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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.17 no.2 Bogotá July/Dec. 2015

https://doi.org/10.15446/lthc.v17n2.51272 

http://dx.doi.org/10.15446/lthc.v17n2.51272.

Las transformaciones en la concepción de universidad y el caso brasileño

Transformations in the Idea of the University and the Brazilian Case

Transformações na concepção de universidade e o caso brasileiro

Fabio Akcelrud Durão
Universidade Estadual de Campinas (Unicamp), Campinas, Brasil fabio@iel.unicamp.br

Cómo citar este texto (MLA): Durão, Fabio Akcelrud. "Las transformaciones en la concepción de universidad y el caso brasileño". Literatura: teoría, historia, crítica 17.2 (2015): 41-58.

Artículo de reflexión. Recibido: 26/04/15; aceptado: 03/05/15.


La creciente división del trabajo intelectual ha conducido a la proliferación de sub(sub)campos de estudio, los cuales ganan en poder de caracterización aquello que pierden en su visión de un todo (un todo que, ahora, es visto prácticamente como anatema). El presente texto discute, en primer lugar, las amplias mutaciones por las cuales han pasado la idea y la práctica de la universidad. En seguida, aborda los reflejos de esa dinámica en el ámbito de los estudios literarios, con el contexto brasilero como trasfondo.

Palabras clave: Brasil; neoliberalismo; Teoría; universidad.


The growing division of intellectual labor has led to a proliferation of (sub)sub-fields of study. Gains achieved by specialization, in terms of characterizing their object of study, have been matched by the loss of a holistic vision (with "the whole" now essentially considered an anathema). The present text discusses, firstly, the wide-ranging mutations that the idea and practice of the university have gone through. From there, the article turns to reflections on this dynamic in the field of literary studies, with the Brazilian context providing a backdrop.

Keywords: Brazil; Neoliberalism; Theory; University.


A crescente divisão do trabalho intelectual tem levado à proliferação de sub(sub)-campos de estudo, que ganham em poder de caracterização de objetos aquilo que perdem de uma visão do todo, agora praticamente visto como anátema. O presente texto discute as mutações amplas pelas quais têm passado a ideia e a prática da universidade, para em seguida abordar reflexos dessa dinâmica no âmbito dos estudos literários, sob o pano de fundo do contexto brasileiro.

Palavras-chave: Brasil; neo-liberalismo; Teoria; universidade.


Este artículo tiene en su base dos motivaciones complementarias. La primera es una experiencia profesional, la de haber sido elegido en 2014 presidente de la Associação Nacional de Pós-Graduação e Pesquisa em Letras e Linguística (ANPOLL), una posición que por sí sola, performativamente, obliga a una visión desde arriba, a la reflexión sobre el área como un todo, dentro del contexto brasileño.1 La segunda fue la lectura de Die akademische Elite (2007) y Akademischer Kapitalismus (2011), de Richard Münch, libros que ofrecen un diagnóstico abarcador, persuasivo y sombrío del sistema académico alemán en un mundo globalizado, un sistema que es visto, de manera interesante, como periférico frente al sistema norteamericano. El texto está dividido en tres partes cuyo objeto se va estrechando: la primera comenta libremente los libros de Münch, la segunda compara su descripción con la situación del campo académico en Brasil y la tercera se ocupa de aspectos de ese estado de cosas dentro del ámbito de los estudios literarios.

I

Die akademische Elite y Akademischer Kapitalismus poseen varios puntos en común. El primer volumen describe los efectos nocivos de la implantación, en Alemania, de un sistema universitario basado en el concepto de excelencia; el último, la transición del modelo humboldtiano, que constituye la base de la universidad moderna, a uno neoliberal o posmoderno. En efecto, esa transformación puede funcionar como el núcleo a partir del cual todo lo demás se despliega. La idea humboldtiana de universidad, que sería adoptada como ideal por la academia estadounidense (Parsons y Platt), tiene como principal característica la formación y el sostenimiento de un espacio igualitario de conocimiento: los investigadores deben tener total libertad para explorar sus objetos de estudio según la lógica y el ritmo que tales objetos demandan. La sociedad, por medio del gobierno, sustenta la universidad sin exigir algo inmediato a cambio; ella delega el poder de autogestión en los académicos, pues entiende que el progreso del saber, el descubrimiento de lo desconocido, no se puede dar de forma programada: no es posible prever lo imprevisible. El financiamiento ocurre a priori, como un voto de confianza (Treuhänderschaft) en que los recursos empleados llevarán a beneficios futuros, ya que el saber generado por la universidad puede resultar, aunque no necesariamente, en beneficios para todos. En la historia de la ciencia, los descubrimientos hechos desinteresadamente, incluso por casualidad, muchas veces condujeron a breakthroughs, al descubrimiento de nuevos horizontes de investigación. En este modelo, por lo tanto, la universidad participa del régimen moderno de autonomización de las diversas esferas de la vida social: de la misma manera que el derecho no puede sufrir la injerencia del gobierno, o que la religión no puede interferir en el arte, debe haber una esfera en la cual la búsqueda del saber pueda seguir su dinámica propia, sin la influencia de la economía.

Bajo esa concepción de universidad, los profesores forman una comunidad de especialistas, tanto dentro de las facultades como en las asociaciones científicas. Los resultados de la investigación son ofrecidos como un don a la totalidad de los estudiosos de determinado campo, a cambio del honor de poder pertenecer a su selecto círculo. Este aspecto comunitario es el núcleo del modelo, pues aunque exista una competición subyacente por el renombre, por la fama entre los pares, no falta el reconocimiento por parte del grupo de científicos. Todos están en pie de igualdad para divulgar el conocimiento que desarrollaron y cuestionar libremente las contribuciones hechas por los otros. Si impera una presunción de igualdad entre los participantes de la comunidad científica, la oposición fundamental es aquella entre los que hacen parte y los que están afuera. El punto clave en esa visión de la academia, el momento decisivo, es el de la inclusión del neófito en el grupo de los conocedores. Todos aquellos rituales que hoy pueden parecernos sin propósito o exagerados adquieren sentido al marcar simbólicamente la aceptación de alguien en el medio de los investigadores de un campo específico. La defensa del doctorado o, en el caso alemán, de la Habilitation sería el momento de transición, aquel en el cual la persona deja de ser un aspirante para ser tenido por un igual entre los enterados. A ese, a veces difícil,2 proceso de acogimiento le subyace la valorización de la búsqueda de la verdad; ella explica el carácter casi trascendente del trabajo académico, como si lo que estuviese en juego fuera algo de otro mundo, lo que, en cierto sentido, no deja de ser verdadero.

Otra característica importante de la idea humboldtiana de universidad es la inseparabilidad entre enseñanza e investigación (y, dependiendo del caso, extensión). Pedagógicamente, eso significa que, junto con la transmisión de un contenido específico, se enseña una postura inquisitiva en relación con el conocimiento. Aprender pasa a significar la capacidad de cuestionar determinado objeto, lo que, claro, supone haberlo aprehendido antes. El saber, aquí, es algo en constante movimiento, por más lento o paulatino que sea, y la posición del sujeto con respecto al objeto de enseñanza/investigación es de interioridad o intimidad: justamente por ser algo que domino e interrogo, que manipulo de la manera que me parece más adecuada, establezco una proximidad con él. Es lo contrario de la escuela, que lidia con contenidos fijos, producidos por otros, que los alumnos deben memorizar; como se trata de algo estático, surge como pura exterioridad. Por último, es importante observar que la actitud humboldtiana ante el conocimiento proyecta un ideal crítico de persona y de ciudadano, pues cuando es extrapolada de su campo específico puede convertirse en visión de mundo, en una disposición cuestionadora que no acepta las cosas simplemente porque sean como son.

El segundo modelo, aquel que se viene imponiendo en las últimas tres décadas, se caracteriza por el debilitamiento de la autorregulación por medio de la comunidad científica. Un paso decisivo para eso fue el desarrollo y la implementación del New Public Management (NPM), que llevaría a la universidad el ideal de eficiencia del sector privado. El término clave aquí es "excelencia". El proceso es, sin duda, bien complejo en sus causas, pero sus resultados se hacen sentir en la totalidad de la vida académica. Los siguientes aspectos pueden dar una idea de la profundidad de la mutación por la que atraviesa la universidad:

  1. En el marco anterior, los cargos administrativos eran desempeñados por profesores, que después de sus mandatos volvían al salón de clases y al laboratorio. En muchos casos, las actividades burocráticas eran vistas como un fardo, un mal necesario, un sacrificio que el investigador hacía por la comunidad, pues temporalmente estaba obligado a parar de estudiar; por eso, frecuentemente había una rotación. El cuerpo administrativo de la universidad neoliberal está apenas en parte constituido por docentes, y las idas y venidas entre los cargos administrativos y la investigación se vuelven una excepción. Como los salarios de los administradores son en general más altos que los de los profesores, una vida burocrática muy fácilmente puede ser más atractiva que la del aula, y el doctorado frecuentemente aparece como obstáculo forzoso en el camino hacia más dinero. Gradualmente se va formando una disyunción, o incluso un antagonismo, entre la casta administrativa y el cuerpo de profesores (cf. el desalentador panorama ofrecido por Ginsberg).
  2. Como consecuencia de la separación entre profesores y administradores, aquellos pierden fuerza. El reciente caso de Steven Salaita es ejemplar: después de haber pasado por un riguroso proceso de escogencia y haber recibido la aceptación oficial del comité de selección, su contratación fue impedida por las instancias superiores, por el board of trustees, debido a tweets considerados antisemitas.3 Al apelar a un code of civility, la administración de la Universidad de Illinois en Urbana/Champaign dio motivos para sospechar que la "civilidad" puede ser usada como instrumento de censura.
  3. El New Public Management trajo consigo un cambio en la financiación de las universidades y de la investigación. Se llega al consenso de que el trabajo académico debe buscar fuentes externas de recursos y hacer, siempre que sea posible, alianzas con empresas que, así, convierten en privados los resultados obtenidos con financiamiento al menos parcialmente público. Pero incluso los recursos estatales cambian de naturaleza; en vez de dirigirse a la comunidad de investigadores como un todo, ahora pretenden concentrarse en las universidades más productivas. El problema aquí es que, para que el saber genere lo nuevo, necesita de la multiplicidad, de investigaciones que se atrevan a desbrozar caminos antes no pensados y que normalmente fracasan, pero que de vez en cuando llevan a la apertura de un nuevo horizonte. La investigación científica no puede temer al error ni, consecuentemente, al desperdicio de tiempo y recursos, cosa que, como es evidente, va en contra de la visión economicista. El resultado de esa política de financiamiento es la formación de monopolios, carteles y oligarquías.
  4. En el centro de ese proceso está la cuantificación de la producción académica (pero nótese que incluso "producción" ya no es una palabra del todo adecuada, pues trae consigo todo un universo semántico, un conjunto de presupuestos cuestionables). La medida en que la palabra "evaluación" se ha trivializado demuestra el grado de penetración de la nueva concepción de universidad. Ella no tendría mucho sentido en el modelo antiguo, pues, como vimos, el control era ejercido por los propios docentes e incidía primordialmente sobre el proceso de aceptación de nuevos miembros en la comunidad y no sobre lo que debían hacer. Cuantificación y gerencia externa se determinan mutuamente. Cuando los números son elevados al rango de parámetros, se instaura toda una serie de efectos negativos. Solo resulta digno aquello que es mensurable y la organicidad de la vida académica se ve perjudicada. La docencia deja de ser parte integral del oficio del investigador y se convierte en un castigo, una carga para quien publica menos, en tanto que los más productivos son premiados con el alejamiento del aula. También hay una mudanza en el carácter formativo de los investigadores, que ahora pierden el valor que antes tenían para convertirse en mano de obra auxiliar en las publicaciones. El artículo se transforma en la unidad básica de valor y se establece la tendencia a llevar a cabo producciones cada vez menores, los textos-salami o fast food papers.
  5. El espíritu numérico no reina solamente en las mentes de los burócratas y administradores; penetra en la esfera intelectual bajo la forma de capital simbólico (un término en sí mismo incómodo, pero aceptado como neutro por casi todos, incluido Münch). Con los ránquines, el honor de hacer parte del mundo especial de los investigadores es sustituido por el prestigio de pertenecer a una institución específica. La porosidad entre el capital simbólico y el real es extrema; la conversión del uno en el otro se da casi inevitablemente. Si la universidad siempre fue excluyente, bajo la égida neoliberal pasa a reflejar mucho más fielmente las diferencias de clase, con lo que contribuye a la reproducción de la desigualdad social.
  6. En relación con las ciencias humanas específicamente (algo que será retomado más adelante), el principio de la cuantificación representa un proceso de colonización por parte de las ciencias exactas. El libro como forma se desvaloriza; los grandes estudios, como Formação da literatura brasileira (1959), de Antonio Candido, obras extensas que pretenden dar cuenta de un horizonte amplio, se vuelven prácticamente inviables debido al tiempo que exigen.4
  7. Como una consecuencia lógica natural, las asociaciones profesionales pierden relevancia, aun cuando mantengan representatividad, pues aquello que representan se ha debilitado.

El nuevo régimen académico también promueve una metamorfosis en las prácticas establecidas. Considérense dos ejemplos: si la citación fue tradicionalmente concebida como un registro de la deuda del investigador con aquello que había sido elaborado anteriormente (incluso por la negación), ella cambia de carácter con el empobrecimiento de la idea de comunidad. El gesto de citar pasa a identificarse con una lógica de poder y a ser usado estratégicamente; de ahí que los investigadores de menor renombre tiendan a mencionar con frecuencia a los más famosos (que hoy en inglés son llamados stars), para absorber algo del prestigio de estos, mientras que los investigadores que están en la cima no precisan citar a nadie. Esta es apenas una entre varias manifestaciones palpables, presentes en la cotidianidad de cualquier profesor universitario, que dan fe de las alteraciones por las que ha pasado la comunidad académica. En segundo lugar, piénsese en el ritmo de la escritura. Según el procedimiento tradicional, la composición de ensayos o capítulos era posterior a la conclusión de la investigación; en la universidad contemporánea, las publicaciones, como entidades abstractas, desprovistas de cualquier contenido a priori, la anteceden, pues hay una necesidad de agrandar los números. Esto hace que el artículo o el libro aparezcan como cosas vacías que deben ser llenadas con alguna especie de contenido.

Sin embargo, en conjunción con la microestructura del día a día hay tendencias abarcadoras en juego. Es interesante recordar aquí el diagnóstico de Bill Readings en The University in Ruins (1996) con respecto a la idea de excelencia. Según él, lo "excelente" significa una ausencia de referencia: en vez de apuntar hacia algún objetivo sustantivo, un fin tangible que las universidades deberían alcanzar, establece el mérito como resultado de una comparación entre ítems más o menos similares. La desaparición de una finalidad palpable, para Readings, está relacionada con el debilitamiento de los proyectos nacionales y del papel central que las universidades desempeñaban necesariamente en ellos como agentes de reproducción social, según el modelo humboldtiano. Solo cuando ya no existe una imagen del desarrollo de la nación -sin duda asociada a la ideología de una cultura, un pueblo o incluso una raza orgánicos-, puede surgir un sistema universitario transnacional, como vimos, regulado por índices cuantitativos, preocupado ante todo por la idea de medición. Queda así claramente señalada la pertenencia de la universidad de excelencia al espíritu de la posmodernidad, que desafía la moderna división de la sociedad en distintas esferas autónomas, regidas por leyes propias.

Sin duda, Münch es consciente de los problemas inherentes al modelo anterior de universidad, pero no los subraya. Para obtener una imagen más completa de la situación actual, sería necesario disipar cualquier ideologización del pasado. La antigua estructuración de la universidad poseía serios vicios, que ciertamente facilitaron su caída. Como tenía algo de espíritu de gremio, resistía los cambios drásticos. Ese conservadurismo iba de la mano del personalismo, que conducía a prácticas de apadrinamiento y endogamia. El New Public Management tiene una postura agresiva en relación con el conjunto de los funcionarios estatales; con su énfasis en la competición como estímulo a la productividad, parece tener como presupuesto una pereza endémica del sector público. Ahora bien, aunque sea falsa como panorama general, la indolencia no era algo tan raro. Finalmente, la concepción de la investigación en la universidad moderna no combinaba bien con la masificación de la educación superior, un ideal que alimentó a las generaciones posteriores al 68. Tal vez el problema aquí no fuera simplemente la magnitud del número de admitidos a la universidad, sino el hecho de que, con la masificación, las barreras que la separaban de la sociedad se volvieron más débiles. El caso no es solamente que la sociedad pueda acusar a la academia de ser elitista: los vectores pueden ser invertidos y la academia criticar a la sociedad por ser mediocre.

II

La presión de una tendencia universal no impide que haya variaciones nacionales y regionales acentuadas. El caso brasileño es interesante, porque exhibe un campo de fuerzas cognitivamente rico, en el cual coexisten claramente dos opuestos distantes: de un lado, una inversión considerable en la educación pública superior y, de otro, una falta de resistencia a las peores prácticas de la educación privatizada. En efecto, esa distinción entre universidad pública y privada es la criba que sirve para caracterizar inicialmente la academia en Brasil. A diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, la universidad pública es totalmente gratuita y proporciona asistencia a los estudiantes de bajos ingresos. Es un importante vehículo de movilidad social, y mucho de lo que viene ocurriendo de interesante en la cultura brasileña de los últimos treinta años está de alguna manera ligado a ella.5 Por otro lado, el sistema privado, con la excepción de algunos pocos casos (como el sistema de las pontificias universidades católicas, PUC), solo muy de lejos se asemeja a un concepto fuerte de universidad. En su casi totalidad, impera la sujeción a una dinámica de mercado, la búsqueda del lucro por encima de cualquier ideal de conocimiento (sobre el contexto estadounidense, cf. Donoghue).

La mercantilización de la educación superior es parte importante de un horizonte político e ideológico más amplio; en efecto, puede servir como prisma para una visión general de la sociedad. En Brasil, en los años del gobierno neoliberal de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), el crecimiento de las instituciones privadas fue impulsado por la aprobación de la Lei de Diretrizes e Bases da Educação Nacional (LDB), sancionada en 1996, que estableció los parámetros sobre los cuales las instituciones de educación superior (IES) pueden dedicarse a la obtención de lucro. Si es verdad, como argumenta Durham, que la reglamentación impidió que las fundaciones educativas siguieran enmascarando sus ganancias, también abrió el camino a la formación de poderosos conglomerados, con capital abierto y acciones en la bolsa de valores. Como prueba de eso, Chaves da el ejemplo de Anhanguera, que

pasó a ser la mayor empresa del sector privado de educación superior [de Brasil], con 720.000 alumnos matriculados (incluyendo alumnos de cursos de pregrado y posgrado, de profesionalización, presenciales y a distancia). La mayor parte de las acciones de Anhanguera Educacional pertenece al grupo Pátria Investimentos que, a su vez, como registra su web site, tiene alianzas con los bancos de inversión norteamericanos Salomon Brothers y Oppenheimer. (493)

Se percibe aquí que la educación superior no se diferencia cualitativamente de los otros niveles: la estructura empresarial los atraviesa a todos. De 2002 a 2008, el sector de la educación superior privada como un todo tuvo un crecimiento del 25%, pues su facturación pasó de 44.000 millones de reales a 55.000 millones (Chaves 494). El ramo iguala a las más grandes empresas del país, como Vale do Rio Doce (minería) o Petrobras (petróleo). O, con otro corte temporal: de 1996 a 2007 hubo en Brasil un incremento del 161,2% en el número de alumnos matriculados en la educación superior; el sector privado creció un 221,2% y el público, un 68,7%. En 1996, las IES públicas representaban el 22,9% del total del país; en 2007, el 10,9%. Según el balance hecho en 2013 por la Federação Nacional das Escolas Particulares y por la Fundação Getúlio Vargas, el número de IES privadas aumentó de 1.934 a 2.112 entre 2005 y 2012. De acuerdo con los últimos datos disponibles, en 2012 tenían 5.140.312 alumnos matriculados.

Es interesante notar que los gobiernos socialdemócratas de Luís Inácio Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011 hasta hoy) no revirtieron el cuadro incentivado por Fernando Henrique Cardoso: no hubo fuerza política para enfrentar el lobby de las universidades privadas. Por el contrario, la expansión de la educación privada ha sido fuertemente subsidiada por el gobierno federal. El Programa Universidade para Todos (ProUni) tiene como finalidad "la concesión de becas integrales y parciales en cursos de pregrado y en cursos secuenciales de formación específica, en instituciones privadas de educación superior. Creado por el gobierno federal en 2004 e institucionalizado por la Ley 11.096 el 13 de enero de 2005, ofrece en contraprestación la exención de impuestos a aquellas instituciones que adhieren al programa".6 En 2012, el número total de alumnos activos en el programa fue de 1.217.179, lo que equivale al 23,68% del cuerpo estudiantil de la red privada. Dos observaciones son necesarias aquí. En primer lugar, vale la pena tener en mente que ese crecimiento de la red privada ocurrió bajo el gobierno desarrollista, de centro-izquierda, del Partido dos Trabalhadores, que también invirtió en la expansión del sistema público. Eso demuestra la fuerza de las empresas de educación y lleva a pensar que en un ambiente más propicio a la iniciativa privada, la progresión sería todavía más acentuada. Además, es importante subrayar que la expansión de la educación superior posee un aspecto positivo en sí, cuando se la compara con su simple ausencia. Es mejor algo que nada; la universidad, en Brasil, frecuentemente desempeña el papel de complemento de la secundaria. Sin embargo, cuando no se invoca la oposición entre alguna cosa y el vacío, sino entre lo bueno y lo malo, la conclusión es diferente. Apenas el 17,79% de los docentes de IES privadas tienen doctorado.7 Teniendo en cuenta que ese porcentaje incluye a las PUC, que emplean mayoritariamente doctores, caerá aún más si se limita a las instituciones con ánimo de lucro.

Paralelamente al crecimiento de la educación superior privada, sin embargo, el gobierno federal ha invertido en la creación de nuevas universidades y campus, con el resultado de que el sistema se encuentra en expansión, de modo que aún es posible ser contratado en el interior apenas con maestría. Vale la pena contrastar rápidamente esa situación con la de Estados Unidos, que actualmente pasa por un proceso acentuado de precarización del trabajo intelectual: "entre 1975 y 2007, los profesores sustitutos [adjuncts] crecieron del 43,2% del cuerpo docente al 68,7%. Eso coincidió con la caída del número de profesores con estabilidad [tenure] del 56,8% al 31,2%" (Orbesen). Nótese bien: no se trata de lamentar un pasado idílico; es necesario reconocer, como demuestra Newfield, que desde el comienzo la universidad estadounidense estuvo íntimamente ligada a la economía (así como a la religión). Eso no quiere decir, en todo caso, que aquello que está siendo impuesto a la universidad no pueda, al final, desfigurar su propio concepto hasta el punto de transfigurarla en otra cosa.

Sea como fuere, la duplicidad de la realidad brasileña hace que sea difícil tener una visión de conjunto: es como si dos universos paralelos, regidos por leyes propias, coexistiesen uno al lado del otro. O mejor, no dos mundos separados, sino en tensión, pues políticas gubernamentales específicas pueden llevar al desmantelamiento del sistema público y a su sustitución por algunas pocas islas de investigación y una multitud de universidades que, cual escuelas de enseñanza secundaria, no hacen investigación y se consagran a la masificación del acceso a la educación "superior".

III

Las transformaciones por las que pasa la universidad alcanzan a los estudios literarios amplia y profundamente, pues no es cierto que la literatura se adecúe sin resistencia a ese nuevo estado de cosas. En el contexto brasileño, el aspecto más relevante es una concepción cientificista de la literatura. Las dos cosas no van naturalmente de la mano. La literatura tiene inevitablemente un carácter no-conceptual, del que la ciencia más reciente no puede sino sospechar como misticismo, pero que, situado de forma correcta, funciona como una crítica a un cierto ideal científico de claridad. O, para decirlo de un modo algo polémico: en la lista de los conceptos caros al área, la investigación es inferior a la crítica. Lo mismo vale con respecto a la inutilidad de lo literario: se trata de algo artificial, hecho por personas, pero cuyo estudio, a diferencia del de la sociedad, la historia o las civilizaciones, no se traduce en ganancia, y que espontáneamente hace aparecer la pregunta "¿para qué tanto esfuerzo?", pero que a su vez puede funcionar como condena del utilitarismo erigido en estatuto ontológico. Otro rasgo importante se refiere al papel del tiempo, que en los estudios literarios es acumulativo y no lineal como en la ciencia. Eso significa que el presente no anula el pasado, sino que lo absorbe, lo que implica un proceso mucho más demorado de reflexión. En vista de esa idea estructuradora de sedimentación, no solo se problematiza la velocidad de la investigación, sino su propia generalidad. Es posible defender que ella no se adecúa al pregrado, que los años iniciales de la educación superior deberían ser dedicados a la formación de un bagaje de lectura, una especie de repositorio de experiencia que ayudaría en la elaboración posterior de hipótesis de lectura (cf. Durão, "A crise nos estudos"). Otra zona de conflicto entre el ideal de la ciencia y la naturaleza de los estudios literarios está en el carácter constitutivo de la composición como dinámica de descubrimiento. La escritura sería aquello que, mutatis mutandis, correspondería al empirismo de la ciencia. La reproductibilidad de determinado experimento, en los estudios literarios, se da con la aplicación de una idea a un objeto diferente, lo que es válido desde el punto de vista de la ciencia, pero empobrecedor en la literatura. Lo que hace confiable determinada interpretación, aquello que hace que parezca verdadera, es su articulación como texto: es como hacer surgir lo natural a partir de una segunda naturaleza.

Hay, sin embargo, dificultades que se deben al contexto brasileño más específicamente. Consideremos los siguientes factores: 1) La profesionalización de las letras es algo bien reciente, cosa de los últimos treinta o cuarenta años. 2) Como consecuencia de eso, no existe una representación social del área. La idea del ciudadano medio, cuando la tiene, es la de que la facultad produce profesores de educación media, que impartirán clases de gramática y estilos de época. La mayoría de los alumnos percibe la existencia de una carrera como investigador en la propia graduación; la ausencia de un componente vocacional, de un deseo a priori (no importa cuán vago) por el objeto, fomenta el oportunismo. 3) La fuerza de la disyunción centro-periferia (sobre esto se volverá más adelante) hace que la interlocución ocurra mucho más entre brasileños y extranjeros que entre brasileños y brasileños... O mejor: el término "interlocución" no es exacto, porque ni Agamben, ni Žižek, ni Spivak dan la menor importancia a lo que los brasileños dicen de ellos. Sea como fuere, el resultado de todo esto es la fragilidad del campo de estudios, que surge como difuso, con poca densidad y consistencia. De paso, esto ayuda a explicar la demonización de las agencias de fomento, en especial la Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior (Capes), que es vista como una entidad represora y tiránica, lo que no es el caso de ninguna manera.8

Pero la tensión entre la nueva cientifización de los estudios literarios y su objeto no se restringe a la démarche investigativa, sino que penetra igualmente las formas materiales en las cuales se producen las ideas. Los artículos de revista, las colecciones de libros, los congresos, las opiniones, el papel de las agencias de fomento,9 etc., podrían ser analizados, así como la cada vez más estrecha relación entre la universidad y la industria cultural. Un ejemplo, sin embargo, deberá bastar: el de la idea de proyecto. Esta es extraña a los estudios literarios. En primer lugar, generalmente implica un periodo limitado y fomenta la investigación colectiva, lo que por su parte tiende a anular la individualidad de la escritura. De ahí que no sorprenda la virtual desaparición de aquellos libros escritos individualmente y cuya composición exige varios años, impensables bajo el régimen del proyecto. En su lugar surgen colecciones de artículos de varios autores. Pero más allá de eso, este concepto presupone una idea autodelimitada de su objeto y un carácter palpable de los resultados, lo que contradice el ideal ensayístico de buena parte de la crítica. Para decirlo de otra forma, la noción corriente de "proyecto" no consigue lidiar ni con la lectura ni con la escritura como procedimientos de investigación. O sea, cuando leemos, nos abrimos a asociaciones que destruyen la coherencia del objeto inicialmente propuesto; cuando escribimos, descubrimos lo que sabíamos sobre él. El proyecto anticipa (y así potencialmente constriñe) justo aquello que surge como nuevo y desconocido; para ser válido, y no fruto de mala fe o wishful thinking, el proyecto, en sentido estricto, debería ser escrito al final de la investigación.

Otro punto de interés, que nos servirá de desenlace, concierne a la relación entre las ideas y el modus operandi de los estudios literarios cientifizados en la universidad de excelencia. La cuestión aquí es intentar relacionar una forma de funcionamiento de la universidad y modalidades específicas de articulación conceptual. Nótese bien: no se trata de reducir las ideas a sus condiciones materiales de existencia, ni de postular alguna especie de determinismo. En lugar de eso, es más provechoso pensar que determinadas configuraciones de producción intelectual facilitan ciertos tipos de pensamiento; cuanto más precarias sean las condiciones del trabajo intelectual, tanto más tentador será adoptarlos. La hipótesis aquí es que aquello que se conoce como Teoría (y ya no como teoría literaria; cf. Durão, Teoria (literária) americana) puede ser visto como la manifestación más adecuada a las transformaciones por las que vienen pasando los estudios literarios. Eso puede ser comprobado, porque:

  1. la Teoría es estructuralmente cosmopolita, antinacional por excelencia. Como aquello que la mueve es la continua innovación conceptual, su esfera de validez será siempre universal, lo que no impide la existencia de estudios basados en la nación. Estos no serán leídos dentro de una tradición propia, sino posiblemente incorporados en una teoría general del nacionalismo, o incluso del poscolonialismo;
  2. la Teoría reproduce la división internacional del trabajo en el ámbito de las ideas. En Brasil, por ejemplo, ella es la tecnología importada para ser aplicada a las manifestaciones culturales nacionales en bruto -lo mismo que se hace con el café-. No es casualidad que su consolidación fuera paralela a la emergencia de Estados Unidos como polo productor y a la decadencia del pensamiento nacional europeo (principalmente francés y alemán), que ahora en gran medida hace la recepción de sus propios teóricos a través de la lectura anglosajona de ellos;10
  3. por medio de los estudios culturales, la Teoría dinamita el horizonte de los objetos y los límites de las disciplinas. El costo de eso es una textualización del mundo que puede ser vista como un imperialismo semiótico desde la perspectiva de investigadores de otras áreas, que continúan trabajando normalmente con sus propios métodos;
  4. la Teoría obtiene su validez de una apuesta por el futuro. Vive, bien de la esperanza de una completud teórica por venir, bien de una promesa de hacer inteligibles los objetos. En ambos casos, se trata de una ilusión que, no obstante, permite que mucha energía sea derrochada. La idea de una consumación de la teoría alienta el trabajo metateórico, que, cada vez más distante del mundo de las cosas, comienza a parecer un sueño. Ya en la expectativa de esclarecer los textos, la proyección del futuro es diferente, pues como justificación de la explicación es una disculpa que encubre el hecho de que el interés mayor está en la formulación conceptual, no en la dignidad de las cosas.

La conclusión de esta exposición en diferentes niveles es que la acción debe ser ella misma diferenciada. Contra los cambios que llevan a la mercantilización (real y simbólica) de la universidad, es importante actuar políticamente, tanto por medio de partidos como a través de movilizaciones colectivas; desde el punto de vista del funcionamiento interno de la universidad, es importante identificar y combatir las prácticas y las ideas que hacen compatibles a los estudios literarios con la academia del capitalismo tardío, que pone a la literatura en una situación peor que la de no servir para nada.


Pie de página

1 No sobra decir que escribo como individuo y no como portavoz de la institución. La responsabilidad por las opiniones expresadas aquí es enteramente mía.
2 Piénsese en los distintos casos de pensadores de primer orden que tuvieron problemas con sus doctorados o con sus libres-docencias (Habilitationen), como Walter Benjamin, por ejemplo. [N. del T.: En Brasil, livre-docência es un título otorgado mediante concurso público. Es el grado más alto en la carrera académica y solo pueden acceder a él quienes poseen título de doctorado. En algunas universidades es prerrequisito para el nombramiento como profesor titular].
3 Las publicaciones online sobre el caso son numerosas. Esta ofrece una buena perspectiva: <http://markbbrown.com/2014/09/08/the-salaita-case-and-academic-governance/>.
4 Es interesante percibir aquí cómo el ataque a la idea de obra en pro de la de texto, iniciada por Barthes en 1971 y casi que transformada en lugar común desde entonces, se adecúa a ese estado de cosas. Para una crítica de la visión barthesiana, cf. Durão, "Do texto à obra".
5 Tal vez el ejemplo más paradigmático de eso sea el caso de Paulo Lins, autor de Cidade de Deus (1997), una novela que cambió los rumbos de la literatura brasileña. Habitante de favela, Lins se formó en letras en la Universidade Federal do Rio de Janeiro. Si hubiese tenido que pagar por ella, difícilmente hubiera logrado concluir la educación superior.
6 <http://www.unimep.br/prouni/index.php>.
7 Después de una defensa, al saludar al reciente doctor y desearle felicidades en la vida académica, recibí como respuesta: "Fabio, por favor no le cuente a nadie que sustenté. Si el coordinador del curso [de la facultad privada en la cual enseñaba] se entera, pierdo el empleo". El decreto 5.773/06 establece la obligación, en la educación superior, de que "un tercio del cuerpo docente, por lo menos, cuente con titulación académica de maestría o doctorado". Muchas instituciones particulares contratan el mínimo exigido de profesores con posgrado y despiden a todos los que exceden ese límite.
8 En el sistema público de educación brasileño, la tenure es prácticamente inmediata y son rarísimos los casos de despido de docentes, nunca por falta de publicaciones. Además, la diferencia salarial entre el recién admitido en la carrera y el profesor titular es aproximadamente de uno a tres, lo que muestra cuán poco está en juego desde el punto de vista material y que los aspectos psicológicos desempeñan un papel importante como motor de la carrera. [N. del T.: La Capes es una fundación del Ministerio de Educación de Brasil cuyo objeto es la expansión y consolidación de los programas de posgrado en todo el país. Entre sus tareas están la evaluación de dichos programas, la divulgación de la producción científica y la promoción de la cooperación internacional].
9 Es imposible no mencionar aquí la absurda situación en la cual se encuentra el financiamiento de los estudios literarios. Estos son baratos; en el fondo, la única cosa de la que precisan son libros. La mayor parte de las convocatorias en el área son superfluas, y ocasionan diferentes modalidades de turismo académico, mientras que las bibliotecas permanecen desamparadas.
10 Tal vez el caso de Derrida sea el más representativo. Es interesante pensar que el término "desconstrucción" es hijo de la academia norteamericana. Deconstructing Harry (1997), de Woody Allen, fue traducido al francés como Harry dans tous ses états.


Obras citadas

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Sobre el autor

Fabio Akcelrud Durão es profesor livre-docente del Departamento de Teoría Literaria de la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp). Obtuvo el título de pregrado con calificación magna-cum laude en Portugués e Inglés por la Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ) y obtuvo la maestría en Teoría Literaria por la Unicamp. Hizo el doctorado en Duke University, donde estudió con Frank Lentricchia y Fredric Jameson. Es autor de los libros Modernism and Coherence (Peter Lang, 2008) y Teoria (literária) americana (Autores Associados, 2011); coeditó, entre otros libros, Modernism Group Dynamics: The Politics and Poetics of Friendship (Cambridge Scholars Publishing, 2008); coordinó también Culture Industry Today (Cambridge Scholars Publishing, 2010). Es editor asociado de la revista Alea, y ha publicado diversos artículos en el Brasil y en el exterior, en periódicos como Critique, Cultural Critique, Latin American Music Review, Luso-Brazilian Review, Parallax, Wasafiri y The Brooklyn Rail. Sus intereses de investigación incluyen la Escuela de Frankfurt, el modernismo literario en lengua inglesa y la teoría crítica brasileña.

Sobre el artículo

El artículo ha sido traducido al español por Fernando Urueta Gutiérrez.