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Íkala, Revista de Lenguaje y Cultura

Print version ISSN 0123-3432

Íkala vol.22 no.2 Medellín May/Aug. 2017

https://doi.org/10.17533/udea.ikala.v22n02a01 

Editorial

Presentación

Luz Mery Orrego1 

María Luisa Valencia D.2 

1Directora/Editora, Íkala, Revista de Lenguaje y Cultura. Escuela de Idiomas, Universidad de Antioquia, UdeA Calle 70 N.° 52-21, Medellín, Colombia E-mail: luz.orrego@udea.edu.co

2Asistente editorial Íkala, Revista de Lenguaje y Cultura. Escuela de Idiomas, Universidad de Antioquia, UdeA Calle 70 N.° 52-21, Medellín, Colombia


En este segundo número del volumen 22, se presenta un grupo de cinco artículos de investigación que estudian la producción escrita, la pronunciación, el léxico, la escritura académica y algunas creencias de los estudiantes. Estas investigaciones se realizaron con el empleo de diferentes métodos cualitativos y cuantitativos. En ellas participaron estudiantes de primaria, preuniversitarios y universitarios, de Chile, Colombia y Cuba. Un sexto artículo de investigación aborda con un enfoque metodológico las representaciones sociales de un grupo de docentes colombianos.

Desde Marruecos y Australia, dos estudios que toman como centro la lengua española, presentan, uno con un enfoque teórico, la importancia de la conexión de las culturas árabe y española por medio de la traducción y la enseñanza y aprendizaje de ambas lenguas, mientras el segundo trae una revisión de literatura sobre la evolución de los estudios fonéticos y fonológicos del español andaluz-oriental.

En Chile, la producción escrita en inglés lengua extranjera de los estudiantes del 8.° grado de un colegio público chileno fue el centro de una intervención pedagógica basada en la metacognición y orientada a desarrollar la cohesión y la coherencia. Los investigadores Mark Briesmaster y Paulo Etchegaray, de la Universidad Católica de Temuco, reportan en su artículo "Coherencia y cohesión en la producción escrita de estudiantes de inglés: El impacto de una intervención pedagógica basada en la metacognición" el resultado de dicha intervención y analizan los procedimientos de escritura empleados por los estudiantes antes y después de la experiencia. Este proyecto de investigación acción empleó una metodología mixta, cuantitativa y cualitativa, en la recolección y el análisis de los datos, e incorporó elementos característicos de estudios experimentales.

También en Chile, los errores ortográficos en inglés encontrados en los textos escritos de alumnos de quinto básico de un colegio bilingüe español-inglés con inmersión parcial, de la ciudad de Concepción, fueron analizados en un estudio descriptivo no experimental. En su artículo "Transferencia negativa del español al inglés en las vocales /ʌ/ y /æ/", el investigador Luis Alejandro Cid Guzmán, de la Universidad de Concepción, indagó si estos errores son causados por un fenómeno de transferencia lingüística negativa del español en el inglés. Se abordó específicamente la manera como la percepción auditiva de los fonos del español afecta la ortografía en inglés en palabras que contienen los fonemas /ʌ/ y /æ/. Para tal fin, los estudiantes participaron en dos pruebas diferentes de audición y completación. Sus respuestas fueron analizadas estadísticamente en primera instancia con un análisis de correspondencias multivariado y en segunda instancia con un análisis descriptivo univariado.

En Cuba, la incidencia de la variable "sexo" en la disponibilidad léxica de los estudiantes de duodécimo grado de diferentes escuelas fue estudiada con el fin de determinar la existencia de diferencias significativas en el léxico empleado por hombres y mujeres en centros de interés específicos. Los autores Carmen Rosa Pacheco Carpio, Juan Silvio Cabrera Albert e Iselys González López realizaron esta investigación en el marco del Proyecto Panhispánico de Léxico Disponible, en el que se inserta Cuba. En su artículo "Incidencia de la variable "sexo" en la disponibilidad léxica de estudiantes de preuniversitario en Pinar del Río, Cuba", los investigadores exponen el proceso investigativo y la metodología común empleada en este tipo de estudios: el test asociativo con parámetros estandarizados. Para el procesamiento de los datos emplearon la herramienta informática LexiDisp.

En la UNAM de México, la investigadora Luz Elena Herrero Rivas, en su artículo "Actitud asociada a tipos de cláusulas en textos de historia. Un análisis desde la teoría de la valoración", caracteriza la escritura académica en español de estudiantes universitarios del área de historia. Este estudio se realizó en el marco de la lingüística sistémico-funcional y la teoría de la valoración, y abordó el sistema de la transitividad y el sistema de actitud. Se empleó el software UAMCorpusTool en el análisis de los datos.

En Medellín, Colombia, las creencias de los estudiantes sobre el aprendizaje del inglés lengua extranjera fueron exploradas por el investigador Juan Fernando Gómez Paniagua en su artículo "Creencias sobre el aprendizaje de una lengua extranjera en el contexto universitario". Se empleó el cuestionario Beliefs About Language Learning Inventory (BALLI) para la recolección de los datos, los cuales fueron analizados mediante estadística descriptiva.

En Bogotá, Colombia, el artículo "Representaciones sociales de docentes sobre la evaluación formativa mediada por redes sociales", del investigador Danny Torres Triana, explica no solamente cómo los docentes conciben la evaluación formativa, sino también cómo visualizan las implicaciones del desarrollo de una implementación de este tipo de evaluación en redes sociales. La metodología elegida en este estudio fue la teoría fundamentada en el marco de la investigación cualitativa.

Desde Marruecos, el profesor Miloud El Bohdidi en su artículo teórico "La traducción español-árabe y árabe-español: panorama y perspectiva intercultural" analiza y evalúa, de manera crítica, la práctica de la traducción de estas dos lenguas, así como el contexto histórico y actual de la enseñanza y aprendizaje del árabe en España. Los intercambios interculturales hispano-marroquíes son abordados desde el punto de vista de la dimensión histórica de la traducción.

Cerrando el número, pero inaugurando la sección de revisiones de tema en Íkala, una minuciosa revisión de literatura sobre la pronunciación del geolecto andaluz oriental, de la Península Ibérica, nos sumerge en un recorrido a lo largo de más de un siglo por los estudios fonéticos y fonológicos de dicho geolecto. En "Fonética y fonología del español andaluz oriental: Revisión de literatura entre 1881 y 2016", el profesor Alfredo Herrero de Haro, de la universidad australiana de Wollongong, analiza en orden cronológico y clasificado por fonemas, lo que se sabe hasta el momento, y lo que aún no se sabe, sobre el habla andaluza oriental. Apoyado en esto señala, posibles líneas de investigación, en términos del fenómeno y de la metodología, para el estudio del andaluz oriental, y por extensión para otras variantes del español. De especial interés para los investigadores es el apéndice con la lista de obras dedicadas al estudio fonético/fonológico del EAO, su enfoque y sus principales conclusiones.

En el tiempo de preparación de esta edición falleció la profesora Beatriz Elena Aguirre Gaviria (1955-2017), directora y editora de Íkala entre los años 2001 y 2003. Desde aquí lamentamos su partida y la pérdida que representa para sus allegados, y queremos rendir un homenaje a su memoria, su trabajo y su huella, en dos textos adjuntos a esta presentación.

En memoria de Beatriz Aguirre

A la profesora Beatriz Aguirre la conocí cuando yo aún era una estudiante de pregrado de la Escuela. Sus clases de literatura eran famosas entre mis compañeros, porque la profe era una apasionada de la literatura inglesa. Esa pasión se reflejó también en su trabajo al frente de la revista Íkala, entre 2001 y 2003. Al recibir la dirección de manos de su fundadora Danièle Musialek, Beatriz introdujo varios cambios que supusieron un salto en la profesionalización de la revista. Así, en 2003 Íkala había sido admitida en la categoría C de Colciencias, se amplió el espectro de artículos y se ejecutaron propuestas audaces, como traducciones comentadas, un espacio para la poesía, entre otros.

Tuve la oportunidad de trabajar bajo su dirección, cuando siendo yo coordinadora de un programa de inglés, Beatriz era jefa del Centro de Extensión de nuestra dependencia. Del tiempo que compartimos, guardo en mi memoria su amor por los libros y por la música. La recuerdo llegar y salir de la oficina cantando o preparándose para ir a ensayar con su amado coro.

La Beatriz de la que me despedí en el 2004, cuando yo me iba al extranjero a adelantar estudios de posgrado y ella se trasladaba a la Facultad de Comunicaciones, no fue la misma que encontré a mi regreso, en 2010. La veía andar lentamente por los pasillos. Aún en ese momento, podía levantar la cabeza y dibujar una sonrisa que le iluminaba su cara, mientras me preguntaba por mi vida y mi familia, o hacía un comentario que nos hiciera reír. Admiro su compasión y la inmensa fortaleza que tuvo en sus últimos años de vida, a pesar de las dificultades impuestas por la enfermedad. Me dio profunda tristeza decirle adiós en su funeral. Me alegro de haberla conocido y de que hubiéramos tenido la oportunidad de tenerla en nuestras aulas.

Paula Echeverri Sucerquia

Directora Escuela de Idiomas

Mayo, 2017

Beatriz Aguirre: el canto de los pájaros

Conocí a Beatriz Aguirre a finales del 2002. Ese conocimiento debió pasar por las chanzas que ella hacía a quien, finalmente, hubo de llevarla a la muerte. A su tumor cerebral, benigno en un principio, ella lo llamaba "el inquilino". Se burlaba, con aire bonachón, de algo que a mí me parecía temible. Pero ella decía que se trataba de un extraño, en cierto modo simpático -le hacía temblar levemente las manos, la había hecho engordar, la hacía soñar cosas raras- que, de un día para otro, había llegado para quedarse en su cuerpo.

Beatriz fue una bella mujer y una profesora especial. Amaba los idiomas y la literatura. Realizó en Estados Unidos sus estudios superiores. Y se sentía orgullosa de trabajar en la Universidad de Antioquia. Admiraba a Charles Dickens y, en general, la gran literatura escrita en lengua inglesa del siglo XIX. También se ocupó de la literatura colombiana y latinoamericana. Le gustaba leer a Soledad Acosta de Samper y a Tomás Carrasquilla. Sin embargo, tenía una pasión todavía más profunda: la música. Fue ese abrazo entre literatura y música lo que nos aproximó tanto. A ella como a mí nos gustaba trazar en las clases puentes que comunican estas dos artes del tiempo para estremecerlas. Pero Beatriz era más genuina y espontánea en las clases que yo. Les cantaba a los estudiantes, porque creía que si había un alimento esencial, para el cuerpo y el espíritu, ese alimento era el canto.

A veces hubo burlas en nuestro departamento de lingüística y literatura porque Beatriz cantaba a toda hora. Lo hacía no solo en las clases, sino también en las pesadas reuniones académicas, en los alborotados pasillos de la Facultad de Comunicaciones, en los jardines espléndidos de nuestra Alma Mater. Cuando íbamos a tomar café, cuando deambulábamos por los senderos del Carlos E. Restrepo, su último barrio; hablábamos de su inquilino, de su hermana enferma de los pulmones, de sus sobrinos díscolos, de las novelas de Dickens y los oratorios de Haendel. Y mientras nuestro palique iba y venía, Beatriz estaba siempre pendiente del canto de los pájaros. Yo presenciaba ese diálogo de una mujer sola con las pequeñas avecillas del mundo y sonreía. Sonreía, con algo de tristeza, porque concluía que yo no podía ser tan limpio como para cantar con esos seres alados que diariamente nos acompañan.

Al cabo de los años, aquel inquilino se volvió maligno. Beatriz se hizo operar por consejo de su neurólogo de cabecera y comenzaron los padecimientos. De la noche a la mañana, por una operación torpe, Beatriz quedó semiparalizada. Recuerdo que antes de la operación la llamé desde París donde pasaba mi año sabático. Me dijo que era lo mejor y le deseé suerte. Esa suerte nunca vino. O si vino, lo hizo a tropiezos. Además de perder una buena parte de su motricidad, Beatriz salió de aquella operación sin voz. El soporte de sus días, el canto, desapareció. La vida es injusta, pensaba yo cuando la veía. Nos mima y nos reduce. Nos da lo más sublime y también lo más precario. Pero Beatriz creía otra cosa. O se comportaba de tal manera que su difícil situación parecía no afectarla excesivamente. Sus últimos años fueron, en realidad, una prueba suprema y ella, gracias a su fuerza interior, la pasó con holgura.

Al salir de la crisis de su operación, en 2009, ella me confesó algo. Yo le había regalado mi libro Solo una luz de agua, Francisco de Asís y Giotto. Su lectura fue su soporte en medio de esas jornadas arduas. Ese libro tuyo, recuerdo que me dijo, tan pequeño y delicado, me salvó de hundirme en la desesperación. Cada vez que me angustiaba bebía en la belleza de ese libro y me reconfortaba. Esta confesión la tengo como una de las más esenciales justificaciones de mi oficio de escritor. Y siempre que me acecha la incapacidad de escribir, atribulado por los fantasmas de la impotencia y el escepticismo, acudo a esas palabras suyas como quien busca un bálsamo.

La última vez que la visité ya estaba postrada. No daba clases en la universidad desde hacía un tiempo, y nosotros, sus colegas, hacíamos todo lo posible para aligerarla de las responsabilidades académicas. Esa tarde estaba de mal genio porque la mezquindad de su EPS le negaba el medicamento que urgía bajo argumentaciones burocráticas. Se quejaba de que sus empleadas -nadie en su familia podía ocuparse de ella- la maltrataban. Ya no le provocaba leer y pocas veces escuchaba música. Pero, en medio de su profundo malestar, me preguntó por mi familia. Le mostré fotografías de mis hijas y me sonrió diciéndome que eran bellas como dos flores.

Luego gané un premio literario muy importante y vinieron mis viajes por el mundo. Pero siempre me decía que debía visitar a Beatriz. Que debía hablar una vez más con ella y contarle de mis audiciones de Arvo Pärt y Gorecki. Quizás si le refiriera algo de Josquin de Prés y de Palestrina ella sentiría una frescura efímera necesaria para sus dolencias. Pero me llegó otro premio y más compromisos y los días pasaron y no pude otorgarle mi despedida. Me siento infortunado porque Beatriz no merecía de mí ese abandono. Y aprovecho estas palabras, que escribo en su memoria, para ofrecerle mis excusas. Espero que su espíritu, donde esté, pueda dármelo. Beatriz murió en un hospital geriátrico de Envigado en febrero de 2017, separada de sus seres queridos, aislada como si fuera una anciana inútil. Hacía unos meses no podía hablar y estaba siempre en la cama con los ojos cerrados. Quiero creer que al morir algún pájaro cantó para ella en el momento de su partida.

Pablo Montoya

Milán, abril de 2017

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