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Historia Caribe

Print version ISSN 0122-8803

Hist. Caribe vol.10 no.27 Barranquilla July/Dec. 2015

https://doi.org/10.15648/hc.27.2015.8 

DOI: http://dx.doi.org/10.15648/hc.27.2015.8.

Artículo de investigación e innovación

Convergencias y divergencias entre Sociología e Historia*

The convergences and divergences between Sociology and History

Convergências e divergências entre a Sociología e a História

Convergences et divergences entre Sociologie et Histoire

Blas Segundo Zubiría Mutis

* Este artículo forma parte del proyecto "El diálogo interdisciplinar de la Sociología". Esta publicación está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-Compartir Igual 3.0

Profesor tiempo completo de la Universidad del Atlántico. Colombia. Correo electrónico: blaszubiria@mail.uniatlantico.edu.co. El autor es Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá (Colombia), entre sus publicaciones recientes tenemos: "Renta Básica y Estado Plurinacional: opciones para la justicia global. Una reflexión desde las esferas de la justicia de Michael Walzer", en Revista Eidos No. 21 (2014) y "El pensamiento de Orlando Fals Borda con relación al papel político de los movimientos sociales", en Revista Virtual Collectivus No. 1 (enero-junio 2013). Entre sus líneas de investigación contamos los temas sobre el pensamiento sociológico latinoamericano, teoría sociológica, Sociología Política y la Sociología de la Literatura.

Para citar este artículo: Zubiría Mutis, Blas Segundo. "Convergencias y divergencias entre Sociología e Historia", Historia Caribe Vol. X No. 27 (Julio-Diciembre 2015): 231-268. DOI: http://dx.doi.org/10.15648/hc.27.2015.8.

Recibido: 18 de febrero de 2014
Aprobado: 20 de abril de 2014
Modificado: 15 de mayo de 2014


Resumen

En el presente artículo se hace un recorrido histórico acerca de las convergencias y divergencias que han existido entre la Sociología y la Historia. La necesidad de un diálogo entre las ciencias sociales ha sido una propuesta epistemológica y metodológica que ha generado tensiones y posturas diversas en momentos históricos concretos. Si bien se puede argumentar que se han dejado atrás aquellas posiciones radicales, que defendían el imperialismo de una ciencia sobre otra, ello no implica que la tensión haya desaparecido del todo. En medio del acuerdo por el diálogo entre las disciplinas científicas, todavía se escuchan razones y posturas que señalan limitaciones al mismo.

Palabras clave: Sociología, Historia, Sociohistoria, Sociología histórica, Historia social, Historia total.


Abstract

In this article it is made an historical journey about the convergences and divergences that have existed between Sociology and History. The necessity of a dialogue between the social sciences has been an epistemological and methodological proposal which has generated different tensions and positions in particular historical moments. Although it can be argued that those radicals positions which defended the imperialism of a science over another, have been left behind, this does not implies that the tension has quite disappeared. In the middle of the agreement for the dialogue between the scientific disciplines, it is still heard reasons and positions that point the limitations towards it.

Key words: Sociology, History, Sociohistory, Historical sociology, Social history, Total history.


Resumo

Neste artigo é feito um recorrido histórico sobre as convergências e divergências que tem existido entre a Sociologia e a História. A necessidade de um diálogo entre as ciências sociais tem sido uma proposta epistemológica e metodológica que tem gerado tensões e posturas diversas em momentos históricos em concreto. Bem se pode argumentar que têm sido deixadas atrás aquelas posições radicais que defendiam o imperialismo de uma ciência por acima de outra, isso não implica que a tensão tenha desaparecido totalmente. No meio do acordo pelo dialogo entre as disciplinas científicas, ainda se escutam razões e posturas que sinalam as limitações do mesmo.

Palavras-chave: Sociologia, História, SócioHistória, Sociologia histórica, História social, Historia total.


Résumé

Dans cet article il est fait un parcours historique sur les convergences et divergences que ont existé entre la Sociologie et Histoire. La nécessité d’un dialogue entre les sciences sociales a été un propose épistémologique e méthodologique que a généré des tensions et postures différentes en moments historiquesen spécifique. Bien qu’on peut argumenter que ontété laissésderrièreces positions radicaux, que défendait l’impérialisme d’un science sur autre, ça ne implique pas que la tension a disparu par tout. Au milieu d’unaccord sur le dialogue entre les disciplines scientifiques, on encore écoutedes raisons et postures que signale les limitations du même.

Mots-clés: Sociologie, Histoire, Socio histoire, Sociologie historique, Histoire sociale, Histoire total.


Introducción

"Una de esas oscuridades, no la más ardua pero no la menos hermosa, es la que nos impide precisar la dirección del tiempo, que fluye del pasado hacia el porvenir es la creencia común, pero no es más ilógica la contraria, la fijada en verso español por Miguel de Unamuno:
Nocturno el río de las horas fluye
desde su manantial que es el mañana
eterno…
Ambas son igualmente verosímiles –e igualmente inverificables".

Cuando se examinan la Sociología y la Historia en perspectiva histórica y teórica, se constata que ambas disciplinas han tenido puntos de encuentro y de desencuentro. Estas convergencias y divergencias señalan derroteros de distinta naturaleza que si bien pueden explorarse como caminos separados paralelos o como caminos yuxtapuestos que en algunos casos se confunden, tal vez, lo más apropiado y cercano a la verdad, sea explorarlos desde una perspectiva dialéctica donde la simultaneidad de lo convergente y lo divergente esté presente.

Para tratar de ser más explicativos, y siguiendo con la metáfora, diríamos que la perspectiva histórica y teórica de acercamiento a la Sociología y a la Historia, nos muestra que lo que existe es una red intricada de caminos: algunos claramente definidos y paralelos, que cada uno –sociólogos e historiadores– transitan y construyen, porque como lo enseñó Antonio Machado "se hace camino al andar"; otros caminos que se yuxtaponen en uno solo, aunque las piedras con que han sido construidos se hayan extraído de las canteras propias de la Sociología y de la Historia, distinta o indistintamente. También se observa que algunos van transitando y construyendo el camino de la Sociología o de la Historia, y, en ciertos momentos de su recorrido, trazan un camino diagonal que los une y así pueden ir zigzagueando un buen trecho de lo andado.

Como en toda red de caminos, a veces en el cruce nos encontramos con amplias plazas que brindan seguridad al caminante; en otras, el punto de cruce los bifurca y estos se separan. Reiteramos que para entender la existencia de esos variados caminos –paralelos, yuxtapuestos, conectados, con plazas de convergencia o puntos de divergencias–, debemos procurar una mirada panorámica que nos permita diferenciarlos e intentar valorarlos en sus derroteros.

En el presente artículo brindamos esa mirada panorámica sobre algunos –no todos– de los puntos de convergencia y divergencia más importantes que se han dado en el diálogo entre la Historia y la Sociología a partir del siglo XIX. Sin embargo, creemos necesario hacer una salvedad metodológica de suma importancia. No intentamos esta mirada de reflexión panorámica desde fuera de las disciplinas, sino desde dentro, tal cual como la practican y ejercen los sociólogos e historiadores que se enfrentan a su respectivo quehacer y a la reflexión de la misma en el ámbito metodológico. Es decir, no recurrimos para ello a los esquemas o planteamientos hechos desde la filosofía de la historia o desde la filosofía de las ciencias sociales, ya que desde esta perspectiva, el análisis se complejiza hacia otros terrenos y requeriría el tratamiento de problemas –la verdad, la objetividad, la utilidad– que por su naturaleza más cercana a la teoría del conocimiento exigen argumentaciones de otra índole.

Seguir esta línea de argumentación nos hubiera llevado al terreno de las perspectivas de análisis como las señaladas por Bertrand Badie, quien diferencia tres ideologías que han justificado la exclusión entre ambas ciencias: la primera ideología, el historicismo, la cual considera que como la Historia "tiene un sentido conocido de antemano y que escapa al control de los hombres y al efecto de sus prácticas sociales, el historiador no tiene gran cosa que enseñarle al sociólogo y puede incluso extraviarlo en el conocimiento de lo detallado y lo accesorio"1. La segunda, el funcionalismo que plantea que "la Sociología y la Historia ocupan ámbitos distintos y están separadas por fronteras perfectamente delimitadas. La función del sociólogo es asimilable a la del «fotógrafo» que fija un orden social en un momento determinado del tiempo que, por consiguiente, queda excluido en su propia dinámica"2. Y la tercera ideología, el neoliberalismo, que es "de factura más reciente y parece más desconcertante aún, ya que proclama sencillamente el "final de la historia" (y) ha contribuido a reactivar el mito de una cultura occidental portadora de universalidad y, por ende, (…) el triunfo de una historia destinada a universalizarse"3.

1. Una reflexión permanente y necesaria

Esta reflexión sobre los encuentros y desencuentros entre la Sociología y la Historia es permanente y necesaria, no solo por ser una exigencia intrínseca de la ciencia que no deja de cuestionarse así misma tanto en el nivel teórico como en el epistemológico4, sino por la importancia social de las ciencias y por la necesidad imperiosa del diálogo y del enriquecimiento mutuo. Así lo han reconocido tanto sociólogos como historiadores. Argumentos propios de nuestra más cercana tradición historiográfica que nos señalan que "comprender la manera en que se articulan las sociedades (…) es algo que compromete el esfuerzo del conjunto de las ciencias sociales o humanas"5 o que nos sostienen que "la comprensión del presente no es posible sin el conocimiento histórico y (…) en esta tarea colaboramos (los historiadores) con los otros científicos sociales pues nuestros destinos están cruzados, así recorramos caminos diferentes"6 son prueba fehaciente de ello.

También del lado de la Sociología, varios de nuestros más insignes representantes han promovido, con trabajos concretos de acercamiento entre ambas disciplinas, la importancia y la necesidad del diálogo. Orlando Fals Borda con su Historia doble de la Costa o Fernando Guillén Martínez, con su Poder político en Colombia son ejemplos válidos de ello. Recordemos que en el famoso debate con Charles Berquist a raíz de las críticas planteadas por el historiador norteamericano a la Historia doble de la Costa por considerarla alejada de los tres pilares del historiador profesional, Fals Borda contra argumenta que "por la naturaleza de los problemas encontrados, resultó necesario integrar varias disciplinas, entre ellas la literatura, la historia, la ciencia política, la antropología y la sociología con el fin de observar, describir, explicar y conducir un proceso popular dinámico y contradictorio"7.

Por su parte, Guillén Martínez vincula su explicación sociológica del proceso político de control social clientelista al análisis histórico de las relaciones sociales y económicas que se dan en la consolidación de la Hacienda como unidad productiva desde la época colonial hasta bien entrado el siglo XX en Colombia, señalando que el

"examen histórico se ha coordinado con una descripción y evaluación del grado y la naturaleza del poder político ejercido por las asociaciones actuales formalmente no políticas (…). Para tal examen se han utilizado técnicas usuales de la ciencia sociológica, intentando manejarlas de tal manera que las variables analizadas resulten congruentes con los objetivos que guiaron la investigación historiográfica"8.

Por supuesto que también a nivel internacional la propuesta de diálogo entre Sociología e Historia tiene nombres ilustres desde ambas disciplinas. Tanto sociólogos –Norbert Elías, Emmnauel Wallerstein o Pablo González Casanova–, como historiadores –Fernando Braudel, Armando Saitta o Edward H. Carr– han promulgado desde diversas orillas paradigmáticas acercamientos disciplinares. Puede decirse que el trabajo de Elías en obras como El proceso de la civilización y La sociedad cortesana es un elaborado análisis sociológico del desarrollo histórico a largo plazo. El sociólogo judío-alemán desarrolla en su obra más significativa El proceso de la civilización9, un acercamiento a una sociología histórica que intenta explicar estructuras sociales complejas, pero articuladas al análisis de lo individual, es decir, una integración entre lo micro y lo macro gracias al concepto de figuración10. En sus ensayos "Hacia una teoría de los procesos sociales" y en "El atrincheramiento de los sociólogos en el presente" define la importancia de la historia para el análisis sociológico11. Immanuel Wallerstein, el sociólogo norteamericano, también asume una clara postura de acercamiento entre Sociología e Historia cuando en los tres volúmenes de su obra El moderno sistema mundial12, acerca ambas ciencias al análisis concreto de los ciclos económicos que le permiten una explicación histórico-crítica de los mecanismos globales y funcionales del capitalismo para desarrollarse y posicionarse a partir del siglo XVI. Por su parte, Pablo González Casanova va más allá: su propuesta de acercamiento entre las disciplinas es enciclopédica, hasta el punto de que no se trata de un diálogo solo entre las ciencias sociales, sino también de estas con las ciencias duras y las tecnociencias13.

En el terreno de la historia, Fernando Braudel, fue más explícito frente a la necesidad del diálogo entre las dos ciencias. En el texto Historia y Sociología expresó:

"No se puede negar que, con frecuencia, Historia y Sociología se reúnen, se identifican, se confunden (…). Las razones de ello son simples (…) una identidad de naturaleza: Historia y Sociología son las únicas ciencias globales capaces de extender su curiosidad a cualquier aspecto de lo social. La Historia en la medida que es todas las ciencias del hombre en el inmenso campo del pasado (…) la Sociología (que también es síntesis por vocación) a la que la dialéctica de la duración obliga a volverse hacia el pasado, lo quiera o no"14.

Armando Saitta ha considerado que "difícilmente el historiador podrá ignorar muchos de los datos proporcionados por la Sociología (ya que) la reconstrucción histórica sería, de cualquier manera, parcial e incompleta si no utilizara también datos y técnicas que ofrece la Sociología"15. Edward H. Carr ha argumentado que el vínculo entre ambas ciencias es inevitable y necesario, porque se trata de superar ciertas dicotomías que se le plantean a la Historia y a la Sociología en sus respectivos campos de aplicación, pero que bien pudieran ser compartidas de manera válida por ambas, como el análisis entre lo único y lo general, entre el hecho y la interpretación o entre la continuidad de lo temporal y la estructura de lo presente. Ha planteado Carr "que cuanto más sociológica se haga la Historia y cuanto más histórica se haga la Sociología, tanto mejor para ambas. Déjese ampliamente abierta a un tráfico en doble dirección la frontera que las separa"16.

2. Tres bifurcaciones significativas en la modernidad

A partir de la modernidad se pueden señalar por lo menos tres puntos en los cuales se presentaron bifurcaciones importantes entre las ciencias sociales y las ciencias naturales y bifurcaciones importantes entre las ciencias sociales mismas17. Un primer punto generó la trifurcación de los caminos del saber en el ensayo, la filosofía y la ciencia18; un segundo punto separó las ciencias naturales de las ciencias sociales, en el plano ontológico, con la distinción planteada por Wilhelm Dilthey; y un tercer punto de divergencia se dio en el plano metodológico, cuando Wilhelm Windelband y Heinrich Rickert diferenciaron entre las ciencias nomotéticas y las ciencias ideográficas.

Ahora bien, el hecho de que estos puntos hayan planteado la divergencia, no quiere decir que, a lo largo de la historia, no se haya intentado la convergencia. Lo cierto es que algunos han mantenido la naturaleza paralela de los caminos, recorriendo la Historia o la Sociología, o desde el ensayo o bien desde la reflexión filosófica o desde la tradición investigativa científica; pero también algunos han tratado de yuxtaponer o entrecruzar los caminos. Así lo reconoce Fierro a partir de las tres formas racionales de lenguaje predicativo, relativo a la realidad –el discurso científico iniciado por Galileo, el ensayístico por Montaigne y el filosófico por Descartes– cuando señala que "ciertas formas de teorizar en Historia, en Sociología, en antropología cultural, en psicología, han llegado a una completa fusión con ingredientes ensayísticos y/o filosóficos"19.

Algo similar puede decirse con relación a la distinción ontológica entre ciencias de la naturaleza y ciencias sociales, donde propuestas como el paradigma complejo de Edgar Morin20, el acercamiento a las tecnociencias de Pablo González Casanova21 o la propuesta de abrir e impensar las ciencias sociales de Wallerstein22, procuran ese acercamiento con las ciencias naturales o con las ciencias físicas y sus principios de autopoiesis como lo anotan Maturana y Varela o de incertidumbre como lo anota Ilya Prigogine. También algunos, como Santos Juliá, consideran que no se puede mantener a la Historia como una ciencia ideográfica separada sin ningún diálogo con la Sociología como ciencia nomotética, pues esta diferencia que parecía radical se ha evaporado23.

2.1. Ensayo, filosofía, investigación

Fierro analiza el ensayo contraponiéndolo tanto al discurso filosófico como al discurso científico. Reconoce a Miguel de Montaigne como el creador del género, por su innovación revolucionaria en materia de ideas, de concepción del mundo y del hombre, cuando "se atreve a prescindir por entero, desde el principio y por principio, del visado de la autoridad eclesiástica"24. Sostiene que el estilo y la forma de pensar de Montaigne no está sujeto a métodos –como la ciencia–, ni a lo abstracto universal –como la filosofía–, sino que se elabora a partir de tentativas, sobre asuntos variados sin querer sistematizarse ni convertirse en doctrina. Diferencia el ensayo del discurso científico en que este tiene como base el instrumental y los métodos estrictos, compartidos de manera unánime por una comunidad científica, mientras aquel trabaja con meras orientaciones de procedimiento, más que con reglas fijas.

El segundo camino que construye la modernidad es el de la filosofía a partir de la razón. Esa razón que cuestiona la "presunción de infalibilidad de un pensamiento supuestamente aconsejado por el sentido común"25 y que va a reconocer en Descartes (y en Bacon) el inicio de vías filosóficas, aunque dispares, –idealista el uno; empirista el otro– coincidentes "en cuanto maestros e instructores de un modo de pensar, que lo es de indagar, argumentar, razonar, con miras (…) (a) la búsqueda de conocimiento cierto frente a la simple opinión y a conjeturas de espaldas a la realidad"26.

El tercer camino va a ser el de la ciencia moderna que, como se reconoce, se inició primero en el terreno del mundo físico y del cuerpo humano y no en el terreno de la vida humana y de su conducta. Para Fierro autores y obras como Adam Smith La economía de las naciones, 1776, Robert Malthus Ensayo sobre la población, 1789 y David Ricardo Principios de Economía Política, 1817, son ejemplos de una primera disciplina científica, la economía clásica, que intenta descubrir leyes que rijan la libre determinación de la conducta humana. Pero como advierte: "En rigor (…) solo en la segunda mitad del siglo XIX empezó en verdad la ciencia a ocuparse del homo en cuanto sapiens. (…) Solo entonces la ciencia que había sido de la naturaleza, ciencia objetiva natural, comenzó a considerar la naturaleza individual y social del hombre"27. Para Fierro, la ciencia social en sus primeros años asumirá ciertas características que la obligan a intentar ser similar a la ciencia natural para ganar igual reconocimiento y estatus. Como aspira a la objetividad va a requerir del instrumental y de la medida, "dos elementos consustanciales a la investigación desde Galileo"28. En la medida en que la ciencia social avanza, logrará un desprendimiento, lento y nada fácil, que se irá consolidando cuando logra establecer criterios de diferenciación con las ciencias naturales.

2.2. Ciencias de la naturaleza; ciencias del espíritu

Uno de los criterios de diferenciación entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales lo va a plantear Wilhelm Dilthey, en 1883, con su obra Introducción a las ciencias del espíritu, donde argumenta que

"siendo la naturaleza externa al sujeto, tan solo puede ser conocida mediante la experiencia externa, o sea, la observación sensible, mientras que en el caso del mundo humano, el sujeto cognoscente es parte de ese mismo mundo y, así pues, debe conocerlo desde el interior (…) en el contexto de la historia entendida en sentido sincrónico y diacrónico, o sea, mirando tanto al presente como al pasado"29.

Dilthey reconoce que las ciencias del espíritu son un todo independiente junto a las ciencias de la naturaleza y que las primeras "constituyen la realidad que queremos no dominar, sino, ante todo, comprender"30. Analiza, con vocación de historiador, el surgimiento de estos dos grandes caminos y propone que las condiciones de la conciencia científica moderna hay que buscarlas inicialmente en la disolución de la actitud metafísica del hombre ante la realidad31, ya que gracias al trabajo de la ciencia se supera la metafísica. Para Dilthey la aparición del hombre moderno es el resultado de un complicado proceso cultural donde está presente el humanismo y la Reforma, la subjetividad y la individualidad, pero lo fundamental es que "aparecieron, como los productos característicos de la ciencia moderna, la investigación de las leyes causales de la realidad –tanto en el dominio de la naturaleza como del mundo histórico-social– y la teoría del conocimiento"32.

2.3. Ciencias nomotéticas; ciencias ideográficas

Un segundo criterio de diferenciación lo va a plantear posteriormente Wilhelm Windelband y Heinrich Rickert, representantes de la escuela de Baden, quienes insertan una nueva distinción, más que en el plano ontológico, en el plano metodológico, cuando diferencian "las ciencias que aspiran a la determinación de leyes generales y al descubrimiento de uniformidades entre los fenómenos y otras que, en cambio, miran al conocimiento de hechos particulares, únicos e irrepetibles"33.

Rickert señala que la distinción de las ciencias unas de otras, se da no solo por los objetos que estudia, es decir, desde puntos de vista materiales, sino también por los métodos que aplica, es decir, desde puntos de vista formales. Desde este último, Rickert sostiene que el concepto de Historia, como suceder singular, "está en oposición formal al concepto de ley universal, y tendremos que hablar, por lo tanto, al dividir las ciencias particulares, de una distinción entre el método naturalista y el método histórico"34. Reconoce como válida la distinción de Windelband entre nomotético e ideográfico, en el sentido de la distinción entre las ciencias que se encargan de establecer leyes y la historia que se encarga de la exposición de lo singular y lo particular, pero precisando que, desde el punto de vista formal, los conceptos de naturaleza e historia, no hacen referencia "a dos realidades distintas, sino a la misma realidad desde dos distintos puntos de vista"35.

Esta distinción ha sido reconocida, por algunos, como válida para las ciencias sociales que nos ocupan, y en ese sentido, se ha catalogado a la Sociología como una ciencia nomotética, mientras a la historia como una ciencia ideográfica. Ferraroti, por ejemplo, es de la tesis rickertmiana que la diferencia entre Sociología e Historia, parte más de los métodos y de las perspectivas conceptuales con que se aborda el estudio de lo social. Para él la Sociología se "vale de un esquema explicativo condicional. La Historia, en cambio, se empeña en determinar un proceso específico de imputación causal"36. Aduce, por tanto, que la Sociología busca establecer regularidades, lo uniforme y lo repetible, con el objeto de probar, explicar o interpretar "la existencia de determinadas correlaciones significativas entre dos series de datos, fenómenos, comportamientos, expresables con la fórmula "si se da esto… se dará entonces esto otro""37. La Historia por el contrario, busca, mediante el análisis y la recopilación de fuentes, el hecho único, irreductible a cualquier otro y por tanto irrepetible.

Otros, por el contrario, no han reconocido la validez de la distinción. Wallerstein, por su parte, critica ambas distinciones por considerar que reforzó la categorización de las ciencias sociales entre científicas (nomotéticas) y humanistas (ideográficas), y "en consecuencia no solo tuvimos una fragmentación en "disciplinas" sino también una agrupación de estas "disciplinas" en dos "facultades" independientes: las ciencias sociales y las humanidades"38. También el antropólogo Bronislaw Malinowski es crítico de esta bifurcación: "La trillada distinción entre disciplinas nomotéticas e ideográficas es una artimaña filosófica que debería haber sido eliminada hace tiempo ante la simple consideración de lo que significa en el sentido de observar, reconstruir o registrar un hecho histórico"39.

3. Algunas convergencias y divergencias de la Historia y la Sociología como ciencias modernas

Sin ser exhaustivos, en este punto queremos precisar algunas de las más importantes corrientes que han planteado la convergencia o la divergencia en el diálogo entre ambas disciplinas científicas.

3.1. El positivismo histórico y el sociológico: pretensión imperialista

El primer punto de divergencia clave proviene del inicio de las ciencias sociales modernas, cuando quisieron alcanzar el mismo estatus de las ciencias físicas y naturales e intentaron separarse entre sí y volverse imperiales. Existe coincidencia en señalar que tanto la Sociología como la Historia, al igual que las otras ciencias sociales nacientes, intentaron obtener reconocimiento similar al que habían ganado las ciencias físicas y para ello se enfrentaron entre sí, procurando defender la mayor validez del conocimiento producido en un área específica como central y del conocimiento producido en otras áreas como propio de ciencias auxiliares. Fueron intentos radicales de sus cultivadores por definir fronteras para "conquistar unos espacios que hicieran factible su reconocimiento público como ciencias con un estatus y un lugar propio en el edificio científico"40.

Dichas posturas radicales obedecieron en parte al tipo de Historia y Sociología que se hacía en los inicios de la ciencia moderna. Para el caso de la Historia, esta se concebía como la ciencia del acontecimiento, con una fuerte influencia positivista, que privilegiaba la ciencia política y aunque, en el siglo XIX, algunos historiadores alemanes propugnaron por una historia colectiva que aglutinara conceptos de otras disciplinas, estos planteamientos no tuvieron éxito. La historia política, como la verdadera historia, se fortaleció en el trabajo de los historiadores "influenciados por la política nacionalista que se desarrolló en toda Europa a mediados del siglo XIX y el auge del concepto de Estado-nación"41. El historicismo alemán de Leopoldo Von Ranke y el positivismo francés de Charles Seignobos y Ernest Langlois, procuraban el mismo objetivo diferenciador. Para Santos Juliá, las características básicas del camino construido por Von Ranke, fueron el de una Historia

"determinada por su objeto –lo político– y por su método –crítica de textos escritos– (que) se convirtió en el cuidado relato de los hechos acontecidos a personajes políticos o con poder social y a los grandes estados y naciones (…). Fue, en definitiva, una historia política, positiva, individualista, narrativa"42.

También Stone realiza un balance parecido. Para él entre 1870 y 1930 la Historia se institucionalizó como una ciencia profesional en las universidades con la creación de departamentos que profesionalizaron la actividad así como la creación de asociaciones de historiadores. Ahora bien, este proceso vivido por la Historia, junto con las otras ciencias sociales (sociología, antropología, economía, psicología) se dio también gracias al triunfo del historicismo y el positivismo de Ranke ya que no solo se creía seriamente que lo único requerido para establecer exactamente lo sucedido era apegarse fielmente a los hechos recogidos en los documentos oficiales sino también porque "el tema fundamental del quehacer histórico, bajo la influencia del nacionalismo liberal burgués de la época, se definió como la evolución administrativa y constitucional del Estado-nación, a la vez que las relaciones militares y diplomáticas entre los Estados"43. Como lo señala Vilar: "Hacia 1900, esta historia positivista triunfaba en todas partes y la separación tajante y casi absoluta entre economía, Sociología e Historia ponía en peligro la esperanza de una síntesis global sobre el pasado de las sociedades"44.

En la Sociología, Augusto Comte trataba de encontrar las leyes universales válidas y sostenía una "concepción de la Sociología como superciencia o scientia scientiarum"45, aunque su positivismo intentaba garantizar la validez de la nueva ciencia social porque utilizaba los métodos propios de las ciencias naturales, de allí que hablaba de la Sociología "como una "física social" según el modelo de la mecánica newtoniana"46.

Si bien Durkheim no cayó en este error de justificar la Sociología como ciencia imperial y evitar el diálogo con la Historia, sino que, por el contrario, reconoció la importancia de ambas y de su acercamiento, algunos continuadores de su obra, sí cayeron en él. Como lo critica Febvre, los sociólogos durkheimianos expresaban abiertamente en las páginas de la revista Annales Sociologiques la pretensión imperialista de la Sociología:

"Los sociólogos por su parte, con el entusiasmo de sus primeras conquistas, lanzaban alegres ataques a una disciplina tan mal defendida (la Historia). Los defensores de la escuela durkheimiana no disipaban la Historia en el humo. Se la anexionaban como amos. Todo lo que en el campo de las ciencias históricas les parecía susceptible de análisis racional, les pertenecía. El residuo era la Historia: una paginación cronológica (…), una relación, un relato"47.

Como se aprecia en esta crítica, se dio una coincidencia entre historiadores y sociólogos positivistas por reclamar la supremacía de un saber sobre el otro, lo que necesariamente los alejó de un posible diálogo. Es pertinente señalar que este proceso de diferenciación no solo se presentó en Europa. Según San Pedro López, tanto la Sociología como la Historia norteamericana se inclinaron más hacia el positivismo, con el mismo resultado divergente:

"La Sociología norteamericana emergió como disciplina autónoma en la década de 1890, en la Universidad de Chicago, época en la que había un profundo interés de los primeros sociólogos, por apoyar el movimiento de Reforma Social, más que en tratar cuestiones "teóricas"; el rechazo a reflexiones filosóficas o epistemológicas más generales sobre los fundamentos de la disciplina (que muchos identificaban con la discusión historicista alemana o con el marxismo decimonónico) facilitó la influencia del positivismo comteano, el enfoque spencereano, así como la investigación empírica"48.

Mientras que para el caso de la Historia:

"Aproximadamente en la década de 1880 los historiadores norteamericanos vieron a la historia "científica" como una gran oportunidad para hacer de su disciplina una "profesión" a la altura de las ciencias sociales, y fue el modelo de las ciencias naturales el que inspiró su quehacer profesional (…) el "noble sueño" de la historiografía norteamericana, era relatar "lo que realmente sucedió" de manera objetiva y neutral mediante el estudio exhaustivo de todas las fuentes documentales disponibles"49.

Hoy en día se reconoce como una verdad ineludible que si se privilegia a cualquiera de las dos ciencias sociales en esta mirada imperial, lo cierto es que una de ellas pierde gran parte de su valor cognoscitivo al ser reducida a un valor instrumental. Por ello, Jacques Le Goff sostiene que hay que superar "el imperialismo de la Historia en los campos de la ciencia y de la política"50.

Es importante señalar, que a la par que se construía el fuerte camino bifurcado del positivismo histórico y sociológico, algunos construían su propio camino donde la Historia y la Sociología, se yuxtaponían como ciencias hermanadas. Para Hobsbawm, construyeron este camino tanto Marx, Comte, Weber, Durkheim, junto con sus seguidores, y "gente como Lamprecht",51 quien a finales del siglo XIX "intentó propugnar una historia colectiva que aglutinara conceptos de otras disciplinas, pero sus nuevos planteamientos no fueron bien acogidos"52. La propuesta de la Historia concebida por el historiador alemán, era la de construir un camino de síntesis histórico-culturales que le adjudicaba un alto valor a las dimensiones socioeconómicas, psico-sociológicas e histórico-sociales, por lo que "los "historiadores de la política" comenzaron a temer por su hegemonía y a lamentar su decadencia"53. Al final, como sostiene Kocka, esta vertiente de Lamprecht fue domesticada porque sus sucesores giraron hacia una historia de las ideas, del arte y del espíritu.

Otro camino paralelo importante fue el construido por Max Weber, que no solo fue una reacción al historicismo alemán sino también un antecedente valioso en la tradición de la futura historia social, pues "alejado de las historias especializadas (…) Max Weber elaboró estudios histórico-sociológicos que (…) están unidos por la comprensión de la racionalización de todos los campos de la vida histórico-social"54.

Puede decirse con Santos Juliá, que "la de Weber fue la última de las grandes construcciones sociohistóricas producidas antes de que sociólogos y antropólogos comenzaran en los años de la primera posguerra lo que Peter Burke define como un "diálogo de sordos" con los historiadores"55. Sin embargo, como lo reconoce Stone, en el largo plazo el camino que construyó Max Weber fue retomado por historiadores y sociólogos que –luego del periodo de "diálogo de sordos"– superaron las distancias e iniciaron un acercamiento entre la Sociología y la Historia donde "aprendieron de Weber (…) que los factores culturales, ideológicos e institucionales no eran simples superestructuras"56.

También es importante señalar que otro camino que se intentó construir fue el de la historia de la ciencia, que trató de abrirse paso como disciplina especializada o enfoque historiográfico válido para superar la historia acontecimiento o la historia política, por considerarla más importante que el conocimiento del pasado solo desde las batallas o la lucha por el poder del Estado57. Jean Etienne Montucla, quien escribió entre 1799-1802 una Historia de las Matemáticas, reclamaba con justicia el olvido por parte de los historiadores de áreas donde las invenciones del progreso humano bien ameritaban por lo menos su constatación. A principios del siglo XX, George Sarton, químico y matemático belga, emigrado a los Estados Unidos, fue "el más esforzado defensor de la historia de la ciencia como núcleo central de la historia de la humanidad"58, tradición que se consolidó a lo largo del siglo XX con la figura emblemática de Alexandre Koyré, reconocido como el padre de la historiografía de la ciencia actual y quien "planteó la Revolución Científica contra la tradición del positivismo lógico"59.

3.2. Una gran plaza de convergencia: Historia total: Annales y Escuela Inglesa Marxista

Fue Annales como colectivo científico, en este caso historiográfico, una de las corrientes más influyentes que reconoció la importancia del diálogo entre Sociología e Historia60. No podría analizarse una relación de la Historia y las ciencias sociales pasando por alto los aportes experimentados por Annales, sobre todo, por su propuesta de historia problema, ya que con ella se dio el giro histórico de la Sociología hacia la Sociología Histórica en el que se

"reconoce la centralidad del tiempo en el análisis social (porque la Historia y la Sociología) se refieren a los aspectos temporales de la realidad social, ambas vuelven inteligible dicha realidad a partir de sus estructuras temporales y comparten un abanico temático común: el referido a las relaciones entre la sucesión y la simultaneidad, entre el presente, el pasado y el futuro, entre la memoria y el olvido"61.

Este enfoque sobre el tiempo, es uno de los nudos centrales de convergencia entre la Sociología y la Historia, pues "cualquier fenómeno social, en tanto sea histórico, es susceptible de ser analizado en función de las temporalidades que se ponen en juego; de ahí que pueda hablarse de una "temporalización" del análisis social con independencia del tema que se trate"62.

Desde el argumento anterior, podemos encontrar en Alfred Schutz una justificación que relaciona la Historia con la Sociología a partir de la temporalidad. Sostiene Schutz, que "la razón para recordar realidades sociales experimentadas con anterioridad se origina en mi situación actual y está condicionada por los problemas e intereses del aquí y ahora"63. Más adelante señala que existe una continua relación entre semejantes y predecesores y que esta continua relación "constituye asimismo la condición para concebir la Historia como un proceso provisto de sentido para quienes toman parte en ella"64.

Lucien Febvre, y luego su discípulo Fernando Braudel, expresaban que la Historia debería estar abierta a los diálogos multidisciplinarios y superar las pretensiones erróneas de los positivistas por considerarla la ciencia social más importante. Febvre, reflexionando sobre la naturaleza de la Historia, tal como la proponía Annales, expresó:

"Repito, por tanto: no hay historia económica y social. Hay la Historia sin más, en su unidad. La Historia que es, por definición, absolutamente social. En mi opinión, la Historia es el estudio científicamente elaborado de las diversas actividades y de las diversas creaciones de los hombres de otros tiempos, captadas en su fecha, en el marco de sociedades extremadamente variadas y, sin embargo, comparables unas a otras (el postulado es de la sociología)"65.

Braudel, por su parte, fue más explícito frente a la necesidad del diálogo entre las dos ciencias. En el texto llamado precisamente Historia y Sociología no solo reconoció la identidad entre ambas ciencias sino que dictaminó categóricamente: "No habrá ciencia social, a mi modo de ver, más que en la reconciliación en una práctica simultánea de nuestros diferentes oficios (sociólogo e historiador)"66.

Este terreno abierto por Annales siguió siendo defendido por diversos autores que reconocen como finalidad de la Historia y la Sociología el procurar aislar los fenómenos para describir mejor sus correlaciones, pues ambas ciencias utilizan tanto la investigación y la estadística –más propias de la Sociología–, como el método histórico –más propio de la Historia–, "para llegar a una definición y a una clasificación clara y establecer las constantes o unas leyes empíricas si el análisis de los encadenamientos causales lo permite"67.

Lo propuesto en esta plaza común de convergencia señaló la necesidad de derribar varias barreras establecidas desde el siglo XIX, como la que proponía a "la Historia como terreno de la inducción y la Sociología como el de la deducción (…) ya que ambas disciplinas tratan de comparar, formular hipótesis causales, establecer conceptos, narrar los hechos previamente documentados por medio de la investigación en fuentes primarias, etc., y por lo tanto, ambas ramas intentan conocer el pasado, interpretarlo y explicarlo"68.

En esta plaza convergente, confluyeron caminos con diversos niveles de yuxtaposición o de paralelismo. Algunos, por ejemplo, aceptan la necesidad del diálogo entre las dos ciencias, pero manteniendo cada una su especificidad. Franco Ferraroti plantea que se puede dar "un proceso de intercambio y de fecundación recíproca (solo que) a condición de que las dos disciplinas conserven intactas su autonomía y sus tradiciones (mediante una) interdependencia competitiva capaz de dar lugar a estímulos y controles recíprocos"69. Para Ferraroti la interdependencia competitiva solo será fructífera si no cae en extremos metodológicos que las lesionan: el extremo no adecuado para la Historia, es la historia acontecimiento, esa historia positivista centrada en el papel de los grandes hombres; y para la Sociología, el extremo peligroso es el coqueteo con lo cuantitativo propio de las ciencias naturales.

Balandier, por su parte, reconoce como un punto importante de la confluencia, el camino construido por los historiadores. Al respecto argumenta que "la Historia (…) al hacerse historia total, ha dominado el estado de fragmentación que impone la consideración del acontecimiento y, con este fin, ha integrado el aporte de las demás ciencias humanas (…). La Historia reactualiza la cuestión de la memoria colectiva, que estuvo no hace mucho en el centro de la interrogación sociológica"70.

Por otra parte, existen propuestas aún más radicales en términos de confluencia, que si bien reconocen limitaciones prácticas para ser implementadas, en términos teóricos y metodológicos defienden incluso la yuxtaposición total de los caminos a construir por sociólogos e historiadores. Tal es el caso de Wallerstein, quien aunque la reconoce como una propuesta simbólica, porque la institucionalización de las disciplinas en centros universitarios e investigativos se haya fortificada, exige

"la abolición de los departamentos de economía, sociología, antropología, ciencias políticas, geografía e historia y que se fusionen en un solo departamento de ciencias sociales históricas (…)(que permita) la creación de un solo escenario intelectual, basado en un solo debate sobre las teorizaciones heurísticas apropiadas, en el estudio holístico de un fenómeno intelectual singular: las maneras de funcionar de los sistemas histórico-sociales –aquel en que vivimos, los que han existido en momentos anteriores del tiempo histórico y los que son posibles".71

Para la escuela historiográfica marxista se constata que a lo largo del siglo XX con la propuesta de historia total surgida de Annales se logró superar el positivismo del siglo XIX y se dio "una reconciliación entre la Historia y las ciencias sociales (…) (ya que no solo) los historiadores han recurrido de modo creciente a varias ciencias sociales en busca de métodos y modelos explicativos (sino que también) las ciencias sociales han intentado de forma también creciente adoptar perspectivas históricas y para ello han contado con los historiadores"72. Esta corriente historiográfica representada en historiadores como Perry Anderson, E. P. Thompson o Eric Hobsbawm, rescata como fundamento de su desarrollo "el pensamiento histórico de Marx (…) ni "sociológico" ni "económico" sino ambas cosas a la vez"73. Hobsbawm reconoce que si bien los máximos representantes de Annales no pueden ser considerados marxistas, hubo una influencia directa de esta corriente con la historiografía marxista británica, gracias a la historia económica y social propuesta por los franceses. Este vínculo se hizo patente en los trabajos publicados en Annales y en la revista inglesa marxista Past and Present74.

3.3. Convergencias y divergencias: historia social-historia cultural-historia de las mentalidades

Para Peter Burke es la historia social la que posibilita la convergencia más importante entre Sociología e Historia, ya que la historia social intenta superar el enfoque de lo histórico basado solo en el ámbito privilegiado de lo político. Ahora bien, Burke reconoce que la diversidad de lo que se entiende por social, plantea entonces que la convergencia tiene, a su vez, diversos caminos. Historia de las relaciones sociales, de la estructura social, de la vida diaria, de la vida privada, de las solidaridades sociales y los conflictos sociales, de las clases sociales e historia de los grupos sociales son algunas de las "definiciones (que) están muy lejos de ser sinónimas; cada una corresponde a un enfoque distinto, con sus ventajas y desventajas. Pero es difícil llevar muy lejos cualquiera de estos enfoques sin tener algún conocimiento de los conceptos de la Sociología, de su lenguaje"75.

El diálogo permitió varios aportes de doble vía. Según Burke los sociólogos le aportaron a los historiadores de lo social, en primer lugar, "un conjunto de herramientas conceptuales básicas para algunos de los fallos más comunes del análisis histórico"76, tales como estructura y función, rol social, socialización, estratificación social, entre otros77. En segundo lugar, los métodos (análisis de encuestas, análisis de redes de relación, análisis de contenido, etc.) y entre ellos el más importante de todos: el método comparativo. Y en tercer lugar, el uso de modelos y tipos que los historiadores de hecho usan, aunque no lo sepan, como cuando utilizan términos generales como "feudalismo", "capitalismo" o hablan sobre la "forma clásica" de un fenómeno social. Así como los sociólogos le aportan a los historiadores, también los sociólogos, según Burke, reciben dos contribuciones que los historiadores pueden hacerle a la Sociología, una negativa y una positiva:

"La contribución negativa consiste en que el historiador especifique cómo un modelo concreto de cambio social, en principio capaz de abarcarlo todo, en la práctica no se ajusta a "su" sociedad concreta y en qué aspectos hay que modificarlo. Este es un proceso de trabajo hacia dentro, de lo general a lo particular, con el historiador desmenuzando las generalizaciones como un escultor ataca un bloque de mármol. En la contribución positiva el historiador modela más que esculpe, construye más que elimina, trabaja hacia fuera, de lo particular a lo general, describiendo el proceso de cambio de una sociedad que podría contribuir a la construcción de un modelo general revisado"78.

Como lo anota Kocka, la historia social en la década de los 70 planteaba una discusión similar a la formulada a finales del siglo XIX por Lamprecht, ya que se trataba la relación de la historia social, que ganaba paulatinamente terreno, con la historia política, tradicionalmente dominante, y para ello "interesaba preferentemente la relación de la historiografía con la Sociología, la economía y la política"79. Kocka, además, reconoce la larga tradición marxista y weberiana de la historia social en sus objetos, conceptos e intereses, y aborda su análisis desde una doble perspectiva como ciencia sectorial o historia de un ámbito parcial y como enfoque histórico-social de la Historia general o historia de la sociedad. Desde ambas perspectivas, así como a lo largo de todo el recorrido histórico que hace durante los siglos XIX y XX, el historiador alemán siempre "considera la relación de la historia social con las ciencias sociales sistemáticas (…) como relación de cooperación lo más estrecha entre disciplinas independientes"80.

Si bien la discusión acerca de los dos enfoques de la historia social –como historia sectorial y como historia de la sociedad– no se agota solo en la relación con otras disciplinas científicas, en la primera Kocka la reconoce como ineludible, necesaria y provechosa. Argumenta, por ejemplo, que la relación de la historia social con la historia estructural –en la medida en que se ocupa de la historia de las estructuras, los procesos y las acciones sociales– "abrió la posibilidad de una creciente aplicación de métodos generalizadores, tipificadores y cuantificadores, lo mismo que de la utilización modificadora de conceptos, modelos y teorías de ciencias vecinas como la economía y la Sociología"81. Y reconoce que esta relación benefició el progreso de la historia social, evidente por lo menos en tres modos de proceder, los cuales guardan grandes similitudes con los planteados por Burke: el primero, porque "un gran número de estudios históricos se sirven de conceptos, categorías y modelos singulares de las ciencias vecinas sistemáticas y los incorpora a un contexto histórico de argumentación"82; el segundo, en el campo de la investigación social empírica, con estudios donde se "tienden a confrontar las informaciones de las fuentes, preparadas sistemáticamente, con hipótesis lo más explícitas posibles que, a su vez, son deducidas frecuentemente de teorías especiales científico-sociales"83; y el tercero, en el campo de la tradición weberiana de la creación de tipos ideales.

Según San Pedro López, en Norteamérica sucedió de manera similar: la nueva Historia norteamericana, tanto historia social como la Historia desde abajo, buscó un acercamiento con la Sociología y la antropología, porque reconoció la necesidad de utilizar teorías sociales "para organizar y explicar los datos históricos (…) formular preguntas, periodizar los distintos ritmos del cambio social, elaborar hipótesis causales del cambio social y crear sistemas conceptuales de comparación"84. Por su parte, Le Roy-Ladurie también resalta como una de las características esenciales de la historia social, la de ser "pariente y vecina de otros campos de la Historia, que se forjaron a expensas de algunas ciencias humanas del presente: la antropología, la etnografía, la Sociología, la demografía…, proyectadas hacia el pasado"85.

Es importante señalar, sin embargo, que debido a un intento imperialista –fenómeno parecido al que se vivió en el periodo de entreguerras del siglo XX, cuando predominó un divorcio entre la Sociología y la Historia, porque "cada una de las ciencias sociales luchaba por ganar prestigio, reconocimiento y predominio al interior de los departamentos universitarios"86– se produjeron divergencias entre la historia social y la Nueva Historia Cultural (NHC), como subcampos especializados que trataban de consolidar prestigio. Es el proceso que documentó Peter Burke con relación al auge y al intento de predominio de la NHC. Como bien lo anota, algunos de los alegatos en favor de la NHC podrían explicarse "por la necesidad que siente una nueva generación de investigadores de definirse en contraposición a un viejo grupo para granjearse una posición ventajosa"87. También anota que se escucharon alegatos en contrapuesto que se consideraba que la NHC se había desbordado, cediendo "a la cultura demasiado territorio político o social"88.

Mauricio Archila, quien indagó la relación entre historia social e historia cultural desde una postura interdisciplinar, por considerar que "fueron resultado de cruces de caminos entre varias ciencias sociales"89, demuestra la convergencia y la divergencia que se presentan, no solo entre la historia social y la historia cultural, sino entre ambas y las ciencias sociales. Archila rescata nombres como los de Alberto Melucci, Antony Giddens, o Pierre Bourdieu, del lado de la Sociología, y de Peter Burke, William Sewell Jr. y E. P. Thompson por parte de la Historia, como autores que promovieron la convergencia entre la Sociología y la historia, social y cultural. Las conclusiones de Archila para la NHC desembocan en la necesidad de "volver a la teoría o asumirla con más rigor (y también por) una apuesta para involucrarse más en los debates interdisciplinarios con otras ciencias sociales"90.

Es válido señalar que existe un hilo de continuidad entre la historia social y la historia cultural y de las mentalidades, como un proceso lógico e ineludible, en la medida en que los historiadores no solo se fueron interesando por otros ámbitos de lo social, sino en la medida en que intentaron apropiarse críticamente del hecho histórico y, por tanto, empezaron a reconocer

"realidades históricas largamente descuidadas (…). Junto a la historia política, a la historia económica y social, a la historia cultural, nació una historia de las representaciones. Esta asumió diferentes formas: historia de las concepciones globales de la sociedad, o historia de las ideologías; historia de las estructuras mentales comunes a una categoría social, a una sociedad, a una época, o historia de las mentalidades; historia de las producciones del espíritu vinculadas no con el texto, las palabras, el gesto, sino con la imagen, o historia de lo imaginario (…); historia de las conductas, las prácticas, los rituales, que remiten a una realidad escondida, subyacente, o historia de lo simbólico"91.

Carlos Illades constata que "hacia 1970 la historia social tenía tres connotaciones distintas o, más exactamente, englobaba tres objetos de estudio: las clases subalternas, la cultura y las mentalidades, y las formaciones económico-sociales"92. Para Illades el camino abierto por la historia social tuvo influencias tanto en la Historia como en la Sociología. En la primera, motivó a los historiadores, sobre todo ingleses, a construir la historia desde abajo; en la segunda, motivó a los sociólogos, sobre todo norteamericanos, a construir el camino de la sociología histórica, que desarrollaremos en capítulo aparte.

Para finalizar, podemos dejar sentado que la tesis de Burke en la que señala que la máxima convergencia entre Sociología e Historia se da en la propuesta de historia social; puede ser corroborada por la obra de E. P. Thompson. La formación de la clase obrera en Inglaterra93 es un libro clásico que permite constatar que los caminos de la "historia social", "la historia desde abajo" y la "historia cultural" son confluyentes. Como lo valora Joseph Fontana en el prólogo del mismo, el libro sugiere nuevas vías, tanto para entender procesos objetivos como el nivel de vida durante la Revolución Industrial, así como temas de la cultura popular como los orígenes no solo económicos del movimiento obrero, y temas propios de las mentalidades como los mecanismos de formación de una conciencia colectiva. Para Fontana, sin embargo, el mayor valor de la obra de Thompson radica en la forma en que el historiador marxista relaciona los diversos planos del periodo histórico analizado, ya que integra en una imagen global el substrato económico, la evolución política y el cambio cultural, lo que "es un modelo difícil de imitar, pero es seguramente el único modelo válido"94.

El propio Thompson ha reconocido la importancia para la Historia del diálogo con las ciencias sociales, y aunque no toma como base concretamente a la Sociología, sí lo hace para la antropología social, pues considera que debemos utilizar algún tipo de funciones constantes, de estructuras universales profundas o tipologías ideales para descubrir las interioridades propias de un contexto particular, como lo hace la Historia, en el entendido, que "la Historia es una disciplina del contexto y del proceso; cada significado es un significado-en-contexto, y las estructuras cambian aunque viejas formas puedan expresar nuevas funciones o viejas funciones puedan hallar expresión en nuevas formas"95.

3.4. La sociohistoria o sociología histórica: un punto de convergencia

El penúltimo96 impulso de acercamiento entre Sociología e Historia proviene fundamentalmente de los años 50 y 60 del siglo XX. El término de sociohistoria surge en los 60 con Barrington Moore y sus estudios históricos comparados de las transformaciones macroestructurales, aunque el reconocimiento llega hacia finales de los 70, con la producción de los sociólogos que hasta hoy han marcado su progresivo ascenso: Immanuel Wallerstein, Norbert Elias y Charles Tilly97.

Viales Hurtado agrupa el surgimiento de los proyectos de sociología histórica por tradiciones. En primer lugar cita la tradición propia de los estudios del conflicto de clases y el ascenso del Estado moderno, impulsada por autores como Barrington Moore Jr. y Craigh Calhoun; en segundo lugar, los trabajos sobre movimientos sociales de Charles Tilly, que culminaron con la teoría de la movilización de recursos; en tercer lugar, el modelo comparativo de Gerhard Lenski acerca de la desigualdad en la historia mundial; y por último, los trabajos de Robert Wunthnow sobre los movimientos ideológicos fundamentales en los conflictos tripartitas entre Estado, elites sociales y empresarios de la cultura98.

Según una definición operacional de Dennis Smith, citada por Viales Hurtado, la sociología histórica es

"el estudio del pasado orientado a descubrir cómo las sociedades actúan y cambian. La sociología histórica es realizada por los historiadores y los sociólogos que investigan la interpenetración mutua entre el pasado y el presente, entre los acontecimientos y los procesos, entre la acción y la estructuración. Intentan concordar la explicación de conceptos, la generalización comparativa y la exploración empírica"99.

También Tilly ha señalado que "toda vida social es histórica en dos sentidos: solo podemos observar lo que ya ha ocurrido y lo que ocurrió antes; condiciona de manera importante lo que puede ocurrir hoy; los procesos sociales no solo se repiten con arreglo a las mismas secuencias, sino que, además suelen no apartarse del camino seguido"100. Esta reflexión anotada por Tilly, sirve para plantear uno de los aspectos claves en el diálogo entre las ciencias sociales: que la sociología histórica es metodológicamente una disciplina comparada. Esta apuesta metodológica acepta que comparar conlleva siempre consigo un doble trabajo: por una parte, de conocimiento minucioso del hecho histórico concreto, es decir, de la Historia como disciplina, y, por otra, de conceptualización a partir del material histórico, es decir, de la Sociología como disciplina.

Plantear el análisis de problemas a partir de la hibridación teórica y metodológica de disciplinas y de la comparación permite la búsqueda y la asimilación de nuevos aportes conceptuales o de nuevas miradas al devenir histórico. Uno de los autores que más ha discutido el tema ha sido precisamente Philip McMichael. Para él, existe una ineludible convergencia de la sociología histórica con la investigación comparada. Al examinar los límites del método comparado, explica que su formalización produce una separación injustificada entre la teoría y el método por lo que aboga "por una estrategia de investigación que permita un enfoque formativo, y no estructural, de la selección de unidades de análisis y de variables. Esto entraña una relación reflexiva entre teoría y método. En otras palabras, requiere que se reintegre el método comparado (y sus unidades y variables) en la propia investigación histórica y se subordine a esta"101.

También Ludolfo Paramio realiza un balance similar cuando señala

"Esto es precisamente lo que nos ofrece la sociología histórica en cuanto método de contrastación multivariante de hipótesis, y aquí es donde deberíamos buscar su principal contribución directa al debate sociológico.

Dicho de otra forma: la sociología histórica nos ofrece lo más parecido a la contrastación empírica que podemos encontrar en la teoría macrosociológica, y en tal sentido resulta imprescindible tanto para evaluar las hipótesis teóricas como para evaluar el carácter progresivo o estancado de los diferentes programas de investigación"102.

Por el contrario, para algunos autores como Guy Hermet, la relación entre Sociología e Historia no es tan factible y sigue siendo problemática, sobre todo cuando se abordan los temas de interés desde miradas globales, tanto en la perspectiva histórica como en una perspectiva macrosociológica. Sostiene Hermet:

"no cabe duda de que la macrosociología histórica a la manera de Tocqueville, Barrington Moore, Theda Skocpol, Charles Tilly, Hobsbawn o, aún más, Arnaldo Momigliano tiende hacia las grandes metáforas de estilo organicista, que solo arrojan una luz discutible sobre configuraciones presentes que, de otro modo, no puede explicar –en el sentido exacto de la palabra– ningún método, sea el que sea. Tampoco cabe duda de que esa macrosociología subestima con demasiada frecuencia la repercusión a veces capital de agentes decisivos que especifican las vicisitudes de un proceso político haciendo que sea distinto en cada sociedad"103.

Por ello insiste en que

"La microsociología histórica se justifica plenamente cuando se construye en torno a una hipótesis en la que el investigador fija su atención y se basa sobre todo en el acopio de los datos pertinentes a esa perspectiva. En cambio, pierde su sentido esencial cuando el investigador se deja atrapar en la inmensa materia que descubre, cuando la pasión del relato se apodera de él y cuando su argumentación científica aparece solo como un leit-motiv que se salmodia en medio de los dédalos de una cronología"104.

A pesar del llamado de atención de Hermet, concluyamos sobre este punto de convergencia, retomando la conclusión provisional de Jean Leca, pues el debate seguirá abierto:

"Si tuviera que presentar aquí una conclusión provisional, diría que la sociología histórica, en su proyecto inicial, sigue siendo imprescindible no solo si queremos hacer una ciencia social mejor, sino también si queremos hacer una historia mejor (…). No pretendo que haya actualmente una concepción única de la Historia (ya sea como concepto global del mundo, disciplina profesional instituida o técnica de tratamiento de materiales) entre los sociólogos (o entre los historiadores), como no hay tampoco una única concepción de las ciencias sociales entre los historiadores. Razón de más para emprender la realización de esta doble tarea de la sociología histórica, tanto en el plano epistemológico (crítica de los conceptos, las teorías y los métodos), como en el plano de las investigaciones empíricas"105.

Las anteriores palabras de Leca nos muestran la importancia de otra gran plaza de convergencia, la última que se ha construido, pero que por extensión no podremos abordar: la del diálogo transdisciplinar, multidisciplinar e interdisciplinar que como lo señala la Comisión Gulbenkian asume uno de los tres problemas teóricos metodológicos más importantes de resolver para entender la naturaleza de la ciencia social que debemos construir a lo largo del siglo XXI: "cómo reinsertar el tiempo y el espacio como variables constitutivas internas en nuestros análisis y no meramente como realidades físicas invariables dentro de las cuales existe el universo social"106.

Conclusiones

El diálogo entre la Historia y la Sociología, así como con otras ciencias sociales, es una necesidad epistemológica, teórica y metodológica ineludible y necesaria para el avance del conocimiento científico. La pluralidad de dicho diálogo es también una constante propia del desarrollo mismo de cada una de las disciplinas y de los intereses propios de las sociedades por comprender cada vez mejor la complejidad de un mundo, no solo en sus dinámicas histórico-sociales donde mantiene la permanencia de estructuras a la par que construye nuevas realidades en todos los ámbitos de lo humano, sino por comprender también los intentos de inteligibilidad del mismo.

Los diversos caminos construidos por la Historia y la Sociología como ciencias sociales o humanas modernas son una intricada red que por su riqueza bien ameritan una reflexión desde las disciplinas mismas, así como una reflexión más amplia desde las perspectivas filosóficas propias de la teoría del conocimiento. Caminos paralelos, caminos yuxtapuestos, confluencias y divergencias; en este ejercicio de hacer y pensar la Historia y la Sociología, nos concita a mantener viva la reflexión, no solo explicando y entendiendo el devenir del hombre en sociedad y como individuo, sino también explicando y entendiendo la inteligibilidad construida por la ciencia misma para explicarnos dicho devenir. Hay en este diálogo y en la construcción de caminos universales para las ciencias sociales o humanas aportes valiosos tanto en la tradición historiográfica como sociológica, con el fin de afrontar el reto que las ciencias sociales tienen en el inicio de este siglo XXI de "reinsertar el tiempo y el espacio como variables constitutivas internas en nuestros análisis y no meramente como realidades físicas invariables dentro de las cuales existe el universo social".


Pie de página

1 Bertrand Badie, "Análisis comparado y sociología histórica", La Sociología Histórica. Debate sobre sus métodos. Revista Internacional de Ciencias Sociales. N° 133. UNESCO (1992): 341.

2 Bertrand Badie, Análisis comparado…, 341.

3 Bertrand Badie, Análisis comparado…, 341-342.

4 Hugo Zemelman Merino, "Pensar teórico y pensar sistémico. Los desafíos de la historicidad en el conocimiento social", en América Latina: los desafíos del pensamiento crítico. Tomo I, comp. Irene Sánchez Ramos y Raquel Sosa Elizaga (México: Siglo XXI y Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de UNAM y Centro de Estudios Latinoamericanos-CELA, 2004), 21-33.

5 Medófilo Medina, "La Historia: Hic et Nunc", en Pensar el pasado, eds. Carlos Miguel Ortiz y Bernardo Tovar Zambrano (Bogotá: Archivo General de la Nación y Universidad Nacional, 1997), 61.

6 Mauricio Archila, "El historiador ¿o la alquimia del pasado?", en Pensar el pasado, eds. Carlos Miguel Ortiz y Bernardo Tovar Zambrano (Bogotá: Archivo General de la Nación y Universidad Nacional, 1997), 85.

7 Orlando Fals Borda, "Réplica a Berquist. Comentarios a la mesa redonda sobre la Historia doble de la Costa. Cartagena, 1989", Revista Huellas No. 27 (1989): 23.

8 Fernando Guillén Martínez, El poder político en Colombia (Bogotá: Planeta, 1996), 6.

9 Norbert Elías, El proceso de civilización (Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas) (México: FCE, 1987).

10 Norbert Elías, Sociología fundamental (Barcelona: Gedisa, 1999).

11 Norbert Elias, La civilización de los padres y otros ensayos (Santa Fe de Bogotá: Norma, 1998), 139-198; 249-290.

12 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI (Madrid: Siglo XXI Editores, 1979). El moderno sistema mundial II. El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750 (México: Siglo XXI Editores, 1984). El moderno sistema mundial III. La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista, 1730-1850 (México: Siglo XXI Editores, 1998).

13 Pablo González Casanova, "La comunicación en las ciencias sociales y los conceptos profundos", en La formación de conceptos en ciencias y humanidades, coord. Pablo González Casanova y Marcos Roitman Rosenmann (México: Siglo XXI, 2006), 213.

14 Fernando Braudel, La Historia y las Ciencias Sociales (Madrid: Alianza Editorial, 1970), 116.

15 Armando Saitta, Guía crítica de la historia y de la historiografía (México: Fondo de Cultura Económica, 1998), 88, 90.

16 Edward H. Carr, ¿Qué es la historia? (Barcelona: Ariel, 1995), 118-119.

17 Por supuesto que no son los únicos puntos de divergencia. Abbagnano ha reconocido, además de los tres señalados, los siguientes: la clasificación planteada por Ampere en ciencias del espíritu o noológicas y ciencias de la naturaleza o cosmológicas; la de Comte en ciencias abstractas o generales, que descubren las leyes que rigen los fenómenos, y ciencias concretas, particulares y descriptivas, que aplican dichas leyes; la de Wundt en ciencias formales y ciencias reales, aceptada también por Carnap, para quien "las ciencias formales contendrían solamente aserciones analíticas y las ciencias reales o factuales contendrían también aserciones sintéticas. Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía (México: Fondo de Cultura Económica, 1987), 168.

18 En honor al rigor, hay que señalar que también plantea la novela y el drama moderno con Cervantes y Shakespeare, "como formas modernas de pensar". Alfredo Fierro, Humana ciencia. Del ensayo a la investigación en la Edad Moderna (Barcelona: Anthropos, 2011), 17.

19 Alfredo Fierro, Humana ciencia. Del ensayo…, 389.

20 "Las campanas doblan por una teoría cerrada, fragmentaria y simplificadora del hombre. Comienza la era de la teoría abierta, multidimensional y compleja". Edgar Morin, El paradigma perdido: ensayo de bioantropología (Barcelona: Kairós, 2008), 227.

21 Pablo González Casanova, Las nuevas ciencias y las humanidades. De la academia a la política (México: Anthropos-Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, 2005).

22 Immanuel Wallerstein, Abrir las Ciencias Sociales. Comisión Gulbenkian para la Restructuración de las Ciencias Sociales (Madrid: Siglo XXI, 1996).

23 Santos Juliá, Historia Social y Sociología Histórica (Madrid: Siglo XXI, 1989), 78.

24 Alfredo Fierro, Humana ciencia. Del ensayo… 48.

25 Alfredo Fierro, Humana ciencia. Del ensayo… 165.

26 Alfredo Fierro, Humana ciencia. Del ensayo… 167.

27 Alfredo Fierro, Humana ciencia. Del ensayo… 347.

28 Alfredo Fierro, Humana ciencia. Del ensayo… 353.

29 Evandro Agazzi, La ciencia y el alma de Occidente (Madrid: Tecnos, 2011), 137.

30 Wilhelm Dilthey, Introducción a las ciencias del espíritu. Ensayo de una fundamentación del estudio de la sociedad y de la historia (Madrid: Revista de Occidente, 1966), 40.

31 Wilhelm Dilthey, Introducción a las… sobre todo la sección cuarta, 509-556.

32 Wilhelm Dilthey, Introducción a las…, 517.

33 Evandro Agazzi, La ciencia y…, 137.

34 Heinrich Rickert, Ciencia cultural y ciencia natural (Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1943), 44. Subrayado del autor.

35 Heinrich Rickert, Ciencia cultural y…, 98-99. Subrayado del autor. Es bueno señalar que a pesar de reconocer la validez de la diferenciación presentada por Wildelband, Rickert profundiza en otros argumentos pues "con la distinción única entre "nomotético" e "ideográfico" no llegaríamos a término", 21.

36 Franco Ferraroti, "Relaciones entre Sociología e Historia. ¿Síntesis o Conflicto?", Historia, Antropología y Fuentes Orales, 16 (1996): 88.

37 Franco Ferraroti, Relaciones entre Sociología…, 88.

38 Immanuel Wallerstein, Impensar las Ciencias Sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos (México: Siglo XXI, 1998), 107.

39 Bronislaw Malinowski, Una teoría científica de la cultura (Madrid: Sarpe, 1984), 28.

40 J. F. Tezanos, La explicación sociológica: una introducción a la sociología (Madrid: UNED, 2008), 557.

41 Óscar Hernández, "Historia y Sociología. Un largo debate". Revista Clío 38 (2012). http://clio.rediris.es ISSN 1139-6237. (Fecha de consulta: 26 de agosto de 2013).

42 Santos Juliá, Historia Social y…, 3.

43 Lawrence Stone, El pasado y el presente (México: Fondo de Cultura Económica, 1986), 18.

44 Pierre Vilar, Iniciación al vocabulario del análisis histórico (Barcelona: Crítica, 1988), 41.

45 Franco Ferraroti, Relaciones entre Sociología…, 89.

46 Evandro Agazzi, La ciencia y…, 130.

47 Lucien Febvre, Combates por la Historia (Barcelona: Ariel, 1992), 224.

48 Patricia San Pedro López, "Historia social o sociología histórica. El debate en la academia norteamericana en el periodo de la posguerra, 1945-1970", Sociológica Vol. 19 No. 55 (2004): 18.

49 Patricia San Pedro López, Historia social o sociología…, 20.

50 Jacques Le Goff, Pensar la historia. Modernidad, presente, progreso (Barcelona: Paidós, 1991), 52.

51 Eric Hobsbawm, Sobre la Historia (Barcelona: Crítica, 1998), 75.

52 Óscar Hernández, Historia y Sociología…

53 Jurgen Kocka, Historia Social. Concepto, desarrollo, problemas (Barcelona: Alfa, 1989), 85.

54 Jurgen Kocka, Historia Social…, 89.

55 Santos Juliá, Historia Social y…, 61.

56 Lawrence Stone, El pasado y…, 26.

57 Antonio Beltrán, Revolución científica, Renacimiento e historia de la ciencia (Madrid: Siglo XXI, 1995).

58 Antonio Beltrán, Revolución científica, Renacimiento…, 6.

59 Fidel Llinás Zurita, La Revolución científica (Barranquilla: Universidad del Atlántico, 2007), 13.

60 Germán Colmenares, "La historiografía científica del siglo XX. El caso de la escuela francesa de los Annales", en Ensayos sobre historiografía (Bogotá: Tercer Mundo, Universidad del Valle, Banco de la República y Colciencias, 1997), 15-56.

61 Guadalupe Valencia García, Entre Cronos y Kairós. Las formas del tiempo sociohistórico (Barcelona: Anthropos, 2007), 162.

62 Guadalupe Valencia García, Entre Cronos y Kairós…, 87.

63 Alfred Schutz, Estudios sobre Teoría Social. Escritos II (Buenos Aires: Amorrortu, 2003), 64.

64 Alfred Schutz, Estudios sobre…, 68.

65 Lucien Febvre, Combates por…, 39-40. El subrayado es nuestro.

66 Fernando Braudel, La Historia y …, 128.

67 Julien Freund, Las teorías de las ciencias humanas (Barcelona: Península, 1975), 35.

68 Óscar Hernández, Historia y sociología…

69 Franco Ferraroti, Relaciones entre Sociología…, 93.

70 Georges Balandier, El Desorden. La teoría del Caos y las ciencias sociales. Elogio de la fecundidad del movimiento (Barcelona: Gedisa, 1989), 232.

71 Immanuel Wallerstein, Impensar las…, 112-113.

72 Eric Hobsbawm, Sobre…, 76.

73 Eric Hobsbawm, Sobre…, 159.

74 Carlos Illades, "Sociología histórica", en Tratado Latinoamericano de Sociología, coord. Enrique de la Garza Toledo. (Barcelona: Anthropos-México: Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2006), 76.

75 Peter Burke, Sociología e Historia (Madrid: Alianza Editorial, 1987), 35.

76 Peter Burke, Sociología e…, 36.

77 En el 2007 Burke amplió la reflexión y escribió "Historia y Teoría Social", donde introdujo reflexiones que abarcaban no solo la relación entre la Historia y la Sociología, sino la Historia y la teoría social. En él anexó nuevas herramientas conceptuales como protesta social y movimientos sociales, sociedad civil y esfera pública, capital cultural y social, entre otros. Ver: Peter Burke, Historia y Teoría Social (Amorrortu: Buenos Aires, 2007), sobre todo Capítulo 3. Conceptos Centrales, pp. 71-148.

78 Peter Burke, Sociología e…, 101.

79 Jurgen Kocka, Historia Social…, 6.

80 Jurgen Kocka, Historia Social…, 7.

81 Jurgen Kocka, Historia Social…, 116.

82 Jurgen Kocka, Historia Social…, 117.

83 Jurgen Kocka, Historia Social…, 118.

84 Patricia San Pedro López, Historia social o sociología…, 31.

85 Emmanuel Le Roy-Ladurie, "Algunas orientaciones de la nueva historia", en Certidumbres e incertidumbres de la historia, ed. Gilbert Gadofre (Bogotá: Norma-Universidad Nacional, 1997), 180.

86 Patricia San Pedro López, Historia social o sociología…,14.

87 Peter Burke, ¿Qué es la historia cultural? (Barcelona: Paidós, 2008), 139.

88 Peter Burke, ¿Qué es la historia…,139.

89 Mauricio Archila, "Historia social e historia cultural. Encuentros y desencuentros", en Historia Cultural desde Colombia. Categorías y Debates, eds. Max S. Hering Torres y Amada Carolina Pérez Benavides (Bogotá: Universidad Nacional, Pontificia Universidad Javeriana y Universidad de los Andes, 2012), 320.

90 Mauricio Archila, Historia social e historia…, 331.

91 Jacques Le Goff, Pensar la historia…, 13. Subrayado del autor.

92 Carlos Illades, Sociología…, 76.

93 E. P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra (Barcelona: Crítica, 1989).

94 E. P. Thompson, La formación de la clase…, IX.

95 E. P. Thompson, Agenda para una historia radical (Barcelona: Crítica, 2000), 29.

96 El último, que no alcanzamos a desarrollar en el presente artículo, es el de la propuesta basada en el diálogo trans, multi e interdisciplinar, que incluye a todas las ciencias.

97 Ludolfo Paramio, Defensa e Ilustración de la Sociología Histórica, Zona Abierta No. 38 (1986): 1.

98 Ronny J. Viales Hurtado, "La sociología latinoamericana y su influencia sobre la historiografía (siglo XIX a 1980), en Historia General de América Latina. Tomo IX. Teoría y Metodología en la Historia de América Latina (Madrid: UNESCO-Trotta, 2006), 129-174.

99 Dennis Smith, The Rise of Historical Sociology (Cambridge: Polity Press-Basil Blackwell, 1991), 3. Citado por Ronny J. Viales Hurtado, La sociología latinoamericana…, 129-174.

100 Charles Tilly, "Prisioneros del Estado", La Sociología Histórica. Debate sobre sus métodos. Revista Internacional de Ciencias Sociales No. 133. UNESCO (1992): 354.

101 Philip McMichael, "Repensar el análisis comparado en un contexto posdesarrollista", La Sociología Histórica. Debate sobre sus métodos. Revista Internacional de Ciencias Sociales No. 133. UNESCO (1992): 377.

102 Ludolfo Paramio, Defensa e Ilustración…, 4.

103 Guy Hermet, "Sobre la Obstinación Histórica". La Sociología Histórica. Debate sobre sus métodos. Revista Internacional de Ciencias Sociales No. 133. UNESCO (1992): 368.

104 Guy Hermet, Sobre la Obstinación…, 371.

105 Jean Leca, "Epílogo: la sociología histórica ¿regresa a la infancia? o «cuando la sociología claudica ante la historia»", La Sociología Histórica. Debate sobre sus métodos. Revista Internacional de Ciencias Sociales No. 133. UNESCO (1992): 435.

106 Immanuel Wallerstein, Abrir las Ciencias Sociales…, 82.


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