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Folios

Print version ISSN 0123-4870

Folios  no.51 Bogotá Jan./June 2020  Epub July 03, 2020

https://doi.org/10.17227/folios.51-10900 

Artículos

Los imaginarios de la irracionalidad a través de metáforas zoomorfas en Ia literatura de violência colombiana

The Imaginaries of Irrationality through Zoomorphic Metaphors in the Literature of Colombian Violence

Os imaginários da irracionalidade através de metáforas zoomórficas na literatura da violência colombiana

María Bernarda Espejo Olaya* 

* Magister en Lingüística Española del Instituto Caro y Cuervo. Investigadora del Instituto Caro, Universidad Pedagógica Nacional y Cuervo, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: maria.espejo@caroycuervo.gov.co Orcid: https://orcid.org/0000-0001-7866-506X


Resumen

El objetivo de este artículo de reflexión es analizar las denominaciones que recibieron las víctimas o victimarios en el contexto de la novela de violencia, que hace referencia al período de la violencia bipartidista que vivió Colombia durante las décadas de l950 y 1960. Para ello se tomaron novelas del canon de la Violencia que presentaran el fenómeno de metaforización zoomórfica, con lo cual se conformó una base de datos. El diseño metodológico concentró en la explotación de los datos, para lo que se siguieron criterios cuantitativos y cualitativos. Se tuvo en cuenta la teoría de las metáforas de Lakoff y Johnson (1985), los planteamientos sobre motivación y creación léxica de Montes (1983); asimismo, algunos planteamientos teóricos de estudiosos sobre la Violencia en Colombia. Las metáforas zoomórficas encontradas en la Literatura de la Violencia representan una indudable deshumanización en el conflicto, que hace que los personajes actúen como animales y sientan que sus enemigos y los demás seres humanos son animales que pueden ser utilizados, agredidos, mutilados o asesinados sin remordimiento. Esto muestra cómo el lenguaje refleja cambios sociales e históricos, como los cambios de valoración de la vida humana en medio de la guerra, pues estas formas de expresión por medio de un lenguaje de animalización evidencian una estrecha relación entre el lenguaje y la visión de mundo, que ponen de manifiesto, por un lado, la lengua y, por otro, la cultura de ese momento histórico concreto.

Palabras clave: violencia bipartidista; metáforas zoomórficas; Literatura de la Violencia; deshumanización

Abstract

The objective of this reflection article is to analyze the denominations that the victims or perpetrators received in the context of the violence novel, which refers to the period of bipartisan violence that Colombia experienced during the 1950s and 1960s. For this, Violence canon novels that presented the phenomenon of zoomorphic metaphorization were taken and formed a database. The methodological design focused on the exploitation of the data, for which quantitative and qualitative criteria were followed. The theory of metaphors of Lakoff and Johnson (1985), the motivational approaches and lexical creation of Montes (1983) were considered. Also, some theoretical approaches of scholars on Violence in Colombia. The zoomorphic metaphors found in the Violence Literature represent an undoubted dehumanization in the conflict, which makes the characters act like animals and feel that their enemies and other human beings are animals that can be used, attacked, maimed or killed without remorse. This shows how language reflects social and historical changes as changes in the valuation of human life in the midst of war, since these forms of expression through an animalization language show a close relationship between language and worldview which show, on the one hand, the language and, on the other, the culture of that particular historical moment.

Keywords: bipartisan violence; zoomorphic metaphors; violence literature; dehumanization

Resumo

O objetivo deste artigo de reflexão é analisar as denominações que as vítimas ou autores receberam no contexto do romance sobre violência, que se refere ao período de violência bipartidária que a Colômbia sofreu nas décadas de 1950 e 1960. Para isso, foram considerados romances do cânone da violência que apresentaram o fenômeno da metaforização zoomórfica como os quais se formou um banco de dados. O desenho metodológico enfocou a exploração dos dados, para os quais foram seguidos critérios quantitativos e qualitativos. Foi levada em consideração a teoria das metáforas de Lakoff e Johnson (1985), as abordagens motivacionais e a criação lexical de Montes (1983); além disso, algumas abordagens teóricas de conhecedores da Violência em Colômbia. As metáforas zoomórficas encontradas na Literatura de Violência representam uma desumanização inegável no conflito, que faz os personagens agirem como animais e sentirem que seus inimigos e outros seres humanos são animais que podem ser usados, atacados, mutilados ou mortos sem remorso. Isso mostra como a linguagem reflete mudanças sociais e históricas, como mudanças na valorização da vida humana em meio da guerra, uma vez que essas formas de expressão através de uma linguagem de animalização mostram uma estreita relação entre linguagem e visão de mundo que evidencia, por um lado, a língua e, por outro, a cultura daquele momento histórico particular.

Palavras-chave: violência bipartidária; metáforas zoomórficas; literatura sobre violência; desumanização

Introducción

En todas las lenguas del mundo abundan ejemplos sobre metáforas zoomórficas aplicadas al hombre. En la lengua española se usan expresiones como no seas burro para censurar una actuación poco inteligente; cabeza de chorlito, para referirse a una persona que tiene mala memoria; se llama hormiga a una persona muy trabajadora; se denomina pulpo a un individuo acaparador, cotorra a una persona habladora.

En consecuencia, este mecanismo semántico es muy corriente en el uso de la lengua y consiste en designar una condición aplicable a un ser humano, haciendo referencia al animal que posee estas características. Este tipo de animalización tiene cabida en algunas novelas sobre la violencia en Colombia.

Ahora bien, la época de la historia de Colombia conocida como La Violencia es considerada como la génesis de la violencia actual del país. Los hechos políticos y sociales de este período se ven reflejados en la tradición oral y en la literatura y representan un testimonio histórico del conflicto, que da cuenta de los acontecimientos sangrientos que ocurrieron en el país a lo largo de las décadas de los años 50 y 60.

En algunas obras de la narrativa sobre la violencia en Colombia se hacen presentes denominaciones metafóricas para los actores del conflicto bipartidista, tanto a nivel individual como de colectividad o partido político, que se refieren a animales. Es así como en la relación lenguaje-violencia se establecen series metafóricas sobre la base del zoomorfismo.

Las metáforas zoomórficas que hemos recogido en este trabajo se fundamentan en la experiencia de los hablantes con el mundo animal, pues entre el comportamiento animal y el comportamiento humano existen semejanzas percibidas por quienes sufren la violencia y esas semejanzas se expresan a través del lenguaje metafórico, tema del que nos ocupamos en este artículo.

Los años de la violencia en Colombia

Para contextualizar históricamente este aspecto del lenguaje que nos ocupa hacemos una breve referencia al periodo de la Violencia en el cual la lucha entre los dos partidos políticos tradicionales, liberales y conservadores marcó la historia social y política de nuestro país. Los liberales estuvieron en el poder desde 1930 hasta 1946; este extenso periodo de gobierno generó grandes inconformidades, debido a la pobreza y a la violencia en las clases populares quienes empezaron a exigir cambios sociales.

Luego, Mariano Ospina Pérez subió a la presidencia, entre 1946 y 1950. A este presidente se le culpa de haber instaurado una violencia desmedida y una persecución enérgica contra los liberales y todos aquellos que estuvieran en contra de sus ideas. La Violencia se desató durante su gobierno y se incrementó con el Bogotazo, levantamiento popular del 9 de abril de 1948. Este hecho sociopolítico constituyó el momento de mayor peligro en la historia de la República, según lo documenta Sánchez (1991, pp. 19-38). Ospina Pérez declaró al país en estado de sitio y con la ayuda de decretos-leyes gobernó hasta el final de su mandato.

En 1950 sube al poder Laureano Gómez (apodado "Hombre tempestad", "El Monstruo" y "El Basilisco"1), quien continuó con el mismo régimen de represión y violencia que el gobierno anterior. Esto generó descontento entre los liberales y el pueblo en general; sin embargo, su respuesta fue acentuar la represión y persecución política contra sus opositores.

En 1951, debido a un problema cardíaco, Gómez cedió temporalmente el mando a Roberto Urdaneta Arbeláez. En junio de 1953 retornó al poder, pero fue derrocado mediante un golpe de estado por el General Gustavo Rojas Pinilla, quien asumió el poder con el apoyo de liberales y conservadores con la esperanza de que pusiera fin al derramamiento de sangre y reconstruyera el país. En su mandato se inició el proceso de despolitización de la Policía2, se fortaleció el Ejército y se puso fin a la primera etapa de La Violencia gracias a una tregua con las guerrillas liberales que luego se sintieron traicionadas. No obstante, Rojas Pinilla no disminuyó la violencia; su gobierno fue sustituido por una junta militar en 1957. Luego se instauró el Frente Nacional (vigente entre 1958 y 1974), forma de gobierno pensada para evitar y poner fin a la violencia entre los partidos. Por esto, liberales y conservadores tuvieron su respectivo turno en el poder; así, el 7 de agosto de 1958 subió a la presidencia Alberto Lleras Camargo, de filiación liberal. En 1962 recibe el mando el conservador Guillermo León Valencia, cargo que ocupó hasta 1966; luego accedieron a la presidencia Carlos Lleras Restrepo, liberal (1966-1970), y Misael Pastrana Borrero, conservador (1970-1974).

En razón de lo anteriormente expuesto, el país ha pasado por diversas etapas de violencias, pero el periodo de la Violencia que nos ocupa es entre 1948 y 1958, cuando se desencadenó una producción literaria, que algunos estudiosos del tema como Escobar (2000) y Osorio (2006) han clasificado desde la perspectiva literaria e histórica. Algunas de estas novelas son testimoniales, otras son novelas de ficción basadas en testimonios y narradas por autores que no tenían experiencia como escritores, y otras, por escritores consagrados. Para este artículo se tomaron en cuenta las novelas más cercanas a la época de La Violencia y aquellas en las que hay un distanciamiento de este hecho histórico3, que presentan el fenómeno de metaforización zoomórfica.

Resulta conveniente abordar las manifestaciones lingüísticas a partir de la narrativa de violencia, pues las obras literarias son generadoras de conocimiento sobre la lengua y de estas podemos extraer datos de gran valor sobre las manifestaciones del lenguaje.

A partir de la lectura de las novelas se conocen las historias testimoniales y de ficción narradas por autores, de tendencia liberal o conservadora, desde distintas perspectivas y desde diferentes regiones del país.

El objetivo de este artículo es analizar las denominaciones que recibieron las víctimas y victimarios en el contexto del período señalado en algunas novelas del canon de la violencia. Dichas denominaciones resaltan las características de las personas de manera peyorativa, negativa o humorística, debido a que las metáforas generan posibilidades semánticas de analogía entre el ser humano y el animal, como en el caso que nos ocupa. Las relaciones metafóricas zoomórficas de la narrativa de la violencia en Colombia determinan la alusión a la actitud cruel de los personajes que son, en últimas, hombres deshumanizados.

Referencias teóricas

En la perspectiva teórica tenemos en cuenta, por un lado, los planteamientos sobre las metáforas de Lakoff y Johnson (1995). Por otro lado, nos apoyamos en Montes (1983) para hacer un acercamiento teórico a la creación léxica con el fin de dar una interpretación a las metáforas zoomórficas.

Ahora bien, la metáfora es una forma de expresión que está presente en todas las manifestaciones de la lengua, tal como lo han expuesto Lakoff y Johnson (1995) en su teoría de la metáfora, quienes destacan que el sistema conceptual del ser humano tiene una configuración metafórica; por tanto, las metáforas están presentes en el lenguaje cotidiano. Según estos autores, el hablante establece una serie de relaciones entre aquellas situaciones concretas o fáciles de entender con las más complejas y abstractas; es decir, el hablante conceptualiza característicamente lo que no es físico en términos de lo físico. De ahí que nos interesemos por algunas metáforas zoomórficas, que hacen parte del lenguaje de la violencia, presentes en la literatura de La Violencia.

Mediante la metaforización se lleva a cabo un proceso de proyección conceptual por medio del cual los sujetos captan y estructuran conceptos abstractos en términos de otros más concretos. Esto es, aquellos conceptos que están basados en la experiencia corporal, en el espacio y en el movimiento, en la percepción y en la experiencia que proporciona el vivir en una determinada cultura y sociedad. En las novelas de La Violencia encontramos diversas metáforas que aluden a la condición animal del hombre por su manera de actuar, intimidar y matar al enemigo. Como se sabe, el significado metafórico no se da en la palabra aislada sino depende del contexto, su función es crear una denominación nueva; por esta razón, tomamos fragmentos de las novelas para ver el significado contextualizado.

En cuanto al motivo de la zoomorfización en la época de La Violencia, el referente inmediato que tenían quienes fueron partícipes de estos hechos era el escenario rural, por lo que identifican las conductas humanas con los animales. Concordamos con Montes (1983):

[...] no existe arbitrariedad (como inmotivación) en el acto creativo del habla, éste es siempre motivado, pues el hablante que crea un nombre tiene en todos los casos una motivación para ello. Obviamente, la persona que ante una nueva realidad resuelve crear una denominación, lo hace siempre dentro de una determinada tradición que le impone ciertos moldes a su creación, claramente motivada o condicionada por la tradición lingüística y espiritual en general de su medio y por la serie de circunstancias concretas que determinan el acto creativo (p. 23).

En consonancia con lo anterior, el autor destaca que las creaciones metafóricas son formadas por los hablantes para responder a una necesidad de denominar una nueva realidad, bien como mecanismo de sustitución de términos conceptuales por términos emotivos e imaginativos que representan el surgimiento de un nuevo sentido de un término ya existente, o bien la mezcla de la metáfora con una nueva forma (Montes, 1983, p. 30). Por ejemplo, los grupos armados que apoyaban el régimen de represión conservadora se denominaron pájaros porque cometían crímenes y desaparecían rápidamente; asimismo, el jefe de estos pájaros se denominó Cóndor, el ave voladora más grande del mundo, el rey de los pájaros.

Los zoónimos que se registran en la narrativa de La Violencia desarrollan principalmente sentidos negativos cuyos referentes son animales carnívoros, carroñeros, sanguinarios, etc. Las creaciones metafóricas que hacen los usuarios de la lengua de ese periodo están cimentadas sobre la base de entidades materiales muy cercanas a su entorno como aves, insectos y mamíferos a los cuales les atribuyen contenidos semánticos negativos que degradan al adversario y denotan su animadversión por él. Por lo anterior, la metáfora se constituye en un mecanismo para expresar y comprender la realidad.

Desde la perspectiva de la lingüística cognitiva las metáforas son estudiadas como procesos de construcción de significados. Lakoff y Johnson (1995) establecen tres tipos de sistemas metafóricos claramente definidos: metáforas orientacionales, ontológicas y estructurales. Las primeras, organizan un sistema global de conceptos con relación a otro sistema. La mayoría de ellas tienen que ver con la orientación espacial: arriba-abajo, dentro/ fuera, delante/detrás, profundo/superficial, central/ periférico. Las metáforas orientacionales dan a un concepto una orientación espacial; por ejemplo, feliz es arriba, triste es abajo. Las segundas, las metáforas ontológicas, por medio de las cuales se categoriza un fenómeno de forma peculiar mediante su con-sideración como una sustancia, una entidad, un recipiente, una persona, entre otras. Según Lakoff y Johnson (1995):

De la misma manera que las experiencias básicas de la orientación espacial humana dan lugar a metáforas orientacionales, nuestras experiencias con objetos físicos (especialmente nuestros propios cuerpos) proporcionan la base para una variedad extraordinariamente amplia de metáforas ontológicas, es decir, formas de considerar acontecimientos, actividades, emociones, ideas, etc., como entidades y sustancias. (p. 64).

Las terceras son las metáforas estructurales en las que una actividad o una experiencia se estructura en términos de otra. Por ejemplo, una discusión es una guerra (sus críticas dieron justo en el blanco). Las metáforas estructurales tienen un doble efecto: por un lado, esclarecen el sentido y, por el otro, ocultan significación, pues se realza parcialmente la relevancia de los aspectos que el concepto aclarado posee en común con el otro y se le resta relevancia a los aspectos en los que más diverge con este.

De acuerdo con lo anteriormente anotado, las metáforas que predominan en la literatura de La Violencia son las metáforas estructurales, ya que la actividad de violencia de quienes fueron partícipes de este hecho histórico está construida en términos de otros conceptos; es así como a través de ciertos animales que son referentes tangibles se expresan conductas o actividades de valor negativo de los seres humanos, como se verá más adelante. Las metáforas estructurales se fundamentan en correlaciones sistemáticas dentro de nuestra experiencia.

Las metáforas zoomórficas y la literatura de La Violencia

En la literatura de La Violencia se registraron creaciones metafóricas en las que el mecanismo de metaforización es convertir en animal al ser humano y, con este, todos los verbos y sustantivos que tienen que ver con este proceso de animalización. Así, en el campo de las aves encontramos:

Cóndor (jefe de los pájaros), cuervo (policía), chulo (miembro del Ejército Nacional de Colombia, agente de policía), pájaro (individuo perteneciente a un grupo armado ilegal que tuvo su centro de operaciones en Tuluá, Valle del Cauca). Además, asesinar es pavear4 (paviar) y el asesinato es paveada; también tienen el mismo significado pajarear, palomear (palomiar)5, y sus derivadas palomiada y palomeo; cazar animales es equivalente a matar hombres. Un grupo de pájaros es pajaramenta o pajarerío, y chulamenta es la formar de denominar a las fuerzas del Estado, a los soldados.

Respecto a esta creación metafórica del campo de las aves, María Victoria Uribe (2004) afirma que en la época de La Violencia las fronteras entre el mundo humano y animal eran difusas, y que este fenómeno se percibe más fuertemente alrededor de las aves. Según la autora, los alias de los bandoleros eran nombres de aves porque al utilizar esos nombres ellos querían apropiarse de sus atributos tales como la velocidad y la destreza. Mediante mecanismos semánticos y miméticos los bandoleros se convertían en aves y convertían también a sus víctimas en aves para poderlas cazar (Uribe, 2004, p. 46).

En el contexto de La Violencia, a través de su narrativa, el pájaro deja de ser el animal dócil, de bello plumaje, para encarnar al ave rapaz que devora con avidez lo que encuentra a su paso y luego desaparece con gran agilidad. Como lo hacían los grupos armados ilegales denominados "pájaros", que mataban a sus víctimas y "volaban" rápidamente, para no ser detenidos ni juzgados por sus crímenes.

En el siguiente fragmento Álvarez Gardeazábal (1972) noveliza este hecho histórico, haciendo referencia a los pájaros y a su jefe:

...y al mes siguiente, con fotografías que consiguió de muchas de las viudas que acostumbraban tomárselas a sus maridos cuando los bajaban envueltos en costales para que no hicieran la de los muñecos de mantequilla con el sol (porque después de la matanza de Ceilán ya no bastó con el disparo en la nuca sino que los empezaron a machetear), la revista Life sacó en cuarenta páginas todo un recuento mágico de la guerra civil no declarada que se vivía en Colombia encabezándola con el título de "La tierra de El Cóndor, el jefe de los pájaros". (p. 92).

La metáfora de los grupos armados ilegales con los "pájaros" consiste en que estos como aquellos son muy ágiles y astutos y tienen tendencia a la asociación en grupos. Tienen en común la astucia. Los pájaros pasan a designar a grupos de individuos astutos, de pocos escrúpulos que asesinan y desaparecen rápidamente. Estos grupos armados extendieron sus acciones criminales a los campos. Además, el pájaro sugiere la capacidad de lo efímero. Los "pájaros" de La Violencia asaltaban poblaciones liberales, llevaban a cabo masacres, asesinatos selectivos, desapariciones e intimidación.

Al mismo tiempo, surge un léxico que amplía el campo semántico de las aves, como es el caso de la palabra alpiste, que significa "dinero, armas, munición y provisiones que reciben los hombres de los grupos armados". Los siguientes fragmentos dan cuenta de este aspecto:

[...]hasta que uno de los que prendía candela avisó que ya está el chocolate, y se vinieron todos al lado de la chocolatera y se pusieron a tomar unos tazones y yo con gusanillo y uno con un bigote grande dijo tienen que estar volviendo del rastrojeo los muchachos porque sin ese alpiste no se hace el trabajito en la hacienda de abajo. (Ángel, 1975, p. 116).

Esos señores, esos pájaros, se pavoneaban por las calles y "hacían los trabajitos" por mil pesos, o por armas, o drogas, el todo era que el tal alpiste no faltara y ellos contentos: asaltaban las fincas cafeteras y así los gamonales no tuvieron problemas (Ángel, 1975, p. 329).

Según Guzmán, Fals y Umaña, (1988, p. 65), los "pájaros" surgen en el occidente de Caldas y se fortalecen en el Valle del Cauca. El "pájaro", según lo anotan estos autores, es un individuo inasible, gaseoso, que ejercía sus acciones violentas en la ciudad, al principio; pero luego su radio de acción se extendió a los campos colombianos, como puede apreciarse en la siguiente cita: "Los 'pájaros' rebasan al fin el perímetro urbano, vuelan a la zona rural y emigran del Valle y de Caldas a otras latitudes, hacia el Tolima, el Huila, hasta Boyacá y los Llanos a exterminar campesinos" (Guzmán et ál., p. 169). Al comienzo de La Violencia asesinaban a personas sindicadas de apoyar la revolución, a los dueños de haciendas cafeteras, pero luego su crimen y represión fue contra toda la población que simpatizara con las ideas del partido liberal, sin distinción de rango social. Hay que destacar que al inicio del gobierno del General Rojas Pinilla reaparece la violencia de los "pájaros" en la zona cafetera.

A continuación, se presentan algunos ejemplos que permiten contextualizar la metáfora de "pájaros" en la que se hace la traslación del significado a los grupos armados y sus acciones de represión y violencia.

El país está perdido. Los liberales están vendiendo sus fincas por la décima parte de su valor. Miles han tenido que salir abandonándolo todo ante la amenaza constante de muerte. En Ceylán los chulavitas y los "pájaros" pasaron como una manada de tambochas, quemando, incendiando, robando, violando y destruyéndolo todo. Los que milagrosamente se salvaron cuentan atrocidades increíbles: mutilaban a hombres y niños, los amarraban a los árboles cercanos y les prendían fuego. A las mujeres las violaban por turnos de cuarenta hombres, y después las hacían picadillo a martillo. ¡No, qué horror! (Velásquez Valencia 1954, pp. 87-88).

En la cita anterior, el autor narra las acciones violentas que, contra los liberales y el pueblo en general, ejercieron los "pájaros" unidos a los chulavitas6 o policías del gobierno conservador, que pasaron como una manada de hormigas tambochas por Ceylán. Los liberales se vieron obligados a vender sus fincas por un precio irrisorio y salir del lugar para salvar sus vidas. Los que se quedaron fueron torturados y asesinados. También, en la novela se hace referencia a la histórica matanza de liberales de Ceylán, Valle del Cauca, ocurrida en 1949. Los victimarios eran apoyados y amparados por los que detentaban el poder en ese momento. En la novela se narra de manera cruda los hechos inhumanos que van desde mutilaciones, incineraciones, violaciones, hasta hacer picadillos a los adversarios. Ese deseo del autor de contar lo sucedido hace que, en esta novela, los hombres pierdan su condición humana.

Asimismo, en el siguiente fragmento se describe cómo se conformaron los "pájaros" como jefes de grupos armados encargados de cometer delitos por encargo:

-Ha mencionado usted a los "pájaros" -dijo Sonia intrigada- con mucha naturalidad, como algo conocido en su país. ¿Quiénes son ellos? -Son los jefes de las bandas armadas a quienes se confirió el encargo de sembrar el terror, casi todos con antecedentes penales de la mayor peligrosidad. A muchos se les sacó del presidio en donde cumplían condenas de distinto orden por diversos delitos comunes, incluso asalto en cuadrilla de malhechores, y se les disfrazó de policías, con el encargo de que aplicasen el sumum de sus conocimientos a esa fatídica labor. Y a fe que lo hicieron. Tal vez no se conoce masacre a la cual no esté vinculada el nombre de alguno de los "pájaros" (Ortiz Márquez, 1954, p. 144).

Además de los delitos por encargo, otro aspecto significativo en la narrativa de La Violencia es el silencio. En los fragmentos que siguen, se menciona el silencio de la población en torno a la violencia ejercida por los "pájaros" en el Valle del Cauca; nadie se atrevía a señalarlos públicamente por miedo de ser asesinado por estos grupos.

Nadie quería hablar. A varios años de la desgracia, todos tenían miedo. Por allí había pasado la Peste con un furor inaudito. El recuerdo de los carros fantasmas y de los Pájaros Azules cancelaba los labios y los diálogos (Manrique, 1955, p. 126).

Por eso había tanto miedo en Cali. Con sólo mentarlos, aparecían los carros fantasmas. Sin embargo, un moreno accedió a hablar sobre el asalto de los Hombres Lobos y de los Pájaros Azules a la Casa Liberal (Manrique, 1955, p. 128).

Nadie dijo nada. El "Rolo" como todos los pájaros del Valle están protegidos por las autoridades. Dicen que lleva más de mil asesinatos. No le gusta matar con el revólver. Dice que así no siente cuando los "tuesta". Por eso carga cuchillo siempre (Arias, 1965, p. 136).

En Quién dijo miedo (1960)7, se narra la forma de operar de los pájaros que extienden la violencia de los campos a la ciudad; cometen crímenes, asaltan bancos y huyen sin ser detenidos. Siempre están apoyados por los que detentan el poder, quienes les suministran dinero y armas, es decir, alpiste.

Cunde la alarma en la ciudad. Los "pájaros" han abandonado los campos, y ahora hacen su agosto en la urbe. Los asaltos se suceden en lugares céntricos. Vuelve a hablarse de que es el inocente doctor Aquiles Gallo quien los arma y sustenta, quien compra los despojos y quiere conspirar. Asaltan bancos, pasan en vehículos llamados por el vulgo "carros fantasmas" y sueltan certeros disparos en pechos de personas conocidas en la sociedad (Sanín Echeverri, 1960, p. 157).

En la novela Viento Seco se presenta el caso de la metáfora del chamón, a nivel individual. Este pájaro es de plumaje oscuro muy brillante que refleja diversas tonalidades de morado; se caracteriza por ser un ave parásita, no cría a sus propios hijos, prefiere poner sus huevos en los nidos de otros pájaros para que éstos los empollen y cuiden a los polluelos. Por consiguiente, tanto por la asociación negativa del color negro de este pájaro como por el modo de proceder con sus crías, el chamón tiene mala reputación y este sentido se traslada y se encarna en el hombre cruel, de mal proceder que Daniel Caicedo nos describe en Viento Seco8.

Para concluir la contextualización de la animalización referente a los pájaros, se cita un fragmento de Cóndores no entierran todos los días que narra la salida del jefe de los pájaros de Tuluá, Valle del Cauca; León María Lozano fue apoyado por el directorio conservador y por eso nunca fue juzgado por sus crímenes, aunque posteriormente fue asesinado. Algunos de sus cómplices fueron nombrados en cargos burocráticos, otros ya habían acumulado suficiente dinero, producto de sus actividades violentas, lo que les permitía vivir de sus rentas.

Y en la mañana del miércoles, 28 de mayo, León María Lozano, jefe y señor de las bandas de pájaros del Valle del Cauca, conocedor íntegro de lo que pasó en Tuluá durante casi cinco años, salió con su Agripina montado en un yip del ejército. La tarde anterior había estado por última vez en un rincón del Happy Bar firmando papeles a su abogado. Sólo Celín lo acompañaba porque Ateortúa ya había sido nombrado jefe de aduanas en Maicao y los otros jefes de sus bandas azules o vivían de la renta que él despreciativamente abandonó a su suerte o también habían sido nombrados para similares cargos burocráticos al de Ateortúa (Álvarez Gardeazábal, 1972, p. 141).

Pero la violencia de los "pájaros" no termina con la muerte de León María Lozano, posteriormente surgen otras bandas de ellos. Betancourt (1990) hace la distinción de los "pájaros" de La Violencia bipartidista y de los sicarios al final de La Violencia. La siguiente cita da cuenta de esta evolución de los "pájaros". "A primera vista se confirmaba la opinión general: El pájaro que habla era de los hombres más famosos, no del hampa vieja, sino de la nueva que se llama chusma." (Sanín Echeverry, 1960, p. 8).

Por lo relacionado anteriormente, la metáfora "pájaros" es aplicada a los individuos organizados en grupos armados ilegales, para ajusticiar y asesinar clandestinamente, primero a los liberales, y luego a personas de otras corrientes políticas y religiosas, como los comunistas. Estas bandas mantenían el control de las regiones por medio de la violencia y el miedo. Fueron denominados y adjetivados de manera distinta según su forma de proceder, según su filiación política, según la región donde ejercían su dominio y según el rango que tuvieran; así, se hablaba de los pájaros azules en el Valle del Cauca porque eran conservadores, además porque viajaban en carros azules sin placas, sus jefes eran El Cóndor y Pájaro Verde9, este último operaba bajo el mando del primero. El Pájaro Negro y el Pájaro que habla son personajes de la etapa final de la época de La Violencia.

Cabe anotar que la metáfora de los "pájaros" aparece en 6 novelas del corpus cuyas acciones transcurren en las zonas más azotadas por la violencia bipartidista10.

Sumado a lo anterior, en Viento seco se menciona a Pájaro Azul11 como el más cruel de los asesinos de la banda de "pájaros". En este caso hay doble efecto de metaforización porque el individuo que asesina, además de ser pájaro es "azul", por lo que el vehículo de la metáfora es el color simbólico del Partido conservador y, como tal, es el rasgo identificador. Asimismo, Pájaro Verde hace alusión al individuo formado en las filas de la policía y el color verde del uniforme que usan estos funcionarios públicos motiva la comparación que se establece entre quien ejerce la acción violenta y su filiación a las fuerzas policiales. En cuanto a Pájaro Negro, este color tiene un significado asociado con la muerte.

Para continuar con el campo de las aves, en las novelas de la Violencia también desfilan los cuervos, no solamente con el sentido de pájaros carnívoros sino como aves carroñeras, puesto que en el contexto colombiano se llaman cuervos a los gallinazos, chulos o buitres carroñeros, tal como se documenta en el Atlas Lingüístico-etnográfico de Colombia, ALEC12. Veamos algunos de los ejemplos más significativos:

Y cómo mencionar apenas a los rematadores de fincas, a los contratistas de demolición, a los cambalacheros de muebles, a los falsificadores de herencias, a los parientes postizos, a los adulteradores de actas, registros y escrituras, a los vendedores de falsos testimonios, a los acreedores artificiales, a todas esas organizadas divisiones de golillas, traficantes y testaferros que, al día siguiente de cada expedición punitiva, se abatían con negros brincos de cuervos sobre los arrasados pueblos de los rebeldes para hacer el patriótico traslado de sus patrimonios a manos menos atrevidas y más fieles? (Zalamea 1952, p. 74).

- ¡Ciro!, ¡Ciro!, ¡Ciro!... -le había gritado desde el otro andén José Luis Cáceres. Y como el abogado en su vida clandestina y amarga se venía acostumbrando a que nadie lo llamara por las calles, a que ningún prójimo se preocupara de él si no era para espiarlo y mortificarlo, al tercer llamado volteó a mirar poseído del asombro[.] Hacía muchos días padecía dolor, hambre y sed. Muchos días con sus noches llevaba de insomnio, de persecución y miseria. Lo asombraba en esos momentos el abrazo efusivo de un hombre, la voz de un prójimo grávida de cariño. Hacía tanto tiempo que andaba entre los cuervos, que inclusive, en sus soliloquios había cogido la costumbre de repetirse esta sentencia: "Cría cuervos y te sacarán los ojos" (Esguerra Flórez, 1954, p. 410).

Esos "chulos" que todos los hombres en la aldea podían identificar muy bien que habían originado y propiciado toda aquella barbaridad, tan vanidosos y soberbios como las águilas, por fortuna ya se habían ido, al favor de sus alas, a países lejanos, de donde quizás les fuera imposible volver; se habían ido ahítos, encebados, después de haber comido mucho mortecino inocente, esa carroña que había sido el producto único de tanta iniquidad programada; se habían ido podridos de estómago y con la conciencia renegrecida y espantable, tanto como la apariencia grotesca que en el panorama de la aldea dejaran su siluetas; esa silueta de cuervo; esa apariencia magra que registraría para eternamente alguna vez la historia de la aldea (Esguerra Flórez, 1957, pp. 275-276).

Existen otros grupos políticos conservadores que se asocian con animales como los lobos, de manera que en este bestiario de la violencia colombiana tiene cabida el lobo, carnicero por naturaleza y asociado a actos violentos. La noción de lobo como individuo violento y como asesino que opera en manada, se puede percibir a través de los siguientes fragmentos de la novela Los días del terror: "Finalmente, vinieron más lobos contagiados desde Bogotá y aplancharon a los soldados rebeldes. Y hubo una gran mortandad de oficiales y soldados rebeldes, cuyos cuerpos contagiaron las aguas del río y apestaron de Peste a la ciudad"(Manrique, 1955, p. 99).

Los lobos, dirigidos por el Lobo Mayor, resolvieron embanderar de azul y pintar de azul todas las casas. El color rojo les atragantaba la garganta y se revolvían en furores y dentelladas. Con el azul, en cambio, sentían alivio. Pero muchas casas no fueron pintadas de azul sino de rojo. Y entonces el Lobo Grande y su gran partida de lobos chulavitas, sochanos, jericoanos, sátivas y chitas, se tomaron su vida como quien se toma una botella de un anisado (Manrique, 1955, p. 104).

A mitad de octubre de 1949, se reunieron en Yarumal, muchos Lobos-Alcaldes del norte. Todos esos dignos funcionarios estaban apestados y habían asesinado a sus escrúpulos. Tomaron anisados, pero necesitaban vidas. Entonces un lobo aulló duro, aulló tanto, que estaba afónico el señor Lobo. Era un lobo-matador, colocado de Inspector de Permanencia en Medellín (Manrique, 1955, p. 105).

En el fragmento precedente, como en los que se citan posteriormente, se hace referencia al enfrentamiento entre liberales y conservadores; estos últimos conformaron grupos armados que cumplían perversamente órdenes de sus jefes. Asimismo, se menciona que los lobos son dirigidos por el "Lobo Mayor" o "Lobo grande", lo que sin duda nos remite a Laureano Gómez, quien es considerado uno de los principales responsables intelectuales de La Violencia que se desató en el país. En Los días del terror también se describen las torturas, la flagelación y el cercenamiento de los genitales que los hombres-lobo cometían contra las víctimas: "-Nos entregaron a los Hombres-Lobos y nos llevaron pa la Permanencia... Luego..., bueno..., pues... jNos caparon! ..." (Manrique, 1955, p. 142).

La violencia ejercida por grupos armados con filiación política contra sus adversarios se ve reflejada en Los días del terror, en esta novela Ramón Manrique describe la típica forma de actuar con sus víctimas y la impunidad de sus crímenes: "Mientras un Hombre-Lobo traeado de policía le daba planazos por la espalda, otro lo flagelaba y ambos le decían oprobios con los ojos inyectados y una voz como griposa, ronca" (Manrique, 1955, p. 171).

Los hombres-Lobo, al igual que los pájaros, se movilizaban en "carros fantasmas" a gran velocidad, se presentaban en calles y sitios concurridos, en las residencias de sus víctimas, en los cafés y bares, y disparaban sus ametralladoras contra los ciudadanos. Se distinguían por su forma de actuar y de vestir:

El carro-fantasma aparecía en la puerta de un café. De él se bajaban dos o tres Hombres-Lobos y rociaban de metralla la concurrencia. O pasaban por las puertas de las residencias a gran velocidad disparando sus metralletas. Si había niños, mejor. Los Hombres-Lobos gozaban con la sangre fresca de los niños (Manrique, 1955, p. 127).

Aunque no hay lobos en nuestro entorno, el influjo y difusión del mal proceder de este animal se da principalmente por la vía de la literatura infantil.

Por último, se presenta la unión de los grupos armados ilegales, que eran apoyados por el partido conservador para llevar a cabo asesinatos selectivos o masacres, como la ocurrida en la Casa Liberal de Cali, lo cual se puede advertir en el siguiente pasaje:

Fue el Menistro, don José Amnistiado, quien abrió las jaulas para que volaran libres los Pájaros Azules. Los necesitaba en la calle pa que ayudaran a los Hombres- Lobos. Los necesitaba pa matar gente en los pueblos. Pero ninguno de los que estábamos en la Casa Liberal éramos comunistas ni protestantes (Manrique, 1955, p. 128).

Para concluir este apartado referente a los lobos, como asesinos a sueldo, este fragmento de Los días del terror se refiere a un grupo de asesinos denominados La Birri, que llevó a cabo actos violentos en Marmato, Caldas, y que es comparado por su crueldad con otros grupos armados ilegales del país, en ese periodo.

En punto de mediodía entró a Marmato La Birri, una asociación de lobos más cruel y sanguinaria que los Pájaros Azules del Valle, los Buscapleitos de Bogotá, los Aplanchadores de Antioquia y Caldas y los Chulavitas de Boyacá (Manrique, 1955, p. 264, énfasis original).

Encontramos metáforas referentes a mamíferos, entre ellos el perro. Aunque la figura del perro para referirse a un enemigo aparece en toda la tradición occidental, desde Grecia, vale la pena destacar que en las novelas de La Violencia el perro representa un animal rabioso, carroñero y asesino, apartándose de la imagen tradicional del animal de carácter afectuoso y manso, amigo del hombre, que simbólicamente representa sobre todo la fidelidad y la vigilancia, según Biedermann (1993).

En relación con el significado negativo de perro, el Diccionario de la Real Academia Española registra para el adjetivo el sentido de "Muy malo, indigno" y para el sustantivo, "persona despreciable".

Como se desprende de las anteriores definiciones, perro en el lenguaje coloquial, aplicado a una persona, tiene un significado negativo. En el contexto de la novela de La Violencia se intensifica ese sentido negativo, pues se usa como sustantivo acompanado de adjetivos como los siguientes: perros rojos, perros bandidos, perros liberales, perros sanguinarios, etc. En estas construcciones atributivas se intensifica la valoración negativa de perro, pues se atribuyen aspectos del comportamiento humano al animal, materializando esa conducta en un referente tan común para el campesino colombiano, como es el perro.

Veamos algunos ejemplos que caracterizan la condición del hombre como perro de presa, como animal rabioso, que busca torturar y asesinar con brutalidad y sevicia a sus enemigos:

- ¿Has visto cómo cazan los perros a la zorra? La persiguen hasta cansarla sin dejarse coger por los zarpazos. Por aquí ataca el uno. Por allá el otro. El animal se enloquece dando vueltas desesperado, hasta que cae vencido. ¿Comprendes?... Así haremos nosotros. Los cachuchos13 son la zorra. Nosotros, los perros (Zolá y Ponce, 1954, p. 76).

En el fragmento anterior, los cachuchos son los policías gobiernistas que, como venganza a sus crueles actos, son perseguidos y asesinados por quienes fue-ron sus víctimas. Tanto víctimas como victimarios se mencionan y automencionan como animales.

En las novelas Tierra asolada, Danza para ratas, Lo que el cielo no perdona, Las guerrillas del llano y Cristianismo sin alma se hace referencia a la violencia oficial de los años 50 ejercida contra los liberales, denominados perros rojos y perros bandidos. Asimismo, se refieren a los integrantes de las fuerzas del Estado como perros de presa, perros rabiosos, galgos hambrientos. Veamos esta condición en los siguientes fragmentos de cinco novelas del canon de La Violencia:

Juan cogió la lámpara y entró en la casa, mientras el Alcalde dirigiéndose a Miguel y a sus compañeros, les gritaba: -Bueno, andando perros rojos y cuidado con tratar de huir, porque les echo plomo- y ordenando a los policías: -Ya saben, al que trate de huir, fuego sin compasión. (Ponce de León, 1954, p. 119).

La llamada reorganización de la policía, estaba casi terminada y el detectivismo recibió una amplia formación democrática, integrado en su gran mayoría por "individuo con antecedentes". Con buenos sueldos y revólveres nuevos, el gobierno enviaba a sus perros de presa a disparar contra lo que no fuera conservador, al aire, en último caso. (Laguado, 1954, p. 86).

Como galgos hambrientos, aquellos hombres seguían buscando los fugitivos para saciar su sed de sangre, y el cura partió hacia la casa cural. Habría andado una cuadra cuando oyó unos tiros, pero ya por la calle donde está la casa de D. Germán González y se devolvió a ver qué pasaba. Efectivamente, allí se habían refugiado los perseguidos, y aquellos chacales humanos los habían hallado. (León Herrera, 1954, p. 216).

Se nos escaparon Veladero, la Macarena y La Porfía porque entonces no teníamos armas con qué barrerlos. Allí se plantaron los amos con sus perros sanguinarios, haciendo de sus hatos casas del crimen. (Franco Isaza, 1955, p. 191).

Aquellos perros rabiosos, aquellas hienas hambrientas y ávidas de carne humana, golpearon la puertecita. Cuando ella se dio cuenta del peligro que la rodeaba, gritaba desesperadamente: ¡Virgen Santísima, libradme!... ¿dónde estará mi hijo que no viene a ayudarme?... (León Ferreira, 1956, p. 63).

Otro tipo de creación metafórica es la que se da a través del campo de los insectos. En las novelas de La Violencia encontramos zoomorfización con el abejorro, el alacrán, la avispa y el mosco. Todos ellos alusivos al comportamiento y actuación del animal comparado con la conducta humana, pues algunos tienen rápidos movimientos para desplazarse y pueden ser muy peligrosos. Por ejemplo, el abejorro que zumba al volar tiene una apariencia que intimida. El alacrán es muy temido por las personas debido a que su picadura puede ocasionar dolor y en algunos casos ocasiona hasta la muerte. La avispa pica con su aguijón y causa escozor e inflamación, y el mosco causa con la picadura inflamación rápida acompañada de picazón. Esto explica por qué en las regiones de la violencia bipartidista se utilizaron metáforas con algunos insectos que materializan el comportamiento de quienes participaron en estos hechos. Veamos algunos ejemplos tomados de las novelas de la Violencia que ilustran cada caso:

"El Abejorro" era un negrote de casi dos metros de estatura, fuerte y corpulento como un toro y de avieso semblante. Había venido de las minas de Condoto en donde trabajaba el mazamorreo y se alistó en las filas del gobierno. Héroe de la Legión Rural, mereció ser mencionado muchas veces en la "Orden del día". Sicópata esquizofrénico de manías pervertidas, del botín dejaba para sí las niñas que frisaban entre los diez y los catorce años a las que arrancaba a mordiscos los nacientes senos y después de romper con los dedos sus genitales o desvirgarlas con el yatagán, chupaba enloquecido la sangre caliente que brotaba del sexo, mientras se masturbaba. (Zolá y Ponce, 1954, p. 72).

El Alacrán rumiaba su resentimiento porque siempre vivió arruinado, nunca logró prosperar ni salir de la categoría de ratero de ínfima condición, mientras que otros ascendían en la escala y llegaban hasta a vestirse con buena ropa de paño y sobretodo, en lugar de ruana. Pero el desdichado sufría el recelo del animal acosado y después de cada una de sus rapinas permanecía durante algún tiempo agobiado por el temor de peligros indescifrables. (Osorio Lizarazo, 1952, p. 93).

Lo llevaron al Cuartel General de la Octava Brigada; como yo había sido compañero de La Gata en la Cuadrilla de Conrado Salazar, los saqué del error. -Éste no es ni su prójimo, les dije. Concienzudos interrogatorios descubrieron el enigma. Se trataba de La Avispa, lugarteniente de La Gata. Si respetan mi vida y me dan algo, yo les entrego a la persona que buscan, dijo Avispa (Buitrago Salazar, 1967, p. 154).

Hicimos un ataque, me dijo, a la hacienda El Diamante, en jurisdicción del municipio de La Victoria, en el Valle del Cauca. Matamos, agregó, a dieciocho hombres y a ocho mujeres. A los varones les cortaban el miembro y se lo colocaban en la boca como tabaco. El Mosco botaba a los niños menores de seis años al aire y los ensartaba luego con un cuchillo (Buitrago Salazar, 1967, p. 71).

Respecto al bandolero denominado El Mosco, Sánchez y Meertens (1983), señalan que este con-formó una cuadrilla en la Hoya del Quindío en la etapa del "bandolerismo tardío". Se le llamó así por "la forma habilidosa como obraba ya que tan pronto estaba en un sitio amanecía en otro".

En algunas novelas de La Violencia emergen animales que se alimentan de sangre como la sanguijuela y el vampiro, que materializan la conducta de quienes provocaron tanto derramamiento de sangre en este periodo y que reciben estas denominaciones. Veamos dos fragmentos que muestran este aspecto:

Con todas veras y vehemencia se hizo lenguas del intrépido Sanguijuela, en cuyo historial había la muerte de no menos de diez rojos ateos. Por aclamación, la tropa ascendió a Sanguijuela al grado de capitán, y lo hizo comandante (Sanín, 1960, p. 90).

La víctima empezó a doblarse sobre el asiento y un hilo de sangre bajó a mojar la camisa. El asesino tuvo un fulgor destellante en su mirada, se abalanzó sobre el moribundo, succionó con fuerza la herida y deglutió la sangre. Ese día se llamó «El Vampiro». Desde entonces seleccionaba una víctima joven en las matanzas. Ahora se saciaba en el hijo de Eduardo González (Caicedo, 1973, p. 41).

En este desfile de metáforas zoomórficas no podía faltar la alusión al cordero que, según Daniel Caicedo, autor de Viento seco, es el símbolo del hombre perseguido. El cordero posee atributos característicos que lo identifican con las personas dóciles y humildes. Y añadiríamos que representa a la persona indefensa (los campesinos) en contraposición a los lobos carniceros (los que detentan el poder), como se aprecia en la siguiente cita:

El grupo de cautivos crecía y se apretujaba como una manada de corderos perseguida por los lobos. -El cordero con sus ojos lacustres es la imagen del hombre perseguido-. Varios campesinos habían sido enlazados y traídos a rastras por las calles, que con sus piedras cortaron las ropas y desgarraron las carnes (Caicedo, 1973, p. 39).

Más allá de las metáforas zoomórficas mencionadas anteriormente, El gran Burundún- Burundá ha muerto, Zalamea (1952), hace referencia a una república reducida a la animalidad, en la cual el mandatario puede ejercer su poder sin ningún problema. Se habla de seres animalizados que obedecen siniestramente al dictador y sobre los que él funda su fuerza, pues el ejército y la policía lo respaldan incondicionalmente.14 El pueblo está privado de la facultad del habla, pues no hay derecho de opinar, lo que hace que sea normal que en este zoológico "sus vasallos con bestial coro: aúllen, rujan, chiflen, jadeen, ladren, graznen, ronquen, balen, cacareen, relinchen, tosan..." (Zalamea, 1952, pp. 33-34). Con esta animalización, Zalamea hace un ataque al presidente de turno, Laureano Gómez, ridiculizando su dictadura y a las instituciones responsables de los crímenes y la situación desoladora del país.

Como queda demostrado, la obra literaria es generadora de conocimiento sobre la lengua y de esta se pueden extraer valiosos datos sobre las expresiones lingüísticas. Por ejemplo, las expresiones descarnadas en el contexto de la violencia partidista de los años 50 y 60 que acabamos de presentar.

Conclusiones

Para concluir, las metáforas zoomórficas de la narrativa de La Violencia tienen un denominador común: materializan la conducta humana en animales que proceden con ferocidad o brutalidad contra sus adversarios, pues tanto víctimas como victimarios sufren un proceso de deshumanización que les permite actuar como animales y, al mismo tiempo, ver a sus adversarios como tal. Por esto, los pájaros, los cuervos, los chulos, los perros, los lobos y cuanto animal encarne al individuo violento y despreciable que ejerce la venganza, la persecución y la muerte, desfilan por las novelas de La Violencia para aludir al rival, ya sea conservador, liberal, chusmero, bandido, guerrillero o comunista. Los enemigos se cazan como si fueran animales y se usan verbos como pajarear, palomear, pavear para referirse a esta acción. Además, a los agentes de policía del gobierno conservador se les llama chunchullos, palabra que se refiere a las vísceras de los animales.

La metáfora cumple la función de materializar valores negativos de quienes son partícipes del conflicto bipartidista, y el referente más inmediato son los animales del entorno, así como los animales que en la tradición cultural universal tienen una simbología negativa. Igualmente, el uso de metáforas zoomórficas proporciona una expresión particular del periodo de La Violencia y es además la manifestación lingüística del pueblo colombiano de ese periodo histórico, en particular.

Vale la pena destacar que, en Bogotá, según lo percibido a través de las novelas, no se presentó el caso de las metáforas zoomórficas, mientras que en las regiones como Valle, Tolima, Boyacá, Cundinamarca y Santander donde se agudizó el conflicto, fue recurrente este fenómeno. En Bogotá se habla de los integrantes de las distintas ideologías políticas en conflicto en los siguientes términos: los laureanistas, gaitanistas, comunistas, la chusma, los buscapleitos, pero no hay referencia a los actores del conflicto en términos de animalización.

A partir de lo dicho, se puede afirmar que la recurrencia en el uso de animales en el lenguaje de la época estudiada para referirse al opositor o contendiente representa una cierta deshumanización en el conflicto. Lo que hace que los personajes actúen como animales y sientan que sus enemigos y los demás seres humanos son animales que pueden ser utilizados, agredidos, calcinados, mutilados o asesinados sin remordimiento. Lo dramático de este conflicto es la denigración mutua de quienes participaron en esta guerra bipartidista, pues ambas partes se reducen a la categoría de animales, tratan a sus respectivos enemigos como seres con los que no hay que tener misericordia ni consideración. Pasan a ser individuos en los que lo humano se desvanece y aflora la brutalidad y la irracionalidad.

Esto muestra cómo el lenguaje refleja cambios sociales e históricos, como los cambios de valoración de la vida humana en medio de la guerra.

Desde la narrativa colombiana de La Violencia tenemos la posibilidad de observar el uso del lenguaje que hacen los autores, de distinta formación y de diversa procedencia, pues a partir de estas manifestaciones lingüísticas se puede construir la manera de ver e interpretar el mundo de una sociedad determinada. En consecuencia, en el periodo de La Violencia como contexto social y político concreto, surgió una forma de expresarse que respondía a las manifestaciones socioculturales del momento. Así, en las narrativas de este lapso desfilan crímenes atroces, torturas, crudos testimonios, y denuncias; hechos reales llevados a la ficción de ese periodo trágico de la violencia bipartidista, pues se plasma el dolor y la angustia del pueblo colombiano que padeció ese largo tránsito tan especialmente difícil para nuestro país. Los autores de estas novelas, de ambos contendientes (liberales y conservadores), recurren a narraciones crudas y a la mención de hechos brutales, inhumanos y desgarradores contra el ser humano para hacer su denuncia más convincente. Por algunas de las novelas transitan los hechos históricos, la crisis política, la degradación del ser humano, que se transforman en la manera

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1De otra parte, Basilisco se llama a una persona enfurecida.

2La policía se había encargado de proteger los intereses del gobierno de turno persiguiendo a los miembros del partido contrario y acatando las órdenes de desalojar a las personas que invadían territorios que no les pertenecían. Del mismo modo, se encargaban de reprimir cualquier intento de protesta o de organización campesina de manera violenta. Ver Palacios, M. et ál. (2006). Colombia: País fragmentado, sociedad dividida, su historia. Bogotá: Norma.

3Las novelas más cercanas al hecho histórico de La Violencia se publicaron entre 1949 y 1958. Sin embargo, las novelas más destacadas sobre la violencia se publicaron muchos años después de este período, como Cóndores no entierran todos los días (1972) de Gustavo Álvarez Gardeazábal y Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón (1975) de Alba Lucía Ángel.

4Acechar a alguien en un paso obligado del camino para asesinarlo. Atacar o matar a traición.

5Matar a alguien a distancia, desde los matorrales.

6Agente de policía, partidario del gobierno conservador, que en la época de la Violencia cometía toda clase de atropellos contra los liberales. El nombre de chulavita se debe a que los agentes de policía más fieles al gobierno conservador procedían de la vereda de Chulavita, municipio de Boavita, en Boyacá.

7Nótese que esta novela fue publicada seis años después de Pogrom (1954) y Tierra sin Dios (1954), de donde se tomaron las citas anteriores y la situación de violencia ejercida a través de los "pájaros" es la misma.

8"El Chamón", chulavita negro amoratado como el ave que le había dado su nombre, defecaba en la boca del agonizante. (Caicedo 1973, p. 37).

9Según Sánchez y Meertens "Pájaro Verde" operaba bajo el mando de "El Cóndor", pero en realidad ya pertenecía a una segunda generación de "pájaros" formada en las filas de la policía. Véase Sánchez, Gonzalo y Donny, Meertens (1983). Bandoleros, Gamonales y campesinos. El caso de la violencia en Colombia. Bogotá: El Áncora editores, p.160.

10Estas novelas son: Pogrom (Tolima), Tierra sin Dios (Llanos Orientales), Los días del terror (los sucesos de esta novela transcurren principalmente en Antioquia, Caldas y Los Llanos Orientales), Quién dijo miedo (Antioquia), Viento seco (relata la masacre de Ceylán y la matanza de la "Casa Liberal" en Cali, Valle del Cauca; parte de las acciones de esta novela también transcurren en Huila), y Cóndores no entierran todos los días (Tuluá, Valle del Cauca).

11Era menester encarnizarse para tener fama de macho. El más cruel era el más hombre. Y todos querían rivalizar. "Pájaro Azul", ratero y asesino de profesión, impuso la tónica. (1953 [1973], Daniel Caicedo, Viento seco, p. 43).

12En el Atlas Lingüístico-etnográfico de Colombia, ALEC, tomo II, lámina 204, se registra la palabra cuervo para denominar al gallinazo (Coragyps atratus, Linneo), en Tolima, Cundinamarca, Boyacá y Santander, principalmente. Lo anterior permite trazar una geografía de la violencia porque estos son algunos de los departamentos más golpeados por la Violencia bipartidista.

13Agente uniformado del Gobierno conservador, que usaba quepis o cachucha; la forma despectiva como se denominan se deriva de esta última voz.

14Sobre la animalización y ridiculización de la dictadura de Laureano Gómez véase Bellini, Giuseppe (2007). Jorge Zalamea y la destrucción del personaje. Thesavrus, tomo LII, Núms. 1, 2 y 3. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.

Para citar este artículo Espejo, M. B. (2020). Los imaginarios de la irracionalidad a través de metáforas zoomorfas en la literatura de violencia colombiana. Folios, 51, 17-31. doi:10.17227/folios.51-10900

Recibido: 07 de Junio de 2019; Aprobado: 25 de Julio de 2019

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