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Perspectiva Geográfica

versión impresa ISSN 0123-3769

Perspectiva Geográfica vol.22 no.1 Tunja ene./jun. 2017

https://doi.org/10.19053/01233769.6115 

Artículos

Topofobias e imaginarios del miedo sobre el espacio urbano de la localidad de Fontibón, Bogotá, Colombia

Topophobias and imaginary of fear on urban space location in Fontibón, Bogotá, Colombia

Topofobias e imaginários do medo sobre o espaço urbano da localidade de Fontibón, Bogotá, Colômbia

Fernando Mape-Guzmán1 

Johan Avendaño-Arias2 

1 Magíster en Geografía de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, economista de la Universidad Militar Nueva Granada y docente de la Escuela de Inteligencia Aérea, Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Colombiana, Colombia. fmape.guzman@gmail.com

2 Doctor en Geografía, Desarrollo, Territorio y Sociedad de la Escuela de Altos Estudios en Cien cias Sociales de Francia (EHESS) y máster en Territorio, Espacio y Sociedad de la misma institución. Especialista en Análisis de Políticas Públicas y geógrafo de la Universidad Nacional de Colombia e ingeniero catastral y geodesta de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Director de la Especialización en Geografía y Gestión Ambiental del Territorio, investigador y docente de la Universidad Central, así como de la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Colombia. johan.avendano@gmail.com


Resumen

En la localidad de Fontibón, al occidente de Bogotá, D. C., las expresiones del delito poseen una lógica recurrente a partir de los lugares o espacios en que estos se presentan, situación que ha llevado a la configuración de imaginarios de miedo y topofobias en la población residente. Para analizar de forma comprensiva las relaciones de coincidencia o divergencia de estas dos perspectivas (la geografía del delito, junto con la geografía de la percepción), se asumen elementos metodológicos mixtos para caracterizar la existencia o no de factores explicativos desde una mirada territorial. Es así que, como resultado de esta reflexión, fue posible plantear algunas particularidades socioespaciales para comprender la territorialidad de la inseguridad urbana en la localidad.

Palabras clave: Fontibón; geografía del delito; imaginario del miedo; percepción de inseguridad; puntos calientes o críticos; territorialidad; topofobia

Abstract

Expressions of crime have a recurring logic from places or spaces in which they appear, a situation that has led to the setting imaginary of fear and topophobias in the resident population of the locality of Fontibón, west of Bogotá, D. C. To comprehensively analyze the relations of coincidence or divergence between these two perspectives, the geography of crime in contrast with the geography of perception, mixed methodological elements are assumed to characterize the existence of explanatory factors from a territorial perspective. Thus, as a result of this reflection, it was possible to raise some socio-spatial dimensions to understand the territoriality of urban insecurity in the town.

Keywords: Fontibón; geography ofcrime; imaginaryfear; perception of insecurity; hot or critical spots; territoriality; topophobia

Resumo

Na localidade de Fontibón, oeste de Bogotá, as expressões de delito possuem uma lógica recorrente a partir de lugares e espaços em que ocorrem, situação que a levado a configuração de imaginários de medo e topofobias na população residente. Para analisar de forma compreensiva as relações de coincidência ou divergência destas duas perspectivas (a geografia do delito, junto com a geografia da percepção), assumem-se elementos metodológicos mistos para caracterizar a existência ou não de fatores explicativos de um ponto de vista territorial. De modo que, como resultado desta reflexão, foi possível levantar algumas particularidades socioespaciais para compreender a territorialidade da insegurança urbana na localidade.

Palavra-chave: Fontibón; geografia do delito; imaginário do medo; percepção da insegurança; pontos quentes ou críticos; territorialidade; topofobias

1. Introducción

El artículo tiene como objetivo comprender aquellos elementos espaciales y territoriales que configuran las geografías del crimen, el delito y de la percepción de la localidad de Fontibón en Bogotá. Para ello, se realizó una aproximación a la perspectiva mixta de métodos de investigación, cualitativos (cartografía social, entrevistas y recorridos de observación) y cuantitativos (estadísticas descriptivas), para contrastar la mirada oficial de la seguridad urbana, soportada en las cifras sobre delitos (contra la vida y el patrimonio), con la de los imaginarios y la percepción que tienen los ciudadanos sobre los espacios inseguros de la localidad.

Así, el artículo está estructurado en las siguientes partes: se inicia con la presentación del área de estudio y los aspectos metodológicos, luego se orienta a la reflexión sobre los elementos teóricos y conceptuales de la geografía del delito, del crimen, de las percepciones y de los imaginarios, así como al análisis espacial del comportamiento de los delitos para la localidad entre los años 2013 y 2014 y los hitos de la percepción espacial de la inseguridad. En el cierre, se presentan los principales aspectos que, producto de las reflexiones anteriores, se consideran como constitutivos y comprensivos de la geografía del crimen y las percepciones de la localidad de Fontibón. Como conclusión relevante, se tiene que no es posible realizar una red causal entre la ocurrencia de hechos delictivos y las percepciones de inseguridad, pues si bien unos y otros se alimentan, no fue posible encontrar tal correlación en el caso de estudio. Esto lleva a pensar que son otros los elementos constitutivos de estas vertientes o, como lo afirma Avendaño (2016), que la seguridad urbana no puede ser reducida a la equicomparación de delitos con inseguridad. Posiblemente las explicaciones pueden encontrarse más documentadas en la orientación de Alicia Lindón (2007), quien afirma que "la construcción social de los distintos lugares que integran la ciudad, es un proceso constante de manufacturación del espacio que realizan las personas en interacción unas con otras, orientando sus prácticas espaciales a través de una trama de sentido que denominamos imaginarios urbanos" (p. 32).

2. Área de estudio

La localidad de Fontibón se ubica en el costado occidental de la capital, colinda al oeste con el río Bogotá, al este con Teusaquillo, y al norte y sur con Engativá y Bosa respectivamente. Su origen poscolonial, su entidad autónoma municipal y posteriormente su anexión a Bogotá la configuran como un territorio diverso, tanto en la historia de su morfología urbana como por la dinámica económica y social, al punto que puede considerarse como uno de los espacios más heterogéneos de la capital, dado que allí coexisten procesos de planificación formal-estatal (la Caja de Vivienda Popular y el Instituto de Crédito Territorial), la misma centralidad del damero, una urbanización dispersa y vectores de autoconstrucción, así como procesos de invasión y edificación informal e, incluso, ilegal. Su extensión representa el 3,9 % del Distrito, equivalente a 3.328,1 hectáreas (ha), de las cuales 3.052,8 ha están clasificadas como suelo urbano y 275,3 ha son suelo de expansión; la localidad no tiene suelo rural. A su vez, está divida en 8 unidades de planeación zonal (UPZ), de las cuales cuatro son predominantemente industriales, una dotacional, otra con centralidad urbana y dos de tipo residencial cualificado.

3. Aspectos metodológicos

Para comprender la configuración de los lugares considerados como inseguros y topofóbicos en la localidad, se recurrió a la construcción de una jerarquización de categorías de análisis, técnicas de recolección de información, aplicación de instrumentos y definición de poblaciones y unidades de análisis, con el fin de obtener información de fuentes primarias y secundarias que, desde la perspectiva de los estudios descriptivos, dieran elementos para caracterizar territorial y espacialmente lo que, para los habitantes, constituye los factores de miedo. Así, se partió de los mapas y las estadísticas descriptivas sobre las denuncias de los hechos delictivos de más alto impacto ocurridos entre 2013 y 2014 (delitos contra la vida -homicidios y lesiones personales- y contra el patrimonio - hurto a personas-), como estrategia de caracterización de los lugares de mayor concentración o "puntos calientes", para luego contrastarlos con las zonas críticas de percepción de inseguridad identificadas por los ciudadanos.

Por otra parte, para obtener la información de la fuente primaria, se desarrolló un taller de cartografía social con tres grupos sociales de actores representativos, relacionados con la Fuerza Pública, los comerciantes y los residentes de la localidad. En estos talleres, se solicitó a los participantes que ubicaran sobre un mapa aquellos lugares o puntos considerados o percibidos como inseguros o críticos, registrando sobre el sitio una simbología que permitió georreferenciar y clasificar la información. A través de este ejercicio de cartografía social, fue posible el acercamiento de dichos actores a su espacio geográfico. Hay que notar que la cartografía social se desarrolla en dos momentos: el primero, la motivación o encuentro, que según Avendaño (2012) "consiste en la presentación del proyecto a los participantes, la explicación de la metodología y el reconocimiento de los actores presentes como principales protagonistas de la realidad social, poseedores de conocimientos privilegiados y específicos" (p. 17). El segundo, la creación o construcción colectiva del conocimiento sobre el territorio, "consiste en que los actores participantes se acercan al mapa de la localidad para georreferenciar los lugares catalogados como inseguros, sus topofobias, espacios del miedo" (Avendaño, 2012, p. 17). Lo anterior permite analizar si las características de las tipologías del delito sobre el territorio han incidido en la generación de territorialidades y conflictos de poder entre actores delictivos y, más específicamente, indagar sobre la presencia de crimen organizado en la localidad.

En la Tabla 1 es posible verificar la asociación jerárquica asumida bajo el precepto del cumplimiento de los dos objetivos preestablecidos y sus categorías conceptuales centrales, con el fin abordarlas a través de las técnicas mencionadas y sus instrumentos, así como del tipo de población abordada y la unidad de análisis seleccionada.

Tabla 1 Categorías de estudio. 

Objetivo Categoría Técnicas Instrumento Población Unidad de análisis
Estadística
Geografía del delito descriptiva de las unidades espaciales (barras, tortas, tendencias) Datos de la Policía Metropolitana y del Instituto de Medicina Legal Víctimas en la localidad de Fontibón Denuncias por persona
1. Datos de la Policía Me-
tropolitana y del Instituto
de Medicina Legal
Caracterizar la geografía del delito, los espacios urbanos asociados y la configuración resultante Espacios urbanos Mapas de delito 2. Bases cartográficas de la Infraestructura de Datos Espaciales para el Distrito Capital (IDECA) (manzanas, vías, parques y equipamientos) N/A Manzana
1. Datos Policía Metropoli-
tana, Instituto de Medicina
Legal
Configuración espacial Mapas de delito 2. Bases cartográficas de la Infraestructura de Datos Espaciales para el Distrito Capital (IDECA) (manzanas, vías, parques y equipamientos) N/A Tasa de delitos por unidad espacial o área
Mapas Mapa base (manzanas, vías, Comerciantes, Ciudadanos del
Imaginario de parques y equipamientos) residentes, grupo poblacio-
miedo Entrevistas Formulario de preguntas jóvenes y Policía Nacional nal correspondiente
Comprender los imaginarios del miedo asocia- Topofobias Mapas Mapa base (manzanas, vías, parques y equipamientos) Comerciantes, residentes, Ciudadanos del grupo poblacio-
dos con las topofobias y las expresiones de territorialidades que esto construye en la localidad Mapa mental Esquema territorial jóvenes y Policía nal correspon-
Entrevistas Formulario de preguntas Nacional diente
Mapas de delitos Mapa base (manzanas, vías, Comerciantes, residentes, jóvenes y Policía Nacional Ciudadanos del grupo poblacional correspondiente
de Fontibón Territorialidad parques, equipamientos) y delitos
Mapa mental Esquema territorial
Entrevistas Formulario de preguntas

Fuente: Elaboración propia a partir de Avendaño (2016) y Barinas (2014).

Para entrar al análisis de los objetivos propuestos en la investigación, es imprescindible recurrir a la organización por categorías. Para el primer objetivo -caracterizar la geografía del delito, los espacios urbanos asociados y la configuración que de ello resulta-, se establecieron las categorías geografía del delito, espacios urbanos y configuración espacial. Asimismo, se utilizaron técnicas de estadística descriptiva y mapas de delito recogidos de los datos de entidades oficiales, que focalizan el registro sobre las denuncias realizadas por las víctimas de hechos delictivos. Este primer objetivo se enmarca bajo un enfoque cuantitativo. Para el segundo objetivo -comprender los imaginarios del miedo asociados con las topofobías y las expresiones de territorialidades que esto construye en la localidad de Fontibón-, se utilizaron como categorías los imaginarios del miedo, las topofobias y la territorialidad. Para ello, mediante el uso de mapas mentales y entrevistas, se identificaron, de forma conjunta con los grupos poblacionales, aquellos espacios que se perciben como inseguros y que, a la vez, generan imaginarios del miedo. Este aspecto se desarrolló con mayor predominancia del enfoque cualitativo.

Por esta razón, sin desconocer la robustez de las estadísticas institucionales, se tomó el camino de construir información primaria, de la voz de los residentes, para verificar ese "otro conjunto" de hechos y percepciones que no han quedado documentados y que, como se pudo concluir, alimentan las decisiones de espacialidad en Fontibón. De esta manera, la sincronía entre el enfoque cualitativo y el cuantitativo expresa un método efectivo que inductivamente permite acercarnos a aquellos lugares concebidos como propensos al delito o hot spots, así como a las experiencias topofóbicas, a partir de situaciones relacionadas con los delitos en el marco del homicidio, lesiones personales y hurtos a personas presentes en la localidad de Fontibón.

4. Geografía: crimen y fobias

4.1 Geografías del crimen

En las últimas décadas, el interés de la geografía por el estudio del crimen se desarrolló como parte de una preocupación importante de la geografía humana (Delgado, 2003). Si bien ya desde las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX se venían desarrollando "reinvenciones" de la geografía del crimen o del delito a partir de la búsqueda de explicaciones en las condiciones físicas o sociales del lugar de ocurrencia de los hechos, es desde los años ochenta que se consolida el estudio de la organización social y cultural de la conducta criminal con perspectiva espacial (Lowman, 1986, p. 87, citando a Georges, 1978). Es lo que Pain (1997) ha definido como un "enfoque popular que busca comprender los patrones espaciales de miedo a la delincuencia, a través del mapeo e identificación de áreas en las que el crimen es un problema, y aquellos sitios donde la gente está preocupada de ser víctima [traducción de los autores]" (p. 232); esta perspectiva posibilitó la ampliación del espectro de la geografía de la delincuencia, en aras de establecer patrones que permitieran orientar las investigaciones, por ejemplo, a partir de la caracterización de las diferencias de las víctimas y los victimarios, su género, rangos etarios, modalidad, días y horas de ocurrencia. Sin embargo, la relación entre geografía y violencia urbana, estudio del crimen y delincuencia, tiene un antecedente trascendental en la Escuela de Cartografía Criminológica y la Escuela Ecológica de Chicago: la primera buscaba destacar las diferencias regionales de los índices de criminalidad y delincuencia por medio de mapas, y la segunda estaba preocupada por la descripción de modelos espaciales de crimen y violencia (Barinas, 2014). Al respecto, para Felipe Hernando Sanz (2006a): la Escuela Cartográfica tuvo por objetivo el establecimiento de las variaciones en el espacio y en el tiempo de los comportamientos violentos, identificando sus principales variaciones espaciales, mientras que la Escuela de Ecología Humana de Chicago buscaba el análisis espacial de los medios locales en donde residen los delincuentes, estudios de los lugares en donde se producen los delitos, análisis espaciales de las áreas problemas y trabajos relacionados con las oportunidades de delinquir (p. 11).

Por su parte, estudios provenientes de Estados Unidos y del Reino Unido sobre la relación geográfica entre violencia, crimen y delincuencia, orientan sus investigaciones en seis componentes: 1) la victimización y el miedo a la delincuencia; 2) violencia y género; 3) los medios delictivos subjetivos; 4) las relaciones entre la economía política y el crimen, con la consecuente revitalización de las orientaciones marxistas; 5) el narcotráfico y el consumo de estupefacientes y 6) la delincuencia desde una perspectiva global (Hernando Sanz, 2006b). Respecto al análisis espacial del delito, es posible identificar tres elementos: 1) descripción geográfica, 2) análisis geográfico y 3) predicción geográfica. El elemento descriptivo se refiere, en gran parte, a las técnicas de mapeo que muestran la distribución espacial de delitos registrados, diferente de la descripción del análisis, ya que el primero se refiere a un proceso ordenador de hechos, mientras que el segundo implica la constitución de una hipótesis y el desarrollo de bases de predicción (Avendaño, 2014; Lowman, 1986; Harries, 1974).

Herbert (citado en Hernando Sanz, 2006a) considera que los aportes geográficos al tema del crimen, la delincuencia y, sobre todo, de la violencia, se encuentran en dos vertientes: "aquellas proclives a analizar de una forma minuciosa las regularidades que han conducido a las descripciones de las variaciones regionales de los índices de delincuencia; y aquellas otras orientaciones que han procurado aplicar sofisticadas técnicas analíticas a las estadísticas oficiales del crimen en escala urbana" (p. 10). Por esto, los análisis de patrones espaciales son considerados apenas como un punto de partida, en el entendido de que los atributos mismos de los delitos (modalidad, arma, motivación, etc.), e incluso la identificación de las lógicas espaciales marcadas por los delincuentes, implican otras dinámicas territoriales que configuran sus propias geografías, alineadas con las oportunidades del entorno o blancos (objetivos), por una parte, y a la condición social de los sectores, por otra (Matthews y Herbert, 2008). De allí que estos autores sean considerados como los precursores de las hipótesis causales entre violencia y marginalidad1.

Sea de una perspectiva o de la otra, para Delgado (2003) la generación de violencia o delincuencia debería ser vista más bien como la comprensión de las dinámicas geográficas de todos los actores y los factores, en conjunto -sin idealizar de forma determinista la estructura urbana o las condiciones sociales-, que influyen de manera diferencial en el fenómeno social del delito. Por ello, la apuesta de otros autores se orienta más a realizar lecturas desde las tensiones y el poder (Avendaño, 2012, 2016; Barinas, 2014) como elementos articulado-res de la construcción territorial de la inseguridad y el delito:

Debe entenderse como una construcción social desde el poder, lo cual implica reconocer que el ejercicio de las territorialidades es un ejercicio de relación de poderes; que el ejercicio de las territorialidades, visto desde el poder, reconoce unos intereses desde los actores y unas finalidades o propósitos que motivan la intervención y colocación de recursos por parte de los actores; y que la relación de poder es una relación de negociación (Ramírez, Patiño y Gómez, 2000, p. 33).

Desde esta perspectiva, Soja (1971), Sack (1986) y Cairo Carou (2001) abordan la dinámica espacial y territorial de la violencia urbana con base en tres pilares fundamentales: sentimiento de pertenencia, modo de comportamiento y control sobre un área geográfica específica: el territorio. Esto indica la coexistencia, como afirman Montañez y Delgado (1998), "de territorios que se sobreponen o se complementan, derivando en diversas formas de percepción, valoración y apropiación, es decir, de territorialidades que se manifiestan cambiantes y conflictivas" (p. 124). Como la representación de la realidad es constantemente dinámica y, por consiguiente, conflictiva, hace que estos pilares fundamentales se expresen de maneras diferentes según la manifestación de intereses de los actores generadores de violencia involucrados. En este engranaje de territorialidades, se forman espacios del miedo que, según Jacob (2009), son "espacios metamórficos, transformados en su estructura física y social, por el abandono u otros fenómenos, esta mutación le atribuye un nuevo significado o una nueva imagen generando una nueva percepción de este espacio" (p. 166). La misma autora propone categorizar dos tipos de espacios del miedo: uno es el espacio en el cual verdaderamente ocurre una experiencia maléfica, lo cual suscita un sentimiento topofóbico hacia el lugar, dado a partir de la experiencia propia del individuo o de una imagen del miedo transmitida por los canales de comunicación. El otro es el espacio creado como resultado del miedo, un espacio que debe garantizar la seguridad, cuyas características evidencian la existencia de una sociedad atemorizada en la cual todo lo externo se torna sospechoso. Estos espacios del miedo poseen peculiaridades como las rejas, los altos muros con cortantes y las cámaras de vigilancia privada que son características intrínsecas de una sociedad que valora la peligrosidad y el riesgo (Avendaño, 2014, 2016).

4.2 Topofobias e imaginarios

Bailly (1989) afirma que, sin desconocer la necesidad de ampliar los análisis urbanos sobre las formas, las relaciones funcionales, el incremento de las interconexiones y los flujos, como también hacia la producción de desigualdades y disparidades, entre muchos otros asuntos, para los intereses investigativos se hace imprescindible reflexionar acerca de los denominados elementos "subjetivos" o simbólicos de la inseguridad (Lindón, 2007), en especial aquellos susceptibles de contar con una referencia espacial que, para el presente caso, se vincula con la ciudad. Dada la pluralidad de espacios geográficos donde tienen lugar las relaciones de tipo económico, político, social y cultural, es de esperarse que se generen sentimientos, valores y percepciones, en forma de grados de identidad y pertenencia a esos lugares, o, por el contrario, cierta aversión y miedo por el grado de inseguridad y violencia urbana presente. Al referirnos a los valores y las percepciones del entorno, se hace referencia a la topofilia, es decir, a las manifestaciones específicas del amor humano por el lugar (Tuan, 2007); además de definirse como el vínculo afectivo del ser humano con el entorno material, los lazos que genera difieren en intensidad, sutileza y modo de expresión.

Sin embargo, la existencia de lugares que podrían generar identidad y seguridad en las personas, en relación con la vinculación o presencia de delincuencia común y crimen organizado, genera también apatías y topofobias hacia los lugares donde ocurren o se presentan hechos delictivos. Según Tuan (2007), la topofobia es "la relación de rechazo y desapego hacia los lugares, es aquella sensación negativa que puede llegar hasta el temor" (p. 129). Alicia Lindón (2006) recuerda que se puede tener, a la luz de Tuan, una variación de la topofobia que crearía una agorofobia, lo cual haría referencia, tácitamente, al pánico expresado hacia ciertos espacios abiertos, como las calles, o estrechos, como los callejones solitarios y oscuros. Sin embargo, para no confundir la lectura, en este documento se asumirá el manejo de la noción de topofobia como esa acepción general de miedo, temor y posible desapego a los lugares. En el caso de las personas vulnerables, como los ancianos y las mujeres con niños pequeños, a menudo son reacios a moverse en torno a ciertas partes de las ciudades y áreas, como los espacios abiertos (Matthews y Herbert, 2008). Ha de entenderse que aquellos lugares y espacios del entramado público o del mobiliario donde tuvo lugar la ocurrencia real de algún hecho delictivo o un episodio violento, con victimización directa, empiezan a ser configurados bajo un imaginario de miedo que alimenta la representación que se les asigna, así como las formas de habitarlos, apropiarlos, nombrarlos y estigmatizarlos (Avendaño, 2012). Por ello, los lugares donde se cometen delitos o transcurren hechos violentos se constituyen en territorios del miedo o espacios topofóbicos en el imaginario de los ciudadanos, lo cual genera conductas de rechazo hacia dichos espacios (Capron, 2009). En general, es lo que Avendaño (2016) denomina toporepresentaciones:

aquellas formas de entender todo ese grupo de acepciones relacionadas con los significados del espacio, es decir, ese sistema que nos permite construir valoraciones, imaginarios y significados de los lugares, espacios y territorios, a partir de la cotidianidad, de nuestra experiencia espacial y de la influencia del contexto -geohistoria-, en tanto se constituyen en uno de los elementos que tamizan la forma (intereses, control, uso, disfrute, poder) en que nos relacionamos con los espacios desde los vínculos individuales hasta los de los sujetos sociales y colectivos (p. 307).

Esta perspectiva, para tener un mayor nivel de profundidad, implicaría otro espacio de reflexión.

5. Espacio urbano y patrones delictivos: expresión de la geografía del delito

La configuración espacial de la localidad de Fontibón ha sido objeto de transformaciones permanentes como producto de las dinámicas criminales y de delincuencia común presentes, en mayor o menor medida, que han incidido en el espacio observable a través de la generación de puntos críticos dados por la incidencia de delitos contra la vida y el patrimonio (Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana [CEACSC], 2007), elementos condicionantes de una fuerte violencia urbana. Si esta se caracterizara a través de la ocurrencia de hechos delictivos, en la localidad se observa un aumento considerable, entre 2012 y 2013, de cierta tipología de delitos de alto impacto, como el hurto en cualquiera de sus modalidades dentro de la categoría contra el patrimonio (Tabla 2).

Tabla 2 Delitos de mayor impacto por localidades, 2012-2013. 

Delitos contra la vida Delitos contra el patrimonio
Localidad Homicidio Hurto a Hurto a Hurto a Hurto de Piratería Hurto a
común personas establecimientos residencias vehículos terrestre bancos
2013 2012 2013 2012 2013 2012 2013 2012 2013 2012 2013 2012 2013 2012
1 Usaquén 64 44 2.048 1258 702 227 691 499 113 167 1 2 1 4
2 Chapinero 13 9 2.454 1588 530 265 300 295 52 80 2 2 4
3 Santa Fe 44 48 1.778 914 447 99 69 72 18 22 1
4 San Cristóbal 65 92 802 391 150 47 163 169 86 125 2
5 Usme 70 65 454 253 68 65 104 119 52 75 2
6 Tunjuelito 36 17 578 296 124 51 88 71 62 133 2 2 1
7 Bosa 115 113 1.021 665 265 104 222 257 71 346 1 1 1
8 Kennedy 181 200 2.418 1.478 550 176 297 395 349 918 2 6 1 2
9 Fontibón 24 28 1.582 898 251 136 142 229 112 142 7 5 2
10 Engativá 62 82 1.927 1.300 722 214 178 326 395 466 3 3 4 4
11 Suba 95 116 2.455 1.789 820 307 1.028 928 232 443 2 2 8
12 Barrios Unidos 5 15 1.142 679 184 111 96 129 57 129 1 4
13 Teusaquillo 13 12 1.665 731 390 109 148 135 87 108 1 1 1
14 Los Mártires 45 51 930 508 199 79 40 56 42 120 1 1 1 1
15 Antonio Nariño 5 7 639 293 656 61 59 49 56 108 1
16 Puente Aranda 29 20 855 474 203 85 51 69 200 258 1 3 2 2
17 La Candelaria 1 108 571 287 77 40 17 21 8 4
18 Rafael Uribe 87 1.040 494 118 72 143 135 117 233 1
19 Ciudad Bolívar 242 239 796 640 84 70 177 208 99 199 1 3
Aeropuerto 66 44 9 9
Terminal 5 5 1 1

Fuente: Elaboración propia con base en los balances 44 y 46 del Observatorio de Seguridad de Bogotá (Cámara de Comercio de Bogotá, 2013 y 2014).

Con base en la información anterior, se observa cómo en la ciudad (Tabla 2), con cierta recurrencia, se presentan los delitos contra el patrimonio. En el 2013 se presentaron 25.226 hurtos a personas, 3.822 casos más con respecto al 2012, lo cual equivale a un 15 % más de hechos delictivos, así como el hurto a establecimientos, con 6.550 casos para el 2013. En la localidad de Fontibón se observa un incremento considerable en los datos de 2013, en comparación al 2012, en los delitos de hurto a personas (1.582, equivalentes al 176 % de incremento), hurto a establecimientos (251, que equivalen a un 54,1 % de incremento) y piratería terrestre (7, que representan un 71,4 % de aumento).

Si bien es cierto que Fontibón no ocupa los primeros lugares dentro de la clasificación de tipologías de delitos con respecto a las demás localidades -además de la tendencia al aumento descrita-, es innegable que la particularidad de su configuración en zonas industriales, francas, terminales aéreos y terrestres, cruce y límite de avenidas como El Dorado, la Avenida 68, la Boyacá, la Ciudad de Cali y la futura Avenida Longitudinal de Occidente (ALO), entre otras, permite encontrar áreas de interés para la delincuencia común y el crimen organizado, para la comisión de otros delitos como el microtráfico (tráfico de sustancias psicoactivas masivo, pero en cantidades para el consumo individual), lo cual, además de los hurtos, lleva a visibilizar dinámicas territoriales del crimen en la localidad. Al analizar dichos comportamientos con mayor detalle, tanto espacial como numéricamente, es posible verificar cierta homogeneidad en el comportamiento de los datos de delitos contra la vida y el patrimonio a nivel de las UPZ. Así, por ejemplo, el homicidio, que a nivel local presenta un aumento del 1,19 %, pasando de 27 a 32 casos, es diferencial cuando en la UPZ de Capellanía se pasó de 0 homicidios a 3, es decir que se triplicó; Fontibón Centro pasó de 15 a 19 hechos, un 25% más, y Granjas de Techo pasó de 2 a 4 casos, o sea que se duplicó. En el hurto a personas, aun cuando se observa una disminución del 0,91 %, al pasar de 853 hurtos en el 2013 a 764 en el 2014, mantiene su dinámica, apalancado por la participación del delito en las UPZ Aeropuerto El Dorado, Capellanía y Fontibón Centro.

Fuente: Elaboración propia.

Figura 1 Hurto a personas por estratificación socioeconómica en la localidad de Fontibón, 2013-2014. 

En el estudio Identificación y caracterización de "lugares trampa" de Bogotá, D. C., elaborado por la Universidad Nacional y la Secretaría de Gobierno de Bogotá (CEACSC, 2007), se indica que un "sector con generalizado impacto del hurto a personas es el barrio Atahualpa, al punto que sus habitantes lo designan como 'atracahualpa'. Este delito se presenta bajo las modalidades de atraco con el uso de armas blancas hacia las manzanas internas netamente residenciales y de raponazo de maletas y celulares sobre los corredores de movilidad" (p. 23). Algo similar ocurre sobre la Avenida Luis Carlos Galán o Avenida calle 24 La Esperanza, entre las carreras 100 y 103, donde existe comercio formal de talleres y mantenimiento de motocicletas. Por otra parte, sobre la Avenida Centenario, entre la Avenida Versalles y la Carrera 137, a la altura del barrio Puente Grande, existen simultáneamente hurtos, homicidios y lesiones personales, lo cual está relacionado, según los recorridos de observación, con la salida masiva de trabajadores de las industrias presentes en la zona franca, además de la existencia de una gran cantidad de talleres y parqueaderos, dado que la morfología urbana de esta vía principal facilita la comisión de delitos por parte de la delincuencia común y organizada que pueda estar presente en el lugar.

La primera mirada que se relaciona con este espacio podría enmarcarse en la teoría de las ventanas rotas, toda vez que se caracteriza por desorden generalizado, suciedad, descuido y despreocupación de las áreas públicas, que a la larga son factores que contribuyen a no generar identidad y sentido de pertenencia hacia el territorio. Esta teoría fue desarrollada por James Q. Wilson y George Kelling, quienes, desde un punto de vista criminológico, concluyen que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores. Si se rompe el vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro, y esto parece no importar a nadie, entonces allí se generará el delito (Avendaño, 2014, 2016).

Las características de estos microterritorios dan cuenta de que los delitos no están distribuidos por azar o de forma aleatoria en cualquier lugar, sino que, por el contrario, hay factores del entorno que permiten vincular y concentrar los delitos en un determinado sitio. En tal virtud, "el hallazgo de grandes concentraciones de delitos en un lugar señala una vinculación fuerte entre el delito y los lugares donde los delitos se producen y, por ende, la particular importancia de la situación y la oportunidad en los delitos" (Weisburd y Telep, 2014, p. 3). En este caso, más que un punto en común, se presentan varios corredores que son utilizados por las estructuras criminales y de delincuencia común para la realización del hecho delictivo. Por tal razón, el victimario puede tener un beneficio más significativo al utilizar tramos de vía pública, con calles o avenidas alternas previamente estudiadas para atacar y huir, que un punto estático donde puede atraer la atención de las autoridades. Es así que la presencia de delitos es mayor sobre tramos de vías que interconectan a otras alternas o principales (Cardeño, 2005).

Existen factores explicativos de la morfología urbana, elementos de movilidad vial, variables físico-ambientales y socioeconómicas que pueden contribuir a la ocurrencia de delitos en las urbes (Caldeira, 2007; Hiernaux, 2012; Lindón, Aguilar y Hiernaux, 2006; Loaiza Cerón, 2012), y especialmente en esta localidad. Para Ávila (2014)

el asunto va más allá de pensar que la pobreza es el factor explicativo de la violencia homicida [...] algunas zonas son propicias para las transacciones económicas, otras para el lavado de activos y otras para que los criminales establezcan su vivienda. Las zonas marginadas de una ciudad son atractivas para las organizaciones criminales y en ellas se concentra el homicidio, no por su pobreza, sino porque allí el desempleo y la informalidad económica son altos, las transacciones comerciales se hacen en efectivo y el lavado de activos y la venta de mercancía ilegal son mucho más factibles (p. 61).

Como indica Martín-Barbero (2004), en contraste con los "barrios ricos", hay "barrios populares completos expuestos al pillaje, y a los más brutales ajustes de cuentas entre pandillas, por la desprotección policial" (p. 300).

Fuente: Fotografías tomadas por los autores en junio de 2016.

Figura 2 Morfologías barriales propicias para la ocurrencia de delitos en la calle 23d entre carreras 106 y 107. 

Tal podría ser el caso de la Avenida Centenario, que por su misma dinámica urbana y el tipo de construcciones y usos del suelo, sumados a la sensación de caos en vía pública y las desmejoras físicas progresivas en la zona -como la no recolección de basuras, la presencia de desechos y la falta de iluminación-, se convierte en un lugar "ideal", en el imaginario del delincuente (Avendaño, 2012; Barinas, 2014; Cardeño, 2005), para la realización de acciones delictivas. De igual manera, la existencia de áreas sin desarrollar, como potreros, lotes baldíos y áreas protegidas y de humedal, facilitan la ocurrencia de esta tipología de delitos, por ejemplo, en la Avenida Versalles o en la carrera 116 con Avenida del Ferrocarril.

6. Percepción de inseguridad, puntos críticos e imaginarios

La comunidad de la localidad de Fontibón registra altos índices de percepción negativa sobre algunas áreas específicas de su entorno (Cámara de Comercio de Bogotá, 2013, 2014) que empiezan a generar imaginarios del miedo, desconfianza e intranquilidad, convirtiéndolas en puntos críticos, de extrema precaución, que inclusive se pueden consolidar como corredores estratégicos donde la delincuencia, sea esta común u organizada, instrumentaliza estos imaginarios y llega a perpetrar diferentes tipologías de delitos sobre la población. Desde esta perspectiva, como resultado de la implementación de los talleres de cartografía social, los posteriores recorridos de observación participante y las entrevistas en los focos coincidentes, se empezó a configurar la coincidencia de identificar los barrios de Fontibón Centro, Versalles, Atahualpa y Boston como aquellos con mayor percepción de inseguridad, por ser considerados como "ratoneras", lugares topofóbicos. De manera particular, estos poseen en común un alto deterioro arquitectónico, invasión del espacio público y segregación urbana, sumados a la frecuente presencia de habitantes de calle y recicladores que ayudan a construir estereotipos y a cimentar el imaginario del miedo, es decir que pesa significativamente más la valoración de la estetización de los espacios y los sujetos que la ocurrencia misma de delitos, toda vez que al comparar las cifras de denuncias en estos barrios sus frecuencias no son tan altas como en otros lugares. Se trata de un ejemplo claro de las toporepresentaciones definidas por Avendaño (2016).

En la Figura 3, una residente de la localidad realiza una descripción de los puntos críticos que de forma periódica presentan tipologías de delitos, además de la presencia de actores que consumen drogas en cercanías al parque Atahualpa y en los alrededores del cementerio. Otro elemento en común en los imaginarios de los residentes de Fontibón que refuerza la localización de topofobias se relaciona con la escasa confianza hacia la institucionalidad, específicamente, la Policía Nacional, que es asociada con los grupos y redes de delincuencia común y organizada del barrio. En varias ocasiones, funcionarios de esta institución han pedido apoyo para combustible, al parecer, para hacer las rondas por el sector, lo que genera todavía más intranquilidad y zozobra, ya que no existen lazos de trabajo entre la Policía, el cuadrante y la población y, por el contrario, esto alimenta la percepción y los imaginarios de inseguridad.

Fuente: Resultado de la cartografía social desarrollada con actores representativos de la localidad.

Figura 3 Mapa mental construido por un habitante barrio Atahualpa. 

Por lo general, tal como se pudo ratificar en los distintos ejercicios cualitativos, en especial con las cartografías sociales, las topofobias, los imaginarios del miedo y la percepción de inseguridad provienen de diferentes fuentes, no solo de las asociadas con experiencias personales, es decir, ser víctima de la delincuencia, sino también, y de una forma mucho más frecuente, de relatos de terceros, quienes hablan desde sus vivencias y replican lo experimentado, como también de noticias difundidas o relatadas a través de los medios de comunicación, que masifican los hechos delictivos generando un gran efecto, arraigado y sostenido, de fobias sobre lugares específicos. Para Ávila (2014), la percepción de inseguridad es afectada por múltiples factores:

a) la delincuencia común u ordinaria, responsable por lo general del hurto a menor cuantía y el rapo-neo. Está constituida por pequeñas organizaciones criminales que en muchos casos no son letales, tienen bajos grados de organización y están ancladas a determinados nichos territoriales; b) Deficiencias en el desarrollo urbanístico, por ejemplo, parques sin alumbrado, vías de comunicación en mal estado, o zonas de tolerancia; c) Impunidad social, siendo estos percibidos como un problema de funcionalidad del Estado, afectando la legitimidad del aparato institucional; d) Cambios culturales, como las tribus urbanas y en general, nuevas formas de agrupación juvenil, que no son ilegales ni criminales pero que amplios sectores de la población perciben como focos de inseguridad (p. 51).

Por ejemplo, el barrio Versalles ha sido objeto de un gran estigma por la presencia significativa de victimarios y actores provenientes de barrios contiguos que prefieren actuar fuera de su zona para evitar ser delatados por la misma comunidad. Pese a que el barrio no "produce" en sí mismo inseguridad, es simbolizado como un espacio de prácticas y presencia de estructuras y redes criminales que ayudan a consolidar esos imaginarios del miedo y topofobias a los lugares. En tal sentido, es "desde los imaginarios del miedo que se constituyen las formas de nombrar (y estigmatizar) estos sitios y sujetos sociales identificados con la inseguridad y el miedo" (Martel y Baires, 2006, p. 120).

En términos de Lindón (2007), desde la concepción del constructivismo geográfico o espacial se "asume que el sujeto habitante y también cognoscente, construye los lugares día a día, aunque esos lugares también reconfiguran las identidades de los sujetos que los habitan" (p. 36). Por tal razón, es la misma comunidad residente, transeúnte, la que en medio de su cotidianidad realiza un proceso de cualificación, asignándole ciertas características a los lugares que los convierten en inseguros, críticos o de alta o permanente peligrosidad, todo a través de la construcción y cimentación de sus topofobias e imaginarios del miedo, que pueden ser alimentados, aunque no siempre, con la ocurrencia de hechos delictivos. Si bien es cierto, puede haber situaciones, actores o hechos que son puntuales y quizá no tienen la capacidad de impactar en la construcción masiva de miedos urbanos. El miedo "es una construcción de sentido que se conforma en relación con ciertas formas espaciales: la apertura espacial es concebida como una forma espacial que favorece el desplazamiento de los agresores" (Lindón, 2006, p. 95).

Habitualmente, la Avenida del Ferrocarril se relaciona y se percibe como un sitio crítico e inseguro, lo cual se suma al descuido de la avenida férrea, las basuras y los desechos depositados sobre la vía y termina por construir ese miedo generalizado al lugar: la topofobia. Son precisamente esos imaginarios los que han permitido construir y asociar ciertos lugares de la localidad de Fontibón como sitios inseguros, críticos y de miedo; al ser reconocidos por la comunidad, se van construyendo con una imagen de peligro. Tal como lo expresa Lindón (2007),

si un grupo social reconoce a un lugar como peligroso, se está frente a una construcción social del lugar a través del sentido del peligro que asume ese grupo social. Esto es un proceso en el que la inter-subjetividad converge en atribuirle ese sentido que ha sido definido socialmente con anterioridad y en relación a otros fenómenos al lugar en cuestión (p. 38).

Unos actores determinantes y comunes en la localidad son los recicladores y habitantes de calle, quienes transitan por vías públicas vistiendo atuendos desgastados y en mal estado, condiciones que lleva a la comunidad a percibirlos como agentes de peligro, por ende, llegan a promover la configuración de topofobias, imaginarios2 del miedo y percepción de inseguridad en la población. Indudablemente, estos actores representan, por un proceso de cualificación, una serie de características que generan miedo, temor y en ocasiones rechazo, y hace que sean considerados como "sujetos marcados" (Martel y Baires, 2006, p. 131). A causa de las rutinas diarias de reciclaje, deambulan por las calles de la localidad y esto facilita su interacción con redes de microtráfico y menudeo, que ven en ellos unos intermediarios propicios para irrigar la problemática del consumo de sustancias psicoactivas en las calles y parques de Fontibón. Adicional a esto, un factor diferenciador es la racionalidad del crimen organizado, donde aquellas redes criminales y de microtráfico buscan obtener un beneficio mayor al buscar consumidores cerca de instituciones educativas y de alta afluencia de personas, como la plaza de mercado.

7. A manera de conclusión

Ciertamente, construir cartografías y mapas sobre la ubicación de los delitos ofrece un panorama particular de lo que serían las geografías del crimen, en tanto es posible identificar patrones, tendencias, vectores y recurrencias vinculadas bien sea con la trama urbana, con las actividades sociales o económicas, o con la función geoestratégica de los espacios que, en un juego multiescalar, están conectados con dinámicas que trascienden los límites político-administrativos. Así, en el caso específico de Fontibón, es claro que se trata de una localidad objeto de disputa territorial, fenómeno que se evidencia en la amplia ocurrencia de hechos delictivos como muestra de la presencia de actores ilegales que ocupan sus espacios y traen allí la concreción de sus acciones, vendettas y lógicas de control.

Así, se han generado topofobias e imaginarios del miedo de los habitantes que tienen que transitar, recorrer y permanecer por cierto tiempo en espacios públicos que consideran que pueden afectar la integridad física y personal. De manera que, en la cotidianidad del habitante, es imprescindible circular por el espacio público conforme a las experiencias de miedo y las topofobias arraigadas en prácticas dominadas por el desagrado al lugar o el "habitar topofóbico" (Lindón, 2006, p. 98). En definitiva, existe una construcción permanente de topofobias hacia ciertos lugares de la localidad, que en la mayoría de casos convergen y se alinean hacia los mismos sitios como, por ejemplo, los parques, la plaza de mercado y la Avenida del Ferrocarril, entre otros, hasta el punto en que se llega a constituir una toporepresentación.

Dentro de la configuración resultante al caracterizar la geografía del delito, se observa de manera recurrente la generación de corredores que agrupan diferentes puntos calientes o críticos a lo largo de una vía, donde se presentan ocurrencias de delitos de forma periódica. Por lo anterior, la construcción de los imaginarios del miedo de los residentes de Fontibón "como invención personal o colectiva que se hace de la ciudad construida y que tiene como fundamento la vivencia cotidiana de la inseguridad" (Martel y Baires, 2006, p. 120), se enmarca en dos situaciones específicas: por una parte, el imaginario del miedo hacia ciertos actores que habitan, conviven y circulan en el espacio público de la localidad, relacionados con los recicla-dores y habitantes de la calle, que profundizan la percepción de inseguridad. Por otra parte, el imaginario del miedo hacia lugares concretos que ya son considerados como inseguros, cualificándolos con ciertas características que siguen acrecentando las topofobias. Sin embargo, un lugar donde la mayoría converge al asociarse a la venta y consumo de drogas, además de la presencia de todo tipo de actores que incrementan la percepción de inseguridad y el imaginario del miedo, son los parques. Al respecto, los parques son concebidos para el desarrollo de actividades lúdicas, de ocio y esparcimiento, pero debido a la delincuencia cambian su uso, transitan hacia territorios en conflicto por ser, hoy, el objeto de confrontación para el consumo y el expendio de drogas, generando, de esta forma, una marcada territorialidad.

Estas estructuras mantienen una imaginación geográfica para establecer su localización sobre el territorio y desarrollar íntegramente su territorialidad, partiendo, como eje de acción, de unos centros de gravedad desde donde irradian y focalizan actividades ilícitas y delitos en contra de la vida (homicidios y lesiones personales) y contra el patrimonio (hurto a personas), además de aquellos que fomentan la consecución de recursos a través de la venta de estupefacientes y sustancias psi-coactivas, valiéndose de lugares concurridos, con comercio formal e informal, como la plaza de mercado de Fontibón, lugares de ocio y esparcimiento, como los parques de los barrios Boston, Versalles, Atahualpa, Arboleda el Jordán y el Pedregal, y lugares que pueden proporcionar un mercado rentable para el microtráfico y el menudeo por su cercanía a instituciones educativas, derivando en "territorialidades que se manifiestan cambiantes y conflictivas" (Montañez y Delgado, 1998, p. 124).

Esta dinámica de construcción de territorialidades, sumada al accionar delictivo del crimen organizado en espacios públicos, ha permitido el arraigo y la consolidación de imaginarios del miedo al delito en los residentes de Fontibón, así como la topofobia hacia esos lugares que son considerados y percibidos como inseguros, o como "variadas construcciones mentales (ideaciones) socialmente compartidas de significancia práctica del mundo" (Hiernaux, 2012, p. 89), y de aquellos elementos subjetivos y simbólicos (Lindón, 2007) de la inseguridad en esta localidad que, a la larga, generan una "conducta de rechazo hacia dichos espacios" (Capron, 2009).

Por lo tanto, en la localidad se corrobora la existencia de una territorialidad basada en los pilares del sentimiento de pertenencia, el modo de comportamiento y el control sobre un área geográfica específica (Cairo Carou, 2001; Sack, 1986; Soja, 1971), que implica la constante dinámica y puja por mantener el control y el dominio sobre el territorio y hace que los actores generadores de violencia (crimen organizado y delincuencia común) busquen estrategias dentro de las lógicas del conflicto para reconfigurar el territorio y organizar el espacio. Esta forma de mantener una identidad y un sentimiento de pertenencia hacia los lugares se ha ido relegando a un segundo plano por la consolidación de esos imaginarios del miedo y topofobias, apoyados en el reforzamiento de toporepresentaciones. Por su parte, exige que los residentes de la localidad, en su cotidianidad, mantengan unos modos de comportamiento que terminan por llevarlos a construir sus fobias al sentirse amenazados, agredidos o simplemente inseguros ante un enemigo oculto, clandestino y siempre al acecho, que puede llegar a tener un cierto control y dominio del lugar.

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12Para citar este artículo:

Recibido: 21 de Septiembre de 2016; Aprobado: 26 de Abril de 2017

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