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Educación y Educadores

versión impresa ISSN 0123-1294versión On-line ISSN 2027-5358

educ.educ. v.12 n.1 Chia ene./dic. 2009

 

INVESTIGACIÓN PEDAGÓGICA

Cartografías contemporáneas de la investigación

Contemporary Cartographies of Research

Cartografias contemporâneas da pesquisa

Etna Castaño-Giraldo, Andrés David Fonseca-Díaz

Magíster en Artes Plásticas y Visuales, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, D.C., Colombia. Profesora, artista e investigadora, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, D.C., Colombia. ecastano@pedagogica.edu.co

Magíster en Educación, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, D.C., Colombia. Profesor e investigador, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, D.C., Colombia. afonseca@pedagogica.edu.co

La Pantera Rosa no imita nada, no reproduce nada, pinta el mundo de su color, rosa sobre rosa, ese es su devenir-mundo para devenir imperceptible, asignificante, trazar su ruptura, su propia línea de fuga, llevar hasta el final su “evolución aparalela”.

Deleuze-Guattari

Fecha de recepción: 26-I-2009 - Fecha de aceptación: 31-III-2009


Resumen

El presente artículo expone, desde una aproximación singular y estética, algunos rasgos para comprender los procesos de formación. Por otra parte, explora ciertas cartografías contemporáneas de la investigación. Articula pensamientos filosóficos del arte, desde donde se va componiendo una relación entre la perspectiva vital y problemática respecto a la composición de las subjetividades y a los modos de relación con el mundo. Teje relaciones entre las prácticas artísticas y pedagógicas, y busca acentuar, en la dimensión existencial y humana, aspectos que creemos que están al margen de los debates actuales educativos y pedagógicos.

Palabras clave: investigación social, investigación pedagógica, enseñanza, arte, formación de docentes (fuente: Tesauro de la Unesco).


Abstract

This article takes a singular and esthetic look at a variety of features to understand educational processes, in addition to exploring certain contemporary cartographies of research. It articulates philosophical ideas about art, ranging from the development of a relationship between the vital and problematic perspective in terms of the composition of subjectivities, to the ways of relating to the world. It weaves ties between artistic and teaching practices and seeks to emphasize, in the existential and human dimension, the aspects we believe are still at the sidelines of the current debate on education and teaching.

Key words: Social research, Educational research, Teaching, Art, Teacher education (Source: Unesco Thesaurus).


Resumo

Neste artigo expõem-se, com uma abordagem singular e estética, alguns aspectos que permitem compreender os processos de formação. Também se exploram algumas cartografias de pesquisa; articulam-se pensamentos filosóficos da arte, desde onde se compõe uma relação entre a perspectiva vital e problemática respeito da composição das subjetividades e os modos de relacionar-se com o mundo; tece relações entre as práticas artísticas e pedagógicas; e procura enfatizar, na dimensão existencial e humana, aspectos que estão à margem dos debates educativos e pedagógicos atuais.

Palavras-chave: pesquisa social, pesquisa pedagógica, ensino, arte, formação de docentes (fonte: Tesouro da Unesco).


Preludio

Hoy queremos insinuar un ritmo, provocar una mirada, fotografiar un espacio que para algunos puede resultar poco consistente, pero para nosotros goza en este instante de una fresca inactualidad en lo que compete al campo de la educación y la pedagogía. Hoy queremos, al tiempo de esta insinuación musical y de esta evocación visual, compartir una serie de enigmas que han surgido de la experiencia investigativa y docente respecto de la producción de subjetividad contemporánea, las potencias de la investigación, el pensamiento y el arte en los ámbitos de formación. Hemos venido percatándonos, hace ya un buen tiempo, que una buena dosis de imaginación y experimentación en las prácticas formativas e investigativas, así como un desvío creativo y un ritual amistoso donde bailan nuestra afecciones, son, a lo mejor, ejercicios bastante sugerentes para estas dos situaciones y exigencias educativas (investigación-formación) que están tejidas por cierto tipo de experiencias que pueden enriquecer nuestra relación con nosotros mismos y el universo que cada uno habita en su singularidad. Confesamos, sin temor, que estamos cansados de la perfidia de la vida, de la expropiación de la experiencia (Agamben, 2004), de todo aquello que pretendiendo una opción, la mayoría de las veces idealizada, debilita el ánimo y la esperanza, el trayecto y lo más vivo, el gozo y la creación.

Estamos en este instante, por estas confesiones inaugurales que compartimos con perplejidad, ansiosos no de lo nuevo como de lo que brota, más cerca de las experiencias magmáticas y de las emergencias investigativas, que a la vez que desafían las prácticas formativas, componen el nombre con el que decidimos intitular este artículo: Cartografías contemporáneas de la investigación. Intuimos también, en este ensayo, cierta manera de ensayarnos y de exponernos, a través del lenguaje y el pensamiento y la traducción del pensamiento en lenguaje y viceversa, lo que facilita desplazar las fronteras, cruzar continentes en donde lo inédito y lo emergente no se confunde con la novedad, más bien aguardan su momento, su irrupción. Después de ese título, Cartografías contemporáneas de la investigación, le siguen dos puntos que son visibles, al tiempo que transversales a nuestros argumentos: el arte y el pensamiento en los ámbitos de formación. Con lo que connota el subtítulo oculto, con esos dos puntos queremos poner a circular nuestra trayectoria de pensamiento, nuestros descubrimientos y nuestras componendas. De igual manera, nos alegra poner en movimiento una perspectiva estética y de pensamiento que abra la investigación y la formación a otros registros y espectros que le son contemporáneos a los signos de nuestro tiempo y a las nuevas sensibilidades.

Sin más advertencias, entremos a nuestro continente de exploración. Las lecciones que hemos aprendido en los últimos tiempos legitiman que componer una investigación, así como escribir una tesis, supone al inicio abrir los ojos y desnudarse ante los trayectos de la potencia que se han revelado en el decurso de la vida. No es tanto investigar (ir a los vestigios), recoger semillas, como habitar elípticamente algunas verdades de la trayectoria vital, verdades de nuestro trayecto compartido. Esto es un presupuesto de toda tentativa investigativa, un recurso de sobremanera olvidado en la academia por su prurito riguroso, sistemático y objetivo. Pero sin olvidar las intersecciones de este plano existencial, con un problema que nos afecte, la investigación es de modo inaugural la exigencia que se nos impone cuando todas las verdades parecen de antemano certificadas y las experiencias prorrogadas. Ante esta naturalización de los asuntos sociales y existenciales, es que la investigación se instala y horada con su potencia intelectual y afectiva, el bloque de realidad instaurada como homogénea. Ahora bien, sin estrangular el movimiento que se desprende de las pasiones activas, sin equilibrar la energía de la sospecha y el ejercicio de ponerse en contacto con una zona de realidad inédita, próxima e indeterminada, una investigación de este matiz, sopesa el eclecticismo metódico, suspende el enjuiciamiento a priori y baliza las sendas más abiertas donde transitan las preguntas.

Realicemos un primer giro para seguir entrando en los laberintos de la investigación. Otra confesión, que no es nada más que un nuevo desnudamiento. La velocidad del tiempo, la estatización de la vida y los grandes temas de nuestro tiempo, para nosotros operan diferente; la utilidad de estos pomposos temas se absuelve con el fluir de lo fragmentario, se diluye con la respiración y el silencio. Nos preguntamos: ¿Quién entonces habita hoy el fragmento, la distancia, lo entrañable? ¿Quién entre nosotros capta la fuerza de la creación, la acoge en su desbordamiento abismal? El tiempo del fragmento, el tiempo de las fuerzas y el coraje, son ambos momentos de nuestro destino, alusiones al arte menor. De esto todavía no hay mucha bibliografía, lo único a lo que nos remitimos es a una especie de desfondamiento común; vayamos con calma al encuentro, ya que la amistad quizás puede entrañar paradójicamente lo distante y lo cercano.

No esperen definiciones en este artículo de lo que significa el arte, el pensamiento y la formación; solo queremos intentar convocar una ausencia, una inactualidad, que, pensamos, es el signo de lo contemporáneo. Sabemos bien que no podemos prescindir de la actualidad, del día a día, de nuestras coyunturas socio-históricas, pero lo que nos llama en este instante, lo que nos llama, la llama, es lo perecedero que supone a la vez la eternidad del gozo. No tenemos problema con lo que define, con lo que limita, quizá lo que nos molesta son las prescripciones y las idolatrías, tanto epigonismo ilustrado, tantos discursos sin sujeto. Nos ubicamos en este lugar –el de la creación y del pensamiento– para afirmarnos y desde ahí superar tanta apropiación de conocimientos sin realidad y tantos notarios de la realidad, jueces de la verdad.

Diagramas de la investigación contemporánea

La disponibilidad a la que aludimos anteriormente, cuando hablamos de la semántica expandida de la investigación, acoge otra serie de opciones irreconocibles bajo los parámetros establecidos y los paradigmas metodológicos, invoca otras epistemes, otras poéticas del borde, nuevos dispositivos relacionales en donde la pregunta, el pensamiento, la vecindad y la experimentación1 toman cuerpo en las subjetividades en formación. Los anteriores son cuatro rasgos de las emergencias investigativas que ponen el énfasis en la producción de saberes sensibles sobre el mundo y se constituyen, por un lado, como formas de la experiencia de humanidad en movimiento y como una idónea ocasión de tomar la subjetividad como campo y laboratorio de experimentación. Es, en efecto, cómo la investigación, desde la perspectiva que venimos componiendo, sitúa de manera urgente cuestiones de humanidad desde el ángulo de la experiencia y los lenguajes, en donde la apertura de nuevas relaciones con el mundo, la invención de paisajes de realidad, la generación de nuevas formas de vida y de exposición crítica y creativamente, se entretejen como exploraciones necesarias y gozosas para el campo educativo.

Vayamos un poco más lejos. Si la pregunta, el pensamiento, la vecindad y la experimentación componen el dispositivo de investigación y formación, veamos cómo se remezclan estas claves en cuanto a la producción de subjetividad. Empecemos entonces con la primera, la pregunta.

Pregunta

Intuimos que este primer rasgo es una clave que dota de musicalidad y de ritmo al quehacer investigativo, al tiempo que pone en conflicto sensible y cognitivo a quien la formula. Una pregunta pone música al problema e interfiere en los conocimientos instituidos, diluye los dogmatismos que se anclan en la experiencia de los expertos y además pone entre comillas un mundo y suspende el sentido habitual de las cosas y las relaciones. La pregunta es concomitante a la existencia y a una vida que no es del todo nuestra, una vida que está tatuada por muchos trayectos superficiales sobre la piel. Nunca terminamos entonces de preguntarnos por los sentidos del mundo y de la existencia, los sentidos de realidad humana, porque ellos son en su historicidad, indeterminados y contingentes. Esta oscilación del mundo y las formas que componen sus órbitas, es lo que hace que la pregunta aún nos pertenezca y nos convoque. “Nunca terminaremos con la pregunta, no porque haya todavía demasiado qué preguntar, sino porque la pregunta, en el desvío de la profundidad que le pertenece –movimiento que nos desvía de ella y de nosotros–, nos pone en relación con lo que no tiene fin” (Blanchot, 1970: 51).

Pensamiento

El pensamiento, el segundo rasgo en nuestra cartografía contemporánea de investigación, es un barco que es agitado por las pasiones. Es decir, que una pasión precede al ejercicio del pensamiento. Nos interrogamos en este ensayo: ¿Qué es entonces lo que nos mueve a pensar? ¿Cuáles son los estados que nos arrojan en los umbrales del pensamiento? De nuevo nos preguntamos y el estado de ánimo se agita y se vuelve turbulento ante nuestras constantes sospechas de lo real. Para la filósofa María Zambrano, pensar equivale a descifrar lo que se siente, implica percibir los claros en el bosque. De ahí creemos habría que considerar todo un campo fértil y vital que no obstante invoca todo un movimiento que es a su vez imperceptible y profundamente excitador. El pensamiento, entonces, en clave de las emergencias investigativas y que a su vez tiene al arte como aquellas notas musicales susceptibles de variación, se asemeja a un relámpago, un rayo o un sismo. Nos preguntamos por qué estas imágenes de pensamiento: y nos respondemos, de manera abierta, porque el pensar procede por variaciones múltiples, intentando en relación con la vida, un despertar, y con el mundo, una experiencia de libertad.

En relación con los otros, el pensamiento sugiere la donación de un límite que se compone osadamente en una serenidad vibrante. Pensamos –lo percibimos con nitidez– no para encontrarnos, ni menos para conquistar una verdad que de modo inevitable se vuelve deleznable ante la mirada; pensamos tal vez para perdernos en una claridad oscura que envuelve el corazón de las preguntas, para desbordarnos ante los constreñimientos que se nos imponen. En esta semántica potencial del pensar, este supone su doble, su resonancia, que implica tensar el pensamiento y a nosotros mismos, incitar un movimiento inusitado que engendra la experiencia de lo imposible. De cierta manera el pensar es un relámpago que ilumina zonas de realidad que aparecen imperceptibles a nuestra sensibilidad y en su centellear, muestra no hacia dónde debemos dirigirnos, sino qué compone un paisaje abierto para ser habitado, un paisaje para comprender la humanidad y la existencia relacional.

Especulamos que cuando asociamos el pensar con una mirada, un punto de vista, echamos a perder los temblores del pensamiento, es decir, su toque íntimo. “Lo gravísimo de esta época grave es que todavía no pensamos” (Heidegger, 2008: 10-11), y en esta estela de llamar al pensamiento y de mostrar sus peculiares fragilidades, nada más inevitable que pensar al pensamiento. En una época que da qué pensar, no podemos resguardar nos ante los efectos que se agitan en determinadas circunstancias, ni tampoco hemos de asumir al pensamiento como el rastro de una flecha; pensar se asemeja más al centelleo de un relámpago, a su curvatura impredecible, que a los juicios, etiquetas morales, opiniones y comentarios.

Pasar desapercibidos por estas sugerencias insignes de un tiempo que urge pensar, un tiempo de afanosa racionalidad instrumental y funcional, vuelve la pregunta por pensar a la altura de los tiempos como una urgencia vital prioritaria, una exigencia planetaria. Consideramos que pensarnos a nosotros mismos y a los tiempos que estamos viviendo, es hoy un estado de salud que hay que cultivar y cuidar. En efecto, cuando pensamos, nos incorporamos con gozo en la desesperación del sinsentido, albergando la ocasión de la travesía y de la apertura. Es así como pensar se hace ritmo, una danza que altera las potencias de vida, fecundando de nuevo la fiesta y el gozo por lo indeterminado. Nada está trazado de antemano, el pensamiento al tocar abre de nuevo los claros del bosque, la intimidad de la lengua, la intensidad del alba. Al pensar, tejemos el mundo, por donde el mundo se aleja de su representación y hace vecindad con los trenzados que el pensamiento cruza. Pensar es un desvío, una alteración del cuadro, una pintura deformada, una musicalidad cuando es gesto del pensar.

Vecindad

La vecindad, en ángulo de las emergencias investigativas que se cartografía aquí y ahora, supone compartir enigmas con los otros, conversar con el mundo de formas arriesgadas y ante todo aúna una forma relacional de construir conocimiento. Las figuras del compartir que se espesan en la vecindad, en la coexistencia, inducen una cierta forma de establecer paisaje común, tejido de lenguas, trama conjunta, alianza de amistades, fragua de percepciones animadas por su fragilidad y su intensidad. La vecindad también hace alusión a las poéticas próximas con que conversamos con el mundo. Una investigación, por lo tanto, no puede ser un asunto solitario, arribar a un esoterismo individual, porque de entrada las preguntas y el pensamiento tienen que ver con el afuera, con lo que nos afecta, lo que condiciona nuestra visión, percepción y nuestras afecciones. La existencia compartida y los ejercicios de vecindad se pueden abordar en la práctica investigativa de múltiples maneras, entre las que mencionamos la composición poética y experimental de “hojas de vidas”2, la remezcla de trayectos existenciales, las “mediabiografías”3 (concepto de la artista y escritora Virginia Villaplana), las geografías perceptivas colaborativas y las obras de arte y de vida colectivas.

La condición de compartir es algo intrínseco a la dimensión de proximidad que se genera en los modos de relación con la realidad. Si no compartimos, no hay ni remezcla de lo que les afecta a las subjetividades, ni posibilidades del surgimiento de lo inaudito, del collage afectivo. Quizá compartir también nos torna más ligeros, ya que cuando se comparte no hay tribulación ni pérdida, tan solo efectuación de la belleza que hay entre nosotros, la multiplicación de la esperanza. Queremos, cuando pensamos la investigación desde esta perspectiva estética, involucrar competencias y experiencias del estar juntos. Nos es muy difícil pensar y se nos ofrece de muy poca consistencia aquellas prácticas investigativas que no urden un tiempo-espacio para el compartir aquello que motiva nuestros afectos y en todo aquello que muchas veces redundamos sin saberlo. Vecindad, igualmente, es cómplice de figuras de la hospitalidad como la donación, el dar, el amor y la amistad, cómplice de las relaciones que enriquecen y animan a arrojarnos a lo desconocido junto a otros, así como también insinúan unas políticas de la amistad en la más extraordinaria deriva y trayecto gozoso que se sustrae de todo blanco y objetivo prescrito.

Experimentación

Por último, escuchemos las resonancias de la expresión experimentación, que es otro de los rasgos de nuestra cartografía. Este, a lo mejor, muy bien resulta recombinando las anteriores claves de comprensión de las emergencias investigativas y nos pone de cara a la forma como ocupamos los lugares, al modo de habitar los espacios vacíos, espacios que exigen, por parte nuestra, ingentes dosis de creatividad. Experimentamos, porque no nos queda otra opción, porque necesitamos un toque de improvisación para todo aquello que parece percibirse tan férreo y duradero, tan poco elástico. Entre la improvisación y la experimentación se gesta una fidelidad y un llamado que nos pone de cara a los agujeros y sombras de la realidad. Habitamos esos lugares sombríos no porque nos apasione la oscuridad o las atmósferas crepusculares, sino porque sabemos que un gesto de infiltración en esos territorios vacíos, nos facilita convocar muchas ausencias que los procesos de civilización y un excesivo peso de las lógicas del progreso han proscrito al exilio.

La experimentación, en lo que aquí nos interpela, alude por un lado a los modos creativos como intervenimos colectivamente nuestra subjetividad, como también a los nuevos soportes para la creación y distribución de los conocimientos sensibles que emergen del acto investigativo. Existe un privilegio muy acentuado y una legitimidad inexorable en cuanto a las prácticas de construcción de conocimiento que se materializan en producciones escritas. A lo mejor aún se nos dificulta pensar con imágenes, con metáforas, construir objetos nómadas de conocimiento, escenificar o componer imágenes de pensamiento e instalarlas en un espacio para comprender problemas de investigación. Hasta ahora, y de eso estamos convencidos, el peso que tienen en las instituciones académicas otras tecnologías (como las que provienen de las herramientas digitales y la web semántica), otros medios, como los audiovisuales y la experiencia multimedia (como los que provienen de prácticas artísticas como el performance, el video, la instalación, el arte sonoro, el net-art, el cine), y otras formas de licenciamiento de las obras artísticas e intelectuales (como son Creative Commons, Copyleft y todo el movimiento Open Source, que facilita la socialización de contenidos, promueve la creatividad social y las remezclas de los conocimientos) es muy pobre, exiguo y limitado, quizá poco conocido. Esto, lo sospechamos, reside en la poca porosidad e impermeabilidad de las instituciones escolares a los desbordamientos creativos y a las dinámicas emergentes de la cultura contemporánea.

Intermezzo

En cuanto al arte, como aventura en lo indeterminado y como ejercicio de composición de nuestras inclinaciones, sabemos muy bien que a nosotros no nos basta con aclarar sus paradigmas, ni repetir una historiografía monumental. Respecto al pensamiento, que tiene como imágenes el rayo y el sismo, sabemos muy bien que a nosotros no nos basta con reflexionar, ni menos dar vueltas en torno a algo a veces inexistente. Muchas veces la investigación, lo hemos percibido, no acoge los espectros más amorosos de estos dos ámbitos de la experiencia humana y singular. A veces las investigaciones resultan neutralizando las potencias de estos dos ámbitos en aras de la claridad, las respuestas y los enunciados verídicos. Tal vez, pensamos mientras escribimos, que hemos de llevar el amor al pensamiento, para evitar estos perjuicios que se dan cuando la vida queda neutralizada. Quizá, entre pensar y amar exista una extraña correspondencia, “pensar y amar nos llevan siempre hacia otra parte, donde ya no sabemos si pensamos y amamos o si accedemos a una zona donde no caben ya esas dimensiones, sino otra más alta y penetrante, que otorga al hombre una visión y una experiencia más plena de la realidad” (Juarroz: 1997:151).

Estamos habituados a que aludan a la investigación como ocasión para quebrantar tantas inercias en la subjetividad, las instituciones y en la educación, pero nosotros no dejamos de preguntarnos desde cuándo aparece este discurso, qué condiciones lo hacen posible, por qué este y no otro, que lo ha tornado un imperativo categórico en las prácticas formativas. Solamente nos asombramos por el conjunto de discursos que circulan en la academia que ven en la investigación una alternativa. Nosotros no sabemos muy bien a qué actitud están aludiendo. Por eso nos preguntamos (aun cuando reconozcamos que el artista no elige por el arte como modo de vida, sino que es elegido por las coyunturas y la escucha profunda y con atención de su sensibilidad): ¿qué implicaciones advienen sujetas a este modo de nombrar la investigación en artes y más aún investigación creación? Hemos notado que la investigación como método y modo de producir conocimiento no logra acoger en su tonalidad, en el interior de su circuito y en magnitud, las inscripciones vitales del sujeto, como del arte y el pensamiento, entre ellas la intuición y la creación, puesto que afirmamos que son estas condiciones, entre otras, las que circulan por el espacio y el tiempo del acontecimiento.

Al no acoger en su tonalidad los matices de la creación compartida y el pensamiento situado, la investigación sucumbe a regularidades que no tienen que ver con esto de cuidar las huellas que han calado en nuestra existencia. Es por esto que pensamos que no es tanto la investigación un deber de la universidad, sino su circuito de la potencia, su condición de posibilidad, en donde las comunidades van atravesando presupuestos dados e instalando experiencias creativas en los entornos sociales. Para que la investigación revista toda su potencia no puede seguir formulando verdades unívocas, ni criticando defensivamente asuntos bastante saturados en la actualidad. Todo empieza en el corazón de la pregunta, desde dónde preguntamos, es decir, el lugar de enunciación de la inquietud, hasta las derivaciones e interferencias en otros campos de vida; las formas como se viene respondiendo ante el asunto que deseamos indagar, la contemporaneidad y la vigencia no solo política sino existencial. A veces preguntas antiguas son reformuladas, son puestas en relación con nuestra condición epocal; otras veces se instalan preguntas nuevas ante problemáticas recurrentes en la realidad, pero también se pueden crear ficciones y metáforas para que la realidad –no solo la objetiva– se abra a nuevos modos de percepción y estalle en muchas direcciones. Esta última ilumina muchos asuntos y tiene de relevante que entra por una ventana distinta a todas las disciplinas académicas.

Ahora bien, la investigación se va tornando en su trayecto existencial y en perspectiva estética, menos una enunciación que una encarnadura. El cuerpo de la pregunta se hace indistinto con el cuerpo que somos, la sensación de estar buscando algo se desplaza a la aventura por zonas permeables, en donde mutamos no solo cognitivamente sino que se generan texturas éticas, políticas y estéticas. Esto es importante, ya que la investigación es una gimnasia de la voluntad compartida, un encuentro de seres a los que la vida y realidad les concierne. Con cierta sensibilidad ante lo que nos envuelve y cierta compacidad con lo que nos apasiona, la subjetividad que investiga no hace más que experimentar una lengua extraña, merodear un lugar serenamente, poner a prueba sus fuerzas para hacerse de otras que lo llevan siempre a otras direcciones y dimensiones.

Podríamos ver entonces cómo la investigación es una ocasión y una experiencia de devenir, cómo va de la mano con la intuición no solo como un primer momento de la investigación, puesto que esta está de manera transversal y potencial en todas las dimensiones y elongaciones de la creación, en los estados, estratos y sustratos del gesto creativo. No habita la investigación en el lugar de la incertidumbre, pero sí hace estadía en lugares movedizos. El arte y el pensamiento, por su lado, no pueden considerarse como los logros, ni metas, ni los resultados de la investigación; por el contrario, son ellos los motores y fuerzas que nos movilizan a la constitución de preguntas a las que no podemos encarar solo en los formatos habituales de la investigación. Dejamos entonces claro que lo que buscamos es preguntarnos por los discursos que se acomodan fácilmente y por tal razón no nos atrevemos a cuestionar; no es una querella contra de la investigación, puesto que reconocemos en su particularidad todo un potencial para el goce y relación con la vida, la experiencia y el conocimiento; por el contrario, nuestra pregunta apunta más bien a cuestionar si este goce es igualmente oportuno y sincero para con subjetividades in progress, en tanto que esta y aquella están llamadas a pensarse a sí mismas en perspectiva de comunidad, humanidad y complejidad, y no en horizonte de la sustitución de conceptos, falsificación de firmas, que si bien corresponden a un movimiento generalizado, se han sostenido por inercia.

Necesitamos salirnos un poco del tema, usar el método de la desviación, jugar con lo que sentimos para poder inaugurar la aventura del pensamiento, para crear comunidad, para cantar la política que viene. De lo contrario, algo empieza a sonar mal. Lo que tiene de cierta manera a algunas prácticas en estado de deshidratación es tal vez que el conocer subyuga al pensamiento y a la creación; y, como se dice habitualmente, investigar es crear conocimiento y ahí a lo mejor es donde puede residir el problema: necesitamos de otras alianzas, de otras metáforas que hagan de tal itinerario formativo una experiencia vital que reúna lo que pasa con lo que nos pasa. La investigación en artes diagrama las fuerzas de las subjetividades y las pone a prueba, así como el conocimiento sensible del mundo y de la existencia que compone resulta siendo una emergencia del trayecto investigativo.

Inaugurar este entorno investigativo desde el ángulo de los nudos problemáticos y vitales, como es que lo venimos pensando, hace posible repensar nuestras maneras de hacer, además de insinuar ciertos movimientos y rasgos en los que se despliega el acontecimiento de la creación; no nos concita a los que estamos inmersos en la investigación, la docencia y la creación, elevar valores ni verdades, pero sí desatar efectos y resonancias. En efecto, podemos sintetizar que el pensamiento, a nuestro parecer, es una “incomprensible insistencia”, el arte, la insistencia en habitar lo incomprensible y es un delicado gesto que las une, una variación creada por una afección. El poeta Roberto Juarroz escribe al respecto lo siguiente (8 - X):

Pensar es una incomprensible insistencia, algo así como alargar el perfume de la rosa o perforar agujeros de luz en un costado de tiniebla. Y es también trasbordar algo en insensata maniobra desde un barco inconmoviblemente hundido a una navegación sin barco. Pensar es insistir en una soledad sin retorno.

Expresemos esto a tiempo, hilemos de nuevo una confesión. Si la investigación, etimológica mente hace alusión a un ir hacia las huellas, en nuestra semántica expandida, el arte las encarnas y el pensamiento cuida de ellas. Es así como entre la encarnación de la huella y su cuidado se gesta una íntima correspondencia, en donde tanto las experiencias de formación como las experiencias estéticas se ven conjugadas. Resumamos entonces la fórmula de esta manera: amistad, pensamiento y creación, atravesados en y por el gozo, forman la ecuación sorprendente de la formación y la investigación.

Retomemos y recombinemos algunas intuiciones de nuestro ensayo. Pensar y crear en clave de las emergencias investigativas, entre el instante eterno del gozo, significa intensificar al límite las experiencias con nosotros mismos, lo otro y el mundo. De lo anterior podríamos derivar orientaciones que se refieren a cierto nomadismo que viene emergiendo en algunos momentos de nuestra vida, ensanchando inéditos ensayos y perspectivas del vivenciar, comprender y experimentar, como si el umbral de posibilidad, en el kairós, vislumbrara una ocasión para el gozo más fluido presente en los hallazgos, metáforas e intuiciones que nos desbordan y nos co-implican en una gesta de la subjetividad entre nosotros. De lo que se trata, tal vez, en nuestro sentir, es de radicalizar tal emergencia bella y potente que aparece en este, nuestro diagrama de la investigación contemporánea, para no seguir cargando más con la vehemente gravedad de que no trae sino desesperanza e imposibilidad.

Así como nacemos en un mundo viejo, nos es posible poner a rodar algunas metáforas y dejar algunas huellas que acompañen nuestro paso por el planeta. Para alcanzar a otear esta radicalización, que impone pensar en nuevos diagramas para la investigación, nos es necesario anteponer a cualquier intento de explicación de la realidad un encuentro con nuestros reservorios fértiles de humanidad, dado que es aquí donde empezamos a estar seducidos por la novedad de lo que podemos, pero también por los espacios magmáticos donde el movimiento aún nos pertenece. Dinámicas como estas, que se articulan con prácticas concretas, etnografías de espacios, aprendizajes colaborativos, tensionan los espacios de enseñanza y nos ponen de cara a las virtualidades de la experiencia entre subjetividades que intentan configurar un mundo, enriquecer la vida, crear lenguajes, intensificar su relación consigo mismos y con sus circunstancias próximas.

Otro punto no menor en esto de repensar la investigación en el horizonte de sus dinamismos estéticos, pone el énfasis en la creación de nuevos instrumentos, nuevas herramientas, nuevos lenguajes. Estos no valen la pena si nos apoyamos en ellos para eludir una fragilidad, esconder la vida en el formato. Nada mejor para la comunidad de creadores que una exposición compartida, la exposición de una fragilidad que nos une paradójicamente en los desencuentros singulares. Lo anterior lo podemos concatenar con una visión de la formación como tránsito, trance y travesía, en donde solo nos queda como máxima e imperativo ético, desearnos un feliz viaje, lleno de incertidumbres, una vida que cuando crea se multiplica. A propósito de la fragilidad, el susurro de un poeta argentino insinúa lo siguiente: “la fragilidad de pensar algo / me hace volar el pensamiento / y lo transporta a otro vuelo / donde pensar tiene sus alas” (Juarroz: 1997: 39).

Escuchemos muy bien lo siguiente. Crear no es demostrar, constatar, diagnosticar, no se llega a ser artista solo investigando, nada más lejos que esto. La investigación es la ocasión compartida de experimentar una práctica de sí, un ejercicio de sí en el pensamiento. “El movimiento del crear no es un mero desplazamiento, ni un simple estar en camino, en el buen camino, es hacerlo” (Gabilondo: 1998: 73). “Crear lleva el signo de la feminidad”. “No es acto de penetración en la materia, sino pasión de ser penetrado por ella. Crear es generar un estado de disponibilidad, en el que la primera cosa creada es el vacío, un espacio vacío” (Valente: 1999: 41).

Como venimos planteando en nuestro ensayo, el arte y el pensamiento a veces no son convocados en la práctica, por los retos que exige, por las desnudeces a las que invita y acoge; este tipo de gimnasia y de coreografía que produce estos gestos hace parte de cierta sensibilidad, la cual insiste en lo imposible como entrada en la realidad. Vivir de acuerdo con estas percepciones se conjunta con la propia existencia. Es así que pensamos que vivir según esta semántica expandida, vivir según la carne, a la vez que es mucho más tonificante, procede no por temas sino por las afectaciones, y al ser y hacerse sentido, se dota de una legitimidad vital que es incontenible para cualquier cuerpo normal. El sujeto que vive el arte como experiencia ontológica y el pensamiento como fuerza intersticial, no merece ser clarificado, mantiene orbitando en lugares en donde la humanidad resplandece, al tiempo que es capaz de ver las enfermedades más crónicas. Esta tensión entre el eterno resplandor y los matices del ocaso, como aspectos de quien investiga en esta lógica de los mundos, hace parte de una subjetividad que es paradójica, contradictoria, pero feliz.

Investigar, lo repetimos, no se reduce a enunciar. Creemos que ser capaz de habitar un pensamiento y experimentar con él es, ante todo, incorporarlo, sentir que hemos sido tatuados en la superficie de la piel, y no como hemos pensado y legado de nuestros intelectuales, que nos hace cada vez más profundos. Pensamos, al lado del poeta Paul Válery, que lo más profundo es la piel y que el ser de la sensación al que aludimos tangencialmente como rasgo intensivo del ser de la formación, es el que se siente más tocado por algo cada vez es más difícil de expresar con las gramáticas instituidas. Para narrar este abismo que se gesta entre nosotros, para procurar la felicidad, para aprender a bailar, vienen brotando (se asoma apenas por las fisuras de lo que siempre habíamos concebido como sólido) la creación y el pensamiento.

Volviendo a las relaciones entre pensar y crear, desde nuestra perspectiva, intuimos que están ambas lejos de la lógica de la obra en sí. Estos son, antes que nada, un ejercicio que en la impotencia hace surgir un desplazamiento. No apareció el pensamiento sino cuando la amistad, el temblor de la existencia se hizo cada vez más incisivo. Aun hemos aprendido varias lecciones, que las instituciones que gobiernan la población las sujetan a las gramáticas establecidas y son capaces hasta de administrar racionalmente lo que queda, los miedos. La subjetividad padece, en este caso, puede sentir pasión por los efectos que entre arte y pensamiento pueden en ella, otra cosa es que al ser incapaz de padecer tamaña fuerza, de habitar la verdad mortal común a la exposición de la existencia, otros sean los que asuman tal vértigo. Hallarse expuesto en tal sentido es lo más intempestivo en una sociedad donde privilegia la inmunización, el revés del ser en conjunto (Esposito, 2005). A veces, no lo sabemos muy bien (pero es un rasgo de la sociedad del espectáculo), nos da pánico asomarnos en la desnudez ante las puertas que se nos abren.

Este miedo a lo desconocido es hoy un problema frente al ejercicio investigativo. Por otra parte, existe algo que nos ayuda a seguir componiendo nuestro diagrama contemporáneo de investigación. Este tiene que ver con la invención de lo cotidiano (Certeau, 1996). Lo cotidiano es aquí rasgo de la subjetividad y de las formas de investigación que estamos cartografiando. No estamos pensando únicamente que la práctica de investigación sea la única que permita actualizar la fuerza de los sujetos; más bien nos orientamos en escuchar en lo inaudible, los movimientos terrestres, los latidos de la subjetividad que para devenir se desterritorializa, es decir, pulsa lo que está prohibido y en esa pulsación urde su esperanza. En efecto, pensar lo cotidiano y convertir lo cotidiano en una anécdota del pensar, es de cierta manera otorgar valor a la soberanía de la experiencia (Bataille, 1986), que es tal, porque al tiempo que nos hace salir de sí en cercanía e intimidad con un enigma que no pretendemos aclarar, nos dispone de otro modo en lo que con justicia denominamos vital.

No sabemos, pero intuimos que la investigación, en algunos casos, recubre a los sujetos que participan de tal actividad de una buena conciencia que da el darse cuenta de lo que pasa, pero que a veces se descuida el tejido del entre, del cuerpo y sus potencias. ¿Qué más queremos saber –nos preguntamos– si no reconocemos y a veces ni confiamos en las potencias del cuerpo, en las nuevas economías emergentes de las pasiones intensas? Es por eso que una investigación no se debe contentar con el difundir una especie de concientización sobre las realidades mutantes a las que asistimos. Urge, a riesgo de muchas cosas, componer laboratorios de experiencias culturales en donde se entretejan pensamiento y práctica, conciencia y percepción, para no quedar con excesos de conciencia enterrados por información carente de sentidos de realidad.

Poéticas de la formación

Entendemos el campo o ámbito de la formación como el pliegue de una línea, el entrecruzamiento de dos líneas que suponemos paralelas, pero que, como sucede en la geometría no-euclidiana, se cruzan en lo infinito de un espacio finito. “La formación es un acontecimiento que se da en la medida que el sujeto quiera hacer algo con lo que le afecta. Y ese darse forma entre nosotros es total y radicalmente una experiencia de intimidad”4.

La formación la sentimos con más intensidad en clave de un ser de la sensación. La formación con la que aquí decidimos exponernos es una trayectoria vital sobre un paisaje inexistente. Tanto los trazos como sus contornos son creados y, de este modo, el ser en formación comparece como aquella disponibilidad afectiva que hace que la pregunta por quiénes somos, se convierta en nuestro chance hoy, no como lo que produce la alfabetización industrial, unos aplazamientos que resultan la peor toxicomanía con la que podemos convivir. Los efectos son lo que llaman al ser de la sensación, lo que incita y empuja a las subjetividades a la vida, que es lo que no da espera. Formar, entonces, tiene su negatividad, es decir, posee unos rasgos de alteración que nos hace que nos convirtamos en algo que no teníamos ni idea que podíamos llegar a ser. No solo es hacer, ni un dar forma, es hallar todo aquello que solivianta las pasiones y de este modo afecta las regularidades que se empecinan en nuestra existencia. Pero hemos de insinuar con una señal, que sí es un dar que nadie lo da, es un dar lo que nadie está dispuesto a dar: dar en la intimidad el fuego. Pero vayamos más despacio, acojamos la pregunta: ¿quién da el fuego por el otro, quién lo da?

El don es condición para la formación, como la venimos expresando, un cruce de afectos que se componen, y así nos disponen en una relación distinta con el mundo. Se dona una sonrisa, una intensidad y no solo conocimientos, verdades, teorías. Quien dice que la formación se da únicamente en los contenidos, quizá todavía le sobra mucha razón y carece de la sensibilidad para la formación. De ahí intuimos qué formar, por qué formar, quién entonces decide formar a otro cuando no ha procurado formarse en el entre, al calor de una amistad, en la distancia del exilio y en la exasperación de su silencio.

Cuando hablamos de formación con la inocencia con la cual la expresamos, estamos más cerca de los devenires, de las variaciones y discontinuidades que produce un salto al vacío, de una entrada que no está exenta de oscuridades, y que a través de la insobornable persistencia, la infatigable travesía, nos hace percibir los trazos que se deslizan delicadamente. A propósito de los devenires, el pensador vitalista nos exhorta a pensar que la formación “no es alcanzar una forma (identificación, imitación, mimesis), sino alcanzar una zona de vecindad” (Deleuze, 1996: 10). A esta proximidad, a la acogida del otro como radicalmente otro, aludimos sin mayor alarde como condición de posibilidad de la experiencia de formación. Sabemos que estamos anegados por una serie de discursos que poco o nada atienden a este exótico llamado, al igual que la investigación no pasa de repetir con los formatos dados, bebiendo de parámetros que vedan por completo la necesidad de pensamiento, lenguaje y realidad, que son los aspectos constituyentes de la experiencia humana en donde subyacen nuestras relaciones con el conocimiento, la vida y el planeta.

Unos últimos remixes

Nos gustaría para (no) concluir, para abrirnos aún un poco más, compartir ciertas perplejidades y algunas exhortaciones que interpelan nuestro tiempo y el devenir de la subjetividad en la proximidad que confiere el arte y el pensamiento. Pero sentimos que nos corresponde elucidar que no serán respondidas, no tan solo por cuestión de tiempo, sino también porque son en nuestro sentir, las que han de ocupar toda nuestra intensidad en lo que viene. No sobra decir que de lo que se trata hoy no es de gastar todo lo que tenemos; para no engañarnos, ya nos queda poco tiempo, y lo que tenemos a veces no nos inclina lo suficiente para emprender travesía con los otros. Este ensayo no es nada más que una apología al coraje y a las decisiones. A activar la memoria y el olvido. A veces resulta más importante olvidar por salud vital, renunciar a esa magnanimidad con que asumimos la existencia, para estar más vigilantes de los trazos menores que nos hacen, nos componen con lo inédito de nosotros mismos.

Remezclar en un ensayo se hace a partir del roce de una pregunta con otra. Sigamos entonces. Quién ocupa hoy la diferencia, quiénes son los artistas y los que ejercitan arriesgadamente su pensamiento. Para los que ejercen y viven las experiencias de formación, qué lecciones pueden aprender de lo expuesto. Será que el silencio, lo indecible, la vida, un trazo, lo imposible, pueden ser acogidos cuando vamos solo a los vestigios, o será que el asunto que nos interpela ya es otro. O a lo mejor esté más cerca de lo que dice el poeta José Luis Puerto sobre el dejar huellas, más que ir hacia ellas.

No dejar otras huellas que las de unas palabras que buscan ser señal de un paso por el mundo y de un modo de estar consigo y con los otros.

Si, como anuncia el poeta argentino Roberto Juarroz, “entre la zona de las preguntas y la zona de las respuestas hay un territorio donde acecha un extraño brote”, ese espacio no lo ocupa la investigación, son lugares fecundos para el acontecimiento, lugares donde tiembla y truena (¿Cómo se investiga algo que por su mismo impulso tiende a lo infinito?). Los anteriores pensamientos instalan preguntas frente a lo que podríamos llamar unas estéticas y micropolíticas de la investigación, que enriquecen su sentido cuando las practicamos, cuando hacemos el intento de desviar las panorámicas para observar la realidad.

Digamos que para los investigadores, en strictu sensu, para estos analistas de lo real, el mundo es objeto de indagación; para los artistas, a diferencia, el mundo es revelación, misterio, sus expresiones se inmiscuyen en la oscuridad de la tierra, en la anatomía del enigma de la existencia. El artista decide asumir ese riesgo, casi nada, y la nada lo sostiene. Cierta nada que no es carencia de algo sino un espacio lleno que el poeta horada con sagacidad con el lenguaje, con el que se horada a él mismo. Si la investigación persigue vestigios, el arte y el pensamiento los aguardan, lo fecundan en la intimidad de la lengua (Pardo, 1996).

En ese sentido, para seguir remezclando nuestras ideas sobre ciertas perspectivas contemporáneas de investigación y la formación, pensamos que ambas configuran la alegría de un instante en el tiempo, el ejercicio de una curiosidad compartida, la inauguración de un umbral donde transita la radical novedad. Es en estos sentidos ausentes, donde vela entre nosotros la posibilidad de la investigación y en donde se gesta una amistad entre arte y pensamiento, gozando de la frescura e intensidad para ser encarnados por cada uno de nosotros y entre nosotros. La investigación como lo inaudito, como experiencia del nosotros, participa de la legitimidad inaugural, de la afirmación y de la potencia, aun cuando todavía muchas voces no acojan los rastros que insinúan las trayectorias plurales de esta práctica que nos hace y nos empuja a agujerear la realidad, el pensamiento y el lenguaje y de este modo a nosotros mismos. Pero este ensayo, este ensayarse radicalmente, en clave de una poética del comienzo (Sloterdijk, 2006) no ha querido nada más que intentar navegar por los contornos paisajísticos de la investigación, realizando algunos dibujos, diagramas y cartografías, cantado sus silencios, y susurrado los ritmos que procuren un giro hoy necesario para las prácticas contemporáneas de formación y de investigación.


Comentarios

1El esquema de los cuatro rasgos que componen la cartografía de la investigación contemporánea se basa en las conversaciones y encuentros con un amigo, pensador arriesgado y escritor, Ernesto Contreras. Con sus sugerencias intelectuales y sus estimulantes pulsiones de vida, este ensayo remezcla ideas que estuvieron siempre entre, en medio de los umbrales y magmas del pensar.

2 Cuando hablamos de hojas de vida, el registro que ha de pensarse es el de los trayectos que han propulsado decisiones, nos han colocado en un lugar determinado y no en otro, han agujereado nuestro ser. La semántica no se reduce a una cronotopología anecdótica, a una suma de eventos, sino que implica un desdoblamiento expresivo, una materialización artística, una composición lingüística de mundo. Tanto al hacer la hoja y compartirla, como al metaforizar la existencia con elementos y figuras, collage, sonidos, imágenes y palabras, se abre un escenario propicio para la construcción de problemas de investigación, reconocer el lugar de enunciación de las preguntas y explorar los reservorios fértiles de humanidad.

3 Entrevista a la artista Virginia Villaplana por parte del colectivo Zemos 98. Ver en: <http://www.virginiavillaplana.com/21229.html>. Fecha de acceso: 10 de marzo de 2009.

4 Pasantía de investigación: inicio de problematización de la categoría de lo ambiental en el campo curricular de la educación. Cristian Felipe Fonseca Díaz. Facultad de Psicología. Universidad de Manizales. 2006, p. 16.


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