SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.11 número1SUSTAINABLE DEVELOPMENT AND THE FAMILY índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Persona y Bioética

versão impressa ISSN 0123-3122

pers.bioét. vol.11 no.1 Chia jan./jun. 2007

 


EDITORIAL

POBLACIÓN,VIDA Y DESARROLLO:
IGUALES PROBLEMAS, DISTINTAS DENOMINACIONES



Los cambios de calendario relacionados con números redondos han supuesto, para la historia de la humanidad y de las personas que son sus protagonistas, reacciones especiales y un tanto curiosas. Piénsese, por ejemplo, en el reciente cambio de milenio. Muchas teorías centenarias -y que el paso de los años solo ha enterrado parcialmente- vuelven a resurgir, con una resurrección que además tiene unas determinadas características: visos apocalípticos, contenidos escatológicos, carácter cíclico de la historia, pesimismo y decepción, incertidumbre y sospecha.

Desde las antiguas civilizaciones mesopotámica, egipcia, persa y, también, judía, el carácter temporal de la vida humana tiene una influencia insoslayable en la interpretación de la vida del mundo y de la vida del hombre sobre la tierra. Es frecuente que esa apreciación no se pueda desprender de la perspectiva fatalista desde la que se enmarca con frecuencia esa condición natural de la vida del hombre y el mundo: su finitud. El contexto del cambio de milenio que nos ha tocado vivir tiene también unas características propias, que de manera imperceptible podrían participar de esa visión milenarista. No es extraño que en tiempos de brete este fenómeno se presente, y la nuestra es una época de crisis que tiene unas coordenadas muy claras y precisas: multiculturalismo, globalización y apertura, postmodernidad.

De la misma manera que algunos historiadores sostienen que el siglo XIX comenzó con la toma de La Bastilla en 1789 y termino en 1914 con el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando y su esposa, para otros autores [1] el cambio de milenio empezó en 1989 con los sucesos que culminaron simbólicamente en la caída del muro de Berlín; un muro levantado por el odio y el afán de exclusión, por la pretensión eugenésica y la supuesta superioridad racial que justificaba la xenofobia. Sin embargo, también se podría afirmar que ese inicio está unos años atrás, en 1978, y que solo con la perspectiva del tiempo la historia logrará identificarlo: cuando un hombre que procedía de Europa oriental, de una Polonia centenariamente disputada y maltratada, anima desde Roma a la humanidad entera a no tener miedo1.

Tal vez las causas que llevaron a esos acontecimientos y a la construcción de ese triste monumento sean las consecuencias de todo un proceso que se conoció como Modernidad, en el que se pretendió imponer la razón como patrón inapelable, capaz de cambiar y subvertir un orden probado y de ofrecer una emancipación de ideas, doctrinas y tradiciones para ser reemplazadas por ideologías marcadas por la Ilustración y el racionalismo; por nuevas teorías filosóficas y políticas que privilegiaron el proceso histórico, desconociendo las bases de la historia misma.

Pero la Modernidad entró en crisis y el supuesto objetivo de transformar al mundo casi termina en su aniquilación. Sin embargo, aunque las cosas hayan cambiado, aún se mantienen algunas ideas que recobran nuevos bríos con ocasión de sucesos tan naturales como los cambios en el calendario. Este contexto actual participa todavía en gran medida de aquellas ideas que campearon en la Modernidad y no parecen querer dejarse por los avances que se supone aporta la postmodernidad. Ejemplos de la anterior afirmación se muestran en el clima de relativismo y permisividad, de consumismo y escepticismo que marcan el inicio del siglo XXI.

Son muy llamativos los ejes temáticos que algunos organismos internacionales vienen trabajando, pero más llamativos son los cambios poco aparentes que se han venido produciendo en esos mismos ejes. Antes, las coordenadas estaban determinadas por el crecimiento de la población, la pobreza, el desarrollo, la protección del medio ambiente y los derechos de la mujer [3]. Ahora, los Objetivos de Desarrollo del Milenio apuntan a la erradicación de la pobreza extrema y el hambre; a lograr la enseñanza primaria universal; a promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; a reducir la mortalidad infantil; a mejorar la salud materna; a combatir el VIH/sida, el paludismo y otras enfermedades; a garantizar la sostenibilidad; y a fomentar una asociación mundial para el desarrollo [4].

Cuando, hace poco menos de cien años, Europa estaba exhausta luego de los hechos que la azotaron durante la Primera Guerra Mundial, con las vías comerciales rotas y la pobreza como un fenómeno general, empezó a cobrar fuerza la sospecha de que se estaba viviendo en un paraíso artificial construido por el racionalismo. Hace 50 años, cuando recién se salía de la segunda conflagración, el mundo se hizo más sensible a alejar el fantasma de la guerra procurando un mayor bienestar para los pueblos. Pero como ese bienestar empezó a correr el peligro de ser menor, pues la población empezó a incrementarse aceleradamente, sobre todo en Asia, África y América Latina, por efecto, entre otras cosas, del vertiginoso descenso de las tasas de mortalidad, lo "lógico" sería frenar su crecimiento. Y buena parte de los esfuerzos del mundo tomaron ese derrotero: limitar la población, principalmente en los países del Tercer Mundo. Parecería que esa opción fue tomada sin considerar con detenimiento todas sus consecuencias.

No eran ideas nuevas las que pretendían soportar ese freno a la población. Ya desde el siglo XVIII se venía planteando que la población crece a un ritmo geométrico, mientras que los recursos lo hacen siguiendo un ritmo aritmético, y por tanto se veía como necesario limitar los nacimientos. Sin embargo, algunos efectos de la revolución industrial mostraron parte de la fragilidad de esos planeamientos: con la ayuda de la industria -hoy, además, con la tecnología-, tal crecimiento de los recursos ha dejado de ser aritmético.

Parecería que los temas de natalidad han dejado de ser prioridad en las agendas de los organismos multilaterales, cosa aparentemente lógica con las repetidas comprobaciones que a lo largo y ancho del mundo se han venido dando en términos de envejecimiento de la población, de disminución de los índices de natalidad y del fracaso a largo plazo de las políticas para conseguir esos objetivos, habida cuenta de sus consecuencias no deseables. Pero, lejos de dejar de ser prioridad, los cambios que en materia de población se han venido realizando cobran especial importancia, aunque sus acciones hayan dejado de ser frontales, para pasar a infiltrarse subrepticiamente en las mentes y las decisiones de muchos, quienes no han podido ahuyentar el fantasma de la mal llamada "explosión demográfica".

Esos cambios y sus efectos no pueden ser opacados o dejados de lado por nuevas tendencias, varias de ellas desorientadoras. Una de esas propensiones es la renovada fuerza que cobra la preocupación por el ecosistema. Ahora los peligros catastróficos corren por cuenta del calentamiento global, la contaminación, la destrucción de la capa de ozono, el envenenamiento químico, el agotamiento de las reservas... El 4 de mayo pasado, desde Bangkok, se dio a la luz pública el tercer informe sobre las estrategias para el manejo del calentamiento global. El Grupo Intergubernamental de las Naciones Unidas que se reunió en la capital tailandesa luego de celebrar el Día de la Tierra dejó de lado algunas de las conclusiones contenidas en sus dos informes anteriores (de febrero y abril) sobre los efectos apocalípticos de los cambios climáticos y particularmente sobre el calentamiento global. En los dos informes previos se había alertado al mundo acerca de la desaparición de especies y del agua dulce así como del deshielo de buena parte del Polo Sur, entre otras nefastas consecuencias, antes del final del siglo XXI [5].

El documento adoptado en la reunión establece lineamientos para que los gobiernos, las industrias y la población en general puedan reducir el consumo de energía proveniente de la quema de combustibles fósiles, a pesar del constante crecimiento de la economía y población mundiales.

Richard Kinley, secretario ejecutivo adjunto del panel destacó que se trata del tercer informe sobre el tema "y detalla lo que se puede hacer para afrontar el cambio climático. El documento establece claramente que hay soluciones disponibles ahora y que necesitamos comenzar a movernos de una manera más agresiva para ponerlas en marcha [6]".

No parece posible correlacionar estas declaraciones con aquellas otras contenidas en An inconvenient truth, donde tanto en el documental como en el reciente libro[7] se presentan los resultados obtenidos después de un "intenso trabajo de recopilación de datos y de síntesis de conclusiones que Al Gore ha realizado en múltiples conferencias a lo largo de los últimos años", con las que pretende "concienciar al público sobre el peligro del cambio climático" [8] para comunicar la zozobra que implica descuidar tema tan crítico.

Sin restar la importancia y el impacto que estas temáticas tienen -y que son también materia de estudio para la Bioética [9]-, es necesario prestar atención al hecho de que esas ideas sobre natalidad permanecen unas veces larvadas y otras manifiestas en las recomendaciones que hacen organismos multilaterales a países subdesarrollados o en vías de desarrollo, y muchas veces son trivializadas frente a los nuevos retos que debe encarar la humanidad.

La Universidad de La Sabana no es ajena a estos cambios y siguiendo la tarea inscrita en su PEI de "búsqueda, descubrimiento, comunicación y conservación de la verdad" [10] ha organizado para el segundo semestre de 2007 el Simposio Internacional Población, Vida y Desarrollo, con el que se pretende mostrar el estado actual de la discusión y de las políticas que relacionan población y desarrollo, así como algunas de sus implicaciones, para plantear criterios técnicos, éticos y políticos en diferentes esferas académicas, sociales y gubernamentales.

La revista Persona y Bioética se suma a esta iniciativa y da cabida en sus páginas a Alban D'Entremont, uno de los expertos internacionales que asistirá a este evento, quien sostiene en su artículo "Sustainable Development and the Family" que las sociedades humanas deben adecuar su desarrollo, principalmente el demográfico, a los recursos disponibles, respetando el equilibrio ecológico y la diversidad biológica del planeta, de tal manera que parte de la herencia para las futuras generaciones sea un desarrollo sostenible racionalmente concebido y ejecutado. Para garantizar un buen concepto de desarrollo sostenible -pues no se puede desconocer que hay posturas donde este es compatible con una regulación natal ilegítima y además soportado por ella- es necesario detenerse sobre todo en la dimensión esencialmente humanan de ese desarrollo, antes que centrarse prioritariamente en los indicadores económicos.

Un verdadero concepto de desarrollo sostenible no puede excluir el procurar los más altos niveles de desarrollo personal, social y cultural, para luego pasar a contemplar también el desarrollo económico. Este itinerario ha de iniciarse desde la base natural de la sociedad, que es la familia. En este ámbito, la persona humana puede empezar a reconocer no solo su dignidad, sino también su responsabilidad frente a la vida y al mundo, que se traducirá en actitudes y pautas de acción capaces de rescatar y fortalecer la esencia natural de la familia y, con una familia personalizada, construir una sociedad personalizadora.

Para una cabal comprensión de esa interacción entre persona humana y ecosistema, son muy valiosas las reflexiones que establecen una comparación entre los hombres y los animales. Es así como el artículo del Dr. Juan Fernando Sellés aporta muchas luces para entender esas relaciones que siguen unas jerarquías naturales.

Otra de las características del período postmoderno es el desarrollo sin precedentes de la actividad científica e investigativa en terrenos antes completamente clausurados por las limitaciones no solo técnicas, sino también éticas: las técnicas de reproducción asistida (TRA) y el recurso a las células madre embrionarias son apenas dos ejemplos. Tres artículos en el presente número desarrollan algunos aspectos de estas temáticas: por un lado, los aspectos antropológicos de las TRA y el manejo de la información de salud reproductiva, con base en la experiencia de centros de salud en Guadalajara, México; por otro, el principio de no maleficencia, relacionado con la obtención de células madres embrionarias.

Se ofrece también un valioso trabajo interdisciplinario acerca de los problemas éticos que surgen de con la interacción entre los profesionales de la salud y la industria farmacéutica; los autores ven posible y necesaria una alianza entre estos dos agentes de la gestión en salud, principalmente en tres campos: en la prescripción de medicamentos, en la educación médica y en la investigación. Se trata de un muy buen ejemplo de la aplicación de una de las herramientas para trabajar en Bioética: el diálogo. Con él es posible establecer una autorregulación soportada por la transparencia mutua, en una atención que incluye criterios de calidad, pero que no desconoce los criterios económicos, y en la sujeción a pautas éticas que aseguren un trabajo profesional bien hecho y un profundo respeto por los destinatarios -por su dignidad- de la prestación de los servicios de salud.

Los contenidos que se incluyen en este número de la revista Persona y Bioética contribuyen a una tarea irrenunciable: la de ser optimistas frente al panorama que nos ofrece el inicio de milenio, aunque no se pueda negar que aún pasarán muchos años antes de que las aguas vuelvan a su cause y se aplaquen los efectos de esa zozobra existencial, derivada de unas ideas que huyen de la realidad y poco soportan el rigor de la reflexión ponderada, atenta y no comprometida.

Gilberto A. Gamboa Bernal
gilberto.gamboa@unisabana.edu.co


1 Cfr. Benedicto XVI, en la homilía de la Misa con la que inició su ministerio petrino, recuerda las primeras palabras de Karol Wojtyla como Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1978. Ese mismo mensaje -"No tengáis miedo"- fue parte integrante de la homilía de la Misa con la que comienza su largo y fecundo pontificado, el 22 de octubre de 1978 [2].



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Fukuyama F. El fin de la historia. Buenos Aires: Planeta; 1992.         [ Links ]

2. http://www.un.org/popin/icpd/newslett/94_21/icpd9421.sp/5num-bers.stx.html        [ Links ]

3. http://www.un.org/spanish/millenmumgoals/mdex.html        [ Links ]

4. El Tiempo, 5-V-07        [ Links ]

5. http://www.un.org/spanish/News/ Consulta: 5-V-07. Énfasis agregado.         [ Links ]

6. Gore A. Una verdad inconveniente. Barcelona: Gedisa; 2007.         [ Links ]

7. http://www.verdadincomoda.net/        [ Links ]

8. http://www.academiavita.org/template.jsp?sez=AltriDocumenti&pag=istit_assoc/erice1991/        [ Links ]

9. http://www.unisabana.edu.co/la_sabana/pei/principios.html        [ Links ]

Inicio