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Folios

Print version ISSN 0123-4870

Folios  no.25 Bogotá Jan./June 2007

 

Reseñas

Literatura, juventud y cultura posmoderna.
La narrativa antiadulta de Andrés Caicedo

Jiménez Camargo, Camilo Enrique (2006)

Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional; 228 pp.

Manuel Alejandro Prada Londoño**

El libro que se reseña a continuación, publicado en octubre de 2006, es resultado de un proceso de investigación realizado por el profesor Camilo Andrés Jiménez Camargo, profesor investigador de la Facultad de Humanidades de la Universidad Pedagógica Nacional. El libro tiene 6 apartados (precedidos por el prólogo del profesor Alfonso Cárdenas):

  • En el primero, que sirve como puerta de entrada no sólo por su ubicación sino por su contenido, da cuenta de los discursos adultocentristas sobre la juventud construidos en la Modernidad, que son justamente los que discute Camilo, a la saga de la visión de mundo de Andrés Caicedo.

  • Los apartados dos y tres están dedicados a explorar los sociolectos de la juventud en el cuento Maternidad y a desarrollar las características centrales de la narrativa antiadulta del escritor caleño en la novela ¡que viva la música!, respectivamente.

  • La presentación crítica de los trabajos de interpretación sobre la obra caicediana, junto con el ejercicio de identificar los argumentos centrales que podrían valer como catapulta de su propio trabajo –del cual da cuenta este libro– es el objeto del cuarto apartado.

  • El balance hecho hasta aquí da pie a que el autor exponga, en el quinto apartado, su argumento central: la narrativa de Andrés Caicedo tiene por objetivo "(…) narrar, imaginar, representar, explorar, testimoniar y valorar, por lo general mediante la ironía, las identidades y discursos que están en el "alma" de las subjetividades adolescentes y juveniles que perciben, nombran, piensan y padecen la ciudad que los habita y que por ellos es habitada"(p.168). Asimismo, en esta sección, Camilo Jiménez evidencia su propia reconstrucción del proceso de creación estética de Caicedo, cuyos objetivos literarios puestos en juego en sus búsquedas de escritura podrían ser sintetizados así: 1) Reconstrucción etnográfica de subjetividades y narrativas juveniles; 2) Propósito fallido de hacer literatura fantástica de horror y confección de una la narrativa de la crueldad; y, 3) Creación de una propuesta estética antiadulta a partir de una narrativa literaria (cuento/novela).

  • Para terminar, el autor expone sus apuestas epistémicas en dos sentidos: presentación de su 'método' de trabajo, específicamente de las fuentes teóricas que le permitieron configurar su perspectiva de análisis; y, el interés de vincularla literatura y las ciencias sociales más allá de sus cercos disciplinarios.

La estructura de la obra nos pone de frente al problema del método que asume el autor: el método es hermenéutico y se despliega en un círculo hermenéutico. Jiménez hace evidente desde las primeras líneas de su obra una doble intencionalidad que constituye el conjunto de sus precomprensiones: 1) analizar la narrativa de Caicedo; y, 2) vincular dicho análisis al campo de las ciencias sociales, específicamente a los estudios sobre jóvenes o sobre 'lo juvenil'.

Respecto a la primera intencionalidad, cabe afirmar que el autor asume una perspectiva, como él mismo dice, ecléctica, en tanto hace uso de diversas teorías literarias para construir su propio discurso. Este eclecticismo será mal recibido por los ojos de un purista; pero si es asumido en la lectura como una estrategia en la que el autor pone en discusión diversas vías desde las cuales es posible abordar el texto literario, por supuesto, sin ir en menoscabo de la coherencia, la solidez de la argumentación y la claridad expositiva, el texto que tenemos entre manos evidencia un esfuerzo de re-construcción teórica del autor y, porqué no decirlo, un intento de hablar con su propia voz en medio de la polifonía. Por ello, el lector no encontrará un intento de 'aplicación' de alguna teoría literaria al análisis de la obra caicediana, sino un pensamiento que se desliza entre los textos citados y la reflexión sutil del autor.

Además de lo anterior, el texto toma en serio la asunción de la historia de la recepción de la obra literaria como parte constitutiva del círculo hermenéutico. En el trigésimo aniversario de la muerte del autor de Berenice o ¡que viva la música!, viene bien para la crítica literaria colombiana la recopilación de los estudios más sobresalientes sobre la narrativa de Andrés Caicedo. Jiménez establece un diálogo crítico con otros estudios que se han ocupado de la obra de Caicedo y no escatima esfuerzos en señalar los aportes de cada uno de ellos; no obstante, es punzante y mordaz cuando los cuestiona o cuando señala sus limitaciones o contradicciones internas.

Empero, el conjunto de críticas que formula a los autores con quienes discute su propia interpretación es la evidencia de su conciencia epistémica, esto es, de las potencialidades de su investigación y del aporte al campo de estudios sobre la narrativa de Caicedo. Esto le hace afirmar:"La narrativa literaria de Andrés Caicedo cuenta ya con estudios significativos, pero a nuestro juicio el conflicto discursivo en torno a lo juvenil no fue abordado suficientemente. Por conflicto discursivo entendemos justamente la evaluación y confrontación de visiones de mundo en relación con la construcción (o destrucción) ideológica del imaginario social de la juventud o lo juvenil"(pp.76-77).Serán los expertos –y este no es mi caso– quienes juzguen la pertinencia y veracidad de la autoafirmación de originalidad enunciada por Camilo Jiménez.

Pasemos ahora a la segunda intencionalidad expuesta por Jiménez: la de vincular la obra de Andrés Caicedo y la interpretación confeccionada en este libro con el campo de las ciencias sociales. Quizás ésta sea la mayor apuesta de la obra que estamos reseñando, al punto de poder afirmar que la narrativa de Caicedo es, al mismo tiempo, el centro del análisis y el pretexto para reflexionar sobre la constitución del campo de estudios de lo juvenil en las Ciencias Sociales. Ambas miradas no se excluyen en la obra; de hecho, una completa la otra.

Así, pues, el núcleo transversal elegido (lo juvenil)

(…) no se agota en el estudio inmanente, sino que permite la oscilación hacia los contextos y extratextos de tal manera que desde la realidad sociocultural se lee la obra literaria al mismo tiempo que ésta es un intérprete de la realidad sociocultural en que tuvo su génesis, y tiene su recepción y realización como acto de lectura, aportándole sentido; esto es, sumándose como creación verbal a la construcción cultural de la realidad social con voz (léase letra) propia (p. 215)

No es gratuito que el libro de Camilo Jiménez comience con un estudio cuyo título es:"Los discursos sobre" la juventud":modernidad y adulto centrismo". Es la puerta de entrada a su propuesta interpretativa, es el camino de lectura sugerido por el autor. En la reconstrucción que hace sobre los discursos sobre juventud, muestra cómo el joven aparece como la antípoda del adulto, este último sinónimo de ilustrado, autónomo, capaz de hablar en público, de servirse de su propia razón. Se plantea aquí la primera paradoja de lo joven: el adulto, si quiere llevar a cabo el proyecto radical de pensar autónomamente, debe abandonar la tutoría impuesta por él mismo en el anquilosamiento de sus propias formas de ver el mundo. Así, el adulto tendrá que renovarse, podría decirse: ser joven.

Enseguida pasa a exponer la constitución de la idea de 'lo joven' en el siglo XX. Jiménez hace un recorrido que va desde la invención de la "categoría" desde la posguerra, en un contexto en el que el triunfo del capitalismo junto con la globalización caracterizaron a las sociedades con la desigualdad, la injusticia y las crisis de las instituciones típicamente modernas, sobre todo del Estado. Asimismo, afirma que en este contexto "los jóvenes se volvieron visibles como problema social", ya no desde la visión de las culturas de clase (según la cual, los movimientos culturales, incluidos los jóvenes, debían estudiarse como manifestación de la lucha entre burgueses y proletarios). Más adelante, afirma que los jóvenes adquieren una centralidad en el análisis de lo social debido a que, precisamente, estos son sinónimos de "cambio social", con lo que, enseguida, comenzaron a ser relacionados con revolución, rebeldía, revuelta, etc.,esto es, con todo aquello que pusiera en cuestión el orden [adulto] establecido.

En esta lucha de diversas fuerzas por definir y constituir "lo joven", se identifican también algunos "signos" de desesperanza o, al menos, de lo que el autor denomina anomia empírica o anomia cognitiva, la primera referida al dolor y a los malestares sociales asociados a los jóvenes y aun vividos por ellos; la segunda, a la imposibilidad epistémica a la que pareciéramos estar abocados cuando pensamos o tratamos de nombrar "lo joven". En contraste con lo anterior, los jóvenes, "convertidos en 'objetos de conocimiento' por los científicos de la sociocultura (…) empiezan a ser percibidos con mayor respeto. Depuesto el estigma de la 'anomia' el pensamiento busca ahora perspectivas 'interpretativo hermenéuticas' que reconocen en los jóvenes otra subjetividad" (p. 34).

Este capítulo, que en una primera lectura pareciera inconexo con el resto de la obra, es clave para entender la apuesta epistémica de este trabajo: la obra de Caicedo –y en general la literatura– se cruzan en un movimiento en el que se rompen las fronteras disciplinares y se comienza a problematizar el mundo mismo:

Es cuando aparece el envío desde el campo de la ciencia social hacia el campo literario y la narrativa literaria de un escritor como Andrés Caicedo se atraviesa densa en los trayectos del conocer y del valorar. Con él, el sujeto juvenil aparece no únicamente como discurso social desde sus hablas, conductas, vestidos, cuerpos y expresión de los consumos, o como crítica de los roles sociales, sino como sujeto de discurso estético verbal –literario– que va más allá de registrar lo social, de describirlo, sino que además lo evalúa desde una perspectiva propia.Plasma,reconstruye y construye sociolectos juveniles, visiones del mundo desde el sujeto juvenil. Desde el ejercicio poético crea conocimiento sobre ellos, llena el vaciamiento, pero aún más, impone a los lectores la tarea hermenéutica de completar el circuito de la comunicación literaria, esto es la función de creación social de la literatura (p. 35)

Una vez explicitados los discursos adultocentristas de la Modernidad, Jiménez emprende el viaje de interpretación centrado en dos obras de Caicedo, que considera las que mejor muestran una obra de arte literaria consolidada en el autor caleño: Maternidad y ¡que viva la música! Sobre el primero, se lee lo siguiente:

El cuento Maternidad despliega una crítica reconstructiva o desenmascaradora de un discurso predominante sobre la juventud que revitaliza (juveniliza) el imaginario instituido por el adultocentrismo moderno hoy mundializado. Tal crítica es negativa y opera mediante un juego de sociolectos o visiones del mundo en conflicto sobre la juventud en el que un discurso hegemónico neoadultista se proclama como verdad y utopía frente a otros. Este discurso es replicado, ironizado, hasta poner en evidencia con corrosivo sarcasmo su potencial totalitario y misógino con un discurso al margen o antidiscurso de contenido antiadultista (p. 50).

El lector debe detenerse en cada uno de los argumentos que teje el autor con un fino arsenal conceptual –de no fácil seguimiento para un inexperto–, a fin de comprender que, más que establecer una discusión erudita con los estudios anteriores o construir una interpretación 'técnica' de la narración, el autor siempre se está enfrentando a sus intuiciones referidas a la clave de lectura que intenta desplegar desde el principio.

Lo mismo puede leerse con las preguntas que formula a los trabajos que han abordado la única novela conclusa del escritor caleño:

¿Y si la novela de Caicedo correspondiera a un tiempo y un sujeto no necesariamente circunscrito al momento de su génesis, sino a un tiempo nuevo más bien distante de la euforia de la 'rebeldía estudiantil' de décadas pasadas…si la ruptura del sujeto juvenil frente a un mundo y una cultura patriarcal y adultamente centrada, es radical y fatalista, en la medida en que observa que la exaltación del juvenilismo y del hedonismo no son más que otra faceta más del individualismo y del narcisismo contemporáneo… al que sin embargo nadie se puede sustraer? (p. 78).

Lo que Jiménez quiere evitar a toda costa es la 'sociologización' de la narrativa de Caicedo, entendida como la reducción de la interpretación a una teoría del 'reflejo' social. Esa es otra de las cualidades de este libro: desterritorializar a Caicedo, sin dejar de situarlo en su contexto; poner entre paréntesis el autor biográfico, sin desconocerlo, a fin de explorar las honduras del narrador o los autores implicados, de las estrategias de seducción o de los personajes que emergen en el viaje de la lectura; y, al tiempo, ponerse –y poner a los lectores– de frente a las posibilidades de reflexión sobre nuestro propio mundo, en especial de nosotros mismos como jóvenes o como adultos en constante pugna por los sentidos, por los proyectos y por salir del vaciamiento de una sociedad hedonista, fragmentaria y diluida.

**Profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional.

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