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Revista U.D.C.A Actualidad & Divulgación Científica

versión impresa ISSN 0123-4226

rev.udcaactual.divulg.cient. vol.25 no.spe Bogotá jul. 2022  Epub 01-Jun-2022

https://doi.org/10.31910/rudca.v25.nsupl.1.2022.2142 

Ciencias ambientales

Territorios hidrosociales: historia ambiental de la apropiación social y sostenibilidad en la cuenca del Río Dagua, Colombia en el siglo XX

Hydrosocial territories: Environmental history of social appropriation and sustainability in the Dagua River Basin, Colombia in the twentieth century

Elizabeth Patiño-Correa1  * 
http://orcid.org/0000-0002-4706-6408

Narciso Barrera-Bassols2 
http://orcid.org/0000-0001-9382-9149

1Universidad Autónoma de Occidente, Grupo de GEADES. Cali - Valle del Cauca, Colombia; e-mail: epatinoc@uao.edu.co

2Universidad Autónoma de Querétaro, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Querétaro, México; e-mail: nbarrerabassols@icloud.com


RESUMEN

Reconocer el carácter híbrido, complejo y sistémico del agua desde los estudios hidrosociales, implicó entender que esta circula en un proceso continuo entre los diversos actores en diferentes periodos históricos. En la cuenca del río Dagua, las profundas transformaciones que han alterado o modificado naturalmente la dinámica ecológica de la cuenca, están estrechamente vinculadas a la forma de apropiación social que cada uno de los actores que allí confluyen realizan, no solo del agua sino del territorio, creando y recreando territorios hidrosociales. Con una metodología interdisciplinaria y descriptiva, a través del análisis documental y del trabajo etnográfico con talleres, entrevistas semiestructuras y trabajo de campo, se reconoció que la apropiación social del agua está determinada por la cultura, es flexible y depende de cada contexto ontológico, geográfico e histórico, en el que se suscribe. El documento abarca desde el periodo precolombino hasta la actualidad y permitió mostrar que la apropiación social del agua no es excluyente ni en tiempo ni espacio. Puede darse simultáneamente, lo que sugiere que, en algunos momentos históricos, coexiste y puede estar inscrita a sociedades diferentes, con modos de vida y diferentes visiones-nociones y acciones de construir territorios hidrosociales, a lo largo del tiempo.

Palabras clave: Actores sociales; Estudios hidrosociales; Dagua (Colombia); Historia ambiental; Territorios hidrosociales

ABSTRACT

Recognizing the hybrid, the complex and systemic character of water from hydrosocial studies implied understanding that it circulates in a continuous process between the various actors in different historical periods. In the Dagua river basin, the profound transformations that have naturally altered or modified the ecological dynamics of the basin are closely linked to the form of social appropriation that each of the actors that converge there carries out, not only of water but also of the territory, thus creating and recreating hydrosocial territories. With an interdisciplinary and descriptive methodology, through documentary analysis, and ethnographic work with workshops, semi-structural interviews and fieldwork, it recognized that the social appropriation of water determined by culture is flexible and depends on each ontological and geographical context and history subscribed. The document ranges from the pre-Columbian period to the present and shows that the social appropriation of water is not exclusive in time or space. It can occur simultaneously, which suggests that, in some historical moments, it coexists and may be inscribed in different societies, with different ways of life and different visions-notions and actions of building hydrosocial territories over time.

Keywords: Environmental history; Dagua (Colombia); Hydrosocial territories; Hydrosocial studies; Social Actor

INTRODUCCIÓN

En la última década, la conceptualización en torno a la perspectiva hidrosocial ha tomado gran relevancia en campos del saber interdisciplinario. La historia ambiental ha permitido cuestionar el papel del poder hídrico que se ejerce en el espacio (Boelens et al. 2017). Como productor del espacio geográfico, de heterogeneidad y de las relaciones entre actores en torno al uso de agua, mismas que se dan de manera multiescalar, multidimensional y de manera dinámica, a través del tiempo (Budds, 2011; Linton & Budds, 2014). Los estudios hidrosociales, se posicionan, entonces, en el marco de la actual crisis hídrica, como una perspectiva integradora, que reconoce la complejidad de los problemas y conflictos ambientales, al permitir incluir en su análisis aspectos socioculturales e históricos, que los estudios disciplinarios tradicionales han dejado de lado (Palacio & Ulloa, 2002; García, 2006; Rivera Castañeda & Chávez Ramírez, 2018).

De este modo, los estudios hidrosociales entienden el espacio como producto y productor social de las acciones de los actores y de las relaciones de poder en torno al agua, en un contexto temporal y espacial específico (Linton, 2011). Para su comprensión, surgen categorías híbridas, que responden a la naturaleza híbrida del agua, lo que sugiere el análisis de su función social como natural. Esta concepción híbrida fusiona de manera multidimensional los aspectos físicos, biológicos, sociales, políticos, económicos y culturales, definiéndola como un elemento “híbrido socionatural” (Swyngedouw, 2015), además del análisis de las relaciones de poder entre los diferentes actores involucrados en torno a ella. En palabras de Budds (2012), las decisiones en torno a dichas relaciones no pueden ser consideradas como neutrales o técnicas, debido a que la gestión y usos del agua deben ser entendidos como el resultado de complejos procesos de lucha entre los actores sociales, para controlar este recurso y garantizar sus propios intereses.

Por lo anteriormente mencionado, los territorios hidrosociales, hídricos o del agua son entendidos como construcciones mentales que hacen los actores sociales para producir y reproducir su relación con dicho elemento y que explican la base de la gestión socioproductiva, política y cultural de las comunidades, en correspondencia con las redes socionaturales en espacios físico-naturales y paisajes del agua, en los que la gente vive y reproduce sus medios de vida e identidades (Rocha, 2014); se construyen, a partir de complejos procesos de disputa y negociación entre los actores sociales involucrados, para controlar el agua y garantizar sus propios intereses y necesidades (Boelens et al. 2011). En otras palabras, estos abarcan no solo sus dimensiones materiales, físicas o técnicas sino también sus dimensiones político-institucionales, imaginarias y discursivas, que se articulan en torno al agua (Boelens et al. 2017).

Desde la escuela brasileña, la noción de territorio se entiende como un producto de relaciones de poder expresadas en territorialidades que se materializan en el terreno (Zaragocin Carvajal et al. 2018), en donde es considerado como una unidad espacial socialmente moldeada y vinculada a dichas relaciones (Raffestin, 1980). En palabras de Escobar (2011), el territorio es un espacio multidimensional para la creación y recreación de las prácticas ecológicas, económicas y culturales de las comunidades. Mientras que un territorio hidrosocial es una comunidad política de muchas capas y fuertemente enraizada, en la que un esquema de pertenencia mutua permite el renacimiento del imaginario colectivo (Boelens et al. 2011).

El objetivo de este documento fue dilucidar las diferentes formas en las que el agua ha sido apropiada socialmente a través del tiempo, lo que remite a diferentes momentos históricos con particularidades socioculturales heterogéneas. Esto dado, que no solo conciben el mundo de modo distinto, sino que también se organizan y organizan el uso de la naturaleza y del territorio, de manera diferente; donde los procesos que ocurren en torno al agua son activados por diversos intereses que mantienen los actores involucrados, siendo dinámicos por su temporalidad y espacialidad al suceder, ligados a los procesos ecológico-geográficos e histórico sociales en los lugares en donde se llevan a cabo e insertos de manera multiescalar (es decir, pasando de lo global a lo regional y a lo local y de manera inversa). Para lograrlo, se requirió caracterizar a los distintos sectores de las sociedades que han habitado, habitan o no habitan ni han habitado hasta la actualidad.

MATERIALES Y MÉTODOS

A través del foco de la historia ambiental, como campo interdisciplinar, esta investigación integró los estudios hidrosociales en relación con la sustentabilidad, para lograr reconocer cómo desde la historia es posible, comprender la complejidad en los análisis sistémicos, al partir de considerar que el estado actual de los problemas tiene raíces en el pasado (García, 2006).

En términos metodológicos, se retoma la concepción estructural del tiempo histórico de Braudel (2007), en donde los procesos históricos se componen por diferentes tiempos, mismos que tienen diversos ritmos y estos, a su vez, diversos fenómenos, que -en comunión-, juntos explican el surgimiento, el desarrollo y el declive del proceso estudiado. La importancia de esta concepción del tiempo histórico radica en que permite al historiador ambiental comprender la complejidad que caracteriza un proceso histórico más allá de un acontecimiento, una coyuntura o de la misma estructura. Al igual de concebir que estos tres tiempos (larga, media y corta duración) se deben combinar simultáneamente para analizar la multi-dimensionalidad de la realidad social.

Se hizo una revisión documental histórica de fuentes primarias y secundarias de textos importantes para la historia de Cali, Dagua y Buenaventura como municipios en archivos notariales. Estos permitieron caracterizar el panorama socioeconómico, cultural y ecosistémico del espacio geográfico estudiado en los diferentes momentos históricos. Asimismo, se revisaron fuentes coloniales (crónicas, cartas, relatos de viajeros) e informes de investigación arqueológica.

Por lo que respecta al trabajo etnográfico, se llevaron a cabo talleres con actores clave vinculados de manera directa con la cuenca, ya sea porque habitaban o trabajaban en ella. Los talleres fueron diseñados de acuerdo con la zona, según el tipo de actor y el tipo de información que se requería. De la misma forma, se recurrió a la técnica de la entrevista semi-estructurada, aplicada a actores sociales claves y se desarrolló trabajo de campo con recorridos por el área de influencia de la cuenca del río Dagua hasta su desembocadura, en la bahía de Buenaventura. Ambas actividades permitieron recopilar datos empíricos de actores clave, que permitieron triangular acontecimientos actuales y su relación con los procesos históricos en la zona de estudio. En cuanto, al tratamiento de la información, se recurrió al apoyo del software NVIVO para el análisis a profundidad. Se codificaron los datos y la información importante de las fuentes primarias y secundarias para construir una base de datos. El primer tratamiento de la información, a partir de las listas de términos relacionados con “uso del agua”, permitió una visualización inicial de nodos y categorías claves que guiaron la investigación (Figura 1).

Figura 1 Nube de palabras. Nota: elaborado a partir del Software NVIVO. 

Este trabajo, se desarrolló en la cuenca del río Dagua, que se encuentra ubicada en la vertiente pacífica del departamento del Valle del Cauca y se extiende desde la línea divisoria de aguas de la Cordillera Occidental, entre el corregimiento El Queremal, en el sur y el municipio de Restrepo, en el norte, hasta su desembocadura en el océano Pacífico. Cubre un área total de 1.423 km2 y limita al norte con la cuenca del río Calima y con la bahía de Buenaventura; al sur, con las cuencas de los ríos Anchicayá y Cali; al oriente, con las cuencas de los ríos Yotoco, Vijes, Yumbo, Arroyohondo y la quebrada Mulaló y al occidente, con el océano Pacífico. Geográficamente, está ubicada entre las coordenadas 3º 20’ a 3º 53’ latitud Norte y 76º 22’ a 77º 05’ longitud Oeste (Figura 2) (Alcaldía Distrital de Buenaventura, 2013).

Figura 2 Localización de la cuenca hidrográfica del río Dagua. 

El cauce principal, el río Dagua, nace en la zona occidental del Parque Nacional Natural los Farallones, en el alto de San Luis (corregimiento de San Bernardo), en el municipio de Dagua. Éste tiene 110 km de recorrido, con pendiente media de 2,6 % y con un área de drenaje de 1.600 km2. El caudal medio es de 27,3 m3/s, con 74 km de longitud en su parte alta y 36 km en su parte baja (Alcaldía Distrital de Buenaventura, 2013). Su navegación es difícil, debido a la presencia de numerosos saltos, siendo posible únicamente en balsas y canoas. Su importancia ecosistémica beneficia no solo a las comunidades locales sino también a la economía nacional, por medio del puerto marítimo de Buenaventura, la vía Alejandro Cabal Pombo y la red férrea de carga (Alcaldía Distrital de Buenaventura, 2013).

En términos climáticos y como consecuencia de la variabilidad de las precipitaciones, la cuenca está subdivida en cuenca alta y cuenca baja (Daza et al. 2012), dado que existen diferencias hídricas atribuidas al volumen de precipitación entre la parte alta con menores precipitaciones, de alrededor de 1.500 mm/año y en su parte baja, con un régimen anual de lluvias superior a los 6.000 mm anuales (Loaiza, 2014; Alcaldía Distrital de Buenaventura, 2013), y fisiográficas, al comprender en un 98,2 % de su superficie a zonas de ladera y tan solo un 1,8 %, a su zona de planicie (Univalle et al. 2018). De ahí, que la variabilidad en precipitación permita no solo una alta diversidad climática y biológica con un alto endemismo, sino, también, étnico cultural. A partir de que en ella confluyen características significativas de su gente, su cultura y, por supuesto, de sus concepciones de concebir mundos, donde la distinción entre cuenca alta y la cuenca baja, para la adaptabilidad y la apropiación simbiótica de las comunidades tradicionales (indígenas, afrodescendientes y mestizas campesinas) a las condiciones ambientales, es fundamental.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Según Motta González & Perafán Cabrera (2010), a partir de un bosquejo histórico ambiental del departamento del Valle del Cauca, el actual territorio de la cuenca del río Dagua fue un escenario de profundas transformaciones ecológicas, donde convergieron diversos procesos socioculturales de sus habitantes. En este contexto de transformación histórica, esta investigación reconoció siete periodos (Figura 3), mismos que representan las distintas formas en las que los diferentes actores, caracterizados por sus relaciones de poder dominante/dominado, se han apropiado de los elementos agua y suelo en la cuenca y en sus dos sub-cuencas: alta y baja.

Figura 3 Periodización histórico ambiental en la cuenca del río Dagua. 

Estos momentos históricos van desde la época prehispánica (siglo IV AC. y III DC.), pasando por la conquista, colonia hasta la República (1536-1810), seguidos de un periodo de adaptación cultural (1810-1887), que dio paso a la etapa del Estado-Nación (1997-1948), posteriormente, por la modernización (1948-1991), el periodo neoliberal (1991-2009) y, finalmente, la época actual de agroexportación (2009-2020).

En el primer periodo, se ubicaron las comunidades prehispánicas, las cuales, en términos de apropiación, se caracterizaron por desarrollar un uso múltiple, encaminado a mantener la diversidad de sus aprovechamientos y en la adaptación de las condiciones naturales de su entorno ecosistémico, asentándose, para ello, en las cercanías de las fuentes hídricas (Patiño C., 2017; Cardale De Schrimpff, 1996). En este sentido, se puede afirmar que fue una relación de dependencia, en donde el agua y la naturaleza circundante fue apropiada como un bien común para mantener su supervivencia y su necesidad para perseverar la vida, es decir, bajo una manera simbiótica de convivir con ella.

El manejo local adecuado de las comunidades prehispánicas permitió la consolidación de prácticas agrícolas de alternancia atribuidas al conocimiento ancestral del territorio (Clavijo & Cabal, 2018). Se caracterizaron, por la fragilidad de los suelos, las altas tasas de precipitación y las características ecosistémicas propias del Pacífico colombiano, lo que generó el desarrollo de actividades complementarias entre sí de intercambio y comunicación entre los habitantes de las zonas altas y bajas (Rodríguez, 1986).

Durante este primer periodo, el uso del agua era para el consumo propio, de ahí que la intervención humana fuese relativamente baja. De acuerdo con la estimación de la densidad demográfica para el periodo Sonso en el valle de El Dorado (Restrepo), aproximadamente, de 147 personas/km2, con viviendas dispersas entre campos de cultivo (aldeas) (Morales et al. 2005), es posible afirmar que la demanda en la cantidad de agua era mucho menor en términos absolutos, dado el bajo nivel demográfico y la riqueza natural permitió que la oferta hídrica en la cuenca fuese un factor importante para la implementación de sistemas de riego para el cultivo, lo que explica las diversas experiencias históricas en las comunidades prehispánicas (Buitrago Bermúdez et al. 2005).

Entre las culturas prehispánicas que habitaron el territorio de la actual cuenca del río Dagua, se evidencian por hallazgos arqueológicos la cultura Calima en la parte alta y baja, mientras que en la costa se desarrolló la cultura Tumaco-Tolita (Patiño C., 2017) (Tabla 1). Además de la presencia de pueblos indígenas, como los Emberá y Noamamáses, procedentes de migraciones tardías del norte de Chocó (Romero Vergara, 1995) y con asentamientos dispersos que perduran hasta la actualidad.

Tabla 1 Grupos indígenas ubicados en el área de influencia de la cuenca del río Dagua. 

Nota: elaborado a partir de Rodríguez (1986); Ministerio de Cultura (2010) y Romero Vergara (1995). 1Los nombres de los periodos corresponden a lugares de la parte plana del valle del río Cauca. Yotoco y Sonso son términos indígenas que sobrevivieron a la colonia. Mientras que Llama era el nombre de un pueblo de Sonso (Buga) que en el año de 1552 estaba bajo el mando del cacique de nombre “Bonba”. 2Su importancia ancestral en el territorio consolida a los Emberá como uno de los pueblos indígenas más grandes de Colombia con aproximadamente 93.000 personas (DANE, 2005). Asimismo, a éstos los ha hecho protagonistas de conflictos ambientales como es el caso de la movilización social de los embera Katío en el alto Sinú en contra de la construcción de la represa Urrá (Leguizamón Castillo, 2015). 3El censo reportó aproximadamente a 9.066 personas (DANE, 2005).

El desarrollo de la infraestructura para el riego, el mantenimiento de cultivos y, por ende, del paso de las comunidades al sedentarismo, denota la producción de diferentes territorios hidrosociales. Se evidencia, así, cómo las obras hidráulicas realizadas por los indígenas para controlar el agua, señalan su interés por asegurar su disponibilidad, a través de la construcción de canales, acequias, camellones, zanjas, entre otros (Motta González & Perafán Cabrera, 2010; Cardale De Schrimpff, 1996).

Esta forma de adaptación de las sociedades prehispánicas al medio geográfico fue uno de sus rasgos más característicos, dado que les permitió vivir durante milenios sin alterar los ciclos naturales de los ecosistemas de los que dependían, los cuales, fueron transformados profundamente ante la llegada de nuevos actores a la cuenca y que configuraron el segundo periodo histórico. Durante el proceso de conquista y de colonización, se modificaron profundamente los territorios, ya que implicaron impactos, tanto en el ámbito natural, con la introducción y la propagación de especies y de animales exóticos, como también cultural entre grupos sociales completamente disímbolos (Toledo & González de Molina, 2007). A diferencia de los indígenas, el imperio español instauró una lógica de obtención de beneficio económico, o sea, instrumentalizó a la naturaleza, pero no solo se apropió de ella como recurso, sino que la transformó profundamente y la convirtió en mercancía (para el comercio) la producción, imponiéndose así una economía extractivista, comercial y minera de los elementos naturales, cuya explotación se daba en el menor tiempo posible, sin tener en cuenta, las consecuencias posteriores de la alteración e impacto ambiental.

Durante este periodo, el desarrollo de la agricultura, a gran escala, fue incipiente y se centró más en la concentración de grandes extensiones de tierra para actividades comerciales, donde la minería y la ganadería tomaron una mayor representación (Escorcia, 1982). Las haciendas coloniales garantizaban la subsistencia de las cuadrillas mineras, a través de la diversidad de cultivos, además de la ganadería extensiva, que configuraba un espacio rico en agua como principal insumo para el mantenimiento de las actividades económicas (Colmenares, 1975). Desconocedores de las condiciones geográficas y ambientales de la región, los españoles se expandieron rápidamente hacia la cordillera occidental, en su afán de encontrar una salida al Pacífico y conectar las zonas de explotación minera en el Chocó (Colmenares, 1975; Valencia Llano & Zuluaga, 1992; Romero Vergara, 1995). A pesar de esto, las comunidades indígenas no permanecieron inmóviles, sino que respondieron de forma distinta, unas con enfrentamientos y otras con alianzas, relaciones comerciales, huida, contención y resistencia (Vargas Sarmiento, 1991).

La intervención humana transformó el territorio completamente y también al sistema cultural de los indígenas, al reducirse en número e introducirse un nuevo grupo humano: los esclavos procedentes de África. Entre las principales modificaciones, se destacan la fundación de ciudades, la creación de sistemas de acequias para la distribución del agua, la introducción de semillas y animales, la imposición de un sistema económico mina-hacienda y la adecuación de vías de comunicación a las nuevas necesidades y medios de transporte (Perafán Cabrera, 2012). Además de la resistencia indígena como respuesta a dichas transformaciones, las cuales iniciaron en el siglo XVI.

A lo largo de toda la cuenca del río Dagua, se inició un proceso de adaptación cultural entre indígenas y africanos/afroamericanos/esclavos y de sometimiento a estos por parte del grupo dominante: españoles y criollos. Esta situación es reflejada en el informe del corregidor de la provincia de Raposo al Virrey Joseph de Solís Folch de Cardona, quién señaló que era necesario reducir a la población indígena y esclavos negros concentrada en el río Dagua, para “protegerlas” del contacto con negros libres e independientes, que se estaban estableciendo en sus cercanías (Zuluaga Ramírez & Romero Vergara, 2006).

La riqueza ecosistémica de esta zona atrajo indígenas del San Juan del Chocó y negros libres del Valle del Cauca (aún Gran Cauca) y de la Costa, lo que, ante las diferencias étnicas entre los negros e indígenas, se arraigó una práctica cultural del uso de la canoa en las tierras bajas en el río Dagua, que perduró y perdura hasta la actualidad (Cifuentes Ramírez, 2002). En resumen, los habitantes, tanto originarios (indígenas) como los recién llegados (negros), así como los blancos españoles y criollos, configuraron un espacio en el que el agua se utilizó para impulsar actividades económicas, como la minería, la ganadería y la agricultura y para fortalecer culturalmente a negros e indígenas en torno a sus múltiples usos en el territorio, es decir su adaptación:

“Gracias a estas prácticas ecológicas de profundo valor adaptativo [ordenando el mundo de acuerdo a una cosmovisión que tendía a mantener el equilibrio entre los humanos, los animales, las plantas, el medio ambiente y las deidades que suministran los recursos], desarrolladas en el transcurso de miles de años a juzgar por sus similitudes biológicas con poblaciones andinas chibchas con las que comparten un remoto tronco ancestral común, los indígenas vallecaucanos lograron regular el crecimiento demográfico, mantener sus sementeras con exquisitos maizales, yucales y frutales, pescar abundantes peces en ríos y lagunas, cazar animales que prodigaba el monte, y recrear el medio ambiente que les suministraba estos recursos” (Rodríguez Cuenca, 2005).

Un territorio, que a mitad del siglo XVIII inspiraba a la libertad de esclavos negros e indígenas, aún ante la preocupación de las autoridades blancas por el control de la población, tal y como fue descrito por el Teniente Gobernador, en 1761, al afirmar que:

“Negros libres se congregaban a lo largo del río Dagua, en donde alternaban las actividades mineras con el servicio de bogas y cargueros, alquilándose a los comerciantes y mineros que proveían a las cuadrillas del pacífico…en 1761 el sitio de la Cruz se estaba saturando de población libre al grado que era mayor que la esclava. “pues se halla el sitio lleno de varias familias de negros libres, zambos y mulatos, gente blanca forastera (mercaderes) y barquera (bogas)” (AHNC. Caciques e indios. Tomo 11. Folios 633-663 citado por Zuluaga Ramírez & Romero Vergara, 2006).

El territorio hidrosocial configurado en la dinámica hacienda-mina propia de los terratenientes y mineros caleños en la región Pacífica, funcionó alrededor de la comunicación entre Cali y Buenaventura, con el uso intensivo del agua, como insumo principal para la agricultura, en las plantaciones de maíz, plátano o tabaco y con la función principal de abastecer las minas ubicadas en los ríos ya citados. Sumado a la ganadería, como actividad comercial, misma que tomó fuerza ante las fugas de esclavos y demás situaciones que los terratenientes no lograron controlar, llevándolos a preferir una mayor ocupación de la tierra, sin requerir mano de obra difícil de someter, para sus haciendas (Colmenares, 1975).

Ya en el siglo XIX, se dio paso al tercer periodo, que se caracterizó por la inestabilidad política, debido a las guerras de independencia entre criollos y españoles y, posteriormente, debido a las guerras civiles protagonizadas por los mismos. Ello, sumado al empobrecimiento regional ante la ausencia de un producto rentable para la exportación y al anhelo de las élites criollas de consolidar una ruta comercial, que permitiera la llegada al Océano Pacífico, deseo latente desde la colonia.

Este siglo cambió el orden hegemónico heredado de la colonia. Gracias a la abolición de la esclavitud (ley del 21 de mayo de 1851), se consolidó el surgimiento de un grupo social representado por campesinos mestizos, ubicados en los linderos de las grandes propiedades del siglo anterior, muchas de ellas divididas por las guerras de independencia, situación que reconfiguró el territorio al fraccionamiento y privatización de los grandes latifundios coloniales en pequeñas y medianas parcelas. Esto generó un sistema de arrendamiento a terrazgueros para la ganadería y de peonaje para la agricultura en zonas de linderos, es decir, surgió un nuevo grupo social, campesinos vallecaucanos con demandas hacia el derecho de la propiedad y a su derecho de cultivar y comercializar libremente (Valencia Llano, 2003), los cuales, tomaron connotaciones de “bandidos y delincuentes”, al oponerse al orden establecido por la élite del momento.

Se sumó al cambio social, el ímpetu de la modernización con el modelo librecambista y la continuidad del sueño colonial por integrar el interior del país con el Pacífico, a través de la construcción de grandes obras de infraestructura iniciadas en este siglo y finalizadas en el XX, que caracterizarían, así, el cuarto periodo. Entre ellas, el camino carreteable del general Tomás Cipriano de Mosquera, el primer tramo del ferrocarril del Pacífico, las obras portuarias para el Puerto de Buenaventura y las carreteras Simón Bolívar y Alejandro Cabal Pombo (Martínez Capote, 2005). Es por ello, por lo que, en 1835, la empresa libertadora del naciente Estado-nación, en su afán por modernizar el territorio nacional, a través de la interconexión local e internacional de mercados con el intercambio agrícola y comercial, necesitó impulsar la comunicación vial, férrea y fluvial. Un ejemplo de ello fue la promulgación de leyes de concesión para la construcción de los primeros ferrocarriles en Colombia. Esto generó que, en 1872, se iniciaran las obras del ferrocarril del Pacífico, siguiendo la ruta guiada por el curso principal del río Dagua. Esta obra provocó repercusiones multidimensionales, que impactaron profundamente no solo en su estado ecosistémico, a través de la deforestación y tala indiscriminada de árboles nativos para ser usados como madera para pilotes, sino también a nivel sociopolítico, con la reordenación del territorio, a través del surgimiento de caseríos a ambos lados de las vías férreas, por migraciones internas, que concibieron, a su vez, procesos de mestizaje cultural y el realineamiento del poder regional, que promovió el surgimiento del departamento del Valle del Cauca y posicionó a Cali, como su capital y nuevo centro político económico.

A inicios del siglo XX, el quinto periodo respondió a la modificación de los flujos comerciales ante la apertura del canal de Panamá y, por ende, se modificaron las prácticas agrícolas heredadas de la colonia, a través de grandes intervenciones estatales puntuales, como la construcción de las obras portuarias para el terminal marítimo del muelle de Buenaventura, realizadas durante toda la mitad del siglo; obras viales, como la construcción de las carreteras ya mencionadas e institucionales, como la creación de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca-CVC, en 1956 y Puertos de Colombia, esta última empresa administradora del muelle (Colpuertos 1961-1993; Uribe-Castro, 2015).

Ya con la infraestructura construida, durante la segunda mitad del siglo XX, el gobierno central promovió políticas liberales para consolidar mercados internos y externos de agroexportación, propias de los últimos periodos históricos. Un ejemplo de ello fue la llegada de grandes empresas a la cuenca alta, como Cartón Colombia que, al requerir mano de obra, incentivaron el cambio de campesinos a jornaleros y, por supuesto, al inicio de fragmentación de la tierra en medianas y pequeñas propiedades (Motta González & Perafán Cabrera, 2010). Mientras tanto, en la cuenca baja, se instauraron empresas explotadoras de bosque, que operaron en los principales cauces de los ríos del Pacífico; no obstante, fue la apertura económica de finales de los años ochenta e inicios del noventa y el Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos de Norteamérica, que se incentivó y promovió la sobreexplotación de la tierra y el agua para la producción agrícola en zonas más amplias de la cuenca alta (Instituto de investigaciones ambientales del Pacífico-IIAP, 2010) (Figura 4). Ello, trajo consigo, el avance de la frontera agrícola, la deforestación para zonas de cultivo, la desaparición de cauces y la contaminación por vertimientos domésticos, industriales y agrotóxicos, producto del uso insostenible y a la ocupación no planificada (Daza et al. 2012). Aún ante impulsos conservacionistas, como la declaración de Reserva Forestal del Pacífico (Ley 2/59), con un área total de 112.361,99 km2 (Instituto de investigaciones ambientales del Pacífico, IIAP, 2010) y la Reserva Forestal de San Cipriano, ratificada por Acuerdo número 031 de noviembre 20 de 1979, pero también de aprovechamiento forestal, trataron de garantizar un uso racional que, finalmente, benefició económicamente a diferentes actores del capital privado y conllevó al estado actual de deterioro ecológico (Torres Gutiérrez et al. 2013).

Figura 4 Monocultivo de Pino-Corregimiento de Bitacó. 

De la misma manera y bajo la lógica de beneficio económico e interconexión con Buenaventura, en 2009, con la construcción de la doble calzada Buga-Loboguerrero-Buenaventura, se originó el boom de la fiebre del oro en el corregimiento de Zaragoza (Parra Romero, 2014). Esta situación provocó la contaminación hídrica por metales pesados, la desviación de cauces, la pérdida de flora y fauna, además, socialmente, generó desplazamientos locales, migraciones de pobladores internos a las ciudades, prostitución, narcotráfico y violencia (González & López, 2016).

Las prácticas agrícolas de alternancia y apropiación simbiótica, mantenidas durante años atrás por los actores locales, como las comunidades afro, indígenas y campesinas, se transformaron significativamente al atraer actores externos, como grupos al margen de la ley en el territorio. El origen de estas problemáticas, se pueden atribuir a las políticas nacionales impulsadas desde el poder económico, a través de la llamada “locomotora minera” (DNP, 2011), que se enmarcaron en una apropiación extractivista de despojo/saqueo, propias del modelo neoliberal, que perduran hasta la actualidad. En un contexto de violencia y narcotráfico que consolidaron hasta la actualidad un “puerto sin gente”, en la zona baja y, en la zona alta, el parcelamiento para fincas de recreo con piscinas llenas, deshabitadas la mayor parte del tiempo.

Basados en los recorridos de campo, el último periodo se caracteriza por encontrarse diferentes territorios hidrosociales. Mientras que, en la cuenca baja habitan comunidades negras e indígenas se basan en una organización social comunitaria, con un sistema económico de subsistencia, alternancia y policultivo, atribuidas a su memoria biocultural indígena de adaptación histórica (Toledo & Barrera Bassols, 2009). En la cuenca alta, se presenta la confrontación entre el parcelamiento de la propiedad y el uso del agua para fincas de recreo entre quienes viven allí y los finqueros caleños, ausentistas. Se contrasta aquí que los primeros (quienes habitan el territorio, campesinos mestizos) mantienen un uso múltiple y de subsistencia, basando su apropiación a su concepción del agua para riego y consumo doméstico, mientras que los segundos, los ausentistas, usan el agua solo para fines recreativos, vulnerando el acceso y uso de los primeros.

Tal y como fue verificado en los talleres, cuando se afirma que el agua significa para algunos solo un recurso para el llenado de las piscinas de quienes visitan los fines de semana:

“Consideran que el estado del agua en la vereda y sus alrededores no están bien: “hay escasez” “ya no hay tanta agua”; lo cual es debido a las prácticas productivas de la zona, entre las que destacan: agricultura (monocultivo de piña y plantas aromáticas), ganadería y en gran medida al crecimiento demográfico. Este último aspecto llama mucho la atención de los pobladores ya que relacionan que la parcelación de la tierra ha causado la llegada de gente “itinerante” a las condiciones cotidianas de quienes allí residen de manera permanente; al contaminar y no valorar el recurso: “vienen el fin de semana y gastan el agua llenando piscinas” (Habitante vereda La Virgen, octubre 20 2018).

Esto evidencia la configuración de diferentes territorios hidrosociales a partir del análisis de las relaciones entre los actores y el agua en un espacio diferenciado. Dichas relaciones contrastantes y disímbolas sobre el uso del agua se presentan históricamente, como resultado de un contexto complejo de relaciones sociedad-naturaleza y sus valores inherentes en los significados e imaginarios que los diversos grupos humanos le asignan. De ahí que, en la cuenca del río Dagua, sea posible evidenciar la gran diversidad cultural de sus gentes, que habitan, crean y recrean territorios con una diversidad biológica propia del Pacífico colombiano.

Reconocer desde la historia ambiental los diferentes territorios hidrosociales permitió mostrar que la apropiación social del agua no es excluyente ni en tiempo ni espacio y puede darse simultáneamente, lo que sugiere que, en algunos momentos históricos, coexiste y puede estar inscrita a sociedades diferentes, con modos de vida y diferentes visiones-nociones y acciones de construir territorios hidrosociales a lo largo del tiempo.

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Cómo citar: Patiño-Correa, E.; Barrera-Bassols, N. 2022. Territorios hidrosociales: historia ambiental de la apropiación social y sostenibilidad en la cuenca del Río Dagua, Colombia en el siglo XX. Rev. U.D.C.A Act. & Div. Cient. 25(Supl.1):e2142. http://doi.org/10.31910/rudca.v25.nSupl.1.2022.2142

Artículo de acceso abierto publicado por Revista U.D.C.A Actualidad & Divulgación Científica, bajo una Licencia Creative Commons CC BY-NC 4.0

Publicación oficial de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales U.D.C.A, Institución de Educación Superior Acreditada de Alta Calidad por el Ministerio de Educación Nacional.

Editado por: Felix Ignacio Contreras

Recibido: 04 de Noviembre de 2021; Aprobado: 20 de Abril de 2022

*autor de correspondencia: epatinoc@uao.edu.co

Conflicto de interés:

El manuscrito fue preparado y revisado con la participación de los autores, quienes declaramos que no existe conflicto de intereses que ponga en riesgo la validez de los resultados presentados.

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