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vol.17 issue2Brooks, Peter y Hilary Jewett, eds. The Humanities and Public Life. Nueva York: Fordham University Press, 2014. 164 págsNúmero monográfico humanidades. Número especial de la Revista Chilena de Literatura 84 (2013). 232 págs author indexsubject indexarticles search
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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.17 no.2 Bogotá July/Dec. 2015

https://doi.org/10.15446/lthc.v17n2.51297 

http://dx.doi.org/10.15446/lthc.v17n2.51297

Reseñas

Conesa, Marc, Pierre-Yves Lacour, Frédéric Rousseau y Jean-François Thomas, dir. Faut-il brûler les Humanités et les Sciences humaines et sociales ? París: Michel Houdiard Éditeur, 2013. 273 págs.

En junio del 2012, en Montpellier, se llevó a cabo un coloquio que reunió a un variado grupo de profesores e investigadores de ciencias humanas en torno a la discusión acerca de la situación actual de estas disciplinas y del lugar que ocupan en la universidad y en la sociedad contemporáneas. El encuentro fue organizado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Paul Valéry de Montpellier (CRISES -sigla que, significativamente, también es la forma plural de la palabra crisis en francés-), y titulado Faut-il brûler les Humanités et les Sciences humaines et sociales ? (¿Hay que quemar las humanidades y las ciencias humanas y sociales?). El no muy alentador diagnóstico sobre el tema y las reflexiones de quienes acudieron a la cita en el campus de la ciudad costera, especialistas en mitología, historia del arte, psicoanálisis, lenguas e historia clásicas, onomástica, literatura y análisis del discurso, entre otros, constituyen el cuerpo de este libro, que lleva el mismo título del evento.

Ante la difícil posición a la que han sido reducidas las humanidades y las ciencias sociales en Francia, y que uno de los directores del coloquio califica de "estado de sitio", los académicos participantes analizan los factores determinantes en el estado actual de sus disciplinas, que sufren ataques por todos los flancos, varios de ellos, incluso, originados en el interior mismo de sus huestes: las reformas académicas y administrativas que, en principio, buscaban aumentar la productividad de las universidades en términos de conocimiento y de gestión de recursos, pero que en la práctica afectaron la calidad de los programas al privilegiar el desarrollo de competencias profesionales sobre la formación teórica y conceptual, y que, literalmente, produjeron la quiebra de un número considerable de instituciones de educación superior; la "crisis de vocaciones" humanísticas, traducida en la dramática disminución, en las últimas décadas, del número de estudiantes matriculados en las facultades y departamentos de ciencias humanas y sociales y en el consecuente cierre de varios de los programas que allí se ofrecían; las disputas entre los sectores más "ortodoxos" de estas ciencias y los enfoques más recientes que, como el poscolonialismo, el deconstructivismo y los estudios culturales, ponen en cuestión el estatus científico de estas disciplinas y la capacidad de estas para producir un conocimiento sólido y profundo sobre su objeto de estudio; el descrédito y, podría decirse, el desuso en el que ha caído el estudio de las letras y las ciencias del hombre en la era de la robótica, de la mensajería instantánea y de la aldea global... Este alarmante cuadro muestra la forma en que, en los años recientes, las ciencias humanas y sociales han visto caer uno a uno sus bastiones y, ante el asedio directo o velado de la opinión pública, el sector empresarial y la comunidad académica, parecen no tener más opción que deponer sus armas. ¿Existe alguna salida cuando en las líneas de esta cruenta ofensiva ha formado hasta el más reciente expresidente francés, quien, en más de una ocasión, ha enfilado sus baterías contra el estudio de la literatura antigua (privilegio cuyo financiamiento es, para él, una carga injusta para los contribuyentes) y contra la mismísima Princesa de Clèves, que, según declaraciones suyas, tanto lo hizo sufrir en sus épocas de estudiante?

Así, pues, no es una tarea fácil la que se fijaron los investigadores de CRISES, con la organización del coloquio y la publicación de sus actas, de llamar la atención de la comunidad universitaria y de la ciudadanía en general sobre la gravedad de esta problemática y sobre la apremiante necesidad de actuar frente a ella, dado el papel fundamental que cumplen las ciencias humanas, no solo en el ámbito académico, sino en la comprensión y la constitución de la sociedad. Con el auge del pensamiento neoliberal, convertido en el árbitro de las relaciones entre naciones, individuos e instituciones, y ante el predominio de los valores mercantiles, erigidos en principio ideológico y moral absoluto, la idea misma de lo humano, relacionada con lo complejo, lo individual y lo diverso, parece obsoleta. Y, al igual que ella, las áreas del conocimiento que se han encargado de entenderla, definirla y salvaguardarla.

Los artículos agrupados en la primera de las tres partes en que está dividido el libro hacen un recuento de las dificultades por las que atraviesan las ciencias del hombre, de la cultura y del sentido en una sociedad en la que todo, incluso el ser humano, es susceptible de convertirse en objeto del mercado. Textos como el de François Rastier, que explica cómo la "ideología empresarial" ha logrado imponer sus valores, su lenguaje y sus prácticas en los centros de educación superior, dan cuenta de los perjuicios que para las humanidades y la universidad como institución ha traído la profunda transformación ideológica y cultural que se ha operado en la sociedad occidental, en la que el ser humano ha dejado de ser el centro y fin de la civilización para convertirse, sencillamente, en un medio. Este autor, que define la ideología empresarial como una concepción del cuerpo social determinada por intereses exclusivamente económicos y cuyos objetivos centrales son la productividad y la rentabilidad, plantea que esta situación no solo concierne a las ciencias humanas y sociales, sino a todas las áreas del saber, puesto que pone en juego la noción de conocimiento. Una de las muestras concretas a las que alude Rastier de que el mundo empresarial se ha convertido en el modelo institucional incuestionable del mundo social es la irrupción en el campo de la enseñanza y de la investigación de nociones y procedimientos provenientes del marketing, de la administración de negocios y de la gestión de recursos humanos, tales como "licitación", "desarrollo de competencias", "prestación de servicios" e "índice de desempeño", y que han sido adoptadas por las instituciones de educación superior y los organismos culturales por ser consideradas valiosas herramientas en la carrera por la productividad y la eficiencia.

Esto, con nefastas consecuencias para la calidad de la educación, puesto que la aplicación de estas "fórmulas" para identificar y alcanzar la excelencia conlleva una simplificación y una automatización de los procesos, de los programas académicos y de sus contenidos; también, porque remplaza la lectura, el análisis y la interpretación, procesos básicos en la adquisición y la generación de conocimiento, por la categorización y la detección automatizada. Como lo señala Frédéric Rousseau, el apogeo del paper y de los artículos cortos como medio de difusión del saber, así como la conversión de una buena parte de académicos e investigadores al credo del monolingüismo (puesto que el inglés ha sido consagrado, lo mismo que el latín de la Edad Media, como lengua única del conocimiento y la cultura), constituyen las manifestaciones más patentes de la estandarización del conocimiento, que cierra toda vía a la profundidad en el análisis y al desarrollo de un saber plural y complejo, difícilmente encasillable en los criterios de búsqueda y clasificación de información de las plataformas virtuales. En la era de la "economía del conocimiento", este último es formateado y reducido a un puñado de "palabras clave" (sucedáneo contemporáneo de los conceptos) perdidas en el dédalo de unos y ceros de las bases de datos.

Otro elemento directamente relacionado con esta crisis, y que ha suscitado intensos debates en los medios académico y político, es la profesionalización de los programas universitarios de humanidades, impulsada recientemente por la implementación de las reformas de la educación superior del 2007 y del 2012. Pese a las radicales diferencias existentes, al menos en teoría, entre los dos gobiernos que las promovieron, un mismo ánimo de asegurar el "éxito académico y profesional de los jóvenes" infunde estas reformas, presentadas por los gobiernos de Nicolas Sarkozy y de François Hollande, respectivamente, y que tenían como fin "otorgar autonomía" administrativa y económica a las universidades para subsanar sus finanzas (la del 2007) y fortalecer las instituciones y los programas de formación técnica y profesional (la más reciente).

Catalogadas como "fábricas de desempleados" por la opinión pública, y ante la dramática disminución de jóvenes interesados en seguir su formación en el área de las humanidades,1 estas carreras fueron las primeras en recibir y acatar esta exhortación a la profesionalización y la modernización. La aplicación de estas medidas, promovidas desde diversos sectores como la única vía de salvación para estas disciplinas, produce en realidad, como lo explica Frédéric Neyrat en su artículo, efectos tan negativos para ellas que pueden representar, en últimas, su derrota definitiva. Para este autor, el hecho de que las facultades de ciencias humanas y sociales se apropien de este discurso de la formación práctica y del fortalecimiento de competencias para la inserción en el mercado laboral implica, de entrada, la aceptación de su supuesta inferioridad frente a otras áreas del conocimiento, que, en cambio, sí ofrecerían una formación profesional; por otra parte, esta distinción entre las carreras generales y las profesionales, dice Neyrat, entraña una oposición entre el profesional y el aficionado: es el incompetente, el que carece de la experticia para llevar a cabo un oficio o arte de manera satisfactoria, el que está llamado a "profesionalizarse" y, así, poder contribuir a la sociedad con la realización eficaz de una labor "útil", que responda a las más apremiantes necesidades de la misma.

En relación con esta concepción puramente utilitarista del conocimiento, Frédéric Rousseau señala hacia el final del libro el hecho paradójico de que justamente esta, la era de la globalización, sea también la época del declive del estudio de las lenguas en las universidades. Además del predominio indiscutible del inglés en todos los ámbitos y, específicamente, de un inglés simplificado, "el que se necesita para adquirir un tiquete de avión en la red o descargar una canción" (256), esto se debe a que el aprendizaje integral de un idioma (que implicaba la comprensión profunda de la civilización en la que este surgió, al incluir el estudio de su historia, de su literatura y de la dimensión cultural del lenguaje) ha sido desplazado por un aprendizaje instrumental. Este enfoque pragmático de la didáctica de lenguas, obviamente, privilegia las utilizadas en los nuevos centros del poder político y comercial, lo que ha traído como consecuencia el cierre de los programas en idiomas con poca o ninguna "demanda" y aquellos en los que se les brindaba a los estudiantes la oportunidad de abrirse hacia la comprensión del otro y de su cultura a través del estudio de su lengua.

La segunda parte de la obra traza de forma más precisa y concreta los contornos de este panorama desolador al presentar los casos específicos de diversas áreas, como la onomástica, el psicoanálisis, los estudios clásicos y la historia, que parecen irremediablemente perdidas. En este grupo de artículos resalta el escrito por Jean-François Pinchon, uno de los pocos con una visión optimista del futuro de su especialidad. Su título, que puede ser traducido como "Sobre la utilidad práctica del historiador del arte", de entrada da pistas sobre el talante de los argumentos que esgrime el autor, para quien la historia del arte está llamada a ocupar un lugar importante en diversos nichos de la economía, como la difusión y explotación del patrimonio cultural, el mercado de bienes artísticos e inmobiliarios de colección y el "yacimiento turístico", que, al beneficiar de forma directa al sector hotelero, a los restaurantes y al comercio, podría convertirse en uno de los más importantes "motores" del crecimiento económico de Francia. Otra forma en la que el historiador del arte puede participar en el promisorio negocio de la promoción cultural, prosigue Pinchon, es asesorando a grandes empresarios interesados en adquirir colecciones de obras de arte y en crear organizaciones de promoción cultural, como lo hicieron los herederos de las tiendas de lujo Galeries Lafayette y de la cadena de supermercados Carrefour. Parece difícil encontrar ejemplos más elocuentes de la mercantilización de la cultura y del saber y de la manipulación del discurso científico por parte de la industria, pero otro de los autores del libro lo hace, al relatar los pormenores de un coloquio organizado en París, hace algunos años, por varias tabacaleras sobre el tema "El placer en peligro", en el que se promovió la idea de los beneficios del placer en el cuidado de la salud y que contó con la presencia de sociólogos que criticaron la formulación de "juicios morales binarios" y de verdades dogmáticas sobre las sustancias consideradas nocivas para la salud, cuyo consumo es blanco de una dura censura social.

Bien distinta a la de Pinchon es la concepción que tiene Pierre Sauzeau de la utilidad y el futuro de las humanidades y, específicamente, del estudio de los mitos. Para él, es precisamente porque el concepto de mito ha sido anquilosado debido a su uso y su abuso (especialmente, por parte de periodistas, políticos y quienes trabajan en el área de la difusión cultural) por lo que el estudioso de la mitología tiene el deber de dar cuenta de su significado profundo y de la importancia que tiene para la comprensión de las construcciones ideológicas y culturales que se encuentran en la base de las estructuras y los discursos de una sociedad. Dice Sauzeau que la "ciencia de los mitos" es indispensable para el estudio de la literatura y la artes, puesto que estas retoman, de manera directa o indirecta, los mitos que circulan por una cultura, y su interpretación resultaría incompleta sin el estudio del trasfondo mítico presente en ellas. Por otro lado, y en contravía de lo que piensan quienes califican el estudio de los relatos míticos de la antigüedad clásica de inútil y sin ningún vínculo con el presente, la mitología se encuentra viva en diversas manifestaciones de la cultura popular contemporánea: el teatro, el cine, el cómic y los dibujos animados ofrecen diferentes versiones de los relatos míticos y muestran que la cultura es algo dinámico, cambiante y vivo, que despierta el interés incluso de los niños y jóvenes.

Jean-Daniel Causse reflexiona en su artículo sobre las razones por las cuales el psicoanálisis ha sido objeto del descrédito científico y social en los tiempos recientes. Según este autor, las críticas contra esta disciplina están directamente relacionadas con la visión instrumental y mercantil de lo humano que domina en la actualidad: la sociedad de consumo, que considera al hombre un sujeto vacío en el que pueden crearse necesidades que se pueden llenar con productos y servicios, pretende deshacerse de la noción del inconsciente, la cual da cuenta de la disyunción del sujeto consigo mismo, y que hace que este no pueda ser reducido a una definición unívoca, cerrada y transparente. Es por eso por lo que la moral normalizadora regente en la sociedad de consumo, que busca uniformizar a los individuos y hace que estos se adecúen perfectamente a su entorno, condena esta idea de lo humano cuyo principio es la indeterminación y la complejidad y cuyas manifestaciones son consideradas "disfuncionalidades" que hay que corregir.

La tercera parte del libro se titula "Disciplinas del sentido y de la emancipación", y los textos que la conforman están dedicados a dar respuestas a la pregunta por la utilidad de las humanidades y de las ciencias sociales en el mundo de hoy. No obstante, podría decirse que el concienzudo análisis que se hace de la crisis de las ciencias humanas en todos los artículos de esta obra, a través de una completa exposición y de una sólida argumentación que permiten comprender las implicaciones de esta crisis y lo que con ella está en juego para el cuerpo social en su conjunto, constituye, en sí, una demostración práctica del valor de estas disciplinas, las cuales, al pensar sobre sí mismas, brindan también un pensamiento profundo sobre las otras ciencias, sobre el conocimiento y sobre la sociedad.

El artículo de Anastasios Brenner, por ejemplo, es un "alegato de defensa" de las humanidades, específicamente de la epistemología, que deben dar cuenta de la forma en que el discurso científico modela y determina el mundo, y hace énfasis en la relación de interdependencia y de mutua determinación entre las ciencias humanas y las ciencias exactas. La lingüista Françoise Dufour, por su parte, insiste sobre la necesidad de que el análisis del discurso recupere la postura crítica y "militante" que tenía en sus orígenes, hacia finales de la década del 60, cuando buscaba dar cuenta del sentido de un texto en relación con las realidades sociales y las ideologías que subyacen a él, puesto que, como creía Jean Dubois, uno de los fundadores de la disciplina, "el léxico es un signo del comportamiento social y político del locutor" (195). Hoy, en cambio, dado el halo de desprestigio que rodea los enfoques marxistas, el alcance político y emancipatorio del análisis del discurso (al vincular el lenguaje a la realidad histórica en la que es utilizado) ha sido remplazado por un enfoque meramente descriptivo que lo ha relegado a ser una simple "caja de herramientas" destinada a ser usada por otras disciplinas. En otro artículo sobre la historia del arte, Christian Heck habla del rol del especialista en esta área en nuestra época, cuando la saturación de imágenes descontextualizadas y simplificadas y la carencia de parámetros para interpretarlas hacen que no se pueda desentrañar su sentido; la historia del arte es útil, sostiene Heck, porque "enseña a ver" y a ubicar las imágenes en un contexto para poder "leerlas" y porque "aprender a ver" es una condición necesaria para la adquisición de conocimiento y para la formación de la consciencia de sí mismo.

Las diferentes perspectivas presentadas en esta obra logran convencer al lector preocupado por la defensa del conocimiento riguroso e independiente, de las artes y la cultura, de la libertad, la creatividad y la diversidad de pensamiento y de valores -todo de lo que, en últimas, el hombre no puede prescindir sin perder con ello su condición misma hombre- de que si se condenan definitivamente las ciencias humanas y sociales por caducas, estériles, anticuadas e improductivas, con ellas podrían ir también a la hoguera los conceptos de "libertad", "autonomía", "igualdad", "saber", "democracia" y hasta el de "humanidad". Más allá de las teorías, de la jerga especializada y de las abstracciones que parecen alejar a estas disciplinas de nuestra sociedad en constante cambio y movimiento, y de la cultura viva, estas "ciencias del sentido" tienen la crucial responsabilidad de brindar una interpretación del ser humano y de los principios que rigen las dinámicas sociales, de una realidad caótica, proteica y, las más de las veces, injusta, que debe ser redefinida constantemente y que, para ser cambiada, primero debe ser comprendida.


Pie de página

1 Sobre este tema, el artículo de Charles Soulié presenta un análisis estadístico e histórico que tiene dos grandes virtudes: la primera, proporciona información clave para comprender la evolución de estas disciplinas en el seno de las instituciones francesas de educación superior y la forma en que el proceso de transformación de la educación superior está determinado por los profundos cambios ideológicos, económicos y sociales que se dieron en Francia durante la segunda mitad del siglo pasado. La segunda es que, aunque incluye una gran cantidad de cifras y fechas consignadas en gráficas y recuadros comparativos, la exposición es tan clara, oportuna y amena que logra retener el interés del lector de principio a fin.

Lorena Panche
Université Lumière Lyon 2, Lyon, Francia