', que tenía entre sus líneas de acción ataques armados a las poblaciones y destacamentos de la policía y el ejército. De hecho, con el aumento del número de guerrilleros en los frentes de las Farc durante los gobiernos de César Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana y la obtención de un sofisticado armamento, esta organización armada logró cumplir con estos objetivos. De hecho, "las Farc pasaron de tener 48 frentes y 5800 combatientes en 1991, a 62 frentes y 28 000 combatientes en 2002, con una presencia en 622 municipios, equivalentes a un 60% del total de municipios del país" (CNMH, 2013, p. 162; Aguilera, 2010, p. 145; Fondelibertad, 2002, p. 60). El conocimiento que adquirió esta organización en tácticas de guerra le permitió además emprender una serie de atentados contra las bases militares de Miraflores y Patascoy, como también a las poblaciones de Puerto Rico, Caquetá, y Mitú, Vaupés (CNMH, 2013, p. 161; Fondelibertad, 2002, p. 60).

Durante el gobierno de César Gaviria, en los prolegómenos de la Asamblea Nacional Constituyente, se llevó a cabo el ataque militar a la sede del secretariado de las Farc en La Uribe, lo que hizo que las Farc se replegaran estratégicamente en la selva. A partir de esta acción, promovida por las políticas gubernamentales, se marcó una inflexión en esta organización y una nueva dinámica de la guerra en el país. Las Farc articularon su estrategia político-militar con el fin de establecer un gobierno de reconstrucción y reconciliación nacional. Entre sus estrategias militares se encontraba por entonces el cerco a las ciudades capitales y la organización en bloques de frentes, comandos conjuntos y comando general para desarrollar tareas ofensivas y acciones bélicas contundentes contra regimientos de militares y de policía, incluyendo el secuestro de uniformados (cfr. Aguilera, 2010; Velásquez, 2011; Pecaut, 2008).

El desarrollo de este programa de la guerrilla encontró un espacio propicio para su ejecución en el periodo presidencial de Ernesto Samper (1994-1998). Una de las principales razones para ello es que ocurrió en el marco de la deslegitimación de este gobierno por la filtración de dineros del narcotráfico en la campaña presidencial, en un expediente que alcanzó resonancia pública bajo el nombre de Proceso 8000. En tal coyuntura se desató la mayor escalada de ataques bélicos de esta guerrilla en el país. La toma de poblaciones y destacamentos de policía y militares fueron el objetivo de las Farc, que tendría su punto culmen en la toma de Mitú (véase cuadro 1). Entre 1996 y 2001, fueron privados de su libertad por las Farc 540 miembros de las fuerzas militares en medio de acciones de guerra (Fondelibertad, 2002, p. 60; CNMH, 2013, p. 162; Medina, 2009, p. 732).4

En este periodo presidencial se presentó una singular acción guerrillera. El ataque a la estación militar de Las Delicias en el Putumayo, el 30 de agosto de 1996, ejecutado por 600 guerrilleros, con un saldo de 60 militares secuestrados, 54 muertos y 17 heridos (Cfr. CNMH, 2013: 89) se convirtió en antesala y presagio de lo que sería la toma a Mitú, la capital del departamento de Vaupés. La captura de los miembros del ejército suscitó un proceso de negociación en 1997 para la liberación de los denominados por este grupo insurgente como 'prisioneros de guerra'. La principal demanda de las Farc era el 'canje' que permitiera la libertad a los miembros de la organización que tenían órdenes de extradición (Moreno, 2006; Velásquez, 2011; Aguilera, 2010; Pecaut; 2008). La desmilitarización del municipio de Cartagena del Chairá, Caquetá, por medio de un decreto de conmoción interior que le dio facultades especiales al presidente, creó así un espacio estratégico donde fueron puestos en libertad 70 uniformados el 15 de julio de 1997 (CNMH, 2013: 158). Dicho evento fue registrado ampliamente por la prensa; la liberación se hizo a cambio de 15 guerrilleros que se encontraban en las cárceles por delitos diferentes a los de lesa humanidad.

La tesis del presagio de la toma a la capital del Vaupés, luego del ataque a la estación militar de Las Delicias en el Putumayo, sería esbozada por el teniente coronel Luís Villamarín Pulido en 1997, con las siguientes palabras:

Mientras la sociedad y el Estado colombiano, no decidan aceptar la realidad de la guerra que nos desangra y por ende la necesidad de combatirla de manera integral, infortunadamente inútiles derramamientos de sangre como el de las Delicias podrán repetirse en otros escenarios de la geografía nacional, dada la insuficiencia de recursos bélicos y la carencia de las medidas jurídicas fuertes y necesarias para combatir el flagelo (Villamarín, 1997, p. 47).

A partir de entonces, el secuestro se convirtió en un recurso político para el manejo estratégico del conflicto. En ese escenario, como sostienen algunos autores, la liberación de militares retenidos y de guerrilleros presos en las cárceles nacionales emergió como una estrategia de humanización de las condiciones de la lucha armada5 (Heyck, 2011, p. 49; CNMH, 2013, pp. 161-162).

Dos años después de la toma a la base militar de Las Delicias, la guerrilla tomó la población de Mitú, el 1 de noviembre de 1998. Este acontecimiento disruptivo, es decir, aquel que rompe con la cotidianidad de las comunidades "trastocando las rutinas, la dinámica y el sentido con el que la gente interpreta el mundo" (Reguillo, 1996, p. 48), ocurrió a los pocos días de asumir el mandato presidencial Andrés Pastrana y en vísperas del inicio de las negociaciones de paz en San Vicente del Caguán. La toma de Mitú se convertirá en un evento emblemático por tres elementos básicamente: 1) fue la toma de una capital de departamento e incluyó la destrucción de infraestructura pública como la estación de policía, la Alcaldía, el aeropuerto y la Caja Agraria; 2) fue una acción ejecutada por cerca de 1500 miembros de las Farc, movilizados desde los departamentos del Putumayo y el Caquetá y la región del Sumapaz, y 3) luego de 14 horas de asedio y de combate tuvo como resultado trágico el secuestro de 61 miembros de la policía.

Hoy sabemos que el cuerpo administrativo de la policía de Mitú conocía el riesgo constante en que se vivía en esta población, ya que era común ver a los guerrilleros navegar en cercanías al municipio. De hecho:

Aunque ya se conocía con anticipación de un posible atentado contra esta institución por informes que el entonces capitán Guevara y el sargento César Augusto Lasso dieron a conocer a la dirección de la policía, sólo recibieron un grupo de apoyo de 30 auxiliares de policías indígenas. Este grupo de bachilleres se dedicaba a labores de servicio social y no se encontraba armado. Los habitantes del municipio también conocían que se llevaría a cabo esta operación militar, por esta razón muchos se marcharon días antes (Myriam Lasso, entrevista personal, 16 de junio de 2012).

La operación, conocida con el nombre simbólico de Marquetalia, y que tenía como fin la toma de Mitú, fue planeada por Jorge Briceño Suárez -conocido en el universo guerrero como Mono Jojoy- y ejecutada por Henry Castellanos Garzón -conocido como Romana-. El sitio del ataque era bien conocido por la guerrilla, como lo deja ver un video grabado por la misma organización. Según cuenta uno de los sobrevivientes, el subintendente John Frank Pinchao, después de la celebración del día de los niños los miembros de la estación se dirigieron a sus labores acostumbradas en la población. A partir de las cinco de la mañana del 1 de noviembre, 1500 guerrilleros atacaron el municipio con armas sofisticadas y armamento no convencional, como cilindros bomba:

Nosotros éramos un grupo aproximadamente de 75 policías, en su mayoría patrulleros recién egresados de las escuelas de formación policial, quienes, al contrario de lo que comúnmente se piensa -que son inexpertos y no aptos para el combate- se defendieron como tigres. Fuimos atacados por unos 1500 guerrilleros al mando del Mono Jojoy, quien delegó funciones en comandantes guerrilleros como Urías, Romana, Patesopa, y otros. La verdad no esperaba que emplearan tantos guerrilleros para esta toma, pues como lo dije, era prácticamente un pueblo tranquilo y esto no tenía antecedentes (Pinchao, 2008, p. 52).

La retoma del municipio se llevó a cabo por el trabajo de 60 comandos de la Fuerza de Despliegue Rápido -Fudra-, quienes desembarcaron en un aeropuerto militar en Querari, en el Brasil, lo que ocasionó un altercado diplomático con el gobierno de ese país. En medio del impacto político, la disrupción social y el show mediático producidos por este evento se inició un proceso de 'diálogos en medio del conflicto'", que tuvo apertura oficial el 9 de enero de 1999 en el Caguán (cfr. CNMH, 2013, pp. 166). Sin embargo, el emblemático ataque fue un duro golpe al Estado por ser la toma de una capital de departamento, a la vez que significó una derrota militar y psicológica para la policía nacional, que leyó la desmilitarización de la zona del Caguán, producto de los diálogos, como una 'retirada vergonzosa' de la fuerza legítima del orden público. Adicionalmente, la toma también representó no sólo un ataque cruento contra los destacamentos de la policía y el ejército, sino que marcó el futuro del 'plan estratégico' de las Farc, fruto de la VII conferencia. Lo llamativo, para nuestros fines en este artículo, es que el escándalo mediático que suscitaron estos hechos desencadenaría el desarrollo de una noticia emblemática que diez años después sería conmemorada y enmarcada por la prensa nacional.


II. Las conmemoraciones como prácticas y marcos memoriales

En este artículo consideramos que la memoria colectiva es un dispositivo narrativo que hace presente acontecimientos del pasado reciente o del pasado-pasado de individuos y grupos sociales, mediante procesos de actualización y selección. Estos procesos conllevan nombrar y designar el pasado, incluyendo los recuerdos, los silencios, los olvidos e incluso las imposturas que sobre el mismo se tejen social, cultural y políticamente (Jaramillo y Del Cairo, 2003). Las narraciones son relevantes aquí en los procesos de memoria, en tanto contribuyen a la conformación de la identidad de los sujetos y los colectivos (Candau, 2002). A su vez, la memoria tiene implicaciones de orden político, ya que genera interrogantes y lecciones para el presente y desempeña un trabajo aglutinante y condensador (Halbwachs, 2004; Aguilar, 2008; Martín, 2013). Además, la memoria se objetiva mediante prácticas políticas, sociales y culturales, como las prácticas mediáticas, que sedimentan en la escena pública hitos que merecen ser recordados en la historia, ya que forman parte de la identidad nacional (Moya y Olvera, 2011). Respecto al tema que nos atañe en este artículo, asumimos que los procesos de construcción de memoria colectiva son análogos a los procesos de construcción de los encuadres informativos noticiosos. Acudiendo al teórico de la comunicación Robert Entman, concebimos en este artículo la memoria colectiva como el encuadre que permite seleccionar un tema específico de la realidad social, enfatizando y definiendo su objeto narrativo, llámese acontecimiento, fecha o persona, al tiempo que promueve con dichos énfasis y definiciones lecciones de orden político y moral en la escena pública.

En tal sentido, un acontecimiento violento, como la emblemática toma guerrillera de Mitú, que congrega múltiples 'memorias sueltas' sobre lo ocurrido (Stern, 1998), se convirtió en un hito de la historia reciente colombiana, en una especie de encuadre memorial. Este tipo de hechos escandalosos que "implican ciertos tipos de transgresión que son puestos en conocimiento de terceros y que resultan lo suficientemente serios para provocar una respuesta pública" (Thompson, 2001, p. 2; cfr. Fernández, 2001), lo son precisamente porque rompen con la agenda informativa latente en los medios de comunicación. A partir de éstos, se construyen discursos y prácticas conmemorativas que objetivan la memoria trágica del país desde un presente siempre permanente. Mediante ellos, los diversos portavoces de la memoria (medios de comunicación, víctimas, actores armados, gobierno, agentes institucionales y no gubernamentales, entre otros) actualizan y promueven lecciones políticas que podrían aportar desde sus lecturas de estas coyunturas para la construcción de una nueva cotidianidad ciudadana. Incluso, es posible esperar idealmente que estos aprendizajes proporcionen otras rutas para construir procesos de reconciliación y paz en situaciones de conflicto.

Pero más allá de querer enfatizar en los ideales loables o en los abusos de las memorias en una sociedad, en este texto nos preguntamos cómo y sobre qué recordó o rememoró la prensa colombiana en su condición de archivo público de la memoria de un país, al conmemorarse diez años de la toma de Mitú por parte de las Farc. Un acontecimiento que, como hemos comentado, resultó escandalosamente mediático para el país, o, como argumentan ciertos autores, "un incidente altamente dramático, noticiable, no planificado o controlado desde la perspectiva gubernamental" (Montoya, 2012, p. 155; 2011, p. 141). Ahora bien, las conmemoraciones son entendidas aquí como prácticas y marcos sociales memoriales que "reclaman llegar a la gente y al mismo tiempo, reflejan estrategias y procesos políticos de ejecución que no son claramente visibles" (Jelin, 2002, p. 5). A través de ellas(os), los portavoces o mantenedores de la memoria ritualizan y objetivan anualmente significados a propósito de los hechos ocurridos.

Estos marcos, a la vez que aglutinan muchas de las emociones que suscitan acontecimientos violentos, también sirven para justificar la repetición del recuerdo de lo acontecido, "creando un vínculo intergeneracional a través del recuerdo" (Segalen, 2005, p. 109). A partir de ellos, "la prensa se llena de discursos e imágenes con símbolos que señalan una construcción de un imaginario colectivo" en un punto del calendario que se recupera desde el presente (Gensburger, 2007, p. 38; cfr. Assmann, 2008, p. 113). Además, mediante las prácticas y marcos se realiza un trabajo colectivo de recuerdo, con el cual se "consigue hacer creer a los individuos que su existencia sirve para algo" (Bourdieu, 1993, p. 55), motivándolos a ellos como portavoces del recuerdo y desde sus propias experiencias y contingencias sociales y políticas a la ocupación del espacio público.6

Las conmemoraciones devienen en nudos estratégicos del recuerdo que convocan una memoria pública, generando un quiebre en la cotidianidad y contribuyendo a construir una interpretación del pasado (Stern, 2006). Este tipo de prácticas y marcos pueden tener como objetivo a las personas, a los acontecimientos o al mismo problema que se rememora. Sirven además a los diarios para posicionar una lectura del pasado a partir de la instantánea de los sucesos, con lo cual entran en una disputa social y política con otros vehículos por la representación del pasado. Por ejemplo, en el caso de la representación de una toma guerrillera, al ser rememorada como una 'fecha infeliz' -valiéndonos de una metáfora utilizada por Elizabeth Jelin-, la prensa entra en disputa con los portavoces de esta fecha, buscando disputar un espacio legitimo dentro de la escena política nacional para la representación de este acontecimiento. De hecho, los informativos de prensa, en general, buscan legitimar su representación de los acontecimientos y proporcionar una comprensión política específica del evento para la ciudadanía.

Las prácticas y marcos conmemorativos vehiculizan a su vez un mensaje público que es lanzado hacia un futuro, normalmente próximo7 (Rabotnikof, 2009), favoreciendo con ello que el contenido del mismo pueda ser recibido por las audiencias en los medios de comunicación, contribuyendo a generar adhesiones y tensiones entre el colectivo. En síntesis, conmemorar es actualizar una o varias representaciones políticas del pasado en la escena pública por medio de prácticas sociales que se reiteran anualmente. Siguiendo a Segalen, podríamos afirmar que estos rituales son básicamente:

Un conjunto de actos formalizados, expresivos, portadores de una dimensión simbólica. Estos se caracterizan por una configuración espacio-temporal específica por el recurso a una serie de objetos, cuyo sentido codificado constituye uno de los bienes comunes del grupo. Se basan en criterios morfológicos, insisten en la dimensión colectiva, son fuente de sentido para quienes lo comparten. Crean sentido: ordenan el desorden, dan sentido a lo accidental y a lo incomprensible (Segalen, 2005, p. 30).

Estas prácticas rituales también toman cuerpo en el trabajo periodístico a propósito de escenas que marcan la historia nacional. De hecho, los periodistas fabrican la noticia, espectacularizando los acontecimientos rememorados para el consumo de unos sectores sociales que se nutren con el infoentretenimiento. Aun así, es importante considerar que el ideal del periodista estaría precisamente en no perder su horizonte ético, para responder al derecho ciudadano de "conocer algo que necesitaría saber, de manera comprensible y oportuna" (Amado, 2010, p. 43).

La prensa como un archivo o un encuadre público vehiculiza estas prácticas memoriales que entran en disputa por la representación de un pasado que se pretende legítimo y que además se busca conmemorar. En este caso, los periodistas acuden a diversos lenguajes y tramas narrativas para vehiculizar una particular interpretación sobre ese pasado. En consecuencia, la información parte de diversas fuentes (oficiales, no oficiales, directas o indirectas), tomando en cuenta, muchas veces pero no en todas las circunstancias, las demandas de las audiencias e intercambiando las agendas públicas con las del medio (Amado, 2010, p. 45). Con estas prácticas además se vincula al lector en su propia trama narrativa y se mediatizan dolores y sensaciones bajo la forma de vehículos de comunicación (Assmann, 2013, p. 25; Radstone, 2005, p. 134).

Sin embargo, no hay que olvidar que de la forma en que se narren los acontecimientos del pasado dependerá la gestión y administración de las relaciones sociales en la cotidianidad, puesto que las noticias, al rememorar ciertos pasados, y en especial los violentos, reflejan, secuencian, describen y dan tono a la realidad presentada (cfr. Martini, 2004; Fernández, 2010). Finalmente, el sentido de las prácticas conmemorativas en la prensa se evidencia en las narraciones que circulan en sus páginas. En ellas estratégicamente se busca vincular al lector -una especie de pacto con el lector, como diría Ricoeur- con el fin de "captar y mantener mejor el interés de quien no está dispuesto a pasar por todas las bases del desarrollo de la acción" (Muñoz-Torres, 2002, p. 159). Las audiencias, por lo tanto, se sienten vinculadas con este tipo de recuerdos mediatizados, los cuales "crean una especie de identidad con una fuerte implicación emocional, hasta el punto de revivir un pasado imaginativamente aunque no se haya vivido" (Simine y Radstone, 2013, p. 23).


III. La rememoración y conmemoración noticiosa de la toma de Mitú

El encuadre principal de la noticia que nos interesa analizar en este artículo -siguiendo la primera función del framing según Entman- es el recuerdo de los diez años de la toma de Mitú. Los diarios nacionales que en su momento registraron el evento, el 1 de noviembre de 1998, distribuyeron los espacios informativos para conmemorar este acontecimiento diez años después, en un protocolo informativo no necesariamente uniforme. Esto, sin embargo, no significó necesariamente la pérdida de su recuerdo, como lo permite ver el encuadre noticioso, que se compone de un discurso trágico del acontecimiento, pero también se nutre del uso de la imagen de las familias o los secuestrados, lo mismo que del uso testimonial de las familias. En ese sentido, es importante anotar que los titulares de primera página de los diarios tendieron a proponer como tema de interés el acontecimiento conmocionante y disruptivo de la toma, que, aunque lejano en el tiempo, necesitaba ser recordado espectacularmente como noticia en el presente, especialmente en el marco de un conflicto armado que no cesaba.

Dado que la toma de Mitú había representado un hecho importante para la ciudadanía, los diarios procuraron no sólo actualizar el registro del acontecimiento, sino que también invitaron a los lectores, a través del registro informativo, a seguir indagando sobre el asunto en las páginas interiores. Podríamos incluso argumentar, por la revisión realizada en la prensa, que la construcción de las noticias relacionadas con la toma de las Farc rompió con la agenda informativa dominical, la cual se dedica especialmente a recopilar los hechos más importantes de la semana. La jerarquía que le otorgó la prensa a este acontecimiento se ratifica con su ubicación en el cuadernillo principal de los periódicos. Allí, la toma guerrillera y las consecuencias que trajo fueron abordadas ampliamente. En ese sentido, la construcción de la información enfatizó en la escandalosa cifra, al registrar en primera plana titulares del tipo: "Diez años de secuestro de cuatro uniformados" (véase ilustración 1).

Sin embargo, aunque según el esquema organizativo de la información la causa del problema fue la acción bélica de la guerrilla, la conmemoración noticiosa según el encuadre enfatizó en el secuestro de cuatro miembros de la policía antes que en el ataque guerrillero y el significado mismo de dicha acción de las Farc dentro del panorama del conflicto colombiano.8 Los periodistas suspendieron cualquier referencia al problema político que implicaba el conflicto y narraron este acontecimiento de forma trágica, resaltando a las figuras victimizadas. Para esto se apoyaron en epítetos y adjetivos dramáticos al relatar la toma. Igualmente, recogieron el testimonio de los familiares de los policías, cargado de emotividad, tratando con ello de convocar la solidaridad de los lectores. Finalmente, se anunciaron o reiteraron las prácticas conmemorativas que se realizarían en torno a este acontecimiento en el sitio de la toma, así como los portavoces que participarían. Estos datos no sólo describen cómo fue percibido este hecho desde la construcción de la información, sino que también revelan la forma como la prensa rememora un acontecimiento disruptivo. En síntesis, los contenidos simbólicos que esta práctica vehiculiza entran en disputa.

Tanto la toma de Mitú como los secuestrados se convirtieron en símbolos de una empresa informativa que quería cautivar y capturar la atención de la ciudadanía. Así lo revelan las fotografías que acompañan la noticia: en ellas los miembros de la policía aparecen con su uniforme oficial, o se trata de pruebas de supervivencia. Al mismo tiempo, dentro del mismo espacio de la información, algunos de los policías o sus familiares son resaltados por el tamaño de la foto frente a la de los otros personajes.

Este tipo de prácticas conmemorativas noticiosas sugieren un tipo de evaluación moral de los actores involucrados en la información. Aunque la excusa de la información sea la toma guerrillera a la población de Mitú, la construcción del discurso en la prensa destaca el secuestro frente a la acción bélica proferida por la guerrilla de las Farc. En ese aspecto, los personajes incluidos en la trama narrativa son resignificados con diferente valor dentro del encuadre noticioso a partir de la interpretación del acontecimiento. A su vez, al enfatizar en la información sobre la retención de los policías, se está señalando a las Farc como un grupo delincuencial. Como consecuencia, al recordar los diez años de este acontecimiento se está promoviendo una lección política en la cual la guerrilla no es un actor político con posibilidad de exigir un estatus de beligerancia. Sus acciones son interpretadas como un atentado al Derecho Internacional Humanitario. Simultáneamente, los policías son emblematizados como ejemplo de servicio y perseverancia, y se reafirma su valor heroico al superar la década de su secuestro.

Dentro de la construcción de la noticia se puede observar el manejo que dieron los medios a cada uno de los nudos de la memoria, es decir, a las personas, a los acontecimientos y a la fecha en que ocurrió la toma guerrillera. En una especie de trama discursiva son claramente identificables los actores y los agentes del evento: las Farc aparecen como los perpetradores, en tanto que los policías secuestrados son las víctimas. La lectura de los medios es que estos últimos, en desigualdad de personal y armamento, afrontaron como héroes un ataque realizado por un grupo terrorista que utilizó armas poco convencionales, como los cilindros bomba, para lograr su fin. La periodista Laura Ardila, en el diario El Espectador, narró así el acontecimiento:

A las 4:30 de la mañana del 1° de noviembre de 1998 una lluvia de granadas y cilindros de gas cayó sobre Mitú. En una escena que parece de pesadilla, alrededor de 1500 hombres de las Farc entraron a la capital del Vaupés para destruirla. Armados hasta los dientes, acabaron casi con la totalidad de las casas, la estación de Policía, la Registraduría, los juzgados, las sedes de Telecom y la Caja Agraria, los ranchos, el parque. Quienes tuvieron que ponerle el pecho a la balas fueron los 120 policías a los que les tocaba proteger buena parte de la región (2008, p. 4).

Con la finalidad de confirmar la valentía de los policías en el acontecimiento, la conmemoración noticiosa se valió de adjetivos sensacionalistas, orientados a impactar emocionalmente a los lectores. Además, la configuración de la trama narrativa incluyó el número de víctimas, el tipo de armamento utilizado y los resultados materiales obtenidos: "Hace exactamente 10 años, el estruendo del primer cilindro sacudió a Mitú a las 4:45 de la mañana. Fue la hora cero para la más sangrienta toma ejecutada por las Farc que dejó 6 policías, 24 militares y 11 civiles muertos, 47 uniformados heridos y 61 secuestrados". (Bedoya, 2008, p. 2a); "El día de las ánimas (primero de noviembre) de 1998, cerca de 1400 guerrilleros del Bloque Oriental de las Farc dejaron sólo cenizas y sangre en la capital del Vaupés. Los resultados en la estación de policía local fueron nefastos: 30 muertos y 61 agentes plagiados" (López, 2008a, p. 11a).

Si bien en un primer plano los secuestrados son emblematizados en la conmemoración noticiosa, en general la prensa nacional y local mostró mayor interés por espectacularizar a ciertas personas antes que analizar densamente el evento. Los diarios que registraron esta conmemoración, al centrar su atención en el secuestro del oficial Herlindo Mendieta, también mostraron favoritismo por las políticas oficiales de Seguridad Democrática del presidente Álvaro Uribe. Este general de la policía era hasta ese momento el retenido de mayor rango de la institución en poder de la guerrilla. A través de ello se reforzó una lección política dirigida a la opinión pública desde los medios, donde las Farc son un agente ilegal dentro del país y, por lo tanto, no se puede hablar de un acuerdo humanitario según el DIH.

Entre tanto, la historia de los demás policías secuestrados de la toma fue subordinada a la de Mendieta, como en los casos del mayor Enrique Murillo y el sargento César Augusto Lasso Monsalve. Esto se puede evidenciar en el uso constante de la expresión 'otros' para referirse a estos policías, así como el segundo plano que tienen sus imágenes dentro del marco informativo. Algo similar ocurrió en la información de prensa con las historias del capitán Julián Guevara y el intendente Luís Hernando Peña, de los cuales se sabía que murieron durante el cautiverio.

Además, con el fin de acentuar este caso, se enfatizó en un discurso trágico a través de la voz de la familia del General, lo que terminó por aumentar la espectacularidad de la noticia y su resonancia mediática: "Sus dos hijos mayores, Jenny y José Luís, pasaron de la infancia a la adolescencia y prácticamente a la mayoría de edad, sin ver a su padre. Sin embargo, una de las tantas manifestaciones de su viva presencia, dentro de la familia, ocurre cada día cuando se sientan a comer y se mantiene su puesto en la mesa" (Jaramillo, 2008, p. 18).

Los hijos del Coronel Luís Herlindo Mendieta llevan una década extrañando a su padre. Pese a su ausencia, Jenny no pierde la alegría. Con frecuencia le envía mensajes a través de la radio, donde habla de sus mascotas y que está a punto de graduarse como veterinaria y zootecnista. En cambio, su otro hijo, José Luís, le duele mucho su secuestro. No puede evitar reflejar la tristeza en los mensajes que le envía a Luís Herlindo (El País, 2008p. 6a).

Ahora bien, cuando la prensa recoge las voces de los familiares resalta exclusivamente lo anecdótico de la vida del secuestrado o de las familias: "Carmenza Mendieta dice que para esta navidad tendrán que comprar una olla de fondo grande, pues están seguros de que su hermano será liberado pronto. 'Siempre cuando él llegaba de comisión le reclamaba a mi mamá un puchero, ese es su plato favorito'" (López, 2008c, p. 11a).

A propósito del sargento Cesar Lasso, dice su hermana Myriam Lasso: "Lleva 20 años sirviendo en la policía y diez cautivo. Le gusta el fútbol y armar el pesebre" (López, 2008d, p. 3a).

A partir de lo anterior, podríamos sostener que la prensa, al rememorar la simbólica fecha del 1 de noviembre de 1998, resalta este acontecimiento disruptivo por medio de titulares de primera página que rompen con la agenda informativa normal. La construcción de las conmemoraciones noticiosas está compuesta por titulares, testimonios de los familiares e imágenes de estos o de los secuestrados que espectacularizan el acontecimiento. Al mismo tiempo, la narración es trágica, con emotivos adjetivos y el uso reiterativo del argumento de la tragedia familiar con el fin de convocar el sentimiento del lector de prensa. Finalmente, dentro de la misma construcción informativa, se enfatiza el secuestro de un miembro de la policía en detrimento de la información de otros casos similares. Esto responde, como los mismos diarios señalan, al grado que tiene dentro de la institución oficial el secuestrado en poder de las Farc.

En consecuencia, la prensa emblematiza la historia del general Luís Herlindo Mendieta, cuyo secuestro motiva una mayor movilización mediática de su caso en el país. En esa dirección, los diarios, especialmente El Tiempo, El Colombiano y El Nuevo Siglo, evidencian un mayor interés por la oficialidad y el cuerpo administrativo de la policía, en detrimento de los demás miembros de la institución. De otra parte, al acudir a la fuente familiar, el uso del testimonio en el discurso informativo se limita a una 'narrativa impresionista de la tragedia', que excluye cualquier tipo de consideración analítica y política de la situación de cautiverio. La insistencia de un acuerdo humanitario, como una acción de protesta propiciada principalmente por los familiares de los oficiales de menor rango y los suboficiales, es intencionalmente omitida. Desde esa óptica es posible afirmar que toda denuncia de las políticas gubernamentales que rechazan cualquier tipo de acuerdo con la guerrilla es silenciada en los diarios.

De otra parte, dado que la memoria también es identidad narrativa espacializada, la georreferenciación de los secuestrados influye en el trato que dio la prensa a esta conmemoración. Así pues, en primer lugar, los diarios de circulación nacional trataron este acontecimiento en sus páginas principales. A su vez, La Patria, de Manizales, lugar de nacimiento del suboficial Cesar Lasso, lo mismo que El País, de Cali, lugar donde vive la familia de este policía, rememoraron la historia de la toma guerrillera y el secuestro de los uniformados. Sin embargo, el silencio de los diarios El Heraldo, de Barranquilla, lo mismo que Vanguardia Liberal, de Bucaramanga, develan una ausencia de identidad territorial con algunos de los aún secuestrados y, en consecuencia, su historia se omite en la rutina informativa de los diarios.

Algo que llama la atención respecto a esto es el caso de la prensa de Medellín. El Colombiano concedió en sus páginas interiores un despliegue significativo a la historia de los secuestrados. Junto con una amplia foto de la familia del general Herlindo Mendieta se puede observar el rostro de la esposa e hija de este oficial cuando están enviando mensajes desde la cabina de Caracol Radio. Lo llamativo aquí es cómo este periódico enfatiza en el vínculo identitario del General con la oficialidad de la policía y, por ende, con las políticas militares que se desarrollaban en ese momento histórico desde los altos niveles gubernamentales del país.

En resumen, la mayoría de los diarios en estudio, exceptuando El Espectador, contemplaron la escena de la toma por medio de una trágica historia, para lo cual acudieron a ciertos fragmentos del testimonio familiar con el fin de convocar la emotividad del lector frente al episodio dramático que vivían las familias. Aun así, El Espectador no se limitó a describir la escandalosa toma de Mitú, sino que también la contextualizó dentro de otra serie de acciones bélicas que estaba desarrollando la guerrilla en esos días. La información proporcionada por este medio fue acompañada por un mapa de la toma y una foto de la estación de policía destruida, que convocaban una memoria visual amplia del evento para facilitar su interpretación. También acudió a otras fuentes distintas a las de la institucionalidad policial, como el expresidente Andrés Pastrana y John Frank Pinchao, policía secuestrado que se fugó de las Farc, para dar cuenta del suceso. Incluso, de manera más equilibrada trató, tanto en el discurso como en la imagen, el tema de los tres secuestrados vivos y de los dos policías muertos en cautiverio. Esto podría demostrar una mayor profundidad en la información y una representación más plural del pasado, en la que se somete al juicio del lector la complejidad de la toma.

Finalmente, ninguno de los periódicos analizados conmemoró la toma guerrillera articulándola dentro de la densa problemática de la violencia del país desde el presente, en los niveles requeridos para ello, es decir, haciendo un análisis del secuestro dentro de las dinámicas del conflicto armado y las intenciones políticas de las Farc. A su vez, tampoco se situó en el marco de las posibilidades de negociación, que permitieran un acuerdo humanitario en favor de la libertad de los secuestrados y también un paso para la terminación del conflicto armado. Al mismo tiempo, se omitió la ineficacia de las políticas militares del gobierno frente a la liberación de los cautivos de la guerrilla en el país. Estas consideraciones reflejan la ausencia de la densidad política de la problemática en el tratamiento analítico de la prensa respecto a este acontecimiento, pero también deja entrever una alianza estratégica y relativamente obvia entre los medios y el gobierno central. De hecho, la instrumentalización de los testimonios familiares por vía de la referencia a lo trágico omite la postura política de las familias y silencia otras memorias del secuestro y el conflicto en el país.

En ese sentido, la práctica conmemorativa de la noticia vehiculiza un tipo de aprendizaje político que busca aglutinar una forma particular de representación del pasado. Además, por medio del análisis de las funciones del framing se evidencia la definición, causa y estimación moral de los agentes involucrados en la toma.

Al cumplirse diez años de la toma a la población de Mitú, la conmemoración noticiosa enfatizó en el secuestro de los policías, antes que en el significado de esta acción guerrillera en vísperas de un proceso de negociación de paz en 1998. Al encuadrar dentro de la noticia la retención de los uniformados, y en especial la de un oficial de alto rango, se promovió básicamente una evaluación moral de la guerrilla como un grupo delincuencial, al mismo tiempo que se legitimó una acción militar contra las Farc en detrimento del acuerdo humanitario que favorecían las familias de los secuestrados.

Valiéndose de una práctica informativa que incluye figuras literarias, fotografías y testimonios, que a manera de ritual recordaban el pasado trágico de la toma de Mitú para el país, la prensa entró en una disputa por la interpretación del pasado. Disputa que, si bien no determina el proceder de la opinión pública, termina legitimando una memoria que entra en un duelo asimétrico frente a otras narrativas y versiones de este mismo suceso, como las de aquellos policías retenidos o los familiares de los policías que no fueron tenidos en consideración.

En síntesis, serán las personas, pero especialmente ciertas figuras, el nudo relevante que convoca la memoria conmemorativa en esta fecha. Todos los periódicos enfatizarán, antes que en la complejidad del acontecimiento, en las personas secuestradas en tanto nudo primordial de la práctica memorial. Este hecho resulta significativo dado que se omite la acción político-militar de las Farc contemplada dentro de su plan estratégico. De este modo, la prensa se vincula directamente a las políticas militares del gobierno del presidente Álvaro Uribe, para el cual este es un grupo terrorista que atenta contra el DIH.


Reflexiones finales

La construcción de la memoria colectiva del secuestro en Colombia a través de un acontecimiento disruptivo, como la toma de Mitú, refleja en qué sentido las prácticas conmemorativas en la prensa se disputan la interpretación del pasado violento reciente del país. En este caso, el encuadre informativo del cual hemos hablado en este artículo, a través de las fuentes, testimonios y recursos gráficos, revela, por ejemplo, una memoria asimétrica entre el protagonismo que adquirió la historia del general Mendieta y la de los demás policías secuestrados. De igual manera, aunque los diarios que registraron el evento publicaron fotos de los policías con su uniforme de gala, exceptuando El Nuevo Siglo, la imagen de Teresa Mendieta y de su esposo resaltaron en la memoria visual de la prensa. Así mismo, se manifiesta una tendencia geográfica o política entre los periódicos con respecto a esta toma.

En síntesis, en ellos se vehiculiza un tipo de memoria que por su difusión entra en una disputa desigual por la representación del pasado con la posición política de los 'otros', los familiares de los secuestrados. De este modo, a manera de archivo de la memoria, la prensa encuadra un tipo de realidad y refleja su falta de imparcialidad en la historia nacional. En este punto es necesario pensar la importancia que cobran otros encuadres, como los testimonios familiares (Martín, 2008, p. 39). En ese sentido, los medios de comunicación tienen la responsabilidad de multiplicar las voces y los encuadres dentro del relato periodístico. Si bien la prensa hace memoria de este tipo de acontecimientos disruptivos en el país, su escaza contextualización hace que se limite al escándalo mediático, que pasa a un segundo lugar cuando la agenda informativa continúa. Este tipo de noticias de carácter meramente informativo, que rompen con la agenda mediática, generan vínculos poco densos con el lector y, en consecuencia, tampoco agencian de forma crítica una movilización ciudadana en torno a este tipo de acciones llevadas a cabo por las Farc.

Cuando la conmemoración de este tipo de acontecimientos se encuentra descontextualizada, se promueve sólo un tipo de memoria, que genera un tipo de aprendizaje anecdótico, episódico y espectacular de la violencia del país. El testimonio de la víctima en este caso es un recuerdo más, lo que crea silencio frente a la complejidad del drama humano. Además, las acciones de las Farc son desvinculadas del contexto de un conflicto armado interno que no implica solamente a dos partes, sino que también involucra a la ciudadanía. Para terminar, podemos decir que las noticias conmemorativas de este hecho en la historia del país cumplen su función informativa aunque no promuevan una conciencia ciudadana que obligue a tomar una posición crítica y contextual (Henneton, 2010). Y aunque la prensa cumple con su función de informar, el manejo de este tipo de acontecimientos pasa a la sección de entretenimiento de la ciudadanía, que ve con morbosidad el drama humano. Quedaría abierta la discusión de si los medios de comunicación, al conmemorar los acontecimientos traumáticos del país, no deberían promover espacios para la construcción de comunidades emocionales y pedagógicas del duelo.


4 En un informe reciente producido por el Centro Nacional de Memoria Histórica (2013) se consigna que de 32.734 registros de personas secuestradas entre 1970 y 2010, el 5% fueron secuestradas en tomas o emboscadas, el 16% en retenes o pescas milagrosas y el 79% fueron secuestros sobre personas específicas.

5 Quince años después de acontecida la toma de Mitú, el Consejo de Estado condenó a la Nación a indemnizar con 1680 millones de pesos a tres de los 17 militares heridos y a las familias de uno de los 54 muertos.

6 En este artículo, consideramos que la memoria se ejerce como facultad individual y como práctica social. En ese sentido, a ella se articulan los habitus de los individuos y los contextos sociohistóricos. Cfr. Radstone (2005) y Rufer (2010).

7 Un ejemplo de esto fue el atentado del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.

8 Un caso similar se encuentra en el recuerdo del 11 de septiembre de 2001, donde son los bomberos las figuras emblematizadas en la prensa en detrimento del ataque a las torres gemelas (Collins, 2009, p. 123).



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Oquendo, C. (2008, 1 de noviembre). "Los otros dos que faltan de Mitú". En: El Tiempo, p. 2a.         [ Links ]


Entrevistas

Myriam Lasso. Entrevista personal con Jairo Enrique Martín, 16 de junio de 2012.         [ Links ]


Fotografías

El Espectador (1998, 4 de noviembre). "La capital del Vaupés quedó en ruinas luego del cruel ataque de la guerrilla". Mitú, imagen de archivo.         [ Links ]


Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo

Martín, JE., Jaramillo-Marín, J. Junio de 2014. Las conmemoraciones noticiosas en la prensa colombiana: rememorando la toma a Mitú. Palabra Clave 17(2):378-411.

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