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Cuadernos de Contabilidad

versión impresa ISSN 0123-1472

Cuad. Contab. v.12 n.30 Bogotá ene./jun. 2011

 

Educación bioética para vivir, convivir y habitar correctamente. Un plus a la capacitación profesionalizante

Gilberto Cely-Galindo, S.J.1
1Profesor-investigador en Bioética. Autor de veinte libros y 36 artículos de Bioética. Creó y dirigió en dos ocasiones el Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente, es Decano del Medio Universitario de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, en la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Correo electrónico: gcely@javeriana.edu.co

Fecha de recepción: 5 de junio de 2011 Fecha de aceptación: 28 de junio de 2011


Para citar este artículo

Cely-Galindo, Gilberto (2011). Educación bioética para vivir, convivir y habitar correctamente. Un plus a la capacitación profesionalizante. Cuadernos de Contabilidad, 12 (30), 353-367.


Resumen

Si queremos educar en valores morales para vivir, convivir y habitar armónicamente en el mundo contemporáneo, debemos tener claridad sobre tres bases de la educación: la comunidad moral de pertenencia, el entorno natural y la ciencia-sabiduría. Este es un plus necesario a la capacitación profesionalizante en las ciencias económicas y administrativas y contables que impartimos en las universidades.

Palabras clave autor : Comunidad moral, educación formal, bioética, valores, ciencia y sabiduría.

Palabras clave descriptor : Investigación contable, práctica contable,contaduría pública, principios contables, enseñanza superior.

Clasificación JEL : M 49 A 29


Abstract

If we want to teach in moral values to live and coexist harmoniously in the modern world, we must be clear on three fundamental bases of education that we are such us: the moral community of belonging, the natural environment and science-wisdom. This one is a necessary plus to professional capacitating on economical and administrative sciences at universities.

Key words author : Moral community, formal education, bioethics, values, knowledge and wisdom.

Key words plus : Accounting research, accounting practice, public accounting, accounting principles, higher education.


Resumo

Se quisermos educar em valores morais para viver, conviver e habitar em harmonia com o mundo contemporâneo, devemos ter claridade sobre três bases fundamentais da educação: a comunidade moral de pertencia, o entorno natural e ciência-sabedoria. Isto é uma vantagem necessária para a capacitação profissionalizante nas ciências econômicas e administrativas que darmos nas universidades.

Palavras-chave : comunidade moral, Educação formal, bioética, valores, ciência e sabedoria.

Palavras-chave descritores : Pesquisa em contabilidade, prática contábil, contabilidade pública, princípios de contabilidade, ensino superior.


1. Aprender a vivir en la comunidad moral de pertenencia

Siendo el ser humano un animal social y territorial, se va construyendo moralmente a lo largo de toda su vida dentro de las fronteras espacio-temporales de los pequeños, medianos y grandes grupos sociales en los cuales desarrolla su existencia.

La vida familiar es la primera y principal "comunidad moral de pertenencia", sea familia extensa o nuclear, siendo esta última predominante en la cultura urbana. La guardería infantil, el colegio y la universidad, las amistades de barrio, de parroquia y de clubes, y los ambientes laborales se constituyen en nuevos y variados escenarios humanos en los cuales se negocian y ajustan normas bioéticas de convivencia.

La comunidad moral de pertenencia avala o rechaza la conducta de las personas, de acuerdo con la cultura del imaginario histórico-colectivo que se haya creado acerca de lo que es bueno, correcto, deseable, necesario, justo, conveniente, equitativo, digno y bello. En otras palabras, de los bienes y valores morales compartidos. Es decir, de todo aquello educativo que coadyuva al libre desarrollo de la personalidad del individuo, entendiendo que la libertad nunca es absoluta, sino que se construye mancomunadamente en la convivencia de la vida diaria comunitaria, lo que genera condiciones favorables para crecer en calidad de vida y dotar de sentido existencial a cada persona y al todo social.

La comunidad educativa universitaria es un escenario propicio para afirmar los bienes y valores morales necesarios para aprender a vivir, convivir y habitar correctamente. En los planes curriculares de cada una de las carreras, se visualizan estos aprenderes éticos de calidad y calidez moral, que constituyen un plus indispensable de la oferta educativa integral. Porque, más allá de la excelencia académica tecnocientífica, orientada al aprendizaje de "competencias profesionalizantes" para ejercer un oficio en el mercado laboral, está la realización existencial del ser humano y de sus entornos social y natural.

La comunidad moral de pertenencia adquiere en nuestros días dimensiones universales y una complejidad cultural y laboral no antes vista, pues el ineludible proceso de globalización trasciende todo límite territorial con innumerables intereses, lenguas, costumbres, opciones morales y nuevos modos de ejercer las profesiones.

Lo bueno, lo malo y lo feo de los pueblos transgrede fronteras sin pedir permiso a nadie, pues los medios masivos de comunicación social y la rapidez de los transportes colectivos llevan consigo la inmediatez de los acontecimientos mundiales y la mezcla indiscriminada de la variopinta condición humana.

Internet y las redes sociales se han convertido en la punta de lanza virtual de la interconectividad que abre horizontes educativos inéditos en el mundo globalizado y localizado, nacional e internacional, con significativos impactos éticos, sociales, políticos y económicos. Emerge así una juventud que está recibiendo el nombre de "generación de la tecnosociabilidad".1

De la misma manera como internet, la radio, la televisión y la telefonía celular penetran por todos los recovecos del planeta y unen a las personas2 al acortar distancias, comprimir el tiempo y borrar fronteras políticas , la nueva comunidad humana globalizada se convierte hoy en una pequeña aldea global, como lo predijo Marshall McLuhan.3 En esta aldea global pulula una red invisible de valores y antivalores morales, unos endógenos y la mayoría oriundos de culturas lejanas, con modos diversos de vida que se imponen progresivamente como patrones de conducta que rompen con los esquemas de la primera socialización lograda en el seno familiar y escolar, para dar lugar a múltiples categorías generacionales en una sola década, con proyectos de vida diferentes y algunas veces, antagónicos.

Es de esperarse que, cuanto más temprana sea y mayor exposición tengan las generaciones actuales a las tecnologías de información y a las redes sociales, tanto virtuales como físicas, mayores y más acelerados serán los cambios actitudinales hacia conductas morales más laicas,4 liberales, de tolerancia activa y convivencia pacífica. A su vez, cuanto mayor sea la inmersión de la gente joven en el mundo interactivo de la comunicación que transporta, visualiza y socializa el conocimiento tecnocientífico, mayor será la interacción transfronteriza socioeconómica de los profesionales hacia mejores condiciones de vida, a la vez que mejores serán las estructuras democráticas de las instituciones, porque habrá mayor participación política que infunde vitalidad equitativa al ejercicio responsable del poder. Y las universidades son las principales gestoras de estos cambios que revitalizan la trama social.

En este escenario novedoso y deseable, toda resistencia de la gente mayor a esta dinámica imparable termina por sucumbir y producir traumas intergeneracionales que retrasan el proceso de modernización inherente a la globalización. ¿En cuál de estas dos tendencias nos ubicamos los docentes y el sistema educativo con sus planes curriculares? ¿Somos agentes de cambio? ¿O esperamos a que los cambios vengan de fuera y nos atropellen? ¿Educamos para aprender a vivir y a convivir correctamente en el mundo globalizado? ¿Las "competencias profesionalizantes", científicas y tecnológicas solas hacen mejores seres humanos?

Es evidente que la gente joven es la más proactiva en estos cambios permanentes de formas de sentir, pensar y de reordenar sin tregua su éthos vital. Por éthos,5 entendemos aquí la forma de vivir la vida cada cual a su manera, negociando con los demás unos mínimos éticos de convivencia por medio de mutua tolerancia y respeto de las diferencias propias de la diversidad cultural. También entendemos por éthos, en lo macrosocial, la arquitectura ética sociocultural derivada de las conductas prevalentes de la mayoría de los individuos que conforman una comunidad moral de pertenencia con base territorial, sea nacional o internacional. Y progresivamente se va ampliando también el concepto de éthos vital a las comunidades morales de pertenencia virtual. Así pues, un individuo puede pertenecer simultáneamente a varias comunidades morales, sin percibir conflictos de conciencia y sin exigirse coherencia alguna, para sobrevivir en este mundo polivalente.

Se habla, también, con pesimismo, de una comunidad o sociedad contemporánea cada vez más permisiva, más heterogénea, más cambiante e inestable en los valores, más propensa a reacciones emocionales que tienden hacia el hedonismo, menos reflexiva, incoherente con sus ancestros culturales y religiosos, y más propensa a un relativismo moral que tanto mortifica a las personas mayores tradicionalistas.

Es innegable que las novedades tecnocientíficas masajean placenteramente y sin cesar, tanto el intelecto como el mundo de las emociones, en especial de la franja joven de la población, y así la tecnociencia se convierte simultáneamente en causa y efecto, en el motor principal de las revoluciones actitudinales buenas y malas en la contemporánea sociedad globalizada de la información y del conocimiento.

Todos estos cambios acelerados influyen para que la comunidad humana padezca también de incertidumbre existencial. Para que se enloquezca la brújula de los bienes y valores éticos y morales tradicionales, y cunda un relativismo que carcome en muchos la esperanza de progreso humanizante. Porque la calidad y la calidez del éthos vital no dependen solamente de los avances tecnocientíficos, sino principalmente del modo correcto de llevar una vida digna. Quizás muchos de los desarrollos socioeconómicos derivados de las tecnociencias no coinciden con el bienestar esperado para dotar de sentido y dignidad al ser humano.

2. El ser humano y su entorno natural

La naturaleza es el lugar ineludible del encuentro del hombre con el origen de sí mismo, por tanto, consigo mismo, para hacer aprendizajes sobre nuestro ser y actuar, sobre la manera justa de morar nuestro planeta, base de la moralidad.

En consecuencia, los procesos educativos no pueden darle la espalda a la madre naturaleza e ignorarla, puesto que ella es nuestra casa terrenal, habitamos en ella y todos nosotros somos naturaleza, pues también ella nos habita.

Nuestra condición natural actual es el producto de dos largas evoluciones inconclusas: la biológica y la cultural, articuladas por la emergencia del homo habilis. La segunda es producto autopoiésico6 de la primera y la lleva consigo en procesos de representación simbólica.

Desde la evolución cultural, que nos configura como homo sapiens sapiens. Homo viene del latín humus, es decir, tierra. Y sapiens sapiens que conoce que conoce, o que sabe que sabe, que deviene en inteligente y consciente. Desde esta realidad, asumimos la vocación de ser la conciencia que la naturaleza tiene de sí misma.

La naturaleza es la casa, en griego oikos.7 Es el ethos ecológico, el hogar biofísico de todos y no tenemos otro hogar. El hábitat y los habitantes nos fundimos en una sola realidad eco-psico-socio-espiritual. En la casa y con ella, tendremos que rehacer nuestros aprendizajes éticos sapienciales que nos lleven a habitarla dignamente, es decir, a ponerle el prefijo bios al éthos, para vivir y convivir correctamente, articulando con inteligencia nuestras realidades de seres biótopos y psicótopos.8

La madre naturaleza es el biótopo matriz donde moramos como miembros de la biocenosis [comunidad biótica, ecológica o comunidad] que nos parió como psicótopo, en un complejo devenir de orden, desorden, organización eco-evolutiva-creadora. En la naturaleza, como bien primero y origen de otros bienes,9 los seres humanos nos autodescubrimos como agentes de valores y dignidad, lo que moralmente reclama de nosotros no reducirla a mero objeto instrumental de utilidad y precio, como ha sucedido equívocamente con la cultura predatoria de la Modernidad tecnocientífica que nos tiene ad portas de arruinar para siempre nuestro hábitat. ¿Han sido las ciencias económicas y administrativas las aliadas culpables de nuestros actos ecocidas?

En el largo proceso evolutivo holoceno,10 hemos sido los animales más exitosos porque logramos gran adaptabilidad al entorno para sobrevivir. Y en la medida en que nuestro sistema nervioso central ha ido desarrollando mejores condiciones sinápticas cerebrales, bipedismo, lenguaje, cooperación social y destrezas cognitivas que dan lugar a la emergencia creciente de la voluntad y de la libertad, pasamos progresivamente de adaptarnos a adaptar el mundo a nuestras necesidades y antojos.

En los últimos cuatro siglos, nuestra capacidad colonizadora, adaptadora y dominadora del planeta se ha acrecentando exponencialmente. Este ha sido el inicio del período antropoceno,11 el de las tecnociencias, que multiplica el poder humano en condiciones de manipulador de la naturaleza y de sí mismo. Esta andadura histórica ha traído consigo muchas cosas buenas y malas. Las buenas saltan a la vista como un conjunto enorme de bienes que aportan mejor calidad de vida humana. Las malas se evidencian en los daños ecológicos irreversibles y en los altos riesgos de autodestrucción humana con todo tipo de violencias.

Los daños que causamos a la naturaleza son ecocidas y revierten sobre los humanos con efectos suicidas. Esto se ha puesto en evidencia con el cambio climático de origen antrópico, que sobreviene como calentamiento global, destrucción de biodiversidad, ciclones, tsunamis, tornados, inundaciones, pérdidas de cosechas, exceso de lluvias en algunas zonas y escasez en otras, nuevas enfermedades, toxicidad ambiental, destrucción de glaciales perpetuos, descongelamiento de los polos y de Groenlandia, aumento del nivel del mar, crecimiento de los huecos de ozono y un larguísimo etcétera de perversidades que hacemos a la madre naturaleza.

Quienes militamos en la Bioética ambiental, argumentamos que el ser humano es uno más de los miembros de la cadena de la vida, que la vida como tal es el centro de la preocupación ética y que toda actividad humana debe reglarse en línea con los datos de la ecología,12 para hacer sinergias con ellos. Todos los seres vivientes tienen derechos que no pueden ser alienados por los humanos ni considerarlos simplemente como derechos morales indirectos. Y si la naturaleza nos precede evolutivamente, nos constituye y nos proyecta, ella es fuente inspiradora de valores morales y emblema simbólico de sus moradores que hemos alcanzado altos niveles de conciencia.13

Todos los seres de la naturaleza tienen valor intrínseco que reclama de nuestra parte tutela moral para su preservación y uso adecuado de ellos. La contemplación de su belleza y el beneficio que obtenemos de su utilidad refuerzan en nosotros el mejoramiento de nuestro carácter moral y espiritual y fortalecen nuestra conciencia de responsabilidad de ser en el mundo, ser mundo y ser para el mundo. Estos significados introducen un orden moral y contrarrestan la entropía social que viene con los procesos caóticos normales de la dinámica humana. El conjunto de valores morales y éticos y su práctica real conforman lo que denominamos "Ecología-humana", que siempre será dinámica y cambiante, frágil o fuerte, en coherencia o no con las otras ecologías,14 como lo sugiere el estadounidense Eugene C. Hargrove.15

La manera correcta de habitar espacio-temporalmente y la de apropiarnos la realidad histórica del grupo social de pertenencia nos dotan de identidad cultural como concreción de nuestro existir. Y la identidad es la manera visible a los demás como cada cual vive sus convicciones, creencias, preferencias, acuerdos y desacuerdos, valores y antivalores que dan o no sentido a la existencia.

Al considerar simultáneamente la realidad humana y la naturaleza como fuentes ineludibles de reflexión moral, estamos construyendo una nueva ética, la Bioética, que tiene su fuerza en la sabiduría para iluminar de sentido el devenir humano en comunión con el hábitat. La Bioética cuida de la vida toda del planeta y nos da la mano para avanzar en la construcción de una nueva civilidad que articule su éthos moral con el ethos natural.

La moral es la manera simbólico-valorativa como los grupos humanos articulamos históricamente nuestros esfuerzos colectivos para apropiarnos de condiciones de una vida buena, justa, digna, bella y feliz, con la cual nos identificamos culturalmente.

La moral habla con un lenguaje silencioso de aquellos bienes, valores y reglas de conducta profundamente humanos requeridos para la convivencia justa y pacífica. Esos valores son de alto contenido simbólico por su origen psíquico-espiritual, estético y religioso, y en esto radica su fuerza convocatoria y modelizadora de la arquitectura social, pues los valores morales proponen a los individuos grandes metas y utopías deseables de bienestar colectivo, que dotan de sentido existencial, es decir, de significado último a los significados contingentes, paradójicos o contradictorios que se derivan de las rutinas del diario vivir.

3. La educación formal

La educación formal (preescolar, primaria, bachillerato, universitaria y posgrados) es el recurso más eficaz que el ser humano ha logrado inventar hasta ahora para darse un status de señor y amo responsable de la naturaleza y de sí mismo, recurso básico de supervivencia y simultáneamente instancia de moralidad. En este entorno se construyen y resignifican16 evolutivamente los bienes morales, como enseñanzas aprendidas socialmente que nos permiten reconocer, apreciar, juzgar y valorar diversas opciones para inclinar la voluntad y la libertad por una de ellas y decidir un curso de acción que creemos bueno, justo y digno porque su fin es el bien.17

En consecuencia, los valores morales no son entes universales que tienen existencia propia, sino constructos sociales que identifican maneras de apreciar y de hacer valoraciones acerca del mundo objetual, de sí mismo y de los otros seres humanos, como también de las mejores maneras de educar para vivir, convivir y habitar en paz y justicia.

El hombre crece como sujeto moral en la medida en que se relaciona orgánicamente con su entorno natural y social para adaptarse y adaptarlo en busca de satisfacer exitosamente sus necesidades que le permitan acceder a mejores condiciones de vida material y espiritual, a la vez que dotar de sentido su existencia, buscando insaciablemente la felicidad personal y colectiva. En este contexto, los contenidos y métodos educativos apuntan a la construcción de una nueva sociedad con base en sólidos principios éticos que permitan vislumbrar futuros humanizantes, para lo cual viene en ayuda la Bioética.

La actividad educativa formal e integral de profesionales de las ciencias contables juega un papel trascendente en la supervivencia humana, pues apropia aprendizajes acumulados históricamente y aventura innovaciones cognitivas a favor de mayores conquistas de bienestar.

En estos procesos cognitivo-adaptativos, subyace la dinámica de aprendizaje por ensayo y error, que va troquelando la conciencia ética individual y la perspectiva histórica de la colectividad humana. Una y otra refuerzan la construcción siempre dinámica del sujeto moral como persona, y esta demanda a la comunidad las exigencias de condiciones favorables para una vida digna que reconozca simultáneamente como algo bueno la unidad y la pluralidad de opciones vitales para la convivencia con responsabilidad social. De esta manera, surgen evolutivamente los patrones estructurantes de la persona que ordinariamente llamamos principios y valores morales que están en la base de las cosmovisiones culturales. Albert Einstein es reiterativo en la exigencia de formar en valores como lo sustancial del proceso educativo:

No basta con enseñar a un hombre una especialidad. Aunque esto pueda convertirlo en una especie de máquina útil, no tendrá una personalidad armoniosamente desarrollada. Es esencial que el estudiante adquiera una comprensión de los valores y una profunda afinidad hacia ellos. Debe adquirir un vigoroso sentimiento de lo bello y de lo moralmente bueno... Debe aprender a comprender las motivaciones de los seres humanos, sus ilusiones y sus sufrimientos, para lograr una relación adecuada con su prójimo y con la comunidad. (...) Es de la mayor importancia el anhelo de lucha en pro de una estructuración ético-moral de nuestra vida comunitaria. En ese punto no hay ciencia que pueda salvarnos. Creo realmente que el excesivo hincapié en lo puramente intelectual (que suele dirigirse solo hacia la eficacia y hacia lo práctico) de nuestra educación, ha llevado al debilitamiento de los valores éticos.18

4. Ciencia y sabiduría

Ciencia y sabiduría son necesarias hoy para abordar correctamente el sentido del ser humano en el mundo. Ambas aportan hermenéuticamente, es decir, ambas se unen con el cometido de explorar sentidos que son, en definitiva, criterios éticos de bien y mal, para llevar con dignidad la variopinta manera de vivir cada cual su propia vida y de ejercer la profesión sin hacernos daño mutuamente, lo que equivale a respetar los derechos ajenos sin extralimitar los propios. La sabiduría proviene del conjunto de saberes humanísticos que se deben articular con los científico-técnicos con armonía interdisciplinaria.

En el mundo actual y futuro, no podremos sobrevivir sin los aportes de las ciencias y tecnologías que se desarrollan en el ámbito universitario. Las tecnociencias son cada vez más necesarias como medios, no como fines, para la sobrevivencia exitosa de nuestra especie. Pero el solo empoderamiento científico-técnico no garantiza una sobrevivencia justa y armoniosa entre toda la gente de todos los pueblos y de estos con el hábitat. Al respecto, la institución de educación superior, el Alma Mater, no goza en propiedad de tal nombre si solamente compite por un ranking académico. Hace falta educar también en sabiduría y con sabiduría para la correcta manera de ejercer las profesiones con responsabilidad social, porque el gigantesco poder político que procede de las ciencias y tecnologías, hoy ya unidas como una sola realidad científico-técnica, puede convertirlas en instrumentos deshumanizantes y destructores.

La más urgente necesidad de los individuos y de la sociedad contemporánea es orientar sapiencialmente la propia vida. Esto es: ser crítico ilustrado para dotarse de un norte, construir un proyecto existencial, fijarse metas de acción, identificar valores morales que le den fuerza y resiliencia para superar las fragilidades y contingencias humanas, proponerse grandes utopías que dinamicen las ganas de vivir felizmente a pesar de los fracasos que vienen en la precariedad dolorosa del per diem y de los efugios de un devenir muchas veces asfixiante.

La sabiduría es el tejido invisible de la cultura que se manifiesta en un modo práctico de pensar críticamente y de llevar la vida individual y colectiva, con valores espirituales que dignifican al ser humano, valores con los cuales el hombre dignifica también a los demás seres de su entorno terrenal. Pertenece a la sabiduría cultural determinar lo permitido y lo no permitido.19 De las raíces mismas de la sabiduría surgen las emociones morales que alertan la sensibilidad y predisponen para el autodominio con los juicios éticos, en los cuales voluntad y razón ilustrada se dan cita para la toma correcta de decisiones que comprometen el ejercicio de la libertad humana.

Gracias a la sabiduría nos humanizamos y humanizamos el hábitat. Así entendido, los valores morales son cualidades humanas que nos permiten acondicionar el mundo, hacerlo habitable20 y nos constituyen en "moradores dignos" del planeta, en "habitantes responsables" del hábitat social y natural.

La sabiduría, más que la ciencia y sus artefactos tecnológicos, es el tipo de conocimiento práctico que aporta un saber adecuado para descubrir y apropiarse oportunamente de lo que es moralmente valioso, esencial, razonable, necesario, justo, útil, pertinente, bello, placentero y digno.

El mundo contemporáneo requiere de sabiduría para distinguir el bien del mal, lo justo de lo injusto, para decidir sus propias acciones y determinar los ideales culturales que conduzcan a construir un futuro mejor para los seres humanos actuales y futuros. Este es un proyecto antropológico de tipo axiológico y, más precisamente, de tipo ético-moral, del cual surge la necesidad de establecer ciertas reglas o normas de conducta universalizables para que prevalezca el bien y el orden social, ya que el ser humano vive y ha vivido siempre en sociedad;21 es un animal político, como lo definió Aristóteles.

La cultura es la red simbólica evolutiva de expresiones humanas, espirituales y materiales, que dan coherencia, identidad y pertenencia al individuo con un grupo social y su hábitat.22 Es la manera como los seres humanos se dotan de recursos prácticos de supervivencia y de maneras de pensar su vida, una cosmovisión, valores morales y actitudes que guían su vida, su acción y sus relaciones económicas.23 En el fondo de la cultura están los valores que dan soporte ético, estético y espiritual al discernimiento y al buen gusto de vivir, que generan el juicio de lo justo y de lo injusto, de lo bueno y de lo malo, lo útil y lo inútil, lo necesario y lo conveniente, lo honesto y lo deshonesto, lo oportuno y lo inoportuno, lo aceptable y lo rechazable.

Cultura es fundamentalmente el constructo simbólico-social aprendido y transmitido vitalmente como conocimiento24 en el gran acervo histórico de la memoria colectiva. Es la manera como un grupo de personas vive, satisface sus necesidades vitales, piensa, siente, se organiza, se dota de sentido existencial, celebra y comparte jubilosamente la vida. En toda cultura subyace un sistema de valores, de significados, de visiones del mundo que se expresan al exterior por medio del lenguaje, los gestos, los símbolos, las artes, los ritos religiosos y estilos de vida.

La cultura da a la persona la capacidad de reflexionar sobre sí misma. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. Por ella discernimos los valores y realizamos opciones. Gracias a ella la persona se expresa, toma conciencia de sí misma, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones y crea obras que la trascienden.25

Para finalizar, digamos que las ciencias y tecnologías no son suficientes en los procesos educativos de las actuales y futuras generaciones. Quizás ellas solas podrán llevarnos a formar monstruos humanos, altamente capacitados para destruir y autodestruirse. Los saberes sapienciales de raigambres humanísticas y religiosas aportan el conocimiento necesario de cómo usar correctamente el conocimiento tecnocientífico. La Bioética, como saber interdisciplinario y transdisciplinario en permanente construcción, pone de relieve los valores éticos y morales indispensables para aprender a vivir, convivir y habitar correctamente nuestra casa terrenal, casa de todos. ¿Incluimos los saberes sapienciales en la formación integral26 de nuestros estudiantes de las ciencias contables?


Pie de página

1.Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD (2010). Informe sobre Desarrollo Humano para Mercosur 2009-2010. Innovación para incluir: jóvenes y desarrollo humano. Buenos Aires: Libros del Zorzal. Disponible en: http://www.undp.org.uy/showNews.asp?NewsId=893.
2."La difusión de internet, teléfonos celulares, medios digitales y una variedad de herramientas de software social ha impulsado el desarrollo de redes sociales horizontales de comunicación interactiva que conectan lo global y lo local en el momento en que se elija". Manuel Castells, Mireia Fernández-Ardèvol, Jack Linchuan Qiu & Araba Sey (2006). Comunicación móvil y sociedad. Una perspectiva global. Barcelona: Editorial Ariel, Fundación Telefónica.
3.Marshall McLuhan (1968). Guerra y paz en la aldea global. Barcelona: Editorial Planeta.
4."El laicismo es un movimiento emancipatorio, uno de los que más han contribuido a combatir la dominación y a luchar contra la persecución al pluralismo. Gracias al laicismo, tenemos sociedades emancipadas de la dominación eclesiástica y más plurales. En sus orígenes, es un movimiento religioso, de inspiración cristiana, que fue impulsado por minorías protestantes perseguidas que se vieron obligadas a emigrar a Norteamérica y que, en el nacimiento de los Estados Unidos, tuvieron mucho cuidado en asegurarse de que lo que se iba a crear fuese una república laica". Rafael Díaz-Salazar, profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Tomado de su artículo ¿Cómo es una sociedad laica?, publicado en Revista Envío, http://www.envio.org.ni y reproducido por Mirada Global.com, Revista on line desde Latinoamérica, 27 de mayo de 2011. Disponible en: http://miradaglobal.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1735%3Aicomo-es-una-sociedad-laica&catid=30%3Asociedad&Itemid=34&lang=es.
5.En el abecedario griego, hay dos maneras de escribir la e: como eta (η) y como épsilon (ε).Cuando ethos se escribe con eta (η), significa lugar físico de residencia, madriguera, refugio, casa, hogar. Cuando se escribe con épsilon (ε), en el abecedario español simplemente tildamos la e, éthos, y significa costumbre, modo de vivir, comportamiento humano, de donde proviene la palabra ética.
6.Asumimos el concepto de "autopoiesis" (poiesis = creación, del verbo poieín = crear, hacer) de la teoría elaborada por Francisco Varela y Humberto Maturana. Esta teoría argumenta que el fenómeno de la cognición es emergencia del mismo proceso de selección natural de las especies. Autopoiesis significa, entonces, crear desde sí mismo, dar a luz novedades. Todos los organismos vivos son autopoiésicos y dan de sí mismos emergencias sistémicas de mayor complejidad y una de ellas son las cognoscitivas en gradientes diferentes. Por consiguiente, la cognición no es exclusiva del ser humano. Es común a todos los animales con los cuales estamos emparentados, pero en el humano ha sido la causa de todo su mundo simbólico. El concepto de autopoiesis tiene su correlato en el concepto de "autoorganización" propuesto por la cibernética y desarrollado para los sistemas orgánicos por Heinz von Foerster. Por otra parte, de Ilya Prigogine y el Instituto Santafé acogemos la teoría de las "estructuras disipativas" como fundamento de la "complejidad creciente", en el mismo orden de ideas de los autores anteriormente citados. Vertemos estas teorías científicas a la bioética, con el propósito de fundamentar un humanismo científico.
7."Tal como se muestra ante nosotros, el oikos es la casa viviente de la vida, la vida en forma de casa; el oikos ecuménico se confunde con el universo de la vida: la ecosfera (oikosfera) es la biosfera". Edgar Morin (2002). El método II, La vida de la vida, p. 113. Madrid: Cátedra.
8.Nuestro planeta es un biótopo: espacio embarazado de vida. Es un planeta vivo que da a luz la vida psicoespiritual en cada uno de los seres humanos, constituyéndose en psicótopo.
9.Es importante establecer la diferencia entre "bien" y "valor". Los bienes son realidades objetivas, materiales o simbólicas, es decir, naturales o culturales, que existen fuera del sujeto pensante; por consiguiente, son independientes de las acciones cognitivas y volitivas personales. Anteceden siempre el actuar del sujeto y, por esta precedencia, se les puede considerar como bienes premorales. Citemos algunos: la naturaleza y los recursos biofísicos que la constituyen, la vida, la salud, la sexualidad, la propiedad, el poder, el matrimonio, la familia y el Estado como instituciones simbólicas culturales. Los bienes premorales pueden convertirse en valores morales una vez que formen parte sustantiva de la acción e intencionalidad, como en el caso de la vida humana. Los bienes son objeto de normatividad y de protección legal. Los valores morales tienen siempre como referentes los bienes, no existen independientemente de la praxis humana, responden a intencionalidades de impronta cognitiva y volitiva que impulsan la acción simbólica humana y se encarnan en ella, manifestándose como un carácter o modo virtuoso de ser de la persona. Son valores, por ejemplo: la justicia, la solidaridad, la equidad, la veracidad, la fidelidad, la honradez, la amistad, la generosidad, la compasión... Todos los valores morales responden a preferencias y convicciones individuales, a virtudes personales, a hábitos, a modos dignos de habitar la casa terrenal, a cualidades espirituales que se viven libremente en la cotidianidad y establecen un ethos vital. Por esta razón, los valores morales más que ser normas enseñables académicamente como una ciencia o asignatura escolar, son modelizados por las personas que los viven como opción libre y se convierten en ejemplos para orientar la conducta deseable de las demás personas, en especial en el proceso educativo de socialización. Normalizar los valores morales es algo muy difícil, a la vez que jerarquizarlos, y peor aún darles amparo legal por el derecho. La dignidad humana podría considerarse simultáneamente como el valor y bien moral supremo, que conforman una unidad. Pero la dignidad humana no es un solo valor, sino un conjunto de valores morales referenciados socialmente, todos ellos mediados por preferencias intencionales individuales y colectivas que, de manera sinérgica, dinamizan el proceso de humanización, sin que entre ellos haya conflicto ni contradicciones. Los derechos humanos concretan y defienden el conjunto de bienes y valores que hablan de la dignidad humana. Sobre bienes y valores, Jean-Claude Piguet (1991). Transmission des valeurs. Revue de théologie et de philosophie, 123 (2), 147-158.José Roque Junges (2001). Evento Cristo e ação humana. São Leopoldo: Editora Unisinos, pp. 206-210.
10.En 1885, durante el Congreso Geológico Internacional, un grupo de científicos reunido en Bolonia, Italia, decidió que la era geológica habitada por seres humanos se denominaría "Holoceno". El holoceno inicia cuando concluye el último período glacial, hace 12.000 años, y el hielo desaparece en gran parte de Europa.
11.Se entiende por "Antropoceno": la era en que las fuerzas de las actividades humanas se sobreponen a las fuerzas de la naturaleza. Este término fue discutido en Londres, durante la segunda semana de mayo 2011, en la reunión de la Geological Society, pensando que ya podría darse por concluida la era holoceno, habida cuenta de que el inmenso poder que las tecnociencias les están aportando a las actividades humanas para habitar el planeta y penetrar los secretos del cosmos, ya puede ser comparado con el poder de las fuerzas de la naturaleza.
12."La ecología es la primera ciencia que restaura la naturaleza hasta ahora dislocada y desintegrada por las ciencias". Edgar Morin (2002). El método II, La vida de la vida, p. 117. Madrid: Cátedra. "Efectivamente, en su fundamento la ecología no es solamente la ciencia de las determinaciones e influencias físicas surgidas del biótopo; no es solamente la ciencia de las interacciones entre los diversos e innumerables vivientes que constituyen la biocenosis; es la ciencia de las interacciones combinatorias/organizadoras entre cada uno y todos los constituyentes físicos y vivientes de los ecosistemas". Edgar Morin (2002). El método II, La vida de la vida, p. 34. Madrid: Cátedra.
13.Mark Sagoff (1974). On preserving the natural environment. The Yale Law Journal, 84 (2), 205-267. Mark Sagoff (1988). The economy of the Earth: philosophy, law and the environment, pp. 124-145. Cambridge: Cambridge University Press.
14.Sugiero la lectura del libro de Félix Guattari (2003). Astrês ecologías. Campinas, São Paulo: Papirus. Guattari interrelaciona la ecología social con la ecología mental y con la ecología ambiental, para proponer una ecosofía ético-estética. También sugiero el libro de Stéphane Lupasco (1986). O homem e as suas três éticas. Lisboa: Editions du Rocher.
15.Eugene C. Hargrove (1989). Foundations of environmental ethics. Englewood Cliffs: Prentice Hall. Eugene C. Hargrove (1992). Weak Anthropocentric Intrinsic Value. The Monist, 75 (2), 183-207.
16."El hombre es un animal colgado de una red de significados que él mismo ha tejido. Para mí, la cultura son esas redes y su análisis no debe ser una ciencia experimental en búsqueda de leyes, sino una ciencia interpretativa en búsqueda de significado". Thomas Barfield (ed.) (2000). Diccionario de Antropología. México: Siglo Veintiuno Editores.
17.Afirmaba Aristóteles, en su Etica a Nicómaco (o Nicomaquea): "Todas las actividades humanas tienden hacia un fin. El bien es aquello a lo que las cosas tienden. Algunas acciones tienen un fin inmediato, otras son medios para alcanzar un fin mayor" (Libro I). Así mismo, "que el hombre tiene un fin en sí que no es absorbido totalmente por los fines del Estado". Aquí está la clave de lectura de la ética de Aristóteles: la finalidad del acto humano. Aristóteles muestra que el fin ha de ser específico del hombre, y esto es la contemplación, a la cual ayuda la virtud necesariamente, pues la virtud busca el medio que le da la recta razón del individuo (cf. X, 7). Aristóteles (2001). ética a Nicómaco. Introducción, traducción y notas de José Luis Calvo-Martínez. Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]
18.Albert Einstein (1983). Sobre la teoría de la relatividad, pp. 241-253. Madrid: Ed. Sarpe.
19.Dentro de la cultura se gestan los valores mediante los cuales se valida el comportamiento social, formando así los criterios de verdad y los juicios de valor, partes de las estructuras que permiten entender la práctica social, al ser principios generadores y organizadores de las prácticas y sus representaciones". Pierre Bourdieu (1991). El sentido práctico. Madrid: Taurus Ediciones.
20.Adela Cortina (1998). El mundo de los valores. "ética mínima" y Educación, p. 30. Bogotá: Editorial El Búho.
21."La sociedad, con sus instituciones, valores, conceptos y lengua es sociológicamente anterior a sus miembros particulares, que solo se convierten en hombres a través de la educación o adaptación a una sociedad determinada". Louis Dumont (1987). Ensayos sobre el individualismo: una perspectiva antropológica sobre la ideología moderna, p. 86. Madrid: Alianza Editorial.
22.El hábitat es el lugar donde se desarrollan las especies y las comunidades. Hace referencia más o menos precisa al medio físico en el que una especie se desarrolla.
23."La evolución de una sociedad, que incluye la evolución de su sistema económico, está íntimamente vinculada a los cambios del sistema de valores que está en la base de todas sus manifestaciones. Los valores que rigen la vida de una sociedad son los que determinarán su visión del mundo y de sus instituciones religiosas, sus empresas científicas, su tecnología y sus acuerdos políticos y económicos. Una vez expresados y codificados, los valores y objetivos de la comunidad constituirán la estructura de las percepciones e ideas de la sociedad, y también determinarán las innovaciones y las adaptaciones que esta realice. Como el sistema de valores culturales suele cambiar muchas veces en respuesta a los desafíos ambientales , surgirán nuevos modelos de evolución cultural. Así pues, el estudio de los valores tiene una importancia capital en todas las ciencias sociales: no puede haber ninguna ciencia social que esté desprovista de valores. Los investigadores que consideran 'poco científica' la cuestión de los valores y que creen estar evitándolos están tratando de hacer algo imposible". Fritjof Capra, (1998). El punto crucial. Ciencia, sociedad y cultura naciente, capítulo Callejón sin salida de la economía, pp. 213-268, p. 215. Buenos Aires: Editorial Troquel S.A.
24."El espíritu humano, que solo puede emerger en una cultura, es inconcebible sin el cerebro, que es inconcebible sin inter-retro-poli-computaciones. El conocimiento humano es a la vez cultural, espiritual, cerebral y computante". Edgar Morin (2002). El método III, El conocimiento del conocimiento, p. 227. Madrid: Cátedra.
25.Declaración de México de 1982, que adoptó la definición de cultura de la Conferencia Internacional sobre Políticas culturales de la UNESCO, suscrita por 130 gobiernos, en 1982. Allí se asumió que, "en su sentido más amplio, la cultura puede considerarse como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Además de las letras y de las artes, comprende los modos de vivir, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias". 26 La formación integral, entendida como "una modalidad educativa que procura el desarrollo armónico de todas las dimensiones del individuo" y como un proyecto en el que son copartícipes todos los miembros de la comunidad educativa. Pontificia Universidad Javeriana (1992). Misión y Proyecto Educativo. Numeral 7. Disponible en: http://www.javeriana.edu.co/puj/documentos/proyecto.htm.

Referencias

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