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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

versão impressa ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.15 no.2 Bogotá jul./dez. 2013

 

RESEÑA DE LOS HOSPITALES DE ULTRAMAR*

Adolfo Castañón
El Colegio de México - México, D. F., México
avecesprosa@yahoo.com.mx

Reseñas


RESEÑA DE LOS HOSPITALES DE Ultramar consta de catorce textos de variable extensión. Es una sucesión o teoría de poemas en prosa, letanías, fragmentos, versos de arte mayor, ex-votos, viñetas, estampas, cuadros, parábolas e imágenes, cartas y comentarios trazados entorno a una arquitectura imaginaria como en una tapicería. El libro fue publicado originalmente en 1957, en las prensas de la editorial de la Universidad Veracruzana avecinada con Xalapa -una ciudad, por cierto, con atmósferas de región cafetalera, y en una editorial que por entonces dirigía el escritor Sergio Galindo y que publicaría La hojarasca, Los funerales de la mamá grande, de Gabriel García Márquez, Ese parto existe, de Blanca Varela, El sueño creador, de María Zambrano y Magia de la risa, de Octavio Paz-.

Álvaro Mutis había publicado unos años antes, en 1955, en la revista Mito, cuatro poemas del libro, veintiún años después de la muerte de su padre, Santiago Mutis Dávila. Cuando da a la estampa Reseña de los hospitales de Ultramar, Mutis tiene 37 años, vive en México y ya ha pasado por la experiencia que lo llevó a la cárcel de Lecumberri -una experiencia acaso providencial, dictada por una misteriosa justicia poética-: podrían trazarse paralelos y correspondencias entre la experiencia carcelaria mexicana y los espacios de esa desolada arquitectura de los hospitales de Ultramar que, por momentos, parecen inspirados en la inquietante arquitectura imaginaria de las cárceles de Giovanni Battista Piranesi.

El mundo de Mutis aparece aquí ya completo e integrado, de hecho anunciaba su profunda e inquebrantable unidad desde su primer libro, Los elementos del desastre (1953), en el cual aparece la "Oración de Maqroll". La mitología y el mundo imaginario que Mutis galvanizaría en Reseña de los hospitales de Ultramar.

El primer poema es un pregón, un género que no le sería ajeno. Está enunciado con la entonación de un director de circo que invita al auditorio a contemplar el espectáculo de las diversas enfermedades y enfermos que ahí se alojan. Dato ineludible: para el narrador de Mutis, el sujeto elocuente que va creando y tomando posesión de su territorio a medida que lo enuncia y describe, el dolor es una representación, la enfermedad, habitualmente secreta y sigilosa, un espectáculo cuyo heraldo es esa voz que invita al voyeurismo "de esta gran casa de los enfermos". El lema central de este pabellón de catorce galerías se teje en un infatigable ir y venir; un ir y volver del dolor a su representación, del sufrimiento al espectáculo, de la imagen a la agonía y de esta a la clasificación. Reseña de los hospitales de Ultramar organiza y brinda una clasificación de agonías y de posibilidades o actitudes del morir bajo la forma amable de un relato poético y legendario.

Una atmósfera castrense recorre con solemne paso marcial, compás médico y mirada de naturalista esos espacios desolados. La escenografía recuerda el castillo amurallado de El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati, o el fuerte de Le Rivage des Syrtes, de Julien Gracq. Estos espacios huelen a El Castillo de Franz Kafka, pero sobre todo a ese rancio aroma inconfundible de la piedra vieja y gastada, impregnada de orines y herrumbre; salitre y sargazo reseco como las rancias exudaciones que impregnan, por ejemplo, la iglesia de los negros de San Pedro Claver en Cartagena o las celdas y mazmorras de San Juan de Ulúa en Veracruz o los sótanos y guarniciones de El Castillo del Morro en Puerto Rico.

Los epígrafes, extraídos de antiguos libros de historia de la medicina como la Historia de la medicina en las Indias orientales (1735), de Van der Hoyster, los Comentarios médicos de las Indias, de Juan de Málaga (1726), o la Historiae Institutionabus Benefetientiae, de Pietro Martinoli (1789), dan una clave: cabe leer la serie de los catorce poemas a la luz de una historia de la locura; por ejemplo, la de la Historia de la locura o la de El nacimiento de la clínica, ambos de Michel Foucault. Las enfermedades que están en juego o sobre la mesa del quirófano poético son sobre y ante todo enfermedades mentales que tienen una raíz y una huella social y política.

Esto lo confirmaría el hecho de que el único hospital cuyo nombre se da a conocer es el Hospital de los Soberbios. ¿Quiénes son los soberbios? En Filosofía y vocación, un libro colectivo armado por el filósofo español José Gaos, con la colaboración de sus alumnos Luis Villoro, Emilio Uranga, Ricardo Guerra y Alejandro Rossi, el maestro español recuerda que el rasgo psicológico dominante, el vicio si se quiere, del filósofo es la soberbia que le dice al oído el secreto de su superioridad, por el hecho de intentar medir el absoluto o medirse con él. Vamos haciendo la luz: ¿será que en el Hospital de los Soberbios se alojan los filósofos y los intelectuales, aquellos que se creen superiores a los demás, los "listos"? Esta pista nos lleva a concluir que en Reseña de los hospitales de Ultramar lo que se trata, en el sentido médico, clínico y literario de la palabra, son esas enfermedades espirituales y mentales que corroen la espiritualidad y el corazón. El Hospital de los Soberbios es un pabellón de los cancerosos ubicado en la selva tropical. La mirada del poeta, la mirada del poema, es la de un naturalista desinteresado dispuesto a distinguir en un tumor no solo su virulencia, sino su belleza y simetría. De las heridas, a Mutis le interesa, como diría Octavio Paz, su forma, el dibujo que componen con su tatuaje tornasolado las llagas de los cuerpos dolientes. Esos dibujos componen un alfabeto. Con él esmalta Álvaro Mutis sus retablos poéticos. Hay en Mutis mucho de filósofo griego tardío, mucha madera bizantina, alejandrina. La carga de un pagano que conoció el cristianismo y volvió al paganismo con la sabiduría que destila en su seno el ambiguo vino de la cristiandad. ¿No es como un soldado cristiano discípulo y sobreviviente de Adriano o Constantino?

En algunos casos, como en el fragmento "El Hospital de la bahía", el relato corre a cargo de uno de los inquilinos o internos del hospital. La reseña de los hospitales es una crónica y una escenografía: la narración progresa morosamente reconociendo el paisaje, es decir, con el tono del que vuelve a contar. Los paisajes reseñados ya han sido vistos antes por el narrador, y parte de su técnica -de su saber hacer- estriba en ese simulacro del que vuelve a contar, re-seña lo ya señalado. Pone en presente lo que ya pasó. El presente eterno del pasado imperfecto. Los hospitales alojan huéspedes, pacientes que están de paso y de viaje por el país de la enfermedad hacia la muerte, hacia el mar del morir.

Los hospitales pueden estar cerca de una bahía o a la orilla de un río, cerca de un aserradero; están o deben estar cerca del agua. Están en la orilla del tiempo, a la orilla de una historia en apariencia estancada, casi petrificada. Su dimensión parece situarse fuera del tiempo, en un Ultramar, fuera de la historia. No hay en apariencia acción: solo las palabras que se filtran, la gotera del enunciado que se ofrece con una monotonía y tenaz variación musical sobre los mismos motivos. Los hospitales de Ultramar pueden estar en cualquier sitio, en la selva o a orillas del mar. En realidad, sus pacientes se curan ahí de la falta de experiencia, de las heridas y llagas de una voluntad rota, deshecha. La reseña culmina con un canto mortuorio, un lamento o treno titulado "Moirologhia". El texto parecería un canto arcaico, una urdimbre de versículos entresacados de la epigrafía funeraria. Con este canto, la reseña revela su verdadera condición de libro de los muertos; en sus páginas el juego que se desarrolla es el aprendizaje del morir, una pedagogía que se cumple como una gimnasia, cuyas reglas de correlación y simetría son ante todo estéticas y las rige la plumada de la majestad. Reseña de los hospitales de Ultramar puede considerarse por ello un monumento funerario.


* Palabras leídas el 27 de agosto de 2013 en la Sala Germán Arciniegas de la Biblioteca Nacional con motivo de la semana organizada por la Universidad Nacional para conmemorar los 90 años de Álvaro Mutis y la publicación de Reseña de los hospitales de Ultramar en la colección "Viernes de poesía", en la ciudad de Bogotá, Colombia.