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Íkala, Revista de Lenguaje y Cultura

Print version ISSN 0123-3432

Íkala vol.20 no.3 Medellín Sep./Dec. 2015

https://doi.org/10.17533/udea.ikala.v20n3a06 

ARTÍCULOS TEÓRICOS

DOI:10.17533/udea.ikala.v20n3a06

 

Las Metáforas Zoomorfas desde el Punto de Vista Cognitivo

 

Zoomorphic Metaphors from a Cognitive Point of View

 

Les Métaphores Zoomorphes du Point de Vue Cognitif

 

 

Blanca Elena Sanz Martin*

* Universidad Autónoma de Aguascalientes Mailing address: Av. Universidad N°. 940, Ciudad Universitaria, Edificio 21. C.P. 20131, Aguascalientes, Ags., México. E–mail: blancasanz27@hotmail.com

 

Recibido: 2014–05–16
Aceptado: 2015–04–08

 

How to reference this article: Sanz Martin, B. E. (2015). Las metáforas zoomorfas desde el punto de vista cognitivo. Íkala, Revista de Lenguaje y Cultura, 20(3), 361–383. doi: 10.17533/udea.ikala.v20n3a06

 


RESUMEN

En este trabajo se presenta un análisis de los zoomorfismos, expresiones que contienen sustantivos que designan seres faunísticos o del reino animal. El objetivo consiste en analizar, desde el punto de vista de la lingüística cognitiva, las motivaciones semánticas involucradas en los usos metafóricos de los zoomorfismos. Se aborda el efecto de prototipicidad y los marcos semánticos presentes en el léxico faunístico, así como las proyecciones metafóricas del dominio humano al animal.

Palabras clave: zoomorfismo, metáfora, prototipos, marco semántico, gramática cognitiva


ABSTRACT

We are presenting here an analysis of zoomorphism, metaphorical expressions containing nouns referring to humans. The objective is to analyze, from a cognitive linguistics approach, semantic motivations involved in the metaphorical uses of zoomorphism. It will address the effect of prototypicality and frame semantics present in animal lexicon, and metaphorical projections from human dominium to animal dominium.

Keywords: animal metaphors, metaphor, prototypes, frame semantics, cognitive grammar


RÉSUMÉ

Je présente ici une analyse des zoomorphismes, expressions contenant des noms qui désignent des êtres de la faune (faunistiques) ou du règne animal. L'objectif est d'analyser, du point de vue de la linguistique cognitive, les motivations sémantiques impliquées dans les usages métaphoriques des zoomorphismes. J'y vais réfléchir sur l'effet de prototypicalité et sur les cadres sémantiques présents dans le lexique (relatif à la faune) faunistique et des projections métaphoriques du domaine humain sur l'animal.

Mots–clés: zoomorphisme, métaphore, prototypes, cadre sémantique, grammaire cognitive


 

 

Introducción

El reino animal es fuente de múltiples usos metafóricos, en cuanto que se establecen semejanzas entre las entidades del mundo y los animales. Por ello, un componente léxico sumamente importante en el ámbito metafórico de la lengua es el representado por los zoomorfismos, expresiones que contienen sustantivos que designan seres faunísticos o del reino animal; tal es el caso de las expresiones ilustradas en (1), para designar, respectivamente, un peinado, las líneas de expresión contiguas a los ojos y un tipo de planta.

(1a) Cola de caballo.

(1b) Patas de gallo.

(1c) Uña de gato.

De acuerdo con Ullmann (1972, pp. 242–243), las metáforas animales se aplican a plantas y objetos insensibles, como en los ejemplos de (1). Otro extenso grupo de imágenes se transfieren a la esfera humana, en donde con frecuencia adquieren connotaciones humorísticas, irónicas o peyorativas. Así, un ser humano puede ser comparado con una gran variedad de animales: un perro, un gato, un cerdo, una rata, una víbora, etcétera.

Existe un gran caudal bibliográfico donde se analizan las metáforas zoomorfas en distintas lenguas.1 Lo anterior sugiere que dichas metáforas se encuentran presentes en todas las lenguas del mundo. Además, de acuerdo con Kövecses (2002, p. 124), mucho del comportamiento humano se entiende metafóricamente en términos del comportamiento animal, es decir, nosotros mismos nos describimos como animales.

Los sustantivos que designan seres faunísticos constituyen una parte importante del código fraseológico (Pérez Paredes & Sanz Martin, 2013, pp. 35–36), es decir, suelen emplearse en unidades fraseológicas o modismos (estructuras fijas o lexicalizadas que adquieren un nuevo sentido, que no es la suma semántica de sus componentes, sino una transformación del mismo) (Ruiz Gurillo, 1998, p. 19). Así, en español encontramos una serie de modismos como los ejemplificados en (2):

(2a) tener monos en la cara,

(2b) trabajar como burro,

(2c) aburrirse como una ostra,

(2d) pegarse como lapa,

(2e) por si las moscas,

(2f ) a paso de tortuga,

(2g) estar como perros y gatos.

Como es sabido, dentro del conjunto de las expresiones fijas sobresale el grupo de los refranes.

Con respecto a esta categoría, la lengua española dispone de un amplio repertorio de refranes conformados por zoomorfismos, como los que se ejemplifican en (3) (cf. Pérez & Sanz, 2013, p. 72). Por ello, el tema de los zoomorfismos tiene un vasto campo de estudio dentro de la paremiología.

(3a) Al mejor cazador se le va una liebre.

(3b) A caballo regalado no se le ve el colmillo.

(3c) Camarón que se duerme se lo lleva la corriente.

Como hemos visto, los sustantivos faunísticos tienden a tener una gama muy amplia de significados. La activación de uno u otro significado dependerá del contexto, es decir, de cómo son utilizados en una situación determinada.

El objetivo de este trabajo consiste en analizar, desde el punto de vista de la lingüística cognitiva, las motivaciones semánticas involucradas en los usos metafóricos de los zoomorfismos. En él abordaré el efecto de prototipicidad, las redes semánticas y los marcos semánticos presentes en el léxico faunístico, así como las proyecciones metafóricas que parten de un dominio animal.

Los datos del trabajo provienen de fuentes lexicográficas, ejemplos de la lengua espontánea y del corpus de Mark Davies (2002–), de donde se obtuvieron datos del siglo XIX y particularmente del XX.

En una primera etapa, se hizo una búsqueda específica de las unidades fraseológicas que contuvieran un sustantivo faunístico en los diccionarios de Buitrago (2006) e Iribarren (2005). De esos diccionarios, se obtuvo una lista de 112 vocablos faunísticos, que posteriormente se consultaron en otros diccionarios: DEM (1996), Moliner (1998) y RAE (2001).

Para la búsqueda en el corpus de Mark Davies, se tomó una muestra de 35 de los 112 vocablos obtenidos de los diccionarios. Se tomaron en cuenta aquellos que presentaban mayor número de expresiones idiomáticas, como burro, perro, caballo, cerdo, gallo, toro, lobo, etcétera. Se incluyeron sustantivos, cuyo referente faunístico incluyera animales salvajes, domésticos, reptiles, aves, insectos. Para este trabajo, también se hizo una búsqueda en el corpus de ciertos vocablos que no figuraron en la muestra original de 112 vocablos, aquellos que no aparecen en expresiones idiomáticas, lo que sugiere que no son tan productivos, como chimpancé, hipopótamo y ornitorrinco.

 

Marco Conceptual y Justificaciones de Orden Epistemológico

Las tres principales hipótesis que guían la estrategia de análisis del lenguaje empleada por la lingüística cognitiva son las siguientes:

• El lenguaje no constituye una facultad cognitiva autónoma.

• La gramática implica siempre una conceptualización.

• El conocimiento del lenguaje surge siempre de su propio uso.

Como señalan Croft y Cruse:

estas tres hipótesis suponen la respuesta que los primeros representantes de la lingüística cognitiva ofrecieron a las estrategias de análisis sintáctico y semántico del lenguaje dominantes en su época, es decir, a la gramática generativa y a la semántica veritativo–condicional (lógica) (2004, p. 17).

Para el análisis de las metáforas zoomorfas, en este trabajo pondremos especial atención a la segunda hipótesis, es decir, analizaremos la transferencia semántica del dominio humano al animal a partir de las conceptualizaciones de los hispanohablantes acerca de la naturaleza humana y animal. En otras palabras, el significado de los zoomorfismos no será evaluado en términos de la veracidad o falsedad en relación con el mundo real, o mejor dicho, en relación con un modelo de mundo real. Así, nuestro análisis comprende las estructuras conceptuales subyacentes a las metáforas.

En la conformación de las estructuras conceptuales interviene el proceso de categorización, que es una de las actividades cognitivas más básicas. Ésta puede definirse como ''un mecanismo de organización de la información obtenida a partir de la aprehensión de la realidad, que es, en sí misma, variada y multiforme'' (Cuenca y Hilferty, 1999, p. 32). Por tanto, la categorización es ''un proceso mental de clasificación cuyo producto son las categorías cognitivas, 'conceptos mentales almacenados en nuestro cerebro' que en conjunto y una vez convencionalizadas, 'constituyen lo que se denomina lexicón mental' (Cuenca & Hilferty, 1999, p. 32).

De acuerdo con Croft y Cruse, el proceso de categorizar implica ''la aprehensión de una determinada entidad individual o de algún aspecto concreto de la experiencia en tanto que caso particular de otra cosa, que se concibe de un modo más abstracto y que abarca, asimismo, otras instanciaciones reales o potenciales'' (2004, p. 107). Por ejemplo, quien observa a la mascota del vecino la puede conceptualizar como una instanciación de la especie perro o gato. De acuerdo con el modelo cognitivista, se denomina categoría conceptual a ese constructo mental abstracto.

George Lakoff, autor canónico de la lingüística cognitiva, se refiere a la categorización semántica de las distintas entidades del mundo. El autor ejemplifica el concepto de categorización a partir de la lengua dyrbal, en la que los sustantivos llevan clasificadores según su registro taxonómico (Lakoff, 1987, p. 94).2 A partir de dicha categorización, los hablantes organizamos las entidades del mundo que nos rodea y a nosotros mismos. Así, conformamos la categoría ''ser humano'' con respecto a las otras entidades del mundo.

De acuerdo con Lakoff y Turner (1989, cap. 3), la categorización del hombre con respecto a las demás entidades del mundo se puede comprender en términos de la gran cadena del ser, que coloca a los distintos tipos de seres (humanos, animales, plantas, objetos, cosas naturales) en una escala de superioridad, donde el hombre está en la jerarquía más alta (véase Pérez Paredes y Sanz, 2013, p. 75). Según estos autores, el concepto de gran cadena del ser suele emplearse frecuentemente como telón de fondo en la literatura y la historia de las ideas para comprender las cosmovisiones de autores clásicos como Platón o Aristóteles, o autores medievales como Dante o renacentistas como Shakespeare, pero persiste en la actualidad como un modelo cultural inconsciente por el cual nos comprendemos a nosotros mismos, así como nuestro mundo y nuestra lengua (Lakoff y Turner, 1989, p. 167), es decir, es un modelo cultural, no científico (Soriano, 2012, p. 106).

En la perspectiva de la lingüística cognitiva, no se emplea la noción de gran cadena del ser como una noción filosófica para determinar la esencia del ser humano y su relación con el cosmos (cf. Scheler, 2004), sino como un modo de categorización que tiene implicaciones lingüísticas. ¿Es el hombre superior al resto de los animales por su racionalidad o su espíritu? La respuesta a esta pregunta variará en función de las corrientes del pensamiento y corresponde fundamentalmente al campo de la filosofía. El interés de la lingüística cognitiva es determinar cómo los hablantes se categorizan en relación con las entidades que los rodean y cómo tal categorización se codifica lingüísticamente.

En la gran cadena del ser, como hemos mencionado, los seres humanos se sitúan en la jerarquía más alta. Este hecho se pone en evidencia en el plano lingüístico, pues existe una tendencia general en las lenguas del mundo a otorgarles un estatus prominente a los humanos. De hecho, como señala Givón, las lenguas son de naturaleza antropocéntrica (1976, p. 152).3 En la gran cadena del ser, los animales se sitúan después de los humanos. Por ello, el referente animal es el más próximo para definirnos a nosotros mismos. Lo anterior explica el hecho de que las metáforas zoomorfas sean un recurso sumamente productivo para describir cualidades humanas, ya sean físicas o morales. Lo anterior se observa en el hecho de que una gran cantidad de sustantivos con referente animal presentan entre sus acepciones alguna que se refiere a un ser humano, como se ejemplifica a continuación, a partir del diccionario de la RAE (2001):

Burro: 6. m. Hombre o niño bruto e incivil.

Zorro: 6. m. Hombre muy taimado y astuto.

Perro. 3. m. Persona despreciable.

Gato. 9. m. coloq. Hombre sagaz, astuto.

León. 3. m. Hombre audaz, imperioso y valiente.

Tigre. 2. m. Persona cruel y sanguinaria.

Cordero. 3. m. Hombre manso, dócil y humilde.

Víbora. 2. f. Persona con malas intenciones.

Toro. 2. m. Hombre muy robusto y fuerte.

Gusano. 3. m. Persona vil y despreciable.

Pantera. 3. f. Cuba, Méx. y Ur. Persona atrevida, audaz. U. t. c. adj.

Con respecto a la tercera hipótesis que guía el análisis lingüístico desde la perspectiva de la gramática cognitiva –la relación del lenguaje con el uso–, debemos considerar que la expresión lingüística siempre depende de algún contexto. Lo anterior obedece a que la gramática de una lengua representa el conocimiento de un hablante de la convención lingüística, además de que las unidades léxicas se caracterizan según dominios cognitivos. Por ello, la significación de una expresión no es determinada de forma única o mecánica por la naturaleza de la situación objetiva que describe; necesitamos considerar también la perspectiva en la que la escena objetiva es conceptualizada por el hablante (Langacker, 1990).

Todas las unidades lingüísticas son dependientes en algún grado del contexto, por lo que el dominio cognitivo constituye el contexto necesario para la caracterización de una unidad semántica. En el caso del tema que nos ocupa, los sustantivos faunísticos tienden a experimentar extensiones semánticas y a adquirir sentidos figurados, los cuales sólo pueden comprenderse en el uso, en el contexto. Así, por ejemplo, fuera de contexto, un sustantivo faunístico como perro significa 'mamífero cuadrúpedo que ladra y mueve la cola en señal de alegría', pero en función del contexto, puede aludir a la agresividad, la promiscuidad, la lealtad, etc. Por lo tanto, la consideración del contexto en el estudio de las proyecciones metafóricas de los sustantivos faunísticos resulta indispensable.

 

La Experiencia y la Familiaridad con el Mundo Faunístico

El grado de familiaridad con los referentes de los sustantivos faunísticos se refleja en la frecuencia de uso de los vocablos, es decir, a mayor cercanía con un animal, habrá mayor frecuencia del vocablo para designarlo. Lo anterior se puede corroborar en datos de corpus. Se realizó una consulta de los vocablos perro e hipopótamo en el Corpus del español de Mark Davies (2002), en el siglo XX. El primer vocablo representa a un animal cercano y familiar, a diferencia del segundo. La búsqueda arrojó 1779 concordancias para perro, mientras que para hipopótamo, únicamente 20. Del total de vocablos de perro, 128 (el 7%) presentan extensiones metafóricas, es decir, significados que no hacen referencia al mamífero, a diferencia de lo que ocurre con hipopótamo, vocablo que solo presenta un sentido recto. En el caso del vocablo perro, la forma femenina presenta muchas más extensiones metafóricas. El vocablo en femenino presenta una frecuencia de 128 ocurrencias, de las cuales 44 (33%) presentan extensión semántica.

Los vocablos más frecuentes son más susceptibles a ser polisémicos, es decir, existe una mutua dependencia entre frecuencia y polisemia (Fenk– Oczlon & Fenk, 2010, p. 102). De acuerdo con Zipf (1949, citado en Fenk–Oczlon & Fenk, 2010), la cantidad de significados de una palabra incrementa su frecuencia. El uso frecuente favorece una coexistencia del concepto original (aún existente) con significados más o menos relacionados (Fenk–Oczlon & Fenk, 2010, p. 105), de ahí que se pueda utilizar en más contextos. Por tanto, no todos los sustantivos faunísticos presentan el mismo grado de productividad semántica, pues ciertos lexemas como perro y gato son altamente polisémicos,4 lo que se refleja en un vasto número de acepciones en el diccionario; en cambio, otros sustantivos como ñandú, tucán o foca únicamente presentan una acepción (cf. RAE, 2001).

En el caso de los vocablos hipopótamo y perro su frecuencia es proporcional a su grado de polisemia, pues mientras que el primero únicamente se refiere al 'mamífero paquidermo', el segundo desarrolla significados añadidos al de 'mamífero doméstico', como sucede en los siguientes ejemplos de corpus:

(4a) El Parque Nacional Hwange alberga, además, búfalos, cebras, jirafas, antílopes sable y kudu e impalas. Se han introducido con éxito rinocerontes blancos y negros y en las charcas y en los abrevaderos del parque residen hipopótamos y cocodrilos. (Enc.: Parques nacionales y reservas naturales).

(4b) Tu jefe o patrón tiene cada día una cara más espantosa, como de hipopótamo o de caimán (Manuel Rojas, Hijo de ladrón).

(5a) Me deshice del poncho, busqué mis zapatos y me vestí, mascullando que en la perra vida volvería a aquel antro de locura, podredumbre y vicio (Mario Halley Mora, Los hombres de Celina).

(5b) Cada día le pones una cosa distinta a tu contestador, perro asqueroso (Habla oral de España)

(5c) Ahora andará en boca de todos, la muy perra, la muy hija de su madre. (David García Contreras, Escrito a mano).

Los contextos de (4) muestran que el vocablo hipopótamo alude al animal. En cambio, los contextos de (5) indican que el vocablo perro no hace referencia al can. En (5a), el vocablo se emplea como adjetivo para atribuir cualidades negativas a la vida. Los contextos de (5a) y (5b) indican que perro se refiere a una persona y no a un animal, en ambos casos con una denotación despectiva.

El hecho de que ciertos sustantivos faunísticos sean más frecuentes que otros depende de la cercanía o experiencia que tengamos con los animales, en tanto que el lenguaje se encuentra corporeizado, es decir, se encuentra motivado por nuestra experiencia corpórea, física, social y cultural (Johnson, 1987). Lo anterior significa que

el lenguaje no refleja hechos basados en un mundo objetivista exterior, totalmente independiente de los que las personas observan, sino que refleja estructuras conceptuales que la gente construye basándose en la experiencia y conocimiento, más o menos común, del mundo exterior que les rodea y de su propia cultura. [Por tanto], no es posible entender la estructura de nuestro aparato conceptual sin tener en cuenta cuál es su sustrato físico, social y cultural (Valenzuela & Ibarretxe–Antuño, 2012, p. 44).

De acuerdo con Johnson

El significado y su valor se entroncan en la naturaleza de nuestros cuerpos y nuestros cerebros, a medida que se desarrollan a través de las continuas interacciones con diferentes entornos que a su vez tienen dimensiones sociales y culturales. La naturaleza de nuestra experiencia corporeizada motiva y restringe la manera en que las cosas nos resultan significativas. (Johnson, 1997, citado en Valenzuela et al., 2012, p. 44)

Ahora bien, lo anterior no quiere decir que el significado dependa de la subjetividad de cada ser humano, ya que se ha de reconocer que existe una cierta objetividad, es decir, en el modo de percibir esas propiedades hay algo estable, objetivable (Llamas Saíz, 2005, p. 131).

De lo anterior, se puede aducir que la polisemia del vocablo perro y su correlato en frecuencia obedece a que su referente animal forma parte de nuestras experiencias ordinarias, a diferencia de lo que sucede con el hipopótamo. De acuerdo con Protas, Brown y Jaffes (2001), el perro es el primer animal domesticado, por lo que ha acompañado al ser humano desde tiempos ancestrales y ha fungido como animal de compañía, vigilancia, trabajo, además de que puede ser entrenado para la realización de diversos trabajos. De ahí la famosa frase: ''el perro es el mejor amigo del hombre''. En contraste, en lo que se refiere al hipopótamo, los hispanohablantes no tienen tanta cercanía, puesto que es un animal en cuyo hábitat no coexisten, además de que no es un animal de ganado, de trabajo o doméstico. Así, se habla o se escribe con mucha más frecuencia de los perros que de los hipopótamos.

En suma, la frecuencia y la polisemia de los vocablos se relacionan con nuestras experiencias esenciales, cotidianas y culturales, e inciden en la corporeización del significado. Cabe señalar que la corporeización de los sustantivos faunísticos no sólo se refleja en la polisemia, sino también en la productividad para formar parte de unidades fraseológicas, como locuciones, modismos o refranes. Lo anterior se relaciona con el hecho de que tradicionalmente la fraseología se ha considerado la parcela del lenguaje que refleja la realidad sociocultural, en la que se incluye el contexto geográfico y comunicativo (Martínez & Toledo, 2003).

Con respecto a lo anterior, en los estudios sobre zoomorfismos fraseológicos y paremiológicos se ha señalado que los animales domésticos y de estirpe nacional (es decir, oriundos del país) son los más representativos (Nazárenko & Iñesta Mena, 1998); esto es, son más numerosos los modismos que contienen a especies animales de estas características, entre los cuales sobresalen los animales de compañía, mamíferos cuadrúpedos y las aves de corral, como se ilustra en (6):

(6a) Ponerse como gato boca arriba.

(6b) Ser un gallina.

No obstante, de acuerdo con García–Page (2008, p. 71), el universo faunístico del español es muy variado, pues, como se ilustra en (7), incluye animales mamíferos de naturaleza salvaje (7a) y no específicos de los países hispanoparlantes (7b); así como anfibios (7c) y reptiles (7d). Asimismo, encontramos nombres de invertebrados, sobre todo del género de los artrópodos: insectos, arácnidos, crustáceos, etcétera, como en (7e).

(7a) Meterse en la boca del lobo.

(7b) Oler a león.

(7c) Echar sapos y culebras.

(7d) A paso de tortuga.

(7e) Por si las moscas

Muchos de los animales designados por los zoomorfismos no pertenecen a la fauna de los países de habla hispana. Sin embargo, los datos sugieren que los hablantes de alguna manera tienen algún tipo de experiencia con estos animales, aunque no formen parte de su vida cotidiana. Por ejemplo, el sustantivo león es polisémico, pues además de referir al león, alude a la fortaleza y valentía (RAE, 2001). Ahora bien, aunque los leones son animales endémicos de África, el mundo hispanohablante ha tenido contacto a través del arte y el circo.

También existen casos de zoomorfismos fraseológicos, cuya motivación proviene de un texto literario.5 Tal es el caso de la frase idiomática ilustrada en (8), expresión que se aplica a los que sin poseer las reglas de un arte aciertan en algo por casualidad y proviene de la conocidísima fábula de Tomás Iriarte titulada El burro flautista.

(8) Como el burro que tocó la flauta.

Las experiencias con los animales varían en función de la cultura y el contexto, lo cual se refleja en los sustantivos faunísticos que conforman las unidades fraseológicas, en tanto fenómeno lingüístico corporeizado y cultural.

Como ejemplo de lo anterior, tenemos el vasto conjunto de locuciones con el vocablo toro, como coger al toro por los cuernos o echarle a alguien el toro, lo que, de acuerdo con García Page, refleja la idiosincrasia nacional española y tales expresiones son ''de nula o escasa presencia en la fraseología de otras lenguas, incluso lenguas emparentadas o vecinas, junto a las más absoluta ausencia de nombres de animales característicos de otras culturas, como el elefante, el búfalo, el bisonte, la iguana o la alpaca'' (2008, p. 72).

Otro ejemplo de la naturaleza corporeizada de las unidades fraseológicas se observa en la productividad paremiológica de la palabra del árabe iraquí ŷamal, que significa 'camello', pero también alude al trabajo y la virtud. De acuerdo con Mehdi (2005), la palabra ŷamal genera múltiples usos paremiológicos. De hecho, el autor documenta 53 refranes vinculados con el camello en la lengua árabe (Mehdi, 2005, p. 169). En el contexto sociocultural iraquí, dicho animal es de suma importancia, pues ancestralmente se ha utilizado como medio de transporte y animal de carga, además de que también se aprovecha su piel, leche y carne.

 

La Prototipicidad en el Ámbito Faunístico

En el apartado anterior se mencionó que hay sustantivos faunísticos más frecuentes y polisémicos que otros. Lo anterior se puede explicar en términos de la semántica de prototipos.

En un modelo de prototipos (Rosch, 1975, 1978; Coleman & Kay, 1981), las categorías se consideran continuas y difusas. El prototipo de una clase es el miembro que mejor representa a la clase, en razón de que es más accesible cognitivamente, de ahí que sea el primero que nos venga a la mente. Rosch (1973) obtuvo evidencia empírica de la noción de prototipo a partir de una serie de encuestas. Para la categoría fruta, las personas encuestadas por la autora señalaron la manzana como el ejemplar idóneo y la aceituna como miembro menos representativo. Entre las dos se encuentra, por orden decreciente en una escala de representatividad: la ciruela, la piña, la fresa y el higo.

El fundamento psicológico del prototipo plantea el problema de la variación individual (Kleiber, 1995, p. 48). No obstante, el prototipo muestra una gran regularidad, es decir, en la memoria de las personas hay representaciones semánticas relativamente estables y permanentes, así que el fin de la semántica de prototipos es describir esas zonas de saber prototípico compartido (Langacker, 1987, p. 62).

Por lo anterior, existe una correlación entre la frecuencia de un vocablo y su carácter prototípico. Al respecto, Kleiber (1995, p. 48) afirma que el prototipo es ''el ejemplar idóneo comúnmente asociado a una categoría''. De esta manera, los prototipos se relacionan con una frecuencia elevada, que es ''única garante de la estabilidad inter–individual necesaria para su pertinencia'' (Kleiber, 1995, p. 48).6

En lo que respecta a los sustantivos faunísticos, si le preguntáramos a algún informante el nombre de un animal, muy probablemente contestaría perro, gato o caballo y sería poco probable que contestara ornitorrinco, ñu o manatí. Lo anterior se ha demostrado empíricamente a través de diversos estudios de disponibilidad léxica en distintas variedades del español, los cuales han arrojado que, por ejemplo, el vocablo perro ocupa el primer lugar en los índices de respuesta del campo de semántico 'animales'.7 Lo anterior sugiere que, de acuerdo con la semántica cognitiva, el perro es un prototipo no sólo de los animales domésticos, sino del reino animal en general, pues es el mejor o uno de los mejores representantes de la categoría.

Hemos visto que la frecuencia de los vocablos los hace ser más susceptibles a la polisemia y a la conformación de unidades fraseológicas. Además, la frecuencia se asocia con la prototipicidad y se puede explicar en relación con la corporeización, que incluye la experiencia física y cultural.

Por lo anterior, la prototipicidad depende de la cultura y el contexto en el que se desenvuelve el individuo, es decir, dependen de nuestras experiencias esenciales. Por lo tanto, los elementos prototípicos son social y culturalmente relevantes. Lo anterior explica el hecho de que ciertos sustantivos faunísticos, como perro en español y ŷamal en árabe, sean más frecuentes y polisémicos que otros.

En suma, la polisemia y la frecuencia de los sustantivos faunísticos se encuentran directamente relacionadas con la prototipicidad, que depende de factores experienciales, sociales y culturales.

 

Redes Semánticas en los Sustantivos Faunísticos

Langacker (1987, 1990) propone un modelo de redes semánticas que da cuenta de la polisemia característica de las unidades léxicas. En dicho modelo cada nodo de la red corresponde a un significado de un ítem léxico. Los nodos se unen mediante flechas que indican el tipo de relación categorial entre ambos. Citamos a continuación a Maldonado para una explicación precisa de cómo funcionan las redes semánticas

Dichas relaciones son básicamente de dos tipos: elaboración y extensión. El primer tipo [A] es esquemático respecto de [B] y este último es una elaboración, o ejemplificación, de [A]. Todos los rasgos característicos de [A] están presentes en [B]; sin embargo este último tiene especificaciones más granulares y detalladas que su correlato esquemático. [...] En una extensión, la relación entre [A] y [B] es conflictiva: ciertas especificaciones del sentido básico de [A] no están presentes en [B]. Un caso sencillo que puede ilustrar estas relaciones es una red simplificada del vocablo corazón (ver figura 1)

 

Su significado más esquemático tiene que ver con una entidad central y de especial importancia para algo. El corazón de alcachofa, de una máquina e incluso de una fiesta constituyen elaboraciones del esquema. El órgano muscular que impulsa la sangre en animales y humanos es también una elaboración de dicho esquema; sin embargo, tiene un estatus especial: representa el prototipo del vocablo y constituye el significado que viene a la mente en primera instancia sin necesidad de especificar mayor contexto. Finalmente, la acepción de corazón como ''lugar donde se guardan los sentimientos ''constituye una extensión tanto respecto del esquema cuanto del prototipo''.

Ciertas convenciones notacionales deben ser explicadas. Las elaboraciones se representan por medio de una flecha continua, las extensiones por medio de una flecha discontinua y los prototipos van siempre enmarcados en negritas. (Maldonado, 1993, pp. 160–161)

La extensa polisemia de muchos sustantivos faunísticos encuentra explicación en un modelo de redes semánticas. Ejemplificaremos lo anterior mediante el sustantivo burro, cuyas acepciones, de acuerdo con el diccionario de la RAE (2001), son las siguientes:

1. m. asno (animal solípedo).

2. m. Armazón compuesta de dos brazos que forman ángulo y un travesaño que se puede colocar a diferentes alturas por medio de clavijas. Sirve para sujetar y tener en alto una de las cabezas del madero que se ha de aserrar, haciendo descansar la otra en el suelo.

3. m. Rueda dentada de madera con la cual se ponen en movimiento todas las estrellas o ruedas que en el torno de la seda sirven para torcerla.

4. m. Cada uno de ciertos juegos de naipes.

5. m. Jugador que pierde en cada mano en el juego del burro.

6. m. Hombre o niño bruto e incivil.

7. m. coloq. asno (hombre rudo). U. t. c. adj.

8. m. coloq. burro de carga.

9. m. coloq. Arg. y Ur. Caballo de carreras.

10. m. Cuba. Armazón de madera que sirve de apoyo a personas con dificultades para caminar. U. m. en dim.

11. m. Hond. Botín resistente de cuero, con suela gruesa.

12. m. Méx. escalera de tijera.

13. m. Méx. Mueble plegable que sirve de apoyo para planchar.

La polisemia del vocablo burro se puede explicar a partir de un significado de base que genera otros. El significado de base es el de 'asno', que es el prototípico, pues sin mayores especificaciones contextuales los hispanohablantes asocian tal palabra con un referente animal, en cambio, el sentido de 'mesa de planchar'; por ejemplo, requiere mayor especificación contextual. En otras palabras, al escuchar burro, en lo primero que pensamos es en un asno.

La polisemia del vocablo burro reflejada en las trece acepciones del diccionario responde a una red de significados interrelacionados, como se representa en la figura 2.

 

El significado de burro como 'falta de intelecto' constituye una elaboración del prototipo, pues tal acepción no se encuentra en el significado de base 'asno'. La palabra burro responderá preferentemente a un animal, pero en ciertos contextos que ejemplificaremos más adelante, la palabra se interpreta como 'tonto'. La asociación entre los burros y la falta de intelecto proviene del hecho de que es difícil forzar a estos animales a hacer algo que contradiga sus propios intereses, es decir, no obedecen con tanta facilidad, y un animal que desobedece a su amo se concibe como tonto.

Del sentido de 'falta de intelecto' se desprende otra extensión: la de 'perdedor en el juego del burro', donde se añaden la especificación de 'perdedor del juego', que no se encuentra en el significado de 'tonto'. El sentido de 'perdedor' se desprende de 'tonto', puesto que quien pierde en un juego se concibe como alguien carente de intelecto. A su vez, el significado de 'perdedor en el juego' origina el significado de 'juego de cartas', de manera que por un proceso metonímico el perdedor le otorga el nombre al juego. En este caso, también hay una elaboración, pues en 'juego de cartas' hay especificaciones que no se encuentran en 'perdedor del juego'.

La acepción 'caballo de carreras' de los dialectos uruguayo y argentino, también puede explicarse en términos de una extensión del prototipo, pues el sentido de base de burro no contiene la especificación de los rasgos de caballo de carreras.

Por otra parte, la palabra burro también presenta significados esquemáticos. Al ser el burro un animal de carga, se genera el significado esquemático de soporte. De este significado esquemático, surgen elaboraciones, en las que se añaden especificaciones más detalladas: el burro de carpintería es un sostén para la madera que se ha de aserrar, el burro de planchar sirve como sostén para la ropa y el burro de caminar sirve como sostén para mantenerse en pie; en el caso de las escaleras de tijera, hay un sostén o armazón que permite que quede fija.

Del significado esquemático de 'soporte' surge otro esquema: el de 'resistencia', a partir del cual se genera el significado elaborado de 'botín resistente' del dialecto hondureño. La generación del segundo significado esquemático se puede explicar en los siguientes términos: dado que un soporte le otorga estructura a algo, debe contar con un material resistente para que las piezas se mantengan en su sitio.

Otro significado esquemático de burro es el de tracción. Tal significado surge del hecho de que los asnos suelen emplearse como medio animal de tiro, es decir, se emplea su fuerza como tracción para jalar carretas y objetos diversos. A partir del esquema 'tracción' se elabora el significado de 'rueda con la cual se ponen en movimiento todas las estrellas o ruedas que en el torno de la seda sirven para torcerla'. En este caso, el burro del torno es el elemento que impulsa o genera la tracción de otras piezas.

Con respecto al significado prototípico, cabe destacar que existe un correlato entre éste y la frecuencia. Lo anterior se demuestra en los datos de corpus. Se realizó una búsqueda del vocablo en el corpus de Mark Davies, en el siglo XX, y se obtuvo un total de 236 concordancias, de las cuales 198 (83,8%) corresponden al significado prototípico, como se ilustra en (9). Estos datos ponen en evidencia, una vez más, el correlato entre la frecuencia y la prototipicidad.

(9a) Arrieros con burros cargando leña, parecía que se dirigían hacia el mercado. (Marco Minguillo, Chichita pa' alegrá la vida).

(9b) La utilización de los animales domesticados en el trabajo y el transporte está muy extendida. Los más empleados para estas tareas son el caballo, la mula, el burro (o asno), el buey, el búfalo, el camello, la llama, la alpaca, el yak, el alce y el perro (Encuesta: cría de animales).

De las 38 concordancias restantes, las que no se refieren al significado prototípico, la mayoría (89,4%) hace alusión a la falta de inteligencia,8 como se ejemplifica en (10):

(10) Inf.b. –...una personalidad tan idiota, oye. Una mujer que no... ¡ay! Inf.a. – La mujer era... era en realidad... cómo aceptaba todo eso y con una calma... Inf.b. – Cómo aceptaba y después lo que hacía, oye, es que como... no... no... calzaba una cosa con la otra, oye. O eres tan así, burra, que aceptas... todo... abúlica, pero es que ya es... yo lo encuentro el colmo (Habla culta: Santiago: M46).

La alusión a la falta de inteligencia presenta diversos matices semánticos, como ignorancia, en (11a), o falta de aptitud para alguna disciplina, como en (11b):

(11a) El que no entra en la Universidá siempre va a ser un burro –declaró–. –Bueno. Yo voy a ser un burro que sabe inglés (Mario Halley Mora, Los hombres de Celina).

(11b) Dice que... que Inés es de lo más burra para matemáticas – – – no le gustan las matemáticas (Habla culta: Buenos Aires).

Las redes semánticas se encuentran organizadas en términos de centralidad y periferia según el dominio (el contexto) que sea activado (Maldonado, 2012, p. 220). La palabra burro, como hemos visto, responderá preferentemente a la descripción de un animal, pero una vez que se activan otros dominios habrá una interpretación distinta. El ejemplo (10) activa el dominio de intelecto, por lo que burra se interpreta en el sentido de 'estúpida'. En (11b), se activa el dominio aptitud, de manera que la interpretación de Inés es de lo más burra para las matemáticas responderá a su incapacidad para comprender la disciplina.

En (11a), se activa el dominio de conocimiento, de manera que burro se interpreta como alguien ignorante.

Lo mismo ocurre con las distintas acepciones de burro. Cada una de ellas activa dominios o contextos distintos. Por ejemplo, en el dominio carpintería, burro no se interpretará como un animal, sino como una herramienta de trabajo, o bien, en el dominio juego, se interpretará como un juego de cartas.

Como vemos, la palabra burro tiene un significado central, el de 'asno', pero en función del contexto puede adquirir otros significados. La interpretación dependerá de nuestro conocimiento del mundo, el conocimiento enciclopédico. Por ejemplo, en un contexto como se me rompió mi burro y tuve que planchar la ropa sobre la cama, el conocimiento enciclopédico señala que los objetos inanimados se rompen, en cambio los animales se lastiman o se enferman, por lo que en este caso burro se interpreta como un objeto; además, el contexto activa el dominio planchado, por lo que burro adquiere el significado de 'tabla de planchar'. Este significado es propio del español de México, lo que constituye un ejemplo de que el conocimiento enciclopédico se asocia con significados contextuales, culturales o sociales (Valenzuela & Ibarretxe–Antuñano, 2012, p. 49).

 

Marcos Semánticos Faunísticos

El conocimiento del mundo se caracteriza en la semántica cognitiva por medio de estructuras de conocimiento denominadas genéricamente dominios, que, como hemos visto en la sección anterior, activan los distintos significados de una palabra.

Algunos de estos dominios son más básicos, es decir, no necesitan otros dominios para ser conceptualizados y están relacionados con experiencias corporeizadas preconceptuales; por ejemplo, algunos dominios básicos son la temperatura, el color, el espacio o la emoción. Otros dominios son más complejos y dependen de otros; por ejemplo, el dominio dedo depende del conocimiento del dominio mano, que depende del dominio brazo, y éste a su vez está subordinado al dominio cuerpo, etc. (Valenzuela & Ibarretxe–Antuñano, 2012, pp. 50–51).

Fillmore (1982) emplea el término marco semántico para referirse al dominio, que coincide con el término dominio cognitivo de Langacker (1987, 1990). Dentro de la lingüística cognitiva, por marco semántico se entiende cualquier sistema de conceptos vinculados entre sí, de tal manera que para entender uno de ellos, es necesario comprender la estructura completa del sistema del que ese concepto forma parte (Fillmore, 1982). Así, el significado de los elementos léxicos está organizado de modo que, al emplear un elemento en un texto o en una conversación, se activan diversos valores asociados a ese elemento. Para Fillmore (1982, p. 117), el marco estructura el significado de la palabra y, a su vez, la palabra evoca al marco.

Dentro del marco semántico de un elemento léxico se encuentran todas sus asociaciones semánticas, es decir, sus valores polisémicos, sus derivados léxicos, su valencia sintáctica y semántica, sus significados metafóricos, etc. Este concepto no alude a una relación de tipo estructural (hiponimia, antonimia, sinonimia, entre otras), sino que se trata de una relación basada en la experiencia del hablante (Fillmore, 1982, p. 113).

Ejemplificaremos la noción de marco semántico en los sustantivos faunísticos a partir de la palabra cerdo, la cual evoca nociones como granja, chiquero, carne, comida, suciedad, jamón, glotonería, gordura, entre otras. Esto significa que la palabra pertenece a un contexto que constituye su marco semántico. De acuerdo con Maldonado (2012), hay ciertos dominios que interpretan la forma léxica de cerdo. La palabra se interpreta preferentemente como la descripción de un animal,

pero una vez activados los dominios de comer y jugar, la interpretación de Lucas es un cerdo responderá a su incapacidad para respetar las reglas de comportamiento, ya sea a la hora de comer, ya en la cancha de fútbol. Nuestro conocimiento enciclopédico nos permitirá saber que en la mesa Lucas no tiene buenos modales, mientras que en el fútbol golpea artera y sistemáticamente al enemigo. (p. 220)

Como vemos, la palabra cerdo supone la conceptualización integrada de conceptos, no una suma restrictiva de rasgos, es decir, en este elemento léxico coexisten varios dominios.

En la mayoría de los casos, para hacer una descripción completa del significado de un elemento léxico, como cerdo, es necesario atender a la existencia de varios dominios. Maldonado toma como ejemplo de los múltiples dominios asociados a una expresión la palabra martillo, la cual se puede definir según su forma y configuración (dominio 1), según su función (dominio 2), o según el dominio de las herramientas en general, donde se diferencia de clavo¸ sierra, cepillo, etc. No obstante, aún falta un conjunto de especificaciones referentes a su peso, forma, tipo de material, etc., que para un uso pueden ser relevantes y para otros no. Por ejemplo, la madera es fundamental para caracterizar el martillo de un juez.

La revisión del sustantivo cerdo en corpus y diccionarios nos permite identificar cinco marcos semánticos o dominios cognitivos del vocablo:

Marco 1: naturaleza (entidad animal).

Marco 2: función (alimento).

Marco 3: forma (gordura).

Marco 4: comportamiento 1 (suciedad).

Marco 5: comportamiento 2 (vileza).

Los siguientes ejemplos, tomados del corpus de Mark Davies y de la lengua espontánea, ilustran los marcos anteriores en el mismo orden en que se han enlistado:

(12a) Con la rifa de la mula, Petra Cotes y él habían comprado otros animales, con los cuales consiguieron enderezar un rudimentario negocio de lotería. Aureliano Segundo andaba de casa en casa, ofreciendo los billetitos que él mismo pintaba con tintas de colores para hacerlos más atractivos y convincentes, y acaso no se daba cuenta de que muchos se los compraban por gratitud, y la mayoría por compasión. Sin embargo, aun los más piadosos compradores adquirían la oportunidad de ganarse un cerdo por veinte centavos o una novilla por treinta y dos (Gabriel García Márquez, Cien años de soledad).

(12b) Pero usted creció en un hogar musulmán. ¿Era muy estricto? – En absoluto. Por supuesto, jamás se comía cerdo en nuestra casa. Pero mi padre, Anis Ahmed, había estudiado en Cambridge ( John Mortimer, Entrevista (ABC).

(12c) no aguanté más, tomé el primer vuelo que se iba para el Tíbet, pasé antes por La, me compré un sastre divino de Max Mara, lo devolví porque me vi cerda en el espejo, intenté suicidarme en un hotel de Sunset Boulevar (Perú: Caretas:e–e/e–e).

(12d) ¡Órale, no seas cerdo! Tápate la boca al estornudar. Me cayeron tus babas (Habla espontánea).

(12e) La imagen que Julia desarrollaba de mí ante mí mismo, era siempre terrible, desagradable, vulgar, despiadada, inmoral. Realmente un cerdo. Sin pizca de generosidad, capacidad de afecto, de amor, de sentido de la amistad, de la solidaridad. Egoísta, hijo de puta, aprovechador (Pancho Oddone, Guerra privada).

El contexto de (12a) es el de una rifa. En ganarse un cerdo, el sustantivo faunístico activa el significado de 'animal', pues nuestro conocimiento enciclopédico nos indica que los animales se consideran entidades enajenables, es decir, se pueden vender o intercambiar. De esta manera, el significado del ejemplo se inscribe en el marco semántico de naturaleza, es decir, la palabra cerdo describe la naturaleza o esencia de una entidad animal.

En (12b), el contexto evoca los hábitos alimenticios de una cultura, por lo que el ejemplo activa el dominio de función, es decir, el ejemplo alude a la función del cerdo por excelencia, la de animal de engorde para el aprovechamiento de su carne. Así, cerdo expresa la noción de 'carne' del animal.

Con respecto a (12c), nuestro conocimiento enciclopédico indica que los cerdos tienen una forma característica, la corpulencia, debido a que son animales de engorda. El contexto evoca el dominio de forma, en tanto que la narradora observa su imagen en el espejo y la asocia con la forma del animal, de manera que la palabra cerda se interpreta como 'gorda'.

El ejemplo (12d) tiene que ver con nuestro conocimiento enciclopédico con respecto al comportamiento de los cerdos, los cuales suelen en revolcarse en el lodo y en sus propios excrementos y orines, lo que consideramos una acción sucia. El contexto activa el marco semántico de comportamiento, pues se hace alusión a la noción de falta de asepsia consistente en propagar la saliva expulsada en el estornudo, lo que implica malos modales. Por tanto, el contexto evoca el comportamiento de los cerdos caracterizado por su falta de higiene, de manera que cerdo se interpreta en el sentido de 'sucio'.

La interpretación de (12e) se relaciona con la de (12d), es decir, también se activa el marco semántico de comportamiento, pues la inmoralidad se conceptualiza en términos de suciedad (inmoral es sucio) y lo moral como limpieza (moral es limpio) (Soriano, 2012, p. 100), lo que nos permite conceptualizar a las personas ruines y sin escrúpulos como cerdos.

Los sustantivos faunísticos tienen un significado de base, la descripción de un animal. De ahí que haya un marco semántico que se refiera a la entidad animal. De este marco surge la interpretación preferente, sin mayores especificaciones contextuales.

Además del marco semántico entidad animal, la revisión lexicográfica, basada en los diccionarios de la RAE (2001); DEM (1996) y Moliner (1998), así como de los datos del corpus de los sustantivos faunísticos, nos permite establecer cuatro marcos semánticos recurrentes en los 35 vocablos que conforman nuestro corpus: 1) función, 2) apariencia, 3) capacidad y 4) comportamiento. A continuación explicaremos cada una de las categorías:

1) Función

Este marco se refiere al uso que le damos a los animales, ya sean animales de engorda, de trabajo, de compañía, etc. Por ejemplo, el burro, como hemos visto, se utiliza como animal de tiro o carga, por lo que ciertos contextos pueden activar el dominio de soporte, como en burro de planchar. El sustantivo cerdo activa el dominio alimento, en tanto que es la función por excelencia del animal, de ahí que la palabra haga referencia a un producto cárnico. El sustantivo perro también ejemplifica un marco semántico relacionado con la función. Este vocablo activa el dominio compañía, una de las funciones por excelencia del perro; de ahí que el vocablo se relacione con el apego, como en el siguiente ejemplo:

(13) ¿Que si está enamorado de ella? ¿Pero no ves que es un perrito faldero que la sigue a todas partes? (Buitrago, 2006 p. 707).

2) Forma

Este marco semántico se conforma a partir del perfilamiento de alguna(s) característica(s) física(s) del animal. Por ejemplo, la forma de un ratón le da nombre al accesorio informático del mismo nombre, o bien, la palabra toro puede designar a un hombre robusto y fuerte (RAE, 2001), esto es, se asocia la forma y tamaño de un toro con la de un ser humano. Otro caso que ilustra lo anterior es cerdo, que como hemos visto, designa a una persona gorda.

3) Capacidad

Este marco semántico perfila la cualidad de la que disponen los animales para el buen ejercicio de algo. Por ejemplo, de acuerdo con nuestro conocimiento del mundo, los linces tienen una vista extraordinaria, de ahí que una de las acepciones de lince sea ''persona que tiene una vista aguda'' (RAE, 2001).

Este marco semántico también es capaz de evocar la falta de capacidad de un animal. Por ejemplo, se sabe que las tortugas no pueden andar rápido, de ahí que el sustantivo que designe al animal se asocie con la lentitud, como en la expresión idiomática a paso de tortuga (Buitrago, 2006, p. 32).

4) Comportamiento

Los vocablos burro y cerdo, que ya hemos mencionado, constituyen un ejemplo de la activación de este dominio. El comportamiento testarudo del asno propicia que la palabra se asocie con la falta de intelecto, mientras que el comportamiento antihigiénico del cerdo genera significados vinculados con la suciedad y la falta de escrúpulos.

Otro ejemplo es el vocablo rata, que, de acuerdo con el Diccionario del Español de México, tiene entre sus acepciones la de 'ladrón' o 'ratero'; de manera que existen expresiones como: Se esfumó el muy rata. De acuerdo con nuestro conocimiento del mundo, las ratas comen de todo, es decir, son omnívoras. En las zonas urbanizadas se alimentan de la comida almacenada o de los desperdicios y suelen entrar a los hogares en busca de alimento, por lo que se conciben como animales ladrones.

Como vemos, los sustantivos faunísticos son propensos a la polisemia, es decir, pueden presentar múltiples marcos semánticos que se activan en función del contexto. Tales marcos semánticos se generan a partir del conocimiento enciclopédico y la experiencia con los animales, lo cual constituye una evidencia a favor de la naturaleza corporeizada de la lengua.

 

Proyecciones Metafóricas en los Zoomorfismos

De acuerdo con Lakoff y Johnson (1980), la metáfora es un fenómeno de naturaleza cognitiva que impregna nuestra vida cotidiana. Se estructura a partir de proyecciones conceptuales, de manera que tenemos un dominio fuente y un dominio meta. Es importante señalar que la metáfora es un fenómeno conceptual, no lingüístico. Lo que llamamos lenguaje metafórico es la manifestación externa de una metáfora conceptual.

Una característica de las metáforas consiste en que nos permite captar y estructurar un concepto abstracto en términos más concretos (Lakoff & Johnson, 1980), como se ilustra en la metáfora zoomorfa de (14):

(14) María tiene piel de cocodrilo.

El ejemplo anterior alude a la aspereza y falta de humectación de la piel de María. Al equiparar la piel de María a la de un cocodrilo, se construye una instancia concreta de textura áspera.

Un caso muy evidente de concreción a partir de la metáfora es el de los refranes, los cuales nos permiten comprender las normas de conducta o reglas de acción en términos de una situación concreta. Veamos el siguiente ejemplo:

(15) Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.

Esta paremia alude a la necesidad humana de estar alerta y prepararse ante las posibles contrariedades, lo cual es una situación abstracta. En cambio, el dominio fuente de la metáfora, un camarón dormido arrastrado por la corriente, es más concreto.

De acuerdo con Lakoff y Johnson (1980), las proyecciones metafóricas entre dominios son asimétricas y parciales, es decir, sólo se proyectan ciertos rasgos del dominio fuente al dominio meta. Posteriormente, Lakoff (1990) propone la hipótesis de invariabilidad, la cual establece las restricciones que imperan en la metáfora conceptual. Este principio consiste en que solamente se proyecta información coherente con la estructura general del dominio meta, y la estructura depende en gran medida de sus esquemas de imagen.9 Este concepto se refiere a imágenes extremadamente esquemáticas que se emplean en las operaciones conceptuales; por ejemplo, imágenes del tipo espacio limitado, camino, arribaabajo, parte–todo, movimiento, etc. A partir de la interacción con la realidad circundante, abstraemos ciertas pautas que luego subyacen en nuestro sistema conceptual y que son empleadas para esquematizar y reconocer semejanzas entre objetos (Llamas Saíz, 2005, p. 135).

La hipótesis de invariabilidad se puede ilustrar a partir del sustantivo ratón con la acepción de 'accesorio informático', donde tenemos la metáfora: el accesorio es un ratón. En este caso, se proyecta el esquema de imagen de forma y tamaño de un ratón al instrumento informático, como se aprecia en la figura 3.10 Obsérvese que la estructura del accesorio tiene semejanza con el cuerpo del ratón y el cable con la cola. No obstante, no se proyectan todas las características del roedor, como el tener pelo, bigotes, patas, etc., porque no son congruentes con el dominio meta. De esta manera, hay una coherencia entre dominio fuente y el dominio meta.

 

Veamos otro ejemplo de corpus que ilustra la hipótesis de invariabilidad a partir del vocablo ballena:

(16) Los días de sol en que no tenía ganas de salir a vender hierba me sentaba con Paddy y, a veces, con Peter en un banco a ver pasar a los turistas y practicar uno de nuestros juegos preferidos, ponerles motes: ''Ahí van Mr. y Mrs. Culogordo; y aquel franchute tan enano, Mr. Rana Subdesarrollada. Y aquella gorda, Mrs. Ballena con sandalias (Xavier B. Fernández, Kensington Gardens).

El ejemplo alude a la gordura de una mujer. En este caso, se proyecta el marco semántico de forma, específicamente, dimensión física, del dominio fuente hacia el dominio meta. Nuestro conocimiento enciclopédico señala que las ballenas son animales de enormes proporciones. El sobrepeso de una persona obesa genera también una gran dimensión corporal, de ahí que se establezca un vínculo con los cetáceos. En la metáfora se dejan de lado otros rasgos que no son congruentes con el dominio meta, como el hecho de que las ballenas sean animales acuáticos.

Kövecses (2000, p. 82) considera que las metáforas conceptuales poseen un foco de significado principal, de manera que un dominio origen contribuye a seleccionar de un modo no arbitrario el material conceptual convencionalizado en una comunidad hablante para su aplicación al dominio destino.

Las proyecciones centrales reflejan los principales intereses humanos relativos al dominio origen en cuestión. Además, son las proyecciones que presentan mayor motivación experiencial (cultural o física) y las que dan lugar al mayor número de expresiones metafóricas (Llamas Saíz, 2005, p. 137).

Por ejemplo, el vocablo tortuga alude a la lentitud, una vez activado el marco semántico de capacidad física. De acuerdo con nuestras experiencias perceptuales, las tortugas poseen una anatomía que les impide desplazarse rápidamente en tierra, en comparación con otros animales. De nuestra percepción de estos animales, surge uno de sus rasgos más característicos, precisamente la lentitud. Por ello, en el ejemplo (17), el foco de significado principal en tortuga que se proyecta del dominio fuente al meta es lentitud.

(17) El médico apretaba las espuelas, pero en vano; porque su caballo [...] se había propuesto no salir de su paso de tortuga.

En el siguiente ejemplo, hay una proyección de la ceguera del topo en la falta de visión humana:

(18) Don Martín. Mucho me gusta tu entrada.

Eugenio. Yo... bien quisiera... mi voz... (Se le cae el sombrero) tiene usted razón, es mala.

Don Martín. ¿Y aquí qué tiene que ver si cantas bien o si ladras?

Eugenio. (Más aturdido.) Es porque al tiempo de entrar no vi la silla que estaba aquí.

Don Martín. ¿Di, topo, no ves que hay una enferma en casa? ( José de Espronceda, Ni el tío ni el sobrino).

El contexto nos muestra que Eugenio no vio una silla y la tiró, por lo que el interlocutor le reprocha su falta de cuidado y lo llama topo, aludiendo a su falta de visión. La metáfora surge de nuestro conocimiento del mundo acerca de la reducida visión de los topos, que corresponde al foco central de significado que se proyecta del dominio fuente al dominio meta.

Los ejemplos de metáforas zoomorfas que hemos ilustrado ponen en evidencia la coherencia existente entre el dominio fuente y el dominio meta, la cual tiene su fundamento en la experiencia de los hablantes con el mundo animal.

Entre el dominio fuente (un animal) y el dominio meta existe una semejanza. La semejanza puede ser real y objetiva, como entre la forma de un ratón y el accesorio informático. Ahora bien, la semejanza entre el dominio fuente y el meta no siempre es objetiva, sino simplemente percibida. Una semejanza percibida es aquella que construimos entre dos entidades objetivamente diferentes, porque según nuestros modelos culturales tienen algún rasgo en común (Soriano, 2012, p. 100).

Por ejemplo, los zorros y las personas astutas objetivamente tienen poco en común, a excepción de un rasgo que en nuestra cultura se adjudica a ambos: la astucia. En términos objetivos, una persona tonta y un burro tampoco tienen mucho en común, más que el rasgo de falta de inteligencia asociado al animal. Además, en términos objetivos, los burros tienen la misma capacidad intelectual que cualquier équido, pero tienen un instinto de conservación altamente desarrollado, lo que hace que sea difícil forzarlos a obedecer a un ser humano, lo que se asocia culturalmente a la falta de intelecto. En suma, percibimos un burro como tonto, aunque en términos objetivos no necesariamente lo sea.

Otro ejemplo de cómo los aspectos culturales pueden determinar las similitudes es el caso del camello en la cultura árabe, que como se mencionó con anterioridad, se vincula con la virtud (Mehdi, 2005), aunque objetivamente un camello y una persona virtuosa no tengan mucho en común.

 

Proyección Metafórica del Dominio Animal al Humano

Como se ha mencionado, una metáfora conceptual indica un conjunto de asociaciones sistemáticas (proyecciones) entre los elementos del dominio fuente y el dominio meta. En el caso de las metáforas que asocian a los animales con los humanos, tenemos una proyección del dominio animal –la fuente–, al dominio humano –la meta–. De esta manera, la metáfora se puede estructurar de la siguiente manera: los humanos son animales.

Las similitudes objetivas o percibidas nos permiten entender la atribución de características a los seres humanos, la cual, como se mencionó en la introducción, es un recurso muy productivo en la lengua.

En algunos casos, la proyección metafórica constituye un mecanismo para atribuir características físicas o aptitudes sobresalientes a un ser humano, el dominio meta, partiendo de la selección de rasgos centrales de los animales, como en los ejemplos de (19):

(19a) Ahora, vestida de claro, con el alto cuello de garza ceñido de encajes y su talle esbelto conservado como si fuese soltera (Luis Orrego Luco, Casa grande: escenas de la vida en Chile. Tomo segundo.)

(19b) Pero, te acuerdas bien –con esa ''memoria de elefante'' que era tu mejor cualidad–, decían, pero que recién de grande lo entendiste. (Sara Karlik, Efectos especiales)

En los ejemplos anteriores hay una semejanza objetiva entre los animales y los humanos. En (19a), el cuello de la mujer es visualizado como un cuello sumamente largo y delgado, de manera que se selecciona ese mismo rasgo del dominio fuente (la garza) (cf. Sanz y Pérez, 2012, p. 38). Así, hay un parecido objetivo entre el cuello de las garzas y el cuello de la mujer.

En (19b), también se presenta una semejanza objetiva entre la memoria de un elefante y la memoria de una persona. Se sabe que, en efecto, los elefantes tiene una gran capacidad para memorizar rutas que los llevan a los mantos acuíferos.

En otros casos, la similitud entre el animal y el humano no es objetiva sino percibida, y se vincula con las concepciones culturales que tenemos acerca del comportamiento de los animales, que consisten en atribuir rasgos de carácter humano a los animales.

Con respecto a lo anterior, a partir del análisis de poemas y proverbios de lengua inglesa, Lakoff & Turner (1989, pp. 193–194) proponen que la conceptualización de los animales se puede entender en términos de propiedades humanas, de manera que se crean esquemas metafóricos. Según los autores, hay ciertas proposiciones comunes que ocurren en los esquemas metafóricos, entre las que destacan las siguientes:

Los cerdos son sucios, desordenados y groseros.
Los leones son valientes y nobles.
Los zorros son inteligentes.
Los perros son leales, fiables y dependientes.
Los gatos son caprichosos e independientes.
Los lobos son crueles y asesinos.
Los gorilas son agresivos y violentos.
Los burros son tontos.
Las víboras son crueles e insidiosas (Lakoff & Turner, 1989, pp. 193–194).

En estos esquemas metafóricos, que de acuerdo con los datos analizados también se dan en español, se observa que la conceptualización popular de las características de estos animales se presenta en términos de las propiedades humanas, de manera que en la proyección metafórica subyace la gran cadena de la existencia. De acuerdo con ésta, los animales actúan instintivamente, y los diversos tipos de animales presentan diferentes tipos de comportamientos instintivos. Comprendemos el comportamiento animal en términos del comportamiento humano, pues la inteligencia, la lealtad, el coraje, la inconstancia, etcétera, son rasgos del carácter humano. Así, cuando atribuimos esos rasgos de carácter a los animales, de manera metafórica, comprendemos el comportamiento en términos humanos (Lakoff & Turner, 1989).

Pensemos en la atribución de lealtad a los perros, el valor a los leones y la crueldad y la conducta asesina a los lobos. La lealtad humana requiere un sentido moral y la capacidad de juicio moral reflexiva. En términos objetivos, los perros no son fieles, sino animales de manada sumamente domesticados, por lo que suelen acompañar a su amo. El valor humano requiere de una conciencia del peligro y la voluntad consciente para llevar a cabo el acto en esas circunstancias. Por ello, en términos objetivos el león no es valiente, si bien es capaz de cazar – generalmente en grupo– presas que superan su tamaño, como el ñu o el búfalo; más bien, es un predador que evolutivamente ha desarrollado esa habilidad. El lobo, objetivamente, no es un asesino, pues un asesinato implica quitarle la vida a un ser humano con alevosía o premeditación, sino que simplemente es un animal predador.

A partir de estos rasgos de carácter atribuidos a los animales, podemos describir el carácter humano, de manera que podemos decir que una persona es un burro, un cerdo, un gorila, un zorro, etc. Como hemos dicho, las proyecciones metafóricas son asimétricas y parciales, por lo que únicamente se trasladan al dominio meta ciertos rasgos semánticos asociados con las características morales, como se ilustra en (20):

(20) Me habéis engañado. –Pero, señor, ¿qué ha sucedido? –Es una víbora, es una serpiente astuta... es una mujer intrigante (Francisco Navarro Villoslada, El ante–cristo).

Como se puede observar, una persona intrigante es caracterizada en los términos de una víbora. Del concepto de 'víbora' sólo se selecciona el rasgo de que estos reptiles producen veneno que causa daño e incluso puede ser mortal, pero se dejan de lado otros rasgos como la forma alargada de las víboras, su carencia de extremidades, su piel cubierta de escamas, etc. El daño de las víboras mediante su veneno se proyecta a las personas intrigantes, insidiosas. Pero este rasgo no es objetivo, sino percibido. El veneno de las víboras es un mecanismo biológico para atrapar a sus presas, lo que en términos objetivos poco tiene que ver con la acción de intrigar.

Es importante señalar que un principio que rige la metáfora conceptual es el principio de unidireccionalidad, según la cual sólo la estructura del dominio fuente se proyecta sobre el dominio meta. Pero en el caso de las metáforas zoomorfas pareciera que las dos direcciones fueran posibles, es decir, representar a las personas como animales y a los animales como personas, pero más bien se trata de dos metáforas distintas con sus respectivos focos de significado (Soriano, 2012, pp. 105–106). Cuando las personas son descritas como animales (las personas son animales) lo que enfatizamos son sus instintos, como en Juan es león. Por el contrario, cuando los animales se caracterizan como personas (los animales son personas), enfatizamos su comportamiento racional o moral, como en el león es el rey de la selva.

En cualquier caso, la atribución del comportamiento animal al comportamiento humano o viceversa se basa en una percepción percibida, no en una percepción objetiva.

 

Conclusiones

En este trabajo analicé desde el punto de vista cognitivo las motivaciones semánticas involucradas en los usos metafóricos de los zoomorfismos. Destaqué el hecho de que estas metáforas se vinculan con la categorización y la naturaleza corporeizada de la lengua, y que son un recurso sumamente productivo para atribuir características a los seres humanos.

Mostré que no todos los sustantivos faunísticos tienen la misma frecuencia y que ésta se relaciona directamente con la experiencia física, cultural o social que se tiene con los referentes animales. Además, aduje que la polisemia de los sustantivos faunísticos se relaciona directamente con su productividad, es decir, con la frecuencia con la que son empleados. Para demostrar lo anterior, tomé como ejemplo los sustantivos perro e hipopótamo. El primero presenta una alta frecuencia de uso, lo que tiene un correlato en su grado de polisemia. Por el contrario, el sustantivo hipopótamo es poco frecuente, por lo que no muestra extensiones semánticas. Estos dos casos resultan muy ilustrativos en tanto que representan dos categorías muy marcadas con respecto a la prototipicidad. No obstante, en investigaciones posteriores se puede hacer un análisis del uso de un número mayor de elementos zoomórficos, para determinar con mayor exactitud desde el punto de vista cuantitativo en qué medida la polisemia se vincula con la frecuencia.

Asimismo, señalé que la corporeización de los sustantivos faunísticos también se refleja en la productividad para formar parte de unidades fraseológicas, como locuciones, modismos o refranes, en tanto que la fraseología es una parcela del lenguaje que refleja la realidad sociocultural.

Se observó que la frecuencia de los sustantivos faunísticos puede explicarse en términos de su carácter prototípico, es decir, existe un correlato entre la frecuencia del vocablo que designa a un animal y la prototipicidad.

Mediante el análisis del sustantivo burro, ejemplifiqué cómo la polisemia de los sustantivos faunísticos encuentra explicación en un modelo de redes semánticas, a partir del cual los vocablos sufren extensiones o elaboraciones semánticas.

Además, mostré que los sustantivos faunísticos activan preferentemente el marco semántico entidad animal, pero que también son susceptibles de activar otros marcos como los siguientes: 1) función, 2) apariencia, 3) capacidad y 4) comportamiento. La activación de los marcos semánticos de los sustantivos faunísticos puede ser objeto de estudio de futuras investigaciones. Queda pendiente un análisis cuantitativo en donde se presente el número de concordancias asociadas a cada marco semántico de distintos sustantivos faunísticos. Con lo anterior, se podría obtener información relevante sobre las diferencias y similitudes entre los zoomorfismos de acuerdo con la elección de los marcos semánticos.

Por último, presenté un análisis de las proyecciones metafóricas del dominio animal a otros dominios, especialmente el humano, mediante la hipótesis de invariabilidad y la noción de foco de significado principal. Además aduje que hay metáforas zoomorfas que se basan en una similitud objetiva y otras en una similitud percibida.

 


NOTAS

1 En español tenemos los siguientes trabajos: el de Borràs Dalmau (2004), donde se analizan los artículos lexicográficos de los zoónimos en el español general; el de Cortés (2009), el cual analiza los zoomorfismos en el español de Chile; y el de Echevarría Isusquiza (2003), donde analiza las metáforas animalizadoras referidas a humanos y a objetos. También encontramos descripciones del fenómeno en el chino (Kieltyka & Kleparski, 2007), en serbio (Kekic, 2008) y en inglés (Kieltyka & Kleparski, 2005a). En esta última lengua, se ha analizado específicamente las metáforas caninas (Kieltyka & Kleparski, 2005b, Hirschman, 2002). Asimismo, se han analizado desde el punto de vista antropológico las metáforas vinculadas con el simio en la lengua japonesa (Ohnuki–Tierney, E. 1990, 1991). El campo de los zoomorfismos ha sido muy estudiado desde el punto de vista translingüístico. Hay diversos estudios que analizan la codificación lingüística de un mismo referente animal en dos lenguas distintas, o bien, realizan un análisis comparativo de las distintas expresiones idiomáticas zoomórficas en las diversas lenguas: Fernández Fontecha & Jiménez Catalán (2003), Gwiazdowska (2008), Kekic (2008), Kieltyka & Kleparski. (2007), Kleparski (2002), Piñel López (1997, p. 264), Martín Hernández (2005), Molina Plaza (2008), Sawicki, Smiceková & Pabisiak (2001), Sevilla Muñoz & García Yelo (2006), Suárez Cuadros (2006), Talebinejad & Dasjerdi (2005).

2 En dyrbal, los sustantivos van precedidos de una de las siguientes palabras: bayi, balan, balam y bala, según la configuración taxonómica de las distintas entidades léxicas. De manera que bayi, a modo de unidad prefijal, acompaña a los sustantivos que pertenecen al campo léxico de los humanos y a la mayor parte de los animales. A su vez, balan clasifica a las mujeres, al fuego, al agua y a algunos animales y objetos peligrosos. Balam se refiere a las plantas y a las frutas comestibles y, por último, bala indica que el sustantivo no pertenece a ninguna de las taxonomías precedentes. Este último aparece, por ejemplo, ante nombres que indican las distintas partes del cuerpo, árboles, lenguaje, ruidos, etc. (Martínez Garrido, 2001, p. 80)

3 Esta conceptualización antropocéntrica de los hablantes se codifica en las diferentes unidades de análisis lingüístico. Un ejemplo muy concreto de lo anterior es la marcación del objeto directo en español, pues, como es sabido, los elementos afectados por la acción transitiva de un verbo deben aparecer con marca, la preposición a, si sus referentes son humanos, suprahumanos (Dios, los ángeles, el Diablo, etc.) o cosas personificadas.

4 Para un estudio más detallado del carácter polisémico de perro y gato, véase el trabajo de Sanz Martin (2012).

5 Tutáeva (2009, p. 10) menciona seis vías de entrada de lo cultural a lo fraseológico: 1) religión, 2) mitología, 3) cuentos, 4) fábulas, 5) tradiciones étnicas, 6) filosofía, literatura, arte, música.

6 Por ejemplo, D. Dubois (1982, citado en Kleiber, 1995, p. 49), en un análisis de 22 categorías semánticas del francés, considera únicamente como prototipos más que a los ejemplares que han sido citados a partir de un 75% de los individuos.

7 Véanse, por ejemplo, los siguientes trabajos: Carcerdo González (1998, p. 221), Etxebarria (1966, p. 28), Gómez Molina & Gómez Devís (2004, p. 173), López Chávez (2003, pp. 102–105), López González (2009, p. 276), Pérez Durán (2010, p. 173), Rodríguez Muñoz & Muñoz Hernández (2011, p. 28), Sánchez Corrales & Murillo Rojas (2006, p. 34), Sifrar Kajan (2012, p. 13) y Valencia & Echeverría (1991, p. 73).

8 Los cuatro casos restantes se refieren a formas metafóricas poco frecuentes o conocidas desde el punto de vista panhispánico. En estos casos, la extensión metafórica se obtiene a partir de las características anatómicas del animal. Aparece una vez la expresión panza de burro, que designa un tipo de sombrero, y tres veces la expresión plátano burro, que hace referencia a un tipo de banana.

9 Ibarretxe–Antuño (1999) habla de la existencia de un proceso de selección de propiedades que restringe la proyección metafórica y que se fundamenta sobre el significado prototípico.

10 Imágenes tomadas de las páginas web: http://www.whitehorseinstallations.co.uk/contact-us.html; http://www.clker.com/clipart-black-and-white-mouse.html


 

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