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Cuadernos de Contabilidad

versión impresa ISSN 0123-1472

Cuad. Contab. v.11 n.28 Bogotá ene./dic. 2010

 

Literatura y contabilidad

Entrevista con Jhonny Grajales, profesor del programa de Contaduría Pública de la Universidad del Valle

Por: Jorge Emiro Pinzón-Pinto1


1Profesor del Departamento de Ciencias Contables de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
Correo electrónico: jorge.pinzon@javeriana.edu.co


Leo, porque creo que mi vida sería más
fatigosa, más insípida, menos rica y, tal vez,
invivible, si no leyera.

En alguno de los intermedios -tal vez el más prolongado y animado- del Encuentro Nacional de Profesores de Contaduría Pública, me reuní de manera casual con Jhonny Steven Grajales-Quintero, quien vino con la delegación de los profesores de la Universidad del Valle, de donde es egresado del programa de Contaduría Pública y en donde se desempeña como docente de las sedes del Cauca y Buga de la misma institución. Después de agotar el comentario acerca del transcurrir del evento, sin poder precisar por cuál razón, comenzamos una conversación sobre literatura, tema en el que el profesor Jhonny demuestra muy rápidamente sentirse muy cómodo.

Ahora, escribiendo estas líneas ante el computador, en este mi espacio, me detengo a mirar las caricaturas pegadas en el muro de al lado, son Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortázar y Adolfo Bioy-Casares, además de un pequeño cuadro de Pablo Neruda pintado hace tiempo y arriba, oteándolos, la vieja foto de Los Beatles, entonces recuerdo que la charla con Jhonny seguramente tuvo que pasar por ahí, por los latinoamericanos, pero también por los contraculturos estadounidenses Jack Kerouac y Allen Ginsberg, o los otros: William Faulkner, John Dos Passos, John Steinbeck, tal vez unos comentarios sobre Joseph Conrad y, por supuesto, al parecer, nuestros monstruos en común: James Joyce, Thomas Mann, Franz Kafka...

En un momento de nuestra conversación, Jhonny me cuenta que escribió un texto que ha sido premiado y que hace referencia a la -un tanto extraña para nuestro medio- relación entre literatura y contabilidad, en el que intenta mostrar y, por supuesto, comentar esa tendencia prejuiciada y bastante extendida en los escritores de novelas en lo concerniente a la Contabilidad o a los contadores, le pregunto cuáles escritores y me desenfunda de sopetón una lista grande que va desde los nuestros Álvaro Mutis y Luis Fayad pasando por el nobel Imre Kertész o Roberto Bolaño hasta el lejano Gao Xingjian. Al día siguiente, el del cierre del evento, Jhonny me trae la revista Contaduría No. 51 de la Universidad de Antioquia, en la que aparece publicado su escrito premiado.

Vuelvo a detenerme en las caricaturas y caigo en cuenta de que he omitido un sencillo cuadro que contiene otra caricatura del cronopio mayor cuyo fondo es una rayuela, dibujada en pleno descubrimiento y goce de lo que se me antojó en su momento era mi narrador de cabecera y leía entusiasmado El Libro de Manuel; entonces también recuerdo haber intercambiado comentarios con el profe Jhonny acerca de una novela corta de Bioy-Casares que se titula Dormir al sol, cuyo protagonista es dibujado como "el gris empleado de blanco, rutinario y aburrido".

Pasado y reposado el encuentro y leído por supuesto el artículo, se me ocurre que me interesa recrear estas ideas y me comunico con el profesor Grajales para proponerle una conversación, a lo que él con el mismo entusiasmo de nuestra charla inicial me contesta que claro. Entonces la complicidad está asegurada y un tinto virtual sirve de pretexto para emprender la charla y el texto.

Jorge Pinzón: Jhonny, ¿para qué puede servir llamar la atención sobre la utilidad o la inutilidad de la literatura en el ámbito de la contabilidad?

Jhonny Grajales: Antes de preguntarnos acerca de la posible utilidad de la literatura en el ámbito de la contabilidad, es necesario plantear la pregunta a propósito de la utilidad de la literatura en general. Si esa utilidad se analiza desde el punto de vista de la racionalidad con arreglo a fines, en términos de Jon Elster, podríamos concluir que la literatura es inútil: la lectura de novelas, cuentos o poemas no es un medio para alcanzar ningún fin; sería más acertado decir que la literatura es un fin en sí misma, la lectura de piezas literarias se agota en la propia lectura, en la experiencia estética del lector, en el ingreso a otras realidades posibles. Obviamente, la lectura de piezas literarias puede producir -de hecho, los produce- ciertos cambios en la forma en que los lectores percibimos el mundo real, pero en el momento de iniciar la lectura de una obra literaria, no hay motivaciones acerca de los resultados que deberíamos obtener, leemos literatura sólo por el placer mismo de leer.

Ahora, por los cambios en la forma en que el lector de literatura percibe el mundo, podríamos indagar sobre la posible utilidad de la literatura para la contaduría. No les aconsejaría a contadores, profesionales o estudiantes que leyeran novelas para adquirir un mayor o mejor conocimiento sobre la contaduría o la contabilidad; bueno, no se lo aconsejaría como contadores; en cambio, sí puede hacerse la sugerencia de leer literatura a los contadores como seres humanos.

J.P.: ¿Leer literatura para reconocernos con los otros y para construir nuestros mundos colectivos?

J.G.: Algo así. La única utilidad de la literatura para quien lee, más allá del ámbito estético, es el nacimiento de una nueva sensibilidad, para usar las palabras del profesor Fernando Cruz-Kronfly, de una forma diferente de ver el mundo, de una comprensión de la historia fundada no en la certeza moderna de lo que verdaderamente pasó, sino en los cuestionamientos de lo que pudo haber pasado. Un ejemplo podría ilustrarlo mejor: hace algunos días, mientras estaba en compañía de un profesor de la Universidad del Valle, me vi obligado a usar como medio de transporte un furgón cerrado; la experiencia, ya incómoda por el calor, la oscuridad y la claustrofobia, se convirtió en una verdadera prueba de resistencia contra la angustia, la razón es que no pude dejar de recordar la narración de Primo Levi sobre el transporte de personas a los campos de concentración nazis. La lectura literaria modifica la percepción que tenemos del mundo y transforma nuestra experiencia cotidiana. Bien, lo que podríamos preguntarnos ahora es si la lectura literaria modifica también la forma en que los contadores percibimos la contabilidad y la contaduría; yo creo que la respuesta es afirmativa.

J.P.: Pero ¿cómo comprender esto último?

J.G.: Al mismo tiempo que la lectura modifica nuestra percepción del mundo, nuestras condiciones objetivas de posibilidad en el mundo social -y aquí me refiero particularmente a la profesión del lector- influyen, aunque no determinan, la forma en que abordamos la lectura. No leeremos del mismo modo El enfermo imaginario o El médico a palos, de Molière si somos médicos; en el caso de la Contaduría, la lectura de La tregua, de Mario Benedetti, es para nosotros, contadores públicos, totalmente distinta de lo que será para quienes no lo son; además, la lectura de La tregua seguramente modificará la percepción que tenemos del ejercicio de la contaduría pública. Tenemos entonces, que la literatura es útil para la contaduría en tanto modifica (¿aguza?) nuestra percepción del mundo real y, claro, de nuestra profesión.

Parece que la utilidad de la literatura para la contaduría es, según lo dicho hasta aquí, bastante etérea. Quiero entonces acotar la manera mucho más concreta en que la literatura puede ser útil para el estudio de la contabilidad, si entendemos que ambas intentan narrar una ficción y, mediante el mecanismo de la verosimilitud, presentarla como una realidad. A propósito pueden verse los trabajos del profesor de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, John Jairo Cuevas, en particular la ponencia La organización: un otrarse a partir de lo contable. Una aproximación desde lo cultural y lo posmoderno. En ese texto, el autor afirma que "para hacer pública la experiencia privada de la Organización, la Contabilidad genera una serie de narrativas movilizadas a través de los dispositivos de comunicación contable" y más adelante "algunos autores contemporáneos de la Contabilidad, a partir de enfoques interpretativos, se han encargado de estudiar la parte narrativa que posee la Contabilidad entendida ésta como los apartes cualitativos de los informes contables anuales, que no son otra cosa que el discurso que se teje a partir del proceso de captación y agregación que elabora la Contabilidad acerca de la realidad organizacional; en otras palabras, la contabilidad más allá de ser medición es, también, discurso". Independientemente de las discusiones epistemológicas y ontológicas, sobre todo la disputa entre representación de la realidad, construcción social de la realidad y narración de una ficción, que podrían generar estas afirmaciones acerca del carácter narrativo de la contabilidad, es claro, que desde este punto de vista es mucho más evidente la utilidad de la literatura para la contabilidad. Si aceptásemos mirar la contabilidad desde su condición de mecanismo de narración, estaríamos ante un campo de análisis que puede brindar, al menos potencialmente, grandes herramientas al saber contable, los conceptos de técnicas narrativas, autoconciencia narrativa, o metaficción son algunos ejemplos de esas potencialidades. Uno podría decir, desde esta perspectiva, que la contabilidad de gestión cumple la misma función en la organización que la técnica del monólogo interior en las narraciones literarias. Sí, suena algo descabellado, pero podría pensarse.

J.P.: A propósito de esto, en su escrito, usted muestra cómo la literatura tiene una visión digamos "negativa" y "gris", prejuiciada de la contabilidad y de los contadores, pero entonces también desde esa perspectiva literaria ¿es posible una lectura diferente del saber y la profesión?

J.G.: Claro, lo que pasa es que en esa visión, como lo planteó tan acertadamente el profesor Mauricio Gómez-Villegas, están presentes los prejuicios del autor, es decir, aparecen textos que dan una visión prejuiciada de la contaduría, pero la "antología" o compilación es excluyente y responde a los intereses o, mejor, puntos de vista del autor. En cuanto a si es posible una lectura "diferente" de la contabilidad o la contaduría desde la perspectiva literaria, podrían mirarse algunos ejemplos. La cuestión es que en este caso es muy probable que "diferente" no necesariamente quiera decir "mejor". Miremos algunos ejemplos:

En La tejedora de coronas, la monumental novela de Germán Espinosa, la contabilidad aparece como elemento de control. La novela está ambientada, en parte, en la época colonial de la ciudad de Cartagena de Indias, una de las subtramas importantes es el manejo que da el gobernador Diego de los Ríos a los fondos asignados a su cargo por el Rey: nóminas paralelas, desvío de fondos para uso personal, entre otros; en realidad, la subtrama se configura por el "negocio" que el gobernador -junto a sus acreedores Miguel de Iriarte y Juan de la Peña- le propone al guarda mayor de las aduanas Diego de Morales. Dicho negocio consiste en embarcar sin aforo un cargamento de oro perteneciente a sus acreedores con el fin de saldar la cuenta del gobernador con sus acreedores. Para no enredarnos en sutilezas que no vienen al caso, baste decir que los motivos esgrimidos por De Morales para negarse siempre, están asociados a la posibilidad de que la contaduría o las Cajas Reales descubran el fraude: la contabilidad aparece cumpliendo una labor de control que impide o al menos dificulta realizar algunos fraudes.

Otro ejemplo es la alusión a la contabilidad que aparece en una de las más clásicas novelas colombianas. Estoy hablando de La vorágine, de José Eustasio Rivera. En esta ocasión, la contabilidad o -más propiamente- los libros de contabilidad aparecen como medio de prueba. Según el narrador, sólo en los libros, diario y mayor, se encuentra la evidencia de la esclavitud a que son sometidos los obreros por las empresas caucheras, tanto que llega a solicitársele al cónsul la revisión de esos libros en algunas haciendas. Aquí la importancia de la contabilidad dentro del mundo de la literatura es un poco más evidente. Algo similar ocurre en Los parientes de Ester, de Luis Fayad, novela en la que, por medio de la contabilidad, se descubre el engaño que uno de los personajes, supuestamente millonario, ha hecho a toda su familia y el fraude recurrente al que ha sometido a una de sus hermanas.

Para no extenderme en ejemplos, voy a terminar este recorrido por lecturas "diferentes" de la contabilidad en la literatura -bueno, los ejemplos han terminado mostrando algunas lecturas "mejores"- con el cuento Breve historia sobre el sentido del dinero, del argentino Marcelo Birmajer. Uno podría decir que todo el cuento es una reflexión sobre el valor y los motivos de la honestidad, un contador se da el lujo de rechazar un soborno que implicaba a algunos militares, en plena dictadura de Jorge Rafael Videla, por si acaso, posteriormente, se cuestionan los motivos de esa honradez. Dejemos por ahí para no dañar la lectura del cuento, pero convengamos que la honradez del contador sale bien librada en este caso.

Entonces, desde el punto de vista de la literatura es posible hacer otras lecturas de la contabilidad; todo dependerá del parámetro de selección que establezca el interesado potencial. Un buen ejemplo del sesgo que existe en el ensayo sobre los prejuicios, es que de una novela como Los parientes de Ester, que contiene dos alusiones a la contabilidad, se escoge únicamente la cita que da una visión prejuiciada de la misma.

J.P.: Pero el fenómeno al parecer es universal, es decir, esa mirada prejuiciosa se presenta en la literatura local o en la latinoamericana, en la narrativa africana y en la europea. ¿Será que la ficción que hay en esas narraciones y que hace alusión a la contaduría pública y a sus profesionales, tiene algo de asidero en la realidad, en la manera en que la gente los percibe? ¿Cómo entender esto? ¿De dónde se generan esas percepciones sociales?

J.G: Bien, yo creo que esta pregunta encierra la cuestión fundamental acerca de la posibilidad de continuar trabajando en la relación entre contabilidad y literatura. Antes podría decirse, como lo manifestó Crawford Spence, profesor de la Universidad de Concordia de Canadá, que puede ser complicado afirmar que los prejuicios hacia la contaduría son un universal cultural a partir de apenas ocho novelas, pero ampliar "la muestra" en aras de una validación inductiva iría en contra del espíritu mismo del arte y la novela. Independientemente de si se puede o no generalizar la afirmación de que el prejuicio es universal, lo importante es si los sucesos "acaecidos" dentro de la literatura pueden o no tomarse como recurrencias empíricas o como material de campo para una investigación. A este respecto, la autora Barbara Czarniawska, en Contabilidad y género a través de tiempos y lugares: una excursión a la ficción, manifiesta que los materiales usados para su artículo se componen tanto de resultados de investigación como de materiales aparecidos en ficciones literarias.

Es frecuente en las ciencias sociales apelar a la literatura para describir personajes o situaciones arquetípicas. En su libro Ulises y las sirenas. Estudios sobre racionalidad e irracionalidad, el teórico social noruego Jon Elster apela al episodio de La Odisea en el cual Ulises pide ser amarrado a su nave para evitar sucumbir irracionalmente ante el canto de las sirenas (edición del Fondo de Cultura Económica, p. 66). Además, utiliza varias referencias a las novelas de Stendhal para ilustrar algunas situaciones a propósito de la racionalidad de sus personajes (ídem, pp. 70, 87, 214, 262, 264, 275, 277, 283). Otro ejemplo de esta práctica se evidencia en la naturalidad con que Alfred Crosby, en su libro La medida de la realidad, se refiere a Los cuentos de Canterbury, de Geoffrey Chaucer, para representar la forma en que era percibida la contabilidad en los siglos XIV y XV. De este modo, la literatura podría ser útil para la contabilidad en el momento en que sea necesario describir determinadas situaciones arquetípicas.

La posibilidad de usar la ficción literaria para hacer análisis de la realidad está mucho más clara en el campo (en términos de Pierre Bourdieu) de la sociología de la novela, en particular en los trabajos de Lucien Goldmann, y en dos libros que pueden ser muy útiles a la hora de pensar la relación entre ciencias sociales y literatura, entre ficción y realidad; me refiero a La novela y las ciencias sociales. Mundos reales e imaginarios, de Monroe Berger, y Hacia una sociología del hecho literario, de Robert Escarpit. Estos trabajos permiten comprender que las obras de ficción poseen un contexto de aparición que está ligado a la realidad social en que son producidas, que las novelas no existen independientemente de la realidad: aunque son ficción, parten de la realidad y de algún modo construyen realidad por medio de la narración. En esa medida, las percepciones aparecidas en las novelas pueden ser indicadores de lo que está ocurriendo en la realidad. Supongo que estas percepciones se originan en la convivencia y práctica social de los contadores públicos como profesionales.

J.P.: ¿Puede hacer un comentario más detenido de este fenómeno en relación con la narrativa colombiana y las percepciones del contador y la contaduría?

J.G.: Esta pregunta nos aleja un poco de la relación entre contabilidad y literatura. Esto se debe a que no conozco otras referencias de la narrativa colombiana con determinadas percepciones sobre el contador público. Ahora, lo que uno sí puede decir, y aquí también subsistiría el problema inductivo, es que no salimos bien librados en las percepciones sociales de los legos hacia los contadores públicos, nos asocian con "números", fraudes y exceso de trabajo. De todos modos, para evitar la opinionitis, tal vez esto necesite un estudio más profundo, sea desde la literatura o desde la sociología.

J.P.: Entonces, ¿se puede pensar también en una cierta ajenidad en la formación de los contadores públicos no sólo con el arte sino en general con la cultura?

J.G.: Sí. No sé si es por el carácter mismo de la contaduría pública; por el hecho de que se asocie a los contadores exclusivamente con la empresa. Hemos hablado de las percepciones sociales que tienen las personas acerca de la contaduría y esas percepciones también las tienen los estudiantes antes de serlo, se cree que la contaduría es sólo una manera rápida de conseguir empleo bien remunerado, que eso sea cierto o no es otra cuestión. Ahora, no creo que sea un problema exclusivo de la contaduría pública; creo que esta situación obedece a la profesionalización en todos los programas académicos y, sobre todo, a la especialización del conocimiento. Cada vez hay más profesionales e incluyo a los académicos, muy capaces en su pequeña parcela del conocimiento, pero que son unos verdaderos imbéciles en cualquier otra materia como política, arte, historia o cultura. El manido discurso de la interdisciplinariedad, la multidisciplinariedad o la formación integral, a veces parece tornarse en mera retórica legitimadora dentro de nuestras universidades; se pretende resolver el problema de la formación integral incluyendo una serie de materias a las cuales los estudiantes nunca les encuentran una razón de ser para su vida personal y mucho menos para su formación profesional, y se convierten en lo que los estudiantes llaman sin ninguna vergüenza "materias de relleno". La cuestión es que ofrecer los cursos no es suficiente, además es necesario hacer énfasis en la importancia que tiene la educación estética (¿sentimental?) en la formación de los seres humanos y la formación integral en la vida profesional de los contadores públicos.

J.P.: ¿Es descabellado pensar por ejemplo en un espacio académico que desarrolle como contenidos esa relación entre literatura y contabilidad? ¿De qué serviría? Yo estoy a punto de proponerlo.

J.G.: No, para nada descabellado, incluso ya se ha presentado una propuesta a la Pontificia Universidad Javeriana de Cali para tal propósito. Uno podría pensar en dos formas de abordar la relación entre contabilidad y literatura, desde un espacio académico; la primera sería tomar los cursos de literatura existentes (la mayoría de los programas de contaduría los tiene) e incorporar algunas reflexiones desde el punto de vista de la contabilidad; la otra forma, que así he venido pensándolo, sería diseñar un curso que intente dar cuenta de la relación entre contabilidad y literatura, y que aborde diferentes problemas disciplinares o profesionales tomando hechos literarios como recurrencias empíricas.

La propuesta de curso que se presentó a la PUJ de Cali incluía una primera parte que planteaba la posible relación entre contabilidad y literatura; una segunda sección intenta aclarar y definir las diferencias entre contabilidad y contaduría. En una tercera división, intenta hacer evidente la importancia de la lectura literaria para los contadores públicos; la cuarta parte del curso propone aclarar algunos conceptos generales propios de la literatura y definir los diferentes géneros literarios. Finalmente, el curso se completa con una parte que aborda diferentes problemas de la contaduría y la contabilidad desde el punto de vista de la literatura. Este acápite incluye la monotonía de la profesión de contaduría pública; contabilidad y capitalismo; responsabilidad social empresarial y responsabilidad social del contador público; contabilidad, contaduría y delito; crímenes financieros, y la importancia social de la contabilidad.

Un problema metodológico al que podríamos vernos enfrentados al abordar un curso de este tipo, es la extensión de las lecturas, puesto que leer fragmentos de las obras puede difuminar su sentido, pero leer obras completas dificultaría el cumplimiento del programa. El problema se resolvería ubicando textos cortos, pero surge de nuevo el problema de la ubicación de las recurrencias empíricas que habrían de servirnos como muestra. Además, este curso podría ser apoyado por material audiovisual que ataña a los contadores públicos.

J.P.: Todo esto expresado aquí y llevado a la acción consecuente, llamaría a pensar en unas transformaciones curriculares en este sentido en los programas de formación de contadores públicos. ¿Cómo podría ser esto?

J.G.: Como lo dije antes, lo primero es dejar de pensar que el problema se resuelve introduciendo nuevos y novedosos cursos. Lo primordial es que tanto en la programación de los cursos, como en las prácticas pedagógicas y en las herramientas didácticas se haga énfasis en la importancia que tienen temas aparentemente alejados del campo contable para la contabilidad o la contaduría. Esto va en contravía, en el caso de la literatura, de la supuesta inutilidad de la misma; sin embargo, de lo que se trata es de motivar a los estudiantes para que ellos por su propia cuenta encuentren el placer de la lectura, para que experimenten el cambio de sensibilidad del que hemos hablado.

Esto podría ser válido incluso para algunas materias que, a pesar de estar muy relacionadas con la contabilidad, en ocasiones, no logran articularse desde los contenidos programáticos. A manera de ejemplo, y pensando en la Universidad del Valle, uno puede decir que tiene poco sentido dictar matemática, cálculo, estadística o micro y macroeconomía, si no se consigue que el estudiante sepa cuál es la relación de la contabilidad con la materia que se esté dictando y por qué puede serle útil para su formación; sólo así habremos avanzado en la tan maltratada formación integral. Lo otro sería la incorporación, con los requisitos antes expuestos, de nuevos cursos que amplíen la visión del mundo que posee el futuro contador: contabilidad y sociedad, contabilidad y Estado, historia de la contabilidad, contabilidad y capitalismo, contabilidad y sociología... Obviamente, estos cursos deben estar construidos sobre los pilares curriculares pertinentes y así, sólo mencionados, carecen de un elemento aglutinador que les dé sentido dentro de un currículo.

J.P.: ¿Hay casos de escritores o narradorescontadores o contadores-escritores?

J.G.: Sí, entre los que recuerdo ahora se encuentran Fernando Pessoa, Mario Benedetti, sor Juana Inés de la Cruz, León de Greiff, y podríamos incluir a José Asunción Silva, quien a pesar de no ser contador, llevó con minucia las cuentas de sus negocios. A propósito de él, puede verse la biografía de Fernando Vallejo Almas en pena: chapolas negras, que reconstruye la vida de José Asunción Silva a partir de sus diarios de contabilidad.

J.P.: Jhonny, ¿el oficio de leer novelas ha resultado en algo provechoso, al decir de su mamá, para su formación profesional, su quehacer? ¿Cómo ha sido esto?

J.G.: Creo firmemente que el ser humano que no lee literatura está fatalmente mutilado; no creo que sea menos inteligente, o peor persona por el hecho de no leer, pero creo que su comprensión del mundo es mucho más pobre que si leyera novelas, cuentos o poesías. No es fácil para mí tender el puente entre la lectura literaria y la formación estrictamente profesional, pero estoy seguro de que para mi formación como ser humano, para mi visión y comprensión del mundo, la literatura ha sido muy provechosa. Lo mejor que me ha dado la literatura en términos de formación profesional es la posibilidad de trascender las estrechas fronteras de la contabilidad y la contaduría, y entender que la ciencia no es la única manera válida de aprehensión del mundo. Transcribo ahora lo que dije en otro lugar a propósito de mis razones para leer literatura: Quiero terminar escribiendo las palabras que digo habitualmente a quien me pregunta por qué leo: porque creo que mi vida sería más fatigosa, más insípida, menos rica y, tal vez, invivible, si no leyera.

Ahora, leyendo y recreando el texto ante el aparato en este mi espacio, no puedo dejar de voltear a mirar las caricaturas de esos viejos creadores de palabras y encuentro que esta complicidad inicial con Jhonny debe ampliarse a otros y entonces comienzo a tomar en serio eso de proponer un curso de literatura y contabilidad, también como un pretexto para seguir conversando con Jhonny, tomándonos el cafecito prometido y para empezar a conversar con otros sobre estos asuntos a lo mejor por el solo placer de conversar bien conversado.

Ahora vuelvo a mirar las caricaturas y encuentro que el cronopio mayor me está haciendo un guiño.

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