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Historia Caribe

Print version ISSN 0122-8803

Hist. Caribe vol.15 no.37 Barranquilla July/Dec. 2020  Epub July 24, 2021

https://doi.org/10.15648/hc.37.2020.9 

Tema abierto

Los acuerdos y la idealización del palenque en la provincia de Cartagena: el caso del Totumo (1714-1767)*

Agreements and idealization of Palenque in the province of Cartagena: the case of Totumo (1714-1767)

Os acordos e a idealização do Palenque na província de Cartagena: o caso do Totumo (1714-1767)

Les accords et l'idéalisation du palenque dans la province de Carthagène: le cas du Totumo (1714-1716)

DOLCEY ROMERO JARAMILLO1 

1 Profesor investigador de la Universidad del Atlántico (Colombia) y de la Universidad Simón Bolívar (Colombia). Correo electrónico: dolceyromero@mail.uniatlantico.edu.co/dolceyromero@hotmail.com. El autor es doctor en Historia por la Universidad De Huelva (España). Entre sus publicaciones recientes tenemos: "Manumisión y Abolición de la Esclavitud en el Caribe Colombiano" (Colombia: Ediciones Universidad Simón Bolívar, 2018) y en coautoría "La Problematica de la Identidad, la historia y la etnoeducación en los Afroatlanticenses" (Colombia: Ediciones Universidad Simón Bolívar, 2016). Entre sus temas de interés se encuentran Historia, Etnicidad y Cultura Afrocaribe.


Resumen

Si bien la vía militar ha sido el mecanismo más publicitado con el cual se intentó resolver los conflictos que se presentaron entre los cimarrones y las autoridades coloniales, no fue el único. Prueba de esto, el presente artículo muestra la pertinencia e importancia que tuvieron los acuerdos como herramientas para solucionar tales conflictos. Igualmente, analiza cómo la percepción sesgada e incompleta de los palenques contribuyó a la idealización de estos núcleos poblacionales. Para ello, después de presentar algunos de los casos más significativos de estos acuerdos, se hace referencia al caso del palenque del Totumo, no solo por ser el más tardío que en la actualidad se conozca, sino porque su estudio desmonta, entre otras, la hipótesis de los palenques como sitios o nichos donde reinaba la libertad absoluta.

Palabras clave: acuerdo; libertad; palenque; Totumo

Abstract

The use of military force was the most known mechanism in order to try to solve conflicts arising among maroons and the colonial authorities In contrast; this article shows how agreements were relevant and important forms to also solve those conflicts. Likewise it also addresses the analysis of how biased and incomplete perception of Palenque contributed to the idealization of these people. To do this, some important cases of these agreements are presenting and the case of Palenque del Totumo is referenced. This case is considered to be the most recent today and also its study refutes, among others, the hypothesis of Palenque as sites or niches where absolute freedom prevailed.

Key words: agreement; freedom; palenque; Totumo

Resumo

Embora a rota militar tenha sido o mecanismo mais divulgado com o qual foi feita uma tentativa de resolver os conflitos que surgiram entre os quilombolas e as autoridades coloniais, não foi a única. Prova disso, este artigo mostra a relevância e a importância dos acordos como ferramentas para resolver tais conflitos. Do mesmo modo, analisa-se como a percepção tendenciosa e incompleta dos Palenques contribuiu com a idealização desses núcleos populacionais. Para isso, após apresentar alguns dos casos mais significativos desses acordos, se faz referência ao caso do Palenque de Totumo, não apenas por ser o último conhecido atualmente, mas porque seu estudo desmantela, entre outros, a hipótese de Palenque como um lugar onde reinava a liberdade absoluta.

Palavras chave: acordo; liberdade; palenque; Totumo

Résumé

Bien que la voie militaire ait été le mécanisme le plus publicité pour essayer de résoudre les conflits entre les Marrons et les autorités coloniales, elle ne fut pas la seule En témoigne cet article qui dévoile la pertinence et l'importance des accords comme outil servant à résoudre de tels conflits. En outre, ce texte analyse la manière dont la perception biaisée et incomplète des Palenques a contribué à l'idéalisation de ces noyaux de population. Pour ce faire et après avoir présenté certains de ces accords les plus significatifs, on fait référence au cas du PALENQUE DEL TOTUMO; non seulement pour être le plus récent connu aujourd'hui, mais aussi car son étude démontre l'hypothése des Palenques comme lieu ou niche oú régnait la liberté absolue.

Mots clés: Accord; liberté; palenque; Totumo

CONSIDERACIONES PRELIMINARES

Cimarrones, huidos, fugados y negros de la selva son, entre otras, algunas de las tantas denominaciones utilizadas desde el despuntar del siglo XVI para rotular a las personas esclavizadas que, por sus propios medios, individual o colectivamente, lograron romper tempranamente las cadenas de la esclavización. En este sentido, el actual Caribe colombiano no solo se erigió en el primer escenario de la esclavización de las personas africanas capturadas, secuestradas y trasladas hasta acá, sino también en el espacio de la libertad. Fue en esta región donde se dieron los primeros procesos exitosos de cimarronaje, y con ellos la aparición de los primeros palenques.

Sin duda alguna, entre el amplio espectro de caminos y herramientas posibles para acceder a la libertad por parte de los esclavizados, ha sido el cimarronaje el fenómeno que más ha concitado el interés de los investigadores. Esto se debe no solo a la espectacularidad y al dramatismo que suelen asociarse al escape, sino también a que dicho fenómeno desbrozó y allanó el camino que condujo directamente a la aparición de los palenques. Estos núcleos poblacionales, a partir de la imagen de nichos y espacios donde reinaba y se ejercía con plenitud la libertad, que de ellos ofrece la historia tradicional, fueron determinantes para que se construyera lo que algunos han tipificado como el "mito del palenque"1.

Si bien la contradicción frontal entre los esclavizadores y los cimarrones generalmente estuvo mediada por la acción militar, hubo casos en que este contrapunteo entre libertad y esclavitud se resolvió por la vía de los acuerdos. A través de estos, no se cambió paz por libertad como lo planteó Julián Ruiz Rivera2; en esencia lo que se cambió, entre otros aspectos, fue paz por el reconocimiento de la libertad que de tiempos inmemoriales venían gozando los cimarrones. Por ello, las propuestas de paz, a través de los acuerdos, solo fueron posible cuando los palenques ya se habían constituido como pueblos-fortalezas, como territorios poseídos3.

Entre el conjunto de aspectos develados por el estudio de los acuerdos, es nuestro interés resaltar la presencia de personas esclavizadas al interior de los palenques y el individualismo de algunos, al comprometerse con las autoridades en no aceptar nuevos cimarrones en sus predios y, dado el caso, a capturarlos y devolverlos como esclavos a sus antiguos amos. Esta actitud ha sido catalogada por algunos historiadores como traición y ausencia de identidad étnica y racial con sus pares cimarrones4. Recientes investigaciones han evidenciado la presencia de relaciones y prácticas de esclavitud en algunos palenques. Relaciones que han sido calificadas como de cuasi esclavitud5.

La construcción del mito del palenque incluyó a cimarrones y palenqueros, a cuyos capitanes, además de endilgárseles el don de la ubicuidad, se les vinculó a los mitos fundacionales, como es el caso de San Basilio de Palenque y Benkos. Para evitar las tentaciones del mito y la idealización, debemos estudiarlos más allá de todo romanticismo y percibirlos desde la perspectiva humana, es decir, con virtudes y defectos, con derrotas y victorias e intereses individuales y colectivos y, en muchos casos, en apariencia mezquinos. Además, debemos entender que el cimarronaje, por lo menos en lo que hoy es Colombia, no fue un movimiento revolucionario que se haya propuesto derrotar o liquidar al sistema esclavista en su conjunto. En general, sus patrones de comportamiento se identificaron con los de aquellas personas que están por fuera del alcance del poder. Ellos mismos fueron ejercitadores del poder, fueron rebeldes mediados por el resentimiento6. Es posible, como lo ha planteado Dube para los rebeldes campesinos, que los cimarrones se hubieran apropiado de los signos de dominación; al hacerlo buscaban abolir las marcas de su propia condición de subalternos7.

En concordancia con María Cristina Navarrete8, quien sugiere constatar los pormenores de las capitulaciones y los tratados de paz entablados entre las autoridades coloniales y los caudillos del palenque de San Miguel, este artículo analizará la cara oculta de los palenques, cuya invisibilización condujo a su idealización. Para tal cometido, parte de la revisión de algunos de los acuerdos y del caso específico del acuerdo del palenque del Totumo. Para la historia de estos asentamientos, el Totumo (1767) es importante porque desborda la idea tradicional que redujo la existencia de los mismos al siglo XVII. Además, evidencia la pertinencia de las luchas cimarronas, aun en la segunda mitad del siglo XVIII, y, ante la incapacidad de acabarlas por la vía militar, la implementación de los acuerdos en esta centuria.

Los acuerdos fueron entonces una realidad presente y recurrente desde la primera mitad del siglo XVI en lo que hoy se conoce como Caribe colombiano; pero los primeros en ser referenciados datan de 1770. Los presentan no solo como solución "pacífica", sino también como mecanismos que permitieron el intercambio de paz y sometimiento por perdón y reconocimiento de la libertad. En nuestra historiografía, fue Arrázola el primero en mostrar los diferentes acuerdos y sus alcances en la provincia de Cartagena durante los siglos XVI y XVII9. Por ejemplo, los que se pactaron en 1682 y 1713 respectivamente con los cimarrones de San Miguel, al mando de Domingo Criollo, y con los de San Basilio, al mando de Nicolás de Santa Rosa10. Valga aclarar que el palenque de San Miguel, luego del acuerdo de 1714, asumió el nombre de San Basilio. Después de la mencionada obra de Arrázola, sendos trabajos de dos historiadoras españolas reseñaron tangencialmente estos pactos entre cimarrones y autoridades en la provincia de Cartagena y Santa Marta11.

En el año 2000, se publicó el interesante trabajo del historiador Julián Ruiz Rivera "El cimarronaje en Cartagena de indias: siglo XVII". La idea que estructura este trabajo es el constante enfrentamiento entre cimarrones y autoridades y la imposibilidad de exterminarlos por la vía militar. Frente a esta realidad, Ruiz asegura que en el fondo el acuerdo no era más que un trueque de paz por libertad. Junto al artículo de Ruiz de Rivera hay que reseñar el de la historiadora francesa Hélène Vignaux12, el cual resalta la promulgación de un acuerdo de Paz con los cimarrones del palenque del Limón y muestra la presencia de esclavos al servicio de los cimarrones de dicho palenque.

Estos trabajos mencionados sentaron las bases y desbrozaron el camino para que historiadores colombianos se ocuparan de los acuerdos como una de las tantas alternativas que utilizaron los esclavizados para alcanzar y legitimar la libertad. Tal es el caso de María Cristina Navarrete, cuya obra "Cimarrones y palenques en el siglo XVII" trata los acuerdos sucedidos en nuestro país, desde Benkos en la Matuna hasta San Basilio, y muestra también la existencia de acuerdos similares en otros lugares de América como Brasil, México, Jamaica, Panamá, entre otros13.

María Cristina Navarrete, cinco años más tarde, en un nuevo libro, "San Basilio de Palenque memoria y tradición"14, presenta algunos casos en los que autoridades y cimarrones se vieron abocados a concertar acuerdos. Además, llama la atención sobre la necesidad de constatar los pormenores de las capitulaciones y los tratados de paz entablados entre las autoridades coloniales y los caudillos del palenque de San Miguel. En este sentido, centra su atención en el acuerdo que desde 1682 se comenzó a tejer con los cimarrones de dicho palenque y que culminó "exitosamente" en 1714 con el surgimiento de San Basilo. Todo esto en medio de enfrentamientos bélicos, muertes, castigos y destrucción temporal de algunos palenques. En el marco de estos acontecimientos sobresalieron, además de las autoridades civiles y militares de Cartagena, los sacerdotes Baltazar de la Fuente, Miguel del Toro y Antonio María Casiani. Asimismo, los líderes cimarrones Domingo Criollo, Domingo Padilla y Nicolás de Santa Rosa15.

Como se habrá podido colegir, aunque los acuerdos han estado presentes en las luchas cimarronas, han sido tratados tangencialmente; con la excepción de Alvin O. Thompson para el Caribe insular y María Cristina Navarrete para la provincia de Cartagena16. Por eso, este trabajo, además de la visibilización de los palenques, se propone visibilizar los acuerdos y darles la debida importancia y centralidad que tuvieron como opción válida para acceder, reafirmar u oficializar la libertad.

Cabe precisar que, en el marco de la teoría de la subalternidad, este artículo concibe a los esclavizados y cimarrones no como objetos pasivos que desarrollaron un libreto elaborado por otros, sino como sujetos activos de la historia17, capaces de negociar con las autoridades imperiales acuerdos y tratados que comprometían su destino histórico. El hecho de que las autoridades españolas se dirigieran a los líderes de los palenques con el título de gobernador o capitán, es un indicador del grado de respeto que habían ganado los dirigentes cimarrones como Benkos Bihó, Domingo Criollo, Domingo Padilla o Nicolás de Santa Rosa, entre otros.

1. EL ACUERDO Y LA NEGOCIACIÓN: UNA CONSTANTE HISTÓRICA POCO RESALTADA EN LAS LUCHAS DE LOS CIMARRONES

Si bien la respuesta al cimarronaje de parte de las autoridades y vecinos fue de tipo militar y punitiva, también se contempló la vía pacífica que se tradujo en comprar paz con libertad18. En efecto, en 1540, cuando solo habían transcurrido siete años de la fundación de Cartagena se iniciaba la promulgación de cédulas reales para intentar controlar y dominar a los esclavizados huidos que, según la información que llegó a Madrid, estaban cometiendo desmanes y tropelías contra la población; especialmente contra los indígenas19. Ante tal situación y la imposibilidad de recapturar a estos cimarrones, la única solución que vislumbró el Consejo de Indias fue la de pregonar que los negros que anduviesen alzados en los montes de la provincia de Cartagena volviesen a sus amos. Tal proposición estuvo sustentada en la promesa del perdón de todo lo que hubiesen hecho en el pasado y la condición de someterse de nuevo20. Con este evento se inauguró en la historia de las luchas cimarronas en el país un tipo particular de solucionar la confrontación entre las partes: el diálogo, el acuerdo, la negociación. El último de los acuerdos hasta ahora conocido fue precisamente el del Totumo en 1767.

En 1629, el obispo de Santa Marta le informó la existencia de un palenque situado entre esa ciudad y Riohacha, conformado por más de 400 cimarrones, al Conde de Medellín. De acuerdo con el informe del citado obispo, estos tenían más de 40 años de haber huido y de haber construido el palenque21. Incluso, a través del mismo religioso, solicitaron libertad y tierras para su poblamiento, lo cual pasado un tiempo se les concedió22.

En 1705, Alonso de Varela comisionó al fraile franciscano Andrés del Pico y Redín, cura doctrinero de Santa Cruz de Masinga, para que fuera a la playa de San Salvador a dialogar con un grupo de cimarrones de un palenque cerca a Riohacha. Pico y Redín les ofreció, con el beneplácito y la orden de las autoridades samarias, libertad y tierras con la condición de agruparse en un pueblo donde se permitiera la presencia de un doctrinero. En consecuencia, los 62 cimarrones que albergaba este palenque fueron "reducido[s]" por el citado fraile en el pueblo de San Antonio de Guachaca23. En otros casos, los curas, además de jugar el papel de intermediarios entre los cimarrones y las autoridades, aparecen como pastores espirituales al interior de los palenques, como fue el caso de un palenque que estuvo situado en la Sierra Nevada de Santa Marta24.

Los Montes de María se convirtieron gracias a sus bondades topográficas, desde comienzos del siglo XVI, en el espacio geográfico ideal que albergó durante tres siglos la lucha y resistencia de los cimarrones, lo cual se tradujo en una perenne presencia de palenques y palenquillos. Ahora bien, debido a los problemas de orden público de este poblamiento, tipificado como ilegítimo por las autoridades españolas, estas, a través del gobernador, les propusieron en 1663 a los cimarrones nacidos en esos palenques "fundar a las espaldas de los Montes de María, una población en donde estos, sometidos a la autoridad vivieran en libertad"25. Para la anterior concesión, las partes enfrentadas tomaron como referente el exitoso acuerdo ya mencionado entre los cimarrones del palenque situado entre Riohacha y Santa Marta, liderado por el obispo de esta última ciudad.

En 1690, los cimarrones liderados por Domingo Criollo hicieron una petición al cura de Tenerife26, Miguel del Toro, en el sentido de obtener el perdón y acceder a tierras para su poblamiento, a cambio de su sometimiento. Este clérigo, ese mismo año, le comunicó a la Real Audiencia que "daría los terrenos del sitio dke Córdoba, en el pueblo de la Ciénega para el poblamiento de dichos negros"27.

En el conjunto de los acuerdos que precedieron y sirvieron de referente al del Totumo, sobresalen, por la cantidad y calidad de detalles que ofrecen, el de la Matuna, el de San Miguel y el de San Basilio, a comienzos de los siglos XVII y XVIII, en el norte y centro del actual departamento de Bolívar. Debido a la espectacularidad y el dramatismo que revistió la huida del sistema esclavista, el cimarronaje se convirtió en el aspecto que más ha concitado el interés de los investigadores del tema. En ese sentido, el caso de cimarronaje individual y colectivo más tratado y conocido en nuestro medio es sin duda el de Benkos Bihó y su palenque de la Matuna. En 1601, Bihó se escapó con treinta cimarrones hacia la ciénaga de la Matuna donde crearon el palenque del mismo nombre, cerca de la desembocadura del Canal del Dique, aproximadamente en el lugar donde se ubica hoy día la población de Pasacaballo.

Ante el peligro y el mal ejemplo que representaba para las autoridades de Cartagena el tener en sus goteras una zona liberada, el gobernador decide adelantar, hasta 1603, cinco expediciones fallidas de conquista y exterminio del mencionado palenque; en tres de las cuales se utilizaron más de 500 combatientes. Este irreverente palenque estuvo erguido y beligerante durante las dos primeras décadas del siglo XVII, hasta que lo develaron y sometieron, como se verá más adelante, debido en parte a la captura y ajusticiamiento de su líder.

En 1604, el gobernador de Cartagena, Gerónimo de Zuaso y Casasola, informaba a sus superiores que después de varios intentos sus tropas habían logrado penetrar al palenque; pero que de los 70 cimarrones que lo formaban solo habían encontrado 18 hombres y 6 mujeres que andaban por los montes. "Estos me enviaron a pedir paz y por considerar las dificultades que había para acabarlos, así fueran tan pocos me resolví en concederles la paz por un año según la manera que se capituló"28. En el mismo informe, el gobernador aseguraba que después del acuerdo había tal seguridad y quietud en la provincia que se podía transitar sin peligro por los arcabucos y montañas. Además, expresaba su satisfacción porque los esclavos de servicio, no se atrevían a huir debido a que los cimarrones garantes del acuerdo se habían comprometido a capturar a los que huyeran y devolverlos a sus amos29.

A partir de 1619, después del fallecimiento de Gerónimo de Zuaso, accedió al poder García de Girón. Este, al sopesar y dimensionar el irresoluto problema de los cimarrones de la Matuna, consideró desigual y negativo para los intereses y la autoridad de la Corona el acuerdo realizado por su antecesor hacía casi dos décadas30. De acuerdo con García de Girón y el clamor de los blancos de la ciudad, el único remedio para sanar esta enfermedad era sin lugar a dudas el aniquilamiento físico de Benkos. En efecto, acudiendo a un pretexto intrascendente como fue el altercado que este sostuvo una noche con la guardia del presidio, después de 20 años de estar entrando a Cartagena, se le captura y se le ahorca el 16 de marzo de 162131.

Con la muerte de Benkos no solo se desaceleró y desactivó la beligerancia y altivez que había mostrado su palenque durante más de dos décadas, sino que se forzó a los cimarrones a establecer un nuevo acuerdo. En este, por supuesto, desaparecieron las prerrogativas que habían adquirido a través de un fuero especial no escrito y que habían sido duramente criticadas por García de Girón en el mismo instante de su posesión como gobernador. En las nuevas condiciones, se acordó que los cimarrones podían poblar en un lugar próximo a una legua de la ciudad con el compromiso de buscar a los cimarrones esparcidos en los otros palenques de la Matuna32.

El espacio geográfico conocido como la Matuna, que como ha sido dicho incluye la ciénaga de su mismo nombre, no fue el único escenario de la confrontación y el contrapunteo temprano entre esclavizados y esclavizadores. Después de la derrota y el sometimiento transitorio del palenque de Benkos, las ansias de libertad, el conocimiento del territorio y la profusa movilidad de los cimarrones fueron determinantes en el surgimiento de nuevos focos de resistencia de "negros apalencados" en sitios y reductos de cimarrones. De ahí la aparición sucesiva o entrada en escena de palenques, sitios y reductos de cimarrones desconocidos hasta ese momento por las autoridades de Cartagena durante todo el siglo XVII. Tal es el caso de Usiacurí, Malambo, Tabacal, Betancur y San Benito de las Palomas, en el actual departamento del Atlántico.

Otros palenques que demandaron la atención de las autoridades en aquellos momentos fueron los que se instalaron en las inmediaciones de Mahates, Colosó y Mompox; también los de Polín, el Limón y Zanaguare, en las cercanías del río Magdalena. Ahora bien, los Montes de María siempre mantuvieron su estatus de nicho natural donde florecían palenques y cimarrones.

A comienzos de la década de los 80 del siglo XVII, denominado por algunos historiadores como el de la guerra contra los cimarrones (1682, para ser precisos), Baltazar de la Fuente, párroco del partido de Turbaco, afirmó haber visto una población muy grande de "negros levantados" en los Montes de María. Esto sucedió en una de sus correrías misionales por el territorio bajo su jurisdicción eclesial y, por el temor a perder la vida, él y sus acompañantes indígenas no llegaron hasta dicha población, dada "la bravura de estos palenqueros"33. Tiempo después, él mismo informó a la Corona que su intención era "reducir piadosamente a aquella gente al mayor servicio de ambas majestades"34, ya que vivían por fuera del gobierno político y eclesiástico.

Ante el conocimiento de la intención pacificadora expresada por el cura de Turbaco, Domingo Criollo, gobernador y capitán del palenque de San Miguel, fue al despacho de este y le informó que tenía bajo su mando a 700 hombres divididos en cuatro grupos, comandados cada uno por un capitán. Además, lo comisionó para que le informara al gobernador de Cartagena la posibilidad de que él y sus hombres se sometieran a la obediencia de aquel a cambio de libertad35. Después de varias discusiones, las partes llegaron a un acuerdo en los términos de las siguientes capitulaciones.

Libertad a todos los cimarrones y cimarronas, a sus hijos y su descendencia a cambio de obediencia al gobernador. Territorio para poblarse y tierras suficientes para labrarlas, por las que pagarían los mismos tributos que pagaban las gentes libres para la manutención del cura y justicia. Nombramiento de un cura, justicia mayor, dos alcaldes y un procurador anualmente. Compromiso por parte de los palenqueros de capturar y devolver a sus antiguos amos a los cimarrones que no se sometieran al acuerdo. Para mayor solidez del acuerdo, el gobernador del palenque entregaría a un hijo de rehén como garantía36. Estas capitulaciones contaron con el aval transitorio del gobernador de turno, mientras se le informaba a la Corona. No obstante, ante el incumplimiento de la palabra empeñada por parte de las autoridades y por haber optado por la solución militar, sin el consentimiento de Baltazar de la Fuente37, el acuerdo se frustró y dejó un saldo trágico en número de bajas para la gobernación de Cartagena.

En un intento por revivir el fallido acuerdo, Domingo Criollo, sus capitanes y muchos cimarrones le hicieron llegar su punto de vista sobre la situación a Baltazar, quien fungía como negociador. Todo ello con el propósito de que este a su vez le trasmitiera a la Corona dicho parecer. Los cimarrones dejaron claro "que para ellos lo principal era la defensa de la libertad y que él con los suyos lo eran de inmemorial tiempo a esta parte. Y que solo pretendían la libertad de esclavitud y ser vasallos con la protección y amparo del soberano"38.

La posibilidad de llegar a un acuerdo con los cimarrones del palenque de San Miguel fracasó y se desactivó temporalmente. Esto se debió no solo al incumplimiento de la palabra empeñada por parte de las autoridades, sino también a la muerte en combate, a finales de la década de 1690, de su líder Domingo Criollo. Para disuadir a posibles émulos y a la población en general, la cabeza de Criollo fue remitida a Cartagena para ser exhibida públicamente39.

A pesar de los acontecimientos señalados, la lucha de los palenques liderados por Domingo Criollo se reactivaron con la misma intensidad, dirigidas y jalonadas esta vez por Nicolás de Santa Rosa. En las nuevas condiciones, y después de haber transcurrido más de dos décadas, al igual que en las ocasiones anteriores, un religioso asumía el papel de mediador entre los cimarrones de San Miguel y las autoridades. Nos referimos al obispo de Cartagena, Antonio María Casiani.

En efecto, desde finales de 1713, el citado obispo, doctor en teología y catedrático de la Universidad de Alcalá, después de haber obtenido el aval del gobernador de turno, enfrentó varios obstáculos para llegar a un pacto con los cimarrones y palenqueros de San Miguel. Hubo de sortear el clima, la orografía encrestada y atravesar el mismo arroyo 23 veces, para, luego de tres días de discusión, firmar el acuerdo. No sin antes haber experimentado el rechazo de Santa Rosa y su séquito a una propuesta inicial.

Paso seguido, Casiani erigió la iglesia y nombró como párroco a D. Isidoro de Osorio, sacerdote de la orden de San Basilio40. En congruencia con la membresía de orden religiosa del recién nombrado párroco, llamó a la población que nacía a partir de los acuerdos como San Basilio. Además, haciendo honor a la matriz primigenia del palenque que había dado origen al pueblo que ahora nacía, designó la iglesia con la advocación de San Miguel Arcángel. En el pueblo de San Basilio, el 20 de enero de 1714, el obispo Casiani y el capitán Nicolás de Santa Rosa aprobaron finalmente un acuerdo compuesto por 14 capitulaciones41.

Un ligero análisis del acuerdo en sus particularidades permite establecer cinco núcleos o temas sobre los cuales se estructuraron las capitulaciones. El primer núcleo hace referencia a los aspectos religiosos; específicamente al compromiso de los habitantes de construir la iglesia y de contribuir con los ornamentos necesarios para la misma, así como también a la manutención del cura. El segundo núcleo es el referido a la administración de justicia y a la conducción política de San Basilio, es decir, al mecanismo para la elección y nombramiento del alcalde, del alguacil y a la construcción de una cárcel para los delincuentes, con cepo incluido. Como capitán del recién creado San Basilio se designó, mientras viviera, a su líder en ese momento, Nicolás de Santa Rosa, y se estableció que cuando este dejara de existir, el gobernador designaría su reemplazo.

El tercer núcleo de los acuerdos es el que tiene que ver con el compromiso de las personas que estuvieran armadas en el palenque, de defender Cartagena en caso de que esta fuera atacada, como servicio y muestra de vasallaje al rey. Sin lugar a equívocos, este compromiso y exigencia de defensa se fundamentó en la convicción y certeza de la experiencia y capacidad de lucha puesta a prueba durante mucho tiempo, entre otros, por los 600 cimarrones al mando del fundador histórico de San Basilio, Domingo Criollo. Este jefe y sus capitanes, ubicados estratégicamente, lograron defender durante casi una centuria los palenques enclavados en diferentes lugares de los Montes de María42. Por su parte, el cuarto núcleo alude de manera expresa a la reglamentación de la presencia en el palenque de "españoles, mulatos, indios u otra gente".

El último núcleo temático gira en torno a las personas esclavizadas existentes en el palenque. Llama la atención la decisión de crear un fondo comunitario con el propósito de pagarles a los amos de dichos esclavizados el valor de sus libertades. De allí el imperativo de elaborar un lista en que no solo se clasificara y distinguiera "a los que gozan de libertad, de los esclavos", sino que también estableciera sus avalúos, para saber las "cantidades que se han de pagar a sus amos". Un siglo después, las juntas de manumisión que surgieron en el contexto de la independencia y la ley de libertad de los esclavos, serían una pálida réplica de estos fondos, fruto de los acuerdos entre el obispo y los cimarrones monte-marianos.

Esta actitud mutual de generar recursos tendientes a sufragar los gastos de la libertad de los esclavizados, contrasta con el compromiso pactado en los acuerdos de no aceptar nuevos cimarrones en el poblado y, por el contrario, capturarlos y remitirlos como prisioneros a Cartagena. Lo mismo debía hacerse con los esclavos que se ausentaran sin el consentimiento de las autoridades de San Basilio, quienes por su trasgresión no solo serían excluidos del acuerdo, sino devueltos a sus antiguos amos en calidad de reesclavizados. Estas capitulaciones logradas entre las autoridades cartageneras y los cimarrones de los Montes de María con la mediación de Casiani, se constituyeron en el ejemplo modélico para desactivar un conflicto de larga duración por la vía del acuerdo. Por ello, y por la variedad temática de aspectos que abarcó, 53 años después fue tomado como referente para intentar pacificar y someter a los cimarrones del Totumo, ubicados también en las estribaciones de los Montes de María.

2. DIARIO DE VIAJE DE RAMÍREZ DE ARELLANO Y LA PROPUESTA DE ACUERDO CON LOS CIMARRONES DEL TOTUMO

Durante el siglo XVII, los españoles tuvieron que enfrentar política y militarmente el agudo problema de la proliferación de gentes que vivían por fuera del control de todo tipo de autoridad, inmersas en un patrón de poblamiento disperso e "ilegítimo", como fue el caso de los cimarrones. Ahora bien, fue a partir del siglo XVIII, en el contexto de las reformas borbónicas, cuando deciden poner en práctica una calculada política de poblamiento, para intentar por vías "pacíficas" controlar el inveterado problema de los palenques, al cual se le sumaba, en las nuevas circunstancias, el de los arrochelados. Además de someter y controlar a esta población dispersa, subyacía una clara intención de conquistar y reorganizar nuevos espacios territoriales y la de articular al régimen colonial una fuerza de trabajo significativa que, por estar por fuera del control de la autoridad, no tributaba.

Ante el inminente peligro que estos grupos representaban para la estabilidad social y política, las autoridades españolas, como ya ha sido señalado, pusieron en práctica unas expediciones con el propósito de someter y reducir a estas personas. En muchos casos, combinaron las acciones militares con procesos de poblamiento y repoblamiento, con la intención de nuclear, por las buenas o por las malas, a todas estas personas irreverentes, contestarias y marginales43. Este propósito se revelaba inalcanzable pues, de acuerdo con Hobsbawm, ningún Estado antes del siglo XIX poseía la capacidad de mantener un cuerpo de policía rural con la eficacia operativa para controlar todo el territorio.

En consecuencia, para citar algunos ejemplos, en el actual departamento del Atlántico, otrora partido de Tierradentro, Francisco Pérez de Vargas, entre 1743 y 1751, llevó a cabo procesos de poblamiento. Mención especial en este proceso de control poblacional merece Antonio de la Torre y Miranda quien, entre 1774 y 1778, congregó a 41.133 personas en 44 poblaciones fundadas o refundadas por él en el valle del Sinú, en las sabanas y en la parte central de la provincia44.

Paralelamente, en la provincia de Santa Marta, se desarrolló un proceso de poblamiento enmarcado también dentro del reformismo borbónico, con el objetivo claro de someter y exterminar a los Chimilas. Esta tarea fue encomendada a Fernando de Mier y Guerra quien, entre 1744 y 1770, fundó 22 sitios y pueblos. Este proceso repoblador fue el más conflictivo de los realizados durante el siglo XVIII45.

En la provincia de Cartagena, algunas de estas tareas de descubrimiento, poblamiento y sometimiento fueron adelantadas por sacerdotes, con el señuelo de proporcionarles "pasto espiritual" a las ovejas descarriadas y no sometidas al credo católico. En este sentido, es necesario señalar las labores misioneras de Fray Luis Beltrán46, Josep Palacio de la Vega47 y Manuel Xavier Ramírez de Arellano.

Las actividades pobladoras y congregadoras de De La Vega fueron llevadas a cabo entre 1787 y 1788, mismas que registró diariamente en lo que posteriormente se conoció como "El diario de Viaje de Joseph Palacio de la Vega". En él quedó consignado la forma de vida material de los arrochelados, sus conflictos, las prácticas ilegales como el contrabando y la destrucción de las rochelas. Además del descubrimiento de varios palenques como el de Carate y Lorenzana, el Diario trae un detallado informe del número de familias, habitantes y pueblos de donde sustrae a las personas para agregarlas a otros48.

Como ya fue señalado, debido a su compromiso misionero, los curas en algunos casos se vieron involucrados en procesos de poblamiento. Pero más allá de estas tareas propias de su oficio, se convirtieron en conectores entre las autoridades o los amos y los cimarrones; lo mismo que en gestores, promotores y defensores de los palenques. A través de prácticas culturales como las misas, sermones y homilías dominicales, se les facilitó actuar como mediadores y piezas claves de los fundamentos ideológicos hispanos y del orden público y moral49. Por esta razón, aparecen negociando acuerdos y tratados entre los cimarrones y las autoridades50. El papel mediador de los curas no fue un caso que se presentó solo en la Nueva Granada51.

Aunque en la mayoría de los casos estas expediciones de poblamiento referenciadas aquí dieron cuenta de la existencia de cimarrones y palenques, solo una se hizo con el objetivo preciso de descubrir un palenque y someterlo a través de la negociación y los acuerdos con sus pobladores. Se trata de las tareas y acciones emprendidas por el cura Manuel Xavier Ramírez de Arellano, tendientes a contactar y establecer acuerdos con los cimarrones del palenque del Totumo en 1767, por orden expresa del virrey Antonio Flórez. Estas quedaron consignadas en el llamado Diario de viaje del cura Ramírez Arellano sobre el descubrimiento del palenque del Totumo. Montes de María52. Este intento por someter al Totumo se dio en medio de las dinámicas reformistas agenciadas por los borbones, que alcanzaron su máximo desarrollo entre 1762 y 1778.

En términos generales, este diario dio cuenta de todos los aspectos acaecidos entre el 5 de marzo de 1767, fecha en que se inicia la expedición, y el 11 de julio del mismo año, cuando se produce el último informe de esta. Durante este tiempo de travesía, Ramírez de Arellano, sus amanuenses y ayudantes recorrieron el territorio comprendido entre Cartagena y los Montes de María, pernoctando sucesivamente en las poblaciones de Pasa Caballos, San Basilio de Palenque, Mahates, Villa de Flamenco y Majagual. Además, debido a las características y circunstancias impuestas por el viaje, tuvieron la necesidad de hacer estancias temporales en la ciénaga de Cuatro Calles; el Paso del Real de los Reyes y por las haciendas de San Juan de Dios de Lobo, Zúñiga y Comisario.

Como es lógico suponer, esta travesía para acceder al "descubrimiento y sometimiento" del palenque del Totumo, no estuvo exenta de obstáculos generados "por lo doblado de la tierra, las fragosas montañas y la inclemencia de los penosos tiempos en la lluvia"53. Esto se tradujo en la adquisición de enfermedades como la erisipela y el tétano que en ocasiones condujeron a la muerte, como fue el caso de Fernando Fermín, uno de los asistentes de Ramírez de Arellano. Por su parte, este último no desaprovechó la oportunidad, donde las condiciones se lo permitieron, para realizar eventos religiosos en los que se escenificaban pequeñas juras de fidelidad y sometimiento a Dios y al rey54.

El 14 de mayo, luego de haber acampado en la hacienda del Comisario arribaron a la de Majagual55. Desde allí lograron el primer contacto visual con el Totumo a través de un "anteojo de larga vista y con gran función"56. A pesar de que, ante lo fragoso del terreno, la incertidumbre y el miedo que despertaban los cimarrones, se propuso la población de Arenal para acceder al Totumo, fue Majagual el sitio escogido como centro de operaciones. Desde allí se planificaron y se hicieron las salidas hacia las faldas de los Montes de María con la intención de "descubrir" y someter a este "peligroso" y enigmático palenque.

Después de haber obtenido de parte del virrey las instrucciones precisas para pactar con los cimarrones, consignadas en un documento que Ramírez de Arellano definía como la "Carta Orden", este último convocó a las personas que en principio por orden de las autoridades de Cartagena debían acompañarlo en esta empresa. Esto no se materializó por el temor y el miedo que despertaban los habitantes del Totumo entre los convacados57. Es así como surgen varias propuestas de habitantes de la zona para convertirse en guías de la expedición, con base en el conocimiento que decían tener del lugar donde estaba ubicado el Totumo.

Después de varios intentos fallidos, Felipe, zambo vallenato, alias "machete de palo", con la Carta Orden en mano, organizó la incursión al palenque con la ayuda de varios "montaraces, forajidos y baquianos" de los Montes de María y de las sabanas y costas de Tolú58. A los cuatro días volvió a Majagual, expresándole a Ramírez de Arellano sus excusas por no haber podido lograr el contacto y responsabilizando al escuadrón a su mando del nuevo fracaso. Según Felipe, "por el mucho miedo que se le tiene a las dichas gentes del Totumo. Y que nunca llegarían ni si quiera a sus alrededores por lo bravido que eran dichas gentes, y que por ningún dinero expondrían sus vidas a semejante riesgo"59, su escuadrón no completó la misión.

En medio de la desesperanza de tantos intentos truncados por acceder al Totumo, se le presentaron a Ramírez de Arellano en Majagual dos cimarrones del palenquillo de Zúñiga60, formado con los fugados del Palenque Grande, los cuales querían informarse sobre el rumor esparcido en la zona del perdón y libertad que, a nombre del rey, estaba ofreciendo Ramírez. Este certificó la veracidad del rumor y los cimarrones le propusieron la conducción y la información requerida para llevarlo al Totumo, previa aprobación del capitán del palenque de Zúñiga, a cambio de recibir también los beneficios ofrecidos61. Cabe aclarar que las fuentes consultadas no dan cuenta de la concreción o no de esta propuesta de intercambio; tampoco de la respuesta de la carta enviada por Ramírez de Arellano, a nombre del Rey, al Capitán Gobernador del palenque del Totumo, a la cual se hará referencia más adelante.

Después de un mes de resultados infructuosos, el clérigo decide abandonar Majagual y lanzarse él y sus ayudantes, entre ellos los dos cimarrones de Zúñiga, en la búsqueda del esquivo y temido palenque62, al cual las autoridades cartageneras estaban intentando persuadir de pactar unas capitulaciones desde 176563. Dado lo "doblado de la tierra" la entrada tuvo que realizarse a pie y sin equipaje. De esta última acción, da cuenta el Diario de Viaje de Ramírez de Arellano del 11 de julio de 176764. Es menester destacar la presencia de varios palenquitos o reductos de cimarrones existentes en los Montes de María y la voluntad y deseos que tenían, según los dos cimarrones de Zúñiga, las gentes del Palenque Grande o del Totumo de salir de dicho sitio para "obtener" la libertad65.

En Majagual, Ramírez de Arellano estuvo entre el 14 el de mayo y el 16 de junio de 1767. Cuatro días después de su partida de este lugar envió un documento al líder del Totumo, que no era más que una propuesta para cambiar libertad y perdón por reconocimiento y sometimiento. En caso de que se estableciera un acuerdo entre las partes, los ofrecimientos por parte de las autoridades eran los siguientes.

Perdón y libertad para todos los miembros del palenque. Capitanía y gobierno en los mismos términos en que se había pactado 54 años antes con el palenque de San Basilio. Pasto espiritual, poniendo un cura en el palenque para observar las leyes de Dios y vivir como cristianos y leales vasallos. Posesión de tierras fértiles para el poblamiento que permitan la apertura de puertos para sacar los frutos y establecer comercio. Conexo con el primer punto de la propuesta, se ofreció, además, perdón a los cimarrones en los mismos términos y tratamientos que se les había dado a los blancos forajidos. Perdón que se otorgaría sin tener en cuenta las "atrocidades de los delitos cometidos"66.

Se evidencia que la develación y sometimiento del Totumo tenía una importancia capital para las autoridades cartageneras. En efecto, con la desactivación del palenque de San Miguel y la incorporación de San Basilio en 1714 a la estructura urbana, los Montes de María habían experimentado una relativa tranquilidad social, la cual se volvió a alterar con la entrada en escena de los cimarrones y palenqueros del Totumo. Es preciso señalar el carácter respetuoso, reverencial y de par, con que se refiere la carta al líder del palenque en mención. En el encabezado de esta reza: Sr. Capitán, gobernador del palenque del Totumo y demás gentes de ella. Muy Sr. mío...67. La causa de esta actitud y deferencia verbal la desconocemos. Es posible que se hubiera originado en el miedo o en el respeto que se había ganado, o, en su defecto, en la necesidad de atraerlo y seducirlo para pactar el acuerdo.

Ahora bien, de acuerdo con Richard Pnce, antes de 1700, la gran mayoría de los dirigentes cimarrones de los cuales se tiene noticias eran nacidos en África. A cuatro de los seis dirigentes principales, Ganga Zumba, Benkos Biohó, Yanga y Bayano, se les atribuía incluso el haber sido reyes en su patria africana. Entrado el siglo XVIII, a cierta distancia histórica del vínculo directo con África, los dirigentes cimarrones se autonombraron así mismos como capitanes, gobernadores o coroneles en lugar de reyes68.

Estas ofertas de libertad y perdón sin tener en cuenta la "atrocidad" del delito cometido, el autogobierno y la escogencia de tierras para el cultivo y poblamiento, no fueron ni las primeras ni las únicas durante el período colonial. Más que una concesión inocente y desprevenida, dichas ofertas respondían a la indiscutible incapacidad de la Corona para exterminar por la vía militar el inveterado fenómeno de la proliferación del cimarronaje y los palenques, lo mismo que sus "consecuencias funestas" en los desajustes de la tranquilidad social. Lastimosamente, la fuente consultada no suministra la información precisa de cómo concluyeron las negociaciones con el palenque del Totumo. No obstante, por las apreciaciones de Ramírez de Arellano, se intuye que estos cimarrones, por razones que se desconocen, hicieron caso omiso de los ofrecimientos; algunos terminaron haciendo parte de poblaciones vecinas; otros, en cambio, siguieron en su vida cimarrona y libertaria.

3. LOS ACUERDOS Y LA CARA OCULTA DE LOS PALENQUES

Como se ha venido señalando, los enfrentamientos surgidos por la necesidad y la intención de las autoridades coloniales de acabar con los perjuicios del cimarronaje, no siempre estuvieron mediados por las acciones militares y punitivas. Al unísono con la esclavización, sobre todo en el actual Caribe colombiano, se pusieron en práctica desde 1540, y hasta 1767, formas "pacíficas" para dirimir los conflictos propios de la contradicción entre esclavitud y libertad. La vía pacífica del acuerdo, la negociación, el arbitraje y la amnistía no solo fue una práctica que se dio en la Nueva Granada; también estuvo presente en la mayoría de los lugares de América donde hubo esclavización africana o afrodescendiente69. En nuestro país, a excepción del palenque del Castillo, ubicado en la provincia de Popayán y liderado por Jerónimo, la mayoría de los acuerdos se desarrollaron en el Caribe70.

Generalmente, la iniciativa de establecer estos acuerdos provenía de las autoridades coloniales; para estas la solución política era más beneficiosa, pues lograban el sometimiento sin los gastos y sin las pérdidas de vida. Para los cimarrones, por su parte, los acuerdos expresaban el reconocimiento tácito de la incapacidad de someterlos por las vías de hecho. Asimismo, tales acuerdos significaban el triunfo sobre el régimen esclavista, el cual debió aceptar la presencia de los palenques y la oficialización o reconocimiento de la libertad de la que habían gozado los cimarrones durante mucho tiempo.

Además de las anteriores consideraciones sobre los acuerdos, estos son importantes en la medida en que permiten, en parte, develar la cara oculta e ignorada de los palenques. El arrojo y la aventura de quienes optaron por este camino de acceder a la libertad impactaron de tal manera la mentalidad de algunos historiadores, que terminaron obnubilados y sobredimensionando los palenques y a los cimarrones. Esto dio como resultado la construcción de una serie de imprecisiones y falsedades que, a fuerza de repetirlas, se han convertido en "verdades históricas inamovibles".

Por ejemplo, la aseveración, ampliamente difundida y aceptada tradicionalmente como verdad absoluta, que definió a los palenques como espacios de libertad, no es del todo cierta, o es una verdad a medias. Este fenómeno es verificable, entre otros, en varias de las capitulaciones del acuerdo con los cimarrones de San Miguel. En ellas no solo quedó claramente estipulado el compromiso de crear un fondo para liberar a los esclavos existentes en el palenque, sino de excluir del indulto a todos aquellos que, luego de la firma del acuerdo, se ausentaran sin el consentimiento de los capitanes71.

Además, en las mismas capitulaciones se obligó al capitán Santa Rosa a elaborar una lista que especificara la cantidad de libres y esclavos, como también los avalúos de estos últimos para determinar el valor que se debía pagar por su libertad72. De acuerdo al padrón levantado por Santa Rosa, al momento de finiquitar el acuerdo, había en el palenque 57 varones negros criollos; 56 mujeres negras criollas; 75 esclavos y 46 esclavas, para un total de 234 personas. Todas fueron declaradas libres por el obispo Casiani por tener más de veinte años de estar viviendo allí. Como se observa, más de la mitad de los criollos pertenecientes al palenque de San Miguel eran personas esclavizadas. Además de estos esclavizados, fueron referenciados en dicha lista 21 varones y 15 mujeres pertenecientes a diferentes amos y 17 pertenecientes al rey73.

Recientes investigaciones reafirman la presencia al interior de los palenques de relaciones sociales que se podrían tipificar como de esclavitud o de cuasi esclavitud74. Tal es el caso del palenque del Limón, allí algunos cimarrones recién llegados estuvieron vinculados a servicios y tareas semejantes a los de la esclavitud. Según María Cristina Navarrete, si bien este tipo de relaciones de esclavitud fue diferente a las que se presentaron en África, como en todas las sociedades, la mayoría de los esclavizados estuvieron ubicados en los niveles más bajos de la sociedad75. Entre otros, por ejemplo, Sebastián Anchico declaró ante las autoridades de Cartagena que "los negros y negras que estaban en el palenque del Polín, los del Limón los llevaron amarrados para su servicio". Además, Francisco Angola dijo que los negros y negras de las estancias eran traídos al palenque para servirse de ellos en las rozas, cargando leña y agua, pilando maíz y en otros ejercicios76.

Otro indicador que muestra el cercenamiento de la libertad al interior de los palenques fue la permanencia involuntaria y forzosa de mujeres negras, blancas e indígenas, raptadas y llevadas a los palenques para que cumplieran el papel de mancebas, concubinas y compañeras de los cimarrones solteros77. En un informe que el Gobernador Cevallos le envía al rey a mediados de 1693, justificando el ataque a los cimarrones de Tabacal, dice que allí encontraron a 19 mujeres blancas solteras y casadas que tenían robadas dichos negros78. Asimismo, le informaba que después que atacaban y quemaban los ranchos, casas y pueblos de los indios, "se llevaban a las mujeres para su servicio y mal uso"79.

Según Alvin O. Thompson, algunos de los aspectos más polémicos y cuestionados de los acuerdos son los referentes a la no aceptación de nuevos cimarrones en los palenques y la sanción a los que se ausentaran del palenque sin el beneplácito de los capitanes. En ambos casos se aplicaría la captura de estos, el castigo y la devolución a sus antiguos amos, en un claro proceso de reesclavización; lo cual implicaba un retroceso social para el cimarrón. Esta fue una condición que estuvo siempre presente en la mayoría de los tratados y acuerdos que se firmaron entre los cimarrones y las autoridades coloniales80.

En el caso del Totumo, este aspecto se pactó inicialmente con los cimarrones de la Matuna, que se comprometieron a buscar y capturar a los cimarrones esparcidos en las tierras aledañas, luego del sometimiento temporal de este palenque, a cambio de poblarse a una legua de Cartagena. Igualmente, tanto en el primer intento fallido de acuerdo con los cimarrones de San Miguel como en el final que sentó las bases para el surgimiento de San Basilio de Palenque, se pactó el compromiso de la devolución de los cimarrones para su reesclavización.

Aunque en la propuesta de acuerdo con los cimarrones del Totumo no aparece este condicionante de una forma explícita, sí está la información del castigo que se le propinaba a quienes permitían o ayudaban al alojamiento de nuevos cimarrones en los palenques. De acuerdo con lo narrado por Ramírez de Arellano en su diario de viaje, estando en la iglesia de Majagual se le presentaron dos cimarrones en son de paz, que dijeron haber sido del Palenque Grande81. Estos "con otros muchos se habían huido de dicha población por haber su capitán quitado la cabeza a dos que guardaban una guardia, por haberse aposentado dentro de ella unos negros esclavos que decían ser de la hacienda de comisario los cuales así los unos como los otros huyeron y se han fundado sobre las montañas de Zúñiga82".

Para Thompson esta actitud de no aceptar nuevos cimarrones y devolverlos a sus antiguos amos, además de ser una muestra de su individualismo y traición con sus pares cimarrones, lo es también de su negativo interés por destruir el régimen esclavista83. A pesar de que los acuerdos les garantizaron a los cimarrones tierras donde vivir y laborar, amnistía o perdón de todos los delitos cometidos y oficialización o reconocimiento de la libertad, otros consideran que fueron los esclavistas los que salieron ganando. Tanto más en cuanto que esos acuerdos les exigieron invariablemente a los cimarrones no admitir a nuevos desertores, descubrir nuevos asentamientos, deponer las armas y obedecer y someterse a la autoridad del rey84. En el fondo, los acuerdos tenían la clara intención, entre otras, de generar grietas y divisiones al interior de los cimarrones y su organización.

La imposición por parte de los españoles de la delación, captura, devolución y prohibición de aceptar nuevos cimarrones en los palenques después del acuerdo, radicaba en la intención de detener el crecimiento natural de los mismos, ya que estos se alimentaban y crecían con la llegada de nuevos huidos. Además, la idea de una rebelión y la posible unión de los esclavos residentes en Cartagena con los de los Montes de María y Luruaco generaba pánico entre las autoridades y los esclavistas85.

El palenque de San Basilio, el más estudiado y conocido en el país, y Benkos, el líder cimarrón más famoso de la historia colombiana, no escaparon a la seducción del mito y la idealización. Ellos son los actores fundamentales de la leyenda mejor elaborada sobre el fenómeno que algunos han tipificado como el "mito de los palenques"86.

Con base en la memoria escrita y documental, podemos asegurar que el periplo existencial de Benkos culminó el 16 de marzo de 1621, fecha en la que las autoridades de Cartagena le aplicaron la pena de muerte. Este fue el castigo a la osadía de haber roto las cadenas de la esclavización; por retar a la autoridad imperial y por establecer un nuevo modelo de poblamiento que se insinuó a partir de la creación del primer palenque de nuestra historia: la Matuna.

A pesar de lo anterior, y con el agravante de que se movió geográficamente entre Cartagena y la Matuna, 93 años después de su muerte, por un acto mágico de la tradición oral, Benkos aparece fundando San Basilio de Palenque. Aquí quedó demostrado, sin embargo, que este último es producto de la disolución del palenque de San Miguel, en el contexto de los acuerdos establecidos entre el obispo Casiani y Nicolás de Santa Rosa87. Si hubiera que identificar a un fundador este sería Domingo Criollo. Sin duda alguna, hacer creer que se es descendiente directo de Benkos y ser oriundo del palenque que él supuestamente fundó genera en el presente algunas ventajas y beneficios88. Por eso, para darle mayor fortaleza al mito fundacional, se le erigió una estatua en San Basilio y se le incluyó en el himno de esta población como su legítimo fundador.

CONCLUSIONES

Como se ha sostenido, la confrontación armada y violenta no fue la única alternativa para dirimir las contradicciones entre las autoridades coloniales y los cimarrones, en la búsqueda de libertad y convivencia pacífica. Los acuerdos constituyeron también una opción legítima implementada por ambas partes; pero hasta ahora han sido sistemáticamente ignorados o poco visibilizados. Tal vez la espectacularidad y los riesgos de la huida, el cimarronaje y los palenques hayan opacado y debilitado el interés por el estudio de los acuerdos que también liberaron a muchos cimarrones y significaron tranquilidad para las autoridades. De hecho, se ha establecido aquí que tales pactos fueron una realidad históricamente presente durante todo el período colonial.

El análisis realizado de las particularidades de los acuerdos permitió mostrar una perspectiva de los palenques más ajustada a la realidad, menos idealizada. Se puede decir que dicho análisis logra desmontar la creencia que concebía estas comunidades como nichos de libertad absoluta, donde la más mínima idea de esclavización no tenía cabida. Tres puntos clave deben ser considerados a partir del desmonte de la mencionada creencia. Primero, los palenques deben ser vistos como espacios de negociación en los que los intereses de ambas partes buscaban ser satisfechos más en función de lo pragmático que de lo ético. Segundo, los acuerdos allí efectuados constituyen un testimonio elocuente de la resistencia y la lucha de los afrodescendientes por acceder o legalizar la libertad. Por último, el solo hecho de pactar evidencia no solo la incapacidad de la Corona española para derrotarlos o someterlos por la vía militar, sino también el reconocimiento de los cimarrones como contradictores beligerantes: subalternos en busca de autonomía. En otras palabras, con ellos, frente a los fracasos de las vías de hecho, debía pactarse una salida negociada

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* Este artículo forma parte del proyecto "Los acuerdos y la idealización del palenque en la provincia de Cartagena: el caso del Totumo (1714-1767)" financiación propia.

1 Jacques Aprile-Gniset, La ciudad colombiana Prehispánica, de conquista e indiana (Bogotá: Banco Popular, 1991). De acuerdo con Aprile, el mito del palenque se construyó en menos de 25 años y tendió, a falta de una definición precisa de lo que se entiende por palenque, a sobredimensionar el número y la cobertura de estos. El mito se iniciaría con la obra de Aquiles Escalante y, sin ningún juicio de inventario, se iría agrandando con la obra de varios historiadores como Jaime Jaramillo Uri-be, Alvaro Tirado Mejía, Orlando Fals Borda y Jorge Palacios Preciado. A nuestro parecer, el mito, a pesar de las nuevas investigaciones, no ha desaparecido. Sigue presente en las fallas e imprecisiones que se tienen sobre él, como también en el hecho de no haberse desprendido su estudio de la ideali zación y el romanticismo.

2Julián Ruiz, "El Cimarronaje en Cartagena de Indias. Siglo XVII", Memoria AGN N° 8 (2001):10-35.

3 Clara Inés Guerrero García. "Memorias palenqueras de libertad", En Afro-reparaciones: Memorias de la esclavitud y justicia reparativa para negros, afrocolombianos y raizales, compiladora Claudia Mosquera (Bogotá: Universidad Nacional, 2007), 366. https://wwwyumpu.com/user/bdigital.unal.edu.co

4Al respecto véase el interesante trabajo de Alvin O. Thompson, Huida a la Libertad. Fugitivos y cimarrones africanos en el Caribe (Buenos Aires: Siglo XXI, 2005).

5 María Cristina Navarrete. "El palenque del Limón (Cartagena de Indias siglo XVII): el imaginario del poder y sus jerarquías", en Vicisitudes negro africanas en Iberoamérica: experiencias de investi gación coordinador Juan Manuel de la Serna (México: Universidad Nacional Autónomag de México - UNAM, 2011), 121.

6 Eric Hobsbawm, Bandidos (Barcelona: Crítica, 2001), 24.

7 Dube Saurabh, "Insurgentes subalternos y subalternos insurgentes", en Sujetos subalternos (México: El Colegio de México, 2001).

8 María Cristina Navarrete, San Basilio de Palenque: Memoria y tradición (Cali: Universidad del Valle, 2008), 33.

9 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre de América (Cartagena: Ediciones Hernández, 1974).

10Al respecto véase a Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo, 100; María Cristina Navarrete, Cimarrones y palenques en el siglo XVII (Cali: Universidad del Valle, 2003), 113, Julián Ruiz, El Cimarro-naje en Cartagena, 30.

11 María del Carmen Borrego Plá, Palenques de negros en Cartagena de Indias a finales del siglo XVII (Sevilla: Escuela de estudios Hispano-Americanos, 1973), María del Carmen Mena García, Santa Marta durante la guerra de Sucesión (Sevilla: Escuela de estudios Hispanoamericanos, 1983).

12 Hélène Vignaux, "Palenque de Limón: ¿subversión o sumisión? Un caso de cimarronaje en el Nuevo Reino de Granada", Memoria AGN N° 7 (2000).

13 María Cristina Navarrete, San Basilio de Palenque, 37-41.

14 María Cristina Navarrete, San Basilio de Palenque, 33.

15 María Cristina Navarrete, San Basilio de Palenque, 103-166.

16 Alvin O. Thompson, Huida a la Libertad.

17Estas tesis fueron inicialmente presentadas por Carlos Aguirre, Agentes de su propia libertad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud, 1821-1851 (Perú, Pontificia Universidad Cató lica del Perú, 1993).

18Julián Ruiz Rivera, El Cimarronaje en Cartagena, 11.

19 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 12.

20 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 12.

21 Archivo General de Indias (AGI), Santa Fe, 213.

22"Auto de obediencia, Autos obrados por el gobernador" (Santa Marta, 7 de enero de 1690), en AGI, Santa Fe, 263, f 22S. Citado por Borrego, Palenques de negros, 40.

23Al respecto Véase, Dolcey Romero Jaramillo, Esclavitud en la provincia de Santa Marta 1791-1851 (Barranquilla: Universidad Simón Bolívar, 2009),136.

24Al respecto véase a Julián Antonio, La Perla de América, Provincia de Santa Marta (Madrid: imprenta de E. Thonot Y C, 1854), 163.

25 María Cristina Navarrete, Cimarrones y palenques en el siglo XVII (Cali: Universidad del Valle, 2003), 101.

26En la cartografía de las luchas y resistencias cimarronas de la provincia de Cartagena, las poblaciones de Tenerife y Arenal revisten una importancia capital. Hacia las tierras circunvecinas de Tenerife corrían los cimarrones a esconderse después de escaparse de Cartagena y atravesar el río Magdalena. Arenal, a su vez, por su situación privilegiada cerca al canal del dique y al Río Magdalena, es tipificada en la documentación consultada a veces como un palenque y otras, ya en el siglo XVIII, como una población clave para entrar a develar los palenques de los Montes de María

27 María del Carmen Borrego Plá, Palenques de negros en Cartagena, 40.

28 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 44.

29 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 40.

30Razones halló suficientes. La autodeterminación que se hizo Benkos como Rey de la Matuna. El habérsele permitido fundar un pueblo a 20 leguas de Cartagena con todos sus soldados. La prohibición a que al palenque y su jurisdicción ingresaran españoles armados. La libertad que tenían Benkos y sus hombres de ingresar armados a Cartagena. El respeto que los casi 20 mil negros que había en la provincia le profesaban a Benkos. Finalmente, todos los desmanes y delitos que se presentaban en la ciudad eran endosados al Rey de la Matuna y sus hombres.

31 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 57.

32 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 57-59.

33Se refería concretamente al palenque de San Miguel.

34 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 97.

35 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 99.

36 Roberto Arrázola, Arrázola primer pueblo libre, 100.

37El papel jugado por Baltazar de la fuente para lograr el acuerdo fue fundamental. Al respecto véase: "Informe de Martín Cevallos y la Cerda sobre la aceptación del despacho y diligencias para que se ejecutare en los cabildos secular y eclesiástico" (Cartagena, 30 de junio de 1693), AGI, Santa Fe, 213.

38 Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 102. Además, es importante señalar la advertencia que le hicieron al cura en el sentido de la relación que mantenían con los cimarrones de la provincia de Santa Marta y Panamá donde había poblaciones mayores que las suyas, con quienes sostenían relación "y que entre unos y otros podían conquistar la mayor parte de la provincia de Santa Marta, Río del Sinú, Cauca y Andariel y poner franco y tratable el camino antiguo de Cartagena a Panamá". Roberto Arrázola, Palenque primer pueblo libre, 102.

39 María Cristina Navarrete, Cimarrones y palenques, 140. Es preciso aclarar que contrariamente a lo actuado con los cimarrones y palenques de los Montes de María, a los de Tabacal no solo se les excluyó de los acuerdos, sino que se les castigó después de su develación con el descuartizamiento, la horca, los azotes el destierro y la decapitación de sus capitanes. Al respecto véase en el "Informe de Martín Cevallos y la Cerda sobre la aceptación del despacho y diligencias para que se ejecutare en los cabildos secular y eclesiástico" (29 de mayo de 1693), AGI, Santa Fe, 213; (30 de junio de 1693), AGI, Santa Fe, 213; (2 de julio de 1693), AGI, Santa Fe, 213.

40Julián Ruiz Rivera, El Cimarronaje en Cartagena, 30.

41 1. La comunidad se obligará a contribuir con veinticuatro fanegas de maíz limpio anualmente, para la manutención del cura. 2. Los hombres dueños de casa y familia contribuirán para la misma manuten ción con un peso cada uno al año. 3. La comunidad se obligará a fabricar la iglesia y la sacristía. 4. La comunidad mantendrá la iglesia con ornamentos necesarios hasta que esta pueda abastecerse por su cuenta. 5. La comunidad, por medio de sus justicias, se obligará a hacer rozas para con su producto libertar los esclavos y pagar a los amos de cada uno, según el avalúo, en un término de cuatro años. 6. Si alguno de los esclavos o esclavas se ausentare de la población sin consentimiento de las justicias serían excluidos de indulto de la libertad y se entregarán a sus amos. 7. Las justicias estarán obligadas a no permitir en la población ningún esclavo o esclava, estando a su cargo remitirlo a Cartagena con prisiones. 8. Todos los hombres, padres de familia elegirán el primer día de gobierno del año el alcal de ordinario que más les conviniere para el buen gobierno y acudirán ante el gobernador para que lo apruebe. El alcalde ordinario según su voluntad nombrará un alguacil para que ejecute las órdenes de justicia. 9. Las justicias pondrán cárcel con cepo para el castigo de los delincuentes. 10. El capitán Nicolás de Santa Rosa lo será mientras viva, a su muerte, las justicias acudirán ante el gobernador de la provincia para que les nombre capitán que les gobierne. 11. Si hubiere enemigos que amenacen a la ciudad de Cartagena, la gente que hubiere en armas en el pueblo tendrá que acudir a su defensa, en servicio del Rey. 12. La justicia no permitirá que se avecinen españoles, mulatos, indios u otra gente. Si algunos vinieren al pueblo a comerciar, el capitán les señalará casa y tiempo de permanencia. 13. El capitán Santa Rosa tendrá una lista en la que se distingan los que gozan de libertad de los esclavos y esclavos por lo que se deberá pagar su libertad. 14. Será obligación del capitán tener nómina de los avalúos de los esclavos y esclavas para que se sepan las cantidades que se deben pagar a los amos. Al respecto, véase María Cristina Navarrete, Cimarrones y Palenques, 113- 114.

42"Representación del padre Zapata", AGI, Santa Fe, 213. Citado por María Cristina Navarrete, Cima rrones y Palenques, 141.

43 Eric Hobsbawm, Bandidos, 28.

44Al respecto véase, Jorge Conde Calderón, Espacio, Sociedad y conflictos en la provincia de Cartage na 1740-1815 (Barranquilla: Ediciones Universidad del Atlántico, 1999), 58; Pilar Moreno de Ángel, Antonio de la Torre y Miranda viajero y poblador (Bogotá: Planeta Editores, 1993), 34; Marta Herrera Ángel, Ordenar para Controlar (Bogotá: ICANH, 2002), 111, Orlando Falls Borda, Retorno a la tierra. Historia Doble de la costa Atlántica, tomo IV (Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1986), 59B-60B.

45 Pilar Moreno de Ángel, Antonio de la Torre y Miranda, 31.

46El dominico Fray Luis Beltrán llegó a Cartagena en 1562. Si bien a este párroco no se le puede titular como un poblador, es preciso señalar que a través de sus actividades misioneras ha sido posible el conocimiento de las características y la existencia de varias poblaciones del norte de la provincia de Cartagena entre los que se destacan Tubará, Cipacúa, Paluato, Uziacurí (sic), Turbaco, Mahates, Pioson (sic) y Malambo. De sus actividades misioneras también se desprende el conocimiento de las adjudicaciones de mercedes de tierra, algunas creencias y prácticas de los indígenas de Tierradentro y la presencia temprana en el sur de este partido de negros huidos o cimarrones.

47Por orden expresa del arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora, el franciscano Joseph Palacio de la Vega fue designado para realizar un nuevo intento evangelizador, con el propósito de some ter a la autoridad religiosa y virreinal a los indios, mestizos, zambos y negros rebeldes del sur de la provincia de Cartagena, es decir, la población rotulada como arrochelada. Lo que en principio se concibió como una misión evangelizadora, en algunos momentos se transformó en militar, debido a los mecanismos y métodos empleados por el citado fraile.

48 Joseph Palacio de la Vega, Diario de viaje, entre los indios y negros de la Provincia de Cartagena de Indias en el Nuevo Reino de Granada. 1787-1788 (Barranquilla: Ediciones Gobernación del Atlánti co, 1994)

49 Jorge Conde Calderón, "Negros sublevados, justicia y hacendados en la provincia de Santa Marta en la segunda mitad del siglo XVII", en Tertulia samaría, tomo I, compilador, Edgar Rey Sinning (Santa Marta: Cajamag, 2017), 167.

50El caso más emblemático de estas fue el que se logró establecer entre varios palenques y cimarrones de los Montes de María con las autoridades españolas de Cartagena, con la mediación de Fray José María Casiani, y que dio como resultado el surgimiento del actual San Basilio de Palenque en 1714, tal como ha sido reseñado aquí. En la provincia de Santa Marta también se presentaron varios episodios que ratifican este papel jugado por los curas.

51Véase Alvin O. Thompson, Huida a la libertad, 285

52 Archivo General de la Nación (AGN), Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 601-662r

53 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 665.

54A través de misas, exorcismos, confesiones y bautismos, entre otros

55 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 664.

56 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 664.

57 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 663r.

58 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 664r.

59 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 664.

60Indistintamente la documentación consultada utiliza los conceptos de palenquillo, refugio de cima rrones o reductos de cimarrones para referirse a sitios que reunían una cantidad de cimarrones; pero que por su tamaño y número de moradores no alcanzaban la categoría de palenques.

61 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 665r.

62 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 665.

63 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 665.

64 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 666r.

65 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 666.

66 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 666-667.

67 AGN, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, t. 69, f 666.

68 Richard Price, Sociedades cimarronas, comunidades esclavas rebeldes en las Américas (México, Siglo Veintiuno, 1981), 29.

69Tales como Brasil, Perú, Venezuela, México, Haití, Jamaica, Cuba, República Dominicana, entre otros. Al respecto véase a Alvin O. Thompson, Huida a la Libertad.

70 Aquiles Escalante, "Palenques en Colombia", CESLA N°. 7 (2005): 385-390. http://wwwredalyc.org/pdf/2433/243320976022.pdf.

71 María Cristina Navarrete, Cimarrones y Palenques, 113.

72 María Cristina Navarrete, Cimarrones y Palenques, 113.

73 María Navarrete, Cimarrones y Palenques, 112.

74El término fue acuñado por Navarrete, El palenque del Limón, 121.

75 María Cristina Navarrete, El palenque del Limón, 121.

76 María Cristina Navarrete, El palenque del Limón, 122.

77 María Cristina Navarrete, El palenque del Limón, 138 y 140.

78"Informe del gobernador Cevallos al rey en que le da cuenta de las contradicciones con Baltazar de la Fuente del rumor de rebelión y del ataque de Tabacal" (29 de marzo de 1693), AGI, Santa Fe, 213, f. 14.

79"Informe del gobernador", AGI, Santa Fe, 213.

80Al respecto Véase, Alvin O. Thompson, Huida a la libertad, 289.

81Antes de la entrada en escena de los cimarrones del Totumo, la referencia al Palenque Grande alude al palenque de San Miguel.

82 AGN, Milicias y Marina, f 666.

83 Alvin O. Thompson, Huida a la libertad, 280.

84 Alvin O. Thompson, Huida a la libertad, 280 y 288.

85"Informe del gobernador", AGI, Santa Fe, 213, f 6, 16, 18.

86 Jacques Aprile-Gniset, La ciudad colombiana Prehispánica.

87La vinculación de Benkos a la fundación del actual San Basilio fue producto de la leyenda contada por primera vez por Camilo Delgado a principios del siglo XX en el periódico El Porvenir de Car tagena. El doctor Arcos, seudónimo de Delgado, construyó su leyenda a partir de los testimonios de la tradición oral que le aportaron algunos ancianos cartageneros en la segunda década del siglo seña lado. En esta leyenda no solo aparece Benkos sino también su compañera Wiwa y sus hijos Sando y Orika. Para que la leyenda resultara más atractiva, a la joven se le construye una trama amorosa con un noble blanco, hijo del gobernador de Cartagena; trama que finalmente la conduciría a la muerte bajo la sindicación de traidora del palenque, por haber liberado a su novio blanco. Nina de Friedeman considera que es Aquiles Escalante el que viste con ropaje científico la leyenda de Arcos con su publicación del Palenque de San Basilio en 1954. A partir de este momento, la leyenda hace un amplio recorrido hasta 1970, cuando se supone debía desaparecer con la aparición de la fascinante recopilación que Roberto Arrázola efectúa en el archivo General de Indias y que condensa en su libro "Palenque: primer pueblo libre de América". Por otro lado, partiendo de la autodenominación que se hizo de Benkos como Rey de la Matuna, y sin tener en cuenta las consideraciones al respecto que se han vertido desde la Antropología y la Historia, dedujeron su supuesta descendencia cortesana e imperial en la categoría de príncipe. En torno a este aspecto, Nina de Friedeman considera que no era posible, pues si por error se capturaba a un noble para ser enviado como esclavizado a la América, el rey nativo podía intercambiarlo por dos o más individuos. Al respecto, véase: Nina de Friedeman, Lengua y Sociedad en Palenque de San Basilio (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1983), 83.

88Para ampliar este aspecto, véase: Elisabeth Cunin, Identidades a flor de piel (Bogotá ICANH, Uniandes, 2003) 215-267.

Para citar este artículo: Romero Jaramillo, Dolcey. "Los acuerdos y la idealización del palenque en la provincia de Cartagena: el caso del Totumo (1714-1767)", Historia Caribe Vol. XV No. 37 (Julio-Diciembre 1 2020): 215-247 DOI: http://dx.doi.org/10.15648/hc.37.2020.9

Recibido: 16 de Diciembre de 2018; Aprobado: 07 de Marzo de 2019; : 17 de Septiembre de 2018

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