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Cuadernos de Contabilidad
Print version ISSN 0123-1472
Cuad. Contab. vol.14 no.34 Bogotá Jan./June 2013
Editorial
En memoria del maestro Guillermo Hoyos-Vásquez
In memory of Professor Guillermo Hoyos-Vásquez
In memoriam do mestre Guillermo Hoyos-Vásquez
En los primeros días de enero de 2013, murió el maestro Guillermo Hoyos-Vásquez, a quien había tenido la oportunidad de conocer por sus lecturas y conferencias hace varios años y de quien tuve la fortuna de ser su estudiante en el doctorado de Ciencias Sociales y Humanas durante 2012 en especial. Antes y después de su muerte, he podido asistir a diversas distinciones y homenajes que se le han hecho y en cada uno de ellos, comprendo que todos los que tuvimos la suerte de trabajar académicamente con él, tenemos el deber moral de explicitar sus enseñanzas como una forma de perpetuar su memoria y de contribuir a que el pensamiento del maestro Hoyos no desaparezca de las aulas de clase ni de los espacios de las publicaciones académicas.
Quisiera entonces explicitar algunas enseñanzas que el maestro Hoyos ha dejado en mí y espero que —al divulgarlas— ayuden a configurar y transformar el pensamiento de varios de los posibles autores de nuestra revista.
Las conversaciones que pude sostener con el maestro Hoyos tuvieron qué ver en primer lugar con su asesoría de mi tesis doctoral que para la época de redactar este editorial (febrero de 2013) se titula Información contable para la democracia. Contabilidad empresarial para la internacionalización en beneficio de la sociedad. Esa dimensión responde en parte a las interesantes relaciones que se plantearon en nuestras conversaciones sobre el estrecho vínculo que debe haber entre contabilidad y economía política.
Pese a una preeminencia del mensaje instrumental y operativo de lo contable, ligado a desarrollos normativos, discutimos mucho acerca de cómo en la dinámica del capitalismo global actual y su mirada financiarizada, la contabilidad juega un papel fundamental para hacerlo operativo. Pero al mismo tiempo que, trabajando más a fondo miradas diversas del "nuevo" capitalismo, podían derivarse y construirse papeles de lo contable para la sociedad y no solo para la empresa.
Fue más sencillo dar el paso desde estos vínculos entre economía política, capitalismo y contabilidad hacia una dimensión política. Y en consecuencia llegar a dos autores que en la práctica son el soporte conceptual de mi actual trabajo de investigación. Me refiero a los diálogos y controversias de filosofía política que por años han sostenido Jürgen Habermas y John Rawls.
Del filósofo alemán, he tenido la oportunidad de apenas ir introduciéndome en la teoría de la acción comunicativa y en sus más recientes pronunciamientos sobre democracia deliberativa. Como le oí decir a la profesora Ángela Calvo en dos seminarios de clase y en uno de los significativos y emotivos homenajes póstumos, "él no fue un intérprete de Habermas, sino que él realmente tuvo un pensamiento original a partir de Habermas, potenció toda su teoría comunicacional, mejoró todos sus conceptos y sobre todo realizó en la vida el ideal habermasiano del intelectual público" (Hoy en la Javeriana, 1284, enero-febrero de 2013, p. 17).
Sin duda, una de las principales lecciones aprendidas de las explicaciones del maestro Hoyos sobre la teoría de la acción comunicativa, no solo tuvo qué ver con comprender lo limitado de la racionalidad weberiana que ha impregnado la "lógica natural" de disciplinas como la contabilidad y el management, sino con comprender la necesidad de orientar la acción social, al entendimiento de actores socioeconómicos plenamente informados y en capacidad de un diálogo y construcción en beneficio de todos.
Estas discusiones áridas y densas sobre el actuar comunicacional, tomaban otra dinámica y brillo cuando el maestro Hoyos "aplicaba" su contenido en las realidades sociales y económicas concretas que el modelo económico actual produce en nuestro entorno. Los que tuvimos la oportunidad de ser sus estudiantes conocimos de primera mano su agudeza para cuestionar los acontecimientos del día a día, pero desde un entendimiento amplio y complejo de la sociedad y del necesario proceso colectivo para un entendimiento amplio de la sociedad y en defensa de la mayoría.
Pero al tiempo que conocí su agudeza política desde el actuar comunicacional, comprendí su necesario deber moral de escuchar a los demás y tratar de comprender el origen de sus raciocinios. Pese a su facilidad de cuestionamiento, cuando tuve la oportunidad de estudiar con su orientación y de la profesora Ángela Calvo el texto de Liberalismo Político, de John Rawls, comprendí un profundo sentido democrático y de respeto por el otro que involucraba las concepciones políticas y también las precisiones académicas y conceptuales logradas en el seminario.
Como a todo gran maestro, al profesor Hoyos siempre le reconocí su habilidad para construir a partir de los argumentos que los estudiantes del seminario exponíamos. De la manera más afectuosa y firme, nos alentaba, rebatía, cuestionaba, interrogaba, pero al final, nos daba las herramientas para pensar. Nunca, incluso en los casos más extremos, expuso descalificaciones sobre los argumentos expuestos, pero al mismo tiempo siempre, encontró la manera de confrontarnos con nuestro propio pensamiento.
Siempre, después de unas de sus frases más recurrentes, "no los quiero aburrir con la filosofía", nos enseñaba a pensar, a ver lo que veníamos trabajando durante meses y años de manera diferente y sobre todo, enseñándonos el deber moral de pensarlo en defensa de la mayoría de los excluidos de este país.
Finalmente, no quiero dejar pasar la oportunidad de exponer el papel que el profesor Hoyos tuvo para la Universidad, su docencia y su investigación. Como siempre lo hizo en los eventos públicos, el pensamiento del maestro Hoyos se replicaba y ampliaba tal cual en los salones de clase. La Universidad y la docencia debían ser por su propia naturaleza política. La Universidad debe ser crítica de la realidad económica, social y política, si quiere mantener su rol de cuestionar la realidad y mantenerse como conciencia de la sociedad.
Pero además debe hacerlo no por la academia o el conocimiento en sí mismo. Debe hacerlo por su necesaria capacidad de poner al servicio de la sociedad —no solo del sector productivo—, su conocimiento y capacidad de reflexión trascendental.
Por todo ello, el maestro Hoyos —como los cada vez más escasos maestros universitarios— ha sembrado en mí semillas que espero cultivar y fortalecer a lo largo de la vida. Por lo enseñado, por lo vivido, por la forma en que lo enseñó, por sus discusiones "a brazo partido" y por muchas más cosas, solo puedo agradecer al maestro Hoyos.
Desde mi modesta tribuna y espacio vital, lo mantendré siempre en mi cabeza, en mi corazón y en mis ideas. Gracias, maestro.
Gabriel Rueda-Delgado
Editor