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Perspectiva Geográfica

Print version ISSN 0123-3769

Perspectiva Geográfica vol.22 no.1 Tunja Jan./June 2017

https://doi.org/10.19053/01233769.6112 

Artículos

Del poblamiento prehispánico al modelo territorial colonial en el municipio de Soacha, Cundinamarca: reflexión geohistórica de su configuración socioespacial

From the pre-hispanic settlement to the colonial territorial model in the municipality of Soacha, Cundinamarca: geo-historical reflection of its socio-spatial configuration

O povoamento pré-hispânico ao modelo territorial colonial no município de Soacha, Cundinamarca: reflexão geo-histórica de sua configuração socioespacial

Fabio Alejandro Rodríguez-Silva1 

1 Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional. Magíster en Geografía de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia en convenio con el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Colombia. docentesociales@yahoo.es


Resumen

A través de este artículo se presenta una síntesis espaciotemporal sobre la ocupación y transformación territorial de Soacha, Cundinamarca, en los periodos prehispánico y colonial. Para ello se recurre al método geohistórico, a conceptos de geografía urbana (situación, sitio, función y plano), a herramientas de cartografía temática e histórica, sistemas de información geográfica (SIG), fuentes secundarias y a otras disciplinas. En cuanto a la estructura del texto, se parte de la descripción de la situación geográfica de Soacha y se contextualiza el proceso de poblamiento de los cazadores recolectores y la cultura Herrera y Muisca, que denotan pautas de vida, producción, apropiación y organización territorial. Posteriormente, se enfatiza en la etapa colonial, en el cambio social y espaciotemporal dado en el contacto de nativos y europeos, analizando las formas de emplazamiento surgidas en la encomienda, el resguardo, la hacienda y el pueblo de indios, retomando, para este último sistema, las nociones de sitio, función y plano que permiten entender el origen morfológico de la ciudad de Soacha.

Palabras clave: encomienda; función; geografía histórica; plano; pueblos de indios; resguardo; sitio; situación

Abstract

This paper shows a temporal space synthesis on the occupation and territorial transformation in Soacha, Cundinamarca, considering the pre-hispanic and colonial periods. For this, the geo-historical method, concepts of urban geography (situation, site, function and plane), tools of thematic and historical cartography, Geographic Information Systems-GIS, secondary sources and other disciplines are used. As far as the structure of the text, it begins with the description of the geographic situation in Soacha and the populating process of the hunter gatherers and Herrera and Muisca culture is contextualized, which denotes life patterns, production, appropriation and territorial organization. Subsequently, it accentuates in the colonial stage, in the social change and temporal space given in the contact between natives and europeans, analyzing the forms of emplacement emerged in the "encomienda", the "resguardo", the state and the indigenous town, employing for the latter system the notions of site, function and plane that allow understanding the morphological origin of the city of Soacha.

Keywords: encomienda; function; historical geography; plane; indigenous town; site; resguardo; situation

Resumo

Através deste artigo se apresenta uma síntese espaçotemporal sobe a ocupação e transformação territorial de Soacha, Cundinamarca, nos períodos pré-hispânico e colonial. Para eles é usado o método geo-historico, para conceitos de geografia urbana (situação, local, função e plano), as ferramentas de cartografia temática é histórica, sistemas de informação geográfica (SIG) fontes secundárias e as outras disciplinas. Enquanto a estrutura do texto, é parte da descrição da situação geográfica de Soacha é contextualiza o processo de povoamento dos caçadores-coletores e a cultura Herrera e Muisca, denotando padrões de vida, produção, apropriação e organização territorial. Posteriormente, se enfatiza na etapa colonial, na mudança social e espaçotemporal dado no contato de nativos e europeus, analisando as forma de localização surgidas na encomenda, o abrigo, a fazenda e as aldeias indígenas, retomando para este último sistema, as noções de local, função e plano que permitem entender a origem morfológica da cidade de Soacha.

Palavra-chave: encomenda; função; geografia; histórica; plano; aldeias indígenas; abrigo; local; situação

1. Introducción

La síntesis espacial y el análisis geohistórico permiten contextualizar los diversos procesos de ocupación del territorio; en ese sentido, se abordan las acciones sociales que identificaron las formas de apropiación y emplazamiento territorial en las etapas prehispánica y colonial en el actual municipio de Soacha. Estas formas de orden territorial permiten vislumbrar, para la época prehispánica, cómo los indígenas se adaptaron al medio natural, ajustaron sus pautas de poblamiento y fundaron un orden territorial complejo a nivel político, administrativo y teogónico en esta parte del espacio geográfico. Con el encuentro del Nuevo Mundo por parte de los europeos, este orden territorial cambia con la pacificación y segregación de los nativos por la "justa causa" de impartir la civilización y el cristianismo entre los salvajes y paganos, los cuales serán incorporados al nuevo orden colonial y a sus aparatos políticos y económicos de explotación (Polanco, 1991).

Aunque el nuevo orden territorial implicó para los nativos la adopción de un control social y espacio-temporal impuesto por los europeos con la Iglesia, la encomienda, el resguardo y el pueblo de indios, entre otras instituciones coloniales, estos sistemas se implantaron sobre los cimientos políticos, administrativos y espaciales de los indígenas, lo cual les permitió un funcionamiento tolerable ante las características de poblamiento y organización aborigen (López, 2001). Un ejemplo de ello fue el pueblo de indios que para su establecimiento acogió a las autoridades indígenas, lo cual se reflejó en la disposición, morfología y función de este nuevo sistema de emplazamiento urbano. De tal modo, se hace un acercamiento a la interacción territorial entre indígenas y europeos en Soacha por medio de la instauración de los aparatos coloniales mencionados, que permiten comprender los antecedentes geográficos e históricos del actual municipio y la ciudad de Soacha, Cundinamarca.

2. Metodología

La geografía busca comprender los procesos socioespaciales a nivel temporal; el estudio genético de origen y cambio espacial, en términos de Sauer, reconstruye áreas culturales, secuencias históricas y cambios del paisaje (Zusman, 2006). Tendencias como la geohistoria contextualizan las culturas pasadas y presentes con una periodización temporal no lineal para hacer un análisis espacial apoyándose en otras disciplinas (Rucinque, 2015). La síntesis geohistórica de Soacha en las etapas prehispánica y colonial acude al método de periodización (cross-secctions), a fuentes secundarias arqueológicas, crónicas de Indias, archivos históricos y cartografía histórica; asimismo, se utilizan SIG para generar una cartografía temática que se integra al análisis espacial de los objetos geográficos involucrados, y se acude a conceptos básicos de la geografía urbana (situación, sitio, función y plano) para estimar el cómo y el porqué del origen geohistórico y morfológico de la ciudad de Soacha desde la época prehispánica.

3. Situación geográfica y poblamiento prehispánico

Para comprender el origen geohistórico del actual municipio de Soacha y su casco urbano es necesario reconocer su situación, entendida como el contexto geográfico en toda su amplitud físico natural y entorno regional, el cual además tiene antecedentes climatológicos y de vegetación que influyeron en el poblamiento de la sabana de Bogotá desde tiempos prehispánicos.

El municipio de Soacha forma parte de la república de Colombia y del departamento de Cundinamarca, su contexto natural se enmarca en la cordillera Oriental, uno de los tres ramales de la cordillera de los Andes que consta de un conjunto de mesetas, entre ellas, el altiplano cundiboyacense, compuesto por tres grandes altiplanicies de las que hace parte la sabana de Bogotá, y otras de pequeña extensión que se formaron por la sedimentación de antiguos lagos (Gulh, 1981). La sabana de Bogotá se localiza a una altura promedio de 2.560 m s. n. m. al sur del altiplano1, se ubica entre los Llanos Orientales y el valle del Magdalena, está conformada por varias áreas pluviales y de vegetación y es una cuenca semicerrada, rodeada por cerros y drenada por el río Bogotá, donde quedan relictos de un gran lago que anegó la sabana, hasta inicios del Holoceno, con cuerpos de agua como los humedales.

Soacha se localiza en la parte sur de la sabana de Bogotá, a una altura aproximada de 2.600 m. s. n. m., con una temperatura promedio de 13 °C que se corresponde con la zona, con fluctuaciones ascendentes en el día y descendentes en la noche (Correal, 1990). En dos de sus regiones geográficas, la plana, al sur occidente, y la montañosa, al suroriente, hay alta densidad de rocas areniscas que se usaron como soporte del arte rupestre indígena. Dentro de los límites actuales del municipio, cruza de norte a sur la cuenca alta del río Bogotá, que desemboca en el salto del Tequendama; uno de sus afluentes es el río Soacha, que nace en los cerros Orientales y se une a los ríos Muña y Aguas Claras, y al Tunjuelo, en límites con Bojacá, al río Chocho y a la quebrada el Chuscal (Trujillo, 2008).

La vegetación en la sabana de Bogotá se ha mantenido pese a la acción del hombre, los cambios climáticos y la humedad; en ese sentido, se relacionan tres ecosistemas básicos: páramo, bosque andino alto y bosque andino bajo. En las montañas se localiza vegetación de páramo a 3.300 m. s. n. m., con predominancia del frailejón; entre los 3.000 y 3.200 metros se presenta una zona transicional de bosque enano de páramo andino (arbustos y árboles pequeños); en la parte plana, a 2.600 metros, hay relictos de bosque andino; hacia el sur y el occidente de la sabana, en la parte plana, se presenta una vegetación xerofítica de helechos y cactus (Figura 1). En tiempos prehispánicos, el altiplano presentó condiciones ideales para que grupos humanos la ocuparan y se dio un proceso de organización espacial que, desde la arqueología, se ha conceptualizado con los periodos paleoindígena o del cazador recolector, formativo o del cazador horticultor y el agroalfarero (Pinto, 2003).

Fuente: Elaboración propia.

Figura 1 Mapa de generalización biofísica de Soacha,Cundinamarca. 

Hace 12.500 años aproximadamente, el clima del altiplano cambió por el aumento de la temperatura y la humedad, lo cual permitió la concreción de la vegetación de subpáramo con arbustos y árboles bajos, condiciones climáticas que fueron continuas y que en un lapso aproximado de 500 años propiciaron áreas de bosque alto andino con presencia de niebla, robles y encenillos. Es en esta época que arriban al altiplano los grupos de cazadores recolectores que habitaron de manera semipermanente en abrigos rocosos, quienes se sustentaron de la riqueza ecosistémica de la región y de su variedad faunística, compuesta por venados, curíes, patos y peces, como el capitán, diversas clases de moluscos y cangrejos de río, entre otras especies, como se demostró, por ejemplo, en Soacha, Zipaquirá y Tocancipá (Herrera, 2008).

En límites actuales de Sibaté y Soacha, en los abrigos rocosos del Tequendama, se comprobó la presencia del hombre hace más de 12.000 años a. p., con grupos nómadas de cazadores recolectores; en dichos abrigos hay improntas de arte rupestre (Figura 2) y no sido posible determinar las fechas o los grupos humanos que las realizaron (Van Der Hammen y Correal, 1979). En este sitio, entre el 11.000 al 6.000 a. p., se presentó un recurrente consumo de venados y conejos, y también de curíes, que gradualmente serían domesticados; asimismo, destaca que hacia el 11.000 a. p. en el sitio de Tibitó, en el municipio de Tocancipá, se demostró que hubo caza de megafauna, como el caballo americano y el mamut, lo cual pudo incidir en su extinción (Correal, 1981).

Hacia el 5.000 a. p., en estos grupos se dan pautas que indican el inicio de la sedentarización y de horticultura, se instalaron en terrazas no inundables aledañas a lagos y ríos y ocuparon tanto los abrigos rocosos como sitios a cielo abierto, lo que llevo a la edificación de refugios transitorios, tal como se probó en los sitios de Chía I, Vista Hermosa, Galindo y Aguazuque, este último ubicado en Soacha, donde se instalaron estructuras circulares incipientes (Pinto, 2003). En Soacha, la etapa formativa o de los cazadores horticultores evidenciada en Aguazuque revela, además de los aspectos señalados, traslados estacionales al valle del Magdalena que permitieron el intercambio de saberes y, al parecer, el aprendizaje de técnicas alfareras y agrícolas (Correal,1990); cerca de Aguazuque, en el sitio Potreroalto, se localizaron en 1996 dos cuerpos humanos asociados a fauna y líticos con fechas del 5910±70 a. p. y 6830 a. p. que corresponden a esta etapa (Orrantia, 1991).

En un lapso de aproximadamente dieciséis siglos (siglo VIII a. p. al siglo VIII d. C.) se da un tránsito de sofisticación agrícola y de la cerámica en el altiplano, conocido como el periodo Herrera, y se evidencia la tala de bosques para cultivos de quínoa y maíz entre la maleza, la producción de sal, textiles y la práctica orfebre (Carlade, 1981; Correal, 1983). Gradualmente, alrededor del siglo VIII d. C. aumentó la población y se organizaron grupos complejos en el actual departamento de Cundinamarca, como los Panches, Tapaces, Muzos y Muiscas; esta última etnia dominó la parte central del altiplano y coexistió en la zona con otros grupos como los Sutagaos, Chíos y Guapis (Herrera, 2008).

Fuente: Elaboración propia a partir de Muñoz (2006) y Celis (2009).

Figura 2 Situación geográfica de Soacha y algunos lugares con arte rupestre en Cundinamarca. 

En Soacha, desde 1943, se han hecho hallazgos arqueológicos de la etapa Muisca que inicia hacia el 1000 a. p.: en la vereda Panamá, en el sitio El Cementerio, ubicado en una terraza aluvial cerca al río Soacha, se halló un asentamiento con vestigios cerámicos y restos humanos (Reichel-Dolmatoff, 1944); en 1965 se identificaron cerámica y terrazas de cultivo (Broadbent, 1965); en 1987, en la comuna II de Soacha, en el sitio de Portalegre se rescataron vestigios Muiscas (Botiva, 1988), entre ellos, 133 tumbas, 36 vasijas, líticos, cerámica, metalurgia, cuentas de collar y caracoles, y también se registraron canales de desagüe, terrazas de cultivo, plantas de bohíos y basureros. Del rescate arqueológico de Portalegre derivaron investigaciones sobre alimentación, morbilidad y estudios comparativos de asentamientos muiscas (Rodríguez, 1988; Enciso, 1996; Cárdenas, 1990; Polanco, 1990). En el 2012, en el proyecto de vivienda Torres del Camino, cercano al sitio de Portalegre, se localizó abundante material arqueológico (Rodríguez, 2012).

En la hacienda Terreros, entre el 2006 y el 2016, en varios proyectos urbanos se ha localizado alta densidad de material arqueológico, vasijas, cuentas, orfebrería, plantas de vivienda, basureros de restos óseos y aproximadamente seiscientas tumbas relacionadas con la etapa Muisca (Aristizábal, 2010; Barranco, 2013; Bonilla, 2005; Langebaek, 2007; Langebaek et al., 2011; Navas, 2012; Rodríguez, 2012). En el 2013, en el sitio Nueva Esperanza, en el proceso de montaje de una subestación eléctrica cerca al salto del Tequendama, se identificaron restos de cultura material que datan del 3000 a. p. hasta la llegada de los españoles, es decir, desde los periodos Herrera hasta el Muisca tardío; este hallazgo reciente es importante por la magnitud de las evidencias y la ocupación del sitio (Rodríguez, 2011). Las evidencias arqueológicas que reconstruyen el proceso prehispánico en Soacha (Figura 3) destacan la apropiación espacial pre-muisca y la organización territorial de la cultura muisca, que abarcó desde el páramo de Sumapaz hasta el actual departamento de Santander, en la cordillera Oriental, arraigándose como grupo del área intermedia de los Andes.

Fuente: Elaboración propia en ArgMap a partir de Correal (1990) y Celis (2015).

Figura 3 Zonas arqueológicas de Soacha, Cundinamarca. 

Los asentamientos muiscas fueron poblados nucleados o dispersos, aunque sería impreciso contrastarlos morfológicamente con el urbanismo occidental; sin embargo, estas formas de emplazamiento pueden ser abordadas con las nociones urbanas desde su forma y función. De tal modo, las crónicas de Indias, para el caso Muisca, se refieren a ciudades o pueblos, casas, ranchos y bohíos de manera distinta, aunque es evidente que dichos emplazamientos continuaron, en la espacialidad colonial, inmersos en otra ideología. Los pueblos o "ciudades" aborígenes se distinguieron por su forma nucleada e irregular, con una densidad poblacional considerable y por ser sitio del cercado del cacique, edificación, al parecer, de forma cuadrada, con extremos soportados por grandes maderos, con paredes de cañas entretejidas o bahareque, con un altura promedio de cuatro metros y rodeada de una gran cerca en cuyo interior se ubicaban varios bohíos que funcionaban como cocinas, albergue de mujeres, de principales de menor rango y depósitos de tributos o pertrechos de guerra (Pradilla, 1992).

En los contornos de los pueblos existieron sitios de recreo u otros aposentos de los caciques principales, así como poblados de menor tamaño, con caciques de rango inferior, que en su conjunto tuvieron una conectividad con caminos o "carreras" que también pudieron rematar en espacios religiosos naturales o artificiales; por su parte, los ranchos o bohíos se tomarían como lugares dispersos y de construcciones simples, con poco alcance político y religioso; en ese sentido, tanto los pueblos y el cercado del cacique tendrían una función unificadora como centro de prestigio, de unidad pública, ceremonial, política y militar.

Para los muiscas, se distinguen cuatro grandes cacicazgos político-administrativos (Bacatá, Hunza, Duitama y Sugamuxi), cada uno con un uzaque o cacique mayor que gobernaba los cacicazgos locales, compuestos por villas nucleares o dispersas, teorizadas como capitanías mayores o sybyn, y otorgadas a un cacique menor llamado sybyntiba; estas parcialidades, a su vez, se subdividían en capitanías menores o utas, y eran regidas por un cacique menor o utatyba (Londoño, 1992), las cuales también se han postulado como unidades organizativas básicas y residenciales establecidas por vínculo familiar (Quiroga, 2008). El orden territorial se integraba a la autoridad religiosa o xeques, que tenían un linaje sacerdotal y desde niños eran preparados como individuos sacros o moxas para realizar esta labor; ellos eran el vínculo con las deidades muiscas veneradas en templos o en sitios sacros del paisaje, como ríos, cuevas, lagunas, montañas, etc. Al parecer, los xeques residían en los cacicazgos regionales y, al igual que los uzaques, investían en las capitanías mayores y menores (sibyn y utas) a los tibas o sacerdotes de menor nivel. Soacha fue territorio de frontera de grupos indígenas como los Sutagao y los Panches, por ello en la zona se disponían los guechas o guerreros para protegerlo.

Soacha o Sua (Sol) y cha (varón) en lengua muisca, en alusión a la deidad solar, se ha relacionado en manuscritos o crónicas europeas de la conquista con Bochica o hijo del sol, a quien se le murió un gran animal que traía en Soacha, en la laguna de Baracio, y a cuyos restos le rendían culto, aun después del contacto europeo, los indios de Bosa y Soacha: "dicen que fue la costilla que adoraban en la lagunilla que llamaban Baracio, los indios de Bosa y Suacha" (Velandia, 1982, p. 2108). En 1769 el virrey Gil y Lemus envió a España los restos de un animal hallados en Soacha y expresó que eran grandes humanos; tal vez por esto la zona fue llamada el "Valle de los gigantes". Cabe recordar que en el altiplano se han localizado restos de megafauna, como el mamut o el caballo americano, que cohabitaron con los primeros humanos hasta su extinción.

4. Cambio y asimilación social, espacial y temporal en la Colonia

Con la llegada de los europeos en 1537 a la sabana de Bogotá y durante el proceso de conquista y pacificación, estos vieron que en algunos sitios entre Bosa y Soacha los indios adoraban a sus dioses, como en el cerro el Tabaco y un lugar llamado Bochachio.

Lo cual así determinado por el demonio y obedecido por ellos, hacían ofrendas no en cualesquieras aguas, [...] por ser extraordinario su sitio y disposición, como en partes extraordinarias de ríos, como en una parte peñascosa del de Boza, cuando pasa cerca de un cerro que llaman del Tabaco, [...] como se hacía en una cuesta que está cerca de este paso del río, en la mitad de tierra que hay desde el pueblo de Suacha. Llaman a este puesto Bochachio (Pedro Simón, 1981, p. 323).

En un mapa colonial de Soacha se marca el sitio Pesquería de Tabaco cerca al río Bogotá y a un cerro (Figura 4).

Fuente: Archivo General de la Nación, sección mapas y planos; N4 Ref. 444 A.

Figura 4 Pueblo de Suacha y su partido, año 1627: en el círculo se señala el sitio Pesquería Tabaco [edición propia]. 

El territorio muisca de Soacha, al parecer, fue una capitanía del cacicazgo de Bosa sujeta a la confederación del zipa de Bacatá; esto se evidencia en 1594, cuando la Real Audiencia española asignó los resguardos de Bosa y Soacha: "y midió el tercer resguardo señalado a este pueblo de Bosa hacia la parte del pueblo de Suacha que es sujeto al cacique de Bosa" (Archivo General de la Nación [AGN], Resguardos indígenas del pueblo de Suacha). Con la llegada española inicia la brutal pacificación muisca, con el avasallamiento de poblados, la realización de pactos de no agresión o ayudas y la manipulación o ejecución de los caciques mayores para controlar el territorio y su población.

En 1538 los españoles fundan un primer poblado con doce estructuras, en alusión a los doce apóstoles, y una iglesia pajiza construida por los indios en Teusaquillo. Este acto sería afirmado, más a modo de protocolo, el 6 de agosto de 1539 con la presencia Sebastián de Belalcázar, que arribó desde Perú, y de Nicolás de Federmán, que venía de los Llanos, formalizando así la fundación de Santa Fe de Bogotá del Nuevo Reino de Granada y, con ella, del nuevo orden colonial en la sabana (Groot, 1985). La fundación de Santa Fe, más que ser la concreción de un núcleo urbano, formalizó la presencia de los colonos y su labor de sometimiento, de control social y espaciotemporal de los muiscascon la figura de la encomienda (Quiroga Zuluaga, 2014).

Hacia 1540 se ejecutaron, junto a la repartición de tierras y poblaciones de indios entre los conquistadores, las encomiendas, pero sería hacia 1550 que este proceso fue intervenido por la Iglesia y la Corona española con la instalación de la Real Audiencia y el Obispado de Santa Fe, para ordenar, redistribuir o legitimar las encomiendas, como el reservar indios de servicio y territorios para la Corona, y fijar los tributos en diezmos para la Iglesia, en demoras para los encomenderos y en requintos (quinta parte) para el rey. La encomienda se ajustó al orden socioespacial de los cacicazgos locales y las parcialidades menores, las confederaciones muiscas fueron abolidas, los jefes religiosos o xeques fueron paulatinamente reprimidos y persistieron los cacicazgos o capitanías locales sujetas al nuevo orden de la Corona, la Real Audiencia, la Iglesia y la encomienda, que incluía a los caciques locales y sus capitanes menores, llamados "indios nobles", que mantenían cierto control de las poblaciones y sus tributos, pero quienes, con el tiempo, no fueron necesarios.

Las encomiendas se vigorizaron con la enmienda de la Corona española sobre los resguardos, que eran tierras adjudicadas a indios de las encomiendas a manera de título colectivo y buscaban el control espacial indígena, de su modo de vida, su trabajo, el pago de tributos y la evangelización; en este orden, la administración se sustentó en el encomendero, el presbítero y el teniente o jefe de indios para lograr un control el eficaz.

Las encomiendas de Soacha, Bosa y Funza fueron adjudicadas en el años de 1558 al capitán Pedro de Colmenares, uno de los primeros regidores y alcalde de Santa Fe. Por su parte, el resguardo de Soacha se formalizó el 1° de noviembre 1594 por el oidor Miguel de Ibarra con las capitanías de Baguira, Fusunga y Gacha: "es justo se les dé a los dichos indios tierras competentes para sus [...] crianzas de ganados labranzas de particulares y de comunidades y se les señale resguardo competente" (AGN, Resguardos indígenas). A los indios nobles del poblado se les privilegió con más tierra en el resguardo: "entre los indios de los dichos pueblos de Bosa y Suacha teniendo consideración de que al cacique y capitanes por ser más ricos se les dé más cantidad que a los ordinarios, de suerte que cada uno tenga lo suficiente en sembrar labrar y cultivar" (AGN, Resguardos indígenas)2.

5. El pueblo de indios

Una de las formas de emplazamiento, de gran relevancia en la configuración del territorio, fueron los "pueblos de indios", que para los muiscas fueron determinados por los españoles en 1549 y se implementaron en la encomienda de Santa Fe diez años después, en 1559 (Quiroga Zuluaga, 2014), y en la encomienda de Soacha hasta el año 1600, lo cual marca el inicio de la morfología y los paisajes urbanos en el altiplano. El sitio, entendido como soporte físico, topográfico puntual donde se localiza un asentamiento urbano u otro tipo de objeto geográfico natural o artificial, contiene historia, procesos naturales y sociales, que en este apartado se enfocan en el origen morfológico y el emplazamiento urbano de Soacha, su función, su paisaje y su situación en relación a su entorno inmediato y regional.

El sitio de la cabecera urbana fundacional de Soacha se ubica al sur de la sabana de Bogotá3 y se asocia, por sus características físicas, a la tipología localidad de colina (Vila, 1970), por ser un teso o colina baja de poca altura y cima plana (Figura 5). En la parte sur, donde culmina su pendiente y continúa la sabana, cruza de oriente a occidente el río Soacha, cumpliendo así con las condiciones para la instalación del pueblo de indios, al contar con "buena agua" y tierras de cultivo para los naturales (Quiroga Zuluaga, 2014). El pueblo de indios de Soacha se situó a pocos metros hacia el occidente de un antiguo camino indígena que en la Colonia se denominó camino real de Santa Fe, conocido hoy como la Autopista Sur, que comunica el altiplano con el valle del Magdalena (Figura 6).

Figura 5 Perfil de elevación de la plaza fundacional de Soacha, Cundinamarca. 

Fuente: Elaboración propia.

Figura 6 Sitio de la plaza fundacional de Soacha, Cundinamarca. 

El pueblo de indios de Soacha siguió el urbanismo español de influencia grecorromana, surgida con el plano o gráfica urbana ortogonal (Dickinson, 1950) de Hipodamo de Mileto, con calles en líneas cortadas perpendicularmente, formando cuadriculas que den al cuadrado la significación del mundo comprensible, racional y ordenado dentro del universo circular y desconocido, opuesto al asentamiento disperso y a la forma circular dominante de los bohíos indígenas (Therrien, 2004). De esta manera, los primeros asentamientos urbanos coloniales de plano ortogonal del siglo XVI, morfológicamente, disponían de una plaza central donde se ubicaban los edictos y una cruz; alrededor de esta, una iglesia cuya entrada principal, por lo general, se ubicaba al oeste solar, la vivienda del cacique indígena, la casa de los principales, la casa del cabildo o cárcel y, rodeando este marco urbano, las casas de las familias indígenas; este plano tuvo en cuenta los puntos cardinales y la trayectoria del Sol en el trazado de las calles.

Estos rasgos del sitio, el plano y su morfología, en conjunto, remiten a la función del pueblo de indios de Soacha, que se localizó en una colina al sur de la Sabana, rodeada de asentamientos indígenas dispersos (ver mapa arqueológico) y de una vía principal comercial de bienes y servicios, otorgándole así cierta centralidad al pueblo y el ser punto de contacto en el territorio, unificando cierta cantidad de población indígena al patrón urbano occidental, donde la "vida en policía" ejecutara el evangelizar y civilizar a los indios, plasmando en el espacio urbano una jerarquía política que combinara la organización social indígena y española en la disposición morfológica del pueblo de indios (Figura 7).

Fuente: Archivo General de la Nación, sección mapas y planos, fondo SMP4, Ref. 443 A.

Figura 7 Pueblo de Soacha, 1627: se muestra las estancias europeas, el pueblo y el río Suacha, el camino real a Santa Fe y el resguardo. 

De este modo, en los pueblos de indios se localizaron, en el primer anillo, las autoridades españolas e indígenas, y en un segundo anillo, los capitanes de rango inferior acompañados de los indios sujetos a estos. Una aproximación a esta forma de emplazamiento urbano la da la inspección al pueblo de indios de Soacha realizada en 1759 por los funcionarios de la Real Audiencia, quienes debían verificar si este estaba compuesto "con calles derechas, formando sus casas o bujios en orden de cada parcialidad" (Velandia, 1982, p. 2027). En este contexto urbano se instaura un poder político y religioso que, a su vez, sostuvo la encomienda y no implicó que otra parte de la población indígena dejara de vivir en sus poblados antiguos, logrando así mayor eficacia en la producción de la encomienda y en el pago de tributos.

La fundación del "pueblo de indios" de Soacha se dictamina en auto emitido por el oidor visitador Luis Enríquez en 1600, que se ratifica el 31 de diciembre de ese año con la orden de construcción de las iglesias de los pueblos de Soacha y Bosa en bahareque y tapia, "por tener cada uno de ellos número suficiente de indios para tener doctrina" (Velandia, 1982, p. 2096), lo cual también nos aproxima a los materiales con los que constituyeron sus edificaciones. El control espacial de los pueblos de indios, en ocasiones, fue ineficaz, pues muchos indios huían, por lo cual se dictaron medidas en Soacha para reducir de nuevo a los indios a los pueblos: "en el año de 1606 el presidente Don Juan de Borja mando reducir y agregar a los indios de Bosa y Suacha a sus pueblos y doctrina" (AGN, Resguardos indígenas).

La encomienda y el resguardo facilitaban la aglomeración y la evangelización de los indígenas, pero una vez establecidos los pueblos de indios estos sistemas, con el tiempo, afectaron la producción y los tributos de los indios concentrados en los pueblos, cuya población, en general, se diezmó por los malos tratos en las encomiendas, las huidas de los indios y los virus traídos desde Europa, lo que obligó a la Corona a fortalecer el resguardo, pidiendo buen trato a los indios y la restitución de las tierras de resguardo que eran invadidas por los colonos, so pena de multas o expropiación de la encomienda, medidas que buscaban estabilizar el tributo y la población diezmada, pero que, algunas veces, eran omitidas, tal como se evidenció hacia 1609 en Soacha: "Para enguarda de su derecho de los autos que se hicieron en razón de su resguardo [...] y pido justicia [...] no usen los dichos proveimientos ni de las dichas tierras y las dejen libremente a los dichos indios" (AGN, Fondo B.J Caicedo). Estos pleitos por la tierra fueron comunes entre la Iglesia, los encomenderos, los colonos y los indígenas.

Por su parte, la élite indígena se sirvió tanto de la figura del resguardo y de los autos jurídicos de la Real Audiencia como de la Iglesia y la palabra cristiana para legitimar sus peticiones o sortear obligaciones; así lo hizo el cacique de Soacha de Bosa, don Juan, en 1617, pidiendo el título original de la real cédula de concesión del resguardo para probar su posesión: "Don juan cacique del dicho pueblo [...] exhibió testimonio que tiene de sus resguardos [...] y pidió que para enguarda de su derecho se le devuelva el original [...] el dicho señor Oidor mando [...] vuelva el original al dicho Don juan Cacique para el efecto que lo pide". Por su parte, el papel de la iglesia en Soacha hacia 1639 se vio afectado entre los indios "que huyen [y] se imposibilita el tener doctrina que administre los santos sacramentos" (AGN, Resguardos indígenas); estos hechos evidencian la asimilación y la resistencia indígena al aparato colonial.

La iglesia se encaminó a inculcar la autoridad divina, las oraciones, los catecismos, la adoración de imágenes e intervenir en el tiempo y la vida cotidiana de los ámbitos familiar, privado y público, política que, en principio, se orientó hacia la élite indígena. En Soacha, en 1759, los encomenderos y eclesiásticos llamaban a la población para cumplir sus compromisos sacros, "exhortándoles así mismo fueran buenos cristianos [...] guardasen la ley de Dios y practicaran los santos sacramentos de penitencias y comunión, [...] rezasen el rosario de nuestra señora, y le fueran más devotos, y que no dejasen de inculcar a sus hijos la doctrina cristiana" (AGN, Resguardos indígenas). Uno de los modos de control poblacional fue el censo de indios para conocer el número de la población en cacicazgos y capitanías, la cantidad de familias y habitantes por género y edad; estos eran realizados por los visitadores de la Real Audiencia, que relacionaban la mano de obra útil para los tributos y el Estado, así como los pleitos en la encomienda.

Al momento, podemos advertir que en Soacha se desarrollaron censos de indios en 1609, 1639 y 1759; en esta última fecha, se pide "averiguar su modo de vivir [...] sus casas, mujeres y familias, si oyen misa los domingos y demás días festivos [...] y mando que se les notifique al teniente, capitanes y alcaldes recojan todos los indios, indias, chinos y muchachos [...] arrepentimiento de que no hacerlo serán castigados severamente" (AGN, Visita practicada en el pueblo de Suacha por el Oidor Joaquín de Arostegui y Escoto). También se les prohibió la elaboración de chicha (Velandia, 1982, p. 2027). En este contexto de control social, espacial y temporal se diezmó la cultura muisca de Soacha, se consolidó el usufructo de la mano de obra indígena, la posesión de tierras, la evangelización y la figura de la hacienda, centro de operaciones de la encomienda, que era habitada por los colonos; un ejemplo de ello es la hacienda de Terreros en Soacha, donde se halló un vasto asentamiento arqueológico indígena (Figura 8).

Fuente: Archivo General de la Nación.

Figura 8 Mapa del pueblo de Suacha, ca. 1622-1627: relaciona los ríos de Soacha, Bogotá y Bosa, pantanos, lagunas y algunas estancias; en la parte superior izquierda se ubicaría la hacienda Terreros. 

La hacienda Terreros fue dada en 1548 por el gobernador Juan Batista al capitán Juan de Céspedes, quien participó en el proceso de conquista junto a Gonzalo Jiménez de Quezada, de modo que Terreros tuvo un promedio de 1.497 hectáreas y 468 años en manos de particulares desde su despojo indígena. Esta hacienda, con el tiempo, ha tenido diferentes dueños de una misma línea familiar, como el capitán Luis de Colmenares, quien se relaciona en los mapas históricos anexos de Soacha. La hacienda Terreros, entre 1550 y 1650 mantuvo la misma extensión, colindaba con los resguardos de Bosa y Soacha, era atravesada por la quebrada de Tibánica, que subsiste en la actualidad, era aledaña el camino real hacia Santa Fe y abarcó parte de las actuales comunas 3, 4 y 5 y de las veredas de Panamá y Fusunga (Arge, 2014).

Entre 1700 y 1750 la hacienda se divide entre los mismos dueños, tal vez por situaciones de impuestos o sucesiones, generando un sector que se llamó inicialmente La Candelaria, hoy conocido como Tibánica, en el Barrio San Mateo, con una extensión aproximada de 497 hectáreas que absorbió parte del resguardo de Soacha (Figura 9). Terreros ha sido propiedad de personajes como el prócer Antonio Ricaurte, el héroe de San Mateo, y la familia Liévano, que ha contado con importantes políticos en el país y son los actuales dueños. Otra hacienda en la actual vereda Panamá es El Vínculo o San Vicente Ferrer, cuyo primer propietario fue el capitán don Juan de Céspedes; asimismo, sobresalen en Soacha las haciendas Canoas Gómez, Cincha, Tequendama y Fute, entre otras.

La caída del régimen colonial en el siglo XIX por la sublevación criolla, y en el marco de la República de la Nueva Granada (1830-1862), se suscitan decretos para extinguir los resguardos, lo cual se concreta en Soacha con la repartición de estas tierras entre los copropietarios en 1857, cuyos dueños vendieron a la postre sus tierras a hacendados u otros compradores4. En los Estados Unidos de Colombia (1863-1886), en 1878, el catastro de propiedad inmueble del Estado de Cundinamarca reportaba para el distrito de Soacha 190 propiedades entre fincas, terrenos y casas, con sus avalúos, nombres de los dueños y predios, entre los que figuraban: Tierra Negra, San Francisco, La Vega, Fusunga, el Molino, Tibánica, Zaragoza, Panamá, Candelaria, Puerta Grande, la Cantera, Chiravera, Las Huertas, El Humilladero, Paso de Ávila, Santuario, El Vínculo, Sibaté, Canoas, Tequendama, San Benito, La Chucua, Medellín, Bosatama y Cincha, entre otros5.

Fuente: Elaboración propia a partir de Carrasquilla (1990) y Rozo (2001).

Figura 9 Apropiación territorial en Soacha (1550-1750).  

6. Conclusión

Esta síntesis geohistórica del municipio de Soacha es un ejemplo de los antecedentes de los procesos organizativos en un territorio determinado del espacio geográfico y denota cómo antes de los españoles ya existía un orden territorial social, político, religioso y administrativo por parte de los nativos, y cómo los españoles se asentaron en sus cimientos, implantando la encomienda y dando origen morfológico y urbano al actual municipio de Soacha con el pueblo de indios, el cual siguió cánones urbanos occidentales y se sirvió de la situación y el sitio territorial, del resguardo, la hacienda y la Iglesia para implantar un nuevo orden socioespacial que fue asimilado y, en ocasiones, resistido por los aborígenes. Estos antecedentes permiten comprender los efectos de las fuerzas sociales en la construcción del territorio, las cuales marcan en Soacha su configuración y estructura actual.

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Recibido: 08 de Julio de 2016; Aprobado: 07 de Abril de 2017

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