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Psicología desde el Caribe

Print version ISSN 0123-417X

Psicol. caribe vol.32 no.2 Barranquilla May/Aug. 2015

 

Las características personales y los valores sociales de una poblacion urbana relacionados con la participación social

Personal characteristics and social values of urban population related to social participation

Ana Lilia Banda Castro, Ph.D.* Miguel Arturo Morales Zamorano, Ph.D.*

* Universidad de Sonora, Sonora (México). Rosales s/n y Encinas Col. Centro, Hermosillo, Sonora, México. Miza. banda@unison.mx

Fecha de recepción: 28 de enero de 2014
Fecha de aceptación: 20 de diciembre de 2014


Resumen

Este estudio tuvo por objetivo identificar las características personales (ontosistema) y los valores sociales (macrosistema) que se relacionan con la participación social. Se encuesto a 113 habitantes de una ciudad en el noroeste de México. Se emplearon ecuaciones estructurales para identificar el modelo integrado por el factor características personales (ontosistema) con las variables autoconcepto positivo, autoconcepto negativo y autoestima positiva; el factor valores sociales (macrosistema) con las variables prosocialidad, responsabilidad y justicia-igualdad y el factor participación social con las variables organización social, acciones comunitarias y toma de decisiones. El modelo propuesto corresponde con el teórico, por lo que el factor características personales (ontosistema) y el factor valores (macrosistema) explican el diez por ciento de la varianza para el factor participación social. Se concluyó que tanto el factor características personales (ontosistema) como el factor valores (macrosistema) influyen directamente a la participación social.

Palabras clave: participación social, capital social, modelo de comportamiento ecológico, valores, autoconcepto, autoestima.


Abstract

The aim of this work was to identify personal characteristics (onto-system) and values (macro-system) which are related with social participation. A sample of 113 inhabitants of a Northeast city of Mexico was studied using a survey. Structural equations were used for identifying a social participation model integrated by personal characteristics factor (onto-system) with positive self-concept, negative self-concept and positive self-esteem. The values factor (macro-system) with sociality, responsibility and justice-equality values and social participation factor was integrated with the variables called social organization, communities actions and making decisions. The model found matches with theoretical model. Accordingly personal characteristics factor (onto-system) and values factor (macro-system) explain ten percent of social participation factor's variance. This study showed personal characteristics factor (onto-system) and values factor (macro-system) influence the social participation factor.

Keywords: social participation, social capital, ecological model of human behavior, values, self-concept, self-esteem.


INTRODUCCIÓN

Como constructo colectivo, el capital social constituye un fuerte potencial del bienestar de las comunidades y de la participación social de las mismas (Catell, 2001; Hyypá & Máki, 2003). Esta entidad hipotética se refiere a las conexiones entre individuos, redes sociales y normas de reciprocidad y confianza que se desprenden de ellas. El capital social facilita la vida en común y fortalece la identidad al interior de un grupo, generando solidaridad entre sus miembros, y al mismo tiempo, crea puentes con grupos y personas fuera de nuestro propio círculo de interacción, lo cual permite enfrentar problemas compartidos, circular información y fomentar el entendimiento y empatia entre los individuos (Arosteguy, 2007; Govea & Rodríguez, 2005; Kliksberg, 1999; Palacio, Sabater, Abello, Amar, Madariaga & Gutiérrez, 2001; Putman, 2000).

La experiencia de los lectores no podrá contradecir que la humanidad, inevitablemente, ha modificado sus actitudes, sus pautas de interrelación y diversos procesos sociales. Entre uno de los que se puede ejemplificar se encuentra el capital social, el cual se ha transformado y constituye un potencial de desarrollo humano que puede contrarrestar a ciertos eventos y fenómenos sociales que aquejan a la humanidad y a nuestra sociedad en específico. Estudios preliminares de la Encuesta Nacional sobre Filantropía y Sociedad Civil, reportada por Layton y Moreno (2008), han señalado que México presenta bajos niveles de confianza en comparación con la demostrada en Latinoamérica. Esto último compete a la confianza interpersonal, pero datos similares se registran en torno a la confianza que la población mexicana manifiesta en las instituciones, las organizaciones civiles o las organizaciones no gubernamentales (ONG) y, en grado superlativo, los mexicanos desconfían de los partidos políticos.

Por lo que toca a la reciprocidad, según Layton y Moreno (2008), el ochenta por ciento de los mexicanos piensa que ayudando a otros se ayuda a sí mismo, por lo que se puede afirmar que el mexicano cree y practica la reciprocidad entre conocidos, familiares, amigos, vecinos y, en menor grado, con las organizaciones sociales.

En lo relacionado con las redes sociales, para Layton y Moreno (2008) los mexicanos refieren ser más severos que los norteamericanos al definir a los buenos amigos. Asimismo, la convivencia con vecinos y amigos es menos frecuente entre los mexicanos que entre los norteamericanos. Estos datos sugieren que la población mexicana cuenta con déficit de capital social y una serie de fragmentadores sociales, puestos de manifiesto cuando estadísticas de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2011) refieren que por cada 100 000 habitantes la tasa de incidencia delictiva fue de 48 163 casos, ocupando el estado de Sonora el segundo lugar, en comparación con el resto de entidades federativas del país. La percepción sobre la amenaza que representa la criminalidad es una expresión aguda de ese temor a la convivencia, pues provoca una reticencia a participar en los espacios públicos (Layton & Moreno, 2008).

Asimismo, Layton y Moreno (2008) señalan en su encuesta que el 60 % de los mexicanos refiere que sus compatriotas son deshonestos. Cuando se solicita la percepción del propio comportamiento, un 30 % de mexicanos refiere tener prácticas honestas y, al encontrarse rodeados de gente deshonesta, no es de sorprender que los mismos se encuentren a la defensiva, buscando cómo aislarse del resto de habitantes, más que buscar la interacción social. Estos datos proporcionan información sobre variables como la confianza, la reciprocidad y la interacción social que teóricamente conforman el capital social (Kliksberg, 1999), y permiten comparaciones entre la población mexicana y la norteamericana porque así lo proyectaron los autores antes referidos.

En este estudio se pretende recabar datos empíricos que permitan registrar esas mismas manifestaciones de las variables: valores, autoconcepto positivo, autoconcepto negativo y autoestima negativa, y se registra la manifestación de comportamientos como: acciones comunitarias, toma de decisiones y organización colectiva (por citar algunos ejemplos) que involucran la interacción social y se vinculan con la participación social, la cual, al mismo tiempo, sustenta la interacción de una de las redes sociales más antiguas, como es y ha sido la convivencia dentro de un barrio, colonia o vecindario (Catell, 2001; Hyypá & Máki, 2003). Adicionalmente, el estudio se propone identificar la correlación que pueda existir entre las variables ya referidas e identificar la influencia o interacción entre las mismas, de acuerdo con la teoría ecológica sobre el comportamiento.

Partiendo de lo antes referido, surgen los siguientes cuestionamientos: ¿qué valores se relacionan con la participación social de los miembros de las comunidades?, ¿qué características personales se asocian con la participación social de los miembros de las comunidades?, ¿qué variables se vinculan con la participación social? y ¿las características personales y los valores influyen en la participación social de los pobladores urbanos de una ciudad del noroeste de México?

Antes de proseguir con las premisas que contestan estos cuestionamientos, cabe señalar que la inquietud de las instituciones gubernamentales es facilitar que los ciudadanos sean gradualmente empoderados, a fin de que vigilen y preserven el funcionamiento de los servicios. Se ha referido que tanto los ciudadanos como las instituciones son capaces de alcanzar metas y, unificados los esfuerzos de ambos, los resultados se duplican. Los problemas se suscitan cuando los esfuerzos no se suman entre ciudadanos e instituciones gubernamentales y ambas partes se orientan a conferir la responsabilidad al otro, por lo cual alcanzar las metas representa salvar serios tropiezos (Angulo, 2010; Aroste-guy, 2007; Montero, 2009a). Se podrán apreciar, entre otras deducciones, que la promoción de la participación social constituye una opción del comportamiento individual y colectivo que permite a los ciudadanos interactuar, reconociéndose ello de naturaleza espontanea, la cual se manifiesta cuando la ciudadanía ve que se han iniciado obras o actividades y se puede involucrar en las mismas. Los resultados de esta participación espontanea pueden ser duraderos o con cierto carácter efímero. Sin embargo, pensando en invertir en capital social, Klik-sberg (2000) indica que "Capital social y cultura pueden ser palancas formidables de desarrollo, si se crean las condiciones adecuadas" (p. 14), por lo cual las acciones que se puedan realizar para promover la cultura de participación social podrían generar mayor impacto y perdurar para el beneficio común de las poblaciones (Muñoz, 1998). Particularizado el planteamiento, se encontró que Bresciani (2006) ha podido constatar que la participación para el fortalecimiento del capital social depende de principios como la justicia, la equidad y el derecho de los individuos a ser informados. Los autores (2014) han identificado la interacción de la reciprocidad, la confianza y las acciones comunitarias en una muestra de jóvenes estudiantes.

Una vez considerado lo anterior, hay que contemplar tres elementos globales que conforman la definición de capital social: las redes sociales, las normas de reciprocidad y la confianza. Para el primer elemento se puede tener como indicador la membresía y actitud hacia la participación social, y para el segundo y tercer elemento los indicadores pueden ser las actitudes hacia la reciprocidad y la confianza y la manifestación de comportamientos hacia las mismas (Kliksberg, 1999).

La participación social como indicador del capital social es un proceso mediante el cual el ciudadano interactúa con las instituciones gubernamentales o con la vida política de una comunidad (Illescas, Ruíz & Martínez, 2004). Por consiguiente, la naturaleza y presencia de la participación social estará en dependencia de las acciones de los integrantes de las comunidades y de los contextos del entorno (sociedad, ámbito laboral y escenarios de culto religioso, por citar algunos ejemplos). La participación social tiene lugar en las comunidades en donde la gente se compromete en actividades sociales, ya sea de la red social formal o informal. Diversas formas de participación son determinadas considerando los resultados alcanzados por las comunidades. Como ejemplos se puede citar su cultura, sus normas, valores e instituciones. También se han incluido diferentes clases de actividades, entre las que se encuentran la participación política, las actividades voluntarias, el compromiso en eventos culturales, sociales, deportivos y recreacionales (Cicognani, Pirini, Keyes, Joshanloo, Rostami & Nosratabadi, 2008).

La participación social, según Zimmerman y Rappaport (1988), se manifiesta gracias a las acciones comunitarias y el proceso de organización comunitaria que puede ser atribuido al empoderamiento psicológico que alcanza el individuo. En torno a la dimensión denominada organización social, Vidoni, Mascherini y Manca (2009) señalan que se caracteriza por la participación de los individuos en organizaciones que contribuyen al mejoramiento de la sociedad, como son las organizaciones sociales, culturales, de derechos humanos, políticas, religiosas, ambientales, económicas o de paz, por citar algunos ejemplos.

La clave de la participación social se encuentra en la ejecución de acciones comunitarias que representan la operacionalización del proceso de empoderamiento de un grupo comunitario, y con esto se reconoce la responsabilidad que como miembro o miembros de una comunidad se tiene. Al mismo tiempo, este proceso de empoderamiento confiere poder para implicarse, tomar decisiones y llevar a cabo acciones de repercusión, tanto individual como colectiva, que afectan la calidad de vida. La puesta en marcha del empoderamiento de una comunidad se manifiesta mediante la planeación, organización y dirección de recursos que se orientan a la obtención de objetivos de orden social, político, religioso y cultural que redunden a favor de las mismas comunidades (Banda, Valenzuela, González & Morales, 2010b; Illescas et al., 2004; Irvin & Stansbury, 2004; Manrique & Carrera, 2003-2004; Ríos & Moreno, 2009; Zimmerman & Rappaport, 1988).

Para los ciudadanos, la participación social representa un proceso de formación en referencia a la toma de decisiones, con lo cual la ciudadanía se orienta hacia ciertas acciones y a tomar riesgos o beneficios que las mismas acciones conlleven. La participación también es la forma de persuadir a las autoridades gubernamentales y ejercer un papel activo como ciudadanos. En otro plano, posibilita realizar un mejor control del proceso político y la implementación de políticas públicas (Angulo, 2010; Cicognani et al., 2008; Illescas et al., 2004; Irvin & Stansbury, 2004; Manrique & Carrera, 2003-2004; Ríos & Moreno, 2009).

Cabe señalar que la interrelación entre el individuo y su comunidad nos conducen a manifestar que no se puede pensar en que haya participación social sin la inclusión de los miembros de las colectividades y la interacción de grupos sociales y de instituciones gubernamentales al mismo tiempo. En una aproximación al estudio de la participación social se han identificado tres áreas de dominio: las individuales, ejemplificadas por la autoridad derivada de la participación social, los derechos y las obligaciones de los ciudadanos (Banda, González, Valenzuela, Morales & Avendaño, 2010a; Banda et al., 2010b); las sociales, como las acciones comunitarias y la organización social (Banda et al., 2010b; Banda, Morales, Flores, Del Castillo & Quintero-Mármol, 2012), y las políticas, como la participación ciudadana mediante el voto (Banda et al., 2010b).

Habiendo contemplado el carácter individual y colectivo de la participación social y aplicando un enfoque psicológico, se puede plantear que una conducta social como la participación se encontrará en función del intercambio que el ser humano realiza con el ambiente (Belsky, 1980, 1984, 1993; Belsky et al., 1991; Bronfenbrenner, 1987), teniendo en cuenta que el ambiente representa cualquier evento o condición externa a la persona que puede influenciar su comportamiento o participación social (Bronfenbrenner, 1987). Debido a la naturaleza social del ser humano, el estudio de su desarrollo individual ha de considerarse dependiente y relacionado con un contexto en el cual los individuos, sus familias y las comunidades son susceptibles de influenciarse mutuamente y de constituir factores ambientales que influyen en el comportamiento, tanto individual como social (Belsky, 1980, 1984, 1993; Belsky et al., 1991; Bronfenbrenner, 1987).

Al analizar al ser humano, es pertinente enfatizar que él mismo cuenta con el potencial para afectar su propio desarrollo, ya que entran en juego sus características, su personalidad, sus estados anímicos, su historia (por citar algunos ejemplos) y todos aquellos que comúnmente son catalogados como factores internos o propios de cada persona (Belsky, 1980, 1984, 1993; Belsky et al., 1991). Bronfenbrenner (1987) propuso además que las estructuras del medio ambiente intervienen en el desarrollo de todo individuo. Dichas estructuras abarcan desde el escenario más próximo, comprendido por la interacción entre padres e individuos, hasta el más remoto, que es la cultura a la que pertenecen.

La teoría plantea cuatro estratos del modelo de desarrollo del ser humano (ontosistema, microsistema, exosistema y macrosistema), entre los que se incluye en este estudio, en primer lugar, al ontosistema, que se refiere a las características personales de los individuos que involucran tres tipos que influyen en el futuro desarrollo del ser humano: las características de desarrollo ontogenético, que a lo largo del proceso evolutivo se convertirán en características de desarrollo (autoestima, autoconcepto, locus de control); los recursos que potencian el funcionamiento físico del individuo (equipaje genético, integridad física y de los órganos de los sentidos), las habilidades de desarrollo (conocimientos, experiencias ejecuciones motoras, percepciones) y las demandas relacionadas con las características físicas. Tales características se ejemplifican como impulsividad, afectividad y respuesta al estrés, salud física y salud mental (Belsky, 1980, 1984, 1993; Belsky et al., 1991).

Dentro de la estructura ontosistémica para este estudio, en primer y segundo término se encuentra el autoconcepto, entendido como la percepción que el individuo tiene de sí mismo y que se deriva de su autoimagen, del autorespeto y las experiencias en relación con el entorno. El autoconcepto se ve influido por la interacción entre personas específicas y el entorno que les rodea (Shavelson, Huber & Stanton, 1976). Eisenberg y Patterson (1981), Fitts (1965) y Pardo, Pineda, Carrillo y Castro (2006) toman en cuenta que el autoconcepto tiene tanto un lado positivo como uno negativo (ambas dimensiones son identificadas en este trabajo). Como antecedente, Silva y Martínez (2007) y Singer, King, Green y Barr (2002) han encontrado que la participación social contribuye con la formación del autoconcepto de las personas. En tercer término se consideró a la autoestima personal que está relacionada con la evaluación positiva que el individuo realiza de los propios atributos, como las metas, las ideas y las emociones, y de los atributos que tienen que ver con la interacción personal con otros, como la atracción, la reputación o la popularidad (Sánchez, 1999). Tanto este último autor como Singer et al. (2002), han vinculado la participación social con la autoestima colectiva.

El macrosistema se define por el conjunto de fuerzas políticas, sociales, económicas, ideología, religión y etnia que operan dentro de la sociedad, influenciando a la misma. Esta influencia no solo es ejercida hacia los individuos que la integran, sino que sus miembros también la afectan. Asimismo, lo comprende el contexto cultural constituido por las creencias y los valores propios de cada grupo social. Dicho contexto incluye vínculos y procesos que se llevan a cabo en dos o más entornos que tengan relación indirecta con el individuo en desarrollo (Bronfenbrenner, 1987). De la estructura macrosistémica se puede citar, primeramente, a la prosocialidad, que se refiere a poseer habilidades para relacionarse con otras personas, ya que la relación influye para que el individuo experimente sentimientos positivos o negativos hacia su propia persona (Naranjo, 2006). Asimismo, la prosocialidad se vincula con la importancia que el individuo concede a las acciones de ayuda, colaboración y cuidado de otras personas, hacia uno mismo y en sentido contrario (Antolín, Oliva, Pertegal & López, 2011). Velázquez, Martínez y Cumsille (2004) han planteado la relación entre la prosocialidad y la participación social.

Otro valor de la estructura macrosistémica es la justicia-igualdad, que se orienta hacia la consecución de un mundo justo e igualitario socialmente hablando (Antolín et al., 2011). García et al. (2004) indican que la justicia se practica, primeramente, como reconocimiento del esfuerzo y como equidad, y esto representa dar igualdad de oportunidades (Cárdenas, 2006). La segunda manera tiene que ver con el acceso (atendiendo a la diversidad de capacidades y situaciones), y una tercera práctica tiene que ver con el tratamiento a los individuos (sin discriminar a los destacados de los que no lo son) (Cárdenas, 2006). Por su parte, Govea y Rodríguez (2005) refieren que los participantes que dieron muestras de inclinación hacia valores como la justicia social, también lo hicieron hacia el crecimiento compartido y la transparencia en el manejo de la gestión pública dentro de la comunidad.

Para finalizar con la estructura macrosistémica se hablará de la responsabilidad, que tiene que ver con la importancia concedida a la asunción de los propios actos (Antolín et al., 2011), con la forma de responder ante lo que implica el claro conocimiento de que las consecuencias de cumplir o no las obligaciones recaen sobre uno mismo. Asumir con responsabilidad nuestros actos significa pensar en sus resultados y en sus efectos antes de hacer o decir alguna cosa (Unell & Wyckoff, 1997). En una investigación de Govea y Rodríguez (2005), los participantes manifestaron que en la medida que sumaron responsabilidades, se fue gestando mayor cohesión social y mayor confianza entre ellos mismos.

El presente reporte corresponde a un estudio piloto en la primera etapa de tres, siendo el objetivo central de investigación determinar las características personales que de acuerdo con Belsky (1980, 1984, 1993), Belsky et al. (1991) y Bronfenbrenner (1987) integran la estructura ontosistémica del modelo ecológico de comportamiento. Adicionalmente, se planteó identificar qué valores integran el macrosistema y la interacción de ambas estructuras con la participación social de los habitantes de las colonias pertenecientes a la ciudad Hermosillo del estado de Sonora en México. Se presenta el modelo teórico en la figura 1.

Conforme a lo anterior, surgen las siguientes hipótesis encaminadas a contestar las interrogantes: las características personales, como el autoconcepto positivo, negativo y la autoestima positiva, integran el factor ontosistema; los valores como prosocialidad, responsabilidad y justicia-igualdad integran al factor macrosistema; la organización social, las acciones comunitarias y la toma de decisiones integran el factor de participación social, y los factores ontosistema y macrosistema pueden influir a la participación social.

MÉTODO

Participantes

La muestra estuvo integrada por 113 habitantes de cinco colonias del sur de la ciudad de Hermosillo, Sonora, México, la cual fue seleccionada por ser uno de los conglomerados de colonias que, de acuerdo con el INEGI (2010), contenían la mayor cantidad de habitantes con ingresos menores de 1600 pesos (123 dólares aproximadamente). El tamaño de la muestra debió ser mayor, pero por tratarse de un estudio piloto se decidió encuestar una muestra reducida. Esto se encuentra en concordancia con lo propuesto por Schreiber, Stage, King, Nora y Barlow (2006), ya que estos autores indican que se pueden estudiar los datos faltantes mediante la utilización de la estimación máxima de verosimilitud al analizar los datos.

Una vez especificadas las colonias, se acudió a las mismas, realizando un muestreo no probabilístico por conveniencia, encuestando a los mayores de edad residentes que aceptaron contestar los instrumentos. Las edades oscilaron entre 18 y 85 años y la media de edad de los participantes fue de 38 años (DT = 14.55), con escolaridad promedio de segundo año de secundaria. La variable ingresos fue considerada ya que, de acuerdo con Montero (2009a, 2009b), las personas que cuentan con este rango de ingresos son las más comúnmente aquejadas por procesos sociales como la violencia intrafamiliar, la violencia comunitaria, la movilidad social, el carente empoderamiento o la ausencia de compromiso social, por mencionar algunos ejemplos. La muestra se integró por 57 participantes del sexo femenino (50,4 %) y 56 del sexo masculino (49,5 %>).

Instrumentos

Para medir el factor de participación social se empleó la escala de participación social con 59 reactivos y cinco opciones de respuesta, que midió dimensiones de participación social relacionadas con: a) las acciones comunitarias, b) la toma de decisiones y c) la organización social (Banda et al., 2010b; Banda, Morales, Flores & Galaz, 2014). Esta escala ha sido aplicada previamente en otra muestra en la misma ciudad, para otro estudio. Las propiedades psicométricas han sido analizadas con 400 casos, obteniéndose alfas de Cronbach por dimensión que oscilaron entre .70 y .98.

Para medir el factor de valores (macrosistema) se utilizó la escala de valores para el desarrollo positivo con 24 reactivos y cinco opciones de respuesta midieron los valores de prosociabilidad, justicia-igualdad y responsabilidad. Las alfas de Cronbach por dimensiones oscilaron entre .84 y .90 (Antolín et al., 2011).

Para medir el factor de características personales (ontosistema) se seleccionó la escala Tennessee (Pardo et al., 2006; Fitts, 1965). De los 100 reactivos que posee esta, se aplicaron 64, los cuales poseen cinco opciones de respuesta que miden las dimensiones: a) autoconcepto positivo, b) autoconcepto negativo y c) autoestima positiva. Se observó una alfa de Cronbach para todo el instrumento de .92. (Pardo et al., 2006).

Procedimiento

La aplicación de las encuestas fue realizada por psicólogos, entrenados en la administración de estas en diversas sesiones, los cuales tuvieron como consigna distribuirse por las calles de las colonias previamente seleccionadas y solicitar autorización para encuestar a los habitantes con residencia en las mismas; fueron excluidos los transeúntes. Las sesiones de encuesta tuvieron una duración aproximada de una hora, y fueron celebradas en el caso de que los participantes accedieran a ser encuestados.

Análisis estadístico de datos

Se verificó la confiabilidad (consistencia interna) de las dimensiones que integraron cada escala, obteniendo las alfas de Cronbach en el paquete estadístico System of Statistical Analysis (SAS) versión 9.1.

Los datos recabados fueron contrastados con el modelo teórico mediante el paquete estadístico Structural Equations (EQS) versión 6. Se realizó la técnica de análisis factorial confirmatorio AFC de los modelos de ecuaciones estructurales, ya que permite poner a prueba las hipótesis antes referidas que se vinculan al modelo (Ferrando & Anguiano, 2010). El modelo va de acuerdo con el principio de parsimonia, ya que el número de factores es más pequeño que el número de variables (Schreiber et al., 2006; Ferrando & Anguiano, 2010; Herrero, 2010). Para evaluar el modelo de ecuaciones estructurales se obtuvo el estadístico chi-cuadrado c2, esperando que dichos valores fueran bajos y con niveles de significación mayores que .01 (Hair, Anderson, Tatham & Black, 2007), en virtud de que se busca coincidencia entre el modelo teórico con el observado.

Como opción para corregir la tendencia del estadístico chi-cuadrado para rechazar cualquier modelo especificado con una muestra suficientemente grande (entre 100 a 200 participantes), se obtuvo el error de aproximación cuadrático medio RMSEA, cuyos valores aceptables oscilaran entre .05 y .08 (Schreiber et al., 2006; Hair et al., 2007; Ruíz, Pardo & San Martín, 2010). Adicionalmente, se consideraron los índices Bentler-Bonett de ajuste normado BBN, Bentler-Bonett de ajuste no normado BBNN y el índice de ajuste comparativo CFI (Schreiber et al., 2006).

RESULTADOS

La confiabilidad por consistencia interna calculada mediante el coeficiente alfa de Cronbach arroja los siguientes valores para las dimensiones de la escala de participación social: acciones comunitarias .57, toma de decisiones .83, organización social .84. Para las dimensiones de la escala Tennessee, los coeficientes obtenidos fueron: autoconcepto positivo .85, autoconcepto negativo .82 y autoestima positiva .82. Para las dimensiones de la escala de valores, los coeficientes obtenidos fueron: prosocialidad .79, responsabilidad .64 y justicia-igualdad .81. Estos valores indican consistencia interna muy aceptable por dimensiones (Hair et al., 2007).

Se presentan los valores del coeficiente alfa de Cronbach de cada escala calculados globalmente, empezando con la escala Tennessee que registra un valor de .89, la escala de participación social .89 y la de valores .85. Lo anterior indica consistencia interna muy aceptable para cada una de las escalas empleadas (Hair et al., 2007).

Mediante la estimación por máxima verosimilitud que utiliza el modelamiento de ecuaciones estructurales (Closas, Arriola, Kuc, Amarilla & Jovanovich, 2013; Wothke, 2010) se registra el indicador global chi-cuadrado c2 para el modelo propuesto, que fue de 37.42 (gl = 25, P > .01). Los valores de los estadísticos fueron: RMSEA (.06), índice de ajuste normado BBN (.91), índice de ajuste no normado BBNN (.95) e índice de ajuste comparativo CFI (.96). Se empleó el análisis factorial confirmatorio que permitió contrastar el modelo teórico, en donde las dimensiones de cada escala fueron transformadas a factores mediante el análisis factorial confirmatorio (González & Vázquez, 1999).

El modelo constó de tres factores: la participación social, las características personales (ontosistema) y los valores (macrosistema), lo cual fue contrastado mediante un análisis factorial confirmatorio. Dicho AFC utilizó las dimensiones latentes provenientes de estos tres factores, obteniendo los respectivos pesos factoriales significativos, como se muestra en la tabla 1 y en la figura 2.

En las figuras 1 y 2, según los indicadores BBN, BBNN, CFI y RMSEA, el modelo propuesto presenta un adecuado ajuste a los datos (Hair et al., 2007; Herrero, 2010; Ruíz et al., 2010). Los valores estadísticos se encuentran dentro de los rangos aceptables y sugieren que la estructura factorial puede representar los constructos propuestos. Los pesos factoriales de cada una de las dimensiones de cada factor medido alcanzaron valores superiores a .62, por lo que se consideran altos (Herrero, 2010; Merino, Díaz & DeRoma, 2004).

En la figura 2 se aprecia que el factor ontosistema (características personales) se integró por las variables autoconcepto positivo (.96), autoconcepto negativo (-.78) y autoestima positiva (.62). El factor macrosistema (valores) fue integrado por los valores prosocialidad (.72), justicia-igualdad (.84) y responsabilidad (.65). El factor de participación social fue conformado por organización social (.77), acciones comunitarias (.90) y toma de decisiones (.69). Asimismo, entre el factor ontosistema y el factor de participación social se registra una relación positiva y significativa, con un coeficiente estructural de .20 y, entre este último y el macrosistema, la relación es positiva y significativa, con un coeficiente estructural de .24.

Atendiendo a los reactivos, el factor de participación social, conformado por la variable denominada acciones comunitarias, las medias más altas correspondieron a: población genera acciones para mantenerse informada del funcionamiento del vecindario (4.47), población en acción conjunta con instituciones públicas (4.05) y la participación realimenta a instituciones sobre la ciudadanía (3.95). Para la variable toma de decisiones, las medias más altas correspondieron a: la toma de decisiones aumenta la seguridad pública (4.39), la toma de decisiones permite el cuidado del medio ambiente (4.32) y la toma de decisiones permite organizarse (4.28). En la variable organización social, las medias más altas fueron para solicitar asignación de recursos que afecten el vecindario (4.30), solicitar bienes y servicios públicos que afecten a la comunidad (4.23) y generar acciones que distribuyan el ingreso (4.20).

En el caso del factor características personales, para la variable autoconcepto positivo, las medias más altas fueron para soy una persona honrada (4.70), soy una persona decente (4.51) y me llevo bien con los demás (4.49). Para la variable autoconcepto negativo, las medias más altas fueron para lo que hacen otras gentes no me interesa (3.25), me considero desarreglado/a (2.03) y mis amigos no confían en mí (1.95). Para la variable autoestima positiva, los puntajes más altos correspondieron a las medias de estoy satisfecho de lo que soy (4.39), estoy satisfecho con mis relaciones familiares (4.22) y estoy satisfecho con mi conducta moral (4.19).

Para el factor de valores sociales, las medias más altas fueron para reconocer y asumir la responsabilidad (5.22), no culpar a otros de nuestros errores (4.89) y hacer cosas que tengo que hacer aunque no me guste (4.60) del valor responsabilidad. Para el valor justicia-igualdad, luchar contra las injusticias sociales (5.14).

DISCUSIÓN

Atendiendo a los cuestionamientos y a las hipótesis de investigación en el presente trabajo, ha sido posible identificar al factor de características personales (ontosistema) y al factor de valores (macrosistema) que integran el factor de segundo orden correspondiente a la participación social para una muestra de habitantes de cinco colonias del sur de la ciudad de Hermosillo, Sonora, México, con lo que se atiende al planteamiento que proponía determinar la interacción que las características personales y los valores ejercen sobre la participación social (Banda et al., 2010b; Banda et al., 2014; Belsky, 1980, 1984, 1993; Belsky et al., 1991; Bronfenbrenner, 1987). En este caso se observa que los atributos personales del ser humano se vinculan con su propio comportamiento. Esto quiere decir que las personas con autoconcepto positivo y negativo, y con autoestima positiva, serán más susceptibles de participar socialmente. Asimismo, se registra la influencia de los valores que representan al entorno que afecta a los individuos para que se manifieste la participación social.

De acuerdo con los planteamientos iniciales, se puede señalar que los valores que se relacionan con la participación social son la prosocialidad (Antolín et al., 2011; Naranjo, 2006; Velázquez et al., 2004), la justicia-igualdad (Antolín et al., 2011; Cárdenas, 2006; García et. al., 2004; Govea & Rodríguez, 2005) y la responsabilidad (Antolín et al., 2011; Govea & Rodríguez, 2005; Unell & Wyckoff, 1997). Previamente, Velázquez et al. (2004) han identificado un vínculo entre la prosocialidad y la participación ciudadana que se confirma en este estudio. Entre los valores que integraron este factor cabe señalar que existe coherencia por la naturaleza social de los mismos, siendo considerados muy pertinentes para promover la participación social de quien los posea.

Con relación a las características personales (ontosistema), se ha podido corroborar que el autoconcepto positivo (Shavelson et al., 1976; Silva & Martínez, 2007; Singer et al., 2002), la autoestima positiva (Sánchez, 1999; Singer et al., 2002) y el autoconcepto negativo (Eisenberg & Patterson, 1981; Fitts, 1965) se asocian con la participación social. Se observa que la dimensión denominada autoconcepto positivo se incrementará en la medida en que se decrementa el autoconcepto negativo, reafirmando los planteamientos de Eisenberg y Patterson (1981) y Fitts (1965) y reconociendo la interacción entre ambos. Otra variable que integra el ontosistema la representa la autoestima positiva. Los resultados de este estudio sugieren que, en la medida que las personas incrementen su autoestima personal, también incrementarán su participación social. Esta premisa contradice lo planteado por Sánchez (1999) y Singer et al. (2002), ya que estos autores han encontrado relación entre la autoestima colectiva y la participación social. La información aportada por esta investigación sugiere interdependencia entre autoestima personal y participación social.

Para responder qué variables integraron el factor de participación social, se ha registrado que las acciones comunitarias (Banda et al., 2010b; Banda et al., 2012; Illescas et al., 2004; Irvin & Stansbury, 2004; Manrique & Carrera, 2003-2004; Ríos & Moreno, 2009; Zimmerman & Rappaport, 1988), la organización social (Banda et al., 2010b; Banda et al., 2012; Illescas et al., 2004; Irvin & Stansbury, 2004; Manrique & Carrera, 2003-2004; Ríos & Moreno, 2009; Vidoni et al., 2009) y la toma de decisiones han obtenido pesos factoriales significativos y positivos (Govea & Rodríguez, 2005; Illescas et al., 2004; Manrique & Carrera, 2003-2004;

Ríos & Moreno, 2009), por consiguiente, para esta población la participación social tiene una perspectiva muy cercana al proceso administrativo, ya que se reconoce la necesidad de organizarse, tomar decisiones y realizar las acciones de participación social. En otros estudios la participación social se ha enfocado hacia la normatividad y pertenencia a grupos, lo cual puede ser comprensible por tratarse de poblaciones de estudiantes que preferentemente se han dedicado a formarse como ciudadanos (Banda et al., 2010a).

Cabe señalar que este trabajo reconoce la relación positiva observada entre el autoconcepto positivo, la autoestima y los valores prosocialidad, justicia-igualdad y responsabilidad, influyendo en la participación social de los integrantes de esta muestra. En este caso se identificó la interacción que el individuo ejerce sobre las acciones colectivas. Los hallazgos sugieren que procurar el desarrollo de los individuos, en específico de sus características personales como el autoconcepto positivo y la autoestima, y de valores como prosocialidad, justicia-igualdad y responsabilidad puede influir el fortalecimiento de los individuos (Angulo, 2010; Arosteguy, 2007; Belsky, 1980, 1984, 1993; Belsky et. al., 1991; Bresciani, 2006; Bronfenbrenner, 1987).

Se reafirman los planteamientos de Singer et al. (2002), en el sentido de que la participación social activa podrá intervenir en el desarrollo del ser humano en cuanto al autoconcepto, lo cual se justifica cuando se tiene presente que el entorno influye en el comportamiento y el desarrollo del mismo (Belsky, 1980, 1984, 1993; Belsky et al., 1991 y Bronfenbrenner, 1987), sobre todo cuando consideramos que la participación social fortalece la manifestación del capital social que, como entidad social, se manifestará mediante el comportamiento colectivo. A este respecto, Banda et al. (2014) contrastaron un modelo de capital social (Kliksberg, 1999) en donde se identificó la integración de valores de reciprocidad, confianza y participación social en una muestra de estudiantes, y se tiene planeado ampliar los estudios a poblaciones de mayor edad para evaluar la consistencia de los datos recabados.

El modelo multifactorial obtenido permite afirmar que los datos recabados en esta investigación especifican un modelo empírico de participación social que corresponde con los planteamientos teóricos ya presentados. Dicho modelo está integrado por características personales (ontosistema) y valores (macrosistema). Adicionalmente, este modelo de segundo orden es más sencillo estadísticamente que uno de primer orden y, por consiguiente, es más parsimonioso. Teóricamente, este estudio brinda testimonio de su aplicabilidad en el campo de la participación social al contribuir con una explicación más del comportamiento social.

Se considera que las instituciones educativas y las gubernamentales, en general, pueden optar por investigar lo que promueve la participación social, tanto en un plano individual como en un plano axiológico, para hacer más efectiva la gestión gubernamental y que atienda a las necesidades y características de las comunidades. De igual forma los resultados obtenidos apoyan la premisa de buscar el fortalecimiento de los integrantes de las comunidades, ya que el crecimiento y estabilidad de los mismos, de manera singular, no solo impactará su bienestar, sino que, por adición, contribuirá en su orientación a participar en acciones colectivas a favor del bienestar colectivo, y este se reflejará inevitablemente sobre cada uno de los miembros de la comunidad.

Se reconoce la notable importancia que aporta la definición del capital social como entidad que coadyuva en una gran cantidad de procesos sociales desde un punto de vista teórico. En este estudio se destaca que el capital social incluye las variables de participación social y valores, por citar las variables que aborda esta investigación; así, se ha apreciado que los valores se relacionan con la participación social, lo cual constituye una aportación empírica parcial a favor de los planteamientos teóricos previamente señalados. En estudios posteriores se ha puesto a prueba el modelo teórico conceptual, incluyendo variables como la confianza, la reciprocidad y otros valores, encontrándose coincidencia con los datos empíricos de este trabajo. Adicionalmente, el ejercicio de las instituciones gubernamentales no es el único requerido para poner en funcionamiento y mantener la consolidación y fortalecimiento de la ciudadanía y de las comunidades; por consiguiente, en este estudio se da sustento al trabajo coordinado de las comunidades con las instituciones gubernamentales.

Descriptivamente, los datos permiten identificar las fortalezas que posee el grupo de participantes, ya que se reconoce importancia a la gestión llevada a cabo para manejar la información sobre la comunidad y la realimentación que reciban las instituciones gubernamentales de la misma, y también se considera la acción conjunta con las instituciones públicas que promueve las acciones comunitarias vinculadas con la participación social. En cuanto a toma de decisiones, esta muestra las considera instrumentales para alcanzar seguridad pública, protección del medio ambiente y organización. Dicha organización se percibe viable gracias a la obtención de recursos en general, la solicitud de bienes y servicios públicos y la disminución del gasto público en opinión de la comunidad.

En cuanto a las características personales, los participantes se perciben como personas honradas, decentes y que se llevan bien con los demás. No obstante que no se orientan por saber las actividades de las personas que les rodean, se consideran desarregladas y poco confiables. Asimismo, se encuentran satisfechas con ellas mismas, con sus relaciones familiares y con su conducta moral.

Desde el punto de vista axiológico, son susceptibles de reconocer y asumir la responsabilidad de sus acciones, sin culpar a otros por los errores propios, y hacer cosas que obligadamente se deban hacer, aunque se vaya en contra de las preferencias. Se reconocen, asimismo, como luchadores en contra de las injusticias sociales. La información anterior es el punto de partida para iniciar un proceso de intervención con miras a promover el desarrollo humano de las comunidades, especialmente si ante estos integrantes de la comunidad se destacan las características compartidas para posteriormente ventilar las desavenencias o desacuerdos que cotidianamente se suscitan en las comunidades y que ocasionan obstáculos para que se lleve a cabo la participación social dirigida a la potenciación de bienes y propósitos colectivos.

Conflicto de intereses

No existe conflicto de intereses por la realización de esta investigación.


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