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Psicología desde el Caribe

On-line version ISSN 2011-7485

Psicol. caribe vol.30 no.2 Barranquilla May/June 2013

 

Relaciones entre estilos de amor y violencia en adolescentes

Relations between love styles and teenage violence

Iris Xóchitl Galicia Moyeda*
Alejandra Sánchez Velasco*
Francisco Javier Robles Ojeda*

Correspondence: Av. Universidad 3000, Ciudad Universitaria, Coyoacán, 04510 Ciudad de México, Distrito Federal, México. Teléfono +52 55 5622 2522. iris@unam.mx

Fecha de recepción: 28 de noviembre de 2012
Fecha de aceptación: 15 de julio de 2013


Resumen

De acuerdo a diversas evidencias, la manera en que los y las adolescentes establecen sus relaciones amorosas podría estar asociada con la violencia producida y recibida en el noviazgo. Para esclarecer cómo se manifiesta esta relación en una muestra de 105 mujeres y 93 hombres, con una edad entre los 13 y los 15 años, en el Estado de México, se aplicaron dos herramientas: la Escala de Actitudes Amorosas (EAA) (Hendrick & Hendrick, 1986) y el Cuestionario sobre Violencia en el Noviazgo (CVN). La evidencia indica que los estilos amorosos predominantes fueron el Storge y el Eros. Los hombres cuyo estilo es Ludus tienen más posibilidades de recibir violencia, en tanto que las mujeres cuyo estilo predominante es el Ágape reciben y ejercen más violencia en sus relaciones amorosas. Dado que este estilo es poco frecuente, se sugiere que en las instituciones educativas se promuevan relaciones de noviazgo más igualitarias.

Palabras clave: Enamoramiento, estilos amorosos, adolescencia.


Abstract

According to diverse pieces of evidence, the way in which teenagers establish their romantic relationships could be associated with violence perpetrated and suffered during courtship. Love Attitudes Scale (Hendrick and Hendrick, 1986) and the Questionnaire about Courtship Violence were applied to a sample of 105 women and 93 men, between 13 and 15 years old in order to determine how such a connection is manifested. Evidence showed that prevailing romantic styles were Storge and Eros. Men whose style is Ludus are more prone to suffer violence, whereas women whose prevailing style is Agape are the ones who most suffer and perpetrate violence in their romantic relationships. Due to the fact that this style is not usual, it is suggested that more equal relationships be promoted.

Keywords:Infatuation, love styles, adolescence.


INTRODUCCIÓN

Durante la adolescencia se desarrollan la identidad y la independencia de vínculos con las figuras parentales. Esto ocasiona la revisión de los patrones existentes en las interacciones sociales, decrece el tiempo de permanencia con la familia y aumenta el que se destina a los amigos y a las personas del otro sexo. Emergen las relaciones íntimas y románticas y se establece el noviazgo, que representa un tipo nuevo de vínculos horizontales y voluntarios, posibilitando el desarrollo socioafectivo del individuo (Casullo, 2004).

Una creencia socialmente aceptada por generaciones es que el noviazgo es la época ideal de una pareja, en la que se vive cada momento con intensidad, alegría y pasión. El noviazgo es una relación de dos individuos que se atraen y experimentan amor, a través de esta se conocen, salen, se tratan e intercambian sentimientos y caricias. Es la oportunidad para compartir el mundo interior con otra persona, socializar experiencias, expresar, por ejemplo, el amor, el coraje, la ternura y los celos. Domínguez, García, Moreno, Zúñiga & Torres (1998) comentan que el noviazgo tiene la finalidad de cultivar y conocer la propia capacidad de dar y recibir afecto. También es una ocasión para conocer y tolerar a alguien que es similar o diferente en diversas áreas.

El noviazgo en los adolescentes tiene su origen en una conquista de tipo emocional, en la cual cada uno de los implicados tiene sus propios objetivos, que en la mayoría de las ocasiones no coinciden. En los varones puede predominar la atracción física y una percepción de que la relación no va a prolongarse a largo plazo, en las mujeres prevalece el romanticismo y la prolongación de la relación hacia el futuro; aunque en ambos sexos la atracción física es, por lo general, el punto de partida para convertirse en novios (Pacay, 2003; Castro, 2004).

Con respecto a la percepción del enamoramiento, se ha observado que tanto para varones como para mujeres el estar enamorado se vincula con pensar mucho en el ser amado, la necesidad de estar juntos y la presencia de sentimientos profundos. En la adolescencia temprana se observa que los varones dan más importancia a la atracción mutua mientras que las mujeres ponen el énfasis en la posibilidad de compartir y el compañerismo. Esto se va modificando, y en los jóvenes de entre veinte y veinticinco años se enfatiza el compañerismo y la sensación de felicidad en ambos sexos (Castro, 2004).

La elección de la pareja durante el noviazgo puede estar determinada por los comportamientos que cada uno de los integrantes presenta con el otro, lo que puede considerarse como un estilo propio de relación amorosa, en el cual cada persona presenta ciertas conductas de manera constante en sus relaciones de noviazgo (Sternberg, 1989). En este sentido, Lee (1988) estableció una tipología de estilos de amor, tres primarios (Eros o pasional; Storge o amistoso y Ludus o aventurero) y tres secundarios que suponen la combinación de los primarios (Pragma o pragmático-racional; Ágape o altruista-protector y Manía u obsesivo-posesivo). Cada estilo establece una forma de interactuar amorosamente.

En el Eros se valora el amor romántico, la atracción física y emocional es esencial y se da una comunicación abierta que permite que las situaciones se desarrollen de manera espontánea. En el estilo Storge se valora un compromiso duradero que requiere tiempo de convivencia. En el caso del estilo Ludus, el amor y sexualidad son conceptualizados como un "juego" para el disfrute, los individuos no le dan tanta importancia a la permanencia de la relación y viven más en el aquí y ahora. Con relación a los estilos secundarios, el de Manía refleja un amor posesivo y dependiente, hay celos: se vive la relación de manera apasionada e intensa y se presenta ansiedad cuando la pareja está ausente debido a un miedo a la pérdida. El estilo Pragma se caracteriza por ser práctico, se busca la elección adecuada de la pareja acorde a una o varias características como edad, religión, educación, facultad de ejercer adecuadamente la paternidad o maternidad, entre otras. Finalmente, el estilo Ágape se caracteriza por expresar un amor intenso y amigable que busca el bien del otro independientemente de la reciprocidad que se tenga; en ciertos casos se pueden anteponer las necesidades del otro a las propias (Brenlla, Brizzio & Carreras, 2004).

Los estilos amorosos se aprenden a través de las reglas y prácticas culturales de la relación de pareja. Algunas culturas dan mayor énfasis a las funciones pragmáticas mientras otras resaltan los aspectos pasionales de la experiencia amorosa (Caycedo et ál., 2007; Casullo, 2004). La tipología de Lee (1988) ha sido empleada para analizar la relación entre estilos de amor y diversos factores sociales, culturales y estructurales, así como variables tales como el género y la edad (Ferrer, Bosch, Navarro, Ramis & García, 2008). Por ejemplo, Rodríguez, Montgomery, Peláez & Salas (2003), al realizar un estudio con adultos jóvenes que eran estudiantes universitarios, encontraron que las puntaciones para el estilo de amor Pragma fueron mayores en estudiantes de España con respecto a estudiantes de Miami o México, debido posiblemente a que en las culturas tradicionales el estilo práctico de amor sería menos valorado por considerar que el amor surge más de un acto emocional que de uno racional. También se observó que el estilo Ludus predominaba en la muestra de estudiantes estadounidenses, en contraste con los mexicanos. Ludus, el amor libre, susceptible de ser disfrutado y centrado más en el "aquí y el ahora", podría ser más representativo de una cultura que fomenta una mayor experiencia amorosa como parte de la vida de los adultos jóvenes, como lo es la estadounidense, a diferencia de la mexicana.

Por su parte, Ubillos et ál. (2001) analizan los tipos de amor en dieciséis países con culturas diferentes. Aunque en general el estilo Eros es el más valorado, seguido del Storge y del Manía, se observó que las culturas que enfatizan el estilo amistoso y de compañerismo también valoran los aspectos prácticos y le otorgan menos importancia a la posesión, los celos y la fuerte activación emocional. En cuanto al amor erótico, este es más valorado en las culturas poco competitivas, y el Storge en culturas colectivistas, en las que las relaciones íntimas se basan en mayor medida en las obligaciones. En las culturas que valoran más al individuo, que son normativas y emocionales, se da más intensamente el estilo Manía. El amor lúdico es más valorado en culturas colectivistas, de bajo desarrollo y de baja evitación de la incertidumbre.

Relativo al género, en adultos de veinte a veinticinco años se han encontrado diferencias en cuanto al predominio de un estilo de amor en hombres y mujeres. Los hombres anglosajones tienden a adoptar los estilos Eros y Ludus más que las mujeres y estas adoptan más los estilos Pragma y Manía (Hendirck & Hendrick, 1986). En tanto, los españoles aceptan los estilos Eros y Ágape, y las españolas el estilo Pragma (Ferrer et ál., 2008). Con respecto a la población latinoamericana, se aprecia que en los hombres predomina el aspecto lúdico. Particularmente, las mujeres que presentan formas de amar tipo Ágape suelen ser más estables. En el caso de los hombres, los que presentan el estilo Eros muestran menos variaciones en sus percepciones hacia la relación amorosa, en cambio los de Mania presentan más cambios (León, Parra, Cheng & Flores, 1995).

En una investigación colombiana se encontró que en las mujeres se evidencian tipos de amor Romántico, de amistad y altruista con mayor frecuencia que en los hombres, siendo el último tipo de amor el que presenta la mayor diferencia entre los géneros (Caycedo et ál., 2007). No obstante, existen evidencias en las cuales las diferencias en los estilos de amar entre hombres y mujeres fueron mínimas en estudiantes universitarios (Chung, et ál. 2002; Rodríguez, et ál. 2003; Brenlla et ál., 2004). Las discrepancias entre los hallazgos pueden atribuirse a la diversidad de los contextos socioculturales estudiados. En lo que se refiere a la edad, Hendrick & Hendrick (1986) proponen que la madurez influye en los estilos de amor, siendo Eros el predominante en adultos y adultas jóvenes, y que con la madurez se preferirían estilos como el Storge o el Pragma. Los datos provenientes de diversas investigaciones constatan esta tendencia (Ferrer et ál., 2008; Castro, 2004).

El modelo de amor, específicamente el de amor romántico, imperante en nuestra sociedad, y los mitos asociados a él estarían entre los factores que pueden contribuir a favorecer o mantener la violencia en la pareja, en especial la violencia contra las mujeres (Ferrer et ál, 2008). Una visión excesivamente romántica del amor puede contribuir a que las jóvenes toleren una relación asfixiante en la que el sentimiento amoroso se utiliza como justificación del control que la pareja pueda ejercer. Esta misma visión contribuye a que los jóvenes se relacionen desde un rol estereotipado que asocia el control con la masculinidad.

El amor obsesivo y en especial el amor desesperado pueden acompañarse de conductas violentas encubiertas como supuestas manifestaciones amorosas o cariñosas (Kú & Sánchez, 2006). En muchos casos, conductas que debieran categorizarse como violentas se interpretan como juegos o expresiones de afecto, principalmente en la adolescencia; las manifestaciones de violencia psicológica son especialmente las más difíciles de reconocer (Cantera, Estévanez & Vázquez, 2009). Esos comportamientos violentos no se reconocen como violencia, pues en algunas circunstancias pueden interpretarse como comportamientos naturales de los roles de género, en los cuales el varón es quien puede ejercer el poder principalmente sobre mujeres y niños. No se perciben como comportamientos que debieran estar ausentes en una relación afectiva porque los jóvenes ven esas conductas como naturales, al estar presentes en la relación de pareja de sus padres (Capaldi & Clarck, 1998; Alexander, Moore & Alexander, 1991) y hasta posiblemente las tomen como modelo (Foshee, Bauman & Linder, 1999; Browning, 2002).

Un análisis detallado revela una estrecha relación entre la violencia en la familia y la violencia en el noviazgo (Foshee, Ennett, Bauman, Be-nefield & Suchindran, 2005; Manchikanti, 2011; Castro & Frías, 2010; SEP-Instituto Mexicano de la Juventud, 2007). La exposición a la violencia durante la niñez se relaciona con la violencia durante el noviazgo y varía de acuerdo al género, esta asociación es mayor en varones que en las mujeres (Lichter & McCloskey, 2004). Los estudios de Laporte, Jiang, Pepler & Chamberland (2011) indican que las adolescentes que han sido victimizadas por alguno de sus padres tienen un mayor riesgo de revictimización en sus relaciones de noviazgo.

Cuando los niños observan peleas con golpes físicos entre sus padres, hay más posibilidades de que en la adolescencia se muestren más hostiles con las mujeres y establezcan relaciones íntimas más agresivas e incluso ejerzan violencia sobre las jovencitas (Lichter & MaCloskey, 2004). La manera en que se configura la familia también influye en la violencia en el noviazgo. Los adolescentes que viven con su mamá o con sus dos padres son lo que reportan sufrir menos de violencia, en comparación con aquellos adolescentes que viven con otros familiares o incluso con otras personas ajenas a su familia nuclear (Castro & Frías, 2010).

Es probable que la violencia en el noviazgo se potencialice en la adolescencia por la poca experiencia que se tiene en las relaciones de pareja. En las primeras relaciones de noviazgo las y los adolescentes buscan situaciones ideales y fantasiosas que se basan en las falsas creencias sociales de lo que es un hombre, una mujer o una relación de noviazgo (Cantera et ál., 2009; Vázquez, Estévanez & Cantera, 2008) y se caracterizan por la falta de asociación entre la satisfacción de la relación amorosa y los conflictos y problemas en la misma (Levesque, 1993). Esto puede llevar a que en la adolescencia se presenten muy frecuentemente conductas violentas, principalmente las caracterizadas como psicológicas. También puede ser que se tomen los modelos sociales de la relación de pareja a su alcance, que naturalizan la violencia y la ocultan dentro de la organización familiar, escolar y social (Browning, 2002).

Por otra parte, en esta etapa se presenta un exagerado idealismo acerca del romanticismo (Feiring & Furman, 2000; Cantera et ál., 2009, Vázquez et ál, 2008), que conduce a los y las adolescentes a aceptar diversas situaciones violentas por amor, que quedan desatendidas por el temor de hablar con los adultos acerca de lo que les sucede en la relación o porque la búsqueda de la identidad propia les impide aceptar algunos puntos de vista de los adultos (Black, Tolman, Callahan, Saunders & Welsz, 2008; SEP-Instituto Mexicano de la Juventud, 2007).

Dado que las expresiones de amor o las conductas amorosas de los individuos están permeadas por los preceptos y comportamientos de la comunidad a la que se pertenece, al igual que ciertas manifestaciones violentas asociadas a las expresiones de amor, se ha tratado de identificar el vínculo entre la violencia y el amor en la relación de pareja. Kú & Sánchez (2006) realizaron un estudio para conocer la conexión entre la violencia ejercida y recibida, y las fases del amor pasional. Encontraron que las personas que han sufrido violencia se enamoran y apasionan más que las que ejercen violencia. Con respecto a estas últimas, se detectó que presentan predominantemente un amor obsesivo y desesperado. Si estos hallazgos se interpretan a la luz de los estilos de amor de Lee (1988), se podría decir que las personas en las que predomina el estilo de amor Eros son más propensas a recibir violencia, en tanto que las personas en las que hay un predominio del estilo Manía es más factible que produzcan violencia en sus relaciones de pareja. Cabe mencionar que estas consideraciones podrían hacerse solo en el caso de los adultos, pues es la población que ha predominado en los estudios revisados.

Aún cuando se reconoce la existencia en nuestro país de un 76% de violencia en el noviazgo en jóvenes de 15 a 24 años, y que las relaciones de noviazgo se manifiestan principalmente en un 36% en instituciones educativas (SEP-Instituto Mexicano de la Juventud, 2007), no se tiene suficiente información sobre la violencia en el noviazgo en edades consideradas como la adolescencia temprana, tampoco se tienen muchos datos acerca de la manifestación de la violencia relacionada con los estilos de amor.

Conocer los estilos de amor predominantes en la adolescencia facilitaría entender las actitudes de los chicos con respecto a las relaciones amorosas y encontrar alternativas que contribuyan al enriquecimiento de las relaciones y el bienestar en su futura edad adulta. La identificación de la violencia asociada a los tipos de amor posibilitaría dar orientación más precisa para prevenir la violencia encubierta de amor en la adolescencia temprana, particularmente en las escuelas donde se presentan las primeras relaciones de noviazgo en esa etapa de la vida.

De ahí que los objetivos de la presente investigación sean a) identificar los estilos de amor en la adolescencia temprana, b) caracterizar la violencia presente en las relaciones de noviazgo entre adolescentes y c) conocer la relación existente entre los niveles de violencia ejercida y recibida, y los estilos de amor. En cada uno de los objetivos se pretende identificar las posibles diferencias referentes al género.

METODO

Participantes

La muestra estuvo conformada por 105 mujeres y 93 hombres, cuyo rango de edad fluctuó entre los 13 y 15 años, y que se encontraban estudiando el tercer grado de educación secundaria en dos escuelas oficiales del Estado de México. La participación en el estudio fue voluntaria. La estrategia de muestreo fue no probabilística por cuotas y los sujetos fueron seleccionados de forma intencional en función de su disponibilidad para participar en el estudio y de que tuvieran una relación de noviazgo en el momento de la aplicación de los instrumentos.

Instrumentos

Cuestionario sobre Violencia en el Noviazgo (CVN). Elaborado por la Sub-dirección de Equidad del Instituto Mexicano de la Juventud (2008), el cual está dividido en dos apartados, el primero de ellos alude a la violencia recibida, y el segundo, a la violencia ejercida. Cada apartado está estructurado por dieciocho preguntas con una posibilidad de respuesta de cuatro opciones (nunca = 0, rara vez = 1, casi siempre = 2 y siempre = 3). A mayor puntaje obtenido en cada apartado, mayor será la violencia recibida o ejercida, según sea el caso.

Escala de Actitudes Amorosas (EAA) (Hendrick y Hendrick, 1986). El instrumento explora los seis estilos de amor propuestos por Lee (1988); representa consistentemente los tipos de amor que los constituyen, y su validez de constructo ha sido ampliamente verificada. Su aplicación en español en muestras mexicanas presenta propiedades psicométricas aceptables y comparables a las de la versión original en inglés (Rodríguez et ál., 2003). Se conforma por 42 reactivos, en donde el participante marca una opción en una escala de 5 puntos que va del 1 (completamente de acuerdo) hasta el 5 (completamente en desacuerdo), lo cual implica que mientras más baja sea la puntuación, más valorado será un estilo determinado. A continuación son presentados ejemplos de reactivos para cada estilo: Eros: "La persona que quiero y yo nos sentimos atraídos inmediatamente en cuanto nos vimos la primera vez". Ludus: "A veces he tenido relaciones sentimentales con dos personas". Storge: "La mejor relación amorosa surge de la amistad". Pragma: "Considero qué va a ser una persona en la vida antes de comprometerme con él / ella". Manía: "Cuando las cosas no van bien con mi pareja, mi estómago se resiente". Ágape: "Daría todo por mi pareja".

Procedimiento

Primero se contactó con el área de orientación educativa de ambas escuelas y se le informó el propósito de la investigación, pues esta dependencia era la intermediaria para obtener la aprobación de los directivos de ambas escuelas para la aplicación del estudio . Una vez obtenida la autorización de los directivos, se habló con los alumnos, a quienes se les explicó que se requería tener información sobre las características de las relaciones de noviazgo entre adolescentes, y se les invitó a participar voluntariamente, precisando que la información proporcionada era confidencial y que sería empleada exclusivamente para los fines de la investigación. Se aplicaron ambos instrumentos en pequeños grupos de quince individuos en una sola sesión de aproximadamente una hora. Para cada instrumento se les leyeron las instrucciones, se ejemplificaron tres preguntas y posteriormente los adolescentes leyeron en silencio los reactivos para que eligieran su respuesta y la registraran en el documento correspondiente.

Análisis de datos

Se obtuvieron las sumatorias de los puntajes en cada uno de los instrumentos para todos los participantes. En el caso del instrumento de violencia, se trabajó con los promedios para la sección de violencia recibida y para la violencia ejercida, y se estableció si había diferencias en función del género de los participantes. Para ello se aplicó la t de student.

Para el instrumento de estilos de amor se efectuaron distintos tratamientos de los datos, que se describen detalladamente en la sección de resultados. Finalmente, se estableció la relación entre violencia y estilos de amor, para lo cual se hicieron correlaciones en general y en función del tipo de violencia, ejercida y recibida. Los detalles se encuentran descritos en la sección resultados.

RESULTADOS

Violencia

De acuerdo con los datos del instrumento, tanto hombres como mujeres afirman recibir más violencia de la que ejercen, y tal diferencia es significativa (ver tabla1). Aunque los hombres presentan mayores puntajes de violencia que las mujeres, las diferencias en función del género sólo se manifiestan en la violencia recibida, es decir, los hombres reportan recibir más violencia que las mujeres.

Ver Tabla 1

De acuerdo con los puntajes obtenidos en este instrumento, se detectaron cuatro niveles de violencia, que se muestran en la tabla 2. En términos generales, los niveles de violencia, tanto recibida como ejercida, con menos presencia son alto y mínimo, en tanto que el nivel con más presencia es el leve.

Ver tabla 2

Estilos de amor

Para identificar los estilos de amor se realizaron dos procedimientos. El primero de ellos consistió en considerar los puntajes obtenidos en cada uno de los estilos de amor presentados en todos los participantes y de esa forma proceder a realizar las sumatorias de los estilos de amor en la muestra estudiada, así como efectuar los análisis estadísticos correspondientes. El estilo que predominó en los adolescentes evaluados fue el Storge, le siguieron en orden el Eros y el Ágape, en tanto que el estilo Manía fue el menos frecuente. Atendiendo al género, las diferencias se establecen en cinco estilos a favor de los hombres y solo son significativas en los estilos Ágape y Ludus (ver tabla3).

Ver tabla 3

El segundo procedimiento consistió en determinar cuál estilo de amor era el característico en cada uno de los participantes. Para tal efecto se establecieron de manera estadística cuatro niveles de preferencia para los seis estilos de amor a través del puntaje promedio de cada uno de ellos y la desviación estándar de la muestra participante en el presente estudio. Los cuatro niveles resultantes para cada uno de estos niveles de amor fueron denominados como mínima, moderada, alta y máxima preferencia. Para determinar si un sujeto presentaba una preferencia para un determinado estilo de amor, se identificaba cuál de ellos se encontraba en un nivel más alto que los demás, debiendo quedar situado dicho estilo de amor en el nivel de máxima preferencia o en el nivel de alta preferencia. Por ejemplo, para un participante cuyo puntaje en el estilo Eros lo ubicara el nivel de alta preferencia y sus puntajes obtenidos en los estilos Ludus, Pragma, Manía y Ágape en moderada, y en el estilo Storge en mínima, quedaría clasificado con un estilo Eros.

Podría haber situaciones en las que los puntajes obtenidos en los seis estilos de amor no posibilitaran establecer un estilo de amor preferido para un participante determinado, lo que llevaría a considerarlo como indefinido. Una de esas situaciones se presentaba cuando ningún estilo de amor se ubicaba en el nivel de máxima o alta preferencia. Otra situación ocurría cuando a pesar de que existieran estilos de amor que se ubicaran en máxima o alta había tres o más de ellos en ese máximo nivel. Por ejemplo, un participante que por su puntaje tuviera a los estilos Eros, Storge, Pragma y Ágape en el nivel de máxima preferencia se clasificaba como indefinido.

Los resultados se muestran en la tabla 4, donde se advierte que el 29,81% de adolescentes no pueden caracterizarse en un solo estilo, sino que presentan una distribución relativamente homogénea dentro de los seis estilos para manifestar su conducta amorosa. Son las mujeres, en relación con los hombres, las que presentan de manera más frecuente esta indefinición. En cuanto al 70,19% de los participantes que mostraron una tendencia definida para manifestar sus conductas amorosas, se observa al estilo Eros como el que presentaron más personas, le siguen los estilos Storge y Pragma, siendo el Ágape el menos frecuente. Tal distribución difiere en cuanto al sexo. Los dos estilos más frecuentes en los hombres son el Ludus y el Ágape, en tanto que en las mujeres son los estilos Eros y Storge los que más prevalecen.

Ver Tabla 4

Estando así clasificados los participantes, se analizaron los puntajes promedio en cada estilo para identificar las diferencias en relación con el género, sin embargo, no se encontraron diferencias significativas al respecto.

Relación entre estilos de amor y violencia

Se realizaron varios análisis con los puntajes obtenidos en los diferentes estilos de amor y los puntajes de los dos tipos de violencia. En primer término se hizo un estudio de correlación. En la tabla 5 se advierten correlaciones bajas y muy pocas resultan significativas. Atendiendo a los datos generales de los dos tipos de violencia, puede decirse que hay más asociación entre los estilos de amor y la violencia recibida que con la violencia ejercida. Los estilos que se asocian a la violencia recibida son Eros, Ludus, Manía y Ágape. Dicha asociación se presenta diferencialmente con respecto al género. En lo que corresponde a la violencia recibida, los estilos Eros, Manía y Ágape se asocian con una mayor violencia recibida en las mujeres, en tanto que el estilo Ludus se correlaciona con los hombres. En los datos generales de la violencia ejercida, pareciera que esta no tiene relación con los estilos de amor, pero haciendo un análisis en cuanto al género se advierten correlaciones significativas entre los puntajes de violencia ejercida en las mujeres y todos los estilos, a excepción del Storge.

Ver Tabla 5

Otro análisis, complementario al anterior consistió en distinguir los puntajes obtenidos en cada uno de los estilos de amor en mujeres y hombres con relación a los diferentes niveles de violencia recibida y ejercida. Las tablas 6 A y B muestran de manera más detallada lo encontrado en el análisis de correlación. Con respecto a la violencia recibida (tabla 6A), en los puntajes que caracterizan a los hombres más hacia el estilo Ludus se observa que reciben violencia clasificada de leve a alta. En tanto que en la violencia ejercida (tabla 6B) en las mujeres existe, muy claramente, un patrón de la relación entre el estilo de amor y los niveles de violencia. A excepción del Storge, cuanto más se diferencian en los estilos, es más probable que se ejerza violencia clasificada como alta.

Ver Tabla 6

Un análisis más fue realizado respecto al género, tomando en cuenta la clasificación que se hizo de los participantes en un estilo de amor característico en el que solo se incluyó el 70,19%, quedando en cada estilo un número disímil de participantes de hombres y mujeres (ver tabla 4). Se buscaron diferencias entre las puntuaciones obtenidas en el instrumento de violencia por ambos sexos a través de la U de Mac Whitney. Se observó que los puntajes promedios en cada estilo de amor se presentan diferencialmente en relación con la violencia. En la violencia recibida se observan mayores puntajes en los estilos Eros, Ludus y Storge en los hombres. Lo opuesto se ve en la violencia ejercida: en esos mismos estilos son las mujeres las que presentan mayores puntajes. No obstante este comportamiento diferencial de los datos obtenidos, no se encuentran diferencias significativas en ninguno de los estilos de amor de los dos tipos de violencia (tabla 7).

Ver Tabla 7

DISCUSION

Los estilos predominantes en los adolescentes, sin diferenciar en cuanto a géneros, fueron el Storge y el Eros, tendencia que concuerda con lo registrado en la literatura. Ubillos et ál. (2001) reportaron que en adultos jóvenes de dieciséis países con culturas diferentes los estilos predominantes fueron el Eros y el Storge. La diferencia se presenta en el estilo Manía, que en dicha investigación se presenta en tercer lugar de preferencia, en tanto que en el presente trabajo con población adolescente mexicana tal estilo fue el que menos preferencia obtuvo. Tal pareciera que el amor romántico y la atracción física presentes en el estilo Eros, y el establecimiento de un compromiso duradero, del estilo Storge, son los atributos más admirados y que conformarían una relación amorosa ideal para adultos jóvenes y adolescentes. Esto podría ser explicado desde los modelos sociales impuestos en las sociedades a través de diferentes medios y aparatos sociales.

La diferencia presente entre los hallazgos de este estudio y otros con respecto al estilo Manía es que ese estilo parece no estar tan arraigado en los adolescentes de edades tempranas, lo que podría ser congruente con la forma en que se establecen las relaciones de noviazgo en la adolescencia: caracterizadas por la atracción y de corta duración . Por lo anterior es factible que, atendiendo a las fases del amor pasional (Kú & Sánchez, 2006), no se logre experimentar un acercamiento más profundo y les impida llegar a la fase del amor obsesivo, en la que se desarrolla un apego ansioso y engañoso. En tanto que en los adultos jóvenes, donde las relaciones son más estables hay más probabilidad de que se refleje un amor posesivo y dependiente.

Con referencia al género, los resultados de este estudio revelan que los y las adolescentes se diferencían en los estilos Ágape y Ludus; el comportamiento amoroso, amigable, intenso y lúdico predomina en los varones con relación a las mujeres. El estilo Ludus parece ser característico de los varones, dato que coincide con la literatura revisada. Aún cuando en los otros estilos no hubo diferencias relativas al género, se puede mencionar que en las mujeres los estilos prevalecientes fueron el Eros y el Storge, es decir, que consideran al enamoramiento con un carácter más romántico y un compromiso duradero.

Los estudios con participantes de mayor edad, adultos jóvenes, y de nacionalidades estadounidense y española muestran que las mujeres se inclinan más por el estilo Pragma (Hendirck & Hendrick, 1986; Ferrer et ál., 2008), en tanto que los análisis con participantes de origen latinoamericano revelan que las mujeres presentan más el estilo Ágape (León et ál., 1995; Caycedo et ál., 2007). Lo anterior quizás sugeriría que las diferencias de género en el estilo de enamoramiento se reflejan tanto por la edad de los individuos como por las tradiciones culturales. Si bien pueden establecerse similitudes en las costumbres y tradiciones en Latinoamérica por la existencia de un fuerte estilo patriarcal en los diferentes países, la manera particular en que se encuentra interiorizado en cada país y además en cada comunidad y etapa etaria, pudiera explicar que en las mujeres se presenten diferencias en las preferencias a un estilo de amor determinado en las diferentes etapas de su vida. Estas suposiciones habría que estudiarlas con más detalle en otras investigaciones, principalmente en lo que se refiere a la edad, pues hay sugerencias de que con la madurez los estilos Storge y Pragma se vuelven los más preferidos tanto en mujeres como en hombres de la cultura norteamericana, y que no hay diferencias en el enamoramiento entre adultos y jóvenes (Hendrick & Hendrick, 1986; Levesque, 1993). Estudios de carácter longitudinal mediante comparaciones de sociedades y culturas podrían dilucidar este aspecto.

Por otra parte, el hecho de que aproximadamente un 30% de la muestra estudiada no pueda caracterizarse con un solo estilo amoroso sugiere que la edad pudiera ser una variable en la concepción del enamoramiento. La poca experiencia en relaciones amorosas en edades tempranas de la adolescencia pareciera sugerir que aún no se han consolidado patrones de comportamiento, no obstante, no hay datos que pudieran comparar si en los individuos adultos el nivel de definición por un estilo es mayor. De tal suerte que podría ser un elemento a investigar, así como el hecho de que la indefinición en las mujeres sea mayor que en los hombres.

Con relación al comportamiento violento, las mujeres reportan recibir menos violencia de sus parejas con respecto a los hombres. Estos datos coinciden con otros reportes que analizan la violencia en las relaciones de noviazgo en adolescentes de edades de quince a diecisiete años, ligeramente mayores a los y las participantes en este estudio (Castro & Frías, 2010). Aun cuando se les preguntó a los y las participantes sobre la presencia de determinados comportamientos, es factible que las mujeres no las declararan por considerarlas como una parte de las conductas lúdicas que actualmente se dan en la adolescencia. Se tiene reportado el aumento de juegos físicos violentos en los adolescentes, en especial en los juegos entre mujeres y hombres. Esto se ha explicado en función de la normalización de la violencia en general y de la violencia de género en particular (Castro, 2004).

Por otra parte, los hombres manifiestan ser más violentados que las mujeres. Es posible que esto ocurra en las últimas generaciones de jóvenes, en las que las mujeres tienen ideas y comportamientos menos tradicionalistas que los hombres y esto geners más probabilidades de que ellas tengan conductas violentas sobre los hombres, principalmente las consideradas de nivel leve (empujones y pellizcos). Lo anterior se sugiere atendiento a lo expuesto por Díaz-Loving, Rivera, Villanueva & Cruz (2011). Dichos autores encuentran que la presencia de creencias y comportamientos tradicionalistas sigue vigente en adolescentes mexicanos, en especial la importancia del respeto que se debe tener hacia los hombres, sin embargo, señalan que esto ocurre con más frecuencia en los hombres que en las mujeres. Para dar cuenta, de manera más puntual, del vínculo entre los comportamientos violentos y la percepción de los mismos en las relaciones de noviazgo de los adolescentes hay estudios con otras metodologías.

Por lo general se estudia la violencia en las relaciones atendiendo a los receptores o las víctimas de la misma. Se ha encontrado que los receptores de violencia son los que reportan sentir más atracción y enamoramiento (Kú & Sánchez, 2006). En este estudio se buscó la posibilidad de la existencia de una conexión entre las características de las víctimas y la violencia, particularmente si el ideal y / o preferencia de estilo amoroso se relacionaba con la violencia recibida de sus parejas. En general, en los y las participantes que preferían los estilos Eros, Manía y Ágape se encontró una asociación, baja y significativa, con la violencia recibida de sus parejas, lo cual se presentó en mayor grado en el estilo Manía. Lo anterior propondría que no necesariamente el que una persona tenga una forma de amar la conduce a ser víctima de violencia, sin embargo, pareciera que si esa forma de amar se caracteriza por la posesión, la dependencia y la ansiedad ante la real o posible ausencia del ser amado, conduce a más posibilidades de que esa persona sea víctima de violencia.

Si este análisis se realiza tomando en cuenta el género de las personas, el dato indica que en las mujeres cuyo estilo predominante es el Ágape, consistente en un aparente altruismo, el descuido de sí mismas y la tendencia a darlo todo por los demás, habrá más posibilidades de recibir violencia que si su estilo de amor es otro, incluso el de Manía. Por otra parte, el que las adolescentes se inclinen por expresar un amor que busca el bien del otro, sin importar la reciprocidad que se tenga, incluso prefiriendo las necesidades de otros a las suyas (estilo Ágape) nos hablaría de un modelo de mujer y madre sufrida y abnegada que es percibido y adoptado en la mujeres desde edades tempranas y que aún está vigente en los hogares mexicanos y que es una forma de perpetuar la inferioridad de la mujer de manera natural, haciéndola más proclive a recibir y aceptar la violencia.

En los hombres, quienes manifiestan una preferencia por el estilo Lu-dus, en donde el amor y la sexualidad se establecen como una relación de juego, existen posibilidades de que reciban violencia de sus parejas. Esto quizás pueda ser debido a que al principio de la relación algunas expresiones de violencia se hayan establecido de común acuerdo con la pareja como parte de la relación afectiva, por no distinguirlas como violencia, y poco a poco se fueron arraigando hasta llegar al grado de que el varón las considere ya no como un juego inofensivo sino como una manifestación incómoda e incluso violenta de parte de la mujer.

En otros estudios se ha reportado que la violencia que las adolescentes ejercen sobre los hombres se caracteriza por la física leve y la psicológica (SEP-Instituto Mexicano de la Juventud, 2007; Muñoz, Andreu, Graña, O'Leary & González, 2007). Dado que los chicos están acostumbrados a juegos físicos con sus compañeros, es posible que les parezca natural empezar a establecer un contacto emocional con las mujeres repitiendo estos comportamientos y por ello en un inicio les permitan a las mujeres manifestarse de esa manera, aunque posteriormente la perciban como violencia. Otra interpretación sobre la violencia que ejercen las chicas sobre los chicos es que ellas la ejercen en contextos en los que la violencia se tolera e incluso se admite, como una ficción de igualdad (Riquer, 2010).

También se indagó si el preferir un estilo de enamoramiento en la adolescencia temprana conducía a ejercer violencia, al respecto se encuentra que las mujeres ejecutan violencia independientemente del estilo amoroso adoptado, pero esto ocurre en especial si ellas presentan los estilos Manía y Ágape. Es probable que las chicas adolescentes con estilos de enamoramiento posesivo y / o sacrificante tiendan a agredir a sus parejas debido quizás a que ellas no se sientan correspondidas y entonces presionen a su compañero buscando más interdependencia y deseando control en sus relaciones. Esto concordaría con los datos que reportan que la violencia psicológica es la que más se presenta de las mujeres hacia los hombres.

Los datos y consideraciones realizadas hasta este momento conducen a sugerir que si las mujeres adoptan estilos amorosos como el Manía y el Ágape son más susceptibles a ejercer y recibir violencia. Por fortuna estos estilos no son los más frecuentes en la población estudiada, por lo que adoptando una óptica educativa orientada a la prevención de conductas de riesgo de violencia se puede aprovechar la escasa presencia de estos estilos para promover en los y las adolescentes, a través de las instituciones educativas, otros estilos que conduzcan a relaciones de noviazgo más igualitarias.

Experiencias de la realización de conferencias en el nivel de bachillerato aportan evidencias de que es posible sensibilizar a los adolescentes sobre el tema de la violencia. Según Pick, Leenen, Givaudan & Prado (2010), una conferencia de corta duración puede promover cambios importantes respecto al conocimiento y sensibilización frente a la violencia cotidiana y a la comprensión de que una relación romántica no excluye la autonomía, la asertividad y la sinceridad en la pareja. Las conferencias también permiten que el sometimiento, los celos y el control sean vistos como una forma de violencia psicológica en el noviazgo adolescente que debe ser descartada. Así mismo, se logra que se identifiquen formas saludables de expresar el amor. No obstante, los investigadores insisten en emplear además de la conferencia otras estrategias de intervención más largas y específicas para que se desarrollen y mantengan conductas adecuadas a largo plazo.

No hay que olvidar poner atención a cómo se establecen las relaciones de poder, ya que en todos los estilos amorosos es factible que se den conductas violentas. La violencia en el noviazgo no se presenta de manera aislada, pues se asocia con la violencia en otros contextos como la familia, el vecindario y la escuela (Castro & Frías, 2010), de ahí que habrá que atender las creencias legitimadoras de violencia tanto en víctimas como en abusadores y que tendrían que extenderse no solo a los adolescentes sino también a sus familiares e incluso a los educadores o profesores para descontextualizar la amplia aceptación de la legitimación de la violencia como estrategia de crianza y como cultura de la dominancia.


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* Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México (México).


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