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Cuadernos de Contabilidad

versión impresa ISSN 0123-1472

Cuad. Contab. v.12 n.30 Bogotá ene./jun. 2011

 

Historia de la contaduría pública en Colombia siglo XX: a 20 años de su publicación

Jorge Emiro Pinzón-Pinto1

1Profesor del Departamento de Ciencias Contables de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Correo electrónico: jorge.pinzon@javeriana.edu.co.

Transcripción de Nathalie Donato-Valdés, contadora pública de la Pontificia Universidad Javeriana. Correo electrónico: pinzon.jorge@javeriana.edu.co

Fecha de recepción: 5 de junio de 2011 Fecha de aceptación: 28 de junio de 2011


Para citar este artículo

Pinzón-Pinto, Jorge Emiro (2011). Historia de la contaduría pública en Colombia: siglo XX: a 20 años de su publicación. Entrevista con Humberto Cubides, uno de los autores de este libro clásico. Cuadernos de Contabilidad, 12(30), 369-380.


Entrevista con Humberto Cubides, uno de los autores de este libro clásico

Desde la primera revisión que hice del texto de Humberto Cubides, Alberto Maldonado, Marco Machado, Fernando Visbal y édgar Gracia titulado Historia de la Contaduría Pública en Colombia siglo XX, al preparar el curso de Fundamentos de Investigación Contable, hace ya algún tiempo y con las posteriores lecturas más detenidas para intentar profundizar en el tema, me he encontrado con gratas sorpresas. La primera tiene qué ver con el profesor Cubides, pues había tenido la oportunidad de compartir ideas con él en unas pocas reuniones que por entonces hacíamos en el Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, DIUC; las otras a partir de la misma lectura del libro, pues me ponía en evidencia una serie de datos históricos insospechados por mí hasta el momento acerca del saber contable, de la profesión y de los caminos metodológicos de una investigación cualitativa.

Ahora y después de recorrer el mismo camino de otros tiempos en la sede norte de la Universidad Central, el profesor Cubides me recibe cálidamente como siempre y dispuesto a soportar el amplio cuestionario que llevo preparado. Entonces, la charla no se hace esperar.

Jorge Pinzón: Profesor Cubides, buenas tardes. Profesor, ¿por qué hacer una historia de la contabilidad en Colombia en 1991?
Humberto Cubides: Buenas tardes, profesor Pinzón. Bueno, la idea surgió de la Facultad de Contaduría que en ese momento era la más importante del país y tenía una gran cantidad de estudiantes. La decanatura y la carrera misma tenían la preocupación de saber hasta dónde había una formación adecuada del estudiante y si esa formación difundía componentes éticos, si había un buen reconocimiento del gremio de contadores y del impacto que tenía la contabilidad en el país. Así, surgió la idea de tratar de evaluar estos aspectos, porque se consideraba que la formación del estudiante debería incluir o reconocer esos contextos de la propia profesión y del país.

J.P.: ¿Hasta ese momento no había un estudio más o menos detenido y similar al que ustedes emprendieron en aquella época?
H.C.: No, había una historia muy parcial realizada por la Universidad de Antioquia, pero no incluía todos los ámbitos que se incluyeron en la investigación que nosotros publicamos. Hasta este momento, se hablaba de la profesión en general. En este caso, se incluyen las diferentes miradas de la profesión, las escuelas de Contaduría en Colombia, la formación, la ética y demás.

J.P.: ¿El grupo ya estaba constituido y había adelantado otro tipo de estudios antes de iniciar este trabajo de investigación?
H.C.: Sí, la intención de los miembros del Centro de Investigaciones que venían enseñando en Contaduría era que los propios contadores hicieran este trabajo, pues resultaba natural y obvio que ellos mismos reconocieran su propia formación y su propia carrera y con esta intención se constituyó un equipo de contadores para la investigación. El estudio empezó a tener algunas fallas en el proceso de investigación, por la falta de experiencia de los profesores y la falta de ciertas herramientas metodológicas. Esto hizo que no se consolidaran pronto los avances de investigación. La coordinadora del Centro se dio cuenta entonces de que era necesario disponer de gente que tuviera más desarrollos en la parte de la formación investigativa.

J.P.: En este momento tiene usted una trayectoria reconocida de investigador. ¿Qué otros criterios hacían parte de los perfiles del grupo?
H.C.: La idea era tratar de conformar un equipo que discutiera permanentemente. Los propios contadores tenían un gran interés por reconocer los problemas epistemológicos de la Contaduría y por desentrañar la calidad científica de la disciplina y a ellos les llamaba la atención entrar en discusión con otros profesionales de ciencias sociales. Entonces, la intención era esa: ir constituyendo un grupo, ir adelantando las discusiones de manera que la investigación dejara un equipo básico que continuara otros proyectos de investigación. La dinámica fue esa: compartir los avances, ir leyendo mutuamente, revisar y discutir cada caso de lo que se estaba avanzando.

J.P.: En relación con su trayectoria y con su formación, emprender esta tarea era enfrentarse a un nuevo saber y eso tiene algunas implicaciones.
H.C.: Realmente, yo no tenía ni idea de lo que era la contaduría. En la Universidad había una visión humanista y el decano pensaba que si se integraba alguien del campo de las humanidades en la reflexión sobre la educación, quizás iba a ser más interesante. Eso hizo que el decano integrara a personas que tuvieran alguna experiencia en el campo de la investigación en la educación y hubieran trabajado con la universidad, para que le dieran un aire al grupo.

J.P.: ¿Hubo una buena interlocución entre ustedes, pero seguramente también algunos obstáculos?
H.C.: Sí, claro. Usted sabe que la formación de los contadores en esa época no sé cómo está en este momento- era bastante práctica y consistía en implementar una serie de herramientas; entonces, ellos no tenían una visión en general histórica o problemática de lo que significa la formación; pero sí tenían esas inquietudes de hasta dónde podía llegar una investigación científica de la contabilidad. Ese fue el espacio que nos permitió entrar en relación. Tampoco había una gran distancia, desde el punto de vista del conocimiento histórico. La historia no ha sido una de mis especialidades, pero conocía algo de la historia de la educación y eso nos permitió empezar en la investigación.

J.P.: ¿Cómo se realizó la investigación?
H.C.: Nos dividimos los temas y cada quien implementó su herramienta metodológica. Hacíamos reuniones cada mes para discutir los avances y hacer interlocución. Realmente, cada subproyecto tenía su dinámica propia; teníamos estudiantes que nos estaban apoyando y auxiliares para recoger información, porque para ese caso necesitábamos a toda la Facultad de Contaduría. Hablamos con funcionarios y con algunos docentes; los otros profesores avanzaban en sus proyectos y construían las herramientas que consideraban apropiadas.

J.P.: ¿Estaba claro para los otros participantes que la investigación tenía un enfoque cualitativo?
H.C.: Sí, las áreas que se eligieron implicaban este tipo de metodología. Como era una visión histórica, esto le daba un soporte distinto y propició un riguroso trabajo de documentación en todos los casos.

J.P.: El libro se publicó en 1991 y tenía un prólogo de Jorge Enrique Molina-Marino, rector de la Universidad; uno de María Cristina Laverde-Toscano y otro del profesor Jorge Tua-Pereda. ¿Por qué tres prólogos?
H.C.: El profesor Tua-Pereda es un estudioso espanol que ya había hecho unos trabajos de investigación de la contabilidad social y la Universidad tenía contactos con él y se le pidió que hiciera otro prólogo; entonces, hay dos prólogos, el de él que muestra los problemas de la contaduría y el de María Cristina que señala los intereses por la investigación de Universidad. El escrito del doctor Molina es más bien una nota orientada a ubicar el trabajo realizado en el contexto de las visiones y las políticas de la Universidad Central.

J.P.: Profesor, ¿cuál fue el recibimiento del trabajo en ese momento por parte de la comunidad académica de la contabilidad?
H.C.: Fue muy bueno, sobre todo en la Universidad Central. Recuerdo que hubo un evento importante de lanzamiento; invitamos a otros decanos, gente de la Javeriana, de la Gran Colombia, de otras facultades de Bogotá y estudiantes, además porque ellos colaboraron con la recolección de la información para el estudio y el texto empezó a ser usado abundantemente por las carreras en Bogotá y también en otras ciudades.

J.P.: Esa referencia obligada la llegaron a tener en su momento los estudiantes y profesores de los programas de Contaduría Pública y con el tiempo se convirtió en el texto clásico de consulta que es hasta el día de hoy.
H.C.: Sí, sobre todo para los primeros semestres. A los estudiantes les resulta muy útil saber a qué estaban y están abocados en una profesión de este tipo, porque si bien la contaduría es importante como una herramienta para las empresas, para el Estado y en general para la sociedad, también resulta importante descubrir esos otros elementos constitutivos del saber y la profesión contables que se sugieren en el libro. En verdad, no tenía idea de que aún tiene importancia desde el punto de vista académico.

J.P.: Entrando ya en la Evolución de la capacitación y formación de los contadores públicos, la parte que usted desarrolla, el texto resulta bastante amplio y completo hasta los anos ochenta, es posible que por esta razón algunos aspectos hayan quedado solamente enunciados. ¿Ha pensado desarrollar a mayor profundidad una nueva investigación en alguno de esos aspectos?
H.C.: Sí. Yo siento que el texto quiere enfatizar en la formación y tratar de contextualizar lo que estaba pasando en la profesión. Siempre pensé que el mejor camino era tratar de entender las decisiones y las prácticas de la contaduría en relación con la educación y se hizo un buen esbozo hasta esos anos. Posteriormente, pensé que el grupo que se creó en la Central podía consolidar un trabajo de ese tipo y realizar una actualización 10 años después; pero no fue posible, algunos de los investigadores se desplazaron a otros sitios académicos y no se logró consolidar eso. Yo me dediqué a otras cosas relacionadas con estudios culturales, pero sí creo que vale la pena, porque sigue siendo importante para la profesión, cada vez más importante y porque después se han dado reflexiones científicas en torno a la formación, lo que pudo ameritar la continuidad de ese tipo de estudio.

J.P.: ¿Como un segundo momento para retomar los años 80 y 90 y ver qué está pasando en este siglo?
H.C.: Sí. Además, hay cambios muy importantes como la globalización y las normas internacionales empiezan a imponerse; los cambios en la visión de la contaduría en el país, porque las disciplinas están relacionadas con las decisiones de poder del Estado y sobre todo este tipo de disciplinas que tienen qué ver con el desarrollo económico de Colombia. Con el neoliberalismo y las políticas de globalización, seguramente ese segundo momento de investigación tendría un impacto importante para la contaduría en nuestro país.

J.P.: Se insinúa ya desde antes, en su texto, cómo las decisiones del Estado y de los entes de poder son las que van determinando y abriéndoles camino a la misma profesión y al saber contable, por lo menos en el país.
H.C.: Sí. En el mismo estudio se hizo un análisis de las transnacionales de la contaduría, porque se pensaba que seguían teniendo influencia en las promociones y las decisiones de la contabilidad. Ya se insinuaba una cosa muy fuerte que es evidente en los años posteriores. Valdría la pena saber qué está pasando, porque con la globalización, los estados han perdido mucho protagonismo sobre todo en este tipo de decisiones que tienen qué ver con intereses financieros internacionales.

J.P.: Especificando un tanto más, en relación con las ideas educativas y de la pedagogía, si bien las ideas pedagógicas de la Escuela Activa pueden tener alguna influencia en la educación y formación del contador en el país en ese momento, aún hoy se sigue viendo de una manera bastante crítica la orientación sobre la formación de los contadores públicos, pues se sigue recurriendo a una práctica pedagógica poco reflexionada. ¿Cómo vio usted este fenómeno?
H.C.: El problema se da cuando se entiende la idea de la formación con un concepto de humanismo bastante etéreo; entonces se piensa que se mejora la formación en el momento en que se incluyen materias que tienen qué ver con la sociedad, con lo humanístico y se supone que eso es suficiente. Yo no creo que eso cambie la estructura de la formación, porque justamente la enseñanza humana y científica en una profesión no tiene qué ver con aspectos puramente ilustrados, sino con un estudio más concreto de la relación de lo económico con lo social y lo cultural. Eso es lo que yo trataba de insinuar también cuando hice los cursos de contaduría y de formación en investigación para contadores: mostrarles que quizás si ellos se alejaban un tanto de la práctica técnica y miraban lo social y lo cultural, podrían entender mejor el sentido de sus herramientas.

J.P.: ¿Una contabilidad contextualizada?
H.C.: Sí, pero eso no se agota con simples componentes de materias, sino con una visión más compleja.

J.P.: De todas formas, la influencia de los pedagogos alemanes y de los italianos de comienzos del siglo XX y del movimiento europeo de la Escuela Activa genera nuevas discusiones y transformaciones acá en el país, pero parece que en la contabilidad y en la formación de los contadores eso no se hizo tan evidente.
H.C.: A pesar de que muchas de esas visiones tienen qué ver con disciplinas muy concretas como el comercio, que dieron origen a estos estudios económicos y a la profesión de la contaduría, tuvieron más influencias en las ciencias sociales en general y a las ciencias sociales llegó esa perspectiva de una formación más amplia de la relación pedagógica. En el caso de la contaduría, como hay tantos asuntos técnicos y de herramientas y normas que hay que aplicar, se considera que lo más válido para la formación es que un experto en estas cosas transmita esta información y justamente eso no permite una relación pedagógica, porque se vuelve un asunto de reproducción de información, no de interacción, discusión e interrelación, de abrir el contexto más allá de las herramientas.

J.P.: Además, tampoco se alcanza a hacer una reflexión acerca de la didáctica, es decir, de una didáctica particular de la contabilidad o de las ramas de la contabilidad.
H.C.: Sí, yo creo que ahí tiene mucha incidencia ese asunto no resuelto de la contabilidad: cuál es su especialidad epistemológica. Seguramente si se logra delinear qué tipo de conocimiento es y qué tipo de competencias o habilidades exige, sería posible proponer otras pedagogías distintas. Ese siempre ha sido un reto para los contadores, pero creo que no lo han resuelto y se han ido por discusiones un poco abstractas y desligadas del quehacer y de la educación, desligadas de la relación directa de la formación del estudiante y del docente.

J.P.: Esto parece una tarea aplazada en la formación de los contadores. Yo intento verlo en la actualidad de esa manera también.
H.C.: Sí. Creo que este problema es general para todas las profesiones, las ciencias sociales y la comunicación en Colombia. Conozco la formación en comunicación; justamente los programas tienen qué ver con que, por un lado, van los compromisos educativos y especializados de una profesión y no se presta mucha atención a la relación comunicativa, expresiva y social del estudiante con el docente. Entonces, hay que tratar de ajustar los cambios culturales y comunicativos que se están dando a la educación. Esto es una crisis general de todas las profesiones, no solo de las profesiones técnicas.

J.P.: Hablando de eso, profesor: en su momento, la disyuntiva de la educación superior -y, por supuesto, de la educación contable fue la masificación frente a la calidad. Me estoy refiriendo a los años 60, cuando se dio el fenómeno. ¿Cómo cree que ha repercutido esa discusión en la formación de los profesionales en el país?
H.C.: Hay una preocupación entre los profesionales y las universidades por tratar de cimentar el mercado de profesionales y legitimar la profesión en los ámbitos estatales y empresariales, eso es importante. Pero no se han planteado hasta qué punto una formación más amplia que permita reflexionar sobre cómo los contadores se integran a campos sociales cada vez más complejos o cómo se proponen alternativas técnicas pertinentes al país, podría también ampliar el campo de acción y dar relevancia a la profesión. Eso no ha sido objeto de reflexión en las facultades y en los programas.

J.P.: ¿Las pruebas Saber, la acreditación y todos estos mecanismos que supondrían calidad educativa, se quedan también en una visión pragmática, instrumental y mercantil?
H.C.: Pero es un problema generalizado en las universidades, pues la calidad de la educación y el reconocimiento que se da con estos mecanismos son preocupaciones de las facultades. Pero estas preocupaciones son pragmáticas, en el sentido de disponerse para una competencia adecuada; entonces, las decisiones que se dan son muy superficiales. Por ejemplo, en el caso de investigación, lo importante es fomentar que aparezcan grupos de investigación, pero no tienen claro el sustento, ni en términos de discusión ni en términos de espacio para que se desarrollen sus inquietudes. Entonces, las universidades se adecúan, desde el punto de vista formal a esas reglamentaciones, pero yo no creo que se esté mejorando realmente la calidad de la educación que se está impartiendo. Hay más investigadores pero no hay más investigaciones.

J.P.: Usted también estaba hablando de los mandatos y de los centros de poder.
H.C.: Sí, obedece mucho a la política investigativa del país, que ha tratado de copiar una propuesta jerárquica de organización de los centros de investigación de las producciones investigativas. Esta es una visión totalmente positivista y elitista. Las universidades están intentando adecuarse a eso, sin que haya realmente procesos claros de investigación.

J.P.: En el caso de la Universidad Central, ¿se puede decir que la investigación en contabilidad se sigue ampliando, se ha desarrollado o se ha estancado?
H.C.: Hay estancamiento. En la Facultad de Ciencias Económicas, hay grupos nuevos... dudo que sean grupos interdisciplinarios; no he sabido que haya intereses investigativos que tengan qué ver claramente con la contaduría, cosa que sí había hace más o menos 20 o 15 años, cuando quien dirigía la facultad tenía una visión de la importancia de la contaduría. Es probable que ahora haya en la universidad más investigadores en el área contable y administrativa, pero no creo que haya más investigaciones y menos en estos temas de la contabilidad.

J.P.: Usted es insistente en la participación de distintos saberes en la construcción de conocimiento. ¿La idea sería remarcar la importancia de la interdisciplinariedad en la investigación de la contabilidad, por ejemplo?
H.C.: Sí, en todas las áreas. Incluso, en mis estudios sociales y culturales, tengo la experiencia de que lo que ha desplegado la posibilidad de investigación acá es el hecho de que ha habido gente de distintas visiones y distintas disciplinas y que se está pensando en la construcción de categorías un poco más transversales. Eso podría ser mucho más claro para un tipo de profesiones en las que definitivamente hay relaciones entre lo económico, lo administrativo, lo contable, lo social y lo político.

J.P.: Parece absurdo preguntar, pero... ¿qué riesgos e implicaciones tiene no generar grupos interdisciplinarios, particularmente en la contabilidad?
H.C.: En este momento es cada vez más importante reconocer qué posibilidades tendría el país si hubiera recibido otras propuestas de desarrollo social y económico. Tengo dificultades con la palabra desarrollo, pero la propuesta es que se adecúen a las condiciones políticas sociales, económicas y culturales del país. Obviamente, la solución tiene que pasar por cuestiones económicas y técnicas para el país y en la medida en que no haya discusiones de ese tipo ni grupos interdisciplinarios que ayuden a pensar en esto, difícilmente se pueden construir esas soluciones porque seguimos dependiendo de las técnicas y de las estrategias, de los mecanismos de la contabilidad internacional, sin desconocer que hay parámetros universales, pero también los hay definitivamente para un contexto particular como el nuestro. En ese sentido, puede haber cada vez más contadores, economistas, administradores y otros profesionales que intentan desde su saber comprender los fenómenos económicos, pero si no se están construyendo herramientas que permitan leer las realidades de manera integrada, con el concurso de los diferentes saberes, los resultados de las investigaciones serán bastante precarios e incompletos. Ese es el riesgo que se corre.

J.P.: Profesor, desde hace un tiempo en la investigación y en el debate, en particular de las ciencias sociales, se viene abriendo campo a todas estas visiones decoloniales y de paradigmas emergentes, que resultan muy importantes para nuestro contexto. ¿Qué le dice la posibilidad de pensar ese tipo de planteamientos, de visiones en el campo de la contabilidad?
H.C.: Pues justamente lo que plantean estas visiones es una necesidad de que haya construcciones conceptuales, metodológicas y teóricas propias para que no reproduzcamos el eurocentrismo y el nortecentrismo de la investigación y de la academia, para que no repitamos lo que se produce en otros centros de producción de conocimiento en las diferentes disciplinas. Esas visiones alternativas han venido teniendo un impacto importante en las ciencias sociales y han concientizado a los investigadores de la necesidad de pensar por su propia cuenta, de tratar de construir algunas categorías, de intentar por lo menos articular una serie de hipótesis distintas sobre lo que es la cultura la sociedad en general. En el caso de las ciencias duras, administrativas y económicas, ese eurocentrismo es muy fuerte. No se entiende por qué todas las herramientas tecnológicas y de análisis son producidas por los países desarrollados y nos limitamos a adaptarlas. Así nunca va a haber una contabilidad realmente nacional o una propuesta económica de acuerdo con nuestro desarrollo histórico. Sé que en otros países de Suramérica, en particular en Bolivia, Brasil y Argentina, se está tratando de que estas disciplinas tengan también propuestas distintas. En Colombia, nunca hemos pensado en eso.

J.P.: ¿Ese nunca es un reto o una resignación?
H.C.: Las universidades tienen la gran responsabilidad de pensar en ese sentido. Si bien es importante que haya más profesionales y una buena competencia técnica, también lo es que haya profesionales más críticos, con sentido más social y que sepan pensar en nuestra realidad económica que es bastante distinta a la de otros países.

J.P.: No había pensado en esa idea de competencia y también tiene qué ver con esas visiones pragmáticas y de subordinación. ¿Cómo ve el planteamiento de trabajar los currículos por competencias?
H.C.: Yo tengo muchas resistencias ante ese tema, porque por un lado se trata de jerarquizar las conductas y los conocimientos y por otro, se ve al individuo como alguien que puede ser conducido muy fácilmente por una serie de pasos y de habilidades bajo un ideal de lo que debía ser un individuo formado. La formación humanista tiene qué ver con que los individuos sepan reconocer qué son, no solo como individuos históricos, sino como individuos singulares, que tienen deseos y singularidades propias y que pertenecen a una cultura particular; si ese reconocimiento no se hace, no estamos ante un individuo formado.

Más que la formación de competencias, lo importante es que haya un reconocimiento del sujeto y de lo que es como persona, por sus potencialidades, por su singularidad cultural, por lo que es capaz de hacer, por sus deseos, etc. La formación debe pasar por ahí, por lo que es el individuo. Es muy distinto hablar de competencias y de finalidades que ya están determinadas, como si hubiera un ideal en cada aspecto del desarrollo de las personas.

J.P.: Es la idea de la homogenización de los comportamientos.
H.C.: Claro, porque la idea de las competencias tiene qué ver con que parece que debe haber unos universales. Qué sé yo. Por ejemplo, en las discusiones sobre la formación ciudadana, parece que la ciudadanía ya estuviera definida; parece que los valores y los principios del ciudadano ya están claros y se parte de los universales a los cuales habría que dirigir a todo el mundo. La formación ciudadana o política debe creer básicamente en dar cuenta de la singularidad de cada persona y eso no tiene qué ver con universales.

J.P.: Sí. Al respecto ya se han escuchado bastante críticas acerca de las competencias, de esa visión de formación por competencias y de la evaluación por competencias.
H.C.: Además hay que preguntarse quién construye esos indicadores, esos universales, con qué intereses y para qué tipo de sociedad y de ser humano.

J.P.: Volviendo un poco atrás, ¿alcanza usted a dimensionar en la investigación de hace 20 años, una imagen social de la profesión y del profesional de la contabilidad?
H.C.: En ese momento, sí había gran preocupación por el papel de la contaduría en el país y ya que usa la palabra, por el reconocimiento que debía tener un profesional de ese tipo. Yo siempre creí que los contadores se sentían un poco inferiores respecto a otras profesiones. En ese momento, había una gran preocupación de los gremios y de las facultades por mejorar realmente la formación de los contadores.

J.P.: Veinte años después de publicado el libro, ¿cómo percibe ese trabajo realizado desde la perspectiva metodológica, teórica y cultural?
H.C.: Bueno, yo hablaría de mi trabajo: seguramente, me aventuraría a plantear tesis cualitativas y a estudiar un poco más de economía y de normas. En general, creo que fue un buen trabajo. Pero leyéndome ahora, siento algunas dificultades. Para mí, Historia de la contaduría pública en Colombia siglo XX fue una apertura mental respecto de cómo enlazar los problemas educativos con otros problemas. Ahora que usted me lo pregunta, pues no lo había contemplado, creo que el hecho de pensar en la relación entre comunicación, investigación, educación debe tener qué ver con eso. Al investigar el problema de la formación de los contadores, entendí que la educación está ligada a otros procesos importantes de los que hay que dar cuenta.

J.P.: De hecho, usted tiene un reconocimiento bien ganado en esa referencia de la historia de la contabilidad, particularmente de la educación.
H.C.: Al menos por ausencia de otros trabajos similares, sigue existiendo ese reconocimiento. Veinte años después, vale la pena que haya otros estudios y que se supere esa primera elaboración que tiene importancia, porque seguramente no es suficiente para el momento actual.

J.P.: Esa es la aspiración honesta y ética de un investigador: que con el tiempo su trabajo sea superado.
H.C.: Sí. Algunas corrientes filosóficas muestran la gran complejidad que los seres humanos tenemos para comprender en toda su dimensión las realidades. él está refiriéndose justamente a que los investigadores, cuando creen entender algo, creen tener asentadas las bases de la comprensión del problema y después se dan cuenta de que no saben nada, que tienen que volver a la nada. Yo creo que este estudio fue un cuento chiquitico y seguramente tendrá que ser superado.

J.P.: Hay algo importante: si no se trabaja así, seguramente está uno más proclive a cometer errores.
H.C.: Eso tiene sentido. Hay que estimular a los estudiantes para que piensen más detenidamente las realidades en que se mueven los saberes de su disciplina, para que amplíen sus visiones en los diferentes tópicos de sus estudios y para que entiendan lo que están haciendo en sus profesiones.

J.P.: Profesor, aunque ya lo había insinuado quiero preguntarle: ¿qué pasó con el grupo de estudio de aquel entonces?
H.C.: Infortunadamente, tal vez por problemas de financiación de las universidades, en este caso de la Central, o porque no hubo una motivación especial desde la carrera de Contaduría Pública, el grupo empezó a desdibujarse. El grupo de contadores que había quedado allí y tenía muy buenas bases para continuar la tarea de investigación, empezó a desdibujarse. De todas maneras, ellos alcanzaron cierto reconocimiento nacional y fueron recibiendo ofertas de otras universidades; los dos o tres investigadores que quedaban de base allí terminaron en otras universidades y no fueron reemplazados por otros. No reconozco que hayan continuado trabajando en la misma línea en otras universidades y que yo sepa no han producido nuevos proyectos de investigación. Hasta ahí llegó la historia del grupo.

J.P.: Profesor, por último, ¿cómo percibe en un futuro inmediato la Educación Superior y en particular la formación de los contadores en el país?
H.C.: Cada vez lo veo más complicado, por lo que hablábamos. Aunque se pretende minimizar la idea de crisis, las universidades continúan viviendo su crisis, porque si bien cada vez hay más competencia y más exigencia del Estado justamente con las pruebas, la acreditación de calidad y demás, la contaduría se ha convertido en una carrera para la competencia del mercado con la influencia de las ideas y los modelos externos; ahora es una carrera de cosas externas que realmente no obedecen a la idea de formación que tal vez requerimos para superar nuestros problemas. Quizás ahora hay más estudios de posgrado, quizás hay más grupos de investigación, quizás se publique mucho más, pero yo dudo mucho de la calidad de lo que se está haciendo y pienso que equipos de investigación importantes se están desdibujando para dar cuenta de indicadores de altos niveles que exige el Estado pero no tienen qué ver con procesos reales de producción científica y producción académica. Las universidades están adecuando su calidad cada vez más a una medida neoliberal ajustada a los patrones del modelo de libre mercado y de un mundo neoliberal. También veo que algunos investigadores y algunos profesores jóvenes empiezan a tener una afinidad más fuerte por caminos alternativos al neoliberal, con fuertes críticas a ese modelo de desarrollo y a ese modelo de educación. Entonces son las dos cosas: en el proceso general, no se detecta claridad hacia dónde se dirige y da muchos tumbos; pero al mismo tiempo veo alguna gente joven interesada con gran capacidad crítica e imaginación que quizás pueda mostrar otro panorama de la situación educativa y de formación para los contadores en el país.

J.P.: En ese sentido, ¿logra usted distinguir ciertas diferencias entre lo público y lo privado y, por supuesto, en la tarea propia de las universidades?
H.C.: No podría ir hasta allá. Me ha sorprendido ver que hay divisiones muy profundas en las universidades públicas de mucho reconocimiento y muy importantes, entre los investigadores en Ciencias Sociales en particular. Estas universidades se han adaptado a un discurso muy convencional; a veces, las universidades más pequeñas y con menos trayectoria están siendo más novedosas.

J.P.: ¿Se animaría a estas alturas a hacer una segunda versión de la investigación?
H.C.: Quizás directamente no. Pero sí me gustaría ayudar; coordinar o asesorar un equipo de estudio sería interesante, con gente joven, con estudiantes. No creo que tanto como entrar en el terreno de combate, no, pero aportar algo más de filosofía. Los contactos pueden ayudar a hacer esas cosas.

J.P.: Profesor, muchas gracias por su tiempo y esperamos encontrarlo nuevamente investigando sobre estos temas, tal vez en esa segunda parte de la Historia de la contaduría pública en Colombia.
H.C.: Muchas gracias a usted, porque me sorprende mucho que haya gente que aún recuerda esos estudios, que el libro tenga aún cierta relevancia y eso también le da sentido a lo que uno hace.

Finalizada la conversación, me queda la sensación de tener una tarea que el profesor Cubides ha insinuado: continuar con el estudio que él y sus compañeros de aventura emprendieron hace veinte años. Lo cierto es que desde aquel tiempo hasta hoy, el saber contable y la contaduría han continuado desarrollándose y hay bastante qué contar, la tarea está ahí esperando a que nos animemos.


Referencias

Cubides, Humberto; Maldonado, Alberto; Machado, Marco; Visbal, Fernando & Gracia, édgar (1991). Historia de la contaduría pública en Colombia: siglo XX. Bogotá: Universidad Central, Departamento de Investigación.        [ Links ]

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