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Íkala, Revista de Lenguaje y Cultura

Print version ISSN 0123-3432

Íkala vol.13 no.19 Medellín Jan./June 2008

 

ARTÍCULOS DE INVESTIGACIÓN

 

La escritura en la Historia: consideraciones acerca del arte literario y la narración histórica*1

 

Writing in History: Literary Art and Historical Narrative Considerations

 

 

Mg. Gustavo Adolfo Bedoya**
**Gustavo Adolfo Bedoya Sánchez es magíster en Literatura Colombiana de la Universidad de Antioquia. Pertenece al Grupo de Investigación Tradiciones de la Palabra (reconocido ante Colciencias). Actualmente es docente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. Correo electrónico: gustavoadolfo00@yahoo.com

 

 


RESUMEN

Para algunos estudiosos, las diferencias entre Historia y literatura son claras; para otros, las fronteras entre ambas se difuminan, hasta el grado de asentir que todo documento escrito, entre ellos los de la Historia, son literatura; y al mismo tiempo, le exigen a la producción literaria ''constatación histórica''. Identificar las diferencias y similitudes entre ambas, mediante el abordaje de un grupo de propuestas teóricas recientes, permite evidenciar el grado de acción que cada una tiene para con aquello denominado ''realidad''.

Palabras clave: literatura, Historia, Nueva Historia, narración


ABSTRACT

For some scholars the differences between History and literature are clear. For others, however, the boundaries between the two are blurred, leading to the belief that every written document, including those from History, is an example of literature which demands ''historical verification''. By identifying the differences and similarities between the two, taking into account a group of recent theoretical proposals, we are able to demonstrate the degree of importance of each one according to a common understanding of ''reality''.

Key words: Literature, History, New History, narrative


RÉSUMÉ

Pour certains spécialistes, les différences entre Histoire et littérature sont bien définies; mais pour d'autres, les frontières entre les deux disciplines s'effacent, jusqu'au point d'affirmer que tout document écrit, y compris les documents historiques, fait partie de la littérature. En même temps, on demande à la production littéraire une ''constatation historique''. Identifier les différences et les similitudes entre littérature et Histoire, à travers l'examen de quelques propositions théoriques récentes, permet de mettre en évidence le degré d'action que chacune possède avec ce que l'on nomme ''réalité''.

Mots clés: littérature, Histoire, Nouvelle Histoire, narration


 

 

1. INTRODUCCIÓN

Aunque mucho se ha hablado acerca de las diferencias y similitudes entre la Historia y la literatura, para un sector de estudiosos pareciera no existir distinción alguna. Sin embargo, se puede comprender la distancia entre ambas, si se enuncian de la siguiente manera: disciplina histórica y arte literario. La primera está más cerca de la investigación, de la ciencia, mientras que la literatura lo está más del arte y la estética. Eso sí, sin dejar de lado un eterno dualismo entre las características que las componen: de allí que sea usual pensar en la Historia como un producto no carente de estilo y belleza, es decir, de arte literario en la escritura; y, al mismo tiempo, sea viable considerar cierto nivel científico, objetivo, que puede llevar a cabo un escritor, en aras de componer su obra literaria.2

De esta forma, la Historia, como disciplina de las ciencias sociales, busca una explicación de lo sucedido en el pasado, mientras que la literatura lo evoca, en últimas, lo explica artísticamente. Ambas tienen como materia prima la realidad,3 pero contienen una finalidad distinta; es decir, existen al mismo tiempo, porque cada una de ellas realiza una tarea que la otra no lleva a cabo con exactitud. Pese a lo aparentemente baladí de la alusión, es necesario indicarla, pues pareciera obvio el hecho de no confundir al Simón Bolívar reconstruido por la historia de las nacientes naciones americanas y al Simón Bolívar-personaje de algunas obras de Gabriel García Márquez y Fernando Cruz Kronfly, por ejemplo.

Es claro, pues, que las relaciones establecidas entre la Historia y la literatura son muchas, y a veces los límites que las separan parecen fundirse, por ejemplo, en el caso de la llamada ''novela histórica'' o en el de la ''historia narrativa'' o historia ''événementielle''. Así, cuando las fronteras entre ambas se difuminan, es plausible la inexactitud en la referencia conceptual de los estudiosos y se hacen evidentes las confusiones e imprecisiones. Traigamos a colación la exigencia que algunos teóricos de las ciencias sociales y humanas le hacen al discurso histórico de desarrollar una ''trama'', poseer una ''acción narrativa'' y hasta un ''estilo literario'', o la exigencia de ''constatación histórica'' a obras literarias particulares. La razón de las presentes páginas se centra en señalar algunas de esas diferencias y similitudes, que permitan distinguir la finalidad de ambos discursos.

 

2. LA NARRACIÓN

Los Estudios literarios, como la disciplina encargada de la evaluación de la literatura, se han dispuesto de una serie de teorías que permiten la descripción de las obras. Es el caso de la narratología, que estudia la narración, o el acto por el cual alguien (el narrador) cuenta algo (una historia) a alguien (el narratario).

Este modelo de la narratología parte de la tríada: emisor-mensaje-receptor de la lingüística comunicacional; sin embargo, aquélla hace explícita la idea de que su tríada nace en el discurso ficcional-literario. Es decir, tanto el narrador, su historia y el narratario, son figuras que pertenecen al discurso ficcional-literario y no a la realidad-real. Esto, pese que el lector halle referencias directas de la realidad en la obra.

De esta forma, la teoría narratológica se queda en la explicación de la obra por la obra misma y no en la explicación de la obra por la realidad del escritor o, el caso más problemático, la explicación de la realidad-real por la ''realidad'' verosímil expuesta en la obra. Así, no se debe confundir a quien cuenta una historia (el narrador) con el escritor, ni tampoco a quien escucha esa historia (el narratario) con el lector, ni mucho menos esa historia contada y escuchada con la realidad. Ni siquiera en el caso último, repitámoslo, de que la alusión sea directa; por ejemplo, en algunas novelas llamadas ''experimentales'' o ''posmodernas'', en donde quien narra la historia recibe el mismo nombre del escritor, las referencias de la historia existen en la realidad-real y el narratario de la novela es llamado ''lector'', como en algunas obras de Milan Kundera, Paul Auster, entre otros.

Este camino nos permite diferenciar la literatura y la Historia, pues la primera hace alusión a un discurso ficcional, no comprometido con la realidad (aunque la utiliza como materia prima), mientras la segunda tiene como objeto directo de investigación esa misma realidad, la estudia, la escudriña y hasta la evalúa.

Pero lo que nos permite hacer una diferenciación entre ambas, se hace problemático cuando escuchamos (y con razón) a muchos estudiosos, entre ellos historiadores consagrados, decir que, en últimas, la Historia también cuenta una ''historia'' (la de los ganadores, la de los reyes, la de las batallas y los gobiernos, por ejemplo). Lawrence Stone (1981) es consciente al decir que los historiadores siempre han contado historias, narrado cuentos, lo que equivale incluso a una composición narrativa en prosa vívida y elegante.

No obstante, aquí se debe señalar que esta similitud entre ambas no funciona de la misma manera. Es más, el narrar, el contar algo a alguien, el enumerar una serie de sucesos y anécdotas, no es propio ni de la literatura ni de la Historia. Tenemos registro de ello incluso en la prehistoria, con algunos grabados en roca que dan cuenta del diario vivir o de un acto excepcional en la vida de los hombres de aquellos momentos. Así que, aunque ambas cuenten ''historias'', sólo una hace alusión a los acontecimientos de la realidad-real (con todas las implicaciones que ello conlleva) y no a un mundo ficcional, posible, totalmente verosímil.4

A diferencia de la literatura, la Historia debe constatar su versión de los hechos y no se puede permitir el exceso de imaginación, por decirlo de alguna forma. Aunque es claro que, en la misma definición de ''narración'' dada por algunos historiadores, como manera de escritura que organiza el material cronológica, secuencial y coherentemente, dividida en subargumentos, existe la acepción de ''ficcionalización'' de la realidad que lleva a cabo la literatura.5 Dicha organización del material a historiar ya es problemática, si se piensa en la objetividad como característica diferenciadora. Esto no debe extrañar, pues la organización del material (y no exactamente la objetividad pura) es una particularidad que ha acompañado a la narración histórica por más de dos mil años.

Desde la Ilustración, la narración de acontecimientos había sido acusada. Pero es el siglo xxel encargado de arremeter de nuevo contra ella: Namier y Tawney –casi al unísono con Annales (Febvre, Braudel)– dijeron que, en lugar de narrar acontecimientos, la Historia debería narrar estructuras. Ricoeur y Lyotard acusaron a todo tipo de Historia (incluso la estructural en Braudel) de narrativa. Pero paradójicamente, al mismo tiempo, algunos historiadores, incluso de Annales, habían vuelto la mirada hacia la historia narrativa, por ejemplo, Duby y Le Roy Ladurie. La discusión siempre se ha centrado en la diferenciación entre lo que se ha dado en llamar ''Historia tradicional'' versus ''Historia estructural'', así: el relato tradicional centra su atención en figuras o instituciones –lo cual conlleva inexactitudes, tiende a la explicación de lo ocurrido a partir de la acción del personaje y pasa por alto aspectos fundamentales del pasado–, mientras que el análisis de estructuras es acusado de estático y ahistórico, al trabajar tan sólo tendencias generales; de esta forma, explica el hecho histórico según la naturaleza de las estructuras.

Burke (1993) insta por calificar ambos sistemas de presuntuosos, al proponer como sencilla la distinción entre acontecimientos y estructuras, cuando en el pasado la decisión humana y el desarrollo de estructuras pueden intervenir al mismo tiempo. La idea es preguntarse por la relación de ambos conceptos y proponer una síntesis.

 

3. LA NUEVA NARRACIÓN

La narración histórica fue desprestigiada a partir de la influencia del marxismo, que hizo que los historiadores se interesaran no en individuos, sino en sociedades. Así, con la confianza de poder llevar a cabo una ''Historia científica'' y de producir leyes generalizadas para explicar el cambio histórico, nació la idea de transformar la escritura histórica. De esta forma, en lugar de pensar en nuevas fuentes, se consideraron nuevos métodos, otros modelos, como el económico-marxista (éste concibe a la historia como un proceso dialéctico, un choque de clases producido por los cambios en los medios de producción); el ecológico / demográfico francés (la historia es un balance entre el abastecimiento y la población; necesariamente, dicho balance debe ser cuantificable), y la cliometría americana (metodología cuantitativa que construye modelos paradigmáticos de mundos posibles procesando datos de manera electrónica). El estructuralismo francés y el funcionalismo parsoniano apelaron por el uso del concepto de historia científica, aunque el primero no produjo ninguna obra y el segundo fracasó en muchas de sus propuestas.6

El fracaso del modelo económico-demográfico hizo renacer la idea de la narrativa. Así mismo, la idea de historiar la cultura ha apuntado a tal desafío. El nuevo objeto de investigación que atrae a los historiadores es la forma de pensar de las personas; por esto, ellos regresan al uso de la narración. Esta modalidad había sido propuesta ya por Lucien Febvre, entre otros.

El interés por la forma narrativa ha crecido también por el deseo de los historiadores de ser leídos por un público inteligente, aunque no docto. Así, se ha dejado a un lado las tabulaciones, los argumentos analíticos y la jerga científica: ''El nuevo interés en la mentalité ha estimulado de suyo un retorno a las viejas maneras de escribir la historia'' (Stone 1981: 470), como lo demuestran las obras de Peter Brown, George Duby, Carlo Ginzburg, Emmanuel Le Roy Ladurie, Carlo M. Cipolla, Eric Hobsbawn, Edward Thompson, Robert Darnton, Keith Thomas, etc.

Por ello, aunque muchos hablan entonces de un renacer de la narración, lo importante de esta situación es señalar que no se trata de un volver a como lo era la tradicional. Realmente se trata de una nueva narración. Al respecto, Kracauer sugiere que la forma narrativa en que debe escribirse la historia debe ser una muy similar a la ficción moderna (que ofrece la descomposición temporal; es el caso de escritores como Joyce, Proust, Woolf y Huxley), ya que dicha forma posibilita algunas oportunidades a los historiadores.Así mismo, Hayden White acusó a la Historia de seguir viviendo en el viejo realismo decimonónico, en lugar de apropiarse de las nuevas técnicas narrativas literarias.

Burke (1993) aclara que los historiadores deben seguir los modelos literarios cuando sus formas no se adecuen a sus propósitos.Así, tres técnicas discursivas literarias llaman la atención del autor:

  1. La polifonía o heteroglosia, ideal para tratar diversos puntos de vista colectivos o individuales (es el caso en la literatura de Huxley, Faulkner y Durrell).
  2. La falta de fiabilidad de la literatura, que se sabe discurso que ofrece una versión de los hechos. La Historia debería hacer lo mismo, por ejemplo, en los finales abiertos.
  3. Además,
    Un nuevo tipo de narración podría abordar mejor que el antiguo las demandas de los historiadores estructurales, dando una sensación mejor del fluir del tiempo que la que suelen dar por lo general sus análisis (p. 297).

Así mismo, Burke llama la atención sobre Clifford Geertz y la denominada ''descripción densa'' (thick description), es decir, la técnica interpretativa mediante la descripción precisa y concreta de determinadas prácticas. Burke propone una narración lo suficientemente detallada para tratar la serie de acontecimientos e intenciones de sus agentes, al igual que las estructuras. Algo similar era el objetivo de Tolstoi en la literatura y de Braudel en la Historia:

Dado que los historiadores no gozan de libertad para inventar sus personajes, ni siquiera sus palabras y pensamientos, es improbable que puedan condensar los problemas de una época en un relato de una familia, como han hecho a menudo los novelistas (Burke, 1993: 298-299).

Otros historiadores señalan las diferencias de esta narrativa con la tradicional. Es el caso de Stone, para quien la nueva narración: 1) se centra en la vida de los pobres y no en las élites; 2) además de la descripción, enfatiza en el análisis; 3) los nuevos historiadores abarcan, en sus obras, nuevas fuentes; 4) la narración tradicional, tipo Homero o Balzac, ha sido reemplazada por la que caracteriza a la novela moderna, o siguiendo las idea de Freud, explorando el inconsciente; bajo la influencia de los antropólogos, usan el comportamiento para revelar el significado simbólico; y 5) cuando se concentra en la figura de una persona o de un episodio, no lo hace por ellos mismos, sino ''para arrojar luz sobre los desarrollos internos de culturas y sociedades pasadas'' (Stone 1981: 471).

 

4. AGENDA DE PROBLEMAS

Debemos apuntar que la adopción de los historiadores por la forma narrativa conlleva ciertos problemas: 1) es claro que el argumento apoyado en ejemplos seleccionados es un procedimiento retórico y no una prueba científica; 2) la interpretación: ya que la idea de la narración es contar la historia del hombre del pasado, si el historiador logró llegar allí, necesitará de mucha habilidad, experiencia y conocimiento de la historia de las estructuras y la historia cultural para proveer una explicación plausible del pasado; 3) la narración puede valorar en demasía los acontecimientos en sí; 4) la narración puede privar la atención sobre la historia diaria, común, al concentrarse en lo sensacional, y 5) surge la pregunta de cómo entrenar a los nuevos estudiantes en las artes literarias, la crítica textual, la semiología, la antropología simbólica, la psicología y el análisis de las estructuras sociales y económicas.

Burke expone una serie de ejemplos en los que esta serie de inconvenientes podrían solucionarse:

  1. El estudio del ''héroe mediocre'' o protagonista-tipo de Georg Lukács, un héroe cuyo carácter ordinario permite al lector ver, con más claridad, la vida y los conflictos sociales de una época (es el caso del escritor Spece, quien ofrece, además, la intersección de varios puntos de vista en cada uno de sus personajes).
  2. La historia contada hacia atrás. Una de las desventajas de este método es que, aunque los capítulos estén dispuestos en orden inverso, cada uno de ellos debe ser leído hacia adelante.
  3. Micronarración (microhistoria). Mediante la narración se iluminan las estructuras. La solución quizá sea la descripción de un ejemplo único, ya que la historia total sólo parece posible si uno toma un microcosmos. La idea es narrar algún suceso específico que permita arrojar luz sobre los aspectos de la cultura.

4.1. Un ejemplo: la microhistoria

La microhistoria7 es un caso ejemplar en tal sentido. Cada uno de los estudios desde la visión micro –a diferencia de la forma tradicional– funda y reconstruye la manera como el individuo actúa en la vida social (Chartier, 2000). Con la microhistoria –dice Levi (1993)– se ha establecido una nueva Historia social y cultural. Ahora se estudian nuevos objetos en pequeña escala, con la intención de buscar lo singular antes que la estructura.

Levi inicia apuntando que ''La microhistoria es por esencia una práctica historiográfica'' (p. 119) que poco tiene de ortodoxia. Ésta aparece en la década del setenta del siglo XX, cuando, en general, los estudiosos debieron plantearse nuevas consideraciones acerca de sus métodos e interpretaciones:

[...] lo que se ha puesto en duda ha sido la idea del progreso constante a través de una serie uniforme y predecible de etapas en las que, según se pensaba, los agentes sociales se ordenaban de acuerdo con solidaridades y conflictos que, en cierto sentido, estaban dados y eran inevitables (p. 120).

La microhistoria es una de esas respuestas a tal crisis:8

La microhistoria en cuanto práctica se basa en esencia en la reducción de la escala de observación, en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del material documental (p. 122).

Sin embargo, debe quedar claro que la escala como tal no es objeto de estudio:

El principio unificador de toda investigación microhistórica es la creencia de que la observación microscópica revelará factores anteriormente no observados (p. 124).

Cuando se reduce la escala de observación, algunos fenómenos –considerados otrora entendidos y descritos– se manifiestan con un nuevo significado. En cierto sentido, dicha práctica se relaciona con la ya vista ''descripción densa'' propuesta por Geertz, al plantear, en una estructura inteligible, un conjunto de signos hallados, en lugar de imponer teorías o métodos. Sin embargo, Levi señala algunas diferencias entre la microhistoria y la antropología interpretativa, la cual ve un significado homogéneo en signos y símbolos públicos, mientras la microhistoria busca medirlos y definirlos ''por referencia a la multiplicidad de representaciones sociales que generan'' (1993: 132).9

Cualquier fenómeno tiene impacto sobre los mecanismos sociales, por lo cual debe verificarse localmente sus significados, las resistencias y respuestas que suscitó. La microhistoria permite también evidenciar cómo los acontecimientos se desarrollan, donde los elementos individuales asumen una relevancia cuya jerarquía no está definida apriorísticamente. La microhistoria, además, aporta a la pregunta por la escritura de la Historia, puesto que

[...] escoge [...] voluntariamente, una comunicación de tipo analógico, que no concibe al lector como un pasivo receptor de mensajes definitivos, sino que lo imagina como alguien activamente capaz de leer los significados redundantes del cuadro narrado, para confrontar, incluso a veces en sentido contrario, otras situaciones, en las cuales no las respuestas, sino más bien los problemas y los conceptos interpretativos pueden ser también aplicables (Levi, 2004: 69).

La idea de todo ello es descubrir el proceso de adaptación de las normas a los funcionamientos reales de la individualidad, en contraposición al funcionamiento rígido de un sistema de normas dado a priori.

Puntualicemos acerca de cómo los historiadores saben, en la actualidad, que su discurso parte del relato (la antigua Historia estadística creía escapar a esta característica). Así mismo, es evidente que, en la actualidad, no se puede hablar de un retorno al relato, porque la historia nunca lo había abandonado (Ricoeur). De esta forma: la escritura histórica descansa (inconscientemente) sobre bases literarias: creación de personajes, configuración de trama, de tiempo, etc. Al mismo tiempo, pretende retener las características que la hacen pensar en ser poseedora de un discurso real, verdadero: los efectos de realidad logrados mediante la citación y el procedimiento de acreditación por el cual se garantiza un estatus de conocimiento verdadero, como las tablas, los gráficos y las series cuantitativas.

 

BIBLIOGRAFÍA

1. Burke, Peter (1993). Historia de los acontecimientos y renacimiento de la narración. En Formas de hacer historia (pp. 287-305). Barcelona: Alianza.        [ Links ]

2. Chartier, Roger (2000). La historia, entre relato y conocimiento. Historia y Espacio. Revista del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle. Cali: Universidad del Valle, 17, jun., 185-206.         [ Links ]

3. Levi, Giovani (1993). Sobre microhistoria. En Burke, Peter, Formas de hacer historia (pp. 119-144). Barcelona: Alianza.         [ Links ]

4. Levi, Giovani (2004). Un problema de escala. Contrahistorias, México, Jiménez Editores, 2, 119-143.        [ Links ]

5. Lukács, George (1965). Ensayos sobre el realismo. Buenos Aires: Siglo Veinte.         [ Links ]

6. Stone, Lawrence (1981). El renacer de la narrativa: reflexiones sobre una nueva vieja historia. Revista Eco, 239, 449-478.         [ Links ]

 

 

* Recibido: 16-11-07
Aceptado: 12-02-08

 

 

NOTAS

1 El artículo es resultado parcial del proyecto de investigación: ''Elementos para una periodización de la literatura colombiana. Aproximaciones a la problemática'', del Grupo de Investigación Colombia: tradiciones de la palabra (reconocido ante Colciencias), financiado por el Comité para el Desarrollo de la Investigación (CODI) y la Universidad de Antioquia.
2 En el caso de la Historia se puede pensar en lo que se ha dicho acerca del estilo claro, brillante, de la obra El mediterráneo de Fernando Braudel, por ejemplo; y en el caso literario, las investigaciones (al límite de lo histórico y lo sociológico) de Emile Zolá sobre la naciente vida urbana francesa del siglo xixo en las reconstrucciones de León Tolstoi en Guerra y paz.
3 Incluso la llamada ''literatura de ciencia ficción'' tiene como primer referente lo que hemos denominado ''realidad'' (la realidad real del mundo físico, tangible, del mundo de las cosas), ya que es justamente ésta la que le permite crear su mundo posible. Georg Lukács (1965) dijo que incluso la obra más fantástica era realista, y se hacía la pregunta: ¿qué más real que el hecho de que un hombre amanezca convertido en un monstruoso insecto, una mañana, tras un sueño intranquilo, en una sociedad como la del incipiente siglo xx?
4 El idioma inglés pude ayudarnos al diferenciar entre story y history: la primera hace alusión a la serie de acontecimientos, ya sean reales o ficcionales, mientras la segunda se refiere al conjunto de sucesos y hechos (sociales, políticos, económicos, etc.) que conforman a las sociedades. La Historia como disciplina de los estudios sociales cuenta una story acerca de la history; la literatura hace lo mismo, pero en una calidad totalmente distinta, sin implicaciones ''objetivas'' o ''científicas''.
5 La narración histórica es descriptiva (la narración de estructuras, por oposición, es analítica), se centra en el hombre-protagonista (la historia de estructuras en circunstancias) y trata con lo particular y específico (no con lo colectivo y estadístico, como la historia de estructuras). Se trata, según Stone (1981), de una narración dirigida por un ''principio seminal'' que posee un tema y un argumento, además de que encarna una preocupación estilística.
6 Cada uno confió en poseer el verdadero método para evidenciar el cambio histórico. Los dos primeros se centraron en la lucha de clases y la relación abastecimiento-población, y olvidaron por momentos los desarrollos intelectuales, culturales, religiosos, psicológicos, legales y aun políticos. Al fijar su atención en el determinismo económico o demográfico, la investigación exigía una forma de narración analítica y no ''acontecimental''. Annales incluso ideó un modelo de presentación: los hechos económicos y demográficos, la estructura social, los desarrollos culturales y políticos. El primer estadio era el más importante y por lo cual se movía la historia; así, etapas como el Renacimiento, la Reforma y la Ilustración desaparecían, al evidenciar un período inmóvil, desde el siglo xivhasta el xviii, donde nada cambiaba, realmente, en el aspecto económico.
7 Cómo describir la realidad global sin perder de vista la individualidad humana y cómo describir ésta sin perder de vista aquella, es el problema que, según Levi, acusa al mismo estatuto científico del historiador, ya que conlleva a pensar en la Historia como disciplina que no puede –realmente– estudiar ninguno de los dos estadios: ni la realidad global (al no poder hacer generalizaciones) ni la individualidad humana (ya que lo irrepetible no tendría leyes). Sin embargo, la propuesta de Levi es reflexionar ''sobre el problema de la dimensión, de la definición de un área oportuna como objeto de estudio, que sea capaz de asumir el problema de la escala de los fenómenos como algo relevante'' (2004: 64).
8 Los primeros historiadores que tomaron partido por la microhistoria surgieron del marxismo, lo que les enseñó que la Historia no es sólo retórica. buscar una descripción más realista del comportamiento humano frente a la realidad normativa. La microhistoria ocupa un lugar específico en la Nueva Historia, refuta el relativismo, el irracionalismo y al reduccionismo de la Historia (que la ve tan sólo como retórica).
9 Así mismo, señala la cuestión de la comunicación con el lector: ''En microhistoria [...] el punto de vista del investigador se convierte en parte intrínseca del relato. El proceso de investigación se describe de manera explícita y las limitaciones de la evidencia documental, la formulación de hipótesis y las líneas de pensamiento seguidos no se ocultan ya a la vista de los no iniciados. El lector entra en una especie de diálogo y participa en la totalidad del proceso de construcción de razonamiento histórico'' (Levi, 1993: 136).

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