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Historia Caribe

Print version ISSN 0122-8803

Hist. Caribe vol.8 no.23 Barranquilla July/Dec. 2013

 

Artículo de reflexión

El populismo peronista: masas rurales y liderazgos locales. Un vínculo poco explorado*

The Peronist populism: rural masses and local leaders. An unexplored link

O populismo peronista: massas rurais e lideranças locais. Um link inexplorado

Le populisme péroniste: masses rurales et des dirigeants locaux. Un lien inexploré

Alejandra Salomón

Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científica y Técnicas (CONICET, Argentina) y profesora de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, (Argentina). Correo electrónico: asalomon@unq.edu.ar. La autora es Historiadora de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Magíster en Historia de la Universidad Torcuato Di Tella (Argentina) y doctora en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina). Entre sus publicaciones recientes tenemos: "Agitación social y autoritarismo político en el agro pampeano durante el primer peronismo. Un caso de prohibición policial de un acto agrario", PolHis, Año 6, Nº 11 (2013); y "Los comisionados municipales: figuras cooptativas del gobierno peronista bonaerense (1945-1948)", Anuario de la Escuela de Historia Virtual, Nº 3, (2012). Entre sus intereses están los temas de historia política argentina, peronismo e historia rural.

* El presente artículo es resultado del proyecto de investigación "El peronismo en clave provincial y rural: entre la legitimidad local y la nacional. Buenos Aires, 1946-1955"; financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONICET (Argentina).

Para citar este artículo: Alejandra Salomón, "El populismo peronista: masas rurales y liderazgos locales. Un vínculo poco explorado", Historia Caribe 23 (Julio-Diciembre): Vol. VIII N° 23, págs. 55-87.

Esta publicación está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-Compartir Igual 3.0

Recibido: 30 de noviembre de 2012 Aprobado: 02 de febrero de 2013 Modificado: 12 de marzo de 2013


Resumen

Este trabajo se propone resaltar cuestiones soslayadas por las interpretaciones dominantes sobre el populismo peronista de mediados del siglo XX, centradas en las masas populares urbanas y en Juan Domingo Perón. Para ello se exhiben diversas teorías referidas al populismo, especialmente aquellas avocadas al caso argentino. Luego se sugiere una perspectiva microhistórica que incorpora a los sectores populares rurales y a los líderes locales.

Palabras clave: peronismo-populismo-liderazgo-local-rural.


Abstract

This paper intends to highlight issues circumvented by dominant interpretations of Peronist populism mid-twentieth century, focusing on the urban masses and in Juan Domingo Peron. For this exhibit various theories relating to populism, especially those avocadas the Argentine case. Then he suggests a micro-historical perspective which incorporates the rural grassroots and local leaders.

Key words: peronist- populism-leadership-local-rural.


Resumem

Este trabalho propõe-se realçar questões soslayadas pelas interpretações dominantes sobre o populismo peronista de mediados do século XX, centradas nas massas populares urbanas e em Juan Domingo Perón. Para isso se exibem diversas teorias referidas ao populismo, em especial aquelas avocadas ao caso argentino. Depois sugere-se uma perspectiva microhistórica que incorpora aos sectores populares rurais e aos líderes locais.

Palavra-chave: peronismo, o populismo, liderança local, rural.


Résumé

Cet article se propose de mettre en évidence les questions contournées par des interprétations dominantes de populisme péroniste milieu du XXe siècle, en se concentrant sur les masses urbaines et Juan Domingo Peron. Pour cette exposition, différentes théories relatives au populisme, en particulier ceux avocadas le cas de l'Argentine. Puis il suggère une perspective micro-historique qui intègre les base en milieu rural et les dirigeants locaux.

Mot clé: péronisme, le populisme, le leadership local, rural.


Introducción

El resurgimiento del debate sobre la naturaleza del populismo ha puesto de manifiesto que, lejos de estar saldada, la discusión de la especificidad discursiva, política e ideológica del peronismo abre el camino a múltiples puntos de vista. La actualidad latinoamericana otorga gran relevancia a la discusión, ya que manifiesta el fracaso de los intentos de construcción de sistemas de partidos estables, en el contexto de la profunda crisis de la democracia liberal. En este escenario cobra interés la reflexión sobre la capacidad explicativa del término para dar cuenta del surgimiento y la consolidación del peronismo entre 1945 y 1955 en zonas extracéntricas1 de la República Argentina, es decir, en localidades del interior del país alejadas del polo urbano e industrial que estaba conformado centralmente por la Capital Federal y el Conurbano bonaerense.

Se ha vuelto un cliché comenzar a escribir sobre el populismo postulando que el concepto, portador de una alta dosis de ambigüedad y de una fuerte carga peyorativa, ha dado lugar a múltiples y encontradas interpretaciones dentro de las Ciencias Sociales. Las perspectivas teóricas que han buscado desentrañar el fenómeno han indagado, entre otras cuestiones, las formas que adquirieron los sistemas políticos como consecuencia de cambios en la estructura económica, el carácter de las políticas públicas, las formas de movilización de las masas, la amalgama de diferentes sectores sociales, las características del liderazgo, las especificidades ideológico-discursivas y la compatibilidad con la democracia. Existe coincidencia en señalar que la variedad de definiciones y tipologías de populismo han puesto en peligro la unicidad del concepto.

A pesar de la diversidad de experiencias nacionales, la era de los populismos "clásicos" se suele situar -aunque no sin controversias- en la coyuntura comprendida entre las décadas de 1930 y 1950, período en el cual en Latinoamérica la elite política procuró la incorporación de las clases populares al orden político y social por medio de la atracción estatal perpetuando el sistema de dominación. Más allá de las diferencias, estos regímenes tienen en común algunas características. Kenneth Roberts, centrándose en una dimensión política, propone una construcción sintética del término con base en cinco rasgos: un patrón personalista y paternalista de liderazgo político, una coalición política policlasista y concentrada en los sectores subalternos, un proceso de movilización política de arriba hacia abajo que pasa por alto las formas institucionales de mediación o las subordina a vínculos más directos entre el líder y las masas, una ideología amorfa o ecléctica con un fuerte componente antielitista y un proyecto económico que utiliza métodos redistributivos o clientelistas con el fin de crear una base material para el apoyo del sector popular.2

Estos atributos encuadran en uno de los casos clásicos de populismo, el peronismo argentino de la etapa 1945-1955. Sin embargo, esta y otras definiciones soslayan o no contemplan en profundidad algunas cuestiones que explican la gravitación que consiguió el peronismo en todo el país, y no solo en el epicentro urbano e industrializado conformado por la Capital Federal y sus alrededores. De hecho, la rápida peronización, a partir de 1945, no se limitó exclusivamente a zonas urbanas, como tradicionalmente se ha considerado. Los resultados electorales y el peso numérico de la población rural3 son elocuentes en demostrar que la construcción del poder político peronista también alcanzó a las localidades del interior.

En este marco, el objetivo del trabajo es complejizar las interpretaciones sobre el populismo peronista, sugiriendo un tratamiento más amplio que contemple el mundo rural e incluya una perspectiva local. Para ello, en primer lugar se pasará revista sobre las principales teorías del populismo, haciendo mayor hincapié en aquellas avocadas al caso argentino. Conviene aclarar que no se pretende examinarlas a todas ni en detalle, así como tampoco formular una nueva teoría general que se erija como alternativa. La meta es más modesta: se trata de resaltar la riqueza que ofrecen las perspectivas que, combinando categorías macro y microhistóricas, incluyen a las masas rurales y a los líderes políticos locales en las explicaciones sobre el populismo peronista. A nuestro criterio, si se reduce este fenómeno a la expresión de masas populares urbanas a la convocatoria de Juan D. Perón, se disipan los matices y la complejidad. Por eso este estudio pretende abrir la discusión sobre el tópico en cuestión, generando no tanto respuestas sino preguntas.

1. Un somero recorrido por las interpretaciones del populismo

Si se revisan las formas en que distintos autores han abordado las causas que impulsaron el surgimiento del populismo clásico en Latinoamérica, es posible identificar, a grandes rasgos, cuatro teorías interpretativas.4 Más allá de las diferencias metodológicas y conceptuales, el común denominador de estas es el foco en lo urbano y lo nacional para explicar el fenómeno peronista. Insisten en la importancia del líder (Juan D. Perón) y su forma especial de relacionarse con las masas, basada en un tipo de retórica y un estilo de movilización que apelaba sistemáticamente a "lo popular". Pero, en mayor o menor medida, ninguna examina en profundidad a los sujetos sociales rurales como soporte de la alianza policlasista, así como a los intermediarios en la construcción del lazo populista. De modo que no desarrollan la complejidad que presenta el significado y el poder del fenómeno populista en espacios rurales y locales. Para contextualizar nuestro aporte a dichas dimensiones, a continuación se presentará una apretada síntesis de algunos estudios que resultan cardinales en la bibliografía sobre el populismo latinoamericano y, especialmente, argentino.5

Una primera línea de interpretación, tributaria del funcionalismo, plantea que el populismo surgió en el tránsito de una sociedad tradicional a otra moderna. Para Gino Germani, la rigidez del sistema político y la incapacidad de los actores políticos para canalizar la movilización de las masas favorecieron la emergencia de una figura carismática, como fue Perón. Estas masas "irracionales", "pasivas" y recientemente incorporadas a la vida urbana e industrial, estaban "en disponibilidad" para ser captadas por un líder que, de manera autoritaria y paternalista, forjó un vínculo personal y directo con ellas y les dio desde el poder una ilusoria participación política y social. Al analizar la principal base de sustentación del peronismo, el autor solamente considera a los sectores rurales en la calidad de migrantes rural-urbanos.6 En la misma clave del proceso de modernización y de tensión estructural, Torcuato Di Tella enfatiza el papel de una minoría anti statu quo -ubicada en los sectores medios y altos de la sociedad- en el proceso de movilización de las masas en un contexto de debilidad de la alternativa liberal-democrática. Considera que el peronismo fue una coalición populista, en la que también participaron grupos campesinos, ansiosos por obtener una participación mayor en la distribución del ingreso y en la toma de decisiones políticas careciendo, al mismo tiempo, del marco organizativo adecuado para canalizar sus intereses de clase.7

Tras los primeros estudios del populismo que, anclados en la dimensión social, sostenían la teoría del desfase entre movilización social y participación política, a finales de la década de 1960 se fue imponiendo la prioridad de las condiciones históricas y de las categorías políticas sobre las sociales, al demostrarse que son aquellas las que especificaron el fenómeno populista. Al calor de la influencia del marxismo y de la teoría de la dependencia, se impuso una segunda línea de interpretación muy heterogénea que puso el acento en los factores histórico-estructurales, e indagó su proyección en las instituciones y prácticas políticas. Señala que el populismo, como movimiento de masas, surgió en el marco de la crisis del modelo agroexportador, del liberalismo y del proceso de democratización en regiones de América Latina, alcanzadas por la intensificación del proceso de urbanización y en transformación por impacto de la industrialización. Sobre todo, fue expresión de la emergencia de las clases populares en el centro del desenvolvimiento urbano e industrial y de la necesidad de los nuevos grupos dominantes de la incorporación de las masas al juego político.

El precursor trabajo de Fernando Cardoso y Enzo Faletto sostiene que, en el modelo de acumulación vía sustitución de importaciones, el populismo fue producto de la presencia antagónica y la participación crecientes de las clases medias urbanas y de la burguesía industrial y comercial en el sistema de dominación, que forjaron una "alianza desarrollista" en la que la segunda se reservó el papel de predominio.8 Para el marxista Octavio Ianni el populismo fue fruto de una reconfiguración de la estructura de clases generada por la industrialización, la urbanización y el crecimiento del sector terciario. Dentro de este nuevo cuadro, la burguesía industrial asumió el liderazgo reivindicativo y reformista de la clase obrera y amplios sectores medios, contra la oligarquía y el imperialismo.9 En la explicación, el proletariado rural ocupa un lugar completamente secundario, mientras que el liderazgo de Perón domina la escena. Carlos Vilas, a partir del estudio de las condiciones materiales, presenta al populismo como una estrategia de acumulación de capital de la burguesía, que hizo de la ampliación del consumo personal un componente esencial.10 El autor afirma que el populismo, resultado de un intenso proceso de movilización social y de una acelerada urbanización, desarrolló débiles políticas incluyentes hacia los sectores rurales. De hecho, aunque hubo algunos intentos de transferencia parcial de la renta agraria, no se llegó a una redistribución de la propiedad de la tierra.11 Thomas Skidmore destaca la influencia política de Perón y su compromiso prioritario con el mejoramiento de la suerte del trabajador urbano, lo cual le brindó legitimidad para aplicar políticas económicas de estabilización y de desarrollo nacionalista.12

Privilegiando los procesos de formación de las clases y las categorías políticas, para Francisco Weffort el populismo, resultado de una crisis de hegemonía, significó una forma de organización del poder para los grupos dominantes y, a la vez, la principal forma de expresión política del ascenso popular en el proceso de desarrollo industrial y urbano. Aunque en su análisis advierte que el término "masas populares" contiene un alto grado de heterogeneidad interna, no ahonda en las masas rurales.13 Alain Touraine, tomando la noción de política nacional popular adoptada por Weffort, identifica al movimiento populista con el Estado, en tanto y en cuanto se trata de la incorporación de las fuerzas y demandas sociales al proyecto nacional del Estado en el contexto de una sociedad resquebrajada por los efectos de una modernización heterónoma. En su análisis, categorías políticas y nacionales como masa, pueblo y nación movilizan categorías sociales y toman connotaciones clasistas.14 Otra línea rica y sugerente ha sido originada a partir de los intentos de comprensión de lo que Guilermo O` Donnell designó como "formas modernas de autoritarismo".15 Con base en la consideración de la estructura del régimen político nacional, la composición de clase y sectorial de la coalición política dominante y determinadas políticas públicas, define al populismo como un sistema integrador sustentado en una coalición multiclasista de intereses urbanos e industriales, en el que el Estado promovió la fase inicial de la industrialización por medio del apoyo a la industria nacional y del estímulo a la expansión del mercado de bienes de consumo aumentando los ingresos del sector popular.

Otros estudiosos que comparten con las visiones anteriores algunos rasgos del populismo -como el rol interventor del Estado, la debilidad de la burguesía y la crisis del liberalismo- son Miguel Murmis, Juan Carlos Portantiero y Juan Carlos Torre, quienes recuperaron la racionalidad y autonomía del comportamiento de los obreros, enfatizando la continuidad existente entre las políticas de Perón y los objetivos de los líderes sindicales.16 Enfocándose en la problemática de los trabajadores urbanos en el proceso de industrialización, los autores cuestionaron el elitismo de las teorías de la modernización que calificaban a las masas populares como irracionales en su apoyo a Perón.

Dentro de esta matriz conceptual que pone de relieve el rol del Estado y las modalidades de representación y legitimación política en relación con el desarrollo del capitalismo, "estructural", Marcelo Cavarozzi plantea que la cuestión obrera adquirió centralidad bajo el populismo. En cambio, la cuestión agraria en sí misma se mantuvo casi totalmente sumergida, solo fue contemplada por el peronismo en vinculación con los sectores urbano-industriales. Agrega el autor que si bien el peronismo incluyó a los asalariados rurales y campesinos en el movimiento populista, no hubo grandes conflictos internos ni cambios significativos en el agro.17

A partir de la década de 1980, en el contexto de la expansión de la teoría del discurso y del cuestionamiento de los grandes modelos explicativos, nuevos trabajos hicieron hincapié en las coyunturas específicas que restringieron o posibilitaron los comportamientos y las ideas políticas. Dentro de esta línea, Daniel James puso énfasis en la cultura social y política de la clase popular y los sentidos que tienen para los sujetos sociales las experiencias vividas. Lo valioso de esta perspectiva es que exalta las condiciones subjetivas del movimiento y lo estudia desde la óptica de los actores involucrados. En vez de reducir el peronismo al racionalismo utilitario o a la manipulación demagógica, contempla el atractivo político e ideológico de los líderes y examina la naturaleza de su retórica.18 Aunque su aporte resulta sumamente sugerente, vale destacar que su objeto de estudio se circunscribe a la trayectoria de la clase obrera urbana. Lo mismo ocurre con Louise Doyon y David Horowitz, quienes se inscriben también dentro de esta corriente que se focaliza en los intereses, las limitaciones y las oportunidades de los distintos sectores que conformaron la alianza peronista, particularmente los trabajadores urbanos.19 Por su parte, Alberto Ciria se preocupó por estudiar el rol de Perón y los mecanismos que este implementó para construir una base de poder centralista y verticalista.20 Nicos Mouzelis, desde una óptica centrada en la relación entre dirigentes y dirigidos, considera que el inicio del movimiento peronista ilustra la degradación de los intermediarios organizativos y una vinculación directa entre un dirigente populista y sus seguidores.21

Una cuarta línea interpretativa coloca la especificidad del populismo en el plano ideológico-discursivo. Interesado en la indagación de sus raíces históricas, Loris Zanatta afirma que el populismo se refiere a un imaginario de tipo religioso que piensa en la sociedad como un organismo natural con tendencia a la homogeneidad y no como un contrato social racional sustentado en el liberalismo.22 Otras vertientes se preocupan más por el proceso de construcción de hegemonía para ocupar el espacio dejado por la crisis de las ideologías previas. Para Ernesto Laclau el populismo aparece como un fenómeno rupturista basado en un conjunto de interpretaciones popular-democráticas opuesto a la ideología dominante.23 Su análisis se limita a la dimensión populista del peronismo y no aborda el régimen en su desarrollo, así como tampoco contempla la recepción de la interpelación populista24 y la tensión entre liderazgo populista y participación popular.25 Una perspectiva diferente fue asumida por Emilio de Ípola y Juan Carlos Portantiero, quienes desde una visión gramsciana se propusieron estudiar al populismo en su existencia histórica concreta. En su trabajo, forma y contenido no pueden ser tajantemente distinguidos en el peronismo, puesto que la aparición misma de lo popular se prestó inmediatamente a su integración controlada en un nuevo tipo de régimen y a la subordinación a la autoridad carismática del líder.26

En sintonía con Laclau, Francisco Panizza entiende al populismo como una lógica discursiva que no necesariamente es incompatible con la democracia.27 Julián Melo ha indagado sobre los modos en que la lógica discursiva del primer peronismo resignificó el espacio político comunitario. Procurando avanzar en una dimensión poco estudiada, se pregunta cómo se reconfiguró lo federal en tiempos de una constitución identitaria centrada en el pueblo como unidad.28 Gerardo Aboy Carlés y Sebastián Barros también se inscriben en esta matriz ideológico-discursiva, al postular que el peronismo constituyó un juego pendular sustentado en un mecanismo de inclusiones y exclusiones de la alteridad constitutiva.29 Aunque estos análisis ideológico-discursivos resultan muy interesantes, se tienden a limitar a Perón y al ámbito nacional.

De esta revisión de los textos sobre el populismo peronista podemos concluir que, más allá de las diferentes vertientes interpretativas y de los notables aportes realizados, se suele subestimar, o al menos no profundizar, el rol de los actores sociales rurales y los líderes locales en la conformación de la alianza populista y en la construcción del liderazgo de Perón. A continuación señalaremos algunas propuestas de análisis que procuran trascender el foco urbano-nacional.

2. Algunas nociones para enriquecer los análisis

Como ha sido planteado, las principales perspectivas en la literatura sostienen que el populismo latinoamericano de mediados del siglo XX es un patrón de movilización verticalista de masas centralmente urbanas aplicado por líderes personalistas que, desde un ámbito nacional, subordinan las formas institucionales de mediación política. Más allá de sus diferencias, aquellas avocadas al caso argentino comparten dos grandes rasgos: la centralidad de los sectores urbanos en la coalición multiclasista y la poderosa atracción político-ideológica ejercida por Perón como principal factor interpretativo de la peronización. Sin ánimo de rebatir ambas hipótesis y para enriquecer las explicaciones sobre el populismo peronista, a continuación se propone prestar mayor atención a la participación de los sectores rurales y de los líderes locales.

2.1 Los sectores rurales como sujetos de la coalición populista

La representación populista se cimienta en la identidad entre el pueblo, presentado como un conglomerado que tiene una sola voz e intereses, con el líder, personificado con valores populares, nacionales y democráticos. En esta filiación de pueblo unitario con el ególatra que dice encarnarlo no hay espacio para las diferencias que caracterizan a la sociedad moderna.30 Con base en esta idea, las interpretaciones canónicas sobre el populismo tienden a pensar al pueblo como una unicidad, aunque coinciden en que el movimiento populista era una amplia y heterogénea coalición que en un comienzo solo excluía a la oligarquía y a la oposición revolucionaria. Tal como apuntan, dentro de la alianza peronista adquirieron protagonismo las masas urbanas en ascenso, movilizadas por un líder que les ofrecía soluciones no violentas a los problemas generados por la aceleración de la industrialización, la urbanización y el crecimiento de nuevos sectores sociales. Enfatizando el principio estatista, Perón les prometió y concretó medidas de bienestar. La combinación de una mejora real de la situación económica con la inclusión política y la dignificación de los sectores subalternos explican su lealtad hacia el peronismo. De modo que la dimensión fundamental del régimen peronista fue la capacidad de incorporación no solamente en el nivel social, sino también político y simbólico de sectores asalariados urbanos antes excluidos.

Es innegable que en la Argentina los trabajadores urbanos constituyeron el elemento más numeroso en la base social del populismo, el más movilizado y el más estratégico. Pero no hay que descuidar que las masas rurales también fueron la base para el ascenso político de Perón. Los estudiosos tienden a equiparar al pueblo con los trabajadores urbanos, soslayando los sectores rurales. Estos, o no son contemplados, o son meramente enunciados, desatendiendo que fueron importantes en el triunfo electoral del peronismo.31 A lo sumo, han sido tomados en cuenta en tanto migrantes internos que integraron la nueva clase trabajadora que respaldó al peronismo. La estrechez de miras al espacio urbano no divisa las heterogeneidades de las clases populares, puesto que en el ámbito rural, estas tenían particulares condiciones de vida, relaciones laborales, comportamiento sindical, prácticas políticas e imaginarios. Dicho ámbito no solo se define a partir de elementos objetivos, sino también a partir de valores, representaciones y estilos de vida propios.32 Aún más, como las formas de percepción identitarias generadas por los actores en la dinámica social están atravesadas por la configuración social del espacio33, no se puede concebir un espacio rural único y atemporal, ya que es una realidad histórica variable, tanto en sí misma como en las relaciones que mantiene con la ciudad. En suma, lo rural se asienta en la construcción subjetiva del espacio por medio de quienes viven allí y en prácticas políticas y culturales específicas. Con esta premisa se conviene adentrar en el estudio de las masas rurales que sustentaron la coalición populista peronista, atendiendo a su heterogénea composición (trabajadores asalariados, pequeños productores sin tierras, trabajadores de oficios, entre otros), representaciones sociales, demandas y conflictos.

El medio rural constituyó un aporte decisivo para las aspiraciones políticas de Perón. Desplegando un discurso coloquial y cómplice, el peronismo lideró una propuesta económica redistributiva, en la que el agro jugó un papel singular.34 Dichas propuestas, desarrolladas en documentos partidarios, plataformas electorales y discursos, fueron materializadas a través de planes de gobierno, decretos y leyes y tuvieron efectos económicos, sociales y también políticos en el mundo rural.

Antes de formar parte del Gobierno, el desempeño de Perón como soldado dentro del país lo había llevado a conocer la realidad de explotación de los trabajadores de las provincias.35 A partir de 1943, su participación en la Secretaría de Trabajo y Previsión y en el Consejo Nacional de Posguerra le proporcionó nociones de la desigual estructura social agraria y del rol del agro en la política económica. Dichas nociones fueron proyectadas en su propuesta preelectoral, en virtud de la cual el sector rural debía proveer alimentos a la población urbana y recursos a las industrias, así como sentar las bases para el pleno empleo y un mercado consumidor en expansión. Estos objetivos enmarcaron las interpelaciones de Perón a las masas rurales y la política agraria de los primeros años de su presidencia. La plataforma electoral del Partido Laborista proponía la división de la tierra y la eliminación del latifundio, la aplicación de un impuesto progresivo a la herencia y a la tierra y políticas para transformar a los pequeños agricultores en clase media rural.36 Estas amenazantes consignas preelectorales, junto a medidas concretas a favor de arrendatarios y trabajadores rurales plasmadas durante la gestión de Juan Domingo Perón al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión, presagiaban una revolución agraria. No obstante, como quedó demostrado a partir de 1946, no tuvo correlato significativo en los hechos y terminó mostrando más acuerdos que confrontaciones.37

Es cierto que, como los restantes líderes populistas, Perón se identificaba con una totalidad: el pueblo. Su retórica radicalizaba el elemento emocional, transformando la política en una lucha moral entre el pueblo y la oligarquía. Pero no menos cierto es que su concepto de pueblo (que no poseía un referente fijo ni un significado esencial38) incluía a los sectores rurales. Estos fueron también destinatarios de los discursos, nominados genéricamente como "hombres de campo". Las alocuciones de Perón aglutinaban demandas y dicotomizaban el espacio político rural. Una de las particularidades del populismo, como lo señaló Laclau, es la construcción discursiva como un campo antagónico y maniqueo en el que se enfrentan el pueblo y la oligarquía. Ahora bien, ¿qué limitaba la alteridad en el mundo rural? En el discurso, un clivaje dividía a la sociedad rural en dos sectores: una minoría poderosa y egoísta (compuesta por latifundistas, hacendados, grandes comerciantes) y una mayoría popular sometida (integrada por campesinos, peones, chacareros, trabajadores rurales). Los "hombres de campo" connotaban valores asociados al trabajo rudo, la tradición y la argentinidad y de ellos dependía el porvenir de toda la nación.39 Mártires de un pasado oprobioso causado por la oligarquía y el imperialismo, merecían el acceso a la justicia social, asociada básicamente a la tierra y al trabajo. Dicha justicia era definida como la distribución equitativa de la tierra y la producción, la cual a su vez debía ser el resultado del trabajo directo y equilibrado de todos. En esta búsqueda del bienestar, Perón aparecía como un líder que protegía y amparaba a los sectores populares rurales en sus luchas.

A la hora de identificar los criterios de inclusión y exclusión de la identidad peronista, se advierte que mientras que en los centros urbanos el peronismo representaba la liberación de los obreros de la opresión del capitalismo liberal, en muchas provincias el peronismo aparecía como la reacción de los grupos católicos contra los valores modernizantes del liberalismo.40 Así y todo, consignas que enfatizaban el carácter antioligárquico y el intervencionismo estatal en la regulación de las relaciones laborales, la actividad gremial, el comercio y la acción social eran similares en ámbitos urbanos y rurales. Por otro lado, se vislumbra una dimensión de diacronía en los discursos. Como expresa Lattuada, estos fueron resignificados para legitimar la adopción de políticas agrarias contradictoras con las que caracterizaron los primeros años del peronismo en el poder, lo cual implicaba también una redefinición de las alianzas sociales.41

En suma, el discurso político de Perón adquirió centralidad en la relación con los sectores sociales agrarios. Pero como no se puede asumir que los discursos tengan un solo significado o que estos sean captados pasivamente por los seguidores, es necesario tomar en cuenta la recepción, en la que las expectativas y las acciones del público son tan importantes como la oratoria del líder. Se cabe preguntar en este punto, ¿cuáles eran las expectativas de los sectores rurales? ¿Cómo fueron englobadas un conjunto amplio y heterogéneo de demandas? Como plantea Alan Knigth, el populismo no se puede reducir a las palabras, las acciones y las estrategias de los líderes. Las expectativas autónomas de sus seguidores y sus culturas son igualmente importantes para comprender el lazo populista.42 Por eso hay que prestar atención al contexto. Por ejemplo, el agro de la región pampeana de comienzos de la década de 1940 estuvo marcado por el vuelco a la ganadería, que generó expulsión de trabajadores y arrendatarios agrícolas, urbanización y conflictos en el marco de una estructura social agraria signada por una alta desigualdad (en relación con la propiedad de la tierra, el ingreso y las condiciones de vida).43

Las interpelaciones de Perón fueron acompañadas por medidas tomadas inicialmente desde la Secretaría de Trabajo y Previsión y luego desde la Presidencia de la Nación, que dotaban de mayor efectividad a la recepción del discurso peronista. Las iniciativas en materia de política agraria les otorgaron credibilidad a las palabras y bregaron por beneficiar a trabajadores y pequeños y medianos productores rurales, por considerarlos víctimas de la injusticia social y la desatención estatal. En primer lugar, la legislación no estaba limitada a los sectores urbanos, tal como lo atestiguan el Estatuto del Peón; el Estatuto del Tambero-Mediero; las leyes de arrendamiento; los decretos presidenciales reguladores de los salarios, las condiciones de trabajo y los sindicatos rurales, y las normativas de expropiación y colonización de tierras.44 A través de diversas instituciones y agentes estatales y de una aplicación efectiva de las leyes, el Gobierno desplegó una intensa regulación de la vida social que llegó a todo el país, alterando el orden económico y social preexistente.45 Además del cúmulo legal y de la reivindicación de la justicia como órgano reparador, desarrolló políticas incluyentes hacia los sectores populares rurales, a través de la asistencia social, la educación, los créditos, el cooperativismo y la salud pública.46 Así, la acción social del Estado se extendió a lugares rurales apartados y atrasados, logrando que mayor población mejorara sus condiciones de vida. Sin embargo, a la hora de evaluar su impacto concreto, se ha afirmado que dichas políticas tuvieron alcance parcial y no conquistaron la universalización del bienestar social.47

Entonces, como la aceptación del discurso por parte de sus destinatarios dependía de que las consignas fueran percibidas como auténticas, las medidas asistenciales y reguladoras del Gobierno ofrecían una instancia de legitimación concreta a las palabras. Por otro lado, como los discursos generan un "campo de efectos posibles" (es decir, que un mismo hecho puede ser interpretado de diversas maneras en diferentes contextos)48, es preciso indagar sobre la recepción del mensaje peronista en diferentes ámbitos. Una de las vías para adentrarse en la temática de la proyección de la recepción en actuación, es por medio del estudio de las variadas formas de participación política, como el voto, la afiliación al partido político, el desempeño de un cargo político, la intervención en alguna marcha o huelga, o la asistencia a manifestaciones y mítines. A través de las diversas expresiones que adoptó la movilización social rural se construyó el poder político peronista, centrado -no exclusivamente- en el lazo carismático con Perón.

La atracción de sectores provenientes del ámbito rural es evidenciada por los resultados electorales. El triunfo del peronismo en las urnas fue logrado también por el apoyo de localidades insertas en contextos rurales. Como han demostrado los estudiosos del voto peronista, mientras que en las grandes ciudades, el peso electoral de los trabajadores era preponderante en la elección, en las zonas rurales dicho electorado era más heterogéneo y sumaba elementos de diferentes estratos sociales.49 En ámbitos ajenos a la industrialización, donde la clase obrera era débil y el fenómeno inmigratorio nulo, significó a menudo la articulación de tradiciones políticas previas, vinculadas en muchos casos al nacionalismo y al catolicismo social.50 Ello acarreaba configuraciones sociales, políticas e ideológicas disímiles. La compleja sedimentación socio-política peronista, que mantenía en parte las particularidades identitarias, dio lugar también a contradicciones internas. De allí se derivó la conflictividad interna en las Unidades Básicas y la tendencia a la fragmentación, especialmente hasta 1951. Estos hechos invitan a reflexionar sobre la validez de las explicaciones centradas en el protagonismo indiscutido de Perón en la consecución de un partido político completamente verticalista y homogéneo. Por otro lado, estimulan a pensar sobre las representaciones y las experiencias individuales de los sujetos rurales en relación con las formas de inserción partidaria y electoral que el peronismo impulsó, las cuales contribuyeron a la construcción del carisma de Perón.

Así mismo, las acciones colectivas de los sectores rurales también ilustran sobre la construcción del lazo carismático. Dado que no resulta saludable circunscribir el populismo a las políticas estatales, es también importante analizar los mecanismos de articulación líder-seguidores sin recurrir a los sectores populares como masas anómicas disponibles ni al clientelismo, que es una práctica común a todos los partidos políticos. No se los puede reducir a sujetos heterónomos atados a vínculos tradicionales de lealtad y de sometimiento a los terratenientes o jefes políticos de los pequeños municipios. Por el contrario, la intensificación de la movilización y del conflicto social en muchas zonas indicaría la existencia de un ámbito rural heterogéneo y dinámico que distaba de ser un armónico y pasivo receptor de las medidas gubernamentales.

De modo que si bien es innegable que los obreros urbanos tenían mayor capacidad de presión sobre el Estado y una mayor tradición de lucha, no menos cierto es que los sujetos sociales rurales subalternos no se comportaron como una masa uniforme y espectadora de la política oficial, sino que procuraron aprovechar las diversas iniciativas en su propio beneficio. En un escenario político más concesivo, así como el Estado se habría apropiado de las reivindicaciones de los trabajadores y productores rurales, estos se habrían apropiado del discurso oficial. En la lucha por sus intereses (como la propiedad de la tierra, la obtención de instrumentos agrícolas a bajos precios, mejores condiciones de comercialización o un régimen laboral más beneficioso) utilizaron distintos mecanismos (como formación de nuevas entidades agrarias, petitorios, entrevistas a las autoridades gubernamentales, asambleas, concentraciones y huelgas), las cuales delinearon distintas maneras de expresión y canalización de la conflictividad rural.

Por otro lado, también en los espacios rurales las celebraciones significaron la valorización de la cultura del pueblo y de su dignidad en una sociedad que lo despreciaba y lo excluía. Como demuestran los trabajos de Daniel James y Mariano Plotkin, la participación litúrgica populista no puede ser equiparada a la manipulación o a la irracionalidad de las masas.51 En esta línea, sería interesante analizar cómo eran los rituales peronistas en el agro y cómo fue reconstruida la simbología a partir de elementos tradicionales. Por ejemplo, las giras de altos funcionarios públicos por las localidades del interior del país, junto a concentraciones públicas (a raíz del Día de la Lealtad, del 1º de Mayo o del día del Trabajador Rural) y desfiles en el centro de los pueblos potenciaban la integración identitaria, conformando una iconografía que connotaba una revolución al servicio del trabajo rural organizado y en paz. Era así como el peronismo creaba y recreaba identidades colectivas que les daban a los seguidores un fuerte sentido de participación política. Así instauraba un estilo de movilización política y una retórica que ligaban al Estado y a la sociedad civil a través de lazos que no necesariamente podrían ser tildados de liberal-democráticos.

Estas formas de participación, que apelaban a lo popular, ilustran cómo se han constituido las mediaciones entre el Estado y la sociedad civil rural durante el peronismo. En el agro, las movilizaciones y la identificación con una retórica moralista fueron más importantes que la participación en instituciones políticas representativas restringidas. Esto abona la hipótesis de que las formas populistas se basaron en una incorporación estética o litúrgica del pueblo más que institucional.52 En el agro, la debilidad del partido político y la fragilidad de las instituciones democráticas para dar sentido de participación y pertenencia a la comunidad política rural contrastó con la participación simbólica a través de las movilizaciones, las concentraciones y las asociaciones civiles.

2.2 El populismo a través del prisma de las comunidades locales

Uno de los principales problemas que tienen la mayoría de las interpretaciones sobre el populismo peronista es que reducen un fenómeno rico y complejo al lazo directo entre las masas y un líder carismático fuerte. De estos análisis emergen sociedades de masa, concebidas como un todo social y políticamente homogéneo y escasamente cohesionado, cuyos integrantes -radicados en zonas urbanas- estaban vinculados por medio de frágiles equilibrios y supeditados al verticalismo a Perón. Por un lado, el problema de estas perspectivas ha sido el nivel de abstracción y su proyección nacional de las características del área metropolitana. Las ideas macroexplicativas centradas en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires no toman en cuenta las particularidades de las dinámicas políticas locales alejadas de los centros de poder, especialmente las rurales. Por otro, la perspectiva reducida a la relación directa entre Perón y el pueblo no explica cómo aquel combinó su liderazgo personalista con la construcción de instituciones y liderazgos subalternos.

No cabe duda de que este líder populista alcanzó alturas extraordinarias de popularidad y lealtad. No obstante, en los análisis, la centralidad otorgada a su figura negó u opacó la existencia de segundos enunciadores, según indicaron Sigal y Verón.53 De modo que reconociendo el poder explicativo de los enfoques que enfatizan la racionalidad instrumental, cuestionamos las visiones que consideran el liderazgo exclusivo de Perón. Como ha demostrado Rein, además del liderazgo populista y carismático de Perón, hubo otras figuras que ocuparon puestos destacados en la "segunda línea" de liderazgo peronista, personalidades de extracción social y política variada y cuyos papeles en la movilización de apoyo al líder, en la formación de la coalición peronista y en la modelación de la doctrina aún quedan por revelar.54 Si bien Perón rehusó los canales partidarios, buscó vías alternativas para conseguir el apoyo popular, de allí que necesitara de estos intermediarios. A la vez, el desempeño de la "segunda línea" que lo acompañó en el Gobierno nacional pone al descubierto las luchas internas, la heterogeneidad de políticas y la inestabilidad dentro de la coalición, evidencias que objetan la idea de un partido monolítico e invariable.

La línea abierta por Rein y la riqueza ofrecida por la matriz conceptual extracéntrica propuesta por Macor y Tcach han despertado nuestro interés en develar la complejidad del lazo populista peronista a partir de la indagación de las comunidades y las relaciones sociales al interior de ellas. Los estudios locales ofrecen aristas interesantes para avanzar en la comprensión de los esquemas organizativos del populismo, su formato de identificación y las relaciones de antagonismo social y político en las que dicha identidad se inscribía.55 Por eso, antes que concentrarse únicamente en la enumeración de características, sería más fructífero avanzar en la pesquisa de las experiencias conflictivas y ambiguas de la participación popular en la política y de institucionalización, para comprender con mayor claridad el populismo. Dicho esto, proponemos otra forma de abordar la relación entre populismo y peronismo, a partir de la microhistoria. Este enfoque se propone la reducción de la escala de observación de los objetos con el propósito de revelar la densa red de relaciones que configuran la acción humana. Así, no solamente emergen datos más numerosos y refinados, sino también organizados según configuraciones inéditas que delinean una cartografía diferente de lo social.56 Como señala Revel, "cambiar el foco del objetivo no es solamente aumentar (o disminuir) el tamaño del objeto en el visor, sino también modificar la forma y la trama".57 Algunos aportes de disciplinas afines, principalmente de la antropología, ayudarán a rescatar dimensiones descuidadas por la historia y la sociología políticas, así como a revalorizar elementos subyacentes a las categorías macrosociales, remitiéndonos a un universo más complejo de actores sociales y fidelidades políticas en los que adquieren relevancia los nombres particulares.58

En este marco, aunque útil, la expresión clases populares es demasiado vaga para captar al conjunto de gente que ocupaba los escalones inferiores de la coalición peronista. Como plantea Weffort sería ilusorio intentar interpretar el fenómeno populista en términos de comportamiento de clase, dado que las relaciones de los sectores populares con el Estado y con otros sectores fueron esencialmente individuales. Es en el nivel de las relaciones individuales de clase que convendría analizar el populismo si queremos comprender su significación.59 En este sentido, convendría pormenorizar los análisis, poniendo el acento en la experiencia concreta de los individuos y sus respuestas complejas, ambiguas y a menudo contradictorias.60

El análisis de la cultura política local, con sus particularidades, permitirá vislumbrar las maneras en que se constituyeron las diferentes mediaciones entre el Estado y la sociedad civil. La acción política del peronismo no transcurría solo a partir de la relación entablada entre las Unidades Básicas y las bases, como así tampoco la que la Secretaría de Trabajo y Previsión mantenía con los gremios. Es cierto que el Partido Peronista, en vinculación con los gremios, operaba como articulador y transmisor de las demandas que provenían de la sociedad civil. Pero no menos cierto es que existía una voluntad explícita por parte de los líderes peronistas de estructurar organizaciones de base capaces de concitar apoyos que superaran el estrecho marco de las estructuras partidarias y gremiales. La vida política durante la época peronista transcurrió en escenarios más amplios y variados que los tradicionalmente supuestos. No quedó circunscripta a los grandes centros urbanos ni a la acción partidaria o gubernamental. Una sociedad politizada se desplegó en diferentes espacios de sociabilidad de las localidades del interior, y una compleja vida asociativa sustentó la vigorosa opinión pública que a los ojos de muchos era el referente de las prácticas políticas. Detrás de este proceso yacía una sociedad civil fuerte con formas de articulación social consolidadas. En ella se insertó el Partido Peronista, y desde allí contribuyó a la construcción de redes de sociabilidad y a la difusión de identidades.61

Por lo demás, la propuesta de explorar a los intermediarios como la segunda línea del poder peronista es, sin duda, una atractiva vía para adentrarse aún más en los entramados de la formación del movimiento y de su organización como fuerza política, así como en las disputas dentro del Estado peronista. Pero el tema no se agota solo con las figuras más sobresalientes de la primera administración pública. Despierta interés el análisis de líderes locales que, sin ser colaboradores directos de Perón, desempeñaron un rol fundamental a la hora de generarle fuerza política y prestigio al peronismo en zonas extracéntricas, alejadas de los centros de poder.62 Si se tiene en cuenta que fue el liderazgo de Perón el comienzo unificador de una extremadamente heterogénea multiplicidad de prácticas y bases sociales, se puede plantear que en el fortalecimiento de ese liderazgo tuvieron un papel clave figuras locales del interior o de "tercera línea" acreedoras de prestigio y posicionadas ventajosamente en el Estado.63 De allí que en las explicaciones sobre el populismo conviene involucrar a líderes peronistas locales, atendiendo a que en las zonas rurales no fueron ni el partido recientemente establecido (Partido Laborista) ni organizaciones sindicales de largo arraigo las que capitalizaron el respaldo inicial, sino personalidades y organizaciones civiles (algunas relativamente nuevas en el panorama).

Dentro de este esquema, se puede definir al líder local como aquel que, conociendo los problemas y las necesidades del distrito municipal, es idóneo para ejercer niveles de influencia sobre el comportamiento de la sociedad local con el propósito de alcanzar fines comunes. Por eso en la relación entre líder y seguidores confluyen las capacidades de aquel y las condiciones históricas en las cuales actúa. Esta noción rompe con la visión simplista centrada en aspectos personalistas y carismáticos. En contraste, todo líder político es un producto social resultado de la interacción de una serie de variables: características personales (atributos de personalidad y habilidades), relación con las expectativas de los seguidores y contexto histórico en el cual se desempeña.64 El enfoque centrado en los liderazgos locales conduce a la indagación de las vinculaciones sociales primarias operadas a nivel municipal y la manera en que estas influían en la esfera pública.65 Además, lleva a explorar la distribución del poder en ámbitos locales. De modo que esta perspectiva permite analizar el fenómeno populista como un cúmulo se experiencias sociales y políticas cruzadas por lazos horizontales y verticales.

Entonces, como intermediarios entre Perón y las bases, con distintos bagajes ideológicos y vínculos socio-políticos, los líderes locales contribuyeron al ascenso y la construcción de la fuerza peronista en sus localidades. Con su prestigio personal, su conocimiento de la situación reinante en el distrito y su capacidad para conseguir apoyo, se erigieron como pilares del sistema político en los municipios.66 Por un lado, fueron canales para la transferencia de ideas que se cristalizaban en la cúpula del poder, encarnando la presencia visible de Perón en la localidad. Pero no eran simples transmisores, sino intérpretes. Es decir, personas que emitían la voz de Perón, pero la desentrañaban a la luz de la realidad local, su estilo particular y sus tradiciones ideológicas previas. A la vez, eran los representantes de la comunidad ante las autoridades superiores, por lo que debían refrendar esta legitimidad emanada desde arriba con lealtades subalternas, basadas en trayectorias individuales, capacidades o vínculos anclados en el municipio. Su principal capital político era el conocimiento del ámbito local, el cual les permitía dominar la situación comunal e insertarse en el plano provincial y nacional. Su fidelidad a Perón y a los líderes provinciales les aseguraba conexiones redituables que, llevadas al plano comunal, aumentaban su caudal político.

Ahora bien, no solo se debe contemplar la función mediadora de los líderes políticos locales a la hora de construir los cimientos de la identificación con el peronismo, sino también su potencial competencia al liderazgo de Perón. Mientras que varios de los estudios, hoy considerados cardinales a la hora de pensar el populismo, abundan en la idea de que esa experiencia política implica un verticalismo a ultranza, intuimos que los líderes subalternos se erigieron en potenciales conspiradores a la concentración del poder. No se puede negar que Perón tendió a limitar la autonomía de las bases políticas y a acrecentar su propio poder. El ejemplo más notorio es la disolución del Partido Laborista, así como el control del Poder Legislativo, el reemplazo de la Corte Suprema y el control de la prensa. Estos y otros instrumentos sirvieron para consolidar su poder personal e imponer la soberanía del Estado a las heterogéneas fuerzas sociales. A pesar de todo, la libertad de acción no fue completamente cercenada. El verticalismo tendió a implicar una obediencia a la conducción, pero no logró silencio y obsecuencia absoluta. De hecho, los líderes locales no actuaban como títeres de Perón, sino que conservaron un -cada vez menor- margen de autonomía e influyeron -con distinto grado- en los niveles provinciales y nacional.

De modo que el comportamiento de esta "tercera línea" viraba de manera pendular, procurando conciliar -no siempre exitosamente- la lealtad y la libertad. Esta ambivalencia en la que estaban sumidos fue generadora de conflictos con sus comunidades locales y con los niveles superiores político-partidarios. En general, los liderazgos locales no subsistían sin el respaldo de las autoridades político-partidarias superiores, ya que estas contaban con un amplio margen de maniobra para quebrantarlos. Con el paso del tiempo, Perón, con frecuencia, desplazó a aquellos líderes que opacaban su propio poder y buscó, en cambio, colaboradores más leales y serviles. Funcionales en el momento de ascenso, algunos líderes se perfilaron luego como contrincantes. Entonces, fueron debilitados o directamente desalojados de la escena pública -con el argumento de traición-, a través de variados mecanismos diseñados desde arriba, como intervenciones partidarias, intervenciones comunales y construcción de liderazgos alternativos, por citar algunos ejemplos.67 El derrotero de los líderes subalternos, iniciado con su ascenso político y culminado muchas veces con su caída, es ilustrativo de que el fenómeno peronista no se puede comprender con la sola apelación a la relación directa entre Perón y unas masas homogéneas. Si los intermediarios no hubieran sido relevantes, ¿cómo se explican el apoyo masivo y heterogéneo al peronismo, por un lado, y el interés de Perón en desplazar a los "traidores" del centro de la escena pública, por otro?

Reflexiones finales

Luego de un sucinto recuento de los avatares conceptuales del término "populismo" aplicado a la experiencia política latinoamericana, en particular la peronista, en este trabajo hemos sugerido algunas líneas de análisis que, sin duda, merecen un tratamiento más amplio. En relación con el caso argentino, hemos cuestionado la propensión de los autores a reducir un fenómeno complejo a la adhesión de las masas populares urbanas y al liderazgo carismático de Perón.

Por un lado, las lecturas urbanocéntricas ofrecen visiones sesgadas, pues las masas rurales -aunque en menor medida- conformaron e hicieron posible la coalición populista. El peronismo también fue una expresión política e ideológica de los sectores populares rurales, movilizados en un enfrentamiento con las oligarquías locales y el imperialismo. De hecho, dicho movimiento impulsó diversos mecanismos simbólicos y materiales para atraerlos (interpelaciones discursivas, políticas públicas, prácticas extrapartidarias), lo cual generó adhesiones y consensos que fueron traducidos en muchos casos en participación política. Partiendo de la base de que esta puede incluir una gran variedad de conductas, es altamente probable que una mayor movilización (espontánea o inducida por el Gobierno y de colaboración o enfrentamiento) haya incrementado el compromiso político de la ciudadanía. Por una parte, cuestionamos la imagen de un mundo rural políticamente apático y alejado de las fórmulas tradicionales de organización y protesta, tal como lo demuestran las acciones colectivas de los distintos sectores sociales rurales por la orientación de los valores sociales y la apropiación de los recursos. Por otra, dado que el mundo rural (alejado de los centros de poder, más conservador y con predominio de relaciones personales) funciona como un condicionante del perfil que adquieren los actores y sus formas de actuación, allí el poder político se construyó a partir de específicas formas de expresión, diferenciadas de las del mundo urbano y caracterizadas por un menor peso del clientelismo, una fuerte identidad rural y una mayor defensa de los intereses locales. En suma, en el agro las especificidades del fenómeno populista se refieren tanto a cuestiones de carácter estructural como a factores de índole político-ideológica.

Por tanto, la bibliografía que estudia el peronismo en el marco del populismo ha tendido a restringirse a la conducción carismática de Perón y a focalizarse en el plano nacional. La marca que Perón imprimió a la historia contemporánea no se define solamente por el carácter personalista de su gobierno y el estilo afectivo y directo de su liderazgo, sino también por su capacidad de incorporar figuras subalternas al proceso de edificación de su base de poder. Sin subestimar el papel desempeñado por Perón, consideramos que el populismo peronista fue un constructor de liderazgos de 'segunda' o 'tercera' líneas, que gozaban de micropoder social en escenarios circunscriptos. Como hemos planteado, los líderes locales, acreedores de prestigio y reputación por derecho propio, anclados en diversos sectores sociales y usualmente vinculados a los aparatos del Estado, operaban como mediadores entre las bases y la cúpula.

Ahora bien, una vez reconocido el rol de estos intermediarios, vale la pena preguntarse si el tipo de liderazgo era similar al de Perón, cómo influenció la relación Perón-seguidores en la relación líderes locales-seguidores y cómo se articuló su posición en la estructura de dominación nacional y provincial. Este abanico de interrogantes enriquece el análisis, al reemplazar el punto de mira del contacto individual de cada uno con Perón por la relación de estos con un entramado político en cuya cúspide se encuentra Perón y debajo de ella, líderes subalternos y aparatos partidarios, sindicales, estatales, entre otros. La controvertida cuestión del carisma del dirigente populista cobra, desde esta perspectiva, un significado distinto, ya no como un magnetismo sino como una capacidad de generar resultados concretos (simbólicos y materiales) en el marco de relaciones sociales, aun admitiendo la subordinación del movimiento al Estado y los marcos institucional-partidarios débiles.

De igual modo, así como suscitó intensos debates el interrogante acerca de la pertinencia del uso de la categoría "populismo" para experiencias políticas de naturaleza muy disímil, es legítimo preguntarse sobre las múltiples experiencias en un mismo país. Esto obedece a que dicho fenómeno contiene un universo heterogéneo de prácticas y significados del cual participaron individuos inmersos en una trama de relaciones sociales y políticas dentro de contextos geográficos específicos. La diversidad da cuenta de las variadas configuraciones socio-políticas y de las relaciones de fuerza entre diferentes intereses y agentes sociales. De allí se deriva la importancia de pormenorizar los estudios, centrándose en las comunidades locales y los individuos.

En suma, nuestra impresión es que hacen falta explicaciones más afinadas que combinen con mayor precisión las proposiciones teóricas más abstractas y generales con estudios de caso que exploren el populismo en espacios locales y rurales. De no avanzarse en la elaboración de estas proposiciones articuladoras, se corre el riesgo de confinar los estudios históricos a una pura descripción empírica, y de no encontrar asidero para las formulaciones teóricas. A su vez, el desafío es el hallazgo de similitudes y diferencias entre los casos locales, para no reducir el trabajo a un largo inventario de especificidades identificables en cada unidad. En otras palabras, dado que el rechazo a una generalidad simplificada corre el riesgo de conducir a un empirismo excesivo y fragmentado que reduce la historia a pura contingencia, el objetivo último debería ser la interpretación de datos y la tarea comparativa de las experiencias populistas.


Pie de página

1 Darío Macor y Eduardo Iglesias, El peronismo antes del peronismo. Memoria e Historia de los orígenes del peronismo santafesino (Santa Fe: Centro de Publicaciones de la UNL, 1997). Darío Macor y César Tcach, (eds.), La invención del peronismo en el interior del país (Buenos Aires: UNL, 2003).
2 Kenneth Roberts, "El neoliberalismo y la transformación del populismo en América Latina. El caso peruano", en Populismo y neopopulismo en América Latina. El problema de la Cenicienta. comps. María Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone (Buenos Aires: Eudeba, 1999), 381.
3 En 1947 el 37,8 % de la población argentina habitaba en localidades rurales (es decir, con menos de 2.000 habitantes). Pero dicha cifra asciende notablemente si se excluye del cálculo a la Capital Federal y al conurbano bonaerense. Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, Censo General de la Nación 1947.
4 Esta clasificación ha sido realizada por María Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone, "Introducción. Los complejos de la Cenicienta", en Populismo y neopopulismo, 21-35.
5 Es pertinente aclarar que la gran cantidad de textos impide mencionarlos a todos.
6 Gino Germani, "Democracia representativa y clases populares", en Populismo y contradicciones de clase en Latinoamérica, comps. Gino Germani, Torcuato Di Tella y Octavio Ianni (México: Serie Popular Era, 1977), 12-37.
7 Torcuato Di Tella, "Populismo y reformismo", en Populismo y contradicciones de clase, 77-79.
8 Fernando Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina (Santiago de Chile: Flacso, 1970).
9 Octavio Ianni, "Populismo y relaciones de clase", en Populismo y contradicciones, 109.
10 Carlos Vilas, "El populismo latinoamericano: un enfoque estructural", Desarrollo Económico, Vol. 28, Nº 111 (1988), 324.
11 Carlos Vilas, "El populismo", 343.
12 Thomas Skidmore, "Las dimensiones económicas del populismo en Argentina y Brasil", en La democratización fundamental. El populismo en América Latina, comp. Carlos Vilas (México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995), 219-261.
13 Francisco Weffort, "Clases populares y desarrollo social. Contribución al estudio del populismo", en Populismo, marginalización y dependencia: ensayos de interpretación sociológica, comps. Francisco Weffort y Aníbal Quijano (San José: Editorial Universitaria Centroamericana, 1973), 17-26.
14 Alain Touraine, "Las políticas nacional-populares", en Populismo y neopopulismo, 329-359.
15 Guillermo O´ Donnell, Modernización y autoritarismo (Buenos Aires: Paidós, 1972).
16 Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo (Buenos Aires: Siglo XXI, 1972). Juan Carlos Torre, La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo (Buenos Aires: Eduntref, 2006).
17 Marcelo Cavarozzi, "Populismos y 'partidos de clase media'. Notas comparativas", en La democratización fundamental, 340-380.
18 Daniel James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976 (Buenos Aires: Sudamericana, 1990), 27. Daniel James, Doña María. Historia de vida, memoria e identidad política (Buenos Aires: Manantial, 2004).
19 Louise Doyon, Perón y los trabajadores. Los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-1955 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2006). David Horowitz, "Industrialists and the Rise of Perón, 1943-1946: Some Implications for the Conceptualization of Populism", The Americas, Vol. XLVII, Nº 2 (1990).
20 Alberto Ciria, Política y cultura popular: la Argentina peronista (1946-1955) (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1983), 48-54.
21 Nicos Mouzelis, "Populismo y clientelismo como modos de incorporación de las masas en sistemas periféricos", en La democratización fundamental, 467.
22 Loris Zanatta, "El populismo, entre religión y política. Sobre las raíces históricas del antiliberalismo en América Latina", Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol. 19, Nº 2, Universidad de Tel Aviv (2008).
23 Ernesto Laclau, La razón populista (Buenos Aires: FCE, 2005).
24 Emilio de Ípola, Ideología y discurso populista (Buenos Aires: Folios, 1983).
25 Javier Balsa, "Las dos lógicas del populismo, su disruptividad y la estrategia socialista", Revista de Ciencias Sociales, segunda época, año 1, Nº 17 (2010), 7-27.
26 Emilio de Ípola y Juan Carlos Portantiero, "Lo nacional-popular y los populismos realmente existentes", en La democratización fundamental. 523-540.
27 Francisco Panizza, "Fisuras entre populismo y democracia en América Latina", Stockholm Review of Latin American Studies, Nº 3 (2008), 81-93.
28 Julián Melo, "¿Dividir para reinar? La política populista en perspectiva federal", Revista SAAP, Vol 3, N° 1 (2007), 103-122.
29 Gerardo Aboy Carlés, "La democratización beligerante del populismo" (Buenos Aires, 2005). http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/aboycarles.pdf (consultado el 6 de junio de 2013). Sebastián Barros, "Inclusión radical y conflicto en la constitución del pueblo populista", Confines, Nº 2-3 (2006), 65-73.
30 Carlos De la Torre, "¿Es el populismo la forma constitutiva de la democracia en Latinoamérica?", Vox Populi. En torno al populismo y la democracia en América latina, coord. Julio Aibar (México: Flacso, 2007), 76-77.
31 Esta falencia es advertida por Mario Lattuada, "El peronismo y los sectores sociales agrarios. La resignificación del discurso como articulador de los cambios en las relaciones de dominación y la permanencia de las relaciones de producción", Mundo Agrario, Vol. 3, Nº 5 (2002).
32 Al respecto, es valioso el aporte de Raymond Williams, quien considera al campo no como una categoría sociológica, sino como un espacio cultural, construido por operaciones simbólicas que remiten a un imaginario social. Así, atribuye importancia a lo cultural como un elemento configurador de las relaciones sociales Raymond Williams, El campo y la ciudad (Buenos Aires: Paidós, 2001).
33 Sandra Fernández, "Los estudios de historia regional y local. De la base territorial a la perspectiva teórico-metodológica", Más allá del territorio: la historia regional y local como problema. Discusiones, balances y proyecciones, comp. Sandra Fernández (Rosario: Prohistoria, 2007), 37.
34 Noemí Girbal-Blacha, "El estado peronista en cuestión. La memoria dispersa del agro argentino (1946-1955)", EIAL, Vol. 19, Nº 2 (2008). Mario Lattuada, La política agraria peronista (1943-83) / 1 (Buenos Aires: CEAL, 1986).
35 Cristian Buchrucker, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955) (Buenos Aires: Sudamericana, 1987), 300-303.
36 Carlos Fayt, Naturaleza del peronismo (Buenos Aires: Viracocha, 1967), 121-123.
37 Noemí Girbal-Blacha, Mitos, paradojas y realidades en la Argentina peronista (1946-1955). Una interpretación de las decisiones político-económicas (Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2003).
38 Francisco Panizza, "Introducción. El populismo como espejo de la democracia", en El populismo como espejo de la democracia, comp. Francisco Panizza (Buenos Aires: FCE, 2009), 14.
39 Sobre la imagen del peón de campo en la iconografía véase Marcela Gené, Un mundo feliz. Las representaciones de los trabajadores en el primer peronismo (1946-1955) (Buenos Aires: Universidad de San Andrés, 2005).
40 Javier Burdman. "Heterogeneidad, irrupción radical y mito en la génesis de las interpelaciones populistas durante la conformación del peronismo", Revista SAAP, Vol. 3, Nº 4 (2009), 615-634.
41 Mario Lattuada. "El peronismo y los sectores sociales agrarios".
42 Alan Knight. "Populism and Neo-Populism in Latin America, Especially Mexico", Journal of Latin American Studies, Vol. 30, Nº 2 (1998), 231.
43 Humberto Mascali, Desocupación y conflictos laborales en el campo argentino (1940-1965) (Buenos Aires: CEAL, 1986).
44 Entre otros autores que analizan la política agraria se pueden mencionar a Mónica Blanco, Reforma en el agro pampeano. Arrendamiento, propiedad y legislación agraria en la provincia de Buenos Aires, 1940-1960 (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2007). Adrián Ascolani, "Regulaciones estatales al trabajo rural: justicia social y orden público en los orígenes del Estado asistencial en Argentina (1943-1955)", Ponencia presentada en las XXI Jornadas de Historia Económica, Caseros, 23-26 de septiembre de 2008. Mario Lattuada, La política agraria.
45 Según Palacio, la nueva institucionalidad (ley, justicia e instituciones) alimentada por el peronismo convirtió a este régimen en un populismo institucionalista. Juan Manuel Palacio, "Jueces y justicia en los primeros gobiernos peronistas: continuidades y rupturas en el mundo rural", disponible en http://redesperonismo.com.ar/archivos/CD1/EPP/palacio.pdf.
46 Algunos autores que examinan la política social son: Karina Ramacciotti, "Una mirada sobre el estudio de la política social en la Argentina", Nuevo Topo, Revista de Historia y Pensamiento Crítico, Nº 1 (2005), 127-142. Talía Gutiérrez, Educación, agro y sociedad. Políticas educativas en la región pampeana, 1897-1955, (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2007).
47 Por ejemplo, Peter Ross, "Justicia Social: Una evaluación de los logros del peronismo clásico", Anuario del IEHS, Nº 8 (1993), 105-124. Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza, "La democratización del bienestar", Nueva Historia Argentina, Los Años Peronistas (1943-1955), tomo VIII, dir. Juan Carlos Torre (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2002), 257-312. Luciano Andrenacci, Fernando Falappa y Daniel Lvovich, "Acerca del Estado de Bienestar en el Peronismo Clásico (1943-1955)", El país del no me acuerdo. (Des) memoria institucional e historia de la política social en Argentina, comps. Julián Bertranou, Juan Manuel Palacio y Germán Serrano (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2004), 83-114.
48 Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o muerte: Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista (Buenos Aires: Eudeba, 2003), 18.
49 Peter Smith, "La base social del peronismo", en El voto peronista. Ensayos de sociología electoral argentina, comps. Daniel Mora y Araujo e Ignacio Llorente (Buenos Aires: Sudamericana, 1980). Ignacio Llorente, "La composición social del movimiento peronista hacia 1954", en El voto peronista.
50 Darío Macor y César Tcach, (eds.), La invención del peronismo en el interior del país (Buenos Aires: UNL, 2003).
51 Daniel James, Resistencia e Integración. Mariano Plotkin, Mañana es San Perón: propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955) (Caseros: Untref, 2007).
52 José Álvarez Junco, "El populismo como problema", El Populismo en España y América, comps. José Álvarez Junco y Ricardo González Leandri (Madrid: Editorial Catriel, 1994), 25-26.
53 Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o muerte.
54 Raanan Rein, Peronismo, populismo y política: Argentina, 1943-1955 (Olivos: Editorial de Belgrano, 1998), 31-32.
55 En los últimos años se han publicado estudios locales sobre el peronismo, pero estos se han tendido a avocar a zonas urbanas. Por ejemplo, Julio Melón Pirro y Nicolás Quiroga (comps.). El peronismo bonaerense. Partido y prácticas políticas, 1946-1955 (Mar del Plata: Ediciones Suárez, 2006).
56 Edoardo Grendi, "¿Repensar la microhistoria?", Entrepasados, Nº 10 (1996), 131-140.
57 Jacques Revel, "Microanálisis y construcción de lo social", en Un momento historiográfico: Trece ensayos de historia social (Buenos Aires: Manantial, 2005), 46.
58 Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia (Barcelona: Gedisa, 1994), 158.
59 Francisco Weffort, "El populismo en la política brasileña", en Populismo y neopopulismo, 146.
60 Daniel James, Resistencia e Integración, 13.
61 Uno de los precursores de los análisis sobre la relación entre la sociedad civil y la sociedad política durante el primer peronismo ha sido Acha, quien subraya la efectividad del peronismo en activar una sociedad política densamente articulada con iniciativas e instituciones de la sociedad civil. Omar Acha, "Sociedad civil y sociedad política durante el primer peronismo", Desarrollo Económico, Vol. 44, Nº 174 (2004), 199-230.
62 Algunos autores se han avocado al estudio de líderes locales. Por ejemplo, José Marcilese, "La construcción de los liderazgos locales en el peronismo bonaerense frente a la verticalidad partidaria. Una aproximación al tema a través del caso bahiense (1949-1955)". Cuadernos del Sur. Historia, Nº 33 (2004), 149-168.
63 En un trabajo anterior hemos examinado trayectorias de líderes locales de la provincia de Buenos Aires. Alejandra Salomón, El peronismo en clave rural y local. Buenos Aires, 1945-1955 (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2012).
64 El carisma no es algo inherente al líder que aparece en formas extravagantes y momentos efímeros, sino un fenómeno cultural, construido a través de un aparato simbólico. Clifford Geertz, Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas (Barcelona: Paidós, 1994), 148-150. Silvia Sigal, "Del peronismo como promesa", Desarrollo Económico, Vol. 48, N° 190-191 (2008), 269-286.
65 Por ejemplo, difieren los liderazgos de Antonio Scavuzzo y Diego García, de Coronel Pringles y Pergamino, respectivamente. Al primero, su estilo mesurado y su trayectoria como odontólogo le permitieron formar un frente político amplio en una localidad que rechazaba los absolutos. En cambio, García descolló por su carácter vehemente y su experiencia sindical en una localidad muy politizada y movilizada. Ambos capitalizaron su trayectoria pública previa (uno como comisionado y otro como diputado) y sus vinculaciones con las autoridades superiores para acrecentar su capital político local y acceder así a la intendencia.
66 La inexistencia de dirigentes que contaran con esos requisitos dentro del peronismo de Chascomús contribuye a explicar su debilidad en términos electorales. A diferencia de los peronistas, buena parte de los radicales tenía una larga trayectoria política y reconocimiento social. El peronismo se comenzó a afianzar en 1954, una vez que contó entre su dirigencias con figuras "respetables" (Francisco Horacio Marino, Francisco Quijano, Ramón Lescano, entre otros) en la localidad, lo cual induce a pensar que, junto con su imbricación con la identidad nacional, era su vinculación con lo local aquello que revestía de legitimidad.
67 Es ilustrativo el caso de Diego García, líder de Pergamino. Su trayectoria sindical, su prestigio social y sus vinculaciones con figuras del peronismo provincial impulsaron su carrera política. Pero una vez en el poder municipal, su pretensión de autonomía, en franca colisión con intereses cegetistas y provinciales, determinó el final de su hora política. Luego de un agudo conflicto municipal, su comuna fue intervenida.


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