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Persona y Bioética

versão impressa ISSN 0123-3122

pers.bioét. vol.10 no.2 Chia jul./dez. 2006

 


EDITORIAL

LA BIOÉTICA Y SU RESPONSABILIDAD CON LA INFANCIA



La sociedad actual requiere abordar con mayor responsabilidad y solidaridad los complejos problemas de la infancia y de la adolescencia, que vulneran la dignidad humana de esta franja de población y ponen en juego la estructura y futuro de la sociedad. Con una infancia vulnerada, agobiada por la incomprensión, el olvido y la desesperanza, difícilmente podremos esperar que ella crezca hacia la perfectibilidad humana, y no se convierta también en verdugo de sus otros congéneres. La reflexión bioética, en este sentido, ha logrado reconocer y delimitar los problemas, pero no puede quedarse simplemente en la descripción: requiere que la misma posibilite la búsqueda de soluciones y genere programas y acciones que contrarresten las actuales tendencias. Si no es así, la bioética pierde a su vez su propia esencia y razón de ser. Es necesario, a través de un compromiso más allá de acuerdos, voluntades, convenciones, tratados, cartas constitucionales, legislaciones nacionales y supranacionales, que nos esforcemos por desarrollar e implementar acciones que verdaderamente permitan evitar las prácticas de abandono, rechazo, maltrato y violencia, a las que las generaciones actuales están siendo sometidas.

Nuestros niños y niñas, desde antes de nacer, se encuentran rechazados, no se les reconoce su identidad como personas y su dignidad, se les niega el derecho mismo a nacer. Se parte de una visión de hombre que, contraria a los hechos científicos, desconoce a un individuo de la especie humana desde la misma concepción. Se maneja al antojo su derecho a vivir, porque se discrimina desde antes de nacer ante la más mínima sospecha de alteración, que no garantice una normalidad, lo cual pone en evidencia que estamos ante una sociedad intolerante a la enfermedad, a la discapacidad. Se hace daño al otro y se da prioridad a situaciones socioeconómicas, poniendo estas por encima del valor de una vida. Se cae en la falacia de encontrar, por ejemplo, en el aborto, la gran solución a los problemas de salud, como un hecho individual que asume la mujer, desconociendo el derecho a la vida del otro.

El panorama no es más alentador de ahí en adelante, hay inequidad en su atención en salud, los problemas son abismales y con diferentes matices, de acuerdo con el grado de desarrollo de los países. La globalización hizo evidentes los problemas, pero no ha posibilitado la búsqueda de soluciones equitativas para enfermedades que pueden ser prevenibles. Hay hambre, malnutrición, enfermedades no tratadas, pandemia del sida en la infancia, muertes por enfermedades controlables y desidia ante enfermedades de alto costo, como el cáncer, que pudieran ser tratadas y curadas. Las políticas en salud son mínimas e insuficientes, se quedan la mayoría de las veces en el papel. No hay solidaridad real de lo países, ni en su interior, ni entre ellos. A la hora de confrontar resultados, los programas y políticas de salud para la infancia resultan subóptimos.

Es alarmante que se llegue a ver con beneplácito, y como solución a muchos de estos problemas, la caída que evite afrontar los problemas propios que suscita la atención a la infancia. Un patrón de razonamiento que se repite en la sociedad en muchos otros aspectos: si no existe la persona, o si se elimina, no existe el problema, y estos planteamientos se enmarcan con claridad dentro de los nuevos cánones de una sociedad marcadamente pragmática y utilitarista.

En la búsqueda de soluciones, la bioética puede, y debe, dar luces en la reflexión a los problemas que atañen a la infancia, en campos como la equidad en políticas de salud, que refuercen programas de atención primaria, de promoción y de prevención. Lograr una distribución con equidad de los recursos escasos, desde un concepto global que lleve verdaderamente a la solidaridad de los países y que no se quede en acuerdos, convenios y protocolos, que se usan de un lado y otro, a veces en detrimento de los mismos derechos de los niños, niñas y adolescentes.

La problemática en salud se ve agravada para una gran parte de niños, niñas y adolescentes, sometidos a la violencia intrafamiliar, las conductas agresivas, el maltrato físico, psicológico y espiritual, el abuso sexual, el secuestro, la coartación de su libertad, la falta de afecto, la discriminación, la mutilación por los efectos de la guerra, a la cual a su vez los incorporan. Son niños, niñas y adolescentes desprotegidos, para los que en muchas ocasiones no hay afecto ni tiempo, quienes pierden las ilusiones propias de su edad. Son niños y niñas de la comunidad global, que todo lo experimentan: incursionan en la droga, el alcohol, el tabaco. Son niños y niñas explotados económicamente, inducidos a la prostitución, objetos de una sociedad que en la realidad los ha abandonado a su deriva, pues los esfuerzos que hace la familia, la sociedad actual y los estados son precarios, y parece más que son sujetos de derecho, pero en el papel.

No se pueden desconocer los caminos recorridos, las iniciativas y programas para abordar la problemática de la infancia responsablemente; sin embargo, ellos son insuficientes. La sociedad y el Estado se vuelcan ante los sucesos atroces que de vez en cuando se ponen en evidencia, pero un Estado no se construye solo apagando incendios. El Estado se debe a su sociedad, sin la cual no existiera. Es necesaria una biopolítica que de cuenta del respeto por la vida humana, por esos niños, niñas y adolescentes que son el presente y el futuro de la sociedad.

Es indispensable afinar las políticas y los programas para la infancia, pero también es urgente la preparación y el acogimiento de los niños, de las niñas y de los adolescentes para que participen de forma responsable y solidaria en la construcción de sus sociedades. Es necesario que ellos se formen, para que su actuar no sea el efecto de unos verdugos, que continuarán con las mismas prácticas, sino de personas solidarias con sus otros congéneres, con la sociedad y con el medio ambiente en el que viven.

¿Cuál es la responsabilidad que nos atañe, frente a la infancia y la adolescencia, como formadores, como integrantes de una sociedad y de núcleos familiares? Debemos esforzarnos por mejorar e implementar estrategias educativas y pedagógicas en este sentido, pero para ello debemos ser formadores de formadores. La bioética tiene un campo de acción por desarrollar en profundidad y responder a esa necesidad.

Los planeamientos curriculares actuales dejan entrever esa posibilidad de inclusión de la bioética en la educación, cuando se habla de la necesidad de formar en valores, en un mayor compromiso y responsabilidad hacia la persona misma, hacia los otros, hacia todos los seres vivos. Podríamos decir que la bioética es una ciencia joven, pero a su vez una ciencia de siempre, que en el momento reflexiona sobre sí misma y busca caminos de acción que realmente posibiliten un mejor panorama para nuestras sociedades. El educativo es un campo expedito de trabajo, una luz en el camino para abordar responsable y solidariamente los problemas de la infancia, que no dan espera y no pueden seguir siendo abordados ante situaciones de choque.

No solo podemos reflexionar y medio actuar, cuando nos enteramos de la persona del violador de turno y pedimos el escarnio público para él, o que por lo mismo se atente contra su propia vida, cuando vemos las imágenes del hambre en otros países como si en la esquina nuestra no existiera la misma situación, o cuando hablamos de la mortandad ocasionada en la infancia por el sida, como si tampoco tocara a nuestra puerta.

Persona y Bioética, en este número, intenta aproximarse a la problemática de la infancia y de la adolescencia. Nuestros autores delimitan los problemas y a su vez nos ofrecen diferentes y alentadores propuestas para realmente trabajar con ellos, ayudándoles a ser también copartícipes de la construcción de unas sociedades que recuperen la esperanza, la capacidad de asombro, el respeto al otro, y puedan permitirnos encontrar la perfectibilidad y la felicidad de cada uno.

Igualmente, comienza con una importante reflexión en torno a los trasplantes de órganos, un tema inacabado, que amerita nuevas relecturas desde una fina discusión bioética.

Persona y Bioética se complace en compartir con todos sus lectores el haber alcanzado diez años de permanencia en el medio, en un trabajo académico que se ha ido consolidando a través del tiempo, con el gran esfuerzo que requiere una publicación científica. Persona y Bioética es consciente de que ha podido perseverar por: la receptividad y estímulo de nuestros lectores; la confianza que han depositado nuestros autores, muchos de ellos de nacionalidades diferentes a las del país en que se edita la revista, para transmitir a través de Persona y Bioética el fruto de sus reflexiones, que conlleva una labor investigativa y académica de gran valor y repercusión para la sociedad; el trabajo de todos y cada uno de los miembros de los comités Editorial y Científico, de los pares académicos evaluadores, y de todas las personas que intervienen en lo que es el complejo proceso editorial. A todos y cada uno, Persona y Bioética les rinde un tributo de gratitud y reconocimiento.

En la actualidad, Persona y Bioética ha alcanzado un reconocimiento importante, al ser aceptada y estar en proceso de inclusión en los sistemas de indización internacionales Lilacs y Clase. Se someterá a su vez a la evaluación de la base Publindex.

Persona y Bioética continúa esforzándose por alcanzar una solidez que le permita no solo la permanencia en el tiempo, sino lo que le es propio de su misión. En ese sentido, me es grato informar que a partir del próximo número la dirección científica y editorial estará a cargo del doctor Gilberto Gamboa Bernal, médico cirujano, especialista y magíster en Bioética, miembro del Departamento de Bioética, de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana, en quien se augura una labor fructífera para Persona y Bioética.

Como Editora, deseo reiterar mis más sentidos agradecimientos a todos y cada uno de los lectores, autores, pares académicos evaluadores, miembros de los comités Editorial y Científico, y a todos los que han contribuido al desarrollo de Persona y Bioética y me han acompañado durante los últimos siete años en esta labor, que ha requerido mucho esfuerzo, pero que ha sido más que satisfactoria. Los invito a continuar respaldando Persona y Bioética, y a considerar esta su publicación, a la que esperamos contribuyan con la divulgación de sus valiosos productos académicos e investigativos.

María Helena Restrepo R.
mariah.restrepo@unisabana.edu.co


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