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Folios

Print version ISSN 0123-4870

Folios  no.25 Bogotá Jan./June 2007

 

Reseñas

Jackie Derrida. Retrato de memoria

Ferraris, Maurizio

Bogotá, Siglo del Hombre Editores–Instituto Pensar; Colección Espacios, 2007; 91 pp.; 21 x 14,2 cms. (Tit. orig.: Jackie Derrida. Rittrato a memoria, 2006; trad. Bruno Mazzoldi).

Germán Vargas Guillén*

(…) La escritura, la señal de ser hijo, el cordón umbilical de la tradición, es el tema filosófico fundamental, probablemente el único, y no procede de los tres revoltosos, sino de ese inmenso empleado de la filosofía que fue Husserl.Al que sin embargo Derrida cede un valor privado y político insospechado: interrogarse sobre la escritura significa hacer luz sobre el fondo personal y material del que emerge el discurso teórico (p. 45).

El mismo Ferraris se pregunta si no es un abuso de confianza tratarlo como Jackie, que no como Jacques –como ha sido conocido planetariamente el autor– (p. 16). Pero no hay tal, aquél y no este fue su nombre de pila, allá como judío en Argelia; que éste, al cabo, resultó ser su seudónimo. Aquí vuelve y se repite el destino judío.

El librito es una verdadera joya. No sólo por la limpidez de la prosa, en la bien tratada traducción de Mazzoldi, sino porque va revelando una serie de "secretos" sobre Derrida: que su obra es un inacabable diálogo, de entre los muertos, con Husserl, Heidegger y Benjamin (más que con Adorno), de veras, soportado en Platón; que, de entre los vivos, se trenza en una disputa interminable con J.Searle; que no fue que Derrida se acercara a Habermas, sino que fue éste quien abrió las compuertas del diálogo; que en el encuentro con Gadamer el más viejo gozaba de mejor salud que el más joven; que su cualidad de alumno de Foucault no lo vuelve su discípulo; que mantiene una tensa distancia-cercanía con Deleuze. Todo eso y más va desgajando de su jardín de bellas y anecdóticas referencias el autor, sobre el autor.

Ciertamente, se puede reseñar desde muchos puntos de vista el librito; pero quien escribe estas líneas privilegia la presencia de Husserl y de la fenomenología en la exposición de Ferraris. Así, podemos leer la lacónica frase "nos hace falta un título para canonizar un fenomenólogo"(p.90); creo que en ella se reúne todo.

Ferraris rescata el hecho de que Derrida intenta una y otra vez "una actitud filosófica clásica, la de Cartesio y Husserl: siquiera una vez en la vida, hay que exagerar, echar por la ventana el buen sentido y todo lo que nos ha enseñado, de otra manera jamás llegaremos a ser filósofos" (p. 39). Esta actitud, claro, se apunta a la clarificación de la escritura, aquella sentencia: "todo es texto".

De Heidegger, muestra Ferraris, Derrida hereda "una historia de la metafísica, a la que hay que rendir cuentas, exactamente como a un padre" (p. 41); "muchos términos (…), empezando por desconstrucción y diferencia" (Ibíd.), "la idea de una filosofía trascendental que (…) se refiera (…) a un sujeto históricamente determinado (…) [en el que] intervienen las instancias del inconsciente y de todo aquello (…) respecto de lo cual somos mucho más pasivos que activos" (pp. 41-42).

Y en los temas,se observa sobre el autor,"Derrida depende por un largo trecho de la fenomenología de Husserl. (…) Derrida ha subrayado de qué manera desde un principio Husserl habría sido el modelo de rigor del que extraía y los temas filosóficos (…), mientras Heidegger habría sido el autor al que se sentía más próximo por el modo de enunciar" (p. 43).

No está de más recordar que "El primer libro de Derrida no es un libro,sino más bien una larguísima introducción a El origen de la geometría de Husserl, publicada en 1962. Lo que Derrida estaba buscando a través del comentario eran las condiciones materiales del origen de los objetos ideales" (p. 76).

Pero claro, más allá de las influencias reconocidas por Derrida, con respecto a Husserl y a la fenomenología, hay un asunto que los ocupa a ambos; cuyas consecuencias en sus trayectorias intelectuales son divergentes, pero su punto de partida es común: la idea Europa."¿Qué quiero dar a entender diciendo motivo genético? (…) Se trata de inquirir por aquella forma específica de racionalidad que es la europea, la única que pretende una validez universal (…). Husserl, quien ya había experimentado en su propio pellejo el lado oscuro del 'espíritu europeo', no dudaba en sostener que los gitanos y lo esquimales están situados geográficamente en Europa, pero espiritualmente son desterrados" (pp. 85-86). Y sin embargo, pese a la diferencia de las trayectorias, no hay aquí lo que se pudiera caracterizar como una oposición.

Ahora bien, está claro, Derrida no es ni pretende ser un fenomenólogo. Pretende, eso sí, ser un filósofo. Y por eso practica una sugestión de Husserl. "El radicalismo derridiano, en efecto, es la radicalidad de Cartesio a la que remite Husserl, en 1929, en París" (p. 86).

Y esa misma radicalidad lo lleva a no aceptar la fórmula ego cogito cogitatum –de Krisis; § 50– y la lleva a su propia postula bajo la resolución: ego cogito, ego sum (p. 87; 88). Que esta radicalidad va más allá se probaría por el rechazo a la anécdota de Husserl según la cual "En los años treinta, cuando estaba en trance de abandonar Alemania, alguien le hizo caer en cuenta a Husserl de la necesidad de poner a salvo todos sus manuscritos (…),pero Husserl no se preocupaba de la misma manera y, como verdadero idealista, le contesto: «No importa, pues todo lo que escribí es verdadero».Viceversa, todo el pensamiento de Derrida se concentra sobre la no exterioridad de la expresión respecto de la esencia, de la escritura respecto del pensamiento" (p. 43, nota).

Como lo advertí, dejé en esta reseña muchos otros temas que, de veras, tienen importancia en el librito. Sólo a guisa de ejemplo, menciono algunos muy relevante: la "hiperbolitis" de la que el mismo Derrida se hace cargo; el enamoramiento de Derrida con respecto a la vida, la relación filósofo-hijo, la posibilidad del psicoanálisis del texto y/o de su autor; el nazismo, Hitler; el fútbol. Todo ello cobra su valor en la exposición.

Sin embargo, para concluir, quiero reiterar una bella síntesis que nos ofrece Ferraris del pensamiento de Derrida:

La presencia física de las cosas en el mundo es transitoria; duran más que las ideas pero, para que no desaparezcan juntamente con esas otras cosas físicas que son los hombres que las pensaron, es necesario que estos hombres las transmitan a sus semejantes y, sobre todo, que las pongan por escrito, para que lo que ha sido presente no se disperse, se conserve como idea.

Éste es el núcleo genético de todo el pensamiento de Derrida, el ovillo que ha devanado en un desmedido corpus de textos, y que lleva consigo toda la paradoja constitutiva de su reflexión: la verdadera presencia es la idea, no la cosa física; sin embargo, para que la idea pueda conservarse, ha de ser nuevamente confiada a trazas escritas, a esa materia tan despreciada por los filósofos. De Sócrates y sus ideas no sabríamos nada, ni siquiera que murió, si Platón, en sus diálogos que simulan la palabra y –aunque condenándola– emplean la escritura, no hubiese transmitido su imagen (p. 18).

* Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional.

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