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Historia Caribe

Print version ISSN 0122-8803

Hist. Caribe vol.15 no.36 Barranquilla Jan./June 2020  Epub June 30, 2021

https://doi.org/10.15648/hc.36.2020.6 

Artículo de investigación científica

Las milicias locales y la bandolerización de la guerra de independencia en el Perú (1820-1822)

Local militias and the banditry of the War of Independence in Peru (18201822)

As milícias locais e o banditismo da guerra de independência no Peru (1820-1822)

Les milices locales et le brigandage de la guerre d'indépendance au Pérou (1820-1822)

SILVIA ESCANILLA-HUERTA1 

1 Profesora de Historia de la University of Illinois at Urbana-Champaign (Estados Unidos). Correo electrónico: escanil2@illinois.edu. La autora es Magister en Investigación Histórica de la Universidad de San Andrés, Buenos Aires (Argentina). Recientemente ha publicado, entre otros: en coautoría "Cartas para la historia. El epistolario de los Carrillo de Albornoz y Bravo de Lagunas, condes de Montemar, en el ocaso del imperio español en América, 1761-1799" Revista de Historia de América No. 158 (2020): https://doiorg/10.35424/rha.158.2020.586; 'Tatriotas de su propia tierra. La costa central norte en el contexto de las incursiones de Cochrane, 1819" En: Las guerras de independencia en clave bicentenario ed. Daniel Morán, Carlos Carcelén (Lima: Grupo Gráfico del Piero, 2018). Entre sus temas de interés se encuentran Historia colonial de América Latina, Guerras de independencia, Sectores indígenas, Etnohistoria, Política y cultura en los Andes, el Mundo Atlántico, la Era de las revoluciones, la Política en Latinoamérica en el siglo XIX.


Resumen

En septiembre de 1820 las tropas del ejército libertador desembarcaron en Pisco dando inicio a la última fase de la guerra que decidiría la independencia del Perú. Tanto los líderes del ejército libertador como el virrey Pezuela y sus generales tenían expectativas diferentes sobre cómo reaccionaría la población de la costa ante la presencia de un ejército extranjero. Lo que nadie esperaba era que los pueblos organizaran milicias en coordinación con los ejércitos regulares, pero también en forma independiente de ellos. En este artículo se exploran tanto estas expectativas como las originales formas de hacer la guerra que eligieron los pueblos y que redefinieron la guerra en este periodo.

Palabras Clave: Guerra de independencia; milicias; bandolerización; guerra de guerrillas

Abstract

In September of 1820 the Army of the Andes landed in Pisco to start the last phase of the Spanish-American Independence War by freeing Peru. The leaders of the Army of the Andes as well as viceroy Pezuela and his generals held different expectations of how the population on the cost would react to the invasion of a foreign army. Yet none of them imagined the inhabitants would organize militias, sometimes in coordination with the army, but oftentimes independently from them. In this article I explore both the generals' expectations as well as the original ways in which the people from Peru decided to fight the war thereby redefining its nature.

Keywords: War of Independence; militias; Banditrization; Guerrilla Warfare

Resumo

Em setembro de 1820 as tropas do exército libertador desembarcaram em Pisco dando início à última fase da guerra que decidia a independência do Peru. Tanto los líderes do exército libertador quanto o vicerei Pezuela e seus generais tinham expectativas diferentes sobre como a população da costa reagiria com a presença de um exército estrangeiro. O que ninguém esperava era que os cidadãos organizassem milícias em coordenação com os exércitos regulares, mas também independentemente deles. Este artigo explora estas expectativas e as formas originais de fazer a guerra que os povos escolheram e que redefiniram a guerra neste período.

Palavras-chaves: Guerra de independência; milícias; banditismo; guerrilha

Résumé

En septembre 1820, les troupes de l'armée libératrice débarquèrent à Pisco et commencèrent la dernière phase de la guerre qui déciderait l'indépendance du Pérou. Les dirigeants de l'armée de libération, aussi que le vice-roi Pezuela et ses Généraux avaient des attentes différentes quant à la réaction de la population côtière devant la présence d'une armée étrangère. Personne ne s'attendait à ce que le peuple organise des milices en coordination avec les armées régulières, mais aussi indépendamment de celles-ci. Dans cet article on explore à la fois ces attentes et les méthodes originales de faire la guerre choisies par les peuples lesquelles ont redéfini la guerre de cette période.

Mots clés: Guerre d'independance; les milices; brigandage; guérilla

INTRODUCCIÓN

En septiembre de 1820 las tropas del ejército libertador desembarcaron en Pisco dando inicio a la última fase de la guerra que decidiría la independencia del Perú. Tanto los líderes del ejército libertador como el virrey Pezuela y sus generales tenían expectativas diferentes sobre como reaccionaría la población de la costa ante la presencia de un ejército extranjero. En este artículo se exploran esas expectativas a la vez que se analizan las respuestas de la población frente a las demandas tanto del gobierno virreinal como del ejército libertador. A pesar de los informes elaborados sobre la (in)capacidad militar de la zona, los pobladores de la costa y la sierra central organizaron milicias locales basadas en las formas de hacer la guerra que conocían. Estas milicias actuaron en coordinación con los ejércitos regulares, pero también en forma independiente de ellos. La autonomía de mando que exhibieron sumada a las similitudes de su accionar con las bandas de salteadores que asolaban la zona contribuyeron a bandolerizar la guerra de independencia. Proponemos que la bandolerización sería la característica más saliente de la guerra de independencia en este periodo.

1. DOS EJÉRCITOS CON ESTRATEGIAS DIFERENTES

A la llegada de San Martín al Perú a finales de 1820, la situación económica en el virreinato era muy compleja. El virrey Pezuela se había visto en la necesidad de recurrir a empréstitos otorgados por los comerciantes limeños, quienes a partir de 1820 solventaron los gastos de la guerra. Para julio de 1821, cuando San Martín se hizo cargo del gobierno como "protector", el contador Joaquín Bonet le informó que la Real Hacienda adeudaba casi 12 millones de pesos. Esto significaba que estaban comprometidas las recaudaciones fiscales de los siguientes dos años si es que se quería saldar esa deuda1. San Martín debió negociar entonces con los comerciantes de la capital, quienes le entregaron donativos y empréstitos forzosos2. Por su parte, luego de reemplazar a Pezuela como virrey a principios de 1821, La Serna abandonó Lima para trasladarse con el ejército virreinal a Cuzco donde buscó el apoyo financiero de los comerciantes arequipeños3.

La calamitosa situación de las arcas reales fue clave para determinar la estrategia que ambos ejércitos perseguirían en esta fase de la guerra en el Perú. En el caso del ejército libertador, dado que los recursos eran limitados, la primera estrategia que intentó San Martín a su llegada al Perú fue convencer a los habitantes del virreinato de la necesidad del cambio político. Esta estrategia ya había venido siendo desplegada desde antes que la expedición libertadora tocara tierra peruana a través de proclamas. En ellas, San Martín procuró diferenciarse del gobierno virreinal haciendo promesas que buscaron ganar la opinión favorable de la sociedad. En una de las primeras proclamas, del 18 de agosto de 1818, San Martín les decía:

"Mi anuncio, pues, no es el de un conquistador que trata de sistemar una nueva esclavitud.. .Americanos: el ejercito victorioso de un tirano insolente difunde el terror sobre los pueblos sometidos a su triunfo, pero las legiones que tengo el honor de mandar.. .no pueden prometer sino amistad y protección a los hermanos que la victoria ha de liberar de la tiranía. Yo os empeño mi mas sagrado honor en que esta promesa será cumplida infaltablemente"4.

Su promesa dejaba en claro a los peruanos que la guerra que lo enfrentaba con el virrey no era contra ellos sino para ellos. Además, caracterizaba al gobierno virreinal como tirano, una noción que ya circulaba desde hacía tiempo en las zonas rurales, la cual argumentaba que la guerra y las estrecheces eran producto del egoísmo del virrey y la corona5. A este respecto el subdelegado de Carabaya, Manuel Antonio Gomes, le refería al virrey lo que sus espías le habían transmitido como opinión general en Puno respecto de que "los señores virreyes y generales hacen duradera la guerra por enriquecerse con ella a costa de los insufribles pechos con que han pensionado los pueblos"6.

Mientras la corona era caracterizada como una tiranía, San Martín se distanciaba de esa imagen a partir de la conciliación con todos los sectores sociales que conformaban el virreinato, para que su mensaje conformara a la mayor cantidad de gente posible. Por eso tenía en cuenta, por ejemplo, a los vecinos españoles a quienes se dirigió para ofrecerles ciertas garantías, necesarias para poder al menos evitar su oposición:

".. .Españoles europeos: mi anuncio tampoco es el de vuestra ruina. Yo no voy a entrar a este territorio para destruir, el objeto de la guerra es el conservar y facilitar el aumento de la fortuna de todo hombre pacífico y honrado...respeto a las personas, a las propiedades y a la santa religión católica son los sentimientos de estos gobiernos unidos: yo os lo aseguro del modo mas solemne..."7.

Garantizar que el orden social existente no sería subvertido era importante, en especial teniendo en cuenta que la propaganda que circulaba desde Buenos Aires solía amenazar a los españoles con la expulsión8. Con las mismas intenciones se dirigió a los propietarios de esclavos, a quienes prometió compensar económicamente por la pérdida de sus esclavos una vez estuviera establecido el gobierno de la patria en el Perú. Sus proclamas abarcaron amplios sectores de la sociedad como las mujeres, la nobleza y las tropas virreinales entre otros9. José Luis Igue también ha resaltado que San Martín se dirigió a los pueblos y comunidades indígenas con proclamas redactadas en quechua, una práctica de la que también hicieron uso los jefes realistas y que evidencia la intención de que las ideas que contenían fuesen rápidamente conocidas en todos los niveles de la sociedad, en especial aquellas que se referían a la abolición del tributo indígena10.

En esta fase antes del desembarco, mientras San Martin enviaba proclamas a los habitantes del virreinato instándolos a sumarse a su causa, el virrey Pezuela se enfrentaba a un panorama muy complejo. Por un lado, la situación económica no permitía movilizar al ejército regular a lo largo de la costa. Por el otro lado, la organización de milicias en la costa constituía para 1820 un completo fracaso. Como ya otros autores han mencionado, el proceso de militarización impulsado luego de la guerra de los 7 años tuvo un efecto limitado en la costa central del virreinato del Perú11. A pesar de la insistencia por parte del gobierno virreinal en organizar milicias que recibieran entrenamiento regular y resultaran efectivas a la hora de una posible invasión, en general las milicias conformadas en la zona continuaron siendo organizadas por vecinos que estaban mas interesados en vestir uniforme y consolidar su ascendiente social a nivel local que en recibir entrenamiento militar o movilizar hombres para la defensa de la costa12. Por ello, estas milicias no solían reunirse, las mas de ellas no tenían armas ni entrenamiento y en varios casos padecieron la total oposición de los pueblos a participar en ellas13. Viendo que el reclutamiento se hacía cada vez más difícil, Pezuela aceptó que los oficiales de la corona negociaran con los pobladores prometiéndoles que no habría mas reclutamiento "con tal que atiendan a la defensa de su propio territorio"14. Frente a la amenaza de una invasión, la misión de los oficiales era convencer a los pobladores de organizar su propia defensa ya que no habría regimientos prestos a rescatarlos de las garras del enemigo. El hecho de que debieran negociar ponía de manifiesto que los comandantes no gozaban de mucha autoridad en los pueblos, y que los pobladores tenían sus propias ideas respecto de la invasión, tal como su colaboración durante las incursiones realizadas por Lord Cochrane in 1819 había demostrado15.

Al mismo tiempo que intentaba afanosamente organizar las milicias en la costa, Pezuela decidió difundir instrucciones para un sistema de defensa basado exclusivamente en la organización de los trabajadores de las numerosas y populosas haciendas de la costa. Este sistema de defensa incluía la organización de cuadrillas de hombres en cada hacienda, que debían formar un cordón apenas vieran a los enemigos desembarcar. Con este cordón de hombres debían "oponerse al enemigo cuando intente internarse en el territorio, y como este ha de venir sin caballería y fatigados del arenal de la playa se debe presumir que si la gente del cordón se le aproxima y carga con velocidad los pondrá en desorden", de tal manera que ganarían tiempo mientras llegaba el ejército de Lima16.

Junto a estas instrucciones se añadían las advertencias, publicadas en bandos, en las cuales se amenazaba "bajo pena de la vida" a todo quien no abandonara el pueblo o villa apenas se avistase la expedición enemiga. Esta disposición se hizo efectiva en el momento del desembarco de la expedición libertadora en Pisco. Cuando los miembros de la expedición desembarcaron y marcharon al pueblo, lo encontraron desierto excepto por un anciano que mencionó un bando publicado en días previos, instando a todos a abandonar sus casas. Se daba a entender en el mismo que el ejército libertador ingresaría robando, violando y matando. Según el anciano, el marqués de Quimper a cargo de la defensa militar de la zona, había instado a todos a alejarse de la costa dos días antes del desembarco, llevándose con ellos "cuanta clase de víveres hubiera"17. El propio Quimper, en sucesivas notas a Pezuela lo relataba de esta manera:

".. .tengo la satisfacción que el vecindario de Pisco ha tenido tiempo de salvar sus personas e intereses y yo he salvado y puesto en seguridad cuantas armas y municiones tenía el rey, y esta guarnición que el enemigo no ha encontrado en la villa y sus inmediaciones, no digo recursos y víveres sino ni aun personas con quien hablar.. ,"18.

El abandono de los pueblos por parte de la población cada vez que se acercaban tropas era ya en ese tiempo una práctica habitual. Los pobladores se retiraban a los cerros para preservar su vida y evitar el reclutamiento. En este caso, Quimper habría decidido no presentar batalla por privilegiar la evacuación de los caudales, la correspondencia y las armas en existencia, para que nada de esto cayera en manos enemigas. Esta fue una estrategia que se repetiría a menudo, aun cuando siempre levantó críticas y ciertamente tuvo consecuencias para la carrera política del virrey19. No es que Pezuela estuviera de acuerdo con esta táctica, mas bien era lo contrario. De hecho, en referencia a la actitud de González Prada, que abandonó Cerro de Pasco a fines de noviembre de 1820 sin presentar batalla "sin embargo de hallarse los enemigos a 30 leguas de distancia y a la mitad la División del Brigadier O'Reilly que iba a sostenerle", Pezuela reflexionaba en su memoria de gobierno:

".. .de esta conducta resulta que el miedo, la ineptitud y poca fidelidad son las causas de un abandono de militares y no militares tan vergonzoso y que no hay que contar con ningún punto que no tenga fuerzas veteranas."20

Esta reflexión del virrey reflejaba no solo su desaliento ante la actitud de sus subordinados sino también la escasa confianza que depositaba en fuerzas que no fueran disciplinadas. También revelaba su soledad para establecer una organización defensiva porque no contaba prácticamente con nadie que pudiera hacerla cumplir.

En el otro extremo, la estrategia de San Martín de colaborar con los pobladores para sumarlos a su causa resultó desde un principio una ventaja clave. Desde el momento del desembarco, los patriotas se ofrecieron a apoyar a los pobladores, ayudándolos y facilitándoles todo lo que estuviera a su alcance para garantizar su defensa y así obtener su adhesión a la causa. Por ejemplo, Francisco de Paula Otero le decía al comandante de Yauli, Francisco Hurtado:

".. .remito a Ud., 300 pesos para que socorra a la gente que ha de quedar con Ud., y los gastos de velas y otros gastos que ocurran facultando a Ud., para que proporcione cuantos auxilios le dicte su prudencia a fin de tener a la gente contenta. Haga Ud., que el pueblo jure la independencia de la América. Y que elijan un alcalde mayor al que librara Ud., titulo provisional y me dará cuenta"21.

Francisco de Paula Otero mencionaba explícitamente que la intención de sus acciones era que los pobladores estuvieran "contentos". Además, pedía que se eligieran autoridades luego que pasara por allí la expedición comandada por Juan Antonio Álvarez de Arenales destinada a sumar los pueblos de la sierra central a la causa libertadora22. Esta forma de proceder cumplía con el objetivo de mostrar la buena voluntad del ejército libertador hacia la población a partir del cuidado de sus necesidades inmediatas. También era una demostración de respeto hacia la política local y las jerarquías sociales de cada lugar. Como contrapartida, esperaban que con la designación popular de alcaldes podrían tratar con personajes que tenían cierto reconocimiento social y que por ello les garantizarían que sus decisiones fueran respetadas y secundadas por los pobladores. Por eso hacían explícito el hecho de que esperaban que esta elección fuera producto de la "voluntad popular":

"He resuelto en vista del poder del ilustre cabildo de la ciudad de Huánuco conferido a los parlamentarios que vinieron hasta ese punto a conferenciar con el Sr. Gral. del ejército de la patria, que inmediatamente procedan en vista de su ingenuo y sincero sometimiento a nombrar un gobernante a pluralidad de todos en concurrencia de todo el vecindario honrado y luego jurar la independencia.. .dirigirá Ud. inmediatamente con una persona de su confianza el adjunto pliego a la citada corporación."23.

De esta manera, la política llevada adelante por el ejército libertador desde un principio intentó lograr un acuerdo con cada pueblo, impulsando así con los procesos autonómicos que pudieran existir en cada sitio. Parte de ello era interpelar a los principales vecinos en busca de que aquellos con verdadera ascendencia social y/o política asumieran el liderazgo del pueblo. Es por ello por lo que en algunos pueblos todas las autoridades preexistentes fueron relevadas y se designaron nuevas autoridades como en el caso de Casma24. En otros casos, los miembros del antiguo cabildo volvieron a ser ratificados en sus puestos y lideraron las negociaciones con el ejército libertador.

Una vez confirmados los lideres políticos locales, lo que seguía a continuación era proveer a los pueblos con lo que fuera necesario para que enfrentaran la nueva e inestable coyuntura que se presentaba. Por eso San Martín le decía al gobernador de Ica:

"Entretanto para que conozcan cuanto es el interés con que miro a su suerte va a salir el teniente coronel Bermúdez con el armamento y demás artículos de guerra que indiqué a vuestra señoría en oficio de ayer 25.

La idea de San Martín, transmitida a sus lugartenientes, era la de enfrentar al ejército realista con el apoyo de la población. Este proceso, al menos al principio funcionó como una suerte de compromiso por el cual el ejército libertador proveía a los pueblos de lo necesario para defenderse y les daba la posibilidad de manejar sus asuntos internos a partir de la elección de sus autoridades. A cambio, los vecinos organizaban sus propias milicias para mantener el orden en cada pueblo y a su vez patrullaban los caminos. También colaboraban con víveres, ganado y e información que poseyeran tanto de la zona como sobre el enemigo. Esta situación difería radicalmente de la que los pueblos enfrentaban con el ejército realista que asumía una postura mas amedrentadora. El comportamiento del general Ricafort es en este sentido ilustrativo. Encargado de limitar la influencia que la expedición de Álvarez de Arenales estaba logrando en los pueblos de la sierra central, a menudo dejó traslucir su exasperación frente a lo que consideraba escasa lealtad demostrada por los pueblos. En carta al cura de Cangallo, Venancio García, el 11 de diciembre de 1820, Ricafort le decía:

".. .a pesar de los justos motivos que había para castigar a las mujeres de esos partidos, con la misma severidad que a los hombres, porque han seguido en todo su detestable conducta.. ..movido de los impulsos de bondad que me son geniales, [he decidido] ponerles en libertad y permitir se vuelvan a sus casas.. ..para que en vista de ese rasgo de mi benevolencia pueda Ud., estimular a esos feligreses la mas agradecida correspondencia; les haga conocer la generosidad de un gobierno que se ve tan injustamente ofendido y les comprometa al cumplimiento de lo que les deje ordenado, antes que obligarme a volver con mi división y hacerles sentir los horrores de la guerra.. ."26.

Como vemos, Ricafort no ocultaba sus verdaderos sentimientos, pero intentaba ser razonable a fin de lograr que los habitantes obedecieran su mandato. Sin embargo, el procedimiento del ejército realista era totalmente opuesto al del ejército libertador porque mientras el último incentivaba materialmente a los pobladores para que le fueran leales, el primero prometía no castigarlos si colaboraban y formulaba amenazas claras y concisas. Un poblador de Jauja explicaba la forma en que Ricafort se había manejado con ellos:

".. .el lunes entro Ricafort en Jauja con sola su caballería y encontró la población sola y todas las casas cerradas. Llamaron al cura.. .y el y los europeos fueron los únicos que le prestaron algún auxilio. Se publicó el indulto y sin embargo nadie se presento y se mantuvo la población sola hasta la noche y mañana del martes en que salió Ricafort con la caballería, yéndose con el todos los europeos y aun sus mujeres. Este manejo de los jaujinos irritó a Ricafort en tanta manera que dijo que a no estar empeñada su palabra por el indulto publicado reduciría a cenizas la población.. ,"27.

Si bien no pudo cumplir su palabra en el caso de Jauja, si lo hizo en Cangallo, donde incendió el pueblo luego de aplastar la resistencia local, tal como lo relata Paz Soldán:

"No es difícil comprender que la muchedumbre de indios, cuyo número pasaba de 4,000, sin orden ni disciplina, y armados solo con piedras y su entusiasmo, no pudiese resistir el ataque que simultáneamente hizo la caballería y la infantería... [los realistas] cansados de tanto degüello ocuparon la ciudad, la saquearon por 48 horas y después la incendiaron"28.

La amenaza del saqueo era una cuestión que los pobladores no podían dejar de tener en cuenta a la hora de decidir como dirigirse al ejército que se acercaba a sus casas. Tiene sentido suponer entonces que debieron haber privilegiado la defensa de sus comunidades por sobre cualquier cosa. Para ello necesitaban obtener armas y organizarse militarmente y esto lo hicieron sobre la base de lo que ya conocían, sumado a lo que el ejército libertador les propuso hacer. En consecuencia, la forma que adquirió la guerra estuvo determinada por la organización local en cada sitio y la disposición u oposición de los pobladores a colaborar con los ejércitos.

2. FORMAS DE HACER LA GUERRA: EL BANDOLERISMO Y LAS MILICIAS LOCALES

La resistencia de la población de la zona a formar parte del ejército regular o a organizar sus propias milicias bajo la dirección de la corona cambio completamente cuando llegó la expedición libertadora. No solo se organizaron militarmente, sino que también demostraron que contaban con conocimientos militares para ello. De hecho, existía una tradición militar de características regionales que había aparecido esporádicamente a lo largo de los siglos29. Particularmente en los pueblos de indios existía una forma tradicional de enfrentamiento que consistía en el uso de palos y piedras (galgas). Estas armas, junto con las hondas, mazas y lanzas eran los elementos de que se valían para enfrentar a las compañías armadas en las insurrecciones que a menudo acaecieron en el virreinato30. A estas sumaban armas de fuego cuando las tenían y una organización militar a la española que habían adquirido a lo largo de los siglos31. También solían utilizar el método del cerco por el que asediaban puntos de asentamiento del enemigo, aprovechando las ventajas de la topografía andina. El objetivo era hostigarlos cortando circuitos de comunicación y aprovisionamiento, haciendo emboscadas y asedios furtivos que aislaban a los ejércitos y minaban su confianza en el éxito de la operación. Todos estos métodos funcionaban teniendo como punto de partida la voluntad general de asambleas o cabildos donde los hubiera. En este sentido, lo que sobresalía en esta tradición militar era el carácter comunal de la movilización32.

Esta fue la base en la que se apoyó el ejército libertador para movilizar a la gente a su favor. Las noticias del desembarco y el avance de las tropas de Arenales reforzaron el estado de movilización en la población de la costa y la sierra central. En diferentes pueblos y villas algunos vecinos principales comenzaron a organizar partidas de hombres que "se levantaron en armas" y tomaron el control de sus pueblos. También, se movilizaron por los parajes aledaños coordinando sus esfuerzos con similares partidas de otros pueblos que fueron colaborando y ampliando la organización de estas milicias33. En este esfuerzo se comunicaron con Arenales, quien les envió armas y proclamas para ser repartidas entre los pobladores. En todos los casos los habitantes se organizaron siguiendo la tradición militar regional que conocían y respetando la organización comunal y la formación de asambleas populares. El ejército libertador favoreció la organización de estas milicias locales respetando las jerarquías políticas internas porque sus jefes confiaban en que estos lideres locales tendrían suficiente capacidad de gobierno para asegurar el abastecimiento del ejército regular34. Asimismo, los lideres del ejercito libertador aprovecharon el liderazgo de ciertos vecinos para extender su control en la zona y lograr la fidelidad de los habitantes al proyecto de la patria. Tal como Francisco de Paula Otero le refería a Tomás Guido:

"...a usted no se le oculta que los pueblos respetan a los pueblos y hombres que han conocido antes de nuestra independencia con representación, bien por sus haberes o por la educación.además de sus talentos tienen representación y energía para hacer obedecer.. ,"35.

Sin embargo, estas milicias no siempre se organizaron a instancias de las ordenes emanadas de San Martín o de Álvarez de Arenales. Este último ciertamente estimuló la formación de muchas de estas milicias en la sierra central pero muchas otras se organizaron con independencia de las órdenes dictadas por aquel36. En un principio, esto fue visto como una circunstancia favorable para el ejército libertador. Francisco de Paula Otero refería la importancia estratégica de que los pueblos se organizasen solos:

"Me parece muy acertada la medida de que todos los pueblos se alarmen para que en montoneras entorpezcan las marchas del enemigo procurando tomarle la retaguardia a ver si de eso modo las tropas que trae descontentas se deserten y al mismo tiempo ver de cansarle la caballería con escaramuzas."37.

Como vemos, el ejército libertador esperaba que la organización de estas milicias se diera en cada pueblo. Además, fomentaban la forma de hacer la guerra que los pueblos conocían:

".allí se pueden obrar y hacer mucho los indios bien colocados en las dos alturas del estrecho, con galgas y hondas, sin riesgo de perder gente por nuestra parte, con tal que los indios sean conducidos con la política y buen modo."38.

Desde el punto de vista de los recursos materiales, la colaboración de estas milicias era "útil y ventajosa, cuanto que sin mas socorro o erogación que el competente de armas y municiones, el ejército cuenta con una fuerte avanzada que distrae y debilita al enemigo.. ."39. Las milicias tenían una organización interna propia, a partir de la cual en general uno o varios vecinos principales lideraban al grupo, compuesto de familiares y amigos. Además, participaban de la guerra con sus propios caballos y solventaban los gastos de manutención de su propio peculio40.

Pero los recursos que necesitaban para ganar la guerra no eran solo materiales sino también simbólicos41. San Martín y su ejército necesitaban alimentos, caballos y hombres, pero estos no podían ser obtenidos si no se construía solidaridad con su causa. Por ello, Álvarez de Arenales en su esfuerzo por coordinar las acciones de su expedición con las de estas partidas, decía a uno de sus comandantes:

"...tratará con política a las gentes paisanas para ganar su voluntad... bajo cuyo concepto le podrán servir mucho para la exploración y espionaje...al mando de don Anacleto Benavides, teniente de milicias existe una partida de esta clase en el nominado punto, y observando con el la mejor armonía y consideración, obrará con estilidad en unión con nuestra tropa, la que asimismo le tratará hermanablemente. teniendo a los individuos como por unos fieles compañeros.. ."42.

La idea era tratar con respeto y como pares a aquellos lideres locales en un esfuerzo por sumarlos a la causa y contar con la colaboración de estas milicias para controlar el territorio en forma efectiva. Sin embargo, como ya se ha afirmado, los lideres patriotas no consideraban a estas milicias como parte del ejército regula sino como auxiliares43. Como principio general, en aquellos casos en que las milicias locales funcionaban siguiendo órdenes de la comandancia general y se trasladaban junto con algún regimiento, se podía decir que complementaban al ejército y allí eran denominadas partidas o partidas de guerrilla44. Cuando por el contrario actuaban siguiendo directivas propias con independencia de la comandancia central, se las denominaba despectivamente "montoneras"45.

El ejemplo más claro de cómo funcionaba una partida de guerrilla lo daba la partida de Francisco Vidal. A fines de 1820, éste organizó una partida de guerrilla con sus amigos, familiares y un cuadro de granaderos a caballo que le cedió San Martín. Con ellos, recibió órdenes de dirigirse a los valles de Chillón, Rímac y Lurín a bloquear las comunicaciones de Lima con la sierra central. Esta acción era de una importancia central porque eran los valles de la sierra los que proveían de alimentos a la capital46. En esa tarea su partida fue y volvió a Huaura transportando dinero y armas que logró secuestrar, además de ganado y caballos que obtuvo gracias a la colaboración de los lugareños. Su partida siempre siguió las órdenes que se le hicieron llegar, respondiendo ante Álvarez de Arenales o ante el guerrillero Ninavilca cuando así se lo ordenaron47.

El perfil de la partida de Vidal se contraponía con el de la partida de Cayetano Quirós, esclavo luego devenido en cimarrón y salteador de caminos48. A pesar de sus antecedentes -o tal vez a causa de ellos- se le confió una pequeña fuerza y armas para que colaborara con la tarea de cortar las comunicaciones entre Lima y la sierra central. En esa labor fue muy exitoso dado que conocía los caminos como nadie, pero a diferencia de la partida de Vidal, la de Quirós cometió toda clase de excesos, asaltando las chacras y robando a los vecinos, como una banda de salteadores comunes lo habría hecho49. En este caso, se podría decir que la guerrilla de Quiroz actuó como una "montonera", termino despectivo que ponía de manifiesto que esta fuerza armada tenia una lógica propia y distinta de la del ejercito libertador al que apoyaba.

A pesar de las diferencias, ambos tipos de milicia colaboraban con el ejército libertador y en algunos casos recibían un prest y algo de ropa, lo cual hacía borrosa la separación entre estas milicias y ejército. En algunos casos sus comandantes recibían nombramientos que los incorporaban al escalafón militar, algo que también tendía a hacer las divisiones menos evidentes. Lo que realmente contribuía a la confusión general sobre quien formaba parte del ejército y quien no, era el hecho de que tanto el ejército como las partidas cometían actos de pillaje. En ello, tanto ejercito como milicias se confundían con el bandolerismo que había sido un fenómeno recurrente en la costa central desde fines del siglo XVIII50.

Los bandoleros o salteadores de caminos operaban en la costa central desde Ica hasta Huacho y se dedicaban al robo de los viajeros que circulaban por la activa ruta comercial que unía Lima con los valles interiores y la costa51. Estas bandas estaban compuestas en su mayoría por mestizos, esclavos y libertos sin trabajo fijo que se movían en grupos pequeños de alrededor de 5 personas52. Los esclavos solían ser cimarrones que poblaban los numerosos palenques de la zona, los cuales también funcionaban como abrigo para los salteadores. En esta convivencia es donde se formaban las bandas, que robaban y también cuatreaban ganado. Estas bandas no siempre tenían armas y se valían de lo que podían conseguir, en especial cuchillos y galgas. Además, la organización en bandas favorecía las emboscadas y los ataques por sorpresa, logrando que pudieran actuar rápido sin ser atrapados. Justamente por eso, si bien llamaban la atención de las autoridades y sobre todo de los hacendados de la zona, era un hecho reconocido que la actividad se había vuelto endémica sin que pudieran encontrarle remedio al problema53.

La presencia de estos salteadores solía confundirse con la de los desertores, pues a menudo los salteadores eran reclutados para formar parte de algún regimiento como forma de purgar sus crímenes a la vez que sumar brazos a las armas en defensa de la corona. Claro que también se daba el caso de que un salteador de caminos en realidad fuera un desertor que habiéndose refugiado en un palenque se asociaba con otros para sobrevivir y evadir las patrullas de desertores54. En todos los casos estos pequeños grupos actuaban con relativa autonomía ya que tanto el bandolerismo como el cimarronaje les permitían saborear la libertad y la posibilidad de vivir al margen de categorías sociales que los constreñían55. De hecho, en el caso de los esclavos este desafío a la autoridad era muy evidente, dado que durante las incursiones de Lord Cochrane por la costa durante 1819 varios esclavos habían partido con el por lo que el desembarco generó un estado de expectativa en la población esclava de las haciendas. Meses antes del desembarco del ejercito libertador, un hacendado se quejaba con el comandante de la zona, sobre el estado de alerta en que vivían sus esclavos frente a la próxima invasión: "los esclavos y libres de color se están preparando a sublevarse con noticia que tienen de los que se han pasado al partido del enemigo"56. Con la llegada del ejercito libertador, estos vaticinios se cumplieron porque mientras algunos esclavos aprovecharon la oportunidad para fugarse, otros se incorporaron al ejército libertador, donde se les prometió la libertad luego de cumplido su servicio de armas57.

Los salteadores de caminos junto a los desertores y los esclavos cimarrones que deambulaban por la zona contribuyeron a forjar una imagen de la región costera como una zona sobre la cual la corona no tenía ningún control. La circulación de personas y bienes era "libre", porque no había nadie que pudiera encuadrar ese espacio bajo ley alguna 58. Asimismo, esta libertad de circulación destacaba la capacidad de los bandoleros para actuar como una fuerza autónoma59. Sin embargo, si hasta aquí el bandolerismo había sido tratado como un hecho criminal mas y por ello sin ninguna relevancia política, a partir de la llegada del ejército libertador sufrió una transformación. En primer lugar, la conmoción que significó la llegada de un ejército invasor a la costa peruana fue el marco perfecto para que los bandoleros continuaran con sus actividades delictivas sin tener que someterse a la ley. Así, cuando éste se acercó a Lima en julio de 1821, se suscitaron varios episodios en los que gavillas de salteadores atacaron casas y haciendas de los alrededores "en nombre de la patria"60. Como refería la esposa de un oficial español emigrado con el ejército de La Serna hacia Jauja:

".. .que a los tres o cuatro días de mi llegada a lima se entraron por la noche a mi casa varios ladrones con el nombre de la patria y tanto de ella como de una casa vecina se llevaron con violencia no solo 2000 pesos sino 500 mas que yo tenia, mis alhajas, ropa y otras cosas"61.

Junto a la declaración de esta mujer, el mismo expediente recoge numerosas declaraciones de vecinos de las haciendas de los alrededores de Lima que reclamaban la devolución de sus bienes y la restitución de sus esclavos. Otra mujer, también esposa de un emigrado con el ejército de La Serna, refería lo ocurrido en su hacienda:

".habían entrado algunos soldados de la montonera rompiendo puertas y haciendo pedazos los muebles de la casa llevándose sanos los mejores y alguna plata labrada que allí había. No solo eso sino que los negros esclavos de la hacienda [en el inventario que figura a continuación son 76] se habían alzado llamándose libres y que así estos como muchos de los indios, pueblos de Lurín y Pachacamac y otros del valle incluso los negros de la hacienda contigua de San Pedro habían hecho el mayor destrozo."

El propio ejército libertador fue consciente de este problema. Isidoro Villar le notificó a San Martín este tema, refiriéndole como "a nombre nuestro se han levantado gavillas de ladrones que en nuestros mismos terrenos salían a robar y saquear a todo pasajero..."62. Dado que el pillaje también era habitual en las milicias y el ejército, los generales tomaron toda clase de medidas tendientes a ponerle freno, con poco éxito. Los soldados solían asaltar las casas de los vecinos organizados en bandas de pocos hombres:

".todos los días se repiten las quejas de los estragos que causan los soldados en las quintas inmediatas y de las violencias que hacen a los peruanos en las portadas que conducen bastimentos para el pueblo y denigrando esta corporación deshonrando el buen nombre del Excto. Libertador pondrán todo su empeño los Sres. jefes en cortar este abuso que es de mucha gravedad"63.

Los vecinos peninsulares fueron particular objeto de este tipo de atropellos ya que, en un contexto de alta desconfianza respecto de su lealtad al nuevo gobierno, algunos aprovecharon el clima de "persecución" contra ellos para sacar ventajas:

".los negros que sirven en los cuerpos del ejército se están introduciendo sin orden alguna en las casas particulares a pretexto de recoger godos y a la sombra de esta diligencia que ejecutan de propia autoridad se cometen o pueden cometer atentados cuya trascendencia pudiera ser perjudicial al orden publico...se hace saber para que los Sres. jefes tomen las providencias mas convenientes al efecto"

A partir de estas ocurrencias resultaba difícil distinguir entre ambos roles porque los soldados actuaban como salteadores y los salteadores como soldados, en tanto que muchas veces eran las mismas personas quienes alternaban ambas actividades64. Por ello, Alberto Flores Galindo y Charles Walker oportunamente advirtieron que para la corona se había dado una asociación entre los términos "ladrón" e "insurgente"65. La asociación no era inocente en tanto se buscaba convertir a todo aquel que luchaba en nombre de la patria en un delincuente, alguien que estaba por fuera de la ley.

Sin embargo, al asociarse con la insurgencia el bandolerismo dejó de ser un fenómeno "reformista" como lo caracterizó Flores Galindo, para desarrollar características políticas. A partir de la llegada del ejercito libertador el accionar de los salteadores adquirió un sentido político porque expuso el lento pero progresivo resquebrajamiento de la cadena de mando y obediencia que constituía el corazón del orden social virreinal. Este orden se había venido desgastando aceleradamente debido a la crisis imperial iniciada en 1808, y a la guerra que además había generado una crisis económica de proporciones insalvables. En este contexto, los bandoleros desafiaban la soberanía política de la corona española cuando invocaban a la patria para cometer delitos y así, dejaban de ser "funcionales" a la sociedad virreinal66. El bandolerismo dejó de ser reformista en el momento en que los bandoleros tomaron partido porque aún cuando fuera circunstancial, la mención a la "patria" revela que estos personajes estaban al tanto de lo que estaba ocurriendo a nivel político, no eran meros espectadores. En este sentido su accionar contribuyó a profundizar el clima de alta politización social en el que operaban ambos ejércitos.

Asimismo, la línea que separaba a los bandoleros de las milicias locales era muy fina ya que ambos funcionaban como partidas o gavillas que habitualmente recurrían al pillaje como forma de subsistencia. Por ello es posible afirmar que la guerra de independencia en el Perú se "bandolerizó" en tanto fue percibida como un sinfín de pequeñas escaramuzas y actos de saqueo en los que resultaba difícil distinguir quienes eran patriotas, quienes realistas y quienes simplemente bandoleros67. En el mismo sentido, la actividad de los bandoleros combinada con la de las milicias puso de manifiesto que la guerra era esencialmente una guerra de recursos en la cual quien controlara el abastecimiento de los hombres se haría con el control del territorio. San Martin tenia esto claro y así se lo hacía saber a Francisco de Paula Otero:

".. .al coronel Arenales le tengo prevenido a fin de que se lo hiciese a vuestra señoría el sistema de guerra que debe emprender en la provincia de su mando: creo lo habrá verificado, pero a pesar de esto, debo decirle que por pretexto alguno comprometa una acción formal con los enemigos y solo debe vuestra señoría ceñirse a una guerra de recursos, tanto mas ventajosa en un país donde se tiene la opinión de sus habitantes, que sabiéndolos dirigir con actividad y juicio es imposible que el ejercito mas numeroso y aguerrido pueda asistir a ella: partidas cortas, la que mas de cien hombres mandadas por patriotas de alguna inteligencia y con conocimientos del terreno donde hacen la guerra; hostilizando al enemigo con preferencia por sus costados y retaguardia, deben hacerlo sucumbir en el termino de dos meses.. ."68.

Tal como San Martin lo explicaba, el ejército libertador favorecía este tipo de acción militar porque entendía que era el camino mas seguro a la victoria. Sin embargo, San Martin aclaraba que todo esto solo era posible si se dirigía a los habitantes "con actividad y juicio". El problema es que esto no siempre era posible tal como demuestra este oficio de Álvarez de Arenales a Francisco de Paula Otero:

"acabo de tener noticias que don Antonio Acuña, erigido en comandante (no se por quien), se ha propasado a provocar a los enemigos hasta cerca de San Mateo con una gente sin disciplina, sin dirección y sin sostén formal, que mas bien se puede llamar montonera que tropa y contra las enemigas que son muy veteranas....en fin lo que conviene es que vuestra señoria a la mayor brevedad posible haga replegar aquella gente sobre los puntos de sus limites al comando precisamente de sujeto militar, juicioso y de conducta como considero al comandante don Manuel Canal y obrar en todo esto con mucho pulso y firmeza, para no exponer nuestro actual muy ventajoso estado"69.

Resulta claro que aun cuando el ejército libertador había animado a los pueblos a organizar sus milicias, esta política les generaba muchos inconvenientes dado que debían vérselas con las iniciativas individuales que ponían en riesgo la planificación de la guerra. En este punto la actitud de ambos ejércitos fue la misma ya que tanto patriotas como realistas criminalizaron aquellos actos que pudiendo ser considerados acciones de guerra, no respondían a las directivas del cuartel general70. Era allí donde el ejército libertador marcaba diferencias entre "partidas" (subordinadas al comando central) y "montoneras" (insubordinadas e independientes del comando central) e intentó por todos los medios mantenerlas bajo control. En general, los lideres del ejército libertador preferían que las milicias locales cumplieran tareas acotadas como proteger a los pueblos, mantener el orden publico y vigilar los caminos de acceso y comunicación en la sierra71. Sin embargo, la iniciativa de lideres como don Antonio Acuña muestra que estas milicias también tomaban decisiones militares que, si bien tenían como principal objetivo la defensa de sus territorios, también implicaban un desafío al orden político que José de San Martin intentaba construir en el Perú.

CONCLUSIONES

El desembarco del ejercito libertador abrió una nueva etapa en la guerra de independencia que se libraba en el virreinato del Perú. Con su llegada y el envío de la expedición de Juan Antonio Álvarez de Arenales a los pueblos de la sierra central se inicio un proceso de emergencia de milicias locales que poblaron la región actuando a veces en consonancia con el ejercito libertador y también con independencia de el. La confluencia de estas milicias con el bandolerismo que asolaba la costa produjo un fenómeno que Raúl Fradkin ha denominado la "bandolerización de la guerra". Tanto la expedición comandada por Juan Antonio Álvarez de Arenales como la propia decisión de los pueblos de la sierra central por organizar sus propias milicias y la presencia de bandoleros en la costa contribuyeron a que la guerra fuera percibida como una larga sucesión de continuos actos de pillaje. Dado que hubo pocas grandes batallas en esta guerra, esta caracterización refuerza la afirmación de que los protagonistas entendieron esta guerra como una guerra civil, ya que la distinción entre los bandos fue en muchos casos casi inexistente. En el mismo sentido, la guerra de independencia no fue un enfrentamiento entre patriotas y realistas, sino mas bien una guerra de guerrillas en tanto el rol de éstas fue central a la experiencia de la guerra. Las acciones de estas partidas fueron las protagonistas de la guerra, pero también pusieron de manifiesto que la sociedad se hallaba en plena renegociación de los términos en que debía ser impuesta la autoridad

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1 Carlos Contreras, "La transición fiscal entre la colonia y la república" en La independencia del Perú. De los Borbones a Bolívar, ed. Scarlett OPhelan Godoy, (Lima: PUCP-Instituto Riva-Agüero, 2001), 200.

2Los comerciantes obtuvieron a menudo beneficios comerciales. También San Martín envió dos emisarios a Gran Bretaña quienes negociaron un empréstito que se concretó a fines de 1822. Cristina Mazzeo, "Los comerciantes, el consulado y los préstamos al gobierno republicano (Lima-Perú, 1820-1840)" en Revista Complutense de Historia de América, Vol. 2 (2006): 63-84; Cristina Mazzeo, "Lima en la agonía del régimen colonial y la guerra de independencia", en En el nudo del imperio. Independencia y democracia en el Perú, eds. Carmen Mc Evoy et. al. (Lima: IEP, 2012), 271-293.

3 Víctor Condori, "los efectos económicos de la independencia en Arequipa, 1820-1824" en Guerra, finanzas y regiones en la historia económica del Perú, ed. Carlos Contreras et. al, (Lima: IEP, 2010), 173-218; Víctor Condori, "Guerra y economía en Arequipa. El español Lucas de la Cotera en una coyuntura de crisis, 1821-1824", Revista de Indias, Vol. 71, No. 253, (2011).

4 Biblioteca de Mayo, tomo XVII, [27]: 14919-20-21.

5Esta noción circulaba en varios espacios regionales además del peruano, y era uno de los motivos de la deserción. Ver Alejandro Rabinovich, "El fenómeno de la deserción en las guerras de la revolución e independencia del Río de la Plata: 1810-1829", Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe Vol. 22 No. 1 (2011): 40.

6 Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia, Colección Documental de la Independencia del Perú (CDIP) Tomo VI, Vol. 1, (Lima: 1971), Doc. 38, 76-79.

7 Biblioteca de Mayo, tomo XVII, [27]:14921.

8Para ver una comparación resulta muy útil Daniel Morán, Batallas por la legitimidad. La prensa de Lima y de Buenos Aires durante las guerras de independencia, (Lima: Fondo Editorial Universidad de Ciencias y Humanidades, 2013), 181. También Joëlle Chassin, "Guerra de información y guerra de propaganda entre Lima y Buenos Aires (1808-1812)" en Abascal y la contra independencia de América del Sur eds. Scarlett OPhelan Godoy y Georges Lomné, (Lima: IFEA-Fondo Editorial PUCP, 2013), 389-416; Mariana Pérez, "La construcción del enemigo: el antiespañolismo en la literatura revolucionara porteña (1810-1820)", Anuario del Instituto de Historia Argentina No. 10 (2010):37-55.

9 Biblioteca de Mayo, tomo XVII, [63]: 15007-15086-15138-15140.

10 José Luis Igue, "Bandolerismo, patriotismo y etnicidad poscolonial: los "morochucos' de Cangallo, Ayacucho en las guerras de independencia, 1814-1824" (Tesis de Licenciatura, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2008), 48.

11 Leon Campbell, "The Military Reform in the Viceroyalty of Peru, 1762-1800" (Tesis de Doctorado, University of Florida, 1970); Diego Lévano Medina, "Fijos en el nombre y en la fuerza imaginarios. La formación social de las milicias en el virreinato peruano a través del caso limeño, 1760-1820" (Tesis de Maestría, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2011).

12La excepción mas notoria fue el regimiento de la Concordia. Ver José Ragas, "El discreto encanto de la milicia. Ejercito y sociedad en el Perú borbónico" en El Virrey Amat y su tiempo, eds. Carlos Pardo-Figueroa Thays y Joseph Dager Alva (Lima: PUCP-Instituto Riva Agüero, 2004); Paul Rizo Patrón Boylan, "El regimiento de la Concordia Española del Perú" en Abascal y la contra-independencia de América del Sur, eds. Scarlett O'Phelan Godoy y Georges Lomné (Lima: IFEA-Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2013).

13Varios ejemplos de la resistencia a formar milicias en Silvia Escanilla Huerta "La quiebra del orden establecido. Movilización social, inestabilidad política y guerra en la costa central del virreinato del Perú, 1816-1822" (Tesis de Maestría, Universidad de San Andrés, 2015).

14Esto equivalía sin duda a una derrota política en tanto el virrey implícitamente aceptaba que no podía movilizar militarmente a la gente. 1820, en Archivo General de la Nación (AGN), Sección Colonial,Fondo Superior Gobierno (SU. GO), CO2, 14.4543.

15 Silvia Escanilla Huerta "Patriotas de su propia tierra. La costa central norte en el contexto de las incursiones de Cochrane, 1819" en Las guerras de independencia en clave bicentenario. Problemas y posibilidades ed. Daniel Morán y Carlos Carcelén (Lima: Grupo Gráfico del Piero, 2018).

16 Archivo General de la Nación AGN, Sección Colonial, Colección Moreyra, D1.68.1767

17 Gerónimo Espejo, "Apuntes históricos sobre la expedición libertadora del Perú, 1820". En Biblioteca de Mayo, tomo XVII, [22]: 14966.

18 Documentos inéditos sobre la campaña de la independencia del Perú, Prólogo y comentarios de Rubén Vargas Ugarte SJ, (Lima: Carlos Milla Batres Editor, 1971): 28.

19Fue esgrimida como una de las razones para criticar al virrey por la táctica aplicada a la guerra y pedirle que renunciara a su cargo. Mariano Felipe Paz Soldán, Historia del Perú independiente. Primera parte 1819-1822, (Lima, 1868), https://archive.org/details/historiadelperi00soldgoog (6/5/2013)

20 Joaquín de la Pezuela, Virrey del Perú 1816-1821. Memoria de gobierno, Estudio preliminar de Vicente Rodríguez Casado y Guillermo Lohmann Villena, (Sevilla: Instituto de Estudios Hispano-Americanos, 1947): 805.

21CDIP, Tomo VI, Vol. 1, Doc. 115, pg. 150. 17/12/1820.

22La expedición pasó por Huamanga, Huanta, Huancayo, Jauja, Tarma y Cerro de Pasco, desde donde se dirigió a Huaura a reunirse con el resto del ejército libertador a fines de diciembre de 1820. Una narración detallada de los movimientos del ejército libertador en Rubén Vargas Ugarte, Historia general del Perú, Emancipación, Tomo VI, (Lima: Editor Carlos Milla Batres, 1971), 87 y sgtes.

23En el caso de Casma el alcalde, el comandante de milicias y el capitán de milicias emigraron del pueblo cuando éste se declaró a favor de la "patria". Biblioteca Nacional del Perú, D. 12548, 1821.

24En el caso de Casma el alcalde, el comandante de milicias y el capitán de milicias emigraron del pueblo cuando éste se declaró a favor de la “patria”. Biblioteca Nacional del Perú, D.12548, 1821.

25CDIP, Tomo VI, volumen 1, Doc. 36, pg. 73-74. 17/10/1820.

26Documentos inéditos sobre la campaña de la independencia del Perú. Prólogo y comentarios de Rubén Vargas Ugarte SJ, (Lima: Carlos Milla Batres Editor, 1971), 34.

27CDIP, Tomo VI, volumen 1, Doc. 158, pg. 185..

28 Mariano Felipe Paz Soldán, Historia del Perú independiente, 127.

29La idea de "tradición militar" se refiere a "concepciones, normas, prácticas y experiencias forjadas en torno a la organización militar y miliciana colonial". En este sentido, combina "las experiencias que emergían de los espacios coloniales" con la "organización militar imperial" de España. La noción entraña una especificidad regional que hace de la experiencia de cada espacio colonial una configuración única. Ver Raúl Fradkin, "Tradiciones militares coloniales. El Río de la Plata antes de la Revolución", en Dossier "Las guerras frente a la crisis del orden colonial. El Río de la Plata", http:// historiapolitica.com/datos/biblioteca/fradkin.pdf

30De especial importancia fueron las guerras civiles del siglo XVI y luego las rebeliones de finales del siglo XVIII. En todas, la guerra en pequeña escala fue una constante. Marie-Danielle Demélas, Nacimiento de la guerra de guerrilla. El diario de José Santos Vargas (1814-1825), (Lima: IFEA, 2007), 139.

31El relato de Sebastián Franco de Melo de la insurrección en Huarochirí en 1750 es una muestra de primera mano de la combinación entre los métodos de combate desplegados por los indígenas y la organización militar española, por lo que por ejemplo contaban con capitán general, maestre de campo, sargentos y cabos, todos los cuales atacaban con hondas y palos. Karen Spalding, El diario histórico de Sebastián Franco de Melo. El levantamiento de Huarochirí de 1750, (Lima: Centro Peruano de Estudios Culturales, 2012), 86-87. Sobre las formas de hacer la guerra durante el imperio incaico ver Franklin Pease, Los Incas, (Lima, PUCP, 2007).

32Ya es otro tiempo el presente: cuatro momentos de insurgencia indígena, eds. Sinclair Thomson, Forrest Hylton, Félix Patzi y Sergio Serulnikov (La Paz: Muela del Diablo Editores, 2003): 11 y sgtes.

33Estos vecinos principales luego serían importantes comandantes de guerrilla como Juan Evangelista Vivas, José Guillermo Cayro, Ciriaco Lovera y Francisco Villafanes. Ver Ezequiel Beltrán Gallardo, Las guerrillas de Yauyos en la emancipación del Perú, 1820-1824 (Lima, 1977), 16-19.

34Según Peter Guardino estos líderes podrían ser definidos como "miembros de la elite local mestiza o indígena". Peter Guardino, "Las guerrillas y la independencia peruana, un ensayo de interpretación" en Pasado y Presente, No. 2-3, (1989): 109.

35 Archivo Histórico Militar del Perú, documentación recibida año 1822, carpeta 3, leg. 20, No. 38.

36En la sierra incluso se podría decir que se organizaron antes. Un ejemplo en Cerro de Pasco, en CDIP, Tomo V, vol. 1, pg. 49. Otros ejemplos en Biblioteca Nacional del Perú, D. 611, 1823.

37CDIP, Tomo V, Vol. 1, doc. 133, pg. 165, 22/12/1820.

38CDIP, Tomo V, Vol. 1, doc. 203, pg. 224, 30/01/1821.

39CDIP, Tomo V, Vol. 1, doc. 202, pg. 220. 29/01/1821.

40 Juan Fonseca Ariza, "¿Bandoleros o patriotas? Las guerrillas y la dinámica popular en la independencia del Perú", en Histórica XXXV.1 (2010): 118-119.

41 Raúl Fradkin, "Las formas de hacer la guerra en el litoral rioplatense", en La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana ed. Susana Bandieri (Buenos Aires: AAHE/Prometeo Libros, 2010), 167-214.

42AGN Buenos Aires, Colección Antonio Alvarez de Arenales, caja 2570, doc. 1348.

43 Silvia Escanilla Huerta, "Hacia una nueva cronología de la guerra de independencia" en Tiempo de Guerra. Estado, nación y conflicto armado en el Perú, siglos XVII-XIX eds. Carmen McEvoy y Alejandro Rabinovich (Lima: IEP, 2018).

44La denominación de guerrillas fue tomada de la guerra en España donde éstas tuvieron un rol protagónico. Ver Charles Esdaile, "War and Politics in Spain, 1808-1814" The Historical Journal Vol. 31 No. 2 (1988): 313. El reglamento de guerrillas surgido de esa guerra fue reimpreso para su aplicación en marzo de 1822. Ver Archivo Histórico Militar del Perú, documentación recibida año 1822, Carpeta 2, Legajo 12, No. 100.

45Como señala Fradkin, la denominación de "montonera" implicaba en la época la negación del contenido político en la acción de estos grupos. Se enfatizaba su aspecto delictivo y su similitud con el pillaje. Raúl Fradkin, La historia de una montonera. Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires, 1826, (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2006), 15-16.

46De hecho, fue el bloqueo y la posterior escasez de alimentos lo que junto a la esterilidad de las negociaciones precipitaron el abandono de la ciudad por parte de las autoridades y el posterior ingreso de San Martín para declarar la independencia. Ver Timothy Anna, La caída del gobierno español en el Perú. El dilema de la independencia (Lima: IEP, 2003), 233.

47 Emilio Rosas Cuadros, El prócer Francisco de Vidal y su contribución a la emancipación del Perú, (Lima: Gráfica industrial, 1971), 62-68.

48 Germán Leguía y Martínez, Historia de la emancipación del Perú. El protectorado, Vol. 3, (Lima, 1971), 325. Un ejemplo adicional de un moreno como sargento de su propia partida en Archivo Histórico Militar del Perú, documentación recibida año 1822, carpeta 3, leg. 15, nro. 15.

49 Gustavo Vergara Arias, Montoneras y guerrillas en la etapa de la emancipación del Perú, 1820-1840, (Lima, 1973), 57-59.

50Dividido entre la figura del bandido social y la criminalidad, el tema ha sido objeto de polémica y debate desde que el clásico libro de Eric Hobsbawm, Rebeldes Primitivos (Manchester: Manchester University Press, 1959) fue publicado. Un estado de la cuestión sobre el tema en Gilbert Joseph, "On the Trail of Latin American Bandits; a Reexamination of Peasant Resistance", Latin American Research Review Vol. 25 No. 3 (1990). Un debate posterior sobre este artículo en Latin American Research Review Vol. 26 No. 1 (1991).

51Alberto Flores Galindo, La ciudad sumergida. Aristocracia y plebe en Lima, 1760-1820 (Segunda Edición), (Lima: Editorial Horizonte,1991), 111.

52Es importante remarcar la característica multiétnica de estas asociaciones y su carácter grupal. También el hecho de que no tenían ninguna ocupación fija, sino que mas bien desempeñaban todo tipo de trabajos cuando los tenían. Ver Carmen Vivanco, "Bandolerismo colonial peruano, 1760-1810. Caracterización de una respuesta popular y causas económicas" en Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX, eds. Charles Walker y Carlos Aguirre, (Lima: Instituto de Apoyo Agrario, P&P, 1990), 30.

53Así lo admitía el Consulado a principios de 1821. AGN Lima, sección colonial. Superior gobierno, Leg. 37, C. 1324, 1821.

54Existen varios ejemplos de esto en AGN Lima, sección colonial, Fondo de guerra y marina. Tribunal militar, L.2 Exp.1-19, Exp. 35. AGN Lima sección republicana, RJ 240 (242), 1823-1856.

55 Christine Hünefeldt, "Cimarrones, bandoleros y milicianos: 1821" en Histórica Vol. III No. 2 (1979):82.

56 AGN Lima, sección colonial, Superior Gobierno, L.37, C.1332, 1820.

57 Christine Hünefeldt, Cimarrones, bandoleros, 74-75.

58Recién a mediados de 1820 se decretó que todo aquel que transitara por los caminos de la costa debía llevar pasaporte que acreditara su procedencia y el motivo de su viaje. Sin embargo, la orden llegó cuando ya eran muchos quienes se las arreglaban para ir y venir por la zona a su aire. La referencia a esas órdenes en Biblioteca Nacional del Perú, D.10115, 1819.

59Es importante mencionar que esta situación se repetía en otras zonas. Además de lo que ocurría en el Alto Perú, José Luis Igue ha detectado bandolerismo en Cangallo. No descartamos que nuevos estudios complejicen aún mas este panorama. Igue José Luis, Bandolerismo, patriotismo, 33.

600 El 5 de julio de 1821 el ejército realista y el virrey La Serna se retiraron de la ciudad de Lima. Al igual que en Huamanga, en Lima se organizaron cuadrillas de vecinos por cuarteles, pero el saqueo fue inevitable. En este caso nos referimos a los saqueos ocurridos en las inmediaciones de la ciudad y en las haciendas de los valles cercanos. Sobre el saqueo de la ciudad ver Flores Galindo, Alberto, La ciudad sumergida, 170.

61AGN Lima, sección republicana, RPJ Archivo Corte Superior de Justicia, Leg. 1, C.3. 1821.

62CDIP, Tomo V, Vol. 1, doc. 280, pg. 302.

63 Biblioteca Nacional del Perú, D. 11701: Ocurrencias diarias del ejercito libertador 237ff, 1822, ocurrencia del 12 de junio de 1822.

64Un desertor se dedicaba al robo y hurto hasta que era atrapado y nuevamente destinado al ejército en un ciclo prolongado que solía acabar con su muerte o la cárcel por la acumulación de delitos.

65Charles Walker, "Montoneros, bandoleros, malhechores. Criminalidad y política en las primeras décadas republicanas", en Bandoleros, abigeos, 116; Alberto Flores Galindo, La ciudad sumergida 176.

66Flores Galindo señala la funcionalidad del bandolerismo en La ciudad sumergida, 117.

67El concepto de "bandolerización" está tomado de Raúl Fradkin, "Bandolerismo y politización de la población rural de Buenos Aires tras la crisis de la independencia (1815-1830)", Nuevo Mundo Mundos Nuevos (2005).

68CDIP, Tomo VI, Vol. 1, Doc.159, pg. 186-187. 4/1/1821.

69CDIP, tomo V, Vol. 1, doc. 119, Oficio de Alvarez de Arenales a Francisco de Paula Otero, Canta, 20/12/1820, 154.

70La relación de la comandancia general con el pillaje y robo perpetrado por las tropas era ambivalente. En líneas generales se toleraba, pero cuando se recibían muchas quejas solía castigarse a los culpables. Sobre la legitimidad del derecho al botín, ver Raúl Fradkin y Silvia Ratto, "El botín y las culturas de la guerra en el espacio litoral rioplatense" en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, http://amnis. revues.org/1277. Algunos ejemplos locales en Archivo Histórico Militar del Perú, documentación recibida año 1822, carpeta 2, leg. 6, nro 127; carpeta 3, leg. 21, No. 25.

71Debido a las características de la selección de documentos que conforman la Colección Documental de la Independencia del Perú, los documentos relativos a la formación de partidas realistas son realmente escasos. Los mas conocidos son dos notas, una de González Prada y la otra de Carratalá con directivas para la organización de "piquetes". CDIP, Tomo V, Vol. 1, doc. 37, pg. 75; Vol. 2, doc. 721, pg. 203-204. Ejemplos de partidas patriotas enfrentando a montoneras realistas en Archivo Histórico Militar del Perú, documentación recibida año 1822, carpeta 3, leg. 20, No. 26 y 60.

* Este artículo forma parte del proyecto "A Fragmented Sovereignty. Indigenous People, War and Political Change in the Process of Independence in the Viceroyalty of Peru (1783-1828)." financiado por la University of Illinois at Urbana-Champaign (Estados Unidos).

Para citar este artículo: Escanilla Huerta, Silvia. "Las milicias locales y la bandolerización de la guerra de independencia en el Perú (18201822)", Historia Caribe Vol. XV No. 36 (Enero-Junio 2020): 105-136 DOI: http://dx.doi.org/10.15648/hc.36.2020.6

Recibido: 30 de Marzo de 2019; Aprobado: 10 de Noviembre de 2019; : 20 de Noviembre de 2019

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